Sin embargo, la acción ideológica internacional de la contrarrevolución sigue logrando negar social y mundialmente dicha realidad. No se reconoce al proletariado en esas luchas y mucho menos se asume que esa lucha es revolucionaria.
Tal como sucedió en todas las luchas revolucionarias de la historia (las luchas revolucionarias en México y en Rusia en el siglo XX eran consideradas luchas campesinas contra el feudalismo), se atribuyen los hechos a diferentes capas sociales y hasta “etnias”, que por supuesto, no pueden, como tales, tener una perspectiva revolucionaria: lumpen, campesinos, indígenas, estudiantes, “pobladores”, mineros, obreros, “villeros”, pequeño burgueses, etc. Como hemos visto en publicaciones anteriores, ello contribuye a mantener los cordones sanitarios que dividen el mundo en regiones y países y conduce a que los proletarios de otras partes no se sientan solidarios con esas luchas. Eso es fundamental en la actual reproducción de la putrefacta dominación burguesa mundial. Evidentemente que esos mecanismos de dominación funcionan porque el proletariado mismo, a nivel internacional, no tiene conciencia de conformar una misma clase, ni de tener un proyecto social revolucionario, por la debilidad extrema y el aislamiento de los núcleos revolucionarios a nivel internacional.
En este número, independientemente de lo que trata cada texto en particular, queremos insistir en un eje central: el análisis de esa negación del carácter revolucionario de la lucha del proletariado. Negación que, como siempre en la historia, parte, no de lo que la lucha contiene como contraposición a toda la sociedad actual, sino de lo que los protagonistas expresan, gritan en sus consignas o inscriben en sus banderas. Pero negación también en base a la propaganda de un conjunto de salidas burguesas, reformistas, gestionistas, autonomistas, que se le intentan imponer al movimiento para limitarlo al horizonte capitalista y alejarlo de su perspectiva revolucionaria.
El primer aspecto de esta negación lo analizamos particularmente en “Acerca de las luchas proletarias en Argentina” (tercera parte), pero también en los textos sobre Perú y Bolivia, poniendo en evidencia, como siempre lo han hecho los militantes revolucionarios, que la lucha del proletariado es revolucionaria por su contenido y no por lo que expresan las banderas del movimiento, sin lo cual sería imposible encontrar una sola lucha revolucionaria en la historia. Retomando elementos ya avanzados en números anteriores, con respecto a la lucha de clases en Argentina, insistimos en la contraposición práctica y general entre sociedad burguesa y los intereses proletarios, entre el conjunto de expresiones ideológicas del movimiento y la práctica objetiva del proletariado de contraposición con la propiedad privada y el estado. Sobre dicha base afirmamos la alternativa de siempre: o la catástrofe que este sistema implica para la especie humana se sigue agravando o el proletariado destruye revolucionariamente el estado y el capitalismo.
El segundo aspecto de esa negación lo constituyen las teorías (o mejor dicho ideologías) a la moda, que niegan esta contraposición y tratan de presentar salidas intermedias. El común denominador de éstas es presentar la posibilidad de “cambiar el mundo” sin la dictadura revolucionaria del proletariado, es decir sin la revolución social destructora del capital y del estado burgués. El lector verá que este eje se encuentra presente, a diferentes niveles, en todos los otros textos, en las discusiones acerca de las luchas proletarias en Argentina, en las críticas a Holloway, a Negri y Hard, en los textos sobre las luchas en Bolivia o Perú, en la reproducción de textos y nuestra denuncia de la increíble historia de los caracoles, la autonomía y las juntas de buen gobierno de Marcos en México.
1. Este artículo se divide en dos: la presentación de la revista que sigue a continuación y la conclusión que aparece al final.
A lo que respondimos: “Si hubiese que esperar a que el proletariado grite “dictadura del proletariado, destrucción del capital”, para poder llamar por su nombre a la violencia de clase contra la propiedad privada y el estado, nunca los revolucionarios podrían hablar de ello. Ni en la Comuna de Paris, ni en la Revolución en Rusia, ni en ningún otro ejemplo histórico de lucha revolucionaria del proletariado, las consignas expresan claramente lo que el proletariado está llevando a cabo, y no vamos a repetir aquí la cantidad de consignas burguesas que estaban de moda en esos movimientos que, a pesar de ello, fueron una expresión concreta e internacional de la ‘violencia revolucionaria del proletariado’. Justamente son nuestros enemigos, pero en general toda la opinión pública, la que toma las cosas únicamente en función de lo que los protagonistas expresan o creen (que invariable e inevitablemente son las ideas de la clase dominante), mientras los militantes revolucionarios no tienen ningún miedo en afirmar, a contracorriente, el contenido real del movimiento, independientemente de las ideas expresadas por los protagonistas. Pensá en Blanqui o Marx, hablando de lucha por la dictadura del proletariado en Francia, o en Flores Magón afirmando que la lucha del proletariado en México es por la abolición de la propiedad privada, la iglesia y el estado. Más todavía, esa afirmación, hecha por los revolucionarios, de lo que el movimiento contiene, contra la corriente, constituye un elemento decisivo de la acción revolucionaria de dirección, la inversión de la praxis en el proletariado se va procesando precisamente por ese accionar decisivo, por la organización de esas posiciones en fuerza de dirección hacia los objetivos realmente revolucionarios. En ese sentido no solo nos parece importante seguir afirmando el carácter revolucionario del movimiento del proletariado en Argentina, en 2001/2002, sino el de denunciar todas las consignas burguesas como las del llamado subcomandante Marcos, como hacemos en nuestro texto denunciando a las corrientes gestionistas que justamente son las que desarrollan esa ideología que se contrapone a la acción revolucionaria del proletariado”.
En síntesis:la lucha del proletariado es revolucionaria por su contenido, porque asume en la práctica la contraposición con el capitalismo y no por lo que declaran los protagonistas y mucho menos por lo que dicen los admiradores de Marcos y compañía (¡qué también existen en Argentina!) que en el fondo reproducen la ideología de la burguesía en el movimiento.
Aclaremos un poco más lo que los revolucionarios entendemos por lucha revolucionaria. Digamos primero que, para nosotros, no hay dos tipos de luchas, como teoriza la socialdemocracia (incluido evidentemente el marxismoleninismo, el trotskismo, el proudhonianismo, el gestionismo libertario...), una económica y otra política, una inmediata y otra histórica, una reivindicativa y otra revolucionaria. Afirmemos enseguida, que esa separación ideológica es un arma de la burguesía contra el proletariado, que sirvió y sirve todavía para cosas tan horribles como para hacer trabajar más a los proletarios y cobrar menos en nombre de la revolución social o/y del socialismo (por ejemplo en Cuba, como ayer en Rusia); cuando en realidad se está aumentando la tasa de explotación capitalista, lo que evidentemente se contrapone con los objetivos (inmediatos e históricos) de una revolución proletaria. Ninguna verdadera revolución proletaria puede basarse en ese antagonismo. Al contrario, la generalización de la lucha por las necesidades inmediatas determina la revolución social, el objetivo invariante de la revolución proletaria es trabajar lo menos posible, viviendo lo mejor posible, objetivo que en última instancia es exactamente el mismo por el que luchaba el esclavo cuando se contraponía a la esclavitud, hace 500 o 3000 años. La revolución proletaria no es algo diferente a la generalización histórica de la lucha por los intereses materiales de todas las clases explotadas de la antigüedad, no tiene una naturaleza diferente a la generalización de la lucha por los intereses inmediatos, económicos del proletariado y es por eso mismo, que se afirma como una revolución esencialmente humana, contra la deshumanización histórica del hombre llevada a su máxima expresión por el capitalismo. Consecuentemente, la lucha por la mejora total de las condiciones de vida es vitalmente revolucionaria, y solo con la afirmación de la revolución realiza sus objetivos (1). La lucha proletaria, por la apropiación de la mayor parte del producto social es, pues, inseparable de lucha por la reducción de la intensidad y la extensión de la jornada de trabajo. Es en ese mismo proceso de enfrentamiento al capital y a su concentración en fuerza de dominación (estado) que el proletariado se va apropiando de todo lo producido y aboliendo el trabajo asalariado y, en última instancia, el trabajo a secas.
Menem: «el justicialismo jamás combatió el capital; al revés, procuró que el capital llegue para hacer crecer la República. Y eso fue lo que hicimos nosotros a partir de 1989». Por otra parte Menem siempre subrayó que Perón ya en 1944 decía que «hay que hacer a un lado al colectivismo en la Argentina y posibilitar el ingreso de capitales. Aquí no queremos ni colectivismo, ni marxismo, ni comunismo. Queremos fundamentalmente Argentina y el justicialismo es lo verdadero en la política». |
En Argentina, el proletariado entra en lucha porque no tiene más remedio, por el brutal deterioro de todas sus condiciones de existencia. En ese mismo proceso se encuentra lógicamente enfrentado a las diferentes fracciones burguesas y al estado. En su práctica ya liquida aquella separación entre lo económico y lo político, por el simple hecho que no puede haber ninguna solución económica sin “hacer política”, o mejor dicho todavía, sin contraponerse a toda la política de la clase dominante. No se trata de una idea de tal o cual militante, sino de lo que todos pueden verificar prácticamente: el que “se vayan todos” es el grito que expresa, en Argentina, esa crítica generalizada de la política, que existe en la generalización de todo movimiento revolucionario. Se dirá aún que tal o cual proletario, o el conjunto de los proletarios luchan por razones inmediatas. Pero, respondemos, aunque sólo crean moverse por los famosos y exclusivos intereses inmediatos (lo que ya nos parece un absurdo, porque el desarrollo mismo del asociacionismo proletario, contrapuesto a la propiedad privada organizada, siempre se plantea, aunque más no sea en forma incipiente, elementos hacia la resolución del antagonismo de clases), la lucha misma está revelando el antagonismo histórico. Independientemente de la conciencia de los protagonistas, los hechos están poniendo en evidencia que la vida del capital hace cada vez peores las condiciones inmediatas de esos proletarios, está mostrando que todo progreso del capital requiere empeorar todas las condiciones de la vida humana. La unidad de lo inmediato y lo histórico no es una cuestión de conciencia sino de antagonismo práctico vital. Como decía Marx: “Poco importa lo que tal o cual proletario o incluso el proletariado entero se imagine que es su objetivo momentáneo. Lo que importa, es lo que él es realmente y lo que estará históricamente forzado a realizar en conformidad con su ser. Su objetivo y su acción histórica le son trazadas visible e irrevocablemente, en las circunstancias mismas de su vida como en toda la organización de la sociedad burguesa...”
El carácter revolucionario de la lucha del proletariado en Argentina, no viene pues de la conciencia de sus objetivos, sino de su práctica efectiva. Justamente lo que constatamos es que el desfasaje, entre la práctica y los niveles de conciencia explícita (2), expresado por el movimiento, es todavía más grande de todo lo que se dijo; y si bien nos parece imprescindible subrayar la fuerza revolucionaria de la acción del proletariado, no podemos dejar de expresar la debilidad de conciencia, de dirección, que el movimiento ha mostrado.
El movimiento revolucionario se encuentra todavía encadenado a un conjunto de ilusiones que lo limitan en cuanto a su perspectiva, y es a eso que se refieren los compañeros cuando dicen que la lucha no es revolucionaria. Pero ese punto de vista es idealista, pues parte de las ideas expresadas y no de las determinaciones contenidas en el movimiento, ni de la contraposición objetiva entre proyectos antagónicos evidenciada en la lucha de clases.
Justamente la principal debilidad del movimiento es, creer que exista una solución no revolucionaria a la situación social. El principal límite ideológico es, precisamente, partir de las absurdas ideas de la mayoría, que incluso en plena lucha, se imagina, que se puedan solucionar los problemas que nos afectan, sin destruir, los fundamentos mismos, de la sociedad del capital. El desfasaje mencionado parece ser una característica que se confirma en los movimientos del proletariado en la actualidad, producto, sin duda, de la contradicción entre la catástrofe cada vez más visible del capital mundial y de la total inconsciencia de clase que caracteriza al proletariado mundial: inconsciencia de constituir una clase, inconsciencia del proyecto histórico comunista.
En los capítulos siguientes nos interesa insistir en esa contradicción, que es la que expresa el desarrollo de nuestro propio movimiento. Para ello comenzaremos por enumerar algunos elementos de fuerza, derivados del tipo de organización territorial que caracterizó el movimiento en Argentina, con el objetivo, no de hacer la apología del mismo, pues creemos que las condiciones que produjeron ese movimiento están presentes en otras latitudes ya hoy y tenderán a generalizarse, sino para ir un poco más lejos en el análisis de las características de las luchas de clases en la época actual, subrayando “nuevos” elementos de fuerza y debilidades que creemos que no será un “privilegio” o la “desgracia” particular de ese país, sino que, como expresa bien la “carta abierta al proletariado argentino”, que publicáramos en el número anterior (“vosotros sois tan solo unos de los primeros”), está mostrando el tipo de enfrentamiento de clase que tenderá a reproducirse (3).
Resulta esencial analizar dicha contradicción, pues es en ella que se inserta la práctica revolucionaria.
De más está decir que los elementos que subrayamos abajo “ordenadamente” son inseparables y se mezclan entre ellos, sólo los hemos ordenado para expresarnos.
- Lo primero que nos parece cualitativo es esa constitución del proletariado en clase (4), su organización en asambleas territoriales en contraposición a los poderes del estado. Asambleas de piqueteros, luego asambleas de barrio, pero que además, en muchos casos centralizan, o al menos se coordinan, con otras estructuras como la asambleas de algunas fábricas, imprentas, trabajadores en lucha, estructuras barriales, servicios (con el notable caso de los “motoqueros”), sector público y también realizan asambleas de asambleas, coordinadoras, etc. Esto tiene una importancia decisiva, pues marca una ruptura no solo con las ilusiones individuales e individualistas, que derivan directamente del mercado y su imagen espectacular, sino también en cuanto a la salvación profesional o por gremio o categoría. La catástrofe de la sociedad capitalista hace que todas las promesas de un futuro seguro se hayan hecho añicos y que solo organizado como clase el proletariado pueda aspirar a defender sus intereses más inmediatos. Esa organización del proletariado en clase está marcando, no una conciencia explícita de su necesidad de actuar como fuerza proletaria, pero al menos una conciencia implícita, de que solo no se va a ningún lado, de que tampoco le sirve unirse como trabajador de tal o cual rama, de que excluidos e incluidos (según la separación ideológica de la burguesía) si no se unifican están jodidos (5). Justamente es esa unificación territorial, entre mujeres y hombres, desocupados, trabajadores, jubilados, pensionistas, empleados, estudiantes... que constituye un elemento excepcional.
- Eso determina un segundo elemento cualitativo, las estructuras asociativas del proletariado se constituyeron directamente asumiendo los problemas generales, los que conciernen a toda la comunidad que entra en lucha. Todo tipo de reivindicación sectorial, categorial, sindical,... resultaba ridícula, lo que limita mucho la acción contrarrevolucionaria de diferentes aparatos del estado (poderes municipales, partidos, sindicatos, instituciones, ongés,....), destinados precisamente a canalizar y encausar legalmente los descontentos. O dicho de otra forma, como la estructuración del proletariado como clase del capital se basa en aquella separación (y todos los aparatos de dominación están previstos para dar respuesta en base a dicha separación), la unificación territorial implica siempre históricamente un salto de calidad en la organización del proletariado como clase contra el capital.
- Ahora bien, esa generalidad no es una generalidad abstracta como la generalidad democrática expresada por un gobierno, un partido o la televisión, en nombre del pueblo o la nación, que se basa en la renuncia consciente o inconsciente a sus propios intereses particulares. Por el contrario, en esa unidad en la acción, que se produce en Argentina, nadie renuncia a nada; por primera vez en la vida, muchos actúan en función de sus propios intereses particulares y es en la parte que encuentran los intereses del proletariado todo, que prácticamente se identifica con los intereses orgánicos del proletariado como totalidad en lucha. En cada barrio, en cada piquete, en cada fábrica, en cada empresa ocupada, se vive la necesidad de asumir el hacer, el luchar, el discutir... de una lucha que se siente por primera vez única, en cada parte comienza a vivirse la lucha como generalidad orgánica.
- La producción material en función de las necesidades de los que luchan y de la lucha misma (ejemplo panaderías, huertas, ...), la organización barrial de servicios totalmente desertados por las estructuras del estado, y que resultan indispensables para la lucha, como por ejemplo los servicios de salud, la puesta al servicio del movimiento de algunas empresas ocupadas (imprentas), constituye también una importante afirmación revolucionaria del proletariado que esboza, todavía en forma elemental y burda, lo que podría ser una sociedad en donde, al fin, no sería el mercado y la tasa de ganancia que dirijan todos los aspectos de la producción material, sino la dictadura de los productores y la de sus necesidades humanas. Claro está, que es sumamente difícil mantener este tipo de práctica a largo plazo, especialmente fuera de un período de lucha abierta y que por otra parte, dada la importancia actual de la ideología gestionista en Argentina, con las ideologías de trueque, la autogestión, y de “no lucha por el poder”, hace indispensable una crítica permanente acerca de la posibilidad de cambiar la sociedad sin destruir la dictadura mercantil (b).
