No es este el lugar para desarrollar el conjunto de simplificaciones y falsificaciones que esta visión contiene en función de los intereses que la misma defiende, solo mencionaremos que hasta "el hombre" mismo, del que habla esa historia, como si tuviera desde siempre y para siempre una naturaleza humana dada, es un mito, una de las tantas creencias ideológicas de esta sociedad dogmática y que, por el contrario, el hombre real como animal social es un producto de la organización de la sociedad y particularmente de las relaciones de producción en las que el mismo nace y se desarrolla. El "hombre" de la actual sociedad burguesa, libre de explotar o de reventar de hambre, libre de reventar trabajando durante todo el día sin encontrar de que sustentarse o de especular en la bolsa de New York con millones de dólares,... es, contrariamente al mito, y como decía el viejo Marx, un producto histórico. Más aún, no es un producto histórico antiguo, sino un producto histórico moderno. Lo mismo puede decirse del trabajo, "tan esencial al hombre" según la ideología dominante. O más en general: ese hombre "sujeto de deberes y de derechos", ese hombre que "tiene que trabajar", ese hombre que "es egoista" y que pasa la mayor parte de su vida a "ganar de que vivir" es un "invento" muy reciente si tenemos en cuenta la historia de la humanidad en su conjunto. Los especialistas hablan de la existencia del ser humano desde hace por lo menos un millón de años (según las investigaciones actuales se habla de dos millones de años o más) ¡mientras que ese "hombre económico" tiene solo ¡unas centenas de años!. Incluso, si nos referimos, no ya a ese hombre de la sociedad burguesa que nació hace algunos siglos (a través de todo un proceso histórico por el cual el mercado mundial se consolida y se revoluciona produciendo el trabajo abstracto -que también es un producto reciente- y los valores unitarios mundiales únicos), sino en general al hombre dedicado al trabajo que vive en todas las sociedades de clase y de Estado, a lo más lejos que se puede llegar sería a unos decenas de miles de años. Es decir que en cualquiera de las hipótesis científicas actuales el hombre burgués, el individuo atomizado solo existió en un periodo inferior al 1 por mil de la historia humana y las sociedades de explotación de clases en menos del 2 por ciento. De ahí que sea totalmente aberrante y ahistórico hablar de "naturaleza humana" proyectando el mísero individo capitalista sobre la historia de la humanidad.
Es evidente que el capitalismo no tiene ningún interés en la historia real y mucho menos en la historia social (1). Desde el punto de vista revolucionario, por el contrario, sabiendo que la sociedad capitalista es una sociedad transitoria resulta sumamente importante y constituye una tarea militante a parte cabal de los comunistas el poner en evidencia el carácter histórico y transitorio de todo lo que ella implica (explotación, miseria, guerra, "homus economicus", trabajo,...), percibir, en lo que sea posible, las sociedades anteriores a la sociedad burguesa y vislumbrar así -aunque no sea más que en forma negativa- la sociedad futura que resultará justamente de la negación esencial/total de la sociedad presente.
Es en ese cuadro que se inscribe el interés permanente que los comunistas tuvieron siempre por la sociedad primitiva desde Marx y Engels a los militantes revolucionarios del año 2.000. En en ese marco que publicamos el texto "Abundancia y escasez en las sociedades primitivas" escrito por el grupo de revolucionarios "Guerre Sociale". Como dicen los autores: "Nuestro punto de vista es ante todo histórico y ve en el comunismo primitivo como en el comunismo superior, dos momentos a la vez distintos y próximos en la evolución humana. Mostraremos como se aclaran el uno al otro".
Contrariamente al mito de la realidad difícil de aprehender el lector podrá comprobar que el texto que presentamos además de encontrarse bien documentado es accesible y claro. Por otra parte, como los autores mismos explican bien el porqué de tal texto y los mitos contra los cuales se insurge, el mismo no requiere de una larga introducción específica.
Queremos sin embargo decir dos palabras sobre dicho grupo de militantes proletarios y una observación sobre el texto en sí. En el difícil y chovinista "medio revolucionario" parisino (que no solo se imagina que Paris es el ombligo del mundo sino que cree que Francia es el país revolucionario por excelencia) en donde en general no hay ningún aporte sobre nada, este grupo de militantes constituyó junto con algunos otras (como Barrot y "La Banquise", o los situacionistas en torno a Guy Debord) una remarcable excepción actuando contracorriente en todos sentidos (incluso enfrentando prácticamente el frente único de antifascistas burgueses parisinos desde las juventudes israelitas organizadas a los distintos grupos stalinistas y trotskistas) produciendo muy buenos materiales tanto de discusión política como de difusión. Por su práctica, sería mucho más correcto decir que esos grupos, tanto como el nuestro, no pertenecen a ese medio pseudorevolucionario que a pesar de su verborragia de "izquierda comunista" no ha roto con lo escencial de la concepción socialdemócrata del mundo. Muchos militantes compañeros y simpatizantes nuestros han tenido en los textos de la Guerra Social, como de los otros grupos antes mencinados, una fuente de inspiración, de discusión y de agitación y algunos de esos materiales serán puntos de partida necesarios para la comprensión de aspectos importantes de las posiciones programáticas del proletariado.
En cuanto al texto "Abundancia y escasez en las sociedades primitivas" nosotros lo consideramos muy bueno aunque en tal o cual pasaje, que no tiene mayor importancia desarrollar aquí, no concordemos. Por el contrario, hemos considerado indispensable subrayar unas pocas diferencias de importancia, al mismo tiempo que realizar algunas aclaraciones de contenido o/y de traducción (2) lo que hemos realizado en unas "Notas críticas de la redacción de Comunismo".
Subrayemos aquí que tal vez la diferencia más importante que vemos con los compañeros autores del texto es que para nosotros el capitalismo como modo de producción es mundial desde hace 5 siglos y que si bien en sociedades actuales existen elementos de vida primitiva es incorrecto asimilar éstas al comunismo primitivo. Son formas de reproducción de la vida que han sido totalmente alteradas por el capitalismo por más difuso o episódico que haya sido el contacto. Así, si en muchos casos el capital subsume directa y totalmente las formas sociales diferentes, en otras, el capital, por sus propias condiciones de rentabilidad, tolera o "deja vivir" otras. Pero sería absurdo pretender que el comunismo primitivo pueda mantenerse, por ejemplo en sociedades a las que el capitalismo le ha ido reduciendo sus medios de vida (apropiación de bosques y lagos, de ríos y montañas, sometimiento de la naturaleza a todas las condiciones de valorización del capital) y que las ha ido arrinconando en pedazos de tierra todavía algo "naturales". Tampoco puede hablarse de comunismo primitivo en sociedades quedan sido arrinconadas y perseguidas por acaparadores de tierra o el terrorismo de Estado o/y penetradas por diferentes formas de mercantilisimo. Basta con que algunos ancestros hayan sido secuestrados y conducidos como esclavos por el capitalismo, o que simplemente hayan llegado al límite del bosque y hayan visto una máquina arrasando el mismo, o que su medio natural haya sido degradado por cualquier represa a algunos miles de kilómetros de distancia (sequías, inundaciones, o ambas cosas en forma alternada), basta con que un traficante cualquiera de blancas, que desde hace siglos buscan en las selvas carne joven a cambio de espejitos de colores o trapos para vistirse, haya entrado en contacto con los miembros de esa comunidad,... para que sea totalmente absurdo hablar de comunismo primitivo. E incluso en los lugares más remotos o en las sociedades "recién descubiertas" siempre hay relatos ancestrales del terror a los "caras pálidas", de la llegada de "otros seres", de ataques, de miembros de la comunidad "desaparecidos" y conducidos como esclavos, de seres que traen hermosos vestidos y los cambian por niñas de 5 a 13 años, de obligación de desplazarse por el hambre creada por la apropiación/destrucción de la naturaleza, de extraños comercios.
Es esa concesión al mito de un capitalismo que coexistiría con sociedades primitivas que la Guerre Sociale afirma cuando dice "los primitivos existen todavía" que luego la conduce a afirmar que "no se puede ser purista y buscar fronteras absolutas entre sociedades comunistas y sociedades de explotación", así como otras afirmaciones acerca de la coexitencia de las sociedades primitivas con la moneda. En realidad no se trata de sociedades comunistas primitivas, sino de sociedades totalmente desnaturalizadas en su esencia tanto por las relaciones con otras sociedades de clase, tanto por el efecto disolvente y destructor del dinero de la comunidad originaria. En realidad no hay ni puede haber comunismo primitivo ni coexistiendo con formas dinerarias, ni con formas de explotación. Aquellas afirmaciones son en realidad el resultado de una no comprensión de que el capitalismo presupone históricamente el valor, el dinero mundial que es la comunidad (una falsa comunidad bien real) que destruye toda otra comunidad.
Pero este tipo de afirmaciones son muy marginales en un texto que sintetiza muy bien un conjunto de investigaciones sobre lo que esas caricaturas de sociedades primitivas que han existido en los últimos años permite vislumbrar del comunismo primitivo. A pesar de toda la desnaturalización de esas sociedades prvocada por las sociedades de clases desde hace una decena de miles de años y a pesar de toda la destructuración de las mismas que han significado los 5 siglos de capitalismo mundial podemos todavía entender que la historia es muy diferente a como nos la contaron, que en las sociedades primitivas no todo era escasez y sufrimiento como los partidarios del progreso de todas las escuelas nos quieren hacer creer. A pesar de lo pocos pocos elementos que quedan para reconstituir una verdadera "antropología social" nosotros podemos afirmar más que nunca que el hombre no vino al mundo para trabajar y penar, para sufrir y ser explotado, para matar y morir; sino todo lo contrario para vivir una vida plena de satisfacción y placer, de gozo y afecto, de sexualidad y de juego, de deleite y disfrute. Podemos afirmar también, contra toda la ideología dominante, que nos habla de progreso ininterrumpido hasta nuestro presente, que nunca el hombre trabajó y penó tanto como en el presente; contra todas las religiones del sacrificio aquí para luego vivir en un más allá paradisíaco (tanto la religión judeo cristiana, como la islámica o el marximo leninismo y hasta el castrismo) que el único paraíso posible estará en la tierra solo luego de destruir el capitalismo junto con todas esas ideologías y religiones de Estado.
