"A pesar de los extremistas, la sangre y las convulsiones 
      que ello produjo, la República de los Consejos aseguró una tipo de organización 
      y de orden durante un período en donde la más terrible anarquía de la chusma 
      constituía una verdadera amenaza."
    
      
       
      
      
                                                                                                                                                 
      Oszkar Jászi.
      (lider del Partido Radical burgués 
      húngaro)
    
      
       
      
      
    
      
       
      
      
    INTRODUCCION
    
      
       
      
      
    
      
       
      
      
         Si tuviéramos que resumir brevemente los 
    ejes centrales que determinan la existencia de nuestro grupo y las bases bajo 
    las cuales nos hemos constituido, comenzaríamos por subrayar la importancia 
    de la centralización internacional (de militantes dispersos a través de todo 
    el mundo, de la comunidad de lucha, ...), de la formación de cuadros revolucionarios 
    (es decir, de compañeros preparados a asumir la organización y dirección de 
    la lucha en futuras olas revolucionarias) y de la reapropiación programática 
    (1).  
    
    
      
       
      
      
    Esta última 
    tarea la consideramos central, puesto que las lecciones que sacamos de la 
    historia, como momento de nuestra propia experiencia, constituyen la base 
    bajo la cual podremos orientar las luchas futuras sin reproducir las debilidades 
    del pasado.
      
       
      
      
           Para determinar los ejes centrales de este 
    trabajo de reapropiación programática tuvimos que tomar como punto de partida 
    el período, en el que el nivel de lucha proletaria fue más alta, tanto desde 
    la perspectiva de su fuerza, como de su generalización. En este período, que 
    lo situamos globalmente entre l917-23, las bases del viejo mundo temblaron 
    ante el intento del proletariado de constituirse en una fuerza organizada 
    internacionalmente. Para destruir el impulso proletario y para hacer surgir 
    una contrarrevolución compacta (de la cual hasta ahora soportamos sus efectos; 
    sólo hay que ver, por ejemplo, la monstruosa confusión que sabiamente se ha 
    entretejido entre nuestro proyecto comunista de destrucción del dinero, del 
    trabajo, de las clases y del Estado y el de los que se llaman ¡países comunistas!(!?) 
    (2)) fue necesaria la movilización de todas las fuerzas de la burguesía, desde 
    la reacción fascista  hasta la socialdemocracia 
    (particularmente en sus expresiones radicaloides: luxemburguismo, bolchevismo, 
    ...).
      
       
      
      
           Con respecto al trabajo realizado sobre 
    este período, hemos determinado como prioritario la crítica de las debilidades 
    de los momentos y lugares más altos de la lucha contra el Estado. Es por ello 
    que la revolución y contrarrevolución en Rusia fue el centro de nuestras investigaciones 
    y discusiones; resultado parcial de lo cual, fue la publicación de toda una 
    serie de textos al respecto en nuestras revistas centrales. Actualmente, nuestros 
    esfuerzos se centran en lo que fue la revolución y la contrarrevolución en 
    Alemania durante el período en cuestión lo que se exteriorizará también en 
    la publicación de textos en nuestras revistas centrales.
      
       
      
      
         Pero nuestros esfuerzos por la reapropiación 
    de la experiencia de nuestra clase no se limitan exclusivamente a estas regiones, 
    como tampoco a este período; la historia del proletariado esta llena de experiencias 
    importantísimas: España 1936-37, Argentina 1919, China 1927, ...  
    o aún más recientemente y de acuerdo con la ola mundial de lucha del 
    68-73,  México o Praga en 1968, Watts 
    y Berkeley en Estados Unidos, París y Birmania, Córdoba en mayo del 69, ...  
    .  Por esta razón hemos publicado 
    diferentes textos de "memoria obrera" que dejan en evidencia puntos 
    programáticos esenciales contra toda la obra de olvido que la contrarrevolución 
    lleva adelante.
      
       
      
      
           Es en este sentido y contexto que publicamos 
    esta contribución sobre el movimiento revolucionario en Hungría a principios 
    de siglo. En efecto, la lucha del proletariado en Hungría en esa época fue 
    otra manifestación importante del movimiento comunista que sacudió todos los 
    países. Los compañeros comprenderán, leyendo el texto, que el desarrollo de 
    la revolución en Hungría tuvo una importancia particular sobre las posibilidades 
    de extensión, generalización y centralización de la revolución mundial en 
    1917-23.
    
    
      
       
      
      
           Este trabajo tiene que relacionarse estrechamente 
    con el más global realizado sobre el período 1917-23 porque ofrece elementos 
    suplementarios para evaluar la correlación de fuerza durante esa época, mostrando 
    el potencial de generalización y (por ello) de triunfo de la revolución mundial 
    que encerraba el movimiento insurreccional. A este respecto, remitimos al 
    lector al capítulo 2 de este artículo en el que se describe brevemente la 
    situación internacional y las relaciones de fuerza entre las clases en ese 
    año crucial que fue 1919.
      
       
      
      
           Como veremos, los inevitables desfases y 
    heterogeneidades en el tiempo y en el espacio tendían a reducirse, en ese 
    momento, por la expansión brutal de la lucha del proletariado en esa región. 
    La lucha contra los blancos en Rusia, los enfrentamientos cada vez más violentos 
    en Hungría, el clima insurrecional en Austria, el derrotismo revolucionario 
    que sacudió a los ejércitos "aliados", el desarrollo del movimiento 
    proletario en Baviera y las huelgas de marzo en la Ruhr, Alemania Central 
    y Berlín, la efímera república de consejos en Eslovaquia, .... fueron expresiones 
    de este proceso de homogeneización. Este recuento no debe ser tomado como 
    un rompecabezas militar, constituido de diferentes piezas correspondientes 
    a cada país, de las cuales cada pieza "triunfante" acercaría a la 
    victoria final; sino más bien, como la expresión de una combatividad mundial 
    que determinaba que las luchas se centralizarán orgánicamente a través de 
    la generalización del esfuerzo revolucionario. Los límites a esta generalización 
    fueron las dificultades que encontró el proletariado para determinar al Valor, 
    a la comunidad del dinero, como su enemigo; los agentes más eficaces del desarrollo 
    de estos límites fueron precisamente los "comunistas", que desde 
    Béla Kun a Szamuely se revelaron como socialdemócratas pintados de rojo, bolches, 
    que encuadraron y transformaron el movimiento revolucionario en Hungría en 
    otro ejército más de la burguesía mundial.
      
       
      
      
           Más allá de la importancia particular que 
    tiene la potencialidad de generalización revolucionaria, que hemos querido 
    poner de manifiesto, queremos concluir esta introducción afirmando que siempre 
    se produce  una ruptura inevitable 
    entre revolución y contrarrevolución, que se encuentra permanentemente presente en 
    el texto, que opusieron en Hungría a las fuerzas que "parlamentaban" 
    contra las que "llevaron adelante la acción directa", a las que 
    "negociaron el poder" con las que prepararon la insurrección, a 
    las que intentaron gobernar el Estado con las que lucharon por "la destrucción 
    del Estado", a las que querían "negociar la paz" con las que 
    lucharon por "generalizar la revolución"; en síntesis, en 1919 en 
    Hungría se opusieron, como siempre, las fuerzas sociales burguesas contra 
    las fuerzas sociales proletarias.
      
