La catástrofe del actual sistema social se concreta día a día; el permanente terrorismo de estado asume ormas cada vez más generales. A pesar de sus guerras intestinas, la clase dominante, cuando de lo que se trata es de restablecer el monopolio estatal de la violencia (monopolio del terror), tiende como siempre a unificarse. Ahora, en nombre del antiterrorismo, impone niveles todavía más infernales de represión general del proletariado en todos los países, al mismo tiempo que moviliza tropas e intensifica los bombardeos en diversas partes del globo.Una vez más tocan los clarines; una vez más, los más sofisticados elementos de destrucción que el capitalismo ha podido crear son utilizados para despedazar masivamente a seres humanos y todo aquello que sirve a la vida; una vez más, esta sociedad muestra adonde conduce su progreso, su tecnología, su ciencia; una vez más, millares de proletarios domesticados son enviados al frente a asesinar a sus hermanos; una vez más se trata de imponer en la retaguardia la unión nacional, e incluso la unión mundial entre explotados y explotadores, para defender esta putrefacta e inmunda sociedad burguesa. En esta coyuntura en la que por todos los medios tratan de someternos a los intereses de los más fuertes y nos "invitan" (a muchos por las buenas, pero a la mayoría a prepo) a una cruzada de defensa de la civilización y el mundo actual, nosotros, que como siempre nos situamos contra la corriente, partimos de lo más elemental, de lo que más nos duele en tanto que parias de esta tierra, de lo que nos ataca directamente: la generalización del terrorismo capitalista, la guerra que se desarrolla contra nosotros, proletarios, en los cinco continentes.
La burguesía mundial, que nunca dejó de hacer la guerra y bombardear las poblaciones de Irak, Palestina, Chechenia, Colombia..., decide ahora bombardear Afganistán. Al mismo tiempo que se anuncian otros blancos posibles, los criminales armados de las grandes potencias entran en Pakistán, que tanto necesita fortificar su terrorismo estatal contra la rabia proletaria. Simultáneamente se pone todo en funcionamiento para fortificar la represión contra el proletariado en Arabia Saudita, Argelia, Líbano, Irán, Siria, Indonesia, Egipto, Malasia, Jordania...; pero también en España, Túnez, Argentina, México, Brasil, Tailandia...; y todavía es peor en los países cuyos estados están a la cabeza de las actuales masacres, como Estados Unidos, Israel y Reino Unido. La terrorista represión estatal se dirige principalmente contra los proletarios que tienen color árabe: la caza antiárabe fomentada por todas las lamentaciones antiterroristas se concreta en cada control de identidad, cada frontera o aeropuerto. En la calle de todas las ciudades ser de origen sudanés, palestino, argelino, marroquí, pakistaní... constituye para la policía una presunción suficiente para ser acusado de terrorista. ¿Acaso existen más pruebas que impliquen a los miembros de la lista elaborada por la policía acerca de los presuntos autores de los atentados del 11 de septiembre o simplemente buscaron los viajeros con apellido árabe?
En todos los países del mundo se dictan nuevas leyes punitivas, se mejoran los tratados de cooperación policial, se afirman espacios geográficos en los que todas las fuerzas terroristas de los diferentes estados nacionales colaboran, se preparan órdenes de captura con validez internacional y hasta mundial, se dictan cada vez más excepciones a los famosos derechos humanos y las acusaciones policiales de "terrorista" son suficientes para la suspensión de las garantías más elementales... Todo sujeto es, en principio, culpable (sobre todo si se presume que es de origen árabe) hasta que no pruebe su adhesión al sistema. De la famosa división de poderes que tanto hicieron gala los burgueses de antaño no queda ni una muestra: los poderes ejecutivos, las policías y las fuerzas armadas decretan la culpabilidad de quien les da la gana, y todos los procedimientos represivos comienzan a funcionar..., hasta las extradiciones. De derechos tan elementales como el hábeas corpus, existente desde la época del imperio romano, queda cada vez menos: la acusación de terrorista es suficiente para que todo eso quede relegado.
Para nosotros, esta agudización de todas las tendencias criminales inherentes al capitalismo es la respuesta de la burguesía y el terrorismo del estado democrático mundial ante el desarrollo del movimiento del proletariado internacional, así como la creciente puesta en cuestión de la monopolización, por parte del estado, de los medios de violencia y terror.
Nosotros, frente a todas las campañas burguesas actuales, militares, terroristas y de defensa de la civilización judeocristiana, reafirmamos, antes que nada, la validez de las posiciones de siempre de los revolucionarios:
• Tu enemigo, proletario, está en "tu propio" país, es "tu propia" burguesía, es "tu propio" estado nacional.
• Opongamos a la guerra capitalista y al terrorismo nacional e internacional de estado la lucha revolucionaria por la destrucción del capitalismo mundial.
• Contra la dictadura de la tasa de ganancia, contra la ley del valor, impongamos las necesidades humanas, la comunidad humana mundial.
Pero... ¿Cómo se llegó a esta situación? ¿Cómo puede haber tanto terror en el mundo? Este artículo pretende responder a estas cuestiones, constituir así una herramienta en la lucha proletaria mundial contra el terrorismo d el capital, y delimitar también las posiciones revolucionarias.
De esta manera Le Monde Diplomatique (octubre de 2001) comenzaba su artículo sobre los sucesos de actualidad.
Es interesante resaltar lo que dice y lo que oculta la socialdemocracia, la izquierda burguesa (1). Resulta sumamente aleccionador el análisis de dichas posiciones frente a los sucesos de la actualidad, tanto por lo que denuncian, como por lo que esconden, porque esta posición está directamente destinada a controlar a los proletarios empujados a luchar contra el capitalismo. Detengámonos un poco en ese análisis, antes de denunciar su punto de vista de base y de clase.
Así, Eduardo Galeano escribe: "Henry Kissinger fue de los primeros en reaccionar ante la reciente tragedia. ‘Tan culpables como los terroristas son quienes les brindan apoyo, financiación e inspiración’, sentenció, con palabras que el presidente Bush repitió horas después. Si eso es así, habría que empezar por bombardear a Kissinger. Él resultaría culpable de muchos más crímenes que los cometidos por Bin Laden y por todos los terroristas que en el mundo son. Y en muchos países: actuando al servicio de varios gobiernos estadounidenses, brindó apoyo, financiación e inspiración al terror del estado de Indonesia, Camboya, Chipre, Irán, Sudáfrica, Bangladesh y en los países sudamericanos que sufrieron la guerra sucia del Plan Cóndor".
De esta manera, todo el espectro de izquierda (en el que predomina el antiimperialismo, cuando no el antiamericanismo primario) se ha cansado de ridiculizar y mostrar el carácter criminal y terrorista de la política de siempre de Estados Unidos. Con buen resultado humorístico y basándose en hechos reales, diferentes expresiones de la burguesía, que no se alinean en la política del principal centro capitalista mundial, han denunciado los diferentes cambios (hasta de 180º) en la política norteamericana durante las últimas décadas, sobre todo en las simplistas definiciones del Bien y el Mal realizadas por la Casa Blanca y el Pentágono. Se puede poner en evidencia que, como en el libro 1984 de Orwell, se nos trata de convencer de que los malos siempre fueron malos, pero basta conocer un poco la historia de los años anteriores para verificar que en muchos casos esos malos fueron financiados, potenciados y militarizados por el propio estado de Estados Unidos, porque, para él, antes eran buenos. Por supuesto que la realidad, en los niveles de locura y delirio en las variables definiciones de maldad, supera ampliamente la ficción orwelliana.
Le Monde Diplomatique nos recuerda así que, durante todo el período de la "guerra fría" (1948-1989), Estados Unidos "se había lanzado a una cruzada contra el comunismo que tomó en algunos casos la altura de una guerra de exterminación de miles de comunistas liquidados en Irán, doscientos mil opositores de izquierda suprimidos en Guatemala, más de un millón de comunistas liquidados en Indonesia... Las páginas más atroces del libro negro del imperialismo norteamericano fueron escritas durante esos años, marcados igualmente por los horrores de la guecontra los sandinistas o en Afganistán contra los soviéticos. Fue ahí, en Afganistán, con el apoyo de dos estados muy poco democráticos, Arabia Saudita y Pakistán, que Washington alentaba, en los años setenta, la creación de brigadas islamistas reclutadas en el mundo árabe musulmán y compuestas de lo que los medios de comunicación llamaban ¡los freedom fighters, los ‘combatientes de la libertad’!".
Galeano escribe: "No sólo los fanáticos religiosos necesitan enemigos, para justificar su locura. También necesitan enemigos para justificar su existencia, la industria de armamentos y el gigantesco aparato militar de Estados Unidos. Buenos y malos, malos y buenos: los actores cambian de máscaras, los héroes pasan a ser monstruos y los monstruos héroes, según exigen los que escriben el drama. Eso no tiene nada de nuevo. El científico alemán Werner von Braun fue malo cuando inventó los cohetes V2, que Hitler descargó sobre Londres, pero se convirtió en bueno el día en que puso su talento al servicio de Estados Unidos. Stalin fue bueno durante la segunda guerra mundial y malo después, cuando empezó a dirigir el Imperio del Mal... Después, los rusos se abuenaron. Ahora, también Putin dice: ‘El Mal debe ser castigado’. Saddam Hussein era bueno y buenas eran las armas químicas que empleó contra los iraníes y los kurdos. Después se amaló. Ya se llamaba Satán Hussein cuando Estados Unidos, que venían de invadir Panamá, invadieron Irak, porque Irak había invadido Kuwait. Bush padre tuvo a su cargo esta guerra contra el Mal. Con el espíritu humanitario y compasivo que caracteriza a su familia, mató a más de 100 mil iraquíes, civiles en su gran mayoría. Satán Hussein sigue estando donde estaba, pero este enemigo número uno de la humanidad ha caído a la categoría de enemigo número dos. El flagelo del mundo se llama ahora Osama Bin Laden. La CIA le había enseñado todo lo que sabe en materia de terrorismo: Bin Laden, amado y armado por el gobierno de Estados Unidos, era uno de los principales ‘guerreros de la libertad’ contra el comunismo en Afganistán. Bush padre ocupaba la vicepresidencia cuando el presidente Reagan dijo que estos héroes eran ‘el equivalente moral de los Padres Fundadores de América’. Hollywood estaba de acuerdo con la Casa Blanca. En estos tiempos se filmó Rambo III: los afganos musulmanes eran los buenos. Ahora son malos malísimos en tiempos de Bush hijo, trece años después".
Y si retrocedemos un poco en el tiempo: "Antes de la segunda guerra mundial, la Unión Soviética, con su ateísmo colectivista que hacía que a los pelados de Wall Street se le pusieran los pelos de punta, era ya un espantapájaros suficiente para que se le hagan sonrisitas a un bigotudo que había sido elegido como el ‘mejor anticomunista del año’ en Alemania, un fulano llamado Hitler, que recordarán tal vez nuestros lectores más viejos. Desde el Vaticano a la Casa Blanca, pasando por una buena parte de las cancillerías europeas, se frotaban las manos ante tal ganga. Con tal enemigo, nuestro enemigo Stalin no podía portarse mal. Y luego, Hitler desilusionó por sus caprichos imprevisibles. Que se le ocurra comerse la mitad de Europa y asesinar a judíos, demócratas y artistas no molestó demasiado, salvo a algunos intelectuales desenfrenados y cerrados al realismo político. El pacto germano soviético, por el contrario, puso seriamente en cuestión el crédito del que gozaban los nazis en los medios democráticos. Lo que vino luego es conocido; nuestro amigo Hitler exageró tanto que terminó desencadenando una pequeña crisis que hizo 60 millones de muertos".
Otros sectores, más radicales, aprovecharon para realizar comparaciones cuantitativas que dejaban totalmente en ridículo tanta compasión por las "inocentes víctimas ciudadanas", llegando a calcular que si por las 5.000 víctimas del Pentágono y el World Trade Center se guardaban tres minutos de silencio, por las masacres imputables al Pentágono y los centros del comercio mundial habría que guardar veinticuatro horas de silencio.
• Acepta la misma definición de terrorismo (como sinónimo de actos violentos que rompen con el orden legal existente) que dan los terroristas de estado a los que pretenden criticar.
• Plantea las cosas en términos de países y no de clases sociales; así, dicen que Estados Unidos "no es... un país inocente", amalgamando "un país" con las masacres realizadas por los intereses de la burguesía mundial sobre la base de las fuerzas regulares e irregulares del gendarme estatal del mundo, Estados Unidos.
• Consecuentemente consideran el problema como un enfrentamiento entre terrorismos diferentes que generan víctimas inocentes de ambos lados, presentándose así como los verdaderos antiterroristas y defensores del orden democrático.
• La política que se deduce de todo eso es por supuesto la potenciación de las instituciones democráticas y, en vez de la hegemonía de Estados Unidos, una hegemonía compartida con otras potencias supuestamente menos inclinadas a esos "excesos yanquis".
• Por supuesto que esta posición es, antes que nada, una posición de clase; una posición que corresponde a los intereses de la defensa de la formación social burguesa mundial y, secundariamente, favorable a las fracciones del capital menos hegemónicas (no competitivas), opuestas por tanto al liberalismo económico; entre ellas hay muchas que no esconden su imperialismo europeísta, sus reclamos para dar vuelta atrás a la rueda de la historia, para imponer la hegemonía europea.
No podía ser de otra manera. La socialdemocracia tiene en el fondo los mismos intereses de clase, más allá de las discusiones internas, que el centro del imperio norteamericano. Así, la fuerza de aquella denuncia del "imperialismo norteamericano" queda ridiculizada por la general "compasión con respecto a las inocentes víctimas". ¡Cómo si esa "compasión" pudiese equipararse cualitativamente con la que se siente por los "millones de otras víctimas" que ellos mismos reconocen! ¡Cómo si sólo hubiese una diferencia cuantitativa!
Si para el estado de Israel, un niño con una piedra es terrorista y el tanque que tira contra la población es antiterrorista, para ellos se trata indiscriminadamente de "terrorismo". Así se colocan como buenos humanistas contra todo "tipo de terrorismo", asimilando sin más el terrorismo de las bombas atómicas, el del bombardeo sistemático de las poblaciones de decenas de países, el del secuestro, la tortura y la exterminación sistemática de militantes en los cinco continentes, con el terrorismo de quien no tiene más que piedras, cócteles molotov o cuchillos de cocina para pelear en defensa de su propia vida.
Así, el socialdemócrata Galeano, que nunca habla de lucha de clases sino de contradicciones entre países y culturas, se decidió a hacerlo en beneficio de los "trabajadores"... ¡del World Trade Center!: "Los terroristas han matado a trabajadores de 50 países". De la misma manera, Le Monde Diplomatique publicaba: "Más allá de la legítima compasión con respecto a las inocentes víctimas de los atentados de Nueva York, ¿cómo no convenir que Estados Unidos no es –más que ningún otro– un país inocente? ¿No participaron en acciones políticas violentas, ilegales y a menudo clandestinas en América Latina, Medio Oriente, Asia...? Cuya consecuencia trágica es una enorme serie de muertos, ‘desaparecidos’, torturados, embastillados, exilados...".
La condena del terrorismo por la socialdemocracia se basa en el más cínico humanitarismo burgués y se reduce a condenar todo lo que escapa a la legalidad y el orden democrático burgués. En muchas partes, el proletariado se negó a participar en esa indignación generalizada de la burguesía que reclamaba por primera vez tantos minutos de silencio. Después fue a través de los chistes que el proletariado se burló de tanta solemnidad que preparaba, en realidad, más militarización y represión.
Para el proletariado, por el contrario, "terroristas" son, antes que nada, las bases mismas del sistema de propiedad privada, las reglas legales y todo el sistema democrático. Terrorista es la separación que existe entre la humanidad y los medios de reproducción de la especie humana, la propiedad privada por un lado y los proletarios desposeídos de todo por el otro. Todas las catástrofes llamadas ecológicas son provocadas precisamente por esa ley de la propiedad privada, que es la insaciable búsqueda de maximizar la ganancia.
Es el mundo basado en la propiedad privada el que mata cotidianamente en todos los rincones del planeta. El sistema capitalista de arriba abajo, desde el más remoto pasado al más moderno presente, está basado en el terror. Sólo el terror a las cárceles, los tribunales, la policía y los ejércitos puede explicar que el ser humano carezca de todo y hasta muera de inanición, viendo la abundancia de mercancías pudriéndose en escaparates. Sólo ese terror fundamental en la privación de la propiedad puede explicar que el ser humano venda su fuerza de trabajo y pierda su vida tratando de "ganarse la vida".
Éste es el abc que "olvidan" todas las fracciones del capital o, mejor dicho, que esconden sistemáticamente para proteger lo fundamental de este sistema que sólo funciona por el terror. De esa ocultación sistemática, de esa complicidad con el terrorismo legal y cotidiano que es el capitalismo, se llega "naturalmente" a una definición de terrorismo basada en la moralidad burguesa. Por este razonamiento, el mundo se dividiría en los inocentes y los culpables, en los pacíficos y honestos ciudadanos por un lado y los terroristas por el otro. Los primeros serían los que respetan la legalidad burguesa. Los segundos serían quienes violan estas leyes, quienes comenten actos que violan los principios del derecho...
Por supuesto que esta concepción es la dominante en la derecha y la izquierda del capital. Parten de la base de que esa legalidad burguesa es en beneficio de todos y que los explotadores tienen los mismos intereses que los explotados en defender este sistema (2).
En realidad tratan de convencer al desposeído, el hambreado, el humillado, el explotado... de que el empresario que, en función de la rentabilidad de su empresa, toma una decisión (como ésas que se toman todos los días en los centros de la industria, el comercio y el capital financiero mundial) que, por ejemplo, significa desertificación y cientos de miles de personas sin agua potable ni algo para comer, pollo con dioxinas, vaca loca, destrucción de la biodiversidad del mar o los bosques, con la consecuente muerte por inanición de millones de personas..., no es un terrorista, sino un perfecto y honesto ciudadano. Es por eso que está protegido por todas las leyes de todos los estados del mundo, por todas las armas que esos estados monopolizan. Como mucho, algunos de esos ideólogos, como los miembros de Attac y compañía, proponen cambiar un poco la legislación para rectificar lo que consideran excesos del capital, "para limitar la acción del neoliberalismo", pero quien respete esas leyes, reformadas o no, no es terrorista. Ocultan que es la tan codiciada maximización de la ganancia en todos los sectores la que extermina la vida (de los bosques, el mar, los animales, los humanos) en los cinco continentes.
Para la socialdemocracia es terrorista, por el contrario, el negro, el indio, el árabe, el latino o, mejor dicho, el desposeído de cualquier parte del mundo y de cualquier color de piel cuando le pega un balazo en la nuca a tan respetable señor empresario o, más todavía, cuando se organiza con otros compañeros para atentar contra el monopolio de la violencia que ejerce el estado en cualquier parte. Cuando la acción de éstos ataca a uno de esos señores, empresa, partido o centralización de ellos, todo el espectro político ideológico burgués (desde los "neoliberales" a la "nueva izquierda") se unifica para "condenar la acción terrorista contra los pacíficos y honestos ciudadanos".
No es considerado terrorista el legítimo y democrático consejo directivo de una sociedad anónima que fabrica armas químicas o biológicas capaces de destruir a la humanidad entera; ni tampoco los mandamases de los centros financieros y comerciales, cuya acumulación de plusvalía implica inevitablemente el hambre y la miseria de la mayor parte de la humanidad; ni las policías, ni los ejércitos regulares. Pero sí es terrorista la acción de los agitadores que tiran un cóctel molotov contra una reunión de esos mismos mandamases o el hecho de que, cansado de tanta explotación y exterminio, cualquier proletario tome un revólver y asalte un banco, cope un avión o reviente a un burgués.
En fin, toda la socialdemocracia admite que las decisiones que toman las grandes instituciones internacionales (como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Unión Europea, los gobiernos y los partidos políticos, así como las uniones empresariales, los "world trade centers"...) pueden implicar millones de víctimas directas o indirectas (hasta ese comerciante de roquefort francés que es Bové declaraba que "el sistema mata a 800 millones de personas por año"), pero no tratan dichas instituciones como lo que realmente son: instituciones terroristas, centros del terrorismo del estado mundial. Y, por el contrario, levantan sus voces para condenar la "acción terrorista" de quienes incendian un banco (¡y por más local o pequeño que sea un banco es siempre una agencia del capital financiero mundial!, y por lo tanto parte del terrorismo general del capital), ejecutan a un empresario o un torturador (3).
Para ellos, el juez, el militar, el policía..., mientras respeten la ley, no son terroristas. Para nosotros, proletarios, el asunto no es para nada una cuestión de denominaciones; nuestras vidas son lo que son, por el terror que todas esas instituciones nos imponen. Es decir que, como en todas las demás cuestiones de este mundo, hay dos "maneras de ver" (o mejor dicho de vivir, de sentir en las tripas), dos concepciones totalmente contrapuestas que se oponen cuando de terrorismo se habla.
No es muy difícil saber entonces a qué concepción obedece esa "condena general del terrorismo", de "todos los terrorismos", de "todas las acciones que provocan víctimas inocentes", que se hace en todos los grandes medios de difusión y a la que se prestan complacidos grupos autodefinidos como marxistas, anarquistas, comunistas, libertarios, trotskistas...
Esa condena general y moralista del terrorismo constituye hoy la mejor propaganda para la consolidación general del terrorismo del capital y el estado, para la guerra generalizada contra toda lucha proletaria, tome ésta la forma de represión abierta o de guerra imperialista contra el proletariado.
Hasta los propios consejeros del centro del terrorismo mundial, cuando Bush habló de "nueva cruzada", le tuvieron que decir que cerrara la boca. El mito de las cruzadas buenas de los héroes cinematográficos de Hollywood no resiste al mínimo análisis histórico, y sólo pueden creerlo Bush y el honesto ciudadano de Estados Unidos, que cree que el mundo depende de sus impuestos y su voto. Teniendo el proletariado de todos los países árabes en contra no podían con estas declaraciones echarse en contra también a sectores importantes de la burguesía. La represión sanguinaria que la burguesía norteamericana quiere imponer internacionalmente requiere un acuerdo lo más amplio posible de todos los estados, de todas las burguesías.
¡Las cruzadas! Ciudades incendiadas, hombres, mujeres y niños quemados vivos, violaciones, destrucciones... El cristianismo (movido ya por la dinámica del capital comercial y de la mano de la espada del absolutismo) y sus cruzadas fueron sin duda una de las mayores catástrofes humanas que nuestra especie conoce. Esa historia es la historia real de la tan idílicamente presentada acumulación originaria del capital. Más tarde, el desarrollo del capital implicó obras tan civilizadoras y cristianas como la quema de "infieles", la inquisición con la sistematización de la tortura, la esclavitud...
Muchas veces se olvida que la esclavitud no fue sólo una vieja forma de producir (como dice la socialdemocracia en general), sino una forma subsidiaria y necesaria (tanto en el pasado como en el presente) para el desarrollo del asalariado y, en general, de la acumulación capitalista. No sólo de la "acumulación originaria", también de la actual.
Así, en los orígenes de la industrialización "a la par que implantaba en Inglaterra la esclavitud infantil, la industria algodonera servía de acicate para convertir el régimen más o menos patriarcal de esclavitud de Estados Unidos en un sistema comercial de explotación. En general, la esclavitud encubierta de los obreros asalariados en Europa exigía, como pedestal, la esclavitud sans phrase en el Nuevo mundo... Si el dinero, según Augier, ‘nace con manchas naturales de sangre en un carrillo’, el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza" (4).
