SEGUNDA PARTE  (1)

 

5.  La fusión monstruosa

del Partido Comunista y los Social-Demócratas.
"Otro giro más a la izquierda solo puede ser una contrarrevolución"
                                                                                                                                                                       Bela Kun -  27 marzo 1919.

        El 17 de noviembre de 1918, Bela Kun regresa de Rusia, en donde se encontraba desde los principios de la guerra. Bela Kun ingresó al partido Socialdemócra­ta en 1905, rápidamente milita en la oposición, de la que Ervin Szabo era su portavoz, pero de la que también forman parte: Cajos Tarczai, Arnold Damel, Sandor Csizmadia, Bela Szanto. Esta oposición en 1903 es aún tímida e informal, pero cuando se opone a los estatutos comienza a organizarse hasta llevar adelante un ataque frontal durante el 14avo Congreso del Partido Social Demócrata en 1907: dicha oposición cuestiona todo. Esta corriente pretendía restituirle, al Partido Social Demócra­ta, un contenido revolucionario que nunca tuvo (ni ten­drá). Para hacérselo compren­der, los socialdemó­cratas excluyen, a los jóvenes que consti­tuían esta oposi­ción,de la organización (2). Bela Kun "evita" la exclusión, pero se le aleja de Budapest, que en esa época era un verdadero nido de revolucio­narios. Es en estas circunstan­cias que Bela Kun toma  por primera vez contacto con militantes organizados afuera de la socialde­mocracia y frecuenta regularmente los círculos anarquistas y socialis­tas revolucionarios.  

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En 1914, Bela Kun integra voluntariamente "su" regimiento para ir a la guerra y es así que cae prisione­ro en el frente ruso en 1916.  La caída del zar en febrero de 1917 le permi­te entrar en contacto con los Bolcheviques y co­mienza a encargarse del encuadra­miento de los prisione­ros revoluciona­rios húngaros.      En marzo 1918, Bela Kun funda, con Szamuely y otros militantes, el Gru­po Comunista Húngaro. Se ocupa además de la fede­ración de los Grupos co­mu­nistas extranjeros en Rusia y organiza unidades del Ejér­cito Rojo durante el verano de 1918 contra el Ejército Blanco dirigi­do por Koltchak en el Ural.La influencia de Bujarin es decisiva en Bela Kun, es así que este toma posi­ción por las tesis de los comu­nistas de iz­quierda durante los vio­len­tos de­bates a propó­sito de la firma de la paz de Brest Litovsk (luego veremos co­mo cambia de posición con respecto a esta cues­tión cuando se planteó el desa­rrollo de la guerra revolucio­naria en Hungría en 1919). El 4 de noviem­bre 1918, el Grupo Comu­nista Hún­garo re­afir­ma su interna­ciona­lis­mo pro­letario proclamán­do­se "Sección húngara del Par­tido Comunista Interna­cio­nal" (3) y decide ingre­sar a Hungría en donde, desde noviembre, el prole­ta­riado emprende la ini­cia­tiva del enfrenta­miento a la propie­dad privada.

 

Unos días después de la llegada de Bela Kun a Budapest, llega quien fuera su compañero más activo en Moscú: Tibor Szamuely.  Este que había sido reclutado en "su" regimiento  por la fuerza y que había deser­tado rápidamente; había logrado refugiarse clan­destinamente en Rusia. En febrero del 17, entra en contacto con Bela Kun y lo ayuda a encuadrar a los proletarios húngaros pri­sioneros. Szamuely se procla­ma desde siempre, anarquista y trabaja por la revolu­ción al lado de grupos y fracciones revo­lucionarios que levantan banderas anar­quistas, comunistas, socia­listas revoluciona­rios. Como lo hemos expresa­do en diver­sas oportuni­dades, la ver­dadera fron­tera de clase no se sitúa entre "comu­nis­tas" y "a­narquistas", sino por el contrario entre revolu­ción y contrarrevo­lución y ello mucho más allá de todas las banderas o etiquetas con la que los propios protago­nistas se identifica­ban. De regreso a Buda­pest se mani­fiesta como un defen­sor ardien­te de la crea­ción de un Par­tido Comu­nista que unifi­que a los revolu­cio­na­rios más allá de la eti­queta "anar­quista" o "mar­xista" que se pe­guen. Sza­muely y Bela kun, tie­nen objetivos muy precisos: crear una orga­nización revolucio­naria para derro­car a Karolyi.

Ellos no fueron, evi­den­temente, los primeros en plantear el problema de la organización de las fuerzas revoluciona­rias en Hungría.  Hemos visto que diferen­tes grupos de mili­tantes se ha­bían orga­niza­do en fun­ción de la lucha contra la guerra y de la necesidad de desa­rro­llar la acción directa, como el Círculo Galileo (primero en su seno, lue­go en rup­tu­ra con él) los socialis­tas revolu­cio­narios, el Comité Inter Fábri­ca, o grupos en torno a revis­tas radicales (4), o mili­tan­tes conocidos, etc. Pero a princi­pios de noviem­bre del 18 lo que se plantea, más allá de la lucha contra la guerra, es el problema de la generali­za­ción y de la direc­ción  del movimiento revolu­cio­nario.

    

La necesidad de centralizar las diferentes fuerzas revolucionarias emerge como cuestión fundamental para el proletariado; así surgirán diferentes tentativas para  asumir  esta  cuestión  vital.    Pero  también la

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contrarrevolu­ción capta esta necesidad del proletariado de pasar a un nivel organizativo superior y trata de responder desde su punto de vista. El mismo día que Bela Kun desembarca en Budapest, se organiza una reunión en la que participaron una cincuentena de representantes de la vieja oposición de izquierda que todavía se encontraba al interior del Partido Socialde­mócrata, con Socialistas Revolucionarios, con antimili­taristas, y con viejos militantes del Comite Inter Fábri­ca que habían roto con esta organización. La condena platónica de la SocialDemocracia no pudo ocultar el papel plenamente contrarrevolucionario que estos se preparaban a asumir, puesto que se propusieron la creación de un "Círculo Ervin Szabó", que tendría que ser un centro de guía ideológica ... al interior del Partido Socialdemócrata!!!.  

       

Otras tentativas expresaban los esfuerzos organiza­ti­vos del proletariado:  Otto Korvin, militante Socialista Revolu­cionario que se definía como anarquista, intenta, a través de la denuncia  clara del Partido Socialdemó­crata, centralizar, en torno de su organización, a los proletarios en ruptura con la contrarrevolución "socia­lista".  Para alcanzar estos objetivos organiza acciones espectaculares de denuncia: Korvin logra interceptar, en noviembre, una copia del telegrama de felicitaciones que los bolcheviques dirigieron al proletariado en Hungría para apoyar el desarrollo de la lucha. Los socialdemócratas habían decidido ocultar su contenido destruyendo el original. Korvin, con ayuda del Consejo de Soldados, se procura un avión y desde el cielo lanza un volante, en el que reprodu­cía el telegrama (5) acompañado de una denuncia de las maniobras de los SocialDemócratas. Dicho volante fue lanzado por millares sobre una manifestación de masas convocada para celebrar la nueva forma de gobierno republicana.

También se dieron otras acciones que tenían como objetivo el reagrupamiento de los proletarios, otras proposiciones de organización, pero ninguna logró verdaderamente su objetivo.    Los límites de la acción proletaria, no solo se encontraban en la falta de prepara­ción revolucionaria internacional sino también en la ausencia de militantes locales formados y dis­pues­tos a asumir, en términos de organización y de pers­pectiva, la dirección del movimiento: ningún grupo pudo expresar, a partir de una organización directa­mente internacional de sus militantes, un contenido internacionalista (reali­dad que no solamente se dio en Hungría); los revolu­cionarios en Hungría se encontra­ron así solos frente a un movimiento que los supera. La Socialdemocracia reconoce el peligro de la existen­cia de un movimiento revolucionario y denuncia las accio­nes de los grupos clasistas a los que trata de "lacayos capitalistas y pequeños burgueses" (¡parecería escuchar a los stalinis­tas actuales!); trata de sustituir su propia organización a las necesidades del proletariado, mien­tras que los grupos de militantes proletarios no logra­ban cristalizar, sobre una forma organizativa, las innumerables ener­gías revolucionarias que existían.¡Be­la Kun asumirá este papel!. Frente a las indesiciones y falta de claridad de los revolucionarios en Hungría, él recién llegado de Rusia, representa el hombre de la experiencia revolu­cionaria. Sin embargo su cabeza está llena de princi­pios y métodos bolcheviques que asegu­

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raban la trans­formación de la revolución en defensa del Estado burgués. Bela Kun podía ofrecer a las disensiones existentes entre los diferentes grupos, un programa de acción bien masticadito, un método calcado del oportunismo de Lenin, una "alternativa" organizacional a lo socialdemócrata, ... y dinero!.  

       

Bela Kun y Tibor Szamuely recién llegados, logran centralizar a los revolucionarios que habían sido dispersados por la guerra y crean el "Periódico Rojo". El 24 de noviembre reúnen a los elementos revolucio­narios que se encontraban en Budapest y constituyen el Partido Comunista Húngaro compuesto tanto de militantes que se autodenominaban "comunistas" como de quienes se autodenominaban "anarquistas", "socialis­tas revolucionarios" y en general de todos aquellos proletarios combativos que se encontraban en Buda­pest. El Programa reposaba en una consigna muy precisa: dictadura del proletariado; pero desgraciada­mente el contenido de esta consigna no fue claramente asumida. El Partido Comunista de Hungría definía el sentido profundo de esta perspectiva como la "entrega del poder económico a las manos de los trabajadores a través de la función de los consejos de productores que asegurarían la entera responsabilidad de la ges­tión". "La dictadura del proletariado significa la simple toma en manos, de parte del pueblo, de los instrumen­tos de producción" afirmaba Bela Kun.

 

 El Partido Comunista creado el 24 de noviembre de 1918 es la expresión real del movimiento, pues al margen de los desacuerdos que podían separar a aquellos que se autoproclamaban comunistas, socialis­tas revolucionarios,etc., se reunían, de hecho, sin sectaris­mo, las fuerzas que desarrollaban la revolución, empujaban a la generalización del movimiento y luchaban por la dictadura del proletariado.  

       

Sin embargo, hay que distinguir claramente aquí, las tendencias espontáneas del movimiento proletaria­do que se dirigían hacia la centralización de la lucha al interior de una organización resuelta a la acción y determinada en sus perspectivas del cuadro y el progra­ma que constituirá, desde sus orígenes, el Partido Comunista.

En efecto, Bela Kun organiza el Partido Comunista de Hungría, sobre las bases y principios de la organiza­ción bolchevique en Rusia.  So pretexto de erguir un partido de masas y no una secta  entra en contacto, desde el princi­pio, con todos aquellos que, desde una manera u otra, estaban de acuerdo en asociarse afuera del Partido Socialdemócrata. Esto lo lleva a entrar en contacto no solo con militantes revolucionarios, sino también, con jefes socialdemócratas como Jenö Landler y Zsigmond Kunfi, esperando que estos se incorporasen a la nueva organización (¡!)  Es fácil imaginarse el discurso doble que Bela Kun debe haber desplegado para lograr que los verdaderos militantes comunistas abandonaran las reticen­cias que tenían con respecto a estos procederes.  

       

Igualmente, la composición, del primer comité central elegido el 15 de diciembre del 18, no refleja verdaderamente la fuerza real de las diferentes oposi­ciones de clase a la socialdemocracia que se constituye­ron en el transcurso de todos estos años. De 18 miembros, 6 eran exprisioneros de guerra que Bela Kun había organizado en Rusia y 4 oficiales que habían pertenecido al Partido Socialdemócrata; mientras que organizaciones como los Socialistas Revolucionarios, los Comités Inter Fábricas, o los grupos anarquistas, ... tenían un solo representante cada uno.

Pero de todas maneras, como ya lo afirmamos, el cuadro organizativo propuesto por Bela Kun es el resultado directo de la política desastrosa, fusionista, que promovía el Partido Bolchevique. La búsqueda, "a toda costa", de la reunificación masiva de las fuerzas "políticas" (6)  y las concesiones que esto implicaba, nos dan la dimensión del papel contrarrevolucionario que el Partido Comunista jugó un poco más tarde.  

    

Por su parte, la actividad de los militantes que se asocian al Partido Comunista, esperando encontrar la respuesta a las necesidades organizativas de la revolu­ción, rompe todos los límites: estos dirigen y centrali­zan el asociacionismo proletario a través de la consti­tu­ción de milicias armadas que defendían los intereses proletarios, a través de la organización de consejos


 

obreros para luchar contra las decisiones de los comi­sa­rios agrarios, a través del impulso a los comités de huelga y de acción directa contra sus patrones, a través del reagrupamientos de los parados para exigir la supresión de los alquileres y la expropiación de burgueses ...  