Así, los tiempos prehistóricos, en los que el hombre se nos presenta desnudo y desarmado ante una naturaleza hostil, no pueden ser más que una época de miseria terrible. Y si a veces nos quejamos de las desgracias de la vida moderna, una ojeada al pasado de la humanidad donde, incluso sin entretenernos demasiado en las hambres y epidemias de la Edad Media, nos sumergimos en la profundidad de las cavernas donde nuestros lejanos antepasados se escondían, debería devolvernos el sentido común y hacernos apreciar mejor nuestras mullidas condiciones de existencia. Imaginemos al hombre de la Edad de piedra. Está ahí, junto a un fuego raquítico, con el vientre vacío y de mal humor, vuelve de una jornada de caza agotadora e infructuosa. Un poco más atrás, ateridos y aterrorizados, la mujer y los niños. No hay que extrañarse de que nuestro hombre —¿se debe considerar a este bruto como a un ser humano?— vuelva con las manos vacías. ¡Cómo podemos imaginar que pueda salir bien parado frente a los terribles mamuts y a los tigres gigantes...! Incluso ha tenido la suerte de no encontrarse con los dinosaurios gigantescos a quienes se los llama desde lo más lejano de las edades y se les hace saltar unas centenas de millones de años para presentar el decorado más verdadero y terrible. ¡Desgraciados los débiles en estas sociedades donde sólo cuentan las relaciones de fuerza! Esos hombres que se aterrorizan entre sí y empujados por el hambre, no vacilan en devorarse unos a otros son a su vez aterrorizados y aplastados por la naturaleza. Sus recursos son la magia y otras prácticas infernales, con las que intentan conjurar a las fuerzas hostiles, y con los que no consiguen más que tener una suerte aún más trágica. Es comprensible que hayan desplegado todo tipo de recursos para intentar escapar a este infierno; aunque podríamos preguntarnos como podía quedarles tiempo y disponibilidad de espíritu para pensar.
Esta visión de las cosas es delirante, tanto cuando es presentada bajo la forma ingenua y gráfica de los manuales escolares o las tiras cómicas, como cuando se lo hace bajo el lenguaje disecado de los sabios. Este mundo de hambre, estos hombres aplastados por la necesidad económica, esta jungla social, este universo de magia, esta era de la supervivencia, no están situados en el momento histórico que les corresponde: no son sino la pantalla sobre la que la sociedad actual proyecta su verdad, verdad que querría hacer pasar por la naturaleza humana misma.
Los primitivos existen todavía (a) en el Gran Norte, en la selva amazónica, en los desiertos australianos. Su modo de vida no corresponde de ninguna manera a esta exposición clásica de la Edad de piedra. Son a menudo remolones y sosegados, tienen confianza en la naturaleza y no han perdido el sentido de comunidad.
Podría pensarse que nos resultó fácil, a partir del estudio de la realidad existente, y no ya de la reconstrucción sobre la base de indicios frágiles, hacerse una idea exacta de la vida prehistórica. Sin embargo no es así. Observaciones variadas y numerosas de los pueblos primitivos han acabado en mentiras, representativas de los prejuicios de occidente, que no reflejan para nada la realidad. Dichas teorías son en general tanto más falsas cuanto más pretensiones científicas tienen. Los relatos más interesantes, justos y graciosos son generalmente los de los misioneros, que aunque intentaban hacerle la moral a los salvajes no se extrañaron de su buena salud a pesar de que habían caracterizado sus condiciones de existencia como "imposibles de vivir". Después de un primer momento en el que viajeros y pensadores descubren, y a veces se extasían ante costumbres extrañas, va a venir una etapa de suficiencia e imbecilidad erudita: la realidad primitiva debe ser sacrificada en el altar del culto al progreso.
Los prejuicios no tienen sólo su fundamento en la cabeza de los ideólogos, sino que también nacen por condiciones de contacto con los pueblos primitivos dado que los que se encuentran fácilmente son ya víctimas de la civilización. Hay una verdadera dificultad para estimar los recursos de estos territorios extraños y en apariencia desérticos donde evolucionan generalmente los cazadores (b). Los contactos son a menudo breves y superficiales a lo que se agregan las dificultades del idioma. Además, los especialistas, hasta la primera guerra mundial y los estudios de Malinowsky, se contentaban con hacer teorías a partir de los relatos de otros. El interés estaba centrado en los comportamientos mágicoreligiosos, sobre la mitología más que sobre las actividades "productivas" de los indígenas y su relación con la naturaleza.
Los tasady ignoran incluso la caza (d), viven simplemente de la recolección y una pesca rudimentaria. Sus útiles no son muy elaborados ya que se contentan con ensamblar piedras y bambúes para hacer hachas.
Y aun así estos súperprimitivos se mofan de la civilización moderna con su felicidad. Como escribe F. de Clozet comentando el informe de los antropólogos: "...los tasady presentan todas las marcas de la felicidad. No de una felicidad auténticamente humana a la que podríamos aspirar, sino de un cierto equilibrio tan difícil de alcanzar en las sociedades industriales. Ignoran igualmente la jerarquía, la desigualdad, la propiedad, la inseguridad, la soledad, las frustraciones. Están perfectamente integrados en su medio natural y pueden sacar de él alimento suficiente trabajando tan solo algunas horas al día.
Su vida social parece estar exenta de antagonismo, tensiones y animosidad. Pasan la mayor parte de su tiempo jugando, charlando o en un ensueño. Y sin embargo esta felicidad, más próxima del animal que del hombre, consigue imponer respeto a los civilizados.
Las fotografías tomadas por los antropólogos muestran a los tasady moliendo el corazón de las palmeras, desenterrando los tubérculos, bañándose en el río, los niños risueños jugando en los árboles. Todas las caras aparecen sonrientes y sosegadas. Singular contraste con el semblante duro de los parisinos en el metro, la frente inquieta de los parados leyendo los anuncios de trabajo, el paso febril de los empleados dejando las oficinas a las cinco y media. ¿En conciencia, tenemos el derecho de "civilizar" a los tasady?
¿Pero cómo no rebelarse contra tal sentimiento? ¿Cómo aceptar que todos los progresos cumplidos desde el paleolítico no nos hayan dado una ventaja decisiva sobre el único plano que cuenta: la felicidad?" (1)
Ya que la técnica lo permite, van a recoger esta imagen de la "felicidad" primitiva en la jungla y difundirla en technicolor. Las revistas como Stern (2) proporcionan a sus lectores, de "semblante duro" y paso "febril", esta felicidad inaccesible con las fotos como prueba.
Cuando la ideología y el modo de vida occidentales, es decir capitalista, están en crisis, cuando la "naturaleza" se vende mejor cuanto más amenazada está y tal vez y sobre todo, cuando los primitivos, que han sido hasta tal punto rechazados y destruidos que, ya no resultan molestos, se puede pasar a su rehabilitación. Esta actitud que acusa al maquinismo, al progreso, a la historia, a lo desmedido (o su mal uso) no hace más que esconder con sus nostalgias al comunismo futuro (e).
"Lo que importa no es el modo de vida de los primitivos, la imagen de la felicidad en la simplicidad, la inocencia, sino la pobreza." (f) El estudio de los primitivos nos muestra lo que puede ser una cierta forma de equilibrio y armonía social, lo que puede ser la adaptación y la utilización de su medio, lo que puede ser una abundancia que no sea la riqueza burguesa y lo que es un hombre que no sea el hombre económico, el hombre como mercancía. Todo esto no se limita a una cuestión de nivel técnico más o menos rudimentario, de necesidades más o menos limitadas. Nuestro punto de vista es ante todo histórico y ve en el comunismo primitivo como en el comunismo superior, dos momentos a la vez distintos y próximos en la evolución humana. Mostraremos como se aclaran el uno al otro.
Así, para los indios guayaki: "La caza no es sentida jamás como una carga. Incluso siendo la ocupación casi exclusiva de los hombres, su tarea diaria, es siempre practicada como un "deporte"... La caza es siempre una aventura, a veces arriesgada, pero siempre exaltante. Seguro que es agradable extraer de una colmena la buena miel con su agradable olor o hender una palmera y descubrir el bullicio del delicioso guchu que han dejado en ella los escarabajos. Pero en este caso se sabe todo con anterioridad, no hay misterio, ningún imprevisto: la rutina. Mientras que acosar animales en la selva, mostrarse más astuto que ellos, aproximarse a tiro de arco sin dejar ventilar su presencia, oír el susurro de la flecha en el aire, luego el choque sordo que corta su carrera en el flanco del animal: todos estos son gozos conocidos, muchas veces probados y sin embargo cada vez renovados como si se tratase de la primera caza (h). Los aché no se cansan del bareka. No se les pide otra cosa y es esto lo que piden por encima de todo. Están de este modo, y desde este punto de vista, en paz con ellos mismos." (3)
Más asombroso es el hecho de que los salvajes consagren relativamente poco tiempo a la búsqueda de alimento. Así, no solamente les gusta lo que hacen, sino que además saben no abusar.
Esto va en contra del punto de vista según el cual la historia se confunde con el aumento de la eficacia productiva. La edad dorada del ocio estaría más bien detrás de nosotros. Si los primitivos no han inventado la civilización y construido pirámides, no es porque el tiempo les faltase sino más probablemente porque no veían ninguna necesidad de ello.
El ocio del que disponen los cazadores es más significativo porque viven en regiones áridas en las que su modo de producción ha sido rechazado por agricultores y colonizadores.
La duración y la intensidad de la actividad de estas poblaciones depende evidentemente de su entorno y su riqueza. Parece sin embargo que los cazadores que habitan territorios muy hostiles al hombre, como los esquimales polares, no son una excepción a la regla. J. Malaurie, que ha vivido con los esquimales de Thule empujados por la necesidad de resistir y forzar a una naturaleza difícil, puede a pesar de ello escribir: "El esquimal duerme en definitiva mucho. Más en invierno que en verano —hiberna como el oso— pero en total mucho, si se considera que la mitad de su existencia se la pasa dormitando y soñando. Si tuviera cifras, diría que solo la otra mitad —y nos sorprenderíamos del poco tiempo ello significa para una población pretendidamente activa— se reparte así: un tercio en polars (visitas), otro tercio en desplazamientos hacia el lugar de caza y el tercio restante en la caza propiamente dicha. La pereza es señal de sabiduría. Es así como una sociedad se protege físicamente contra el agotamiento de una vida dura".
"Sólo los jóvenes hacen naturalmente excepción a este ritmo de vida equilibrada: una gran parte de su tiempo es estacionalmente ocupada por el impulso sexual; en primavera y verano, corren tras las chicas que acechan de una aldea a otra con los motivos más diversos: pretextos de cazador." (4)
"En el caso de los hombres de la Tierra de Arnhem, refugiados en la maleza, la búsqueda del alimento ocupaba un lugar muy irregular de un día a otro. Se consagraba una media de 4 a 5 horas por persona a la obtención y la preparación del alimento. Dicho de otra manera, no más horas de trabajo que las que produce un trabajador en la industria —cuando está sindicado—. El tiempo consagrado cada día al ocio, es decir al sueño, era desmesurado..."
"Además del poco trabajo que exige la obtención del alimento, hay que subrayar su carácter irregular. La búsqueda de la subsistencia es discontinua. Desde el momento en que se ha recolectado bastante se deja de hacerlo, lo que deja mucho tiempo libre. Estamos frente a una economía con objetivos bien definidos, alcanzados de forma irregular lo que tiene como consecuencia que la ordenanza del trabajo sea también irregular (i). En todo caso más que forzar los límites de las energías humanas y de los recursos naturales, parece que estos australianos se quedan por debajo de las posibilidades económicas efectivas..."
"Añadamos además que la caza y la recolección de los aborígenes de la Tierra de Arnhem no eran cansadoras. El diario del investigador indica que cada uno medía sus esfuerzos; sólo una vez se lee que un cazador estaba "completamente agotado". Los mismos indígenas no consideraban tampoco que las tareas alimentarias fuesen penosas."