       
      
      
    
      
       
      
      
    
      
       
      
      
    
      
       
      
      
    1. A propósito del carácter impersonal 
        de la revolución y de la contrarrevolución.
        
    
      
       
      
      
           El estallido de la revolución que se dio 
    a nivel mundial a comienzos de siglo y que se concentró en unos pocos años, 
    no dejó marcados en la memoria los hechos y azañas de millones de proletarios 
    que organizaron y centralizaron su lucha hacia una victoria definitiva, sino 
    la historia de algunos "grandes hombres" que, a pesar de que ejercieron 
    un papel catalizador de esa energía expresaban, a su vez, todos sus dramáticos 
    límites. Nuestro análisis del desarrollo de la revolución en Hungría en 1919 
    tiene que enmarcarse fuera de la perspectiva engañosa que consiste en hablar 
    de la revolución sea como una cuestión "política" de unos pocos 
    "elegidos" del pueblo, sea considerando a estos hombres como sometidos 
    a una tempestad revolucionaria en la cual sus errores subjetivos no tuvieron 
    ninguna influencia. ¡La historia hace a los hombres y los hombres hacen la 
    historia!
      
       
      
      
           El límite de la mayoría de las fuentes históricas 
    con las que contamos consiste en el poco caso que le hacen los historiadores 
    burgueses (fascistas, "socialistas", izquierdistas,...) a las acciones 
    llevadas a cabo por las organizaciones efímeras de proletarios en lucha. La 
    historia del movimiento comunista, no es más que la historia de esas innumerables 
    tentativas proletarias de organización para destruir el Capital.  
    El historiador burgués retiene y relata, en el caso de la revolución 
    en Hungría, la creación del Partido Comunista Húngaro por Béla Kun y Tibor 
    Szamuely y la entrega "responsable" del poder que hicieron los republicanos 
    a los social-demócratas y a los "comunistas"; dejando así de lado 
    el papel decisivo que tuvieron los 30.000 metalúrgicos de Csepel que se prepararon, 
    en marzo del 19, para el enfrentamiento armado para derrocar al Estado burgués 
    en Hungría.
      
       
      
      
           Lo que es aún peor: la historiografía burguesa, 
    fuere cual fuere su versión (estalinista, trotskista, liberal, ...), ve en 
    la creación del Partido Comunista Húngaro, solamente una nueva peripecia en 
    la danza de todos esos partidos burgueses, mostrandose incapaz de captar el 
    significado cualitativo que tiene la tentativa de centralización de las fuerzas 
    revolucionarias en una única organización, e incapaces también de reconcer 
    en ello el receptáculo de una energía y una fuerza social antes que el esfuerzo 
    voluntario de tales o tales individuos.       Se trata entonces de dar el lugar que corresponde 
    a los hechos reales y al desarrollo objetivo de la revolución, a sus ataques 
    violentos contra la propiedad y el dinero; de ir a la esencia de los cambios 
    sociales que determinan al movimiento comunista, en vez de partir de las formas 
    y las personas que expresaron (en el mejor de los casos por "torpeza" 
    o en el peor por voluntarismo) los dramáticos límites contenidos en el movimiento 
    y que institucionalizaron sus debilidades convirtiéndolas en leyes para la 
    recomposición del Estado burgués.  Después de haber hecho estas afirmaciones metodológicas 
    acerca de la reapropación de la historia, es decir, después de haber insistido 
    en una lectura de esta que no esté determinada por la historia individual 
    de los hombres; es necesario insistir aquí, en que complementariamente, al 
    igual que la ideología se transforma en fuerza material, el prestigio y la 
    confianza que las masas revolucionarias le atribuyen en un momento dado a 
    algunos de sus dirigentes, cuando se institucionaliza, puede constituir un 
    enorme peso material, que complementado por el seguidismo, se transforme violentamente 
    en potencia contra la revolución.
      
       
      
      
           Reivindicamos el carácter impersonal de 
    la revolución, pues comprendemos que es este mismo carácter del Capital el 
    que transforma en gestionarios del valor a aquellos que ayer lo enfrentaban 
    con las armas para destruirlo definitivamente. Un ejemplo de ello fue Lenin, 
    al que su posición revolucionaria, contra la corriente en 1914/17, cuando 
    llamaba a los proletarios para luchar por la derrota de su propia burguesía 
    dirigiendo los fusiles contra los oficiales, le permitió obtener la fuerza 
    para imponer, algunos años después. basándose en su prestigio personal, sus 
    propuestas contrarrevolucionarias con respecto a la paz en marzo 1918 en Brest-Litovsk.
      
       
      
      
           Si abordamos previamente este punto es porque, 
    con respecto a la revolución en Hungría en 1919, la historia burguesa (cuando 
    nos habla) sólo nos da como referencia el nombre de Béla Kun y la proclamación 
    de una República de Consejos.  En base 
    a esta interpretación sólo se puede percibir vagamente una serie de trastornos 
    que provocaron cambios en este país; las luchas proletarias brillan por su 
    ausencia.
      
       
      
      
           Los manuales de historia ocultan criminalmente 
    la masacre del proletariado en las guerras para dejar el espacio a disertaciones 
    brillantes sobre el genio militar de las victorias de Napoleón o sobre el 
    drama existencial que lo torturó cuando se retiró a la isla "Sainte-Hélene".  
    Esto es lo que hace la burguesía, en especial en sus versiones radicaloides, 
    cuando ahogan la emergencia de una clase y de su programa revolucionario en 
    las oscuras tinieblas de las relaciones de fuerza descriptas únicamente desde 
    las decisiones de tal o cual individuo, de la constitución de tal o cual gobierno, 
    de la ciencia táctica de tal o cual militar.  
    Nosotros no podemos caer en esa trampa; más aún, cuando las trampas 
    metodológicas se multiplican y la burguesía nos precipita en el planteo de 
    interrogantes como: ¿Béla Kun era un burgués o un comunista? , ¿los consejos 
    en Hungría fueron revolucionarios o contrarrevolucionarios?, ¿la República 
    de consejos estaba compuesta por obreros o por burgueses?. Marx fue fulminante 
    con respecto a este tipo de cuestionamiento: la respuesta está contenida en 
    la misma pregunta. Es decir, la misma formulación de la pregunta, que empuja 
    a escoger uno de los términos, impide abordar el movimiento, la contradicción, 
    la dinámica social que puede determinan el paso de uno a otro campo.
      
       
      
      
    
      
       
      
      
           Si partimos de una realidad externa al movimiento 
    real, movimiento en el que se enfrenta la fuerza social de la conservación 
    contra la fuerza social de la revolución de nuestra sociedad mundial, jamás 
    podremos comprender las determinaciones esenciales que rigen el mundo.
      
       
      
      
           Los burgueses nos imbecilizan con concepciones 
    que explican la realidad a partir de la definición que le da la etiqueta ideológica, 
    para luego clasificar las fuerzas políticas que surgen de esta sociedad en 
    cajitas distintas.  Esta lógica vulgar 
    nos lleva a comprender la historia como: los buenos y los malos, las buenas 
    y malas voluntades, el nivel de riqueza o de pobreza, ...  
    Es así como algunos dan escusas a los humanistas burgueses que buscan 
    responder, con tanta sinceridad, a los pedidos de los proletarios; como si 
    la sinceridad definiese la justeza de un acto y el lado de la barricada en 
    el que se encuentran; mientras que los otros, luchan encarecidamente por defender 
    una u otra forma que toma la revolución, en correspondencia a una etapa de 
    la lucha en un momento determinado y de acuerdo con las relaciones de fuerza 
    y luego hacen todo lo posible por institucionalizar lo que, como cualquier 
    momento de la lucha, no puede ser tomado más que desde el punto de vista de 
    su continua revolución y superación; es decir en términos de fuerzas y debilidades, 
    ... de antagonismos, entre las fuerzas sociales de conservación y las de revolución, 
    que continúan enfrentándose, en el seno mismo de las asociaciones obreras. 
    
      
       
      
      
           Todas estas ideologías, que ocultan la materialidad 
    del movimiento de oposición de las clases (al que reducen como se hace con 
    los restos del cerdo en los embutidos para luego clasificarlo en pequeños 
    compartimientos), toman al proletariado y a la burguesía como entidades puras, 
    definidas sea por sus partidos respectivos o por sus estructuras organizacionales, 
    sea por la cantidad de dinero que tienen en su monedero o por la suciedad 
    de sus manos, o por las ideas, la conciencia o la voluntad. Este es el materialismo 
    vulgar y maniquesita que domina la visión de tantos izquierdistas burgueses, 
    en su búsqueda permanente de nuevos conceptos para justificar los inevitables 
    movimientos que se operan en la realidad de la lucha de clases.
      