       

El Partido Comunista estaba formado por un gran número de jóvenes militantes (entre 17 y 22 años), que no se contentaban con reforzarse teóricamente frente a la Democracia, sino que cristalizaban esta fortificación con la acción directa: incendiando las actas notariales, apoderándose de las tierras de los grandes burgueses del campo, organizando el no pago de alquileres, dirigiendo las huelgas en las ciudades, organizando (en diferentes ocasiones) en Budapest y en el resto del país, ataques insurreccionales contra el gobierno y los Social Demócratas.

Karolyi tiene cada vez más dificultades para frenar el movimiento: los proletarios se organizan en milicias y se apoderan localmente del poder, como sucedió por ejemplo en Salgotarján.En el mismo Budapest, los trabajadores del periódico "Deli Hirlap" expulsan a sus patrones, el Hotel Hunga­ria fue transformado en cantina para los niños de la capital. La policía se opuso vigorosamente, a estos movimientos: en Salgotarján se cuentan 100 muertos, en Kiskunfelegyhaza 10 en una manifestación de mujeres contra la carestía.  La combatividad obrera aumenta en la misma medida que las vacilaciones del gobierno de Karolyi. Como sucedió en Rusia con el gobierno de Kerensky, algunos meses antes, todo se desarrolla a pesar de la voluntad de éste.            El Partido Socialdemócrata, por una parte, se refuerza en el sentido de que los sindicatos, bajo su dirección, se constituyen en poderosos rivales de los consejos creados por los proletarios, y por otra parte, se descredibiliza por su participación en el gobierno de Karolyi. El ala izquierda del Partido Socialdemócrata (mejor dicho ciertos militantes, puesto que ella no estaba estructurada) se acerca al Partido Comunista.  

       

El Partido Socialdemócrata demuestra su capaci­dad de defensa del Estado en este momento, asumien­do directamente la represión.  No solo enviaron a miles de proletarios a la muerte, cuando apoyaron la guerra, sino que los jefes socialdemócratas se asumie­ron el mismo papel que Noske asumía en Berlín, frente a la violencia creciente del proletariado contra el Estado.  En enero del 19, Karoly Peyer, dirigente sindicalista que ocupaba en ese entonces el cargo de Alto Comisa­rio del gobierno, se desplaza a Salgotarján para aplastar el movimiento de huelga de los mineros. Después de los combates, el 10 de enero, ordena la ejecución de una centena de proletarios que fueron capturados por la policía: se les coloca a lo largo del muro de la prisión y se los asesina, uno a uno, pegán­dole un tiro en la boca. Por esa proeza este socialista recibirá el alias de "el Carnicero de Salgotarján".

El Partido Comunista lanza, en enero del 19, la consigna de huelga de alquileres (de lo que se trataba era de cristalizar y formular una proposición planteada prácticamente mucho tiempo atrás por los proleta­rios). Los "izquierdistas" que se encontraban dentro de la Socialdemocracia se pliegan al movimiento, lo que les valió la exclusión y los insultos de la Socialdemo­cracia.  

       

El 20 de febrero, se organiza espontáneamente una manifestación para protestar contra los insultos que hacían los socialdemócratas contra los comunistas. La manifestación se prolonga en una tentativa de saqueo del local del periódico socialdemócrata, la policía interviene para proteger el periódico y se producen enfrentamientos  que dejan como saldo 4 muertos en las filas del proletariado y 4 en las de la policía. Ello expresaba, más allá del equilibro vacío de las cifras, una correlación de fuerzas que se hacía cada vez más favorable al proletariado.  El Partido Comu­nista tomó posición declarando como "provocadora" a la violencia que se desató, a pesar de que militantes de su partido participaron activamente en esta manifesta­ción. Pero a pesar de que el partido no asumió la dirección de esta manifestación y de que Bela Kun denuncia el carácter armado de esta, es arrestado y apaleado por los gen­darmes. Esto le vale no solo ciertos hematomas, sino una recredibilización repenti­na. Así surgen violentas manifestaciones que se oponen a esta arresta­ción; los socialistas retroceden, ...logrando que Bela Kun sea vigilado por verdugos socialistas!.

Pero el movimiento continua fortificandose: los tipógrafos, los ferroviarios, se organizan en consejos; los metalúrgicos de las fábricas de Csepel adhieren en masa al Partido Comunista Húngaro, que formula las consignas: "abajo la burguesía y sus instituciones" y "Viva la dictadura del proletariado". El Partido Comu­nista llama, también, al armamento del proletariado; lo que en los hechos era aceptar una práctica que ya había sido asumida por los obreros.  

       

El 24 de febrero, Karolyi, totalmente superado por el movimiento, intenta una operación publicitaria para mejorar la imagen de su gobierno: procede oficialmen­te, y con gran pompa, a la repartición de sus propias tierras; esperando así calmar y desagregar la acción directa que llevaba adelante el proletariado en el campo. Pero dicho acto fue recibido, por el proletaria­do, con  la total indiferencia.

El Partido Comunista, como ya vimos, hablaba de armamento y de destrucción violenta del Estado, y llega a organizar parcialmente a través de la acción de sus militantes, un cierto nivel del armamento proleta­rio, pero dados los grandes límites de sus perspectivas programáticas, acompañados de la actitud centrista de sus dirigentes, se limitó a negociar la gestión del gobierno en antagonismo directo, con la afirmación  de la dictadura del proletariado, terminando por constituir, así, la última tabla de salvación del Estado

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burgués en Hungría.  El Partido Comunista, en vez de organizar y dirigir la insurrección, en base al impulso incontenible del movimiento revolucionario y a la acción armada de los obreros que proponían derribar el gobierno, prefiere dejar al gobierno y a los socialde­mócratas (en esos momentos los únicos dirigentes) hacer una cesión parcial y pacífica de la dirección del gobierno. De hecho se pasa así a asumir una negocia­ción, en donde se produce una simple transmisión del poder capitalista, dentro del cuadro de un frente con sus enemigos de ayer.  

       

Concluyamos este breve recuento que hemos hecho a propósito de la efervescencia revolucionaria en el transcurso de este período, citando a un socialdemó­crata (que rápidamente formó parte de la izquierda de su partido, para luego organizarse en el Partido Comu­nista) que aterrorizado por el movimiento de destruc­ción de la economía afirma:

"La fuerza militar, el ejército más potente de la clase reinante, está totalmente dislocado. Los aproxi­mada­mente 25.000 soldados de la república húngara, que se encuentran actualmente en los cuarteles, se han organiza­do en soviets. El gobierno pierde el control de los soldados que siguen las directivas del Consejo de Soldados. En realidad ellos están en manos de los bolcheviques. Somos testigos de una revuelta latente de obreros que expulsan a sus directores y toman pose­sión de las fábricas. Marcha­mos, a pasos gigantes, hacia el abismo de una anar­quía política y social, y cada vez es más claro que el capitalismo no podrá restable­cer la situación. Si no tomamos el timón seremos barridos; la clase obrera ya está saludando a los comunistas y recono­ciéndo­los como sus verdade­ros jefes, y a nosotros nos reserva el papel de cabeza de turco".    

       

Este socialdemócrata, levanta la perspectiva de la dictadura del proletariado, como el único medio de restablecer el trabajo !!!

"... solo la dictadura del proletariado podrá hacer posible la  reorganización económica. La produc­ción ya ha caído a un nivel alarmante ..."  

       

El 19 de marzo, en Budapest, estallan grandes manifestaciones que retoman las consignas de aboli­ción de los alquileres y exigen un subsidio extraordina­rio para los desocupados.  Los Aliados, por intermedio de Francia y Rumania, formulan, en ese mismo mo­mento, un ultimátum que exige la ocupación de una gran parte de Hungría para hacer un tapón entre Rumania y Checoslovaquia e impedir, así, desde el exterior, la generalización del movimiento comunista.  La burgue­sía, en Hungría, toma consciencia de que cada vez es más difícil detener la revolución y se aproxima progre­siva­mente a la proposición de ceder la gestión del Estado a los comunistas. La vanguardia de la burguesía es totalmente consciente y formula clara­mente su plan. El socialdemócrata Garami propone, en el transcurso de una reunión del Comité director de su partido, confiar el poder a los comunistas:    "No esperaremos, por mucho tiempo, su completo fracaso; en tal caso, y solamente entonces, en una situación despejada de toda esta basura de la socie­dad, podremos formar un gobierno homogéneo".  

El Partido Comunista, negocia con sus enemigos refor­mistas, y cae en su trampa. Desde su prisión, Bela Kun negocia, con los que lo encarcelaron, la fusión mons­truosa del Partido Comunista con sus propios verdu­gos socialdemócratas!!!        

En el mismo momento en que 30 000 obreros revolu­cionarios, principalmente los metalúrgicos de las fábri­cas Csepel, habían formulado un ultimátum, dándole solo 5 días al gobierno para transmitir el poder a los proletarios, de lo contrario tomarían las armas para imponerlo, Bela Kun propone, siguiendo las tesis fusio­nistas de los bolcheviques, la unificación con los Noskes locales, organizadores de guerra y de las masacres obreras. Al planteamiento insurrecciona­lista del movi­miento comunista real, Bela Kun opone la negociación con el enemigo de clase.          

Esto hay que comprenderlo en el sentido estricto de lo que se afirma: el 18 de marzo [tres días antes de que se anuncie oficialmente la gestión común del Estado en Hungría por los socialdemócratas y los "comunistas" (7)] el proletariado, nucleado alrededor de una de sus fracciones, más combativa, que se encontra­ba en la Fábrica de Weiss Mafred en Csepel, decide organizar la insurrección para el 23, momento en el que se entraría a Budapest con las armas en la mano para liberar a los dirigentes comunistas encarce­lados, expulsar al gobierno y asegurar la dictadura de clase. Para, ese mismo 23, por otra parte, se preparaba una manifestación en Budapest y un acto en la plaza donde se encontraba el parlamento, contra la fusión de los dos partidos. El proletariado se dirigía cada vez más claramente hacia la insurrección y exigía a su organiza­ción, mejor dicho a "sus dirigentes", que la asumiera tomando la dirección del sublevamien­to. Por su parte esos "jefes" rechazaron esta alternativa y ... propusieron en contrapartida una alianza con aquellos contra los que los proletarios luchaban desde hace casi cinco años!!



        Así, Bela Kun y su banda asumieron claramente, la función de freno de la revolución, que la burguesía les pedía asumir; cada paso del movimiento hacia adelan­te, será directamente frenado, recuperado y transfor­mado en su contrario. Los proletarios expulsan a los patrones; mientras que el Partido de los socialistas y de los comunistas húngaros proponen mantenerlos para utilizarlos como cuadros dado que tienen mayor expe­riencia. Los proletarios desarrollan el derrotismo revolu­cionario, llaman a la fraternización pidiendo a los soldados checos, eslovacos y rumanos que den vuelta sus fusiles y que los dirijan contra la burguesía, mientras que el gobierno de Bela Kun pide asistencia militar al Ejército Rojo de Rusia y recompone un ejército burgués, pintado de rojo, en Hungría, etc.....  

       

El 21 de marzo se proclama oficialmente la repú­blica de Consejos obreros de Hungría, pero esta proclamación no expresaba la centralización y direc­ción del proceso de destrucción del Estado que el proletariado había iniciado hace muchos meses atrás, sino la reconstrucción y el reforzamiento del Estado burgués a través de la legitimación que el apoyo de los "comunistas" implicaba. La gestión del Estado en Hungría por Bela Kun y el Partido Socialista Unificado Húngaro es la expresión típica de las fuerzas que nosotros calificamos de "centristas" y que por el hecho de encuadrar en su estructura a reales fuerzas proleta­rias a pesar de sus enormes concesiones burguesas pueden primero aproximarse a la revolución (siempre con el apoyo de izquierda de ciertos elementos real­mente revolucionarios), para luego asegurar la comple­ta y entera función contrarrevolucionaria que le es atribuida; la de constituirse en última muralla y la barrera más eficaz de la burguesía contra el asalto revolucionario del proletariado.