"No las tienen en absoluto como un trabajo desagradable de la que hay que librarse rápidamente, ni como un mal necesario que se rechaza hasta el último momento. Por otra parte, ciertos australianos, los yir yiront, utilizan el mismo término para designar la obtención de alimento y el juego (j)..."
"Además del tiempo consagrado a las relaciones sociales generales, a las charlas, comadreos (k), etc.(casi siempre entre la realización de dos actividades bien definidas y durante la cocción de los alimentos) se pasaba también algunas horas del día descansando y durmiendo. Cuando los hombres estaban en el campo, dormían por término medio, después del almuerzo, una hora, una hora y media y a veces incluso más. De la misma manera, tenían la costumbre de dormir cuando volvían de pescar o/y cazar, sea apenas llegaban o durante la cocción de la caza. En Hemple Bay, los hombres dormían cuando volvían temprano, pero no lo hacían si volvían luego de las cuatro de la tarde. Cuando se quedaban en el campo todo el día dormían a cada rato, sin olvidar la siesta de después del almuerzo. Cuando las mujeres recolectaban en la selva descansaban, parece ser, más a menudo aun que los hombres. Si se quedaban en el campo todo el día, dormían igualmente a cada rato, a veces mucho".
"Por su parte, en un excelente estudio, Richard Lee se ha consagrado a la sección Dobe de los bosquimanos kung, vecinos de los nyae-nyae, los mismos a propósito de los cuales Mrs. Marshall ha manifestado importantes reservas en lo que concierne a sus recursos alimentarios. Los dobe se encuentran en una región del Bostwana donde los bosquimanos kung están establecidos desde hace al menos un siglo, aunque las fuerzas de disgregación comienzan a hacerse sentir. (Sin embargo, los dobe conocen el metal desde 1880-1890). El estudio de Lee se extiende a cuatro semanas, en julio-agosto de 1964, en un campamento de estación seca en el que la población se acercaba al efectivo medio (41 individuos). La observación fue hecha en el momento en que, en el ciclo alimentario anual, las condiciones se vuelven menos favorables, debería por tanto proporcionar indicaciones bastante características de las dificultades alimentarias".
"A pesar de las débiles precipitaciones anuales (de 15 a 25 mm) Lee encontró en la región de los dobe "una abundancia de vegetación sorprendente". Por lo que los recursos alimentarias de este pueblo eran al mismo tiempo variados y copiosos; en particular, los maggettinuts, de alto valor energético siendo, "tan abundantes que cada año millones de nueces se pudrían por tierra por no ser recogidas". Los datos relativos al tiempo consagrado a la obtención de alimentos se parecen asombrosamente a los resultados recogidos en Tierra de Arnhem."
"Una jornada media de caza y recolección de los bosquimanos dobe, alimentaba a 4 ó 5 personas. En una primera aproximación, el bosquimano es un productor de alimentos (l) tan eficaz como el campesino francés de entre guerras (1914-1945) y más eficaz que el campesino americano anterior a 1900. Ciertamente una comparación así es engañosa, pero de hecho es menos engañosa que sorprendente. Sobre el conjunto de la población de bosquimanos libres que Lee ha contactado, el 61% (152 sobre 258) eran efectivamente productores de alimento; los otros eran demasiado jóvenes o demasiado viejos para poder contribuir eficazmente a esta tarea. Así la relación de los productores de alimentos en la población global era de hecho de 3 a 5, ó de 2 a 3. Pero este 65% de la población que trabajaba lo hacía solo el 36% del tiempo. ¡El 35% restante de la población no trabajaba en absoluto!"
"El adulto dobe medio no pasa entonces más que 2,5 días por semana para satisfacer sus necesidades alimentarias y las de las personas que están a su cargo. Supongamos a falta de datos, más detallados que una jornada de trabajo dura 10 horas (esto es sin duda excesivo para lo que denominamos trabajo propiamente dicho, pero de este modo se toma en cuenta el tiempo consagrado a la cocción, la reparación de armas, etc.). Un bosquimano adulto pasaría entonces una media de 25 horas por semana en obtener alimentos. Esto suma 3 horas 45 minutos por día. Esta cifra es asombrosamente próxima de los resultados obtenidos entre los habitantes de la Tierra de Arhem. Lee ha calculado que la producción alimentaria por día y persona era de 2140 calorías durante el período de observación. Notemos que Lee evalúa en 1975 calorías por persona las necesidades de los bosquimanos, teniendo en cuenta el peso medio de los dobe, la naturaleza de sus ocupaciones y la repartición de la población por edad y sexo. Una parte del alimento excedente era probablemente, echado a los perros que consumían los restos de la comida".
"Estos datos indican que los esfuerzos, a pesar de ser modestos de los bosquimanos kung, bastan de sobra para cubrir sus necesidades alimentarias. Se puede concluir que los bosquimanos no llevan, como a menudo se ha pretendido, una existencia inferior a la normal, en los límites del hambre."(6)
Hacia 1840, un squatter australiano llegó a preguntarse: "¿cómo hacían estas buenas gentes para pasar el tiempo antes de que mi (su) expedición hubiese venido y les hubiésemos enseñado a fumar..?. Una vez aprendido este arte (...) todo el mundo estaba ocupado: repartían sus horas de ocio entre la preparación y la utilización de pipas y las gestiones para mendigarme tabaco." (8)
En otro continente, el padre Baird, en su relación de 1616, describía así a los indios micmac (m): "... para gozar a fondo de su "derecho" natural, nuestros silvícolas se van de donde viven disfrutando del placer de peregrinación y paseo; para lo cual disponen de los instrumentos para hacerlo fácilmente y la gran comodidad de sus canoas, que son pequeñas embarcaciones livianas, que se mueven tan rápidamente a remo y que si hay buenas condiciones pueden hacer en un día de treinta a cuarenta millas. No se ve en absoluto a esos salvajes chistar (refunfuñar). Así sus jornadas no son otra cosa que buen pasatiempo. No están nunca apremiados. Muy distinto a nosotros que no sabemos hacer nada sin prisa y opresión." (9)
Es posible que si los primitivos pudiesen escoger, preferirían la muerte a ciertas coacciones soportadas por los civilizados. La idea de que la vida es el bien supremo y de que deba protegerse a cualquier precio les es extraña. He aquí lo que explica algunas prácticas que, a los ojos occidentales, pueden parecer absolutamente bárbaras. Al mismo tiempo, las actitudes de los civilizados pueden parecer inaceptables a estos salvajes. Se ha visto a indios caníbales protestar contra las condiciones de esclavitud de prisioneros que al principio estaban destinados a la cacerola, pero que habían sido cedidos a blancos humanistas. Grupos de primitivos prefieren suicidarse a conformarse con las condiciones de vida inaceptables que les son impuestas.
No se puede proyectar sobre la actividad de los cazadores una concepción de la utilización del tiempo y el rendimiento que les es extraña y que sería, finalmente, irracional, visto su modo vida. La indolencia puede revelarse como una actitud eficaz: "...este comportamiento apático (de los aborígenes australianos) es, en realidad, una adaptación al medio físico. En todo caso, esta "indolencia" contribuye a mantenerlos en buena forma. En tiempo ordinario, cuando se desplazan, rara vez recorren más de 13 a 19 kilómetros por día, y como "hacen marchas sin apresurarse ni atarearse, evitan los daños del nerviosismo y el calor; en particular, el sufrimiento de la sed que entre los europeos es provocada no sólo por las actividades físicas y los grandes esfuerzos que se imponen, sino también, y sobre todo, por la sensación de falta de seguridad y por la angustia que se deriva de ella". Además se ponen a buscar alimento y agua "sin apresurarse y sin emocionarse demasiado, tomando mucho antes de tener necesidad"." (10)
Así, los aborígenes se mantienen en buena salud en las regiones en las que los exploradores occidentales del siglo XIX, a pesar de su equipamiento, tenían mucha dificultad para sobrevivir. De ahí el asombro al encontrar hombres "bellos, bien plantados, la mayor parte barbudos, (...) en buenas condiciones físicas, sobre todo si se tiene en cuenta la existencia miserable y precaria que es la suya." (11)
A veces se da el caso de que la caza sea infructuosa. Este modo de abastecimiento tiene sus riesgos. ¿Pero acaso la agricultura ha sabido evitar las hambrunas, superar los problemas de articulación entre dos cosechas, no depender de las variaciones climáticas? Al separarse de las condiciones naturales se aumentan los riesgos de inseguridad. Incluso en los momentos difíciles, los cazadores tienen confianza y no piensan en hacer provisiones.
Según Le Jeune, hablando de los indios montagnais (n): "Lo malo es que hacen festines demasiado seguido durante el hambre que estábamos pasando; si mi anfitrión caza dos, tres o cuatro castores, tanto si es temprano por la mañana como si es por la noche se hacía un festín con todos los salvajes vecinos, y si estos últimos habían atrapado algo, hacían lo mismo, de tal manera que saliendo de un festín uno va para otro y a veces a un tercero y un cuarto. Yo les decía que eso no estaba bien y que era mejor reservar los festines para los días siguientes y que así nosotros no estaríamos tan sometidos al hambre, pero ellos se reían de mi, mañana haremos otro festín con lo que cazaremos mañana, pero a veces no cazaban más que frío y viento...
Yo los veía, en sus penas en sus trabajos sufrir con alegría... Me encontré con ellos en una situación de peligro de gran sufrimiento y ellos me decían pasaremos dos días, tal vez tres sin comer, pero a falta de vivir hay que tener coraje. Chihina tenéis que tener el alma dura, resiste a la pena y al trabajo, cuídate de la tristeza, porque de lo contrario te enfermarás, míranos como nosotros no dejamos de reírnos a pesar de que comamos poco."(13)
Gessain escribe a propósito de los esquimales: "En un mundo, donde las fuerzas del viento y los hielos son tan poderosas, donde las fuerzas de la naturaleza son tan determinantes, ¿no es mejor vivir en la confianza? No es haciendo reservas como se obtienen dones. ¿Demasiadas reservas no sería descortés de cara a estas almas inmortales que en un eterno retorno, ofrecen su cuerpo animal?" (14)
Los tasady de Filipinas, lejos de deslumbrarse por las maravillas técnicas que se les hace descubrir, manifiestan escepticismo. Rechazan las telas, las cestas, los arcos que se les ofrecen aunque toman los machetes que les permiten abatir con mayor facilidad las palmeras. No aceptan más que lo que aumenta su eficiencia sin trastornar sus costumbres. Cuando a un grupo de tasady se les ofrece una linterna, la rechazan: eso no permite encender el fuego, dicen. Se les explica que es para ver por la noche, hacen: "oh-ho, oh-ho" y precisan que por la noche, ellos duermen. Llaman al magnetófono "el artefacto que les roba la voz", sin manifestar temor ni animosidad, sino sobre todo entretenimiento. En su gruta común, sus provisiones y sus útiles para 24 personas son: tres tubos de bambú llenos de agua, tres hachas de piedra. Aceptan los encendedores que les permiten no tener que frotar dos trozos de madera en el musgo seco para encenderlo. Aprenden a hacer trampas para atrapar animales. Pero cuando se les quiere explicar la agricultura, se extrañan de tales propósitos y responden que tienen siempre de que comer en abundancia. Si hay menos, alimentan primero a los niños. Su placer supremo parece ser el sentir correr la lluvia sobre su cuerpo.
