LOS RESULTADOS DE LA LIBERACION NACIONAL

 

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CUANTO MÁS CAMBIA... MÁS TODO QUEDA IGUAL!

 

 

 

 

 

 

Las necesidades de reestructu­ración ligadas a la gestión capitalis­ta obligan al Estado a sacrificar regularmente las car­tas que mantenía en reserva. Confrontada a una creciente difi­cultad para imponer su dominación con actores cada vez más despres­tigia­dos por décadas de gestión, la burguesía se ve forzada a renovar el personal político para mantener al menos una apariencia de credibilidad en la organiza­ción de la esclavitud asalariada.

 

          Durante estos últimos años hemos visto acelerar ese proceso; los gestionarios del capital parecen domi­nados por el vértigo. Los gobiernos cambian cada vez más rápido, siempre más rápido. Se gastan y se hace indispensable la conformación de nuevas coali­ciones políticas, económicas, militares, que den la cara... Luego se deshacen, se pudren; cuando el fusible "civil" salta, se recurre a los "militares" y viceversa (1). La alternancia es un juego en el que se suceden a un ritmo frenético "derechas" e "izquierdas", "socialis­tas" y "liberales", "convergencias demo­cráticas" y "dictadu­ras" hasta tal extremo que a los politique­ros de turno les resulta cada vez más dificil definirse de manera diferen­te, aunque sea en superfi­cie, al equipo que lo precedió.

 

          A pesar de todos los esfuerzos de la burguesía y sus medios de comunicación, para presentar hasta el más pequeño artificio "alterna­tivo" como un profundo cambio, no hay nada que hacer: más allá del loco vals de colores propio a los vestidos de los partidos que se suceden y de los espejitos de colores agitados por los medios de fabricación de la opinión, lo que predomina es el uniforme triste y gris.

 

          En el mercado mundial, los capitalistas se enfren­tan en forma cada vez más violenta por el control de las partes de una Economía en crisis, lo que obliga además a la permanente reestruc­turación para impo­nerse frente a sus competi­dores: bajas de sala­rios, cierre de empresas, despi­dos masivos, disminución de asig­naciones y de servicios sociales, aumento de im­pues­tos...es decir que la carrera loca entre los capitalis­tas se traduce en cada país en la carrera por aumentar la tasa de explotación. La paz social, a pesar de su pesada persistencia, se hace cada vez más precaria y disminuye el mar­gen de maniobra del que dispone la burguesía. Para gestionar esas contradic­ciones y el creciente descontento, se hace necesario el quemar "nuevas" cartas, "nuevos" políticos, "nuevos" gobiernos, "nuevas" campañas electorales, "nuevos" partidos y "nuevos" "pactos sociales".

 

          En Europa y Asia (especialmen­te en Japón), diversas campañas "manos limpias", "anticorrup­ción", "lucha contra el dinero negro"... intenta vender, como si se tratara de un nuevo jabón, tal o tal generación inédita de nue­vos gestionarios y politique­ros. En Africa, es la epidemia de "Conferencias nacionales democrá­ticas" que golpea la mayoría de los países del continente y que ava­lan la toma de mando de tal o cual títere que inevita­blemente promete que "lavará más blanco" que sus predecesores. En la ex-URSS y Europa del Este, el des­crédito de los nuevos gestiona­rios es tan profundo, que a pesar de la larga y sanguina­ria repre­sión asumida por los estali­nis­tas, historia ahora publicitada, ya se está volviendo a empujar a esos viejos crápulas para que vuelvan a participar y contribu­yan al manteni­miento del orden. Ya muy lejos de los planes quin­quenales a los que pretendieron los stalinistas, en América del Sur los múltiples Planes Primave­ra, Invierno, Otoño, Verano... impuestos por las diferentes fraccio­nes, (que solo tienen de originales los nombres y a veces ni siquiera eso), se suceden sin cesar sin aguantar en algunos casos ni una sola estación ¿para cuándo los planes semana­les?

 

          Todos estos escenarios, dicta­dos por la Economía, se caracte­rizan por la impotencia capita­lista para gestionar de una mane­ra estable su propia crisis y ponen en evidencia una dificultad cada vez mayor para esconder el verdadero dictador que se disimu­la detrás del juego impotente del reparto de ministe­rios: el Capi­tal, es decir la necesidad de la acumulación, del valor de valori­zarse, de continuar extorcando la mayor plusvalía posible.

 

          Ese es el verdadero centro nodal de la cuestión; todas esas reestructuraciones, esos preten­didos "cam­bios" o "revoluciones" que no lo son, esconden mal el verdadero objetivo de todas las fracciones burguesas del mundo: más ajuste de cinturones, hacer aceptar todavía más austeridad por parte del proletariado. El Estado mundial espera así movili­zar a los proletarios en base a su "orden económico mundial" (que aparente­mente ya ni siquiera se anima a calificar de "nuevo") a los efectos de volver a imponer su carrera loca y sin fin de acumulación, de ganancia, de más ganancia...

 

          Para ilustrar ese proceso en este artículo hemos tomado tres ejemplos -Palestina, Africa del Sur, Cuba- que además de mostrar el desgaste de todas las fraccio­nes burguesas tienen dos otros importan­tes puntos en común:

 

     - Las luchas de liberación na­cional en esos países consti­tu­yeron tres grandes mitos de la izquierda burguesa inter­nacional en los últimos cuarenta años.

 

     - En esos tres países, la agita­ción social ha empujado a bur­gueses presentados como enemigos históricos e irreconci­liables a darse la mano, desvelando así que cuando se trata de preservar la gestión capitalista, las enemistades de careta se borran para dejar lugar a la comunidad de intere­ses que une a todos los burgueses del mundo: la perpe­tua­ción de este siste­ma de muer­te.

 

 

                                *

 

Apesar del número impresionan­te de juramentos hechos por el Estado de Israel comprometiéndose a no juntarse nunca con el "te­rrorista Yasser Arafat", que también juró por todo el mundo que no reconoce­ría jamás a Is­rael, vemos que hoy ambas partes olvidan el pasado y se comprome­ten, a gestionar a manos unidas, las dificultades de gestión capi­talista que conoce la región.

 

          El Apartheid (sistema de se­gregación racial de Suráfrica) sería eterno y jamás los "terro­ristas del ANC (Congreso Nacional Africano-NDR)" participarían en el gobierno de la región. Tampoco estas palabras y consignas resis­tieron a la dura necesidad capi­talista de controlar una situa­ción social explosi­va. Mandela y su equipo gubernamental, son felicitados por sus pares blancos del mundo entero, por el FMI y el Banco Mundial, por la manera en que han logrado imponer los pla­nes de austeridad necesarios al buen funciona­miento del sistema.

 

          En cuanto a Fidel Castro, este enemigo casi atávico de los Esta­dos Unidos, vedlo prometiendo buena rentabili­dad para atraer al capital internacional (y tasa de ganancia atractiva implica inva­riantemene tasa de explotación elevada) y negociando abiertamen­te el número de migrantes "clan­destinos" con Clinton. ¡Que pro­blema habría si entre gestiona­rios del capital no se entendie­ran para distribuir adecuada­mente estos excedentes de carne humana! ¡En ambos países está sobrando ejército industrial de reserva, la población excedentaria es mayor aún que la que el capital necesi­ta que siga reventando de hambre para presionar el salario a la baja!

 

          "Terroristas árabes" y "sio­nistas", "liberadores negros" y "colonos blancos", "castristas" y "yanquis", "opresores imperia­listas" y partidarios de la "li­beración nacional", "guerrille­ros" y "especia­listas en contrainsur­gencia", en fin demócratas de todo tipo no pueden encubrir más su unidad en la gestión del capi­tal a pesar de que durante déca­das nos fueron presentados como enemigos irreducti­bles.

 

          La extorsión de plusvalor tie­ne sus leyes que determinan toda la sociedad. Si en períodos de expan­sión los intereses capita­listas permiten y aconsejan un aumento sostenido de los salarios y la absorción relativa del ejér­cito industrial de reserva; cuan­do la economía burguesa se en­cuentra en una fase depresiva se requiere bajar salarios y los proletarios desocupa­dos exceden las necesidades del capital lo que amenaza la paz social. Frente a un aumento de la tensión social provocado por la miseria, la desocupación, la inseguri­dad, los equipos ministeriales y los go­biernos funcionan como fusibles, apare­cien­do como los responsables que deben saltar para que todo quede igual. Toda fracción bur­guesa se moviliza entonces para ayudar a mantener el orden capi­talista, todo hombre público, especial­mente si es popular puede ser útil para la reorganiza­ción del orden burgués, sea negro o amarillo,  protestante o judío, guerrillero o cajetilla (pituco), haya vivido en la pobreza o en la opulencia, haya pasado la vida en prisión o en un palacio, sea de extrema derecha o de extrema izquierda de los partidos parlamentarios, ... todo eso no cuenta, cuando se trata de restablecer la paz so­cial y gestionar los intereses capitalis­tas.