- Todas esas estructuras, por las cuales el proletariado se afirma como fuerza social, se asumen en contraposición al poder de la clase dominante y como tales actúan. El hacer y no delegar, el actuar como necesidad vital y sobre todo el actuar como fuerza contra el estado, es el elemento unificador. La acción directa aparece así como una cuestión de vida o muerte, como el objetivo explícito de todas esas asambleas.
- Pero simultáneamente, ese pasaje a la acción pasa por la discusión, pasa por la reunión, pasa por asumir que no se puede confiar más en nadie, sino en “nosotros mismos”. Ello implica un proceso de negación de todas las estructuras de autoridad y gestión de la sociedad burguesa, de todo la estructuración de la dominación democrática. El descontento generalizado se transforma en capacidad de actuar y pensar colectiva y unitariamente. En cada barrio se organizan forum, charlas, formaciones, cursos, para lo cual se ocupan locales y predios desafiando a la propiedad privada y las estructuras jurídicas que la protegen. En ese hacer teórico práctico hay una crítica implícita de la delegación, del parlamentarismo y hasta una crítica incipiente de la democracia.
Merecen una especial mención, por su carácter contradictorio, los deseos expresados de horizontalidad, de “democracia directa”, de lucha contra el verticalismo, de bases contra direcciones. Por un lado expresan la crítica a los sindicatos y partidos, y en ese sentido una ruptura embrionaria con todo el espectro político, así como una estructuración de comunidad de lucha que se va afirmando y busca formas adecuadas a su desarrollo, pero por el otro una fetichización de las formas de decisión, como garantías en sí. Al respecto debe señalarse que esa misma fetichización sobre la forma, la ideología de la democracia de base, mantiene encandiladas, en muchas partes del mundo, a las masas proletarias en formas horizontales de decisión, impidiéndoles ver que lo importante es el contenido de la decisión y no su forma, la perspectiva y dirección del movimiento y no que la misma sea adoptada por una mayoría o una minoría, que jamás podrá garantizar nada. Por eso es indispensable analizar, al menos someramente, la otra cara de esas asambleas.
La crítica que se realiza de los partidos, sindicatos y otras estructuras del estado se reduce también, por esa vía, a una crítica de forma: se los critica por ser burocráticos, corruptos y muy pocas veces por representar a la clase enemiga, por ser partidos y sindicatos del capital, del estado burgués. No se ve que la gigantesca putrefacción de las fracciones políticas, sindicales, judiciales,... de la burguesía argentina son la expresión misma de la pudrición del sistema social capitalista. Por eso se buscan garantías en el control político ciudadano. Se considera que la decisión tomada por las bases es una garantía en sí, desconociendo que el capitalismo también se impone por medio de esa decisión democrática de todos, que las imponentes condiciones de explotación impuestas por el sistema solo pueden destruirse atacando las bases mismas de la producción de mercancías.
Peor, al pretender oponer democracia contra burocracia, se desconoce que la democracia y la burocracia siempre funcionaron juntas, que toda democracia, incluso de base, produce burocracia, que todo sistema electivo basado en el individuo democrático produce necesariamente el individuo burocrático. Pedirle a la democracia que liquide la burocracia equivale a pedirle, a la empresa capitalista que salve a la humanidad y olvide su esencia (el lucro).
La totalidad de la crítica antiburocrática se queda así empantanada en la cloaca democrática, en la mísera y putrefacta ideología burguesa del individuo controlando mayoritariamente a sus representantes, del ciudadano intentando que el dirigente político no se pudra. La ausencia de visión social hace predominar el formalismo político. Cómo no se afirma un programa social abiertamente revolucionario, no queda más remedio que caer en la solución política: el democratismo, el control político de todo y en última instancia la apología de la base, de la mayoría (o la unanimidad).
La democracia, que es el modo de organización de la sociedad capitalista y de la dictadura del capital, cuya fuerza consiste en la disolución de toda fuerza o proyecto histórico antagónico en el individuo atomizado, no puede servir al proletariado en su lucha, ni como método de organización, ni en tanto que perspectiva (ideologías del socialismo democrático) (6).
Abramos un pequeño paréntesis histórico al respecto, para recordar que sobran los ejemplos en que mayorías controladas por todos adoptan decisiones contra los intereses del movimiento y, también, en que minorías revolucionarias asumen decisiones que hacen avanzar a todo el movimiento. Más aún, ningún movimiento revolucionario ha avanzado, ni puede avanzar, sin la audacia de minorías que asumen orgánicamente los intereses de la totalidad, sin actos inconsultos de proletarios de vanguardia que se organizan conspirativamente, sin militantes que a contracorriente afirmen el carácter proletario y revolucionario de una lucha en donde predominan las ilusiones democráticas, sin quienes indican y asumen el camino insurreccional en asambleas o soviets en donde dominan las ideas de pacificación social o de asambleas constituyentes.
La ideología de la democracia de base, de la democracia directa, del control democrático asambleario, del horizontalismo(que no solo es predominante en la Argentina sino que hoy es dominante en todo el mundo, incluso en ambientes de lucha)impulsa a decidir en función del mínimo común denominador, que es necesariamente burgués y reformista, y tiene por resultado objetivo el aislamiento de las minorías que actúan en ruptura con la ideología dominante. Los planteamientos revolucionarios, en este contexto democratista, pasan, claro está, por ser “demasiado teóricos” o “abstractos”. En dicho marco predomina el reformismo más chato bajo la forma de gestionismo de lo cotidiano. Las cuestiones centrales de la vida humana, bajo la dictadura del capital, y la consecuente necesidad de revolución social son evacuadas en nombre de la unidad, del “ser prácticos”, de que “no se trata de tomar el poder sino de desarrollar un contrapoder”, de “que hay que hacer cosas concretas y no discutir de política”. Como siempre en la historia, la teoría contrarrevolucionaria, presentada como nueva, se concentra en liquidar lo más importante de la perspectiva revolucionaria: la cuestión del poder, la cuestión de la revolución social.
Suponemos que el lector comprenderá, entonces, que la importancia, que le hemos dado a las discusiones sobre la lucha de clases en Argentina, reside en el hecho de que las mismas trascienden de lejos lo planteado en ese país e inevitablemente se plantearán todavía con más fuerzas en otras latitudes.
Todas las concepciones dominantes sirven, evidentemente, para camuflar, desviar, llevar hacia callejones sin salida, la potencia y fuerza desarrollada por el proletariado.
Contra la izquierda burguesa (contra la socialdemocracia, es decir contra el leninismo, contra los stalinistas y su variante trotskista, contra la ideología de los grupos guerrilleros marxistas leninistas o/y nacionalistas), los comunistas siempre afirmaron que no se trata de tomar el poder del estado sino de destruirlo (c), que no se trata de ocupar el estado burgués y gestionar el capitalismo, como hicieron los bolcheviques (y como teorizó luego el marxismo leninismo), sino por el contrario se trata de destruir el estado y el capital. La revolución del proletariado no es, para los revolucionarios, una revolución política, consistente en ocupar el estado y gestionar el capital, sino bien por el contrario, es una revolución social, que se afirma como poder, como potencia social contra la sociedad mercantil y el estado capitalista. Si la clave del capitalismo es la dictadura del valor valorizándose, la clave de la transición, es la dictadura del proletariado aboliendo el trabajo asalariado; o dicho más globalmente, la dictadura de las necesidades humanas contra todas las leyes mercantiles, hasta la abolición de la mercancía misma y la instauración de la comunidad humana mundial.
Ahora bien, otros sectores de la izquierda burguesa, que históricamente se han autodenominado libertarios o autónomos y hoy se identifican como postmodernos, markistas (por el subcomandante Marcos), alternativos, o altermundialistas , repiten ese abc. Pero no lo hacen para afirmar la necesidad de una revolución social que destruya el capital y el estado, sino por el contrario, para oponerse a esa revolución, en nombre de una rebeldía, que no tiene por objeto la destrucción del poder del capital. Consecuentemente desconocen o niegan que solo el desarrollo de la fuerza destructiva revolucionaria puede, al mismo tiempo, organizar una nueva sociedad. Como resumía el compañero que citamos antes, hoy está de moda decir: “no somos revolucionarios, sino rebeldes sociales, ‘no queremos tomar el poder sino hacer otro poder desde abajo...’ sub-comandante Marcos”.
Evidentemente, esa teoría contra la revolución, como todo lo que produce material e ideológicamente el capital, se presenta como nueva (la moda de lo nuevo, como en todas las otras mercancías, es inherente a la fase actual del capital), diciendo que ya está superada la “vieja” contraposición entre reformismo y revolución. No se necesita ser ninguna lumbrera para reconocer, detrás de esa supuesta superación, a la vieja y putrefacta teoría reformista, utilizando para la ocasión nuevas y variadas formulaciones. La clave de la misma sigue siendo esencialmente la misma: la afirmación de que se puede cambiar el mundo poco a poco, sin revolución social, sin destruir el capital y el estado. En otras palabras hacen propaganda contra la revolución diciendo que la misma no es necesaria para “cambiar al mundo”.
La teoría de estos contrarrevolucionarios (pues explícita o implícitamente lo son) se expresa hoy diciendo que se puede “cambiar el mundo sin tomar el poder”, según el ultra citado título del libro de un tal John Holloway. Dicha corriente de pensamiento, que sostiene que la guerra de clases se terminará sin que sea necesaria la dictadura del proletariado (aunque implícitamente desconocen la guerra de clases), ni la consecuente destrucción de la dictadura del capital, con la que simpatiza toda la socialdemocracia, pues expresa lo que este partido histórico siempre representó, tiene como principales representantes a Tony Negri, Hardt, Holloway, el comandante Marcos y sus seguidores, así como una serie de grupos (como el colectivo Situaciones de Argentina que criticamos en un número anterior) en diferentes países del mundo. La terminología que utilizan es la que es la usada por el espectáculo de los medios autodenominados alternativos: autogestión, dignidad, multitud, red difusa, contrapoder, economía alternativa, horizontalidad, etc.
Por supuesto que no se trata solo de teorías o de ideas sin importancia, sino que tienen un peso social. En efecto, en la medida que el proletariado ha ido rompiendo con el encuadramiento politicista y populista del izquierdismo clásico (marxista leninista, trotskista,...), lo que podemos constatar en diferentes países y particularmente en Argentina, las viejas teorías reformistas, gestionistas y libertarias, en base a un buen lavado de jeta (nuevas formulas, nuevas frases, nuevas terminologías) y una buena dosis de propaganda internacional, vuelven a ponerse de moda y por lo tanto a cumplir un papel contrarrevolucionario importante. Hay evidentemente que señalar que, mientras que a los revolucionarios se los persigue, se los aprisiona y se le cierran todas las formas de difusión, ese tipo de teorías, que en el fondo anuncian que no será necesaria la revolución para cambiar el mundo, gozan de todo tipo de condescendencia en los grandes medios y hasta sus representantes se expresan en la televisión nacional o en ceremonias en las mejores aulas universitarias. Como si ello fuera poco, un tipo como John Holloway recorre el mundo anunciando su “nueva”: “se puede cambiar el mundo sin tomar el poder”. Y sistemáticamente recorre lugares álgidos de la lucha de clases haciendo propaganda a favor de esa “novedad”: Colombia, Chiapas, Buenos Aires... ¡Dicho libro fue presentado por el autor en persona en Buenos Aires en un local de los piqueteros del “MTD” Solano! ¡Si será pues importante enfrentar a tales posiciones!
En el 180 aniversario de la Universidad de Buenos Aires, en junio del 2001, John Holloway declaraba, hablando del MST en Brasil y de los zapatistas: “...Y estos movimientos, con todas sus diferencias, tienen en común el hecho de que no están tratando de conquistar el poder estatal, ni militarmente, ni por medios electorales. No conciben la violencia como un medio de transformar el mundo. Y que sus actos no son clandestinos, sino desafíos abiertos al poder”.¡Cómo si fuera una virtud moderna la no clandestinidad, edulcorada además, con una guiñada al legalismo! ¡Cómo si Benstein no hubiera sido criticado! ¡Cómo si fuera original concebir la transformación del mundo, sin la violencia revolucionaria!
Nosotros no conocemos mucho esos autores a la moda y nos costó un buen esfuerzo tragarnos ese inmundo tratado de la conservación social, que es el libro del Sr. Negri, para publicar aquí los comentarios y extractos que el lector puede encontrar en este mismo número. Por lo mismo, no encontramos quien estuviera, entre nosotros, decidido a leerse la mierda del libro de Holloway; por lo que habiendo encontrado una crítica, que nos parece buena y valiente, la reproducimos aquí, incluso sin conocer la fuente, ni al autor y a pesar de constatar problemas y diferencias con el mismo (7).
Todos esos planteos, contra la lucha por el poder, se basan en la teorización de las debilidades del proletariado. Por ejemplo, se toma la crítica que el proletariado ha comenzado a realizar, en Argentina, de la democracia representativa y represiva, así como de las organizaciones izquierdistas que la defienden (nos referimos, por ejemplo, a aquellas que proclaman como perspectiva la asamblea constituyente u otras reformas democráticas). Se constata que, en esa lucha, no se habla de explícitamente de destrucción revolucionaria del capitalismo. Y estos señores, en vez de hacer la crítica de esa debilidad, hacen la apología de la falta de perspectiva que eso genera. ¡Cómo si el “contrapoder” de la calle fuese en sí una alternativa!