       
      
      
           ¡Volvamos a nuestra problemática!
      
       
      
      
           Decíamos que cuando se reduce y se clasifica 
    la realidad en pequeñas casillas se imposibilita la comprensión del movimiento 
    real de oposición dinámica entre las dos clases de la sociedad.  La lógica vulgar nos dice: "los consejos 
    húngaros están llenos de obreros, es por ello que son revolucionarios", 
    a lo que replican los políticos: "obreros": "la república de 
    consejos es obrero/burgués, puesto que ella esta compuesta tanto por burgueses 
    progresistas como por "comunistas"". 
   
        
           La realidad es al mismo tiempo más simple 
    y más compleja.
      
       
      
      
           Más simple porque, como lo veremos más adelante, 
    la república asume una función de reforma y por ello de conservación 
    del Capital que la sitúa, independientemente de los individuos que la encarnen, 
    en el campo de la burguesía. ¡Punto!
      
       
      
      
           Más compleja, porque las asociaciones obreras, 
    como los consejos o las organizaciones que se autodenominan anarquistas o 
    comunistas, pueden ser estructuras proletarias, a pesar de contener múltiples 
    debilidades. Sin embargo, si dichas debilidades, no son superadas estas organizaciones 
    pueden transformarse en apéndices del Estado burgués; perspectiva peligrosísima 
    en la medida en que el barniz que tendrá será más "radical" aún. 
    Esto fue la realidad de la mayoría de los consejos constituidos en Alemania 
    en 1918, que fueron rápidamente cooptados por el Estado, o, en relación más 
    directa a nuestro sujeto, los creados en Hungría.
      
       
      
      
           Por ello, y para terminar con los engaños 
    de los interrogantes antes denunciados, es completamente imbécil presentarse 
    la cuestión en base a dilemas del tipo: ¿Es qué Béla Kun es un burgués? o 
    ¿un comunista?, con la adopción unilateral de uno de estos dos términos, porque 
    es imposible dar una respuesta sin tener en cuenta los factores sociales que 
    determinaron en un momento dado que Béla Kun se situara claramente en el campo 
    de la revolución y los que lo empujaron, más tarde, a asumir la función más 
    claramente contrarrevolucionaria que pueda existir.
      
       
      
      
           Como veremos en este texto, la falta de 
    ruptura de Béla Kun con respecto a la socialdemocracia, en el período anterior 
    a la guerra, fue completamente relativizada por su presencia en la Rusia revolucionaria 
    de 1916-19: donde fue subsumido, en el fuego de la acción revolucionaria, 
    por el impulso proletario y absorbido por el movimiento comunista. La totalidad 
    de las condiciones en las cuales se encontraba sumergido (situación de exilado, 
    su papel en la organización de los proletarios encarcelados por diferentes 
    países, su participación en la lucha contra los Blancos, ...) lo situaron 
    rápidamente en el campo de los revolucionarios de la izquierda comunista. 
    Así, por ejemplo, tomó posición, al lado de Bujarin, contra Lenin en cuanto 
    a Brest Litovsk. Cuando regresó a Hungría jugó un papel nefasto aceptando 
    una alianza con los socialdemócratas, lo que lo situó de hecho en una dinámica 
    que terminará transformándolo rápidamente en agente del capital. Al margen  
    de su propia voluntad, sinceridad, etc... la función y dirección que 
    asumió como ministro de relaciones exteriores durante el gobierno socialdemócrata, 
    lo transformó en el saboteador contrarrevolucionario más efectivo.         El punto de partida tiene que ser el de 
    las fuerzas sociales, del movimiento social, de las contradicciones 
    sociales que dirigen nuestra comprensión de la acción revolucionaria y de 
    su contradicción contrarrevolucionaria. Este es el único punto de partida 
    que nos permitirá captar, en el flujo y reflujo de las fuerzas sociales, los 
    factores que constituyen tanto la debilidad subjetiva de un individuo, o de 
    un grupo revolucionario, como su influencia en el movimiento.
      
       
      
      
           Solamente desde esta perspectiva la burguesía 
    aparecerá no bajo la forma monstruosa de una asociación de individuos siniestros, 
    maquiavélicos que conducen el mundo según sus voluntades; (y esto a pesar 
    de que en ciertas circunstancias la conciencia del peligro proletario conduce, 
    a los contrarrevolucionarios, a organizar complots, atentados,     contra nuestra clase), ....; sino como un 
    ser sometido a otro que la supera: el Capital. Captamos sus contradicciones 
    internas (en la competencia capitalista, interimperialistas, interburguesas 
    ...), como un momento de nuestra derrota, y esto  al margen del nivel de conciencia que tengan sobre los resultados 
    de su acción. ¡La función, como la historia, hace al hombre antes de que el 
    hombre haga la función!
      
       
      
      
           Para concluir afirmaremos que el carácter 
    impersonal de la revolución no es una reivindicación de la revolución sino 
    su propio contenido. Esta afirmación no tiene que ser comprendida como lo 
    hacen los stalinistas, que borran las características personales de los hombres 
    que luchan por el comunismo, sino  como 
    el desarrollo una energía que no se detiene por el prestigio, elocuencia o 
    pasado de tal o cual miembro de nuestra clase, que lo más que pueden significar 
    es la cristalización durante su vida del esfuerzo secular del proletariado 
    para transformar su lucha en fuerza. ¡No más héroes, nunca más! 
    
    
    
    ( 
    
    [1] 
    
    ) 
    
      
       
      
      
    2.  La revolución será mundial o no será nada
    
      
       
      
      
    
      
       
      
      
           Es necesario recordar, antes de comenzar 
    con el relato de la historia y de algunas de las experiencias que sacamos 
    del movimiento revolucionario y de su derrota en Hungría, el contexto mundial 
    en lo que todo esto se desarrolló.
      
       
      
      
           En 1919, una realidad dirige el conjunto 
    de las perspectivas revolucionarias que ofrece la lucha contra la guerra y 
    la explotación: ¡ La revolución será mundial o no será revolución!
      
       
      
      
           En Rusia los comunistas son conscientes 
    de esta realidad, y por intermedio de Lenin, se comunican con Budapest, donde 
    la insurrección avanza, para escuchar la confirmación directa y verbal de 
    "la toma de poder de los obreros húngaros" (3)
      
       
      
      
           La importancia vital de la generalización 
    de la revolución es comprendida por todos.  
    El proletariado insurrecto en Hungría envía agitadores a Viena y otros 
    lugares de Austria, para colaborar con el desarrollo de la revolución.
      
       
      
      
    
      
       
      
      
           El internacionalismo, que es el 
    contenido fundamental de estas tímidas iniciativas de extensión de la revolución, 
    es la expresión del desarrollo mundial de la acción comunista en esta época: 
    entre 1917 al 23, en todas partes del mundo, desde la Patagonia a Rusia pasando 
    por la India, Europa, México, Africa del Sur, Australia, Estados Unidos, ... 
    ,surgieron y se desarrollaron  movimientos 
    sociales que  plantearon, más allá 
    de la contingencia de tal o cual huelga o amotinamiento, más allá del aspecto 
    parcial de tal o cual movimiento insurreccional , al orden del día, la transformación 
    radical de las relaciones sociales capitalistas.  
    El proletariado, como fuerza, se organiza como movimiento, barre con 
    todos aquellos que intentan limitar su emancipación revolucionaria, al cuadro 
    de una nueva gestión de su propia explotación.       
          