Así, nuestros salvajes serían pues pobres, pero contentos de su suerte. Pobres, ¿pero porqué pobres? No renuncian a nada. El medio natural les ofrece el alimento que necesitan y les permite fabricarse sin mucho esfuerzo los objetos que abandonan con facilidad. No viven en la escasez (o).
Como dice Sahlins, su sociedad es la primera sociedad de la abundancia. Si no hacen provisiones, es porque la naturaleza representa un granero inagotable y accesible.
El mérito de Sahlins es el de intentar poner de manifiesto una explicación materialista y global, sin detenerse en los sentimientos de saciedad y confianza de los primitivos. ¿A qué responden las actitudes de los primitivos, cuál es su profunda racionalidad?
Los objetos son tanto más apreciados cuanto más fáciles son de transportar. "El sentido de propiedad de los murngin está muy poco desarrollado; esto parece ligado al poco interés que manifiestan por el desarrollo de su equipo tecnológico. Estas dos características parecen encontrar su origen en el deseo de librarse de una carga y de la responsabilidad de objetos que estarían en contradicción con la existencia itinerante de su sociedad... El principio que rige la clase de objetos que serán conservados de forma permanente por su propietario, es la facilidad con la que pueden ser transportados por seres humanos o piraguas. Para los murngin, la cantidad de esfuerzo exigida para producirlo contribuye, de cierta manera, a fijar el valor de un objeto como propiedad personal. Igualmente el grado de escasez de un objeto, en la naturaleza o los trueques, interviene en la determinación de los valores económicos de los murngin; pero el criterio decisivo sigue siendo la comodidad de transporte del objeto porque esta sociedad no ha domesticado ninguna bestia de carga. Los recipientes metálicos procedentes de los misioneros blancos por vía de cambio son extremadamente raros y muy apreciados: sin embargo, si tienen grandes dimensiones, serán ofrecidos a alguien que se quede en el campo o seccionados para servir para otros usos. El valor supremo es la libertad de movimiento (Warner)."(16)
Un viajero, Van der Post, constata: "Estábamos mortificados al constatar que no podíamos ofrecer gran cosa a los bosquimanos. Casi todo parecía que iba a volver su vida más difícil, añadiéndose al desbarajuste y al peso que arrastran en sus desplazamientos cotidianos. Ellos mismos no tenían apenas bienes personales: un cinturón, una manta de piel, un morral de cuero. En un instante podían recoger todos sus bienes, envolverlos en sus mantas y transportarlos en su espalda durante mas de 1.500 kilómetros. No tenían sentido de propiedad." (17)
La explicación basada en la necesidad de ser móvil es esclarecedora. Pero no hay que considerar esta necesidad como una coacción objetiva que vendría a refrenar un sentimiento subjetivo de posesión y acumulación. No hace más que confirmar una actitud espontánea. Los tasady, que estaban tan poco interesados por la adquisición de nuevos útiles, no se desplazaban nunca más allá de tres kilómetros de su lugar permanente de vivienda.
La primera necesidad para que funcionen la caza y la recolecta, es una densidad humana muy débil. La América precolombina estaba habitada solamente por algunos millones de indios. La población de los aborígenes australianos ha sido estimada en 300.000 personas en el siglo XVIII. Bajo una u otra forma, las sociedades paleolíticas obedecen a fuertes presiones demográficas. El tamaño de los grupos debe ser limitado y generalmente se desplazan y utilizan grandes territorios. Es en este contexto donde hay que situar las frecuentes costumbres de infanticidio y eliminación de los viejos. Lo mismo puede decirse de las prácticas de restricción sexual, la poliandria corriente ligada al infanticidio con respecto a las niñas.
Según Sahlins, son los mismos límites los que gobiernan la actitud con respecto a los hombres y los objetos: "Si decimos que se "desembarazan" de los individuos que están a su "cargo", hay que entender por esto, no la obligación de alimentarlos sino de transportarlos." (18)
Estos comportamientos no son una consecuencia de la escasez. Sino lo necesario para mantener la eficacia, y por tanto, la abundancia del grupo. Son el resultado de todo un modo de vida en el que la verdadera riqueza es la salud y la capacidad para vivir en función de las actividades necesarias para la subsistencia del grupo.
Retirarse o ser matado cuando uno ya no puede asumirlo, es evidente. Esta dureza con respeto a los inútiles no procede de un egoísmo de los que tienen la fuerza. Numerosos actos de extrema solidaridad, entre cazadores o con respecto al grupo lo desmienten.
El primitivo es tan generoso con su propia vida como con la de los otros. Está dispuesto a arriesgarla, y de hecho, la arriesga cotidianamente para que viva su grupo. Para el individuo de la sociedad burguesa y en primer lugar para el propio proletario, ciertas prácticas de los primitivos parecen de una barbare terrible. Prefieren relegar a sus viejos impotentes al asilo antes que abandonarlo al hielo y la muerte como los esquimales. Porque para él la vida es un bien. ¡El bien supremo! Le interesa tanto más cuanto es más incapaz de vivirla, cuanto más se le escapa. Desde el fondo de su frigorífico mira con horror a los pueblos caníbales, sin ver que él mismo es devorado por la economía antropófaga.
En principio, la humanidad no elige el meterse en tal o cual vía. La historia no se hace según la razón. La explicación basada en una especie de tendencia profunda al progreso, la innovación, es insostenible. Existe la explicación "marxista" por el "excedente". Los progresos de la división del trabajo y la productividad entrañan la aparición de un excedente: una producción de bienes superior a lo que es estrictamente necesario a los que los engendran. Esta producción excedentaria se vuelve un envite y la división social del trabajo lleva, en germen, la división en clases. Una relativa abundancia es pues necesaria, una condición previa al surgimiento de las clases.
Así, sin duda, nuestros cazadores, habiendo adquirido un poco de ocio, el tiempo de reflexionar y fabricar útiles más sofisticados, habrían pasado a la agricultura que permite una explotación más intensiva del medio y, por tanto, una productividad más alta. A partir de aquí, las mejoras técnicas provocarían y reforzarían la dominación de clase que habría podido surgir. No habría más que esperar el momento en el que la riqueza usurpada será tan considerable que podrá ser puesta en común.
Desgraciadamente para los pensadores y felizmente para los salvajes, a éstos no les falta alimento y todavía menos ocio. Sin embargo no aprovechan de ello para acumular un excedente, perfeccionar sus conocimientos técnicos o leer manuales moscovitas sobre la concepción materialista de la historia (p).
El paso a la agricultura puede explicarse sólo por un defecto del paleolítico, por el producto de sus contradicciones o por el impetuoso desarrollo de las fuerzas productivas que trastornaron las relaciones de producción. No ocurrió a causa de algunos descubrimientos o gracias a las revelaciones de los pasajeros de esos OVNI tan comunes en las explicaciones de Invariance (q). Actualmente, los cazadores-recolectores coexisten con pueblos de agricultores, sin querer apropiarse de su savoir-faire; ¡aunque en ciertas eventualidades se sientan más tentados por su cosecha o su ganado!
El abandono de la caza y la recolección como único recurso, ha dependido de causas fortuitas: variaciones climáticas, baja del rendimiento de la caza, crecimiento demográfico, restricción forzada del territorio de caza...
Pero, la iniciación de la agricultura ¿se debe a un hecho fortuito? ¿Es un hecho sin importancia? Evidentemente no. Si las condiciones que han empujado a tal o cual grupo hacia el cultivo o la ganadería son fortuitas, es que el azar, es aquí el camino de la necesidad, permite a las capacidades de la especie de abrirse paso, afirmarse y vencer. El problema no es el del origen, es el de las condiciones inmediatas que han suscitado tal ruptura; ruptura que no ha sido sentida como tal. Desde el momento en que las capacidades existían, que los conocimientos necesarios surgían a partir mismo de las antiguas condiciones de existencia, era ineluctable que en el curso de miles de años, y entre los miles de grupos humanos, se pasase a la agricultura. El problema es saber porqué ésta ha subsistido y ha triunfado. Se puede concebir que no se trata de la superioridad de un modo de vida con respecto a otro, sino de relaciones de fuerza.
No puede reducirse todo a la oposición entre la caza y la agricultura. La transición no ha tenido porqué ser brusca. Las primeras formas de agricultura son extensivas y pueden conciliarse con el nomadismo. La recolección no está lejos del cultivo en chamicera. Durante mucho tiempo en la historia de la humanidad, la caza y la recolección han seguido siendo una parte importante de la subsistencia de los agricultores: constituyen, en caso de mala cosecha, actividades complementarias o de relevo.
La agricultura llevaba el germen del desarrollo futuro que era absolutamente imposible sobre la base de la caza y la recolección. Implicaba la posibilidad y la necesidad de hacer reservas, de prever... Favorece una permanencia en el hábitat lo que permite una gran estabilidad en las relaciones sociales; se sale del "diletantismo".
¿Porqué las sociedades agrícolas han podido triunfar sobre las sociedades de cazadores-recolectores? Digamos primero que eso ha llevado muchísimo tiempo. No son los agricultores primitivos los que verdaderamente han amenazado a los cazadores-recolectores. Fueron las sociedades de clase imperialistas antiguas las que los han destruido o rechazado y, hace algunos siglos, el empuje del capitalismo remató este retroceso.
La agricultura permite una explotación mas intensiva del medio, por tanto no una mejor productividad por persona, sino un mayor número de personas sobre un mismo territorio, la constitución de conjuntos sociales más importantes y estables. El hecho de que la agricultura permita una verdadera aparición de un producto conservable, almacenable, transportable, suscita la aparición de explotadores. Ésta es favorecida por la división que tiende a instaurarse entre un agricultor —que cesa automáticamente de ser un guerrero, como el cazador— y los que van a ocuparse de saquearlo o de "defenderlo".
La relación entre la naturaleza de lo que se produce y el desarrollo de las sociedades de clase no carece de importancia. Los cereales son los pilares de los grandes imperios: trigo en el entorno mediterráneo, arroz en China, maíz para el imperio Inca. Este último impuso el cultivo de maíz en lugar del de los boniatos incluso en regiones que eran menos favorables para dicho cultivo. Esta función de los cereales está ligada por una parte al hecho de que son medibles, almacenables... y por otra parte a los métodos y la sofisticada infraestructura de cultivo que exigen.
La derrota de los cazadores-recolectores era inevitable. Corresponde a la victoria del desarrollo de las fuerzas productivas y la potencialidad de la especie. Pero este determinismo no es un determinismo interno a las sociedades; no corresponde a una ventaja inmediata.
