GUERRA  IMPERIALISTA

CONTRA  EL  PROLETARIADO  MUNDIAL (1)

 

 

 

 

Introducción

 

 

Hoy, a pesar de los estallidos violentos que sacu­den a intervalos regulares las cadenas que atan al proletariado a la so­ciedad burguesa, vivimos un período oscu­ro, de enormes debilidades de nuestra clase; lo que se materializa, entre otras cosas por la casi inexistencia de publica­cio­nes obreras, de asociacio­nismo obrero, de internacionalismo militante (falta de contactos, de comunica­ción, de colabora­ción entre núcleos de prole­ta­rios en lucha ...). La burguesía ha hegemo­niza­do siste­má­ticamente, en todas partes, una política de ataque sistemático del proleta­riado, "paquete por paquete" para así separarlo y aislarlo en diferentes sectores (aislando a los que resisten y ocultando y engañando  a propósito de sus luchas)  que lo dividen, convirtiéndo­lo en una amorfa masa de individuos atomizados. ¡Con toda seguridad, la ciudadaniza­ción avanza! Parecería que mientras que la burguesía saca las lecciones de los enfrenta­mien­tos pasados, en los que se impone frente a su enemigo histórico, y actúa en consecuencia, el proletariado olvidase sus experien­cias, su memoria, las lec­ciones que hubiese podido sacar de sus luchas pasadas.

 

       En un período como este, el aislamiento y el debilita­miento de las fuerzas comunistas, hace extrema­da­mente difícil toda actividad voluntaria, militante, para la centralización interna­cio­nalista de las tentativas de ruptura  con  la  paz  social,  y  toda  actividad  militante choca con la represión infalible del Estado, con el escepticismo, sectarismo e indi­vi­dualismo dominantes. Asimismo, el pequeño número de militan­tes comunis­tas, el hecho de que se encuentren desparramados por el mundo (los compañe­ros que llegan a mantener una conti­nuidad en su actividad se encuentran separados frecuentemen­te por miles de kilómetros) hace que el trabajo permanente de análisis, de discusión, de con­fron­tación de informa­ciones, ... sean a menudo mal asumidos, descuida­dos. Se pierden informa­ciones esenciales sobre las luchas de nuestra clase, sobre los enfrentamientos clasistas contra los sindicatos y contra todas las otras fuerzas de encuadramiento (pacifistas, reformis­tas, y otros demócratas) y esta pérdida acentúa más aún el control totalitario que ejercen los partidos del orden sobre nuestras vidas, fortifica la imagen de una derrota total del proyecto comunista, lo que intensifica y perpetua nuestro aislamiento. El resultado de todo esto es un debilitamiento más pronunciado aún del cuadro referencial comunis­ta, un aniquilamiento de nuestra memoria clasista y consecuente­mente un alejamiento agudizado y real de la perspecti­va comunis­ta.

 

       Con respecto a los acontecimientos que se dieron en estos últimos años en todos los países de Europa Central y del Este (2) tenemos que constatar que, a pesar de que estas luchas tuvieron y tiene mucho signifi­cado para las luchas obreras en todo el mundo, pocos han sido los análisis, contribu­ciones, informacio­nes ..., suscepti­bles de enriquecer nuestro conoci­mien­to de las condicio­nes actuales en las que se desarro­llan los enfrentamientos clasistas, de informarnos sobre lo que está en  juego  de  manera  que  podamos  trazar  más explícita­mente las orientaciones para nuestras luchas futuras, al interior de nuestra clase.

 

       Mientras que todos los medios de comunica­ción del capital nos embrutecen con su lectura ideológica y unilate­ral de estos hechos, contribuyendo así a nuestra sumisión en la medida en que se nos divide y separa del resto del proletariado de otros continentes, los comunistas reconocen en estos hechos, la crisis social capitalista que es la misma que se desarrolla en todo el planeta y que golpea, más o menos violentamente, al proletariado de todas partes. Recordemos solo, las revuel­tas proletarias que hace algo más de un año sacudie­ron a Los Angeles y numerosas otras ciudades de USA y que no fueron  otra cosa que la inevita­ble respuesta proletaria al deterioro de sus condiciones de vida, para invalidar la imagen de la "especi­fici­dad" rusa y de Europea  del  Este.  Es  cierto  que  las tomas  de posición que surgen de nuestra clase y que plantean tanto la unidad fundamen­tal de las condicio­nes y métodos de lucha, como los objetivos del proleta­ria­do revolu­ciona­rio, brillan en todas partes por su ausencia.

 

       Este artículo a propósito de Yugoslavia no escapa, evi­dentemente, a estas característicos, a estas debilida­des. Es por ello que por ejemplo nos es difícil referir­nos a lo suce­dido últimamente en Rusia, pues no hemos encontrando, análisis detallados y clasistas, producidos por nuestra clase, trabajos a los que poda­mos enviar al lector. Este artículo lo escribi­mos sin poder superar esta gran laguna, es por ello que en muchos  casos  hemos  tenido  que señalar brevemen­te una lista de aconteci­mientos  que consideramos extre­madamente ejemplares y suscepti­bles de indicar el cuadro local en el  que  hay  que  inscribir  este  nuevo período de guerra de clases que se desa­rro­lla en lo que fuera ex-Yugosla­via.

 

       El análisis de la guerra en Yugoslavia nos parece indis­pen­sable en la medida en que, como lo mostrare­mos en este artículo, dicha guerra no solo es importan­tísima por sus consecuencia directas sobre las condicio­nes de vida y de lucha de los proletarios de la región y por lo tanto las del prole­tariado internacional, sino también por que ella anuncia y prefigura los conflictos, inevitables que surgirán a corto y mediano plazo en todas partes.

 

       La guerra de España en el 36, como más reciente­mente la del Golfo árabe-pérsico, en donde el capital mundial transforma la guerra revolucionaria de clases en guerra interburguesa imperia­lista, nos demuestran que las diferentes fracciones burguesas utilizan las guerras limitadas como terreno de experimentación para infligir una derrota al proletariado  (factor de generaliza­ción de las guerras).  La burguesía trata, gracias a las masacres y a las diferentes ideologías, de atar a los proletarios al carro de la economía nacional, para justificar así todos los sacrifi­cios, y al mismo tiempo para contraer/conso­lidar las alianzas entre sus diferentes fracciones ¡para preparar, así, las futuras conflagraciones, más importantes todavía, que son inevitables!

      

       Desde este punto de vista, la guerra en lo que fuera Yugoslavia es rica en enseñanzas para el proletariado revolucio­nario. Nuestra denuncia de la guerra, nuestro llamado al derrotismo revoluciona­rio, se acompaña de la puesta en evidencia de las potencialidades y peligros que contiene la situación actual.

 

 

LA  REALIDAD  DE  LA  GUERRA:

¡ UNA  GUERRA  INTERIMPERIALISTA CONTRA  EL PROLETARIADO  MUNDIAL !

 

 

 

 

-               Eres tu Mladic

-               Si, Si, ¿qué quieres?

-               Tres hombres han desaparecido cerca de ... y quisiera saber que les pasó.

-               Creo que están muertos

-               Tengo acá uno de sus parientes  ¿puedo decirle enton­ces que murieron?

-               Si, seguro. Te doy mi palabra. A propósito ¿Cómo esta tu familia?

-               Oh, no muy mal ¿y la tuya?

-               Todos están bien.

-               Estoy contento. A propósito, y aprovechando que te tengo en línea, te comunico que tenemos alrededor de 20 cadáve­res de los vuestros cerca del frente a los que se les ha desvestido. Los pusimos juntos en una tumba y ahora está realmente apestando. ¿Puedes venir a buscar­los, puesto que esto se está haciendo inso­porta­ble?

 

 

Conversación telefónica entre el General Mladic, coman­dante servo de los cuerpos armados de Knin y el jefe del Ministerio croata del Interior, en Split. Esta conversación entre los dos hombres, que aparentemente se conocen bien (al haber tenido una carrera común en el ejército yugoslavo) fue reproducida por el corresponsal de la BBC, Misha Glenny, en su libro "La caída de Yugoslavia" (en inglés).

 

       Cada vez que el capitalismo muestra abiertamente su real naturaleza, como hoy en ex-Yugoslavia donde el desencadena­miento de la violencia, de las masacres y de las persecuciones son cada vez más impresionantes, el conjunto de mitos que predominan en la sociedad tienen como denominador común el atribuir como causas de estos horrores cotidianos a fenómenos pretendida­mente exteriores al desarrollo propio del capitalismo.  Así se censurará a los "dirigentes incom­petentes" a los "dictado­res", se argumentará que falta "desarrollo", se dirá que se deben a causas "reli­giosas"×, "étnicas", enfin es la falta de "democra­cia", ...

 

       La realidad es totalmente diferente: todos estos facto­res, como el carácter de los hombres, las diferen­tes razas, las creencias de los hombres, las aptitudes particulares de cada uno (factores que en sociedades anteriores al capital tenían una importancia relativa y podían aún ejercer un peso en la evolución de estas sociedades) ... no juegan ningún papel determinante en el desarrollo de la vida social, sino que por el contrario constituyen ideologías que velan la realidad.  Dichos factores están totalmente subsumidos (integra­dos, absorbidos) por el capital a tal punto que no son más que las diferentes formas a través de las cuales el capital con­cretiza la dominación totalitaria de sus necesida­des, en antagonismo total con las necesidades de la especie humana.

 

       En relación con la guerra de lo que fuera Yugosla­via, se utilizó­ principalmente el pretexto de los "conflic­tos étnicos", o "la continuidad de una lucha ancestral de los pueblos por sus derechos inalienables", "los intereses históricos" ...

 

       ¡Los proletarios no tienen patria! Nuestro grito de unificación internacionalista no tiene como sola validez los métodos y objetivos de nuestra lucha contra la sociedad capi­ta­lista, sino que también se verifica, directamente en la realidad de nuestra situación de clase explotada, de tal manera que las diferentes ideologías que sirven para mantener al proletariado prisionero de sus condiciones de explotación, atomizán­dolos en tanto que ciudadanos, dividiéndolos en "ser­bos", "musulmanes", "macedonios", etc. y oponiendo unos a otros, tienen cada vez más dificultades para ocultar la iden­tidad mundial de nuestras condiciones de explotación. Lo que se desvela más claramente cuando esta sociedad se dirige inexorablemente hacia una perspectiva cada vez más catastrófi­ca y se muestra más incapaz de darle un contenido palpable y material a sus pretensiones de otorgar al proleta­riado mejoras en sus condicio­nes de vida.

 

       En estas circunstancias, las ideologías, en tanto que, fuerzas materiales que encadenan al proletariado a la relación salarial, mercantil, y que se fundamen­tandan en diferencias reales, en particularismos efectivos existentes en nuestras condiciones de explo­tación, (para esconder mejor la esencia universal y única y por ello unificatriz), se ven debilitadas haciendo indispensable el crear, inventar, nuevas justifi­ca­ciones. Es innegable, que frente a la unifor­miza­ción de las condiciones de explotación que determi­nan a una masa  cada  vez  más

 

 

 

grande de proletarios (3), el hecho de llevar al plan militar la guerra de todos contra todos, que es la ley de la sociedad burguesa, permite recredibi­lizar las ideolo­gías, en la medida en que las mismas claman y reflejan una realidad en la que se afirma claramente: "Yo no te mato porque tu eres Croa­ta, asesinemos a otro y a sus niños porque son Musulmanes".

 

       A excepción de todo aquel que tiene interés en defender la visión de  una guerra "étnica" y que trabaja activamente por el "desencadenamiento de las pasiones nacionalistas" y a excepción también de aquellos que se sorprenden y que se obnubilan por la fuerza con la que la sociedad burguesa logra imponer, hoy en día sus intereses; la realidad de la guerra, los siniestros bom­bar­deos, persecuciones, internamientos, muestran claramente que esta guerra es una guerra contra el proletariado, contra sus intereses y contra su movi­miento de lucha.

 

       Esta realidad de la guerra se manifiesta, por ejemplo, en Banija (en Croacia, en la frontera con la Bosnia-Herzegovina) cuando en julio de 1991 grupos armados, mercenarios, comandos de asesinos ocupan militarmente las ciudades y realizan masacres: clasifi­can a los habitantes de acuerdo a sus orígenes serbos o croatas, ... obligan a los croatas aptos al servicio militar a alistarse en sus rangos y toman a los serbos como rehenes, ... luego disparan indiscriminadamente contra la población, que huye despavorida ... luego el ejército federal rodea los pueblos, bombardea y expulsa a los que no pudieron escapar. Los fugitivos de origen croata, húngaro o serbo, se escapan  hacia las grandes ciudades, o bien hacia la Voivodine o Herzegovina.

 

       Poco a poco estos operativos de guerra se exten­die­ron. Algunas veces fueron realizados por milicias croatas, para que el odio se orientase hacia todo lo que fuese croato, otras por las milicias serbas orien­tando así, el odio hacia todo lo que fuese conside­rado como serbo. Los pueblos quedaban como si un torna­do hubiese pasado. No obstante, en el pasado, y duran­te varias décadas, "serbos", "croatas", "húngaros" se mez­cla­ron a tal punto que era difícil definir el origen étnico, mientras que ahora las fuerzas naciona­listas operan una sepa­ración sistemática según la pretendida relación étnica.

 

       Estas operaciones de guerra fueron cada vez más dirigidas hacia las grandes ciudades; así por ejemplo, el centro indus­trial de Vukovar fue bombardeado durante tres meses por el ejército federal. Los habitan­tes se enterraban, día y noche, en los sótanos y organi­za­ron la resistencia sin distinción de nacionali­dades. La Guardia Nacional Croata y los Ustachi (fuerzas fascis­tas) organizaron la represión al interior; cuando el ejército federal entra a la ciudad se constata toda una serie de asesinatos perpetuados por la espalda, ejecu­ta­dos sumariamen­te por no haberse enrolado en La Guardia Nacional Croata o/y los Ustachi.

 

       Las consecuencias generales de este tipo de opera­ciones son:

 

la masacre indiferenciada de proletarios, un testi­mo­nio de ello fue, por ejemplo, el descubrimiento de osarios en los que se mezclaban cadáveres de "serbos", "croatas", "bosnos", ...

 

la existencia de centenas de miles de prisioneros de guerra internados en numerosos campos dispersos por todo el territorio de ex-Yugoslavia.

 

    ® un ejemplo de ello son los campos de concentra­ción que se encuentran tanto en Serbia como en el territorio de Bosnia ocupado por las milicias croatas.

    ® hoy en día hay campos en la periferia de las grandes ciuda­des eslovenas, en las que el Estado esloveno aglutina a "sus" refugiados. ¡Eslovenia que es presen­ta­da por todo el mundo como un modelo del triunfo de las transformaciones en Yugoslavia!

 

la existencia de olas de refugiados (según el Alto Comisa­riado de las Naciones Unidas para los refugia­dos, en julio del 92, había más de 2,3 millones de refugia­dos) que se lanzan a las rutas esperando encon­trar un lugar de exilio que les permita escapar a las masacres, lo que cada vez es menos posible. En espe­cial en Eslovenia donde el gobierno ya decla­ró que no acepta más refugiados yugoslavos, y en Suecia, paraíso social­de­mócrata, en donde el gobierno ha comenzado a expulsar refugiados Kosevos, Eslove­nos, ... El gobier­no holan­dés, por su parte, se declara dispuesto a acoger ... ¡2000!

 

envió forzoso, de los refugiados de guerra, hacia las posi­cio­nes de combate ... lo que también hacen los de su "propio campo".

 

    ® Los medios de comunicación hablan de casi doscien­tos Musulmanes de Bosnia refugiados en Croacia en el campo de Karlovac que fueron reagrupa­dos, el lunes 17 de agosto del 92 a las 4 de la madruga­da, por las fuerzas armadas croatas para ser enviados al frente en Bosnia. Varios acababan de ser liberados de los lugares de detención serbos. Todos los hombres de este campo entre 18 y 60 años fueron conducidos por la fuerza en omnibu­ses a Rijeka, sobre la costa adríatica, hasta el frente de combate.

 

    ® A mediados de julio se envió al frente vía Rijeka y Split a 4 mil refugiados. El vice-presidente croata, M. Mate Granic, reconoció que esta operación "violaba los derechos universales del hombre", pero la justificó por

 

la necesidad de evitar "una explosión social" en su país. Recordemos que el Estado Croata y el gobierno de la Bosnia-Herzegovina concluyeron el 21 de julio de 1992 un "tratado de amistad" que preveía la coopera­ción militar en el conflicto que los opone a Serbia. Los dos Estados enviaron al frente todos los hombres en edad de combatir (¡de 18 a 60 ó 65 años!).

 

    ® En Belgrado se embarcaron a los refugiados de Croacia mayores de 20 años hacia las lineas del frente "para calmar la cólera de los habitantes del Belgrado que les reprochaban el vivir tranquilamente en Serbia";

 

· la represión abierta, directa contra todos los refrac­tarios. El estado de guerra, la polarización militaris­ta de la socie­dad, permite la liquidación, en toda impuni­dad, de todos los que no se adhieren a los valores patrióticos, ideológicos, ... que enarbola cada campo. ¡Los que se oponen son simplemente suprimi­dos!

 

· las campañas humanitarias, como medio de chanta­je, en las manos de diferentes fracciones burguesas, para reforzar más su dominación en los territorios que controlan, cuando no sirven directamente al transporte de armas: "Los Bosnos, en su impacien­cia por adquirir armas, han seguramente obtenido satisfacción y los serbos de Bosnia-Herzegovina acusan a algunos países que participan en el puente aéreo humanitario de la ONU de tirar armas en paracaídas" ("Le Monde" 21 de agosto de 1992);

 

· desarmamiento material de los proletarios que recha­zan ir al frente para combatir en una guerra que reconocen como extraña a sus intereses de clase y que se escapan con armas y equipa­je, ... La burguesía, desarmándolos, busca que se libren, atados de pies y manos, como ovejitas inofensivas y pacíficas, a sus verdugos. En nombre de la paz, de los acuerdos firma­dos, en nombre de la ONU se los obliga a devol­ver las armas y a esperar la hora de su ejecución en esos mataderos que son los campos de batalla.

 

· los incesantes bombardeos y las milicias inquisitoras y asesinas, las movilizaciones forzosas y los campos de prisio­ne­ros, los refugiados, con su lote de miseria, ... las penu­rias, los racionamientos, los aumentos de precios, la pauperi­za­ción, la desocupación que sufre una parte cada vez más mayor  de la población. Los diferentes gobiernos se sirven hábilmente de la situa­ción de guerra para liquidar los sectores menos produc­tivos e imponer, a los proletarios, nuevos sacrificios.

 

       ¡Esta es la realidad de la guerra!

 

       Contra el humanismo y contra los lloriqueos, contra todos aquellos que se lamentan por el hecho de que hoy en día las masacres y los otros horrores de la guerra se desarrollan "a una hora de París" (¡¡sic!!), afirma­mos que la guerra que se desarro­lla en esos lugares, no es más que el prolongamiento armado de la guerra que se lleva acabo en todo Europa y en el mundo entero, burguesía contra proletariado. Frente a ella, la única solución, consecuente es la lucha, tanto allá como acá,  contra la burguesía que nos enfrenta, sea cual fuese su nacio­na­li­dad o su color de piel, para afirmar práctica­mente nuestro interna­cionalismo, nuestra identidad de interés y de lucha con los proleta­rios en Yugoslavia y en todo el mundo.