    El movimiento, 
      cuando ataca los fundamentos de la relación social capitalista: "la 
      propiedad  privada", demuestra claramente por todos 
      lados su esencia revolucionaria.  Los 
      proletarios atacan lo bancos, aterrorizan a los patrones, ejecutan a los 
      propietarios, funcionarios y otros representantes de la gestión del dinero.  
      En Rusia, por ejemplo, a cada representante del capital le toca su 
      turno: el zar Alejandro, el príncipe Lvov, Milioukov, Kerensky  
      (versión de "derecha" o luego de "izquierda" 
      con una mayoría social demócrata) fueron expulsados del gobierno independientemente 
      de las sucesivas promesas de pan y paz.  
      Los proletarios atacaron al Estado y se necesitó toda la ciencia 
      política de los bolcheviques para poder atacar y frenar al movimiento de 
      destrucción del Estado y al de generalización de la insurrección que el 
      proletariado llevaba adelante.
           En marzo de 1918, mientras que el proletariado 
    luchaba por generalizar la revolución, Lenin pide la firma de los acuerdos 
    de Brest Litovsk .  Esto iba claramente 
    en contra del interés de la revolución mundial, situándose, así, en la defensa 
    patriótica del bastión nacional ruso.  Pero a pesar de que este Tratado fue un golpe brutal contra el desarrollo 
    del movimiento comunista, éste no fue aplastado:  1919 fue un año decisivo.
      
       
      
      
           En Rusia el proletariado continuaba su lucha 
    resistiendo  victoriosamente 
    a los ataques de los blancos y, aunque más dificilmente, al reordenamiento 
    del Estado burgués realizado por los bolcheviques.  
    En el resto de Europa (y del mundo, como ya lo afirmamos anteriormente) 
    se produjeron grandes enfrentamientos de clase.
      
       
      
      
           En noviembre de 1918 el proletariado con 
    su derrotismo revolucionario, que provocó la derrota de Alemania y 
    de Austria-Hungría, logró parar la guerra.
      
       
      
      
           En enero del 19, en Berlín, 
    el capitalismo vacila frente a la determinación  de los proletarios armados; fueron necesarias todas las irresoluciones 
    de los antiguos jefes socialdemócratas, ahora a la cabeza, del Partido Comunista 
    Alemán (KPD-S) (recientemente creado) para, por intermedio de múltiples acuerdos 
    con los contrarrevolucionarios del USPD y del SPD, sabotear la insurreción 
    cavando, así, la tumba de las fuerzas obreras insurrectas.  Noske terminó la obra de los Liebknecht, Ledebour, 
    Daumig y consortes.
      
       
      
      
           La masacre de Noske en Berlín, no logró 
    destruir el avance proletario: las huelgas insurreccionales que estallaron 
    en toda la Alemania central y del norte materializan la increíble fuerza del 
    proletariado en esos momentos.  El 
    8 de abril de 1919, los guardias rojos realizan impresionantes desfiles 
    y se enfrentan con el socialdemócratas Hoffman, que intentaba destruir el 
    movimiento insurreccional que se desarrollaba en Baviera. 
      
       
      
      
           Al mismo tiempo, en Viena, se produce 
    una agitación comunista que se extiende rápidamente: todos saben que se necesita 
    poco (¡una estrategia insurreccionalista y la centralización de las fuerzas 
    revolucionarias internacionales !!!!) para que la república caiga y los obreros 
    tomen el poder.  Es así que Béla Kun 
    envía a Ernst Bettelheim a mediados de mayo; éste intenta organizar una insurrección  
    en un clima en donde los proletarios se encontraban, en muchas ocasiones, 
    al borde de incendiar el parlamento.
      
       
      
      
           La agitación, al interior de los "países 
    que ganaron la guerra", también gana terreno. A pesar de que la burguesía 
    logra consolidar fácilmente la unión nacional gracias a la "victoria": 
    en cada lugar en el que los soldados de los países aliados, entran en contacto 
    con el proletariado revolucionario se producen amotinamientos, fraternización, 
    derrotismo. Los "prisioneros de guerra", en los bastiones de proletarios 
    insurrectos en Rusia, Hungría,  se 
    alinean al lado del proletariado y forman batallones revolucionarios.  Así en 1919, una gran parte de la escolta del coronel Vyx, representante 
    de los Aliados en Budapest, deserta y se adhiere a la revolución.  
    Estos desertores fueron los que después exhortaran a sus antiguos compañeros 
    de frente para que desertaran e hicieron múltiples llamados derrotistas en 
    vías de la fraternización.  En Crimea, los marineros de 3 acorazados del 
    ejército francés, en misión para apoyar la contrarrevolución, se amotinan 
    y fraternizan con sus hermanos de clase en Rusia.
      
       
      
      
           Podríamos tomar cientos de ejemplos que 
    ilustran claramente el carácter extensivo de la combatividad proletaria en 
    el transcurso de este período.  Los 
    proletarios en Servia se encontraban en perpetuo estado de revuelta.  En junio del 19 en Marbourg, los reservistas 
    del 45° regimiento 
    yugoslavo se amotinan; en Varesdin (Crotia) derrotistas del regimiento de 
    caballería toman presos, con la ayuda de los obreros de la ciudad, a sus oficiales 
    y proclaman la Comuna.  A Esseg, en 
    Eslavonia, los obreros decretan la huelga general e izan la bandera roja cuando 
    llega el ejército francés, ....  No 
    hemos hecho más que tomar alguno de los tantos ejemplos de lucha que se desarrollaron 
    en Europa, sin tener en cuenta lo que se produjo en Italia, ni la agitación 
    en España y Portugal; asimismo no hemos tenido en cuenta todos los movimientos 
    que se desarrollaron en los Estados Unidos, y Canadá, las luchas terribles 
    y decisivas que se produjeron en América Latina,  en Austria, en Africa del Sur, en India, ...
      
       
      
      
           Es, en este clima revolucionario y mundial, 
    y en el medio de esta fase revolucionaria, que además de la insurrección del 
    proletariado en Rusia, se afirma en los movimientos de carácter insurreccional 
    en Alemania y la expansión del derrotismo revolucionario en los rangos de 
    los ejércitos victoriosos que se se plantea la insurrección armada del proletariado 
    en Hungría: marzo de 1919.
      
       
      
      
           Es dentro de este contexto que se puede 
    comprender fácilmente el terror que vivió la burguesía mundial; terror que 
    la determinó a reagruparse, más allá de todas sus contradicciones imperialistas,  
    vencedores y vencidos, enemigos de ayer y de mañana,  
    contra su enemigo mortal: el proletariado.
      
       
      
      
           Más adelante veremos los planes que esta 
    elaboró y todo lo que hizo para destruir la revolución.  Sin embargo, desde el punto de vista de la 
    revolución es necesario tener presente, a lo largo de nuestro trabajo, la 
    situación revolucionaria que hemos descrito brevemente para comprender hasta 
    que punto fueron criminales las debilidades de la dirección que el proletariado 
    se dió y la falta de resolución de los cuadros y organizaciones proletarias. 
    
    
    
      
       
      
      
           La crisis revolucionaria que se extendió 
    desde noviembre del 18 (momento en que el proletariado logra imponer 
    el fin de la guerra) hasta aproximadamente junio del 19 (derrota del 
    proletariado en Alemania, en Baviera, en Hungría, ...) es, probablemente, 
    desde el punto de vista internacional, el momento en el cual el proletariado 
    se aproximó más a la victoria final.  Esto 
    no quiere decir que las luchas en una u otra región del planeta, alcanzaron, 
    de una manera mecánica, su punto culminante en 1919. ( 
    
    [2] 
    
    )                                                                                          
     
    
             En Rusia, por ejemplo, la insurrección de 
      Octubre de 1917 es evidentemente uno de los momentos más altos de la revolución 
      en este lugar del mundo y por otra parte tuvo un gran valor de ejemplo para 
      el proletariado mundial. De la misma forma, el movimiento del proletariado 
      en Alemania no se encuentra derrotado en junio de 19 (a excepción de la 
      Baviera).  Así, cuando el proletariado 
      en marzo del 20 se enfrenta al golpe de estado de Kapp, libera, a partir 
      de sus experiencias vividas en enfrentamientos locales, unos meses después, 
      toda su energía revolucionaria: en dicha ocasión, el movimiento alcanza, 
      su punto culminante: se organiza un Ejército Rojo que logra apoderarse de 
      casi todo el norte y el centro de Alemania.
 