"El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América, la cruzada de exterminio, esclavización y sepultamiento en las minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros son hechos que señalan los albores de la era de la producción capitalista. Estos procesos idílicos representan otros tantos factores fundamentales en el movimiento de la acumulación originaria." (5)
Éste sigue siendo el modelo civilizador de los que hoy se pliegan a la guerra que desarrolla el Pentágono en nombre del antiterrorismo, de Bush y sus cruzadas de "justicia infinita", de Berlusconi y su civilización superior, de todos los que en nombre del antiterrorismo contribuyen al terrorismo generalizado de estado contra el proletariado en todo el mundo.
¿Es que al menos a la población europea la trataron mejor? Para nada, ni ayer, ni hoy. El terrorismo de estado fue también la palanca indispensable para imponer la esclavitud asalariada que se desarrolla siempre en paralelo con la esclavitud a secas: "Los contingentes expulsados de sus tierras al disolverse las huestes feudales y ser expropiados a empellones y por la fuerza de lo que poseían formaban un proletariado libre y privado de medios de existencia, que no podía ser absorbido por las manufacturas con la misma rapidez que se le arrojaba al arroyo. Por otra parte, estos seres, que de repente se veían lanzados fuera de su órbita acostumbrada de vida, no podían adaptarse con la misma celeridad a la disciplina de su nuevo estado. Y así una masa de ellos fueron convirtiéndose en mendigos, salteadores y vagabundos... De aquí que, a fines del siglo xv y durante todo el siglo xvi, se dictasen en toda Europa occidental una serie de leyes, persiguiendo a sangre y fuego el vagabundaje. De este modo, los padres de la clase obrera moderna empezaron viéndose castigados por algo de lo que ellos mismos eran víctimas, por verse reducidos a vagabundos y mendigos. La legislación los trataba como a delincuentes ‘voluntarios’, como si dependiese de su buena voluntad el continuar trabajando en las viejas condiciones, ya abolidas" (6).
Y como muestra de cómo se desarrolló nuestra clase en Europa, citemos algunos elementos de esta progresista legislación que comenzó, en Inglaterra, bajo el reinado de Enrique XIII: "Los mendigos viejos e incapacitados deberán proveerse de licencia para mendigar. Para los vagabundos jóvenes y fuertes, azotes y reclusión. Se les atará a la parte trasera de un carro y se les azotará hasta que la sangre mane de su cuerpo... para que ‘se pongan a trabajar’... En caso de reincidencia y vagabundaje, deberá azotarse de nuevo al culpable y cortarle media oreja. A la tercera vez que se le sorprenda, se le ahorcará como criminal peligroso y enemigo de la sociedad". Bajo el reinado de Eduardo VI se dictó un estatuto, en el que se "ordena que si alguien se niega a trabajar, se le asigne como esclavo a la persona que lo denuncie... Tiene derecho a obligarle a que realice cualquier trabajo por muy repelente que sea, azotándolo y encadenándolo si fuera necesario. Si el esclavo desaparece durante dos semanas se le condenará a esclavitud a vida, marcándolo a fuego con una ‘S’ [de slave, "esclavo" en inglés] en la frente o en un carrillo; si huye por tercera vez, se le ahorcará como reo de alta traición. Su dueño puede venderlo y legarlo a sus herederos o cederlo como esclavo, exactamente igual que el ganado o cualquier objeto mueble... Si se averigua que un vagabundo lleva tres días seguidos haraganeando, se le expedirá a su pueblo natal con una ‘V’ marcada a fuego en el pecho y le sacarán a la calle con cadenas o empleándolo en otros servicios... Todo el mundo tiene derecho a quitarle al vagabundo sus hijos y tenerlos bajo su custodia como aprendices... Si se escapan, serán entregados como esclavos [...] a sus maestros, quienes podrán azotarlos, cargarlos de cadenas, a su libre albedrío. El maestro puede poner a su esclavo un anillo de hierro en el cuello, el brazo o la pierna, para identificarlo mejor y tenerlo más a mano" (7).
Unos dos siglos después, todavía en Inglaterra, ejemplo de la industrialización capitalista, la legislación decía que "los mendigos sin licencia y mayores de catorce años serán azotados sin misericordia y marcados con un hierro candente en la oreja izquierda... En caso de reincidencia, siempre que sean mayores de dieciocho años y nadie quiera tomarlos por dos años a su servicio, serán ahorcados... Leyes parecidas a éstas se dictaron también en Francia... [Durante el reinado de] Luis XVI disponía la ley que se mandase a galeras a todas las personas de dieciséis a sesenta años que, gozando de salud, careciesen de medios de vida y no ejerciesen ninguna profesión. Normas semejantes se contenían en el estatuto dado por Carlos V, en octubre de 1537, para los Países Bajos... Véase pues cómo, después de ser violentamente expropiados y expulsados de sus tierras y convertidos en vagabundos, se encajaba a los antiguos campesinos, mediante leyes grotescamente terroristas, a fuerza de palos, marcas de fuego y tormentos, en la disciplina que exigía el sistema de trabajo asalariado" (8). Ésa es la historia real de la civilización capitalista y el cristianismo práctico. ¡¿Cómo olvidar la historia cuando nos dicen que los terroristas son únicamente los que atacaron las torres de Nueva York y no los que estaban adentro?!
La esclavitud hoyLa civilización capitalista no sólo utilizó la esclavitud como pedestal de la esclavitud asalariada en el pasado, sino que hoy, en el siglo xxi, "existen en el mundo más esclavos que en ningún otro momento del pasado". Esta última frase es la síntesis que hace sobre la situación actual la más antigua ONG del planeta, la Asociación Anti-Slavery (Asociación antiesclavitud), tras afirmar que "hoy existen en el mundo más de 200 millones de esclavos"."Centenas de miles de personas expulsados de su región por la miseria; ‘agencias de colocación’ que les extorsionan dinero sobre la base de promesas miríficas y sin mañana; confiscación del pasaporte (insisto porque es con este gesto que comienza, muy precisamente, la privación de la libertad), ausencia de toda reglamentación del trabajo, los abusos, los golpes, los malos tratos; la imposibilidad de abandonar libremente a un patrón, eso existe y concierne a millones de seres humanos, es una práctica sumamente corriente. Por lo tanto, yo creo que se puede decir: la esclavitud existe; la esclavitud es un sistema floreciente." "Hoy el esclavo viaja en avión, sabiamente sentado entre el esclavo con calculadora y el turista que vuelve del Club Mediterráneo. Sería en vano buscar huellas acusadoras en sus tobillos o muñecas. Durante el tiempo de vuelo se le dejan sus documentos en el bolsillo, así como a veces una carta de reclutamiento formal, firmada por un sonriente patrón de Manila, Dacca o Colombo. Un chofer, le prometieron, lo esperará en el aeropuerto y es verdad. Auto con aire acondicionado, mano atenta que le ayuda a poner su gran maleta en la maletero del coche, sponsor que con un buen apretón de manos le ofrece una copa en el buró de acogida, y le reclama, por algunos días, su pasaporte y sus visas: ‘Cuestión de simple formalidad’. ¡Y el pase mágico queda concluido! Desde el instante en que pierde sus frágiles testimonios de identidad no es más nadie. ¿Esclavo? Ni siquiera, porque hasta se le rechaza su nombre distintivo. Ningún ser humano, ni siquiera en la antigua Roma, ha sido tan bien agarrotado por ese subterfugio, tan bien borrado del registro de la humanidad. Ignorado por las leyes nacionales (podrá protestar todo lo que quiera, ningún oído puede escucharlo y menos aún los de la policía), privado de todo tipo de estatuto, por más inhumano o degradante que sea, se encuentra así de hecho más abajo de lo que lo estaban las ‘piezas’ de mercancía humana en la época del tristemente célebre Código negro que regía bajo el Antiguo régimen el transporte y la utilización de madera de ébano. Pues, el Código en cuestión –redactado en el siglo xvii...– le aseguraba al menos su reconocimiento. El esclavo hoy tiene esta maravillosa especificidad a los ojos del patrón que lo emplea: él no existe... Sin pasaporte, el empleado no puede hacer nada y sobre todo no puede salir del país. El negrero del siglo xviii no tenía este recurso. A favor de la organización actual de los estados y las sociedades, el retiro del pasaporte es un medio de coerción infinitamente más eficaz que todas las cadenas, todos los grilletes y las argollas que usaban antes los traficantes de carne humana. Una cadena invisible." Por supuesto que ejemplos de ese tipo podemos encontrarlos hoy en el año 2001 en Estados Unidos, Sudán, Suiza, Emiratos Árabes, España... Recientemente se ha denunciado el caso de unos esclavos de Benin que estaban secuestrados en Francia y que lograron escaparse, o bien unos cincuenta niños originarios de Marruecos que vivían secuestrados y obligados a trabajar en Italia... Las informaciones que se reproducen aquí fueron publicadas en nuestra revista central en francés, Communisme, número 47 y extraídas fundamentalmente del libro Esclavos, de Dominique Torres, publicado en Ediciones Phébus, en 1996. Los extractos entrecomillados son citas textuales de esta obra. |
Como dijo algún periódico para la ocasión: "Berlusconi dice que la civilización occidental es superior. La prueba, tuvimos a Hitler y Mussolini" (9). En efecto, la civilización, en nombre de la cual se hace la guerra al terrorismo hoy, es la síntesis de todo el terrorismo histórico para imponer el trabajo y la explotación, la síntesis de toda la barbarie de la civilización. La de las cruzadas, la de la exterminación en América de los indígenas que no se sometieron nunca al trabajo, la de la sanguinaria sumisión al trabajo de todos los otros nativos americanos, la de la esclavización de todo el continente africano, la de la explotación industrial con la consecuente esclavización de niños, la del zarismo y el bonapartismo, la de las grandes guerras mundiales, la de los campos de concentración nazis y estalinistas, la de las deportaciones forzadas y las depuraciones étnicas, la de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, la de las masacres en Vietnam, Laos, Camboya..., la que organizó los escuadrones de la muerte y la desaparición sistemática de personas en Indonesia, Chipre, Guatemala, Argentina, Chile, Brasil, Paraguay, Uruguay, Colombia, Perú..., la que continúa hoy mismo bombardeando Afganistán, Irak, Palestina...
¡Qué muestra más evidente de esa superioridad de la civilización que defienden que hasta en el seno mismo de Estados Unidos existan hoy más de dos millones de seres humanos presos!
¡El famoso trabajo libre de los asalariados del mundo sigue basándose en el terror que inspiran las armas de la policía, las prisiones, las torturas! ¡Y qué decir de los 200 millones de esclavos que existen en la actualidad!
¡Qué nos van a hablar a nosotros, proletarios, de terrorismo, si el mundo en el que vivimos sigue basándose en el terrorismo cotidiano del trabajo bajo la amenaza de reventar de hambre!
Ante la catástrofe del mundo capitalista, la cuestión central para la humanidad es hoy más que nunca la destrucción de la sociedad burguesa, la revolución social. Veamos ahora cómo se expresa mundialmente en la actualidad la crítica histórica global del capital, la acción proletaria revolucionaria de destrucción de esta formación histórica.
Haciendo hincapié en los aspectos positivos y de ruptura proletaria de esos dos tipos de batallas de clase, constatábamos especialmente una tendencia a una crítica cada vez más general y explícita del capitalismo, que también se afirmó en Génova. Al mismo tiempo, criticábamos desviaciones y faltas de ruptura que el movimiento manifiesta y llamábamos a asumir "esa tendencia histórica del proletariado a reconstituirse y reconocerse como clase, a afirmar el programa revolucionario...".
Queremos insistir ahora en otros elementos de la actualidad que, aunque todavía de forma dispersa, afirman esa misma tendencia del proletariado a reconstituirse como fuerza mundial. O, dicho de otra manera, queremos poner en evidencia que más allá de las banderas y las consignas muy diferentes, y a pesar de la falsificación general de la información efectuada en todas partes, existen otras expresiones de esa misma tendencia histórica, aunque sea muy difícil percibir el nivel de afirmación de la misma.
Nos referimos concretamente a la lucha del proletariado internacional en los cinco continentes, desarrollada de forma heterogénea y que adopta diferentes banderas más o menos confusas (y hasta a veces burguesas) como la "antirracista", "la antiimperialista", "contra la masacre histórica de los indios", "por la recuperación de las tierras de nuestros ancestros", "contra la esclavitud", "porque todos los culpables históricos de la esclavitud paguen", "contra el sionismo internacional", "contra Estados Unidos e Israel", "contra Rusia"...
Claro que debido a la falta de conciencia de clase del proletariado internacional, tanto en lo más básico (inconciencia de pertenecer a una misma clase con los mismos intereses) como en la perspectiva (unificación clasista para destruir el capital en todo el planeta y constituir una verdadera comunidad humana mundial), nos pueden seguir presentando todas esas luchas como luchas sin intereses comunes, sin perspectiva común.
Sin embargo, poco a poco, esas luchas dejan en evidencia que los enemigos son los mismos: la sociedad mercantil generalizada a escala mundial, es decir, el capital y todos los estados. Al mismo tiempo y bajo formas muy diferentes al pasado (11), el enfrentamiento a escala cada vez más planetaria forzará al proletariado a reconocerse a sí mismo.
Lo que hoy puede parecer una relación establecida de forma teórica, como por ejemplo la existente entre la revuelta en Argelia (12) y la lucha contra los centros del capital mundial y las cumbres de sus capitostes, tenderá a imponerse como contraposición general de proletarios y burgueses a escala mundial, porque esos intereses contrapuestos están ya contenidos hoy en los intereses y las prácticas de ambas clases.
Pero, dada la dominación ideológica y el monopolio total por parte de la burguesía de los medios de difusión, ese proceso real no aparece como tal, se encuentra totalmente encubierto y desfigurado. De ahí que sea tan interesante ver, aunque sea de forma muy sintética, otros ejemplos de esa misma tendencia internacional.
Desde hace años, y particularmente desde 1992, aniversario de los 500 años de terrorismo capitalista para toda América (el llamado "descubrimiento"), se producen un conjunto de luchas de denuncia de la colonización europea, la esclavitud y la masacre de la población autóctona, producida a partir de aquella invasión comenzada en 1492... (13). Desposeídos y explotados indígenas americanos (muchas veces junto con otros proletarios de origen europeo, africano o hasta asiático), asociados en un muy variado tipo de organizaciones de denuncia histórica de la colonización y con diferentes banderas reivindicativas (que van desde el reclamo de las tierras que pertenecieron a sus ancestros hasta el combate, siempre actual, contra la imposición de la cultura judeocristiana), han desarrollado diferentes formas de lucha. En efecto, desde Canadá a Chile y desde Brasil a México, ese movimiento se ha ido afirmando y tomando forma, denunciando el capitalismo desde su origen, haciendo actos simbólicos de denuncia de "la espada, la Biblia y la cruz" aportadas por los colonizadores, reclamando y ocupando tierras, incendiando y destruyendo locales estatales. En muchos casos, este movimiento forma parte de la lucha contra la austeridad impuesta por los gobiernos nacionales y las recetas del Fondo Monetario Internacional, y asume carácter general en todo un país. Los medios de desinformación públicos no sólo informan lo menos posible de esas acciones, sino que cuando informan es para afirmar todos los particularismos de "los indios de cada país", para insistir en las declaraciones sobre la cultura de tal o cual tribu histórica, para mirar paternalmente desde arriba el accionar de las "etnias primitivas", en general para tratar de probar que su lucha no tiene nada en común con lo que pasa en otra parte (14). La socialdemocracia, en todas sus variantes (socialistas, "comunistas", "anarquistas"...), teoriza la no-pertenencia de esos indios al proletariado, sino a la pequeña burguesía (!), lo que por supuesto complementa la labor de la derecha en el aislamiento (y la represión) de ese movimiento, de los otros sectores combativos del proletariado. Esa ideología, que comparten todos los científicos sociales, corresponde, como es lógico, a los intereses dominantes. Sin embargo, en los países donde el proletariado indígena tiene importancia, éstos (no podía ser de otra manera) han tenido un papel decisivo en todas las grandes luchas: en los enfrentamientos masivos contra el régimen de Banzer en Bolivia, en las luchas contra la austeridad y la represión en Ecuador, Perú..., en la lucha contra los torturadores y contra la impunidad en Guatemala, Chile, México..., en la ocupación de tierras en Brasil, Canadá... Más incluso, la unidad real que se da en la lucha proletaria hace totalmente absurda y reaccionaria la diferenciación entre proletario mestizo o indígena americano, africano, europeo... (diferenciación que muchas veces defienden también algunas organizaciones indígenas, que caen en el nacionalismo y hasta en el racismo). Claro que como carecemos de materiales y prensa propia (sería sumamente interesante realizar una cronología y constatar los elementos de coincidencia en el tiempo, así como el creciente desarrollo de esas luchas), la falsificación del movimiento es total. Para reconocer nuestro propio movimiento, siempre hay que destruir el velo con el que se lo oculta y hasta en muchos casos, saber leer entre y hasta detrás de las líneas que escriben nuestros enemigos.
Resulta muy difícil enterarse en el momento mismo de las manifestaciones violentas en tal o cual país, de las ocupaciones de tierra y menos aún de las asambleas o las reuniones celulares que preparan estas acciones. En general, lo que en la prensa aparece es el aspecto jurídico burgués de esa lucha, como por ejemplo el reclamo de tierras efectuado por el representante de tal quilombo en tal estado de Brasil o el reconocimiento jurídico obtenido en tal y cual parte. De este modo, algún diario ha mencionado que en Canadá y Estados Unidos se reconocen los derechos de los indígenas y hasta se les otorgan indemnizaciones por las masacres y expropiaciones que sufrieron sus comunidades en los siglos anteriores.
Nos obligan a reconocer nuestra lucha detrás de los efectos jurídicos, porque es lo único que se publicita. Por supuesto que si publica sólo esto es para aislar a los luchadores y, paralelamente, convencernos de que el fin de la lucha es obtener ese efecto jurídico. Sucede exactamente lo mismo que con el espectáculo Pinochet y el proceso de algunos milicos torturadores en Argentina (15). Los medios de difusión sólo hablan de ese espectáculo jurídico y no de la lucha proletaria contra esos torturadores. Dicho espectáculo tiene por objetivo desarmar la lucha del proletariado, pero paradójicamente es sólo éste el que aparece como real a los ojos de los proletarios de otros países. La realidad sólo se puede intuir detrás de ese espectáculo. Sólo un desarrollo todavía más potente de esa práctica de clase en todos los países romperá ese velo espectacular y dejará al desnudo los intereses únicos de una clase que sólo puede organizarse a escala internacional.
Como en el caso de la lucha contra la impunidad, lo que todos los aparatos de desinformación ocultan son precisamente los elementos de ruptura y desarrollo del movimiento proletario. Hay sin embargo algunos elementos inocultables. En el caso de la lucha del proletariado indígena resulta difícilmente ocultable que la mayoría de las asociaciones en lucha (a pesar de los elementos particularistas en los que se apoya siempre la izquierda del sistema para recuperarlas), en contraposición al capitalismo y la cultura que los esclavizó, se definen especialmente contra todos los países y fronteras. En efecto, la característica más general de esas organizaciones de indígenas en lucha es el no reconocer el país donde viven, en considerar con total claridad el estado nacional como un agente local de la opresión y la explotación histórica que su comunidad sufrió y sigue sufriendo.
Semira Adamu tenía
veinte años. Venía de África, de donde huyó
para escapar a los matrimonios forzados, esperando "encontrar la libertad"
en Bélgica. El estado no la escuchó con la misma oreja y
quiso expulsarla. Pero Semira no aceptó su expulsión. Se
resistió, una, dos... cinco veces.
El estado utiliza el terrorismo frente a todo proletario que resiste. En 1998, durante su sexta tentativa de expulsión, cuando Semira Adamu clamó una vez más su resistencia, los defensores de la ley la asfixiaron, aplicándole violentamente un almohadón contra la boca y la nariz. Su muerte, como la de muchos otros proletarios, le sirve al estado para aterrorizar a todos los otros proletarios que quisieran resistirse a esas expulsiones y traslados forzados de un lado para el otro del mundo mercantil, en función del interés del capital. El terror es efectivamente aquel que todos los días trata de someternos, doblegarnos, de hacernos renunciar a nuestros sueños, nuestros deseos, nuestras necesidades; el que nos hace callar, nos aisla, nos impide reconocernos en los sufrimientos y las necesidades de nuestros hermanos de clase; el que ahoga nuestros gritos, nuestras lágrimas, nuestros llamados; el que nos asesina cuando tratamos de resistir, o más sucintamente de vivir. Semira Adamu fue asesinada, como otros hermanos de clase, porque quería vivir... Que su lucha nos una y nos haga desafiar el terrorismo de nuestros enemigos, el terror del orden burgués. |
Aunque la acción directa de resistencia y enfrentamiento a los diferentes aparatos del estado en algunos países pueda, todavía, ser encerrada por la burguesía en las fronteras nacionales; aunque la acción directa del proletariado contra las cumbres de la burguesía mundial pueda aún reducirse y hasta caricaturizarse como si fuese una simple "lucha de jóvenes" o "libertarios"; la generalización de la lucha histórica de esas comunidades indígenas puede resultar mucho más difícil de encerrar, porque como "los jóvenes" y los no tan jóvenes, las sucesivas reapariciones del proletariado indígena levantan cada vez más claramente, junto con la lucha contra el capital colonizador, la necesidad de abolir las naciones y los estados nacionales en los que se los intenta dividir, reprimir. Sobre todo porque en otros continentes está pasando lo mismo, y el acusado también ahí es cada vez más el capitalismo mundial, la sanguinaria historia del capital.
Para penetrar el asunto, también aquí se impone una "lectura" detrás de los efectos jurídicos de los que la burguesía nos habla. Lo que ellos nos dicen es, por ejemplo, que Estados Unidos e Israel fueron acusados en Durban de ser potencias racistas, que negros de diferentes países de África y América iniciarán sendos procesos jurídicos para reclamar indemnizaciones históricas que les resarzan por los prejuicios sufridos por sus familias, reducidas a la esclavitud, que se siguen generalizando los movimientos de los musulmanes contra los cristianos y los judíos... Por supuesto que esta explicación sirve para justificar todas las contradicciones y las guerras a través del mundo como contradicciones raciales, nacionales, religiosas...
¿Pero de qué manera estos movimientos podrían ser diferentes al movimiento general del proletariado? ¿Qué es lo que ocultan sistemáticamente?
Lo que se oculta es, por ejemplo, que la lucha del proletariado en Palestina no sólo se enfrenta a los capitalistas y los milicos del estado racista (construido sobre la base de la segregación y la represión racial) de Israel, Estados Unidos y un conjunto de países europeos que también contribuyen al terrorismo de estado en la región, sino también a los milicos palestinos, a los cuerpos represivos de la OLP (y también de otras organizaciones palestinas como Hamas o el FLP) y otros estados árabes que tantas veces pactaron paces con Israel para masacrar a las masas proletarias (recordar por ejemplo las masacres efectuadas por el rey Hussein de Jordania). Como paralelamente se oculta también que existe resistencia proletaria en Israel, que ha habido deserciones y dificultades en los cuerpos represivos para hacer aplicar las órdenes. Pero esto que resulta tan difícil comprender en Estados Unidos o Europa es clarísimo para los proletarios de esos mismos países que se manifiestan y se enfrentan a esos estados. Así, en Jordania, Egipto, Irán... hay importantes manifestaciones proletarias contra la burguesía y los respectivos estados, en las cuales, al mismo tiempo que se denuncia la complicidad de los mismos con los estados de Israel y Estados Unidos en la represión del proletariado en Palestina, se levantan como consignas centrales la del armamento y la de la ruptura de fronteras para combatir junto a los niños palestinos que con piedras se enfrentan los tanques represores. Ni más ni menos que el mismo contenido y lucha que el proletariado indígena en las tres Américas: romper las fronteras nacionales y enfrentarse al mismo enemigo.