 

       Cuando constatamos la connivencia (claro está al margen de todas las declaraciones de intención) entre las diferentes fracciones del Estado capitalista mundial, cuyas diferentes políticas conducen objetiva­mente a masacres generaliza­das de nuestros hermanos de clase, todo lo dicho en el último párrafo queda clari­to. Es necesario también evidenciar el carácter direc­tamente internacional de la guerra; en efecto no solamen­te la mayoría de las potencias imperialistas están directa­men­te implicadas en esta guerra a través de intereses financieros y comerciales (reconstrucción, venta de armas), sino también por las aspiracio­nes geopolíticas que tienen sobre este terri­torio y sobre sus mercados. Los diferentes gobiernos de todos partes del mundo muestran claramen­te sus intereses convergen­tes cuando se sirven, hoy, de esta nueva guerra para fomentar la paz social en su país, para promover la cohesión nacional, para atacar al proletariado, para imponerle sacrificios y austeridad. Las repugnantes campañas humanitarias, se encuen­tran por todos lados, en prime­ra línea, para desposeer al proletariado de toda solida­ri­dad real de clase, para hacer todo lo posible para que el proletariado abandone sus objeti­vos propios, sus intereses y sus luchas, que es ¡la única perspectiva válida para enfrentar la guerra y sus causas pro­fun­das!

 

       El carácter directamente internacional de la guerra se verifica, además, en las declaraciones de los políti­cos, así por ejemplo, un Delors o un Boutros Ghali, declara abiertamen­te que piensan que la opinión pública en Europa no está aún dispuesta a aceptar los sacrificios ligados a una intervención masiva de la OTAN en el conflicto en Yugoslavia.

 

       Contra todas las justificaciones ideológicas, que las diferentes fracciones burguesas utilizan para alistar al proletariado atrás de sus banderas para enviarlo más fácilmen­te a hacerse matar en los diferen­tes frentes de guerra, la realidad nos muestra, que esta guerra, no es más, que un nuevo episodio trágico, del enfrentamiento histórico, que opone a nuestra clase a la sociedad del Capital.

 

 

 

LAS CAUSAS DE LA GUERRA

 

 

 

A. Cuadro General

 

 

 

 

Es evidente que el estallido de la guerra en Yugos­la­via está ligado al conjunto de convulsio­nes, que desde hace unos años, sacuden a los países de la zona de Europa del Este y de Europa central. Sin embargo, a su vez, dichas convulsio­nes, contraria­mente a lo que pretenden hacernos creer los medios de comuni­ca­ción de masa, no pueden encon­trar explica­ción, en un fenómeno mágico llamado "peres­troi­ka", ni en los planes y proyec­tos de un hombre-provi­den­cial-cual­quie­ra. Fren­te a todas estas ideolo­gías misti­ficado­ras que afirman "el fin del comunis­mo", los revolu­cionarios denuncia­mos estas campa­ñas por lo que son: la des­truc­ción de la perspec­tiva proletaria, y oponemos el planteo clasista e interna­ciona­lista que afirma que sobre las ruinas de la insu­rrección proleta­ria de octubre del 17 en Rusia, y del conjun­to de la ola revolucionaria mundial de los años 17-23, la contrarre­volución que se impuso en esos años, bajo la dirección de Lenin y luego Stalin, fue quien reorganizó la producción capita­lista en Rusia como en todas partes del mundo.

 

       El capitalismo nunca ha cesado de some­ter al planeta entero. Tanto en el Este como en el Oeste la ineluctable catástrofe capita­lista se concreta en la crisis mundial y provo­ca las deflagra­ciones de miseria y guerra cada vez más imponentes que conocemos en la actualidad. Frente a la barbarie del capi­tal, la única pers­pectiva, de actuali­dad per­manen­te. es su destruc­ción revolu­cionaria, y la instauración de una sociedad, al fin, comu­nis­ta.

 

       La situación de crisis social, que atravie­san esos países desde hace dé­cadas, es la determinante del contexto general de las restructuraciones políti­cas en esta zona. Crisis social, pues la crisis es global y se manifiesta  tanto  en la  esfera  económica como en  la

políti­ca e ideológica. Estas últi­mas no son más que aspectos que recubren las diferentes concreciones de una misma realidad y consecuente­mente no pue­den sepa­rarse. No se trata para nada de una particularidad, como nos quie­ren hacer creer los numerosos "espe­cia­listas": economistas, sociólogos, politicólo­gos, ... al servicio del discurso dominan­te, sino al contrario, el pro­ducto integral en una zona concreta, de la crisis mundial que sacude violen­ta­mente a todo el viejo mundo del capital.  En efecto, no se puede seguir ignorando que esta crisis causa estra­gos en todos los continentes y que golpea tan duramente a Africa, Asia, América, como a Europa.

 

        Ese es el cuadro general al que tenemos que referirnos, para inscribir los sucesos en la ex-Yugos­la­via: el de una situación de crisis generali­zada de valorización del capital que plantea al mismo tiempo la explosión de todas las contradicciones interburguesas, simultaneamente a la necesidad de ataques, cada vez más violentos, contra el prole­ta­riado; lo que a su vez se complica con el estallido de las estruc­turas anteriores que ya no permitían el encuadramiento de las reaccio­nes proletarias.

 

       Corolaria­mente asistimos a la crea­ción de nuevas formas de encuadra­miento, de nuevas fronteras (más ba­rrotes ... para nuestra prisión), más eficaces que las anteriores al estar menos descreditadas por la experien­cia pasada. Por todos lados, pero de ma­nera mucho más acentuada hoy en día en Yugoslavia, estas nuevas formas de encuadramiento se inscriben en los desarro­llos tácticos inevitables que surgen de un cuestiona­miento de las antiguas alianzas interburguesas y que se con­cretan a través de la constitución de nuevas conste­laciones imperialistas.

 

 

 

 

B.Breve síntesis Histórica:

       particularidades de las fuerzas de encuadramiento

       de las contradicciones sociales en Yugoslavia

 

 

 

 

Esta zona "Eslava del Sur" fue sacu­dida, como otras partes del plane­ta durante la primera guerra mundial y en respuesta a las masacres y miseria ininterrumpi­das que impuso el Capital, por una potente ola de luchas: durante la disloca­ción de la monarquía austro-húngara, a fines de 1918, la situación fue parti­cularmente explosiva. El desa­rrollo y la generaliza­ción de las luchas revolucionarias a escala mundial le

asestaron un golpe decisivo a la gue­rra, logrando detenerla (4).  En Za­greb, por ejemplo, unidades militares enteras que venían del frente, mani­fiestan y se organizan con el objetivo de generali­zar la revolución internacio­nal en Yugoslavia (5) Esta revuelta de regi­mientos dirigida por exprisio­ne­ros de guerra en Rusia, será reprimida sangrientamen­te. El papel jugado por los soldados desmovilizados y los pri­sioneros de guerra que pasaron por Rusia fue primor­dial en todas partes.

 

 

       Los proletarios en Serbia se enfren­tan violentamen­te al Estado: en julio del 19, en Marburg, los reser­vis­tas del 45avo regimiento yugoslavo se amoti­nan; en el mismo mes, en Varazdin, en Croacia, los derrotistas revoluciona­rios prove­nientes de un regimiento de caballería, con la participación de los obreros de la ciudad, encarcelan a sus oficiales y proclaman la "Comuna"; en Esseg, en Eslavonia, los proletarios decretan la huelga general y enarbolan la bandera roja cuando llega el ejército francés,...; en la campo también se multiplican los subleva­mientos de obreros y la expropiación de los expro­piadores, ... reto­mando así los medios y los objeti­vos de la lucha de sus her­manos de clase en todo el mundo.

 

      

       En conclusión a la primera guerra mundial y contra el movimiento de lucha del proletariado contra la mis­ma, se constituye Yugoslavia entorno al reino de Serbia, bajo el nombre de "Reino de los Serbios, de los Eslove­nos y de los Croatas". Los vencederos de la guerra calcularon servirse de esta nueva nación para llevar adelante sus proyectos geopolí­ticos en la región y para fijar en una identidad política a un mosaico de poblaciones esencial­mente, pero no exclusivamente, eslavas y así estabilizar esta zona heterogé­nea.­ Las luchas revolucionarias que se desa­rrollaban en Hungría (y cuyo entu­sias­mo era comunicado, evidentemente, a los proletarios más allá de estas fron­teras) hacía sumamen­te necesaria dicha estabilización tanto para las diferen­tes fracciones burguesas de la región, como para el conjunto de la burguesía mundial.

 

       La finalidad de la "nueva nación" yugoslava aparece ya en su misma partida de nacimiento: creación de una entidad que sancione la correlación de fuerza entre las diferentes fracciones del Capital y que oculte la reali­dad del Estado -dictadura de la clase dominan­te- para lo cual tiene que presentarse como la organiza­ción unitaria y demo­crática de todos los individuos, explo­ta­dos y explotadores. La nueva nación yugoslava, como toda nación, encierra al proletariado detrás de los muros de la defensa de la economía y del Esta­do nacio­nal.

 

       La lucha revolucionaria fue reprimi­da, sin descan­so, por la nueva estructu­ración del Estado: represión violenta de la huelga general de los ferroviarios en abril del 20, del accio­nar revolucio­nario de los proletarios del campo, lo que condu­jo, en diciembre de ese mismo año 20, al encarcelamiento masivo y a la dispersión de militantes obreros... en fin, a la derrota del movi­miento revoluciona­rio, como en todo el mundo.

 

       La carnicería generalizada de la Segunda Guerra Mundial, pudo llevar­se acabo gracias a ese contexto inter­nacional de derrota histórica del prole­tariado revolucionario. En efecto, luego de la lucha del proleta­riado en los años 17-23, que paró la guerra mundial, se abre un período de derro­ta que imposibi­lita una respuesta cla­sista a la segunda guerra mundial.

 

       "El derecho de los pueblos a dispo­ner libremente de su destino" sirvió, en este contexto, de justificación y de palanca para preparar la guerra.  En marzo del 38 el gobierno alemán ane­xa a Austria so pretexto de garantizar el "derecho a la autodeterminación de los 6 millones y medio de alemanes que viven en Austria". En esa misma época el gobierno alemán, con el obje­ti­vo de destabilizar Checos­lova­quia y con el acuerdo de los Estados de Gran Bretaña, de Estados Unidos y de Fran­cia (que esperaban así, canalizar el expansionismo de su competidor hacia el Este de Europa), se lanza en una frenética agitación entre a los "alema­nes" que viven en Checoslovaquia a lo largo de la frontera con Alema­nia (tres millones de habitantes de origen alemán) para empujar a la secesión; política que condu­cirá a la desintegra­ción de la nación Checoslo­vaca en marzo del 39.  Polonia, en setiembre del mismo año, fue anexada. Luego será el turno de la ocupación de Dina­marca, Noruega, Bélgica y Francia. En marzo/abril del 41, Yugoslavia y Gre­cia serán ocupadas.  En Yugoslavia, el ejército real se dispersó al oír el pri­mer disparo y el país fue repartido entre los gobiernos alemán, italia­no, húngaro y búlgaro. Luego de la crea­ción de un nuevo "Estado Croata", asociado al Eje, solo quedará de Yu­goslavia una minúscula Serbia gober­nada por una fracción burguesa pro-alemana.

 

       Desde que se dieron las primeras operaciones de la gue­rra, surgieron numerosos focos de resistencia prole­taria en Yugoslavia que se apoyaban en estructu­ras comunales o de clanes. Pero esta resistencia, al desa­rrollarse dentro de un contexto de profunda derrota del proletariado internacional, no pudo alcanzar niveles de expresión que le permitiesen plantear claramente sus objetivos de clase. Esta resistencia fue canaliza­da en las consignas de tipo burgués antifascis­ta: "antes la guerra que el pacto", "antes en la tumba que esclavos". Dichas consignas eran parte de la polariza­ción exacerbada de los intereses de las dife­rentes fracciones burguesas y conducían a los proleta­rios a abandonar su lucha contra la guerra para caer en el apoyo a tal frente de guerra, a tal fracción burgue­sa impe­rialista, en contrapo­sición total con sus intereses revolu­cionarios de clase mun­dial.

 

       Las grandes fuerzas políticas, que pretendie­ron encuadrar esta resistencia que se desarrollaba espontá­neamen­te, fueron dos:

 

       - los restos del ejército real; restruc­turado por Mihai­lovi (oficial serbo fiel al rey), que se denomina­ban los "chet­niks";

 

       - el partido "comunista"; en pleno proceso de staliniza­ción, que comienza en los años 20, lleva adelante toda una serie de purgas en la dirección y forma una base disciplinada que tuvo un cierto eco entre los proleta­rios de las ciudades.

 

       Los dos ejércitos permanecieron más o menos equiva­len­tes militarmen­te durante un período y el P"C" se impuso política­mente, con la complici­dad tácita de Churchill, antes de la liquidación de su competidor. El P"C" aplicó, conforme a las consignas de Moscú, la estrategia de frente patrióti­co, y no dudo en perseguir y fusilar a los autores de expropiacio­nes. Como en todo el mundo en esos años, las transforma­ciones sociales, según el programa stalinis­ta, solo podrían darse una vez la guerra terminada y en base a un proceso democrá­ti­co electoral. La fuerza decisiva de recupera­ción del P"C" residía en la perspectiva federalis­ta del Estado, la única que podía res­tau­rar una autoridad estable en la región, sobretodo luego de la derrota del ejército real en 1940.

 

       Las fuerzas reales, dirigidas por Mihailovi, a pesar de que contaban, en un primer momento, con la simpatía y el apoyo material de los Estados occi­denta­les, estaban muy marcadas por los intereses nacionales serbos, lo que no les permitía reorgani­zar un Estado coherente. Por ello las potencias occi­den­tales no continuaron invirtiendo en esa carta y la misma fue abandona­da a su deriva. Ese ejército, al que se le corta­ron las provisio­nes, terminó por desaparecer luego de las masacres que tuvo que soportar. El corte del apoyo militar occidental y las sucesivas derro­tas y masacres preparaban los futuros resultados electorales de postguerra: la legitimación del Partido "Comunis­ta" yugoslavo.                  

 

       El aparato del P"C", era un calco perfecto del Estado modelo soviético. Desde ese momento comenzó el mito yugoslavo, por primera vez desde la creación de la "nación yugoslava", se cuenta con una adhesión masiva de "proletarios" a la patria. Esta identifi­cación ideoló­gica a la patria yugoslava, encarnada por el Partido "Comunis­ta", fue facilitada por el hecho de que en el transcurso de cinco años de guerra nueve ejérci­tos diferentes extermina­ron a fuego y sangre a los proletarios, dejando solo a algunos sobrevivien­tes pero totalmente diseminados, abatidos, y a sus familias dislocadas ... La fuerza del Partido "Comunista" yugos­lavo se materializó en la capacidad de encar­nar el proyecto de un Estado estable y sólido capaz de abrir un período de orden y de reconstrucción, y Tito llega a imponerse como símbolo de esta aspiración  (convie­ne recordar que Tito podía prevalerse de encuadrar a un ejército potente que contaba con 800.000 comba­tientes armados). La fundación de esta "segunda Yugosla­via", como todo nuevo impulso de "reconstruc­ción nacional", se hizo en base a ejecuciones masivas, persecucio­nes de todo aquel que no mar­chaba al paso, en base a arresta­ciones, deporta­cio­nes, intimi­daciones, ... en breve de todo el terror que caracteriza histórica­mente al surgimiento de una nueva estructuración del Estado.

 

       La fuerza que adquirió el P"C"Y en el transcurso de la guerra, gracias a sus posiciones patrióticas y nacionalistas, en conformidad con las directivas stalinis­tas, se transformó en desventaja con respecto a la capacidad de seguir los cam­bios impuestos por el Estado capitalista en Rusia. El "frente patrióti­co" tenía que tener en cuenta las con­diciones naciona­les que le permitían mantener su dominación: tenía que mantener su discurso social para en­cuadrar a los obreros que no habían sido liquidados durante la guerra por sus posiciones realmente comunistas y al mismo tiempo tenía que integrar las aspiracio­nes de los pequeños propieta­rios y campesinos fuertemente embebi­dos por la ideología nacionalista.

 

       La nueva capa de gestores de este Estado, en su mayoría herederos del personal existente antes de la guerra y que solo habían cambiando de discur­so, toman los comandos del poder con la conciencia de no deber nada a Mos­cú con respecto a su "liberación". Cuando Stalin quiso, luego de la gue­rra, reafirmar el predomi­nio del Esta­do ruso sobre el conjunto de las nacio­nes de su zona de influencia, surgió una nueva situa­ción: la URSS no era ya la única "patria del socialismo" puesto que nuevos gobiernos con ideo­logía marxista surgían. Para los jefes de Moscú hubiese sido mucho más fácil imponer su disciplina si los fanto­ches que instalaba en la dirección de sus partidos hermanos no hubiesen estado determinados también por las obligacio­nes que les imponían sus propias condiciones nacionales para mantener el poder en su país. No fue, entonces, una cuestión ideológica, sino las determinantes propias a "su" reali­dad, las que impusieron a estos parti­dos la elaboración de un discurso conforme con sus intereses inmedia­tos.

 

       Cada nuevo Estado, en conformi­dad con la ideolo­gía sta­li­nista que sostenía en esos momentos, para URSS, la noción de defensa de los intereses nacionales de un "Estado Obrero", podía defender sus propios intereses nacionales sin dejar de estar permanentemen­te en regla con la ideología stalinista; es por ello que Tito se indignaba cada vez que se le acusaba de desvia­ción revisionista. Es en este contexto que surgió el enfren­tamiento, o con mayor exactitud "la irritación" de Stalin con respecto a Tito; este de simple ejecutante de su voluntad se transforma en una perso­nalidad del bloque stali­nista interna­cio­nal, lo que, a pesar de que no exis­tía diver­gencia alguna, se opone a sus cálculos.

 

       Otro aspecto que reforzó la imagen de Tito fue la compo­si­ción de la base titista. El aparato sobre el cual reposa­ba el poder después de la guerra esta­ba embebi­do de gloria militar adquiri­da por la fuerza de sus propias armas. Una gran parte de las tropas "comu­nis­tas" disciplinadas, e incondicio­nales de Moscú desapare­cieron, durante el transcurso de la guerra y los nuevos reclutas, que habían mamado la ideo­logía "comunista" yugoslava, eran rea­cios a los dictámenes del "padrecito de los pueblos".

 

       La epopeya del Ejército Rojo, que vino a "liberar Yugos­la­via", es decir que vino simbólicamente hasta Belgra­do, dejó algunas cicatrices profundas: las tropas rusas se comporta­ron como conquistado­res, provocando incidentes entre ellos y la población "liberada" y al parecer hubo hasta enfrenta­mien­tos armados.

 

 

       Esta desconfianza, con respecto a Moscú, se hacía más real en la medida en que se descendía en la escala del Partido "Comu­nis­ta" yugoslavo y al interior del proletariado. La presión de la base prohibía a Tito, so pena de perder el control, de ceder abierta­mente a las presiones de Moscú. Para mantener su papel, y a medida que se desarrollaban las presiones de Moscú, Tito estaba obligado a situarse en la oposición. Asimis­mo, como estaba muy familiari­zado con los métodos stalinis­tas, sabía cual era el destino que se le reservaba en el proceso de esta escala­da. La historia de Yugosla­via no había permitido, a los incondicionales de la domina­ción rusa, controlar suficiente­men­te los mecanis­mos de concreción territorial del Estado; es por ello que este enfrentamiento personal degenera rápidamen­te, a los ojos de los ciudada­nos yugoslavos, en una ofensa a su sacrificio y a sus luchas de resistencia.

 

       La actitud de Tito, que se situaba entre Moscú y su propia base, fue la de desarrollar la idea de que solo se trataba de un error de estimación de Stalin, que éste estaba cometiendo una falta política con respecto a si mismo, pues él, (Tito), nunca se había desvia­do de la ortodoxia estalinis­ta (que había aprendido durante sus años de exilio en Moscú). En realidad Tito fue el mejor defensor de Stalin.

