"A pesar de los extremistas, la sangre y las convulsiones
que ello produjo, la República de los Consejos aseguró una tipo de organización
y de orden durante un período en donde la más terrible anarquía de la chusma
constituía una verdadera amenaza."
Oszkar Jászi.
(lider del Partido Radical burgués
húngaro)
INTRODUCCION
Si tuviéramos que resumir brevemente los
ejes centrales que determinan la existencia de nuestro grupo y las bases bajo
las cuales nos hemos constituido, comenzaríamos por subrayar la importancia
de la centralización internacional (de militantes dispersos a través de todo
el mundo, de la comunidad de lucha, ...), de la formación de cuadros revolucionarios
(es decir, de compañeros preparados a asumir la organización y dirección de
la lucha en futuras olas revolucionarias) y de la reapropiación programática
(1).
Esta última
tarea la consideramos central, puesto que las lecciones que sacamos de la
historia, como momento de nuestra propia experiencia, constituyen la base
bajo la cual podremos orientar las luchas futuras sin reproducir las debilidades
del pasado.
Para determinar los ejes centrales de este
trabajo de reapropiación programática tuvimos que tomar como punto de partida
el período, en el que el nivel de lucha proletaria fue más alta, tanto desde
la perspectiva de su fuerza, como de su generalización. En este período, que
lo situamos globalmente entre l917-23, las bases del viejo mundo temblaron
ante el intento del proletariado de constituirse en una fuerza organizada
internacionalmente. Para destruir el impulso proletario y para hacer surgir
una contrarrevolución compacta (de la cual hasta ahora soportamos sus efectos;
sólo hay que ver, por ejemplo, la monstruosa confusión que sabiamente se ha
entretejido entre nuestro proyecto comunista de destrucción del dinero, del
trabajo, de las clases y del Estado y el de los que se llaman ¡países comunistas!(!?)
(2)) fue necesaria la movilización de todas las fuerzas de la burguesía, desde
la reacción fascista hasta la socialdemocracia
(particularmente en sus expresiones radicaloides: luxemburguismo, bolchevismo,
...).
Con respecto al trabajo realizado sobre
este período, hemos determinado como prioritario la crítica de las debilidades
de los momentos y lugares más altos de la lucha contra el Estado. Es por ello
que la revolución y contrarrevolución en Rusia fue el centro de nuestras investigaciones
y discusiones; resultado parcial de lo cual, fue la publicación de toda una
serie de textos al respecto en nuestras revistas centrales. Actualmente, nuestros
esfuerzos se centran en lo que fue la revolución y la contrarrevolución en
Alemania durante el período en cuestión lo que se exteriorizará también en
la publicación de textos en nuestras revistas centrales.
Pero nuestros esfuerzos por la reapropiación
de la experiencia de nuestra clase no se limitan exclusivamente a estas regiones,
como tampoco a este período; la historia del proletariado esta llena de experiencias
importantísimas: España 1936-37, Argentina 1919, China 1927, ...
o aún más recientemente y de acuerdo con la ola mundial de lucha del
68-73, México o Praga en 1968, Watts
y Berkeley en Estados Unidos, París y Birmania, Córdoba en mayo del 69, ...
. Por esta razón hemos publicado
diferentes textos de "memoria obrera" que dejan en evidencia puntos
programáticos esenciales contra toda la obra de olvido que la contrarrevolución
lleva adelante.
Es en este sentido y contexto que publicamos
esta contribución sobre el movimiento revolucionario en Hungría a principios
de siglo. En efecto, la lucha del proletariado en Hungría en esa época fue
otra manifestación importante del movimiento comunista que sacudió todos los
países. Los compañeros comprenderán, leyendo el texto, que el desarrollo de
la revolución en Hungría tuvo una importancia particular sobre las posibilidades
de extensión, generalización y centralización de la revolución mundial en
1917-23.
Este trabajo tiene que relacionarse estrechamente
con el más global realizado sobre el período 1917-23 porque ofrece elementos
suplementarios para evaluar la correlación de fuerza durante esa época, mostrando
el potencial de generalización y (por ello) de triunfo de la revolución mundial
que encerraba el movimiento insurreccional. A este respecto, remitimos al
lector al capítulo 2 de este artículo en el que se describe brevemente la
situación internacional y las relaciones de fuerza entre las clases en ese
año crucial que fue 1919.
Como veremos, los inevitables desfases y
heterogeneidades en el tiempo y en el espacio tendían a reducirse, en ese
momento, por la expansión brutal de la lucha del proletariado en esa región.
La lucha contra los blancos en Rusia, los enfrentamientos cada vez más violentos
en Hungría, el clima insurrecional en Austria, el derrotismo revolucionario
que sacudió a los ejércitos "aliados", el desarrollo del movimiento
proletario en Baviera y las huelgas de marzo en la Ruhr, Alemania Central
y Berlín, la efímera república de consejos en Eslovaquia, .... fueron expresiones
de este proceso de homogeneización. Este recuento no debe ser tomado como
un rompecabezas militar, constituido de diferentes piezas correspondientes
a cada país, de las cuales cada pieza "triunfante" acercaría a la
victoria final; sino más bien, como la expresión de una combatividad mundial
que determinaba que las luchas se centralizarán orgánicamente a través de
la generalización del esfuerzo revolucionario. Los límites a esta generalización
fueron las dificultades que encontró el proletariado para determinar al Valor,
a la comunidad del dinero, como su enemigo; los agentes más eficaces del desarrollo
de estos límites fueron precisamente los "comunistas", que desde
Béla Kun a Szamuely se revelaron como socialdemócratas pintados de rojo, bolches,
que encuadraron y transformaron el movimiento revolucionario en Hungría en
otro ejército más de la burguesía mundial.
Más allá de la importancia particular que
tiene la potencialidad de generalización revolucionaria, que hemos querido
poner de manifiesto, queremos concluir esta introducción afirmando que siempre
se produce una ruptura inevitable
entre revolución y contrarrevolución, que se encuentra permanentemente presente en
el texto, que opusieron en Hungría a las fuerzas que "parlamentaban"
contra las que "llevaron adelante la acción directa", a las que
"negociaron el poder" con las que prepararon la insurrección, a
las que intentaron gobernar el Estado con las que lucharon por "la destrucción
del Estado", a las que querían "negociar la paz" con las que
lucharon por "generalizar la revolución"; en síntesis, en 1919 en
Hungría se opusieron, como siempre, las fuerzas sociales burguesas contra
las fuerzas sociales proletarias.
1. A propósito del carácter impersonal
de la revolución y de la contrarrevolución.
El estallido de la revolución que se dio
a nivel mundial a comienzos de siglo y que se concentró en unos pocos años,
no dejó marcados en la memoria los hechos y azañas de millones de proletarios
que organizaron y centralizaron su lucha hacia una victoria definitiva, sino
la historia de algunos "grandes hombres" que, a pesar de que ejercieron
un papel catalizador de esa energía expresaban, a su vez, todos sus dramáticos
límites. Nuestro análisis del desarrollo de la revolución en Hungría en 1919
tiene que enmarcarse fuera de la perspectiva engañosa que consiste en hablar
de la revolución sea como una cuestión "política" de unos pocos
"elegidos" del pueblo, sea considerando a estos hombres como sometidos
a una tempestad revolucionaria en la cual sus errores subjetivos no tuvieron
ninguna influencia. ¡La historia hace a los hombres y los hombres hacen la
historia!
El límite de la mayoría de las fuentes históricas
con las que contamos consiste en el poco caso que le hacen los historiadores
burgueses (fascistas, "socialistas", izquierdistas,...) a las acciones
llevadas a cabo por las organizaciones efímeras de proletarios en lucha. La
historia del movimiento comunista, no es más que la historia de esas innumerables
tentativas proletarias de organización para destruir el Capital.
El historiador burgués retiene y relata, en el caso de la revolución
en Hungría, la creación del Partido Comunista Húngaro por Béla Kun y Tibor
Szamuely y la entrega "responsable" del poder que hicieron los republicanos
a los social-demócratas y a los "comunistas"; dejando así de lado
el papel decisivo que tuvieron los 30.000 metalúrgicos de Csepel que se prepararon,
en marzo del 19, para el enfrentamiento armado para derrocar al Estado burgués
en Hungría.
Lo que es aún peor: la historiografía burguesa,
fuere cual fuere su versión (estalinista, trotskista, liberal, ...), ve en
la creación del Partido Comunista Húngaro, solamente una nueva peripecia en
la danza de todos esos partidos burgueses, mostrandose incapaz de captar el
significado cualitativo que tiene la tentativa de centralización de las fuerzas
revolucionarias en una única organización, e incapaces también de reconcer
en ello el receptáculo de una energía y una fuerza social antes que el esfuerzo
voluntario de tales o tales individuos. Se trata entonces de dar el lugar que corresponde
a los hechos reales y al desarrollo objetivo de la revolución, a sus ataques
violentos contra la propiedad y el dinero; de ir a la esencia de los cambios
sociales que determinan al movimiento comunista, en vez de partir de las formas
y las personas que expresaron (en el mejor de los casos por "torpeza"
o en el peor por voluntarismo) los dramáticos límites contenidos en el movimiento
y que institucionalizaron sus debilidades convirtiéndolas en leyes para la
recomposición del Estado burgués. Después de haber hecho estas afirmaciones metodológicas
acerca de la reapropación de la historia, es decir, después de haber insistido
en una lectura de esta que no esté determinada por la historia individual
de los hombres; es necesario insistir aquí, en que complementariamente, al
igual que la ideología se transforma en fuerza material, el prestigio y la
confianza que las masas revolucionarias le atribuyen en un momento dado a
algunos de sus dirigentes, cuando se institucionaliza, puede constituir un
enorme peso material, que complementado por el seguidismo, se transforme violentamente
en potencia contra la revolución.