De la misma forma podemos señalar la convergencia con las luchas del proletariado negro contra los mismos estados y en general contra el capital y todos los estados. Goree, Elmina, Cabo Costa..., centros históricos del tráfico de esclavos son hoy lugares de peregrinación, como lo son también Auschwitz y otros campos de concentración nazis. Unos 400.000 visitantes por año, sólo en Ghana (dice la prensa). La mayoría de ellos son negros provenientes de Estados Unidos, pero también vienen de otros países. Claro que la matanza de negros y el tráfico de esclavos durante siglos no tiene la misma publicidad que los campos de concentración nazis a los que con el tiempo se les han seguido agregando atrocidades (¡se puede relativizar así hasta Hiroshima o Nagasaki!). En efecto, habría que preguntarse quién más que el proletariado está interesado en denunciar el papel de la esclavitud en la sociedad capitalista, en oposición a lo que sucede con la denuncia de los nazis, que objetivamente le interesa hacerlo a la burguesía que ganó la segunda guerra mundial, que es la más poderosa del mundo. Con seguridad es por eso que se reconoce crimen contra la humanidad lo que hicieron los nazis, en especial contra los judíos, pero no se reconoce lo mismo de la esclavitud de los negros, ni de la masacre de los indígenas. E incluso desde el punto de vista de ellos, del derecho burgués, la cuestión es clave porque si hay "crimen contra la humanidad" no hay prescripción. Es un reconocimiento implícito de que, para la civilización capitalista y la cultura occidental y judeocristiana, los negros y los indios siguen siendo mucho menos gente que los blancos, los rubios y especialmente que los judíos..., a pesar de la tan consagrada igualdad y libertad democrática. En el coro de indignaciones y lamentaciones que siguieron los atentados del 11 de septiembre contra los centros de poder internacional del capital, verificamos una vez más que para ellos tampoco hoy los muertos valen lo mismo.
Hace siglos que la igualdad y la libertad legales existen entre negros y blancos, lo que por ejemplo es muy útil para que en Estados Unidos se envíe a los afroamericanos a la guerra (16). Sin embargo, objetivamente, la masacre de los negros sigue teniendo mucho menos valor de cambio que la de los judíos, a pesar de que algunos se atreven ya a desafiar ese monopolio de los genocidios, que el sionismo internacional y las grandes potencias triunfantes reclaman para sí, diciendo: "África está llena de Auschiwtz como Goree. El mundo occidental dice que todo ocurrió hace ya mucho tiempo, pero para nosotros pasó ayer" (17).
Sesenta millones, noventa millones... En realidad nadie sabe nada, pero sin dudas más muertos que en todo lo que el occidente cristiano llama guerras mundiales. Lo mismo puede decirse de la masacre de los indios.
En Durban, los manifestantes enarbolaban carteles y pancartas que decían: "Esclavitud, trata negrera, colonialismo = crimen contra la humanidad". Mezcla rara de activismo radical y de demócratas burgueses, los manifestantes que fueron entrevistados en Durban no parecen afirmar posiciones proletarias e internacionalistas (lo que por supuesto no significa que no había de estos otros; los periodistas siempre entrevistan a los sindicalistas), sino que, según las pocas informaciones que disponemos, se emparientan más a "nuestros" sindicalistas e izquierdistas, tratando de que la lucha no sea contra el capital sino contra sus excesos, y canalizando la misma en forma de proceso jurídico: "Vamos a luchar contra el capitalismo salvaje con sus mismas armas, en los tribunales" (sic) (18) declaraba Humberto Brown, a quien la prensa reconoce como portavoz de los militantes pro indemnizaciones presentes en Durban: "Pase lo que pase en Durban, las indemnizaciones son un hecho que tarde o temprano conseguiremos. Por las buenas o en los tribunales". También aquí, todo indica la necesidad de distinguir entre el movimiento proletario de denuncia de la histórica esclavitud del capital, de lucha histórica contra el capital hoy, y las declaraciones de los delegados y los representantes.
Si para los esclavos y sus descendientes todo pago puede ser una burla, un insulto, el reclamo de estas indemnizaciones para el capitalismo es una amenaza de quiebra generalizada, un verdadero terrorismo muchísimo más grande que el de las torres. El monto en efectivo de las indemnizaciones sería, según la prensa, descomunal: unos siete billones de dólares. Por eso, aunque nunca se pagará con dinero el mal que se hizo con la esclavitud (y más allá de la validez de la discusión acerca de si hay que cobrar o no), la lucha de los descendientes de los esclavos contra el capital para que estos estados paguen parte de sus beneficios obtenidos gracias a la esclavitud, plantea una real contraposición de clases, dado que todo el capitalismo se basó y todavía hoy se basa, como vimos, en la esclavitud. Lo mismo es válido para las comunidades indígenas de todo el planeta.
"¿Qué es el
terrorismo? No hay duda alguna que, cuando un tipo alquila una camioneta
Ryder Truck, la llena de explosivos y la lanza contra un inmueble, se trata
de un acto de terrorismo que debería ser severamente castigado.
Pero, cuando una empresa destruye la vida de miles de proletarios ¿cómo le llama usted a eso? ¿Terrorismo? ¿Tal vez terrorismo económico? La empresa en cuestión no tiene necesidad de fabricar una bomba o de levantar un arma. Ella se contentará con desalojar amablemente a todos los trabajadores, antes que sean éstos los que hagan reventar la casa. Pero, cuando paso delante de los restos de esa fábrica, en Flint, que se parece sorprendentemente a los edificios administrativos víctimas del atentado de Oklahoma City, me cuestiono: ¿cuál es el futuro de todas esas gentes? Algunos traumatizados por la desaparición de su sustento, se suicidarán. Otros serán asesinados por su cónyuge. Comienza a partir de una escena producida por el fracaso de una oferta de trabajo o por el poco dinero perdido en las carreras, y luego de un golpe todo gira mal, muy mal (generalmente es la mujer que paga con su vida). Otros morirán poco a poco, víctimas de la droga o el alcohol, tratando de pasar, con los mejores medios para luchar contra el dolor, una existencia trastornada, de la vida caída en un agujero negro. No acusaremos a dicha empresa de asesinato, menos aún de terrorismo, pero, no hay que engañarse, sus víctimas estarán tan muertas como esas pobres gentes de Oklahoma City, a diferencia de que ellas habrán caído bajo el altar del beneficio." Michael Moore
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Ya se están elaborando listas de las empresas y los gobiernos negreros o beneficiados directa o indirectamente con la esclavitud. "Todas las grandes empresas de Estados Unidos en todos los sectores económicos de dicho país utilizaron esclavos... Si hasta el Capitolio se construyó con esclavos, cuyos dueños recibían cinco dólares por mes" (19). En diferentes ciudades de Estados Unidos (entre ellas Chicago, Detroit y Washington) se han aceptado resoluciones municipales, exigiendo al gobierno federal que analice el impacto de la trata de negros como paso para abordar la espinosa cuestión de las indemnizaciones. Desde principios de 2001, en California, las compañías de seguros están obligadas a informar sobre las pólizas efectuadas por propietarios de esclavos. Simultáneamente en diferentes estados se registran autocríticas de históricas familias burguesas y algunos periódicos publican editoriales "arrepintiéndose" por las ganancias obtenidas con los anuncios de compra y venta de esclavos (por ejemplo, el Hartford Courant, de Connecticut). También grandes empresas aseguradoras se arrepienten de su pasado. Así, Aetna admitió públicamente que en el pasado aseguraba a los propietarios de negros por tan valioso botín. Dicho sea de paso, el descenso de la cotización de las acciones de las compañías de seguros, sobre todo de Estados Unidos, ya estaba trazada desde estos anuncios y por esta razón. Es por lo tanto absurdo atribuirla a los atentados del 11 de septiembre o a la especulación hecha por tal o cual islamista, como quieren hacernos creer. No se necesitaba ser ningún iniciado para saber que en las vísperas de lo que ya se llama el "juicio del siglo" que prepara el Grupo de Estudio sobre las Indemnizaciones, dirigido Harvard Charles Obletree, todas las grandes familias y empresas gringas han empezado a contabilizar, ya hoy en el pasivo, sumas millonarias para los inevitables juicios y las probables indemnizaciones.
Pero no sólo las empresas y el gobierno de Estados Unidos son acusados de esclavitud, también lo son los gobiernos y las empresas de todo el resto de América del Norte, Central y del Sur, que se beneficiaron directamente de la explotación de esclavos. Además, el movimiento proletario que denuncia el papel histórico de la esclavitud, como base del desarrollo capitalista, dice abiertamente que si fue posible llevarse a tanto negro como esclavo, fue por la complicidad de los capitalistas y los gobiernos de la propia África negra, que, cuando no cobraban comisiones por ese tráfico, eran los cazadores y los vendedores directos de los esclavos. En todos los enclaves portuarios adonde se conducían a los esclavos para esperar el barco que los llevaba al "nuevo continente" como Elmina, Cabo Costa o Goree, los presos eran vejados, torturados, violados... por milicos también negros. Los guías que hoy muestran dichos centros de reclusión y tortura, construidos muchas veces por los gobiernos locales en colaboración con la burguesía europea (¡el centro de tráfico de Cabo Costa, por ejemplo, fue construido en 1652 por empresas públicas y privadas suecas!), dicen que a veces los barcos se retrasaban semanas y los presos se pudrían ahí, chapoteando en sus propios excrementos que les llegaban hasta los tobillos. ¡Y pretenden que los proletarios se plieguen a sus campañas "contra el terrorismo"!
Todos y cada uno de los gobiernos europeos, las empresas históricas de todos esos países, los bancos privados y centrales de los mismos (en especial de Londres, Amsterdam...) son acusados de ese tráfico, de haber conformado toda su acumulación "primitiva" de capital sobre la base de la esclavitud. De ahí que en la Conferencia de Durban estuvieran por abandonar la misma, luego de Estados Unidos e Israel, todos los gobiernos europeos.
¿Pero cuál es el límite de estas acusaciones históricas? ¡Ninguno, porque el terrorismo histórico del capitalismo no tuvo nunca (ni tiene) límite! O mejor dicho, el único límite que puede conocer es la resistencia contra la esclavitud. El capital, en su inmunda sed de ganancia y por lo tanto de explotación de la especie humana, no puede tener otro límite que la fuerza de su enemigo histórico en lucha contra la explotación.
También otras potencias y otras culturas comerciaban y se beneficiaban con los esclavos negros. Desde sus orígenes, los estados de los países árabes fueron particularmente activos en este tráfico. La religión musulmana, como la cristiana, no sólo no se opuso, sino que justificó y legitimó la esclavitud. Durante el siglo xix, Zanzíbar (Tanzania) fue el mayor centro comercial de esclavos del mundo. Por año se vendían entre 20.000 y 40.000 esclavos a Turquía, Arabia y Egipto. Junto con Sudán, en el otro extremo del continente africano, fueron los polos más importantes en el negocio multimillonario de captura, transporte y venta de esclavos desde el interior a las costas del continente. Hoy, en pleno siglo xxi, muchos burgueses islámicos siguen comerciando con carne de esclavo ante el silencio de todos los estados.
Por supuesto que lo mismo se puede decir de otras regiones y otras razas sometidas a la esclavitud durante siglos, que fueron decisivas para la acumulación capitalista de las grandes fortunas de China, Japón, Singapur...
Por eso, si no fuera por la presión de la calle (20), la Conferencia de Durban se hubiera contentado, como en general hacen, con algunas declaraciones platónicas y al pedo y hasta hubiera funcionado con la presencia de los representantes de los estados de Israel y Estados Unidos. Si se llegó a plantear la cuestión de la esclavitud como crimen contra la humanidad, si se llegó a esbozar el espinoso tema de las indemnizaciones no fue, en última instancia, gracias a ningún estado. En efecto, dicho tema molesta no sólo a Estados Unidos, Israel y todos los estados de Europa, sino a todos los estados de África negra, Medio Oriente (y particularmente a los islámicos), Extremo Oriente y del resto de América.
Vemos así que, aunque sería absurdo hablar de una conciencia proletaria internacional de la lucha que se desarrolla en todas partes contra el capital, resulta evidente que la vida de todos los días va llevando al proletariado a un cuestionamiento cada vez más generalizado del capitalismo en su conjunto, de su pasado y presente esclavista, racista, criminal, destructor de la vida y la naturaleza. De forma todavía limitada, esas luchas van poniendo en evidencia la relación entre la catástrofe cotidiana y las leyes de la economía mundial (ley del valor), y entre ellas y las guerras que el capital impone (Yugoslavia, Irak, Afganistán...). El hecho de que el odio de clase se exprese cada vez más sobre la base de la acción directa sin fronteras y que en el enfrentamiento inevitable contra los burgueses y el estado de cada país se vuelva a identificar el capital como enemigo histórico constituye una tendencia muy importante y prometedora.
Al mismo tiempo, todas las formas de centralización de la burguesía mundial para defender sus intereses se van identificando como enemigas. Incluso proletarios que ni siquiera saben que luchan contra lo mismo y por lo mismo van reconociendo los mismos enemigos. Así, los centros de la dictadura internacional de la economía son repudiados en todas partes (cumbres de Davos, Organización Mundial de Comercio, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, uniones de estados...) y se hace responsable a esos centros de burgueses asociados de la destrucción sistemática de la naturaleza: mares, bosques, ríos, atmósfera, alimentación... Al mismo tiempo se enfrentan y se denuncian en los distintos continentes a los mismos organismos de represión internacional (OTAN, Pentágono, CIA, NSA, estados de Estados Unidos, Israel, Rusia, Francia...) y nacional (aumento de la represión en cada país, del número de presos y encerrados en hospitales psiquiátricos, de la presencia... policial y militar). Como los atentados del 11 de septiembre atacaron también parte de esos objetivos, los mismos no podían más que suscitar una enorme simpatía de una parte considerable del proletariado internacional, lo que por supuesto no implica que se simpatice con la ideología de quienes pueden haber realizado tales atentados.
Lo que hay entonces, más allá de la realidad inmediata de los hechos recientes, es un cuestionamiento generalizado del capital y el comienzo de una identificación de enemigos. Aunque ese cuestionamiento todavía logra ser cantonado y parcializado por un conjunto de fracciones burguesas en fronteras nacionales, programas de reformas, luchas por conquistas jurídicas o indemnizaciones, juicios espectaculares contra grandes represores, huelgas y manifestaciones pacíficas de protesta..., tiene un contenido revolucionario. La acción contra corriente de los revolucionarios en las batallas de ese movimiento permitirá que dicho contenido se asuma de forma cada vez más consciente.
Los puntos de vista de la burguesía y el proletariado están siempre contrapuestos. Pero esta contraposición es todavía más evidente y terminante cuando de terrorismo se habla, por el "simple" hecho de que la burguesía se siente aterrorizada cuando se rompen el orden y la legalidad burguesa y democrática, y por excelencia define el terrorismo como la ruptura de ese orden, mientras que para el proletariado terrorismo es esencialmente el mundo del capital, el orden legal y democrático.
El discurso contra el terrorismo, que hoy hermana abiertamente a la burguesía de derecha, centro e izquierda, nunca fue, ni puede ser otra cosa, que la afirmación del terrorismo de estado, que la afirmación del monopolio estatal de la violencia. Todos los que hoy se pliegan a esas campañas (pensamos particularmente en todos aquellos que hasta diciéndose anarquistas titularon su prensa Contra el terrorismo) colaboran implícitamente con la gigantesca campaña mundial militarista y bélica que, a pesar de todo lo que dicen, no tiene otro enemigo que la lucha proletaria.
Hoy, cuando la putrefacción social del capitalismo resulta inocultable, todo el programa burgués se puede resumir en "más policía", "más cárceles"... ¡Bonito sistema social cuya única perspectiva es "más milicos"! El secreto de la pervivencia de la esclavitud asalariada y el estado es hoy más que nunca el monopolio total de la violencia y el terror en defensa del orden actual.
El siglo xx fue sin duda el siglo en el que la catástrofe del capital se verificó más en la carne viva de los proletarios: guerras generalizadas, miseria relativa y absoluta (las mayores hambrunas de la historia de la humanidad), aumento general de la tasa de explotación (concretados también en el deterioro de la comida, la bebida, de lo que se respira...), destrucción del medio en el que vive el ser humano (aire, agua, tierra, bosques, mares, ríos...), campos de concentración, bombas atómicas, sistematización de la tortura y la desaparición de personas como mecanismo del estado democrático...
La sociedad burguesa se pudre de arriba abajo, poniéndose en peligro hasta la supervivencia del hombre sobre la Tierra. Sólo la revolución social puede sacar a la humanidad de esta catástrofe; sólo el cuestionamiento generalizado del terrorismo capitalista por parte del proletariado en armas y la consecuente destrucción generalizada de la comunidad mundial del dinero puede abrir una perspectiva verdaderamente humana. Pero mientras esa perspectiva no se concrete, como lo dijimos tantas veces, sólo puede haber más miseria, más guerras, más cárceles, más tragedias humanitarias...
Además (y a pesar de lo dicho anteriormente sobre el desarrollo actual del movimiento contra el capital) el hecho de que la lucha se desarrolle de forma todavía tan poco estructurada, tan poco centralizada, tan poco consciente y organizada de forma internacional, en fin, el hecho de que la misma no se afirme a sí misma sobre la base de una perspectiva única y unificada hace que en la mayoría de los casos la guerra de clases se exprese todavía mayoritariamente en forma individual e individualista. El desarrollo exponencial y a escala mundial del robo, la rapiña, la venganza individual, la acción desesperada, las bandas organizadas en los suburbios, la famosa inseguridad en las ciudades que tanto aterroriza a la burguesía a escala mundial son parte de este fenómeno. Contra esas formas primarias de la guerra de clases, la única solución burguesa es también una mayor represión. En todas partes, la defensa de la propiedad privada asume formas inusitadas de terrorismo.
Peor, la complementariedad entre ese terrorismo, la competencia capitalista que se encarna como competencia entre los proletarios, la acción de las organizaciones nacionalistas complementada con las acciones de ONG y otras lacras humanitaristas transforman esa respuesta primaria del proletariado en criminales luchas intestinas entre proletarios dirigidos por proyectos burgueses: guerras de bandas dentro y entre barrios pobres, guerras de mafias de la droga en las favelas, guerras entre culturas supuesta o realmente diferentes, guerras por el fútbol, guerras lingüísticas, religiosas, entre clanes, étnicas (en general inventadas y desarrolladas por intereses burgueses), entre naciones..., en fin en guerras imperialistas. Es la putrefacción de esta sociedad que, sin salida revolucionaria, conlleva a la putrefacción humana.
Es indudable que toda la evolución actual de la sociedad capitalista lleva a la agudización inevitable de la contradicción entre, por un lado, la reproducción ampliada de esa putrefacción y el desgarramiento de toda la sociedad en guerras entre proletarios encuadrados por intereses burgueses y, por el otro, la unificación y la guerra del proletariado contra toda la sociedad burguesa. En cada punto del planeta y a diferentes niveles e intensidades se reproduce la misma contradicción entre guerra imperialista y revolución social.
Fuera del espectáculo censurado del 11 de septiembre, el público no conoce absolutamente nada: ni los autores, ni sus reivindicaciones, ni su proyecto social. La versión oficial (de todos los estados) es como siempre la de la policía. Por más envergadura que el asunto tenga, para ellos es un problema de buenos y malos, del sheriff contra el asesino: Bush vestido de sheriff declaró que quiere a Bin Laden "vivo o muerto". Como la caída de las torres, ¡es de película!
Es decir, el hecho de que se les caiga todo abajo, que sus símbolos, su riqueza y su tecnología se les haga polvo y escombros por la acción de unos "atrasados", "arcaicos", "fanáticos", "subdesarrollados", "fuera de la ley", no les cuestiona para nada su mundo. Al contrario, sólo piensan en vengarse y masacrar a tales individuos y a cualquiera que ande por el camino. Ellos que hablan tanto de atentados indiscriminados: ¿será con mísiles lanzados desde la gran altura que actuarán discriminadamente?
Ni siquiera se plantean la cuestión cuando ellos mismos declaran que ese "terrorismo" es producto de hombres que ellos formaron, adiestraron, armaron. Ni tampoco cuando constatan que la amenaza química que esgrimen es el más puro producto de sus propios laboratorios, de sus propias experiencias asesinas.
Claro que el hecho los aterroriza, los traumatiza, sobre todo que con tanta policía y tanta tecnología no hayan logrado impedir que unos pobres locos "terroristas" armados con cúteres y tijeras les hicieran tanto daño a todos sus valores materiales y morales. Pero su única solución es más policía, más tecnología represiva, más cohetes y mísiles, más guerra, más sangre y masacre. Ni siquiera se preguntan si ¿estarán adiestrando hoy mismo a los autores de los próximos atentados?; si ¿estarán produciendo las armas de los crímenes venideros?; si ¿estarán formando a sus propios asesinos?
Desde el punto de vista revolucionario, las cosas se conciben de forma totalmente opuesta. No podemos partir de la visión policial, ni tampoco del coro de indignaciones y lamentaciones que le inyectan a la opinión pública para justificar sus propias campañas terroristas. Antes de hablar de la hipótesis oficial, es necesario afirmar que los atentados son objetivamente una concreción gigantesca de la catástrofe de la sociedad capitalista. Son un producto genuino del capital, son el fruto de las contradicciones sociales en la presente situación: producto de la rabia proletaria contra toda la sociedad, pero también de la tendencia capitalista a encuadrar dicho odio de clase en luchas interburguesas, en guerras imperialistas.
Desde el principio, la versión oficial debía designar enemigos estatales o paraestatales; sean quienes sean los autores, para ellos, lo importante es empujar a la guerra imperialista, la guerra entre países, razas, religiones. La catástrofe para la humanidad de la sociedad burguesa es precisamente eso: que, mientras no haya revolución, ellos empujan siempre a más guerra.
No se puede creer en absoluto la versión oficial de que la guerra actual sea contra Bin Laden y su banda. La guerra contra el terrorismo es, antes que nada, una gigantesca campaña mundial contra el proletariado como hemos dicho al principio. En lo que concierne a la guerra contra Afganistán, todo indica que la misma ya estaba decidida y responde a los intereses internacionales de la burguesía petrolera estadounidense que la familia Bush siempre representó.
La cortina de humo de la guerra contra Bin Laden tiende a ocultar el significado de los atentados del 11 de septiembre. Perpetrados con ridículos medios técnicos y financieros, lo que más molesta de dichos atentados es, antes que nada, el haber puesto en evidencia que el cuestionamiento del monopolio del terror por parte de los estados puede ser fruto de un grupo decidido; el haber mostrado al mundo que, por más medios tecnológicos y policíacos que los poderosos desarrollen, ellos no son invulnerables. Dichos atentados atacan directamente símbolos notorios del capital y las potencias imperiales y dan un golpe brutal a la centralización más importante del terrorismo económico, político y militar del capital.
Se hicieron todo tipo de esfuerzos estatales y propagandísticos para ocultar el carácter de los objetivos atacados y presentarlos como si se tratase de un ataque de guerra (¡como los que ellos realizan!) contra "civiles inocentes". Se trata de convencer al ciudadano medio de que él es el blanco del terrorismo (con la campaña del ántrax se hace lo mismo), se lo aterroriza con la idea de que en cualquier avión se puede esconder un grupo "terrorista". Se habla lo menos posible de los daños causados a organismos del terrorismo de estado mundial. Poco a poco se pone en segundo plano el ataque a ese centro histórico de todos los escuadrones de la muerte: el Pentágono. Todo tiende a acostumbrar a la gente a hablar del "atentado contra las torres". Simultáneamente se oculta que la CIA tenía su principal oficina secreta en la costa este en dichas torres o que tal banca tenía parte de su tesoro no sólo en divisas, que se hicieron polvo, sino en oro. Se oculta la muerte de generales, de esposas de generales y de presidentes y gerentes de multinacionales. Tampoco se menciona la importancia estratégica mundial de esos centros económicos, ni de los organismos, las instituciones y las empresas realmente tocadas.