«Las viudas de la revolución» - raúl abrahamPrevisiblemente Holloway calló (no por ignorancia, afirmo) que el capitalismo frena el desarrollo de las fuerzas productivas, que expulsa trabajadores, condenándolos a no a ser separados de su producción, sino lisa y llanamente a retroceder a formas pre-capitalistas de producción, y - last, but not least - que el capitalismo está destruyendo las condiciones materiales de reproducción de la existencia de la humanidad, serruchando la rama en la cual estamos todos alojados: el planeta Tierra. Posiblemente Holloway descalifique esta forma de presentar las cosas: se sabe, demostrar con el rigor de los números que la irracional forma de producción y apropiación del excedente lleva a la barbarie es muy largo, tedioso, y requiere de complejos estudios en disciplinas áridas como la economía y otras igualmente aburridas. Mucho más rápido y efectista es revelarnos que “el estado no baila, el estado no ríe”. Se refería, claro, a que los hombres sí podemos hacerlo. Notable comprobación, solamente tras largos años de estudios en venerables universidades europeas se llega a tales extremos de sabiduría. O tal vez después de escuchar las profundas reflexiones del sub-comandante Marcos, quién convenció a Holloway de que “preguntando caminamos”. Nada en contra tendríamos que decir a esto. Lamentablemente el docto irlandés, quizás bajo los efectos de una sobredosis de mezcal, escuchó al sub-comandante, pero no miró alrededor. Marcos - cuya producción teórica es, cuando menos, bastante superficial - opera como el sumo sacerdote de la “nueva revolución”, y -como todo sacerdote - intenta salvar almas, aún a costa de la propia. De tal modo que postula el viejo principio del “Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”: ¿Qué otra cosa, sino construir un aparato estatal, están haciendo en Chiapas? Con las particularidades que cada situación propone, pero tratando de dar respuesta al par de preguntas fundamentales que debe contestar quién pretenda construir poder, contrapoder, o antipoder: ¿Quién, y cómo, organizará la producción, circulación y distribución de bienes y servicios en una sociedad? Estas cuestiones el irlandés las ignora, lo que de por sí es malo, o las desprecia, lo cual es peor. Para Holloway todo se reduce a que los revolucionarios del siglo XX - todos - estaban equivocados. Porque perdieron. También alguna inferencia sobre su escala de valores podría hacerse, pero no es el objetivo de esta nota. Es olímpico el desprecio que siente el irlandés por la fuerza descargada por el capitalismo sobre todas las experiencias revolucionarias, sin ocultar sus falacias, Dios nos libre. Para mitigar el dolor que el fracaso de las revoluciones del siglo pasado le produce, Holloway ensaya explicaciones históricas capciosas. No otra cosa es sugerir un posible paralelismo entre las transiciones del feudalismo al capitalismo, y una hipotética construcción del socialismo entre los “intersticios” del modo de producción capitalista. Estas “grietas” del sistema serían así susceptibles de ensancharse, y convertirse en las grandes alamedas, dónde - más temprano que tarde - pasará el hombre nuevo, redimido de las lacras individualistas. ¿Será esta la “vía hollowayniana al socialismo”? Es ciertamente tierno, suena hasta bucólico: una nueva Arcadia nos espera, en la que yacerá el león junto al cordero. Lamentablemente, la experiencia, sin pretensiones de análisis marxista, indica que por lo general el león se come al cordero, y, si en algún momento demuestra cierta vacilación es simplemente por que está eligiendo con qué salsa lo va a adobar. Al respecto, quizás convendría recordarle a Holloway la fábula del escorpión y la rana: “está en mi naturaleza”, dijo el escorpión, mientras se hundía en el río, después de picar al crédulo batracio. Tampoco estaría de más que reflexionen sobre esto ciertos líderes políticos sudamericanos prontos a triunfar en elecciones organizadas por el sistema para encontrar una salida al rendimiento decreciente de la tasa de ganancia. Tal vez en la imaginación de Holloway subyace una forma de organización social de pequeñas comunidades, autosuficientes, que trocan productos con otras similares en pie de igualdad. La poderosa irradiación de su ejemplo obraría como excitante para que más y más grupos humanos se organicen de esta forma, y al final del proceso nos encontraríamos en un mundo cambiado, sin haber “tomado” el poder. Para Holloway nada ha pasado desde Saint-Simón hasta nuestros días, pero en esto hay que reconocer que no está sin compañías: a fuerza de ser tan pos-modernos algunos filósofos, por lo general franceses, han logrado ser pre-modernos, y a fuerza de discursos herméticos - cuánto más inentendible mejor - la emprenden contra la ciencia y su, por otra parte, solapada ideologización. Rompiendo lanzas contra el neo-positivismo propician el retorno de los brujos. Buena manera de arrojar al bebé junto con el agua sucia. Muchas cosas oculta, o disfraza, el irlandés devenido chiapaneco. Pero entre ellas ninguna menos disimulable que su toma de postura en el debate “Reforma o revolución”. Mientras nos dice que la cuestión ha quedado superada, por que ambas estaban equivocadas, toma partido por la primera. Está en su derecho a hacerlo -qué duda cabe- pero el muy pillo lo escamotea, y se dice revolucionario de nuevo cuño, pero no pasa de ser un triste reformista de segunda, si le concedemos la honestidad, cosa que también es discutible. No contento con “desmitificar” el saber revolucionario, la emprende Holloway contra el fetichismo del capital, nos recuerda la separación del productor de su producto, la enajenación que supone para el trabajador no dominar los medios de producción, y describe para nosotros la alienación que este forzado divorcio supone para la psique humana: ¡Gracias! O no tanto, pues las conclusiones que infiere Holloway son perversas: supone que es en los espacios que el modo de producción capitalista deja libres dónde podremos resolver la tensión intrínseca entre la forma de producción -social- y la apropiación del excedente, individual. Si algo nos dejó en claro el iracundo filósofo de Tréveris es la contundencia de sus argumentos, libre de medias tintas: la humanidad tiene la oportunidad de reemplazar un modo de producción irracional y anticientífico por otro en el que la planificación nos evite el bochornoso espectáculo de hambre, guerra, enfermedades y otras lacras evitables, ya que no son fenómenos de la naturaleza, y esto desde el punto de vista científico. Pero esta posibilidad sólo la brinda el colosal desarrollo de las fuerzas productivas que provocó la globalización capitalista iniciada en el siglo XVI. Sólo desde la formidable acumulación de riqueza que el capitalismo produjo se puede pensar en la construcción de un modo de producción racional. ¿O acaso alguien cree que el creador del ejército rojo apostaba al triunfo de la revolución en Alemania por simpatía personal con los espartaquistas? Indudablemente que el capitalismo ha demostrado una capacidad de supervivencia mayor a la esperada en tiempos de Marx, y que experiencias de construcción del socialismo han fracasado. Pues bien: ¡Tanto peor! Será más difícil el camino, y más dulce la recompensa, a despecho de aquellos que no se han recuperado de la conmoción cerebral producida por los trozos de mampostería caídos del muro de Berlín, pero que durante años se negaron a ver que la existencia del muro, y no su caída, era la aberración del pensamiento revolucionario. El capitalismo no caerá porque alguien lo afirme, y menos estas líneas, pero muchísimo menos porque alguien proponga organizar carnavales que reivindiquen el hedonismo. Nada positivo saldrá del puro voluntarismo, sino del estudio de las condiciones objetivas de la formación económico social que nos ocupe, de la correcta apreciación de la correlación de fuerzas de cada momento, de la fuerza que apliquemos en los eslabones podridos del sistema, y - fundamentalmente - de que podamos federar todas las luchas antisistémicas y apropiarnos de la riqueza que el desarrollo actual de las fuerzas productivas permite generar. Para eso deberán aunar esfuerzos todos les actores sociales involucrados contra el capital, articular las alianzas de clase necesarias, y -críticamente - dictar un programa de organización de la producción y distribución de bienes a toda la sociedad. Salvo que alguien crea que el capitalismo permitirá que la propiedad de los medios de producción cambie de manos sin lucha, o que la creación de “falansterios” siglo XXI terminará por derrumbar un sistema que corrompe, degrada y mata. Extraído de la haine, udi414@hotmail.com |
Digámoslo bien neto: el contrapoder, si es algo más que un juego de palabras, solo puede existir si actúa CONTRA EL PODER del capital, si se contrapone a él práctica e insurreccionalmente. Si tiene por objetivo la destrucción del poder del capital o, dicho de otra manera, la dictadura de ese “contra poder” destruyendo prácticamente la sociedad burguesa. En caso contrario, las relaciones mercantiles, por un lado, y la ineficacia política de todo tipo de gestionismo popular frente al estado capitalista, por el otro, terminan inevitablemente por destruir ese “contra” poder, por disolverlo prácticamente en la sociedad civil. Toda la utilidad de esas teorías de “cambiar al mundo sin tomar el poder”, que prácticamente quieren decir sin destruir revolucionariamente el poder del capital, muestran toda su utilidad contrarrevolucionaria en esos momentos en que el proletariado necesita dar otro salto de calidad.
Lo que es más triste es la falta de crítica y denuncia de estas posiciones contrarrevolucionarias (evidentemente no consideramos que sea una crítica a ello la proveniente del parlamentarismo o de los planteos de asamblea constituyente), la carta blanca con la que se impone el gestionismo y todo ese discurso de moda sobre el “poder de la base” en Argentina, que repetimos, se contrapone a la indispensable revolución social. La ausencia de conciencia explícitamente revolucionaria, la falta de minorías revolucionarias, está pesando terriblemente contra nuestro movimiento. En ese sentido, el movimiento del proletariado en Argentina de 2001/2002 es efectivamente menos profundo que muchos otros movimientos proletarios del siglo XX, ya no sólo de la gran ola revolucionaria del 17 al 21, sino incluso de los movimientos de los años 66 al 73: en algunas ciudades de Estados Unidos, en China, en Italia, en Francia, en España, en Perú, en Chile, en Uruguay, en la propia Argentina, así como unos años después en varios países del Medio Oriente, en donde la revolución social se planteó abiertamente, y minorías, más o menos claras, pero con incidencia social, intentaron llevarla adelante.
Aunque no desconocemos para nada la conciencia implícita del movimiento, que ha hecho posible todo lo que el proletariado fue afirmando y que hemos intentado subrayar, se impone constatar que es terrible la inconsciencia de clase del proletariado, el desconocimiento del programa revolucionario, la falta de crítica abierta y explícita a la sociedad mercantil (que se refleja en toda la ilusión acerca de la economía alternativa) y especialmente la falta de presencia de la teoría revolucionaria con respecto al estado. Es patente este hecho cuando las discusiones dominantes siguen siendo entre la teoría reformista de la toma del poder y la teoría reformista de la no toma del poder, sin que se afirme contra todo eso, la teoría revolucionaria de la destrucción del poder burgués.
La Universidad de las Madres“Hay tres principios que cualquier proyecto económico tiene que respetar: ser rentable, productivo y eficiente.” La definición no corresponde a un ejecutivo de una multinacional o a un consultor de empresas, sino a Sergio Schoklender, el apoderado legal de las Madres de Plaza de Mayo, que hace unos meses comenzó a asesorar a las fábricas autogestionadas, por medio de una asociación civil bautizada Rebeldía y Esperanza. Como si se tratara de una consultora de negocios, aunque en forma totalmente gratuita, la asociación hoy ofrece un servicio integral de asesoramiento a este tipo de fábricas. Sus servicios incluyen desde la capacitación para las fábricas que quieren dar sus primeros pasos como exportadores hasta servicios de marketing y contaduría, pasando por consultoría en desarrollos industriales y hasta el diseño de las marcas y logos. Este tipo de servicios los ofrecen a través del cuerpo de profesionales que conforman el plantel docente de la Universidad Popular de las Madres de Plaza de Mayo y trabajan totalmente ad honórem. “Comenzamos de casualidad, a partir de un pedido de la fábrica de Cerámicas Zanón, que hoy se encuentra bajo gestión obrera. Ellos se contactaron con nosotros porque necesitaban colocar sus productos y no tenían la cobertura legal para facturar ni la estructura administrativa”, señaló Schoklender. El primer paso que dio Rebeldía y Esperanza, que se constituyó como una asociación civil sin fines de lucro, fue otorgarle la posibilidad a Zanon para que facture por cuenta y orden de la entidad, y a través de esta modalidad la fábrica de cerámicos pudo retomar algunos de sus canales tradicionales de comercialización. “La operación más importante que concretamos fue el acuerdo para proveer, a través de un distribuidor, a la cadena Easy”, sostiene Schoklender. “El acuerdo que tenemos es para venderles 140.000 m2 de cerámicos, lo que representa $ 1,5 millón mensuales, y lo importante es que es la primera vez que una fábrica autogestionada coloca sus productos en una multinacional”,agregó. Para volver a ganar mercados, Zanón lanzó dos nuevas líneas de productos: Piedras del Sur y Fasinpat (Fábrica Sin Patrones), y su próximo objetivo es comenzar a exportar parte de su producción. “Estamos dando los primeros pasos en este sentido, aprovechando la red de contactos internacionales que tienen las Madres”, reconoció Schoklender. El apoderado legal de Rebeldía y Esperanza aseguró que el próximo proyecto en el que ya están trabajando es armar una propuesta para presentar ante la Justicia y de esta manera levantar el concurso de acreedores que arrastra la firma. Schoklender señaló que además de Cerámicas Zanón están trabajando con otros proyectos de asesoramiento empresarial, con la única condición de que se trate de fábricas autogestionadas o bajo control obrero. “Estamos colaborando con los trabajadores de Bruckman en el reacondicionamiento de algunas máquinas que están en desuso y también asesoramos a los ex empleados del Supermercado Tigre que están intentando reabrir el negocio”, señaló Schoklender. Por Alfredo Sainz De la Redacción de LA NACION |
Indudablemente, solo quien es cómplice de nuestros torturadores y de los asesinos de nuestros hermanos, puede no sentir alegría ante el hecho de la liquidación de las leyes de impunidad. Pero inmediatamente hay que dejarse de especular sobre los personajes del estado y su mayor o menor corrupción (¡Menem, Alfonsin, Kischner, De la Rua,... son la misma bosta!) y saber que quien hizo esto fue el estado burgués, el mismísimo que hizo las masacres y que votó y refrendó la impunidad. Si, se nos dirá “¡se lo arrancamos en la lucha!”. Y es verdad, la lucha contra la impunidad, y particularmente la fuerza de los escarches, terminó por producir dicho resultado. Pero, aunque el estado lo haya hecho, porque no tenía más remedio, es él quien decide formalizar ese resultado, y por supuesto que no lo hace para negar su función esencial de dominación, sino para reimponerla, para volver a imponer su monopolio de la violencia: solo el estado puede juzgar y perdonar. Es el estado que formaliza jurídicamente esa correlación de fuerzas que los escraches han logrado imponer en la práctica. Y lo hace porque espera, de esa manera, ganar lo que ha perdido de autoridad en la calle. El objetivo de ese paso jurídico, que el estado hace, es, sin lugar a dudas, el canalizar la bronca dentro de los aparatos del estado, debilitar la acción directa que desarrolla la condena social y, en última instancia, liquidar lo que más teme: los escraches. Por ello sigue afinando, simultáneamente, los mecanismos represivos de ese tipo de acción proletaria. Una vez más la zanahoria y el garrote buscan liquidar la acción directa.
En el movimiento, si bien, todos expresan la alegría, porque a todos nos parece bien que un torturador y asesino de nuestros hermanos se pudra en la cárcel, muchos desconfiamos del festejo, también desconfiamos de que los dejarán pudrir en las cárceles y llamamos a estar alerta y a continuar con los escraches. Nos alegró ver, en diferentes discusiones compañeras, posiciones sumamente claras al respecto, tanto de algunos compañeros de HIJOS, como de compañeros de comisiones de escraches de asambleas de barrio: “claro que nos alegra que vayan en cana, pero nosotros no luchamos por ello sino por la condenación social y seguiremos luchando por ello”. Los torturadores y desaparecedores tienen mucho más miedo al aislamiento social, miedo a vivir el desprecio en cada lugar público, repudiados a veces por su propia familia, a quien siempre le habían ocultado su nefasta función social, miedo al escándalo y la vergüenza, miedo a tener que vender todo y mudarse intentando vivir en otra parte encubiertos hasta que los escrachen otra vez, miedo a terminar en el asilo de locos, miedo a que sigan saltando y se conozcan más detalles de sus crímenes, miedo a todo ser humano... Hasta para alguno de los asesinos, la condenación jurídica puede aparecer como un alivio, en la medida que se delimita en el tiempo y en el tipo de condena (la prisión) el castigo. Incluso esto se corresponde con la ideología y religión dominante, así como con los objetivos del poder judicial: se paga por los pecados, se cumple la pena por los delitos. En cambio, la condenación social, impuesta en la lucha, no tiente límites, como no la tiene la desaparición de nuestros hermanos. No hay olvido, no hay perdón, no hay pena que pague, ni perdón divino por rezar. Además, en la condena social, el proletariado no solo desarrolla su fuerza, implicando a todos los vecinos, lo que lo hace socialmente más potente, sino que además su potencia se hace más destructiva eliminando esa inmunda vida de torturador encubierto. En ese sentido, la continuidad de la lucha contra la impunidad establece una correlación de fuerzas con los actuales órganos represivos del estado, que les impide actuar sin la impunidad necesaria. Y los burgueses más lúcidos saben bien que eso carcome las fuerzas represivas en Argentina, o en cualquier otra parte, lo que en última instancia puede contribuir a su destructuración y, finalmente, a su liquidación revolucionaria.
Recíprocamente, en países en donde la lucha contra la impunidad no tuvo esa fuerza, como en la España postfranquista, los escuadrones de la muerte y otras formas represivas siguieron y siguen desarrollándose democráticamente con gobiernos socialistas y populistas: el aparato represivo del franquismo siguió modernizándose, los socialdemócratas también hicieron escuadrones de la muerte y hoy las cárceles españolas con sus terribles FIES, servicios especiales de aislamiento, son consideradas, por los presos, como verdaderos centros de exterminio.
Resulta importante saber que la lucha en Argentina contra la impunidad, los escraches, han sido ejemplo para el proletariado de muchos países. Si el gobierno de Kischner deroga las leyes que consagraban la impunidad es porque con ello no solo la burguesía y los milicos argentinos piensan que dormirán mejor (aunque alguno sea condenado) sino porque con ello se trata de parar la generalización e internacionalización del escrache y que puedan dormir tranquilos otros burgueses, otros represores,... en otras partes del mundo. ¿Porqué sino los medios de difusión internacional, siempre cómplices de la represión y el terrorismo de estado, hubiesen hecho la propaganda que hicieron acerca de aquella derogación y aplaudido tanto que todo se encamine hacia “la solución democrática”?
Volviendo a la Argentina, hay que señalar además que al mismo tiempo, el plan de pacificación social incluye reprimir a los proletarios consecuentes, denigrando los escraches y los piquetes. No debe extrañarnos, entonces, que la burguesía argentina considere que el derecho humano fundamental sea hoy ¡el de desplazarse! y se acuse a los piquetes de fascistas, ni que se diga que, ahora que los desaparecedores y torturadores serán jurídicamente condenados, los escraches son antidemocráticos, que es fascista que la justicia se haga en la calle y que hay que confiar en la justicia democrática. ¡Bush no dice otra cosa para justificar las actuales masacres en todas partes del mundo!
- El terrorismo del estado democrático contra los piquetes, los escraches, combinado con tácticas de formalización jurídica, ilegalización y represión de los más consecuentes.
- La negación ideológica del carácter clasista del movimiento en Argentina por organizaciones de ese país y del mundo que aíslan la lucha proletaria en ese país, estableciéndose un verdadero cordón sanitario internacional.
- La pérdida de autonomía clasista de todas las organizaciones de lucha y su recuperación por parte de sindicatos y partidos.
- La propia inconsciencia de clase del proletariado, de que no se trata de un problema local, ni inmediato, sino cada vez más histórico e internacional.
- El politicismo y la capacidad de la socialdemocracia para canalizar el movimiento hacia reformas políticas, como ahora con el supuesto fin de la impunidad, el parlamentarismo, la asamblea constituyente, etc..
- El mercado capitalista, sus leyes y la ideología autogestionaria.
- El peso del reformismo tipo Marcos, Tony Negri, Holloway y consortes y las consecuentes ilusiones de cambiar el mundo sin revolución social.
- La ilusión de considerar los problemas como argentinos y frutos de la corrupción y no como problemas internacionales de la contraposición de clases, de la contraposición entre preservación del orden burgués o destrucción revolucionaria.
- Y sobretodo su aspecto más caricaturalmente reaccionario: el peso del nacionalismo y las banderitas argentinas.
Es extraordinario lo que el movimiento del proletariado en Argentina ha aportado, en la fase actual, a la lucha internacional. No tenemos dudas que el asociacionismo territorial, el piquete y diferentes formas de escrache caracterizarán las luchas más consecuentes, que necesariamente se desarrollaran en otras latitudes.
Pero como vimos los problemas son enormes, las tácticas liquidadoras son variadas y complejas y la conciencia implícita que el proletariado ha ido mostrando en Argentina es insuficiente para la continuidad y desarrollo del movimiento.
- El proletariado se ha organizado como fuerza, pero no tiene conciencia de clase, ni conoce su proyecto histórico.
- El proletariado ha desafiado la propiedad privada, pero no ha afirmado socialmente que sin destruir la propiedad privada la humanidad no puede vivir.