 


  Lenin, padre espiritual de las orientaciones pro­pues­tas por Bela Kun, saluda la fusión entre comunis­tas y socialdemócratas:  

   

"Ustedes han dado al mundo un ejemplo mejor que el de Rusia soviética, porque supieron unificar de golpe a todos los socialistas bajo un programa de verdadera dictadura proletaria"

Así pues, en 1919 el frentismo, fomentado por Lenin desde lo alto de su cátedra del Comité Ejecuti­vo de la Internacional Comunista, hace sus siniestras pruebas; los revolucionarios de ayer, encadenados a sus enemi­gos, aseguraran, más allá de su propia voluntad, conciencia, sinceridad, certitud, coraje, combatividad, conocimiento, etc, una función contrarrevolucionaria: la de mantener los ataques proletarios en los límites del respeto del Estado burgués, preparando, así, el caniba­lismo de la contrarrevolución, que llevaran complemen­tariamente adelante más tarde, los ejérci­tos extranje­ros y blancos, locales e internacionales. Los "revolucio­narios" van a asociarse a este papel de tapón y de desarme; papel que la Social Democracia sola, sin alianzas no podía asegurar más. Los "comunistas", en minoría en un gobierno esencialmente dirigido por los Socialdemócratas, solo podrán asistir y legitimar con su presencia las peores medidas burguesas tomadas por los socialdemócratas para "salvar su patria" en nombre del socialismo.  

       

Es necesario tener en cuenta que esta fusión entre el Partido socialdemócrata y el Partido Comunista, se implementó a pesar de la enorme resistencia de los militantes de éste y que Bela Kun tuvo que usar todo su poder personal para convencer a los revolucionarios, debiendo muchas veces dirigirse personalmente a cada "comunista", "anarquista" o "socialista revolucionario", así como a los viejos militantes de los Comités Inter Fábrica, antes de atreverse a proponer y hacer pasar su siniestra propuesta. Es sobre dicha cuestión, que surgirá una oposición revolucionaria opuesta a la fusión. Tanto "anarquistas" como  militantes que se reivindicaban del "marxismo" ( una vez más la frontera no eran estas etiquetas, sino la ruptura revolucionaria contra la socialdemocracia o la fusión con ella), rompen con sus antiguos compañeros quedando por un lado los que admiten la colaboración y por el otro los que luchan contra la misma.

Es así, que el segundo Comité Central del Partido Comunista, recompuesto luego de la arrestación de Bela Kun, Otto Korvin, László y Rabinovics, reorgani­za, sin poner Bela Kun al corriente y sabiendo que este negociaba con los socialdemócratas, el partido, la prensa, los mitines, la propaganda, ... según las necesi­dades de la preparación de la insurrección armada, prevista para el mes de mayo. Tanto Szamuely, Révai, Bolgár (y otros) como Otto Korvin y Jenó László, que rápidamente se unen a los primeros, defienden la perspectiva de que la revolución proletaria no podrá vencer  a golpes  de conferencias  que reúnen, en pri-

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sión (!), a verdugos socialdemócratas con los prisione­ros comunistas, sino en las barricadas. Révai dice explícita­mente que la propuesta de Bela Kun es "inmo­ral" y que "cava la tumba de la revolución"  

       

Estos militantes formaron una oposición comunista efímera que no llegó a "corregir" la orientación tomada por la organización, bajo el impulso de Bela Kun. Esta izquierda, terminará por disolverse luego, en el nuevo Partido que surgía de la fusión con los socialdemócratas. Un poco más tarde, resurgirá vagamente, a propósito de la posición del desarrollo o no de la guerra revolucionaria y finalmente desapare­ce­rá con la derrota final del movimiento revoluciona­rio en Hungría. Estos militantes no asumieron jamás las consecuencias de sus críticas, lo contrario les debería haber llevado a romper con un partido que adoptaba claramente las propuestas históricas contra­rrevolucio­narias de la Socialdemocracia.

Otra minoría de revolucionarios (Krausz, Bojtor y Kagan), que también se oponían al monstruoso casa­miento entre "la revolución" y la contrarrevolución, rompe efectivamente con el Partido Socialista Unifica­do Húngaro (y por lo tanto con el Partido Comunista) fundando entonces la "Unión Anarquista". Esta se establece en Almássy, nombre de un palacio que les dará su nombre. Los Almassitas, como se los llamaría desde entonces, fueron conocidos por su oposición a la participación en la gestión del Estado burgués y al colaboracionismo de Bela Kun, y luego también de Tibor Szamuely y Ottó Korvin (ver más adelante). Una polarización se desarrolla así entre los Almassitas (que rechazan la colaboración con la Socialdemocra­cia) y los "participacionistas" (que aceptaban la colabo­ra­ción con el gobierno); pero esta oposición, al igual que la anterior, no logró constituir y asumir una alternativa en términos de dirección y acción revolu­cionaria. Bela Kun ordenó la detención de Bojtor y Kagan (8) por sus fogosas críticas contra el accionar de los nuevos comi­sarios y administradores del Estado. Y sin embar­go la oposición de aquellos se limitó a la organización pasiva de círculos de discusión y a la difusión de revistas que sugerían propuestas en vez de asumir realmente la dirección del movimiento.  

       

En el transcurso de este período Bela Kun tuvo que luchar incesantemente contra estas múltiples oposicio­nes amenazándolas y calificándolas de "iz­quierdistas contrarrevolucionarias". El 26 de marzo, en el transcur­so de un mitin, declara que toda acción llevada adelan­te bajo el nombre del Partido Comunista iba en contra de los intereses proletarios; con ello pretendía desoli­da­rizarse de las múltiples acciones proletarias perpe­tua­das en nombre del Partido Comu­nistas (los proleta­rios combativos se reivindicaban de esa forma, porque identificaban "partido comunista" con partido de la revolución). Pero Bela Kun iría aún más lejos y así, luego de hacer un inventario de las medidas tomadas por su gobierno, afirmaba que no había nadie más "izquierdista" que él mismo, y que aquellos que se situaban más a la izquierda solo podían ser enemigos de la revolución!.

Como ya vimos, Szamuely, Korvin y los otros que se opusieron al compromiso, reprochaban a Bela Kun el oportunismo de su alianza e intentaron sustituirlo en tanto que dirección, sin llegar jamás a la ruptura. Szamuely llegó a asumir, con Pogány, el puesto de Ministro de Guerra, mientras que Bela Kun se ocupó del Ministerio del Exterior (lo que implicaba toda una serie de contactos, tanto con el Ejército Rojo como con los Aliados). Korvin asumió la dirección de la Cheka húngara, esmerándose en la lucha contra los contrarrevolucionarios. Esa vieja oposición de izquier­da, asumió así cargos importantes en la gestión del Estado en Hungría, contribuyendo a hacer pasar como "revolucionario" lo que en realidad era sabotaje de Bela Kun y los socialdemócratas contra la revolución.  

       

Todo se transformaba en su contrario. La oposi­ción que se organiza contra la dirección contrarrevolu­ciona­ria del Partido Comunista y que abría la perspecti­va de un reagrupamiento de fuerzas sobre la base de una centralización afuera y en contra de toda organiza­ción asociada a la Socialdemocracia, es totalmente negada por el hecho de que esta tendencia de oposi­ción se mantiene al interior del Partido al que denun­ciaba ayer como siguiendo el curso de la burguesía. Le confiere así, una criminal credibilidad ante los ojos de los  proletarios y se constituye en un factor más, de la desorientación completa del proletariado. De lo que se trataba era de la cuestión del "apoyo crítico" al Estado burgués, apoyo que precisamente por su componente crítico constituye la forma más perniciosa de defensa del contenido, forzosamente burgués, del Estado capitalista.

El hecho de que los ministros Kun, Szamuely, o incluso Lukacs, se reivindiquen de la anarquía o/y del comunismo, cuando asumen la gestión del Estado, hace que la confusión sea una de las peores que se haya desarrollado en toda la historia de la revolución y la contrarrevolución!  

       

En Budapest, en estos mismos momentos, se forma, bajo la impulsión de la vanguardia obrera, la brigada de los "Muchachos de Lenin". Dicha organiza­ción es fundada por Cserny quien había impulsado a los marineros de Cattaro al amotinamiento en 1918.  La brigada se compone principalmente de los amotina­dos de Cattaro y se constituirá como la vanguardia del terror obrero, centralizando y organizando la represión contra los burgueses. Para paralizar al enemigo por el terror revolucionario dicha brigada compone un afiche, en la fachada de su Cuartel General, en el que se veía a un dragón cayendo hacia un nido de cuchillas en donde se leía la consigna "TERROR". Estos militantes se establecieron en los palacios de Batthyányi y Hun­yady, se vestían enteramente de cuero negro y estaban armados hasta los dientes. Pero ese terrorismo no era solo simbólico, sino que concentraban toda su activi­dad alrededor de la lucha contra los diferentes golpes de mano que intentaba la contrarrevolución, y no escati­maban esfuerzos para secuestrar algunos burgue­ses como metodo para recolectar fondos para la revolu­ción.          

Otra vez se oponían dos clases, dos partidos con métodos y ac­cionares anta­gó­nicos: el partido de la burguesía, que recomponía sobre las ba­ses de es­truc­tu­ras preexis­tentes, un ejército bur­gués pin­tado de rojo con todas las je­rarquías, vejá­menes, san­cio­nes pro­pias del mis­mo y el partido del proletaria­do, que toma­ba a cargo, en la acción, la nece­sidad de luchar contra todos aquellos que pretendían debi­litar la lucha antica­pitalis­ta, ar­man­do, diri­giendo, centrali­zando los ataques violentos que llevaba adelante la clase obrera, contra un Estado burgués en plena descomposición.          

El proletariado tiene por función, la de descompo­ner el ejército burgués, como de todas las otras estructu­ras del capital, liquidando sus formas y su contenido, sus objetivos y sus métodos.  Un "ejército" prole­tario se centralizará, con todos los proletarios en lucha, bajo la base de esta descompo­sición, del recha­zo a la disciplina militar burguesa, la deserción, el no respeto de las consignas de los oficia­les, el armamento contra el ejército.  El "ejército" proletario no tendrá como función la de ocuparse de la gestión "militar", separada de todas las cuestiones sociales, sino la de asumir la guerra social, la guerra contra la burguesía, sea bajo la forma de expropiacio­nes violentas, sea a través de la propaganda derrotista armada, sea tam­bién de la protección de los centros revolucionarios , ... etc.          

Esta fue la dirección que tuvieron las acciones llevadas adelante por los autodenominados "muchachos de Lenin". La del gobierno, como no podía ser de otra manera, fue todo lo contrario. Contra la formación y centralización de millares de obreros en lucha, su acción estuvo determinada por la cooptación de algunos centros en un Ejército Rojo y por la utiliza­ción de la energía revolucionaria  para los fines de defensa nacional (dirección que la socialdemocracia luchaba por imponer al movimiento).  Los "Muchachos de Lenin" rechazarán por mucho tiempo, antes de aceptar bajo la presión de Bela Kun, la perspectiva de integrarse, en tanto que, cuerpo autónomo, a la lucha en el frente.  Esta acepta­ción formal de la discipli­na del gobier­no repu­blica­no, marca­rá el lími­te polí­tico de los "Mucha­chos de Le­nin", porque plan­tea la cues­tión del "apo­yo crítico", en con­traposi­ción con la ruptura clasis­ta, con respec­to a aquellos que se colo­can en el poder bur­gués, codo a codo con los asesi­nos so­cialde­mócra­tas.            Se procla­ma la dictadu­ra del proleta­riado, pero se trata de una "dictadura del proletariado" muy rara: se mantiene a los directores de las fábricas, "porque faltan especialistas", los viejos oficiales del ejército son confirmados en sus puestos estratégicos en el "Ejérci­to Rojo", los funcio­narios odiados por los proletarios son dejados en libertad, ... etc.  Contra ello se desenca­dena una fuerte resistencia, que se opone al nuevo programa guberna­mental, denunciando clara­mente que lo que el gobierno llama "dictadura del proletariado" no es más que una consigna vacía de todo contenido, que se utiliza para engañar a los obreros.          

Este movimiento impulsaba pues, a los comunistas a disociarse de los socialdemócratas. Muchos fueron los proletarios que estimaron que los social demócratas frenaban el ardor revolucionario del Partido Comunis­ta, pero la realidad era mucho peor: Bela Kun y los "comunistas" frenaban y saboteaban el movimiento, y esto no únicamente por la legitimidad que otorgaron, por su presencia y actividad, a las  directivas socialdemócratas, sino también, por su negativa a "situarse más a la izquierda", como lo expresará abiertamente Bela Kun.  El 27 de marzo declara en la "Népszava": "Estamos tan a la izquierda que es imposible ir más lejos. Otro giro más a la izquierda solo puede ser una contrarrevolución".  

       

Más tarde Bela Kun tendrá la ocasión de asumir militarmente las consecuencias que impone esta afirma­ción; más adelante veremos el destino que reservará a toda tentativa, a pesar de que fueron débiles, de desbordamiento por la izquierda de sus posiciones.  De cualquier manera, en esa declaración, como en general en la función que asume el Partido Comunista en Hungría, ya se encuentra  contenida la historia de la represión estalinista.