La historia y las formas sociales que se suceden no pueden explicarse sólo por una tendencia espontánea de aumentar la producción del trabajo que utilizaría a partir de las divisiones internas de la sociedad. Como escribe Marx, el trabajo es él mismo un producto histórico elaborado: "El trabajo parece ser una categoría muy simple (...), sin embargo (...) el trabajo es una categoría tan moderna como las relaciones sociales que engendra esta abstracción simple" (Contribución a la crítica de la economía política, 1858-l859). La relación del hombre en su entorno no puede, no más que en el desarrollo de la historia, ser reducida al trabajo, a la evolución de su productividad y a esta tendencia al bienestar que se manifiesta por el aumento de un excedente que es desgraciadamente confiscado. Esta es una visión sacada de la realidad del capitalismo y que se proyecta sobre una época anterior.
Lo que determina la productividad de la caza y la recolección, el trabajo del primitivo si se quiere, es la relación global que mantiene con su entorno: movilidad, dispersión, cohesión social, control demográfico. El historiador T. Jacob, que desentierra los pitecantropos en Java, después de haber evocado una posible prohibición del incesto tendiente a reforzar la cohesión social, escribe: "(...) podría ser que desde el pleistoceno las familias (r) de pitecantropos hayan practicado voluntariamente la "planificación familiar" a través del infanticidio y el geronticidio a fin de resolver sus problemas económicos. Esta hipótesis debe ser considerada, incluso si preferimos pensar haber inventado nosotros mismos, en el siglo XX, los programas de control de la población mundial." (20) Esta relación del hombre con su entorno no se reduce forzosamente a una simple utilización sin transformación ni restauración. Los esquimales se cuidan de no destruir demasiado la caza. Así, una vez introducido el fusil, no matan una bestia más que después de haberla arponeado previamente. La grande y rica pradera norteamericana, en la que pastaban los bisontes, es el resultado de la actividad ancestral de los indios americanos para extenderla.
No se puede pretender que el cazador tenga una relación de tipo animal con su entorno. Fabrica y utiliza útiles con una gran habilidad. Habilidad que podrían envidiar muchos obreros taylorizados e intelectuales transistorizados. Sobre todo, tiene un conocimiento extraordinario y amoroso de su medio: "Esto es mi patria. Mi patria me conoce" (21). Lo que le distingue de los animales son ciertos dotes intelectuales, su capacidad para concebir un objeto, para fabricarlo y para representarse su entorno. Elkin describe, después de haber descrito a los aborígenes australianos ejecutando sus útiles de piedra: "Los objetos labrados fabricados por los aborígenes testimonian la habilidad de estos hombres para realizar, de forma perfecta, hasta en los mínimos detalles, los modelos que se representan perfectamente en su pensamiento. Su arte proporciona también la prueba de esta aptitud mental (...) los pequeños indígenas tienden, ellos mismos, a ejecutar de esta manera las acuarelas que se les pide que hagan. Esto era una cosa interesante de observar. En lugar de trazar sobre la hoja de papel los diversos contornos del paisaje que ha elegido representar —la montaña, el valle, el camino y los árboles— y completar este esbozo coloreando cada una de las partes del conjunto, el niño pone todo al mismo tiempo, tanto los detalles como los colores, tanto que el cuadro entero surge de una vez de un lado a otro de la página como si en cierto modo, se lo desenvolviera , y tal como de hecho, lo tenía en el ojo y el espíritu antes de comenzar. El aborigen, que vive de los recursos que le ofrece la tierra, se encuentra en contacto directo y permanente con ella, el aspecto y el relieve del paraje que lo rodea le son familiares hasta tal punto que tiene un conocimiento "fotográfico" de él. Es casi imposible hacernos una idea de esto, porque nuestras condiciones artificiales de vida se oponen a este tipo de percepción de las cosas." (22)
Seguro que la representación puede ser la enemiga de la imaginación, la seguridad la enemiga del tanteo y por la tanto de la experimentación, pero se está muy lejos del animal en este mundo en que se ejerce verdaderamente una capacidad de abstracción que se manifiesta también en una mitología y unos sistemas de parentesco complejos. Esta forma de ser, esta relación intelectual/sensible con el entorno, supera de hecho la habilidad técnica. Es ella la que hace la fuerza del cazador y le permite mantenerse con vida.
¿Se puede hablar de comunismo primitivo? Algunos han discutido el término, temiendo la confusión entre un pasado y un futuro muy diferentes. Se ha puesto en duda la existencia de la propiedad común, del matrimonio de grupo original tan querido a Engels. Se ha descubierto relaciones de explotación entre viejos y jóvenes, primogénitos y menores, en ciertas sociedades primitivas agrarias; sin ser sociedades de clase, ¿son comunistas?
No se puede ser purista y buscar fronteras absolutas entre sociedades comunistas y sociedades de explotación. Se encuentran muy pronto relaciones de explotación y dominación más o menos afirmadas, más o menos permanentes. ¿El caníbal explota al que devora, al consumir el "trabajo" acumulado en la grasa de su festín: "hay buena plusvalía"? Igualmente en las formas de circulación de los bienes entre los primitivos, se puede encontrar el origen del cambio e incluso formas embrionarias de moneda. Por lo demás, esto no quiere decir que son estas formas las que han engendrado históricamente la economía mercantil, como tampoco la industria moderna ha salido de las manufacturas de tejido incas.
¿La existencia de la propiedad común, del matrimonio de grupo? Es mitología. Una especie de punto cero de la propiedad privada y de la familia. Un estado de indiferenciación que precedería a la diferenciación, la naturaleza original antes de la civilización.
El comunismo futuro encontrará, más allá del trabajo y la producción, la relación global de los primitivos con el entorno. Dejará atrás la etapa del homo faber, del hombre que fabrica.
La abundancia de la humanidad primitiva estaba fundada en el mantenimiento de una débil densidad de población. Los pequeños grupos humanos utilizaban su entorno sin transformarlo en profundidad. La humanidad futura será numerosa y eficaz técnicamente. Pero, desembarazada de la competencia y los antagonismos que la atraviesan y la animan, no sumará una multitud de procesos productivos separados, que se traduzcan por evolución incontrolada, inesperada y desastrosa. Cada transformación particular se hará en función de una evolución y un equilibrio globales.
No se tratará tanto de producir, como de participar en la mejora y el enriquecimiento del medio ambiente humano. Cada individuo participará en los esfuerzos y los gozos sin querer y sin tener necesidad de acaparar una parte del patrimonio común. Podrá llevar una existencia de nómada porque en todos sitios estará en su casa. Perderá el sentido de la propiedad, no se aferrará a los objetos, porque no temerá que le falten; no se inquietarán así ni el cuerpo ni el espíritu. No se puede ser libre, seguro, disponible, rico en deseos y posibilidades sin una cierta desposesión personal. Desgraciado burgués que lleva su riqueza como un caparazón sobre su espalda. Y aún más desgraciado proletario que no posee ni el avión ni el yate para transportarse él y sus penates.
No es cosa de confundir pasado y futuro. El retorno al paleolítico no es posible, si se excluye la hipótesis de una liquidación de la casi totalidad de la humanidad y la civilización por una guerra nuclear. No es deseable tampoco. Las costumbres de las sociedades de cazadores-recolectores pueden parecernos crueles; las condiciones de vida, poco confortables; sin embargo lo que distingue verdaderamente esta época de las aspiraciones que ha producido el mundo moderno, es su carácter limitado. Los cazadores se contentan con lo que tienen y se contentan con poco. Las posibilidades son reducidas, el horizonte estrecho, las preocupaciones materialistas. Este modo de vida se revela un tanto soso. Estos potlachs, estas fiestas, estas extravagancias sexuales, son sobre todo el fruto de la imaginación de los viajeros: curas, sabios, comerciantes, que, teniendo pocas posibilidades de comparación, se hacen ilusiones rápidamente. La vida sexual de los esquimales parece más bien como prudente y moderada, incluso si algunos de ellos han tenido que romper el cráneo de algún cura que no quería hacerles la cortesía de follarse a su mujer.
El paso a la agricultura, a las sociedades de clase, al capitalismo, ha sido el modo doloroso para que se desarrollasen las posibilidades de la especie; la deshumanización del trabajo, el medio de acceder a una actividad verdaderamente humana. Ya es tiempo de salir de la prehistoria.
"No hay indio, por miserable que sea, que
bajo su choza de corteza de árbol, no mantenga una soberbia idea
de su valor individual; considera las ocupaciones de la industria como
ocupaciones envilecedoras; compara el cultivador al buey que traza un surco
y en cada una de nuestras artes, no percibe más que trabajo de esclavos.
No es que no haya concebido una idea muy alta del poder de los blancos
y de la grandeza de su inteligencia; pero, si admira el resultado de nuestros
esfuerzos, desprecia los medios que nos los han hecho obtener y, mientras
sufre nuestra influencia, se cree todavía superior a nosotros."
Alexis de Toqueville, De la democracia en América (1840) |
"Creed que por muy miserables que parezcamos
a vuestros ojos, nosotros nos vemos, no obstante, como más felices
que vosotros, por el hecho de que nos contentamos con lo poco que tenemos...
Seréis profundamente decepcionados si pensarais persuadirnos que
vuestro país es mejor que el nuestro. Sin embargo, si Francia es,
como decís, un pequeño paraíso terrestre, ¿es
sensato dejarlo? ¿Y porqué abandonar mujeres, niños,
parientes y amigos? ¿Porqué arriesgar vuestras vidas y vuestros
bienes cada año? ¿Porqué aventuraros y tomar tales
riesgos, cualquiera que sea la estación, afrontar las tempestades
y las tormentas del mar para venir a un país extranjero y bárbaro
que consideráis como el más pobre y desgraciado de la tierra?
Estamos convencidos de lo contrario y no nos tomamos la molestia de ir
a Francia porque tememos, a justo título, no encontrar allí
más que pocas satisfacciones ya que vemos a los que han nacido allí
dejarla cada año para venir a enriquecerse a nuestros ríos.
Os creemos, por otra parte, incomparablemente más pobres que nosotros
y a pesar de vuestra apariencia de jefes y grandes capitanes, no sois más
que simples jornaleros, lacayos, sirvientes y esclavos que os alegráis
de nuestros viejos trapos y miserables vestidos de piel que no nos sirven
más, y venís a buscar aquí, pescando bacalao, con
que consolaros de la pobreza y la miseria que os abruman. Mientras que
nosotros encontramos todas las riquezas y todas las comodidades en nuestro
país, sin esfuerzos, sin exponernos a todos los peligros que vosotros
afrontáis constantemente en el curso de vuestros largos viajes.
Y es como un sentimiento de compasión por vosotros, que en la dulzura
de nuestro reposo, admiramos el esfuerzo que os dais, noche y día,
para llenar vuestros navíos. Vemos también que todo vuestro
pueblo no vive mas que del bacalao que pescáis en nuestro país.
Siempre bacalao, y nada más que bacalao; bacalao por la mañana,
bacalao al mediodía, y bacalao por la noche, y otra vez bacalao;
hasta que las cosas llegan a tal extremo que cuando queréis regalaros
con un buen trozo, es a nuestra costa; y estáis obligados a recurrir
a los indios que tanto despreciáis y les mendigáis el producto
de una caza para regalaros. Ahora, decidme si tenéis un poco de
buen sentido, cual de los dos es el más prudente y el más
feliz: el que trabaja sin cesar y no obtiene más que a grandes penas
lo justo para vivir o el que reposa confortablemente y encuentra todo lo
que necesita en los placeres de la caza y la pesca?"