Reivindicamos el carácter impersonal de
la revolución, pues comprendemos que es este mismo carácter del Capital el
que transforma en gestionarios del valor a aquellos que ayer lo enfrentaban
con las armas para destruirlo definitivamente. Un ejemplo de ello fue Lenin,
al que su posición revolucionaria, contra la corriente en 1914/17, cuando
llamaba a los proletarios para luchar por la derrota de su propia burguesía
dirigiendo los fusiles contra los oficiales, le permitió obtener la fuerza
para imponer, algunos años después. basándose en su prestigio personal, sus
propuestas contrarrevolucionarias con respecto a la paz en marzo 1918 en Brest-Litovsk.
Si abordamos previamente este punto es porque,
con respecto a la revolución en Hungría en 1919, la historia burguesa (cuando
nos habla) sólo nos da como referencia el nombre de Béla Kun y la proclamación
de una República de Consejos. En base
a esta interpretación sólo se puede percibir vagamente una serie de trastornos
que provocaron cambios en este país; las luchas proletarias brillan por su
ausencia.
Los manuales de historia ocultan criminalmente
la masacre del proletariado en las guerras para dejar el espacio a disertaciones
brillantes sobre el genio militar de las victorias de Napoleón o sobre el
drama existencial que lo torturó cuando se retiró a la isla "Sainte-Hélene".
Esto es lo que hace la burguesía, en especial en sus versiones radicaloides,
cuando ahogan la emergencia de una clase y de su programa revolucionario en
las oscuras tinieblas de las relaciones de fuerza descriptas únicamente desde
las decisiones de tal o cual individuo, de la constitución de tal o cual gobierno,
de la ciencia táctica de tal o cual militar.
Nosotros no podemos caer en esa trampa; más aún, cuando las trampas
metodológicas se multiplican y la burguesía nos precipita en el planteo de
interrogantes como: ¿Béla Kun era un burgués o un comunista? , ¿los consejos
en Hungría fueron revolucionarios o contrarrevolucionarios?, ¿la República
de consejos estaba compuesta por obreros o por burgueses?. Marx fue fulminante
con respecto a este tipo de cuestionamiento: la respuesta está contenida en
la misma pregunta. Es decir, la misma formulación de la pregunta, que empuja
a escoger uno de los términos, impide abordar el movimiento, la contradicción,
la dinámica social que puede determinan el paso de uno a otro campo.
Si partimos de una realidad externa al movimiento
real, movimiento en el que se enfrenta la fuerza social de la conservación
contra la fuerza social de la revolución de nuestra sociedad mundial, jamás
podremos comprender las determinaciones esenciales que rigen el mundo.
Los burgueses nos imbecilizan con concepciones
que explican la realidad a partir de la definición que le da la etiqueta ideológica,
para luego clasificar las fuerzas políticas que surgen de esta sociedad en
cajitas distintas. Esta lógica vulgar
nos lleva a comprender la historia como: los buenos y los malos, las buenas
y malas voluntades, el nivel de riqueza o de pobreza, ...
Es así como algunos dan escusas a los humanistas burgueses que buscan
responder, con tanta sinceridad, a los pedidos de los proletarios; como si
la sinceridad definiese la justeza de un acto y el lado de la barricada en
el que se encuentran; mientras que los otros, luchan encarecidamente por defender
una u otra forma que toma la revolución, en correspondencia a una etapa de
la lucha en un momento determinado y de acuerdo con las relaciones de fuerza
y luego hacen todo lo posible por institucionalizar lo que, como cualquier
momento de la lucha, no puede ser tomado más que desde el punto de vista de
su continua revolución y superación; es decir en términos de fuerzas y debilidades,
... de antagonismos, entre las fuerzas sociales de conservación y las de revolución,
que continúan enfrentándose, en el seno mismo de las asociaciones obreras.
Todas estas ideologías, que ocultan la materialidad
del movimiento de oposición de las clases (al que reducen como se hace con
los restos del cerdo en los embutidos para luego clasificarlo en pequeños
compartimientos), toman al proletariado y a la burguesía como entidades puras,
definidas sea por sus partidos respectivos o por sus estructuras organizacionales,
sea por la cantidad de dinero que tienen en su monedero o por la suciedad
de sus manos, o por las ideas, la conciencia o la voluntad. Este es el materialismo
vulgar y maniquesita que domina la visión de tantos izquierdistas burgueses,
en su búsqueda permanente de nuevos conceptos para justificar los inevitables
movimientos que se operan en la realidad de la lucha de clases.
¡Volvamos a nuestra problemática!
Decíamos que cuando se reduce y se clasifica
la realidad en pequeñas casillas se imposibilita la comprensión del movimiento
real de oposición dinámica entre las dos clases de la sociedad. La lógica vulgar nos dice: "los consejos
húngaros están llenos de obreros, es por ello que son revolucionarios",
a lo que replican los políticos: "obreros": "la república de
consejos es obrero/burgués, puesto que ella esta compuesta tanto por burgueses
progresistas como por "comunistas"".
La realidad es al mismo tiempo más simple
y más compleja.
Más simple porque, como lo veremos más adelante,
la república asume una función de reforma y por ello de conservación
del Capital que la sitúa, independientemente de los individuos que la encarnen,
en el campo de la burguesía. ¡Punto!
Más compleja, porque las asociaciones obreras,
como los consejos o las organizaciones que se autodenominan anarquistas o
comunistas, pueden ser estructuras proletarias, a pesar de contener múltiples
debilidades. Sin embargo, si dichas debilidades, no son superadas estas organizaciones
pueden transformarse en apéndices del Estado burgués; perspectiva peligrosísima
en la medida en que el barniz que tendrá será más "radical" aún.
Esto fue la realidad de la mayoría de los consejos constituidos en Alemania
en 1918, que fueron rápidamente cooptados por el Estado, o, en relación más
directa a nuestro sujeto, los creados en Hungría.
Por ello, y para terminar con los engaños
de los interrogantes antes denunciados, es completamente imbécil presentarse
la cuestión en base a dilemas del tipo: ¿Es qué Béla Kun es un burgués? o
¿un comunista?, con la adopción unilateral de uno de estos dos términos, porque
es imposible dar una respuesta sin tener en cuenta los factores sociales que
determinaron en un momento dado que Béla Kun se situara claramente en el campo
de la revolución y los que lo empujaron, más tarde, a asumir la función más
claramente contrarrevolucionaria que pueda existir.
Como veremos en este texto, la falta de
ruptura de Béla Kun con respecto a la socialdemocracia, en el período anterior
a la guerra, fue completamente relativizada por su presencia en la Rusia revolucionaria
de 1916-19: donde fue subsumido, en el fuego de la acción revolucionaria,
por el impulso proletario y absorbido por el movimiento comunista. La totalidad
de las condiciones en las cuales se encontraba sumergido (situación de exilado,
su papel en la organización de los proletarios encarcelados por diferentes
países, su participación en la lucha contra los Blancos, ...) lo situaron
rápidamente en el campo de los revolucionarios de la izquierda comunista.
Así, por ejemplo, tomó posición, al lado de Bujarin, contra Lenin en cuanto
a Brest Litovsk. Cuando regresó a Hungría jugó un papel nefasto aceptando
una alianza con los socialdemócratas, lo que lo situó de hecho en una dinámica
que terminará transformándolo rápidamente en agente del capital. Al margen
de su propia voluntad, sinceridad, etc... la función y dirección que
asumió como ministro de relaciones exteriores durante el gobierno socialdemócrata,
lo transformó en el saboteador contrarrevolucionario más efectivo. El punto de partida tiene que ser el de
las fuerzas sociales, del movimiento social, de las contradicciones
sociales que dirigen nuestra comprensión de la acción revolucionaria y de
su contradicción contrarrevolucionaria. Este es el único punto de partida
que nos permitirá captar, en el flujo y reflujo de las fuerzas sociales, los
factores que constituyen tanto la debilidad subjetiva de un individuo, o de
un grupo revolucionario, como su influencia en el movimiento.
Solamente desde esta perspectiva la burguesía
aparecerá no bajo la forma monstruosa de una asociación de individuos siniestros,
maquiavélicos que conducen el mundo según sus voluntades; (y esto a pesar
de que en ciertas circunstancias la conciencia del peligro proletario conduce,
a los contrarrevolucionarios, a organizar complots, atentados, contra nuestra clase), ....; sino como un
ser sometido a otro que la supera: el Capital. Captamos sus contradicciones
internas (en la competencia capitalista, interimperialistas, interburguesas
...), como un momento de nuestra derrota, y esto al margen del nivel de conciencia que tengan sobre los resultados
de su acción. ¡La función, como la historia, hace al hombre antes de que el
hombre haga la función!
Para concluir afirmaremos que el carácter
impersonal de la revolución no es una reivindicación de la revolución sino
su propio contenido. Esta afirmación no tiene que ser comprendida como lo
hacen los stalinistas, que borran las características personales de los hombres
que luchan por el comunismo, sino como
el desarrollo una energía que no se detiene por el prestigio, elocuencia o
pasado de tal o cual miembro de nuestra clase, que lo más que pueden significar
es la cristalización durante su vida del esfuerzo secular del proletariado
para transformar su lucha en fuerza. ¡No más héroes, nunca más!