Sin embargo, ¡si ahí no había responsables de la barbarie capitalista, no lo hay en ningún lado! Desde que los patrones se disolvieron en el directorio de la sociedad anónima, el capitalismo es una gran sociedad de responsabilidad limitada. O mejor dicho, ¡de total irresponsabilidad frente a la especia humana! Sólo en publicaciones especializadas para empresas se multiplican las condolencias a multinacionales, grandes especuladores y magnates de las finanzas muertos o afectados económicamente por la destrucción de las torres. Sólo en esa prensa (y suponemos que también en la de los ejércitos), no destinada a la opinión pública, se puede conocer la importancia cualitativa de las personas y los intereses afectados. Sólo a título de ejemplo, mencionemos que en las dos torres se encontraban los locales centrales de tres de las principales empresas mundiales de especulación en Wall Street y las bolsas del mundo: Merrill Lynch, Canton Fitzgerald Securities y Morgan Stanley. También es como de película que con tanto multimillonario en Manhattan se haya impuesto tal bloqueo de la información para hablar de uno solo, aunque todo parece indicar que no estaba ahí: ¡Bin Laden! ¿Es que acaso tienen miedo de que el proletariado piense que ese sujeto es uno de los suyos?
No pudiendo ocultar la incapacidad de todas las medidas de seguridad y terrorismo para impedir esos atentados, se oculta, al menos socialmente, la significación de los mismos. A pesar de la terrorista campaña antiterrorista mundial, a pesar de la imbecilización de la opinión pública, del hecho de que dicha propaganda logra adhesión en capas enteras del proletariado, una parte significativa del mismo sintió que se golpeaba a sus enemigos, que éstos no eran omnipotentes, que eran vulnerables y en muchas partes se sintió y se reivindicó que, tras siglos de impunidad, los culpables comenzaban a pagar sus culpas. Desde el Bronx a Calcuta, desde Santiago de Chile (adonde nadie podía dejar de pensar en el significado histórico del 11 de septiembre) a Dakar, desde El Cairo a Jerusalén, desde París a Génova (después de lo que se llama ya "masacre de Génova"), desde la Banda de Gaza a Tokio hubo alegría y fiesta en barrios proletarios.
En las primeras horas que siguieron a los atentados (y antes de que la censura fuera total), llegaron a filtrarse en la televisión escenas de festejos en barrios neoyorquinos, mientras que al ser entrevistados algunos "marginales" en los barrios pobres de París decían que si ellos no hacían eso es porque no podían, que si encontrasen la forma de hacerlo lo harían. En Argentina, Chile, Guatemala... la alegría entre los proletarios no podía dejar de ligarse a la lucha histórica contra la impunidad. ¿Cuántos aprendices o financiadores de "pinochets" habrían muerto ese día? Las discusiones sobre el significado de esos atentados se ligaban naturalmente a los recuerdos horribles de los secuestros, las torturas, las cárceles... Se recordaba a los luchadores desaparecidos, ¿qué dirían si estuvieran vivos? Se recordaban las escenas vividas de horror, se volvía a contar lo que vieron y lo que sufrieron. Se lloraba de rabia y alegría. Se repudiaba a quienes nunca antes hablaron de "víctimas inocentes", ni "trabajadores" cuando se desaparecía a diestra y siniestra, a quienes ahora, que los que empezaban a temblar "son los de arriba", sí pedían minutos de silencio. Se discutía sobre la culpabilidad directa o indirecta de los que caían ahora en el Pentágono y las Torres, en la sangrienta represión contra los proletarios. ¿Quiénes más que los ricos del mundo, quiénes más que los hombres del Pentágono pudieron capitanear la ejecución masiva de los luchadores sociales? La propia Hebe Bonafini, la Madre, tuvo el coraje de afirmar públicamente su alegría.
¡Y no es para menos! Incluso más allá del golpe a los aparatos centrales represivos, políticos y económicos del capital mundial, quedaron hechos polvo los símbolos de todo el sistema capitalista mundial. Si todas las burguesías del mundo habían reproducido esas torres en sus centros de poder (¡más de 60 torres gemelas en el mundo!) es precisamente porque las mismas ocupan el lugar de verdaderos tótems modernos de la religión del dinero y el capital. Verdaderos símbolos del poder del dinero, emblemas de la religión más omnipresente del mundo (¡la del capital!), la caída de los mismos debía suscitar tanta inquietud y terror en los capitalistas como alegría en los barrios obreros.
Pero por supuesto que esa alegría se basa también en lo desesperado y sin perspectivas de la situación de amplísimas masas proletarias que, como dijimos, luchan de forma dispersa, no son conscientes de la fuerza que poseen y no se reconocen a sí mismos como una misma clase en lucha. Pues si bien esos atentados golpean a los enemigos del proletariado, no desarrollan necesariamente la fuerza proletaria, no organizan, ni dan perspectiva revolucionaria. Incluso antes de referirnos al programa explícito de los posibles autores de esos atentados, nos parece central afirmar que al capitalismo no se lo destruye con una guerra de atentados, que no se lo cuestiona con una guerra de aparatos, que la revolución social no tiene nada en común con una guerra de un ejército contra otro, que al capitalismo no se lo puede demoler sin el desarrollo del proletariado como fuerza mundial, que no se lo puede aniquilar sin la violencia social organizada contra la dictadura del valor que mueve el mundo. La alegría que siente el proletario al ver los símbolos de su enemigo por tierra no hace más que confortarlo en su desesperado papel de espectador aislado.
Vistos desde el punto de vista de la crítica del capital, los atentados, en vez de mostrar el desarrollo de la fuerza y la dirección proletaria, muestran la desesperación de los que no tienen otras armas, que, como los indios, que preferían matarse y matar a sus propios hijos antes de continuar viviendo el calvario de la explotación, prefieren reventar junto con sus enemigos. Afirman el no-programa, la no-perspectiva, el nihilismo más impresionante. Es decir, que, a pesar de atacar a quien atacan, muestran fundamentalmente no la perspectiva de una revolución humana, sino mucho más brutalmente la putrefacción real de la sociedad capitalista. Una muestra palpable de esa falta de perspectiva es que pasado el primer momento de desorganización de la fuerza represiva, la misma se reorganizó y se incrementó a escala mundial sin que hubiera una resistencia potente contra ello.
Es decir, que si bien esos atentados ponen en evidencia la vulnerabilidad del capitalismo y sus estados, no sólo no desarrollan una alternativa revolucionaria, sino que pueden haber partido y/o pueden servir para desarrollar la alternativa exactamente opuesta, la de perennidad de esta sociedad, la de interminable guerra capitalista. Además, y a pesar de la claridad de los blancos elegidos, golpean también a proletarios, lo que por supuesto replantea una discusión importante acerca de ese tipo de acciones.
Algunos días antes, un padre palestino que tenía a sus dos hijos presos en Israel (por lo tanto siendo torturados), ante lo imponente y desesperado de su situación vital, reventó con una bomba, matando a uno que pasaba por ahí en Israel. Muere matando a cualquiera. La situación impuesta por el capital en esa región (por el estado de Israel, pero también por la policía y el proyecto de estado palestino) es tan imponente que ese proletario mata sin sentido a cualquiera (¡incluso a su hermano!). Ése es el tipo de acción que impulsan las organizaciones nacionalistas burguesas como los grupos palestinos de los que habla la prensa: los nacionalistas, los burgueses. A pesar de dar su vida, el pobre tipo sólo es carne de cañón, de una guerra que no es la suya, de una guerra imperialista. Ese atentado fue reivindicado por una organización burguesa palestina. Dicha tendencia no afirma para nada una alternativa a la catástrofe social actual, sino, por el contrario, la hace más fuerte: el capitalismo sólo puede vivir con el desarrollo de esas guerras.
El punto de partida es siempre la espantosa situación en la que viven cada vez más proletarios, la desesperación y la falta de perspectiva revolucionaria, la debilidad de la revolución internacional, las condiciones insoportables de los proletarios frente al impresionante despliegue policial y militar y sus permanentes e inherentes vejaciones. El punto de llegada que le dan las organizaciones burguesas es también siempre invariante: la guerra burguesa, la matanza indiscriminada.
Por eso es también importantísimo denunciar hoy, ante los atentados del 11 de septiembre, toda la perspectiva de guerra de liberación nacional, de guerra anticolonialista con la que ya se embandera a los autores del atentado, tratando así de canalizar el rechazo proletario de la situación actual hacia una guerra "antiimperialista". En efecto, algunas organizaciones trotskistas, maoístas, "anarquistas" y en general de izquierda radical saludaron dichos atentados como parte de una guerra anticolonial. Nosotros hemos explicado ampliamente, en diferentes materiales, nuestra contraposición general a toda guerra de liberación nacional, dado que las mismas no son más que coberturas de la guerras imperialistas, de las guerras que el capitalismo necesita en su desarrollo (21). De lo que se trata hoy es de canalizar toda la rabia proletaria contra el sistema social en el apoyo a la guerra "contra los yanquis", lo que invariantemente favorece a otras fracciones burguesas imperialistas. Dicha tendencia a transformar la guerra de clases en guerra interimperialista no sólo no favorece la destrucción del sistema, sino que lo afirma: la supervivencia del capitalismo implica el desarrollo de esas guerras.
El hecho de que los que explotaron en los aviones fueran "proletarios" (hoy o mañana la sociología burguesa explicará que se trataba de "clase media") no le otorga tampoco un carácter revolucionario a dichos atentados. En la guerra imperialista los que van a morir son siempre proletarios. No mueren como héroes de su clase sino como carne de cañón utilizada por los burgueses.
Los pocos elementos disponibles indican que, aunque los atentados del 11 de septiembre hayan sido hechos por proletarios, no lo hicieron dirigidos por fuerzas revolucionarias, sino que muy probablemente lo hicieron encuadrados por fuerzas estatales, burguesas. En primer lugar porque no corresponden realmente al desarrollo del proletariado como fuerza, ni existen organizaciones proletarias que inscriban su acción en esa perspectiva. Si bien toda la sociedad burguesa empuja al proletariado a la acción desesperada y existen ejemplos en donde los proletarios mueren matando a tiranos o milicos, porque no encuentran otra forma de imponer su fuerza; en la historia del proletariado no existen estructuras organizadas, ni posiciones programáticas, que reivindiquen ese tipo de acciones en donde sus autores planifican y ejecutan su propia muerte (22). La división de los roles, que resulta implícita en la acción en la que unos van a morir y que otros son los jefes, también nos parece que se encuentra afuera y contra el programa revolucionario. Como acto político organizado, que incluye la muerte decidida de antemano de todos sus autores directos, no nos parece que pueda ser ajeno al pensamiento religioso y la existencia de paraísos posmortem. En esto también existe una diferencia cualitativa con los revolucionarios. Éstos no creen en paraísos para luego de esta vida perra y por eso no quieren morir matando, sino que luchan por cambiar radicalmente la vida. Tampoco se dividen entre los que dirigen y los que van a morir. En cambio, estas características las encontramos en la guerra interburguesa y, aunque ello no nos permita afirmar el carácter no proletario de sus autores (o de las intenciones de los mismos), sí nos permite considerar que existe un encuadramiento interburgués y muy probablemente religioso de los autores de los atentados.
Terrorismo:el pan nuestro de cada día11 de septiembre de 2001También ese día,
el terrorismo mercantil mató de hambre a 35.615 niños proletarios.
(Fuente: FAO)
Ediciones especiales de los
grandes cotidianos: cero.
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Es verdad que hay diferencias con respecto a la utilización de los proletarios como carne de cañón que se hace clásicamente en las guerras imperialistas: se matan los proletarios entre ellos y, por un conjunto de convenciones, ambas partes se aseguran no tocar a los grandes jefes, los grandes centros. El pobre desgraciado que pone una bomba y mata a cualquiera que pasa y muere él mismo es un caso claro de esto: de ambos lados mueren sólo pobres desgraciados. Un buen ejemplo de ello son las organizaciones burguesas palestinas que se especializan en esos atentados que no tocan a los poderosos (23). Si hay algo sui géneris en los atentados de Nueva York y Washington es el no respeto de las convenciones de guerra que son generales en todas las guerras clásicas. Es tal vez por eso que aterroriza tanto a la burguesía de todas partes, que haya habido tanta unanimidad burguesa en plegarse a la respuesta estadounidense. No fueron atentados contra cualquiera, sino contra centro del terror económico y militar mundial. Pero subrayada esa diferencia, no se puede negar que también ahí el papel de los "proletarios" no fue otro que el de carne de cañón, fueron literalmente carne de "avión" (cañón), usada como proyectil contra blancos predeterminados por una dirección no proletaria. Contrariamente a quienes consideran que se trata de grupos revolucionarios que expresan "la lucha de la humanidad, de los oprimidos de la humanidad contra el imperio" (24), nosotros no vemos ninguna dirección revolucionaria implícita en dichos actos.
Por otra parte, a pesar de la importancia y la selectividad de los blancos atacados, el secuestro de un avión (como acción no defensiva, para escapar o contra un secuestro policial), sin ninguna consideración con respecto a quién más muere, indica también que no se trata de grupos revolucionarios. Está mostrando la desesperación y la falta de perspectiva de sus autores, el idiotismo creyente de los mismos, así como la posición política de quienes los comandan. El desprecio de la vida humana de éstos pertenece inequívocamente a la sociedad burguesa y es del mismo tipo que los capitostes de toda guerra imperialista, en las que todo eso son "efectos colaterales".
Evidentemente en acciones proletarias o de grupos revolucionarios en el pasado ha habido y habrá muerte de personas no deseadas. El proletariado no desarrolla su revuelta como quisieran los revolucionarios (25), sino que está obligado a la revuelta en las tremendas condiciones de terrorismo estatal que le impone la sociedad burguesa. Evidentemente es absurdo hacer responsable, al proletario en revuelta, de las muertes (como inequívocamente hace la burguesía) que en realidad provoca la sociedad capitalista. Pero los revolucionarios (que saben que quien es responsable de esas muertes es la sociedad burguesa) no planifican las acciones sobre la base de dicha indiscriminación; tratan de evitarlo; y si sucede, se explican públicamente. En los atentados del 11 de septiembre sucede todo lo contrario, no sólo por la falta de explicación del hecho de que se maten también a personas que no pueden ser considerados responsables de la barbarie y el terrorismo de la sociedad burguesa (26), sino también por el suicidio de los propios autores y la elección de los aviones como armas en la que se planifica también la muerte de cualquiera. Que se haya proyectado esto, como si estuviera implícito que se puede matar a cualquiera, desde nuestro punto de vista afirma una vez más que la acción no es propia de revolucionarios y termina facilitando el encuadramiento hacia la guerra interburguesa que justamente se caracteriza por eso.
Esto reabre una clásica y vieja discusión entre proletarios. Algunos consideran responsables de tanta masacre perpetrada por Estados Unidos incluso a los proletarios que viven en ese país, mientras otros insisten en la contradicción central de esos proletarios contra el estado, en que esos proletarios también son brutalmente reprimidos y que todo ataque indiscriminado puede atacar también a nuestros hermanos que luchan en ese país. Para nosotros, ambas posiciones señalan elementos indiscutiblemente verdaderos. El proletariado es responsable de lo que hace "su propio" estado, pues sin su adhesión activa o pasiva este no puede funcionar como gendarme, pero hacer responsable a todos los proletarios de un país es absurdo y todo ataque indiscriminado en vez de favorecer la lucha del proletariado contra "su propia" burguesía refuerza la unidad nacional. Así, si bien la sociedad burguesa tiende irremediablemente a incluir en la violencia y la destrucción a esos proletarios como parte de su propia descomposición (la guerra imperialista es precisamente eso), el desarrollo de la violencia revolucionaria, en contraposición, luchará por delimitar los campos lo más clasistamente posible, empujando a los proletarios de todas partes a la lucha contra "su propio" estado, transformando así la guerra capitalista en guerra revolucionaria.
Resulta imprescindible desarrollar algo esta explicación. Las potencias gendarmes del mundo no pueden desarrollar su criminal función de represión de todo movimiento social proletario, no sólo en ese país sino en muchos otros, sin una relativamente importante unidad nacional; sin la pasividad o/y complicidad del proletariado de ese país. Consecuentemente es inevitable que la lucha proletaria se confronte a dicha unidad. Así, ante la muerte indiscriminada que supusieron los atentados, es normal que los proletarios del mundo pongan esto en relación con el papel histórico jugado por Estados Unidos como principal milico mundial desde su constitución como potencia. Frente a quienes hablan de los pobres que también murieron en esos atentados, muchos subrayan, además de la selectividad cualitativa de los blancos, la responsabilidad histórica de esos mismos pobres ante tanta masacre que organizó "su propio" estado. Efectivamente, desde su constitución, Estados Unidos ha impuesto su poder sobre la base de sangre y fuego en todas partes, y dicha acción sistemática, durante todo el siglo pasado (¡sino desde antes!), no hubiese sido posible si su propio proletariado hubiese luchado contra ello como se luchaba en los países en que se intervenía. En ese sentido es comprensible que contra los medios informativos que llamaban a adherirse a las campañas estatales en nombre de las "pobres e inocentes víctimas de los atentados", algunos militantes proletarios hayan recordado que los atentados atacaban al poder central del imperio y lógicamente a ese pueblo que "se calló y aplaudió las guerras" (27).
Una de las mayores muestras de resistencia intuitiva proletaria que celebramos fue el negarse a las lamentaciones y los minutos de silencio propuestos en todas partes por "su propia" burguesía, por "su propio" estado. Agreguemos lo más evidente que quienes proponen tanto llanto y minuto de silencio matan a más gente en un día que los que murieron en los atentados.
Se puede ir incluso más lejos, explicando globalmente que no sólo Estados Unidos, sino que todos los modelos de desarrollo capitalista logran ese éxito y reconocimiento gracias a que en ellos el capital impone condiciones especiales de conciliación de clase, de sumisión de proletarios y consecuentemente atractivas tasas de explotación y ganancia. Todas las potencias europeas históricas, Estados Unidos, Japón... son ejemplos de esa dinámica capitalista donde se reproducen alegremente no sólo los capitales originarios de esa región, sino que atraen capitales de todo el mundo que encuentran ahí más seguridad. No debe olvidarse al respecto que la potencia de Estado Unidos no es sólo producto de la burguesía de ese país, sino de capitales de todo el mundo que encuentran la seguridad que no encuentran en el suyo, y muchos burgueses que viven en todas partes del mundo tienen hoy más capital en ese país que en el suyo propio (28). Al mismo tiempo, dichos polos, tanto por el desarrollo de las fuerzas productivas que dichas relaciones de clase favorecen, como por la adhesión relativa del proletariado a dicho modelo de desarrollo, pueden permitirse no sólo reprimir en ese país, sino en una región mucho más vasta y hasta en el mundo entero, como lo hicieron y lo siguen haciendo, por ejemplo, los estados europeos.
Una noche ordinariaNos encontramos en un pequeño pueblo, en plena noche. La calma reina, solamente un perro ladra, perturbado por la aproximación de un ligero tintineo. Rápidamente, el silencio deja lugar a un furioso ruido. Vehículos blindados bloquean todos los accesos al pueblo. A golpe de culatas, los soldados de las unidades especiales echan abajo las puertas de las casas. Los niños lloran, los adultos también están aterrorizados. Militares seleccionan, clasifican al ganado humano. Algunos aldeanos son fusilados en ese mismo lugar; otros son arrestados para ser torturados en las cárceles del estado. Al mismo tiempo, los asaltantes colocan dinamita y hacen estallar los hogares de las familias de aquellos que son arrestados.Esta escena de terror podría haber sucedido en Rusia, en 1903, o la "noche de los cristales rotos" en Alemania, en 1938, o desarrollarse en Chile, en 1973, o incluso en un pueblo ruandés, en 1994... Pero no, esta escena se produce hoy día, exactamente en octubre de 2001, y se desarrolla en decenas de pueblos en territorio palestino. El agente local de esta acción terrorista no es nadie más que el gobierno israelí. Para agregar cinismo a la situación, los militares la bautizaron como Operación Gandhi. Este raid no es ni el primero, ni el último, sino el pan cotidiano del proletariado en la región. Este terror ejercido por el estado israelí se complementa con el impuesto a los proletarios por los grupos nacionalistas o/y islámicos palestinos, que no son los últimos en intimidar, pedir rescate y hasta liquidar físicamente a los proletarios recalcitrantes. Que sea en período de paz o de guerra no importa, para el proletariado, la vida bajo el capital significa el terror en la vida cotidiana. |
Ningún estado puede tener una capacidad tan grande de represión de revueltas proletarias en todas partes como la que ha mostrado, por ejemplo Estados Unidos durante todo el siglo xx, sin la colaboración y la complicidad activa o pasiva no sólo de la burguesía mundial, sino de sus esclavos asalariados: participación en la guerra y la represión, trabajo, pago de impuestos, adhesión ideológica, contribución ciudadana y electoral...
Ello explica el odio que se manifiesta contra cualquier estadounidense en diferentes partes del mundo, como el que se puede sentir en Asia contra "los ingleses", o en África contra "los franceses", "los belgas", o en Palestina contra "los israelíes", así como las acciones indiscriminadas que se efectúan contra los "ciudadanos" provenientes de dichos países.
Sin embargo (¡y más allá de lo trágico que puede resultar el hecho de que el proletariado en revuelta ataque a otros proletarios que también pueden encontrarse en lucha abierta contra "su propio" estado!), quienes se benefician con esa canalización aclasista del odio contra las fuerzas represivas del capital mundial son los estados de esos mismos países, que utilizarán cualquier acción indiscriminada para fortificar aún más la unidad nacional, empujando así al desarrollo de la guerra imperialista entre países, pueblos...
La revolución social, que parte de la comunidad humana y tiene por objetivo la comunidad humana, la destrucción de toda violencia entre seres humanos, no puede, en ninguna circunstancia, desarrollar ni empujar a la violencia indiscriminada. Cuando ella se produce, aunque sea producida por la rabia proletaria, lo que prima es la esencia de la sociedad burguesa y su tendencia a transformar dicha rabia en lucha entre fracciones burguesas y/o fuerzas imperialistas.
En tanto elementos más decididos del proletariado, los revolucionarios luchan con todas sus fuerzas contra dicha tendencia, contraponiendo a la guerra entre países la guerra social contra el capital. A toda la burguesía mundial le interesa y le sirve que el odio legítimo contra el sistema social y contra quienes lo defienden se canalice contra todos los habitantes de tal o cual país. El inmundo represor de Estados Unidos que actúa por el mundo, aunque tenga origen proletario, al ejecutar la represión, actúa como burgués, forma parte del terror global del capital. Mientras la burguesía trata de transformar el odio proletario contra él mismo, en odio contra los habitantes de tal país, los revolucionarios luchan por el desarrollo del odio proletario contra todo el sistema social burgués. Los militantes revolucionarios han tratado siempre de evitar que se mate a un proletario por el hecho de que "su estado" es imperialista, pues eso conduce a un antagonismo entre países que favorece la guerra imperialista. Contra ello empujan al proletariado de esas potencias imperialistas a luchar contra "su propio" estado. La destrucción de los ejércitos imperialistas del capital no puede realizarse contraponiéndole otros ejércitos, sino sólo sobre la base del derrotismo revolucionario del proletariado, la descomposición revolucionaria del ejército, como sucedió incipientemente en la guerra de Vietnam, cuando los soldados comenzaron a tirar contra sus propios oficiales y cuando los reclutadores para el ejército se enfrentaban violentamente a la juventud proletaria. ¡Al fin de dicha guerra las fuerzas armadas de Estados Unidos evaluaban en un millón de personas el déficit de reclutamiento!