Un jefe indio micmac (1676) en "Pieds nus sur la terre sacree" (antología) |
"Pero la peor laguna de ese tipo es el defecto
de las investigaciones sobre el período primitivo o Eden. Existen
masas de arqueólogos materiales y ni un arqueólogo social.
Quieren remontar a 14.000 años basándose en las inscripciones,
el zodíaco de Denderah, etc. ¡JA!, que remonten solamente
a 5000 años, a los 3 primeros siglos de la raza humana, anteriores
al diluvio; y si logran descubrir que orden doméstico y social existía
entonces, habrán abierto el camino hacia el más bello de
los misterios, la distribución por series contrastadas."
Carlos Fourier, "Teoría de la Unidad universal" |
"Si una revolución social se encuentra
a nivel de totalidad, es porque - aunque solo se realice en un distrito
fabril - es un acto de protesta del hombre contra la vida deshumanizada,
porque parte del punto de vista del individuo singular y real, porque la
comunidad - frente a cuya pérdida reacciona el individuo - es la
verdadera comunidad del hombre, el ser humano."
Marx: "Notas críticas al artículo El rey de Prusia y la reforma social por un prusiano" 1844 |
Como en los últimos meses (desde mediados de 1999) no pudieron ocultar las importantes luchas que se desarrollan en un conjunto de países de América se ingeniaron para desvirtuar, encasillar y parcializar todo. Contra eso nosotros queremos subrayar algunos elementos importantes: las huelgas generales y enfrentamientos de proletarios (¡"campesinos e indígenas" dice la prensa!) contra milicos en diferentes ciudades de Paraguay; las barricadas, el cuestionamiento generalizado del poder y la toma de centros cruciales del Estado burgués por parte del proletariado en Ecuador (¡"indígenas" dicen los medios de difusión de derecha!, ¡"gesta heroica de los indígenas ecuatorianos" dice la prensa de izquierda y anarcoide!); la radicalización en las luchas y ocupaciones de tierra por parte de los proletarios en Brasil (¡"campesinos sin tierra" dice la prensa!), la continuidad de los escraches realizados por el proletariado contra los torturadores y asesinos sobretodo en la Argentina ("familiares de los desaparecidos" y "partidarios de los derechos humanos" dicen los fabricantes de la información), el uso por parte del proletariado minero de la dinamita en Chile para defender sus intereses ("mineros destruyen sus propias minas", dirán la televisión y los otros medios); las importantes manifestaciones proletarias con enfrentamientos callejeros en Costa Rica ("manifestantes" dirá la prensa), los permanentes enfrentamientos entre proletarios y guardianes del orden en México (¡"estudiantes" dijo la televisión, los diarios, la radio e internet!); la revuelta proletaria generalizada en toda Bolivia (¡los medios de difusión casi no lograron enterarse!), etc.
No teniendo los medios, ni las posibilidades en una revista como la nuestra, para reunir los elementos necesarios para dar una información adecuada al respecto nos contentamos en subrayar algunos aspectos de esa lucha en este caso particular en América, que lleva adelante el proletariado, contra el capitalismo y el Estado. Queremos señalar algunos elementos particularmente positivos para nuestra clase y que por eso mismo son más sistemáticamente escondidos por toda la prensa. Nos referimos a ciertas batallas y enfrentamientos de nuestra clase contra las fuerzas del orden. En esas batallas, contrariamente al mito de todopoderosas que ellas mismas, sus escribientes y periodistas tratan de hacernos creer, podemos ver que, ante un proletariado determinado y decidido a luchar, dichas tropas mercenarias son débiles y cobardes, resultan minadas por sus contradicciones y se les puede dar la paliza que merecen. Ello reafirma la perspectiva de su destrucción generalizada a escala planetaria.
En enero de este año las luchas que se habían desarrollado durante todo el año pasado en Ecuador adquieren una fuerza inusitada cuando proletarios del interior comienzan a marchar hacia Quito, radicalizando así también el movimiento preexistente en dicha ciudad. El Gobierno demócrata popular de Mahuad intenta frenar las protestas enviando represión y disolviéndolas por la fuerza. Al principio el ataque toma por sorpresa a los manifestantes hay heridos, hay presos y, en una primera instancia, dispersión y desorientación. Pero a la violencia de arriba el proletariado agrícola y urbano responde con la violencia de abajo: las manifestaciones no solo no se acaban, sino que se desarrollan en forma más organizada y se fortifican, la violencia de clase se asume abiertamente. Mientras el proletariado toma los pozos de petróleo, paraliza el oleoducto transecuatoriano cortando la distribución del combustible y detiene toda exportación de crudo, decenas de miles de manifestantes enfrentan los piquetes militares, cortan las rutas, controlan los accesos de los pueblos y ciudades y toman la calle en diversas ciudades del país. Si antes se podía aún pretender que la protesta era contra la presidencia y el poder ejecutivo, con la radicalización de las manifestaciones el cuestionamiento del Estado es tan general que se reconoce públicamente. Se prohíben las manifestaciones, se sacan todas las fuerzas de choque a la calle y se declara el Estado de Sitio. Pero las manifestaciones son cada vez más potentes, el proletariado cuestiona abiertamente la potencia estatal en su conjunto. Viéndose totalmente cuestionado y superado el presidente Mahuad intenta dar la zanahoria, designa a algunos ministros como culpables, los hace renunciar, se nombran ministros más progresistas... Pero todo eso no sirve para nada, la lucha proletaria sigue con mayor intensidad. Comprendiendo el peligro la burguesía decide sacrificar al propio presidente y desde el Ejército y los Sindicatos se intenta calmar el juego. Dicen que "la lucha es contra la corrupción", el FUT -Frente Unitario de Trabajadores- declara que hay que castigar la corrupción y formar un Gobierno de Salvación Nacional; por su parte la Central de Trabajadores de Petro Ecuador, la Coordinadora de Movimientos Sociales, y la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador) que exigen la renuncia/destitución del presidente, junto con otras reivindicaciones, resultan totalmente superados por la guerra social que se afirma a pesar de todo: los manifestantes gritan abiertamente que su lucha no es para cambiar un presidente y reafirman la lucha contra todo el Estado. La quiebra de los aparatos policiales es total, se rompe la disciplina, la desorganización es general, los proletarios controlan la calle, aunque el ejército en contraposición a la policía mantiene, en una primera instancia, una relativa unidad de cuerpo. Pero, poco después, las contradicciones de éste también se hacen patentes y cuerpos enteros del mismo pasan a participar en las manifestaciones junto a los proletarios y en algunos casos actúan en forma decidida en las tomas de edificios que realiza el movimiento. Ninguna fuerza represiva es capaz entonces de frenar el movimiento insurreccional, los pocos milicos que lo intentan son totalmente desbordados y retroceden acobardados ante esa avalancha humana de varias decenas de miles de proletarios de todos los sexos, de todas las edades, de todas las categorías (¡"indígenas" o no! - ¡periodistas hijos de mil putas!¡agentes decisivos del capital y el Estado!) que logran apoderarse así de distintos edificios públicos: en Quito toman el Palacio de Gobierno, el Parlamento, la Corte Suprema de Justicia, la Contraloría, los Ministerios, el Banco Central, así como otros edificios, al mismo tiempo que llaman a reproducir eso en todas ciudades que ya están totalmente paralizadas por el movimiento. El presidente pasa a ser una figura decorativa que aunque siga gritando que "no renunciará" queda destituido en los hechos por el movimiento mismo. El ataque real de los manifestantes contra los tres poderes formales del Estado (ejecutivo, legislativo, judicial) se acompaña, de la exigencia de la destitución de los mismos, lo que no nos cabe dudas, que es, ya, una cierta formalización jurídica extrema de la intransigente lucha proletaria por imponer su poder contra el Estado. El 23 de enero en la calle se festeja la victoria de la insurrección, aunque los maquiavelos y gatopardistas mezclados entre los insurrectos siguen intentando "buscar soluciones al movimiento". Los fabricantes de la información falsifican todo y hablan de ¡un golpe de Estado militar apoyado por los indígenas!, al mismo tiempo que se inscita al racismo antiindígena. Se declara formada una Junta de Salvación Nacional, de hecho un triunvirato constituido por militares, líderes indígenas oficialistas y un miembro en boga de la Corte Suprema, que con un discurso de izquierda intenta restablecer el orden (1). Frente a la continuidad del movimiento y a la incredibilidad total del proletariado opera un verdadero frente único de salvación nacional sindicatos, partidos y lo que queda de las fuerzas represivas que llama a cesar el movimiento y apoyar esa Junta de Salvación Nacional. El propio Presidente de la CONAIE, Antonio Vargas declara que "el pueblo ecuatoriano ha triunfado, que la Junta de Salvación Nacional no defraudará al país, y...que la unidad con las Fuerzas Armadas es una nueva experiencia para América Latina" Pero ante la incredibilidad generalizada esa Junta solo dura unas horas, el poder en los hechos sigue en la calle a pesar de los esfuerzos de los reorganizadores del Estado capitalista, dentro de los cuales los periodistas juegan sus cartas más altas ocultando, desinformando, tergiversando... Aprovechando la falta nuevas iniciativas y directivas en el proletariado, así como las consignas que llaman a volver a las casas a los proletarios, se declara (especialmente por la boca del General Carlos Mendoza en nombre del mando militar) que el "poder" del presidente destituido pasa a manos del vicepresidente Gustavo Noboa, que como resulta evidente, a todos los protagonistas, impondrá la misma política económica que su predecesor. El rechazo del proletariado a tales "soluciones" sigue siendo explícito. En la calle las consignas son de total repudio a todas las tentativas que parten abiertamente del Estado. Contra ese sentimiento general (que empuja a la permanencia de la revolución) el frente de salvación nacional desde los sectores militares a los sindicatos y partidos acuerda el apoyo a Noboa y multiplica los llamados a cesar el movimiento hablando, muy timoratamente (¡tienen terrible miedo de su propia mentira!), de "triunfo". La CONAIE, organización indigenista que, como vimos, aparecía como interlocutor representante del movimiento, por la boca de su presidente Antonio Vargas apoya "la solución" (¡el indigenismo actúa contra la unificación y lucha proletaria!) pactada por partidos, ejército y sindicatos, aunque para mantener una cierta credibilidad también habla de "la traición de Mendoza". Todos los aparatos del Estado burgués vuelven a reunificarse y para ello se copta a proletarios indígenas inconsecuentes. El descontento y la desorientación en la calle es general, el sentimiento de que es un nuevo engaño es absoluto pero el golpe que significa las declaraciones de los jefes vendidos es fuerte y logra dislocar, al menos provisoriamente, al movimiento. La prensa dirá satisfecha (¡de haber cumplido con su deber de orden!) que "los indígenas vuelven a sus tierras, a sus casas". Luego de dos semanas de lucha abierta contra el Estado la vuelta a casa tiene un olor amargo. Pero al proletariado, que sintió palpablemente que podía enfrentar al Estado y desgarrarlo, ya no será tan fácil mantenerlo sometido; será muy laborioso, a pesar de todos los méritos que hacen los fabricantes de la opinión pública, catapultar su consciencia de la fuerza experimentada.