 

                                *

 

Palestina, Africa del Sur, y Cuba son tres ejemplos en don­de la crisis capitalista y el desarrollo de la contradicción social empujan a los gestionarios locales a quemar todas sus car­tas, dejando al descubierto lo que siempre intentaron ocultar. Castro pide la colabo­ración in­ternacional del capital para el desarrollo económico y para parar a sus miserables y sus desocu­pa­dos que muestran violenta y mate­rialmente su desconformidad con el modelo burgués del pretendi­do socialismo cubano quemándose aun más como carta internacional. Arafat, por su parte, desde que asumió el gobierno no dudó en ejercer la represión abierta para la que sus pares internacio­nales lo habían designa­do: hace algunos años solo algunos grupos de revo­lu­cionarios denunciábamos el papel criminal de la policía de la OLP; ahora nadie puede dudar de que la policía palestina ase­sina y tortura. En cuanto a Man­dela, cuanto más reprime las huelgas y luchas obreras, más recibe felicitacio­nes del capital internacional y más se vuelve a presentar a Africa del Sur como un paraíso seguro para el capital mundial.

 

 

¡CUANTO MÁS CAMBIA...

                                            MÁS TODO QUEDA IGUAL!

 

          Lo más divertido de todo eso es ver a la extrema izquierda de la burguesía, a los maoistas, a los trotskis­tas, a los guerrille­ros nacionalistas y a los anar­quistas de salón haciendo inter­minables piruetas para justificar­se e intentar explicar el apoyo que durante añares, dieron a Arafat, Mandela y Fidel Castro.

 

          ¡Porque sí, está a la vista lo que significa su progra­ma de liberación nacional realizado! Hoy cualquie­ra puede verificar, en la triste realidad, a que avance maravi­lloso conduce la liberación nacional a la que tan infatigable contribuyen siempre todos esos izquierdistas burgue­ses: a más miseria, represión y explotación del proletariado.

 

                                *

 

En términos mucho más fundamen­tales ahora, a través de ese vals de jetas y gobiernos trans­parece una cosa: detrás de las luchas entre las fracciones bur­guesas, es el fantasma del prole­tariado que obsesio­na a la bur­guesía y es la crítica proletaria práctica que se inscribe como perspectiva.

 

          Hoy, dicha crítica sin dudas, no es más que "resis­tencia". Mañana, será activa y organizada. Es la historia que habla, no en el sentido de su repetición, sino de su reproducción amplifi­cada. Las lecciones que la burgue­sía logró extraer de la más formida­ble ola revoluciona­ria interna­cional que haya conocido el mundo en la década del 20 de este si­glo, le ha permitido contener la crisis revoluciona­ria durante un largisimo período contrarre­volu­cionario, ¡cuya amplitud ningún militante comunista pudo prede­cir!. Pero durante esa larga pesadilla de más de 70 años, el proletariado no se mantuvo inac­tivo, sino que ha librado impor­tantes batallas, efectuado impor­tantes balances portadores de preciosas lecciones para el futu­ro y cuya dimensión es proporcio­nal a las fuerzas puestas en acción por la burguesía para contener la emergencia de la revolución.

 

          La clase dominante ha cons­truido una enorme muralla para protegerse contra la vuelta de la revolu­ción; pero al mismo tiempo ha obligado al proletariado ha tomar más impulso; a asumir más cabalmen­te los pasos atrás indis­pensables para captar mejor las diversas facetas de las fuerzas de conservación del Viejo Mundo, para enfrentarlas más armado de todas las rupturas indispensables que le permitan liquidar­las. El proletariado, o más precisamente sus fracciones de vanguar­dia, ha comprendi­do por su propia expe­riencia que el enemigo contrarre­vo­lucionario no se limita a los capitalistas declarados o a tal o cual partido o indivi­duo... sino que existe como fuerza, incluso en el seno mismo de las estructu­ras de las que se dota para orga­nizarse en clase, en partido. Comprender la contrarre­volución y combatirla, implica captar la increíble capacidad del Capital para transfor­mar las más insigni­ficantes debilidades proletarias en verdade­ros "arietes" (2), para entrar en el seno mismo de las polémicas programáticas del pro­letariado y destruir sus perspec­tivas. Para tomar un ejemplo, la fuerza de la contrarrevolu­ción no radica tanto en la existencia en sí de sindicatos estatales sino mucho más en la capacidad para transformar una práctica obrera en una práctica sindicalis­ta, es decir reformista. Pero esta enor­me potencia recuperadora y refor­mista del capital, tiene su con­traparti­da: precisamente por haber vivido en carne propia todos los aspectos multiformes de la contrarre­volución burguesa, el proletariado para no repetir los mismos errores, ha creado mino­rías que afirman práctica­mente los niveles fundamen­tales de demarca­ción con la democracia, el sindicalismo, el parlamenta­ris­mo, etc. Dichas rupturas programáti­cas son determi­nantes en la afir­mación de las perspectivas que se fijarán las futuras estructuras internacionales de nuestra orga­nización en clase. La próxima ola revolucionaria, estará a la altu­ra de la amplitud de las leccio­nes que nosotros nos hemos visto obligados a extraer de nuestro derrota.

 

                El principio del tercer milenario

                será terrible para la burgue­sía.

 


 

1. Luchas de clases en Palestina

 

 

 

Durante las décadas del 60 y el 70 la izquierda de la burgue­sía pretendía que la liberación nacional del "pueblo palestino" (descarada negación de las con­tradic­ciones de clase) era algo así como la Meca de la lucha revolucionaria. Los más radicales de ellos llegarían incluso a calificar el apoyo a esta lucha burguesa como la más alta expre­sión del internaciona­lismo prole­ta­rio(3).

 

          Sin embargo la realidad es bien diferente y detrás de la denominada creación de "un nuevo Estado", lo que trata de disimu­lar la burguesía mundial son las contradicciones explosivas que desde hace décadas se acumulan en la región. Con el correr de los años, las condiciones de supervi­vencia del proletariado se han hecho cada vez peores. Gaza no es otra cosa que un gigantesco campo en donde la concentración prole­taria por metro cuadrado es la mayor del mundo. Amonto­nados, sin agua, sin electricidad, sin cañe­rías, reventan­do de hambre, esa situación no puede durar eterna­mente y frente a la determinación de sectores cada vez más impor­tantes del proletariado la bur­guesía local solo responde con la represión violenta.

 

          La polarización burguesa se cristalizará durante las décadas del 60 y 70 en torno a la extra­ordinaria repre­sión que hizo el ejército israelí. Encuadrados por las fracciones de los "libera­dores naciona­les" de Palestina, muchos proletarios pagaran los platos rotos en este enfrenta­miento interburgués. Sin embargo ni esa gigantesca represión, ni la concomitante polarización entre naciona­listas burgueses israelíes y palestinos, lograron quebrar las luchas proletarias, ni imponer la paz social. En la década del 80 las luchas se in­tensifican tanto en los famosos "campos palestinos" del Líbano como en los "territorios ocupa­dos". Como no podía ser de otra manera la represión también se hizo más brutal. Pero, a pesar de los más de 1.000 muertos oficia­les, los más de 20.000 heridos y 140.000 arresta­dos, las deporta­ciones masivas, la instauración de prolongados toques de queda en las aglomeraciones, la demolición sistemática de las casas que se  suponía que servían de refugio a los "sospecho­sos", a pesar de la dispersión de las manifestaciones en base a armas automáti­cas, a la descarada actuación de escuadro­nes de la muerte y la política de desaparecidos,... a pesar de los despidos masivos de proletarios "palestinos" (solo en marzo del 93 se despiden a 100.000 obreros habitan­tes de los "territorios ocupados"), a pesar de los perío­dos de bloqueo total de los te­rrito­rios ocupados por tiempo indeterminado, lo que condenaba todavía más directamente a cente­nas de miles a la desocupación y a la miseria,... a pesar de ese terrorismo de Estado cotidiano, de esa represión burguesa en toda su fuerza, a pesar de absoluta­mente todo eso, no logran quebrar la lucha y la resistencia prole­taria. Más aun, con el tiempo va quedando claro para toda la bur­guesía mundial que esos campos de miseria y de revuelta, constitu­yen verdaderos polvorines socia­les cuya posible explosión cons­tituye un peligro para el preca­rio orden capitalis­ta de toda esa región.

