Tesis de Orientación
Programática
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Presentación
Las tesis programáticas que aquí
publicamos constituyen un documento sobre el cual nuestro grupo trabaja
desde hace muchos años, incluso desde antes de la aparición
oficial del Grupo Comunista Internacionalista (junio de 1979). Representan
un nivel de síntesis del permanente trabajo de discusión
internacional, crítica, profundización, elaboración,
realizado históricamente por los militantes revolucionarios, que
va permitiendo una delimitación cada vez más precisa de las
tesis programáticas de nuestro movimiento, el comunismo (1).
Sobre esta cuestión, como sobre todas
las otras, nosotros rechazamos total y simultáneamente, tanto la
ideología de la invarianza formal (ortodoxia de la forma), como
la de los innovadores revisionistas de todo tipo (heterodoxo en cuanto
al contenido) contraponiendo, como nuestras tesis lo indican, la constante
profundización y la determinación cada vez más precisa
de las implicaciones programáticas contenidas invariantemente en
la lucha comunista. Por ello, estas tesis, no son ni la enésima
versión de un texto al que le atribuiríamos un carácter
sagrado, ni tampoco un conglomerado de ideas sujetas a cambio parcial o
total, por la simple voluntad (aunque la misma sea mayoritaria) de tal
o de tales militantes. Se trata más bien de la expresión,
de una "fotografía", de un momento, del trabajo colectivo permanente
de restauración programática, del cual ha habido formulaciones
anteriores y seguramente las habrá en el futuro, pero que se sitúan
en la línea histórica de expresar teóricamente la
práctica comunista de ruptura con toda la sociedad capitalista.
En lo que concierne a esta actividad teórica
(eminentemente práctica) el trabajo de las fracciones comunistas
es siempre el mismo, el percibir y expresar contra todas las ideologías
lo que en la realidad inmediata anuncia el devenir histórico, lo
que en el capitalismo y contra él constituye su negación
y anuncia el comunismo, el sintetizar la experiencia acumulada del
desarrollo de la revolución y la contrarrevolución. Se trata
de parte indispensable de la acción comunista, no solo en
la medida en que las fracciones comunistas constituyen parte y expresión
orgánica coherente del movimiento de destrucción de la
sociedad actual, sino en la medida en que, es a través de ellas
que el proletariado condensa sus experiencias y las transforma en
directivas
del accionar futuro; o mejor dicho que EL COMUNISMO VA GESTANDO SU
DIRECCIÓN HISTÓRICA (2).
El problema no consiste, entonces para nosotros,
en inventar "nuevas teorías" (lo que siempre implica repetir viejas
burradas bajo nuevas formas), en descubrir nuevos "sujetos históricos",
ni en promover "nuevas prácticas"... sino por el contrario en poner
en evidencia las consecuencias invariantes de la contradicción capitalismo-comunismo
presente desde que el capital conquistó la producción y subsumió
en su ser, al conjunto de la humanidad.
Este tipo de documento posee la ventaja de
presentar en forma global y sintética el conjunto de posiciones
fundamentales que orientan nuestra actividad y puede servir así
de referencia explícita al cuadro programático en el cual
nuestra militancia se desarrolla. Pero este tipo de documento posee también
la desventaja, que será siempre explotada por los fetichistas de
la forma, de ser considerado como el alfa y omega de la teoría revolucionaria,
de pretender que una vez formulado este tipo de documento debiera solucionar
todos los problemas a que se verá enfrentado el movimiento comunista,
aún hoy embrionario y disperso. Por nuestra parte, consideramos
estas tesis como una
base adquirida; como el resultado de años
de trabajo militante y que sirve para orientar y delimitar nuestra futura
militancia.
Las tesis de los comunistas no son, ni nunca
fueron, teorizaciones acerca de como debiera reformarse el mundo, invenciones
o elucubraciones ideológicas; sino que por el contrario son la expresión
teórica del movimiento real de abolición del orden establecido.
Y como tales sintetizan las determinaciones efectivas y prácticas
del proletariado en su movimiento subversivo, formando al mismo tiempo,
parte indispensable y decisiva en la práctica de ese movimiento
en su lucha por dotarse de una dirección revolucionaria y constituirse
en fuerza histórica mundial.
Por ello, durante la historia secular del
Partido Comunista las tesis de los comunistas, han ido desarrollándose,
afirmándose, precisándose, con el desarrollo mismo del movimiento
revolucionario (incluyendo el balance de las derrotas sucesivas del mismo),
lo que no quiere decir para nada que esas tesis, en sus sucesivas formulaciones,
pudieran quedar libradas al libre arbitrio o a las tan cacareadas innovaciones.
En efecto, en tanto que expresiones teóricas del antagonismo invariante
capitalismo-comunismo, las sucesivas formulaciones son necesariamente imperfectas,
inacabadas, e incluso podemos afirmar sin temor a equivocarnos que todos
los Manifiestos formales producidos en la historia del partido hasta el
triunfo total de la revolución comunista contienen y contendrán
posiciones erróneas y hasta ajenas a los intereses del proletariado.
Sin embargo, cada una de esas formulaciones sucesivas, en la medida, claro
está, que sean afirmaciones reales de la dirección comunista
del movimiento, reafirman a distintos niveles los fundamentos invariantes
de ese movimiento. Por esto cada generación de revolucionarios no
tiene que empezar de cero, sino que por el contrario su actividad práctica
está dirigida por fundamentos invariantes que no se trata de revisar,
sino de desarrollar, de empujar a sus últimas consecuencias. En
contraposición con esta actividad revolucionaria, la contrarrevolución
y en especial la socialdemocracia como partido general de la pseudocontinuidad
formal y de la real revisión programática, hace justamente
lo contrario, y aunque se reivindique de los líderes proletarios
del pasado, de ellos solo toma frases aisladas, separadas de su contexto
en nombre de la ortodoxia (formal), pero siempre ataca los fundamentos
mismos de aquel antagonismo invariante. Es por eso que toda la obra revisionista
se basa siempre en una reinterpretación general del capitalismo,
en el supuesto cambio de naturaleza del mismo y de la lucha del proletariado
para luego definir su programa invariantemente contrarrevolucionario.
Nos parece indispensable el dar un ejemplo
de todo lo afirmado, que sin lugar a dudas clarificará la lectura
y el sentido general de nuestras tesis.
"EL PROLETARIADO NO TIENE PATRIA"
es una tesis central e invariante de nuestro Partido durante toda su historia
que determina y contiene un conjunto de orientaciones prácticas
fundamentales. Pero ¿de dónde sale? y ¿cuáles
son sus implicaciones? Contrariamente a lo que dice todo el marxismo burgués,
esta tesis decisiva no es la invención de ningún teórico,
sino por el contrario la realidad, la vida misma del proletariado. En el
primer Manifiesto del Partido Comunista que merece tal nombre en el sentido
pleno de la palabra, Marx y Engels formularon de esa manera una realidad
que desde entonces, bajo diferentes formas, constituye parte de ese abc
del movimiento comunista, y que todas las formulaciones posteriores del
Programa recogen de diversas formas. Pero la realidad del proletariado
que no tiene patria, no es una realidad contingente o a la cual se le puede
poner fechas de comienzo y fin, o pretender que la misma comienza con su
formulación teórica. Bien por el contrario, es una realidad
esencial
y permanente del proletariado como ser histórico que
lo determina en contraposición con todo el sistema burgués
y que como negación de éste contiene ya definiciones
decisivas de la sociedad a venir (abolición de toda nacionalidad,
de toda frontera, etc.). O dicho de otra forma antes que Marx y Engels
lo formularan de esta manera, esa realidad invariante del movimiento comunista
en contraposición a toda patria, esta ya era una realidad: el proletariado
nunca tuvo ni tendrá patria, en su vida misma se encuentra abolida
toda nacionalidad (cfa "La Ideología Alemana") (3). Tampoco puede
extrañarnos que otras formulaciones más o menos claras de
ese mismo aspecto central del programa hayan sido formuladas antes o después
de aquel Manifiesto en distintas partes del mundo y por otros militantes
comunistas que ni siquiera conocieron a Marx y Engels; pues no es más
que la expresión de la vida práctica.
Pero la afirmación teórica
de esa tesis y de esa manera tan explícita en el Manifiesto, marca
un paso decisivo e irreversible del Partido mismo: será una
base indispensable de todas las formulaciones posteriores, sobre la cual
no se puede volver atrás y que se ha constituido en un grito de
guerra del proletariado en lucha.
No es este el lugar para explicar el proceso
por el cual militantes como Marx y Engels llegan a esa afirmación,
pero es decisivo subrayar el hecho de que la misma no es solo una negación
en la forma, sino también en el contenido (el movimiento real del
proletariado es la negación de la patria), dado que esto es decisivo
para comprender el método de exposición de las tesis que
aquí presentamos. El método general de exposición,
la contraposición comunismo-capitalismo, y durante el capitalismo
el comunismo en tanto que negación práctica de aquel, tiene
por fundamento el hecho de que todas las determinaciones programáticas
positivas están contenidas en negativo en el capitalismo mismo (incluyendo
las experiencias contrarrevolucionarias), o mejor dicho el comunismo
es, en esta fase, esa negación en tanto que movimiento revolucionario.
Tampoco podemos detenernos en el conjunto de tesis a las cuales la tesis
"el proletariado no tiene patria" está indisociablemente ligada
ni a todas las implicaciones que Marx y Engels fueron capaces de deducir
de ella; pero subrayemos que aquella está ligada a un cierto nivel
de percepción del capital como realidad mundial, del comunismo como
movimiento universal, del internacionalismo como elemento decisivo en la
práctica del proletariado... y que sin esas bases invariantes el
grito de "proletarios del mundo unios"... así como la concepción
directamente internacional del Partido y del programa (el propio Manifiesto
no tiene patria ¡¡!!) hubieran sido letra muerta o frases huecas.
Lo decisivo en la línea histórica del Partido, es esa continuidad
de generación en generación de revolucionarios, en la que
no se trata ni de inventar ni de revisar nada, sino en desarrollar en la
propia práctica revolucionaria consecuente las determinaciones contenidas
en el movimiento subversivo real existente.
El revisionismo hace precisamente lo contrario,
jugará o no con citaciones de Marx, Engels, o cualquier otro jefe
revolucionario, pero su rasgo invariante es el cuestionar los fundamentos
mismos de las determinaciones prácticas del proletariado, para lo
cual siempre, absolutamente siempre, se empieza diciendo que la sociedad
ha cambiado, que el capitalismo no es el mismo que antes, que la lucha
de los obreros tampoco y luego se termina defendiendo cualquier cosa, incluso
la patria.
Veamos el ejemplo de Bernstein sobre esta
misma cuestión:
"Pero, la socialdemocracia, como partido
de la clase obrera y de la paz ¿tiene algún interés
en mantener el potencial defensivo de la nación? Existen diversas
razones por las que uno se vería inclinado a responder negativamente,
sobre todo si se toma en cuenta como punto de partida la afirmación
del Manifiesto Comunista de que «el proletariado no tiene patria».
Sin embargo esta afirmación podría ser válida cuando
mucho para los obreros de los años cuarenta (4) en que estaban desprovistos
de derechos políticos y se veían excluidos de la vida pública;
pero actualmente ya ha perdido gran parte de su veracidad... y seguirá
perdiendo aun más a medida que el obrero deje de ser proletario
para convertirse en ciudadano. El obrero que en el estado, en las comunas,
etc, es elector con iguales derechos y participa en el bien común
de la nación; el obrero cuya comunidad educa a sus hijos y protege
su salud, del mismo modo que le proporciona una seguridad contra los infortunios
-este obrero tendrá incesantemente una patria por el hecho de ser
ciudadano del mundo, del mismo modo que las naciones se acercan entre si
cada vez más sin perder su propia individualidad. (...) Actualmente
se habla mucho de la conquista del poder político por parte de la
socialdemocracia; y por lo menos a juzgar por la fuerza que ha adquirido
en Alemania, no es imposible que una serie de acontecimientos políticos
lo lleven en breve tiempo a asumir un papel decisivo en el país.
Pero, precisamente en vista de tal eventualidad y considerando la distancia
que todavía separa a los pueblos vecinos de esta meta, la socialdemocracia
deberá asumir un carácter nacional... Esta es una condición
indispensable para mantener su poder. Debe confirmar su aptitud de partido
dirigente y de clase dirigente actuando a la altura de la tarea de salvaguardar,
con la misma firmeza los intereses de clase y el interés de la nación"
Bernstein "Las Premisas del Socialismo
y las Tareas de la Socialdemocracia". Capitulo IV, Tareas y Posibilidades
de la Socialdemocracia", punto D. "Las tareas inmediatas de la socialdemocracia"
En este caso la metodología de la
revisión y las consecuencias políticas que de la misma se
derivan son demasiado claras para que se requiera insistir. Pero en general
la cuestión es mucho más complicada. En efecto, Marx y Engels
no captaron todas las implicaciones de aquella tesis decisiva del programa
comunista. De la misma manera, por ejemplo, que la generación de
revolucionarios de 1917 no llegaron a asumir las implicaciones de otras
tesis centrales del programa como "destrucción del Estado burgués",
"abolición del trabajo asalariado", etc. Y sobre la base de una
apropiación no acabada de esa realidad del proletariado que "no
tiene patria", Marx y Engels oscilarán sobre todo lo que concierne
a la cuestión nacional y defenderán posiciones totalmente
contradictorias entre ellas y muchas veces contrarias al internacionalismo
proletario. No son ajenas a dicha apropiación parcial las ambiguedades
de Marx y Engels con respecto a la socialdemocracia cuya base misma de
constitución era antagónica con aquella tesis (partidos nacionales
para la defensa de la democracia), ni el hecho de que Engels mismo revisara
integralmente la misma para reivindicar la defensa nacional alemana y la
participación en la guerra imperialista. En efecto entre aquella
tesis "el proletariado no tiene patria" y las consecuencias inmediatas
que de la misma se derivan por un lado (internacionalismo, organización
directamente internacional del proletariado, oposición al nacionalismo
de su propia burguesía -consecuencias todas que se encuentran en
la vida misma del proletariado que lucha contra sus explotadores directos
y desarrolla por este mismo hecho una práctica ya internacionalista)
y la posición de Engels, nacionalista, burguesa e imperialista en
1891, cuando parece inminente el estallido de la guerra entre el Estado
alemán por un lado y el Estado ruso y francés por el otro,
hay un abismo, una profunda ruptura programática, una revisión
integral. Recordemos que Engels sostiene en esa oportunidad que si
Alemania es atacada "todo medio de defensa es bueno", que hay que "lanzarse
contra los rusos y sus aliados sea quienes sean" y que incluso abre la
posibilidad de que en esa circunstancia "nosotros seamos el único
partido belicista verdadero y decidido" (5). Como se sabe esta es exactamente
la posición proimperialista que llevará adelante la socialdemocracia.
Este ejemplo nos permite mostrar con una
claridad total el porqué la contrarrevolución y el revisionismo
pudieron y pueden en muchos casos jugar a la ortodoxia (práctica
general del ala "marxista" de la socialdemocracia cuyo gran ideólogo
fue Kautsky) sea porque los propios Marx y Engels habían desarrollado
solo a medias las implicaciones de aquella tesis, sea porque Engels mismo
se había ocupado integralmente de la revisión pretextando,
como siempre, las condiciones particulares del capitalismo en ese momento.
Nos permite también contraponer la
actitud histórica de los comunistas. Para nosotros no se trata de
modificar dicha tesis central, ni de ponerla al mismo nivel que un conjunto
de frases contingentes y confusas que acompañan esta afirmación
(como que la lucha del proletariado sería internacional solo por
su contenido pero no por su forma (6), ni de seguir a Marx y Engels en
el conjunto de renunciaciones parciales o totales de la misma, sino de
desarrollar todas las consecuencias de aquella. Pero, este desarrollo no
es tampoco un desarrollo inventivo o ideológico, no se trata de
sentarse en un escritorio o/y en un café y tratar de inventar un
conjunto de complementos para clarificar aquella tesis. Fue la lucha misma,
la gigantesca contraposición revolución-contrarrevolución
la que dejó claramente establecida la frontera existente entre participación
en las guerras de liberación nacional y las guerras imperialistas
por un lado, y el derrotismo revolucionario por el otro; es decir que permitió
comprender teóricamente y para siempre otras implicaciones de aquella
tesis, que Marx y Engels no habían asumido aún. Y desde entonces
el derrotismo revolucionario y el internacionalismo consecuente son una
base efectivamente apropiada, un punto de partida elemental de las sucesivas
generaciones de revolucionarios. Es así que el conjunto de tesis
de los comunistas se desarrollan, se afirman, por sucesivas apropiaciones
del programa.