(
[1]
)
2. La revolución será mundial o no será nada
Es necesario recordar, antes de comenzar
con el relato de la historia y de algunas de las experiencias que sacamos
del movimiento revolucionario y de su derrota en Hungría, el contexto mundial
en lo que todo esto se desarrolló.
En 1919, una realidad dirige el conjunto
de las perspectivas revolucionarias que ofrece la lucha contra la guerra y
la explotación: ¡ La revolución será mundial o no será revolución!
En Rusia los comunistas son conscientes
de esta realidad, y por intermedio de Lenin, se comunican con Budapest, donde
la insurrección avanza, para escuchar la confirmación directa y verbal de
"la toma de poder de los obreros húngaros" (3)
La importancia vital de la generalización
de la revolución es comprendida por todos.
El proletariado insurrecto en Hungría envía agitadores a Viena y otros
lugares de Austria, para colaborar con el desarrollo de la revolución.
El internacionalismo, que es el
contenido fundamental de estas tímidas iniciativas de extensión de la revolución,
es la expresión del desarrollo mundial de la acción comunista en esta época:
entre 1917 al 23, en todas partes del mundo, desde la Patagonia a Rusia pasando
por la India, Europa, México, Africa del Sur, Australia, Estados Unidos, ...
,surgieron y se desarrollaron movimientos
sociales que plantearon, más allá
de la contingencia de tal o cual huelga o amotinamiento, más allá del aspecto
parcial de tal o cual movimiento insurreccional , al orden del día, la transformación
radical de las relaciones sociales capitalistas.
El proletariado, como fuerza, se organiza como movimiento, barre con
todos aquellos que intentan limitar su emancipación revolucionaria, al cuadro
de una nueva gestión de su propia explotación.
El movimiento,
cuando ataca los fundamentos de la relación social capitalista: "la
propiedad privada", demuestra claramente por todos
lados su esencia revolucionaria. Los
proletarios atacan lo bancos, aterrorizan a los patrones, ejecutan a los
propietarios, funcionarios y otros representantes de la gestión del dinero.
En Rusia, por ejemplo, a cada representante del capital le toca su
turno: el zar Alejandro, el príncipe Lvov, Milioukov, Kerensky
(versión de "derecha" o luego de "izquierda"
con una mayoría social demócrata) fueron expulsados del gobierno independientemente
de las sucesivas promesas de pan y paz.
Los proletarios atacaron al Estado y se necesitó toda la ciencia
política de los bolcheviques para poder atacar y frenar al movimiento de
destrucción del Estado y al de generalización de la insurrección que el
proletariado llevaba adelante.
En marzo de 1918, mientras que el proletariado
luchaba por generalizar la revolución, Lenin pide la firma de los acuerdos
de Brest Litovsk . Esto iba claramente
en contra del interés de la revolución mundial, situándose, así, en la defensa
patriótica del bastión nacional ruso. Pero a pesar de que este Tratado fue un golpe brutal contra el desarrollo
del movimiento comunista, éste no fue aplastado: 1919 fue un año decisivo.
En Rusia el proletariado continuaba su lucha
resistiendo victoriosamente
a los ataques de los blancos y, aunque más dificilmente, al reordenamiento
del Estado burgués realizado por los bolcheviques.
En el resto de Europa (y del mundo, como ya lo afirmamos anteriormente)
se produjeron grandes enfrentamientos de clase.
En noviembre de 1918 el proletariado con
su derrotismo revolucionario, que provocó la derrota de Alemania y
de Austria-Hungría, logró parar la guerra.
En enero del 19, en Berlín,
el capitalismo vacila frente a la determinación de los proletarios armados; fueron necesarias todas las irresoluciones
de los antiguos jefes socialdemócratas, ahora a la cabeza, del Partido Comunista
Alemán (KPD-S) (recientemente creado) para, por intermedio de múltiples acuerdos
con los contrarrevolucionarios del USPD y del SPD, sabotear la insurreción
cavando, así, la tumba de las fuerzas obreras insurrectas. Noske terminó la obra de los Liebknecht, Ledebour,
Daumig y consortes.
La masacre de Noske en Berlín, no logró
destruir el avance proletario: las huelgas insurreccionales que estallaron
en toda la Alemania central y del norte materializan la increíble fuerza del
proletariado en esos momentos. El
8 de abril de 1919, los guardias rojos realizan impresionantes desfiles
y se enfrentan con el socialdemócratas Hoffman, que intentaba destruir el
movimiento insurreccional que se desarrollaba en Baviera.
Al mismo tiempo, en Viena, se produce
una agitación comunista que se extiende rápidamente: todos saben que se necesita
poco (¡una estrategia insurreccionalista y la centralización de las fuerzas
revolucionarias internacionales !!!!) para que la república caiga y los obreros
tomen el poder. Es así que Béla Kun
envía a Ernst Bettelheim a mediados de mayo; éste intenta organizar una insurrección
en un clima en donde los proletarios se encontraban, en muchas ocasiones,
al borde de incendiar el parlamento.
La agitación, al interior de los "países
que ganaron la guerra", también gana terreno. A pesar de que la burguesía
logra consolidar fácilmente la unión nacional gracias a la "victoria":
en cada lugar en el que los soldados de los países aliados, entran en contacto
con el proletariado revolucionario se producen amotinamientos, fraternización,
derrotismo. Los "prisioneros de guerra", en los bastiones de proletarios
insurrectos en Rusia, Hungría, se
alinean al lado del proletariado y forman batallones revolucionarios. Así en 1919, una gran parte de la escolta del coronel Vyx, representante
de los Aliados en Budapest, deserta y se adhiere a la revolución.
Estos desertores fueron los que después exhortaran a sus antiguos compañeros
de frente para que desertaran e hicieron múltiples llamados derrotistas en
vías de la fraternización. En Crimea, los marineros de 3 acorazados del
ejército francés, en misión para apoyar la contrarrevolución, se amotinan
y fraternizan con sus hermanos de clase en Rusia.
Podríamos tomar cientos de ejemplos que
ilustran claramente el carácter extensivo de la combatividad proletaria en
el transcurso de este período. Los
proletarios en Servia se encontraban en perpetuo estado de revuelta. En junio del 19 en Marbourg, los reservistas
del 45° regimiento
yugoslavo se amotinan; en Varesdin (Crotia) derrotistas del regimiento de
caballería toman presos, con la ayuda de los obreros de la ciudad, a sus oficiales
y proclaman la Comuna. A Esseg, en
Eslavonia, los obreros decretan la huelga general e izan la bandera roja cuando
llega el ejército francés, .... No
hemos hecho más que tomar alguno de los tantos ejemplos de lucha que se desarrollaron
en Europa, sin tener en cuenta lo que se produjo en Italia, ni la agitación
en España y Portugal; asimismo no hemos tenido en cuenta todos los movimientos
que se desarrollaron en los Estados Unidos, y Canadá, las luchas terribles
y decisivas que se produjeron en América Latina, en Austria, en Africa del Sur, en India, ...
Es, en este clima revolucionario y mundial,
y en el medio de esta fase revolucionaria, que además de la insurrección del
proletariado en Rusia, se afirma en los movimientos de carácter insurreccional
en Alemania y la expansión del derrotismo revolucionario en los rangos de
los ejércitos victoriosos que se se plantea la insurrección armada del proletariado
en Hungría: marzo de 1919.
Es dentro de este contexto que se puede
comprender fácilmente el terror que vivió la burguesía mundial; terror que
la determinó a reagruparse, más allá de todas sus contradicciones imperialistas,
vencedores y vencidos, enemigos de ayer y de mañana,
contra su enemigo mortal: el proletariado.
Más adelante veremos los planes que esta
elaboró y todo lo que hizo para destruir la revolución. Sin embargo, desde el punto de vista de la
revolución es necesario tener presente, a lo largo de nuestro trabajo, la
situación revolucionaria que hemos descrito brevemente para comprender hasta
que punto fueron criminales las debilidades de la dirección que el proletariado
se dió y la falta de resolución de los cuadros y organizaciones proletarias.
La crisis revolucionaria que se extendió
desde noviembre del 18 (momento en que el proletariado logra imponer
el fin de la guerra) hasta aproximadamente junio del 19 (derrota del
proletariado en Alemania, en Baviera, en Hungría, ...) es, probablemente,
desde el punto de vista internacional, el momento en el cual el proletariado
se aproximó más a la victoria final. Esto
no quiere decir que las luchas en una u otra región del planeta, alcanzaron,
de una manera mecánica, su punto culminante en 1919. (
[2]
)
En Rusia, por ejemplo, la insurrección de
Octubre de 1917 es evidentemente uno de los momentos más altos de la revolución
en este lugar del mundo y por otra parte tuvo un gran valor de ejemplo para
el proletariado mundial. De la misma forma, el movimiento del proletariado
en Alemania no se encuentra derrotado en junio de 19 (a excepción de la
Baviera). Así, cuando el proletariado
en marzo del 20 se enfrenta al golpe de estado de Kapp, libera, a partir
de sus experiencias vividas en enfrentamientos locales, unos meses después,
toda su energía revolucionaria: en dicha ocasión, el movimiento alcanza,
su punto culminante: se organiza un Ejército Rojo que logra apoderarse de
casi todo el norte y el centro de Alemania.
Claro está que siempre existió, y existirán,
terribles heterogeneidades, tanto en el tiempo como en el espacio, en las
luchas del proletariado; pero es precisamente por esta razón, que en el
transcurso de una crisis revolucionaria el esfuerzo por centralizar,
organizar y generalizar la insurreción revolucionaria es extremadamente
vital.