Pasemos ahora a "otras" (¡y no tanto!) situaciones y experiencias recientes del proletariado en América. En Bolivia el estado de efervescencia general es grande desde hace varios meses, las reuniones y discusiones se reproducen por todas partes, los volantes son el pan de cada día y las manifestaciones proletarias resultan, durante el último trimestre del 99, cada vez más fuertes. En La Paz se suman a las protestas grupos de mujeres y familiares de integrantes de las fuerzas represivas. Cuando los milicos mismos son enviados a reprimir a sus propios familiares, no solo se niegan, sino que se pliegan a las mismas. En Cochabamba y otras ciudades las protestas proletarias giran en torno al problema del agua y su prohibitivo costo impuesto por el Gobierno conjuntamente con la empresa Aguas del Tunari. Cuando el régimen constata que el proletariado no se amansa por las buenas intenta bajo las ordenes Banzer (¡yerba mala nunca muere!) generaliza la represión para lo cual declara el Estado de Sitio. Pero también en Bolivia el movimiento se hace fuerte y responde a la violencia del capital con la violencia proletaria: las manifestaciones atacan y logran apoderarse de varios edificios públicos rompiendo en los hechos con el orden que a palos el Estado intentaba imponer. No conocemos otros detalles del movimiento, pero en Cochabamba el fracaso del Estado de sitio es tan total (en un Estado de Sitio normal, las fuerzas represivas impiden toda circulación, ¡en Cochabamba será la revuelta que impida la circulación de milicos!) que el gobierno termina por levantarlo y otorgar importantes concesiones en toda la cuestión del agua potable.
Para terminar digamos dos palabras de algunos sucesos recientes en México. Es verdad que, en el Distrito Federal de México, los milicos de dicho Estado democrático, luego de muchos meses de intensa lucha, lograron una importante victoria contra los huelguistas y ocupantes de la UNAM (Universidad Autónoma de México) al desalojarlos violentamente, a pesar de la enorme determinación que mostraron miles de proletarios que acudieron a socorrer a los cercados en aquella oportunidad. Pero la lucha ha continuado y no en todos lados los milicos lograron imponer su terror. Así, en la pequeña ciudad de Francisco Madero, los milicos mexicanos, con la brutalidad que los caracteriza habían desalojado violentamente una escuela rural ocupada y habían apresado a 165 proletarios que habían tomado posisión de dicho local. Por supuesto los milicos maltrataron a los ocupantes y los golpearon.
Pero el proletariado en dicha ciudad actuó coordinada y organizadamente y decidieron correr a palos a la mayor parte de los granaderos allí apostados. A las 8 de la mañana del domingo 20 de febrero, con garrotes, palas y picos los habitantes de dicha ciudad (hombres, mujeres,... viejos y casi niños) pasaron al ataque con la intención de liberar a sus compañeros y además darle un escarmiento a los tan meritorios milicos. Tomaron todas las salidas de la ciudad para que ningún milico se pudiera escapar, los rodearon, los desarmaron, los desvistieron e hicieron una enorme y divertida fogata en la que quemaron sus uniformes, sus botas, sus correajes, sus chalecos antibalas y los tuvieron como rehenes muchas horas. Los milicos rasos en calzón, los oficiales desnudos, todos fueron atados unos a los otros y con las manos en la nuca obligados a desfilar a pie y en fila india cinco kilómetros hasta la plaza central del pueblo.
Son también incendiados todos los vehículos policiales de la ciudad, en general camionetas Chevrolet. Una vez en la plaza los proletarios pasan a pedirle cuentas a los milicos. Estos, cagados hasta las patas, piden perdón, pero los insultos de la masa siguen lloviendo y algunos proletarios no dudan en decir que hay que transformar la plaza central en patíbulo y acabar con ellos, mientras otros proponen simple y llanamente ¡quemarlos!. Las consignas del movimiento eran "¡si no hay solución -la liberación de los 165 presos- habrá quemazón!"; o más explícitamente "¡qué liberen a los detenidos o quemamos a estos pinches granaderos!
No conocemos otros detalles de los sucedido, pero ante la determinación proletaria el Estado de México se olvidó de toda formalidad jurídica y leguleya y dejando de lado los procesos con que había amenazado liberó de apuro a los presos. Se logró así liberar a los 165 presos proletarios que las fuerzas del orden habían apresado. Los milicos tirados boca abajo y vigilados por los grupos de militantes organizados y encapuchados, que esgrimían cachiporras y estacas para controlar a sus rehenes, fueron mantenidos hasta entrada la noche. Solo cuando los presos fueron abrazados por los suyos, cuando la fiesta se fue generalizando soltaron a los milicos.
Los hechos hablan por si solos y muestran que solo con la fuerza se puede responder con éxito al terror del Estado democrático, que solo la unificación en el combate contra todo el orden legal permite al proletariado imponer sus intereses y defender a los suyos. Y a quién os diga otra cosa:
"En la constitución de una clase
con cadenas radicales, de una clase de la sociedad burguesa que no es una
clase de la sociedad burguesa, de un estamento que es la disolución
de todos los estamentos, de un sector al que su sufrimiento universal le
confiere carácter universal; que no reclama un derecho especial,
ya que no es una injusticia especial la que padece sino la injusticia a
secas; que ya no puede invocar ningún título histórico
sino su título humano; que, en vez de oponerse parcialmente a las
consecuencias, se halla en completa oposición con todos los presupuestos
del Estado... Es un ámbito, por último, que no puede emanciparse
sin emanciparse de todos los otros ámbitos de la sociedad, emancipando
así a todos ellos. En una palabra, es la pérdida total del
hombre y por tanto sólo recuperándolo totalmente puede ganarse
a sí misma. Esa disolución de la sociedad, en la forma de
une estamento especial, es el proletariado."
Marx: "Crítica de la filosofía del derecho de Hegel" 1844 |
Todo, o casi todo, ya ha sido dicho a propósito de este sujeto. Desde Errico Malatesta, joven médico, que a fines del siglo pasado, en el Sur de Italia, partía en guerra contra la epidemia que diezmaba a la población declarando que la misma tenía origen social y no bacterial..., pasando por Amadeo Bordiga que, en una serie de artículos, aparecidos en los años 50, denunciaba las inundaciones en la cuenta del Po como catástrofes sociales y no como catástrofes naturales (1).
Podríamos agregar, a la ya larga lista de crímenes cotidianos que produce diariamente el orden capitalista mundial, otros horrores, como la reaparición de la tuberculosis (2), vieja compañera de la miseria. Y es de eso mismo de lo que se trata: de la generalización de la miseria que, por eufemismo, los ideólogos del mundo actual prefieren ocultar bajo su nuevo lenguaje en la expresión nueva pobreza (¡cómo si la misma fuese nueva, hubiese desaparecido o cambiado!) (3). Digan lo que digan la ciencia y sus matasanos vestidos de blanco, la enfermedad es un producto social, como lo son las inundaciones en el Sur de Francia, India, etc., los aluviones de lodo en Venezuela, o las bombas asesinas que se tiraron y se están tirando, quizás hoy mismo, en Irak, en Serbia, en Chechenia...
El desarrollo/agudización de las contradicciones internas que minan al capitalismo hicieron que el siglo XX se terminase como había comenzado, es decir en una orgía de sangre, de catástrofes, de guerras y de enfermedades. Hoy en día también podemos morir de suicidio, de error medical, de terremotos, de accidentes de trabajo, de guerra, de asesinato, o más simplemente por la cotidianidad del capital: por respirar el aire lleno de polución capitalista o por comer comida contaminada por la tasa de beneficio. Nunca la civilización fue tan asesina.
Pero tampoco nunca la sociedad de clases justificó más enérgicamente su existencia proclamándose el mejor de los mundos, la felicidad universal, el bienestar generalizado, etc.
Desde hace siglos esta región fue reconocida por ser particularmente activa. El capitalismo, que sabe perfectamente que esta región es peligrosa y no apta para hacer construcciones, ha mostrado otra vez más su cinismo y su monstruosidad. Mientras que la gigantesca basílica de Santa Sofía, construida en Estambul hace más de 500 años, y los inmuebles edificados hace más de 10 años soportaron el golpe sísmico, los edificios más recientes (provistos de "toda la comodidad moderna", según los elogios de los promotores inmobiliarios) se desplomaron como castillos de cartas. ¿Mala suerte? ¿Casualidad? o como lo evoca seriamente el presidente de la república turca, Suleyman Demire, ¿"voluntad de Dios"? O incluso como los islámicos del partido REFA afirman: ¿"venganza de Dios contra la decadencia de la moralidad" que caracteriza esta región?
Dejemos todas estas imbecilidades a los caníbales de este sistema antropófago y a sus corderos seguidistas, para remontarnos a fines de los años 70 y encontrar una explicación racional a este nueva montaña de cadáveres. Durante estos años, Estambul, verdadero pulmón económico de la casa comercial "Turquía" concentraba ya alrededor de dos millones de habitantes. A fines de los 80, el supermercado URSS explota/implosiona dejando su lugar a toda una serie de nuevos negocios menores en la región del Cáucaso y del Mar Caspio: Georgia, Azerbaiyán, Armenia, Chechenia... Nuevos espacios de valorización son así dinamizados. Unión sagrada, guerra contra los vecinos, programas de austeridad, se suceden en esa región transformando todo, agravando (desde nuestro punto de vista) o mejorando (desde el punto de vista de los explotadores) las condiciones de extracción de la plusvalía, aumentando, finalmente, el sobretrabajo arrancado a proletarios cada vez más aterrorizados y sometidos a las necesidades del capital.
Turquía no escapa a este movimiento: lugar estratégico, pues es el pasaje obligado entre Europa y Asia, el estrecho por el que tiene que circular el transporte de mercancías, en especial el petróleo del Cáucaso. En una década, el capital implanta centenas de grandes industrias en la región, lo que exigía una selva amazónica de brazos, piernas y cabezas que Estambul no poseía. Otra "nueva "casualidad" o "voluntad de Dios"se produce cuando a principios de los 80, bajo el fondo de golpe de Estado militar y de represión anti-obrera, se generaliza la terrible guerra, que arrasa las provincias anatolianas del sureste, entre el gobierno turco y los nacionalistas kurdos del PKK (Partido Comunista Kurdo). Un gran número de proletarios de esta región, que rechazan esta interminable carnicería y esperan encontrar un lugar mejor para vivir, se dirigen hacia Estambul. Actualmente esta ciudad concentra oficialmente más de diez millones de habitantes. En muy poco tiempo el capital logra así desplazar mano de obra barata hacia las puertas de la Unión Europea, del Medio Oriente y del Cáucaso. A este movimiento migratorio se suma, además, un nuevo y gigantesco éxodo rural proveniente de todas las regiones del país, que hace pasar la población de los alrededores de esta metrópolis a más de 25.000.000 habitantes.