 

          Ante la impotencia para aplas­tar la desordenada rebelión pro­letaria en la región, se va impo­niendo un consenso en la burgue­sía mundial en el sentido de que la represión militar no logrará imponer la paz social.  Dicho consenso, se afirma más en la medida en que en la propia zona israelí se va resquebrajando la cohesión social, no solo porque el conjunto del proletariado encuentra cada vez más insoporta­ble el continuar sacrificándose para mantener el gendarme que constitu­ye el Estado de Israel en toda la región, sino porque ade­más en el propio ejército hay cada vez mayores dificultades para mantener la tan indispensa­ble cohe­sión: deserciones, renun­cia de oficiales, desobediencia... Esta situación conlleva a una disminución de los beneficios y de la seguridad del capital lo que acelera el proceso de consciencia internacional acerca de las necesidades de "hacer la paz". Al cooptar a los burgue­ses de la OLP, un poco más creíbles que el ejército israelí, para que se ocupen de controlar la fuerza de trabajo de la re­gión, lo que busca el Estado (en el sentido interna­cional de la palabra) no es otra cosa que el pacificar la zona imponiendo una nueva Unión Sagrada en base al mito de un "nuevo Estado" pintado con los colores "palestinos".

 

          Y nosotros sabemos muy bien lo que ello significa, porque el proletariado ha sufrido mil veces los resulta­dos de esos llamados a sacrificarse, a reconstruir, "a remangarse para trabajar por la patria"... porque mil y una vez hemos sufrido en carne propia los slogans "el trabajo os hará li­bres", "produzca­mos franceses", "trabajemos más para construir el socialismo", o para "defender la Palestina libre"... Ello implica invariante­mente que ese vampiro insaciable que es el capital busca renovar sus fuerzas en base a nuestra sangre. Siempre luego de cada guerra, de cada masacre, de cada liberación nacional, nos hacen el mismo verso de que ahora hay que empezar de cero, de que no hay "ni vencedores ni venci­dos", que hay que reconstruir, que hay que defender ese "nuevo Estado", esa "nueva nación", esa "joven democracia". Al radiante futuro que nos pintan, lo conoce­mos demasiado bien y sabemos que implica mayores sacrificios para el proleta­riado. También sabemos que la liberación nacional reali­zada

 

significa, un "nuevo" campo de trabajo, la afirmación de un trapo de colores diferentes, de una patria "nueva" del capital, con idioma, cultura y tradición "pro­pias"... que para todos aque­llos que no poseen nada más que su fuerza de trabajo, se parecerá demasiado extraña­mente a la misma gris y monótona supervivencia anterior al "gran cambio".

 

          En los hechos, la aplicación plena de los "acuerdos de paz" (¡social!) acerca de la autonomía palestina se concretó en la eva­cuación del ejército de Israel de la banda de Gaza y de Jericó y en un nuevo despliegue combinado y repartido de la represión entre la fracción palestina e israelita del capital. Mientras que el ejército israelita protege las colonias judías -importantes polos de valora­ción y acumulación del capital- de toda intrusión de los proletarios a quienes la miseria golpea más violentamente, los milicos palesti­nos se encar­gan de asegurar el orden social en las grandes concentracio­nes urbanas. Para el proletariado, esta redistribución de cartas, esta división del trabajo solo significa más represión, mayor racionalización de su enemigo históri­co en la asumación del terroris­mo de Estado. Las "nuevas autoridades palestinas" no disi­mulan demasia­do: en Gaza, la mayoría de las leyes militares "israeli­tas" siguen vigentes y desde entonces son aplicadas por la administración palestina que asegura la continuidad en la repre­sión.

 

          Ese "nuevo Estado" tiene que dejar bien claro que sabe hacerse respetar, que hay que temerlo, que como el anterior, o mejor dicho como TODOS los Estados puede asegurar el terror indis­pensable a la reproduc­ción de la esclavitud asalariada. Para ello el Estado palestino se dota de un encuadramiento impresio­nan­te, ayudado, organizado y publicitado por todos los Esta­dos de la re­gión, muy especialmente por el "enemigo de ayer". Abierta­mente se anuncia que el Estado de Is­rael, asegurará la formación de las tropas especiales antimo­ti­nes. Los milicos palestinos se reclutan principal­mente entre los oficiales y soldados de la OLP en el exilio, es decir entre los viejos mercenarios a sueldo de esa organización con una larga experien­cia en el combate de las luchas proletarias. A principios de 1994 la rebelión estalla en diversos campos en Siria, en el Líbano y en Jordania. La repre­sión fue neta, rápida y sin exce­sos. ¡Qué quedara bien claro en todo el mundo, que ellos saben hacer su trabajo! Los proleta­rios deben seguir siendo lo que fueron ayer y lo que serán mañana en el seno de esta santísima patria palestina: esclavos asalaria­dos. ¡Y el que se revela contra ello será, claro está, un "traidor a la causa del pueblo palestino"!

 

          Pero la miseria reinante en esos campos gestiona­dos por la OLP es impresionante: salarios impagos, desocupación masiva dada la enorme cantidad de proletarios a quienes por temor ni siquiera se les deja ir a trabajar,... en fin la realidad hace que las mujeres y hombres que sobreviden en esos campos tengan preocupa­cio­nes muy distintas a la tan publicitada "liberación nacio­nal"!

 

          Instalado el gobierno palesti­no su mayor obsesión fue el como controlar al gigantesco ejército de reserva del capital constitui­do por centenas de miles de deso­cu­pados, como gestionar, como calmar, y si es necesario repri­mir por la fuerza de las armas a ese agitado mar humano. Desde el principio, las viejas e insupera­bles recetas de los torturadores israelís se comienzan a aplicar: ya a principios de julio del 94, un proletario, presentado como "colabora­dor" muere en una comi­saría luego de haber sido tortu­rado durante 10 días. ¡para quién pudiera todavía dudar de que, cuando se trata de reprimir a los proletarios, todos los Estados son iguales! En los distintos puestos de control que los mili­cos palestinos instauran para que la presencia policial sea omni­presente, muchos proletarios se niegan a enseñar sus documentos. La respuesta es violentísima: se aprisiona masiva­mente y se somete a juicio a todo el que no acepta el control y la justicia militar condena "para mostrar el ejemplo" hasta a 6 meses de cárcel a los infractores.

 

          Pero el proletariado no puede agachar la cabeza; en diferentes partes estallan revueltas prole­tarias: en Erez en julio del 94, en Rafah en agosto. Estas luchas constituyen un rechazo simbólico de la paz social, en plena eufo­ria nacional de la "paz al fin conquistada". El descontento debido a las catastróficas condi­ciones de superviven­cia no es fácil de canali­zar, a pesar del ambiente de fiesta y de orgía nacionalista que en esos mismos días llega a su apogeo. Hasta las fiestas organi­zadas para el pri­mer día de la "Autonomía" fueron un rotundo fracaso: la lluvia de piedras contra los milicos israe­lís fue tal que los milicos pa­lestinos tuvieron que sacar la cara por ellos interponiéndose frente a los atacantes.

 

          ¿Pero como pagar tantos merce­narios? En esos mismos días,  Yaser Arafat reclamaba interna­cional­mente dinero para pagar los sueldos de todo ese milicaje. "Estoy desesperado, es muy difi­cil de continuar así. Una explo­sión puede producirse en cual­quier mo­mento....¿cómo podré pagar a los empleados, a los policías? El Banco Mundial se niega a transferir el dinero bajo pretextos absurdos y pone en cuestión nuestra credibilidad. Todos los días me pregunto como vamos a hacer para aguantar". Estas declaracio­nes son revelado­ras del clima social que reina en ese "nuevo Estado".

 

          Hasta la tan anunciada ida de Yasser Arafat a Gaza y a Jericho fueron postergadas muchas veces hasta el 1 de julio de 1994, lo que constituye una demostración palpable de la incapaci­dad del Estado palestino para realizar una gestión adecuada y del temor a la explosión social. De lo que se tenía miedo es de que el pro­letariado sea el aguafiestas de la entrada "triunfal" de Arafat. Un oficial palestino, declaraba que "sería una catástro­fe" si en pleno festejo la gente se ponía a reclamar sus salarios. Cuando al fin se realizó la entrada de Arafat a "sus" territo­rios, él "éxito" de esa "entrada triunfal" que quiso mostrar la

 

prensa de todo el mundo, no pudo ocultar la desilusión que sentían los proletarios de esa región. "Habla y habla, pero para noso­tros no cambia nada" declaraba la gente en la calle. Las masas de miles de ciudadanos agitando las banderitas de colores de la pa­tria, no vinieron a la cita que el espectáculo había previsto; Arafat se tuvo que marchar de apuro.

 

          La propia fracción burguesa israelí se inquieta ante esa situación, pues al fin y al cabo habían confiado en sus pares. Rabin, lanza un llamado interna­cional a apoyar al "nuevo Estado" palestino. Como Arafat y la ONU, Rabin llama a la cohesión social y nacional de la entidad palesti­na, para impedir que los conflic­tos sociales desborden sobre Israel y sobre el resto de la región; llama al mismo tiempo a las otras fracciones burguesas a pagar el orden que tanto necesi­tan contri­buyendo financieramen­te a ello. ¿o acaso podría pedirse­les a los milicos palestinos que asuman su función de mantenimien­to del orden si no se le pagan los sueldos? Además, ¡¿a qué otra cosa útil podrían servir los fondos reclutados internacio­nal­mente en nombre de la coopera­ción, del desarrollo, del nuevo Estado Palestino, que a pagar milicos para dar palo?! No es de extrañarse entonces que ya a esta altura en algunos barrios de Gaza, los milicos palestinos no se animen a salir de las comisa­rías. Sin embargo hay que agregar en su descargo que se calcula en más de 20.000 armas de fuego las que existen en circulación en ese polvorín.