Esta es la realidad
que nos muestra esta fase crucial de la revolución en la que durante 7
u 8 meses, desde noviembre del 18 hasta junio del 19, las insurrecciones,
tomas de poder, huelgas de proletarios armados, se desarrollaban sin parar
en todos las partes del mundo sin que ninguno de estos enfrentamientos
haya tenido la audacia de destruir las fronteras burguesas, a pesar de
que las condiciones para esta generalización parecían darse, como jamás
se dieron (ni antes ni después del 17 al 23).
Sabemos que
los bolcheviques, cuando rechazaron la entrada de tropas alemanas en Rusia
y firmaron el tratado de Brest Litovsk, frenaron el movimiento (4). Sin embargo el respeto imbécil de las fronteras
bloqueó también el desarrollo de la lucha y la posibilidad de generalización
revolucionaria, limitándola a tal o cual marco nacional cuando la correlación
de fuerza se encontraba a favor del proletariado. Cuando los proletarios revolucionarios infligieron,
en junio del 19, una terrible derrota al ejército franco-rumano y cuando
bajo el avance de la insurreción revolucionaria que se declara en Eslovaquia
y que se produce por los esfuerzos combinados de los proletarios de la región y de sus compañeros
del Ejército Rojo, Béla Kun da la orden formal de parar el avance y generalización
de la insurrección está confundiendo la extensión social de la revolución
con la invasión militar burguesa. ¡Fetichismo mortal de las fronteras!
Siguiendo, e invocando el ejemplo de Brest Litovsk, y contra la mayoría
de los proletarios armados de ambos lados de la frontera, firma un acuerdo
de paz con los delegados internacionales de la conferencia de paz convocada
por Clemenceau y los aliados. Esta
era la única salida que tenía la burguesía para frenar la revolución,
la consecuencia de esto fue el aplastamiento y la masacre del proletariado
insurrecto en Eslovaquia y la derrota, más tarde, del proletariado en
Hungría que frente al sabotaje de sus "jefes" quedó totalmente
desmoralizado.
Otro ejemplo
del poder de las fuerzas de generalización del proletariado, como de la
capacidad de la contrarrevolución para destruir esta fuerza, en 1919,
se materializa en los movimientos insurreccionales del proletariado en
Austria.
Los movimientos insurreccionales en Hungría
y lo que aparece a los ojos del proletariado como la toma del poder en Hungría
en marzo de 1919 (la edificación de la República de los Consejos) provocaron
un movimiento, en Austria, que ve cada vez más real la posibilidad de la
dictadura del proletariado; lo que determina, en el transcurso de muchos
meses, una situación insurreccional que a su vez determinará la necesidad
de todos los esfuerzos de las diferentes fracciones burguesas, en particular
del centrismo, para destruirla.
En abril 1919, los Aliados invaden Hungría
por intermedio del ejército rumano con el objetivo evidente de destruir
la potencia de la revolución. El
revolucionario anarquista Léo Rotziegel, en el transcurso de un mitin toma
la palabra frente al ayuntamiento y defiende la necesidad internacionalista
de solidarizarse con el desarrollo de la revolución en Hungría. El 2 de abril, cuatrocientos voluntarios, a
los que se adjuntan ochocientos proletarios armados, parten a Hungría. Bela Kun los recibe en Budapest y .... ¡los envía al frente de Debrecen! Al margen de todas las ilusiones que aquellos
militantes del internacionalismo puedan
haber albergado a propósito del gobierno republicano húngaro y de la no
comprensión de que la mejor solidaridad es luchar directamente por la generalización
de la revolución en Austria, estos mil doscientos proletarios partieron
para solidarizarse con sus hermanos en Hungría (5), expresando, así, prácticamente
tanto el poder del internacionalismo proletario, como las posibilidades
reales de generalización.
Evidentemente la historia no se construye
a golpes de "y si" (... "si los revolucionarios en Hungría
hubiesen generalizado el movimiento", por ejemplo); sino que es indispensable
considerar el conjunto de condiciones existentes en ciertas fases históricas
para comprender, más allá del localismo limitativo, que las derrotas,
incluso las locales, fueron determinadas, no por el aislamiento inevitable
y momentáneo de los comienzos de una insurrección, sino, como siempre, por
los golpes que asesta un patriotismo, muy preocupado por preservar la integridad
nacional, contra el desarrollo mundial y la victoria definitiva de la
insurrección comunista (y por ello también contra la victoria local
también!!).
Béla Kun, cuando rechaza la generalización
y frena el movimiento con su actitud diplomática con respecto a los Aliados,
asesta, sin lugar a dudas, un golpe muy (
[3]
) duro a las posibilidades
de generalización y establecimiento mundial de la dictadura del proletariado.
Dictadura que tendía a reafirmarse durante estos meses cruciales
del 19: en Rusia los proletarios se aproximan a la victoria final contra
los blancos, en Alemania, Austria y en todo el centro de Europa la situación
es insurreccional.Pero más allá
de la influencia personal de un Bela Kun o de un Lenin, lo que hay que criticar
son los límites globales de la práctica internacionalista en el transcurso
de estos años. Estos elementos son los únicos que nos permitirán comprender
mejor la derrota de la insurrección en Hungría.
En 1919, las relaciones de fuerza entre
burguesía y proletariado se encuentran, como ya lo hemos visto, a un nivel
de exacerbación tal, que la burguesía se encuentra obligada a otorgar, concesiones enormes, al proletariado insurrecto.
Pero estas concesiones, que fueron rápidamente aceptadas como victorias
por el proletariado, y como triunfos que había que defender por la socialdemocracia,
fueron al mismo tiempo la tumba que se cavó para enterrar la revolución.
Esto hay que considerarlo desde un doble
punto de vista: desde las limitaciones de la práctica internacionalista
proletaria y desde la fuerza anti-internacionalista de la burguesía.
Desde el punto de vista del proletariado
mundial, el internacionalismo es considerado como una adición vulgar de
revoluciones nacionales; lo que se materializó organizacionalmente en el
más estricto federalismo de las diferentes tentativas comunistas de organización.
Tibor Szamuely y Bela Kun fueron enviados a Hungría, con 30,000 rublos
en el bolsillo, para crear, bajo las consignas del ejemplo ruso, un Partido
Comunista Húngaro. Así Bela Kun reúne a socialdemócratas de izquierda,
anarquistas y comunistas en el Partido Comunista Húngaro. Después de que
la república le lega el gobierno, lucha por obtener un acuerdo entre el
Ejército Revolucionario en Hungría y el Ejército Rojo en Rusia que se encontraba
en plena guerra contra los Blancos. Pero a pesar de que este acuerdo nunca
pudo ser llevado a la práctica, porque el Ejército Rojo estaba muy ocupado
en su lucha contra los Blancos, estas tentativas de acuerdo entre ejércitos
nacionales, por las que Bela Kun había obtenido un acuerdo incondicional
de un buen número de fracciones húngaras de "derecha", son la
expresión acabada del federalismo que ve la construcción del Partido Comunista
país por país. Esta idea de desarrollo de los partidos comunistas no se
encuentra muy lejos de la idea de construir el Partido Comunista "en
un solo país" (para imitar a Stalin).
El nacionalismo se desarrolló irremediablemente
con el llamado a la defensa de los bastiones revolucionarios y, tanto
en Hungría como en Rusia, el punto de vista que dirige realmente a quienes
pretenden ser el porvenir del movimiento comunista es el del defensimo local, el de la defensa de las concesiones burguesas
presentadas unilateralmente como victorias, el reforzamiento, a cualquier
precio, de bastiones geográficos. La ilusión de la consolidación
de la revolución sin su extensión internacional, constituyó una enorme debilidad,
en la lucha proletaria en el transcurso de este período.
Por ello, desde el punto de vista del
proletariado, la fuerza de su internacionalismo se encuentra mucho más
en su oposición a los ataques burgueses, en su negación de
la barbarie capitalista; y esto a través de los actos de derrotismo revolucionario,
de la organización de deserciones, la fraternización en los frentes, las
acciones de sabotaje en solidaridad con los proletarios que luchan en otros
países, etc.... que en la organización positiva y la creación efectiva
de un Partido Comunista mundial que afirme el internacionalismo del proletariado
y guiado, no por tal o cual situación local o puntual, sino por las necesidades
globales de la revolución mundial. Es así que la única tentativa importante
por constituir una centralización mundial de la revolución, se transformó
rápidamente en una sucursal de los intereses de la política "exterior"
de Rusia: la Internacional Comunista,
una vez eliminada las oposiciones de izquierda (a través de la exclusión
o asimilación), hubiese podido llamarse, más acertadamente, "Ministerio
de Relaciones Exteriores" de la nación Rusa!
Desde el punto de vista de la burguesía,
la fuerza de su antiinternacionalismo residió en su capacidad para responder,
desde sus intereses y su punto de vista, a las necesidades revolucionarias
del proletariado; es decir en transformar el enfrentamiento social en una
guerra de defensa del territorio y en proponer, frente al rechazo proletario
de la guerra, la paz democrática y mundial para todos los pueblos: con respecto
a la época a la que nos referimos, el plan Wilson fue la respuesta que se
le dio a los llamados de paz y derecho a la autodeterminación de los pueblos
de la Rusia "revolucionaria"; este llamado no era otra cosa que
la recuperación del desarrollo de la revolución hacia la necesidad burguesa
de restablecer la paz social.