 

 

       Este contexto de rupturas es el que explica, a partir de la guerra e incluso del stalinismo, el desarrollo en Yugos­lavia de una "vía propia hacia el socia­lis­mo" , es decir en realidad la cons­trucción de una identidad ideo­lógi­ca "propia" alrededor de la cual se podía consolidar su propio Estado terrorista sin temor a tener que enfrentar, a mediano plazo, una situación de asfixia con respecto al bloque ruso.

 

       La particulari­dad política de Tito se expresó en dos ejes:

 

       - a nivel internacional, a través de la creación, con Nasser y Nehru a media­dos de los 50, del "movimien­to de países no alineados" que le otorga a la experien­cia yugoslava un asidero y una legitimidad internacio­nal (apoyo de los países extra-europeos en lucha por la descolonización, apoyo al FLN argeli­no, ...). De lo que se trataba, para el gobierno yugoslavo, era de posicio­narse en una situación de fuerza en el ajedrez mundial de competencia inte­rimperialista;

 

       - a nivel interior, gracias a la intro­ducción del federa­lismo autogestiona­rio se buscaba una mayor partici­pación de los ciudadanos yugoslavos en la reconstrucción del Estado y se le daba a este una aureola, una reputación innovadora (frente a los grupos bur­gueses de extrema izquierda y otros reformistas radicaloi­des). En las em­presas "autogestionadas por trabajado­res" (tal como dice la propaganda oficial) la desocupación no será disi­mulado como en los otros países esta­linistas y más de un millón de emigra­dos "beneficiaron de la libertad" de ir a buscar trabajo a otros países del mundo, principalmente a Alemania y Suecia. A las repúblicas "la autogestión titista" les otorgaban "genero­sa­mente" la gestión de la producción local, mientras que la autoridad federal guardaba el poder decisivo sobre los volúmenes de inversión y sobre la política salarial.

 

       Estas particularidades "titistas" mos­traban al mismo tiempo la inteligencia política de Tito y los límites de este político burgués que, como todos sus pares, no escapa a los imperativos de la gestión de la relación social capita­lista. Tito, en última instancia, no hizo más que ejecutar fielmente, como una marione­ta, las órdenes, no de tal o cual hombre efímero, como Stalin sino de su verdadero patrón: el Capital. En este sentido afirmamos que los Tito, los Walesa, Khomeny, Saddam y otros Mandela, están literalmente "designa­dos" por la relación social capitalista para asegurar una mejor gestión de la sociedad mercantil.

 

       La importancia de las cuestiones nacionales, que caracte­ri­zan las condi­ciones ideológicas en Yugoslavia, no son el fruto de una irremediable com­plejidad, como se nos pretende hacer creer, sino que por el contrario no son más que la simple expresión de la fuerza de mistificación, bien real, del Estado en Yugoslavia. Las expresiones locales de intereses particulares que como en todas partes son el resul­tado de intereses fraccio­na­les del capital, fueron siempre mantenidas y hasta incentivadas como asentaderas indis­pensa­bles de un Estado que hacía de la conciliación de las mismas, una de las bases de su existencia.

 

       A ello corresponde la estructuración federal del gobier­no, como gestión del enfrentamiento latente de intereses regionales entre las diversas repúbli­cas; es decir que la "patria yugoslava" aparece como garante  del respeto de cada particularismo. La fuerza de cada fracción local de la burgue­sía se funda­menta en la defensa de su particularis­mo con respecto a las otras, por la valoriza­ción político-cultural de su lengua, de su historia, de sus tradicio­nes, ... lo que implica también el ha­cerse valorar como fracción internacio­nal del capital al mostrar nacional e internacional­mente la capacidad de encuadramiento de "su propio" prole­taria­do.

 

       Ese tipo de estructuración del Esta­do permitió a su vez una cierta com­partimentación de las tensiones socia­les que surgían en las diferentes regio­nes de la federación. El cimiento his­tórico de la ideología yugos­lava fue la lucha (al interior de la cual la lucha armada y guerrillera fue un elemento decisivo pero no exclusi­vo) llevada adelante por el P"C" contra los dife­rentes ejércitos que robaron y diseca­ron el terri­torio y sus habitan­tes, en el transcurso de la segunda guerra mun­dial. Esta lucha fue, al interior de la ideología yugosla­va, su "revolu­ción". En realidad se trataba de la tentati­va capitalista en Yugosla­via de reforzar el poder  del Estado como elemento funda­mental de dominación y sumisión de los proletarios.

 

       La cuestión nacional yugoslava fue la respuesta particu­lar formulada por el Capital en Yugoslavia para garanti­zar sus condiciones de desarrollo a partir de la segunda guerra mundial frente a la debilidad del ex-reinado de Yugoslavia. La estructura federalista, que se reforzó más tarde con el mismo sentido por las estruc­turas autogestio­narias, respondía a la necesidad de estabilizar, y por ello de integrar racio­nalmente a la economía mundial, un territorio heterogéneo que tenía fuer­tes tradiciones de resistencia al centra­lis­mo. Esta particula­ridad de la ideolo­gía yugoslava la hace apta para canali­zar las tensiones sociales locales hacia el terreno del nacionalismo. (6) Así la razón de la miseria se explica en base a las porciones que se conceden los otros en la federa­ción, al reparto que se realiza "en beneficio de las otras repúbli­cas" del presu­puesto federal y se hace de cada naciona­lismo particu­lar una fuerza de encuadra­miento social.

 

       Todo desarrollo cualitativo de las luchas en Yugos­lavia se estrella direc­tamente con el nacionalismo como fuerza de integración a la economía mundial. Los discursos ideológicos en Yugoslavia,  se dividen en dos

polos principales de influen­cia geográfi­ca, pero en cada región cada uno de los discursos busca encerrar la lucha de los proletarios en los problemas de competen­cia entre regiones y toda preocupación social en políticas de reformas que ocultan la comunidad de interés que liga a todos los proletarios del mundo.

 

 

· El "norte", que  abarca Eslovenia y Crocia, fue histó­ri­camente marcada como región por la presencia de Aus­tria y por los intercambios con Italia durante la confi­gu­ra­ción de su in­fra­estructura industrial y comer­cial. Por ello la misma es la que más se interesa en la apertura hacia la OCDE. Fue en Eslovenia que la Fiat y la Citroen instalaron sus fábricas de montaje, fue en Croacia que se construyó toda una infraestruc­tura para recibir a los turis­tas alemanes. Son regiones en las que la cultura occiden­tal esta más impreg­nada y en las que la ideología "del éxito y del bienestar" como sinónimos de acumu­la­ción de riquezas y de mer­cancías se encuen­tran más arraigadas. Son las únicas regiones que tienen una balanza comercial favorable, gracias a su prosperi­dad relativa, y en las que las capas pequeño burguesas son de­fensoras ardientes del liberalismo económico, en el que ven nuevas posi­bilidades de aumentar, o por lo menos conservar, su riqueza. El peso de estas capas es mucho más importante que en las otras repúbli­cas.

 

· El segundo polo abarca el resto de Yugoslavia, es la Yugos­lavia de los "balcanes". En estas regiones, a excep­ción de una parte de Serbia y de Voi­vodin, la miseria y la pobreza dominan a una escala mucho mayor. Por ello las burguesía locales tienen interes en un centralismo riguroso que les permita imponer un reparto de los recursos globales en su favor (lo que se concre­ta en 1965 en la creación central de un "Fondo de ayuda a las repúblicas y provincias insufi­ciente­mente desa­rro­lladas" que permitía al Estado trans­mitir capita­les de las repúblicas del Norte hacia el Sur del país). Este polo abarca el conjunto de territorio Yugos­lavo que fue sometido históricamente a la ocupación otto­mana. Por dichos hechos históricos, la región está más marcada cultural­mente por una mito­logía de luchas "populares" ancestrales (que cimientan mejor la unión popular nacional de hoy en día) que pueden esclarecer ciertos aspectos de los he­chos recientes en Serbia y en el Koso­vo.

 

C. El contexto inmediato

 

 

 

Tito tuvo la suerte, para mantener su leyenda, de morir en el buen momento. Su desaparición en 1980 coincide con un fuerte empuje de parte del Capital, para racionalizar las condiciones de la actividad económica a través de todo el mundo, lo que provoca una homogeneización de los discursos ideológi­cos (por todos lados se afirma "el comunista esta muerto", "la alternativa solo puede venir del mercado y de la libre

compe­tencia"): ver nuestro artículo "La Catástrofe Capitalista" en Comunismo Nº 32. Una de las grandes herencias que dejó Tito, uno de los últimos "héroes" de la car­nicería mundial 39-45, fue la deuda externa de 18 mil millones de dólares.

 

       La primera contribución post-mor­ten de Tito fue asegurar el papel regu­lador de las instancias centrales para así evitar la emergencia de una direc­ción federal muy marcada por uno de los nacionalismos yugoslavos. Ello se concretó en una estructura colegial del poder federal acompañada de un pro­ceso electoral complejo que moviliza­ba, durante un mes, toda la panoplia de comites locales, económicos, regio­nales, ... El objetivo era asociar a los ciudadanos al funcionamien­to del Estado por medio de la participación, todavía "más directa" que en  los tipos  democráti­cos parlamentarios

clásicos del Este o del Oeste. (7)  No obstante, esta estructura colegial del poder fede­ral, logró alcanzar, por un tiempo, sus objetivos: debili­tamiento aparente de la autoridad del poder central con res­pecto a las diferen­tes regiones que, en retribución, confirma la necesidad acrecenta­da de su papel de árbitro y de regulador supremo de todas las tensiones locales. De esta contra­dic­ción las instancias centrali­zadoras del Estado extraen su fuerza y su justifica­ción. Esta posi­ción le permitió a las mismas, el inscribir el movimien­to ideológico, con mayor flexibili­dad, en la nueva tenden­cia general mundial por medio de las cuales se pone nue­vamente de moda el "invitar a partici­par a los pue­blos" (terminología bur­guesa que hace referencia a los ciuda­danos atomizados, sin pertenencia de clase) de Yugoslavia.

                                                   .

 

 

 

 

EL DESPERTAR SOCIAL

 

 

 

 

La restructuración del Capital mun­dial implicó, en Yugos­la­via como en todo el mundo, un ataque generali­zado a las condicio­nes de vida del proletariado; lo que a su vez determi­nó las condiciones objetivas e inevita­bles de la ruptura de la paz social. Así por ejemplo en Serbia, el Banco Cen­tral reduce de 40% el salario para los 5 años consecutivos y liberali­za los precios

 

       En 1984 una ola de huelgas muy duras estalla en toda Macedonia. Una de las fábricas más importantes de la región se declara en huelga "contra la mafia buro­crática", otra fábrica impor­tante declara la huelga "hasta el fin", que durará 46 días.

 

       En el verano de 1985 se anuncia en el puerto de Koper (el único gran puerto de Eslovenia) la disminu­ción de salarios y despidos por falta de activi­dad. La huelga estalla y los huelguistas se colocan abiertamen­te contra el terreno antisindi­ca­lista de la concilia­ción de clases (el sindicato había acep­ta­do el plan de austeri­dad). Frente a la radicaliza­ción obrera, el sindicato como en otras partes, no duda en colabo­rar con la policía y la adminis­tración para perseguir a los "agita­do­res".  Dicha huelga abrió el comienzo de un nuevo y vasto movimien­to de protesta social que parali­zó todo el país.

 

       En Eslovenia numerosas empresas importantes son paraliza­das por la huelga, los obreros por todas partes rompen y queman sus cartas sindicales. En Croacia las huelgas se radi­calizan y el ejército entra en acción para impe­dir la exten­sión de la lucha. En dife­rentes regio­nes, el proletariado ocupa las calles para mani­fes­tar su solidari­dad con los huel­guistas. Los puertos de Split y de Rijeka se pliegan al mo­vi­miento huelguís­tico parali­zando el comercio con el exterior. La reacción burgue­sa fue rápida: el gobierno de Eslovenia autoriza las huelgas con la condición de que los obreros se re­unie­sen y discutie­sen con los sindicatos e informasen a la dirección a través un aviso previo.

 

       Un diario Yugoslavo ("Studensk List" 3/10/85) describe la situación siguiente:

 

    "Las informaciones de este verano nos relatan que casi todos los días los trabajadores, de dos de nues­tras em­pre­sas, están en huelga ... Los grupos de altos dirigen­tes (que visitan las fábricas en huel­gas) expre­san, con respec­to a las huelgas de este verano, su profunda preo­cupación, con res­pecto a las nuevas circunstancias, au­sentes en las huelgas precedentes. Particularmente al hecho de que los trabajadores a través de sus huelgas, manifiestan un descontento general y no únicamente rei­vindicacio­nes pro­pias a su empresa. Concretamente, los trabajadores huel­guistas exigen a los altos responsa­bles de las Repú­bli­cas y de la Federación que encuen­tren una salida a la situa­ción a la que han llevado al país ..."

 

 

       En 1986, una nueva tentativa del gobierno federal de "cerrar las fábricas no rentables" y secundada por los sindi­catos,   que  intentarán   hacer  acep­tar   plan  de restructura­ción a los obreros en las "reuniones de gestión de empresas", es rechazada frontal­mente por la clase obrera: nueva ola de huelgas. Además la autoges­tión de la explotación capitalista y de la mise­ria es saboteada por el proletariado: las reuniones convocadas se vacían de obreros.

 

       El diario alemán "Die Zeit" del 17/01/86 publica las declaraciones de un metalúrgico en huelga:

 

    "Solo puedo lanzar una carcajada con respecto a esta teoría a propósito de acciones de huelga que nacen súbi­tamente a partir de un capricho o de esa afirma­ción según la cual detrás de las huelga se encuentran los ocio­sos ... Ya llegamos al límite de nues­tra pacien­cia. La clase obrera no tiene nada que perder, ni temer."

 

       Muchos obreros trabajan solamente 3 o 4 horas de las 7 horas oficiales el resto del tiempo se transfor­man en "campesinos" realizando trabajos agrí­colas para subsistir: mas o menos el 60% de los habitantes de Yugoslavia viven de la agricultura cuando sola­mente 38% de la población vive en la campaña. Otros traba­jan al negro luego de terminada su jornada de trabajo para mejorar su miserable salario: se calcula que 40% de los ingresos de una familia provienen del trabajo negro. La baja del salario real alcanzó niveles impresio­nantes: más de 40%. Las estadísticas del Ministerio de la economía nacional constatan que en el transcurso de esta época se dio una baja importantísima de los gastos de­nominados de "consumo".

 

       En marzo del 86 el gobierno de Milka Planic cae. ¿La causa?, La im­posibilidad de aplicar eficazmente el plan de austeri­dad del FMI; el descon­tento de los trabajadores se expresa cada vez más clara y violenta­mente. El nuevo gobierno de Branko Miklic, con el apoyo de los sindicatos, promete a sus correligionarios aumentos de pre­cios y bloqueo de salarios durante 6 meses. La respuesta obrera fue clara: huelgas, manifes­taciones, ocupacio­nes, sabotajes ... que hacen cambiar total­mente la correlación de fuerzas. El proletariado logra en muchos casos imponer sus condiciones; una prueba de ello es el aumento del ingreso: aumento 8% del salario real. Ello, sumado a las huelgas, al gran número de actos de sabotaje, se traduce evi­dentemente en una pérdida generaliza­da de la rentabilidad del capital en todo el espacio productivo Yugoslavo.

 

 

       La burguesía cedió ante la relación de fuerza, pero las necesidades de sus condiciones concretas de acumu­lación de capital la empujaban a soluciones totalmente antagónicas. Es así que el gobierno federal elabora, con la bendi­ción del FMI, una reforma monetaria que tenía como obje­tivo el eliminar las empresas no compe­titivas (quitándoles el apoyo de los bancos locales) y la devaluación del Dinar de manera a provocar una redistribución del ingre­so, es decir un aumento radical y rela­tivo del plusvalor.

 

       En el transcurso del otoño del 86, la casi totali­dad de los bancos de Ma­cedonia, de Montenegro y del Kosovo quiebran. La presión obrera es tan fuerte que ningún gestor del Capital quiere tomar el riesgo de enfrentar a los proletarios cerrando las centenas de fabricas decretadas como no renta­bles. La situación se pudre cada vez más: las empresas no pueden seguir funcionando y se les abandona simple­mente. La deso­cupación alcan­za nive­les enormes. En 1986 se estima a 1.200.000 el número de desocupa­dos, la inflación que se transforma en el principal elemento redistri­butivo a favor de la burguesía, alcanza el 130%. 

 

       En ese mismo año se corta el gas y la electricidad a miles de familias del centro de Belgrado por no haber paga­do; se amenaza con despidos masivos, ...

 

       El proletariado, frente al nuevo auge de los planes de austeridad que preven la supresión de 35.000 puestos de trabajo más antes de fin de año, se lanza masivamen­te a la lucha. En el campo el proletariado agrícola, arma­do de hachas y palas, ataca a la policía y a las grandes empresas industriales.

 

 

       Durante 1987-88, el movimiento de protesta en Yugoslavia se radicaliza aún más: ya no solo el prole­ta­riado se contrapo­ne a  los planes de austeridad, sino que abiertamente se plantea la cuestión del poder. Las protestas y las huelgas rompen los límites de la fábri­ca y de los grandes centros industriales y cues­tionan todos los aspectos de la vida: el trabajo, el "socialismo", la familia, el patrón, el jefe, las habitacio­nes miserables de los obreros, ... Las condi­ciones capitalistas elementales para el reinicio del trabajo, no existen más, la huelga es permanente.

 

       Esta agudización de la acción direc­ta de nuestra clase en Yugosla­via se nutre en fuerza y en extensión a medi­da que se desarrolla un ciclo de gene­ralización de las luchas proleta­rias a nivel mundial. En los países de Europa central y del Este (países llamados "comu­nistas") se desarrollaba simultá­neamente una ola de luchas intensiva que cuestionó el orden social y que dio la señal de alarma y precipitó los cam­bios políti­co-formales que luego se darán a la cabeza de esos Estados para gestionar mejor esas "economías enfer­mas" y responder a la creciente agita­ción social.

 

       En el verano del 86, los mineros "húngaros" decre­taron la huelga contra los despidos; en el 87, en Ruma­nia, se produje­ron varias olas de lucha que concluyeron en los motines san­grientos de Brasov (noviembre del 87);  en el otoño del 87, en Bulgaria también emergió una ola de huelgas, un ejem­plo fue las de la fábrica de Mezdra por un aumento de salarios; en la primavera del 88 en Polonia se desa­rrollan numerosas huelgas en oposi­ción al alza masiva de los precios de los alimen­tos y en agosto de ese mis­mo año estalló una ola de huelgas que Walesa y Solidarnosk no pudieron contro­lar facilmente.

 

       A fines de febrero del 87, y como respuesta a un aumento de los precios de ciertas mercancías de consumo obrero (algu­nas aumentaron más del 20%), a la congela­ción de salarios y a la intensificación del trabajo, se produ­jeron un conjunto de huelgas, califica­das de "salvajes" por las autoridades. Duran­te un mes y medio se producen más de 80 huelgas, sin preaviso, en todo Yugoslavia, pero principal­mente en Croacia. Frente a dicho movimien­to, la burguesía responde con las habi­tuales medidas represivas que utiliza en todo el mundo: despidos, no pago de los días de huelga, menazas de intervención del ejér­cito,...

 

       Pero a esa altura el movimiento sigue su curso ascenden­te; luego de una corta interrupción, a princi­pios de abril de ese mismo año, en los yaci­mien­tos de hulla de Labin, en Croa­cia, se produce la huelga de mayor dura­ción, desde la segunda guerra mundial: duró 33 días. Los mineros reclaman la anula­ción de todos los aumentos de precio, un aumento del 100 por ciento de los salarios y el cambio del directo­rio de la mina.