La respuesta del proletariado, fue primero clandes­ti­na para luego manifestarse abiertamente cuando se apodera de la redacción del Vörös Ujság ("Diario Rojo"), periódico del Partido "Comunista" y llama a una manifestación contra el socialdemócrata Pogány , comisario de guerra. Claro que las ilusiones del proletariado fueron enormes puesto que, una vez más, el problema no era el de cambiar al socialdemócrata Pogány por el "anarquista" Szamuely, sino ¡la destruc­ción del Ministerio de Guerra y de todos los aparatos del Estado burgués!. No obstante esta ocupación de la redacción del "Diario Rojo", expresaba claramente la energía revolucionaria del proletariado y su insatis­fac­ción frente a "su" autodenominado "partido", el Partido "Comunista".  

       

Numerosas regimientos del Ejército Rojo apoyaron el llamado a la renuncia de Pogány. La Socialdemocra­cia decide, entonces, deshacerse de uno de sus miem­bros (Pongány renuncia) para así encadenar mejor a Bela Kun a sus antiguos verdugos! Estos hechos llevan a Szamuely a ocuparse ahora solo, sin su antiguo colaborador, del Ministerio de Guerra. A su vez éste es acusado por los socialistas como el instigador de la dimisión de Pogány. Bela Kun, que deseaba firme­men­te deshacerse de los elementos "críticos" de su izquier­da, apoya a los socialistas y descarta a Szamuely del gobierno.


        A nivel internacional el movimiento revolucionario avanza: en Baviera se forman los consejos revoluciona­rios, la insurrección se extiende en Alemania; todo esto parecía conducir a una generalización del movi­miento. La burguesía comprende la situación, ve desagregarse su "cordón sanitario" establecido alrede­dor de Rusia, lo que la determina a utilizar la fuerza para aplastar la revolución en Hungría. Los aliados rompen las nego­ciaciones y permiten que el ejército rumano invada y ataque Hungría.  El Ejército Rojo es vencido. Más adelante veremos que no fue la revolu­ción que se opuso al ejército burgués rumano, sino una estructura burguesa en plena recomposición.

       

Una vez más, el verdadero partido del proletariado se gesta afuera y en contra de todas la iniciativas socialdemócratas: en el campo se organiza espontá­nea­mente la guerrilla proletaria contra la invasión burgue­sa. Bela Kun cediendo a las propuestas socialde­mócra­tas reformula su llamado de socorro al Ejército Rojo de Rusia. Lenin responde llamando a guardar esperan­zas en el futuro desarrollo de la revolución mundial y a esperar que el Ejército Rojo pueda liberarse, en Rusia, de la presión que mantenían los Blancos, antes  de plantearse una acción común contra el avance de los milicos rumanos. Bela Kun, frente al desmorona­miento del Ejército Rojo en Hungría y a la falta de perspectivas de una colabora­ción rápida del Ejército Rojo de Rusia, plantea dos posibilidades:

a) la renuncia colectiva del Consejo a favor de la constitución de un Directorio nombrado por los aliados;    

   

b) o una movilización revolucionaria en todos los frentes.

El no toma partido, esperando la respuesta de la mayoría.  Bajo el empuje revolucionario se toma la segunda posibilidad, y el 2 de mayo, 40 000 proletarios se enrolan voluntariamente en el Ejército Rojo.  

 

6. MILITARIZACION BURGUESA

 CONTRA ARMAMENTO DEL

PROLETARIADO


 

                                                         "No de­bemos con­si­derar so­la­mente a la bur­gue­sía co­mo nuestros enemi­gos y tratarla en consecuen­cia, tenemos que dar el paso y tratar igualmen­te a los elementos desclazados del proletariado"                                                                                             De­claración de Bela Kun en el trans­curso de una manifesta­ción en la cual Böhm y Pogány, jefes del Ejército Rojo, fueron insultados.

  Existe una contradicción dramática entre la extraor­dinaria combatividad que despliega el proleta­ria­do y la manera como este ardor revolucionario es canalizado, recuperado y utilizado para la defensa del Estado burgués en recomposición en Hungría, en base a la militarización burguesa de la revolución.    

       

Oponemos aquí "militarización" a "armamento" del proletariado, no en el sentido de que no hubiese una cuestión militar proletaria que la clase revolucionaria debe necesariamente resolver asumiéndola, sino en el sentido de que si bien, como vimos anteriormente, el armamento general de los obreros expresa en Hungría, un salto cualitativo importante en la determinación de los proletarios para terminar de una vez para siempre con el Viejo Mundo; desde el momento en el que la organización y la centralización de esos combates se hace bajo la tutela de los viejos oficiales y en el mismo tipo de estructura que el ejército burgués, dicho armamento del proletariado se transforma en su contrario, en la militarización burguesa del proletaria­do, es decir en la disolución de este último en soldadi­tos atomizados obedientes a ciegas a órdenes que se forjan en forma ajena a sus intereses (órdenes del capital, en última instancia).

La necesidad social que expresa el proletariado afirmando la lucha anticapitalista por medio de la lucha armada es retomada aquí por la burguesía, que da su respuesta a aquella necesidad histórica. En vez de chocar de frente con los obreros armados en una correlación de fuerzas que no le es favorable, la burguesía prefiere desviar las balas que le son destina­das hacia un objetivo militar (el ejército rumano) preciso, que se va afirmando en la medida que organiza esta guerra en base a sus propias reglas y en los límites de sus propias estructuras (guerra entre naciones), liquidando así toda posibilidad de afirmar la perspectiva de generalización de la revolución.  

       

La militarización burguesa de los obreros es hacerlos marchar bajo el control de una autoridad jerarquizada, llevarlos a hacer una guerra de frentes sin distinción de objetivos, movilizarlos detrás de una disciplina forma­lista (vaciada del proyecto de generali­zación de la revolución proletaria que se encuentra contenida en la lucha misma, contra el capital y el Estado); en síntesis, dicha militarización consiste en reatomizar y disolver el proyecto propio del proletaria­do en el pueblo nacional militar y en transformar los hombres que luchan contra el Viejo Mundo en soldadi­tos obedientes. "Militarizar" el proletariado, sea en el trabajo o en el frente, es utilizar los hombres como simple materia "muerta" a la cual se le obliga a discipli­nar su vida y su energía bajo las órdenes de otros "hombres" que "piensan" mejor y que "saben" más. Un ejemplo de esto fue la siniestra militarización del trabajo operada por Trotsky en Rusia, que fue de par con la militarización que éste llevó adelante contra los soldados revolucio­narios, cuando ocupó el cargo de jefe del Ejército Rojo.

En términos muy concretos, la militarización del proletariado en Hungría, significaba la sumisión del proletariado revolucionario a la socialdemocracia. El gobierno, con la legitimidad "revolucionaria" dada por los "comunistas" (en realidad centristas), logró arrancar al proletariado de su terreno de clase para mandarlo al frente bajo la dirección de Böhm y Strofeld, ambos socialdemócratas y responsables del frente en el Este que era, precisamente, atacado por los rumanos.  Estos socialdemócratas, completamente horrorizados por la situación revolucionaria, provocan la desbandada del Ejército Rojo, lo que permite al ejército rumano la ocupación de una parte de Hungría y el avance hacia Budapest.  

       

Es necesario que quede claro que a lo que nos oponemos es al alistamiento de hombres en una inmensa organización  mecánica en la que las  decisiones no emanan directamente de la lucha revolucionaria, sino de un poder específico que se constituye para dirigir a las inmensas masas armadas contra otras masas armadas. Cuando se separa así la "cabeza" del "cuerpo", cuando se separa, cada vez más, las posibili­dades de acción del proletariado de las decisiones de sus "jefes",  se provoca escisión objetiva entre la acción de "abajo" y la decisión de "arriba"que constituye una de las bases de la Democracia.  En el terreno de la acción, los combatientes pierden el control de la eficacidad del combate o, lo que es más global, de las motivaciones reales que le impulsan a este. Las decisio­nes les llegan sin tener realmente la ocasión de discu­tirlas, integrarlas y en consecuencia de realmente asumir esta dirección a la que esta someti­do. Por ello, los "jefes militares" se constituyen en potencias extrañas a los que dirigen.

No esta de más repetir que ¡al proletariado no se lo moviliza por decretos!  La dirección que el proleta­ria­do se da, solo puede surgir de su propio esfuerzo por centralizarse; es en esa misma lucha que el proleta­riado se forja una dirección sin delegaciones y repre­sentacio­nes permanentes.  

       

La confianza que los proletarios tienen en aquellos que son los más combativos, y por ello los más aptos a expresar la dirección de la lucha, es una confianza que no tiene nada que ver con la delegación o la representatividad:  ella surge de la combatividad del movimiento y al mismo tiempo la expresa.

La necesidad, en algunos momentos para el prole­ta­riado de negociar con su enemigo y de enviar algunos compañeros a discutir con los jefes de la otra clase contiene ya, todos los peligros propios a la instituciona­lización de la negociación. Pues lo que en un momento de lucha abierta solo es la formalización directa de una correlación de fuerza en el terreno que permite por ejemplo intercambiar detenidos, liberar a un compañe­ro tomado como rehén, etc.... con la institucionaliza­ción de las negociaciones, la fijación de los delegados en sus puestos, y los vaivenes en la correlación de fuerzas, va transformándose en una esfera (parlamen­taria) ajena a la lucha misma; en donde los interlocuto­res de la negociación se profesionalizan y buscan los "puentes entre los puntos de vista contradictorios"; en donde los "jefes obreros" se van sometiendo a las "perspectivas razonables" de los burgueses y haciéndose cada vez más ajenos a los intereses del proletariado combatiente.   

       

Bela Kun, ministro de Relaciones Exteriores de la República de los Consejos de Hungría, expresó bien esta realidad cuando, solo unas horas antes de que llegue el telegrama de los Aliados, dando total libertad a todos los Estados vecinos de llevar adelante una intervención armada en Hungría, declaraba: " las negociaciones prosiguen en la forma más cordial y se puede ver que los Aliados no tienen ninguna intención de hostilidad contra la República Húngara". Bela Kun, aturdido por esa "cordialidad" de las negociaciones, y por los favores que le acordarían los Aliados, contribu­ye a liquidar la fuerza revolucionaria del proletariado, anestesiándolo con sus mismas ilusiones y preparando así su derrota.

Lo que nos interesa es insistir en el peligro de la institucionalización de la delegación, de la representa­tividad, y de la sustitución de los intereses proletarios por los de los burgueses. Es decir en el centrismo, en la imposición de una dirección burguesa para el proletariado a partir de esos mecanismos. Evidente­mente, que la peor de las respuestas que se puede dar a esto es la perspectiva que niega toda función de dirección y que la sustituye, como garantía con respec­to a estos peligros, por el principio democrático de los delegados, elegibles y revocables, o por el de la mayo­ría contra la minoría, el antiautoritarismo, o en general, el rechazo antitético y simplista de todo jefe!!  

       

El proletariado es una fuerza que lucha permanen­te­mente para destruir las terribles trabas que la socie­dad  ha  edificado,  tanto   alrededor  de  él  como  al interior de él.  Las luchas que emergen, y que plan­tean la revolu­ción de este mundo, contienen (y conten­drán hasta su triunfo total) innumerables mitos, limitaciones, ... que la burguesía para mantenernos sometidos utiliza como bolas de fierro a las que nues­tras piernas se encuentran encadenadas, cuando em­prenden la carrera hacia la revolucionaria. Esto implica que la organiza­ción de las rupturas que hace nuestra clase será siempre (como lo fue y lo es hasta hoy en día) la obra de minorías capaces de expresar y cristali­zar la claridad con la que se manifiesta la tensión hacia la revolución. Desde las Tesis de Abril a Bilan, de la KAPD a la Liga de Comunistas, desde la oposición comunista en 1920 a los revolucionarios de Kronstadt y dirigentes de la Makhnovchina, .... las minorías decididas y determina­das siempre fueron las que pudieron formular la globalidad e implicaciones de las perspectivas comunis­tas que se encuentran contenidas en la pasión de los hombres que luchan.          

Volvamos a la militarización de los proletarios en Hungría. El problema no es pues, la existencia de "jefes" o minorías decidas que, como los "Muchachos de Lenin", dirigen, sin consultar la opinión de la mayoría, el terror contra la burguesía!! Pues ese hecho, manifies­ta precisamente la tendencia orgánica y antidemocráti­ca del proletariado a afirmar su dictadura.  La contra­rrevolución gritará siempre por la Democracia y la Unión Sagrada frente al enemigo, para así ahogar a estas fracciones, que son las más resueltas y organiza­das del proletariado, en el pueblo (militar, electoral, sindical, ...). Bajo el pretexto de un enemigo común, (el ejército rumano), los socialdemócratas intentan reconstituir el pueblo en el ejército, para lo cual piden, entre otras cosas, que se silencie toda oposición, hasta que el enemigo sea vencido. Pero pidiendo silencio a toda oposición interna, lo que intenta la socialdemocra­cia es silenciar al proletariado; tratando de someter a la guerra, la fuerza humana que no lograba someter más al trabajo.          