Este también fue el sentido que tuvo la
política burguesa de alentar las heterogeneidades reales, en el tiempo y
en el espacio, que existían entre los diferentes focos revolucionarios,
para así aplastar el movimiento comunista internacional parte por parte,
bastión por bastión, por las armas y la masacre sistemática, en la mayoría
de casos, o por intermedio de los bolcheviques en Rusia, transformado así
la insurrección proletaria en la fuerza más potente de la contrarrevolución
que se haya conocido, por la edificación
de un estado pintado de rojo, por el desarrollo de la gigantesca mistificación
de un país que construía el "comunismo".
Cuando la relación mundial objetiva
entre las clases no permite la victoria del proletariado y el desarrollo
de su dictadura contra el Valor, las debilidades subjetivas serán
las fallas que permitirán a la burguesía edificar su respuesta a fin de
restablecer su propia dictadura. La
burguesía saca lecciones de los enfrentamientos y gracias a esto instituye
una contrarrevolución compacta cuyas fuerzas desicivas se asemejan a un
amortigüadore gigante que impide que toda ruptura revolucionaria encuentre
su camino hacia la generalización y su desarrollo. (
[4]
) (
[5]
)
3. El proletariado provoca la derrota de la burguesía en guerra en Hungría.
La proletarización en Hungría, se desarrolló
espectácularmente a fines del siglo XIX y a principios del XX. Los ingresos
de más del 88 % del "campesinado" eran inferiores a los 50 florines
por semana, que eran considerados como lo mínimo necesario para alimentar
una familia. 45% de la población
agrícola no poseía ni una pequeña parcela de tierra (cifra que incluye los
miembros de la familia) lo que implicaba que ya en esa época seis millones
de personas se encotraban totalmente separados de sus medios de vida y obligados
a buscar comprador para su fuerza de trabajo para subsistir. La hambruna
era crónica en el transcurso de este período: de 1891 a 1914 más de 2 millones
de "sin reservas" emigraron
de Hungría hacia América.
Así mismo, en este mismo período, se desarrolló
rápidamente la industria: de 1890 a 1910 la cantidad de obreros industriales
pasa de 900.000 a 1,5 millón, y al interior de estos el porcentaje de obreros
empleados en las grandes fábricas crece de 23% a 45%.
En las fábricas de materiales de construcción,
los niños de 10 a 12 años trabajan cotidianamente 16, 17 horas, los salarios
y las condiciones de vida eran particularmente miserables. Las viviendas proletarias, en Budapest, eran
consideradas como las peores de todas las capitales de Europa.
La urbanización se desarrollo rápidamente:
de 1870 a 1910, por ejemplo, la población de Budapest pasa de 280.000 a
880.000 habitantes, la mayoría de las familias obreras vivían en una precariedad
extrema. La similitud con lo que
se desarrolla como grandes polos hoy en día, particularmente en Asia y en
América del Norte y del Sur, pero también en Europa, es evidente.
Una serie de sublevamientos se dieron, principalmente
en la campaña, contra estas condiciones de vida, durante la última década
del siglo XIX. Los "gendarmes"(6),
la policía, reprimieron cada sublevamiento con una brutalidad extrema.
A partir de comienzos de este siglo las
huelgas se dieron una detrás de la otra; en 1902, 2000 obreros de la industria
inmensa de vagones de ferrocarril en Gyor se declararon en huelga, en 1904,
los obreros de los ferrocarriles prolongaron sus huelgas saboteando las
líneas, parando todos los trenes; a partir de enero de 1905, las huelgas
estaban al orden del día en todo el país.
En Budapest, Szeged, Pécs, Cegled, etc. las fábricas textiles, las
minas, la construcción se paralizaban.
El nivel más elevado de la lucha se dio en mayo 1905 cuando 30.000
obreros metalurgicos se declararon en huelga.
El Estado solo pudo asegurar el orden y la ley por la colaboración
directa con los jefes sindicales y de la socialdemocracia.
Estos proponían manifestaciones pacificas y llamaban a la disciplina
y a la responsabilidad; pero a pesar de esto y contra estas fracciones del
capital, las manifestaciones violentas continuaron y la represión fue también
dura.
En junio de 1906, estallaron huelgas en
Debrecen. En julio, 4.000 mineros
inician un conflicto en Salgotaryán, las minas fueron, finalmente, ocupadas
por la gendarmeria y un regimiento del ejército.
En 1907, los mineros del valle del Jiu (7) declaran la huelga.
De la misma manera, el proletariado agrícola,
libró en la época grandes combates. En
junio de 1905, estallaron varias revueltas de los "sin reservas"
en tres grandes regiones de la campaña húngara: las regiones de Somogy,
Tolna y Veszprem. Las huelgas, sabotajes y revueltas resultaron al fin aplastadas
por los gendarmes y por unidades del ejército.
El 23 de mayo de 1912, el proletariado manifiesta
masivamente en Budapest; la policía tira sobre las masas y los proletarios
replican logrando liquidar algunos agentes represivos. Los obreros despedidos
ocupan las fábricas. El gobierno, aterrorizado por las dimensiones que adquiere
el conflicto, retrocede invalidando el lock out y exige que se restituya
a los obreros despedidos.
Con el desencadenamiento de la guerra se
intenta aplastar las luchas que el proletariado oponía, más o menos regularmente,
a la crisis capitalista. A pesar de ello y de su total prohibición en 1917,
las huelgas continúan. En ese año la actividad industrial del país fue militarizada.
Este cuadro, de resistencia y de lucha permanente
del proletariado, permite comprender mejor como tanto Hungría (con más exactitud
el Imperio Austrohúngaro), como Alemania, fueron países derrotados en la
guerra imperialista. El factor principal de ello fue la combatividad continua
de los obreros con respecto a la degradación de sus condiciones de vida
que les imponía el Capital y en particular la tenacidad de la lucha proletaria
específica contra la guerra.
En efecto, los primeros movimientos específicamente
de enfrentamiento a la guerra se dieron en 1915 bajo la influencia, entre
otros de Ervin Szabo. Organizador
de una corriente de izquierda al interior de la socialdemocracia, había
presentado en los congresos de 1904 y 1905 de la socialdemocracia, tesis
(
[6]
) que habían
sido consideradas como muy radicales. En ellas denuncia la voluntad del
PSD de " .... perpetuar la dominación de una pequeña oligarquía sindical
sobre el proletariado". Szabo
llevará a cabo así su ruptura con la socialdemocracia, organizandose luego
en el Círculo Galileo. Dicha organización fundada en 1908, en la universidad
de Budapest, tenía como base posiciones antimilitaristas y anticlericales
y al principio se limita,, a organizar lecturas y conferencias pero luego
se radicalizará con la guerra. El "Círculo Galileo" se componía
principalmente de una mezcla de anarquistas, de socialistas revolucionarios
excluidos de la socialdemocracia, de pacifistas, ....
A pesar de que el círculo no era más que una agrupación de discusión
y de polémicas, sin contener ni desarrollar perspectivas claras, jugó luego
un importantisimo papel en la propaganda derrotista revolucionaria.
Como decíamos es a fines de 1915, bajo el
impulso de Ervin Szabo y de sus compañeros que se constituye el movimiento
de lucha específico contra la guerra, Fuera y contra los planteos socialdemócratas,
estalla, en un país constituido en una gran selva de bayonetas, una huelga
contra la guerra que se extiende por todas partes bajo las consignas de
"Abajo la guerra", "Abajo el militarismo" ...
A estas banderas la socialdemocracia opone las del sufragio universal
y secreto llamando a parar la huelga. Al fin logran quebrarla gracias a
la famosa "disciplina de partido". Los socialdemócratas fueron reconocidos por
lo que eran (y son): patriotas, nacionalistas, y factores escenciales en
la guerra imperialista.
Pero, en continuidad con esos movimientos
del proletariado contra la guerra, la acción derrotista revolucionaria constinuó
extendiendose y el propio ejército húngaro fue invadido por la ola derrotista.
Doscientos mil refugiados, procedentes de Galicia y Transilvania, se instalan
en Budapest entre 1915 y 1916, constituyendo un verdadero vivero para los
derrotistas revolucionarios y los desertores. A principios de la primavera de 1916, la policía,
para luchar contra la agitación creciente, reprime y logra desmantelar el
Círculo Galileo. El proceso de los militantes revolucionarios provocó numerosas
huelgas tanto en el frente como en las fábricas metalúrgicas del Estado.
El Círculo renacerá luego a partir de sus propias cenizas.
Cuando en Alemania se encarcela a Karl Liebknecht,
como símbolo de resistencia a la guerra y por haber manifestado publicamente
su derrotismo, independientemente de lo que en realidad era (8), estallaron
toda una serie de manifestaciones obreras que fueron la catalización de
la corriente contra la guerra del proletariado. De la misma manera, el Círculo Galileo, a pesar del carácter "pacifista"
que tuvo en sus orígenes, constituyó el soporte sobre el que se organizaran
los proletarios combativos para expresar su acción contra la guerra.
Las huelgas, consecutivas a la represión que toca a los militantes
de este Círculo, fueron brutalmente reprimidas, pero provocaron otras huelgas
de solidaridad aún más generales. Se entretejía, así un movimiento que se
expresará con una gran amplitud a partir de 1917.