 

 

          Las contradicciones sociales son tan fuertes que una verdadera división del trabajo se acentúa entre las principales fracciones burguesas de la región; desde que la OLP asume la función guberna­mental el papel de opositores es asumido por la tendencia islamis­ta del movimiento Hamas, que intenta así capitalizar el des­contento creciente. Dicha organi­zación aparece así como la fuerza capaz de canalizar y dirigir la rabia del proletariado, llamando hoy a una manifestación gene­ral, el día siguiente a un paro gene­ral... Más aun luego de décadas de lucha por la "liberación de la patria palestina" esta fracción agita un nuevo espejismo para desviar al proletariado de su lucha verdadera: la creación de un "Estado Islámico" en Palesti­na.

 


          Pero, a pesar de la incansable propaganda que hacen los curas locales, las primeras revueltas obreras no estallaron para feste­jar a Mahoma, Buda, o Jehovah sino por el contrario ¡CONTRA la miseria!. El 17 de julio de 1994 la explosión social se produce en la banda de Gaza, más exactamente en Erez por donde pasan cotidia­namente unos 20.000 obreros habi­tantes de Gaza que venden su fuerza de trabajo en Israel in­tentando así escapar a la desocu­pación que afecta al 60 por cien­to de la "población activa". Ese día en Erez miles de obreros (muchos de ellos sin permiso de trabajo) que no pueden esperar más la autorización para atrave­sar la frontera y que no soportan más los contro­les, asaltan los puestos fronterizos y enfrentan valiente­mente a los representan­tes del Estado. Los primeros atacados son los milicos palesti­nos, pero muy rápida­mente son desbordados y obligados a solici­tar el auxilio de los milicos israelís. La colaboración entre ambos cuerpos policiales contra el proletariado fue patente y oficial­mente aplaudida: "La poli­cía palestina y el ejército is­raelí, cooperaron de manera ex­cepcional. No se puede criticar apresura­damente esa policía inex­perimentada, cuando nosotros mismos no pudimos frente al Inti­fada", declaró un ministro israe­lí. Los enfrentamientos fueron sumamente violentos y algunos policías palestinos no soportaron su papel de criminales y pasaron al otro lado de la barricada. Los proletarios pelearon como leones, con piedras, con cocteles molo­tov, enfrentaron el ejército, atacaron comercios, gasolineras, oficinas aduaneras e incendiaron unos 150 autobuses en el depósito central. Los mismos siniestros autobuses que diariamente los conducen a sus lugares de traba­jo. Hubo dos muertos y más de una centena de heridos.

 

          Un mes más tarde la situación continúa siendo explosiva, cual­quier cosita puede prender el incendio. El 21 de agosto estalla un nuevo motín, como respuesta inmediata al asesinato de un muchacho por parte de la policía. Cientos de jóvenes toman por asalto la comisa­ría de Rafah (en la banda de Gaza) y se enfrentan con los milicos del "nuevo Esta­do" palestino que responden uti­lizando sus armas de fuego.

 

          Aunque las jetas hayan cambia­do y las banderitas también, todo lo esencial sigue igual y hasta las técnicas de represión conti­núan siendo las mismas.

 

 

 

 

2. Mandela contra el proletariado

 

 

 

El año 1994 marca definitiva­mente el fin del ap­partheid y el pasaje a un gobierno de "mayo­ría negra". Desde el principio Mandela anuncia su verdade­ro color, los planes de ajustes de cinturones se suceden. Sus dis­cursos llaman a la paciencia , al sacrificio, a la defensa de la democracia; como con Yaser Ara­fat, o con Fidel Castro nada cambia para el proletariado, el programa burgués es exactamente el mismo en todas partes. Lo único que cambió en Africa del Sur es que desde la llegada de Mandela, la Bolsa de Johannesbur-


 

 

Mandela aconseja así a los sindicalis­tas y a los obre­ros que hacen huelga:

 

"...ustedes todavía tienen las consig­nas del populis­mo; ¡dejar que los obreros se vayan a la huelga!... Eso es irresponsabili­dad. Nosotros debemos pasar de un movimiento de resisten­cia a un movimiento de constructores"

 

Y lo que más lo enoja es que esta huelga se hace contra una de las 20 mayo­res empre­sas que contribu­yeron a su campaña electo­ral "Pick'n pay" (Mandela había pedido un millón de Rand y Ackerman el gran patrón de esa sociedad le dio 2)

 

"...el que ataque a la gen­te que nos ha estado ayu­dando crea dificultades. Sin fondos no hubiéramos podido cons­truir una orga­nización, no hubiéramos podido ganar las eleccio­nes"

 

      (Citado por Desafío 5 de octubre 1994)

 

 

go crece a ritmo sostenido, que los sacrosan­tos indica­dores macro económicos del desarrollo econó­mico nacional mejoran; que los burgueses no pueden escon­der su alegría y satisfacción ante la perspectiva de mejores dividendos y la esperanza de una época de buenos negocios. La "Cámara de Comercio y de Industria", la principal organización patronal surafrica­na, felicita al nuevo gobierno al declarar que el índi­ce mensual de confianza de los hombres de negocio alcanza su nivel más elevado desde diciembre de 1987. Es muy revelador el hecho de que las principales instancias de la burguesía reco­nozcan las eminentes funciones antiproletarias del equipo Mande­la. Lo que el apartheid no era capaz de hacer, el ANC puede hacerlo y hará todo lo posible para ello.

 

 

          El apartheid ha cumplido su misión. Dicho sistema de segrega­ción permitió durante muchas décadas mantener los costos de reproducción de la mano de obra de los proletarios "negros" en el ni­vel más bajo posi­ble -que es con lo que sue­ñan e inten­tan realizar TODOS los burgueses del mundo- lo que per­mitió una exce­lente tasa de explotación y de ganancia y el desa­rrollo fantás­tico de ese polo de desarrollo capita­lista interna­cio­nal. El "apartheid" no fue solo un sis­te­ma de "desarrollo separado de razas", sino princi­palmente una política que bus­caba imponer la paz social, destructu­rando la protesta y buscando intensificar el trabajo. Pero esa situación no podía durar eternamen­te porque la tenacidad de las luchas históri­cas del proletariado en Sudáfri­ca contra las miserables condi­ciones de supervi­ven­cia, fue mostrando los límites históricos de ese tipo de gestión capita­lista de sus esclavos asalariados. Sólo a título de ejemplo en las décadas recientes mencione­mos las grandes luchas de 1976-77 (que sería limitarlas el suscribirlas a la "revuel­ta de Sowe­to"), las de l984-86 o las de 1989-91. A tra­vés de las mismas, el proletaria­do enfrentó a todas las fuerzas de conservación de este mundo, reivindican­do en forma cada vez más explícita una parte más ele­vada de la riqueza social que produ­ce;... en base a huelgas duras y radicales, a saqueos masivos... el proleta­riado pro­por­cionó duros golpes a la renta­bilidad del capital.

 

          Luego de décadas de dominación exclusivamente "blanca", el apartheid se fue revelando como cada vez menos rentable, tanto por el costo mismo de su mante­nimiento, como por sus consecuen­cias. Por eso se fue imponiendo como una necesidad general el sistema reconocido y apreciado en el mundo entero de "un hombre un voto" que en última instancia daría, a pesar de la protesta de algunos recalcitrantes, el go­bierno a la "mayoría negra". La legalización y la cooptación democrática del ANC, reconocido abiertamente como socio y sobre­todo gestionario más creíble fueron los puntos fuertes y más difundidos por los medios de difusión de esta operación policial. Claro que ello im­plicó desde el pun­to de vista burgués el usar una carta importante que te­nía guardada en la manga. Este comodín que permitió la participación am­pliada de los ciu­dadanos negros en las institu­ciones políticas se hizo poniendo en primer plano, a un hombre, Nelson Mandela; que pasó a integrar desde ya hace un tiempo el abanico de figurines de moda junto al Papa, el presidente de Estados Unidos, la Tacher y los polí­ticos locales en los noticie­ros televisi­vos. ¡Cómo si la historia pudiese ser simplificada hasta el extre­mo de encontrar un salvador, o pu­diese resumir­se a la apari­ción de un hombre genial, sea este negro o presi­dente! La libe­ra­ción de Mande­la en febrero de 1990, en simul­taneidad con gran­des luchas proletarias, solo persigue un objetivo: el desacti­var la explo­sión social, liquidar el proceso de levantamiento de los town­ships, parar las huelgas radica­les, volver a imponer la paz social.