El objetivo de la socialdemocracia es la destrucción de las  iniciativas  proletarias,  es  decir  los esfuerzos pro­letarios para desarrollar, extender, organizar, centrali­zar su ataque violento de destrucción del mundo mercantil. La socialdemocracia, gracias a su máscara de izquierda, lograba, así, encerrar, cada vez mejor, estas iniciativas en los canales de sus propios objetivos.          

La brigada de los "Mucha­chos de Lenin", expresión de una vanguardia específica­mente organizada, fueron el blanco de los ataques repetidos de los dirigentes socialdemócratas, que se hizo más violento en la medida en que las brigadas lograban, cada vez más, unificar en torno a ella a los elementos "izquierdistas" y "anarquistas", reagrupando, así, bajo el nombre de "Partido Anarquista", a los proletarios más radicales. La socialdemocracia exige la disolución de dicha brigada argumentando, como lo hizo cuando se prepa­raba la insurrección de Octubre en Rusia, las dificulta­des de la situación militar en el frente. Evidentemente de lo que se trataba era de alejar a los grupos de centralización revolucionaria de la capital. Bela Kun fue quien se encargó de convencer a los Muchachos de Lenin de ir al frente y apoyar, así, la contra ofensiva del Ejército Rojo. Estos aceptan, pero rechazan su disolución de las Brigadas en el Ejército Rojo. Com­batirán, pues como cuerpos autónomos, bajo las ordenes de los jefes socialdemó­cratas del Ejército Rojo.            

Los Muchachos de Lenin albergaron las mismas ilusiones que, unos años después tuvieron los grupos proletarios en España del 36. En efecto, estos preten­dían escapar a la dictadura del ejército burgués antifascista formando en su interior brigadas autóno­mas en donde no existían ni oficiales ni uniformes. Ni los "Muchachos de Lenin", o ni las columnas "anarquis­tas" en España del 36, no verán que la naturaleza social y de clase de un ejército, no depende de la presencia o la ausencia de autoridad o de oficiales, sino del proyecto social global en el cual dicho ejército se encuadra.  

7. MAYO 1919:    ATAQUE PROLETARIO Y CONTRA-RREVOLUCION

 

"Aunque la paz que nos espera fuese como la de Brest-Listovsk nosotros la firmaríamos con la misma cons­ciencia que os animaba cuando se firmó contra mi volun­tad y la de los comunistas de iz­quier­da la paz de Brest-Listovsk. No tengo vergüenza en reco­nocer, que en esa época y en lo concer­niente a la paz de Brest Litovsk, fue vuestra política que era la justa y que la con­cep­ción de aque­llos que se opusie­ron, no fue ni históri­ca ni marxista"                                                                                                                                                             Carta a Lenin - B. Kun (22/4/19)        

        A mediados de abril del 19, el Ejército Rojo se dislocó prácticamente frente al ataque de ejército rumano; el primero se mostraba incapaz de movilizar a los obreros que tenían cada vez menos confianza en "sus" generales socialdemócratas.  En el campo y en la ciudad se organizó la resistencia obrera: en el campo la guerrilla obrera se opuso espontáneamente a la invasión del Ejército Blanco rumano y en la ciudad los obreros no reconocían la derrota y se movilizaron a través de enormes manifestaciones que decretaban la lucha a ultranza contra "sus" explotadores.  Cuando el Ejército Rumano se encontraba a cien kilómetros de Budapest la movilización obrera alcanzaba sus niveles más álgidos; sin embargo, como ya lo vimos, esto iba acompañado de una militarización creciente y de la transformación de la guerra social en enfrentamiento militar interburgués.  

       

Los "comunistas", aliados de los socialdemócratas en el Partido de los Socialistas y de los Comunistas de Hungría, jugaron perfectamente su papel de saboteado­res de las luchas llegando incluso a proponer, frente a esta situación, la trasmi­sión del poder a un directo­rio socialdemócrata para no chocar a los Aliados.

 

       

El proletariado fue tajante con respecto a este proyecto, el 3 de mayo lanza una contraofensiva, cuya fuerza expresaba claramente la increíble energía revolucionaria tenía.

Todos los territorios que fueron invadidos por el ejército rumano fueron progresivamente retomados; más aún, el movimiento, en la medida que se despla­zaba hacia el norte, se topa con y refuerza la insurrec­ción que estallaba espontánea­mente en Eslovaquia.         

       

Pero en esta contraofensiva se encontraban fuerzas antagóni­cas: por un lado, la lucha espontanea de las milicias, guardias rojos y otras brigadas proletarias que asumían la generaliza­ción de la guerra revolucionaria, por el otro, el Ejército Rojo que pretendía centralizar esta reacción proletaria en el cuadro militar de la guerra de un ejército contra otro ejército, es decir en el cuadro de una guerra interburguesa.

En la noche del 5 de mayo, centurias de marineros hacen retroceder a los soldados rumanos de Szolnok en Mezütúr.  Las milicias liberan Kisújszállás, Karcag y Pospöklandány. El 11 de mayo, se ataca a los soldados checos, comandados por el general francés Pellé, y el 12 estos huyen en desbandada hacia Fólek y Losonc. El 7 de junio el 28º regimiento de infantería checo serinde sin oponer ninguna resistencia. Los comunistas ocupan, el ll de junio, Szerencs, Putnok, Léva y "libe­ran" la Alta Hungría.El 14 de junio, el Ejército Rojo penetra en Eslovaquia y el 16 de junio, los proletarios se insurgen y proclaman la dictadura del proletariado en Eslovaquia. El 17 de junio, cuando el ataque proletario alcanza su nivel más alto, Bela Kun da la orden formal de detener todo avance, es así que este acepta los términos del radiote­legrama que envía Clémenceau la noche del 7 de junio y que proponía la participación de los delegados húngaros en las conferencias de la paz a condición de la cesación de las hostilidades en contra de los ejérci­tos checos y rumanos. ¡Cuando los generales hablan de paz lo que están preparando es la guerra!  

       

Los Aliados, frente a este empuje de la revolución, reaccio­nan, apoyando secretamente una serie de manifestaciones y sabotajes contrarrevolucionarios, al mismo tiempo que proponían la Paz. La izquierda de la socialdemocracia, Bela Kun a la cabeza, hicieron todo lo posible por el fracaso de la revolución, frenan­do el empuje revolucionario y preparando,así, las condiciones para la represión.



Retrocedamos de algunos días, para ver como se expresaba cada vez más abiertamente, la oposición a la forma como Bela Kun y su gobierno llevaban adelan­te la guerra.

       

El 2 de junio de 1919 se realiza el primer congreso del Partido Socialista Unificado de Hungría; en el transcurso de éste las tendencias de izquierda, que aún permanecían al interior, renuncian siguiendo a Sza­muely, expulsado del Ministerio de Guerra. Asimismo, los ataques de los socialde­mócratas contra Cserny y el servicio de investigación política, del cual él era el responsable, se hicieron cada vez más virulentos. Los edificios de este servicio fueron el centro del grupo los "Muchachos de Lenin", alrededor de quienes se reagru­paban cada vez más los elementos más radicales de la revolución. Este grupo constituía de hecho un centro de oposición al gobierno socialdemócrata y una alternativa a la dirección contrarrevolucionaria de los "comunistas" reagrupa­dos alrededor de Bela Kun.

Todas las fracciones burguesas se reagrupan para destruir a los "Muchachos de Lenin": los socialdemó­cratas, atareados con el desarmamiento del proletariado vía la militarización (es decir desarmarlo social y políticamente de su proyecto autóno­mo), exigen la disolución pura y simple del grupo; Bela Kun, como buen centrista, los enviará al frente para sostener los esfuerzos del Ejército Rojo. "Los Muchachos de Lenin" aceptaron a condición que se les permitiese subsistir como grupo autónomo al interior del Ejército Rojo.  

       

Los argumentos invocados por Bela Kun, defensor ardiente de los Bolcheviques, fueron los invocados por los Menchevi­ques un poco antes de la insurrección de Octubre del 17 cuando, aterrorizados por la combativi­dad revolucionaria de los regimientos de soldados de Petrogrado, intentaron enviar­los al frente argumentan­do que sus compañeros en el frente necesitaban también un descanso. Los Mencheviques preten­dían, gracias a la argumentación de la solidaridad, deshacer­se del peligro que representaba para su gobierno, los soldados rojos de Petrogrado; pero a ellos el tiro le salió por la culata.

 

Bela Kun toma este mismo argumento para desha­cer­se hábilmente de un grupo, cuyo desarrollo implica­ba el peligro más feroz para su propia credibilidad política indispensable a su papel contrarrevolucionario.  En efecto, Bela Kun demostró, a través del 1º congre­so del Partido Socialista Unificado, su gran preocupa­ción y consciencia a propósito de este problema cuando se discutió la denominación de esta organiza­ción, debate consecutivo a su adhesión a la III Interna­cional. Frente al rechazo de los Social Demócratas a mantener el nombre de Partido de Socialistas y Comu­nistas de Hungría, Bela Kun argumentó que el rechazo de proclamarse Partido Comunista dejaba las puertas abiertas a elementos "izquierdistas" que constituían los diferentes núcleos en ruptura con ellos, para otorgarse el denominativo de Partido Comunista ¡¡¡!!!

"Podría haber anarquistas u otras gentes que se esti­men más a la izquierda que nosotros y que even­tualmente podrían tomar este denominativo de Parti­do Comunis­ta.  Hay que prevenir esto e impedir que cualquiera utilice esta denomi­nación."  

       

La oposición a la manera como el gobierno lleva adelante la guerra se desarrollaba cada vez más enérgi­camente. El punto de vista que guía la dirección de los operativos militares es un punto de vista que pretende no chocar a los Aliados, lo que implica la ausencia de apoyo internacionalista a los diferentes movimientos que se desarrollan alrededor de Hungría. Nos referimos principalmente a los revolucionarios austriacos que eran reprimidos por el gobierno social­demócrata, a los de Munich, unificados en torno de la República de Conse­jos de Baviera.

A mediados de mayo los socialdemócratas logran aplastar a las milicias de Baviera y controlar definitiva­mente Viena. Algunos días después, Clemenceau propone al gobierno Húngaro la negociación a condi­ción de que se pare el avance sobre Checoslovaquia; Bela Kun y la mayoría socialdemócrata aceptan.


Szamuely y Korvin se oponen violentamente a esta decisión argumentando que el objetivo de los revolu­cionarios es la destrucción del capitalismo y que esto no se puede obtener negociando con capitalistas extranjeros cuando se esta luchando contra ellos al interior del país.  

   

"Si ahora discutimos de firmar una paz con los capita­listas del bloque de los Aliados, de entregar los territo­rios que el Ejército Rojo proletario Hún­garo ha logrado liberar de la explotación, si pensa­mos entregar estos territorios, sin combatir, para que se reinstaure la esclavitud y la explota­ción, tengo que hacer recordar a mis estimados compa­ñeros que creer que podemos concluir una paz con los capitalistas extranjeros es un error grave, cuando lo que perseguimos es la lucha contra nuestra propia burguesía al interior del país. Creo que con respecto a esta cuestión no pueden existir divergen­cias: nuestro objetivo y nuestra tarea es el aniquila­miento del capitalismo, de su opre­sión que es la más despiadada e inexorable"

Como puede verse, la posición de Szamuely fue la misma que la que desarrollaron los comunistas de izquierda a propósito de los acuerdos de paz entre Rusia y Alemania en Brest Litovsk;, realidad que Bela Kun, antiguo defensor de estas posiciones, no tuvo problemas en reconocer. El argumento que utilizará este antiguo opositor de izquierda para defender el retroceso del Ejército Rojo a sus propias fronteras fue que "lo que necesitamos actualmente es una especie de chovinismo proletario"!?   

       

Si bien Szamuely expresa, contra esas posiciones claramente contrarrevolucionarias, la oposición, cada vez más masiva, a la política de paz de Bela Kun; no es capaz de extraer las consecuencias organizacionales que tales posiciones implican.  En efecto, no lanza ninguna consigna, ni directiva de ruptura con el gobier­no com­puesto, por una parte de socialdemócratas que se aliaban a los "comunistas" esperando el apoyo del Ejército Rojo Ruso y, por otro lado, los "comunistas" a la Bela Kun, que pretendían imponer un tipo de gestión del capital calcado del proceso de reconstruc­ción del Estado asumido por los Bolcheviques en Rusia. Sza­muely al permanecer en el gobierno, como las otras oposiciones de izquierda a la política socialde­mócrata, participa en la confusión del proletariado que ve a sus antiguos jefes, asumiendo la reorganización de la explotación y la desorganización de la guerra revolucio­naria, al lado de sus enemigos socialdemócra­tas.