Claro que esa lucha está a la vez favorecida por los golpes recibidos por la potencia imperialista en su actuación en tanto que policía internacional. Así, la resistencia proletaria interna en Estados Unidos a la guerra de Vietnam sólo adquirió potencia y fuerza real cuando comenzaron a llegar muchos cadáveres a Estados Unidos, lo que a su vez fue la contrapartida inevitable de los millones de cadáveres de proletarios vietnamitas.
La barbarie del capitalismo en ese sentido no puede tener otro límite que la revuelta proletaria. Si bien es lógico entonces que el proletariado mundial vea con simpatía toda descomposición de la potencia imperialista de Estados Unidos y hasta pueda contemplar con alegría la muerte de los proletarios sometidos a dicha potencia, ello no expresa necesariamente el desarrollo de la potencia del proletariado mundial contra el capital. Para esto último se requiere que el desarrollo de la actividad revolucionaria en otros países se acompañe, se complemente, con la actividad revolucionaria del proletariado en ese país contra el estado. En la actualidad, ello plantea evidentemente toda la cuestión de la trágica debilidad internacional del asociacionismo proletario, la cuestión de la organización y la centralización de la acción revolucionaria, sin la cual la burguesía de esa potencia, basándose en la indiscriminación de la acción, podrá siempre transformar la misma en parte de la guerra imperialista.
Por ello, si bien es comprensible que, ante los atentados del 11 de septiembre, muchos proletarios hayan explicado la muerte indiscriminada por la complicidad del "pueblo de Estados Unidos" es de subrayar que la organización que efectuó los atentados ni siquiera parte de ese tipo de preocupaciones; es como si estuviese implícito que cualquier estadounidense es enemigo, y eso también se sitúa en los antípodas del programa proletario.
El mismo hecho de la no reivindicación de los atentados, el nihilismo político, el ocultamiento de los fines de la acción (29), está indicando una forma de actuar que corresponde a la descomposición social vigente y no a una clase revolucionaria. Es verdad que el nihilismo no es originario y necesariamente burgués, que se desarrolla ante la desesperación y la falta de perspectiva social revolucionaria (en general en épocas pre revolucionarias), pero, incluso en este caso, se presta a una recuperación y una estructuración por parte de las fuerzas burguesas, tan reaccionarias y contrarrevolucionarias como las que combate. Por lo tanto, aunque anuncien el derrumbe de una sociedad (y no tenemos dudas de que los atentados del 11 de septiembre lo hacen), son parte de una descomposición todavía negativa de la misma. Por más simpatías que puedan suscitar, están afirmando el modus vivendi del capital y sus guerras.
En efecto, los revolucionarios no esconden su perspectiva. La confusión que genera la no reivindicación permite que se afirme la tesis de lucha entre estados enemigos, entre culturas y civilizaciones, entre religiones. Y particularmente la tesis de una guerra entre la actual civilización y el islamismo radical, el fundamentalismo religioso que, como todos nuestros lectores saben, es una fuerza total y completamente contrarrevolucionaria. Por eso, el estado de Estados Unidos, incluso desde los primeros instantes y muy posiblemente sin tener la más remota idea de la organización que había hecho tales atentados (hay que tener en cuenta que en este país nunca se descubre quién está atrás de los atentados, como lo muestra el hecho de que nunca se haya descubierto, después de tantos años, quiénes fueron los instigadores de los asesinatos de los dos Kennedy, Luther King, y muchos otros), anunció la guerra concreta contra fuerzas estatales. Si los atentados habían golpeado a los burgueses y su centralización, la guerra contra sus autores debía fortificarlos y en esto, el silencio de éstos últimos, en tanto que organización, los hace cómplices de ello, de la campaña y la guerra imperialista. Entonces, sean o no Bin Laden y sus amigos (30), quienes llevaron adelante tales atentados, el vacío reivindicativo sumado a la pasividad proletaria, empujan objetivamente a la guerra imperialista.
Autocrítica, oportunismo o los meandros del federalismo(Federación de comunistas libertarios del noreste –de Estados Unidos–) del 11 de septiembre, antes de los atentados "Pasemos a la acción directa [...] Es en el corazón del imperio de las multinacionales que se erigen las fortalezas arrogantes del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Para protegerlas, miles de robocops son entrenados en la guerra química. En esas gigantescas casas de empeño, bien escondidos, los feroces tiburones capitalistas... Nuestros desfiles y manifestaciones no van a ninguna parte. Seguimos dando vueltas en círculo. Corremos de cumbre en cumbre con la esperaza de ser comprendidos por los poderosos o al menos reseñados por los medios de difusión. Se ignoran nuestras pancartas. Se ridiculizan nuestras marionetas. Se rompen nuestras banderas rojas y negras... El ruido no cambia el mundo. El espectáculo de las manifestaciones se olvida rápidamente. Una confrontación simbólica con colchones y cócteles molotov sigue siendo una confrontación simbólica. Alimentarse de migajas no puede nunca saciar nuestro apetito. Manifestaciones, manifestaciones y manifestaciones... ¿No podemos pasar al fin a hacer otra cosa? Sí, a la acción directa... Actuaremos sin intermediarios, no puede haber mediadores en la lucha de clase. Desafiaremos la autoridad del estado: sus leyes son nuestras cadenas. Violaremos la propiedad privada de los capitalistas: no pueden ofrecernos nada que ya no nos pertenezca. Pasaremos a la acción directa. ¡Por la anarquía y el comunismo!" Comunicado del Nefac después de los atentadosAmbos comunicados emanan de la NEFAC y fueron publicados por A-Infos, aunque no parecen venir del mismo colectivo en el interior de esa federación. Sólo los meandros del federalismo pueden explicar la coexistencia de posiciones tan antagónicas. |
Al principio hubo alguna reivindicación de grupos izquierdistas japoneses (no confirmada luego), se pensó también en grupos "incontrolados" de orígenes diversos (palestinos, del Extremo Oriente...) o por la fecha, en grupos latinoamericanos y más específicamente chilenos. Pero la no reivindicación explícita, el morir matando, el hecho de que el atentado suicida sea la panacea del islamismo radical en todas partes, que la formación ideológica para morir de esa manera haya sido transformado en el modelo de esa religión y fuerza burguesa luchando por el reparto del mundo, confirmaría la tesis oficial de ligar dichos atentados al islamismo radical.
En cuanto a la versión oficial de culpar a Bin Laden y su organización y al estado de los talibanes en Afganistán, nos parece mejor no especular con dicha hipótesis. Por ello no insistiremos aquí en el oscurantismo represivo de dicho régimen, la represión de la mujer, el terrorismo de estado que lo caracteriza. El tema está suficientemente de moda porque dicha denuncia corresponde ahora a los intereses de los que dirigen las grandes potencias e imponen la guerra y la masacre en Afganistán. Digamos simplemente que esas fuerzas son enemigas de la especie humana, como todas las fuerzas capitalistas, y que, a pesar de sus contradicciones en el reparto del mundo con otras potencias capitalistas, no ofrecen otra perspectiva que el capitalismo, la guerra, la represión. Nada más lógico entonces que ayer hayan sido aliados de los criminales de guerra estadounidenses, con Bush a la cabeza.
A pesar de la alegría suscitada en franjas enteras del proletariado, porque el golpe fue contra su enemigo, dichos atentados no constituyen tampoco un debilitamiento de la sociedad capitalista en general (aunque sea un golpe muy grande para muchas fracciones del mismo), ni desarrollan la fuerza del proletariado. La teoría de la lucha aparato contra aparato, como la del foquismo, o en general las concepciones militaristas llevan a callejones sin salida (por lo general a la guerra imperialista) y, como tales, son teorías contrarrevolucionarias. Su punto común es siempre la teoría de la transferencia de fuerzas de un aparato a otro, al mismo ritmo que los golpes de uno y otro bando se desarrollan. Dicha teoría, independientemente de que los combatientes sean o no proletarios, corresponde efectivamente a la guerra entre potencias burguesas, pero no se adecua para nada al desarrollo de la lucha de clases. Puede funcionar entre ejércitos, pero no entre proletariado y burguesía, entre revolución y contrarrevolución, en donde las dos fuerzas se van desarrollando y erigiendo una contra la otra de forma cada vez más potente (31).
De la misma manera que la revolución social no se puede parar con más y más policías, tampoco puede hacerse sobre la base de atentados, guerrilleros o, en general, al desarrollo exclusivamente militar de otra potencia. Ese esquema corresponde al de la guerra imperialista. La destrucción de la organización social actual, por el contrario, sólo puede ser obra de otra organización social, de la acción revolucionaria de los productores organizados.
Es cierto que todas las luchas del proletariado en todas partes del mundo se enfrentan a los mismos enemigos que los autores de los atentados, y de ahí la enorme confusión que crea. Es cierto que en Seattle, Praga, Génova, Argelia, Palestina, Ecuador, el proletariado denuncia y se enfrenta a los mismos gendarmes del orden mundial, la OCM, el Pentágono y los centros del comercio mundial (¡World Trade Center quiere decir, exactamente eso!), aunque les cueste tanto reconocerlo a los socialdemócratas partidarios de la lucha "contra el neoliberalismo" y "contra la mundialización" (o por "otra mundialización"). Tanto, tanto que los rectificativos y las autocríticas solapadas también son de película.
Así, incluso en grupos en ruptura clasista que expresan posiciones correctas se impone con los atentados la sumisión general al ambiente de condolencias y llantos que el estado requiere para sus campañas terroristas.
Nunca en la historia hubo más "marxistas" y "anarquistas" declarando su antiterrorismo y plegándose así objetivamente al terrorismo de la guerra capitalista. Justamente esos socialdemócratas son los que con sus lamentaciones y sus críticas de todos los terrorismos (aunque le agreguen "de estado", no critican nunca el terrorismo legal y democrático del capital) colaboran con el terrorismo generalizado, con la guerra del capital contra el proletariado.
Por eso les resultó totalmente coherente creer integralmente en la visión de las agencias policiales de Estados Unidos. Es mucho más fácil asustarnos con el cuco de los terroristas islámicos, con el terror de los talibanes y su fanatismo religioso, para llorar a las "víctimas inocentes" y contribuir así a la campaña militarista de la burguesía mundial. ¡Se evitan así analizar las determinaciones sociales y objetivas que condujeron a dichos atentados!
Desde el punto de vista del proletariado, por el contrario, es importante afirmar la contradicción social que dichos atentados expresan, pues al mismo tiempo atacan objetivos que el proletariado enfrenta en su lucha, pero no desarrollan dichas luchas, ni en general la fuerza proletaria, ni tampoco dan una perspectiva contra la sociedad actual. Al contrario, la ideologización de ese tipo de accionar puede (como ha sucedido muchas veces) confortar al proletariado mismo en el papel de espectador de una guerra aparato contra aparato, sin darse cuenta de que a quien esquilan es precisamente a ese espectador: él es el que paga esa guerra, quien termina siendo su carne de cañón. En fin, desde el punto de vista revolucionario, lo decisivo es el desarrollo de la acción directa del proletariado mundial, combatiendo toda creencia de que alguien puede hacer la revolución social en lugar de la organización del proletariado como clase, como fuerza internacional. La ideología de que un grupo de elegidos, mártires o "revolucionarios", puede cambiar la catastrófica situación social se contrapone también a la organización del proletariado en partido, en potencia social mundial destructiva del mundo capitalista.
A pesar de lo directa que parece la acción, como desarrollamos en el artículo sobre las cumbres y las anticumbres, ella no tiene nada que ver con la contraposición histórica de la acción directa proletaria contra el parlamentarismo. La acción directa proletaria es la que puede hacerse aquí y ahora; la que puede reproducirse por doquier y cada vez por más grupos de proletarios. En cambio, la acción individual y espectacular se corresponde también a la ideología que denunciamos igualmente en ese texto de la mitificación de la importancia de esos centros mundiales del capital o de las cumbres de sus personeros. Las decisiones del capital, que están sometiendo a la humanidad a la mayor barbarie de toda su historia, no son tomadas en ningún centro, sino que son la aplicación en todas partes de la ciega ley que lo mueve: la de la obtención de la mayor ganancia posible.
La revolución será todo lo contrario a la acción de un puñado de héroes que constituyen un ejército, mientras el proletariado mira la televisión y aplaude. La revolución se desarrolla, por el contrario, en la acción directa del proletariado, en la asumación cada vez más generalizada de dicha acción y en el consecuente proceso de organización como clase, aunque por supuesto ello implica grupos organizados, acción de minorías revolucionarias.
Sí, la violencia o el atentado político son parte del movimiento histórico del proletariado en las condiciones de violencia impuestas por la sociedad burguesa. No es una opción teórica, sino una determinación eminentemente práctica de la vida de quienes son sometidos a la explotación y la opresión. En cambio, el suicidio y la acción espectacular de decidir ir a morir matando no es una receta que pertenezca a la trayectoria revolucionaria. Incluso las organizaciones de origen proletario que sostuvieron las concepciones (que nosotros criticamos) de la acción ejemplar, la propaganda por el hecho, la transferencia de fuerza, el foquismo, el guerrillerismo (que ya se sitúan lejos de los atentados suicidas de los islamistas) degeneran políticamente al enfrascarse en dichas concepciones y tarde o temprano caen en la lucha aparatista y sirven a fuerzas nacionalistas, burguesas.
Si bien los revolucionarios (empezando por el propio Marx) reivindicaron siempre el terrorismo revolucionario como única forma de eliminar el terrorismo del capital, hoy, las únicas reivindicaciones de esos atentados como "terrorismo revolucionario" pertenecen a organizaciones burguesas que se alinean en la defensa de las guerras imperialistas, es decir, de las guerras contra tal o cual imperialismo. Para nosotros, ésa es la perspectiva capitalista y, a pesar de la apariencia, se encuentra en contraposición total con el terrorismo revolucionario.
La única posición revolucionaria válida es la lucha contra todas esas fuerzas. Ni detrás de los que lloran por esos atentados y preparan la guerra, ni detrás de los organizadores de anticumbres, ni detrás de los liberadores nacionales, ni detrás de los organizadores de los atentados del 11 de septiembre. Aunque éstos parezcan mucho más radicales, el proletariado sólo puede afirmar sus intereses y su perspectiva también contra todos ellos.
Bin Laden, los talibanes, los ayatolá y en general, los islamistas radicales, son tan enemigos nuestros como los son todos los estados, todas las religiones. Sin embargo, no debemos desconocer que los atentados les han dado una aureola todavía más radical de la que ya tenían. Desconocer esto sería incapacitarse para comprender lo que sucede en países y zonas con predominancia musulmana, sería no tener en cuenta la capacidad de esas fuerzas para canalizar y liquidar el movimiento proletario, como sucedió en Irán en 1979. Lo que en Occidente pasa por ser de derecha, cumple la función de extrema izquierda en esa zona; lo que se juzga como un arcaísmo y la socialdemocracia define como un retorno al pasado (¡hasta feudal!), es un producto totalmente moderno del desarrollo del capital en esas regiones y asume un papel de extrema izquierda contra el proletariado. El mismo supuesto primitivismo que "se observa" desde Occidente, no puede más que aparecer como una supuesta alternativa mejor, ante un proletariado que fue constatando en su carne viva que todo el progreso del capitalismo fue contra su vida. Es el desarrollo mismo de las fuerzas productivas del capitalismo el que produce la modernidad del "primitivismo", la atracción del proletariado por concepciones cada vez más de moda de darle vuelta a la rueda de la historia para atrás. Y no se deberían reír tanto de ese "primitivismo" los supuestamente "superiores" proletarios occidentales, que cada vez más y con razón, tratan de escapar a los hospitales y los médicos y van al curandero y se tratan con plantas, como hacían sus abuelos; buscan ilusoriamente una comida que no sea cada vez peor, una comida como la de antes, sin pesticidas, sin productos químicos... También en Occidente, bajo otras banderas y sustentado también en la tragedia que significa para la enorme mayoría de la especia humana el progreso del capital, se desarrolla esa tendencia a la ficción de poder "ir para atrás". ¡Se trata de una tendencia modernísima de la catástrofe capitalista! Aunque la misma se desarrolle como resistencia al progreso, es un producto del mismo. Atribuirla a la falta de desarrollo, al atraso y supuesto feudalismo de los talibanes, es creerse en el polo positivo del progreso que el capitalismo muestra, es aceptar lo que el capitalismo dice de sí mismo, es adherir a la concepción dominante y burguesa del progreso. El capitalismo morirá precisamente porque su progreso se contrapone cada vez más con las necesidades humanas, porque una parte cada vez mayor de la humanidad lucha y luchará abiertamente contra el mismo.
Por otra parte los discursos de algunos islamistas radicales pueden ser mucho más seriamente contestatarios que los de nuestros socialdemócratas de izquierda occidentales. En vez de levantar como banderas las de la socialdemocracia occidental y cristiana (mayor democracia, gobierno popular u obrero, democracia popular o de base, luchas pacíficas por la obtención de tal o cual derecho) y, conociendo la radicalidad de la lucha de clases en la región, no dudan en hacer alusiones claras a elementos del programa revolucionario (abolición del dinero, las fronteras, llamados a la acción directa y la violencia, crítica de la democracia...), aunque por supuesto su función sea la de asegurar la contrarrevolución. Justamente, este discurso radical corresponde a su perspectiva de jugar el papel de última barrera de contención contra la revolución.
Es indudable que dichas fuerzas canalizan (como no lo pueden hacer en la región fuerzas que en Occidente se llaman de izquierda) una parte muy importante del odio del proletariado mundial contra sus opresores, y la transforman en lucha religiosa, lucha democrática, lucha contra tal o cual potencia. No creemos que Bin Laden, como ya se escucha por ahí, vaya a ocupar un lugar similar al de Che Guevara. No tanto porque uno fuera de izquierda y el otro de derecha, sino porque Bin Laden no desarrolla ningún proyecto universal que pueda atraer al proletariado de todos los países. Por el contrario, Bin Laden parte de una reivindicación religiosa y de la defensa de una civilización particular contra otra, mientras que el Che, aunque –y a pesar de sus críticas– defendiera objetivamente los intereses de un bloque imperialista (nunca rompió programáticamente con el estalinismo, ni con los partidos estalinistas como lo pone en evidencia sus absurdas esperanzas en éstos antes de su muerte (32)) se reivindicaba de la lucha universal por la revolución del proletariado en todo el mundo.
A pesar de ello no podemos dudar que Bin Laden y su banda armada ya cumplen un papel contrarrevolucionario de primer orden, acreditando las tesis oficiales acerca de los atentados que impulsan la contradicción entre imperialismo y resistencia islámica, empujando a la guerra imperialista antiterrorismo versus islamismo, encuadrando al proletariado en una guerra que no es la suya, en la que tiene todo que perder y nada que ganar.
Y por supuesto que no nos estamos refiriendo sólo a la situación desesperada en la que se coloca a los proletarios en Afganistán, en donde se los trata de mandar al matadero en nombre del islamismo al mismo tiempo que soportan las bombas, los mísiles y las masacres de las fuerzas imperialistas coaligadas. No nos estamos refiriendo sólo a esos proletarios en Afganistán que objetivamente se encuentran entre dos fuerzas que lo codician como carne de cañón y que en uno y otro caso lo amenazan de muerte, sino que queremos subrayar que esa situación se presenta cada vez más en otras partes: Palestina, Pakistán, Chechenia... Más globalmente todavía, dicha polarización interburguesa implica la generalización de la perspectiva militarista de todos los estados y la consecuente represión generalizada del proletariado mundial.
Bush y Bin Laden, ayer aliados, hoy se acusan simétrica y justamente de terrorismo en la lucha por el mismísimo objetivo: la transformación de la guerra de clases en guerra imperialista.
Nuestro objetivo es exactamente el opuesto, transformar la guerra imperialista en revolución social.
Sólo el desarrollo de las luchas proletarias actuales contra la burguesía y los estados de todos los países, (que, como vimos, aparecen todavía bajo formas tan diferentes y heteróclitas que a la clase le sigue costando muchísimo reconocerse en ellas), sólo su organización y su centralización podrán desarrollar la revolución contra todas las guerras actuales, contra el terrorismo del capital en todo el mundo.
En los días siguientes, "los disturbios se extienden a muchos pueblos de Cabilia, causando decenas de heridos e importantes daños materiales" (1). "La manifestación de protesta contra el apaleamiento y arresto de 3 estudiantes en donde se gritaban consignas hostiles contra el poder de Amizour, degeneró en enfrentamientos que se extendieron a toda la región denominada Pequeña Cabilia)" (2).
El sábado 21 de abril ya "son cientos, muy jóvenes, a menudo estudiantes de secundaria, los que manifestan su rabia lanzando neumáticos ardiendo, piedras y cócteles molotov contra las comisarías sitiadas de Beni-Douala, El-Kseur y Amizour" (3).
El domingo 22, en Amizour, a pesar de los llamados a la calma lanzados por las familias de las víctimas y los dirigentes del FFS (Frente de las Fuerzas Socialistas, actualmente partido de oposición), "los manifestantes atacan a la brigada a pedradas, incendian dos vehículos de la gendarmería, así como la sede de la daira [‘subprefectura’] y las dependencias del estado en el municipio, y saquean los juzgados" (4).
La acción del proletariado en Argelia es, desde los primeros días, directamente violenta y dirigida contra "su propia" burguesía. A partir de un acontecimiento particular y local, como una gota de agua que hace desbordar el vaso, el proletariado consigue afirmar de pronto su existencia. Ocupa la calle en todos lados. Enseguida la gendarmería deja de ser el blanco exclusivo, y la venganza proletaria se generaliza contra el conjunto de instituciones del estado, tanto civiles como militares. La violencia de clase contra la burguesía se produce sin concesiones: incendios, destrucciones, saqueos, reapropiación directa de las mercancías, enfrentamiento a la represión...
Como siempre, frente a estos acontecimientos, la burguesía trata de calmar como puede la efervescencia proletaria, utilizando simultáneamente el garrote y la zanahoria. Desde el lunes 23 de abril, las unidades antidisturbios son desplazadas desde Tizi-Ouzou (capital de Cabilia) hasta Beni-Douala, situada a 20 km. El día 24, las autoridades, manifestando sus "deseos de apaciguamiento", anuncian la suspensión del jefe adjunto de la seguridad de la wilaya ("prefectura") de Bugía, la detención del milico autor de los disparos mortales en Beni-Douala y la puesta en funcionamiento de un "programa especial de ayuda económica a esta región". Además difunden llamados a la calma efectuados por los familiares del estudiante asesinado, que se dicen decididos a "iniciar los procedimientos judiciales para que se juzgue a los responsables".
Pero ni las promesas, ni los llamados a la calma que hacen los parientes de la víctima, así como los partidos y organizaciones socialdemócratas (RCD, FFS, MCB...) (5), ni tampoco el despliegue de las fuerzas represivas logran impedir que el conflicto se generalice. Al mismo tiempo se produce un nuevo ataque al edificio de los juzgados, que refleja la poca ilusión que tienen los proletarios en los resultados de las "persecuciones o procesos judiciales". Los partidos socialdemócratas se muestran incapaces de modificar esta determinación y orientación violenta de los proletarios, que escriben en sus banderas: "Ustedes no nos pueden matar porque ya estamos muertos". La indigencia total a la que les ha conducido el capitalismo es lo que los impulsa a luchar sin concesiones.
Algunas cifras pueden dar una idea de la situación. De 1991 a 1999, en ocho años, el "poder de compra" del proletariado en Argelia ha bajado un 60%. Entre 1999 y 2001, el número de personas declaradas "viviendo en condiciones de pobreza" pasó de 10 a 14 millones, de los 30 millones de habitantes que tiene Argelia. Cerca de la mitad de la población vive con menos de 50 dólares por mes, mientras que los alquileres de los departamentos privados en los distritos populares oscilan entre 130 y 170 dólares por mes. Por lo que no hay que sorprenderse de que la tasa media de hábitat sea de más de siete personas por vivienda.