- El proletariado ha desafiado al estado y luchado abiertamente contra él, pero no ha proclamado socialmente la necesidad de destruirlo.
- El proletariado se ha contrapuesto prácticamente a las formas democráticas e impuesto su fuerza antidemocráticamente (es evidentemente cierto que el piquete, la ocupación de fábricas, el escrache, ... no respeta ninguna de las leyes democráticas), pero la crítica de la democracia como dictadura del capital brilla por su ausencia.
- El proletariado ha salido a la calle e impuesto su fuerza contra la mercancía y la ley del valor, lo que es una brutal afirmación revolucionaria, pero no ha gestado una dirección que reivindique el contenido de esa acción y que proclame abiertamente la necesidad de la dictadura contra el mercado y sus leyes.
- El proletariado ha afirmado su movimiento revolucionario contra toda la sociedad del capital, pero lo ha hecho solo implícitamente sin afirmar abierta y socialmente la necesidad de la revolución social.
Aclaremos un poco más esa cuestión de la conciencia implícita y explícita. En la práctica contra el capital y el estado, el proletariado ha mostrado tener una conciencia que no logra expresar con la fuerza necesaria para generalizar y profundizar su movimiento. La consigna “que se vayan todos, que no quede ni uno sólo” es, evidentemente, una consigna que va mucho más allá de la política e incluso, como crítica a la democracia, es mucho más clara que las que se expresaron en movimientos insurreccionales muchísimo más potentes, incluido el de octubre de 1917 en Rusia, en donde las consignas centrales eran “pan y paz”. También lo es, en los meses anteriores a diciembre del 2001, la conciencia implícita que tiene el movimiento de que hay que reventar al gobierno, que estamos generalizando la revuelta proletaria no solo contra tal o cual político corrupto sino contra el sistema, e incluso que la democracia es una dictadura. Sin ir más lejos es lo que expresa el grupo Bersuit (¡ya en el año 2000!) en sus canciones: “se viene el estallido, se viene el estallido... de mi guitarra, de tu gobierno,... y si te viene alguna duda, che, vení agarrala que está dura, si esto no es una dictadura, ¿qué es?...” O cuando denuncia: “a todos”, “los que tienen el poder y lo van a perder”, “son todos narcos” y “váyanse todos a la concha de su madre”, “los demócratas de mierda y los forros pacifistas”, “elección o no elección, para mi es la misma mierda, hijos de puta” ...“¿y sino el sistema qué?...”
Sin embargo, las carencias señaladas anteriormente pesan terriblemente contra el movimiento. Las banderas de la revolución social no se afirman claramente. Es trágico que, a pesar de la fuerza revolucionaria del movimiento, se haya denunciado tan poco la propiedad privada y la sociedad mercantil, que se haya denunciado más, a tal o cual hijo de puta, y hasta a “todos los hijos de puta”, que a la verdadera fábrica de “todos esos hijos de puta”. Que no se haya gritado lo suficiente que ¡es la propiedad privada de los medios de producción la que asesina en todo el mundo! Es patético, que nuestros gritos no hayan tenido la fuerza de imponer la evidencia de que si no abolimos la sociedad mercantil, ésta terminará por abolir a la especie humana. Es terriblemente conservador que, en vez de hablar de revolución, se hable de cambiar la vida cotidiana sin destruir revolucionariamente la sociedad. Es trágico lo poco que se ha denunciado la dictadura del capital, la dictadura del valor, la imposibilidad de acomodar la vida a esa dictadura. Es funesto que, en vez de eso, la contrarrevolución reaparezca, en cada círculo proletario y hasta en cada fábrica ocupada; que la ideología contrarrevolucionaria se imponga conduciendo, de mil maneras, al sometimiento a la dictadura de la rentabilidad. Está faltando a gritos la teoría comunista, el conocimiento por las minorías más activas del proletariado de su propio proyecto social.
El mismo aislamiento del proletariado en Argentina es fundamentalmente un problema ideológico, de falta de afirmación teórica: ni siquiera hay conciencia de la unidad en la acción que se ha ido desarrollando. No hay ninguna duda de que, en toda la región sudamericana, la lucha del proletariado se ha ido radicalizando durante los primeros años de este siglo. En Bolivia, Perú, Ecuador, Paraguay y, en menor medida, en otros países de la región (Brasil, Chile, Uruguay) el proletariado ha desarrollado el mismo tipo de lucha, los bloqueos de ruta (los piquetes), las manifestaciones violentas, los escraches y combatido exactamente los mismos enemigos (los mismos burgueses, las mismas empresas, los mismos planes del FMI, las mismas fuerzas policiales coordinadas por el mismo centro imperial, los mismos discursos sindicales y aguantaderos socialdemócratas). Pero, como es evidente, esa verdadera unidad de acción, esa comunidad de lucha práctica y la comunidad de objetivos revolucionarios que implica no han sido explicitados por el movimiento mismo, tampoco ha habido una verdadera afirmación teórica de los objetivos revolucionarios comunes de todo el movimiento.
El argentinismo, acompañado de una especie de complejo de superioridad racista, que siempre desarrolló la burguesía local con respecto al proletariado de otros países de la región (el desprecio por el “indio” boliviano, peruano, paraguayo o incluso de la propia Argentina sigue teniendo la potencia de prejuicio socialmente admitido y los diversos gobiernos -como el de Menem- no han hecho más que explotarlos para dividir), el buscar la culpa en tal o tal “hijo de puta” (las explicaciones particulares de partidos políticos y sindicatos en donde la miseria de la gente se presenta como fruto de una corrupción o putrefacción originalmente argentina, en vez de como expresión inevitable de la catástrofe de la sociedad dirigida por el lucro) son todas ideologías que separan al proletariado en Argentina, de sus hermanos y al proletariado a secas, de la revolución social.
Afirmar esa perspectiva, dirigir el proceso de afirmación proletaria hacia la organización del proletariado en clase, en partido, en fuerza revolucionaria, es la tarea de los revolucionarios en todas partes del mundo.
a. Ver Comunismo Nº 50 página 19.
b. Ver más adelante, así como los dos números
anteriores de Comunismo.
c. Ver nuestro número especial “Contra el Estado”, Comunismo
31 y especialmente el editorial: “El comunismo como contraposición
histórica al Estado”.
Más allá del gigantesco problema que plantea esto al desarrollo internacional de la lucha proletaria. Más allá también de la debilidad objetiva que manifiesta el proletariado de un país que no logra impedir que, “su propio” estado, envíe milicos a reprimir la lucha de sus hermanos en el mundo y que de una forma u otra contribuya a esa represión. Cuando, a contra corriente, proletarios de cualquier parte se contraponen a ese proceso, resulta imprescindible difundirlo y darlo a conocer. Es, en ese sentido, que queremos subrayar la lucha del proletariado contra el Águila III.
Como se denuncia por doquier, hoy en América Latina se está produciendo otro salto de calidad en la proliferación de bases militares de Estados Unidos: en las tres Américas se están fortificando las bases existentes y se están instalando nuevas bases (especialmente en América del Sur, en donde la oposición proletaria las había impedido en muchas ocasiones). En Paraguay, por ejemplo, las fuerzas militares de Estados Unidos consiguieron el permiso para instalarse en la región, preparar y realizar cursos de capacitación y operaciones conjuntas especiales con las fuerzas armadas locales. Hoy ya están llegando vastos contingentes de las fuerzas armadas de Estados Unidos a la zona de las tres fronteras: Argentina, Brasil y Paraguay. Según el diario “El Sol” de Texas de Estados Unidos “también circulan versiones sobre la ‘intención’ de instalar al menos dos bases militares en Argentina, ‘una en la Patagonia y otra próxima a Buenos Aires’, y alerta que la Amazonía está ya cercada por soldados de Estados Unidos que ‘garantizan la posesión de la región en cualquier momento’”.
Es en este contexto que se planificó Águila III, que la prensa internacional definía “como una de las maniobras militares conjuntas más grandes de la historia” y con seguridad “como el mayor operativo realizado en América del Sur”. Según el plan, en ese operativo militar debían participar las fuerzas armadas de estados de Estados Unidos, Argentina, Brasil Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay. Aguila III estaba previsto para Octubre, en el territorio de Mendoza y San Luis, Argentina.
El estado Estados Unidos exigía la “inmunidad diplomática” para sus tropas. El objetivo declarado de Águila III era la lucha contrainsurgente, contra el enemigo “interno”. La función esencial era evidentemente la de preparar, centralizar, adiestrar, la intervención represiva contra nuestras luchas. Para ello preveía la participación de asesores empapados de experiencia represiva y adiestrados en las guerras policiales que dirige el ejército de Estados Unidos en Irak y Afganistán. Estos serían los supervisores de las maniobras: “instructores de EEUU ... que tienen experiencia real ... en escenarios recientes” dice el Pentágono.
Apenas se hizo público estos operativos, el proletariado en Argentina se puso otra vez en pie de lucha. En casi todas las provincias de Argentina; Mendoza, Córdoba, Capital Federal, Neuquen, Santa Fe, Santa Cruz, ... se dieron importantes enfrentamientos contra este operativo, se crean comités para centralizar las luchas, se reivindica la solidaridad con los proletarios que hoy en Irak sufren esa gran guerra policial contra nuestra clase, llamada guerra del golfo, contra la intervención en Afganistán, ... como la lucha contra todos los ejercicios militares (Unitas 42, operativos navales, ...) contra el ALCA, contra el FMI, ... y muchos otros “contras” más, que enriquecen la lucha de nuestra clase. Al mismo tiempo que formas elementales de autonomía y dirección clasista.
Cabe subrayar que esas luchas se desarrollaban mientras el Congreso Nacional argentino discutía sobre otorgar, o no, la inmunidad exigida por el estado USA para sus tropas, el respeto y consideración que se tenía que dar a la soberanía nacional, como salidas de recambio a las movilizaciones que el estado en Argentina anticipaba. Cabe subrayar que en casi todos los países del mundo la impunidad generalizada, para las tropas norteamericanas en intervención externa, fue aprobada sin ningún problema por los estados nacionales. Esa increíble medida, que en el fondo, implica cagarse en todos los derechos del hombre en función de los intereses globales del capital y particularmente en los imperiales de Estados Unidos, fue institucionalizada por todas partes y hasta aceptada por las Naciones Unidas, sin ninguna gran oposición. Pero en Argentina, en donde la lucha contra todo tipo de impunidad constituye un ejemplo internacional, el estado tenía mucho miedo de que la aprobación pedida por la Casa Blanca de Estados Unidos provocara grandes reacciones proletarias. Por eso se especulaba en el Congreso sobre el no otorgamiento de la impunidad (¡es sintomático que sea de los únicos países en que los burgueses se plantean la no obediencia a los mandamases del mundo!) y llovían los discursos sobre la “autonomía nacional” y la posibilidad de limitar Águila III.
Pero el proletariado en la calle, en todo el país, sale a repudiar abiertamente el Águila III “con o sin impunidad”, “con o sin autorización parlamentaria” lo que, en los hechos, se sitúa en contra de todo lo que el Congreso intenta, para canalizar la lucha proletarias. Se trata, de un desprecio objetivo por las peroratas sobre la soberanía nacional y por los límites parlamentarios, que supuestamente querían imponer algunos acerca de la impunidad de los milicos made in USA.
Estas luchas fueron totalmente ocultadas por los medios de comunicación burgueses nacionales e internacionales. Las mismas se sitúan en continuidad objetiva con las de 2001/2002 y agudizan el temor de la burguesía internacional de que el proletariado logre estructurar sus luchas en forma mucho más continua. No podemos ocuparnos aquí del desarrollo de esas luchas en setiembre y octubre 2003, pero nos interesa subrayar que ¡el Aguila III no pasó! Los milicos decidieron meter violín en bolsa y no hacer las maniobras. En Argentina el proletariado enfrenta así a “su” propia burguesía, a “su propio” estado, al conjunto de estados (incluido el de Estados Unidos) que constituyen sus represores directos.
La época moderna esta superada. Verdun, el nazismo, Hiroshima, Vietnam, Sabra y Shatila,...toda esa modernidad llegó a su fin, se ha acabado, está superada. La globalización derrumbó el poder del Estado-nación, responsable de las guerras imperialistas. Debemos regocijarnos de ello. Ahora hemos entrado en la era del postmodernismo.
Con el ocaso de los regímenes coloniales, y sobre todo con la caída de la URSS y las barreras que este país imponía al mercado capitalista mundial, estamos asistiendo a una globalización de los intercambios económicos y culturales. Una “nueva” forma de soberanía, un “nuevo” sujeto político aparece para sustituir el Estado-Nación: el Imperio. No se trata de Estados Unidos, pese a que este ocupa un lugar privilegiado en el imperio, ni tampoco del imperialismo.
“Ni Estados Unidos ni ningún otro Estado-nación puede hoy, constituir el centro de un proyecto imperialista. El imperialismo ha concluido. Ninguna nación será líder mundial, del modo en que lo fueron las naciones modernas europeas.” Se trata de un poder “desterritorializado” que se extiende sobre toda la vida social. “En contraste con el imperialismo, el Imperio no establece centro territorial de poder, y no se basa en fronteras fijas o barreras. Es un aparato de mando descentrado y desterritorializado que incorpora progresivamente a todo el reino global dentro de sus fronteras abiertas y expansivas”(Prefacio).
En oposición con la izquierda tradicional, que ve esta globalización con malos ojos y quiere poner barreras a la circulación de los flujos capitalistas, Negri y su colega Hardt no están, en principio, contra la globalización: lo que se define como enemigo es “un régimen específico de relaciones globales que llamamos Imperio”.“...sin embargo el hecho que contra los antiguos poderes de Europa un nuevo Imperio se ha formado es una buena noticia. ¿Quién quiere seguir viendo algo más de esa clase europea dirigente parasitaria y pálida que fue desde el ansíen régime al nacionalismo, del populismo al fascismo, y ahora empuja hacia un neoliberalismo generalizado? ¿Quién quiere ver más de aquellas ideologías y aquellos aparatos burocráticos que instigaron y nutrieron las podridas élites europeas? ¿Y quién puede sostener aún a aquellos sistemas de organización del trabajo y aquellas corporaciones que eliminaron todo espíritu vital?” (4ª Parte, cap.2 Generación y Corrupción). El Impero es, entonces, contrariamente a lo que afirma la izquierda tradicional, una realidad positiva que “elimina a los crueles regímenes del poder moderno” y que haciendo que la realidad sea cada vez más igual en todo el mundo, cada vez más supranacional, hace posible la organización de contrapoderes. El Imperio hace posible la alternativa, más aún, él la fabrica: “...la idea de imperio como trama de una dimensión humana ontológica que tiende a ser universal” Este ser humano se expresa en “las resistencias, las luchas y los deseos” de un “nuevo” proletariado, un “nuevo” sujeto: la multitud: “Las fuerzas creativas de la multitud que sostienen al Imperio son también capaces de construir un contra-Imperio, una organización política alternativa de los flujos e intercambios globales. Las luchas para contestar y subvertir al Imperio, como asimismo aquellas para construir una alternativa real, tendrán lugar en el mismo terreno imperial –y desde luego esas luchas ya han comenzado a emerger. Por medio de esas luchas y muchas más como ellas, la multitud deberá inventar nuevas formas democráticas y un nuevo poder constituyente que habrá de llevarnos algún día a través y más allá del Imperio” (Prefacio).
Los autores anuncian el color desde el principio: comienzan retrazando ciertos aspectos de la historia del capitalismo y de la lucha de clases, y pretenden demostrar la omnipotencia actual del capitalismo sobre todos los aspectos de la vida, pero esta descripción de la dictadura capitalista bascula inmediatamente en la reproducción bien prudente de la ideología dominante. Así la pareja Negri-Hardt, siguiendo todas esas ideologías reformistas que buscan vender al proletariado “nuevos medios de lucha” argumentando la emergencia de “un nuevo periodo” o “nuevas condiciones de explotación”, se obstinan en presentar los síntomas actuales del desarrollo capitalista (tendencias monopolísticas, caída de las barreras proteccionistas, fortificación de la fracción libre cambista, centralización acrecentada de los medios de represión, etc.) como una “nueva” era del capitalismo: el capitalismo globalizado. Allí donde nosotros solo vemos la continuidad de las embestidas del capital, de la agudización de la crisis, del progreso del capital, Negri y Hardt se someten directamente al diapasón de todos aquellos que buscan a todo precio servirnos la misma vieja mierda capitalista en una nueva sopera: también para ellos existe un “nuevo capitalismo”, la globalización. Evidentemente que parten de la pretensión de criticar esa “nueva época”, pero desde el comienzo abren la puerta a todo tipo justificaciones y revisiones sobre las tareas del proletariado Según esos autores, como Bernstein en su época, la “nueva” era que se abre –la globalización- exige del proletariado “nuevas” tareas. Este camino lleva a los autores, luego de una serie de razonamientos y desarrollos más “marxistas” los unos que los otros, a revisar enteramente la cuestión de la destrucción del estado.