Y esto permite aclarar la contradicción
real entre programa invariante y las tesis teóricas de los comunistas,
siempre en desarrollo, contra la que chocan todos los formalistas (invarianza
del programa teórico de Marx y Engels) así como los innovadores
y revisionistas de todo tipo. El proletariado no tiene patria y nunca tuvo
patria; en la vida real el proletariado solo actúa como tal luchando
contra la explotación, contra "sus" propios burgueses y contra "su"
propio Estado y esta práctica conforma una verdadera comunidad de
lucha internacional e internacionalista que la vanguardia comunista lucha
para centralizar efectivamente; esto es y siempre fue un aspecto central
del comunismo. Marx no inventó el programa comunista sino que expresó
un nivel de apropiación del mismo; la izquierda comunista, en todo
el mundo, a principios de siglo en su lucha contra la guerra imperialista,
tampoco inventó nada, sino que sintetizó, en tesis, en consignas,
en directivas precisas, la realidad del movimiento comunista. Nuestra tarea
es exactamente la misma, estas tesis (7) reflejan un paso más en
ese esfuerzo colectivo, impersonal, internacional, del programa comunista
afirmandose de generación en generación. Por todo lo explicado
estas tesis, que guían y guiarán la actividad consciente
y organizada de nuestro pequeño grupo, no son nuestra propiedad
(no reclamamos la paternidad de las mismas), sino una expresión
sintética, experiencia acumulada de nuestra clase, de nuestro Partido
a través de la historia y solo a ellos pertenece.
Diferentes textos publicados en nuestras
revistas centrales y territoriales (en español, en francés,
en inglés, en árabe, en portugués, en alemán)
desarrollan y explican estas tesis y fundamentan su proceso de apropiación
histórica. Por ello publicamos en anexo separado a estas tesis un
sumario comentado de los principales textos publicados hasta la fecha en
español. En ese sentido es importante remarcar que si bien sobre
algunas cuestiones hay un nivel de elaboración superior a las pocas
lineas que sobre ellas existen en las tesis, sobre un gran número
de ellas el trabajo es totalmente incipiente, lo que queda por hacer es
enorme (es una evidencia que ese trabajo revolucionario, solo podrá
ser acabado por la realización misma de la revolución social).
Repetimos, estas tesis no son un "punto de llegada místico" sino
nuestras tesis de trabajo, una síntesis de nuestra práxis
sobre cuya base nuestro trabajo prosigue. De todas maneras, dejamos a los
paranoicos de la política la creencia mistificadora que pretende
que un texto puede constituir una garantía contra las desviaciones,
traiciones, escisiones,... La única garantía que tenemos
se encuentra en la globalidad de nuestra implicación, en nuestra
adhesión no a un grupo, o a un "partido", o a un jefe,... sino al
comunismo, al movimiento real de abolición de todo lo que nos
hace ajenos a nosotros mismos. Pero, dialécticamente, este movimiento
solo existe cuando se centraliza, se organiza, se disciplina, se dirige,
en una palabra cuando se constituye en Partido.
La organización, preparación,
estructuración, dirección de este partido es la obra impersonal
de fracciones, grupos, militantes, que asumen desde siempre el trabajo
de formación internacional de cuadros revolucionarios y la
preparación de la dirección mundial de la revolución
comunista.
Nuestra preocupación central, desde
la formación del G.C.I. fue y es la de asumir, de acuerdo con nuestras
limitadas fuerzas y el estado del movimiento comunista, todas las tareas
y necesidades de este movimiento. Lo que caracteriza prácticamente
a los comunistas no es el asumir tal o tal tarea considerada, "visto el
período", como la única realizable, para unos las "teóricas",
para otros las "propagandistas", para otros las "militares". De ser así
los comunistas se diferenciarían del resto del proletariado, por
determinaciones totalmente parciales, tomando a cargo un número
de tareas menores que las del resto del movimiento proletario.
La esencia de la praxis revolucionaria es
por el contrario el asumir
todas las tareas y necesidades del movimiento
y esto, claro esta, teniendo en cuenta la relación de fuerzas y
las prioridades que esta determina. Todas estas tareas deben ser asumidas
poniendo siempre adelante los intereses históricos y mundiales del
movimiento, determinándose no en relación a situaciones contingentes
e inmediatas sino siempre en relación a la totalidad, al comunismo.
Esta es la línea histórica de reconstitución del Partido.
Si las expresiones escritas de la vida, de
la lucha, fueron siempre objeto de la crítica efectuada por los
militantes (lógica expresión de la dinámica de la
vida sobre la cosa que se fija), conviene asimismo recordar que el lenguaje
constituye en sí mismo un velo producido por la dominación
del capital, a través del cual es enormemente dificil hacer pasar
un contenido que escapa a dicha dominación: la contradicción
está siempre presente, al expresarse un movimiento a través
del lenguaje que solo admite las categorías fijas. De la misma forma,
un concepto puede expresar en lenguas diferentes, dadas las realidades
diferentes vividas por el proletariado, contenidos diferentes.
Para disminuir lo máximo posible estas
lagunas, estas debilidades que sabemos a pesar de todo inevitables, hemos
intentado trabajar estas tesis en cuatro lenguas diferentes para unificar
las expresiones de la realidad que queremos transmitir. Esto produjo, además
de un estilo pesado, una especie de lengua "impura", lo que refleja además
el hecho de que el contenido mismo de los conceptos definidos histórica
y socialmente, no tiene para nosotros el mismo significado que para el
ciudadano, ni siquiera el mismo que para los más "politizados" de
ellos. Ello sucede por ejemplo con expresiones como "partido", "proletariado",
"clase", "democracia", "capital"; lo que requiere tomar como referencia
las diferentes contribuciones que hemos producido sobre estos diferentes
sujetos.
Nos proponemos hacer un importante esfuerzo
en la homogeneización de nuestras revistas centrales, lo que refleja
un avance en la centralización de nuestro esfuerzo, principalmente
en base a traducciones lo más fieles posibles de las principales
contribuciones realizadas en los diferentes idiomas. Para subrayar dicha
tendencia a la homogeneización, y porque consideramos más
adecuado, hemos decidido que de ahora en adelante todas nuestras revistas
centrales adopten el mismo titulo: "Comunismo" (la revista central en francés
"Le Communiste" pasará entonces a llamarse a partir del próximo
número "Communisme"). Con respecto a la continuidad, es suficiente
recordar lo que decía Bordiga en los años 1953:
"Para seguir la continuidad de los aportes
de nuestro trabajo, los lectores no deben atenerse a los cambios de título
de los periódicos, que se deben a episodios derivados de una esfera
inferior. Nuestras contribuciones son fácilmente reconocibles por
su indivisible organicidad. De la misma forma que es propio del burgués
que toda mercancía sea portadora de su etiqueta de fabricación,
que toda idea sea seguida de la firma del autor, que todo partido se defina
por el nombre del jefe, es claro que en el campo proletario cuando la forma
de exposición se interesa a las relaciones objetivas de la realidad
no pueden limitarse nunca a las opiniones personales de estúpidos
contrincantes, a las alabanzas o injurias, o a las superfluas competencias
desproporcionadas entre pesos pesados y pesos livianos. En este caso el
juicio no está determinado por el contenido sino por la buena o
mala fe del que expone.
Nuestro trabajo, es duro y difícil,
y solo logrará sus objetivos asumiéndose como tal y no recurriendo
a los caminos fáciles a la técnica publicitaria burguesa,
a la vil tendencia de admirar y adular a los hombres".
(Sul filo del tempo, 1953).
Entonces, nuestras "Tesis de orientación
programática" no son una "plataforma", en el sentido reducido, conformista
y pretencioso por el cual las diferentes sectas se autodefinen como el
centro del mundo. El programa comunista no tienen nada que ver con un texto
bíblico que constituiría la garantía contra todas
las desviaciones posibles, la tabla de salvación a la que habría
que agarrarse para salvaguardar la pureza virginal. Así, se ha mistificado
el término "plataforma" intentando hacérselo pasar como sinónimo
de "programa comunista" (¡cómo si este pudiese ser reducido
a un texto, sea cual sea!), y pretendiendose que la misma debiera no solamente
ser la garantía formal para el futuro, sino además -pretensión
entre las pretensiones- contener las respuestas a todas las cuestiones
planteadas por las luchas obreras. Fue contra ese fetichismo de las plataformas,
de los "programas" que Marx hace más de un siglo decía ya
que, un paso adelante del movimiento real era más importante que
una docena de programas.
A todos los fetichistas de las plataformas
y de los partidos ideales, a todos los invariantes del formalismo que creen
que no se desviarán de una pulgada porque recitan una plataforma
o repiten la frase de tal o tal dirigente del proletariado, nos es fácil
recordar la facilidad que tienen, para cambiar de plataforma, de grupo,
de práctica, para insultar a sus compañeros de ayer... enfin
a todos los que esconden su miserable indivualismo, su sectarismo y su
federalismo detrás de discursos rimbombantes sobre el "partido"
ideal o la perfección de los "cuadros revolucionarios", basándose
en citaciones de jefes del pasado, les oponemos lo que decíamos
hace algún tiempo en nuestra revista central en francés:
"Para nosotros, comunistas, lo que nos interesa
no es tal o cual citación... o la referencia a tal o cual posición
tomada en un momento preciso, sino más allá de las expresiones
más o menos claras, comprender el contenido invariante, el
hilo rojo que siempre liga el proceder de los comunistas: el situarse
del lado de la lucha obrera, contra todas las barreras capitalistas.
Más allá de la comprensión a un momento dado, más
allá de las expresiones formales, más allá de la conciencia
expresada en banderas o textos obreros, la verdadera lucha inmediata de
la clase obrera contra la explotación ha sido siempre -ayer,
hoy, mañana-
anti-frentista, anti-democrática, antinacional."
Presentación a "Le Communiste" No.6
Nuestro enemigo, la relación social
capitalista personificada por la clase burguesa, ha sido siempre el mismo,
nuestras necesidades y nuestras reivindicaciones fueron también
las mismas: la lucha contra la explotación, contra la aumentación
de la intensidad y la extensión del trabajo..., nuestros métodos
de lucha, la acción directa (la violencia y el terrorismo revolucionario),
la organización afuera y en contra de todas las estructuras del
Estado burgués, la insurrección armada, la dictadura mundial
del proletariado por la abolición del trabajo asalariado... han
sido siempre las mismas. Es a esta verdadera invarianza, a esta
real continuidad orgánica entre las fracciones comunista de hoy
y de ayer, que queremos, a través de estas "tesis de trabajo", contribuir.
* Grupo Comunista Internacionalista - 1989 *
Notas
1. Debemos señalar aquí que esta
afirmación general la aplicamos antes que nada a nosotros mismos
y al trabajo mismo de confección de estas tesis. Así, ese
duro largo y difícil trabajo colectivo internacional (que por supuesto
continuamos y continuaremos) ha permitido en nuestro pequeño grupo
la centralización internacional de una polémica y la cristalización
de un conjunto de divergencias decisivas, que en muchos casos se plasmaron
en demisiones, en exclusiones, etc. A pesar de las duras fases de virulencia
en la polémica, de enfrentamientos internos y públicos de
posiciones, la centralización de la misma a partir de un conjunto
de estructuras internacionales internas, ha permitido no solo una maduración
programática de nuestro grupo sino también una separación
mucho más neta con respecto a todos los herederos de izquierda de
la socialdemocracia. En este sentido y a pesar de el desgaste de fuerzas
militante que esa polémica ha significado, no solo la consideramos
indispensable y fructifera para la formación de nosotros mismos
como militantes, sino en tanto que delimitación mucho más
precisa de todo nuestro movimiento con respecto a todos los partidos e
ideologías burguesas para el proletariado.
2. Tratamos de expresar aquí con todas
las dificultades que presenta el lenguaje lógico formal y burgués,
en la forma más precisa posible la cuestión del sujeto de
la revolución, y al mismo tiempo nuestro concepto de comunismo,
que para nosotros no es ningún ideal a aplicar, sino el movimiento
de destrucción de la sociedad del capital y la sociedad que resulta
de esa negación práctica. Así, contrariamente a lo
que cree el idealista el verdadero sujeto de la revolución no es
el individuo genial con su consciencia y su voluntad; no lo es tampoco
el grupo de militantes, a pesar de que su acción como dirección
histórica sea decisiva, más aún ni siquiera lo es
el proletariado entero en tanto que grupo de obreros. Solo lo es el proletariado
en tanto que fuerza constituida, en tanto que Partido, en tanto que centralidad
orgánica comunista que destruye el orden establecido. No es tampoco
la dirección la que hace del proletariado "tradeunionista" una fuerza
revolucionaria, como cree el socialdemocrata, sino por el contrario es
el proletariado como fuerza revolucionaria (no en el sentido inmediato
sino histórico, no en el sentido contingente o local, sino general
e internacional) el que determina la creación de una dirección
revolucionaria. Enfin, y aunque resulte más chocante a la ideología
dominante, dado que nos situamos a un nivel de abstracción superior:
no son los comunistas o el proletariado quien hace del movimiento social
un movimiento comunista, sino por el contrario es
el comunismo en
tanto que movimiento histórico, que encuentra, por primera vez en
la historia, en el proletariado una clase verdaderamente revolucionaria
para imponerlo como negación efectiva, es el comunismo quien
coopta los elementos históricamente más decididos de la clase,
a aquellos que siempre ponen adelante los intereses del conjunto del proletariado
... como dirección del partido y la revolución a venir.
3. "y enfin, mientras que la burguesía
de cada nación conserva aún intereses nacionales particulares
la gran industria crea una clase cuyos intereses son los mismos en todas
las naciones y para la cual la nacionalidad ya ha sido abolida"
Marx y Engels "La Ideología Alemana" (subrayado por la redacción).
4. Observese que el propio Bernstein que
es el revisionista por excelencia, siempre que puede encontrar una argumentación
para ello, prefiere decir que es la sociedad que ha cambiado y no Marx
que se ha equivocado.
5. La citación es textual; MEW tomo
XXXVIII ps. 176 y 188.
6. Un buen número de organizaciones
marxistas leninistas realizaran la revisión precisamente tomando
estas frases como las esenciales, lo que les permite, así, traficar
la teoría hasta el punto de justificar el nacionalismo.
7. Se podría dar el mismo tipo de
desarrollo ejemplar con cada una de las tesis centrales del programa comunista
(negación del Estado burgués, negación de la democracia,
negación del valor, negación del frentismo,...) poniendo
en evidencia la contraposición entre la actitud de los comunistas,
sus tesis sucesivas y el revisionismo descarado o no contra ellas.
1.
Los gigantescos problemas que enfrenta hoy la
humanidad, explotación, miseria, guerras, hambrunas, trabajo enajenado,
desocupación masiva,... solo pueden ser enfrentados y comprendidos,
si en vez de aislárselos se los asume en su dinámica de conjunto
como inherentes y necesarios al progreso y la barbarie de la sociedad mundial
del capital, y a ésta como la última sociedad de clases de
la historia; es decir si se asume a ésta sociedad transitoria como
parte del arco histórico que va desde las comunidades primitivas
al comunismo, como interna al proceso que engendra las condiciones materiales
de instauración de la sociedad comunista mundial. El comunismo no
será el fin de la historia humana, sino por el contrario el comienzo,
al fin, de una historia verdaderamente humana resultante de la abolición
de la propiedad privada, las clases sociales, el Estado,... y constituida
en comunidad universal.
2.
La comunidad primitiva fue destruida por sus
propios límites. El hombre, al producir las condiciones de su propia
supervivencia -reproducción ampliada-, desarrollaba sus necesidades
y hacía saltar en pedazos el cuadro restringido de aquella comunidad
limitada. El intercambio entre comunidades (el intercambio de mercancías
empieza ahí donde las comunidades terminan) va poco a poco subsumiéndolas
y revolucionando su realidad interna; operando el divorcio entre la utilidad
de los objetos para las necesidades inmediatas, -valor de uso- y su utilidad
con vistas al intercambio -base sobre la que se desarrollará el
valor de cambio- hasta provocar su disolución histórica y
el comienzo del ciclo del valor.
3.
Si consideramos el resultado inmediato de este
proceso, el mundo queda dividido en un número muy grande y variado
de sociedades, cada una con un modo de producción inmediato diverso:
esclavitud, asiático, germánico,... etc. Si por el contrario
consideramos este proceso desde el punto de vista de su resultado superior:
el desarrollo del dinero hasta su transformación en
capital mundial
-condición necesaria para la instauración del comunismo-
vemos históricamente desde muy temprano en los polos del mundo antiguo
(precapitalista en el sentido estricto de la palabra; es decir preexistente
al capitalismo) la existencia del comercio itinerante y del capital usurario,
cuyo desarrollo contiene todas las presuposiciones del capital mundial
y de la subsumsión en su ser de todos los modos inmediatos de producción
preexistentes.
4.
En todas las formaciones sociales anteriores
a la era capitalista, a pesar de la estrechez de las determinaciones políticas,
nacionales, religiosas, etc. el hombre se presenta siempre como el objetivo
de la producción y el intercambio no es más que un medio.
En la producción mercantil generalizada, en contraposición
a todas las sociedades precapitalistas, el enriquecimiento se transforma
en el objetivo supremo, el dinero -pasa a ser el fin, su acumulación
pasa a ser la determinación que predomina frente a todas las otras
(dinero como medio de cambio, de circulación, etc.) y luego de un
largo proceso termina por constituirse en el único ser común
de los hombres, la única comunidad que los unifica. El mismo desarrollo
del intercambio fuerza al capital a conquistar la producción, haciendo
de ella el objetivo del hombre y del enriquecimiento el objetivo de la
producción.
5.
Dicho proceso histórico de transformación
del dinero en capital es al mismo tiempo el proceso de concentración
y centralización internacional de capital y de separación
del productor de sus condiciones objetivas de producción (creación
del trabajador libre por medio de terrorismo de Estado), o dicho de otra
forma de la expropiación violenta de todos los productores, quienes,
privados de los medios de reproducir su vida, son obligados a transformarse
en esclavos asalariados. Al subsumir mundialmente todos los modos de producción
anteriores y desarrollar las condiciones materiales de su propia destrucción,
el capitalismo se constituye en una sociedad que no es otra cosa que una
simple forma de transición hacia una sociedad sin clases
para toda la humanidad, es decir en última fase del ciclo de las
sociedades de clase. Es por ello que su destrucción marca el fin
de la prehistoria de la humanidad.