En efecto, en 1917, con el desarrollo de
la combatividad obrera, surgen diferentes grupos que tenían en común el
rechazo a la política socialdemócrata y más globalmente una práctica común
de contraposición a la guerra. Así
aparece un primer grupo que se forma en base al rechazo corporatista de
la socialdemocracia a trabajar con los "cuellos blancos"; técnicos
e ingenieros se asocian, para formar un Comite Inter Fábrica, que dirigirá
y organizará las huelgas que la socialdemocrácia no apoyaba. Rápidamente otros militantes, asqueados por
el sabotaje contrarrevolucionario de los socialdemócratas, entran en dicho
Comité que se convierte en un grupo poderoso que toma posición por la acción
directa y la organiza. Más tarde
este grupo entra en contacto con uno de los grupos del Círculo Galileo y
pasan a autodenominarse Socialistas Revolucionarios.
Asimismo, Ilona Duczynska regresa de Suiza
con panfletos contra la guerra que recibió de Balabanov en Zimmerwald.
Ervin Szabo quedó muy impresionado con el material de Zimmerwald
y organiza mitines en los cuales Duczynska sitúa el contenido de las discusiones
de Zimmerwald. El Círculo Galileo se inspira de esta conferencia,
para iniciar una propaganda contra la guerra en noviembre 1917; esta campaña es mucho más
determinada que la precedente y se difunden volantes en los que firman:
"Grupo de Socialistas Húngaros afiliados a Zimmerwald" (9). De la misma manera la Insurrección de Octubre
en Rusia determina una orientación más clara hacia la acción directa contra
la guerra. Se difunde un primer
volante derrotista revolucionario, y se produce una escisión al interior
del círculo entre los partidarios de continuar con la organización de conferencias
y discusiones a propósito de la guerra y los que se comprometen prácticamente
en el trabajo de propaganda clandestina.
Fue en estos momentos que Otto Korvin, militante
revolucionario que se autodnomina anarquista, con otros compañeros de
su grupo y con militantes del Comité Inter Fábrica, entran en el grupo
de agitación de propaganda clandestina del Circulo Galileo. Dicho grupo, que se autodenomina, como dijimos,
"socialista revolucionario" en referencia a los "Socialistas
Revolucionarios de Izquierda" de Rusia, difunden un segundo volante
titulado "Ni un centavo, ni un hombre para el ejército" en una
manifestación contra la guerra organizada por el Comité Inter Fábrica,
que había sido convocada en solidaridad con la revolución en Rusia y en
la que se denuncia, sobre el mismo pie y como belicista, al gobierno y
a la socialdemocracia.
Como se puede observar, la lucha contra
la guerra fue el producto de una miríada de acciones de sabotaje (
[7]
) y deserción
que se centralizaron, más bien, alrededor de militantes reconocidos por
su combatividad que en torno de una organización revolucionaria bien definida,
y las polarizaciones políticas se operaron directamente en el fuego de la
lucha, en función de las necesidades. La
lucha unificaba en una misma comunidad, tanto a militantes que rompían,
más o menos claramente, con la socialdemocracia, como a revolucionarios
cuyo rechazo a la socialdemócrata, los llevaba a agruparse bajo la bandera
del anarquismo. La lucha tendía a unificar a aquellos que asumían la acción
directa contra los nacionalistas, provocando rupturas en los diferentes
reagrupamientos informales, y esto independientemente de la etiqueta ideológica
que adoptaban los diferentes militantes.
Así vemos a los anarquistas Ervin Szabo y Otto Korvin, en una misma
comunidad de acción con los marxistas del Comité Inter Fabricas. El apelativo
de "Socialistas Revolucionarios" se le debe a Otto Korvin, pero
todos partían de Rusia como punto de referencia.
Los grupos se formaban y se descomponían en función del desarrollo
de la lucha contra la guerra, y de los golpes repetidos de la represión;
pero esto no impedía el desarrollo del derrotismo revolucionario.
En Pola, Otto Korvin organiza a los marineros
que se amotinan; los soldados del
frente italiano también se sublevan. En Budapest, un regimiento de guardias
nacionales rechaza las ordenes de partir al frente. Muchachos de 16 años
se deslizan, cuando la oscuridad de la noche lo permitía, penetrando en
los cuarteles para distribuir volantes para incitar a los soldados al sublevamiento.
Cuando fueron descubiertos fueron brutalmente golpeados por la policía y
enviados a los campos de concentración, pero su ejemplo fue seguido por
otros proletarios.
El 12 de enero de 1918, el Círculo Galileo
fue prohibido y los miembros de los Socialistas Revolucionarios fueron encarcelados,
excepto Szabo y Korvin que logran escapar. El 18 de enero, los proletarios que se encontraban
trabajando, apoyan los sublevamientos de sus hermanos en el frente y declaran
la huelga general. Ello aterrorizó enormemente a la burguesía, pues en el
mismo momento las huelgas estallaban también en Alemania y Praga y se generalizaban.
Ciento cincuenta mil obreros ocuparon las calles de Budapest, mientras
que grupos proletarios llevaban adelante acciones de sabotaje en las centrales
eléctricas y los ferrocarriles para paralizar al país. Los Socialistas Revolucionarios,
continuaron difundiendo su propaganda
por el derrotismo revolucionario, articulando su oposición a la socialdemocracia
rechazando el parlamentarismo. En uno de sus volantes dicen: "Ud. cree
que la victoria de los ideales proletarios puede obtenerse a través de leyes
electorales?"
El 1 de febrero, los marineros del puerto
adriático Cattaro se amotinan en 40 buques que quedan totalmente inmovilizados,
izan la bandera roja. La burguesía llamará, para reprimir el motín, a los
submarinos alemanes. El 20 de mayo, el 6° regimiento
de infantería de Ujvidek, en Pecs, se amotina. Los derrotistas revolucionarios
toman la ciudad. Se envía dos regimientos enteros para acabar con el movimiento.
Tres días les hicieron falta a estos perros sangrientos para terminar con
el movimiento, el precio fue enorme: 1 hombre cada 10 fueron fusilados.
En junio del 18, 50.000 proletarios entran
en huelga reivindicando aumentos de salarios y se enfrentan, armas en la
mano en ciertos lugares, a las unidades policiales. La actitud de los socialdemócratas con respecto al combate que llevaba
adelante el proletariado es siempre la misma.
El Partido Social Demócrata escribe en su órgano central:
"Los combates heroicos y los sacrificios
de los trabajadores no pueden ser suficientes para llegar a un resultado
frente a la fuerza del gobierno. En este sentido, no tiene sentido continuar
el combate, esto solo llevará a la muerte de un gran número de personas
y rompería la fuerza de la clase obrera. Es por esto que suplicamos, a todos
los obreros que luchan: ¡volved directamente al trabajo!"
En setiembre, los militantes del Círculo
Galileo son juzgados; Iona Duczynska y sus compañeros aprovechan el juicio,
para transformarlo en una tribuna, en donde critican violentamente al Partido
Social Demócrata y la guerra. En
el transcurso de este mes los desertores, cada vez más numerosos, adoptan
otro comportamiento: en vez de escaparse deciden replicar a sus perseguidores
con las armas; los escuadrones especiales del general Lukachich, encargados
de reprimir a los derrotistas revolucionarios, no logran contener las grandes
olas de deserción, los actos de insubordinación y los motines. Las ejecuciones públicas de desertores no provocaban
más el miedo en aquellos que eran testigos, sino más bien la hostilidad
y la cólera contra los verdugos. Los
desertores empezaron a organizarse constituyendo grupos que respondían organizadamente
a los disparos de sus perseguidores y daban vuelta sus fusiles contra los
oficiales. Motivados por el triunfo
de estas acciones, dichos grupos comenzaron a tomar iniciativas propias
de ofensiva contra el enemigo de clase.
(
[8]
)
La revolución gana terreno e impide que
la burguesía, en Hungría, continue sus objetivos imperialistas. La unión
nacional y la paz social se desmoronan. El proletariado, a través de su
lucha, clavará un puñal libertador en la espalda de los tiburones imperialistas
de "su" país, logrando así parar la guerra. La consigna que llama al proletariado para que luche contra su propia
burguesía, contra su enemigo directo, nos muestra, en este caso, toda la
fuerza de sus conclusiones. El edificio
político austrohúngaro se desmorona. Puesto que la burguesía no puede masacrar
a los proletarios en la guerra trata ahora de calmar la situación que ha
comenzado a escapar de su control.
Sus diferentes fracciones desfilarán entonces
en el gobierno húngaro quemando sucesivamente la carta del federalismo y
de la república, preconizada por la izquierda republicana, con Karolyi a
la cabeza (10), la carta de los
socialdemócratas que apoyaron a Karolyi, y la de los socialdemócratas de
izquierda atraidos por el Partido Comunista.
Será la unificación del Partido Social Demócrata de Hungría con el
Partido Comunista de Hungría y su ocupación del gobierno lo que logrará
finalmente apaciguar y luego destruir el ardor revolucionario. A nivel internacional, la burguesía que "ganó"
la guerra (los Aliados) completará la represión del desorden revolucionario
cuando frente al debilitamiento de su adversario por las negociaciones deja
entrar al ejército rumano en Hungría y cuando prepara, desde los comienzos
de abril del 19, en complicidad con los jefes del ejército francés, una
ofensiva que tenía como objetivo aplastar militarmente la revolución.