        
          
        
        
             Claro está que siempre existió, y existirán, 
      terribles heterogeneidades, tanto en el tiempo como en el espacio, en las 
      luchas del proletariado; pero es precisamente por esta razón, que en el 
      transcurso de una crisis revolucionaria el esfuerzo por centralizar, 
      organizar y generalizar la insurreción revolucionaria es extremadamente 
      vital. 
                                                                                                        
      Esta es la realidad 
        que nos muestra esta fase crucial de la revolución en la que durante 7 
        u 8 meses, desde noviembre del 18 hasta junio del 19, las insurrecciones, 
        tomas de poder, huelgas de proletarios armados, se desarrollaban sin parar 
        en todos las partes del mundo sin que ninguno de estos enfrentamientos 
        haya tenido la audacia de destruir las fronteras burguesas, a pesar de 
        que las condiciones para esta generalización parecían darse, como jamás 
        se dieron (ni antes ni después del 17 al 23). 
       
                                                                                                     
                               
      Sabemos que 
        los bolcheviques, cuando rechazaron la entrada de tropas alemanas en Rusia 
        y firmaron el tratado de Brest Litovsk, frenaron el movimiento (4).  Sin embargo el respeto imbécil de las fronteras 
        bloqueó también el desarrollo de la lucha y la posibilidad de generalización 
        revolucionaria, limitándola a tal o cual marco nacional cuando la correlación 
        de fuerza se encontraba a favor del proletariado.  Cuando los proletarios revolucionarios infligieron, 
        en junio del 19, una terrible derrota al ejército franco-rumano y cuando 
        bajo el avance de la insurreción revolucionaria que se declara en Eslovaquia 
        y que se produce por los esfuerzos combinados  de los proletarios de la región y de sus compañeros 
        del Ejército Rojo, Béla Kun da la orden formal de parar el avance y generalización 
        de la insurrección está confundiendo la extensión social de la revolución 
        con la invasión militar burguesa. ¡Fetichismo mortal de las fronteras! 
        Siguiendo, e invocando el ejemplo de Brest Litovsk, y contra la mayoría 
        de los proletarios armados de ambos lados de la frontera, firma un acuerdo 
        de paz con los delegados internacionales de la conferencia de paz convocada 
        por Clemenceau y los aliados.  Esta 
        era la única salida que tenía la burguesía para frenar la revolución, 
        la consecuencia de esto fue el aplastamiento y la masacre del proletariado 
        insurrecto en Eslovaquia y la derrota, más tarde, del proletariado en 
        Hungría que frente al sabotaje de sus "jefes" quedó totalmente 
        desmoralizado.
             
             
      Otro ejemplo 
        del poder de las fuerzas de generalización del proletariado, como de la 
        capacidad de la contrarrevolución para destruir esta fuerza, en 1919, 
        se materializa en los movimientos insurreccionales del proletariado en 
        Austria.
      
 
        
          
        
        
             Los movimientos insurreccionales en Hungría 
      y lo que aparece a los ojos del proletariado como la toma del poder en Hungría 
      en marzo de 1919 (la edificación de la República de los Consejos) provocaron 
      un movimiento, en Austria, que ve cada vez más real la posibilidad de la 
      dictadura del proletariado; lo que determina, en el transcurso de muchos 
      meses, una situación insurreccional que a su vez determinará la necesidad 
      de todos los esfuerzos de las diferentes fracciones burguesas, en particular 
      del centrismo, para destruirla.
 
        
          
        
        
             En abril 1919, los Aliados invaden Hungría 
      por intermedio del ejército rumano con el objetivo evidente de destruir 
      la potencia de la revolución.  El 
      revolucionario anarquista Léo Rotziegel, en el transcurso de un mitin toma 
      la palabra frente al ayuntamiento y defiende la necesidad internacionalista 
      de solidarizarse con el desarrollo de la revolución en Hungría.  El 2 de abril, cuatrocientos voluntarios, a 
      los que se adjuntan ochocientos proletarios armados, parten a Hungría.  Bela Kun los recibe en Budapest y  .... ¡los envía al frente de Debrecen!  Al margen de todas las ilusiones que aquellos 
      militantes del internacionalismo  puedan 
      haber albergado a propósito del gobierno republicano húngaro y de la no 
      comprensión de que la mejor solidaridad es luchar directamente por la generalización 
      de la revolución en Austria, estos mil doscientos proletarios partieron 
      para solidarizarse con sus hermanos en Hungría (5), expresando, así, prácticamente 
      tanto el poder del internacionalismo proletario, como las posibilidades 
      reales de generalización.
 
        
          
        
        
             Evidentemente la historia no se construye 
      a golpes de "y si" (... "si los revolucionarios en Hungría 
      hubiesen generalizado el movimiento", por ejemplo); sino que es indispensable 
      considerar el conjunto de condiciones existentes en ciertas fases históricas 
      para comprender, más allá del localismo limitativo, que las derrotas,   
      incluso las locales, fueron determinadas, no por el aislamiento inevitable 
      y momentáneo de los comienzos de una insurrección, sino, como siempre, por 
      los golpes que asesta un patriotismo, muy preocupado por preservar la integridad 
      nacional, contra el desarrollo mundial y la victoria definitiva de la  
      insurrección comunista (y por ello también contra la victoria local 
      también!!).
 
        
          
        
        
             Béla Kun, cuando rechaza la generalización 
      y frena el movimiento con su actitud diplomática con respecto a los Aliados, 
      asesta, sin lugar a dudas, un golpe muy ( 
      
      [3] 
      
      ) duro a las posibilidades 
      de generalización y establecimiento mundial de la dictadura del proletariado.  
      Dictadura que tendía a reafirmarse durante estos meses cruciales 
      del 19: en Rusia los proletarios se aproximan a la victoria final contra 
      los blancos, en Alemania, Austria y en todo el centro de Europa la situación 
      es insurreccional.Pero más allá 
      de la influencia personal de un Bela Kun o de un Lenin, lo que hay que criticar 
      son los límites globales de la práctica internacionalista en el transcurso 
      de estos años. Estos elementos son los únicos que nos permitirán comprender 
      mejor la derrota de la insurrección en Hungría.
 
        
          
        
        
             En 1919, las relaciones de fuerza entre 
      burguesía y proletariado se encuentran, como ya lo hemos visto, a un nivel 
      de exacerbación tal, que la burguesía se encuentra obligada a otorgar,  concesiones enormes, al proletariado insurrecto. 
      Pero estas concesiones, que fueron rápidamente aceptadas como victorias 
      por el proletariado, y como triunfos que había que defender por la socialdemocracia, 
      fueron al mismo tiempo la tumba que se cavó para enterrar la revolución.
 
        
          
        
        
             Esto hay que considerarlo desde un doble 
      punto de vista: desde las limitaciones de la práctica internacionalista 
      proletaria y desde la fuerza anti-internacionalista de la burguesía.
 