6.
El capitalismo se diferencia de todos los modos
de producción que lo precedieron por su esencia universal,
condición de unificación de toda la humanidad y por la simplificación/exacerbación
de las contradicciones de clases: la sociedad se encuentra dividida en
dos grandes campos enemigos, en dos clases que se enfrentan directamente:
la burguesía y el proletariado.
Con su desarrollo el capitalismo desarrolla
las condiciones de su propia supresión: no solo creando las armas
que la barrerá del planeta sino, y principalmente, produciendo y
concentrando los hombres que empuñarán esas armas: el proletariado.
7.
El proletariado es el heredero de todas las
clases explotadas del pasado porque sus condiciones de vida son el paroxismo
de la inhumanidad de las condiciones de vida de todas las clases explotadas
del pasado, concentrando en él todas las causas profundas de las
luchas de aquellas clases. Pero, a diferencia de lo que sucede con el proletariado,
aquellas clases no tenían un proyecto social propio y sus luchas
estaban materialmente imposibilitadas de superar el cuadro de simples reacciones
tendientes, ahistórica y utópicamente, a reconstituir la
vieja comunidad perdida. Con el proletariado, la lucha secular contra la
explotación, contra la deshumanización del hombre, contra
la subordinación de la vida humana a la dictadura del valor, es
asumida por primera vez en la historia por un sujeto revolucionario, es
decir con proyecto social propio, válido para toda la humanidad
y en ruptura total con toda la civilización del progreso: la destrucción
del capital y por lo tanto de las clases, de la explotación, de
la propiedad privada, de todo Estado,... y la instauración del comunismo.
Dicha lucha, por lo tanto, no es solo una reacción de clase explotada,
sino también, y principalmente, acción de una clase revolucionaria
históricamente forzada a asumir su programa y a constituirse en
partido comunista mundial (inversamiento de la praxis en el sentido más
global de dicha concepto).
8.
Las clases no existen primero y luego actúan,
no se definen en sí mismas (por la "producción" y la economía)
y luego "luchan" ("hacen la política"), sino, por el contrario,
solo existen como fuerzas orgánicas contrapuestas. Ellas se definen
pues, en la práctica, por su movimiento de oposición y lucha
inherente a las relaciones de "producción" y los intereses antagónicos
que ellas implican. "Producción" no en el sentido inmediato referido
a la exclusiva producción de cosas, sino en el sentido global de
reproducción de la especie, de reproducción de la explotación,
de reproducción de dos bandos inconciliables: explotadores y explotados,
de reproducción de la propiedad privada y de una masa siempre creciente
de seres privados, por la propiedad de los otros, de todos los medios necesarios
para reproducir sus condiciones de existencia,... enfin reproducción
siempre exacerbada del antagonismo entre propietarios, defensores del mundo
de la propiedad privada y aquellos cuya existencia misma se contrapone
en toda su vida práctica con ese mundo. Así pues burguesía
y proletariado, se definen por el mutuo antagonismo: la burguesía
como personificación de las relaciones de producción capitalista,
como partido de la conservación, como fuerza reaccionaria; el proletariado
como negador de toda la sociedad presente, como partido de la destrucción
y portador del comunismo.
9.
La contradicción propia a la sociedad
burguesa está presente en el propio capital que ha subsumido a toda
la humanidad. El capital solo realiza su propia esencia en tanto que valor
que se valoriza, desarrollando, revolucionando, las fuerzas productivas,
lo que reduce el tiempo de trabajo socialmente necesario a la producción
de todas las mercancías o dicho de otra manera, provoca la desvalorización
general (de todos los productos, de la fuerza de trabajo, de todo el capital
productivo...). Es decir que el punto de partida y el objetivo de la producción
(la autovalorización del capital) entran en contradicción
insuperable con los medios para ello (revolución de las fuerzas
productivas = desvalorización). Ello se manifiesta en cada crisis
por la destrucción masiva de las fuerzas productivas, que evidencia
el carácter invariantemente reaccionario de las relaciones de producción
capitalista y hace explosiva la contraposición con aquellas (contraposición
que solo el proletariado revolucionario puede llevar a sus últimas
consecuencias).
10.
El capital, imposibilitado de suprimir la anarquía
económica -que es su propia ley- ni al proletariado -portador del
comunismo- pues es el único productor de valor, sin el cual no puede
existir, busca el aumento de la valorización de cada capital particular,
pero esto solo se realiza haciendo descender el ritmo de valorización
en general, lo que se traduce en fases de expansión cada vez más
potentes inevitablemente clausuradas por crisis cada vez más profundas
y brutales que ponen en cuestión económica, social, ideológica
y políticamente la existencia misma de todo el sistema social capitalista.
11.
La democracia nace de la disolución de
la comunidad primitiva, del desarrollo del intercambio, de la mercancía,
de la propiedad privada, de la sociedad de clases, de la gestación
histórica del individuo,... de la separación del hombre can
respecto al hombre en la producción de su vida. Su desarrollo, es
el desarrollo de la dictadura del valor sobre las necesidades humanas,
es el desarrollo del terrorismo de Estado contra las clases explotadas.
Con la dominación total del valor valorizándose, del carácter
fetiche de la mercancía -el terrorismo capitalista- la democracia-
llega a su apogeo. No se trata de una esfera particular, o de una mera
forma de dominación, sino de la esencia invariante que, atomizando
y unificando sobre bases ficticias, perpetua la sociedad del capital. La
democracia subsume todos los aspectos de la vida, niega prácticamente
la existencia de clases con intereses irremediablemente antagónicos
para afirmar la única comunidad que le es propia: la comunidad del
dinero, que reproduce el individuo-ciudadano-libre competidor-hombre nacional,
cuyo corolario es el pueblo, encuadrado por las estructuras partidarias
y sindicales constitutivas del Estado.
12.
Los derechos y libertades democráticas
no son otra cosa que la codificación jurídica de las relaciones
sociales capitalistas que ponen en relación a los hombres en tanto
que vendedores y compradores de mercancías en general y en particular
de la fuerza de trabajo (codificación, pues, de esa negación
práctica del proletariado como clase). Los propietarios de mercancías
se encuentran como sujetos jurídicos libres e iguales. Pero estas
relaciones de libertad e igualdad entre propietarios no son más
que la relación reificada de las relaciones entre burgueses y proletarios,
unos en tanto que propietarios exclusivos de los medios de producción,
los otros como desposeídos de todo salvo de su propia fuerza de
trabajo. El reino de la propiedad privada para la burguesía significa
el reino de la desposesión total para el proletariado. Los derechos
y libertades democráticas, en tanto que mecanismos ideológicos
que aseguran y afirman realmente la atomización del proletariado
en ciudadanos libres de vender su fuerza de trabajo, que solo encontrarán
comprador si el capital la necesita para valorizarse en tanto que imponen
la libre y mutua competencia entre proletarios obligándolos a escupir
cada vez más sangre y valor o reventar, son instrumentos de coerción,
de violencia y de despotismo y constituyen un arma esencial de la democracia,
es decir de la dominación burguesa.
13.
Las ideologías burguesas -expresiones
de la comprensión limitada de la burguesía, cuyo horizonte
no va más lejos que su propio sistema de explotación del
hombre por el hombre- camuflan permanentemente la verdadera dimensión
de la polarización de la sociedad entre burguesía y proletariado.
La burguesía, parte así de su punto de vista democrático
para explicar la democracia, de un punto de vista inmediatista y ahistórico,
para explicar la sociedad ocultando el carácter transitorio de su
modo de producción y en especial escondiendo la única fuerza
revolucionaria capaz de suprimir esta sociedad: el proletariado.
El proletariado, por el contrario, no teme al devenir histórico
y por ello no requiere ideología de ningún tipo. Solo afirma
su dictadura de clase como negación de todas las clases y como proceso
de su autonegación, su propio ser es la negación de la sociedad
capitalista, la catástrofe de ésta lo fuerza a constituirse
en fuerza internacional que barrerá el sistema social, con todas
sus ideologías.
14.
El desarrollo mismo de la democracia se encarga
de esconder la magnitud actual de la simplificación/exacerbación
de las contradicciones del capitalismo desdibujando permanentemente las
fronteras de clase, lo que se ve afirmado a su vez por formas ideológicas
especificas que desarrollan la confusión más completa, en
especial en base a un conjunto de estatutos formales o jurídicos
complejos que dividirían a la sociedad -no en dos clases antagónicas-
sino en un número indeterminado de categorías más
o menos vagas y elásticas.
Así, por ejemplo, en un polo de la
sociedad, un conjunto de formas jurídicas pseudo-salariales tienden
a camuflar la naturaleza burguesa de estructuras enteras del Estado. Es
el caso, por ejemplo, de los oficiales del ejército o de la policía,
de los altos cuadros empresariales o de la administración o de burócratas
de todo tipo, que bajo aquella cobertura, son clasificados como categorías
neutras, sin pertenencia de clase o peor todavía asimilados a "capas
obreras".
En el otro extremo de la sociedad se produce
otro tanto, por ejemplo un conjunto de formas jurídicas de pseudo-propietarios
-"campesinado", cooperativas, reformas agrarias, artesanos,... camuflan
objetivamente la existencia de inmensas masas de proletarios asociados
por el capital para producir plusvalor (asalariado disfrazado). Estos y
otros mecanismos ideológicos tienden a presentarnos como opuestos
y con diferentes intereses a diversos sectores del proletariado: urbanos/agrícolas,
activos/desocupados, hombres/mujeres, obreros/empleados, trabajadores manuales/trabajadores
intelectuales,...
Este complejo proceso ideológico contribuye
a mantener el régimen de explotación y de opresión
burgués al disimular y hacer difuso a nuestro enemigo y presentar
dividida, debilitada numéricamente a nuestra clase. Todo el secreto
de la perpetuación de la dominación burguesa puede resumirse
a la dificultad del proletariado para reconocerse a sí mismo, para
reconocer en la lucha de sus hermanos de clase en cualquier parte del mundo
y sea cual sea las categorías en las que la burguesía los
divide, su propia lucha, condición indispensable de su constitución
en fuerza histórica.
A su vez este ciclo infernal se rompe en
las sucesivas expresiones de la catástrofe del sistema, por la lucha
misma del proletariado, por su generalización y la tendencia a coincidir
en el tiempo, que deja al descubierto de manera cada vez más incuestionable,
la afirmación de una misma negación (determinada más
allá de la conciencia de los protagonistas -limitada siempre a las
minorías comunistas- por los mismos intereses y el mismo proyecto
histórico) de la sociedad capitalista como totalidad.
15.
En período de crisis revolucionaria,
las dos clases se unifican frente a su antagónica. Del lado de la
burguesía, a pesar de las interminables luchas entre las diferentes
fracciones burguesas para afirmar sus intereses particulares en la repartición
de los medios de producción y los mercados, desde que aparece el
proletariado en armas y el espectro del comunismo se hace presente, todas
las rivalidades interburguesas pasan a un segundo plano cediendo lugar
a la burguesía mundial, reagrupada entorno a la fracción
más coherente, más fuerte, más decidida, capaz de
enfrentar mejor la guerra de clases. Esta forma general de la contrarrevolución
de enfrentar a su enemigo de clase, no excluye para nada su combinación
con otras formas particulares, incluida la repolarización de la
sociedad en dos bandos interburgueses en los que se trata de encuadrar
al proletariado. En efecto, las sucesivas contrarrevoluciones confirman
la ductilidad de la burguesía para alternar no solo la unificación
con la polarización interna, sino hasta para unificarse en la defensa
de una polarización interburguesa (polarización falsa en
relación a la de clase contra clase) que enfrenta la revolución.
Por su parte el proletariado, rompiendo con
las cadenas de la competencia y asociándose en su lucha contra el
enemigo histórico, se afirma como fuerza y como Partido centralizándose
entorno a las fracciones más coherentes, más fuertes, más
decididas, es decir con mayor capacidad de enfrentar al capital. Si bien
es indudable que en este sentido hay sectores estratégicos del proletariado,
dada su capacidad de paralizar los centros decisivos de la acumulación
del capital (polos de acumulación capitalista, gran industria, minería,
transportes, comunicaciones,...), no siempre estos son los más decididos
o los que más aseguran la generalización de la revolución
y otros sectores como, por ejemplo, los desocupados en general, o en particular
el proletariado joven que no ha encontrado o que sabe que no encontrará
comprador para su fuerza de trabajo (camuflado muchas veces bajo la denominación
aclasista de "jóvenes" o "estudiantes") pueden jugar un papel decisivo
en el salto de calidad del movimiento que implica siempre la ruptura con
el cuadro estrecho de la empresa, empujando al descenso y a la ocupación
de la calle, la generalización efectiva, el pasaje al asociacionismo
territorial frente al cual la burguesía ya no puede ofrecer la reforma
parcial y categorial y que forzosamente se plantea la cuestión general
del poder de la sociedad. Pero esta formidable energía revolucionaria
no es una fuerza en el sentido histórico del término sin
constituirse en Partido centralizado (y sin ello será dilapidada,
barrida o incluso recuperada por la contrarrevolución). Pero solo
puede constituirse en Partido centralizado afirmando un programa integralmente
comunista y dotandose de una dirección revolucionaria. Y a su vez
programa y dirección comunista no son el resultado inmediato del
movimiento, por más energía revolucionaria que el mismo tenga,
sino el resultado de toda la experiencia anterior acumulada transformada
en fuerza viva, en órgano de dirección del Partido y la revolución
por una larga y dura lucha histórica consciente y voluntaria asumida
por las fracciones comunistas.
16.
El desarrollo del capitalismo, que engendra
el desarrollo de su enterrador histórico,
determina al mismo
tiempo las condiciones esenciales de la lucha de éstos. No en la
medida de que la lucha del proletariado es igual o similar a la de la burguesía,
sino en la medida que genera las condiciones mismas en que esa lucha se
desarrolla y la determina como su
antagónica, haciendo de
la revolución proletaria una
revolución única y
distinta de todas las precedentes.
17.
Así el capitalismo engendra una clase
revolucionaria,
que al mismo tiempo es explotada, configurando una realidad que
no tiene precedentes en la historia: ninguna clase revolucionaria del pasado,
es decir con proyecto social propio, fue al mismo tiempo explotada.
18.
Así la sociedad burguesa desarrolla una
esfera particular (el proletariado) que es en si misma la negación
de toda esfera particular, una clase empujada (determinada) a constituirse
como tal, y a transformarse en clase dominante para la abolición
de todas las clases. Por lo tanto el proletariado constituye un ser
cuya plenitud de realización es su autosupresión. Mientras
las clases revolucionarias del pasado se afirmaban como poder y esfera
particular para instaurar una nueva forma de dominación y en la
defensa de la misma se consolidaban como fuerzas reaccionarias, el proletariado
se afirma como clase para eliminar toda dominación, toda explotación,
todo Estado.
19.
Así el carácter mundial del capitalismo
engendra al proletariado como
clase mundial, sin ningún interés
regional, sectorial, nacional, que defender. Por el contrario, la burguesía
no solo realizó su revolución afirmando sus intereses particulares,
sino que su propia esencia (la competencia) la empuja permanentemente a
oponerse brutalmente entre sí, enfrentándose a todos los
niveles en el reparto de los medios de producción y los mercados.
La unidad entre burgueses (sociedades anónimas, acuerdos monopólicos,
Estado nacional, constelación de Estados,... Estado mundial) se
opera siempre para enfrentar en mejores condiciones la guerra comercial
o/y la guerra de clases, volviéndose a despedazar en cada instante
en sus diferentes fracciones particulares. De ahí que por más
unificada que sea, la acción de la burguesía, contiene siempre
la división; que, toda paz es una fase de una guerra futura, mientras
que en el proletario, por el contrario, toda acción, por más
parcial que esta sea, contiene la universalidad, es decir que, por más
limitada que sea, regional o sectorialmente, la acción de esta clase
contra el capital, contiene la afirmación de los intereses únicos
del proletariado en todas partes del mundo y la lucha por la revolución
social universal.
20.
Estos elementos fundamentales e inseparables
(que hemos presentado aparte solo a los efectos de la claridad expositiva),
constituyen la esencia de la lucha revolucionaria del proletariado y determinan
la totalidad del contenido de su acción. Es sobre esta base que
los elementos más decididos de la clase se organizan y resuelven
los enormes problemas que la lucha ha planteado, plantea y planteará.
Toda decisión táctica debe necesariamente desprenderse de
este conjunto estratégico invariante, como unidad indisociable
de la totalidad del movimiento, sus objetivos y sus medios. Toda táctica
que se separa de esos fundamentos, es en el mejor de los casos un error
de la clase obrera y en la mayoría de ellos la instrumentalización
de la política contrarrevolucionaria del capital.
21.