Pero no nos anticipemos. Esta renovación terminológica a la moda de la globalización, de la ideología burguesa actual, no es más que un aperitivo. No hubiese logrado ni hacer parar un pelo del interés de la intelligentsia socialdemócrata que digita el movimiento antiglobalización, si no hubiese por lo menos algunos inventos “modernos”. No nos detengamos en el pasaje de la época moderna a la época post-moderna, (sin olvidar, no obstante, la perla que es la definición del Imperio como una realidad positiva que “elimina a los crueles regímenes del poder moderno” y sin olvidar tampoco el síntoma, o ¡cuán “nuevo”!, de lo que llaman “renovada atención sobre el concepto de guerra justa” que sería propia al Imperio, ¡cómo si toda guerra imperialista no buscara y no hubiese buscado siempre a definirse de esa manera!) y situémonos directamente en la visión de las luchas actuales.
Toni Negri enemigo de siempre del proletariadoNo olvidemos que su proyecto social siempre ha sido la renovación de la dictadura de la burguesía y no su destrucción.“la derrota de los movimientos de los años 70 – derrota política (como en otros países europeos) o militar (como en italia) – no desembocó en la mínima esperanza de renovación de la democracia. los que participaron pueden, ciertamente, llorar pensando en su propia inocencia táctica y desesperarse de sus ilusiones estratégicas. pero podrán agregar siempre: el problema que nosotros representábamos continúa existiendo. la italia de hoy tiene más que nunca la necesidad de redescubrir las virtudes democráticas experimentadas entonces”. Esta perla es la conclusión de un artículo titulado: retour sur l’italie des années 70 (acerca de la italia de la década del 70), le monde diplomatique agosto 1998. |
Para los autores, las luchas contemporáneas “bajo el Imperio” determinan ¡”la emergencia de una nueva calidad de movimientos sociales”! Bajo el pretexto de situaciones supuestamente “nuevas” se busca, como siempre, inscribir una cesura entre el ayer y el hoy, definiendo “nuevas” características de las luchas actuales, atribuyéndoles una “nueva” calidad, otorgándoles “nuevas” tareas al “nuevo proletariado”, a la “multitud”. En este contexto, todo lo que puede servir al análisis de las fuerzas y límites de las luchas históricas del proletariado no tiene más razón de ser, pues son extranjeras a la naturaleza, a la misma calidad de las luchas actuales. Por ello, hoy en día no hay más luchas internacionalistas (pues ellas no se comunicarían más entre sí horizontalmente, puesto que atacarían directa y verticalmente a la cúspide, al Imperio, y bla bla bla), sino movimientos “radicalmente diferentes” (1), “biopolíticos” (económicas, políticas y culturales en la jerga de los autores), determinados igualmente por une “nueva” composición del proletariado y la emergencia de un “nuevo” sujeto: la multitud y sus deseos.
“La composición del proletariado se ha transformado, y con ello debe cambiar también nuestra comprensión del mismo. En términos conceptuales, entendemos al proletariado como una amplia categoría que incluya todos aquellos cuyo trabajo está directa o indirectamente explotado por el capitalismo y sujeto a las normas de producción y reproducción del mismo. En la era previa la categoría del proletariado se centraba, y por momentos estaba efectivamente subsumida, en la clase trabajadora industrial, cuya figura paradigmática era el trabajador varón de la fábrica masiva... Nos enfrentamos otra vez con el objetivo analítico de comprender la nueva composición del proletariado como clase ...entre ellas la figura de la fuerza de trabajo inmaterial (involucrada en la comunicación, cooperación y la producción de afectos) ocupa una posición crecientemente central... Necesitamos observar más concretamente la forma de las luchas con las cuales el nuevo proletariado expresa sus deseos y necesidades” (1ª parte, cap. 3, El topo y la serpiente).
Obsérvese que incluso antes de introducir el “nuevo” sujeto –la multitud- ya se está en plena concepción socialdemócrata de las clases. El proletariado no es concebido en su movimiento, en su antagonismo a la burguesía, al capital; tampoco es definido por su proyecto, su historia, su partido, sus luchas, sino que es concebido fundamentalmente como un objeto estático que se analiza en su inmovilidad y en su inmediatez. Exactamente como lo concibe toda la socialdemocracia, como lo concibe el estalinismo. Para Negri, el obrero actual inmaterial está, hoy en día, en oposición al obrero industrial de ayer, en el centro y tenemos que “estudiar” sus características. Esta sociología del “nuevo” explotado “central” determina, evidentemente, “nuevas” tareas, “nuevos” objetivos.
Los autores pasan, entonces, por el concepto, estático y retorcido en este caso, de proletariado, pero esencial para llegar a reivindicar... su exacto antagonismo...la multitud. Y así, gradualmente, partiendo del obrero explotado y del proletariado internacionalista, saltando de la fuerza de trabajo industrial a la “inmaterial”, llegamos a la multitud: “...bajo las cenizas del presente, las cenizas del fuego que consumió al sujeto proletario internacionalista... ¿qué ha subido a escena en lugar de ese sujeto?... podemos decir que la raíz ontológica de una nueva multitud ha llegado para ser un actor alternativo o positivo en la articulación de la globalización (1ª. Parte, capitulo 3, Estribillos de la “Internacionale”) “Lejos de haber sido derrotadas, cada revolución del siglo veinte impulsó hacia delante y transformó los términos del conflicto de clase, instalando las condiciones de una nueva subjetividad política, una multitud insurgente contra el poder imperial” (4ª. parte, cap. III, Las dos ciudades). He allí como, a pesar de reivindicar tenazmente “la escuela de la lucha de clases” y la existencia del proletariado, se toma la pendiente de las “nuevas condiciones capitalistas” para resbalar suavemente hacia las “nuevas tareas” y finalmente, luego de haber pasado por la “nuevas subjetividad política” llegar ... a la disolución del proletariado en la multitud. Perdón, ¡en la “nueva” multitud!
La insistencia con la que Negri-Hardt pegan el término “nuevo” a todos los conceptos, la frecuencia con la que este adjetivo es utilizado en todas las páginas, es inversamente proporcional a lo poco de novedad real que contiene esa enésima alegato reformista por un mundo “de cooperación”. Encontramos los mismos viejos síntomas de los descubridores de “nuevas fases”, de “nueva filosofía”, de “nuevos sujetos”: una recuperación de toda clase de referencias históricas, una descripción de la miseria del mundo y de su represión, un llamado a someterse a los movimientos reformistas a la moda, un constante pregoneo sobre un mundo que se encuentra a punto de... y finalmente ningún medio concreto, ninguna perspectiva, ninguna directiva concreta para la acción.
Capítulos y más capítulos sobre “el orden mundial”, sobre “la decadencia del Estado-nación”, sobre “la soberanía americana y el nuevo Imperio”, sobre “la soberanía capitalista o la administración de la sociedad global”, y cuando finalmente, se anuncia las perspectivas... ¡nada, el vacío más absoluto!
Admiremos la obra maestra: “Es cuestión de reconocer y entrar en lucha con las iniciativas imperiales, no permitiéndoles restablecer continuamente el orden; es cuestión de cruzar y romper los limites y segmentaciones que se le imponen a la nueva fuerza laboral colectiva,(¡fíjense, otra novedad! ndr) es cuestión de unificar estas experiencias de resistencia y esgrimirlas contra los nervios centrales del comando imperial” [4ª. Parte, capitulo 3. Infinitos Caminos (El derecho a la ciudadanía global)].
Luego de 367 páginas de filosofía, los autores hablan finalmente de la acción concreta, de la práctica social. Así llegamos al momento crucial de la obra, al punto en el que la teoría crítica se convierte en acción práctica, llegamos al “¿qué hacer?” al salto de calidad....
“Esta tarea de la multitud, aunque está clara en el ámbito conceptual, es aún muy abstracta. ¿Qué prácticas concretas y específicas animarán este proyecto político? No podemos decirlo en este momento.”
Una obra maestra: más de 400 páginas de “pensamiento radical” para finalmente confesar que no tienen la más mínima idea de “las prácticas concretas y específicas que animarán este proyecto político”... ¡Un testimonio de impotencia librado con una osadía que haría palidecer a cualquier politiquero que se arriesgara a comentar públicamente las perspectivas de empleo formulados por su partido!
Evidentemente, no es totalmente cierto, puesto que, como buen reformista, tiene que evocar una u otra perspectiva concreta, y si superamos la decepción que nos procura este testimonio de impotencia, obtenemos rápidamente algunas pistas. Negri et Hardt se juntaron para dar más fuerza a sus proposiciones y guardan lo mejor para el fin: “Lo que si podemos ver, sin embargo, es un primer elemento de un programa político para la multitud global, una primera demanda política: ciudadanía global” (idem. capítulo citado)Para todos aquellos que aún tienen dudas sobre las intenciones gestionistas contrarrevolucionarias de los autores del “Imperio”, a este nivel, no se puede ser más claro. Negri-Hardt exigen una carta de identidad para todos, llaman a reivindicar, ante cada estado, un reconocimiento jurídico de las migraciones, llama a la multitud a exigir un control de sus movimientos migratorios (¡sic!), etc. “El derecho general a controlar su propio movimiento es la demanda final por la ciudadanía global”. (idem). ¡Si usted lector no comprendió todo, no se preocupe, los autores tampoco! Lo importante es constatar como, desde que se quita el mundo de las bellas intuiciones filosóficas, el marxismo de salón no tiene nada que envidiar al más grosero de los reformismos. Bill Clinton, exige “una carta de salud universal”, Toni Negri pide cartas de identidad de residencia para todos. “Papeles de residencia para todos significa en primer lugar que todos deben tener plenos derechos de ciudadanía en el país en el que viven y trabajan” (idem) ¡Dejemos de lado la apología que los autores hacen del trabajo y la explotación al decir “esa actividad creativa fundamental de la multitud”; así como la reivindicación de el “derecho a un salario social y un subsidio garantizado para todos”...! Basta con precipitarse hacia las conclusiones del libro para comprender directamente a donde nos llevan esos marxólogos y filósofos.
Lo que evidentemente nos podríamos plantear es si, desde el punto de vista comunista, todo esto vale verdaderamente la pena de ser leído, analizado y criticado. Ciertos elementos del programa de Negri-Hardt, son tan ridículos, que es legítimo plantearselo... Sin embargo, Negri y Hardt, en el “Imperio”, intentan recuperar las rupturas que surgen desde la ala radical del movimiento antiglobalización: la filosofía del libro es formateada a la atención de una cierta radicalidad en acto que surge entorno de la antiglobalización. Y es precisamente en el momento en el que el proletariado busca desprenderse de las ideologías pacifistas o antiorganizacionales que contaminan esos medios, momento en el que se juegan los saltos de calidad, que tienen como objetivo enfrentar directamente al capitalismo, que la ideología del “Imperio y la multitud” buscan encuadrar e impedir el desarrollo y la generalización de las rupturas. Para eso los autores no dudan en acariciar el “movimiento de antiglobalización” a favor del pelo, lo que evidentemente solo tiene como función el intentar someter al proletariado a la pseudo crítica del capitalismo, que realiza la izquierda burguesa, a dar armas a quienes lo encuadran en manifestaciones ciudadanas y responsablesm en base al discurso antiglobalización.
Más globalmente, hoy se están construyendo las ideologías “radicales” que mañana servirán para frenar y paralizar, los movimientos contra el capitalismo. Así, cuando el proletariado manifieste su voluntad de partir al asalto real de la propiedad capitalista, nos saldrán con que eso no es necesario hoy en día, que producir significa cada vez más construir cooperación: “Produciendo crecientemente medios que construyen cooperación y comunalidades comunicativas” que en este sentido “El propio concepto de propiedad privada,... se vuelve crecientemente sin sentido en esta nueva situación”, que “el sujeto de la producción es la comunidad”... Lo que todavía no ha sido eliminado son “los regímenes políticos y jurídicos que sostienen la propiedad privada” que “la propiedad privada, pese a sus poderes jurídicos, no puede evitar volverse un concepto cada vez más abstracto... cada vez más separado de la realidad.” (3ª parte, Capítulo 4 Comunes) El pase mágico ha sido realizado. Puesto que la propiedad privada no existe más, o casi, nuestra acción puede darse en dos dimensiones: tomar conciencia, y hacer tomar conciencia a la multitud, del ocaso de la propiedad privada, para luego exigir la demisión o partida de los regímenes políticos y jurídicos que la sostienen.
Toni Negri toma muy enserio su función de conciliar luchadores y represoresTony Negri dio una conferencia en Grisinopoli, que es una fábrica ocupada que funciona como importante centro social frente a piqueteros y otros luchadores sociales. Aparentemente hay quienes todavía creen en ese señor y hasta soportan que hable. Luego no dudó en ir a visitar: ¡a los enemigos de ese mismo movimiento! Guillermo Almeyra en un artículo publicado en La Jornada de México y reproducido por Resumen Latinaméricano (354, 7/11/2003): “Negri, en Grisinopoli, dio su conferencia sobre todo ante dirigentes de grupos autonomistas y de sectores piqueteros que también juran por su concepción de la autonomía, pero después habló también con altos funcionarios del gobierno, muchos peronistas ex Montoneros, entre los cuales se contaba, chupando su habano, el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, que fue secuestrado en su ministerio por piqueteros autónomos, a los que denunció ante la justicia y a los cuales pretendía reprimir creando una brigada policial antipiquetera especial (encargada del servicio de inteligencia y de la cooptación de dirigentes sociales en función “preventiva”). Como Voltaire, que asesoraba a Federico El Grande de Prusia o a Catalina La Grande, Negri asesora en autonomía a los peronistas, pero también dice que lo hará con dirigentes del Partido de los Trabajadores y del gobierno de Lula y con Lula mismo, así como con dirigentes estatales y socialistas chilenos”. Para Tony no hay contradicciones de clase, ni tampoco entre hombres de estado y proletarios, ni entre represores y luchadores sociales, entre gobernantes y piqueteros. ¡Todo sería cuestión de malos entendidos! ¡En la multitud de Tony hay lugar para explotados y explotadores! |
“Nos parece, de hecho, que hoy participamos de una comunidad mucho más radical y profunda que la que se haya experimentado nunca en la historia del capitalismo... Nuestra realidad económica y social ... está definida... por los servicios coproducidos y las interrelaciones”. (3a. parte, capítulo 4 Comunes) Como vivimos en la cooperación, la comunicación, la comunidad, solo nos queda descubrir que los verdaderos patrones del mundo somos nosotros. Es así de simple, como lo afirma el siguiente extracto: “El Imperio pretende ser el dueño de este mundo porque puede destruirlo. ¡Qué horrible ilusión! En realidad somos nosotros los dueños del mundo porque es nuestro deseo y nuestro trabajo lo que lo regenera continuamente... en la sociedad biopolítica la decisión del soberano no puede negar nunca el deseo de la multitud”. (4ª. parte, capítulo 2 Generación)
¡Al diablo la violencia revolucionaria, la dictadura del proletariado, la organización en fuerza de nuestra clase social! Ya no necesitamos más de ello, puesto que ya somos los patrones del mundo, y el poder es incapaz de negar nuestros deseos. Los millones de proletarios que revientan de hambre y angustia en el mundo entero van a sentirse muy contentos cuando reciban esa “nueva verdad”. Quienes comenzaban a dudar seriamente de la capacidad de los capitalistas de escuchar sus deseos, tienen ahora un Negri para borrarle consolarlos.
Pero Negri va mucho más lejos, lo que se encuentra en el terreno de las perlas (¡del cual creemos que, en realidad, nunca hemos salido!): intenta recuperar la consigna histórica de Marx de destrucción del estado asimilándola al ¡autogobierno! Nosotros nunca creímos que Negri fuese un enemigo del Estado, ya en otro número de Comunismo (No. 41.2 “Perlas de la burguesia”) subrayábamos una de sus tantas declaraciones publicas al respecto, pero el trabajo de revisión que hace en este libro llega a niveles inconcebibles. Logra atribuirle, a Marx, posiciones que se encuentran en las antípodas de su obra a través de una pirueta que únicamente los revisionistas son capaces de hacer. Esta “nueva” perla es equivalente a los billetes de banco que sacaron los ex –”países socialistas” con las figuras de Marx y Engels. Veamos un poco más sus delirios.
Negri-Hardt nos explican el slogan “Big government is over” (“El gran gobierno ha terminado”) primero demarcándose de la manera como en Estados Unidos, en base al mismo, los “conservadores” se plegaron a los “demócratas”. Luego de aclarado eso, precisan que “Ciertamente habiendo sido educados en la lucha de clases sabemos bien que el gran gobierno ha sido también un instrumento para la redistribución de la riqueza social y que, bajo la presión de la lucha de la clase trabajadora, ha servido en la batalla por la igualdad y la democracia.” (3ª. Parte, capítulo 6, El gran gobierno ha terminado). Es decir sacan de la manga la vieja y reaccionaria teoría socialdemócrata del Estado, según la cual, el estado no sería la organización en fuerza de la burguesía, sino un simple instrumento neutro que puede ser influenciado por cualquiera clase social de esta sociedad y que procede como arbitro entre ellas. ¡Sin comentarios! Pero Negri va todavía más lejos: ese tiempo ya pasó. Los grandes gobiernos socialistas y comunistas condujeron a los campos de concentración. Recordando que Marx denunciaba, ya hace 150 años, que todas las revoluciones, hasta ahora, solo habían perfeccionado el estado en vez de destruirlo, nos explica que el modo de organización de la economía actual hace inútil el asalto contra el estado, y que la única posibilidad se encuentra en “la auto-constitución de la fuerza de trabajo en gobierno”... ¡Y a eso es lo que él llama destrucción del Estado! “No somos anarquistas sino comunistas que han visto cuánta represión y destrucción de la humanidad fue forjada por los grandes gobiernos liberales y socialistas. Hemos visto cómo todo esto está siendo re-creado en el gobierno imperial, justamente cuando los circuitos de la cooperación productiva han vuelto a la fuerza de trabajo como un todo capaz de constituirse a si misma en gobierno” (idem, cap. citado ). Las teorías de Negri-Hardt han eliminado toda referencia a la violencia revolucionaria, a la organización del proletariado en fuerza, al asalto contra la propiedad privada,... y ahora ¡asimilan el gobierno al que ellos aspiran con todo fervor –ciudadanidad global, democracia activa- a la destrucción del Estado!