Las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional para renovar los créditos concluyeron en un acuerdo que implicaba la reestructuración del sector público y la industria. Estas nuevas normas productivas entrañaban la supresión de 400.000 empleos. Dado el declive de la producción industrial en esta región, ello implicaba que a los obreros concernidos no les quedase ninguna esperanza de encontrar otra solución laboral.
Con anterioridad a los disturbios, la tasa de desocupación había alcanzado oficialmente el 40% de la población activa. Un hecho revelador de la tensa situación social es que el único sector en el que se encontraba trabajo era el de las empresas privadas de seguridad. En Argelia existen más de 80 sociedades de este tipo, en las que a veces trabajan hasta 1.500 personas. Lo que resulta más sintomático es que las más numerosas sean las sociedades de seguridad industrial.
En Argelia, las necesidades más elementales de los proletarios, como el agua potable, la vivienda y la electricidad, no están cubiertas. Los más afectados por estas condiciones de vida son los jóvenes de menos de treinta años, que constituyen el 70% de la "población activa". Cada año llegan unos 300.000 jóvenes a un mercado laboral que no necesita de ellos. Agredidos hasta el límite de no tener posibilidades propias para sobrevivir, inventan estrategias para poder arreglárselas. Visto el monto de los alquileres, se les hace imposible salir del núcleo familiar e irse a vivir por su cuenta. Ésta es la razón por la que los jóvenes repiten voluntariamente años escolares para posponer la fecha en que ingresarán al servicio nacional y en que pasarán su primer día como desocupados. Se comprende así el papel que la juventud desempeña en la revuelta. Pero no nos debe asombrar que los periodistas aprovechen la situación para expresar sus clichés sociológicos favoritos. Partiendo de la realidad del dilema entre el exilio y la desocupación, los periódicos fomentan la imagen del "malestar de los jóvenes" y su "sed de justicia y democracia", negando y escondiendo que es el proletariado de todas las edades el que se enfrenta contra la justicia y la democracia.
Barriendo toda terapia ciudadana, los proletarios, que no tienen nada que perder más que sus cadenas, emplean la única arma de lucha eficaz para nuestra clase, la acción directa: "Los jóvenes manifestantes no tienen ganas de hablar con un poder que los desprecia. Ellos mismos desprecian al poder, de lo único que tienen ganas es de romper. Entonces se rompe todo aquello que es símbolo del estado. Los manifestantes no quieren dialogar" (6), se lamenta uno de esos chupatintas.
Esta cólera no se concreta verdaderamente en torno a reivindicaciones particulares. El hastío es general y se desarrolla sobre aspectos "económicos", "políticos" y "sociales" de la supervivencia que les es impuesta. La ausencia de reivindicaciones precisas, concretas o de proposiciones positivas hace más ardua la tarea de liquidación que siempre tratan de efectuar los reformistas de toda laya. Sólo la contraposición a todo lo que viene del poder en general es explícita. La negación de lo existente constituye indudablemente la fuerza elemental del movimiento. Desde el inicio de los disturbios, y a pesar de todas las tentativas burguesas de llamar a la calma y encuadrar el movimiento en polarizaciones ideológicas, conciliaciones, reformas y negociaciones, los proletarios se afirman rotundamente en el terreno de la lucha de su clase, asumiendo diversas necesidades e intereses y combatiendo por imponerlos en el desarrollo de esta lucha.
En una semana de enfrentamientos, la lucha se extiende por toda Cabilia. El número de objetivos no deja de ampliarse. Las expropiaciones a la propiedad burguesa se multiplican. Los proletarios toman las mercancías que necesitan y destruyen voluntariamente todo lo que para ellos ha significado siempre símbolos de represión y miseria (incendio de la oficina central impositiva, de la prefectura, así como de las sedes de los partidos por la identidad nacional...). En algunos días, la ebullición toca todas las ciudades de Cabilia.
El sábado 28 de abril, "una marea humana invade las calles de Bugía, aunque los enfrentamientos más sangrientos tienen lugar en las ciudades chicas y en los pueblitos... Una vez más, los edificios públicos fueron saqueados. En Bugía, los manifestantes destruyeron la casa de la cultura, la dirección de hacienda, la estación autobuses" (7). La jornada del sábado 28 de abril es la más sangrienta, con una treintena de víctimas, momento a partir del cual la correlación de fuerzas tendió globalmente a invertirse a favor del proletariado. Un periodista anota que "de 40 a 60 miembros de las fuerzas de seguridad habrían resultado muertos el jueves 26 de abril en una escaramuza al sur de Tébessa" (8). Destacamos que hemos encontrado esta información una sola vez... ¿Este dato revelaría un armamento más consecuente del proletariado?
Las estructuras de encuadramiento y mediación social resultaron completamente desbordadas. Más aún, en las luchas, dichas estructuras resultaron denunciadas cada vez más explícitamente, como testimonian los ataques a los tradicionales partidos independentistas. Estos hechos demuestran claramente que ninguna formación política de este tipo logra canalizar los desbordes y, además y sobre todo, que la lucha de los proletarios en Cabilia no es ni nacionalista, ni independentista, como toda lucha realmente proletaria. La consigna de "liberación nacional" es siempre una maniobra de la burguesía mundial para romper nuestra lucha, para aislarla o aislar al proletariado en cada país, y hacer posible así su derrota, país por país, frente a "su" burguesía nacional (9). Si bien, en la actualidad, esta ideología resulta superada por el movimiento de Argelia, el contexto mundial, marcado por una gran debilidad internacionalista, hace que esta lucha no sea reconocida, vivida, compartida y asumida como tal, por el proletariado en otros países. En Francia, en particular, la no-lucha global del proletariado ha llevado a ver el movimiento proletario de Argelia sólo a través de las imágenes que crea la burguesía, lo que provoca una reacción de indiferencia, de rechazo o de defensa de pútridas consignas socialdemócratas. Gracias a ello, el estado francés ha podido continuar apoyando y encuadrando a las fuerzas del orden en Argelia impunemente.
Sobre el terreno, no obstante, la capacidad de represión y control militar de la situación se han visto reducidos por la amplitud que ha tomado el movimiento. Los disturbios no cesan de estallar en otras regiones separadas por muchos kilómetros de distancia, lo que dificulta la acción de las fuerzas del orden que no pueden estar materialmente presentes en todos los frentes de lucha. Los proletarios aprovechan la topografía accidentada de la región para trabar por todos los medios el desplazamiento de las tropas represivas, bloqueando las rutas de acceso. Además, las autoridades de las ciudades donde aún se mantiene la paz social temen que la extensión del movimiento gane esas ciudades, y por ello tienen grandes reticencias a responder favorablemente a los llamados de refuerzos lanzados desde las zonas donde la lucha es fuerte.
A mediados de junio, la burguesía constata que ha perdido todo control de la situación en Cabilia; la insurgencia gana en las calles y asedia a las fuerzas represivas que se ven obligadas a atrincherarse dentro de los campos fortificados: "En Tadmaït, Ouadhias, Boghni, Akbou, Aïn el-Hamman, Mekla, Larbaa-Nath-Irathen, Azazga, Bugía..., todas las brigadas de la gendarmería nacional ofrecen el mismo espectáculo de fortines asediados, pórticos bloqueados, muros destrozados, fachadas incendiadas, puertas rotas y, en los alrededores, restos de neumáticos calcinados, postes caídos y árboles tumbados bloqueando todas las rutas que conducen hacia las brigadas. Por todos lados, los comerciantes se niegan a servir a los gendarmes. El boicot es total. Las 36 brigadas que cuenta Cabilia son aprovisionadas desde Argel por helicóptero o rutas de convoyes potentemente armados. A un joven de Tigzirt, por haber lanzado un paquete de cigarrillos a un gendarme por encima del muro del cuartel de la brigada, casi lo linchan. El levantamiento se ha transformado en insurrección generalizada. [....] Desde hace tres semanas no existe un solo gendarme en las calles de Cabilia. Atrincherados en sus locales, la misión de los gendarmes es la de defender su brigada y sus vidas. La región está en manos de los insurrectos" (10).
"Las autoridades temen que el movimiento se extienda como una mancha de aceite. Los enfrentamientos ya se extienden hasta las inmediaciones de Sétif y los confines del este de Cabilia. El sábado 28 de abril hubo una tentativa de manifestación en Orán y Boumerdés, cerca de Argel, mientras que una fuerte tensión reina en la capital" (11), constataba un "enviado especial". La táctica del gobierno es entonces presentar la lucha de los proletarios en Cabilia como un "combate por la identidad bereber", pero al mismo tiempo ese periodista señala con dedo prudente: "El miedo de ver que el movimiento desborde Cabilia ha llevado al poder a tratar de contenerlo como una reivindicación estrictamente lingüística, escondiendo el conjunto de las reivindicaciones sociales y políticas que se expresan y que son comunes a todo el país. Aislando Cabilia, Argel espera montar al resto de la población contra el particularismo de Cabilia, con el objetivo de impedir toda unificación en la contestación" (12). Las fracciones burguesas instaladas en el gobierno esperan utilizar los 250 km que separan Argel de la provincia insurgente, para ahorcar los riesgos de "contaminación".
Pero lo que se produce es todo lo contrario por muchos factores:
• Las condiciones de supervivencia miserables impuestas por la burguesía no son monopolio de Cabilia, sino de toda Argelia, lo que por supuesto constituye una condición favorable para la generalización.
• Los proletarios en Cabilia atacaban blancos que, por su significado, hacía difícil ese tipo falsificación burguesa de que se trataba de una reivindicación bereber. Hasta los periodistas debieron reconocer "que el incendio que conoce hoy Cabilia no tienen parangón con las tensiones que agitan regularmente la región. Esta vez no se trata en absoluto de reivindicaciones culturales y lingüísticas [...], sino de una verdadera explosión social. [...] Incluso las formaciones políticas con fuerte implantación en Cabilia, que controlaban y encuadraban no hace mucho las reivindicaciones de identidad, ya no son tomadas en cuenta por los manifestantes. Ya no quieren ni oír hablar más de reivindicaciones pacíficas y no tienen reparos en hacérselo saber a los responsables del Frente de las Fuerzas Socialistas (FSS) y, sobre todo, a los dirigentes de la Unión por la Democracia y la Cultura (RCD), que paga con eso su participación en el gobierno" (13).
El 25 de abril, "las ciudades de Sidi Aïch, El-Kseur, Tazmalt, Barbacha, Seddouk y Timezrit son presas de los saqueos de jóvenes exaltados que gritan consignas antigubernamentales. Los coches particulares no son respetados, al igual que los tradicionales partidos que defienden la causa bereber y de Cabilia, que también resultan destrozados y saqueados. [...] Los manifestantes incendiaron el edificio central impositivo de Akbou y Barbacha, en Pequeña Cabilia. La ruta nacional entre Bugía y Argel fue bloqueada con barricadas levantadas por los amotinados, impidiendo toda circulación en unos 60 kilómetros" (14).
Al atacar los partidos nacionalistas y expresar con claridad su rechazo a los llamados "por la identidad", al denunciar directamente al "poder asesino", los proletarios están luchando concretamente por la extensión y el reconocimiento universal de su lucha. De hecho, la carta de la lucha autonomista o de identidad nacional no logró imponerse. Desde fines de abril, el conjunto de la clase dominante ha sido tomada por blanco y reconocida por lo que es: enemiga del proletariado. Ese reconocimiento incluye expresamente tanto a sus fracciones autonomistas como a las fracciones gubernamentales, tanto a las socialistas como a las que no lo son, tanto a las oficiales como a las de oposición. El 1 de mayo, la RCD anunciaba el retiro de sus dos ministros del gobierno de Argel, pero dicho gesto no bastó para volver a dar credibilidad a este partido frente a los proletarios.
Durante los meses de mayo y junio tuvieron lugar manifestaciones por toda Argelia (entre ellas dos en Argel), a pesar de que muchas de ellas habían sido prohibidas por las autoridades. Según los organizadores, las manifestaciones debían ser pacíficas; como ya es costumbre, las fracciones socialdemócratas organizan manifestaciones con el objetivo de subirse al carro del movimiento que se les escapa. Ello parecía haber dado resultado durante un "período de calma", en el que los manifestantes seguían dócilmente a los organizadores que patrocinaban como acción el llevar cartas de peticiones dirigidas al gobierno. Pero la calma de dicho período resultó muy relativa y finalmente duró poco tiempo. La tentativa desmovilizadota fracasó y desde mediados de junio, los enfrentamientos se reanudaron con mayor vigor, tomando rasgos semi insurreccionales. Además, el movimiento se extiende ahora a nuevas regiones de Argelia.
El martes 1 de junio, los disturbios estallan en Khenchela (550 km al este de Argel), Aurès (un muerto), Aïn Fakroun (500 km al este de Argel) y El Ghozlane (130 km al sur de Argel).
Dos días mas tarde, el jueves 14, en la misma Argel, violentos enfrentamientos estallan hacia las 13 horas en torno a la plaza del 1º de mayo entre proletarios y policía antidisturbios: "Las piedras y los proyectiles lanzados por los manifestantes son respondidos con granadas lacrimógenas, cañones de agua y balas reales. Algunos hangares del puerto de Argel son saqueados. Ésta parece ser la acción más importante desde el inicio de la revuelta nacida el 18 de abril en Cabilia. [...] En las calles de Argel, los nombres de las ciudades [son] pronunciadas como las noticias de un frente del que nadie llega a prever sus llamas. [En] ‘Kenchela, un muerto –dice uno–. [En] Skikda, detrás de las barricadas’, responde otro. ‘Souur El Gozlan destruido. Y ‘Annaba, también’. Ahora, la revuelta ha rebasado ampliamente Cabilia, cuyas zonas no se apaciguan desde hace cuarenta y cinco días" (15). La manifestación del 14 de junio reunió en la capital entre 500.000 y 2.000.000 de personas según las fuentes. Todas las manifestaciones que se habían sucedido durante los dos meses precedentes habían seguido un único itinerario, impuesto por el estado. Ésta fue la primera ilegalmente desviada, bajo la determinación de los proletarios, hacia la sede de la presidencia de la república.
Una de las mayores fuerzas del movimiento actual en Argelia consiste justamente en que es una negación viviente del mito derrotista burgués, según el cual la lucha del proletariado no tendría actualidad. La situación descrita aquí corrobora además en diversos puntos la "caracterización general de las luchas actuales" (17), que nosotros hemos puesto de relieve en una de nuestras revistas anteriores, a saber:
• El proletariado soporta hoy, sin una respuesta general digna de ese nombre, la degradación extrema de su situación, así como grandes masacres.
• Cuando el proletariado manifiesta su existencia lo hace de un golpe y en forma directamente violenta, sobre la base de su acción directa, y tiende a afirmarse fuera de todo terreno particular o sectorial (lugares de trabajo, barrios...). Esa afirmación violenta niega las divisiones mantenidas por la burguesía (trabajo, edad, origen, género...) y tiende a generalizarse con un rechazo global al estado y a todo encuadramiento socialdemócrata y reivindicativo (contra toda mediación del estado, de los partidos burgueses, contra las consignas legalistas, pacifistas, electorales...).
Estos rasgos esenciales de afirmación de la lucha proletaria caracterizan también hoy al movimiento proletario que se desarrolla en Cabilia, en particular, y Argelia, en general:
• El viejo arsenal socialdemócrata no tiene ningún efecto frente a la acción decidida y violenta del proletariado.
• La revuelta no proclama objetivos precisos y explícitos y no propone nada positivo.
• Los proletarios expropian directamente la propiedad burguesa para satisfacer inmediatamente sus necesidades.
Además de estos "rasgos característicos de las luchas actuales", la lucha presenta fuerzas que denotan un nivel de enfrentamiento al capital superior al generalmente alcanzado por las luchas actuales del proletariado.
La primera expresión de esta fuerza reside en el hecho de que aquí, incluso una vez superada la rápida sorpresa, la burguesía no fue capaz de llevar adelante, de forma eficaz, su contraofensiva. Por el contrario a lo que pasó, por ejemplo, en los disturbios en Los Ángeles (18), todas las tentativas burguesas de romper el movimiento, separando a la mayoría de los proletarios de su vanguardia, fracasaron.
Es un hecho real que a la cabeza de las acciones se encuentran mayoritariamente "juventudes proletarias" (el 60% de la población tiene menos de veinticinco años y, además, es el grueso de la población más afectado por la desocupación); también es cierto que pueden a veces llevar su lucha bajo banderas islámicas, pero las tentativas burguesas de particularizar la acción directa del proletariado, sobre la base de estas realidades parciales, no han tenido hasta el presente peso real en el movimiento. La práctica de la amalgama, que consiste en presentar la lucha de la vanguardia del proletariado como una lucha de "jóvenes amotinados", asaltantes, bandidos e "islamitas radicales", no ha tenido el efecto esperado en el resto del proletariado en Argelia. El movimiento se muestra más fuerte que todas las divisiones que intenta imponer la sociedad y, como hemos visto, quien lucha hoy en Argelia es el conjunto del proletariado.
Ciertas "divisiones del trabajo" que la burguesía nos presenta como políticas no son más que técnicas y organizativas. Hasta ahora, la solidaridad y la unidad han sido realidades concretas del movimiento. Resaltamos que las acciones como el bloqueo de las rutas presupone un cierto nivel de organización y centralización del movimiento. Incluso si ellas fueran hoy desarrolladas por un puñado de solitarios proletarios, estas acciones constituirían un bosquejo de la asunción incipiente de aspectos militares de lucha.
En el período actual, otra especificidad del movimiento en Argelia es su excepcional duración y extensión. Contrariamente a la mayoría de las expresiones actuales del proletariado, que aparecen como un simple relámpago en un cielo sereno, aquí, el movimiento perdura desde el mes de abril..., ¡y los nubarrones negros siguen llenando de miedo a la burguesía! Desde el 18 de abril, el movimiento proletario no ha cesado de extenderse, tanto en longitud como en profundidad, y aún hoy la lucha continúa:
• Se ha extendido por numerosas regiones de Argelia.
• Los blancos atacados son de carácter cada vez más global; todo símbolo del estado es un objetivo potencial.
• La acción directa se afirma cada vez más como la única arma del proletariado contra el estado.
• El proletariado tiende a trazar, cada vez con mayor claridad, su frontera de clase con respecto al conjunto de la burguesía y, muy particularmente, con las fracciones ¡de izquierda! (FFS, RCD).
Esta fuerza, esta persistencia del movimiento actual, se sitúa en continuidad con respecto a la fuerza manifestada en luchas pasadas. Hace más de una década, nosotros ya señalábamos en nuestras revistas centrales que el movimiento de 1988 en Argelia había sido un movimiento de negación de la sociedad actual, de ataque al capital y sus defensores.
• Hartos de las condiciones de supervivencia, los proletarios en lucha no formularon ninguna reivindicación precisa. No reclamaron reformas, sino que, al contrario, la revuelta estuvo ligada a las expropiaciones directas, evidenciando que el objetivo no podía ser otro que el de reapropiarse del producto social del que los proletarios son privados.
• El movimiento de 1988 fue obra de la calle y se desarrolló en la calle y no de empresas o sectores concretos lo que no deja lugar para el encuadramiento socialdemócrata, cuyos sindicatos no tuvieron la posibilidad de jugar el papel de siempre de recuperadores, canalizadores y rompedores de la lucha.
Está claro, claro, que el movimiento que abrasa hoy muchas regiones de Argelia presenta flagrantes similitudes con las luchas de octubre de 1988. Volvemos a extraer párrafos del comentario de Libération de abril del 2001: "Erigiendo barricadas, ellos destruyen los símbolos del estado y los puestos de gendarmería. ‘Es la revuelta de una juventud radicalizada [¡categoría aclasista!] que no tiene nada que perder, pues se encuentra ya aplastada por la miseria y sin esperanza’. ‘Ustedes no nos pueden matar, nosotros ya estamos muertos’, gritan los manifestantes. Lanzando piedras, incendiando neumáticos, con cócteles molotov; escapan totalmente al control de todos los partidos políticos y demuestran una rabia que nadie parece poder canalizar: tres sedes de la FFS y numerosos locales de la RCD han sido, por otra parte, incendiados".
El proceso de negación práctico desde abril del 2001 ha renovado tres aspectos que habían sido la fuerza del movimiento de 1988:
• Ataque a instituciones y fuerzas del estado.
• Ausencia de reivindicaciones precisas, expresión del hartazgo generalizado de los proletarios conscientes de que no tienen nada que perder, y que tampoco tienen nada que ganar negociando con el estado.
• El escaso resultado del tradicional encuadramiento socialdemócrata del movimiento (19).
Esta breve incursión histórica es suficiente para mostrar que el rechazo a las estructuras de encuadramiento socialdemócrata, como las luchas por la identidad, no caen del cielo ni provienen únicamente de las condiciones de explotación inmediatas. Aprender de las lecciones de las luchas pasadas tiene suma importancia, y esta continuidad es desgraciadamente mal asumida hoy. Nosotros no disponemos al respecto de expresiones claras o textos de minorías provenientes de la región, pero sabemos que las manifestaciones han tenido lugar en torno a los "monumentos" colocados por los proletarios en memoria de sus hermanos y hermanas de clase que habían luchado contra el estado, por ejemplo durante la llamada "primavera bereber", la primavera de 1980 o durante el movimiento de fines de 1988. Nuestra clase ha conseguido así mantener viva la memoria obrera a pesar de las múltiples tentativas de eliminar sus huellas. En todo caso, el desgaste progresivo de las ideologías burguesas en el transcurso de cada una de estas luchas ha llevado al proletariado a rechazarlas cada vez más abiertamente.
Sobre estas bases, el movimiento actual ha superado en ciertos puntos a su predecesor:
• La "afirmación por la identidad cultural" y la "liberación nacional" ya no son más las portadoras de la esperanza de los proletarios, para quienes cuarenta años de independencia (de los cuales veinte de gobierno del FLN) no han aportado más que miseria y masacres suplementarias.
• La ideología islámica ha perdido su peso, al mismo tiempo que ha perdido credibilidad la fracción socialdemócrata que la representa, el FIS (20). "Hoy los islamistas no logran explotar las reivindicaciones de los jóvenes argelinos", resaltaba un historiador (21). Los propios proletarios denuncian las "concesiones del presidente Bouteflika a los islamistas" como la reciente directiva gubernamental que prohíbe besarse en los bancos públicos y los parques.
• Los movimientos independentistas parecen descredibilizados en cuanto a su capacidad para aportar cambios reales. A pesar de los acentos "beréberes" de su programa, la llegada del RCD al gobierno no ha significado ningún cambio en las condiciones de vida en Cabilia. Al contrario, el proletariado denuncia su participación en los planes de austeridad.
Cada oleada de lucha pasada plantea así directamente las condiciones de un enfrentamiento de clase futuro cada vez más violento. Cada enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución es un momento de exacerbación de las contradicciones de clase, en el curso del cual las máscaras caen, las ideologías se desmoronan, las ilusiones se disipan..., abriéndose así la vía de la expresión cada vez más clara del proletariado a la que lo empujan sus determinaciones históricas.