El programa comunista, no es otra cosa
que el conjunto de consecuencias prácticas de dichas determinaciones
del antagonismo social y de su desarrollo hasta la revolución proletaria
mundial y la instauración del comunismo como sociedad. Sin embargo,
la realidad precede la consciencia que los hombres tienen de ella y por
eso la formalización de ese programa, lejos de poder ser alcanzada
en un solo momento histórico, es el resultado sucesivo del conjunto
de convulsiones sociales. Cada fase de revolución y contrarrevolución
(cada vez más profundas hasta la revolución mundial), permiten
una mejor comprensión de las consecuencias de las determinaciones
esenciales de la lucha revolucionaria, o mejor dicho permiten precisar
teóricamente, en forma cada vez más acabada y tajante, las
implicaciones ya contenidas prácticamente en aquellas determinaciones
invariantes.
---------------------------------
La continuación de nuestra
exposición se realiza sobre esa base, es decir retomando primero
las formulaciones más generales de nuestro programa, para luego,
en base a las necesarias lecciones extraídas de los más altos
niveles de las fases de revolución y contrarrevolución, actualizar
y precisar su real significación actual y futura.
---------------------------------
22.
El objetivo del proletariado, y por lo tanto
de los comunistas, es (como lo establecía ya el estatuto de la Liga
de los Comunistas en 1847); "El derrocamiento de la burguesía, la
dominación del proletariado, la abolición de la vieja sociedad
burguesa basada en los antagonismos de clase (o como lo precisara Engels):
"El programa de nuestro partido... no es únicamente socialista en
general, sino directamente comunista, es decir un partido cuyo objetivo
final es la supresión de todo Estado y por consecuencia de la democracia".
23.
Ello implica necesariamente la constitución
del proletariado en clase y por ello en Partido Mundial, es decir en fuerza
orgánica y centralizada contrapuesta a todo el orden social constituido.
La organización del proletariado en clase tiende permanentemente
a ser socavada por la competencia que se libran los obreros entre ellos
como vendedores libres e iguales de la mercancía fuerza de trabajo.
Un conjunto de fuerzas ideológicos-políticas-militares cimentan
esta atomización sobre la cual reposa la paz social, el orden burgués.
En estas condiciones, a pesar de ser, por su propia esencia, el irreconciliable
y amenazador adversario de la burguesía, el proletariado no mantiene
más que un oscuro sentimiento de su antagonismo social con el orden
capitalista y tiende a transformarse en su apéndice político,
apareciendo diluido (destruido) en el pueblo. En este terreno florecen
los frentes democráticos, las unidades nacionales, los frentes populares,
o de liberación nacional, el nacional socialismo o el socialismo
nacional... que llevan la negación burguesa del proletariado como
clase a su nivel superior hasta su masacre en la guerra capitalista.
24.
Pero los antagonismos de clase vuelven inevitablemente
a manifestarse y el proletariado surge como clase, como partido, más
fuerte, más firme, mas decidido revelando que, por su propia esencia,
su existencia es solo posible
excluyendo todo frente, toda alianza de
clase. Incluso en la época de la denominada "revolución"
burguesa, el proletariado se afirma como clase intentando organizar por
su cuenta el terror revolucionario y su dictadura de clase, programa frente
al cual incluso las fracciones más "progresistas" de la burguesía,
retroceden atemorizadas, replegándose sobre los sectores más
"reaccionarios" de la sociedad y afirmando conjuntamente el canibalismo,
el terror contrarrevolucionario.
Es cierto que más de una vez la lucha
del proletariado pudo coincidir en el tiempo y en el espacio al enfrentar
un mismo enemigo con alguna fracción de la burguesía (lucha
contra los "enemigos de sus enemigos" como la llamaba Marx), pero solo
en tanto que coincidencia parcial, limitada, política dado que la
contraposición social contra sus propios explotadores es permanente,
y por ello cada vez que esta misma lucha lo llevó a afirmarse inevitablemente
como fuerza autónoma amenazando a la burguesía en su conjunto,
todas las fracciones de ésta asumieron la misma política
de terrorismo contrarrevolucionario.
25.
El capitalismo como sistema mundial, al desarrollar
al proletariado como clase mundial, posibilita el comunismo a nivel del
planeta y al mismo tiempo determina aspectos programáticos esenciales
en cuanto a la extensión de la revolución y el carácter
de los órganos del proletariado:
-
La revolución comunista (cuyos primeros
triunfos insurreccionales se concretan necesariamente en alguna parte del
globo) es necesariamente
mundial, o se extiende o perece y no puede
alcanzar sus objetivos a ningún otro nivel (fábrica, región,
país, grupo de países). Ningún tipo de lo que históricamente
se denominó "control obrero", "autogestión de la producción"
de una o incluso en todas las fábricas de un país implica
la destrucción de las relaciones capitalistas de producción,
ni una vía para ello. El comunismo como movimiento se opone y excluye,
desde su origen, con el país, la nación, la lucha nacional
y su desarrollo contiene directamente la abolición de todas las
fronteras, de todas las naciones.
-
La constitución del proletariado en un
solo cuerpo a nivel mundial, implica la centralización orgánica
que garantice los intereses generales del movimiento contra todo particularismo,
localismo, inmediatismo y la lucha contra la ideología corporativista,
federalista, autogestionista, que solo puede beneficiar a la contrarrevolución.
Esto es, evidentemente, válido para todos los órganos de
clase -asociaciones, partido formal, Estado- y en todas las fases de la
lucha -clase dominada, clase dominante-.
26.
Los obreros no tienen patria, no se les
puede arrebatar lo que no poseen. Toda defensa de la "nación" sea
cual sea el pretexto, en nombre del cual se opere, constituye en realidad
una agresión contra toda la clase obrera mundial. Bajo el reino
de la burguesía todas las guerras son guerras imperialistas
(el proletariado reivindica una sola guerra, la guerra social contra toda
burguesía) que oponen dos o varias fracciones o grupos de intereses
del capital mundial e independientemente de las intenciones inmediatas
de los protagonistas tienen como función esencial la de afirmar
el capital y destruir objetiva y subjetivamente a la clase subversiva de
esta sociedad. Por ello más allá de ser "simples" guerras
entre Estados nacionales, entre "liberadores de la patria e imperialistas",
entre potencias imperialistas, son en su esencia
guerras del capital
contra el comunismo. Frente a todas las oposiciones interburguesas
entre fracciones "progresistas y reaccionarias", "fascistas y antifascistas",
de "izquierda" y de "derecha", que encuentran en la guerra imperialista
su continuación lógica, el proletariado tiene una sola respuesta
posible: la lucha intransigente por sus propios intereses de clases, contra
todo sacrificio, tregua y solidaridad nacional, el derrotismo revolucionario,
apuntando las armas contra sus propios explotadores y opresores inmediatos,
a los efectos de transformar, por la centralización internacional
de esta comunidad de lucha contra el capital, la guerra capitalista
en guerra revolucionaria del proletariado mundial contra la burguesía
mundial.
27.
La división ideológica del mundo
en tres, uno "capitalista" otro "socialista" y otro "subdesarrollado o
tercermundo", producto de la derrota del proletariado, tiende a consolidar
y perpetuar la misma, al destruir la unidad orgánica de intereses
y objetivos del proletariado internacional. Aunque la misma se utilice
"inocentemente" como "simple descripción de la realidad" contiene
de hecho dicha destrucción dado que de una u otra forma siempre
incluye el presupuesto ideológico de que el proletariado tendría
diferentes tareas en cada uno de estos "mundos". Más allá
de que sus ideólogos sostengan o no consecuentemente, la necesidad
de profundizar la democracia en el "primer mundo" o de hacer una lucha
por el socialismo solo en ese mundo; la necesidad de las reformas políticas
(o de la "revolución política") en el "segundo mundo" y la
necesidad de las tareas democrático burguesas y la liberación
nacional en el "tercero", dicha ideología conduce irremediablemente
al proletariado a negarse como clase internacional, y en la práctica
a participar, bajo cualquier tipo de pretexto, en las diferentes luchas
interfracciones y guerras capitalistas por el reparto del mundo.
28.
Las luchas de liberación nacional, las
guerras populares antiimperialistas... no son más que una expresión
particular de dicha ideología que tiende a utilizar a los obreros
como carne de cañón de la guerra capitalista. El imperialismo,
no es un fenómeno particular de tal o tal potencia, de tal o tal
Estado, sino que es un fenómeno inherente e invariante del capital
mismo: cada átomo de valor valorizándose contiene todos los
presupuestos del terrorismo imperialista. Por ello toda burguesía
es imperialista y en la práctica está indisociablemente interligada,
no solo por la participación directa a través de las sociedades
anónimas y el capital financiero internacional, sino por miles de
acuerdos implícitos y explícitos con las fracciones más
potentes del capital mundial. Frente a esas luchas el proletariado, que
sigue su lucha contra sus explotadores, es tratado de indiferentista o
de saboteador, y en ello no hay que ver ni más ni menos que la coherencia
del capital mundial. El proletariado no puede ser indiferente frente a
su propia explotación, ni bajo ningún pretexto aceptar la
tregua con sus propios explotadores. La continuidad y el desarrollo de
esta lucha contra sus explotadores, lo conduce, por el contrario, a coincidir
con sus hermanos de clase en todo el planeta en una sola comunidad de
lucha contra el capital mundial, base sobre la cual se erigirá
la organización internacional e internacionalista del proletariado.
29.
Por lo expuesto en la tesis 11, el comunismo,
en todo su desarrollo histórico, así como en su objetivo,
es la contraposición viviente de la democracia (con sus derechos,
sus ciudadanos, sus organizaciones,...), y su realización supone
la eliminación de todo resabio de las divisiones mercantiles en
las que la democracia se sustenta y por lo tanto la supresión de
toda democracia.
De ahí que en cualquiera de las fases
de su lucha, el proletariado, al aceptar la democracia, sea como frente
(aliándose con una fracción considerada más "democrática",
"antifascista" o "antiimperialista"), sea como objetivo transitorio (lucha
por la conquista de los derechos democráticos), sea como principio
de su propia organización (búsqueda de garantías políticas
en las votaciones, asambleas, mayorías, congresos, etc.), sea, enfin,
como objetivo final ("la constitución de una sociedad verdaderamente
democrática"), renuncia no solo objetiva y totalmente a sus fines,
a su propia constitución en Partido, prefiguración de la
comunidad humana mundial, sino también (e inseparablemente) a su
propia conformación como proletariado, a sus propios intereses y
por lo tanto a sí mismo.
En todos estos casos, se niega como clase,
afirmando a sus opresores, se excluye como (lo único que puede ser)
fuerza antagónica al orden existente disolviéndose en el
ciudadano
-
en el caso del frente democrático, se
disuelve en la mayoría, en el ciudadano, en el "resistente antifascista",
contribuyendo a liquidar la independencia de clase en ese momento y a legitimar
el recambio de jeta del Estado para mañana.
-
en el caso de la lucha por los derechos democráticos,
refuerza las armas del Estado, su propio enemigo.
-
en el caso del centralismo democrático,
se suicida al atribuirle carácter de principio a formas de organización
que corresponden a la separación de los individuos (entre sí,
entre teoría y práctica, entre decisión y acción,
entre legislativo y ejecutivo, entre individuo y sociedad...) y que desaparecerán
con ellos.
-
enfin se aburguesa ideológicamente, al
atribuirse como objetivo propio, lo que no es más que el ideal de
la sociedad del capital (la democracia pura).
30.
La democracia "obrera" (es decir "el gobierno
del pueblo obrero") no hace más que intentar mantener todas las
mediaciones propias al capital (entre política y economía,
entre hombre y sociedad,...) sustituyendo el culto del parlamento, de las
libertades de los individuos atomizados, por el de los "soviets democráticos",
los "sindicatos libres", las "asambleas generales soberanas", "el obrero
libre", lo que desde el punto de vista del contenido es exactamente lo
mismo: en ambos casos el sujeto no es una clase subversiva con un programa
y una dirección revolucionaria; sino el individuo libre sea obrero
o no. Al mito aclasista del ciudadano, del pueblo, de la nación,
versión "democrático burguesa" le corresponde este otro,
tan aclasista y burgués como aquel, de los "obreros, las "masas
proletarias" (definidas sociológicamente), de la "mayoría
explotada" propio a la "democracia obrera". Una vez más la terminología
"obrera", solo sirve para esconder y hacer pasar el substrato de la sociedad
capitalista como si fuese una conquista obrera.
31.
La separación socialdemócrata,
entre "lucha económica" y "lucha política", "lucha trade-unionista"
y "lucha socialista", "lucha reivindicativa y lucha revolucionaria", "lucha
inmediata y lucha histórica" es el método burgués
-ya clásico- de parcializar y liquidar las luchas obreras. Una organización
obrera que adopte esta falsa distinción, siembra la confusión
en las filas proletarias y contribuye -sea cual sea su voluntad- a mantener
la desorganización, a desorientar el movimiento y a alterar la substancia
totalizadora de la guerra de clases. Confundir el movimiento social con
la bandera que flota sobre la cabeza de sus protagonistas, las reformas
del capital propuestas con el proletariado afirmando sus intereses y reivindicaciones,
es criminal, es aceptar como real, la traducción, en términos
burgueses, efectuada por sindicalistas y socialdemócratas. Y ello
durante toda la historia del proletariado.
Aunque la lucha del proletariado vuelve a
comenzar una y otra vez en base a negaciones parciales, lucha contra el
aumento de precios, lucha contra el aumento de la extensión o/y
de la lucha contra tal o tal medida que deja masas de proletarios sin trabajo,
o contra cualquier otra medida económica o represiva del Estado,...
esta lucha es, por su propio contenido, una lucha contra el aumento de
la explotación (tasa de plusvalor) y contra la explotación
misma, luchas que en el proletariado como clase explotada y revolucionaria
son inseparables. Inseparabilidad, que, por otra parte, se hace manifiesta
cuando en situaciones de crisis, la más mínima reivindicación
económica proletaria, implica un ataque directo contra la tasa de
explotación y de ganancia del capital y constituye un ataque a la
sacrosanta competitividad de la economía nacional y el enfrentamiento
entre proletariado y los capitalistas asociados en Estado, se hace inevitable.
Claro esta, que el hecho de que tal bandera
burguesa flote sobre el movimiento, o que tal reforma del capital aparezca
como el "objetivo" de la lucha, no es solo una mentira burguesa (aunque
a veces si lo es, sobretodo cuando en una parte del mundo los proletarios
reciben la información, filtrada por los medios de comunicación
de masa, de lucha en otra parte del mundo. En efecto, si nos atuviésemos
a lo que estos dicen, la lucha estrictamente de clases habría desaparecido
y todo serían luchas nacionales, religiosas, raciales o democráticas)
sino una fuerza objetiva que pesa sobre el movimiento y que constituye
una debilidad real del mismo. Desconocer esto y no desarrollar una lucha
consciente contra esta debilidad objetiva de nuestra clase, sería
desconocer que la ideología dominante es la de la clase dominante,
sería desconocer que el movimiento subversivo de esta sociedad,
solo puede expresarse por lo que realmente es (es decir levantando como
consignas aquellas que explícitamente niegan la sociedad actual
como por ejemplo "abolición del trabajo asalariado"), en base a
sus fracciones de vanguardia necesariamente minoritarias durante todo el
proceso preinsurreccional y con toda seguridad, inmediatamente después.
32.
Existen otro conjunto de dicotomizaciones social-demócratas
(como la de "economía" y "política", la de "teoría"
y "práctica") que en todos los casos dividen el proceso revolucionario
para liquidar y destruir su unidad subversiva. Un caso especialmente notable
de dicha concepción es el de la visión que de la misma se
deriva, del propio modo de producción capitalista según la
cual él mismo se dividiría en un período/fase "ascendente"
"progresivo", de "dominación formal",... y otro "decadente", "reaccionario",
"imperialista", de "dominación real". El propio desarrollo del capital
es siempre su mayor reforma, sus constantes transformaciones y sus necesarios
cambios cuantitativos y cualitativos (el valor debe valorizarse en permanencia),
lo que se marca, no por dos fases antinómicas (ascendencia-decadencia),
sino por una sucesión de niveles (única base para una periodización
del capitalismo), en donde todas las contradicciones (entre las cuales,
la básica entre valorización y desvalorización), aparecen
en forma cada vez más exacerbadas. Todas las teorías decadentistas
que destruyen la universalidad del modo de producción capitalista
(en el tiempo o/y en el espacio), conducen inevitablemente a liquidar la
invarianza de los intereses y necesidades del proletariado revolucionario,
negando en última instancia que es él, y solo él,
el enterrador del viejo mundo, el agente activo del derrumbe catastrófico
del sistema, lo que los lleva (también inevitablemente) al inmediatismo,
al gradualismo, al evolucionismo, al fatalismo,... destructor de toda militancia
clasista. Es a eso que conducen prácticamente todas las teorías
decadentistas (que además no son otra cosa que simples teorías
economicistas, es decir burguesas), y ello independientemente del tipo
de argumentación utilizadas. Esas prácticas reformistas que
inducen todas las teorías decadentistas, se expresan por otra parte
justificando/reivindicando sistemáticamente a posteriori toda la
práctica contrarrevolucionaria de la socialdemocracia (en tanto
que globalidad histórica, que incluye también el anarquismo
oficial), lo que es realizado con el falacioso pretexto de que durante
el llamado período "ascendente" el proletariado habría tenido
como objetivo no el comunismo, sino la lucha por las reformas (lucha esencialmente
burguesa) por su integración como objeto económico en el
sistema ("clase" para el capital).