 

       La burgue­sía, ante la perspecti­va de una eventual unión de los proletarios en huelga, sobretodo teniendo en cuenta que en ese mismo momento había también proletarios en lucha abier­ta en el Noroeste y en la costa Adriática, concede un aumento del salario nominal de 40%  (los obreros reivindicaban 100%) para parar la huelga de Labin y hace renunciar a algunos funcionarios por incapaces (es decir les tira algunas migas para parar­los). Pero eso no impide que el ejem­plo de los mineros de Labin se extien­da; los herreros de Kroljevo, los em­pleados y los obreros de los edificios de Tito­grado se declaran también en huelga y a su vez esto constituye un ejemplo que rápidamente es seguido por otros sectores del proleta­riado.

 

       En otras regiones diferentes grupos de trabajadores se reúnen para coordi­nar sus acciones. Los proletarios de una acería en Bosnia crean un nuevo partido comunis­ta que se declara abiertamente contra "el sindicato co­rrupto" y reivin­dica "la expropiación de la propiedad del Estado y del Parti­do". 

 

 

       Desgraciadamente no tenemos más información sobre esta tentativa de centralización de la lucha. Por todos lados se protesta contra "la mafia gubernamental y los bancos extranje­ros". Al mismo tiempo más de 700 traba­jadores del acero en Eslovenia comienzan una huelga "contra la co­rrupción y la pésima gestión" y reali­zan una manifes­tación frente al parla­mento de la república. En el mes de julio en Vukovar, 10.000 obreros del caucho (calzado, neumáticos...) se declaran en huelga. 5.000 de entre ellos se dirigen a Belgrado para exigir aumentos salariales (se pide el doble) y la renuncia del director, que luego fuera premiado con el cargo de Minis­tro de Comercio Exterior. Exigen también la renuncia de toda la direc­ción de la empresa, así como la de todo el consejo muni­cipal de Vukovar.         En esos mismos momentos estallan manifes­taciones delante del parlamen­to de Croacia en Zagreb.  La expedi­ción de los huelguis­tas de Vukovar a Belgrado (otras dos luchas proceden de la misma manera al mismo tiempo) era, en cierta manera, algo nuevo en la medida que era la primera vez. Luego ello se generali­zaría; durante toda la ola de luchas, los ejemplos en los cuales los proletarios se organizan prácticamente para romper los límites regionales abundan. No solo se van a gritar sus reivindicaciones frente al nivel más alto de concentración del capital y del Estado, sino que se proce­de en Belgrado mismo a llamar a la unidad de todos los trabajadores en lucha. Este accionar exigía, de la parte de los proletarios, una ruptura impor­tante con respecto al encuadramiento república por república que los sindi­catos utilizaron siempre para quebrar la unidad proletaria. Dicho accionar clasista y unita­rio, fue una primera ruptura importante con respecto al nacio­nalismo dominante.

 

       En esos momentos, los diarios ofi­ciales negaban la reali­dad de la huelga y su generalización. Se hablaba de simples "paros de trabajo"; sin embar­go al mismo tiempo se amenazaba diciendo que el gobierno de Belgra­do los aplastaría con los tanques.

 

       A fines de mayo del 88, y como respuesta a una nueva ley de "redistri­bución del ingreso" adoptada el 15 por los diputa­dos del parlamento federal en Belgrado y que debía ocasionar una baja de salarios de 20 a 45%, emerge un movimiento huel­guístico que tiene como puntos fuertes el sector del trans­porte y las minas. En Belgrado se da una manifestación de prole­tarios en lucha que reagrupa a más de 10.000 manifes­tan­tes en protesta "contra la cares­tía".

 

       En octubre del mismo año, se dan enfrentamientos violen­tos entre mani­festantes y unidades especiales de la policía. Obreros que se dirigen a Tito­grado para unirse a la protesta son arrestados por la policía. Durante dos días la ciudad será aislada del resto del país por unidades especiales de los aparatos represi­vos. 12.000 proletarios manifiestan exigiendo una "reforma económica" y el aumento de salarios. Frente a la radicalización del movi­miento, el Gobierno local renuncia.

 

       El mismo cuadro se reproduce en la provincia "autónoma" de Voivodi­na: el gobierno renuncia frente a la presión de la calle. Las amenazas de instaurar el Estado de Urgencia se hacen cada vez más fuertes. En diciembre 1988, en fin, el gobierno federal mismo luego de dos años de lucha abierta contra la clase obrera, se ve obligado a renun­ciar.

 

       El gobierno, luego de un período de crisis política y de incapacidad de la burguesía local de controlar la fuerza de trabajo, se reconstruye bajo la éjida de Ante Markovic, croa­ta, denominado primer ministro de la Federación. Los puntos centrales de su programa fue­ron la liberación de los precios, de los intereses del crédito, y la adaptación del dinar a las necesida­des del merca­do (lo que quiere decir adaptarlo a su verda­dero valor).

 

       El proletariado responde a estas medidas a través de una nueva ola de luchas durante los primeros meses del 89 y esta vez exige un aumento salarial del 100%.

 

       En marzo del 89, fue el Kosovo que se transformó en el terreno fundamen­tal de desarrollo de luchas cada vez más masivas y violentas que duraran varias sema­nas. Todas las ciudades de esta "provincia autónoma" fueron su­mergidas en luchas análogas a las que sacu­dieron algunos meses antes a Argelia. En los dos casos el proletaria­do tomó como blanco los símbolos y los locales más representativos del Estado: se asaltaron las comisa­rías, en Podujevo, el comandante de la milicia ("de origen albanés" ... ¡lo que importa muy poco pues para los insurrectos es un milico!) fue liquidado y las fuerzas del orden tuvieron que enfren­tar los tiros que se les dispara­ba desde los techos de algunas casas, se atacan los trenes, se expropian los almacenes y tiendas y supermercados ...

 

       El Estado (en su concretización federal y provin­cial) responde decre­tando el estado de urgencia a partir del primero de marzo. A partir del 27 instaura el toque de queda. Un día después del momento más alto de los sublevamientos, el 28 de marzo, el Parlamento de Serbia votó por unani­midad la supre­sión casi total de la autonomía de la provincia del Kosovo y de Voivodi­na. El objetivo era doble: aplastar la revuelta proletaria y des­viarla hacia polarizaciones nacionalis­tas anti-albanesas y anti-serbas, para así recuperar el descon­ten­to en Serbia.

 

       Esta explosión de las luchas en el Kosovo fue el punto culminante de una ola de luchas prácticamente inin­terrumpida que, desde el 85 con sus alzas y bajas, sacudió todos los secto­res y todos los rincones de Yugoslavia.

 

       En setiembre del 89, 10.000 trabaja­dores manifies­tan en Belgrado y Skop­je y amenazan con la huelga general si el gobierno federal no para la infla­ción. Los trabajadores, que ya estaban en huelga, exigen que el marco alemán sea la moneda principal con la que se pague sus salarios. Los dirigentes loca­les de Zagreb de Split y de Rijeka exigen, bajo la presión de los huel­guistas, un salario mínimo de 1.000 DM.

 

       En diciembre del 89, 650.000 traba­jadores de Serbia, de Montenegro y de Macedonia se declaran en huelga contra la política del gobierno y piden un aumento de salarios del 100%. Frente a esta situación, los directores de las empresas ceden; incluso en contra de las directivas del gobierno conce­den las reivindi­cacio­nes.

 

       Todas estas luchas acentuaron el debilitamiento de la economía yugosla­va. Citemos algunas cifras para dar una idea del nivel de las luchas: en 1989 la tasa de crecimiento anual de los precios al por menor fue oficial­mente de 1256% cuando la tasa de crecimiento anual de los salarios en este mismo período fue de 1595%, lo que nos permite afirmar que en 1989 el salario real habría aumentado de 25% (si seguimos las cifras de Notes & Etudes documentaires Nº 4920-rl). Los ana­listas de esta revista afirman "... una evolución difícilmente aceptable en una economía declarada 'en crisis'. El paro y la baja importante del nivel de vida son los precios que hay que pagar para sanear la situación".

 

       Estas cifras las damos a título úni­camente indica­ti­vo, de ninguna manera se podría sacar a través de ellas con­clusiones sobre el aumento y agrava­ción de la tasa de explotación que golpea al proletariado en estos mo­mentos en Yugoslavia; sin embargo ellas nos pueden dar una idea de la combatividad y de la resistencia prole­taria contra los ataques que se hacían en esos momentos de sus condiciones de vida.

 

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Habiendo hecho incapié en la fuer­za del movimien­to de nuestra clase en Yugoslavia, nos parece im­prescindible el subrayar las debilida­des decisivas que caracteriza­n esta ola de luchas sin las cuales el Estado no hu­biese logrado, como efectivamente logró, la derrota del proletariado.

 

       La no emergencia de organizaciones autónomas de proleta­rios en lucha, a pesar de la duración y la intensi­dad de las mismas, constituyó una debilidad decisiva; y ello, a pesar de que se dio un cierto cuestiona­miento con respecto a los sindicatos oficia­les. Al sindicato se lo criticó, en general, en tanto que oposición a la "buro­cracia sindi­cal", lo que limitaba la crítica a una cuestión de "malos jefes" sin que esto implique la lucha contra el carácter contra­rrevo­lu­cionario del sindica­lis­mo. Consecuente­mente con esta debilidad en la crítica, no se asumieron las ta­reas de auto organización indispen­sables, ni las acciones clasistas para extender la lucha en el espacio y en el tiempo; en fin, para la centraliza­ción del combate, etc.

 

       Esta debilidad de criticar a las insti­tuciones en tanto que "malos sindica­tos", "políticos incapaces", "cuadro corrup­to", ... le sirvió mucho al Estado, y así más de un "indivi­duo-burócrata" fue sacrificado para mantener intacta la rela­ción social capitalista.

 

       Otro factor de debilitamiento,  que al mismo tiempo, constituye un ele­mento de explicación de las otras debilida­des, fue el nacionalismo. El movimiento de lucha, y en este inclui­mos los motines del Kosovo en el 89, no rompió con respecto al encuadra­miento nacio­nalista. Dado que en Yugosla­via la cuestión nacional es el arma por excelencia con la que el Estado enfrenta al proletariado, todo desarrollo cualitati­vo de la lucha tiene que plantearse imperativamente la tarea de la ruptura efectiva, consciente y abiertamente asumida con las fuerzas de encuadra­mien­to nacionalis­ta. A pesar de que la solidaridad proletaria más allá de las fronteras de las dife­rentes repúbli­cas, se expresó durante el transcursos de las huelgas y manifes­taciones, la misma jamás llegó a dar el salto de calidad hacia la acción concer­tada y conscientemente organizada contra las diferentes fuerzas naciona­listas. Por ello tenemos que ser pru­dentes cuando utilizamos el término "unita­rio" o "solidario". La realidad de la existencia de numero­sas huelgas simultaneas  durante  muchos  años  de luchas,

fue un hecho; no obstante la expresión inmediata de la unidad de lucha y de perspectiva, al margen de la solidari­dad local, no se expresó de manera conse­cuente, en términos de organiza­ción y de centralización.  Esta también fue la realidad duran­te los enfrentamientos en el Kosovo, en donde si bien los proletarios armados ocuparon las calles para enfrentar violenta­mente las causas de su miseria, el Estado logró facilmente castrar toda la potencialidad de la extensión, redu­ciendo los motines a una cuestión estrictamente "alba­nesa".

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REFORMAS ECONÓMICAS, POLITICAS Y SOCIALES

 

 

 

 

Si la ola de lucha que se dio en los años 80 fue una respuesta clasista del proletariado a la intensificación de los ataques que tuvo que soportar a principios de esa década, la clase bur­guesa tampoco permaneció inactiva y enfrentó la nueva situa­ción de crisis con toda una serie de medidas draco­nianas.

 

       La crisis económica en Yugoslavia se declaró abiertamente en el 79. Has­ta ese entonces las particu­la­ridades del "socia­lis­mo autogestiona­rio" a la yugos­lava, permitieron, a esa economía nacional, adaptarse más o menos bien a los ciclos de la acumula­ción capita­lista mundial.  O mejor dicho el pro­tec­cio­nismo permi­tió, durante las pri­meras manifestaciones del fin del ciclo expansivo del capital a nivel interna­cional, postergar muchos efectos de la crisis mundial del Capi­tal; pero dicha posterga­ción hizo que esas mismas contradic­cio­nes se expresa­ran ulte­rior­mente con mucho más violencia.

 

       Dicha realidad desmiente las ideo­lo­gías que preten­dían que con un cambio de forma de propiedad, con la autoges­tión, se podían atenuar (o eliminar) las contra­dic­ciones propias al Capital.

 

       Para nosotros, comunistas revolucio­narios, todas esas peroratas acerca de la "autogestión" o de la "planificación económica" no son más que gigantes­cas mentiras, mitos que tienen como objetivo el encerrar al proletaria­do en la acepta­ción de condicio­nes de explo­tación que le impone la socie­dad del Capital. Más allá de las pretensio­nes y de las varia­ciones en las formas con que se explota al proletario, todas esas ideologías solo aportan al proletaria­do... más miseria, más explo­tación, más guerra...

 

       En Yugoslavia, desde los principios de la década del 80, las curvas de crecimiento son negativas, la desocu­pación aumenta, la tasa de infla­ción llega a niveles récords de 2685% por año, la penuria de produc­tos de prime­ra necesidad se generaliza cada vez más.

 

       "La caída del nivel de vida fue tan grande que es difícil imaginarse que en otro país no se hubiese reaccionado, con respecto a esta situación, produ­cién­dose cambios políticos radicales, o incluso una revolu­ción" (H. Lydall "Yugoslavia in Crisis" 1989, citado por Paul Garde en "Vie et mort de Yugos­la­via").

 

       Durante este período, como ya vimos, el gobierno preten­día enfrentar la situación de crisis con medidas de austeri­dad, programas de estabilidad, ...pero a partir del 85 esas medidas provocaron una respuesta masiva de parte del proleta­riado, lo que augidizó las dificulta­des de la situación econó­mica.

 

       Entre todas estas reformas sobresa­lieron las de diciembre del 89, introdu­cidas luego de nuevas bajas del volu­men de la producción industrial, de nuevos aumentos de la desocupación, de un crecimiento de la penuria, de la inflación ... y de una "explo­sión" de los salarios consecutiva a la ola de luchas. Esta nueva reforma contenía las mar­cas de la crisis que sacu­diría violenta­mente a Yugoslavia un año más tarde, puesto que al introducir estas reformas se ataca frontalmente a todo el prole­tariado y se homogeniza sus condicio­nes de vida. En efecto el nuevo primer ministro federal, Markovic, introdujo un plan que preveía la congelación total de los salarios, y una congelación solo parcial de los precios, la creación de un "nuevo dinar", convertible y ligado al marco alemán, una política monetaria restrictiva (limitación de créditos) y una nueva política fiscal (más impuestos sobre los sala­rios, aumento del presupuesto del gobierno central). Se buscaba sanear la econo­mía reduciendo la parte del valor consagrado al capital variable e impo­ner aumentos de la productivi­dad elimi­nando (a través de la supre­sión de los diferen­tes mecanismos de pro­tección suscep­tibles de repartir sobre el conjunto de las empresas los efectos de la competencia internacional, o, como lo dirá Markovic, "ayudando a las empresas que anuncian buenos resulta­dos y abandonando a las malas para que asuman las consecuencias de su incapaci­dad") las empresas deficita­rias. El gobierno federal preveía la supre­sión suple­mentaria de 150.000 puestos de trabajo en el trans­curso del primer año de aplicación de las nuevas medidas. Al mismo tiempo, los indica­do­res económicos oficiales anunciaban una baja del salario real de 9% en diciem­bre y de 29% en enero del 90.

 

       Esta solución contaba con el apoyo de sectores importan­tes de la sociedad yugoslava en las diferentes repúblicas (Eslovenia y Croacia, apoyaban estas medi­das) y a nivel inter­na­cional. Sin embargo, hay que constatar que dichas medi­das draconianas, que preten­dían responder a la agudización de la crisis capitalis­ta en Yugoslavia, produjeron una dialéc­tica infernal para la burgue­sía: el proletariado respondió afir­man­do cada vez más su comunidad de lucha frente a la homoge­neiza­ción de la miseria que estas medidas provoca­ban, lo que a su vez hizo imposible su verdadera aplicación. La guerra, a este nivel de nuestro análisis, surge, como la solu­ción política que permite disol­ver/des­truir, esta comunidad que se iba forjando en el enfren­ta­miento.

 

       Si bien es claro que el problema de la lucha por las "repúbli­cas autónomas" en Yugoslavia constituye una fuerza ideológica fundamental, de primera importancia contra el proleta­riado, lo que queremos observar, en este nivel del análisis es que ella también coinci­de con los intereses econó­mi­cos pro­pios de tal o cual república en parti­cular y de sus fracciones burguesas corres­pon­dientes. Pero lejos de querer analizar estas particulari­dades, en tanto que simples particu­larismos que deter­minarían "tareas específicas" para el prole­tariado de cada república, como pretende la izquierda burgue­sa, siempre dispuesta a aportar su contri­bución en la guerra imperialista, noso­tros  las analizamos con el objetivo de poner en evidencia su comple­men­ta­riedad y la convergencia de intereses de todas las repúbli­cas, "naciones", "Estados" y fracciones burguesas, fren­te a un proletariado internaciona­lista que no tiene ningún interés regional o nacional que defender.

 

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LAS PREMISAS DE LA GUERRA

 

 

 

Existen dos elementos esenciales que explican la explo­sión de Yu­goslavia: el primero es justamen­te la situación de lucha, la falta de adhesión de los proletarios a la economía nacio­nal a los intereses de la nación Yugos­lava. Acá no sola­mente hacemos refe­ren­cia a las diferentes luchas que he­mos mencionado arriba, sino principal­men­te a la situación histórica de Yugosla­via (de la que hablamos en el punto A) que, tanto el proletariado como su enemigo histórico, el Estado, hereda­ron y que forman el cuadro orgánico bajo el cual se juegan todos los enfren­ta­mientos de hoy en día. Fue precisa­mente esta falta de adhesión de los proleta­rios al interés nacional que determinó el no retroceso del Estado capitalista (bajo sus diferentes expre­sio­nes regiona­les, "croato", "esloveno", "serbio", "bosníaco", ...) frente a la estructura­ción de una política mucho más radical de defensa de sus intere­ses: refor­mas draconia­nas "de crisis", "democratiza­ción", naciona­lismo y guerra.

 

       El marco de la nación yugoslava fue superado como ideolo­gía capaz de enfrentar eficazmente al proletaria­do en esta región. El estallido de la gue­rra interimpe­rialista en esta zona per­mitió, al Estado capitalista mundial, ahogar, los antagonismos de clase que desga­rraban su sociedad y transfor­marlos en masacres genera­lizadas en las que los proletarios, negando su condi­ción de tales y embanderándo­se con diversas razas, religiones, "nacio­nes", se masacran. A nivel más gene­ral, ello le permite avanzar en la direc­ción de la solución burguesa a la crisis mundial de sobre­produc­ción de valo­res.

 

       El segundo elemento primordial es la competencia exacer­bada entre las diferentes fracciones burguesas que se libran una guerra sin piedad para sobrevivir (ley del valor universal que sanciona a los capitales no rentables con la desvaloriza­ción pura y simple). Dicho elemento se encuentra direc­ta­mente ligado al primero en la medida en que tampoco escapa al con­texto histó­rico que lo produjo y por otra parte se encuentra subordi­nado al mismo, en la medida en que los anta­go­nis­mos interbur­gueses pasan siempre a segundo plano frente al surgi­mien­to revolucionario del proletariado: las dife­rentes frac­ciones burguesas hacen siempre abstracción, so pena de desa­pa­recer, de los intereses particula­res y realizan su unidad circunstancial frente al comunismo, haciendo prevalecer el interés supremo de salvaguardar su mundo de dinero, de asala­riados, de mercancías...)