 

          Mandela mostrará rápida­mente al mundo lo que siempre supo ser: un sirviente fiel del Estado. Luego de haber sido tanto un "terro­rista", como el "preso político con más años de cárcel de todo el mundo", mi­radlo ahora transformado en bien de la paci­ficación social, en el primer presidente negro de la "nueva" Africa del Sur. Ya en otros lados y en otras épocas el capital apreció los beneficios que puede traerle para sí y para la domina­ción estatal la coopta­ción de algunos elementos radicales del movi­miento obrero, para mejor reformar y por lo tanto reprodu­cir las relaciones sociales vi­gen­tes. No se cuen­tan en la historia los hombres de Es­tado salidos de entre los obreros, con militancia "so­cialista", "comu­nis­ta" o "anarquis­ta". No hace mucho un "pobre electri­cista de Gdansk", que había probado sus talentos en base al sabotaje de la lucha de nuestra clase, también lo­gró acceder al ni­vel más elevado del podium en Polonia.

 

          Durante el "pe­ríodo de transición" el Es­tado utilizará to­dos los medios para pacificar al prole­tariado: legalización del ANC y del Partido Comunista (4), fin del Estado de sitio del que tanto habló la prensa,

Frente a los funcionarios y burócratas que gastan mucho Mandela también llama a la moderación:

 

"... Tenemos altos salarios y estamos viviendo en el lujo. Eso destruye la capa­cidad para hablar de una manera directa y decirle a los trabaja­dores que se aprieten el cinturón"

 

(Citado por Desafío 5 de octubre 1994)

 

 

fortificación del sindicato, creación de las milicias del ANC verdaderos milicos de los barrios pobres, tendien­do así a recuperar los "comités de calles" y de barrios que habían surgido duran­te las revueltas de 1985, etc.... Como todas esas medidas no fueron suficientes para poner término a las luchas de clases, a las huel­gas, a las revueltas en los town­ships, la burguesía desarrollará y generalizará otra forma de respuesta: la transforma­ción de la lucha de clases en luchas étnicas, la acción directa y las campañas a través los medios de difusión para que toda lucha sea transformada y presentada como una lucha entre etnias. A partir de entonces solo se escuchará ha­blar de los enfrentamientos entre el ANC y los militantes zulus del Inkhata. Con­cretamente se pro­vocarán una serie de masacres en lugares claves del proletariado en lucha, tiroteos con armas automá­ti­cas en los trenes que van a los suburbios, razias y operacio­nes rastrillos en los squatters (ca­sas ocupadas) bombas "ciegas" en concentraciones proletarias, ... en fin se tratará de sembrar el desconcierto y paralizar por medio del terrorismo "étnico"  y la propaganda en ese sentido al proleta­riado en lucha. Estas operacio­nes de pacifica­ción pro­dujeron más de 10.000 muertos en 4 años.

 

          Pero a pesar de esta san­guina­ria represión, nuestra clase continuó luchando. El boycott permanente de los cursos por parte de los jóvenes proletarios ("estudian­tes" dice la prensa) expresa bien la difi­cultad que tiene la burguesía para inculcar­les nociones como las de "disci­plina", "el esfuerzo", "el traba­jo responsable"... El propio ANC reconoce la dificultad que tiene para integrar a los jóvenes que emergieron a la lucha política con los grandes enfrenta­mientos del 85/86 en sus estructuras denominadas "comités de defensa" y condena cotidiana­mente a diver­sos grupos de ellos calificándo­los de "incon­trolables". Las contradic­ciones sociales que atraviesa la propia estructu­ra del ANC hace que dicho aparato estatal tenga cada vez más difi­cultad para con­trolar a sus pro­pias tropas; así grupos obreros salidos de esta organiza­ción se organi­zan en los "town­ships" para luchar contra ella, así como contra sus delega­ciones locales y sus sindicatos. Así los periódicos burgueses denuncian "las bandas armadas que no se reclaman de ninguna ideología o proyecto político" y que se desarrollan cada vez más en los suburbios sórdidos como Soweto.

 

          El parlamenta­rismo y el asunto de las elecciones libres serán otra de las formas del Estado para tratar de hacer marchar al paso a los pro­letarios y para ahogar la lucha de la clase obre­ra en la masa de ciuda­danos deno­minada "pueblo". La ocasión ideal para iniciar una vasta operación policial será la realiza­ción de elecciones en abril de 1994, pues con ese pretexto se hará el fi­chaje de millones de proletarios "negros" refractarios a los con­troles del Estado. En efecto durante los años de lucha, la resistencia de nuestra clase, se expresó, entre otras cosas, por un rechazo total a toda forma de control policial: así por ejemplo se quemaban los "pases" y las "libretas de trabajo" que el Estado imponía... Pero ahora, gracias al proceso electoral y al mito de la "mayoría negra", el Estado logra censar, controlar y fichar a millones de proleta­rios con los mejores métodos tecnoló­gicos e informáti­cos.

 

          A principios de mayo de 1994, la investidura del primer gobier­no presidido por Mandela se rea­liza bajo el ojo complacien­te y satisfe­cho de la burguesía mun­dial, que celebra la imposi­ción de la paz social fortifica­da por un consenso generalizado, el "esta­do de gracia" comienza.

 

          Pero para nuestra clase la sobrevivencia sigue siendo tan dura como antes. Los town­ships y los bantustans (5) des­bordan de barrigas vacías que sufren de todas las calamida­des segregadas por el capital: alcoholismo, prostitución, mise­ria, sida, desocupa­ción, etc.... En los suburbios de Johannesburgo, más de un millón de squatters (ocu­pan­tes ilegales de casas NDR) se encuentran concentra­dos en verda­deros cuchitriles infrahumanos. ¡Hay unos 7.000.000 de squatters en el país!

 

          Tomemos el caso de la situa­ción en Soweto. La población es de 2 millones de habitan­tes, más de la mitad de los cuales se encuentran desocupados y si con­sideramos unicamente a los jove­nes, el 75 % de ellos no tienen trabajo, 600.000 personas viven en casas insalubres, 45.000 en los "hostels" para solteros que desde princi­pios de siglo, cons­titu­yen verdaderos campos de concentra­ción de la mano de obra. En la actualidad se encuentran dirigidos por el Inkata lo que muestra la perfecta división del trabajo que reina entre las frac­ciones burguesas.

 

          Ante todos estos males, tan "naturales" en esta civiliza­ción, el nuevo equipo de gestionarios responde con un cinismo casi tan "natural", haciendo llamados a

 [1] [2]

la paciencia. Las promesas del ANC sobre un futuro de mejoras no son más que los espejitos de colores con los que se intenta comprar una base de apoyo; muy pronto vendrán las desilusiones. La gestión de la relaciones so­ciales impone e impondrá a nues­tra clase cada vez más sacrifi­cios, más miseria, más bajas salariales, una intensi­ficación cada vez más terrible de nuestra explota­ción. Esas son las necesi­dades profundas del capital, Nelson Mandela no es más que una marioneta que aplica y aplicará la mismas recetas de austeridad, de sacrificios... que requieren, en todas partes, la buena marcha de la industria y el comercio.

 

          Por otro lado, muy rápidamente el ANC mostró su verdadero "Knouw how" imponiendo un conjunto de medidas drásticas, cómo la perse­cución de la inmigra­ción clandes­tina. Se requiere aclarar que ¡más de 2.000.000 de proletarios principalmente originarios del Zaire y de Mozambique venden su pellejo al mejor postor en Sur­áfrica para escapar a la miseria de "su" país!. Lo que significa en claro que se condena a esa masa humana a reventar de hambre en "su propio" país. Vemos que el famoso "fin del apartheid" no es otra cosa que la continuidad en el cambio.

 

 

          Los nuevos patrones "negros" reservan otras sorpre­sas a "sus millones de electores". Necesitan extorcar más plusvalía, hablan de reestructuración y uno de los ministros del ANC declaraba como objetivo central el "hacer las exportaciones sudafricanas más competitivas en los mercados mundiales y el hacer más dinámica nuestra riqueza en recursos huma­nos", mientras que sus colegas declaran indispensable el "creci­miento de la productivi­dad" (6) y la "restricción de las reivindi­cacio­nes salariales".

 

          Sin embargo el espectro de la lucha del proletaria­do continúa preocupando a la burguesía, so­bretodo porque se ha puesto dema­siado claramente en eviden­cia el verdadero significado de la "ma­yoría negra". Así el Banco Mun­dial declara: "La estabilidad social es una condición previa para el éxito de todo programa econó­mico en Africa del Sur. Si los frutos del creci­miento no son repartidos más equitativamente entre el conjunto de comunidades, tarde o temprano los desórdenes volverán" En los meses anteriores al carnaval electoral, la pro­ductividad en las minas disminuyó fundamentalmente debido a las huelgas, porque los obreros espe­raban otra cosa  que un simple  lavado de cara.   Apenas Mande­la


entró en funciones, 950 mineros de la mina de oro de Kloof se declararon en huelga, como lo habían hecho en el mes de marzo.