Todas las teorías decadentistas se
basan pues en la idea que la burguesía se hace de sí misma,
la del progreso, la evolución, la civilización,... como si
fuesen neutras, aclasistas; como si el progreso bajo la burguesía
pudiese ser otra cosa que progreso burgués (¡y el mayor progreso
burgués siempre es la guerra burguesa!), como si la evolución
bajo la burguesía pudiese ser otra cosa que evolución de
la explotación burguesa. Según ellos, evolución, progreso,
civilización... se desarrollarían hasta una cierta fecha
(y para los más consecuentes en ciertas aéreas geo-políticas),
hasta llegar a un cierto máximo fatídico justificado en diversas
formas según las escuelas (estalinistas, trotskistas, luxemburguistas,...)
a partir del cual se comenzaría a descender, "objetivamente" a derrumbarse,
lo que se acompañaría de la decadencia "moral", artística,
etc. (verso que todas estas corrientes tiene en común con las múltiples
sectas religiosas, y fascistoides). No se trata pues, de otra cosa que
de ideologías contrarrevolucionarias que el proletariado en lucha
destruirá.
33.
El dualismo socialdemócrata y la ideología
de la decadencia, que niegan el capital como todo orgánico, conduce
inevitablemente a crear ideológicamente un conjunto de categorías
en las cuales los herederos de la socialdemocracia se imaginan que el mundo
se divide. Pero dichas categorías ideológicas, en la medida
en que se transforman en concepciones dominantes, constituyen armas potentes
de división del proletariado. Así, a las formas más
clásicas burguesas de categorización y división entre
países, como por ejemplo la división del mundo en tres, que
ya mencionamos, o la división de países entre "desarrollados
o subdesarrollados", "centrales" y del "tercermundo" se agregan otras más
sutiles que en el fondo cumplen con el mismo objetivo: confundir, acercar
la unicidad del capitalismo mundial, dispersar y desorganizar al proletariado,
presentándole diferentes proyectos u objetivos según la región.
Particularmente perniciosa, en este sentido, ha sido la ideología
acerca del "capitalismo de Estado" según la cual existiría,
en el mejor de los casos, diferentes tipos de capitalismo y en el "peor"
sociedades que serían medio-medio, "ni verdaderamente capitalistas
ni verdaderamente socialistas" o/y que "el capitalismo de Estado" constituiría
una fase de la revolución. Todas estas ideologías, que constituyen
distintas variantes del kautskismo y del leninismo, y que no son otra cosa
que el mito estalino-trotskista de la "especificidad rusa" generalizado
al mundo entero, tienen como objetivo central el negar, esconder, y disimular
el verdadero antagonismo entre el Estado capitalista mundial y el proletariado
internacionalista.
34.
La fuerza de la contrarrevolución se
basa hoy en la explotación de todas las debilidades de la gran ola
revolucionaria internacional de los años 1917- 23, lo que a su vez
es posible por la destrucción político/organizativa de las
fracciones comunistas que iniciaron un balance de la misma. Sobre el cadáver
del proletariado revolucionario, la contrarrevolución erigió
el mito del Estado obrero en un solo país (del cual el mito del
"socialismo en un solo país" no es más que su variante de
derecha), que ha servido para utilizar millones de proletarios como carne
de cañón de la guerra capitalista. Dicho Estado o los que
sobre esas bases adoptaron esa denominación u otras similares (Europa
del Este, China, Cuba, Angola, Mozambique, Argelia, Nicaragua,...), no
son ni más ni menos que Estados capitalistas, cuya ideología
ha usurpado expresamente algunas expresiones marxistas para mejor esconder
su carácter burgués. Capitalista es el planeta entero, la
revolución comunista será mundial o no será nada.
35.
Todas las corrientes, que apoyan en forma "crítica"
o no, cualquier Estado (o gobierno) existente en el mundo hoy (stalinismo,
troskismo, maoismo, tercermundismo, "anarquismo",...) no son otra cosa
que formas reactualizadas del socialismo burgués, cuya matriz fue
la socialdemocracia como fuerza histórica. En la práctica
todas esas fuerzas, además del apoyo a los aparatos del Estado burgués
(gobiernos, sindicatos, parlamentos,...) y su contribución a las
guerras capitalistas, son decisivas para transformar las necesidades del
proletariado en reformas del capital, lo que los lleva inevitablemente
a actuar siempre como fuerzas de choque del capital para el mantenimiento
del orden burgués.
36.
Siempre han existido, desde Prudhon a Kautsky,
desde Hitler hasta Fidel Castro, desde Stalin a Mussolini, desde Bernstein
a Peron, desde Mao Tse Tung a Komeni, desde Arafat a Gorbatchov,... y otros
reformadores, fracciones burguesas progresistas, partidarias de grandes
reformas, con un discurso populista, obrerista, "contra la riqueza", "contra
los monopolios", "contra la oligarquía", "contra las pocas familias
propietarias del país", "contra la plutocracia"... y en favor de
las instituciones "sociales". Estas fracciones corresponde a la tendencia
histórica permanente del capital a auto-reformarse a revolucionar
constantemente la base productiva y la estructura social, manteniendo,
claro está, lo fundamental: el asalariado, la explotación
del hombre por el hombre. Su función específica es la de
presentarse como alternativas a las formas clásicas de dominación
(función decisiva para polarizar la sociedad en dos polos burgueses),
presentar las reformas como el objetivo de toda lucha y en la lucha intercapitalista
aparecer como los sectores más capaces de controlar los sectores
radicalizados de la sociedad. Su importancia relativa, en las distintas
épocas o países, deriva de su credibilidad frente a los proletarios,
es decir de su capacidad para controlar los obreros y liquidar toda autonomía
de clase, a través de reformas (o promesas de reformas) que harían
menos visible la esclavitud asalariada, más "viable" la miseria
efectiva y en los hechos más firme la dictadura social capitalista.
Cualquiera sea su reformismo, la burguesía es enemiga irreconciliable
del proletariado, y cualquiera sea su discurso, todas ellas recurrirán
al terror abierto (que no es "privilegio" de la derecha o de los fascistas!!)
contra el proletariado si la preservación del sistema lo comanda.
Frente a tales fracciones, el programa del proletariado no cambia un ápice,
y contra todo tipo de apoyadores críticos, aquel está forzado
a organizarse en fuerza para aplastarlas y liquidarlas junto a todas las
otras.
37.
El objetivo del Estado burgués, del Estado
democrático es el de mantener al proletariado desorganizado, negado
como clase, o mejor aún, encuadrado y movilizado al servicio de
la burguesía. Lo que hay de esencial en todos los mecanismos democráticos
es la destrucción de la unidad orgánica del proletariado
y de sus intereses y su "organización" en intereses parciales, correspondientes
al individuo, al ciudadano (homus economicus) comprador y vendedor de mercancías.
Los sindicatos son órganos vitales del Estado burgués para
desempeñar tal función. En efecto, ellos representan el "mundo
del trabajo" al interior del capital, es decir al proletariado liquidado
como clase, sectorializado, negociando, como cualquier otro individuo de
la sociedad mercantil, el precio de venta de su mercancía (fuerza
de trabajo), que asegure a su vez una "razonable" tasa de ganancia y que
garantice la paz social. Frente a ese tipo de órganos el proletariado
lucha por
organizarse fuera y contra los sindicatos que en tanto
que obstáculos en la vía de la revolución comunista,
deberán ser destruidos por completo. Por ello, todas las ideologías
que preconizan la reforma de los sindicatos, la reconquista, el trabajo
en su seno aunque se diga que es para su destrucción, siembran la
confusión, mantienen anclados a proletarios, que sienten intuitivamente
el papel reaccionario de los sindicatos, a esos órganos del Estado
(lo que de paso los ayuda a mejorar la credibilidad), y sirven a la reacción.
El hecho de que en muchos casos, en el origen de esas organizaciones encontremos
a reales organizaciones obreras, no hace más que confirmar la capacidad
de la burguesía para recuperar y utilizar para sus propios fines,
las formas organizativas creadas por el proletariado.
La "cuestión sindical" no es una cuestión
de denominación, sino de práctica social. El antagonismo
real no es, como se ha pretendido, entre intereses económicos e
intereses políticos, entre intereses inmediatos e intereses históricos,
porque los sindicatos, en tanto que aparatos del Estado, ni siquiera defienden
los intereses "económicos e inmediatos" de los obreros (que por
otra parte son inseparables de la afirmación revolucionaria del
proletariado, como ya lo dijimos); sino entre asociacionismo obrero, reconstitución
de la unidad orgánica, de lucha y de intereses del proletariado
y el aparato del Estado democrático para la negociación mercantil
y ello cualquiera sea la denominación que los unos y los otros adopten.
Si bien, pues, la denominación "sindicato" hace mundial y únicamente
referencia a esos aparatos del Estado y resulta bastante improbable que
reales asociaciones clasistas se autodenominen con dicho nombre, otras
denominaciones más radicales (consejos obreros, soviets,...) pueden
también esconder aparatos del Estado contra los cuales el asociacionismo
obrero se desarrollará también, y necesariamente afuera y
en su contra.
37a.
La revolución no es pues un problema
de forma organizativa, sino por el contrario de
contenido social real,
y en última instancia se tratará o bien de órganos
de la lucha obrera contra el capital o bien de órganos del Estado
burgués para destruir la fuerza revolucionaria y ello, cualquiera
sea el nombre o la cobertura ideológica que esos aparatos adopten,
a los efectos de asegurar mejor su función contrarrevolucionaria.
Es evidente, sin embargo, que en el proceso real de asociacionismo creciente,
el proletariado va desarrollando formas cada vez más globales que
corresponden a su propio desarrollo como clase, así las formas gremiales
y categoriales, son superadas pasándose a la organización
por lugares de trabajo y por ramas de la producción y estas son
a su vez superadas por organizaciones territoriales en donde participa
y se centraliza todo el proletariado (ocupados y desocupados, niños
y viejos) lo que es un trampolín decisivo para dotarse de formas
internacionales que luchen contra las naciones respectivas con que la burguesía
divide a sus enemigos. Dicho proceso, en el que se suceden diferentes formas
de asociacionismo obrero correspondientes a diferentes niveles de enfrentamiento
al capital y de conciencia, es evidente que no es un proceso lineal y gradual,
sino que por el contrario se trata de un proceso pautado por saltos de
calidad, por avances y retrocesos..., en donde la totalidad está
determinada por esa relación de fuerzas entre proletariado y burguesía.
Los consejos obreros, los soviets, los cordones industriales, el clasismo
organizado a nivel de un país, etc. son formas que corresponden
a ese proceso real, del desarrollo del proletariado, de superación
de las divisiones impuestas por el capital sobretodo en la medida en que
la lucha por categorías o por lugar de trabajo es superada (aunque
aquellas puedan aún basarse en estas) y que corresponde a épocas
de crisis política y social abierta en donde el proletariado ya
no cree más en soluciones parciales o particulares, pero ni siquiera
en ese proceso serán esas formas mismas, como creen los consejistas,
las que podrán garantizar los intereses del proletariado (ni cualquier
otro tipo de garantías formales que los apologétas de la
democracia obrera quieran establecer: asambleas soberanas, delegados elegibles
y revocables en todo momento...). Incluso en ese proceso real de organización
del proletariado en fuerza, todo dependerá de la práctica
real de esos organismos y ésta de la dirección efectiva.
Lo decisivo pasa a ser entonces la lucha de clases al interior mismo de
tales asociaciones, en donde la contrarrevolución continuará
presente y organizada, actuando para la transformación de tales
asociaciones en órganos del Estado burgués y contra ello
la única garantía real es la acción decisiva de las
fracciones de vanguardia del proletariado que no se someterán a
ningún mecanismo democrático que la contrarrevolución
intentará imponer en tales asociaciones. Los comunistas, organizados
se opondrán con todas sus fuerzas a toda ideología de disolución
de esa verdadera dirección del proletariado en constitución
en el conjunto de los obreros en lucha (o peor aún en el conjunta
de obreros en tanto que categoría sociológica) bajo ningún
pretexto aceptarán la disciplina de esos organismos de masas que
contraríe cualquier elemento del programa histórico del proletariado,
y llevarán una lucha por todos los medios a su alcance contra la
tentativa de darle una dirección contrarrevolucionaria a esas asociaciones
y por imponer una dirección revolucionaria al movimiento.
38.
El parlamento y las elecciones son formas particulares
en que se concreta la democracia, que expresan, sin embargo, la misma necesidad
burguesa de diluir al proletariado en la masa de ciudadanos, en negar prácticamente
a la clase antagónica a todo el orden establecido, reafirmando así
su propia dominación. Su función específica es la
de desviar a los obreros de sus combates cotidianos contra el capital y
desarrollar/reproducir la ilusión de un cambio pacífico de
la situación del proletariado (la máxima expresión
de esta ilusión es la del pasaje pacífico al socialismo),
por obra y gracia del boletín de voto. Las elecciones solo sirven
para designar entre las fracciones y personal de la burguesía, cuales
se encargarán de dar la jeta directamente y dirigir la represión
de las luchas del proletariado. El parlamentarismo y el electoralismo,
dan inevitablemente, la espalda a los métodos y el objetivo de la
lucha obrera, y no pueden ser utilizados bajo ninguna forma por los proletarios
en combate. El agregarle al parlamentarismo el calificativo de "revolucionario"
y pretender utilizarlo para denunciar la dominación burguesa, solo
puede servir -como se ha demostrado históricamente- para aumentar
la confusión en las filas proletarias y constituye en los hechos
un potente elemento de liquidación de toda actividad hacia el Partido
de clase (legalismo, política de jefes, culto a la personalidad...)
que solo sirve a la contrarrevolución. La única respuesta
proletaria al desencadenamiento regular de ese ataque de la burguesía
que son las elecciones, es el
abstencionismo comunista, el rechazo
de toda tregua electoral, la continuidad de la lucha por los intereses
exclusivamente proletarios, la denuncia de las elecciones y en función
de las posibilidades (determinadas por la relación de fuerzas entre
las clases), el sabotaje de las mismas, por la acción directa.
39.
Opresión racial, opresión sexual,
destrucción del medio ambiente,... existieron en todas las sociedades
de clases, pero nunca llegaron a un nivel tan sistemático y tan
gigantesco como con el capitalismo y especialmente con el progreso de la
civilización capitalista en la fase actual. Solo una lucha global,
puede destruir la base misma que produce tanto la enajenación del
hombre como el conjunto de manifestaciones inhumanas y atrocidades propias
a las relaciones sociales capitalistas. Solo una clase social -el proletariado-
contiene en su ser dicho proyecto y su realización -la revolución
comunista-. Por el contrario la liquidación de la lucha mediante
su parcialización y la creación de movimientos específicos
tendientes a disminuir o resolver uno de esos problemas separados, sin
poder por lo tanto atacar su causa común y profunda (feminismo,
antiracismo, ecologismo,...) son irremediablemente tentativas adicionales
de adaptación, de mejoramiento, de reparación del sistema
y por lo tanto de reforzamiento de la dictadura del capital. Prácticamente
esos movimientos han servido y solo pueden servir para desviar la energía
revolucionaria del proletariado, para mejorar los mecanismos de dominación
y de opresión e incluso para aumentar la tasa de explotación
del proletariado.
39a.
En la explotación universal de una clase
que contiene todas las razas, todas sus combinaciones posibles y que por
primera vez adquiere todo el sentido el hablar de una especie humana, en
los intereses únicos de esa clase y en la lucha que la misma está
forzada a desarrollar hasta imponer su revolución social y universal,
se encuentra la única solución humana y definitiva a la opresión
racial y al racismo. Del otro lado de la barricada, se encuentran por el
sistema social de producción que defienden y representan, todos
los explotadores aunque los mismos sean de todos colores y actúen
unificados par un discurso racista u antiracista. Pero el racismo
(o el
antiracismo) es mucho más que un problema ideológico.
El hecho de que el capital compra más barata la fuerza de trabajo
de una raza que la de otra, de que las condiciones de explotación
y de vida de una parte del proletariado son aún peores que las de
otra, refleja que en la realidad del capital la producción de un
ser humano, en tanto que esclavo asalariado, no interesa en absoluto como
ser humano, sino por el trabajo social que el mismo tiene incorporado (como
sucede con cualquier otra mercancía). Dicha realidad racista del
capital determina que (de la misma manera que el valor de la fuerza de
trabajo de un obrero calificado sea mayor al de un obrero simple), el valor
de la fuerza de trabajo, por ejemplo de un obrero "nacional", sea mayor
de la de un "obrero inmigrado" (se presupone que el primero tiene más
trabajo de integración, socialización, nacionalización,
sindicalización que el otro). En la organización internacional
de la dominación burguesa mundial, el racismo solo puede presentarse
muy marginalmente como lo que es (discurso abiertamente racista de tal
o tal gobierno, de tal o tal partido burgués) y en la mayoría
de los casos se desarrolla en base al antiracismo. El antiracismo
constituye pues, una fuerza ideológica cada vez más decisiva
de reproducción de la explotación y de esta sociedad racista.
Toda lucha contra el racismo de esta sociedad que no ataque a la sociedad
capitalista que es su fundamento, es decir que no sea una lucha del proletariado
internacional contra la burguesía mundial, se transforma así
en un elemento ideológico adicional del Estado y de la opresión
burguesa. La expresión más acabada de dicho antiracismo la
encontramos en la burguesía triunfadora en la segunda guerra mundial
y constituye un elemento ideológico decisivo de todas las grandes
potencias mundiales actuales. El antiracismo es así la forma más
refinada de reproducción de la sociedad racista, el Estado de Israel
constituido sobre la comunidad ficticia de la lucha antiracista judía,
es un ejemplo particularmente ilustrativo del antiracismo sirviendo a la
explotación capitalista racista llevada a su máxima expresión
en los campos de explotación del proletariado de esa región.