 

       Esta exacerbación de la oposición de intereses entre las diferentes frac­ciones burguesas, a escala internacio­nal, y la falta de adhesión de los prole­ta­rios a la economía nacional fueron las causas profundas de la deflagración imperialista en Yugoslavia. Como veremos más adelante, el pasaje a la fase "militar" del conflicto fue directa­mente incitado y estimulado por el proce­so de reconocimiento internacio­nal de la indepen­dencia de Eslovenia y de Croacia. Es decir que la orquesta­ción de la guerra y de la consecuente masacre no es la simple expresión de una crisis interna a Yugoslavia sino que por el contrario, corres­ponde a la dirección que las potencias impe­ria­listas internaciona­les le dieron a esta crisis. ¡¿Cómo podríamos ignorar que son estos mismos términos los que deter­minan la evolu­ción social de los países de la región y en última instan­cia, de los otros países del plane­ta?!.


 

EXACERBACION DE LOS ANTAGONISMOS NTERIMPERIALISTAS

 

 

 

Ya hemos señalado las disparidades existentes (económi­cas, políticas, sociales, culturales, ...) entre las dife­ren­tes repúblicas. La crisis capitalista agudizó más aún las desi­gual­dades regiona­les; desigual­dades entre Eslove­nia, por ejemplo, que es la república más industrializada en la cual los pro­le­tarios proceden­tes de Bosnia y Koso­vo sirven de mano de obra inmi­grada, en donde el nivel de vida "occidental" es superior a las repúblicas del Sur, y en donde la ideología local se funda­menta en el orgullo de su progreso económico y del otro lado Serbia, en la que la base económica "inte­rior" está desprovis­ta de la solidez de las regiones del norte, pero que histórica­mente es través de ella que se erigió el Estado yugos­lavo y por ello sus intere­ses coinciden con el destino de la Federación yugoslava. Los dirigentes serbos fundamentan su nacionalismo en la conscien­cia de ser el ci­miento político sobre el cual se erige toda la entidad yugoslava, por ello la predomi­nancia de Serbia es en primer lugar política. La heren­cia de su función cen­tra­lista se expresa a través de un cierto discurso sobre los "intereses superiores de Yugoslavia" que dicha región asume; su situa­ción en la fede­ración la convierte en el árbitro obliga­do entre las repúblicas del Norte y las repúbli­cas del Sur y alberga en Belgra­do, su capital, todas las instancias federa­les.

 

       Las fracciones burguesas y a su interior el perso­nal dirigente de cada república toman como base estas desi­gualda­des para fundamentar su propa­ganda nacio­nalista. La burguesía eslo­vena, por ejemplo, consciente de su posición económica en la federación, a pesar de que en un primer momento se benefi­ció de la crisis, vio rápida­mente deteriorase la situación en el espacio productivo que controla. En tales circunstancias, la burguesía local incapaz de aportar una solución al deterioro de las condiciones de vida, concentrará todos sus esfuerzos en una campaña nacionalista, presentando la crísis, como el resul­tado de la factura que la federa­ción pretendía cobrarle por sus "erro­res de ges­tión" (durante las elecciones del 90, la coalición eslo­vena "Demos" hará una violentísima campaña en ese sentido explotando todos los prejuicios populares, en particular con respecto al impuesto de contribución que Eslovanía tenía que pagar al presupuesto federal y por lo tanto indirectamente a Serbia). Dicha frac­ción burguesa fomen­tará así el desa­rrollo de una voluntad nacio­nal eslove­na, creando una fuerza de pre­sión con la pers­pectiva de la apertura hacia el Oeste (con el que ya efectua­ba una gran parte de intercambios comercia­les). Cabe señalar, que es esa misma fracción burgue­sa la que siem­pre supo utilizar mejor las contradic­ciones adap­tando su aparato polí­tico según la evolución de éstas: fue ella la primera en Yugoslavia en legalizar las huelgas, los sindi­catos inde­pen­dientes y los partidos políticos. Todo fue he­cho para afirmar su supuesta diferen­cia con sus homólogos "retrasa­dos" del Sur.

 

       A nivel de los antagonismos inte­rimperialistas dos fuerzas opuestas chocaron: una centrífuga, que expresa­ba la tendencia de diferentes repúbli­cas a superar la tutela centra­lista del gobierno federal, y otra centrí­peta, que buscaba a toda costo preservar la na­ción yugoslava como un espacio pro­ductivo propio y afirmar su predomi­nio en cada república. La lucha entre estas dos fuerzas opuestas se redo­bla con el enfrentamiento de intereses entre cada una de las repúblicas; y a medida que el enfrentamiento entre las fuerzas políti­cas burguesas de las repúblicas y la federación yugos­la­va gana en impetuosidad (por ejemplo con el desmante­la­miento parcial de Yugoslavia) se da lugar a la afirma­ción y al esta­llido de los antagonismos entre las dife­rentes repúblicas. La burguesía en Serbia utilizará la federa­ción, su aparato polí­tico, su ejército, sus institu­ciones, su ideología, ... como utensilios necesarios para promover sus inte­reses propios.

 

       La guerra en Yugoslavia es el refle­jo de una situación similar de numero­sas regiones de Europa oriental, como de otros países bálticos y de las repú­bli­cas anteriormente "sovié­ticas"... como también de otros continentes, lo que está mostrando que esta situación corresponde a la agravación mundial de las tensiones entre las diferentes potencias imperialistas, que requie­re en TODAS PARTES enrolar a los proletarios en base al anzuelo de "las particula­rida­des" en los diferen­tes frentes de la guerra imperialista.

 

       Es relativamente fácil constatar, a través de la toma de posición y de las rivalidades de las diferentes potencias capitalis­tas en el al conflicto Yugosla­vo, los intereses que motivan a cada una de entre ellas. En Europa, particu­larmente, el conflicto en Yugoslavia ha sido revelador de intereses contradic­torios entre los diferentes Estados nacionales y al interior de cada uno de ellos. Los esfuerzos del Estado Ale­mán (y del Austríaco) para obtener rápidamente el reconoci­miento inter­nacional de la independencia de Eslo­venia y de Croacia revelan una vez más las ambiciones de este Estado de erguirse como potencia mundial de primer orden en el mismo momento en que el espacio produc­tivo alemán afirma su papel de locomotora de Europa, en que se reexamina al inte­rior de este cuadro, su potencial mili­tar, .... y todo esto dentro de un con­texto en el que las negocia­ciones sobre los acuerdos de comercio internacio­nal (GATT) muestran claramente la exa­cerba­ción de las rivalidades imperia­listas entre diferentes fracciones del capital centraliza­das en los Estados de USA y de Europa. Podemos afirmar que, más allá de su significa­ción inme­diata, el reconocimien­to de Eslovenia y de Croacia al cuestionar práctica­men­te las fronteras anteriores fue el factor primordial del desenca­dena­miento de la guerra en Yugos­lavia y de su internacio­naliza­ción. Este reco­noci­miento fue, de cierta manera, la señal internacional de la apertura de una nueva etapa en las relaciones inter-imperia­listas en Europa y en el mundo y de la intensificación de los enfrenta­mientos entre las potencias imperialistas.

 

 

       Contra la visión burguesa que "acu­sa" a tal o cual fracción, a tal o cual programa político, a tal o cual hombre de Estado, ... de ser la causa de la guerra, nosotros afirmamos que todas las fracciones burguesas, todos los Estados capitalis­tas (o mejor dicho aun el Estado capitalista mundial) son directamente responsa­bles de la guerra que se desarrolla actualmente en ex-Yugoslavia.

 

       El Estado francés se posicionó en forma diferente al alemán: ¡la diplo­macia francesa persistía en promo­ver los intereses de una "Federación Yu­goslava" muchos meses después de que la misma estallase! Por su parte, el Estado italiano y el Estado turco con sus intere­ses específicos de orden económico y geopolítico en la región constituyeron otras de los factores contradicto­rios que determinaron la incapacidad de la CEE, en tanto enti­dad polí­tica, para interve­nir de otra manera que como lo hizo: en forma disparate. En efecto inde­pendiente­mente de las ideologías, de la acción volunta­ria o consciente de cada frac­ción Europea y de las declaraciones que se sucedieron, lo que quedó claro es que no había ninguna capacidad de acción unificada a nivel de la CEE, que las contradicciones interburgue­sas que la corroen son enormes y que no hay aun una frac­ción hegemónica que haya impuesto su disciplina (inte­reses) a las otras, que no existe aun un ali­neamien­to de cada una en los bloques en reconstitución y que dicha situación empuja a contradicciones importantes entre ellas que también pueden culmi­nar en el terreno militar.   

 

       Y todo ello, sin mencionar que en la medida que la guerra en ex-Yugos­lavia, prefigura, la posibilidad de con­flictos similares en las regiones limítro­fes, todas las potencias regionales (Irán, Grecia, Rusia, Hungría, Ruma­nia...) se interesan y se posicionan directa o indirectamente del lado de tal o cual fracción, de tal o tal bloque o constelación imperia­lista.

       Esto revela que la anarquía perma­nente que existe en todas las relacio­nes de la sociedad burguesa, se hace explosiva en épocas de crísis. Frente a la amenaza de un surgimiento violento del enemigo histórico de la sociedad (el proletariado revolucio­nario) la burguesía es capaz de fomentar su unidad y de hacer momentá­neamente abstracción de sus rivalidades; pero la burguesía mundial, una vez expulsado este peligro que cuestiona su propia supervi­ven­cia, es incapaz de contro­lar las contradic­ciones que desgarran a sus diferentes fracciones. La irrupción de estos conflictos permite, a la burguesía, dar una solución -momentánea- a la explosión de sus contradicciones eco­nómicas y sociales a corto plazo. Por eso, la guerra que hoy se da en Yugos­lavia, es una precursora genuina de las guerras que el capital llevará adelante a escala planetaria, dado que ya las contiene en su ser y es empujado a ellas por sus propias contradicciones.

 

       La denuncia, llevada adelante por las fracciones comunis­tas, de la guerra capitalista en tanto que guerra interim­pe­rialista contra el proletariado, y la lucha consecuente por el internacio­nalismo proletario como única respuesta válida contra la paz y la guerra impe­rialista, solo puede reali­zarse criticando y combatiendo contra el enganche ideológico que organiza el Estado capitalista mundial para ligar al proletaria­do a su sociedad de miseria y de masacres sistemáti­cas. La derrota del proletariado y su destrucción en y por la guerra imperialista, tal como hoy en día se expresan parcial­mente en la ex-Yugoslavia, se explica por la sumisión del proletariado a las ideolo­gías burguesas y por la negación de sus propios intereses de clase, su disper­sión/ato­mización al interior de los diferentes frentes burgueses.

 

       La lucha contra la guerra y contra el nacionalismo se lleva adelante orga­nizando el derrotismo revolucio­nario a través de acciones que permitan la derrota de su propio campo y solidari­zándose con los proletarios "del otro lado de las trincheras" dando vueltas sus fusiles y apuntándolos contra los oficiales, fraterni­zando con los solda­dos, de los distintos ejércitos ... ; es decir afirmando por todos los medios el inter­nacionalismo militan­te.

 

 

 

ESTALLIDO DE LA "NACION" YUGOSLAVA

 

 

 

 

El Estado capitalista en Yugoslavia, dada la situa­ción de crisis econó­mica y la necesidad indispen­sable de reformas y austeridad, se restructura y restruc­tura la gestión de la sociedad a través de una especie de "revolución cultural". Los dirigentes del Estado capitalista de Eslovenia y de Croacia acusan a la federación, y consecuente­mente a Serbia, de ser responsa­bles de la situación de sus repúblicas; lo que también hará el presidente de la Liga "Comunista" de Serbia, Slobodan Milo­sevic.

 

       A partir de 1986 el presidente de la Liga "Comunis­ta" de Serbia lanza el desafió de una especie de "revolu­ción cultu­ral" con el objetivo de fomentar la unión

 

 

nacional al interior de su repú­blica, redistri­buir, en base al poder popular recon­quistado, las cartas entre las diferentes repúblicas y así, resolver los bloqueos que mantienen a la socie­dad yugoslava inmóvil frente a la situa­ción de crisis. Esta "revolu­ción" bur­guesa coincidió con la emergencia de las primeras luchas de envergadu­ra del proleta­riado en Yugoslavia.

 

       La campaña de Milosevic se articuló alrededor de dos ejes: una campaña "antiburocrática" y otra de protesta contra el destino que se les daba a los habitan­tes serbos en el Kosovo.

 

       El primer tema está basado en la misma propagan­da que escuchamos por todos lados en período de crisis, tanto en el Este como en el Oeste, en el Norte como en el Sur: "la lucha contra el derroche y contra la corrup­ción, contra los privilegios, ..." Esta campaña servirá principalmente, más allá de unificar a la gran masa de ciudadanos serbos, gracias a su conte­nido populista y demagógico (¡Milose­vic declara que "el conflicto con la burocracia tiene el carácter de un conflicto de clases"!) para preconizar una importante restructuración de la sociedad, la aceptación y el reconoci­miento de las reglas de la competencia interna­cional "sin mediación política". De lo que entonces se trata, según este hombre, sincero "comunista" ortodoxo de mucho tiempo, es de "democratizar" la sociedad yugoslava, de "hacer trans­parente" el poder, la econo­mía. Este discurso que suena tan familiar, por­que es exactamente el mismo que utilizan los politiqueros de todas par­tes, encuentra, a pesar de ello, un entusiasmo en la población Yugoslava y principalmen­te en la Serba. Pero el proletariado de todo el mundo apren­de rápido y a golpes el significado real de esos discursos: nuevas disminu­cio­nes salariales con el consecutivo agra­vamien­to de sus condiciones de vida, disminución o supresión de las asigna­ciones y subsidios, fin de la gratuidad de ciertos servi­cios, desarrollo de la desocu­pa­ción, ... y aumento de la in­tensidad del trabajo.

 

       El segundo tema fue específicamen­te serbo por su forma, pero también era universal por su contenido. En cuanto a la forma, preci­semos que el poder al interior de la provincia del Kosovo fue dirigido por políticos de origen albanés, y que esta gestión se ejerció, conforme­mente a la Constitu­ción de 1974, sin ninguna interfe­ren­cia legal de la república de Serbia. Milose­vic se sirvió de esta situación para exacerbar el más pequeño incidente "anti-serbo" en la provincia con el objetivo de excitar las pasiones nacio­na­listas a los dos lados de las fronteras de cada república; se denuncia en la televi­sión, en los diarios, en los discur­sos oficiales, el "geno­cidio" contra los Serbios del Kosovo. Sabemos hasta que niveles el Estado es capaz de ocultar el horror y extensión de las masacres que perpetua y como tam­bién es maestro en el arte de fabricar, de poner en el centro de la escena hechos que correspondan a sus fines de propa­ganda. Este también fue el caso de los comandos mandatados para aislar los "serbos" de los "húnga­ros", "croatas", "albaneses",... y según el lugar masacrar a tal o cual grupo ... con el objetivo explícito de exacerbar el odio de "ser­bos" contra los "croatas", contra los "húngaros", etc. de estimular los odios racistas/na­ciona­lis­tas.

      

       El "anti-albanismo" fue un aspecto de la campaña de Milosevic importan­te, porque en base al mismo se fomen­tará la unión nacional y la paz social que el Estado necesita para implemen­tar sus reformas anti­proletarias.

 

       En Serbia se producirá así una toma de conciencia de la unidad "del pueblo serbo" y de la "responsabili­dad de la repú­blica serba y de sus ciudada­nos con respecto a todos los serbios, estén donde estén". La ola de naciona­lismo/ra­cismo serbo se intensificó, el sentimien­to de identidad nacional, apoyado por la Iglesia ortodo­xa se exacerbó y la reivindicación de la cons­titución de una "gran Serbia", se exten­dió a todos los territorios en los que vivían los Serbos. Esta afirmación unilateral de intereses "ser­bos", rompía con la política titista de equilibrio entre las diferentes repúblicas para salvaguar­dar la unidad yugoslava: ella será decisiva en la explo­sión de la unidad Yugoslava y por otra parte se acom­pañará de la denuncia de la polí­tica e incluso de la persona de Tito.

 

       Esta nueva orientación de la políti­ca burguesa en Yugos­la­via correspon­de enteramente a la actual situa­ción de crisis mundial que golpea brutal­mente, en especial, al conjunto de la zona del este y de centro-europeo y que evidencia el proceso de exacerba­ción de los enfrentamientos interimpe­rialis­ta y la agravación de los antago­nismos de intereses entre la burguesía y el proletaria­do. Así la orientación de la política "serba" corresponderá en un 100% a los intereses de las fracciones burguesas de las otras repúblicas y éstas no harán más que seguir el paso marcado por Serbia.

 

       Tene­mos que constatar que, a pesar de una resis­tencia proletaria impor­tan­te y de una lucha masiva y de larga duración por la defensa de los intere­ses clasis­tas del prole­ta­riado en Yugos­lavia, la burguesía, en base a la deter­minación y fuerza con que actuó con­tra las mismas, logrará al fin ven­cer la resisten­cia prole­taria y a fines de 1989 liquidará los nive­les más elevados de lucha, logrando imponer el nacio­nalis­mo, el racis­mo, la xenofo­bia,...en ­fin trans­formar la guerra de clases en una guerra imperia­lista.

 

       A partir del 88 se sucederán cons­tantemente mani­festa­ciones, cada vez más numerosas, en todas las ciudades de Serbia con dos consignas principa­les: "solidaridad con los Serbos del Kosovo" y "lucha contra la burocracia". La "oposición democrática" serba  cae en la trampa de sus propias reivindica­ciones basadas en las tan de moda ideologías "anti-comu­nistas" democráti­cas y que en este contexto social recla­man las eleccio­nes libres. En efecto, a esa altura Milosevic controla­ba ya a las amplias mayorías serbas. Así la oposición aceptó la nueva constitución serba (1990) que anexa práctica­mente el Kosovo y Voivodina, y cuando Milo­se­vic surge vencedor de las elecciones libres del 90 no le queda más que aceptar el resultado. En el mismo momento se orga­nizan elecciones en las otras repúblicas yugos­lavas, pero contrariamen­te a lo que sucede en Serbia y en Montenegro, fueron los partidos que venian de ser creados que ganaron las elecciones en Slovenia, Croa­cia, Bosnia-Herzegovina y Mace­do­nia.

 

       A partir de esas elecciones tres grupos se distin­guen:

 

- el bloque serbo, que abarca a Serbia y Montenegro y que reivindica la re­unificación de todos los serbos o la consti­tu­ción de territorios autónomos serbos en las otras repúbli­cas. Este bloque es partidario de la man­tención de la federación yugoslava bajo la óptica de sus miras hegemónicas sobre las otras repúbli­cas.

 

- las dos repúblicas, Eslovenia y  Croa­cia, que surgen refor­zadas por su nue­va credibilidad  democrática luego de las elecciones, comienzan rápidamente un proceso político activo de disocia­ción de la federación yugos­la­va: éstas ven en las instituciones federales, en las cuales Serbia tiene una posición preponde­rante (también al interior del ejército), una amenaza a su libertad de acción.

 

- Bosnia y Macedonia que también parieron en las urnas nuevos gobiernos de coalición. Por su posición geográ­fica, por la diversidad de sus poblacio­nes y su situa­ción económica, la políti­ca de esos gobiernos será más vacilan­te.