 

          Los sindicatos (principalmente la COSATU) cuyos dirigentes for­man ahora parte de la "nueva" administra­ción tratan por todos los medios de imponer bajas sala­riales y de paralizar las huel­gas. Se llegó incluso a firmar un acuerdo entre el ANC y la COSATU en abril en la que se acordaba la "moratoria de las huelgas". A pesar de ello, el proletariado continuó su lucha, así, en el mes de julio se desarrolló una impor­tante ola de huelgas, que sin embargo en segunda instancia los sindicatos lograron controlar (lo importante para la burguesía no es que haya o no huelgas, sino como controlarlas sindicalmente).

 

          El 13 de julio de 1994, 15.000 proletarios de la gran cadena de supermercados "Pick and Pay" ("Elija y pague" NDR) cuyos pa­trones financiaron la campaña de Mandela se declaran en lucha y paralizan el sector. Esta huelga, en donde se producen varios en­frenta­mientos violentos con la policía, es el primer test impor­tante en el cual los sindicatos pueden evaluar su margen de ma­niobra como bomberos sociales. El 21 de julio, la huelga se extien­de al sector metalúrgico -varios miles de obreros manifies­tan en Johannesburgo- así como a los ferrovia­rios de Pretoria y a los mineros de la De Beers, entre otros. Desde el 1º de agosto al 7 de setiembre, 25.000 obreros de las fábricas de autos se declaran también en huelga. Ante tal si­tuación la inquietud de la bur­guesía internacional era grande de ver cuestionado lo que había obtenido gracias a todo el circo electoral; pero los sindicatos (principalmente la COSATU) logra­ron impedir la generali­zación y exten­sión al sector minero (a pesar de que se hicieron algunas huelgas en dicho sector) que hubiese sido el salto de calidad decisivo.

 

          La burguesía supo largar unas migas para que no fuera cuestio­nada la torta; a los obreros de las minas, conocidos por su com­batividad, se les otorgó un gene­ralizado 10 % de aumento de sala­rios, para que no se sintieran solidarios con sus hermanos en lucha. Esta es una vieja táctica de la burguesía (7) que será tam­bién utilizada para quebrar la huelga del sector auto­móvil: se les otorgó 10,5 % de aumento de salarios. Como vemos Mandela y sus secuaces utilizan exacta­mente los mismos métodos de siempre de la zanahoria y el garrote.

                                .

 

 

 

 

 

3. CUBA  O  EL  FIN  DEL  "SOCIALISMO"  TROPICAL

 

 

 

 

Arafat se quema los dedos en Palestina, Mandela no sabe donde esconder su jeta en Africa del Sur, en América, otra forma­lización del Estado capitalista encontrará (en cuanto a su forma actual), pronto su epílogo. Se trata de Cuba, en donde el largo y persis­tente mito internacional desarrollado durante las décadas pasadas, que llevó a que todo estudiante un poquito "contesta­ta­rio" pusiera un cartel del Che en su cuarto como símbolo de la victoria del socialis­mo tropical liliputiense frente al más terri­ble de los impe­rialismos planeta­rios, el tío Sam. Pero ahí, como en todas partes, las contradic­ciones que corroen en forma cada vez más potente al capital van produciendo lnexorablemente la desaparición de otra de las ilu­siones que la ideología capita­lista reprodujera durante déca­das: la existencia del socialismo en una sola isla, la existencia de un paraíso tropical en donde se aliarían la arena, las palme­ras, la salsa con la revolución social. Pamplinas, fruslerías, sandeces, espejismos, en las cuales sueñan todavía los secto­res infanti­listas del stalinismo (y el trotskismo), así como los guevaristas apegados a Cuba como su última esperanza (8).

 

          La realidad es mucho más pro­saica que esa carta postal para turistas sociales deslumbrados por las "sensaciones fuertes". Desde hace años el proletariado vive en su propia carne ese "so­cialismo" tropical y en su sufri­miento comprueba que no es dife­rente a los otros campos de tra­bajo que constituyen el infierno capita­lista que soportamos en todos lados hasta en los más recónditos rincones del mundo. Los castristas en el poder, como toda otra fracción burguesa que ejerce esa función, se ven forza­dos cada vez más a tomar las invariantes medidas que atacan directamente las ya miserables condiciones de vida de los prole­tarios. Para seguir siendo compe­titiva en la loca y catastrófica carrera por la ganancia, la bur­guesía local a pesar de estar pintada radicalmen­te de rojo recurre exactamente al mismo tipo de medidas que toda otra fracción burguesa. Con el cuento de la "defensa de las conquis­tas socia­listas" se pretende hacer aceptar la miseria cotidiana, cuando se habla de "nuevo esfuerzo nacio­nal" o de segundo, tercero o cuarto "período especial" el proletariado cubano sabe que significa más mierda, más priva­cio­nes, más penuria, más "arre­glate como puedas", más de la loca carrera para "resolver" (9) a la cual todo cubano se ha acos­tum­brado...

 

          La implosión del bloque "so­viético", en el cual los actuales gestionarios cubanos se habían alineado en la confronta­ción mundial interburguesa, ha agudi­zado las contradicciones que descompo­nen ese minúsculo campo de trabajo asalariado del Caribe. Desde 1989 se han sucedido sin cesar los anuncios de planes, períodos especia­les, medidas de austeridad para responder a esa situación de falta de apoyo fi­nanciero y de intercambio mercan­til privilegiado con el ex-bloque ruso. Dicha ayuda e intercambio había permitido hacer de ese modelo una vitrina para el mundo y como tal constituía un arma en la guerra imperialista. Así en base a la llegada sin compensa­ción de varios miles de dólares diarios (2.000 reconocidos ofi­cialmente), durante añares, el Estado había podido otorgar cier­tas ventajas sociales, como una mejora sensible en la educación, la gratuidad de la medicina, etc. que le permitían un mejor control de la fuerza de trabajo y el aparecer como una alternativa frente a largas capas del prole­ta­riado internacional. Es eviden­te que esta vitrina de "socia­lis­mo real" localizada en pleno campo adverso de la "guerra fría" capitalista era una provocación perma­nente del imperio ruso fren­te al espectacular y rutilante supermercado del tío Sam. Ese pequeño costo de mejora social en la enseñanza, la salud... con el que tanto se llenó la boca el "socialismo" burgués en el mundo era por otra parte, desde el punto de vista del bloque impe­ria­lista correspondiente, la condición indispensable para que Cuba mantuviera durante décadas un nivel importante de unidad nacional que le permitió jugar un papel decisivo como cuña avanzada en la lucha interim­perialista (incluso en el terreno militar) no solo en América, sino en otros continen­tes como en Africa. Hoy la vitrina no es más que un ana­cro­nismo desfigu­ra­do y pálido, porque los adminis­tradores actua­les ya no disponen de esa masa de divisas dulces que les permitió comprar algunas décadas de tran­quilidad social a cambio de su accionar en la competencia impe­rialista y no saben como seguir escondiendo la estrepitosa quie­bra de ese modelo.

 

          Como en otras partes y aunque el discurso sea otro, pasan a segundo plano, junto con el dis­curso de la "defensa del campo socialista" los viejos métodos de explotación heredados de su her­mano soviético, como los sábados voluntarios, los contin­gentes y otros esfuer­zos para aumentar "la productividad" (en realidad se trata de un aumento de la inten­sidad -en muchos casos también de la extensión de la jornada o la semana laboral- y por lo tanto de la explotación) y se pasa a ha­blar de los beneficios de la economía de mercado. En agosto de 1993, se anuncia otro gran paso adelante,

Los apoyadores críticos de Fidel siguen haciendo como si no oyeran y no vieran cuando este recibe a los expertos del Fondo Moneta­rio Internacional o hace la apología de los fascistas italianos "por motivos tác­ticos". Esto es lo que de­claró Fidel con respecto a Berlusconi y su gobierno fascista:

 

Berlusconi "es simpático, excelente hombre de nego­cios y muy inteligente..."; su gobierno "es un labora­torio político interesante para Italia que podría anunciar un mundo mejor"

 

      "Il Corriere della sera" Milano 14 de julio de 1994.