39b.
La división sexual (o por edades) del
trabajo es un elemento objetivo de la división capitalista del proletariado
que solo podrá ser abolido con la liquidación del capital
y la autosupresión del proletariado. Hombres, mujeres, niños,
viejos,... proletarios todos, reproducen su vida como fuerza de trabajo
del capital y para el capital. La reproducción directa de plusvalía
en los centros de trabajo del capital (fábricas, minas, campos),
no puede ser asegurada si la fuerza de trabajo misma no es producida. El
capital, heredero de la sociedad patriarcal, ha desarrollado la misma,
y aunque cuando lo necesita, utiliza directamente a ambos sexos y a todas
las edades en la producción directa de plusvalía, ha condenado
particularmente a la mujer proletaria a principal agente de la producción
doméstica (que es parte de la producción global de la mercancía
fuerza de trabajo) de la fuerza de trabajo. Aunque el capital, al comprar
la fuerza de trabajo, pague la totalidad del valor de esta mercancía
y por lo tanto todo el trabajo necesario (doméstico, educativo,
represivo, etc.) para producir esa mercancía, el que recibe la paga
es el productor directo de plusvalía y no el que realiza ese trabajo
doméstico, lo que constituye un elemento adicional decisivo para
la particular sumisión y opresión
capitalista de la
mujer proletaria.
El feminismo es la respuesta burguesa
a esta situación particular. Su punto de partida es el utilizar
todo lo que puede haber de particular en la explotación que hace
el
capital de la mujer proletaria, en una condición general
de la mujer en general, transformando así la revuelta proletaria
de la mujer y del hombre, en un movimiento interclasista cuyo credo de
adhesión es que es el "hombre en general" que explotaría
a la "mujer en general". Además de la obra contrarrevolucionaria
en general del feminismo como fuerza de parcialización, de desviación,
de ocultamiento de las reales contradicciones y soluciones, el feminismo
ha sido un instrumento decisivo del capital para multiplicar la explotación
proletaria, para, con el asunto de la igualdad de derechos, llevar también
a la mujer proletaria a asumir un papel más activo en la producción
directa de plusvalía e incluso en la guerra imperialista. Desde
la lucha por el trabajo femenino, a la del voto de la mujer, a las actuales
campañas por la participación de la mujer en la vida activa
de la nación, el feminismo ha sido siempre una fuerza de afirmación
del capital contra el proletariado, cuyas máximas realizaciones
son las policías femeninas, la incorporación masiva de mujeres
en los ejércitos patrios (necesidad del capital de hacer participar
cada vez más directamente a toda la población civil en su
guerra), las mujeres parlamentarias, generales o primer ministro,...
39c.
La importancia de estas ideologías
parcializadoras del capitalismo mundial como el antiracismo o el feminismo,
cuyo objetivo es el combatir la unificación del proletariado internacional
puede comprenderse teniendo en cuenta que cada uno de esos movimientos
de movilización estatal se dirige a atraer a la mayoría de
la población proletaria del planeta y desviarla de sus objetivos
clasistas y revolucionarios. Los feministas más radicales no dejan
nunca de mencionar que sus reivindicaciones conciernen la mayoría
de la población del planeta que son mujeres. El antiracismo radical
por su parte tiene las mismas pretensiones, dado que el proletariado cuyo
color de la piel, o cuyo carácter de inmigrado o hijo de inmigrado,
le determina formas particularmente atroces de explotación por parte
del capital, es de lejos la gran mayoría del proletariado mundial.
De ahí también la importancia de la crítica revolucionaria
de tales ideologías, que serán barridas por la lucha unificadora
del proletariado de todos los colores, de todos los sexos, de todas las
edades, migrantes de todos lados hacia todos lados, contra el capital mundial.
Es ya hoy en esa comunidad de lucha real y en su desarrollo que
se destruye y se destruirán el racismo y el antiracismo, el llamado
"problema de la mujer" y el feminismo, etc.
39d.
El desarrollo del capital, con la consecuente
tiranía
de la tasa de ganancia
contra el medio necesario al desarrollo de
la vida humana, ha llegado a niveles tales que no solo partes siempre crecientes
de la humanidad están sometidas al hambre permanente por desertificación
(u otras causas tan "naturales" producidas por la valorización del
capital), sino que la continuidad de la civilización actual es a
mediano plazo incompatible con la vida sobre la tierra, por la destrucción
capitalista de la atmósfera, de las fuentes de agua potable,...
sin hablar de otros "pequeños detalles" como la potencialidad de
la destrucción atómica generalizada, la contaminación
universal del aire y del mar (irresistible crecimiento de los metales pesados
presentes en el medio: plomo, mercurio, destrucción de la capa ozono
imprescindible a la vida, acumulación CO² que provoca un aumento
de temperatura en toda la tierra, el derretimiento de los glaciales con
la consiguiente inmersión de la tierra hoy habitada,...) "accidentes"
industriales químicos nucleares cada vez más frecuentes y
con consecuencias más nefastas, inviabilidad total en el sentido
más fuerte de la palabra de que la vida no podrá ser posible
en las grandes urbanizaciones del planeta, etc. Solo la revolución
proletaria y comunista, en la medida que liquida los fundamentos de la
contaminación generalizada, las causas de la destrucción
de todos los medios necesarios a la vida verdaderamente humana de la especie,
constituye la alternativa válida a la barbarie de la actual civilización.
El movimiento ecologista es la respuesta
burguesa ante esa degradación generalizada de todas las condiciones
de vida. Sea parlamentario u antiparlamentario, reformista abierto o encubierto,
el ecologismo ataca las consecuencias y no los fundamentos de la contaminación
generalizada. Su función social principal es la de desviar la lucha
del proletariado contra el empeoramiento brutal de todas las condiciones
de reproducción de su vida que atacan concientemente o no los fundamentos
de toda la sociedad (la tasa de explotación, la tasa de ganancia,
la competitividad de la empresa, de la economía, etc.), transformándola
en meras luchas contra los excesos de un sistema cuyas bases defiende.
Los ecologistas, organizados con su retorno a la naturaleza, con sus proposiciones
de estaciones de epuración, de control estatal de la contaminación,
etc. no solo defienden los fundamentos generales del sistema mercantil
generalizado que provoca todas las contaminaciones, sino que irremediablemente
terminan aportando su granito de arena a las campañas de austeridad
del Estado contra el proletariado. Como si el proletariado no fuese aún
lo suficientemente miserable, los ecologistas le proponen ser aún
más austeros, más "naturales" siendo los mejores agentes
comerciales de la venta mercantil de "la naturaleza" y llegando a proponer
programas reales de austeridad y aumento de la explotación al proletariado
que ningún otro sector burgués se animaría. Para el
ecologista si se pudiese alimentar al proletariado con pasto en lugar de
carne sería mejor. Basados, así en el mito gigantesco de
que esta sociedad es una sociedad de consumo (en realidad es una sociedad
determinada por la producción de valor), son los más cínicos
defensores de la austeridad y del ajuste de cinturones.
En una época en la cual los efectos
desvastadores de la producción mercantil provoca muertes cada vez
masivas por desertificación, deformaciones físicas irreversibles
o enfermedades incurables por contaminación ambiental,... la rebeldía
proletaria contra el sistema se seguirá desarrollando y el desarrollo
de la misma encontrará en los ecologistas de todo tipo, un obstáculo
más, que deberá barrer para imponer su revolución.
39e.
El capital reproduce la humanidad proletaria,
solo en la media en que es instrumento de trabajo y fuente de su valorización.
Las "fábricas" en donde el proletariado se produce como proletariado,
en donde se produce la especie como simple fuerza de trabajo del capital
son la familia, la escuela, los
hospitales, las iglesias,
los institutos de asistencia sociales, las
prisiones, etc.
Todas esas instituciones, están de arriba abajo, determinadas por
la reproducción no del ser humano, sino del esclavo asalariado y
serán abolidas junto con toda la sociedad de la cual emergen por
la revolución comunista.
El planteo clásico del revisionismo,
de la social-democracia frente a la imposibilidad de negar el antagonismo
evidente entre la revolución social y la reproducción de
todas estas instituciones reproductoras de la propiedad privada y la sociedad
del capital, es de reconocerlo en forma oscura en su programa máximo
para después de la revolución, saboteando toda lucha práctica
y concreta contra las mismas, cuando no llega al descaro de defender la
"familia proletaria", o la escuela depurada de algunos excesos en pleno
socialismo... Sin embargo toda lucha real del proletariado se ha encontrado
frente
a estas instituciones y de formas diversas ha luchado contra las
mismas. En todas las revueltas proletarias profundas, vemos aparecer no
solo una contraposición irreconciliable de dicha revuelta con las
iglesias, las prisiones, etc., sino también contra la familia, las
escuelas, etc. cuya esencia es también la reproducción de
la propiedad privada, y el Estado, cuya estructura misma reproduce el individuo
productor de plusvalía, la prole en tanto que propiedad familiar,
la división sexual o por edades del trabajo necesaria a la reproducción
de la fuerza de trabajo del capital, la disciplina necesaria a la mantención
de la explotación asalariada, etc.
La lucha contra la familia, la escuela, es,
al igual que la lucha contra las prisiones, las iglesias, al igual que
la lucha contra los institutos de asistencia sociales u cualquier otro
tipo de instituciones del capital, una lucha fundamental e inseparable
de toda la lucha comunista contra esta sociedad. De la misma forma que
no se puede dejar para después de la insurrección un problema
como el sindical, dado que en toda lucha seria tendremos al sindicato contra
la misma, el posponer la lucha contra la escuela, la familia, etc. para
luego de la insurrección es contrarrevolucionario.
39f.
Pero solo en la misma lucha proletaria se puede
asumir esa lucha, solo en la verdadera comunidad de lucha, los proletarios
forjan las bases de la destrucción, de la crítica comunista
de la familia, de la escuela y afirman su propio proyecto. Todo buscador
de alternativas positivas en plena sociedad capitalista, vuelve a caer
en el reformismo y el socialismo burgués, porque la verdadera alternativa
a toda esa estructura social, a la familia, a la escuela, etc. solo puede
surgir de esa negación en desarrollo, es decir de la afirmación
del comunismo como movimiento general de negación de toda
la sociedad actual. En dicha negación en acto, es evidente que los
comunistas, que tienen la ventaja sobre los demás proletarios de
tener la visión global del movimiento y de sus objetivos y que en
todos los aspectos prácticos de la lucha se sitúen a la cabeza
del proletariado desarrollen con todas sus fuerzas esa negación
concreta de la familia, de la escuela, etc. pero no pueden ni un instante
tener la ilusión de que abolirán dichas instituciones sin
abolir la propiedad privada real de la cual emergen. De la misma manera
que el feminismo es la respuesta burguesa a la "cuestión de la mujer",
que el antiracismo es la respuesta burguesa a la "cuestión racial",
que el ecologismo es la respuesta burguesa a la cuestión de la destrucción
de las condiciones de vida humana, existen un conjunto complejo de respuestas
burguesas a la cuestión de la familia, de la escuela, etc. Entre
ellas cabe mencionar las ideologías de la familia alternativa, de
la comunidad de vida, del amor libre, de la revolución en lo cotidiano,
de las escuelas alternativas o "libres", etc. Como en los otros casos no
se trata de una simple parcialización de una lucha proletaria, sino
de una liquidación efectiva de la misma en base a un conjunto de
proyectos reformistas y de ideologías que tienen todas en común
la reforma y la reproducción de la vida necesaria a la mantención
del asalariado. Solo la constitución del proletariado en clase y
por lo tanto en Partido, en tanto que comunidad humana opuesta a todo el
orden establecido, contiene en germen, en su desarrollo y en las relaciones
humanas que en la lucha común se van forjando, la negación
de la familia, la escuela, del paternalismo, del exclusivismo, y en el
desarrollo efectivo de dicha negación encontrará en todos
los proyectos reformistas de la escuela o de la familia un obstáculo
que deberá barrer para imponer su revolución, aboliendo para
siempre junto con la propiedad privada la escuela, la familia.
40.
El trabajo es la negación viviente de
la actividad, de la vida, de la satisfacción, del goce humano. El
trabajo hace del hombre algo ajeno a sí mismo, a lo que produce,
a su propia actividad y al género humano. El trabajo no es otra
cosa que la actividad humana hecha prisionera de las sociedades de clases
y la concreción de la necesidad de las clases dominantes de apropiarse
de un sobreproducto en base a la explotación y al sometimiento de
las otras clases. El capitalismo, al liberar (separar) a los explotados
de sus medios de vida y de producción, destruyendo las viejas formas
de producción, impuso el asalariado y generalizó el trabajo
libre al conjunto del planeta, reduciendo así al hombre, en todas
partes, al estado de trabajador, de torturado ("trabajo", proviene etimológicamente
del latín "trepalium" que era un instrumento de tortura).
En el trabajo, el proletario se encuentra
universalmente desposeído de su producto, enajenado, ajeno a sí
mismo, negado en su esencia, en su vida, en su goce, enfin ajeno al producto
de su propia actividad.
Además de que derrocha su sudor, su
sangre, su vida, en una actividad en donde lo absurdo compite con su embrutecimiento,
es separado de toda relación inmediata con otros hombres en tanto
que seres humanos y separado, por lo tanto, de su propia vida genérica,
de la especie humana.
Solo en la lucha contra el trabajo,
contra la actividad que están forzados a desarrollar y contra quienes
los fuerzan, los proletarios reemergen como seres humanos, y en la generalización
de esta lucha y la consecuente puesta en cuestión de toda la sociedad,
plantean los jalones de una sociedad comunista en la cual la actividad
de los hombres será por fin humana, para el ser humano.
40a.
El capital ha hecho del trabajo la actividad
más importante a la cual todo se subordina, la actividad esencial
del hombre (el hombre es considerado no como tal sino por "lo que hace
en la vida", lo que en esta sociedad quiere decir "profesión", "trabajo").
Nada más coherente con ello que el hecho de que todas las ideologías
de la sociedad burguesa hagan del trabajo la esencia del ser humano,
ideología que es reproducida y soportada por las centenas de millones
de ciudadanos que pierden cotidianamente su vida para "ganarse la vida".
En coherencia con esto, todas las ideologías
se basan en el sacrificio, en la renunciación, en
la interiorización de las emociones, sentimientos, sensaciones...
Al trabajo corresponde el sacrificio y a éste la religión
(¡incluida la marxista leninista de Estado!) como justificación
de la represión de toda manifestación de las pasiones y los
placeres humanos, físicos, corporales.
Desde las apologías de izquierda y
el miserabilismo del proletariado en tanto que pobre, a los dogmas de los
curas de todo tipo, todos nos proponen el "más allá", la
"sociedad a venir" y la muerte como recompensa y campo de realización
de un hombre que en la "vida presente" debe vivir en el sacrificio y negarse
a todo goce, reprimir todo placer.
41.
Bajo el capital todo lo vital debe ser sacrificado
y la vida no es más que un sacrificio. El ser humano ha sido separado
de su cuerpo, de su placer, de su sexo, de su energía
vital. Siglos y siglos de lo que se llama civilización se han
hecho carne y cuerpo. El trabajo, la policía, la familia, la religión,
la escuela, la televisión, las prisiones, los hospitales psiquiátricos,...
enfin, el Estado, son mucho más que el contexto en que se reproducen,
deforman, deshumanizan lo que pretende ser un ser humano;
conforman
(parte de) esos cuerpos reprimidos, separados, enfrentados. Bajo el
capital, el ser humano es incapaz de amar al ser humano, el hombre transformado
en enemigo del hombre, llega incluso a reprimir su propia humanidad, su
propia pulsión, su propia energía.
La sociedad mercantil hace que los hombres
solo se relacionen por medio de las cosas y como propietarios privados
de cosas. La sexualidad universalmente enajenada, la impotencia
orgástica generalizada, es la concreción palpable de
la ausencia de la relación verdaderamente humana en tanto que cuerpos,
que totalidad.
Los seres humanos no viven su sexualidad
directamente por su vida y su energía, sino a través de todas
esas mediaciones hechas cuerpos y de las imágenes espectaculares
impuestas por la sociedad. O mejor dicho aún, de esas mediaciones
hechas armas y armaduras de esos cuerpos por los cuales el hombre no es
mas que el lobo del hombre.
La propia sociedad burguesa ha desarrollado
su respuesta a esta castración inherente al ciudadano, a esa represión
hecha carne que destruye en permanencia la energía de la vida. La
misma consiste en la mercantilización de todo lo sexual, se venden
mujeres, se venden hombres, se venden niños, se venden imagines
de "felicidad", se venden penes, vaginas, mujeres, hombres de goma...
En cada emergencia revolucionaria del proletariado,
al mismo tiempo que pone en cuestión y hace tambalear todo el edificio
del Estado burgués, todas las relaciones humanas comienzan a revolucionarse
y comienza una verdadera crítica práctica del antiplacer
generalizado que es fundamental para que funcione esta sociedad; y recíprocamente,
en cada contrarrevolución triunfante o fase de revolución
descendente el individualismo y el antiplacer vuelven a hacerse omnipresentes.