Muy, muy grosero, pero el círculo se ha cerrado y nos permite concluir resumiendo, otra vez, el pensamiento del libro. En grandes rasgos, “Imperio” intenta, a lo largo de sus enormes capítulos, presentarnos el mundo como unificado, globalizado, subsumido por un orden imperial que ejerce su control a la vez por todos lados y por ninguno. En este mundo, todos los niveles de la pirámide que lo constituyen participan en su reproducción. El Imperio extiende su dominación sobre todos los aspectos de la vida social, pero por otro lado, se expresa en todas partes “la vida, el deseo, la comunidad”. El trabajo es producción de la vida. Las ONG, por ejemplo, transforman la política en una cuestión que concierne la vida genérica y extienden su acción sobre todos los espacios biopolíticos. “Aquí, en este nivel más ancho y universal, las actividades de estas ONG coinciden con los trabajos del Imperio ‘más allá de la política’, en el terreno del biopoder, satisfaciendo las necesidades de la vida misma” (3ª. parte, capítulo V La pirámide de la constitución global). El Imperio extiende su reino más allá del estado-nación, de la política, por todos lado y sobre todo; pero se encuentra obligado a desarrollar las fuerzas que desarrollan la vida genérica, y sus soberanos tienen que obedecer a los deseos de la multitud. Imperio y multitud son dos realidades que coinciden. La propiedad no tiene más que una existencia jurídica, todo se ha puesto en común. Solo falta un poquito para pasar a otro mundo. Ya estamos cerca del desenlace. ¿Cómo? De manera pacífica, y en toda circunstancia, sin atacar al poder, sino simplemente auto-organizándose en gobierno.
¿Quizás el capítulo final sobre la militancia nos dirá algo más?
“Debemos decir que esta nueva militancia no repite, simplemente, las fórmulas organizativas de la antigua clase trabajadora revolucionaria” ¡No dudábamos que íbamos hacia una “nueva” militancia, no dudábamos, bravo Toni .... continúa! “Los militantes resisten el comando imperial de un modo creativo. En otras palabras, la resistencia está unida inmediatamente con una inversión, constitutiva de la esfera biopolítica y con la formación de aparatos cooperativos de producción y comunidad” ¿Usted dijo “comunización”? ¿gestionismo?
“Hay una antigua leyenda que puede servir para ilustrar la vida futura de la militancia comunista: la de San Francisco de Asis. ... Para denunciar la pobreza de la multitud adoptó esa condición común y descubrió allí el poder ontológico de una nueva sociedad. El militante comunista hace lo mismo ...”
¡Mezclarse con los altermundialistas, entreverarse con las monjas de las ONG, trabajar en la alegría con los curas de la cooperación ... todo un programa!
“Una vez más, en la posmodernidad nos hallamos en la situación de Francisco, levantando contra la miseria del poder la alegría de ser. Esta es una revolución que ningún poder logrará controlar-porque biopoder y comunismo, cooperación y revolución, permanecen juntos, en amor, simplicidad, y también inocencia. Esta es la irreprimible alegría y gozo de ser comunistas”
¡Amén!
En fin de cuentas, muchas abstracciones y mucha religión, para, finalmente, cantarle al mundo actual. Como ayer Bernstein desvelaba lo que la socialdemocracia hacia “por abajo”, diciendo “bien alto” que la revolución violenta era una idea superada, hoy Negri describe la realidad inmediata del llamado movimiento antiglobalización y proclama como original todo lo que la izquierda antiglobalización intenta imponer al proletariado: negación ideológica del antagonismo de clases, pacifismo, cooperación y conciliación, gestionismo, conscientización, ciudadanismo, ONGs,caritativismo religioso... Así hace la apología de todas las debilidades del movimiento antiglobalización y vende, como perspectivas, todo lo que en realidad impide la ruptura revolucionaria y la afirmación del sujeto revolucionario. Resultado: su libro es una excelente apología de todo el reformismo presente en los movimientos a la moda en la actualidad, de todas las ideologías y tácticas empleadas para castrar la lucha revolucionaria.
No a la acción revolucionaria, dejemos el monopolio de la violencia en manos del estado, no al ataque contra la propiedad privada y el valor, no al enfrentamiento contra la clase enemiga, no a la organización afuera y contra el estado...., solo queda un poco de ONG, un poco de reivindicaciones por una ciudadanía mundial y una verdadera democracia, un poco de ética y de filosofía confusa, un poco de amor para la multitud, un poco de conmiseración, mucho, mucho, mucho de idealismo y de gestionismo.
En resumen, comenzamos denunciando la fortificación, a todo nivel, del control capitalista sobre los seres y llegamos a la reivindicación “de una organización de poder político y productivo como unidad biopolítica manejada por la multitud, organizada por la multitud, dirigida por la multitud-la democracia absoluta en acción”. ( 4ª. Parte, Cap. 3, Posee) En la más amplia tradición populista del capitalismo de izquierda y del estalinismo, que los autores dicen refutar, se parte del proletariado para llegar a la negación de su papel histórico, a su disolución en una multitud pacífica y democrática.
1. «Debemos ser capaces de reconocer que esta no es la aparición
de un nuevo ciclo de luchas internacionalistas, sino, por el contrario,
la emergencia de una nueva calidad de movimientos sociales. Debemos ser
capaces de reconocer, en otras palabras, las características fundamentales
nuevas que todas estas luchas presenta, pese a su radical diversidad.»
(El topo y la serpiente)
No teniendo la capacidad para hacer un análisis propio, subrayamos en este artículo, algunos elementos importantes que aparecen en diferentes publicaciones al respecto.
Así nos parece muy significativo que, contra corriente, en pleno desarrollo de los acontecimientos y antes de que cayera el gobierno (el texto tiene fecha 18 de octubre 2003), los Núcleos Anarquistas de Acción hayan titulado su toma de posición “Bolivia y la cuestión del poder” y subtitulen “La insurrección de El Alto plantea el problema del poder”. Dicho texto dice: “A diferencia de las anteriores revueltas de los últimos años, la movilización popular actual en Bolivia ha llegado a poner sobre la mesa la discusión del poder político. La batalla del gas, ha permitido condensar un conjunto de reivindicaciones estructurales del movimiento de masas que se encontraban latentes o que emergían localmente y que ahora han tomado forma nacional. De hecho, en la guerra del gas existen varios componentes que han provocado el actual levantamiento, se combinan reivindicaciones de clase y reivindicaciones étnicas producto de la brutal opresión de los pueblos indígenas, locales y regionales. Desde este punto de vista y desde el salto en la situación que significó el levantamiento en El Alto, podemos decir que una revolución en Bolivia ahora sí ha empezado a andar, aunque no se ha consumado la caída del gobierno. Y en los hechos se ha dado una alianza de clases entre el proletariado que está actuando en forma diferenciada, puntualmente con los mineros de Huanuni y otro contingente de mineros que se encuentra en camino a La Paz, el movimiento campesino del altiplano y valles, cocaleros, los pobres urbanos y semiproletariado de talleres, curtiembres, transportistas, mercados, etc.” (a)
Aunque para nosotros, se trata exclusivamente de la afirmación del proletariado como clase y criticamos lo de alianza de clases como una concesión a la sociología (y al marxismo leninismo), celebramos el hecho de que compañeros, que se dicen anarquistas, asuman abierta y explícitamente, que el proletariado está poniendo en el tapete la cuestión del poder y de la revolución.
También, vale la pena destacar, el hecho de que otros sectores proletarios de América, tampoco dudaron en explicar lo sucedido en Bolivia, a contra corriente de todas las ideologías particularistas dominantes, en base a la contradicción entre la humanidad y el capital, que para nosotros es el punto de partida de toda solidaridad clasista con nuestros hermanos en lucha en ese país. En particular merece citar una “Carta abierta a l@s explotad@s de Bolivia” firmada por el “Movimiento libertario cubano” (b) en la que, bajo el título “La explosión popular contra la explotación capitalista. Ni un paso atrás hasta la Revolución Social” se exponen claramente las contradicciones en juego:
“Una vez más, la sociedad mercantil y el Estado burgués se mostraron incapaces de garantizar las condiciones de vida para la mayoría de la Humanidad. El Capital, por lógica propia, necesita mantener en condiciones de vida miserables a un número cada vez mayor de l@s proletari@s del mundo. Frente a ello, l@s explotad@s de Bolivia, de nueva cuenta, tomaron las calles, aceptando abiertamente, su contraposición con la propiedad privada y enfrentaron las estructuras del Estado. La situación por la que atraviesan l@s explotad@s de Bolivia, no es diferente a la del resto de los países. Son los estertores del capitalismo mundial que desde su agonía, continúas asesinado a miles de explotad@s a lo largo y ancho del planeta...”.
Los Núcleos Anarquistas de Acción de Bolivia subrayan también el papel desempeñado en la lucha por las estructuras asociativas del proletariado así como las tentativas de coordinación y centralización de las mismas: “Con respecto a las organizaciones con las que actuaron el movimiento de masas fueron centralmente las Juntas Vecinales, una forma de organización muy extendida en el país. En El Alto deben llegar a cerca de 500 juntas. Estas están agrupadas en las Federaciones de Juntas Vecinales (FEJUVE) que en combinación con la Central Obrera Regional dirigieron la lucha. Actualmente y producto de la represión (más de 160 muertos y 400 heridos) han dado instructivas para la conformación de comités de autodefensa. También surgieron en esa misma ciudad un Comando General Comunitario, formado por la coordinación entre la COR, FEJUVE, y la CSUTCB (Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia), como una instancia de coordinación para resolver la cuestión de autodefensa. Sin embargo el 12 y 13 de octubre, la resistencia al salvajismo militar-policial se dio de forma espontánea, sin organización previa de ningún tipo, lo que evidencia el estado aletargado de las organizaciones existentes. En general el estado de ánimo de las bases tiende cotidianamente a rebasar la política y vacilaciones de todas las direcciones, no solo a nacionales sino a nivel local. De hecho, algunos dirigentes intentaron dialogar con el gobierno y fueron desconocidos o rápidamente disciplinados ante las amenazas de linchamiento.”
Esta contradicción brutal entre el proletariado en lucha y las organizaciones que dicen representarlos (y muchas veces ¡no sólo de sus dirigencias o cúpulas!), la expulsión y hasta la amenaza de linchamiento de dirigentes, se expandieron por todo el movimiento y constituyen un salto de calidad importante.
Es importante ver como se articulan las posiciones de esas organizaciones de izquierda con respecto a la derecha abierta. El mismo comunicado dice: “Sánchez de Lozada tardó en caer por el apoyo de los organismos internacionales, empezando por la embajada norteamericana, la OEA, el Pacto Andino y varios organismos internacionales que ven un peligro para el conjunto de la región su caída ya que después de 20 años de democracia pactada, excluyente, racista y represiva, el conjunto de mediaciones políticas burguesas tradicionales están fuertemente cuestionadas. De ahí el apoyo que le dan en hora críticas el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria y Nueva Fuerza Republicana, así como las cámaras empresariales, banqueros, la iglesia y todas las organizaciones patronales... Sánchez de Lozada tardó en caer por la estrategia de los dirigentes de las organizaciones de masas como es la cúpula del Movimiento al Socialismo, del Movimiento Indígena Pahacuti y también la Central Obrera Boliviana. La política que han sostenido sistemáticamente ha sido la de presionar para ‘convencer’ al gobierno, primero de que haga una declaración sobre a quien pertenecía el gas, si a los bolivianos o a las trasnacionales. Luego, cuando el movimiento de masas dijo su palabra el 12 y 13 de octubre en El Alto, presionan para ‘convencerlo’ de que renuncie. Su política conciliadora y timorata se evidencia en sus llamados a realizar la ‘huelga de hambre’ como mecanismo de conciliación, a suspender los ampliados de la COB, la participación de la vanguardia en los mismos, bajo el argumento de ‘cuestiones de seguridad¡ y finalmente a tratar de disminuir la ‘acción directa’ del movimiento de masas”.
Las mismas organizaciones reconocieron que de una forma u otra las masas les pasaron por arriba. No solo los viejos partidos estalinistas (partido “comunista” de Bolivia) y trotskistas (partido obrero revolucionario) declararon que a la hora de la verdad “no estuvieron a la altura de los acontecimientos”, sino que las “organizaciones sociales que combatieron con gigantescas manifestaciones, barricadas, dinamita, piedra y palos al régimen de Gonzalo Sánchez de Lozada y al ejército, el Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales y el Movimiento Indígena Pachakuti (MIP) tampoco fueron ‘referentes nacionales’ de la rebelión. Los dirigentes de los mineros, fabriles, constructores, maestros, campesinos, periodistas, trabajadores en salud, universitarios, estudiantes de secundaria, gráficos, harineros, gremiales, vendedores de mercados, artesanos, jubilados, desocupados, colonizadores, carniceros, transportistas, juntas vecinales, profesionales, cooperativistas, mineros y agropecuarios, las centrales obreras departamentales y otras organizaciones populares que participaron en el evento nacional coincidieron en que las direcciones partidarias y sindicales fueron ‘rebasadas’ por la furia de la población. ‘Los que nos consideramos revolucionarios no podemos mentir. Ningún líder ni partido político alguno dirigió este levantamiento popular. Ni Evo (Morales), ni Felipe (Quispe), ni nosotros encabezamos la rebelión. Este conflicto, lamentablemente, no tuvo una dirección unitaria. Los trabajadores bolivianos, desde abajo, fueron los que echaron a patadas del poder al asesino de ‘Goñi’ (Gonzalo Sánchez de Lozada). Fueron las masas enfurecidas las que dieron un sopapo al imperialismo norteamericano. Nadie, individual y partidariamente, puede adjudicarse el liderazgo de este conflicto. ¡Nadie! Resumió con vehemencia, el secretario ejecutivo de la COB, Jaime Solares al sacar las conclusiones del Ampliado Nacional...” (c)
Queremos subrayar que no es la primera vez que esas mismas organizaciones reconocen eso. También en febrero de 2003 el proletariado había desbordado todas las organizaciones, criticado sus programas, sus prácticas y dirigentes y luego de los enfrentamientos (que provocaron 35 muertos por bala y más de 210 heridos) aquellas se habían autocriticado, diciendo que “no estuvieron a la altura de los acontecimientos”.
En el ampliado de la Confederación Obrera Boliviana, que se realizara luego de la renuncia de Goñi, se expresaron todo tipo de tendencias, pero lo que predominó ampliamente fue la crítica a las organizaciones y direcciones que pretenden representar al movimiento. Así Miguel Zuvieta, en representación de los mineros (¡hay que subrayar que hubo 5000 mineros en pie de guerra que se hicieron presentes en La Paz!), declaró: “Ningún sindicato, ni partido de izquierda se imaginó la magnitud del conflicto que se venía. No entendimos las lecciones de febrero. La masacre de El Alto (12 de octubre) fue el detonante que hizo estallar la guerra contra el gobierno y el imperialismo. De ahí para adelante, el conflicto se nos escapó de las manos, fue incontrolable. Eso nos plantea la urgente necesidad de organizarnos de mejor manera...Con la huelga general indefinida que duró dos semanas, planteamos la renuncia de Goñi, pero no pensamos seriamente en lo que tenía que venir después...”
Hubo una coincidencia generalizada en dicho plenario, contra lo que decían todos los medios y los partidos burgueses bolivianos e internacionales en que el sustituto de Goñi ... “Carlos Mesa es un cachorro de la burguesía... es la misma chola con otra pollera”. En nombre de los trabajadores de la construcción Taca aclaró que esa dirección única debe tener “contenido de clase”: “Carlos Mesa es representante de una clase social y nosotros somos de otra clase social. Por eso él mañana nos va meter bala igual que Goñi”.
Alvarez representante de los maestros planteo que “las bases han demostrado a sus dirigentes cómo se debe luchar para voltear al gobierno... Lamentablemente sin objetivos y dirección revolucionaria, los trabajadores entregaron valientemente sus vidas, no para que haya cambio constitucional. Los que se sublevaron quieren mejores condiciones de vida y un nuevo tipo de Estado... El gobierno está históricamente imposibilitado de resolver la crisis estructural del país. Por lo tanto es preciso hacer una plataforma de lucha que permita a los explotados llegar al poder y así ‘estructurar’ el gobierno revolucionario de ‘obreros y campesinos’.”
Sectores juveniles se pronuncian así “(La juventud) está dispuesta a salir a las calles con sus padres, tomar las armas en la insurrección popular para derribar al capitalismo y al modelo neoliberal, al imperialismo yanki, y deberá cerrar las puertas del Parlamento burgués con su democracia representativa, rechaza el referéndum y la constituyente de Mesa”.