        
          
        
        
             Desde el punto de vista del proletariado 
      mundial, el internacionalismo es considerado como una adición vulgar de 
      revoluciones nacionales; lo que se materializó organizacionalmente en el 
      más estricto federalismo de las diferentes tentativas comunistas de organización.  
      Tibor Szamuely y Bela Kun fueron enviados a Hungría, con 30,000 rublos 
      en el bolsillo, para crear, bajo las consignas del ejemplo ruso, un Partido 
      Comunista Húngaro.  Así Bela Kun reúne a socialdemócratas de izquierda, 
      anarquistas y comunistas en el Partido Comunista Húngaro. Después de que 
      la república le lega el gobierno, lucha por obtener un acuerdo entre el 
      Ejército Revolucionario en Hungría y el Ejército Rojo en Rusia que se encontraba 
      en plena guerra contra los Blancos. Pero a pesar de que este acuerdo nunca 
      pudo ser llevado a la práctica, porque el Ejército Rojo estaba muy ocupado 
      en su lucha contra los Blancos, estas tentativas de acuerdo entre ejércitos 
      nacionales, por las que Bela Kun había obtenido un acuerdo incondicional 
      de un buen número de fracciones húngaras de "derecha", son la 
      expresión acabada del federalismo que ve la construcción del Partido Comunista 
      país por país. Esta idea de desarrollo de los partidos comunistas no se 
      encuentra muy lejos de la idea de construir el Partido Comunista "en 
      un solo país" (para imitar a Stalin).
 
        
          
        
        
             El nacionalismo se desarrolló irremediablemente 
      con el llamado a la defensa de los bastiones revolucionarios y, tanto 
      en Hungría como en Rusia, el punto de vista que dirige realmente a quienes 
      pretenden ser el porvenir del movimiento comunista es el del defensimo local,  el de la defensa de las concesiones burguesas 
      presentadas unilateralmente como victorias, el reforzamiento, a cualquier 
      precio, de bastiones geográficos. La ilusión de la consolidación 
      de la revolución sin su extensión internacional, constituyó una enorme debilidad, 
      en la lucha proletaria en el transcurso de este período.
 
        
          
        
        
             Por ello, desde el punto de vista del 
      proletariado, la fuerza de su internacionalismo se encuentra mucho más 
      en su oposición a los ataques burgueses, en su negación de 
      la barbarie capitalista; y esto a través de los actos de derrotismo revolucionario, 
      de la organización de deserciones, la fraternización en los frentes, las 
      acciones de sabotaje en solidaridad con los proletarios que luchan en otros 
      países, etc.... que en la organización positiva y la creación efectiva 
      de un Partido Comunista mundial que afirme el internacionalismo del proletariado 
      y guiado, no por tal o cual situación local o puntual, sino por las necesidades 
      globales de la revolución mundial. Es así que la única tentativa importante 
      por constituir una centralización mundial de la revolución, se transformó 
      rápidamente en una sucursal de los intereses de la política "exterior" 
      de Rusia:  la Internacional Comunista, 
      una vez eliminada las oposiciones de izquierda (a través de la exclusión 
      o asimilación), hubiese podido llamarse, más acertadamente, "Ministerio 
      de Relaciones Exteriores" de la nación Rusa!
 
        
          
        
        
             Desde el punto de vista de la burguesía, 
      la fuerza de su antiinternacionalismo residió en su capacidad para responder, 
      desde sus intereses y su punto de vista, a las necesidades revolucionarias 
      del proletariado; es decir en transformar el enfrentamiento social en una 
      guerra de defensa del territorio y en proponer, frente al rechazo proletario 
      de la guerra, la paz democrática y mundial para todos los pueblos: con respecto 
      a la época a la que nos referimos, el plan Wilson fue la respuesta que se 
      le dio a los llamados de paz y derecho a la autodeterminación de los pueblos 
      de la Rusia "revolucionaria"; este llamado no era otra cosa que 
      la recuperación del desarrollo de la revolución hacia la necesidad burguesa 
      de restablecer la paz social.
 
        
          
        
        
             Este también fue el sentido que tuvo la 
      política burguesa de alentar las heterogeneidades reales, en el tiempo y 
      en el espacio, que existían entre los diferentes focos revolucionarios, 
      para así aplastar el movimiento comunista internacional parte por parte, 
      bastión por bastión, por las armas y la masacre sistemática, en la mayoría 
      de casos, o por intermedio de los bolcheviques en Rusia, transformado así 
      la insurrección proletaria en la fuerza más potente de la contrarrevolución 
      que se haya conocido,  por la edificación 
      de un estado pintado de rojo, por el desarrollo de la gigantesca mistificación 
      de un país que construía el "comunismo".
 
        
          
        
        
             Cuando la relación mundial objetiva 
      entre las clases no permite la victoria del proletariado y el desarrollo 
      de su dictadura contra el Valor, las debilidades subjetivas serán 
      las fallas que permitirán a la burguesía edificar su respuesta a fin de 
      restablecer su propia dictadura.  La 
      burguesía saca lecciones de los enfrentamientos y gracias a esto instituye 
      una contrarrevolución compacta cuyas fuerzas desicivas se asemejan a un 
      amortigüadore gigante que impide que toda ruptura revolucionaria encuentre 
      su camino hacia la generalización y su desarrollo. ( 
      
      [4] 
      
      ) ( 
      
      [5] 
      
      ) 
       
        
          
        
        
      
      3. El proletariado provoca la derrota de la burguesía en guerra en Hungría. 
       
        
          
        
        
       
        
          
        
        
             La proletarización en Hungría, se desarrolló 
      espectácularmente a fines del siglo XIX y a principios del XX. Los ingresos 
      de más del 88 % del "campesinado" eran inferiores a los 50 florines 
      por semana, que eran considerados como lo mínimo necesario para alimentar 
      una familia.  45% de la población 
      agrícola no poseía ni una pequeña parcela de tierra (cifra que incluye los 
      miembros de la familia) lo que implicaba que ya en esa época seis millones 
      de personas se encotraban totalmente separados de sus medios de vida y obligados 
      a buscar comprador para su fuerza de trabajo para subsistir. La hambruna 
      era crónica en el transcurso de este período: de 1891 a 1914 más de 2 millones 
      de "sin reservas"  emigraron 
      de Hungría hacia América.
 
        
          
        
        
             Así mismo, en este mismo período, se desarrolló 
      rápidamente la industria: de 1890 a 1910 la cantidad de obreros industriales 
      pasa de 900.000 a 1,5 millón, y al interior de estos el porcentaje de obreros 
      empleados en las grandes fábricas crece de 23% a 45%.
 
        
          
        
        
             En las fábricas de materiales de construcción, 
      los niños de 10 a 12 años trabajan cotidianamente 16, 17 horas, los salarios 
      y las condiciones de vida eran particularmente miserables.  Las viviendas proletarias, en Budapest, eran 
      consideradas como las peores de todas las capitales de Europa.
 
        
          
        
        
             La urbanización se desarrollo rápidamente: 
      de 1870 a 1910, por ejemplo, la población de Budapest pasa de 280.000 a 
      880.000 habitantes, la mayoría de las familias obreras vivían en una precariedad 
      extrema.  La similitud con lo que 
      se desarrolla como grandes polos hoy en día, particularmente en Asia y en 
      América del Norte y del Sur, pero también en Europa, es evidente.
 
        
          
        
        
             Una serie de sublevamientos se dieron, principalmente 
      en la campaña, contra estas condiciones de vida, durante la última década 
      del siglo XIX.  Los "gendarmes"(6), 
      la policía, reprimieron cada sublevamiento con una brutalidad extrema.
 
        
          
        
        
             A partir de comienzos de este siglo las 
      huelgas se dieron una detrás de la otra; en 1902, 2000 obreros de la industria 
      inmensa de vagones de ferrocarril en Gyor se declararon en huelga, en 1904, 
      los obreros de los ferrocarriles prolongaron sus huelgas saboteando las 
      líneas, parando todos los trenes; a partir de enero de 1905, las huelgas 
      estaban al orden del día en todo el país.   
      En Budapest, Szeged, Pécs, Cegled, etc. las fábricas textiles, las 
      minas, la construcción se paralizaban.  
      El nivel más elevado de la lucha se dio en mayo 1905 cuando 30.000 
      obreros metalurgicos se declararon en huelga.  
      El Estado solo pudo asegurar el orden y la ley por la colaboración 
      directa con los jefes sindicales y de la socialdemocracia.  
      Estos proponían manifestaciones pacificas y llamaban a la disciplina 
      y a la responsabilidad; pero a pesar de esto y contra estas fracciones del 
      capital, las manifestaciones violentas continuaron y la represión fue también 
      dura.
 