Como en cualquier otro aspecto central de
la revolución comunista, y en su contra, el enemigo central de la
revolución es el reformismo, el conjunto de pequeñas reparaciones
para que lo esencial continúe como está. Así, las
ideologías del amor libre, de la libertad de cambio en lo sexual,
de la realización del placer en plena sociedad capitalista, incluso
cuando son algo más que simples métodos de propaganda para
vender una cosa o un servicio, tiene por objetivo central el canalizar,
desviar, destruir la energía revolucionaria del proletariado.
El goce realmente humano no tiene nada que
ver con estas caricaturas mercantiles.
El comunismo, en su afirmación
histórica, liberará todo el potencial de
goce de la especie
humana y al destruir todas las servitudes se constituirá en
una sociedad en donde el placer físico y sexual, el goce corporal
y orgástico, desarrolle hasta niveles hoy inimaginables las relaciones
humanas
la humanidad del hombre, la especie humana misma.
42.
El desarrollo del cambio ha operado facturas
y separaciones cada vez más importantes en el seno de la actividad
humana, y consecutivamente colocado cada uno de estos aspectos de la actividad
bajo el dominio cada vez más omnipotente de la Ley del valor. El
capital, al subsumir cada parcela de la praxis humana y al apropiarse y
desviar toda la actividad creativa del hombre para la realización
de sus propias necesidades de acumulación ha culminado dicho proceso.
Al separar definitivamente la creatividad del resto de la actividad humana
el capital definió el Arte como el único campo de
la expresión y de la creación, como el lugar y el momento
de todas las significaciones posibles, precisamente por que la vida ha
perdido toda significación. El arte funciona, así, como exutorio,
como geto, como herida abierta del sistema capitalista por donde supura
su podredumbre. El capital impulsa a escribir, a decir, a dibujar cualquier
cosa, mientras esos productos artísticos queden en el dominio de
la representación de lo vivido, del espectáculo, sin
que superen las fronteras hacia la transformación de la vida.
Dentro de esos límites, dichos productos no son otra cosa que mercancías
como todas las otras.
El arte popular, el artenarquia, el arte
"proletario" y su miserabilismo "obrero",... no son más que diferentes
proposiciones reformistas y democráticas que intentan sublimar los
aspectos más espectaculares de la miseria de la condición
proletaria, para, no viendo en la miseria otra cosa que la miseria, complacer
al proletariado en su condición de clase explotada.
En contraposición, pues a lo que defienden
todos los reformistas radicales, la alienación del arte, no reside
en el hecho de que el arte haga abstracción de la miseria (¡dado
que los artistas de izquierda llenan este vacío!), sino por el contrario
en el hecho de que es creatividad enajenada, enajenación de toda
la creatividad, elemento del Estado burgués reforzando y reproduciendo
la sociedad capitalista.
La revolución comunista destruirá
el Arte (incluido el "proletario") como producto de las sociedades de clases,
como actividad del hombre fragmentada y seccionada bajo el capital, la
revolución comunista realizará las aspiraciones creativas
del hombre al cual el arte pretende responder en forma enajenada.
Esta destrucción proletaria del arte
y más globalmente de esa compartimentación de las diferentes
actividades bajo el capital, encuentra hoy mismo expresiones embrionarias
en el sabotaje inventivo de los medios de dominación y del terror
burgués, en el sabotaje de sus máquinas, en la dada, vuelta
de sus armas, en los métodos desarrollados para escapar o burlar
los controles del Estado, en el ausentismo... y más ampliamente
en toda la imaginación y la creatividad de que hace prueba nuestra
clase, en su lucha por subvertir este mundo. La insurrección generalizada
será un hecho profundamente creativo, "artístico" y un jalón
crucial en esta destrucción revolucionaria del Arte.
43.
El proletariado es portador de una sociedad
sin clases y sin la violencia inherente a dichas sociedades. Pero la sociedad
de la cual emerge está basada en el terrorismo burgués y
ello, independientemente de la forma más o menos abierta bajo la
cual la burguesía ejerce su dictadura. El canibalismo de la contrarrevolución,
el terror blanco estatal o "paraestatal", obliga al proletariado (lo determina)
a responder con la
violencia revolucionaria, con el terror rojo.
La organización de esa violencia que surge espontáneamente
del suelo mismo de esta sociedad terrorista y la decisión en la
aplicación de la misma, son los elementos decisivos para impedir
un desangramiento generalizado, para disminuir y acortar los dolores de
gestación de la nueva sociedad; por lo que los comunistas no solo
no se oponen a la misma, sino que se sitúan en forma decidida a
su cabeza y la dirigen. El pacifismo, es decir el antiterrorismo
en general, así como la distinción socialdemócrata
entre violencia de la clase obrera "en su conjunto" y acción "individual",
o entre "violencia" y "terrorismo", nunca han sido otra cosa, ni pueden
serlo que una manifestación cínica de la ideología
contrarrevolucionaria.
43a.
Pero si bien, la condenación general
del terrorismo o de la violencia obrera (necesariamente minoritaria en
sus primera fases), es la práctica general del reformismo y de la
contrarrevolución, el deducir de esto que la violencia, que la acción
armada sería en si revolucionaria, es un absurdo ideológico,
cuyo objetivo principal es el encuadrar y liquidar sectores combativos
del proletariado haciéndoles servir un proyecto reformista burgués.
El considerar que la lucha armada contendría en sí virtudes
revolucionarias o "perversiones inhumanas", que el terror sería
bueno o malo intrínsicamente, independientemente del
programa
de la clase que lo desarrolla, del proyecto social que contiene esa
clase y que inevitablemente determinará la forma y el
contenido
real de esa violencia, tendrá mucho que ver con la visión
moral de todo tipo; pero se opone diametralmente a la concepción
materialista de la historia y constituye un obstáculo a la práctica
revolucionaria. Es cierto que la revolución social será necesariamente
violenta, pero es totalmente falso que la violencia conduzca necesariamente
a la revolución. Reforma y revolución no se distinguen por
la utilización o no de la violencia, sino por la práctica
social global al servicio de la reproducción reformada del sistema
o contra él. La burguesía también utiliza la lucha
armada en su guerra. Fracciones de oposición, reformistas de todo
tipo, nacionalistas varios, han recurrido desde siempre a la violencia
y a la lucha armada en la defensa de sus propios intereses para ocupar
(o participar en) la dirección del Estado, para el cambio de su
forma, para imponer variantes en el tipo o la forma de la acumulación
capitalista que les asegure una mayor parte en la apropiación de
plusvalía, etc. Por más armada que sean, por más que
sus dirigentes hablen de revolución, todas estas luchas no son una
afirmación de la revolución contra la reforma, sino, por
el contrario, una afirmación de la reforma y de la guerra capitalista
contra el proletariado y la revolución.
43b.
Es decir, que desde el punto de vista del proletariado,
es tan absurdo el pretender caracterizar socialmente una lucha por la utilización
de armas, como lo sería el pretender caracterizarla por la difusión
de panfletos o por el hecho de que sus protagonistas hagan reuniones o
editen periódicos. Sin embargo la confusión existe en el
proletariado y juega un papel importante cada vez que el proletariado reaparece
sobre la escena histórica. El rechazo proletario por el reformismo
y el pacifismo, no cristalizado aún en una verdadera dirección
revolucionaria, tiende a asimilar todo lo que es armado y violento a revolucionario
lo que evidentemente es explotado por el reformismo (armado o no). Mientras
el proletariado y su vanguardia no logren centralizar las
fuerzas y desarrollar su acción, su perspectiva, su solución
insurreccionalista a la cuestión militar, esta confusión
y esta explotación son posibles.
Además, dada la heterogeneidad en
las condiciones de explotación, de lucha, de toma de consciencia,...
dada la enorme ruptura orgánica y teórica del proletariado
con su propia historia (producida por décadas de contrarrevolución
triunfante ininterrumpida), dada la acción del capital que busca
atacar al proletariado y derrotarlo paquete por paquete, es evidente que
en las fases de ascenso del proletariado, son minorías sumamente
heterogéneas, discordinadas y con enormes debilidades ideológicas,
las que asumen, a pesar de todo, un conjunto de acciones violentas que
van pautando el desarrollo y la extensión de la lucha proletaria.
Frente a esto los aparatos del Estado, los grupos reformistas armados (manipulados
o no) explotando la falta de centralización, de dirección
y las debilidades ideológicas presentes en el seno de esas minorías,
buscan, y en muchos casos logran, separar a esas minorías del proletariado
imponiendo una guerra de aparato contra aparato. Ideologías típicas
del militarismo como el mito de la "acción ejemplar", el culto a
"la violencia en sí", la "invulnerabilidad de los conspiradores
en oposición a la vulnerabilidad de las masas", constituyen un puente
hacia la separación de esas minorías del proletariado, sus
intereses y su lucha; lo que lleva al encuadramiento de las mismas en la
guerra capitalista, en base a concepciones que son evidentemente la renuncia
total y completa al programa insurreccional del proletariado: guerra
popular prolongada, foquismo, etc.
43c.
Esta liquidación de las minorías
proletarias, esta utilización y desviación de la energía
que surge de la descomposición catastrófica de la sociedad
del capital en beneficio del propio mantenimiento del capital y sus guerras
locales, que transforma al proletariado en carne de cañón
del reformismo de todo tipo o en espectador pasivo, en opinión pública
de una guerra aparato contra aparato, es a su vez posible por la contrarrevolución
histórica, por la inexistencia de una dirección centralizada
basada en toda la experiencia y el programa comunista que concentre y centralice
esas fuerzas reemergentes en contra de todo el capital. Con el desarrollo
de la crisis, el capital, a pesar de su interés táctico en
derrotar al proletariado parte por parte, está obligado a homogenizar
su política (la política de crisis del capital es una sola:
aumentar la tasa de explotación y reprimir a quienes se resisten
en todas partes), lo que genera condiciones evidentes de homogeneización
internacional de las respuestas obreras. Esto es una condición necesaria,
pero no suficiente para triunfar. Para ello se requiere centralizar esa
fuerza, dotarse de una dirección que sepa prácticamente
combinar
adecuadamente el arma de la crítica con la crítica por
las armas que enfrente al pacifismo en todos los terrenos y al reformismo
en todas sus expresiones. Esta dirección se irá forjando
por lo tanto, no solo contra el pacifismo, contra el antiterrorismo en
general, sino contra el reformismo en todas sus expresiones y particularmente
el reformismo armado, dado que como alternativa más "radical" está
dirigida precisamente a recuperar y liquidar a los proletarios más
radicales que rompen con los partidos y fuerzas que tradicionalmente los
controlan.
44.
El movimiento comunista real, como ser consciente,
como Partido, se ha ido demarcando en su larga lucha histórica de
todas las fuerzas e ideologías de la contrarrevolución afirmando,
en forma cada vez más clara, la unidad indisociable entre
dictadura
del proletariado y abolición del trabajo asalariado. La destrucción
de las relaciones capitalistas de producción es necesariamente la
obra despótica (despotismo de las necesidades humanas contra la
ley del valor) de la fuerza organizada y centralizada del proletariado
para ejercer su dominación de clase: el Estado del proletariado
mundial. Este Estado no es ni popular, ni libre, pues ni reúne a
las distintas clases ni capas del pueblo, sino exclusivamente al proletariado
organizada en Partido y no se construye en interés de la libertad,
sino por la necesidad de reprimir por el terror revolucionario a toda fuerza
de la reacción. Por lo tanto, las corrientes que, en nombre del
antiautoritarismo en general niegan todo Estado o pretenden hacer del Estado
de la transición un Estado "libre", "popular", "democrático",
o en el cual participarían fuerzas no proletarias, no solo contribuye
a sembrar la confusión entre los proletarios, sino que objetivamente
sirven a la contrarrevolución.
45.
Pero el Estado del proletariado, no tiene
nada que ver con el Estado actual (burgués) con un gobierno "obrero",
el objetivo de la lucha del proletariado no es el de tomar el poder político
del Estado y ponerlo a su servicio, pues el Estado burgués, sea
cual sea su dirección, seguirá reproduciendo el capital.
Toda pretensión de utilizar el Estado burgués para servir
al proletariado es una utopía reaccionaria, uno de los mejores métodos
de la contrarrevolución para desviar los efectos desvastadores de
una insurrección obrera contra el Estado burgués y contra
la tiranía del valor valorizándose. La lucha del proletariado,
tiene por objetivo, por el contrario, la destrucción, la demolición
total del Estado burgués y de su poder económico-social.
El Estado burgués no se extingue, ni se extinguirá jamás,
es necesario suprimirlo, demolirlo por la violencia, conjuntamente con
la dictadura mercantil y democrática de la cual emerge y que reproduce.
El único Estado que se extinguirá será, por el contrario,
el del proletariado (semi-Estado) que en su desarrollo, consolidación,
extensión, se irá extinguiendo en el mismo proceso de liquidación
del capital.
46.
La revolución proletaria no consiste,
por lo tanto, primero en ocupar la dirección del Estado para luego
realizar una serie de "reformas sociales", si no que por el contrario es
una revolución que desde su punto de partida a su objetivo final
es una revolución social, que parte de la necesidad social de destruir
integralmente el poder total (militar, económico, ideológico,
político,...) de la sociedad burguesa y tiene como objetivo la sociedad
comunista, que parte de la separación del hombre real, de su ser
colectivo (Gemeinwesen) y tiene por objetivo la constitución de
la verdadera Gemeinwesen del hombre: el ser humano. Es evidente
que esta revolución social, en la medida en que requiere el derrocamiento
del poder existente y tiene necesidad de destrucción y de disolución,
comprende la lucha política; pero allí donde empieza su actividad
social organizadora, donde surgen el objetivo y el contenido que le son
propios, el comunismo rechaza su envoltura política. Por esa razón
la revolución proletaria tampoco es reductible a una cuestión
económica de gestión de la producción, de control
obrero, etc., sino que por el contrario tiene la necesidad de destruir
violentamente todas las instituciones y aparatos de la contrarrevolución
que aseguran la dictadura del valor contra las necesidades humanas, para
poder realizar la actividad organizadora de la sociedad hacia el comunismo.
47.
Tanto la desviación politicista, según
la cual el proletariado debería ocupar el Estado de la sociedad
capitalista, para reformar la sociedad, como la desviación economicista,
según la cual el problema se reduce a ocupar, controlar y gestionar
la producción y la distribución, casi siempre combinadas
en una misma teoría, constituyen ideologías funestamente
contrarrevolucionarias que han servido de últimas barreras de contención
capitalista en momentos cruciales y que el proletariado deberá enfrentar,
suprimir y enterrar.
48.
Por lo tanto, si bien el proletariado en toda
la fase insurreccional (y antes) ocupará los medios de producción
(fábricas, centros de comunicación, minas, campos,...) y
se servirá de ello para sus necesidades (lo que de hecho distorsiona
los mecanismos de valorización del capital y se sitúa ya
en la línea de reorientación total de la producción
y la distribución sobre otras bases), toda esa actividad deberá
tener como objetivo central el triunfo generalizado, internacionalmente,
de la insurrección, rechazando firmemente cualquier ilusión
de gestionar la sociedad sin la destrucción de la contrarrevolución
organizada. Para ello, la centralización, la organización
más acabada posible, del proletariado en Partido, es indispensable.
Solo el
Partido Comunista, aferrado sólidamente a su programa
histórico, puede desarrollar una acción centralizada
y centralizadora que impida la dispersión localista, la ilusión
gestionista, el federalismo democrático y el intercambio entre unidades
de producción independientes (fuente del trabajo privado opuesto
al social y por lo tanto de la reorganización mercantil),... que
dotando a todos los proletarios de una dirección única, asegure
la máxima concentración de fuerzas para el aplastamiento
social, económico y político de la contrarrevolución.
49.
La insurrección armada es un salto cualitativo
pero no es irreversible. El Estado burgués no se destruye con ella,
sino liquidando todas las bases que lo sustentan, y esto no es posible
al interior de un país o grupo de países. Por ello, en los
bastiones proletarios en donde la insurrección haya triunfado, el
proletariado deberá utilizar el poder que posee sobre esa parte
de la sociedad capitalista mundial para expropiar y enfrentar al capital
en todos los terrenos (político-militar, propagandístico,
económico, etc.) poniendo en ejecución todas las medidas
posibles para orientar la producción y la distribución de
acuerdo con sus necesidades e intereses (es decir necesidades e intereses
de la humanidad), lo que implica ir destruyendo la sociedad mercantil y
el trabajo asalariado, pero todas esas medidas deben estar estrictamente
supeditadas al objetivo central de extender la revolución a nivel
mundial, rechazando toda ilusión de construir un "Estado obrero"
(o varios) en plena economía mundial productora de mercancías,
o peor aún, la ilusión de construir el socialismo en un país
o grupo de países. Para ello es indispensable que la centralización
y la dirección efectiva del movimiento comunista sea única
y mundial, que cada interés regionalista o nacionalista (siempre
burgués) sea combatido firmemente, supeditando cada parte a los
intereses generales del movimiento. Solo la centralización compacta
y orgánica del proletariado mundial, constituido en Partido,
que en las batallas insurreccionales, se habrá fortificado, programática,
numérica, organizativa y militarmente, podrá enfrentar todo
intento restaurativo.
50.
La revolución proletaria, ni en sus objetivos,
ni en sus fases intermedias, tiene nada en común con las "revoluciones"
políticas burguesas, salvo, claro está, el uso de las armas
y el derrocamiento del poder existe.