Szamuely tenía la ilusión de cambiar el curso catas­trófico de la política de Bela Kun a través de Lenin, que podría, según él, interceder en favor de las proposi­ciones revolucionarias. Para ello secuestra un avión y se dirige a Moscú, en donde lo único que se hará es pasearlo con su casco de aviador a través de la ciudad y utilizarlo, así, para la propaganda del Estado Ruso. Pero en lo que concierne el fondo del problema, los bolchevi­ques declaran que no podían intervenir en los problemas internos de un país, aunque este fuese "socia­lista" (¡!)  Este proceder demuestra  tanto la increíble imagen de radical que tenía Lenin como la inocencia de Szamuely con respecto a Bela Kun, ... que, en realidad, no era otra cosa  que un excelente discípulo de Lenin !!!!!  

       

La posición de Szamuely, al margen de la sinceri­dad y de las ilusiones que este podía albergar, con respecto a la necesidad de desarrollar la guerra revolu­cionaria , era una posición insostenible puesto que la práctica que lo animaba era la de gestión y de ocupa­ción del Estado y no la de su destrucción.

El Partido Comunista se transforma en un órgano de gestión de la destrucción del proletariado cuando acepta participar, con los socialdemócratas,en la gestión de la República Húngara.  Los socialdemócra­tas lo toman como rehén para legitimizar el poder que ejercían sobre la sociedad, los "comunistas" tenían como papel el hacer pasar la píldora amarga de las decisiones tomadas para frenar la revolución. El Partido Comu­nis­ta que tenía una imagen radical basada en su pasado, servía perfecta­mente para que la burguesía mantuviese el control de una situación que se le escapaba de las manos. Es así que el Partido Comunis­ta se constituye como la fuerza principal, la espina dorsal, de la contrarrevolución en Hungría.


        La oposición de izquierda se reveló, pues, como totalmente incapaz de cambiar el curso contrarrevolu­cionario que impulsaban, tanto a los socialdemócratas como a los "comunis­tas" desde el gobierno. Y no podía ser de otra forma, porque la oposición pretendía ¡que se podía llevar adelante la guerra revolucionaria al interior de un gobierno capitalista!  

       

Algunas las tentativas de organizar una resistencia contra el gobierno que se dieron, fueron reprimidas por Bela Kun. Un grupo de revolucionarios, inspirados por Cserny, se constituye para reorganizar ilegalmente el Partido Comunista. Una de sus exigencias era la lucha por los "métodos realmente bolchevi­ques" y tenían previsto contactarse con el gobierno soviético ruso, de una manera similar a la que utilizó Szamuely, para denunciar al gobierno de la República de los Consejos, lo que demuestra, una vez más las ilusiones que tenían con respecto a Lenin y sus compa­ñeros.

Este grupo estaba compuesto por una quincena de militantes entre los cuales se encontraba Ede Chlepkó, miembro fundador del Partido Comunista en 1918, y otros nombres menos conocidos pero que merecen salir del anonimato por su lucha contra la política del gobierno: Rezsö Szaton, Frigyes Englän­der, Henrik Kagan, Lajos Deák, Frigyes Babits.  En contacto con otros revolucionarios este gru­po organiza un mitin, en Budapest, para el 18 de julio;  Bela Kun, informado de estos preparativos, ordena la arrestación de varios miembros del grupo: dos oficiales que colaboraban con este grupo fueron ejecutados y los otros mili­tantes fueron amenazados de muer­te si continuaban sus actividades.  

       

El 17 de junio, Bela Kun toma la decisión criminal de retirar las tropas del Ejército Rojo "húngaro" de la Eslovaquia, lo que significaba abandonar al proletaria­do eslovaco en lucha en la región a su propia suerte. Una vez más la visión nacionalista de la revolución aparece por lo que es: una política criminal. 5 días más tarde las tropas checas entran en Eperjes y asesinan a comunistas y a otros obreros revolucionarios, prefigu­rando así lo que sería la terrible masacre blanca del ejército rumano cuando ocupó Hungría.  Gracias a los oficios de Bela Kun el ejército checo pudo continuar su ofensiva. Bela Kun fue a llorarle a los aliados pídiéndoles que respetaran los acuerdos que estipula­ban que si el Ejército Rojo se retiraba detrás de sus fronteras (como si el proletariado se definiese detrás de las fronteras ¡¡!!) ellos no permitirían que Hungría revolucionaria fuese invadida. Evidentemente los aliados no movieron el dedo para defender Hungría contra esta invasión. Al empuje revolucionario, frenado y controlado por centristas y socialde­mócratas, sucede­rá ahora definitivamente, el impulso contrarre­volucio­nario.

Los proletarios completamente desmoralizados frente a la incoherencia y al sabotaje de "sus" jefes, se desmo­vilizan abandonando tanto al gobierno a su propia suerte, como la revolución a la Historia. Miles de proletarios se escapan huyendo de Budapest, la Repú­blica de los Consejos decreta medias tales como el servicio militar obligatorio. Pero el reclutamiento forzoso no es más que el reflejo de los proyectos burgueses, es decir del sometimiento del proletariado a las exigencias de envío democrático de contingentes de ciudadanos al frente, que nada tiene que ver con la revolución. En efecto esto se hace sobre los cadáveres de proletarios insurrectos, que, como vimos anterior­mente, lanzándose contra su propia burguesía derrota­ron no solo "su" ejército burgués sino el ejército que invadía. Destruida la guerrilla revolucionaria y liquida­dos los líderes que la dirigían, los oficiales burgueses enviaban a los obreros al frente con las bayonetas en la espalda, "enemigos" en los ojos ... y botellas de alcohol en la barriga para así aliviar el terror que estrujaba sus vientres! Claro que estas medidas no ejercieron ningún efecto sobre el reflujo de la revolución.  

       

En efecto, Bela Kun, después de haber saboteado, desorgani­zado, debilitado, reprimido, juega ahora el papel del pobre inocente engañado por los Aliados. En realidad, fue su descon­fianza en la revolución y su confianza imbécil en el enemigo de clase lo que produjo esta situación. Mientras Bela Kun declaraba que tenía toda la confianza en el desarrollo de las negociaciones  con  los  Aliados,   negociaciones  que calificaba de cordiales y positiva, sus interlocutores preparaban el enterra­miento del proletariado, decidían invadir el territorio ocupado por los "rojos" una vez que las negociaciones hubiesen ejercido sus efectos. Estas negociaciones fueron el pacto de sangre que unió a Bela Kun con los otros burgueses con los que parla­mentaba. Bela Kun se reveló una vez más en el transcurso de las discusiones con los Aliados, como un sujeto activo y agente voluntario de la contrarrevolu­ción.          

El 29 de junio pues, las tropas checas entran en Eperjes y la represión comienza. Se ahorca a los comunistas. ¡¡Sin negocia­ción!! En su impulso, las tropas checas continúan la ofensiva, independientemen­te claro del acuerdo entre Bela Kun y los Aliados que estipulaba que si el Ejército rojo se retiraba de Che­coslovaquia, la República de los Consejos sería preser­vada. El 10 de julio los Aliados, acentúan su presión militar contra el proletariado en Hungría.  La combati­vidad revolucionaria se desmorona, los golpes combina­dos de la zanahoria (las negociaciones por la paz) y el garrote (el terror ejercido por los ejércitos checos, rumanos, etc.) daban sus frutos. Los aliados, seguros de su triunfo, exigen la liquidación del Ejército Rojo, siempre en nombre de la paz!!! Bela Kun rechaza estas exigencias y la amenaza de una intervención del ejército rumano se precisa. El 13 de Julio los Aliados declaran que, como se rechazo la disolución del Ejército Rojo, los delegados húngaros no podían participar más en las negociaciones porque no respetan el armisticio. ¡Se decide, así y como siempre, la Guerra en nombre de la Paz!. El 20 de Julio el gobierno de los consejos, con Bela Kun a la cabeza, decide llevar adelante una ofensiva contra el Ejército Rumano, pero esto no tiene nada que ver con la revolución y el fracaso es total.          

Cuando la presión revolucionaria alcanzaba su nivel más alto, Bela Kun fue incapaz de decidir si había que ceder a las exigencias de los burgueses o luchar a muerte. Fue el proleta­riado que decidió solo acentuar y  generalizar la guerra de clases. Ahora, que la labor de zapa se aseguró en el transcurso de las negociacio­nes y que los proletarios se encuentran totalmente desmoralizados y destruidos por las tergiver­saciones de todos aquellos que dejaron a la cabeza del Estado en Hungría, el gobierno socialdemócrata pintado de "comunis­ta" termina, en un último impulso, la destruc­ción final de los proletarios cuando los lanza al comba­te completamente desarmados y desmoraliza­dos ¡Cómo si la "lucha a ultranza" pudiera decidirse por decreto!          

Esto nos muestra el proceder invariante de la contra­rrevolu­ción: cuando el proletariado refuerza su lucha y la dirige hacia una ofensiva cada vez más masiva, la contrarrevolución se aferra en frenar el movimiento y quitarle su contenido subver­sivo; luego para concluir su obra de destrucción, cuando la lucha baja y se apaga bajo sus golpes, la contrarrevolución se expresa desor­ganizando las últimas energías proletarias ahogándolas en "putschs" y otros decretos de "lucha a ultran­za"!          

El 28 de julio, los Aliados exigen, con el apoyo de la social­democracia, la renuncia de Bela Kun; esperan­do, con ello, salvar la cabeza de sus ministros. El 30 de julio Bela Kun renuncia, se exila en Viena y se instala un gobierno depurado de "comunistas". El 3 y el 4 de agosto de 1919, las tropas rumanas entran en Budapest y el 15 de agosto los últimos batallones proletarios del campo son derrotados. Se abre así la represión abierta; las semanas sangrientas fueron similares a las que siguieron la derrota de la Comuna de París, de la insurrección en Berlín en enero del 19, la de  mayo de 1937 en Barcelona, a la semana sangrienta en Buenos Aires en 1919, ...  Se asesinó, encarceló, exiló a miles de proletarios. La represión fue feroz; treinta mil proletarios que se encontraban bajo el uniforme del Ejército Rojo fueron enviados a campos de concentra­ción, de los cuales nueve mil morirán en los mismos. Se arresta y se ejecuta a Korvin en Budapest, Szamuely es asesinado por la policía de fronteras cuando intenta­ba pasar a Austria. No obstante, el proletariado guar­dará en su memo­ria a los miles de proletarios anónimos muertos bajo el golpe del terror democráti­co de los "Aliados burgueses". Este apelativo, "Aliados Burgueses", revela toda su realidad en relación a la extensión que tenemos que hacer de esta denomi­na­ción, con respecto a los burgueses pintados de rojo que escondiéndose en la etiqueta "comunista" o anarquista", lograron frenar el movimiento de descomposición del Estado burgués, producido por los ataques del proleta­riado.                                                      

Los cuerpos represivos de "La Legión Americana" y los del ejército francés, inglés rumano y checo, no fueron los únicos responsables del aplastamiento de la revolución.  La destruc­ción de la "peste roja" y el restablecimiento de un cordón sanitario alrededor de Rusia fue posible gracias a la colabora­ción, mano a mano de todas sus fracciones, al trabajo prepara­torio y complementario, de los Comisarios del Pueblo de la República de los Consejos.          

Ante la renuncia y el exilio de Bela Kun, se consti­tu­ye un gobierno de transición (entre el 2 y el 6 de agosto) compuesto de sindicalistas que tenían como papel el preparar la generali­zación del terror blanco.  El primer ministro es Gyula Peidl y el ministro de Relaciones Extranjeras es Käroly Peyer, el célebre "Carnicero de Salgótarján".  Este gobierno libera a todos los contrarrevolucionarios de las prisiones, y arresta a todos los "comunistas", reestablece la antigua organización policial, vuelve a privatizar las viviendas, las empresas comerciales e industriales, ordena el aumento general de los alquileres y la baja de salarios y lleva adelante toda una serie de otras medidas para restablecer el orden. Si tenemos en cuenta el período tan corto en el que este gobierno de sindica­listas y socialdemócratas asumió la gestión del Estado es sorprendente, el enorme trabajo contrarrevolucionario que realizó.          

El 6 de agosto, el gobierno sindicalista es reempla­za­do por otro gobierno en el que se encontraba a la cabeza, como primer ministro, un propietario de empresas: István Friedrich. Este obtiene la ayuda de regimientos rumanos y de comandos contrarrevolucio­narios para asegurar el orden.          