Los promotores inmobiliarios, buitres más voraces los unos que los otros, se lanzan sobre este prometedor mercado: la construcción rápida de numerosas ciudadesdormitorios para encerrar ese gigantesco flujo de esclavos asalariados. Los fúnebres edificios se reproducen como hongos en las ciudades que se encuentran alrededor de la región peligrosa de los estrechos. Los beneficios se maximalizan: se economiza en material (poco cemento, mucho arena), se compra terrenos no aptos para construir para que sean más baratos sabiendo que de todas formas los permisos de construir son proporcionales a las coimas recibidas, los planos arquitecturales se hacen solo para llenar el ojo, y a veces ni existen, las normas antisísmicas son sistemáticamente rebajadas por los arquitectos y otras autoridades competentes, se contrata mano de obra no calificada, es decir mucho más barata, el ritmo de trabajo es infernal, el descuido y la negligencia son la regla... Estos son los elementos constitutivos del cóctel mortal con el que estos rapaces sedientos de beneficio provocan la muerte de miles de seres humanos. Los partidos gubernamentales en estrecha colaboración con los bancos también se apoderan de una gran parte de la torta, obligando a los proletarios a comprar sus habitaciones a través de prestamos tentadores. Un gran número de obreros, que trabajan como bestias en Alemania, Holanda, Bélgica..., ven esta posibilidad como el coronamiento de toda una vida de sacrificio. Así, paradojalmente, estos obreros financian su propia muerte y la de su familia.
En 45 segundos la hecatombe resulta imponente. Habitaciones de 7 a 8 pisos quedan reducidas a una montaña de escombros inferior a los 3 metros de altura, las placas de cemento se apilan como milhojas sin dejar un solo espacio de vida entre ellas. Desesperada la gente salta de sus balcones para escapar a la muerte... que les espera en el pavimento. Los heridos agonizan sin ninguna asistencia que los ayude a salir de ese montón de ruinas. La refinería de Izmit escupe llamas e inunda sus alrededores con una nube tóxica. Como los auxilios continúan brillando por su ausencia y no se dispone de ninguna maquinaria adecuada, la población lucha, en la mayoría de los casos infructuosamente, por extraer a los sobrevivientes con sus propias manos. El Ejército turco, que desde hace más de 75 años, es presentado como el garante del Estado providencial y laico, permanece confinado en sus cuarteles y solo interviene dos días más tarde. Se encontraba ocupado en enterrar a los pocos militares víctimas del sismo. Observemos, al pasar, que los edificios militares resistieron mucho mejor que las habitaciones obreras. La base de la NASA, instalada en esa región, ni siquiera se movió.
Durante la primera larga semana no se emprende ninguna acción seria para socorrer a las víctimas. Las ambulancias conducen a los rescatados hacia los estadios pues los hospitales también se han desplomado. La burguesía administra esta situación con un desprecio ilimitado para/con el proletariado. Los sobrevivientes tienen que andar varios kilómetros a pie para buscar agua... que se encuentra del otro lado de la base de la NASA. El ejército en vez de socorrer a los damnificados, cava osarios con sus bulldozeres para enterrar, por paquetes de treinta, los cadáveres retirados de los escombros. Los cuerpos son apilados en los frigoríficos de los mataderos de la ciudad de Izmit, en esperaba de su entierro. El cinismo llega a su cumbre cuando en medio de toneladas de carne suspendidas se invita a las familias para que identifiquen a sus muertos. ¡Ayer carne de beneficio, hoy bestia de carnicería!. He ahí el destino poco envidiable del obrero en Turquía.
La falta de reacción de nuestra clase en Turquía da espacio a un espectáculo de críticas y oposiciones de una fracción burguesa con respecto al gobierno, al ejército y a la mafia. Los ideólogos de izquierda denuncian el escándalo y al mismo tiempo lo recuperan. La función histórica de la oposición siempre es la misma: canalizar nuestra rabia y disolverla en la reforma del capital. Denuncia de la fracción rival como bárbara con el objetivo de organizar el encuadramiento del proletariado y desposeerlo de su capacidad de actuar. Se presenta como la verdadera y única defensora del obrero, para transformarlo en un ciudadano disciplinado y aterrorizado entre las manos sanguinarias del Estado. El capital se fortifica cuando llega a polarizar a los proletarios en los intereses contradictorios totalmente secundarios que perpetúan el cuadro del Estado burgués.
El poder burgués en Ankara organiza un cierto "regreso" de la población que había migrado a Estambul y que es originaria del Kurdistan turco. Es decir se aprovecha la situación de caos para enviar a los proletarios excedentarios a reventar un poco más lejos: "Al derrumbarse nuestras fábricas, ya no tenemos más necesidad de ellos" susurran los patrones.
Desde entonces, los medios de comunicación paran de criticar al gobierno y al ejército y todo el mundo se remanga la camisa para "reconstruir el país siniestrado". Los únicos responsables de esa decena de miles de muertos y de heridos, y ni hablar de las centenas de miles de desalojados, traumatizados, desposeídos, fueron finalmente encontrados por la policía: un puñado de empresarios constructores de esos edificioscementerios son acusados. El espectáculo de proceso se anuncia como un gran momento de desahogo popular. Estos empresarios, tal vez, purgarán parte de su pena para permitir que el sistema en su conjunto continúe amontonando proletarios en edificios peligrosos. Estas son las bases que permiten a la industria de la construcción seguir edificando esas porquerías de habitaciones que llaman casas, apartamentos, ciudades... hasta que venga una próxima catástrofe, que también será considerada como catástrofe natural y que volverá a enterrar a decenas de miles de víctimas. Mientras el proletariado no reaccione actuando como clase y como fuerza, al capitalismo, que lo único que busca es su beneficio, le importa un carajo la acumulación de cadáveres de los pobres. Si le es útil, si sirve a su ganancia, no dudará en seguir concentrando a millones de proletarios en regiones peligrosas como Turquía o Bangladesh (5), poco le importa el coste de vidas humanas. Incluso la destrucción de Estambul ya ha sido anunciada por los especialistas, para dentro de más o menos una treintena de años. Ante tal previsión, ¿piensa el capitalismo organizar la evacuación de la población? Según las últimas informaciones, la respuesta es negativa.
El capital encuentra siempre algunos defensores o/y gestionarios que nos dirán que él no es responsable de las catástrofes, que ellas son naturales, o que "Dios las envío"... pero ¿al proletariado le basta con creerse en los dogmas del capital para salvarse? ¿Son una cuestión de creencia esos cadáveres, bien temporales, que provocan todas esas catástrofes naturales? ¿Son una cuestión de creencia las enfermedades que actualmente desarrolla el capital? ¿Son una cuestión de creencia la carne, los huevos y otros productos alimenticios cargados de dioxina, hormonas, nitratos o genéticamente modificados... que nos hacen tragar todos los días?
El capital es una catástrofe permanente para la humanidad, pero su sociedad de trabajo y de sumisión es transitoria. A todos los niveles de organización de esta sociedad, el beneficio se define como el objetivo de la actividad humana. Cada instante de la subvida mercantil, nos muestra, que el capital ya ha vivido demasiado y que al mismo tiempo que ha concentrado en el seno de los explotados toda la inhumanidad de su sistema, ha concentrado también su propia negación revolucionaria, el proletariado, una negación violenta, que al afirmarse como clase afirma igualmente la negación de todas las clases y se prepara para engendrar otra organización de la producción y de la reproducción de la vida, dirigida hacia la satisfacción de las necesidades humanas. La comunidad humana mundial se encuentra en el devenir de esta contradicción revolucionaria, en la negación de la sociedad del dinero. La misma se encuentra en los límites propios al desarrollo de esta sociedad: masacres, individualización, contaminación,... dificultades de valorización del capital... porque al desposeer cada vez más al proletariado de toda parcela de humanidad va determinando su existencia en tanto que enterrador del capital y partero de un nuevo mundo. El proletariado se encuentra determinado históricamente a despertarse, atormentado por las miserias cotidianas, por las muertes accidentales ocasionadas por la explotación accidental que realizan nuestros patrones, por el aire sofocante, la comida insípida, el agua contaminada y los ritmos de trabajo que no cesan de aumentar.
El 1º de mayo conmemora el día internacional del proletariado, día que recuerda el, asesinato legal efectuado por el Estado yanqui en 1887 de cuatro militantes anarquistas en Chicago. Hay quienes en este día tratan de conciliar las contradicciones de clase, vociferando que el 1º de mayo es la fiesta del trabajo o el día del trabajo, palabras tan patéticas no pueden venir nada más y nada menos de todos los agentes contrarrevolucionarios (izquierdistas de toda laya) que se mezclan entre nosotros y se apropian de nuestras banderas para desviarnos por el camino del pacifismo de la democracia es decir de la dictadura legal del capital. Los anarquistas de Chicago no murieron por ello, murieron por un mundo nuevo que ganar sin Estado ni democracia ni capital.
Reforzando la línea histórica de la Revolución, en la que se encuadran Marx, Bakunin, Flores Magón, González Prada y todos los que supieron identificar al Estado, la democracia y al capital como los enemigos máximos que niegan nuestra humanidad, seguiremos gritando que el 1 de mayo es "día internacional de la lucha proletaria" y No la fiesta del trabajo. Festejar el trabajo es festejar la explotación, es festejar la acción permanente de vender día a día nuestra fuerza de trabajo por dinero, en fin es festejar y dar vivas a la puta "Comunidad del dinero" de los Estados burgueses. Es por ello que desde la ONU, que es la Organización Internacional del Capitalismo (donde están representadas todas las dictaduras democráticas), salen las arengas a la fiesta del trabajo a fin de que festejemos la inhumanidad de vivir felices dentro de la explotación del Estado y del capital.
El 1º de mayo en estos momentos de reacción generalizada del capital, debe ser del día en que "la línea histórica de la revolución" comience nuevamente a cobrar vida zanjando posiciones y desmitificando al oportunismo burgués radical pintado de rojo representadas por todas las izquierdas (la fracción intelectual de la pequeña burguesía radical) leninistas, estalinistas, trotskistas, maoistas, guevaristas, castristas, mariateguistas, apristas, etc, etc, que en todas partes del mundo, nos infunden celebrar el trabajo, seguir con el argumento reaccionario de la gestión del capital a manos obreras, y el reciclado de la democracia Popular y liberación nacional, con lo cual boicotean la constitución del proletariado en clase revolucionaria y la desvían continuamente a los causes de la mentalidad capitalista.
Entre izquierda y derecha no hay oposición ideológica ni práctica, ambas son líneas democráticas y por tanto hermanos capitalistas diferenciándose solo en los modelos económicos de como gestionar el capital a manos del Estado. En esta forma dentro de la democracia en la que juegan izquierdistas y derechistas no hay oposición hay uniformidad dentro de la cloaca de la gestión del capital y el trabajo, generando todas sus taras: mercancía, acumulación y comercio; patrias y guerras; fronteras, explotación y miseria; democracia y esclavos asalariados. Por ello y por siempre recordando a González Prada celebrar el 1º de mayo como la fiesta del trabajo es hacer el papel de ingenuos, infelices, e inconscientes defendiendo la miseria y el rol de esclavos asalariados (2), es hacer el papel de pavos que se regocijan en la mesa del festín de Pascua. El proletario consciente celebra en el 1º de mayo el día de la revolución (3).