-
Las "revoluciones" burguesas tienden a cambiar
el personal del gobierno, o la forma de un Estado nacional por otro, la
revolución proletaria, por el contrario, tiende a destruir el Estado
nacional y a liquidar toda nación o patria.
-
Las "revoluciones" burguesas se hacen en nombre
del bienestar del pueblo y reproducen la esclavitud asalariada de la mayor
parte de la sociedad, utilizan la frase social para perseguir sus estrechas
fines políticos, utilizan un discurso universal para afirmar los
intereses particulares de otra minoría; la revolución del
proletariado en cambio, por más regional que sea su origen, por
más minoritaria que sea la fracción proletaria que se lanza
primera a la lucha, por más pobre y limitada a la política
que puede ser su frase, encierra en ella un contenido social universal.
-
Las "revoluciones" burguesas se basan en la
democracia, en los derechos del ciudadano, etc, pues parte de la necesidad
de una de sus fracciones de no continuar separada del ser colectivo del
capital, el Estado, y aspiran sea a controlarlo o a compartir en su seno
democrático ese poder político. La revolución proletaria
parte de una realidad enteramente diferente, pues el ser colectivo del
que se haya separado el trabajador es un ser colectivo de realidad distinta,
de distinto alcance que la comunidad política ese ser colectivo,
esa comunidad del que le separa su propio trabajo es la vida misma, la
vida física e intelectual, la actividad humana, el goce humano,
el ser humano y, por lo tanto, no aspira a compartir democrática
el poder, sino que surge de la necesidad imperiosa de liquidar ese poder,
esa democracia, que lo separa de su humanidad, de su Gemeinwesen. "El
ser humano es la verdadera Gemeinwesen del hombre".
51.
Para terminar, nos parece indispensable, el
subrayar aquí la importancia decisiva del Partido Comunista.
Sin la constitución del proletariado en Partido, el proletariado
no existe como clase, como fuerza histórica.
Hoy reivindicar el Partido, significa al
mismo tiempo retomar la concepción invariante del mismo, y demarcarse
de todos los demócratas, insistiendo en que esa cuestión
central del Programa, no constituye un problema aparte, que clase y Partido
no son dos seres históricos diferentes que se definirían
por separado para luego entrar en relación, sino por el contrario,
son expresiones distintas de un solo y mismo ser histórico: el comunismo.
Las determinaciones esenciales del partido
no pueden pues ser comprendidas a partir de realidades contingentes o de
necesidades puntuales, pues de lo contrario se cae en concepciones inmediatistas
(leninistas o antileninistas) que invariantemente definen, por un lado,
la clase (como si esta pudiese definirse sin constitución en Partido)
y por el otro el partido (en general en términos de deber ser histórico),
para luego intentar conciliar ambos conceptos, es decir ligar lo que ideológicamente
han separado. Las polarizaciones al interior de esta concepción
democrático inmediatista se opera luego en la búsqueda de
las definiciones de las "relaciones" entre la clase y el partido.
De la misma manera, las determinaciones fundamentales
e históricas del Partido no tienen nada en común con la existencia
de tal o tal grupúsculo que se autodenomina "partido" o que pretende
detentar la "conciencia", ni tampoco por la adición económico-sociológica
de proletarios.
Por el contrario, el Partido es para
nosotros, el comunismo constituido en fuerza centralizada internacionalmente.
Es a la vez condición indispensable a la instauración del
comunismo y su prefiguración viviente.
52.
El Partido Comunista es pues, la organización
de la clase revolucionaria portadora del comunismo y sus determinaciones
esenciales son aquellas que hacen del proletariado una clase: organicidad,
centralización, dirección histórica única.
Sin afirmación del Partido, aunque más no sea en forma embrionaria
no hay proletariado ("la clase obrera es revolucionaria o no es nada").
Pero todo ese proceso de organización en Partido, no es posible
sin el largo e indispensable trabajo militante de afirmación programática,
de práctica consecuente y de preparación llevada adelante
por los comunistas. Es cierto que el Partido (como las revoluciones) no
es inventado, ni creado, por los revolucionarios, él es el producto
necesario y espontáneo de la sociedad del capital. Pero esa necesidad
histórica, no se concreta de un día para el otro en tanto
que existencia plena y entera del Partido Mundial. El Partido surge espontáneamente,
en la medida de que se desarrolla inevitablemente en base a la comunidad
de intereses y perspectiva, una real comunidad de lucha proletaria,
pero este hecho inevitable solo puede concretarse cuando en el seno de
dicha comunidad, se van afirmando simultáneamente el comunismo como
programa y como dirección prefigurando así el órgano
internacional de dirección revolucionaria. Es decir cuando aquella
determinación histórica se concreta específicamente
en una acción consciente voluntaria organizada; cuando, afirmando
todo el programa histórico del proletariado, una minoría
("los comunistas" tal como se refiere el Manifiesto del Partido Comunista)
compacta y sólidamente estructurada de cuadros revolucionarios asume
la indispensable tarea de dirección no sólo en cuanto a los
objetivos del movimiento (en tanto que plan de vida para la especie humana)
sino también en cuanto a los medios estratégicos y tácticos
para el triunfo del mismo. Las revoluciones y el Partido no se crean; la
función de los revolucionarios es, por el contrario, la de dirigir
las revoluciones y el Partido. Esa minoría de comunistas, que es
al mismo tiempo producto necesario y espontáneo (en el sentido histórico
y no inmediato de ambas palabras), de la organización del proletariado
en una única fuerza centralizada es el eje entorno al cual se realiza
la inversión de la praxis que le permite pasar de ser un simple
objeto de aquella espontaneidad a ser sujeto consciente de la revolución
a venir.
53.
Por lo tanto, los Comunistas no forman un Partido
aparte, apuesto a otras organizaciones de proletarios, ni con mayor razón
aún a la organización del proletariado. No tienen intereses
específicos que los separen del conjunto del proletariado. No proclaman
principios especiales a los que quisieran amoldar el movimiento proletario.
Los comunistas solo se distinguen de los demás proletarios de esa
comunidad de lucha de la que forman parte, en que por una parte, en las
diferentes luchas, destacan y hacen valer los intereses comunes a todo
el proletariado, independientemente de la nacionalidad ("la historia de
la Internacional ha sido una lucha continua del Consejo General contra...
las secciones nacionales"); y por otra parte en que, en las diferentes
fases por las que pasa la lucha entre el proletariado y la burguesía,
representan siempre los intereses del movimiento comunista en su conjunto.
Prácticamente,
los comunistas son, pues, el sector más resuelto de la comunidad
de lucha proletaria de todos los países, el órgano que siempre
impulsa adelante a los demás; teóricamente tienen,
sobre el resto del proletariado, la ventaja de su clara visión de
la marcha y de los resultados generales del movimiento proletario. Su
organización
especifica, no tiene por lo tanto nada que ver con la constitución
de un Partido aparte, sino que por el contrario afirma prácticamente
la tendencia general del proletariado a constituirse en Partido y a dotarse
de un órgano central.
Es evidente que esta concepción del
Partido y de la acción de los comunistas se contrapone radical y
totalmente con un conjunto de ideologías democráticas entre
las que merecen destacarse:
-
la teoría de los comunistas como detentores
y portadores de la consciencia.
-
la teoría antisustitucionista según
la cual los comunistas no deberían asumir tareas prácticas
en el movimiento (organización y dirección de la acción).
-
enfin todas las teorías que preconizan
la disolución de esa organización específica en las
asambleas o consejos obreros.
54.
En la época actual, y en el futuro, época
de creciente crisis económica social y política del capital
a nivel internacional y de reemergencia irregular y dificultosa del proletariado
a nivel internacional; época de tendencia a la
organización
mundial del proletariado, pero con enormes dificultades dada la contrarrevolución
ininterrumpida durante décadas y solo fisurada por grandes explosiones
sociales que se repetirán cada vez más a menudo, época
en la cual los grupos organizados consciente y voluntariamente en base
a la afirmación del comunismo son una ínfima minoría
y en el cual se repiten los rasgos fundamentales de las fases sectarias
que preceden toda fase de afirmación real del proletariado, época
en donde la comunidad en desarrollo de lucha proletaria a nivel
mundial contra el capital solo es consciente de sus objetivos por la acción
que desarrollan algunos núcleos aún dispersos de militantes
comunistas a través del mundo, la acción de organización
de centralización, de esa comunidad es y será decisiva, la
actividad de la vanguardia real de la clase a nivel internacional para
que esa comunidad de lucha sea consciente de su propia fuerza, objetivos,
perspectivas, es y será central.
Esa tendencia a la organización mundial
del proletariado, a su afirmación programática y a su centralización
orgánica, choca y chocará en forma cada vez más violenta
con todas las fuerzas e ideologías de la contrarrevolución
que hemos descrito parcialmente pero sin duda esencialmente en estas Tesis
y particularmente con todos los aportadores de consciencia a la clase obrera,
con todos los constructores de partidos y de internacionales que consideran
que las "condiciones objetivas" están maduras y que solo es necesario
el hecho de "consciencia y voluntad" para crear "El Partido", "La Internacional"
y que en la práctica actúan en contraposición flagrante
con la
comunidad de acción del proletariado revolucionario emergente.
55.
En efecto, a pesar de que aún vivimos
una fase de reconstitución embrionaria del proletariado (fase sectaria
por excelencia), a pesar de las insuficiencias, las debilidades, las experiencias
parciales, el desconocimiento de la obra de las fracciones comunistas,
etc., y aunque más no sea en forma embrionaria, vuelve a sentirse
hoy en todo el mundo, la necesidad de la centralización internacional,
de constituir una sola dirección internacionalista y comunista.
Frente a esto, se desarrollan una vez más,
un conjunto de ideologías que ya hoy constituyen el principal obstáculo
a aquella tendencia. Merece destacarse, en primer lugar, todas aquellas
que consideran la "internacional" a venir como una adición de partidos
nacionales ya constituidos. En el mismo plano se encuentran otro conjunto
de creadores de internacionales, que en general tienen muy poco que ver
con la real comunidad de vida y lucha del proletariado internacional y
que, en interminables debates teoricistas imaginan, un conjunto de principios
formales a los que quieren amoldar el movimiento, llegando incluso a imaginar
un conjunto de normas ideológicas (declaración de principios)
que según ellos debieran garantizar contra las desviaciones. Nunca
una organización, producto de la clase obrera y que sirviera a la
revolución social, se organizó sobre tal base. Este es el
esquema clásico de las organizaciones ideológicas del capital,
desde las iglesias a los partidos políticos burgueses. En particular,
estos constructores de internacionales siguen la línea histórica
de la Segunda Internacional y de su centro formal. La organización
internacional del proletariado, será el producto histórico
(y no inmediato) de la organización y centralización de la
comunidad
de lucha contra el capital que se desarrolla prácticamente y
como tal se situará, una vez más, fuera y contra todos
aquellos que pretenden amoldar el movimiento proclamando desde lo alto
de una tribuna, un conjunto de principios ideológicos. La prefiguración
efectiva del Partido internacional de mañana, existe hoy en la acción
real de un conjunto no centralizado aún de minorías proletarias
que en su lucha real, en sus rupturas sucesivas, vuelven a situarse en
la línea histórica del Programa invariante y del Partido.
56.
Nuestro pequeño grupo, es una expresión
de esa comunidad de lucha del proletariado, de su tendencia a la reapropiación
programática de toda la experiencia secular acumulada por el proletariado
mundial. En términos concretos, es el producto de la centralización
de un conjunto de negaciones, de rupturas, de una experiencia de lucha
y balance de derrotas, realizado por distintos compañeros en diversas
latitudes y transformado en base a la teoría comunista, a la experiencia
acumulada por generaciones de revolucionarios en todo el mundo y a un trabajo
colectivo, organizado y consciente, en fuerza viva y actuante de la centralización
internacional del proletariado. Como tal, el Grupo Comunista Internacionalista,
actúa de forma consciente y voluntaria sobre la base del programa
comunista invariante, del cual las tesis aquí expuestas son una
expresión, para dirigir el proceso de constitución
del Partido Comunista Mundial y la Revolución Comunista. Esta tarea
gigantesca, secular, invariante, que consiste en asumir consciente y voluntariamente
las determinaciones materiales que empujan al desarrollo de la comunidad
de lucha del proletariado y que constituyen premisas indispensables para
el Partido y la Revolución de mañana, será la obra
colectiva de miles de cuadros revolucionarios y ya hoy es asumida por grupos
y militantes revolucionarios en diversas partes del mundo. Dadas las condiciones
de las cuales emerge esa comunidad de acción revolucionaria, luego
de décadas de contrarrevolución, hoy resulta, más
evidente que nunca de que la misma es una comunidad práctica
de necesidades e intereses proletarios afirmados en el enfrentamiento contra
el capital, y cristalizados en la acción de minorías de vanguardia,
mucho antes de ser una comunidad de consciencia (incluso en lo que respecta
a estas minorías). La organización, la centralización
de esa comunidad, que se irá afirmando en base a la coordinación
de la acción contra el capital (que desarrolla hoy en forma inorganizada),
se contrapone entonces necesariamente con todo tipo de criterios de demarcación
ideológica y es y será una demarcación eminentemente
práctica, de lucha. En el seno mismo de esa comunidad en desarrollo
y en afirmación, en cada grupo de militantes que actúen para
dirigir ese proceso (y por supuesto también en nuestro Grupo) son
y serán inevitables las diferencias teóricas, las discrepancias
-incluso importantes- pero la única forma de resolverlas será
al interior mismo de esa comunidad, único espacio político
en donde tiene sentido la discusión: entre compañeros.
57.
Situarse hoy en la línea histórica
del Partido, significa actuar en la forma más consecuentemente
posible (siempre que nuestras escasas fuerzas lo permitan) como los elementos
más decididos, los que empujan adelante al resto del proletariado.
Situarse hoy en la línea histórica del Partido significa
actuar en la forma más consecuente posible, en la real comunidad
de lucha contra el capital, intentando hacerla consciente de su propia
existencia, de su fuerza, de su perspectiva, de organizarla, de dirigirla.
Situarse hoy en la línea histórica del Partido, significa
hoy que con la misma firmeza que se es tajante y se enfrenta al enemigo,
en todas sus variantes incluyendo el oportunismo y el centrismo, se es
compañero, se es solidario con todos los proletarios que luchan
contra el capital en todas partes del mundo. Situarse hoy en la línea
histórica del Partido es continuar infatigablemente el trabajo histórico
iniciado por las fracciones comunistas, de balance de las experiencias
y derrotas del pasado, es trabajar infatigablemente en la formación
de los cuadros revolucionarios.
Situarse hoy en la línea histórica
del Partido, es asumir el hecho de que nuestro grupo, así como cualquier
otro grupo de revolucionarios existente en el mundo, es una expresión,
una estructura, necesaria e indispensable para la constitución del
Partido, pero
no es el Partido mismo, que en el desarrollo del Partido
en términos del arco histórico, nuestro grupo, como otros,
es sólo un episodio efímero en la vida del Partido y sus
tentativas por constituir un
órgano de dirección internacional.
De la misma manera que la Liga de los Comunistas
e incluso la Internacional, no fueron más que episodios (indispensables)
en la vida del Partido, nuestra acción y nuestro voluntad, están
dirigidas explícita y conscientemente a superar la forma actual
y aun grupuscular que constituye, sin embargo, una mediación
indispensable para dicha superación. Hablar de Partido Histórico,
sin ser consecuente y asumir una actividad práctica, necesariamente
grupuscular, es idealista y reaccionario. Pero el tener claro como grupo
que el mismo no es un fin sino una mediación a superar es fundamental
y demarcatorio.
58.
En base a las tesis enunciadas aquí
llamamos
a todos los militantes y grupos revolucionarios a centralizar sus esfuerzos
con los nuestros en la lucha por la dictadura del proletariado para
abolir el trabajo asalariado. Dentro de la comunidad de lucha de la
que somos parte no se trata de sumar puntos ideológicos de diferencia
y de coincidencia; sino de coordinar efectivamente la práctica común
que ya realizamos y que se potenciará por dicha coordinación;
no se trata de resolver las insuficiencias y debilidades que todos tenemos,
cada uno por su cuenta, cada uno en su lugar, lo que es directamente imposible;
sino, por el contrario, de estructurar y centralizar la práctica
común que nos unifica y que constituye el cuadro adecuado para la
discusión militante y para resolver los enormes problemas que tenemos
ante nosotros. Compañeros, es en la práctica revolucionaria
consecuente, en la respuesta a todos los niveles y en todos los planos,
a los ataques del capital que se decantará la dirección revolucionaria
que necesitamos. Todas las "revoluciones" hasta ahora se hicieron en nombre
de la ciencia y de la razón y a ello corresponde el hecho de que
sus ideólogos elaboraran siempre una lista de principios con los
que quisieran amoldar el movimiento, la revolución que tenemos ante
nosotros no tiene nada que ver con todo eso, surge de la necesidad más
real y profunda del hombre real concreto, del proletariado afirmando su
interés en una vida verdaderamente humana y como tal es y será
una ruptura profunda con toda ideología, con la ciencia, con la
razón, con la idea misma de progreso. Compañeros,
asumamos lo que realmente somos y por lo cual hemos surgido, asumamos la
práctica consecuente y revolucionaria del
comunismo, del
Partido
Comunista.