De la misma manera, el rol del ejército en la represión feroz de 1988 (encarcelando, torturado, asesinando...) lo hace aparecer hoy minado por contradicciones, por el hecho de que muchos soldados de hoy participaron en los disturbios de la época. La exacerbación de las contradicciones en su seno constituye un limite para la represión militar, al menos en cuanto a la amplitud que la misma podría tomar si el movimiento continúa su desarrollo. Incluso un sociólogo remarcaba: "Yo no pienso que ellos disparen contra el pueblo argelino. Los servicios especiales o la gendarmería pueden tirar. El ejército de base, no el de los generales, tiene sus primos y sus hermanos que viven en una situación de mierda. Y si hay muertos, los jóvenes van a romper todo, y eso sería una aventura" (22). Si bien esta realidad parece surgir como producto de la continuidad histórica de la lucha de clases, ello no significa para nada que todo estuviera jugado de antemano. En efecto, hasta ahora no conocemos ningún índice serio de fraternización o de derrotismo interno contra el mismo ejército, ni tampoco han llegado hasta nosotros índices de que el proletariado haya tendido a tomar las armas que había en los edificios que ha atacado. Además no hay que olvidar el papel que pueden todavía jugar fuerzas contrarrevolucionarias, como las fracciones "derecho humanitarias", que también preparan la represión bajo la pantalla de la denuncia, intentando en los hechos, encerrar al proletariado en una "lucha por la democracia contra los generales sanguinarios". Conviene, según los apóstoles del pacifismo y el parlamentarismo, liberar a Bouteflika de la influencia de los once generales mayores (entre ellos nueve antiguos oficiales del ejército de liberación) que dirigen Argelia, para permitir que el "proceso democrático se desenvuelva con normalidad". Esto significaría, una vez más, que la cuchilla parlamentaria corte la cabeza del proletariado. Está claro que entre el sable y el rochabus, ¡las urnas pueden tener todavía un lugar honorable!
Históricamente, todas las fracciones burguesas que han gobernado han participado en la gestión sangrienta de la Argelia colonial y poscolonial, con el apoyo permanente del estado francés que tanto se gargariza con ser "la patria de los derechos del hombre". Debilitada por la lucha ascendente de los proletarios en la región desde 1944, el espacio de valorización argelino fue desde el principio, cimentado por diversas masacres efectuadas en la región del Magreb (Sétif, Fez...), luego por "la independencia nacional" y, al fin, por el refuerzo del rol jugado por el ejército en la buena marcha de los negocios capitalistas. Es decir que desde hace décadas, en Argelia, los proletarios excedentes son masacrados de forma directa, cruel y brutal. Aldeas y pueblos enteros son regularmente incendiados, la tortura como instrumento administrativo es moneda corriente, sólo cambia la justificación invocada. Desde hace diez años, la continuidad de las masacres está asegurada gracias a la imposición de la polarización "gobierno contra integrismo islámico" con la aparición del FIS, organización islámica que desempeña el papel de una clásica fracción socialdemócrata.
Confrontada sucesivamente a la fracción colonial (siempre presente), independentista, luego islámica, los proletarios tienden progresivamente a identificarlos globalmente como a "su propia" burguesía. Contraponiéndose al mismo tiempo al estado francés, a Bouteflika, a los generales, al FIS, al FFS, al RCD y al FMI, los proletarios han ido afirmando en la práctica un reconocimiento cada vez más claro de su enemigo de clase: el estado del capital en general, bajo todas sus formas y en todos sus niveles de organización.
De hecho, la sucesión de las fracciones burguesas en el gobierno reposa sobre su capacidad relativa para organizar las condiciones de producción que maximizan la valorización del capital, especialmente en base del aumento incesante de las tasas de explotación de los proletarios. El mantenimiento o el reemplazo de estas fracciones depende no solamente de su capacidad a imponerse y mantenerse dentro de la guerra permanente que se libran entre sí, a fin de incrementar sus capitales respectivos, sino también de su eficacia en la gestión del antagonismo de clase, más o menos expresado según las circunstancias históricas. Estos dos aspectos son indisociables del rol social de la burguesía como clase dominante. La permanente presencia directa o indirecta del estado francés se inscribe así dentro de la necesidad internacional de mantenimiento de la cohesión social en la región.
El FIS es el producto de una centralización de grupos estructurados en torno a la ideología islámica. Adquirió su fuerza como canalización del descontento general de los proletarios en Argelia desde principios de los años ochenta. La práctica de esta organización ha sido, desde su nacimiento, canalizar la combatividad proletaria hacia el terreno religioso: sólo el combate por la soberanía de Alá permitirá recubrir de alegrías la vida, arrebatadas por los paganos. El FIS encuadra las luchas reales del proletariado, desnaturalizando su contenido. La ventaja que presenta el encuadramiento religioso, para la reproducción de la dominación burguesa, es reconocido incluso dentro del gobierno del FLN (Frente de Liberación Nacional), que durante esos mismos años no ha cesado de financiar la construcción de nuevas mezquitas y escuelas musulmanas, favoreciendo de hecho el desarrollo del FIS.
Ni "generales", ni Bouteflika, ni FMIA fines de agosto, el presidente Bouteflika organizó un "festival mundial de la juventud y los estudiantes", dedicado "a la amistad entre los pueblos y al antiimperialismo". Pensaba que un discurso antinorteamericano y populista mejoraría su imagen frente a los jóvenes proletarios. La reacción proletaria fue la de boicotear y denunciar abiertamente esta mascarada: "Los organizadores de este carnaval, que dicen estar contra la mundialización y a favor de los jóvenes, son precisamente los que negocian con el FMI y mandan disparar sobre las juventudes" (Le Vif-L’Express, semana del 24 de agosto de 2001). Denunciando la colusión burguesa en la puesta en marcha de la represión y la política de austeridad del FMI, el proletariado identifica cada vez con mayor claridad al conjunto de la burguesía que le hace frente como su enemigo de clase. La explotación no es únicamente ejecutada por los generales, los enemigos exteriores u otras fracciones que nos marcan con el dedo. El fracaso de la tentativa de Bouteflika de movilizar al proletariado en una lucha antinorteamericana muestra que, cada vez más, el movimiento en Argelia es capaz de identificar claramente al conjunto de la burguesía que le hace frente como el defensor de los intereses mundiales del capital. En el curso de estos sucesos, el proletariado ha rechazado concretamente el juego y las maniobras que buscaban encerrarlo en una polarización burguesa (norteamericana versus antinorteamericana), afirmando así su resuelta oposición a los generales, el FMI y Bouteflika. |
Su complementariedad es evidente. Fue finalmente gracias al FIS que la combatividad proletaria de octubre de 1988 resultó desviada hacia la cuchilla parlamentaria. Como buen partido socialdemócrata, el FIS clamaba que la hora había llegado para que "la soberanía de Alá" se instalase igualmente en el parlamento. Participó activamente en el fortalecimiento de la ilusión que muchos proletarios tenían en cuanto a la organización de las primeras elecciones libres desde "la independencia". Pero la "libre elección" entre los candidatos verdugos no puede aportar otra perspectiva que la que siempre aportó: ¡la represión de su lucha y el mantenimiento de la explotación burguesa! El FLN, partido único hasta entonces, acusó una derrota única, en provecho de los dirigentes del FIS, partido en el que los proletarios, desposeídos de su lucha, invirtieron sus mejores esperanzas. El FIS ganó las elecciones municipales en 1990 y la primera vuelta de las generales en diciembre de 1991.
Sin embargo, la segunda vuelta de las elecciones legislativas, previstas para enero de 1992, nunca tuvieron lugar. Fueron anuladas tras la toma de la dirección de los aparatos centrales del estado por la fracción burguesa unificada en torno al estado mayor del ejército.
La persistencia de una fuerte combatividad proletaria durante este período nos permite comprender que en realidad el FIS fue superado por los acontecimientos (los disturbios de 1991). Desde entonces, la fracción burguesa unificada en torno al estado mayor del ejército, sabiendo que no tenía ninguna credibilidad que defender frente al proletariado, estimó que sola podía reestablecer el orden burgués. La situación, que escapaba también al control del FIS, podía entonces repolarizarse dentro de una guerra interburguesa entre el FIS y los militares.
Una participación en el gobierno podría haber resultado fatal para el FIS. Su composición es demasiado heterogénea para que pudiese, sin riesgo de deserción masiva, asumir concretamente las tareas de la región, a saber:
• Conducir abiertamente la necesaria represión de los elementos más combativos de octubre de 1988.
• Continuar con la destrucción del proletariado excedente.
• Ejecutar los inevitables planes de austeridad futuros.
La aplicación de este programa probablemente hubiera conducido al FIS a perder toda credibilidad frente al proletariado.
El "golpe de estado militar" permitió imponer así el orden frente a los proletarios en Argelia preservando al FIS. La fracción burguesa reagrupada en torno al estado mayor del ejército que jugó el papel de partido del orden, pudo ejercer su represión, como siempre, debido a que la combatividad del proletariado había sido previamente dislocada por las fracciones socialdemócratas. Es esencial ver aquí que, a pesar de no participar (oficialmente) en el poder, el FIS había preparado el encuadramiento parlamentario de los proletarios, que en los hechos fue clave en la restauración del orden burgués.
Así, las fracciones socialdemócratas lograron preservar casi intacta su imagen, a pesar de la real colaboración represiva. Más aún, la fracción islámica podía presentarse como mártir y continuar con su papel de catalizador del descontento proletario. Si no se puede excluir que ciertas fracciones islámicas hayan incluso empujado a ciertos proletarios a efectuar actos de terror burgués, resulta innegable que la mayoría –sino la totalidad– de las masacres, habitualmente atribuidas al "islamismo armado", son simple y puramente actos del ejército argelino, y por lo tanto también del estado francés, a través del encuadramiento y pertrechamiento de las fuerzas represivas argelinas que aquel no ha dejado de proporcionar. En fin, cuando, bajo la bandera islámica o no, el proletariado desarrolla su terror de clase contra el ejército o las otras milicias organizadas por el estado, nada más normal que la burguesía coloque las calificaciones ideológicas de "integrismo musulmán" y "masacre ciega de inocentes". Esa amalgama y la "lucha contra el terrorismo" constituyen las coberturas ideales para la aplicación sistemática por parte de la burguesía de su propio terror de clase, "el terrorismo de estado". Así se justifica la militarización creciente del régimen como "esfuerzo nacional", en el que el proletariado paga siempre el pato. La polarización burguesa entre FIS y militares, "terrorismo versus antiterrorismo", hizo posible la desarticulación de toda verdadera lucha bajo banderas proletarias y la imposición de condiciones de vida todavía peores, siempre pautadas además por nuevas masacres.
A escala internacional, las minorías que prácticamente actúan a la vanguardia del movimiento casi nunca reivindican las determinaciones clasistas. La bandera revolucionaria que corresponde al contenido de la lucha aparece muy rara y confusamente asumida. Esta inconsecuencia presenta diversos aspectos nefastos:
• Contribuye al aislamiento extremo de la lucha del proletariado en Argelia con respecto a la lucha del resto del proletariado internacional.
• Permite a la burguesía utilizar esta falta de claridad para transformar la lucha en conflictos interburgueses.
Una crítica militante y responsable de estas debilidades debe inscribirse imperativamente dentro de una perspectiva revolucionaria y directamente internacionalista. Es en este sentido que nosotros nos esforzamos aquí en:
• Despejar las determinaciones históricas que el movimiento en su desarrollo contiene, aunque el mismo no logre afirmarlo explícitamente.
• Criticar las debilidades actuales de la lucha de los proletarios en Argelia.
• Romper la fragmentación del movimiento proletario a escala mundial, no solamente criticando las debilidades de nuestra clase, sino también difundiendo internacionalmente la presente contribución.
Es seguro que un movimiento no puede tener esa duración y profundidad sin que se desarrolle un proceso de organización y autonomización (eso se da muchas veces antes del estallido). Las formas de desarrollo en el transcurso de este proceso, las banderas que levanta, nos parecen, sin embargo, poco precisas. Ninguna estructura del movimiento parece, hasta el presente, haber dado pruebas de una actividad internacionalista consecuente, tomando contactos con minorías proletarias del resto del planeta. La ausencia de redes proletarias de difusión de la lucha nos impone, por el momento, una dependencia casi total a la información (desinformación) que nos da la burguesía, lo que significa tener una información desnaturalizada y no completa, que oculta las fuerzas de la lucha (en particular en lo que concierne a su autonomía), fabricando la apología de sus debilidades.
La prensa menciona tan sólo como estructura organizativa del movimiento el "comité de tribus", las archs. Éstas habrían sido iniciadoras de los diversos "llamados por manifestar". La prensa los describe como "estructuras aún nebulosas"; nosotros sabemos muy poco sobre estos "comités". Se trata del renacimiento de una antigua estructura social aldeana, que había desaparecido hace más de un siglo luego del aplastamiento de una revuelta en Cabilia, en 1871. Ese "gran levantamiento de Cabilia" fue ahogado en sangre por los mismos generales franceses que habían masacrado la Comuna de París. Según la prensa, su resurrección se explicaría "por la voluntad de extraer de la cultura local las modalidades de representación que permiten atravesar las divisiones administrativas. La referencia a los lazos de sangre constitutivos de la arch permite reagrupar las aldeas pertenecientes al mismo linaje, pero dispersas entre las diversas comunas y subprefecturas. [...] Una doble necesidad ha presidido la resurrección de estas estructuras sociales tradicionales; primero, el firme rechazo por los amotinados de todas las formas de organización políticas legales, seguido por la necesidad de trascender las divisiones partisanas" (23). Mas allá del lenguaje y el particularismo cultural, nosotros podemos captar que esta resurrección de las estructuras interaldeanas, hasta entonces prohibidas, expresan al menos la realidad de una lucha contra el aislamiento y contra las organizaciones políticas legales.
Como generalmente es el caso de todas las plataformas que emergen de las luchas actuales, la de los comités mezcla reivindicaciones basadas en las necesidades reales de nuestra clase con otras que mantienen las polarizaciones burguesas y los particularismos locales: "Reclaman, en desorden, la retirada inmediata de la gendarmería, la toma a cargo por el estado de las víctimas generadas por la represión, la anulación de los juicios contra los manifestantes, la consagración del tamazight como lengua nacional y oficial, ventajas de libertad y justicia, la adopción de un plan de urgencia para Cabilia y el pago de una indemnización por desocupación a todos los parados" (24).
En la actualidad, "la función de estos comités de aldeas es esencialmente defensiva", decía un comentador preocupado por denunciar la inmadurez política del movimiento. Luego agregaba desdeñosamente, comentando los éxitos de las archs: "¿Cómo podrían no adherirse a un discurso que exige reparación por la agresión sufrida? Es un relleno total de reivindicaciones diversas que no están fundadas en ninguna idea de programa político" (25). Esta estructura (que reagrupa a 2.000 delegados) afirma en realidad que "nada es negociable" y es justamente esto lo que nosotros juzgamos como su fuerza. La ausencia de proyecto político en el sentido burgués significa para nosotros el rechazo a caer en esa trampa de siempre de la socialdemocracia de responsabilizarse como gestores del capital. Las arch rechazan así todo proceso electoral dentro de la repartición de las responsabilidades.
Sin embargo, nos resulta difícil evaluar la expresión de estas contradicciones en el seno de las archs, pues este aspecto escapa a las informaciones calibradas por las agencias de prensa y sus celosos comentadores. Lo que sí estamos seguros es que no se puede reducir o juzgar, en función de ciertos llamados a manifestar "pacíficamente" (cuando la violencia proletaria se afirma a la menor oportunidad), ni en función de las declaraciones de uno u otro de sus "representantes" o los eventuales candidatos interlocutores del estado, cuando los proletarios que se reconocen en las archs no sólo han incendiado los edificios de los partidos autonomistas y las "casas de la cultura bereber", sino igualmente rechazado, con cócteles molotov, el "programa especial de ayuda económica a la región", que fue propuesto por las autoridades al día siguiente de las primeras jornadas de disturbios.
De lo que podemos estar seguros también es que las reivindicaciones por la identidad y la democracia constituyen objetivamente el programa que la burguesía local, nacional e internacional, trata de imponer. El proletariado no tiene nada que ganar con este programa..., ¡más bien todo que perder! En Argelia, dado el contenido real de las acciones directas, es un hecho que el movimiento proletario afirma concretamente su lucha contra el programa democrático, dentro de sus variantes parlamentaristas, de identidad nacional... –aunque como siempre sea una minoría de proletarios la que afirma esa ruptura–. Es evidente que en toda lucha del proletariado se encuentran presentes programas que se encuentran muy por debajo de las rupturas reales que afirma el movimiento en su práctica, así como los medios de difusión burgueses siempre van a poner el acento en las expresiones más confusas del movimiento, obrando así para desposeer el proletariado de los aspectos más potentes de su lucha.
En oposición a esta incomprensión de la naturaleza dialéctica de las relaciones sociales, nosotros afirmamos que:
• El mito de "omnipotencia" actual del estado no tiene otra realidad efectiva que como conjunto de ideas cristalizado en materia contrarrevolucionaria, como medio para desalentar al proletariado de toda lucha, que se considera de todas formas perdida por anticipado, frente al invencible coloso estatal.
• El desarrollo de la potencia del estado burgués es siempre el producto de la lucha de clases, de la correlación de fuerzas social entre proletariado y burguesía. Hablar de invencibilidad de la burguesía, de desaparición de la perspectiva revolucionaria, revela una incomprensión del modo de desarrollo real de la lucha de clases; este inmediatismo encubre que la lucha de clases se desarrolla siempre a través de saltos cuantitativos, entrecortada por períodos de paz social más o menos largos. Y, por supuesto, la duración de esta paz social puede fortalecer el mito del triunfo definitivo de la burguesía o la búsqueda idealista de otro motor de la historia que no sea la lucha de clases.
• En cada nueva oleada de lucha importante, el enfrentamiento entre clases se hace cada vez más tenso. Es dialécticamente en el movimiento de enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución que el proletariado afirma y desarrolla siempre con mayor claridad su proyecto revolucionario. Es en el transcurso mismo de la lucha que los antagonismos se desvelan y que el proletariado hace las rupturas necesarias frente a las fuerzas contrarrevolucionarias que frenan el desarrollo de su lucha, tendiente a la abolición de la sociedad de clases.
Por eso es que nosotros no vemos, en la eventual paralización del movimiento proletario en Argelia, una "derrota" de nuestro movimiento. Como Marx decía en relación a la "derrota de la revolución de 1848": "Pero lo que sucumbía en estas derrotas no era la revolución. Eran los tradicionales apéndices prerrevolucionarios, resultado de relaciones sociales que aún no se habían agudizado lo bastante para tomar una forma bien precisa de contradicciones de clase: personas, ilusiones, ideas y proyectos de los que no estaba libre el partido revolucionario antes de la revolución de febrero y de los que no podía liberarlo la ‘victoria de febrero’, sino sólo una serie de derrotas. En una palabra: el progreso revolucionario no se abrió paso con sus conquistas directas tragicómicas, sino, por el contrario, engendrando una contrarrevolución cerrada y potente, engendrando un adversario, en la lucha contra el cual el partido de la subversión maduró, convirtiéndose en un partido verdaderamente revolucionario."(Marx, Lucha de clases en Francia, de 1848 a 1850.)
La crítica revolucionaria puede también esgrimir resueltamente la actual lucha del proletariado en Argelia como portadora de la perspectiva revolucionaria, como prueba viviente de la potencia que contiene la clase proletaria cuando se enfrenta directamente al estado.
Es una necesidad vital para el proletariado acabar con la separación, el aislamiento, el no-reconocimiento de sus propias luchas en cualquier parte del mundo. Es necesario comprender que es, en última instancia, la ausencia de solidaridad proletaria internacional la que hoy permite a la potencia represiva del estado sobreponerse frente y contra nuestras luchas. Esto ha sucedido en Albania, Irak..., y, en última instancia, en cada gran explosión proletaria de las últimas décadas. A la hora de escribir estas líneas, nosotros no vemos cómo podría ser de otra forma con respecto al movimiento proletario en Argelia. El reconocimiento de la lucha de los proletarios en Argelia por el resto del proletariado internacional, su prolongamiento en base a la lucha de los proletarios del resto del mundo contra su propia burguesía, es la única manera de sostener prácticamente al movimiento proletario en Argelia.
La burguesía es plenamente consciente de este hecho. Por ello hace todo lo posible para evitar ese reconocimiento. Su primera táctica consiste invariablemente en establecer "cordones sanitarios" para aislar al proletariado en lucha del resto de su clase en el mundo.
En Argelia, el primer cordón que la burguesía estableció fue aislar la lucha en Cabilia como si fuese una "lucha por la identidad bereber". Pero dicho cordón sanitario fue roto gracias al reconocimiento por parte de los proletarios del resto de Argelia, que en su práctica expresaron ese reconocimiento y desarrollaron una "lucha común" contra el "poder asesino" que soportan cotidianamente todos los proletarios. La extrema y flagrante comunidad de intereses ha sido el motor de la extensión del movimiento y del nivel de generalización alcanzado.
El segundo cordón sanitario, eficaz esta vez, consistió en aislar la lucha del proletariado de Argelia del resto del mundo. La facilidad con la que la burguesía logra aislar las revueltas proletarias es una característica importante del período actual. Ello es posible, antes que nada, por la falta de organizaciones proletarias internacionalistas en el mundo. Gracias a su monopolio de información, la burguesía logra particularizar, desnaturalizar, amalgamar y hasta negar el carácter clasista de las luchas. Los medios de comunicación asumen así un nivel estatal esencial en la organización del capital como fuerza de dominación. Con un movimiento de varita mágica, los medios de desinformación transforman así en espectáculo compasivo las masacres cometidas en Argelia. Transforman el enfrentamiento violento de nuestros hermanos de clase contra su propia burguesía en una "lucha por la democracia". A los ojos del proletariado internacional han transformado la lucha contra el sistema en una lucha por la "democratización de las instituciones". Nos presentan la lucha que opone en Argelia el proletariado a "su propia" burguesía como una lucha que enfrenta a "malos generales" (crueles, corruptos, responsables de todos los males, la inflación y hasta de las masacres) a "buenos voluntarios por la democracia". Estos últimos tendrían las "manos atadas" por generales, que "solos dirigen realmente el país desde hace quince años".
La solución propuesta por los medios de comunicación y las empresas humanitarias de toda laya es reclamar, haciendo petición tras petición, ¡"una comisión de investigación internacional sobre los abusos del régimen"! Preparan así un encuadramiento de la gestión del capital por las estructuras estatales en su concreción más internacional. Este tipo de política participa también en la construcción del "cordón sanitario". Al respecto nosotros hemos mostrado en una revista precedente el papel apenas velado que la OTAN desempeña, evitando por todos los medios que se desintegre la paz social a escala internacional. Con el aumento de los subsidios a la OTAN se busca reforzar los "cordones sanitarios" de protección de las "zonas sanas" contra todo riesgo de que las mismas sean "contaminadas" por las luchas proletarias. Aislando las zonas en lucha, la OTAN permite la indispensable restauración de la cohesión social interna de cada estado frente a su respectivo proletariado. ¡Hasta que ese orden social no es restablecido, no hay victoria para ninguna de las fracciones de la burguesía internacional! Es directamente a escala mundial que se prepara la masacre de nuestros hermanos de clase en lucha en Argelia y que se juega la perennidad de este sistema de explotación.
Es igualmente a escala internacional que se determina el fin de la capacidad de intervención del aparato represivo del estado argelino, francés o cualquier otro. La capacidad represiva de todos los niveles de organización del estado está, ante todo, determinada por la combatividad del proletariado que le hace frente en cada país. Así como la parálisis actual del estado argelino revela un nivel de lucha del proletariado de la región, la reestructuración del poder en ese país sólo podrá realizarse en base a la pasividad del proletariado en el resto del mundo ante esos acontecimientos. ¡No existe la "omnipotencia" ni de un estado nacional particular, ni de ninguna coalición internacional burguesa!
La decisión de una represión militar de envergadura es un peligro para la burguesía. La naturaleza contradictoria del ejército, compuesto también de proletarios con uniforme, es siempre un punto sensible del modo de producción capitalista. Históricamente se sabe y se teme la rapidez con la que se descomponen los ejércitos burgueses cuando los proletarios que lo constituyen fraternizan con los proletarios a los cuales se les obliga a reprimir. En Argelia se ha visto claramente que la burguesía es consciente de la fragilidad de sus ejércitos, compuestos mayoritariamente por proletarios que han vivido los disturbios de 1988. Al contrario de la lucha "aparato contra aparato" o del enfrentamiento de "policías contra manifestantes", ¡la acción derrotista revolucionaria, tanto en el frente como en la retaguardia, atormenta sin cesar el mito de la "omnipotencia" del estado!