Las tropas blancas de Horthy entran a Budapest en noviem­bre del 19.  El terror blanco había sido asegura­do, hasta esos momentos, por el socialdemócrata Peyer, que vuelve a poner en funcionamiento la "gen­darmería" y luego el gobierno de Friedrich.  En el transcurso de este período, los amigos de Horthy practicaron el terror blanco en el interior de Hungría, constituyendo para ello comandos de oficiales, que iban de  pueblo  en pueblo  persiguiendo  y  terrorizando a
todos aquellos que tuvieron algo que ver con el movi­miento revolucionario: incendiaban las casas con sus habitantes adentro, obligaban a los familiares a torturar a los arrestados, violaban, robaban, ...  Las ejecuciones se daban en público; en Marcali se ejecuta­ron pública­mente a 200 guardias rojos en el transcurso de un solo día. Los cuerpos de centenas de proletarios fueron tirados al lago de Balatón.  300 presos fueron ejecuta­dos en un solo día en la prisión de Kecskemét.  La represión fue tan feroz que en Inglaterra se dieron interpelaciones en el parlamento a propósito del terror blanco en Hungría; pero el consulado británico en Budapest tranquilizó a sus pares afirmando que ¡"estas ejecuciones se hacían  en base a juicios y procesos legales"!          

Horthy, el "dirigente supremo" de los comandos contrarrevo­lucionarios, acepta, durante un tiempo, la participación socialdemócrata en el gobierno. Retribu­yendo el gesto, el periódico social-demócrata Népsza­va saluda a Horth como la personificación del "renaci­miento nacional" y escribe que los socialdemócratas están dispuestos a "tender una mano que ayude al interés de pacificación nacional". ¡Más claro, ponele agua!!!          

Según las estadísticas oficiales 5.000 proletarios fueron asesinados en el transcurso de este período de terror blanco, 40.000 encarcelados (de los cuales muchos murieron en las cárceles), 140.000 emigraron, ... siniestro balance de la destruc­ción del movimiento comunista en Hungría de estos años.           

A partir de fines de 1919 y durante todo el año 1920 se suceden pues, asesinatos, despojos, venganzas burguesas, ... como si los distintos aparatos de terroris­mo blanco fuesen cuervos repartiéndose el cadáver del proletariado. Se ha establecido nuevamente la paz social, el terror de Estado vuelve a ejercerse bajo la forma del chantaje invariante de ¡trabaja o revienta!            

La proclamación de la República de los Consejos es general­mente presentada como el más alto momen­to del movimiento revolucionario en Hungría. En este texto hemos visto que ella fue el golpe mortal que se le asestó a la revolución, la última tabla de salvación de la contrarrevolución frente al desmorona­miento de todas las fracciones burguesas. La República sepultó la Revolución, enterró este viejo topo, canalizando la energía revolucionaria hacia la gestión del Estado. Pero como todo comunista lo sabe, un topo bajo tierra ... cava y sigue cavan­do!!.


8. LA REPÚBLICA DE LOS CONSEJOS    CONTRA LA DICTA­DURA DEL PROLETARIADO

 

 

                                      "Nos esforzaremos, naturalmente, por man­tener todas nuestras relaciones comerciales con el extran­jero. Pensamos que la transfor­mación, que actual­mente estamos viviendo, no tiene que tener reper­cusiones sobre nuestra política comer­cial con el extranjero. Evidentemente cumpliremos con nues­tras obligaciones al respecto".                                                                                                                                                          Bela Kun, "Diario Rojo"  3/4/1919

        Esta terrible contradicción entre la voluntad y el esfuerzo real de los revolucionarios para afirmar el comunismo y la falta de ruptura (que es también bien real) con el programa que define el comunismo como la gestión, "por parte de los obreros" de la economía, es la contradicción que marcó toda la ola revolucio­na­ria del 17/23. Nosotros repetiremos siempre que, como movimiento, el comunismo se opone a todo lo que tiende a mantener la sociedad en los fundamentos mercantiles. El comunismo se opone al Estado, a la política, a las clases sociales, a la ciencia, a la reli­gión, ... tiene por objetivo la destrucción del Valor, que es la substancia que anima y dirige todas esas potencias de conservación del mundo.  En efecto, el capital es la autonomización monstruosa del Valor en su propio movimiento de valorización; por eso la clave de la acción revolucionaria del proletariado es la destrucción del Valor y de las relaciones sociales que éste secreta y reproduce, para así abolirse a sí mismo, en forma simultanea y definitiva.    

       

El Valor, desde los orígenes del cambio hasta la aparición del dinero, pasando por el trueque y las comunidades autárquicas, ha tomado diferentes formas, subsumido el ser humano hasta su más profun­do átomo y lo hace actuar no como "un hombre que gira alrededor sí mismo como su verdadero sol" (Marx) , ni como un ser absorbido por la existencia y el desarrollo de su propia especie, sino como un individuo que solamente "vive" para colgarse en el ombligo la más bella esmeralda, que solamente piensa como una caja registradora y que solo puede gozar de algo cuando lo posee única y exclusivamente para él. El egoísmo no es una tara de esta sociedad, ni tampo­co, algo inherente al hombre, como nos lo presenta la moral burguesa; sino que es la sociedad misma, puesto que el hombres, sometido al mundo del dinero y por ello a la guerra permanente, solamente existe en tanto que competidor del otro. El dinero es el poten­cia, el hombre la impotencia. Por eso, el verdadero objetivo, como determinación social ineluctable, del proletariado es la abolición del Valor y de la libre disposición del tiempo y de las cosas como campo de desarrollo y expansión de la humanidad.

Esta perspectiva no es el resultado de los deseos o pensamientos de una minoría de hombres; ella emerge directamente, como consecuencia, del movi­miento real de abolición del orden social existente y es ya secreta­do en los más pequeños enfrentamientos contra el Capital que se desarrollan ante nuestros ojos. Cuando los proletarios luchan por aumentos de salarios están atacando, en germen, al dinero como sociedad. Es por ello que el Capital hace todo lo posible por mantener esta inevitable lucha en los límites razonables del progreso y de la reforma capitalista.  Es por ello que el proletariado necesita darle, cada vez más, "irracionali­dad" y fuerza a sus luchas, hasta cristalizar en una dirección central y mundial, en un Partido Comunista Mundial, la generalización de su enfrentamiento contra el Estado burgués mundial.  

       

La dictadura del proletariado es, entonces, la prolon­gación de la lucha para destruir el valor en un momen­to en el que las relaciones de fuerza entre las clases se organizan en favor del proletariado. La dictadura del proletariado es la afirmación dinámica de la continui­dad de la lucha contra el Valor, bajo todas sus formas, que pasa por toda una serie de decisiones de nuestra clase. Estas buscan tomar como punto de vista, que guíen la humanidad, no el "cada uno para si mismo y Dios para todos" sino "a cada uno según sus necesida­des, a cada uno según sus capacida­des"

                El proletariado no tiene, de ninguna manera, como proyecto  el conservar y gestionar los instrumentos de producción y el poder económico. La economía no es más que el mundo del intercambio que ha tomado, en su contenido capitalista, la forma monstruosa de la fuerza de trabajo como mercancía; por ello el signifi­ca­do real del poder económico es la gestión de los intercambios  entre  los  hombres.   Aunque  sean los "obreros revolucionarios" quienes detienen "el poder de gestión de los intercambios", estos no podrán escapar a las determinaciones de las leyes propias al movimien­to de la gestión de los intercambios, tarde o temprano este dictarán el comportamiento de los primeros. ¡Mientras que el hombre no haya abolido el intercam­bio, será dominado por éste!  

       

Si bien es cierto que en un primer momento los proletarios se apoderaran de las fábricas y de todos los medios de producción, como es el caso de las armas construidas por los burgueses; esto no debe conducir­nos a concluir sobre el carácter neutro de los medios de producción. La lógica vulgar y estática revelará la aparente contradicción existente entre el llamado a la destrucción de la Economía y el hecho de apoderarse de todo lo que el capital ha concebido y construido como medio de producción. En complemento (antitéti­co) a esta lógica vulgar surgen los llamados a la destrucción de todo lo que existe materialmente sobre la tierra (en los momentos que la relación de fuerza permitirá al proletariado ejercer su dictadura de clase) antes de desarrollar "positivamente" cualquier cosa. Si siguiésemos esta pista tendríamos que eliminar al proletariado, como portador de la contradicción de una sociedad de clase, antes del advenimiento del comunis­mo!!

En antagonismo a estas concepciones afirmamos que un conjunto de cosas, legadas por la burguesía, serán inmediatamente destruidas (bancos, seguros, uniformes, contadores, archivos policiales, ....) en un primer momento; luego si efectivamen­te el proletariado se apodera de los medios para producir las cosas necesa­rias a la vida, lo que guiará y determi­nará directamen­te su utilización serán las necesi­dades mundiales. Por ello, y como la aboli­ción del trabajo hace cada vez más parte de estas necesidades, el proletariado orienta­rá la producción desde el punto de vista de la mayor productividad posible; es decir de la mayor distancia entre lo que necesita poca actividad humana y mucha máquina; lo que implica a su vez,la construc­ción de medios de producción cada vez más eficaces y podero­sos, esto será determinado por la diferencia entre el tiempo que toma la fabricación de estos objetos y el tiempo real que se ahorra, gracias a estos nuevos medios de producción, en la produc­ción ulterior de la materia que con ese tiem­po se producía.  

       

En este contexto lo que ya guía la pro­ducción del hombre no es la relación entre capital variable y la plusvalía (la tasa de explotación), ni tampoco la relación entre capital total y la plusvalía (tasa de ganancia), sino las necesidades del ser humana y, como hemos ejemplificado más arriba, le necesidad de disminuir la cantidad de "trabajo" (que en ese mismo proceso va perdiendo el carácter de tal, es decir de tortura separada de la vida humana) la canti­dad de tiempo dedicada a la producción de cosas por parte de la especia humana. La construcción de nuevos medios de producción será, a su vez dirigi­da, en forma cada vez más decisiva, por otras determi­naciones: situación geográfica, equilibrio ecológico, desarrollo de una actividad opuesta al trabajo, nega­ción de clases, etc.

            Lo que queremos afirmar es que si bien, la dictadu­ra del proletariado pasa por apoderarse por la fuerza de todo lo que poseen los gestores destituidos, esto no implica que nuestra tarea sea transformarnos en gestores de la Economía, del dinero, del intercambio y, por ello, de todo lo que ha sido construido y estableci­do en centenas de años de dictadura terrorista del Valor sobre el Hombre. Nuestra perspectiva no tiene nada que ver con la gestión del poder económico, nuestro objetivo no es la toma de los medios de producción, sino su destrucción dinámica, lo que implica una fase en la que la expropiación de los capitalistas contiene directamente la transformación de estos medios de producción según nuestras necesida­des. Cuando hablamos de necesidades nos referimos a la totalidad de la actividad humana organizada y desarrollada según el placer, la satisfac­ción y el esparcimiento del Hombre lo que indudable­mente implica una reducción inmediata y drástica del tiempo de trabajo (eliminación de trabajos totalmente innece­sarios, inclusión de los burgueses en el proceso produc­tivo ....).

Hoy día, después de 70 años de contrarrevolución que  ha  tenido  que  soportar  el  proletariado  como producto de las limitaciones de sus luchas en los años 20, vuelven a emerger minorías capaces de afirmar el hilo orgánico que une en la historia al conjunto de proletarios; que, desde Marx (y mucho antes) hasta hoy en día, han violentamente afirmado como programa la destrucción del Valor y la abolición del Trabajo!! Por ello, de lo que se trata no es de viajar a través de la historia para escupir sobre nuestros compañeros revolucionarios que, entre 1917 y 1923 (que es el período que nos interesa aquí), cometieron enormes errores en la dirección de la lucha; sino de constatar la inexistencia objetiva de una relación de fuerza mundial capaz de abolir el Dinero y las consecuencias nefastas que llevaron al Capital a cooptar revolucionarios "sinceros", pero con grandes limitaciones en su ruptura con el poder reformista del Capital, para servir de base a la gestión y el mantenimiento de todo lo que es esencial para la burguesía: la Economía y el Valor.

A continuación relataremos algunas de las medidas que se tomaron bajo la denominada Comuna de Budapest, para así ejemplificar la imposibilidad de destruir el Valor a partir de acciones principalmente distributivas y, en particular, sobre el dinero como medio de intercambio. Acá estamos haciendo abstrac­ción de que la destrucción del Valor jamás se llevará adelante en el contexto de un gobierno de gestión del capital como lo fue el del Partido Socialista Unificado en Hungría!! El Dinero y el intercambio mercantilista jamás serán abolidos por decretos; las proposiciones del gobierno socialdemócrata no fueron tentativas sinceras e inocentes de destrucción del dinero, sino, por el contrario, las últimas tablas de salvación para mantener en vida el intercambio y la gestión capitalista de la Economía, de una Economía que se encontraba totalmente sofocada por sus propios límites. Por ello, de lo que se trata es de dar algunos ejemplos de las medidas económicas tomadas en defensa del Estado burgués en Hungría.          