 

 

la "dolarización", cuando en realidad se trata de oficiali­zar algo que resulta imposible de reprimir: desde hace ya mucho tiempo en el mercado negro se paga muchísi­mo más que en el oficial por los dólares y para la compra de muchísimos obje­tos de consumo corriente la población se ha visto obligada a procurarse dóla­res en el merca­do negro (¡¡cada vez se cambian más efi­gies de Guevara o Marti para obtener una de Washington o Ha­milton!!). Al mismo tiempo se otorgan facilidades para atraer las inversiones extranjeras, lo que como es obvio solo puede dar resultado si se asegura una mayor tasa de ganancia y de explota­ción en paz social. Como es obvio en las empresas preexistentes que se le entregan en explotación al capital extran­jero (en este sentido el sec­tor turismo fue el pionero, ya hace más de un lustro grandes empresas inter­naciona­les han hecho inversio­nes importantes) lo primero que se hace es la racionali­zación y disminución del personal, en otras palabras se mantienen solo a los obreros más "producti­vos" y sumisos y a los otros se los envía al paro luego de haberseles agradecido -¡no faltaba más!-  por los leales servicios prestados a la "patria socialis­ta". En muchas fábricas "estatales" en donde la exacerba­ción de la explotación capitalis­ta en los últimos años había provocado un creciente absentis­mo, se "privatiza" y se intenta -como en las grandes sociedades anónimas, como la General Motors,- interesar a los asala­riados en los beneficios de la empresa. Se espera de esta manera darle un estí­mulo a la producción que sigue decre­ciendo, lo que para nosotros constituye una muestra de la resisten­cia prole­taria frente a las campañas de moviliza­ción masiva y el perma­nente encuadramiento militar que ha caracteri­zado la lucha de clases en la isla en los últimos años.

 

          En el primer semestre de 1994, la subida de los precios del transporte, de la gasolina, de la electricidad, del agua, de la cantina de las empresas, etc... terminan de romper la vidriera de ese supermercado llamado "socia­lismo cubano". La situación se vuelve tan preocu­pante que hasta organismos centrales del Estado mundial como el Fondo Monetario Internacional se inclinan ante la cabecera de ese enfermo grave que ya tiene el ataúd en el placard, de ese último paraíso "socialis­ta". Se adopta un plan de "a­juste" diseñado por el ex-minis­tro español de economía Solcha­ga que sin sor­presas nos anun­cia que la sola y única solución a la crisis es: reforzar la dis­ciplina en el trabajo, priva­tizar las empre­sas no rentables... es decir casi todas. Si este plan se ejecutase en todo su rigor se podría provocar una verdadera catástrofe, dado que, según lo que se calcula, habría que dejar desocupados a unos 3 millones y medio de trabajadores, es decir a más de un 30 por ciento de la población. Y ello luego de añares de ficción de que todos trabajan o dicho de otra forma de aplica­ción del viejo modelo stalinista de pleno empleo artificial en donde gracias a que se subsidia a los desocupados y se cierra los ojos sobre su "improductivi­dad" se garantiza la paz social.

 

          Aunque los administradores centrales castristas reconocen la necesidad de ese plan, el temor frente a las posibles consecuen­cias sociopolíticas de su aplica­ción, hace que los mismos parez­can como tetanizados. En el seno mismo de las empresas la agita­ción se propaga, se discute a los gritos porque cualquiera sabe que el pan que se llevan a la boca depende de eso, en muchos lados se rechazan las medidas que las direccio­nes de las empresas quie­ren imponer. Aunque la burguesía mundial se encuentre muy preocu­pada en la cabecera del lecho del enfermo cubano, todavía no se han animado a aplicar la terapia de choque propuesta por el FMI. Como en los buenos viejos tiempos de las permanentes visitas de los expertos rusos, ahora se multi­plican las delegaciones de los expertos extranjeros. Una delega­ción patronal francesa elabora su diag­nósti­co: "Cuba podría cons­tituir un mercado emergen­te con un buen potencial" mas para ello se requiere asegurar la paz so­cial. Pero lamentablemente para esos mismos tiburones de la fi­nanza francesa, el actual equipo dirigente no es capaz de nada y se refugia en un inmovilismo que ninguna oposición interior creí­ble es capaz de quebrar.

 

          A pesar de los temores de ex­plosión social, que conlleva la incapacidad a aplicar un programa general como quisieran algunos sectores del capital, algunas medidas consideradas inevitables se van imponiendo lo que en todos los casos empeora la ya dramática situa­ción de explotación y opre­sión que vive cotidiana­mente el proletaria­do: supresión de las subvenciones a los productos alimenticios, cierre progresivo de algunas empresas por ser con­sideradas no rentables, limita­ción de las asignaciones por desocupación a tres meses,... medidas que sin excepción son justificadas en nombre de la llamada "patria socialista" y la promesa de "un mañana mejor".

 

          Pero hasta las consignas están gastadas y nadie recita, como sucedía en los tiempos de las vacas gordas que el Estado ruso necesitaba mantener, los estribi­llos lanzados por Fidel Castro. Miles y miles de proleta­rios están dispuestos a todo para escaparse de la isla, esperando encontrar una tabla de salvación en Estados Unidos. Con cualquier cosa se construye una improvisa­

 

da balsa; familias enteras se cotizan para comprar en el merca­do negro a precios enormes uno o dos salvavidas que permitan a uno de ellos escaparse de ese infier­no y luego, desde el extranjero, intentar hacer salir a los otros. Lo que siempre se reprimió en un momento dado explotó y el gobier­no de Fidel Castro pasó a utili­zar la política del "laissez faire, laissez paser", porque en el fondo se comprende como nece­sario el sacarse de arriba a los proletarios molestos y siempre desconformes e imponerle, a sus competidores directos, los Esta­dos Unidos, el exceso de bocas a alimentar.

 

          Pero la reacción proletaria no se limitó a salir de Cuba. Dentro del país ya no queda nadie para creer en las promesas demagógicas de los burgueses que ayer fueron guerrilleros. Ya no se aceptan los sacrificios en el altar de la producción nacional y el "socia­lismo", ya no hay proletarios para creer, repetir y aplicar las consignas que siguen recubriendo los destartalados muros que ca­racterizan las ciudades cubanas.

 

          A partir del 5 de agosto de 1994 reaparecen las luchas que los ilusos y teóricos del socia­lismo en un solo país considera­ban desaparecidas para siempre. Y no es que en los años anteriores no hayan habido luchas proleta­rias, acciones de expropiación de comer­cios, etc.; sino que esa revuelta, por su fuerza, marca un salto calitativo. Durante esos días, desde la Habana vieja y la zona portuaria extendiéndo­se a los barrios vecinos, diferentes grupos de proletarios se rebelan e intentan una fuga en masa de esa miseria de "socialis­mo". Calificados por los milicos y los otros agentes del aparato repre­sivo castrista de "elementos antisociales y delincuen­tes", varios miles de manifestantes pasan a la acción directa y ata­can los edificios públicos y diversos establecimientos oficia­les; muchos de ellos intentan tomar por asalto barcos para escapar. Los enfrenta­mientos con la milicada fueron sumamente violentos, recono­ciéndose ofi­cialmente numerosos heridos y un milico muerto.

 

          Como en todos los otros casos en el mundo la importancia del estallido social es ocultada mundial­mente, el black-out im­puesto por la burguesía local en cuanto a la información es reto­mado mundialmen­te por todos los medios internacionales de infor­mación. Mientras que todos los apologistas de esta caricatura de "socialismo" cacarean que Cuba es víctima de "una vasta campaña de propaganda imperialista" nosotros consta­tamos prácticamente que las relaciones de la burguesía local con el resto de la burguesía internacional son cada vez más fraternales mientras que en su conjunto tienen cada vez mayores dificultades para ocultar la verdadera naturaleza social de las luchas en la región. Ya en años anteriores habían habido importantes explosiones sociales más o menos canalizadas hacia las entradas en las embajadas y la fuga del país; luego en 1993 había sido más dificil esconder el "no aguanto más" que gritaban sectores del proletariado de la Isla. En julio de 1993 hubo vio­lentos enfrenta­mientos en el puerto de Cojimar en donde los proletarios se oponían a los milicos que intentaban apresar a algunos que querían escaparse del país. En dichos enfrentamientos hubo varios muertos. Un mes des­pués en agosto del 93 las autori­dades manifiestan su "profunda preocupación frente a los actos de vandalismo" que se suceden en respuesta a la situación desespe­rante y en particular frente a los interminables cortes en el suministro de energía eléctrica en diferentes barrios de La Haba­na .

 

          Todas las informaciones con­cretas que hablan de luchas de clases son calificadas como "chismes" inventa­dos por la "quinta columna yanqui". Y sin embargo el muy "socialista" Mi­nistro de Relaciones Exteriores declaraba entonces que existía "una cierta tensión en la provin­cia" y que se produjeron "impor­tantes incidentes provocados por civiles que robaron armas y uni­formes en la región de Guantána­mo". Otros "rumores" recien­tes, hablan del "enorme malestar in­terno", del exilio de hijos de importantes dignatarios oficia­les, de importan­tes deserciones en las filas del P "C" cubano, de purgas en las brigadas de choque Blas Roca por "indisciplina". Decidida­mente "¡no va más!" en el casino cubano; pues aunque el Estado siga contando con las fuerzas que garanti­zan el orden y la represión (10), las mismas se encuentran minadas por las con­tradic­ciones sociales y por las deserciones y "traiciones" cada vez más frecuen­tes.