La generalización de la lucha se impone al proletariado como una necesidad vital. Contra el cuento del mito de la "omnipotencia" del estado, la lucha de nuestros hermanos de clase en Argelia nos muestra que es gracias a que la lucha no ha dejado de extenderse que ellos se mantienen en pie. Pero también nos muestra que la ausencia completa de solidaridad proletaria internacional significa su paralización.
"Al día siguiente, yo y los otros jóvenes que compartíamos una de las grandes habitaciones tuvimos que permanecer parados, con las piernas abiertas, sobre la punta de los pies, y la frente apoyada sobre el muro desde las 18 a las 6 horas de la mañana. Aquellos que, extenuados, no mantenían la posición eran golpeados salvajemente. Con la regularidad de un reloj, recibíamos patadas y garrotazos en los riñones, insultos y golpes en la nuca, lo que hizo que el muro sobre el que debíamos apoyarnos quedara regado con sangre. Nos obligaron a marchar en el corredor haciendo el saludo fascista."
Riccardo, Famiglia Cristiana.
"Yo terminé en la última gran pieza del cuartel y recibí una nueva lluvia de puñetazos y patadas. Quedé en el suelo y no logré levantarme más; tengo el pie roto y las costillas doloridas. Asistí a un espectáculo horrible: una sueca fue arrastrada por los cabellos al exterior de la habitación; los milicos apagaban sus cigarrillos en las manos de un francés. Nadie podía moverse. Un enorme policía entra en la pieza y masacra a un joven porque, dice, ‘lo vi insultarme durante la manifestación’. La columna sonora del horror es una canción que los milicos conocen de memoria, y que yo también aprendí ahora: ‘Uno dos tres, viva Pinochet; cuatro cinco seis, muerte a los judíos; siete ocho nueve, ninguna piedad con los negros’."
Alfonso de Munno, fotógrafo romano de veintiséis años.
"Veo al gendarme en la camioneta que apunta su arma hacia el exterior gritando: ‘Voy a liquidarlos a todos, hijos de puta’. Escucho dos disparos, luego un tercero. Un muerto yace sobre el asfalto en un charco de sangre; más tarde me entero que se trata de mi amigo Carlo Giuliani."
Marisa Fumagalli, La Repubblica."Dan palos salvajemente, masacran improvisadamente. Los manifestantes son perseguidos a palo limpio, los milicos se descargan sobre todo el que se fuga, golpean a quienes están en el suelo, golpean a las mujeres (‘hijas de puta’, ‘putas’) y a los hombres (‘comunistas hijos de puta’). Otros milicos atacan a los manifestantes, lanzando bombas lacrimógenas desde los helicópteros. Los Dinkys de la marina acorralan a aquellos que se refugian en los peñascos. Los milicos, acompañados por un experto, utilizan nuevas cachiporras importadas especialmente de Los Ángeles que tienen como particularidad el desgarrar la piel y el romper huesos. Es una verdadera masacre."
Angelo Quattrocchi, La bataille de Gênes.
"Una enfermera, refugiada detrás de un portal, intenta curar a un manifestante herido durante los enfrentamientos, pero una patrulla de gendarmes le cae encima y, antes de que pudiese cerrar el portal, la arrastran afuera y la golpean bajo los ojos de las cámaras y diversos testigos: en el vídeo sólo se escucha su voz que grita ‘socorro, socorro’. [...] Otros médicos visitan a los jóvenes que fueron arrestados la noche precedente. La situación es trágica: dos heridos graves, uno tiene un pulmón perforado, el otro un enorme hematoma cerebral y los otros los dientes destrozados por los palazos que les fueron asestados en plena cara."
G.P., La bataille de Gênes
¿Cómo fue posible, escuchamos con obstinación, que los milicos estuvieran hasta este punto seguros de la impunidad que tenían, que ni siquiera dudaron en golpear alegremente a todo el mundo, mujeres y niños comprendidos, sin ni siquiera ocultarse de los periodistas, los fotógrafos, las cámaras?¿Quién les dio esta seguridad? Esta interrogante, en la cual se encierran obstinadamente tantos manifestantes, es un testimonio de la ilusión que aún existe de que la acción de la policía en Génova se deba a "errores", "desbordamientos" o "excesos", a la influencia de la extrema derecha, la falta de experiencia de los jóvenes gendarmes o la presencia de uno u otro berlusconiano en la dirección de la policía, es decir, como si se tratase de una particularidad de la policía italiana.
No obstante, la respuesta a la interrogante sobre la seguridad de los cuerpos de choque del estado en su obra de represión se encuentra en el corazón mismo del estado, en su carácter orgánico y, en este caso, en la cohesión del conjunto de sus fuerzas, de todas las tendencias políticas. De la izquierda a la derecha, nacionales e internacionales, la acción terrorista de los cuerpos policiales proviene de una acción complementaria y conjugada de todas las fuerzas burguesas que componen el estado. La represión en Génova es el fruto de un plan elaborado por los diferentes gobiernos de izquierda, el de D’Alema luego el de Amato, con la colaboración de los servicios secretos de otros seis gobiernos occidentales presentes en Génova. Ese plan "por la seguridad" fue posteriormente aplicado por el gobierno de derecha Berlusconi-Fini-Bossi. De igual manera, la creación del cuerpo especial Grupo operacional móvil (GOM), que contribuyó mucho en la brutalidad policial sobre el terreno, es el fruto directo de una iniciativa del ministro "comunista" Diliberto (PDCI) bajo el gobierno de D’Alema. Y para comprender bien hasta qué punto la represión fue el resultado de la acción conjunta del conjunto de fuerzas policiales, tanto de derecha como de izquierda, tenemos que agregar que durante los momentos más álgidos de la represión estaban presentes, en el mismo cuartel general de las fuerzas del orden, el conjunto de los jefes de diferentes fuerzas policiales, acompañados por el viceprimer ministro Fini en persona.
La facilidad con la que la policía logró reprimir se debe a la colaboración abierta y determinante de la izquierda socialdemócrata que, como el Foro Social de Génova, predicaba la no violencia, la desobediencia ciudadana y la manifestación pacífica en el mismo momento que los milicos pegaban, tiraban, mataban. Y esta izquierda "humanista y democrática", como le gusta definirse, no se contentó con llevar a los manifestantes como corderitos al matadero o de fumigar con su veneno pacifista; no, sus militantes colaboraron activamente con la represión, participando en un verdadero concurso de delación, bloqueando con sus servicios de orden la entrada de la manifestación a los militantes considerados demasiado "ofensivos", encerrándolos entre sus propios cordones de seguridad y las filas de milicos, exponiéndolos así, como blancos fáciles, a las granadas lacrimógenas disparadas directamente a pegar. Los milicos se ensañaban con los manifestantes en el mismo momento en que los del Foro Social de Génova se empeñaban en cazar "provocadores" y denunciaban a los violentos. El hecho de que ya hubiese un cadáver yaciendo en la calle no impidió a esta izquierda "anticumbres" continuar discutiendo si era correcto o no quemar coches.
En definitiva, en Génova, lo que el terrorismo burgués –tanto de derecha como de izquierda– quiso recordar al proletariado es que el lugar que el sistema le asigna es el sitio en donde es explotado y no la calle, perturbando las reuniones de los burgueses. Un joven manifestante apresado en Génova testimoniaba: "Rompieron la carta de identidad de ciertos presos diciéndoles: ‘Ves, aquí no eres una persona, no tienes ningún derecho’". En el marco de una acción represiva, no es raro que los defensores del orden revelen abiertamente lo que busca generalmente disimular la izquierda del capitalismo, es decir, que el derecho democrático es una fuerza al servicio de la burguesía, una simple codificación de las relaciones de explotación existentes que, para el proletariado, se resumen en el derecho de vender su fuerza de trabajo y de existir mientras no luche contra su propia condición de explotado. Como ciudadano respetuoso, es decir, como mercancía, tiene una existencia democrática –tiene la libertad de trabajar o reventar de hambre–, pero si sale del mundo mercantil y sus derechos, si de obrero dócil se transforma en proletario y se permite perturbar, aunque sea de una manera elemental, el buen funcionamiento de la explotación, pierde entonces simplemente toda identidad.
Panfleto que no pudo ser distribuido en GénovaReproducimos a continuación el contenido integral de los panfletos confiscados, subrayando la claridad con la que estos compañeros se demarcan de la ideología antiglobalización, y la fuerza con la que denuncian las corrientes socialdemócratas que no buscan otra cosa que "la modernización del capitalismo y esperan que sus propuestas (por ejemplo, la tasa Tobin) podrán salvaguardar las relaciones sociales capitalistas, es decir, las mismas relaciones que perpetúan nuestra alienación y nuestra explotación.". Quemar toda ilusión esta nocheSi estamos aquí, no es porque preferimos el comercio equitativo al librecambio, ni porque creamos que la globalización debilita a los estados naciones. No estamos aquí porque pensemos que el estado está controlado por instituciones no democráticas, ni porque queramos más controles del mercado. Estamos aquí porque toda forma de comercio es el comercio de nuestra miseria, porque todos los estados son prisiones, porque la democracia camufla la dictadura del capital. Si estamos aquí, no es porque veamos a los proletarios como víctimas, ni porque queramos plantearnos como sus protectores. No venimos aquí para dejarnos impresionar con revueltas espectaculares, sino para aprender la táctica de la guerra de clases cotidiana, llevada adelante por los huelguistas de Ansaldo y los proletarios insumisos de la industria metalúrgica. Hemos venido aquí para intercambiar nuestras propias experiencias como desposeídos del mundo entero. Si estamos aquí, no es como miembros de las numerosas ONG, ni de los lobby oficiales, de Attac o de todos los que quieren simplemente ser incluidos en las discusiones sobre la modernización del capitalismo y esperan que sus propuestas (por ejemplo, la tasa Tobin) podrán salvaguardar las relaciones sociales capitalistas, es decir, las mismas relaciones que perpetúan nuestra alienación y nuestra explotación. Si estamos aquí es como proletarios que no identifican el capitalismo con las reuniones de esos gángsters, sino con el robo cotidiano de nuestras vidas –en las fábricas, en los centros llamadas(2), en el paro– por las necesidades de la economía. No hablamos en nombre de quien sea, sino que partimos de nuestras propias condiciones de existencia. El capitalismo no existe a causa del G8, sino que es el G8 el que existe a causa del capitalismo. El capitalismo no es ni más ni menos que la expropiación de nuestra actividad, que se vuelve contra nosotros mismos como si fuera una fuerza extraña a nosotros. Nuestra fiesta contra el capitalismo no tiene ni principio ni fin, no es un espectáculo predeterminado, no tiene fecha fija. Nuestro futuro se encuentra más allá de toda mediación, más allá de los estados nacionales, más allá de toda tentativa de reformar el capitalismo. Nuestro futuro se sitúa en la destrucción de la economía. ¡Por la abolición
total del estado y el capital!
Precari Nati (email: ti14264@iperbole.bologna.it)
Kolinko, Workers Against Work
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Nunca he hecho ningún comunicado, ni he gritado mi lucha hacia l@s pres@s, así que espero sepáis perdonar mi mediocre lenguaje y expresión lingüística, pero después de ocho meses de absoluto silencio, siento la necesidad de manifestar mi repulsa, solidarizarme con l@s pres@s y unirme a vosotr@s.Presentamos a continuación una buena parte de un Boletín (cartas y comunicados) que encontramos en "una calle de algún lugar de Madrid" y que constituye un grito de denuncia, rebeldía y enfrentamiento al estado efectuado por presos y "no presos". La importancia de estas luchas en un mundo en el que cada vez hay más presos, en donde cada vez hay más presos que luchan contra las imponentes condiciones que les impone el estado burgués como en estos mismos momentos en Turquía, en Brasil,... no requiere mayores introducciones. Solo señalemos que los textos presentados tienen valor por las afirmaciones (por ejemplo afirmación de la solidaridad en la lucha contra el existencialismo) y denuncias efectuadas (no solo de los verdugos directos sino de muchos "anarquistas", "alternativ@os", autónom@s que se hacen cómplices), en un país que ahora (¡y es de no creer!) se muestra como modelo democrático. Además, el material que reproducimos tiene importancia por las discusiones que impulsa, por lo que nos pareció importante incluir textos con posiciones diferentes sobre temas tan difíciles como la huelga de hambre.Al publicar esos textos no solo rendimos homenaje a esa lucha proletaria, sino que difundimos un material que puede servir como arma en cualquier otra cárcel o barricada. Aunque publicamos este material con el retraso lógico e inevitable en una revista que no está concebida para seguir la actualidad, no creemos que nadie se atreva a decirnos que esos gritos de resistencia y lucha contra el estado capitalista han perdido actualidad.
Ponemos a disposición del lector fotocopias de la totalidad de este documento y pedimos a los lectores y compañeros que nos envíen todo tipo de materiales como este que encuentren "en cualquier calle de cualquier parte" porque hay y habrá cada vez más oídos receptivos.
Quiero apoyar y aplaudir su decisión a tod@s aquell@s que iniciaron una huelga de hambre por unos derechos que les pertenecen y hoy en día se les niegan robándoles no sólo su libertad, sino su personalidad, su salud y su dignidad humana entre otras cosas. Quiero denunciar las condiciones infrahumanas a las que son sometid@s diariamente l@s pres@s, las humillaciones, las torturas, las sanciones..., las denegaciones de permisos, la interrupción de las comunicaciones y el correo...
También siento una gran indignación por la muerte de un compañero-preso en la cárcel de Alcalá Meco, debido a la negligencia de un carcelero, y que sólo hubiese una denuncia al respecto y un silencio ensordecedor.
Espero y deseo iniciar una lucha conjunta con tod@s vosotr@s, para que nuestras comunicaciones, manifestaciones y otras libres formas de expresión derriben esos muros de hormigón que nos impiden ver la luz, que nos niegan esa libertad tan preciada y deseada.
Porque tod@s som@s pres@s, con estas palabras humildes hago constar mi protesta, [...], además de querer solidarizarme con tod@s l@s pres@s que así lo deseen [...].
Un saludo y que sigáis adelante [...].
Después de algo más de un mes desde el fin de la huelga de hambre llevada cabo por los presos sociales y anarquistas de todo el estado, se precisa un debate sobre la lucha, sobre el pasado, el presente y el futuro, para superar los escollos infranqueables y potenciar esas brechas que se han abierto gracias a la lucha (sin comillas) y la solidaridad (con mayúsculas, no el mero existencialismo) de grupos e individualidades para con l@s compañer@s en lucha.
No debemos dejar de tener en cuenta que una propuesta de huelga de hambre como la que nos planteaban l@s compañer@s en prisión era algo bastante duro, sobre todo sin saber cómo iba a responder la gente de fuera. Una lucha tan dura como la de una huelga de hambre, donde la acción en el exterior se hace indispensable, no se debía tomar a la ligera; así pues, l@s compañer@s prisioner@s plantearon multitud de debates dentro y fuera de las mazmorras del capital para llegar a un consenso sobre el modus operandi en la lucha. Desde el contacto con los reformistas hasta la violencia revolucionaria, han habido multitud de debates valorando las diferentes aportaciones a la lucha. Tampoco debemos dejar de tener en cuenta que, en medio de todo este debate y a punto de iniciar la huelga, se produjo un ataque directo a ésta por parte de los esbirros del estado, deteniendo y encarcelando a compañer@s solidari@s con l@s pres@s. En estos momentos, la situación cuenta con un compañero en paradero desconocido, uno preso y otra compañera en libertad con cargos a la espera de juicio.
Después de años de letargo en el difuso movimiento antagonista ibérico, tras años de anquilosamiento folclórico-festivo por un lado y anarco-nostálgico-sindicalista-confederal por el otro, se sacude el polvo del muermo al amuermado "movimiento" mediante un@s loc@s que practican (y con la práctica validan) una cosa a la que llaman "solidaridad activa" (que no pasa por colectivos pro-nada ni por ONGs), mediante la casi olvidada y tan sólo viva en antiguos textos históricos acción directa.
A través de la acción toman sentido palabras como solidaridad, ataque, lucha, revuelta, vida..., las cuales habían pasado a formar parte del doble lenguaje, del mundo de los eufemismos, de la hipocresía dialéctica. Resucitan, cual Lázaro, después de haber sido enterradas por los falsos revolucionarios, los anarquistas de salón, los autónomos okupis-fiesteros, los fans del eslogan barato y los mitificadores de héroes y luchas.
Mediante la acción, nace la solidaridad internacional, haciendo hermanos más allá de las fronteras marcadas por los intereses económicos de los estados capitalistas. Así pues, la acción internacionalista, el hermanamiento de los pueblos del planeta, se da con motivo de la lucha anti-cárceles, sucediéndose acciones de apoyo a la lucha de los presos en Grecia, Italia, Francia, España, Turquía... Rebeldes de cualquier país, identificados en un grito común, rompen fronteras mediante la acción y la palabra, dos cosas tan necesarias como lo es el hecho de que deben ir juntas para dar validez a ambas. Los esbirros "van de culo", tratando de descubrir supuestos ejes terroristas internacionales, supuestas tramas organizativas entre diversos países, donde la acción toma forma como grito de lucha. No se imaginan que la complicidad entre rebeldes se da sin necesidad de tramas ni organizaciones. El individuo consciente de su condición toma conciencia de su fuerza y se reconoce en unos métodos que hace suyos, sin necesidad de vanguardias de liberación, ni de grupos jerárquicos. La acción nace del individuo y se extiende en la complicidad del ataque, el sentir, el vivir, la coherencia, la lucha.
Cabe resaltar que no todo ha sido negativo o inútil en esta huelga (ni mucho menos quiero decir algo así). Se da como dato positivo que el hecho de que l@s compañer@s planteasen una lucha de esta envergadura provocara la reacción de mucha gente. Nunca hasta ahora se había hablado tanto de las prisiones y l@s prisioner@s. Nunca hasta ahora se había juntado tanta gente que no se conocían para llevar a cabo proyectos comunes de apoyo a la lucha. Nunca hasta ahora, al menos desde hacía mucho tiempo, se habían sucedido tantas acciones solidarias de ataque directo en apoyo a l@s compañer@s en lucha. Esperemos que todo esto haya sido tan sólo el principio de una nueva (no tan nueva) forma de lucha, una nueva manera de entender la revuelta, una nueva forma de ver el ataque directo a las estructuras de opresión y dominación. Se ha abierto una brecha en la concepción de la lucha contra el sistema, esto es positivo y realmente novedoso e interesante, una brecha que pasa por la difusión del ataque sobre el territorio, por la aceptación de la revuelta por cada individuo consciente de su opresión, por la superación del monopolio de las vanguardias de salvación, haciendo de la lucha un acto colectivo de revuelta permanente. Aquí está la brecha, de nosotr@s depende que se mantenga abierta y se extienda hasta romper con la muerte dominante existente.
¡Salud estimad@s compañer@s!
"Hace pocos días he llegado, junto al compañero Luis Jiménez, a estas cavernas de antaño del Centro de Exterminio de Teixeiro. Por el momento estamos este compañero y yo solos en una galería e imagino que no tardarán en traer a los demás compañeros, para aquí, para esta galería. Hoy os escribo principalmente para que sepáis en el paraje en el que me encuentro; así como para dar mi opinión referente a las propuestas que realizan algun@scompañer@s y de esta última que os hable en mi anterior carta: TXAPEO DE UNA SEMANA Y DOS DÍAS DE AYUNO PARA EL MES DE ABRIL. Así pues, espero que se divulgue. Hace pocos días que he llagado a las cavernas Texeiro y aún no he podido hablar con los demás compañer@s del bunker referente al TXAPEO DE UNA SEMANA Y LOS DOS DÍAS DE AYUNO PARA EL MES DE ABRIL; por lo que no os puedo dar un dato concreto de los que van a participar en ella. Yo, indudablemente, secundaré dicha propuesta, pero también quiero dar mi opinión al respecto. Creo que se están haciendo propuestas e iniciativas a lo loco, sin reflexionar mucho las cosas; malgastando y desperdiciando fuerzas. No hemos acabado de realizar una huelga y ya lanzamos otra al aire de iguales similitudes como si tal cosa fuera sencilla para lograr la EXCARCELACIÓN DE L@SPRES@SENFERM@S CON ENFERMEDADES INCURABLES, LA ABOLICIÓN DEL F.I.E.S. y EL RÉGIMEN DE AISLAMIENTO, EL CESE DE LA DISPERSIÓN Y LA PUESTA EN LIBERTAD PARA L@S QUE HAN PAGADO 20 AÑOS DE CÁRCEL. Un@ no debería ser tan ilusionista, de sobra conocemos y sabemos lo arduo que es llevar esta lucha adelante y los obstáculos que se nos plantean cada vez que secundamos una huelga. ¡Y ya veis! Aquí estamos, al pie del cañón y asumiendo las consecuencias que ello implica: Cundas, palizas, provocaciones de todo tipo, etc. Por eso creo que hay que dejar de lado las ilusiones y ser más realistas. Dejar de alzar propuestas que no conllevan a nada y que no nos permiten avanzar en nuestros objetivos. No malinterpretéis mis palabras; pero creo la necesidad que TOD@S deberíamos pararnos a reflexionar minuciosamente todas las acciones llevadas a cabo desde el 27-5-99. Cierto que hoy día la sociedad está más al corriente de todo, pero parece ser que les es indiferente de lo que ocurre y deja de ocurrir en las prisiones españolas – al menos eso es lo que yo veo-. Por eso deberíamos dejar, por un determinado tiempo, la lucha y ceñirnos algo más por las condiciones de vida que sufrimos en estos búnkers, con el único fin de mejorar nuestras circunstancias. Contamos con mínimas armas a nuestro alcance y debemos sacarle buen partido, creo que al enemigo no hay porque prevenirlo de lo que vayamos a realizar, todo lo contrario. La sorpresa y la coordinación forma parte de nuestra supervivencia y objetivos y planificar nuestra estrategia con estas armas a nuestro favor va a resultar gratificante a la hora de golpear con contundencia a nuestr@senemig@s. Por eso es que creo que deberíamos reivindicar las condiciones de cada búnker y reflexionar sobre otras iniciativas en exigencia de los cuatro puntos primordiales más efectivos. Pues, como dice un proverbio chino "el trabajo lento produce la mejor mercancía". Yo compañer@s no soy una persona que tenga muchas ideas revolucionarias, pero no creo yo que para ello de ser un revolucionario y mucho menos para exigir nuestros derechos más fundamentales. Pero, si verdaderamente queremos sacar algo de nuestr@sverdug@s fijemos una fecha en concreto y ROMPAMOS TODAS NUESTRAS CELDAS. Creo que esta acción sería más efectiva que estas huelgas que llevamos realizando desde el 99. ¡Manda cojones! Encima de estar sufriendo toda clase de torturas, humillaciones, los muros, etc. tenemos que sufrir aún más realizando huelgas de hambre y de patio. Ignoro como os afectan a vosotr@s estas huelgas pero a mí, sinceramente, me empieza a parecer agobiante y cansino, y hasta desquiciador, puesto que veo que no arrancamos mucho a esta gentuza; pero vosotr@s decidiréis. Yo soy de los que opinan de romper las celdas.
Nada más compañer@s. Recibid, pues, un cordial y afectuoso abrazo libertario desde las cavernas de antaño de Teixeiro en el nombre del Killo. SALUD Y AMOR.
Desde hace más de 150 días, varios centenas de presos luchan contra su traslado a cárceles de "tipo F", contra esa política criminal del estado fascista turco que va dirigida a aniquilar toda forma de resistencia. Desde el asalto llevado a cabo durante tres días contra los presos en huelga de hambre, Turquía ha mostrado su verdadera cara y su voluntad de no retroceder ante ninguna masacre. El balance ha sido de 28 muertos: quemados vivos, masacrados, asesinados, todos son víctimas de la violencia del estado...