Una vez más aquí, las diferentes naciones
burguesas, "ayer" y "mañana" en guerra por la conquista
de territorios, se unifican "hoy día" para aplastar a su adversario
común: el proletariado. Si la importancia
de una generalización revolucionaria no se le escapaba a los proletarios,
tampoco se le escapó a la burguesía en 1919. En la medida en que en Hungría
se desarrollaba una situación revolucionaria, se instalaba un terror sin
nombre al interior de los burgueses; más aún cuando las acciones de fraternización
en el frente determinaban, para los países vencedores también, una situación
en la que el orden era precario. Por
todo lo que venimos de decir, y porque la burguesía no pudo vencer militarmente
al proletariado en Rusia, la burguesía mundial instaló, en 1919, un verdadero
bloqueo e intentó imponer una especie de cordón sanitario alrededor de esas zonas pestíferas, es decir
las zonas insurrectas en Rusia, esperando así, terminar de una vez por todas,
con el contagio revolucionario que parecía ganar el mundo entero. El movimiento proletario en Hungría contrariaba
brutalmente este hermoso plan de saneamiento; es por ello que la burguesía
mundial le otorgó una atención particular.(
[9]
)
4. República y represión del proletariado
El 16 de octubre de 1918, la izquierda republicana,
con Karolyi a la cabeza, forma el embrión de un Consejo Nacional Húngaro,
que tenía como función oponer una alternativa al gobierno oficial, completamente
desmembrado por la acción subversiva. Karolyi comprende perfectamente la
misión que se le confía: lo primero que escribirá en sus notas personales
es que "ahora hay un trabajo enorme a realizar para enseñar a los obreros
que no deben balear más a los ministros" !!! Entonces, Karolyi negocia con el emperador,
pero el movimiento lo deja completamente atrás obligándolo a romper con
la legalidad para mantener algo de credibilidad. Hungría se separa de Austria
y se federa. Se pretende, por todos
los medios, apagar el descontento creciente.
El 23 de octubre, regimientos considerados como batallones de élite,
se rinden, como muchos otros, y ocupan los cuarteles para manifestar,así,
su rechazo a la guerra. Paralelamente, se producen violentas manifestaciones
en Budapest y en el resto del país; la burguesía responde enviando a la
guardia real que las reprime brutalmente. Las manifestaciones reivindicaban
la paz inmediata y la formación de un gobierno "revolucionario".
Del 29 al 31 de octubre, la insurrección
en Budapest se va generalizando. El proletariado , frente a los tímidos
cambios que le proponen, opone su acción y busca imponer su propia dictadura
frente a la guerra. Luego de violentos y mortales enfrentamientos con la
policía republicana, el proletariado fuerza los depósitos y arsenales y
se apodera de las armas. La noche
del 29 de octubre, grupos de revolucionarios se ocupan el Gran cuartel General
y de la Central telefónica; los guardias de estos edificios fraternizaron
directamente con ellos.
Algunos días antes, militantes Socialistas
Revolucionarios y del Círculo Galileo, disueltos a principios del año, fuerzan
el prescinto de sus antiguos locales, cerrados por la policía, y reconstituyen
diferentes niveles de organización. Todos estos militantes participan activamente en el movimiento que
se desarrollaba. El 30 de octubre, los combates recrudecen y contraponen
la policía a los soldados amotinados en Budapest.
El 31 de octubre la insurrección es general
en Budapest. En esa fecha, soldados,
que regresaban del frente, acompañados de otros proletarios armados de Budapest,
fuerzan la mansión del Conde Tisza, ex primer ministro y responsable de
la política proguerra de la burguesía, y lo ejecutan OJO (11).
Algunos días después, el 8 de noviembre, le tocará el turno al procurador
del Rey de Gyalokay de ser fusilado por negarse a liberar a los prisioneros.
Los obreros
declaran la huelga y crean consejos por todo el país.
Es en este momento que los socialdemócratas se "adhiere"
al movimiento. La burguesía, desbordada por completo e incapaz
de controlar la situación, se encuentra obligada, en un primer momento,
a desmembrarlo: los socialdemócratas,
cómo OJO Canada Dry, tiene el color del socialismo, la bandera
del socialismo, las palabras del socialismo, ... pero no son "el
socialismo". Los social demócratas intentan tomar la dirección del
movimiento colaborando, en un primer momento, con el gobierno del Consejo
Nacional Húngaro dirigido por Karolyi, lo que le da a éste un rostro más
radical.
Pero el objetivo es claro: desmembrar la
lucha de clases a través de la imposición del interés de la nación y reestablecer
la paz social, so pretexto de preparar las elecciones. El 1° de noviembre
de 1918 el socialdemócrata Zsigmond Kunfi anuncia sus intenciones en un
mitin:
"Yo, un socialdemocrata convencido,
tengo dificultades para dicirlo, pero lo hago: durante las próximas seis semanas, tiempo previsto para instalar
la forma institucional bajo las condiciones parlamentarias apropiadas, no
deseamos utilizar el arma de la lucha de clases"
Kunfi afirmará luego, en sus memorias, que
un gran terror se apoderó de él y de su amigo burgués Oszkár Jászi cuando,
a la víspera del mitin, frente al increíble movimiento insurreccional que
se desató ellos se refugiaron en los corredores del Hotel Astoria. Aterrorizados
por la audacia del proletariado, que se había literalmente apoderado de
la ciudad y aconstados en las alfombras del hotel se decían: "Mañana
nos ahorcarán". Pero si los
socialdemócratas reconocen al proletariado insurrecto como a su enemigo,
y frente a él se sienten aterrorizados, aquel no hace otro tanto: los proletarios
insurrectos no los ahorcaron y unos días más tarde permitieron a Kunfi y
compañía establecerse en el gobierno.
Fue así, que un mes más tarde, el 16 de
noviembre, ante los ojos crédulos del proletariado, los socialdemócratas
lograron presentar la proclamación de la República como una alternativa
a la dictadura del Imperio. Erno
Garami, líder del Partido Social Demócrata, y ministro, en esta fecha, al
interior de la coalición gubernamental, define claramente la naturaleza
de su alternativa explicando que solamente tiene que existir una y solamente
una tarea: ¡¡¡"trabajar, trabajar y trabajar" !!!
El 9 de noviembre en Berlín, el 12 noviembre
en Viena y el 16 noviembre en Budapest, los mismos socialdemócratas, las
mismas fuerzas contrarrevolucionarias intentan tomar el control del movimiento
a través del mismo artífice: la proclamación de la República. Pero los obreros
sabían perfectamente lo que había que pensar sobre la República social después
de la siniestra experiencia de 1848 en Francia: cuando la burguesía no logra
unificar democráticamente a obreros y burgueses detrás de la monarquía,
lo que propone a los proletarios es la disolución de sus intereses en el
pueblo y en la realización de su unificación detrás de los colores de la
República. De todas maneras, que
se llame a la República, al Socialismo, o a la Monarquía, no cambia nada,
no son palabras diferentes lo que el proletariado precisa. Y en este
fin del año 18 en Hungría, el movimiento proletario expresó esto armándose
y atacando la propiedad capitalista.
Cuando el gobierno hablaba de repartir las
tierras, los obreros las tomaban por la fuerza, cuando el gobierno hablaba
de reforma y de la espléndida gestión del trabajo, los obreros decretaban
la huelga, los desempleados exigían la supresión de los alquileres, los
revolucionarios saboteaban la economía nacional, perseguían a los patrones
y los notarios y profundizaban la revolución imponiendo el terrorismo contra
todos los que de cerca o de lejos pretendían mantener el Capital y por ello
mantener sus privilegios. Todos estos movimientos fueron enfrentados con
violencia por la policía de Karolyi y por los socialdemócratas: centenas
de muertos jalonan estos combates ... ¡pero no únicamente en el campo del
proletariado!
La República, con todo sus cortejos de buenas
palabras, sus votos, su "agua bendita y árboles de libertad",
tiene solamente dos días de existencia y ya tiene sangre proletaria en sus
manos; pero sin lograr quebrantar el asalto proletario contra la propiedad
privada, la guerra y la explotación. Los
obreros no tienen nada que ganar con un frente con la burguesía, con los
que decretan, desde lo alto de sus asambleas, el sufragio universal y la
inconmensurable ventaja que constituye, para los obreros, el hecho de poder
escoger libre y secretamente, a través del voto, a los explotadores y policías
que serán sus dirigentes.
Cuando el proletariado se constituye en
fuerza, asociándose a miles de niveles, intentando dotarse de una centralización
única; cuando los proletarios pasan de la reacción a las agresiones
capitalista a la acción voluntaria y consciente para destruir violentamente
el fundamento que los domina; cuando el proletariado se organiza en Partido,
todas estas supercherías burguesas (asambleas constituyentes, administración
popular, libertad de asociación, ...) surgen y son destruidas por lo que
son realmente: politiquería destinada a desviar a quienes no tienen nada
que perder sino sus cadenas, de su único objetivo, la destrucción completa
del Estado burgués, la demolición total del órgano central conformado
por la burguesía como órgano para reproducirse como fuerza dominante y asegurar
la perenidad de su dios el Dinero.
En noviembre
1918 fue este tipo de fábula democrática que los socialdemócratas cantan
a los obreros argumentando que si el Consejo Nacional Húngaro de Karolyi,
en el que participaban, no era un gobierno plenamente "obrero"
esto no quería decir que no se debía apoyar, puesto que con respecto a
la monarquía era un paso hacia la liberación de la humanidad.