 

          El 19 de agosto de 1994, el presidente norteameri­cano Clin­ton, anuncia que a los fugados de Cuba se les acordará automática­mente el "estatuto de refugiado político". Los mismos serán lle­vados a la base de Guantánamo (11) adonde los han precedi­do ya 15.000 proletarios (¡Boat People, dice la prensa!) provenien­tes de Haití. El día antes de ese anun­cio, los proleta­rios provenien­tes de Haití se habían revelado con­tra sus miserables condicio­nes de sobrevivencia y enfrentado a los militares norteamerica­nos, provo­cando 4 heridos entre ellos. El 20 y el 21 de agosto, la revuelta continuó profundi­zán­dose en toda la base de Guantána­mo transforma­da ahora en campo de concentra­ción. El balance de ese fin de semana de enfrentamientos fue de 65 heri­dos.

 

          La salida de Cuba se generali­za, decenas de miles de proleta­rios intentan por cualquier medio escaparse del infierno. Por cen­tenas son recogidos de las aguas y llevados como presos a Guantá­namo. El número de candidatos a salir es tan grande que el propio capital norte­americano ve el asunto con honda preocupa­ción y presiona para lograr un acuerdo. Al fin se firma un protocolo entre "el imperialista yanqui" y "el socialis­ta Castro" con el objetivo de controlar mejor ese flujo incesante de "peligrosos" elementos; contra la promesa de inversiones directas americanas en Cuba (es decir promesa de extraer más plusvalía de los obreros de la Isla!), el gobierno de la isla se compromete a impe­dir nuevamente por la violencia todo nueva salida de proletarios hacia USA.

 

          Ese acuerdo entre "hermanos enemigos" se com­prende tanto mejor teniendo en cuenta la ines­tabilidad social general existen­te hoy en el seno mismo de Esta­dos Unidos. El Estado de Florida se ha ido trans­formando en otro polvorín social con el incesante aflujo de fuerza de trabajo bara­ta proveniente de Haití, de Cuba, así como de otras regiones del Caribe, México y América Central. La burguesía norteamericana no tiene demasiado entusiasmo ante la idea de que se reproduz­can revueltas como la de Los Angeles en 1992 o las de Miami en 1980, en el seno mismo de la potencia más poderosa de la tierra. Es precisamente por eso que Clinton ha dado su empujoncito para ex­pulsar a los militares duvalie­ris­tas del poder en Haití y ayu­dado a Castro en Cuba para fijar y mantener por la fuerza a los proletarios en esa isla obligán­dolos así a continuar valorizando el ser supremo mundial: el Capi­tal. Pues a pesar de los espeji­tos de colores que en comparación a las  vidrieras  vacías  de  Cuba  parecen  brillar  desde Estados Unidos los mismos se disipan demasiado rápido cuando la inmigración se concreta po­niendo en evidencia que tampoco USA tiene nada que ofrecer a los proletarios de la zona diferente a lo que encuen­tran antes de salir: explotación, miseria, control policial.

 

          Con la implosión del bloque ruso, la burguesía triunfante nos había anunciado el nacimien­to de una nueva aurora para toda la Humanidad. El "nuevo orden econó­mico" con el que tanto se jacta­ron todos los que tienen interés en mantener el mundo como está, no es otra cosa que un gigantesco desorden en donde se enfrentan cada vez más violenta­mente las diferentes fracciones del Capital y que necesariamente tiende a nuevas repolarizacio­nes. La im­presionante putrefacción de la sociedad que soporta la humanidad está llamando a una sola y única respuesta proletaria: ¡la revolu­ción mundial!

 

          Pero, si bien sabemos que el comunismo como la muerte de la sociedad burguesa constituyen hechos ineluctables, contenidos en el desarrollo de las contra­dic­ciones de las relacio­nes so­ciales actuales, nosotros sabemos también que la negación positiva de la socie­dad del capital solo puede ser realizada por el proleta­riado organizado en clase y por ello en partido. En esta línea histórica nuestra tarea esencial es hoy la de estructurar, centra­lizar los núcleos comunistas que emergen de las luchas del prole­tariado en todo el planeta. Nues­tras perspectivas de destrucción del orden social actual no se limitan a tal o cual región del mundo, sino que se sitúan clara­mente en la acción internacional e internacio­nalista. Para ello, llamamos a todos los militantes de nuestra clase a hacer circular las informacio­nes de las luchas que revientan por todas partes bajo el sol oscuro del mundo del valor, a coordi­nar la acción directa contra la burguesía de todos los países y a centralizar esta actividad práctica! (12)

 

 

 

 

Notas :

 

(1)    Si ponemos entre comillas "civiles" y "militares" es porque más allá de las apariencias (sucede como con la "izquierda y la derecha") su oposición es solo superficial, solo se trata de una cuestión de graduación en las cuales unos u otros personeros del capital dan la cara frente a la opinión pública; de más está decir que todo gobierno "civil" se apoya en el poder militar y en el terrorismo de Estado y que todo gobierno "militar" posee su personal civil para legislar, para negociar, para dirigir sectores administra­ti­vos esenciales, para calmar a los trabajado­res, etc.

(2)    Máquina, arma de guerra, utilizada para derribar murallas y fortificaciones.

(3)    Para un panorama general de la lucha de clases en la zona, aconsejamos una lectura de nuestro texto "Cisjordania, Gaza, Jerusalem,... una vez más la burguesía prepara, en respuesta a la lucha de los proletarios, la masacre" aparecido en Comunismo número 24.

(4)    Se requiere señalar que el P "C" sudafricano que forma parte de la ANC es el más importante de Africa y uno de los más importantes del mundo.

(5)    "Bantustan" es una palabra que esconde mal la sórdida realidad; se trata de verdaderos corrales para encerrar al ganado humano, los proletarios utilizables a discreción.

(6)    Que en la boca de un burgués quiere decir aumento de la intensidad. En efecto cuando la burguesía dice aumento de la productividad, no quiere decir nunca trabajar menos para obtener más productos lo que sería el verdadero resultado humano de una mayor producitividad del trabajo, sino que por el contrario significa siempre trabajar más, realizar más esfuerzo en el mismo tiempo, es decir un aumento en la intensidad del trabajo.

(7)    Por ejemplo en Rumania, los mineros de Jiu fueron los niños mimados de Ceausescu durante los años de grandes luchas proletarias.

(8)    Ultima esperanza y última ilusión de la funesta ideología stalinista de construir el socialismo en un solo país, que invarian­temente ha llevado al desarrollo del capitalismo formalmente estatizado en una búsqueda frenética y sin éxito de competir interna­cionalmente en base a un aumento de la extensión y la intensidad de trabajo, que inexorablemente condujo a los campos de trabajo y de concentración.

(9)    "Resolver" es la expresión que utilizan los cubanos de ese arreglate como puedas, la población pasa el día buscando "resolver" lo indispensable para comer.

(10)    En Cuba, el Estado estima disponer de las siguientes fuerzas del orden: 50.000 hombres preparados contra motines dependientes del Ministerio del Interior, 10.000 hombres de las brigadas de choque Blas Roca y de aproximadamente un millón de milicianos teóricamente moviliza­bles en caso de fuerza mayor.

(11)    Base militar de USA situada en territorio cubano, en el Sur de la isla, cuya concesión fuera "acordada" luego de una operación norteamericana de represión y mantenimiento del orden llevada adelante en... 1898!! Notese que la burguesía ha extraído las lecciones de las luchas precedentes, porque hoy no encierra, como en el éxodo masivo de 1980, a los proletarios en campos diseminados por todo el territorio de USA. En esa época, varias revueltas estallaron en esos campos, entre otros en el del Fuerte Chafee en Arkansas, estado cuyo gobernador no era otro que un señor denominado... ¡Bill Clinton! Es para suscribir tales revueltas y aislarlas mejor que se encierra a todos los proleta­rios escapados del "paraíso socialista" y se los envía manu-militari a Guantánamo; a pesar de lo cual, luego aquí también las revueltas proletarias se han transformado en moneda corriente.

(12)    Este artículo fue redactado originalmente en francés en el mes de setiembre de 1994.

 



([1])    Que en la boca de un burgués quiere decir aumento de la intensidad. En efecto cuando la burguesía dice aumento de la productividad, no quiere decir nunca trabajar menos para obtener más productos lo que sería el verdadero resultado humano de una mayor producitividad del trabajo, sino que por el contrario significa siempre trabajar más, realizar más esfuerzo en el mismo tiempo, es decir un aumento en la intensidad del trabajo.

([2])    Por ejemplo en Rumania, los mineros de Jiu fueron los niños mimados de Ceausescu durante los años de grandes luchas proletarias.


CO36.2 Los resultados de la liberacion nacional: ¡Cuánto mas cambia... mas todo queda igual!