 

 

       Antes de entrar en el detalle de las formas y expresiones concretas que adoptó la explosión de los antagonis­mos entre las diferentes fracciones burguesas en Yugoslavia, queremos subrayar aquí que cada estalli­do vio­lento fue el producto de la agravación de la crisis mundial, de la desvaloriza­ción del capital y de la agudización de la lucha interfracciones para mante­ner el ritmo de valorización. Ese es el verdadero nudo de la guerra en Yu­goslavia, el verdadero motor, la lucha por la ganancia capitalista. No se trata, en­tonces, de una guerra religio­sa, étnica, o de una guerra que "hace reventar los odios milenarios en estos territo­rios", ... como afirman los me­dios de comunica­ción, sino de una guerra interimperia­lista que plantea sobre el terreno de un conflicto militar los antagonis­mos de intereses que oponen entre si a las diferentes frac­ciones burgue­sas. Como toda guerra corresponde a la necesidad de una destrucción brutal de una parte signifi­ca­tiva de mercancías excedentarias, y entre ellas los medios de producción y la fuerza de trabajo. Una parte de los proletarios son directamente elimina­dos en la gue­rra (8), los otros ven sus condiciones de sobrevivencia y de reproducción reducidas al estricto mínimo por medio de la militarización general de todos los aspectos de la vida.

 

 

 

 

ALGUNOS PUNTOS DE REFERENCIA CRONOLOGICOS QUE PAUTARON EL ESTALLIDO DE LA GUERRA

 

 

 

 

En diciembre del 90 Eslovenia aprueba por refe­réndum el princi­pio de su independencia. En Croacia se moviliza a los reservistas de la poli­cía desde princi­pios del 91 y a partir de ese momento se constitu­yen mili­cias armadas de "autodeter­mi­nación" en las regiones de Croacia que tienen mayoría serba y a partir de marzo se multiplican los combates localizados entre milicias serbas y fuerzas de poli­cía croatas (9). La desinte­gra­ción de la ex federación se acelera. El ejército federal, que disponía de todo el arma­mento pesado (10), fue enviado hacia estos lugares como fuerza de interposi­ción y dará cada vez más abierta­mente su apoyo a los combatientes serbos que fueron poco a poco ganando te­rreno.

 

       El 25 de junio 91 se proclama si­multáneamente la indepen­den­cia de Eslovenia y de Croacia, el 23 de di­ciembre del 91 Alemania y el 15 de enero del 92 la Comunidad Económica Europea (CEE) reconocen esa inde­pen­dencia. Durante el transcurso de 10 días Eslovenia fue el teatro de combates entre fuerzas territoria­les eslovenas y el ejército federal por el control de los puestos fronterizos con Hungría, Austria e Italia dado que las autorida­des eslovenas pretendían im­poner su autoridad y sus representan­tes en sustitu­ción de los de la federa­ción yugoslava. Luego de solo 10 días de conflicto, cuando se suspende pro­visoriamen­te la declaración de inde­pen­dencia, se evacua totalmen­te las fuerzas federales del territorio Eslove­no.

   

    "Las fuerzas de defensa del territorio esloveno han tomado posesión de los pasos de frontera (de la ex federa­ción yugosla­va) en el mismo momen­to en que se daban rendiciones masi­vas en el ejército yugosla­vo: oficiales eslovenos ordenan a sus unida­des compues­tas de soldados de todas nacionalida­des, en gran mayoría reclutas, mal preparados a este tipo de acción y poco motiva­dos, de se­guirles".

 

                                                                                                 ("L'état du monde" -1992)

 

       Esta "primera guerra yugoslava" se termina rápida­mente no por la valen­tía de las unidades territoriales eslove­nas ni por la intervención de la CEE, sino por la falta de cohesión y la deca­dencia del ejército federal ¡cuyas tro­pas se rendían muchas veces sin com­batir!

 

       El 8 de julio del 91, bajo el impulso de la CEE, los acuerdo de paz de Brioni entrara en vigor. Estos acuerdos (fronteras de Eslovenia controladas por la policía eslovena, impuestos abonados a Belgrado, regreso de las unidades del ejército federal yugoslavo a sus cuarteles) ratifican el desplaza­miento de la guerra de Eslovenia (muy homogénea "étnicamente" para servir de campo de batalla en este escenario) hacia Croacia, en donde las diferentes fracciones burguesas podían apoyarse claramente en un largo trabajo de preparación que había dado sus frutos maduros en cuanto a la división de proletarios. En efecto, ahí cada nacio­nalismo se refuerza tomando como blanco el campo de enfrente: los "croa­tas" se apoyan en el hecho de que las "minorías serbas" de Krajina y de Esla­vonia recha­zan la autoridad de Zagreb y reclaman su anexión a Serbia; y en el frente, los "serbos" denuncian las discrimina­ciones de las que son vícti­mas estas mino­rías. En esta época aparecen públicamente los primeros "comandos de la muerte" que penetran en los pueblos y expulsan a los habi­tan­tes según los criterios de nacionali­dad, utilizando la masacre contra los recalci­trantes. Los reclutas fueron tomados como rehenes y se les envia­ba al frente. Los pueblos y aldeas resultaron cada vez más divididos y separados según criterios "étnicos", siguiendo los criterios estratégicos y racistas. Así todos los pueblos termina­ron por alistar­se en un campo o el otro por medio DEL TERROR.             

 

       Paralelamente los refugiados "cróa­tas", "húngaros", "serbos" y otros se escaparon en dirección de las grandes ciudades, de Herzegovina o Voivodina. La guerra se desplaza cada vez más hacia las mismas. En Banija y en Esla­vonia, ciudades y centros industria­les como Vukovar, Osijek, Sisak, Petrinja, etc... fueron bombar­deadas. Vukovar (puerto industrial del Danu­bio) que unos años atrás era el teatro de una gran agitación obrera, fue sitiada du­rante tres meses y completamente destruida, no se perdonó a ninguna casa, ni a ningún edificio público, ninguna  infraestruc­tura industrial. Los agujeros de los obuses y los impac­tos de las balas testimonian de la violencia de los combates; habitacio­nes comple­tamente destruidas, inmuebles incen­diados, fachadas llenas de agujeros, techos desmoronados, ... La intensidad de las destruc­ciones (¡dejamos la creen­cia en el azar y la fatalidad a los ingenuos!) mues­tran, el nivel de resis­tencia obrera que se dio en esta ciu­dad. Los medios de información nos han embrutecido con sus clichés mos­trando habi­tantes terroriza­dos (lo que es una realidad pero no es más que una faceta), enterra­dos día y noche en lo sótanos; lo que solo demuestra que son aparatos de la dominación ideoló­gica, que escamotean, en el mejor de los casos, la realidad y sus contra­dic­ciones y que niegan que son esos mis­mos "habitantes" que, negando su "naciona­lidad", trataron juntos de defender­se, con las armas en la mano, hasta los últimos días contra todo agresor. Esa resistencia proletaria, por más contra­dicto­ria que pudo ser, es la que explica el ensañamiento del ejército federal, de la guardia nacional y de los ustachis con que se destruyó a Vukovar y aplastó a sus habitan­tes. Es la lucha de clases y no el "salvajismo", la "barba­rie" del hombre en general -noción moral y a-histórica- que produce una rabia tan destructiva.  El azar no existe en la histo­ria: el "martirio" de Vukovar co­rres­ponde a una necesi­dad del Estado, de liquidar un máximo de proletarios, en especial cuando son comba­tivos. El 17 de noviembre la ciudad fue invadi­da por el ejército serbo y se retira el bloqueo. ¡El hecho de descubrir, en esos momentos, que muchos cuerpos fueron asesinados por la espalda de­muestra que no se mato "por azar"!

 

       Todos esos meses de combates, de bombardeos, (con artillería pesada) de los grandes centros industria­les y urba­nos, que sepultaban a miles de prole­tarios, se desarrolla­ron bajo el ojo impasible de los "observado­res de la CEE" (¿que vinieron a observar? sino ¡el buen desarrollo de la masacre de nuestros hermanos!) y "la indignación" de los expertos de la UNESCO, salva­dores del "patrimonio histórico" de las ciudades yugoslavas como Dubrovnik (el "observador" Cyrus Vance califica el bombar­deamiento de Dubrovnik "de ultrajoso y sin ninguna excusa" ...).

 

       En Croacia, la extensión de la gue­rra se confirmó durante todo el verano y hasta en enero del 92, mien­tras que las regiones "serbas" proclamaban su autono­mía, y hasta su independencia y su anexión a Serbia. Este fue el caso de Krajina, Banija y de Eslovenia. Las fuerzas serbas ocuparon rápidamente un tercio del territorio de la Croacia. El 21 de febrero del 92 el Consejo de Seguridad de la ONU votó una resolu­ción que preveía el desplaza­miento de 14.000 soldados en cuatro "zonas pro­tegidas" de Croacia, que se encontra­ban bajo el control de las fuerzas ser­bas, consagrando, así, en cierta manera la partición de Croacia.

 

       Los proletarios catalogados como "croatas" y "eslovenos", luego de la independencia de Eslovenia y de Croa­cia, fueron separados por una nueva frontera. Ya vimos como los proleta­rios fueron militarmente forzados a tomar esta identidad étnica y ahora vemos como el Estado pretendía con­solidar las separaciones. En estas fron­teras los aduaneros ahora cróatas o eslovenos vigilan que se respeten las nuevas leyes de inmigra­ción, empleo, escolari­dad, importación, hacien­do pagar los derechos de aduana cuando se pasa la frontera, y la situación eco­nómica se degrada aún más: en Eslo­venia los proletarios tuvieron que soportar el cuadrupla­miento de la desocupación entre 1990-92, una infla­ción galopante (+260 en un año) y diversas medi­das de austeridad dentro del cuadro del "pacto social nacio­nal" negociado entre el gobierno y los sin­dicatos eslovenos.

 

 

       También en las otras repúblicas también se consti­tuirán entidades administrativas autónomas: entidades serbas en el Kosovo y en Bosnia-Her­zegovina, entida­des croatas en Bosnia-Herzegovina (a través de las negocia­ciones de Gratz, fines de abril del 92, entre Serbos y Croátas, estos últimos intentaron obtener un reparto de Bos­nia-Herzogovine que daría a Croacia -aliado "ofi­cial" de Bosnia-Herzegovina en el conflicto que la contrapone a Serbia- la Herzegovina occidental).     

       Mientras que la república de Mace­donia votaba su soberanía el 8 de setiembre del 91 y optaba entonces por abandonar la difunta Federación Yugoslava, los "Albaneses" de Macedo­nia (alrededor de 30% de la pobla­ción), amenazaba de secesión si la Comunidad Europea reconocía la independencia de esta república. Gre­cia hizo conocer su oposición al reco­nocimiento de la nueva nación de Macedonia, argumentando que tal independencia amenaza­ría su integri­dad territorial y podría conducir a una conflagra­ción balcánica que implicaría también a Bulgaria y Albania.     

 

       Bosnia-Herzegovina, que tiene una población neta­mente más heterogénea que Serbia, Eslovenia o Croacia, es gobernada, desde las elecciones de diciem­bre del 90, por una coalición tri-nacional, compuesta por los tres parti­dos que resultaron mayoritarios: el Partido democrático de Serbia, antena del Partido Socialista de Serbia de S. Milosevic; la Unión democrá­ti­ca croa­ta de Bosnia-Herzegovina, filial del partido gubernamental en Croacia; el Partido de la acción democrática (SDA) que reagrupa a los "Musulma­nes" (11) y que es dirigido por A. Izetbego­vic, elegido Presidente de la República.

 

       Luego del referéndum del 29 de febrero del 92, en favor de la indepen­dencia, los primeros incidentes arma­dos estallaron en la república. El 6 de abril, la CEE y los Estados Unidos reconocieron la independen­cia de Bosnia-Herzegovina, a consecuen­cia de lo cual la presidencia bosníaca decreta el estado de urgencia sobre todo el territorio. A partir de este momento los bombardeos y las masacres serán continuos, transfor­mando los enfrenta­mientos esporádicos en guerra total y los diferentes "altos de fuego" o "tre­guas" solo servi­rán para consolidar las posicio­nes adquiridas.

 

       Tres "repúblicas autónomas serbas" se autoprocla­man, una al norte de Bosnia, cerca de Banja Luka, otra en Herzegovina oriental (al lado de una "república croata de Herceg Bosna" en Herzegovina occidental) y otra en "Romanija", al este de Sarajevo. Estos territo­rios, en su conjunto, representan los dos tercios del territorio de Bosnia-Herzegovina.

 

       En el Kosovo, según la oposición, 99% (¡!) de los "albane­ses" (¡ciudada­nos nacionalistas votantes!) votaron a favor de la independencia de su pro­vincia cuando se hizo un referéndum clandestino (el estado de urgencia se mantenía vigente aún) en setiembre del 91 y eligieron un parlamento y un jefe de estado (en exilio).

 

       En Serbia, luego del desmenbra­miento de la antigua Federa­ción yu­goslava, la "República Federal de Yugosla­via", presentada como la única heredera de ella, será proclamada con el Montenegro el 27 de abril del 92. En esta república, que se encuentra cada vez más aislada internacional­mente, la situación es extremada­men­te conflictiva: los refugiados llegaban de todos lados, numerosos jóvenes se fueron del país para evitar el recluta­miento forzoso, la economía (12) se transfor­ma en una economía de subsis­tencia (un tercio de la población activa está desocupada), la miseria y el des­contento reinan.

 

       Las medidas de austeridad aplicadas el 30 de junio del 92, que pretendían relativizar los efectos del embar­go interna­cional, preveían, entre otras cosas, el bloqueo parcial de los precios "precedido por un aumento del 116% del precio de la gasolina y del 76% de la electri­cidad" (Le Monde del 02.07.92). Este plan de austeri­dad pretendía principalmente "retener el descon­tento que amenazaba en trans­formarse en revuelta social" (id). El gobierno utiliza muy bien en su propa­ganda el bloqueo internacio­nal como tema moviliza­dor para solidificar la unión nacional frente "a los enemigos exteriores de Serbia" y para denunciar y reprimir a aquellos que, desde el "interior" "hacen el juego de esos ene­migos".

 

       La oposición serba intentó fortifi­carse a través de la recuperación del descontento de los proletarios y espe­cialmente del rechazo de la guerra organizando movilizaciones pacifistas. A partir de diciembre del 91 llama a elecciones para deshacerse de Milose­vic, designado como responsa­ble y "cabeza de turco". Pero esto no funcio­na y ninguna fracción burguesa es crei­ble: las últimas elecciones legislati­vas, en la prima­vera del 92, se destacaron por el ¡50% de abstencio­nes!          

       El atascamiento del conflicto, los rigores del invierno, hacían todavía más insoportables las penu­rias, aumen­taban el descontento frente a la gue­rra, produ­cían defecciones masivas, ... y todo eso generali­zaba la no adhesión general de los proletarios a los sacrifi­cios impuestos por la guerra, lo que precipitó la necesidad del Estado de convenir, el 3 de enero del 92, (bajo la égida de la ONU, padrino habitual de toda la opera­ción), un alto al fuego definitivo en Croacia (luego de 14 acuerdos de armisticio). Si la guerra en Croacia se paró bruscamente no fue porque la "voz de la razón" fue finalmente escuchada y menos todavía "gra­cias a los esfuerzos" de la ONU o de la CEE. La razón principal que finalmente hizo decidir a los beligeran­tes fue el derrotismo  (a pesar de sus enormes debili­da­des) de los proleta­rios y la amenaza de desorde­nes socia­les que ya se manifestaban en la reta­guardia del frente (13). La burgue­sía "serba" tenía necesidad de una tregua y luego de 14 "altos al fuego" infruc­tuosos y el fracaso de la "Conferencia de Paz" de la Haya, la ONU (una de las concretizacio­nes del Estado mun­dial) llega a negociar e imponer su arbitraje. Esta interven­ción, como aquella que se lanza unos meses mas tarde en Sarajevo, no es una obra de beneficencia, sino más bien el terreno de experimentación y de entrenamien­to, la preparación material a gran escala y con pocos gastos para la reali­zación de vastas operaciones de man­teni­miento del orden. Los generales aparecen cada vez más seguido en las pantallas de televisión acompañados, de un Kucher o de una estrella cual­quiera como conseje­ros humanis­tas: las intervencio­nes militares se cubren del velo púdico de la ayuda humanita­ria, y se va hasta el "humanismo arma­do", ¡cómo siempre las guerras se preparan y se hacen en nombre de la paz!

 

       El plan de paz para Croacia define los territorios bajo los cuales las tropas de la ONU se estacionarán. El ejército yugoslavo y otras milicias serbas ten­drán que retirarse de los terrenos del combate. La ocupación de los cuarte­les del ejército federal tendrán que ser abandonada, el ejército tendrá que evacuar Croacia. La policía croata tendrá que encargarse del manteni­miento del orden luego que se den las elecciones.

 

 

       En Voivodine, provincia del norte de Serbia, en donde la historia está marcada por una importante mezcla de proletarios de todas los orígenes (serbo, croata, húngaro, ruteno, eslova­co, ...), la oposición a la guerra es fuerte y la movilización militar para la guerra fue un fracaso, lo que obligó a las autoridades de la provincia a lanzar incesantes llamados para reclutar vo­luntarios y disponer de "carne de ca­ñón".

 

       La intensificación de la competencia y de la guerra capitalista continuó produciendo nuevos focos de guerra, como resultado de la constitución siempre inestable de "nuevos países", de nuevos acuerdos de paz, de nuevos "altos al fuego" que no duran, ... y gracias a los cuales las diferentes po­tencias capita­listas internacionales perpetúan su posición de fuerza en el tablero de la lucha intercapitalista mundial, reconocien­do tal  "Estado"  y/o  negando  la legitimidad  de  otro, llamando a la guerra bajo la bandera "del derecho de las naciones a la auto­determina­ción" o proponiendo la paz para coronar su victoria en el terreno militar, ... En el territorio de Bosnia-Herzogovi­na, la guerra continua ha­ciendo estragos, también continua en forma esporádi­ca en Croacia y amena­za de explotar sobre todo en el Koso­vo así como en Voivodine (en donde viven 400.000 personas de origen hún­garo y en donde los lideres políticos reclaman también un estatuto de auto­nomía al interior de Serbia), en Sandzak -enclave "musulmán" al sur de la Serbia- y hasta en Macedo­nia.

 

 

 

 

LAS  INTERVENCIONES DE  LAS  PRINCIPALES  POTENCIAS  IMPERIALISTAS

 

 

 

Los diferentes estructuraciones del Estado capita­lista (CEE, ONU, Alemania, Francia, Estados Unidos, Hungría, Austria, Turquía, Italia, Ser­bia, Croacia, Irán Libya, ...) exhibieron , desde la propa­ga­ción de la guerra en Bosnia-Herzegovi­na, su deseo de inter­venir en el conflicto yugoslavo, "en interés de la ayuda humanitaria". El 30 de mayo de 1992 el Consejo de Seguri­dad de la ONU adoptó una resolución que imponían un triple embargo co­mercial, petrolero y aéreo contra Ser­bia y Montenegro y decidió, una sema­na más tarde, desplegar mil "cascos azules" en Bosnia-Herzegovina, cuando el número de civiles armados en esta región se estima a 300.000.

 

       Sin embargo, luego de las diferentes conferencias de  Londres, Lisboa o Ginebra, consagrados al "proble­ma yugoslavo" ha quedado clara la contra­posición de intereses en juego que incapacita a las grandes poten­cias para adoptar una posición unánime y no solo no hay acuerdos para finalizar la guerra, sino que no lo hay para tener una política única en la continuidad de la misma guerra. Lo que está en juego divide y los riesgos inmediatos de una generalización son reales y plantean demasiadas incógnitas, lo que explica la preocupación por estabilizar la si­tuación tal como existe actualmen­te (ello coincide con la línea del desplie­gue de "cascos azules" de interposi­ción para mantener el estatuo quo, es decir un nivel dado de guerra).