Queremos subrayar que independientemente de tal o cual dirigente o representante de los proletarios en lucha, de lo radical o recuperable que pueda ser tal o cual expresión manifestada en ese plenario, de la pertenencia a tal o cual organización, el ambiente general del plenario refleja una correlación de fuerzas particularmente interesante y excepcional en el mundo actual. ¡Se sentía que el proletariado tenía potencia y que debía ir más lejos! ¡que había que revolucionar organizaciones, hacer otras, cortar cabezas de dirigentes! ¡hace mucho que no había miles de proletarios armados enfrentando al estado!¡hace mucho que no se criticaba tan abierta y masivamente las mismas organizaciones que encuadran la militancia proletaria! ¡hace mucho que no se proclama abiertamente que hay que destruir el poder burgués, el parlamento burgués con toda su democracia representativa (incluida la famosa Constituyente) y construir el poder proletario para hacer la revolución social! (1)
a. Núcleos anarquistas de acción nada@anarquiamx.zzn.com
b. movimientolibertariocubano@yahoo.com.mx
c. “Bolivia, los yerros de la rebelión del altiplano” de Miguel
Pinto Parabá en Memoria (cemos@servidor.unam.mx) número 178
de diciembre de 2003. Las citas que siguen son también de este artículo,
hasta mención contraria.
El Estado, sin embargo, ya tiene su presupuesto y se niega a aumentos de ningún tipo, es ante la patanería del gobierno que los maestros del Cuzco radicalizan los métodos y desbordan las consignas pacifistas del sindicato: detienen el tren de turistas, bloquean las carreteras a Puno y Cuzco y se enfrascan en una lucha a pedrada limpia contra los gorilas policíacos que hieren y detienen cientos de proletarios del magisterio. En tanto Toledo y los presidentes de los Estados Capitalistas del continente se reunían en su cumbre prometiendo “solucionar la pobreza en democracia y con inversión”.
Ante esto la radicalidad y el desborde se extendieron en otros lados: en Cañete 2 mil maestros asaltaron la subprefectura y secuestran al director de la misma siendo repelidos a bombazos. Otro tanto sucedió en Ayacucho y Tumbes donde se bloqueo el puente Internacional.
Las luchas van en crecimiento y se radicalizan. Otros gremios anuncian huelgas como los médicos, y enfermeras. El 26 de mayo los proletarios agricultores, agrupados en la junta de usuarios de riego, entran espectacularmente a la huelga y desde el saque se producen bloqueos masivos de carreteras, la panamericana, la carretera central y otras con palos, piedras, llantas paralizando la circulación de mercaderías y personas lo que significa una amenaza de paralización de la maquinaria capitalista en el país. Los empresarios, la prensa puta, los políticos, los ministros aúllan su rabia contra el atrevimiento proletario vomitando que “las huelgas y protestas solo ocasionan la destrucción de la democracia y la estabilidad del país” (traducido: del orden capitalista y sus intereses). Llamando a la represión. Como respondiendo a la velada amenaza del Estado contra los desbordes los proletarios agricultores de Trujillo al ser atacados por la policía atacaron a pedradas la comisaría de carreteras.
El 27 de mayo, los saqueos y el vandalismo se generalizan sobretodo en Huancayo, Huaraz y Chancay donde los proletarios agrarios están a la vanguardia, pero a la cual se suman otros proletarios agrarios que hacen causa común con la huelga. EN LA CALLE, EN LAS CARRETERAS TOMADAS SE ROMPE LAS DIVISIONES IMPUESTAS POR EL CAPITALISMO ENTRE LOS PROLETARIADOS: YA NO SON “AGRICULTORES”, “ESTUDIANTES”, “MAESTROS” O “DESOCUPADOS”, NO, TODOS SON PROLETARIOS, VICTIMAS DEL CAPITALISMO QUE LOS HAMBREA, TODOS SE RECONOCEN COMO HERMANOS Y COMBATEN JUNTOS CONTRA EL MISMO ENEMIGO: EL CAPITAL Y SUS FUERZAS REPRESIVAS.
En Huaraz y Chancay mientras un grupo mantiene los bloqueos otros proletarios armados de palos y piedras irrumpen sorpresivamente en los mercados y arrasan con arroz, leche y otros alimentos necesarios para ellos, los huelguistas y sus niños, todo ante la cobarde mirada impotente de los gorilas policiales que estaban numéricamente en desventaja. En Huancayo, hubieron ataques contra los centros comerciales.
En Lima la burguesía sigue aullando: el ministro de la represión anuncia que hay más de 60 vías bloqueadas. La hija de puta, figuretti, Anel Towsend y los congresistas de PERÚ POSIBLE, el APRA, UNIDAD NACIONAL y otros piden “mano dura” y la aplicación inmisericorde de las leyes penales contra quienes resulten responsables de bloquear carreteras y destruir la propiedad pública y privada. La Iglesia, a través del obispo de Chimbote también llama a la represión de los proletarios acusando al movimiento, acusándolo de “estar infiltrado por elementos de ultraizquierda que fomentan la violencia”. Toledo mismo desde su reunioncita burguesa en el Cuzco lanzó su amenaza al proletariado insurrecto: “que no les quepa duda que vamos a mantener el orden con firmeza”.
Entre Pativilca y Barranca los proletarios se trenzaron en una sangrienta bronca contra la miliquería que fue una y otra vez rechazada a punta de pedradas; la pelea duro todo el día y cientos de nuestros hermanos acabaron heridos y detenidos. No obstante, ahí no quedo; al anochecer los proletarios volvieron a juntarse y desataron un ataque a los locales comerciales y saquearon varias tiendas al tiempo que apedreaban locales estatales. Al día siguiente la ciudad de Barranca amaneció bajo control de la miliquería y las huellas de los combate aun podían verse en la carretera Panamericana. En Jauja, la radicalidad proletaria alcanzó a la comisaría de Apata que fue asaltada y 16 esbirros salieron abollados a al vez que se incendió un cargador frontal y carros policiales.
Se detuvo a 40 proletarios. En tanto, huelguistas se enfrentaron a la gorilaza en Huaraz, Loreto, Arequipa, Chiclayo, Huancayo, Trujillo, Tacna donde cientos de maestros fueron golpeados por la represión. El 29 de mayo, los estudiantes de la universidad del altiplano fueron cazados como moscas por la miliquería luego de haber rechazado a los policías del local universitario. Allí el Estado mostró toda su entraña asesina: dispararon a matar luego que los estudiantes hubieron intentado arrebatarles los fusiles, encontrando la muerte un proletario joven y varios resultaron heridos y desaparecidos.
La archiputa prensa y TV denominó a la cacería de proletas con el término encubridor de “excesos”, como si balear proletarios fuese lo mismo que tomar o comer algo demás.
En tanto, Nilver López, la costra de “Patria Roja”, apoyados por la CGTP no veían la hora de llegar a un acuerdo y levantar la huelga magisterial mientras miles de proletarios docentes se batían en las calles. Los sindicatos para no quedar a remolque del desborde proletario convocaron a una “jornada de protesta nacional,” previa a la cual se reunieron con Toledo y el cura Bambaren a ver si lograban el levantamiento del estado de emergencia; y como no hubo acuerdo, Toledo les aseguró que no habría problemas en su marcha. Por cierto, los sindicatos felices de la vida y gritando a los cuatro vientos que la marcha sería pacífica, desfilaron sin obstáculo alguno ya que el día anterior el gobierno había ordenado el repliegue de las tanquetas militares.
El mismo puterío de siempre: el mismo corzo de pancartas, lemas amenazantes que no asustan a nadie, los mismos proletarios borregos de la dirigencia sindical.
Los proletarios docentes encorsetados en ese corral sindical llamado SUTEP, se enfrentaron en dos facciones que al final levantaron la huelga sin pena ni gloria, cada una por su lado, lo que al final represento, como siempre, un enfrentamiento por definir quien copa y maneja la dirección sindical en función no de los intereses proletarios sino de partido, a ver quien negocia en la próxima huelga magisterial.
1) Las recientes luchas habidas, se inscriben dentro del tipo de luchas que a nivel mundial, caracterizan el período actual. (desbordes de las dirigencias sindicales, ataques a edificios públicos y privados, bloqueo de carreteras, quema, de edificios represivos, enfrentamientos con la policía y el ejército, saqueo). Mientras la burguesía y sus voceros habla de revoltosos, vándalos, desorden, caos, para todos nosotros esos actos significan prácticas de afirmación proletarias. ES EL PROLETARIADO Y SUS MÉTODOS RADICALES Y ACCIÓN DIRECTA LAS QUE SE HAN AFIRMADO Y HAN HECHO ACTO DE PRESENCIA EN LAS RECIENTES HUELGAS, TOMAS Y BLOQUEOS REBELÁNDOSE CONTRA LAS MISERABLES CONDICIONES A LAS QUE NOS SOMETE EL CAPITAL.
2) El Estado demostró su autentico rostro a la vez temeroso y represivo. La Democracia, la dictadura del capital, comenzó a temblar ante la creciente ola de huelgas, paralizaciones y tomas de carreteras. Tanto es así, que salieron a reprimir el 70 por ciento de la soldadesca y casi el 100 por ciento de la policía disparando a matar a los proletarios en virtual estado insurreccional.
3) Los bloqueos de carreteras (y por ende la paralización de la circulación de fuerza de trabajo, mercaderías, alimentos, etc.) y los saqueos (cierres forzoso o ataque a los centros expendedores de mercancías) se rebelan como métodos de lucha que si entrañan autentico peligro para el normal funcionamiento de la maquinaria capitalista, mucho mas que las huelgas parciales y sectoriales. Por ello se explica la casi inmediata declaratoria del estado de emergencia y el envió de la represión para desalojar y limpiar las carreteras e impedir los saqueos.
4) Es menester decirlo, pero al igual que otras luchas alrededor del mundo (Bolivia, Argelia, Argentina, etc.) el proceso tuvo poca duración y no se pudo generalizar. Del mismo modo u otra de las debilidades que demostró nuestra clase fue su falta de asociacionismo proletario de instancias de lucha autónomas, independientes de los sindicatos, que dirigieran el proceso. Mucho menos por supuesto, algún atisbo de destrucción del orden. Tan solo reivindicaciones parciales, que cada gremio defendía por su lado.
5) El movimiento proletario; que ha luchado, aun arrastra las taras que nuestros enemigos les ha inoculado: la defensa del sindicato “como instrumento de lucha”, cuestionándose a los dirigentes y no a la institución misma que es la que posibilita el enquistamiento de las costras partidarias como es el SUTEP. Del mismo modo, no se cuestionó a la Democracia, al Estado sino se culpaba a Toledo y su “mal gobierno”. Por ultimo, el nacionalismo aun esta enquistado entre los proletarios: tanto en las luchas urbanas como rurales siempre se portaban trapos rojiblancos. Lo peor cuando era la propia patria, el propio ejército patrio el que ahogaba en sangre las protestas proletarias.
6) La declaratoria del estado de emergencia y la consiguiente represión militar contra nuestra clase debe demostrar de una vez por todas, que cuando la burguesía no puede seguir manteniendo su dictadura, cuando comienzan los cuestionamientos y rebeliones, su salida natural será la represión. NO HAY DEMOCRACIA SIN DICTADURA REPRESIVA LEGAL Y ARMADA. La razón de ser de la democracia es mantener los privilegios de la burguesía y extraernos a los proletarios el máximo valor, que a su vez reproduce el capital. EL PROLETARIADO ES PUES ENEMIGO NATURAL DE LA DEMOCRACIA, DEL CAPITAL SOLO ABOLIENDO EL CAPITALISMO Y AL ESTADO QUE LO SUSTENTA PODREMOS PASAR A UNA SOCIEDAD VERDADERAMENTE HUMANA. SIN HAMBRE. NI MISERIA. LAS LUCHAS RADICALES DE NUESTROS HERMANOS DE PATIVILCA, DE JAUJA, DE BARRANCA, DE CHANCAY, DE HUARAZ, DEL CUZCO, DE BOLIVIA, DE ARGELIA Y DEL PLANETA ENTERO NOS ENSEÑAN EL CAMINO A TOMAR. PARA LOGRAR EL OBJETIVO.
Oventic, Chis., 8 de agosto.
La autonomía indígena, basada en los incumplidos acuerdos
de San Andrés
...Primero se crearon los municipios rebeldes y dos años después también se declararon autónomos. Hoy la autonomía indígena, el autogobierno de los pueblos rebeldes, es una realidad. En la actualidad hay más de 30 municipios autónomos, cuya influencia abarca la mitad del territorio de Chiapas. A fines del 94 los zapatistas comenzaron la formación de municipios indígenas regidos de acuerdo con sus usos y costumbres. El anuncio del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) de crear juntas de buen gobierno en los cinco Caracoles (antes llamados Aguascalientes) representa una nueva etapa de este proceso y, al mismo tiempo, la consolidación de la autorganización comunitaria. La distribución de dichas juntas corresponde a las distintas zonas que conforman al movimiento de acuerdo con la geografía de los pueblos rebeldes y sus relaciones entre sí: los Altos (tzotzil), el Norte (chol), Altamirano (tzeltal-tojolabal), selva tojolabal y selva tzeltal. Este nuevo gobierno regional representa un esfuerzo organizativo de las comunidades para enfrentar los problemas del autogobierno y para construir un puente más directo entre ellas y el mundo. Han sido casi 10 años en que las comunidades zapatistas han resistido sin la ayuda de autoridades ni de presupuesto oficial alguno, en medio de un cerco militar y del hostigamiento de fuerzas gubernamentales y paramilitares que han dejado un saldo de miles de indígenas desplazados de sus pueblos de origen... Hoy hace siete años surgió el primer Aguascalientes en el corazón del territorio zapatista, el primer intento por construir un espacio de encuentro y de diálogo entre la sociedad civil y los rebeldes. Ahí surgió la Convención Nacional Democrática, que fue el primer intento de organizar una fuerza de la sociedad civil a favor de la paz y de la democracia. Pero la propuesta feneció. El funcionamiento de los Caracoles Los municipios autónomos están integrados por las comunidades indígenas dentro de los territorios con influencia zapatista. Las comunidades comprendidas en cada municipio rebelde han decidido voluntariamente su participación mediante asambleas comunitarias. Las comunidades organizadas para la resistencia eligen, de acuerdo con sus usos y costumbres, es decir en asamblea, a sus representantes para el concejo municipal autónomo, la autoridad colegiada del ayuntamiento rebelde. Las autoridades y delegados son revocables en caso de no cumplir con los mandatos de la asamblea de las comunidades. Ahora estarán coordinados regionalmente desde los Caracoles... Los concejos autónomos están integrados por un presidente, secretario, ministros de justicia, de asuntos agrarios, del comité de salud, de educación y el responsable del registro civil. Sus funciones son la impartición de justicia, la salud comunitaria, la educación, la vivienda, la tierra, el trabajo, la alimentación, el comercio, la información, la cultura y el tránsito local. Algunos municipios autónomos han abierto sus propios registros de matrimonios, nacimientos y defunciones. En muchos lugares, también reciben la asesoría de las autoridades tradicionales o de los consejos de ancianos. El alcance de las acciones de los municipios dependen de su consolidación. Su presupuesto se obtiene por la cooperación de sus integrantes o de la ayuda solidaria. Los miembros de los concejos autónomos no reciben remuneración... Mexico D.F. Domingo 10 de agosto de 2003 |
En marcha, las juntas de buen gobierno; atenderán también
a los no zapatistas, afirman ...