        
          
        
        
             En junio de 1906, estallaron huelgas en 
      Debrecen.  En julio, 4.000 mineros 
      inician un conflicto en Salgotaryán, las minas fueron, finalmente, ocupadas 
      por la gendarmeria y un regimiento del ejército.  
      En 1907, los mineros del valle del Jiu (7) declaran la huelga.
 
        
          
        
        
             De la misma manera, el proletariado agrícola, 
      libró en la época grandes combates.  En 
      junio de 1905, estallaron varias revueltas de los "sin reservas" 
      en tres grandes regiones de la campaña húngara: las regiones de Somogy, 
      Tolna y Veszprem. Las huelgas, sabotajes y revueltas resultaron al fin aplastadas 
      por los gendarmes y por unidades del ejército.
 
        
          
        
        
             El 23 de mayo de 1912, el proletariado manifiesta 
      masivamente en Budapest; la policía tira sobre las masas y los proletarios 
      replican logrando liquidar algunos agentes represivos. Los obreros despedidos 
      ocupan las fábricas. El gobierno, aterrorizado por las dimensiones que adquiere 
      el conflicto, retrocede invalidando el lock out y exige que se restituya 
      a los obreros despedidos.
 
        
          
        
        
             Con el desencadenamiento de la guerra se 
      intenta aplastar las luchas que el proletariado oponía, más o menos regularmente, 
      a la crisis capitalista. A pesar de ello y de su total prohibición en 1917, 
      las huelgas continúan. En ese año la actividad industrial del país fue militarizada.
 
        
          
        
        
             Este cuadro, de resistencia y de lucha permanente 
      del proletariado, permite comprender mejor como tanto Hungría (con más exactitud 
      el Imperio Austrohúngaro), como Alemania, fueron países derrotados en la 
      guerra imperialista. El factor principal de ello fue la combatividad continua 
      de los obreros con respecto a la degradación de sus condiciones de vida 
      que les imponía el Capital y en particular la tenacidad de la lucha proletaria 
      específica contra la guerra.
 
        
          
        
        
             En efecto, los primeros movimientos específicamente 
      de enfrentamiento a la guerra se dieron en 1915 bajo la influencia, entre 
      otros de Ervin Szabo.  Organizador 
      de una corriente de izquierda al interior de la socialdemocracia, había 
      presentado en los congresos de 1904 y 1905 de la socialdemocracia, tesis 
       
    
     
     ( 
      
      [6] 
      
      ) que habían 
      sido consideradas como muy radicales. En ellas denuncia la voluntad del 
      PSD de " .... perpetuar la dominación de una pequeña oligarquía sindical 
      sobre el proletariado".  Szabo 
      llevará a cabo así su ruptura con la socialdemocracia, organizandose luego 
      en el Círculo Galileo. Dicha organización fundada en 1908, en la universidad 
      de Budapest, tenía como base posiciones antimilitaristas y anticlericales 
      y al principio se limita,, a organizar lecturas y conferencias pero luego 
      se radicalizará con la guerra. El "Círculo Galileo" se componía 
      principalmente de una mezcla de anarquistas, de socialistas revolucionarios 
      excluidos de la socialdemocracia, de pacifistas, ....  
      A pesar de que el círculo no era más que una agrupación de discusión 
      y de polémicas, sin contener ni desarrollar perspectivas claras, jugó luego 
      un importantisimo papel en la propaganda derrotista revolucionaria.
 
        
          
        
        
             Como decíamos es a fines de 1915, bajo el 
      impulso de Ervin Szabo y de sus compañeros que se constituye el movimiento 
      de lucha específico contra la guerra, Fuera y contra los planteos socialdemócratas, 
      estalla, en un país constituido en una gran selva de bayonetas, una huelga 
      contra la guerra que se extiende por todas partes bajo las consignas de 
      "Abajo la guerra", "Abajo el militarismo" ...  
      A estas banderas la socialdemocracia opone las del sufragio universal 
      y secreto llamando a parar la huelga. Al fin logran quebrarla gracias a 
      la famosa "disciplina de partido".  Los socialdemócratas fueron reconocidos por 
      lo que eran (y son): patriotas, nacionalistas, y factores escenciales en 
      la guerra imperialista.
 
        
          
        
        
             Pero, en continuidad con esos movimientos 
      del proletariado contra la guerra, la acción derrotista revolucionaria constinuó 
      extendiendose y el propio ejército húngaro fue invadido por la ola derrotista. 
      Doscientos mil refugiados, procedentes de Galicia y Transilvania, se instalan 
      en Budapest entre 1915 y 1916, constituyendo un verdadero vivero para los 
      derrotistas revolucionarios y los desertores.  A principios de la primavera de 1916, la policía, 
      para luchar contra la agitación creciente, reprime y logra desmantelar el 
      Círculo Galileo. El proceso de los militantes revolucionarios provocó numerosas 
      huelgas tanto en el frente como en las fábricas metalúrgicas del Estado.  
      El Círculo renacerá luego a partir de sus propias cenizas.  
             Cuando en Alemania se encarcela a Karl Liebknecht, 
      como símbolo de resistencia a la guerra y por haber manifestado publicamente 
      su derrotismo, independientemente de lo que en realidad era (8), estallaron 
      toda una serie de manifestaciones obreras que fueron la catalización de 
      la corriente contra la guerra del proletariado.  De la misma manera, el Círculo Galileo, a pesar del carácter "pacifista" 
      que tuvo en sus orígenes, constituyó el soporte sobre el que se organizaran 
      los proletarios combativos para expresar su acción contra la guerra.  
      Las huelgas, consecutivas a la represión que toca a los militantes 
      de este Círculo, fueron brutalmente reprimidas, pero provocaron otras huelgas 
      de solidaridad aún más generales. Se entretejía, así un movimiento que se 
      expresará con una gran amplitud a partir de 1917.
 
        
          
        
        
             En efecto, en 1917, con el desarrollo de 
      la combatividad obrera, surgen diferentes grupos que tenían en común el 
      rechazo a la política socialdemócrata y más globalmente una práctica común 
      de contraposición a la guerra.  Así 
      aparece un primer grupo que se forma en base al rechazo corporatista de 
      la socialdemocracia a trabajar con los "cuellos blancos"; técnicos 
      e ingenieros se asocian, para formar un Comite Inter Fábrica, que dirigirá 
      y organizará las huelgas que la socialdemocrácia no apoyaba.  Rápidamente otros militantes, asqueados por 
      el sabotaje contrarrevolucionario de los socialdemócratas, entran en dicho 
      Comité que se convierte en un grupo poderoso que toma posición por la acción 
      directa y la organiza.  Más tarde 
      este grupo entra en contacto con uno de los grupos del Círculo Galileo y 
      pasan a autodenominarse Socialistas Revolucionarios.
 
        
          
        
        
             Asimismo, Ilona Duczynska regresa de Suiza 
      con panfletos contra la guerra que recibió de Balabanov en Zimmerwald.  
      Ervin Szabo quedó muy impresionado con el material de Zimmerwald 
      y organiza mitines en los cuales Duczynska sitúa el contenido de las discusiones 
      de Zimmerwald.  El Círculo Galileo se inspira de esta conferencia, 
      para iniciar una propaganda contra la guerra  en noviembre 1917; esta campaña es mucho más 
      determinada que la precedente y se difunden volantes en los que firman: 
      "Grupo de Socialistas Húngaros afiliados a Zimmerwald" (9).  De la misma manera la Insurrección de Octubre 
      en Rusia determina una orientación más clara hacia la acción directa contra 
      la guerra.  Se difunde un primer 
      volante derrotista revolucionario, y se produce una escisión al interior 
      del círculo entre los partidarios de continuar con la organización de conferencias 
      y discusiones a propósito de la guerra y los que se comprometen prácticamente 
      en el trabajo de propaganda clandestina.
 