 

       A diferencia de lo que sucedió con la guerra del Golfo, en la que las prin­cipales potencias imperialis­tas se ali­nearon como un solo hombre de un lado de la guerra, en la guerra en la ex-Yugosla­via esas mismas potencias son mucho más vacilantes, avanzan a paso lento, "imponiendo"  altos de fuego a repetición jamás respetados, ... lo que exaspera a todos los humanistas que están por una intervención militar en Yugoslavia mucho más abierta (¡una vez más los pacifistas son los más descarados militaristas!).

 

       Objetivamente, y mas allá del es­pectáculo que nos dan las conferencias de paz, los medios de comunica­ción, las campañas humanitarias que, no dudamos, solo sirven para hacernos aceptar esta guerra y prepararnos para la próxima, más allá del espec­táculo que los diferentes protagonistas juegan para salvaguardar su credibilidad, podemos sacar una conclusión: todas esas estructuras y potencias del capita­lismo y del imperia­lis­mo intervie­nen principalmente con el objetivo de estabilizar la situación, de bloquearla, de mantenerla en términos de guerra limitada y permanente; lo que es cohe­rente con nuestro análisis de la socie­dad capita­lista en tanto que sociedad anárquica en la que los mismos bur­gueses no son más que títeres al servi­cio del Capital y en la cual ninguna fracción burguesa tiene la capaci­dad de dirigir esta sociedad que funciona preci­samente en base a la catástrofe cada vez más generali­zada (14).

 

       La principal intervención de "la comunidad interna­cional fue el reco­nocimiento de la independencia de Eslovenia, de Croacia y de Bosnia-Herzegovina, inter­vención que legitimi­zó, de cierta manera, la guerra y que fue la señal del desmenbramiento de los equilibrios heredados de la Segun­da Guerra Mundial, para instau­rar otro equilibro de terror más acorde con lo que nueva­mente está en juego (necesidad de poder enfren­tar la cre­ciente inestabilidad mundial) y con las nuevas relaciones de fuerzas, que se van dibujando en este fin de siglo: debilita­miento y desmembramiento del "blo­que ruso", reunificación alemana, y construcción europea, poderío del Japón, hegemonía militar de Estados Uni­dos...


 


       Los cambios que están realmente en juego en Yugos­lavia, a través de esa nueva explosión de los antago­nis­mos inter-imperia­listas y que, al mismo tiempo, son una expresión, una ilustra­ción de la exacer­bación de las tensio­nes entre las principales potencias imperia­listas, prefigura la evolución que el capital promete para los dece­nios futuros, así como la nueva confor­ma­ción de constelacio­nes imperialistas que se está gestando. Ello explica las vacilacio­nes, la circuns­pección y las divisiones que marcan las interven­ciones de "la comunidad internacio­nal".

 

       El objetivo de la intervención occi­dental, por el momento, es el de fijar y limitar a Bosnia-Herzegovina el foco de la guerra, puesto que el paro o la extensión de los combates en Bosnia significaría casi inevitable­mente el desplazamiento del foco de guerra hacia otras regiones (como después de Eslovenia fue el turno de Croacia, luego de Bosnia, luego ....) y en espe­cial hacia el Kosovo, Voidina y Mace­donia. Estas tres regiones tienen la particularidad de tocar directamente los intereses vitales de otros países limítrofes, como Grecia (para quien "su" Macedonia constituye el pulmón industrial indispensa­ble)Bulgaria, Al­bania, Hungría y Rumania... En la situación actual, el cese de los comba­tes en Bosnia acarearía la amenaza de una desesta­bili­zación general en Euro­pa central y en los Balcanes.

 

       Por otra parte, las principales po­tencias imperia­lis­tas no están hoy en día en capacidad de comprometer­se en esta vía puesto que indudable­mente le queda al proletariado internacional importantes capacidades de resistencia y de lucha, como lo demuestran los violen­tos sobresaltos proletarios que a intervalos regulares sacuden al viejo mundo. El capital no ha logrado el alistamiento de los proletarios en los diferentes bloques o frentes imperialis­tas, como el que existía a fines de la década del 30 en el mundo. Para ello hace falta todo un proceso de prepara­ción. ¡La guerra en Yugoslavia es una etapa de este proceso!

 

 

       Es así que podemos explicar fácil­mente el congela­miento de un recono­cimiento internacional de la inde­pen­dencia de Macedonia (lo que no tiene nada que ver, por supuesto, con los esquemas ideológicos sobre "la libertad y el derecho de los pueblos ,... blabla­bla" del que nos hablan los políticos para justificar su reconoci­miento de Eslovenia o de Croacia) así como todas las peroratas con respecto a una eventual inter­vención armada en Bos­nia-Herzegovina e incluso todas las lamentaciones hipócritas sobre la suer­te de las "pobres víctimas" de la "bar­barie de la guerra". Los humanistas se lamentan: "¡Ah!" ¡si solamente la gue­rra pudiese ser humana!

 

 

 

LA LUCHA CONTRA LA GUERRA

 

 

 

 

La amenaza de un surgimiento revolucionario del proletariado está presente en la nueva situación creada par la guerra en ex-Yugoslavia, pero este factor lo debemos analizar no únicamente en su contexto inme­diato, sino fundamental­mente en sus potencia­lidades futuras.

 

       En Belgrado, frente a la creciente movilización proletaria, numerosos grupos de oposición organizaron el 9 de marzo del 91, una manifestación de protesta contra los primeros enfrenta­mientos armados entre fuerzas croatas y serbas en la ciudad de Pakrac (Eslo­venia) intentando así canalizar la po­blación hacia sus intereses nacionalis­tas. Pero dicha manifestación no se desarro­lló como estaba previsto: los objetivos inicia­les fueron desbordados y la misma se transformó en enfrenta­miento de clase contra las fuerzas del orden. Ello indicaba que, a pesar del nacionalis­mo reinante, el prole­tariado­no no estaba destruido y que continua­ba defendien­do­ sus intereses contra la corriente.

 

       La manifestación, en cuya cabeza se encuentra el "Movi­miento de Resurgi­mien­to Serbo" nacionalistas competi­do­res de Milosevic, empieza en los suburbios de Belgrado. Pero sectores obreros que desde meses atrás no cobraban sus salarios, se suman a la misma; así como también desocupados y grupos de estudiantes liceales y uni­versitarios. Las consignas fueron muy distintas a las que habían previsto los organizadores: "otorgen­nos la liberta­da, dadnos pan", "Milosevic = Saddam, envíen­lo al desierto". Cuando la mani­festación llega al centro de Belgrado contaba con 100,000 mani­festantes. La policía trata de pararla y de expulsar a los mani­festantes armados de cachipo­rras y piedras. Un milico disfrazado de civil es liquidado por los manifes­tan­tes. La manifestación se dirige hacia la plaza de la Repú­blica pasando por el centro, se atacan bancos, tiendas, ... se incendian las banderas nacionales yugosla­vas y serbas. Los proletarios atacan los vehículos blindados de la policía, los combates callejeros duran horas, los autos policia­les son incen­diados y por todos lados se erigen barricadas, la policía mata a un mani­festante. El ejército interviene en la noche, 100 blinda­dos circulan por la ciudad y ocupan los lugares estraté­gicos. La protesta durará 4 días, hasta la retirada del ejército. Los partidos de oposi­ción, finaliza­das las revueltas, continuaron sus negociacio­nes con Milosevic y deciden una política co­mún de unidad nacional.  LA UNION SAGRADA SERA SELLADA CON LA SANGRE DE LOS PROLE­TA­RIOS.

 

       Ya durante la guerra en Croacia, parte importante de los proletarios en Serbia rechazaron el apoyo a los parti­dos que impulsaban la guerra. Así, por ejemplo, prisioneros "serbos" liberados par las fuerzas de defensa territorial bosníacas, cuando se da un inter­cam­bio de prisioneros "prefirieron quedar­se en Sarajevo y desapa­recen de a tres por la ciudad aprove­chando el ómni­bus que conducía a los musulmanes al centro de la misma". Hubo un rechazo masivo a enrolarse en el ejército y las desercio­nes se dieron en gran número. En diciembre del 91, luego de nume­rosas "victorias" del ejército federal, los "croatas" declaran triunfos importantes, lo que se explica, entre otras cosas por una desagregación cada vez más gran­de del ejército federal. En Serbia mu­chos de los llamados al servicio militar desobede­cen y no se presentan en los cuarteles. Los "volunta­rios", relativa­mente numero­sos, son en general proleta­rios aterrorizados por la miseria y la desocupación y que sino se enrola­ban se quedaban sin trabajo (observe­mos que además ganaban el doble de lo que recibían los que hacían el servi­cio militar obliga­torio).

 

       Concretamente en 1991 solo un 15% de los llama­dos a realizar el ser­vicio mililtar aceptaron someterse a la moviliza­ción. El rechazo del servicio militar era tan común que a fin de contra­rrestar el ausentismo se prohibe, a todo hombre válido de menor de 30 años, el abandonar el país sin permiso y causa justificada. El Estado, frente a esta situa­ción, decide prolon­gar, por decreto, en diciembre del 91, el servi­cio militar para los reclutas de la clase 91 de 3 meses, y ello "por un tiempo indeterminado, según las necesidad (de carne de cañón) del ejército yugos­lavo" y fijar a 4 meses la duración de la moviliza­ción de los reservistas del ejército (hasta entonces el servicio militar era de 12 meses y los reservis­tas eran moviliza­dos, durante 45 a 60 días). Estas medidas pretendían resol­ver los proble­mas de reclutamiento, el ejército confesó que más de 10.000 reservis­tas se negaron a presentar en sus unida­des. En las rutas se refuerzan los controles militares, para no solo arrestar a los desertores, sino también controlar todo tráfico de armas. Cier­tos proletarios que desertaban intenta­ban organi­zarse y se escapaban del ejército con armas y pertrechos. En todo el país, diversos grupos, llamaban abiertamente a rechazar el servicio militar. Más aun se instituyen numero­sas redes de escondrijos para deserto­res, así como filiales que permitieron, vía Voivoidina, a un gran número de ellos salir del país frecuente­mente hacia Alemania (15). Es por ello que Voivoi­di­na se transfor­ma no solo en un lugar de resistencia a la guerra sino también de repre­sión.

 

       La represión contra los desertores y todo aquel que lucha abiertamente contra la guerra se organiza. Las auto­ridades milita­res federales amenazan a los insumi­sos y desertores con grandes penas de prisión en aplicación del artículo 121 que preven penas que van desde 3 años de prisión a la pena de muerte si el desertor abandona el país. Desertores que se escon­dían, luego de haber rechazado públicamente su movilización, fueron secues­trados, encarcelados y luego enviados al frente para despejar los campos de minas ¡lo que significaba la mutilación o la muerte!

 

       Es así que se entierra, en el frente, regularmente numerosos cuerpos no identifica­dos; en Croacia los escuadro­nes de la muerte asesinan a los deser­tores y a los que luchan contra la guerra para luego depositar sus cuer­pos en el frente.

 

       En Senta, una ciudad de Voivodina, 3 reservistas "húngaros" son enviados a corte marcial por sus accio­nes contra la guerra: estos habían organizado una manifestación que reagrupó a 7.000 manifestantes que se oponían a la movilización, seguidos de un cortejo "por la paz" (la contradicción del movi­miento) que reunía numerosos habi­tantes "serbos" (¡expresión de la solida­ri­dad de clase contra el patriotismo!) y que tenía que juntarse a otra mani­festación en la ciudad de Temerin. Esa manifestación fue intercep­tado y repri­mi­do por los milicos.

 

       Tanto en Serbia como en Voivodi­na, los jóvenes reservistas se escondían para evitar ser enrolados a la fuerza: 25.000 "húngaros" se escapan del país para no ser militarizados, más de 100.000 en Serbia hicieron lo mismo, por todo lados los jóvenes en edad de hacer el servicio militar se exilan. En Croacía el estado de movilización es permanente y las presiones ejercidas contra los jóvenes para que vayan a luchar por la defensa de "la patria croata" son enormes.

 

       De este movimiento contra la gue­rra surgió una oposición que se organi­za afuera de los partidos oficiales "de oposi­ción", pero desgraciadamente no suficientemente EN CONTRA de estos. Las mujeres prole­tarias jugaron un papel importante en estas luchas. Al no ser movilizadas en los diferentes frentes, fueron ellas las que arrancaran a sus hijos del servicio militar obligato­rio, que organizaran numerosos grupos que hicieron circular las informa­ciones acerca de los movimientos de deser­ción, que tomaran a cargo la defensa jurídica de los que rechazaban la ida al frente, que se solidariza con los prole­tarios que venían del frente con graves problemas "psicológicos". En efecto, cuando llegaron los primeros regimien­tos de comba­tientes a Eslovenia, cier­tos contingentes manifes­taron el "Sín­drome de Vietnam". Luego la situación se deterioró y los suicidios, los "actos de demencia" se multiplicaron. Frente a ello, algunos médicos, no encontra­ron otra solución mejor, que la de volver a enviar al frente a los soldados que manifestaban graves problemas mentales. Al mismo tiempo proferían contra ellos graves amenazas de puni­ción si continuaban su comportamien­to "irrespon­sable".

 

       El rechazo de la guerra no se mani­festó como una simple reacción indivi­dual. Las protestas colectivas fueron cada vez más numerosas, pero desgra­ciadamente no tomaron la forma de una resistencia declarada, de un movi­miento claramente organizado. No pasaba una semana sin que grupos de reclutas se opusieran colecti­va­men­te a las órdenes. La mayor desobediencia se dio en Kragu­je­vac, una ciudad de guarnición, cuando 7.000 reservis­tas se presenta­ron al llamado, ¡sin sus armas! Luego se encerra­ron en sus campos y se negaban a moverse. La autoridad militar eximio a TODOS, para luego distri­buir, a los patrones locales, una "lista de infames" de todos estos "trai­dores a la patria" lo que les impedirá vender su fuerza de trabajo. En no­viembre del 91, 200 reservistas se pre­sentaron frente a la presidencia del distrito de Valjevo y no se movieron hasta que su comandante firmó sus libretas militares, estipulando que terminaron su servicio. El 18 de di­ciembre, en Markutsica, en el frente, 700 reservistas se oponen a continuar la lucha guerrera pues habían cumpli­do sus 45 días de servicio. Un general ordena el arrest­o de sus oficiales, pero tiene que dar marcha atrás cuando las tropas se preparaban a tirarle. A prin­cipios de enero del 92, 150 reservis­tas desertan en grupo del frente de Osijek y se dirigen a Belgrado para protestar contra sus condiciones de vida. En marzo del 92, más de 700 reservistas que habían salido con permiso se amo­tinan en Gornji Milanovac y se niegan a volver al frente. Paralelamente, 4 oficiales de reserva fueron arrestados en Belgrado luego de haber abando­na­do el frente y otros 2 fueron condena­dos a la prisión de Mis, mientras que miles de reservistas deben pasar por las cortes marcia­les.

 

       Todas estas deserciones y resisten­cias a la guerra, por más contradicto­rias que se presenten (¡el pacifismo y la falta de perspectiva revolucionaria son las debilida­des más representati­vas!), manifiestan clara­mente que la cohesión nacional es mucho más frágil de lo que se esperaban los sanguina­rios burgueses de cada campo y que el proletariado no está de ninguna mane­ra dispues­to a partir al frente "alegre y placentera­mente".

 

 

       Paralelamente al rechazo de la guerra en el frente militar, otras mani­festaciones de la combatividad del proletariado hicieron irrupción en el frente de la producción: diversas huel­gas estallaron, en el trans­curso de las cuales el proletaria­do comenzó a orga­ni­zarse autonomamente. En las univer­sidades surgieron nuevos movimientos de protesta.

 

       Cuando estalló la guerra en Bosnia-Herzegovina, 100.000 personas ocupa­ron las calles en Sarajevo, para protes­tar contra la guerra. En febrero del 92 se dieron importantes luchas callejeras entre el ejército federal y proletarios de numerosas ciudades de esta repú­blica. Y cuando el 29 de febrero del 92, bajo la presión de la CEE y los EEUU, se organiza un referéndum por la independencia en Bosnia-Herzegovi­na y cuando en esa misma fecha ele­mentos enmascarados pertenecientes a milicias extremis­tas construyeron barri­cadas al inte­rior de la ciudad de Sara­jevo 30.000 manifestantes exigieron que se retirasen esas barricadas "étni­cas" que dividían a sus barrios.

 

       A principios de abril del 92, dos grandes manifes­ta­ciones se dieron en Sarajevo ¡100.000 manifestantes grita­ban consignas contra la guerra y por la disolución de todos los partidos nacio­nalistas!; tiradores de élite tiraron sobre la manifesta­ción, y hubo muchi­simos muertos. Al día siguiente 100.000 personas bajaron nuevamente a la calle y de nuevo se los baleó. Después de estos incidentes Sarajevo quedó completa­mente aisladas del mundo exterior, la ciudad está cons­tante­mente sometida del exterior a bombardeos, la pobla­ción se organiza y defiende las casas, se edifican barri­ca­das contra los blindados y se les ataca. Francos tiradores tiran sobre todo lo que se mueve.

 

                                                   .

 

Si bien estas informaciones que acabamos de dar demuestran la resistencia proletaria contra la guerra, es necesario también subrayar las debili­dades de la lucha. En efecto, si nos situamos al interior del contexto inmediato de la guerra, es claro que el prole­tariado vive una derrota impor­tante. Una de las deter­minan­tes esen­ciales de la guerra fue la necesidad imperiosa del Estado de destruir al proleta­riado, de someterlo, de aniqui­lar sus luchas, de dispersarlo, de hacer­lo aceptar la austeridad crecien­te. Hoy día no podemos negar que las masa­cres sistemá­ti­cas, los bombardeos, las destrucciones y la repre­sión, las viola­ciones, la intoxicación por la propa­gan­da, ... en resumi­da cuentas el de­sencadenamiento del terror estatal, ha atacado la combatividad proletaria.

 

       Mientras que al principio la guerra, en Eslovenia y en Croacia, fue sobre­todo una guerra de milicias; porque eran las fuerzas armadas profesionales quienes hacían la guerra, repri­miendo toda resistencia (16), cuando la misma fue desarrollándose y extendiéndose exaltada por una propaganda naciona­lista y beligeran­te, cuando los bombar­deamien­tos se hicieron más selecti­vos y la represión localizaba sus víctimas "étnicamen­te", se dio una participación mucho más activa de las diferentes capas de la población.  La guerra impe­rialis-ta tomaba la forma de una "gue­rra popular" en la medida en que el proleta­riado cedía al enrola­miento naciona­lista, disolviéndose así en el pueblo par alistarse en los diferentes frentes nacionales.

 

       En Bosnia-Herzegovina la guerra moviliza cada vez más a la población (lo que por supuesto no implica que por eso deje de ser imperialista), pe­netrando en cada localidad, en cada hogar. Esta adhesión masiva -IM­PUESTA POR EL TERROR- de los proletarios a la guerra, la transforma­ción de estos en soldados/ciudada­nos, en carne de cañón, aleja la perspectiva internacio­nalista.

 

       Esta evolución hacia la generaliza­ción y la popula­ri­zación de la guerra, que la hace aun más criminal de la población en general (Yugoslavia fue con relación a su población y su terri­torio uno de los países que tuvo más víctimas -sino el que más- en la Segun­da Guerra Mundial), está también determinada por la estructura de las fuerzas armadas y el sistema de defen­sa que había adoptado el gobierno yugoslavo (con todo su equipamien­to militar, sus stocks, sus armas pesadas, sus municio­nes, sus apoyos logísti­cos,... diseminados por todo el territorio) y que es al mismo tiempo favorecido por el tipo de territorio montaño­so, con innumerables puebli­tos y aldeas aisla­das y encerrados en sus tradicio­nes.  Dicha   realidad   hace  aun  más  compleja  toda interven­ción exterior; no es puro cuento lo que dijo Barry McCaf­frey, ayudante del Jefe del Estado Mayor Inter-armas del ejército americano cuando declaró que serían necesarios unos 400.000 hombres y más de un año para eliminar la violencia en Yu­goslavia, sin por supuesto poder garan­tizar que el conflicto no comience cuando los soldados hayan partido.