Anuncian el retiro de retenes del EZLN y eliminan el cobro en caminos de territorios rebeldes ...Antes de instalar las juntas de buen gobierno de los municipios autónomos rebeldes zapatistas, los comandantes y comandantas les hablaron a sus propios pueblos, a los indígenas de otras organizaciones que conviven con las bases de apoyo zapatistas en las comunidades, a las mujeres de los municipios autónomos, a los pueblos de todo México, a los campesinos, los jóvenes... A los desobedientes del mundo.. La primera vuelta del Caracol expansivo en el acto celebrado hoy en Oventic la dio el comandante David: “Deseamos que todo comience bien en este Caracol, lugar de encuentro de los distintos mundos. Aquí es la casa de todos los que sueñan un mundo más justo y humano”. Con paciencia de seda fueron tejiendo el mensaje las comandantas Rosalinda y Esther. El comandante Tacho les habló a los campesinos de México. Omar a los jóvenes. Fidelia a las mujeres (“nosotras vamos a obligar obligatoriamente nuestro respeto”, dijo entre aplausos). Entre los acuerdos propuestos por los zapatistas -que deben ser suscritos y, en su caso, ampliados por organizaciones que sean “independientes”- destacan el respeto a la autonomía e independencia de las organizaciones sociales; la promoción de formas de autogobierno y autogestión en todo el territorio nacional, y el impulso de la rebeldía y la resistencia civil y pacífica frente a las disposiciones del mal gobierno y los partidos políticos. El EZLN, a su vez, propuso la formación de “una red de comercio básico” entre comunidades y el fomento “del consumo básico en locales y comercios nacionales”. También convocó a “formar una red de información y cultura” a escalas local, regional y nacional para demandar a los medios información veraz y balanceada, así como a organizar la defensa y promoción de la cultura local y de las ciencias y las artes universales. En el plan defiende siete demandas que abarcan la defensa de la propiedad ejidal y comunal de la tierra y la protección y defensa de los recursos naturales; un trabajo digno y un salario justo para todos. Se suman las demandas de vivienda digna, salud pública gratuita, alimentación y vestido para todos, así como una educación laica y gratuita a niños y jóvenes. También se agrega el respeto a la dignidad de la mujer, el niño y el anciano. En el acto hablaron 10 comandantes zapatistas. México D.F. Lunes 11 de agosto de 2003 |
Miles de indígenas atestiguan el estreno de las juntas de
gobierno
...El Congreso Nacional Indígena celebró ‘’con humildad y esperanza el gran paso que han dado nuestros hermanos del EZLN, en la consolidación y profundización de su proceso de autonomía’’ con la creación de los Caracoles y las juntas de buen gobierno, ‘’que habrán de ser las instancias regionales que posibiliten el ejercicio concreto de su autonomía y libre determinación, de conformidad con lo establecido en los acuerdos de San Andrés y la iniciativa de la Cocopa’’, que fue rechazada por el Congreso de la Unión. Los integrantes del CNI, instancia que agrupa a buena parte del movimiento indígena nacional, declararon que ‘’con esta iniciativa el EZLN reafirma su vocación democrática y pacífica, y nos muestra nuevos caminos y nuevas formas’’ que posibilitan ejercer ‘’el derecho a la libre determinación de los pueblos indígenas’’. Este paso, añadieron, es ‘’una importante contribución a la defensa de la soberanía nacional, que día a día es entregada por el Estado, en la práctica y en la ley, a los intereses de la globalización neoliberal’’. Los indígenas consideraron «la iniciativa zapatista de las juntas de buen gobierno’’ como ‘’la mejor respuesta a la traición del Estado mexicano que persistentemente se ha negado a reconocer constitucionalmente los derechos indígenas plasmados en la iniciativa de la Cocopa’’. Extractos de LA JORNADA 9, 10 Y 11 DE AGOSTO DE 2003 |
Autonomías, autogobiernos, autoorganización, derechos de los indígenas, buen gobierno, democracia, paz... palabras vacías, habladurías, cháchara barata, ¿cuándo los gobiernos fueron buenos? ¿qué otra cosa es el capitalismo sino las autonomías locales y sectoriales? ¿cuándo el otorgamiento de derechos a los indígenas implicó que el estado los tratase mejor? Cuanto más autonomías, derechos, más democracia y más paz, los proletarios y particularmente los proletarios indígenas han recibido más miseria, más palo, más paramilitares y más banderas mexicanas.
De “Los caracoles, el realismo mágico y los agujeros en el ozono” John Holoway. “El agujero en la capa de ozono está creciendo... Pero hay otros agujeros..., los agujeros en el capitalismo... Los zapatistas constituyen uno de los agujeros más grandes y bellos en el capitalismo hoy.... La celebración del nacimiento de los Caracoles y el comunicado que la anticipó (“La treceava estela”) enfatizan otra vez la magia y el realismo, el realismo mágico, del No zapatista. Memoria (cemos@servidor.unam.mx) número 176 de octubre de 2003. |
“Gobierno militar primero y parlamentario después; reformas en la administración para que quede reorganizada; pureza ideal en el manejo de fondos públicos; responsabilidades oficiales escrupulosamente exigidas; libertad de imprenta para los que no saben escribir: libertad de votar para los que no conocen a los candidatos: correcta administración de justicia para los que jamás ocuparon a un abogado. Todas estas bellezas democráticas, todas esas grandes palabras que nuestros abuelos y nuestros padres se deleitaron, han perdido hoy su mágico atractivo y su significación para nuestros pueblos. Este ha visto que con elecciones y sin elecciones, con sufragio efectivo y sin él, con dictadura porfiriana y con democracia maderista, con prensa amordazada y con libertinaje de prensa, siempre y de todos modos él sigue rumiando sus amarguras, padeciendo sus miserias, devorando sus humillaciones inacabables, y por eso teme, con razón que los libertadores de hoy vayan a ser iguales a los caudillos de ayer...” (Manifiesto “Al pueblo mexicano” Firmado por Emiliano Zapata y otros generales el 14 de agosto de 1914
Contra toda tentativa de canalizar la lucha revolucionaria hacia los derechos democráticos el mismo Manifiesto declara explícitamente que “Se lanzó a la revuelta no para conquistar ilusorios derechos políticos que no dan de comer, sino para procurar el pedazo de tierra que ha de proporcionarle alimento y libertad”
El estado burgués hace todo para convencer a sus súbditos de que el problema no es el sistema social capitalista, sino simplemente una cuestión de autonomía y de cambiar malos por “buenos gobiernos”. Ricardo Flores Magón decía claramente “no hay que esperar nada de ningún gobierno porque estos no son otra cosa que guardianes de la clase capitalista”(a). El ultramediatizado comandante Marcos, por el contrario. dice hoy: “En mi carácter de mando militar de las tropas zapatistas les comunico que, a partir de ahora, los Consejos Autónomos no podrán recurrir a las fuerzas milicianas para las labores de gobierno. Deberán, por tanto, esforzarse en hacer como deben hacer todos los buenos gobiernos, es decir, recurrir a la razón y no a la fuerza para gobernar”.
El secreto de la revolución es la autonomía. Pero no de cualquier autonomía, sino muy precisamente de la autonomía del proletariado con respecto a la clase enemiga. Esto quiere decir concretamente, que el secreto de la revolución es la constitución del proletariado en clase y por lo tanto, en partido opuesto a todo el orden establecido. Más concretamente todavía, ello implica la condena del parlamentarismo, del sindicalismo, del frentismo y los revolucionarios lo han expresado bajo la fórmula sintetizadora de “organizarse afuera y contra todos los aparatos del estado burgués”. De la única autonomía que los revolucionarios se reivindican es de esa contraposición histórica. Es verdad que también es correcto hablar de autonomía táctica, de grupos de acción frente al estado burgués, sin evidentemente perder de vista la centralización programática, de dirección, de proyecto histórico del proletariado mundial. En este caso no se afirma la autonomía en general de unos grupos con respecto a otros, sino una autonomía operacional, logística, local o temporal que reafirma simultáneamente la centralidad orgánica de todos esos grupos como parte de un todo, con un solo objetivo revolucionario. Todas las tentativas de internacionales revolucionarias del proletariado, al mismo tiempo que parten de la acción autónoma de las diferentes expresiones del proletariado y afirman la necesidad de las diferentes estructuras o secciones de los diferentes países, intentan constituirse como fuerza única revolucionaria centralizada internacional e internacionalista. Pero hoy se habla de autonomía para cualquier cosa, de autonomía de gobiernos, de regiones autónomas, de autonomía de unos grupos con respecto a otros grupos, de autonomía de unas asambleas con respecto a otras, de autonomías empresariales, de autonomías productivas, de autonomías de gestión, etc. Hay que denunciar todo esto claramente como lo que es, como la apología de la sociedad presente, cuya centralización mercantil se basa precisamente en la autonomía de todos los que confluyen en el mercado, de la autonomía de toda unidad productiva y de decisión con respecto a otra, de propiedades privadas autónomas. Por lo menos cuando oigamos hablar de autonomía dejemos bien claro de que autonomía se habla, no tengamos miedo en criticar el autonomismo a la moda y contrapongámosle la autonomía del proletariado unificado y centralizado internacionalmente. |
a. De “Regeneración”, 29 de julio de 1911.
Todos los enemigos tienden a deformar la concepción revolucionaria. Por eso los partidarios de las tesis de “la no lucha por el poder” se empecinan tanto en decir que la diferencia entre reforma y revolución ha sido superada. ¡No, no ha sido superada nada! ¡Hasta la revolución social misma existirá la contraposición entre revolución y salvación del capitalismo en base a reformas!Lo que sucede es que estos reformistas tienen vergüenza en asumirse por lo que son. Saben que son mucho más eficaces, en su obra de confusionismo ideológico, presentándose como una mezcla de reformismo y revolución. ¡Ni siquiera en esto son originales! Kautsky pasó su vida haciendo equilibrios entre lo que en su época se denominaba reforma y revolución y en la práctica su concepción fue una de las mayores expresiones ideológicas que actuaron como freno de la revolución, es decir una de las mejores armas de la contrarrevolución.
Como vimos, en los diferentes ejemplos dados en este número, ellos no niegan solo la lucha por el poder, niegan antes que nada la lucha por la destrucción del poder burgués y consecuentemente la lucha por la constitución de un poder proletario, la lucha revolucionaria en su sentido totalizador.
En efecto, la lucha revolucionaria es necesariamente una lucha por el poder. O el poder lo tiene el capital o el poder lo tiene la revolución. ¡No hay término medio! Si bien regionalmente pueda haber un brevísimo período, que coincida con lo que históricamente se denominó la “dualidad de poderes” (ejemplo Rusia de 1917), una situación de ese tipo por naturaleza no puede perdurar y necesariamente debe resolverse a favor de la conservación del orden o por la revolución social: si no se destruye el poder del capital, el mismo destruye necesariamente el poder surgido de la revuelta. Toda ilusión de contrapoder, sin acción destructiva del poder del capital, solo puede favorecer la reorganización de este último. Esto es lo que ocultan los actuales partidarios de la “teoría del contrapoder”. Como también ocultan que ninguna situación actual es comparable a una situación de dualidad de poderes. ¡Y sería una ingenuidad total, sino fuera pura propaganda burguesa, el pretender que los “caracoles zapatistas” puedan ser un día un verdadero contra poder! Solo para que el contraste sea más evidente, recordemos que en Rusia del 17, se trataba de una insurrección proletaria contra el estado burgués, que había dualidad de poderes por la descomposición revolucionaria de todas las fuerzas represivas, que en forma cada vez más notoria, dejaban de aceptar las órdenes del estado y los soldados y regimientos enteros, en rebeldía abierta, se ponían al servicio de los órganos proletarios, que la misma revolución iba creando, desarrollando.
Dicho este abc, nos parece fundamental, en un período en que el desconocimiento del programa, por el proletariado y por las vanguardias que se afirman en la calle, asume carácter de tragedia, afirmar algunos elementos centrales de la lucha revolucionaria, que las teorías actuales de “cambiar el mundo sin tomar el poder”, o de la “socialización o comunización del mundo”, sin la destrucción del poder del capital, tienden sistemáticamente a ocultar o desfigurar.
La revolución social implica dos aspectos inseparables:
- la destrucción del aparato armado de la burguesía y más globalmente la demolición de todo el estado capitalista incluyendo evidentemente todas las instituciones que aseguran la reproducción de la dominación de clase y la explotación (partidos, sindicatos, iglesias, prisiones, ejércitos, escuelas...).
- la destrucción de la dictadura económica del capital, que a su vez se sustenta en la autonomía de las estructuras productivas, en las decisiones autónomas que adoptan las unidades productivas, basadas en la propiedad privada de los medios de producción.
Si el primer punto es bien conocido de las vanguardias internacionalistas en todas partes del mundo, el segundo es lamentablemente menos conocido e históricamente ha sido muy poco explicitado por los diferentes grupos revolucionarios. Toda la obra de Marx pone en evidencia que la clave de la sociedad mercantil (¡y el capitalismo es la sociedad mercantil generalizada!) es que la producción es privada y que solo se hace social a través del cambio. La esencial destrucción de la producción para el cambio implica la destrucción del carácter privado de la producción y por ello de las decisiones autónomas de las empresas y de las empresas mismas, como sujeto de decisión libre e independiente, base de todos los derechos democráticos. Ello solo puede realizarse si la producción es directamente social, y esto implica la centralización orgánica de todas las decisiones acerca de la producción, es decir la dictadura revolucionaria de los productores asociados. La revolución tiene que destruir no solo el modo de distribución (como quiere hacer todo socialismo burgués) sino el modo de producción mismo, el contenido mismo de la producción y decidir sobre bases totalmente diferentes el “qué se produce” y el “cómo se produce”.
Dicho de otra forma. La barbarie de la sociedad capitalista no estriba solo en el hecho de que los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres, como todo socialismo vulgar se ha cansado de repetir, la barbarie de la sociedad capitalista estriba en que el objetivo de la producción no es el ser humano, sino la ganancia, y por eso todas las mercancías producidas, desde hace siglos, no son más que la caricatura de lo que el ser humano necesita (¡los valores de uso no son más que el soporte del valor!), por eso todas las cosas y servicios, que fueron producidas como mercancías, contienen la marca indeleble de la producción privada de mercancías, de la producción para esclavizar al hombre No solo todos los objetos de consumo están contaminados por la dictadura histórica de la tasa de ganancia, y por ello concebidos no para la vida humana sino para vender, sino que también todos los medios de producción fueron concebidos, no para ahorrar trabajo, sino para aumentar la tasa de ganancia. Por eso, la revolución social implica la puesta en cuestión de la totalidad de la producción material, la liquidación de toda decisión autónoma (empresarial, municipal, asamblearia...), que necesariamente tiende a tomarse en función de las posibilidades de cambio. La base de la revolución social es precisamente el cambio total de todas las relaciones de producción y del objetivo de la producción, sin lo cual todo discurso sobre “la nueva sociedad” no es más que masturbación idealista. La profundidad de la revolución social se medirá precisamente en esa capacidad para transformar radicalmente (¡hasta la raíz!) toda la producción, en abolir las decisiones autónomas de la propiedad privada, y por lo tanto las relaciones de explotación, en la imposición orgánica y generalizada de las necesidades humanas que hagan de toda la producción una producción humana. Será la primera vez que el ser humano no esté determinado por las relaciones de producción, sino que al contrario sea el ser humano que, al decidir todos los aspectos de la producción material, liquide la dominación del mundo objetivo sobre él (la economía) y pueda comenzar a vivir su verdadera historia como humanidad consciente.
Los reformistas con sus teorías, de no lucha por el poder, niegan todos los aspectos de la lucha revolucionaria: no solo la destrucción del capital como fuerza política, represiva e ideológica, lo que evidentemente es muy grave, sino también la destrucción de la producción privada, cuyo principio de la autonomía de decisión es la clave de la producción para el cambio, la esencia del capitalismo como modo de producción mercantil generalizado. No solo niegan la destrucción del capitalismo, sino la consecuente e ineludible construcción de una fuerza política centralizada revolucionaria. El gran vacío teórico que existe en todos esos reformistas, sobre el estado en el período de transición, es evidentemente consecuente con su ideología de no destruir el estado burgués, con su negación implícita, cuando no explícita, de la dictadura del proletariado, de esa negación en acto de todo estado.
La apología de las unidades autónomas (de los gobiernos locales autónomos en el caso de Marcos y compañía), de la ocupación y gestión autónoma de las empresas, de la autogestión vecinal, local, productiva, distributiva, hasta el concepto mismo de la defensa de todos los particularismos en una entidad superior (la multitud!) (1) de las redes de cambio e intercambio, de las redes difusas, empuja al desarrollo de esas bases autónomas y por ello necesariamente privadas, que son la clave de la sociedad mercantil, de la sociedad burguesa. Multitudes, redes difusas, autogestiones, redes de cambio, no pueden hacer otra cosa que producir como unidades privadas autónomas, que reproducir el carácter privado de la producción. A lo máximo que puede aspirar esa “libertaria” sociedad múltiple de cambio es a alguna reformita distributiva (¡e incluso esto nosotros lo vemos totalmente limitado: el reformismo actual, en plena catástrofe social, es incapaz de verdaderas reformas!) y siempre y cuando no moleste demasiado a tal o cual otra fuerza del capital armado. Pero las unidades múltiples y variadas, las juntas de buenos o malos gobiernos, los caracoles o las cooperativas, las empresas grandes o chicas, las granjas ecológicas y las autogestionadas, las ocupadas o bajo control obrero, tenderán irremediablemente todas a lo rentable y se revelarán como totalmente impotentes contra la absurda (inhumana) producción actual, fruto de siglos de dictadura del valor que esclaviza al ser humano. La dictadura de la tasa de ganancia seguirá dirigiendo lo que se produce y cómo se produce.
La dictadura revolucionaria del proletariado, por el contrario, liquidará las raíces mismas de esta sociedad, impondrá la dictadura de las necesidades humanas contra toda producción autónoma y el consecuente mercantilismo, liquidará la producción para el cambio (y por lo tanto, para el lucro) y cuestionará la totalidad de las “cosas” producidas (que en su totalidad fueron concebidas por criterios inhumanos) para forjar una producción material (2) decidida, al fin, por el ser humano y concebida, al fin, para liberar al hombre del trabajo y en función de sus verdaderas necesidades y deseos humanos. Hasta ahora el hombre no decidió nunca su propia historia, sino que fueron las contradicciones materiales, y en particular las relaciones sociales de producción, las que se le impusieron al hombre. La libertad del hombre y la autonomía de decisión no pueden ser otra cosa, sin la destrucción del capital, que la dictadura de la ley del valor sobre la especie humana. La condición para que el ser humano comience su propia historia es, justamente, que imponga sus verdaderas necesidades como ser humano y que destruya violentamente, y sin ninguna contemplación, la ley económica que se esconde detrás de las palabras libertad, autonomía, democracia, autogestión...: la ley del valor.
No esperéis
a que un gobierno ponga en vuestras manos la tierra, el taller, la fábrica,
la mina, el barco, el ferrocarril, todo lo que es necesario para la producción
de la riqueza. Esto lo debemos tomar con las armas en la mano desconociendo
el ‘derecho’ que los capitalistas se otorgan a si mismos de retener en
sus manos lo que las manos de sus trabajadores han hecho...
De Ricardo Flores Magon, “Regeneración”, 29 de julio de 1911 |