La primera propuesta de acción sobre la Economía fue, a principios de la Comuna en Hungría, la de desvalorizar los billetes existentes. Primero existía una moneda de la época de la toma de poder de Károlyi en noviembre de 1918 y de la secesión de Hungría en relación a Austria: esta moneda era imprimida en Viena, lo que impidió su reimpresión por los nuevos gobernantes húngaros.   Károlyi por su parte, puso en circulación billetes blancos impresos de un solo lado, lo que constituyó una segunda moneda en circulación. La Comuna decidió retirar de la circulación la primera moneda y servirse de ella para conservar un medio de transacción y presión con los otros países. Los Comi­sarios del Pueblo (¡los ministros!), para luchar contra la segunda moneda emitida por Károlyi, la desvaloriza­ron muy rápidamente con la emisión continua de billetes. Un antiguo banco, para satisfacer la demanda de los productores, emitió billetes postales, .... pero como inundó el mercado, también se desvalorizaron totalmente. Esta moneda tuvo pues, el mismo destino que las que la precedieron; cuando la República tenía solo un mes de vida, la misma ya no representaba ningún atractivo comercial.           

Ante esta situación, los nuevos economistas "rojos" proponen, que solamente se abastecería, en medios de consumo, a los detentores de cartas sindicales y ello para controlar la presencia de todo el mundo en el trabajo. Se pretendía, así conducir a los individuos a realizar un trabajo social determinado por ellos y reglamentado por los sindicatos.  Como los Sindicatos tenían que aceptar a todos, la reacción fue un movi­miento masivo hacia estas instituciones y las tarjetas sindicales, que permitían obtener medios de consumo, se desvalorizaron también rápidamente. Los burgueses que poseían aún un gran cantidad de estos bienes comenzaron a intercambiarlos y aparecieron nuevas monedas al mismo tiempo que la carta sindical perdía completamente su valor. Los obreros que tenían derecho a obtener, cada 15 días, una vestimenta la cambiaban por otros artículos que necesitaban: funcio­naba como dinero la tela o/y los zapatos, pero el dinero como tal no era destruido. El Valor seguía imponiendo su dictadura.          

En estas circunstancias la Comuna decide estable­cer los bonos de confianza: eran estrictamente persona­les  y solo  eran  concedidos  en vista  de un  objetivo determi­nado. En cada empresa los trabajadores desig­naban un "hombre de confianza" que tenía como tarea el llevar adelante una encuesta que permitiese verificar la necesidad de tal o cual objeto de consumo. Los bonos no podían capitalizarse, pero los "hombres de confian­za" se transformaban en objeto de todas las corrupcio­nes para la obtención de mercancías. Pero además, esto no impidió el desarrollo de un mercado negro.          

Incluso en tanto que medio de circulación, el dinero, no fue destruido sino que toma la forma de diferentes nuevas monedas para luego transformarse en cartas sindicales y pasar por el intercambio de toda una serie de mercancías acumuladas, para luego circular alrede­dor de los "hombres de confianza" y de los bonos que estos otorgaban y que eran objeto de todas las codicias.          

Evidentemente el problema no se encuentra en asegurar una repartición más democrática de las mercancías; los maoistas han ido muy lejos en este aspecto cuando igualaron el consumo de alimentos (de los proletarios) a ...¡una taza de arroz por día! La continuidad de la dictadura capitalista en Hungría no se expresa únicamente por las medidas tomadas para dar al proletariado el espectáculo de la eliminación de la moneda, medidas que aseguran y solidifican el manteni­miento de la Economía; sino por el contenido de toda la gestión asegurada por la República de los Consejos, que expresan la defensa del Estado capitalista.          

En este texto hemos trazado el contenido contra­rre­volucionario de la practica de Bela Kun; hemos denun­ciado como burguesas toda una serie de orienta­ciones políticas como: la constitución de un Partido Comunis­ta sobre las bases de la concepción socialde­mócrata del partido de masas, la fusión de este partido con el Partido socialdemócrata, la militarización de los guardias rojos y su reclutamiento al interior del ejérci­to burgués (pintado de rojo), las negociaciones con Clemenceau para impedir la generalización de la lucha proletaria, ....   Todos estos golpes asestados a la revolución tienen que encuadrarse en la preocupación permanente de la República por asegurar al Capital que de lo que se trataba no era de exterminarlo.          

Así, cuando los capitalistas de otros países se queja­ban del no respeto del proletariado por su propie­dad, el gobierno de Bela Kun hizo todo lo posible por restablecer el orden y reasegurar, sin ambigüedad, a sus pares económicos internacionales. A principios de Mayo, Bela Kun tranquiliza los temores del general Smuts, heraldo de los rentistas occidentales:      

"Hungría se encargará de asegurar a los propieta­rios extranjeros residentes actualmente sobre su territorio, todas las facilidades para salir del país y llevarse el dinero, los valores, efectos comerciales y otros objetos de propiedad mobiliaria que po­sean. A los extranjeros que se deseen quedarse en el país les aseguramos que sus bienes serán salvaguardados y sus vidas respetadas. Los bancos, empresas comer­cia­les y compañías extran­jeras no serán liquidados sin previa convención económica entre el gobierno húngaro y las potencias interesa­das".           

Los capitalistas checos, ingleses, yugoslavos, ... tenían plena confianza en la solidez del nuevo régimen y continuaron vendiendo materias primas, medios de consumo y de producción en el transcurso de todo el tiempo que duró la República de Consejos; y esto a pesar de que sus propios ejércitos se encontraban en guerra con los de Hungría. Las transacciones se efec­tuaban a través de antiguas sociedades extranjeras que pasaron a ser controladas por la Oficina de Comercio Exterior Húngaro.          

La guerra capitalista es un momento del aplasta­mien­to del proletariado y de la desvalorización de las mercancías y capitales, lo que permite un regenera­miento de la economía capitalista, que abre un nuevo ciclo; lo que no impide para nada el mantenimiento de las bases  de la circulación  de los capitales  y mercancías, necesa­rias a la reconstrucción que sucede a la guerra.          

Para concluir, tenemos que dejar claro que si hubo dictadura del proletariado en Hungría o por lo menos tentativas para imponerla y generalizarla, la misma no tuvo nada que ver con las medidas tomadas por la República de Consejos. Por el contrario esta fue, desde sus orígenes hasta su fin y en cada una de las decisio­nes que tomó, un constante esfuerzo del Capital para defender su propia dictadura.  Los únicos gérmenes de dictadura del proletariado que se dieron los pode­mos encontrar en las tentativas de los proletarios por imponer la generalización de la revolución, más allá de las fronteras húngaras, en la supresión de los alquileres y en el rechazo del trabajo, en el terror ejercido en contra de la burguesía, en la expropiación de las tierras, casas, fábricas, de los burgueses, en la destrucción del ejército y la centralización, a diferen­tes niveles, de los guardias rojos, en la guerra de guerrillas llevada a cabo en contra de los ejércitos capitalistas, en la prohibición de la prensa burguesa y la ocupación y apropiación de las imprentas, ... en pocas palabras, en toda la lucha por destruir al defen­sor supremo del Valor: el Estado.              

Pero, resulta claro, que en relación con la violencia que impone un ser tan potente y feroz como el valor, el enfrentamiento resultó débil. Ni los ataques contra oficiales de los registros de la propiedad privada, ni el regreso de los desertores del frente que se hace que­mando el dinero de los burgueses de sus ciudades, ni otras formas de lucha, lograron  hacer surgir un movi­miento suficientemente fuerte capaz de plantear una formulación, una acción programática que ataca­se, no solamente a ciertas personificaciones del valor, sino a la esencia del movimiento de valorización capitalista. En efecto, los límites de la lucha proletaria en Hungría, como en otras partes, en 1919 estuvieron ligadas a que toda cristalización del movimiento, en términos de dirección, chocó contra el muro constitui­do por la ausencia de una perspectiva y afirmación clara de la destrucción del Valor que es la clave del contenido y el objetivo de la dictadura del proletariado, de la afirmación del programa comunista.          

Una de las tareas de las minorías comunistas en la Historia es la de intentar reafirmar y desarrollar (también por medio de la crítica!) los términos tan límpidos y claros con los que Marx expresa sintética­mente el movimiento comunista, como movimiento real de abolición del Valor.  A pesar de la existencia de militantes que intentaron  asumir realmente dichas propuestas claves para el período de transición, lo que predomina en general fue la vulgarización de las perspectivas revolucionarias trazadas por Marx, por medio de toda clase argucias, falsificaciones y revisio­nes.  El reformismo de la Socialdemocracia permitió la ruptura orgánica entre las afirmaciones históricas del programa comunista y el desarrollo del movimiento comunista en los años 20.          

Nuestro grupo es partícipe en el esfuerzo de reapro­piación programática, que llevan adelante las minorías comunistas actuales,  asumiendo para ello un trabajo de largo plazo con respecto a la lucha de clases en 1917/ 1923  que intenta trazar una evaluación general de las fuerzas, los limites, las lecciones, que la última tentati­va histórica para imponer la dictadura del proletariado por la abolición del trabajo asalariado, nos ha legado.  El Estado y el Valor salieron victoriosos de los enfren­tamientos en 1919, pero los setenta años de contrarre­volución compacta que hemos tenido que soportar luego, han preparado el ineluctable resurgi­miento del proletariado revolucionario y de su proyec­to: el comu­nismo.

 


Notas:

(1) Desde nuestro punto de vista, la referencia al Partido Comunista Internacional, marca realmente la voluntad de afirmación de una misma fuerza organizada más allá de las fronteras y la existencia de una comunidad de lucha contra el Capital mundial. Por el contrario las terminologías "sección húngara" y "Partido Comunista de Hungría" denotan el carácter aun muy nacionalista y federalista de la organización de este combate.  Pues si bien es muy difícil, y a veces imposible, expresar, hoy en día, la localización geográfica de tal o cual organización comunista sin tomar como referencia esta mierda que es la "nación", lo que si es posible es rechazar el carácter nacionalista de las situaciones geográficas en la organización de la lucha a través de las expresiones, por ejemplo, de "sección en Hungría del Partido Comunista Mundial", etc.

(2) El periódico "MA" ("Hoy") fue una publicación que parte de un cuestionamiento del arte y que en base a su participación en las luchas logra politizarse sin llegar a constituirse en organización; es esto lo que lo diferencia del periódico "Die Aktion" en Alemania que a través de sus textos, dibujos, y poemas derrotistas revolucionarios comienza a converger con las posiciones del KAPD para luego transformarse en la publicación del AAUD-E (organización creada por Otto Ruhle). Otras publicaciones se constituyeron en Hungría como polos de reagrupamiento, sin lograr darse perspectivas organizacionales claras. Un ejemplo de esto fue el diario anarquista "Társadalmi Forradalom" ("La Revolución Social"), entre cuyos principales fundadores encontramos a Karl Krausz, militante de una de las diferentes tendencias anarquistas más claras, que se opuso a trabajar dentro del Partido Comunista ampliado cuando este entró en colaboración con los socialdemócratas.

(3) El telegrama en cuestión, enviado por intermedio de Sverdlov, fue más una declaración platónica de apoyo del gobierno ruso que un esfuerzo de generalización del movimiento. Lo que acá puede parecer, de nuevo, algo surrealista es que militantes "anarquistas" del grupo de Korvin hagan la publicidad de los "bolcheviques"; el enigma se nos aclara cuando tenemos en cuenta la increíble reputación de "bakuninista" que tenía Lenin por sus posiciones sobre la guerra, su acción en el desencadenamiento de la insurrección en Rusia y su panfleto "El Estado y la Revolución".

(4) Acá utilizamos la expresión "político" en su sentido reestringido, es decir el de la oposición profunda que caracteriza "la política", como actividad de gestión separada y opuesta a la vida y por ello al desarrollo de la revolución.  Las fuerzas que Bela Kun trata de ligar no fueron las que luchaban por asumir la destrucción del Estado, sino, por el contrario, su proposición era la de unificar a los que buscaban transformarse en sus gestores sobre la base de un programa alternativo y, así, logra ahogar a los verdaderos revolucionarios.

(5) En este caso es difícil no poner comillas a los "comunistas" en la medida que esta fusión con el Partido Social Demócrata expresa el pasaje del Partido Comunista al campo de la Socialdenocracia, como fuerza contrarrevoluciona­ria histórica; y ello independientemente de la sigla que aquel utilice.

(6) Kagan demostró prácticamente su oposición a las negociaciones entre Bela Kun y Vyx, emisario de los Aliados, cuando se apodera en un cuartel que él dirigía de los fusiles y de las ametralladoras de todo un regimiento de artilleros senegaleses.  


CO30.5 1919: Revolución y contrarevolución en Hungría (segunda parte)