 

 

       Hay que reconocer que a nuestra clase en Yugosla­via se le ha asestado un golpe severo (¡y no solamente nos referimos a los sectores proletarios que se encuen­tran al interior de Yu­goslavia, sino también a los otros de todos los otros paí­ses, que por su pasividad se hacen cómplices de los Estados asesinos!) y que una mayoría de proletarios abandonaron el terreno de su clase para alistarse al interior de uno de los campos imperialis­tas. Sin embargo el ocultamiento sistemático de la informa­ción nos impide pronun­ciarnos claramente a propósito de la lucha y fuerza de los proletarios que continúan a luchar contra la guerra, contra las campa­ñas nacionalis­tas y contra la propaganda democrática. Sabemos, por experiencia, que siempre existieron núcleos proletarios que llevaron adelante tales pers­pectivas en momentos de guerra. Estos compañe­ros cristalizan, en este movimiento, la tendencia innata del proletariado a transformar la guerra imperialista en guerra revolucio­naria por el comunis­mo.

 

 

 

 

PERSPECTIVAS

 

 

 

 

La historia nos ha demostrado que si bien el estalli­do de una guerra imperialista, con el alistamiento de los proletarios en los diferentes campos de los Estados burgueses, constituye una derrota para el proletariado, tales situaciones de guerra contienen tam­bién sus propias contradiccio­nes. La generalización de la miseria, y la muerte como la única perspectiva que puede aún ofrecer la sociedad capita­lis­ta crean inelucta­blemente las condi­ciones, necesa­rias pero no suficien­tes, para un resurgimien­to prole­tario. En efecto, la guerra impone a los proleta­rios enormes sacrificios por intereses que se revelan como totalmente extra­ños a sus intereses lo que lo empuja a la revuelta y recipro­camen­te son las luchas por los intereses proletarios que se imponen como la única solución realista y realizable para salir de las masacres y de la guerra. La alternativa de luchar contra la guerra o de reven­tar por la guerra se trans­forma prácti­camente en la única existente.

 

       La similitud en las condiciones miserables de vida que se perfilan por todos lados para todos los proleta­rios fortifican las condiciones que permiten el desa­rro­llo de acciones derrotis­tas revoluciona­rias, la lucha por que las armas se vuelvan en contra de su pro­pia burguesía, para llevar adelante la guerra social contra el Capital y todos sus defensores. La uniformi­dad de las condiciones de vida evidencian, tam­bién, la importancia vital de los nú­cleos comunistas que resis­ten al enca­silla­miento imperia­lista, que resisten heroicamente contra toda la corriente y que desarrollan los contactos de centralización internaciona­lista indis­pensables a la fuerza del derrotismo revoluciona­rio.

 

 

       Estas perspectivas deben encuadrar­se dentro de su contexto más global, es decir en su devenir; hay que tener en considera­ción la situación y la evo­lución del conflicto, el desarrollo difi­cilmente previsible o contro­lable de la guerra con sus posibilidades de exten­sión ulterior hacia los Balcanes y hacia otros países, las relaciones de fuerza a escala mundial entre burguesía y pro­letariado, relación de fuerza que orien­ta cada vez más a la burguesía a asu­mir explícita y enteramente la situa­ción catastrófica en la que se encuen­tra su socie­dad, con la explosión de sus antago­nismos interimperia­listas.

 

       La ola de luchas del 67-73 fue una respuesta clasista, a escala internacio­nal, del proletariado a los primeros efectos de la crisis del sistema capita­lista; desde ese entonces, es decir hace 20 años, las luchas se desarrollan en forma dispersa y se "distin­guen" por su carácter explosivo aun­que, también, por sus múltiples debilidades de las cuales la primera es, sin lugar a dudas, el rechazo casi sistemático a asumir el porqué surgieron estas luchas, es decir la signifi­ca­ción directa­mente histórica e internacionalista de estos comba­tes (17). Nos referi­mos explí­ci­tamente al sectarismo reinan­te, es decir al rechazo de la organi­zación y de la centraliza­ción de la lucha, lo que constitu­ye, inegable­mente, una concesión mayor a nuestro enemigo de clase.

 

       En la actualidad prácticamente en todos los lados que actuamos nos encontramos atacados por ese sectaris­mo, por ese rechazo, (con esas múlti­ples excusas para no asumir la comuni­dad de lucha que existe dispersa por todo el mundo) a la centraliza­ción interna­cio­nalista del movimiento revo­lucionario. Como es de conocimien­to de los lectores de nuestras revistas, hemos resaltado las pocas excepciones, a esta situación internacional, que fueron las luchas que se desarrolla­ron entre 1978-79 en Irán, en 1981 en Polonia, en 1988 en Birmania, en 1991 en Irak. También tendría­mos que incorporar a esta lista las heroicas luchas del proleta­rio en Africa del Sur, como probablemente otras luchas que se dieron en otras partes del mundo. Dichas luchas se distinguen de las otras por su duración y tal vez por un cierto nivel de organización que las mismas se dieron.

 

       La burguesía ya no puede más en­gañar a los proleta­rios pídiéndoles algunos sacrificios en espera de que lleguemos al "fin del túnel". Desde hace diez años, y frente a la persisten­cia y agravación de la situación de crisis, el discurso dominante afirma claramente que aquellos que rechazan los sacrificios o que piensan poder aferrarse a "sus privilegios" serán sacri­ficados y se los abandonará "al borde del camino". Por otra parte, esos "sa­crificios indispensables" están en todos lados, en todos los hechos: se cuentan por millones los proleta­rios que viven en una pobreza absoluta en el corazón mismo de las enormes metrópo­lis capitalis­tas, hace muchos años que ya no se habla más de "salario mínimo" (reivindicación que hasta entonces se aceptaba como normal) puesto que las condiciones generales de sobreviven­cia se sitúan ampliamente por debajo de ese nivel de vida "mínimo". La burgue­sía se prepara activa­mente a dar un nuevo paso en esta escalada llevando la guerra directamente al nivel de la vida cotidiana. ES POR  ELLO  QUE  AFIRMAMOS QUE   ¡LA GUE­RRA  SE  DESARROLLA  ACA  Y  AHORA,  Y  NO EN  OTROS  LADOS  O  PARA  MAS TAR­DE! Este es el significado fundamental para el proleta­riado de la guerra en Yugoslavia.

 

       El antagonismo burguesía/pro­leta­riado seguirá haciéndose cada vez más explosivo en la medida en que siga siendo nuestra clase que aguanta los golpes y la burguesía que impone cada vez más violentamente su solución -la guerra imperialista generaliza­da- a la crisis catastrófica de su sistema social. Ocultar, cerrar los ojos, negar esta realidad, es criminal.

 

       Así como también lo sería el hacer creer que la situación puede revertirse en forma inmediata. Incluso dentro de un contexto de luchas muy importan­tes, insurreccionales, como las que se desarrollaron en Irak en el transcurso del 91 durante la guerra del Golfo, las mismas no lograron superar las fronte­ras naciona­les. En nuestro artículo Guerra o Revolución (Comunismo Nº 29), en el capítulo a propósito de la Guerra del Golfo evocamos las pocas reacciones proletarias y militantes contra la guerra (fuera de Irak) y constata­mos que el proletaria­do fue incapaz de parar la guerra (especial­mente del lado de la Coalición) lo que se expresa, entre otras cosas, por la ausencia de estruc­tu­ras de asocia­cio­nismo y acción de clase (así el odio, la revuelta que interiormente cada uno vive, solo se pueden expresar ¡indivi­dual­ y aisladamente!) y que el capita­lismo logró alcanzar sus objetivos de moviliza­ción nacional y de sumisión de los proletarios a los intereses de los Estados nacionales. Con respecto a la guerra en ex-Yugoslavia constatamos que la situación es aún más dramática y la paz social se impone rigurosa­men­te: ausencia trágica y total de luchas, de difusión de volantes, de carteles, de manifes­ta­ciones, de acciones de sabo­taje,...

 

               Las actividades que tenemos que asumir y llevar adelante en este tipo de situación, están determi­nadas en parte por estas debilidades: dispersión, sectarismo, falta de centrali­zación, no circulación de las informa­ciones, ...  Es extremada­mente necesario luchar contra ellas, defender la necesidad de actividades militantes directamente internacionalis­tas, favorecer la centrali­zación y la circulación de informacio­nes de las luchas de nuestra clase, organizarnos por encima y contra las fronteras. Estas tareas son al mismo tiempo enormes y elementa­les: enor­mes cuando constatamos, por ejemplo, las dificultades y el escepti­cismo impo­nen­te que encontramos desde que se evoca la necesidad de la organización, de la centraliza­ción, de la asumación de las tareas de reapropiación progra­máti­ca, de la mili­tancia en general; pero muy elementales cuando conside­ramos como, cuando surge el proleta­riado revoluciona­rio, todas estas debi­lidades cambian rápida­mente, y como el proleta­riado en el espacio de algu­nas semanas, días, o horas se reapro­pia de sus medios de lucha revolucio­narios, se reorganiza, se apropia de sus acciones y de sus perspectivas. No proponemos actuar hoy en día de acuerdo a la situación de mierda que vivimos actualmente, sino por el con­trario proponemos actuar hoy en día de acuerdo al devenir, en función de

 

 

las inevitables polarizaciones de clase que surgirán mañana como resultado, por ejemplo, de una intensi­ficación de los ataques contra nuestras condicio­nes de vida y de una generaliza­ción de la guerra, proponemos desde hoy la preparación indispen­sable al futuro resurgimiento del movimiento revolu­cionario. Tal perspectiva no tiene como objetivo, hoy en día, el obtener un eco considerable al interior del proletaria­do cuyas capacidades de respuesta han sido ampliamente anes­tesiadas, más aún creemos necesario desengañar a los compañeros que esperan un tal resultado; en efecto, y como acabamos de señalar, la situa­ción general, tal como se perfila desde hace dos décadas, (no creemos que esta cambie a mediano término) nos obliga a insistir en las innumerables debilidades que traban la acción revo­lucionaria de nuestra clase.

 

       No se debe deducir, de lo que aca­bamos de plan­tear, que hay que espe­rar esos enfrentamien­tos y que

entre tanto tendríamos que dedicarnos a la teoría. Por supuesto que los enfrenta­mientos de mañana no se preparan "teóricamente", sino asumiendo hoy en día la defensa intransigente de las perspectiva comunista, que no cambia en función de tal o cual resultado posible de forma inmediata.

 

       La minorías comunistas, que hoy desarrollan a contra corriente su activi­dad a pesar de esta sofocante paz social, no tienen otra alternativa que la de por un lado fortificar más aún la intransigencia de sus posicio­nes comu­nistas (de ninguna manera estas pue­den depender o evolucio­nar según las situaciones más o menos desfavorables que vivamos); y de la otra el redoblar sus esfuerzos a nivel internacional para que los núcleos comunistas, los mili­tantes aislados, los contactos, los sim­patizantes, etc. asuman activa y centra­lizada­mente su contraposición a la guerra y a la paz imperialis­ta.

                                   

 

 

 

 

 

 

Notas:

 

(1) Este artículo fue redactado en su idioma original a fines del 91 y parte del 92; por lo tanto no hace referencia a acontecimientos posteriores.

(2) Nos referimos a sucesos como la reorganización general del capitalismo en la región y la exacerbación de las contradic­ciones interburguesas ligadas a la crisis de acumula­ción del capital; y en particular a la crisis y tentativas de reorganiza­ción de la explotación en la URSS, al derrumbe de la constelación de los Estados de Europa del Este, a la independen­cia de numerosas repúblicas de la ex-Unión Soviéti­ca, a la reunifica­ción alemana, a la liberaliza­ción de la política econó­mica, etc.... hechos revelado­res de la situación de desarrollo brutal de la crisis capitalista mundial, que la burguesía intenta descargar contra el proletaria­do, como en todas partes del mundo, imponien­do más sacrifi­cios, más miseria, más desem­pleo, más guerra, ...

 

(3) Como se puede continuar dándole un lugar privilegiado a esos "particularismos", (color, origen geográfico, sexo, estatuto, edad, ...) cuando al proletariado mundial se le imponen condiciones de vida que no dejan lugar a otras consi­deraciones que las existentes frente a una mercancía que se tira como una fruta a la que se le extrajo todo el jugo que contenía.

(4) Tomamos una gran parte de elementos del folleto "Algunos ingrediente de base de la ideología yugoslava"

(5) Algunos años mas tarde, el "comunista" Djouro Tsviy­kitch, miembro del CC del P"C"Y, refiriéndose a este episodio de la lucha revolucionaria, responde que "los comunistas jamás se pondrán a la cabeza de una chusma de ese tipo confiriéndole la bandera roja" (citado en "La revolución de octubre y el movi­miento obrero de los países balcánicos" por Jacques Schärf).

(8) En realidad casi todos los países y en especial los países Europeos tienen sus nacionalismos históricos y el capital los hace resurgir en la medida que los necesita, como por ejemplo hoy en Italia. Por supuesto que el hecho de que dichas contradiccio­nes obedezcan a intereses fraccionales reales y opuestos de sectores de capital, hoy exacerbados por la crísis, no nos impide a nosotros de ver, a un nivel más global, que todos esos naciona­lismos son utiliza­dos contra el proletariado para hacerlo servir como carne de cañón de la guerra imperialista.

(9) De esta misma manera procedió el Estado para introducir las leyes de autogestión durante los años 50.

(10) “Durante la primera guerra mundial, 10 % de victimas fueron civiles, durante la segunda guerra, 50%; pero desde hace diez años, 80% de victimas de todas la guerras son civi­les, y la mayoría son niños" J. Grant responsable de la Unicef en Yugosla­via.

(11) Es conveniente recordar que numerosos lazos fami­liares existen entre los proletarios de diferentes "orígenes", "serbos" y "cróatas", y que una gran mayoría habla la misma lengua serbo-cróata..

(12) Este ejército federal fue ampliamente pertrechado por el gobierno yugoslava utilizando como justificación para ello que había que contrabalan­cear la amenaza que hacia pesar desde mucho tiempo la Unión Soviética sobre Yugoslavia. Así en Eslovenia y en Croacia las milicias y fuerzas territoriales se encontraban mucho mejor equipadas en armamento y entrenadas que el gobier­no central pues era un elemento principal de la estrategia de resistencia en caso de invasión del pacto de Varsovia. La defensa territorial se organizó a través de una ley de febrero del 69 ( luego de la invasión de la Checoslovaquia por las fuerzas del pacto de Varsovia). En conformidad con el concepto de "guerra general popular" y de la experiencia de la guerra 1940-45, se crean una miríada de focos de resistencia en la que se implica a toda la población, puestos bajo la dirección del ejército, pero susceptibles de actuar de una manera autó­noma en un territorio ocupado por el enemigo.  Es así que el equipo, las armas, los stocks y municio­nes fueron diseminados a lo largo del territorio en vista de ser utilizadas por las fuerzas constituidas localmen­te y por un comando muy descentralizado.

(6) En 1971, el gobierno federal yugoslavo instaura la nueva "nación Musulmana" para designar la población no-serba y no croáta de Bosnia-Herzegovina. Los "Musulmanes" yugoslavos se "distinguen", a través la utilización de la mayúscula, de los musulmanes miembros de una religión. Los musulmanes (con m minúscula) son eslavos y hablan una variante del croata o del serbo. Se convirtieron al islam durante las guerras contra los bogomiles de los cuales ellos eran descen­dientes. Bosnia fue, durante el XIII siglo, un lugar de desarro­llo de la "herejía" bogomil que surgió en el siglo X en Bulgaria. Muchos de sus adeptos se convirtieron al islam bajo la ocupación otomana. Según la constitución yugoslava, el término "Musulman" no debería expresar "la pertenencia a una comunidad musulmana a definición religiosa" sino que debiera "adquirir un sentido nuevo, nacional" y es por ello que se puso una mayúscula a la palabra musulmán.

(7) Juzguemos a través de algunas cifras elocuentes que más allá de la frialdad contable, expresan la tragedia que soporta nuestra clase hoy día. En junio del 90, el dinar se devalúa (en realidad su tasa de cambio se alinea al mercado negro): de 1 deutsch mark (DM) por 68.000 dinares se pasa a la paridad de 1 DM por 700.000 dinares, lo que representa 10 veces más, sin que los salarios aumenten en la misma proporción.  A mediados de agosto, el Banco Nacional, incapaz de continuar haciendo funcionar la maquinita de billetes para alimentar el abismo y dar la imagen de pagar los miserables salarios de los proletarios que aún tenían un trabajo, emite un nuevo billete de ... ¡¡500 millones de dinares!!. Como un morfinómano, extenuado, en búsqueda de su dopa, solo 15 días más tarde se le inyecta otra dosis más potente: un nuevo billete de ... ¡mil millones de dinares es emitido!. Y finalmente tres semanas más tarde se emite otro de ¡10 mil millones de dinares!. Si el alza de los precios, pagados por los proletarios durante los 8 primeros meses del año continua a ese ritmo, los expertos (?!) preven una inflación anual de 1.671.000.000%. Para la anécdota, cada hora el dinar pierde 1% de su valor en relación al DM. El baile de las etiquetas deviene alucinante, los precios se anuncian hoy en día en mil millones de dinares cuando en el 92 la inflación solo alcanzaba ¡el .. 20.000%! A principios de setiembre del 93, el pan, la leche y otros alimentos de "primera necesidad" fueron racionadas en casi todas las ciudades de Serbia y de Montene­gro, de todas formas los productos de base han desaparecido de las tiendas. Los heridos y enfermos se mueren en los hospitales por falta de medicamentos adecuados, los burgueses deben admitir, según sus normas, que "90% de la población vive por debajo del limite de la pobreza!", los que sufren más son los jubilados y no es raro verlos pelearse con los gatos y los perros por el contenido de la basura. Esta es la situación a la que el proletario se encuentra sometido, ¡con la facilidad para la burguesía de haberle impuesto esta situación gracias a la guerra! Milosevic no se equivocaba cuando afirmaba que las sanciones y el bloqueo le ofrecían a Serbia "la ocasión de restructurar su economía"

(13) Cfr. nuestro "Subrayamos" a propósito de los motines de setiembre 1993 en Banja Luka, que reproducimos en este número de Comunismo.

(14) Ver "La Catástrofe capitalista" en Comunismo nº 32.

(15) País en el que el número de refugiados, que vienen de Europa del Este, mayoritariamente "Yugoslavos" tratando de escaparse de la guerra, del hambre, de las masacres, del servicio militar obligatorio, sigue aumentando. El papel, abiertamente antiproleta­rio, y la complementaridad de las tareas entre las diversas fracciones burguesas, se muestra claramente por lo que es, cuando se atacan repetidamente los hogares de los refugiados en Alemania y cuando se limita el famoso "derecho de asilo".

(16) Queremos recordar, con todo el odio que nos puede inspirar esta sociedad podrida, que un testimonio trágico de la existencia de esta resistencia fueron las fosas comunes, ¡qué fueron descu­biertas en los alrededores de numerosas ciudades y pueblos!, en las que se sepultaba a todo refractario y como también nos los demuestra el desarrollo de "operaciones de guerra" alrededor de ciudades como Vukovar y Sarajevo, en donde los proletarios de orígenes diferentes (y también "serbos") intentaron resistir conjuntamente y no someterse pasivamente a los bombardeos de la artillería "serba". -

(17) Ver al respecto nuestro artículo "Características generales de las luchas de la época" en Comunismo Nº 33

 

 

 


CO34.4 De la guerra en Yugoslavia: guerra imperialista contra el proletariado mundial