Para los socialdemócratas la democracia parlamentaria y el sufragio
universal son triunfos que hay que defender. Para el proletariado, la
esencia de la democracia es la reproducción una sociedad cuyo objetivo
es la acumulación de capital basada en su explotación y ello cualquiera
sea la forma de gobierno (fascista o antifascista, ....); es decir en
el hecho de que cada una de estas formas son parte constitutiva del esfuerzo
del Valor (del que los burgueses son sus mediadores) para someter a todo
individuo, a toda parcela de humanidad, a su dictadura. El objetivo del
gobierno no es el de gobernar las clases, sino de aplastar y atomizar
a los proletarios transformándolos en ciudadanos (mercancías) libres,
negarlos en el pueblo, atarlos violenta y dictatorialmente a los intereses
de la nación. El comunismo, en tanto movimiento, se contrapone a la democracia,
sea cual fuese su formalización (republicana, monarquista, "obrera",
popular, ....), y ambos polos no pueden coexistir, o ella logra destruir
la revolución o el movimiento comunista la destruye. Por ello, y en contradicción
antagónica con todos los progresistas e izquierdosos que ven en la República
parlamentaria un impulso hacia la revolución, los revolucionarios vemos
y vivimos en su instauración, en momentos insurreccionales, un peligro
aún peor que la represión abierta de los fascistas, monarquistas,
estalinistas, etc. La República, democrática u "obrera", perpetúa la misma
relación social, defiende los mismos valores, pero los pinta según los
colores y símbolos del proletariado. Es lo mismo, pero en momentos en
que con la represión no es suficiente y además prepara siempre una fase
de terrorismo aun peor.
En Hungría, fue la Républica que condujo
la situación revolucionaria a toda una serie de ambigüedades. Los proletarios,
en vez de armarse contra la República y combatir violentamente a todos aquellos
que, so cualquier pretexto, defendían la conservación de los fundamentos
capitalistas, en vez de actuar activamente contra los nuevos
déspotas, permanecieron en una fase de reacción: esperando los golpes de los socialdemócratas
sin ver realmente que era al interior de este mismo gobierno y desde su
instauración, que se preparaba el aplastamiento de la alternativa revolucionaria.
Obnubilados por los discursos, cada vez más "revolucionarios",
de los republicanos, de los socialdemócratas de derecha y de izquierda,
y luego de los frentistas del Partido Socialista y de los Comunistas de
Hungría, Bela Kun a la cabeza, no atacaron frontalmente al Consejo Nacional
Húngaro, limitándose a ejercer presiones para que se juegue un vals de cambios
de gobierno.
Los proletarios no actuaron directamente
contra la República, sino que se limitaron a reaccionar, organizándose
en innumerables asociaciones revolucionarias, para continuar la lucha contra
la burguesía, sin tener en cuenta las consignas gubernamentales.
Así, por ejemplo, los soldados en estado
de insurrección se organizaron, independientemente del Ministerio de Guerra
(dirigido por Bartha) instituido por el Consejo Nacional Húngaro, en diferentes consejos y se centralizaron
en un Consejo de Soldados que tenía un programa que defendía, en contra
del gobierno de turno, la disolución definitiva del ejército, el armamento
del proletariado y la constitución de Guardias Rojas. Los proletarios, organizados a múltiples niveles
y por casi todas partes, liberan a todos los prisioneros, ejecutan a los
propietarios, se apoderan de las tierras, desalojan a los burgueses, ...
El proletariado, que durante años había
sufrido el terrorismo de Estado, que se le hacía reventar de hambre para
obligarlo a trabajar por un salario de miseria, que se le enviaba, con la
presión del fusil en las espaldas, a la guerra con el vientre vacío, que
se lo aprisionaba, apaleaba, masacraba, cada vez que reclamaba pan, que
se le condenaba a vivir en casuchas mientras los
burgueses vivían en castillos; se venga de todos sus enemigos que lo habían
oprimido directamente, que lo habían
humillado y apaleado, tomando todo aquello de lo que se le privó durante
tanto tiempo: pan, vivienda, tierras, ...
y los fusiles para aplastar definitivamente el mundo que los ahoga¡ El armamento del proletariado expresó el salto
de calidad que se dió en esos momentos en la determinación de los objetivos
que perseguian los obreros: la dictadura transitoria del proletariado hacia
el comunismo, y la sociedad finalmente liberada del dinero y de las clases.
Como ya lo vimos, esta determinación se
enfrentó, de hecho, al gobierno de Karolyi y a los socialdemócratas. La presión que ejerce el proletariado sobre
la burguesía fue tan enorme que determina cambios importantes en la gestión
del Estado; la extrema izquierda asumirá esta función.
La Segunda Parte de este trabajo será presentada
proximamente en COMUNISMO.
"...Los proletarios, organizados a
múltiples niveles y por casi todas partes, liberan a todos los prisioneros,
ejecutan a los propietarios, se apoderan de las tierras, desalojan
a los burgueses,..."
Notas:
(
[1]
) Más adelante veremos como el establecimiento de la República de
Consejos no tiene nada que ver con la dictadura del proletariado y que
los defensores más eficaces del capital fueron los dirigentes "comunistas"
húngaros.
(
[2]
) Los bolcheviques, con el pretexto de preservar las zonas que dominaban,
entregaron a los ejércitos burgueses alemanes toda Ucrania, lo que determinó
localmente, una reacción insurreccional obrera violenta y demuestra
lo absurdo, lo reaccionario y criminal de la argumentación, que Lenin
y Trostsky opusieron a las oposiciones de izquierda , a propósito del
pretendido agotamiento de los proletarios.
(
[3]
) La fuerza de la situación insurreccional en Austria, expresada por
las acciones internacionalistas que acá describimos, tuvo su prolongación
en nuevas manifestaciones espontaneas de proletarios que se dieron en
Viena el 18 de abril. En esta
fecha el proletariado estuvo a punto de incendiar el parlamento. Bela Kun envía, en este contexto de ascenso
de la lucha insurreccional, a Bettelheim para "organizar"
la insurrección. En realidad, lo único que este logró fue desorganizar
el movimiento insurreccional real que se desarrollaba prácticamente.
Bettelheim preparaba el desencadenamiento de la insurrección para el
15 de junio; pero se le dió por escribir a Bauer, uno de los más eminentes
socialdemócratas en el gobierno, comunicándole los proyectos del Partido
Comunista y para pedirle su colaboración (¡¡¿¿!!??).
Y como no podía ser de otra manera, se denuncia el proyecto lo
que provoca la anulación, por parte de los "comunistas", de
todos los preparativos insurreccionales; pero a pesar de ello, miles
de proletarios, completamente desorganizados pero bien determinados,
salieron a las calles de Viena para enfrentarse, en esta fecha, contra
los milicos "socialistas" y tratar de imponer la revolución.
El Ejército Rojo, cercado en su cuartel, no pudo intervenir y
el proletariado es derrotado.
(
[4]
) La palabra "gendarme" en húngaro proviene del francés
y luego se transformara, en base a una distorsión lingüística interesante,
en "csendör" que literalmente quiere decir "guardián
del silencio" ¡¡!!!
(
[5]
) Esta región minera, que hoy pertenece a Rumania, fue el lugar en
el que se produjeron las grandes huelgas de los años 70.
(
[6]
) Sin embargo Karl Liebeknech esta muy lejos de ser un miltante revolucionario
con posiciones comunistas. Mereció la consideración del proletariado
por organizar en el frente el derrotismo revolucionario cuando distribuyó
el célebre panfleto que define como enemigo a "su propia burguesía".
Sin embargo su falta de ruptura con la socialdemocracia lo condujo,
en múltiples ocasiones, al compromiso con la burguesía, y el prestigio
que este tenía en las masas, le permitió legitimizar sus proposiciones
reformistas.
(
[7]
) Los jóvenes radicales, organizados en sus orígenes alrededor del
periódico del Partido Social-Demócrata Húngaro, enviaron, en base a
los contactos que tenían, a un tal Mandel a Zimmerwald. Sobre dicha
base elaboraron volantes contra la guerra.
El hecho de firmar en nombre de Zimmerwald y otras formas de
reivindicaciones de la conferencia de Zimmerwald expresan perfectamente
los límites de la ruptura, que en estos momentos el movimiento producía
con respecto a la guerra. Las minorías comunistas, ahogadas en el pacifismo
de los organizadores de una reunión que esencialmente tenía como objetivo
su organización afuera, pero no contra, la social democracia, permanecieron
globalmente sometidas a los discursos espectaculares y a las declaraciones
espectaculares que emanaban del comite director de dicha conferencia;
en vez de romper con los métodos, la práctica, y el programa socialdemócrata.
Los Tribunistas fueron los únicos que se situaron afuera y en
contra de esta conferencia, lo que demostraba prácticamente la vía que
tenían que seguir aquellos que luchaban por la creación, a través de
la lucha contra la guerra, de la Internacional Comunista.
(
[8]
) La historia oficial burguesa presenta al conde Károlyi como un buen
burgués de izquierda, humanista, conmovido por la lucha de los obreros
y que a pesar de ser noble y poseedor de inmensas extensiones de tierra
decide, un buen día, donarlas voluntariamente a los campesinos del lugar. La realidad fue otra, bajo la amenaza de los
obreros agrícolas era tal que aquel se encontró obligado a cederlas.
Lo de la "donación" forma parte de la tentativa de desorganizar
una situación de muy dificil control para él en particular y el capital
en general.
(
[9]
) Ilona Duczynska, Ottó Korvin y otros Socialistas Revolucionarios
preparaban desde unas semanas antes, un atentado contra Tisza. Estos
desertores que regresaban del frente les ganaron de mano, lo que pone
en evidencia el desfase que existía entre el desarrollo del movimiento
insurreccional y las dificultades que tenían los revolucionarios para
responder en términos de centralización, dirección y organización de
la revolución.