        
          
        
        
             Fue en estos momentos que Otto Korvin, militante 
        revolucionario que se autodnomina anarquista, con otros compañeros de 
        su grupo y con militantes del Comité Inter Fábrica, entran en el grupo 
        de agitación de propaganda clandestina del Circulo Galileo.  Dicho grupo, que se autodenomina, como dijimos, 
        "socialista revolucionario" en referencia a los "Socialistas 
        Revolucionarios de Izquierda" de Rusia, difunden un segundo volante 
        titulado "Ni un centavo, ni un hombre para el ejército" en una 
        manifestación contra la guerra organizada por el Comité Inter Fábrica, 
        que había sido convocada en solidaridad con la revolución en Rusia y en 
        la que se denuncia, sobre el mismo pie y como belicista, al gobierno y 
        a la socialdemocracia.
       
        
          
        
        
             Como se puede observar, la lucha contra 
      la guerra fue el producto de una miríada de acciones de sabotaje ( 
      
      [7] 
      
      ) y deserción 
      que se centralizaron, más bien, alrededor de militantes reconocidos por 
      su combatividad que en torno de una organización revolucionaria bien definida, 
      y las polarizaciones políticas se operaron directamente en el fuego de la 
      lucha, en función de las necesidades.  La 
      lucha unificaba en una misma comunidad, tanto a militantes que rompían, 
      más o menos claramente, con la socialdemocracia, como a revolucionarios 
      cuyo rechazo a la socialdemócrata, los llevaba a agruparse bajo la bandera 
      del anarquismo. La lucha tendía a unificar a aquellos que asumían la acción 
      directa contra los nacionalistas, provocando rupturas en los diferentes 
      reagrupamientos informales, y esto independientemente de la etiqueta ideológica 
      que adoptaban los diferentes militantes.  
      Así vemos a los anarquistas Ervin Szabo y Otto Korvin, en una misma 
      comunidad de acción con los marxistas del Comité Inter Fabricas. El apelativo 
      de "Socialistas Revolucionarios" se le debe a Otto Korvin, pero 
      todos partían de Rusia como punto de referencia.  
      Los grupos se formaban y se descomponían en función del desarrollo 
      de la lucha contra la guerra, y de los golpes repetidos de la represión; 
      pero esto no impedía el desarrollo del derrotismo revolucionario. 
     
    
 
        
          
        
        
             En Pola, Otto Korvin organiza a los marineros 
      que se amotinan;  los soldados del 
      frente italiano también se sublevan. En Budapest, un regimiento de guardias 
      nacionales rechaza las ordenes de partir al frente. Muchachos de 16 años 
      se deslizan, cuando la oscuridad de la noche lo permitía, penetrando en 
      los cuarteles para distribuir volantes para incitar a los soldados al sublevamiento. 
      Cuando fueron descubiertos fueron brutalmente golpeados por la policía y 
      enviados a los campos de concentración, pero su ejemplo fue seguido por 
      otros proletarios.
 
        
          
        
        
             El 12 de enero de 1918, el Círculo Galileo 
      fue prohibido y los miembros de los Socialistas Revolucionarios fueron encarcelados, 
      excepto Szabo y Korvin que logran escapar.  El 18 de enero, los proletarios que se encontraban 
      trabajando, apoyan los sublevamientos de sus hermanos en el frente y declaran 
      la huelga general. Ello aterrorizó enormemente a la burguesía, pues en el 
      mismo momento las huelgas estallaban también en Alemania y Praga y se generalizaban.  
      Ciento cincuenta mil obreros ocuparon las calles de Budapest, mientras 
      que grupos proletarios llevaban adelante acciones de sabotaje en las centrales 
      eléctricas y los ferrocarriles para paralizar al país. Los Socialistas Revolucionarios, 
      continuaron  difundiendo su propaganda 
      por el derrotismo revolucionario, articulando su oposición a la socialdemocracia 
      rechazando el parlamentarismo. En uno de sus volantes dicen: "Ud. cree 
      que la victoria de los ideales proletarios puede obtenerse a través de leyes 
      electorales?"
 
        
          
        
        
             El 1 de febrero, los marineros del puerto 
      adriático Cattaro se amotinan en 40 buques que quedan totalmente inmovilizados, 
      izan la bandera roja. La burguesía llamará, para reprimir el motín, a los 
      submarinos alemanes. El 20 de mayo, el 6° regimiento 
      de infantería de Ujvidek, en Pecs, se amotina. Los derrotistas revolucionarios 
      toman la ciudad. Se envía dos regimientos enteros para acabar con el movimiento. 
      Tres días les hicieron falta a estos perros sangrientos para terminar con 
      el movimiento, el precio fue enorme: 1 hombre cada 10 fueron fusilados.
 
        
          
        
        
             En junio del 18, 50.000 proletarios entran 
      en huelga reivindicando aumentos de salarios y se enfrentan, armas en la 
      mano en ciertos lugares, a las unidades policiales.  La actitud de los socialdemócratas con respecto al combate que llevaba 
      adelante el proletariado es siempre la misma.  
      El Partido Social Demócrata escribe en su órgano central:
 
        
          
        
        
             "Los combates heroicos y los sacrificios 
      de los trabajadores no pueden ser suficientes para llegar a un resultado 
      frente a la fuerza del gobierno. En este sentido, no tiene sentido continuar 
      el combate, esto solo llevará a la muerte de un gran número de personas 
      y rompería la fuerza de la clase obrera. Es por esto que suplicamos, a todos 
      los obreros que luchan: ¡volved directamente al trabajo!"
 
        
          
        
        
             En setiembre, los militantes del Círculo 
      Galileo son juzgados; Iona Duczynska y sus compañeros aprovechan el juicio, 
      para transformarlo en una tribuna, en donde critican violentamente al Partido 
      Social Demócrata y la guerra.  En 
      el transcurso de este mes los desertores, cada vez más numerosos, adoptan 
      otro comportamiento: en vez de escaparse deciden replicar a sus perseguidores 
      con las armas; los escuadrones especiales del general Lukachich, encargados 
      de reprimir a los derrotistas revolucionarios, no logran contener las grandes 
      olas de deserción, los actos de insubordinación y los motines.  Las ejecuciones públicas de desertores no provocaban 
      más el miedo en aquellos que eran testigos, sino más bien la hostilidad 
      y la cólera contra los verdugos.  Los 
      desertores empezaron a organizarse constituyendo grupos que respondían organizadamente 
      a los disparos de sus perseguidores y daban vuelta sus fusiles contra los 
      oficiales.  Motivados por el triunfo 
      de estas acciones, dichos grupos comenzaron a tomar iniciativas propias 
      de ofensiva contra el enemigo de clase. 
    
      ( 
        
        [8] 
        
        )
       
      
        
      
             La revolución gana terreno e impide que 
      la burguesía, en Hungría, continue sus objetivos imperialistas. La unión 
      nacional y la paz social se desmoronan. El proletariado, a través de su 
      lucha, clavará un puñal libertador en la espalda de los tiburones imperialistas 
      de "su" país, logrando así parar la guerra.  La consigna que llama al proletariado para que luche contra su propia 
      burguesía, contra su enemigo directo, nos muestra, en este caso, toda la 
      fuerza de sus conclusiones.  El edificio 
      político austrohúngaro se desmorona. Puesto que la burguesía no puede masacrar 
      a los proletarios en la guerra trata ahora de calmar la situación que ha 
      comenzado a escapar de su control.
 
        
          
        
        
             Sus diferentes fracciones desfilarán entonces 
      en el gobierno húngaro quemando sucesivamente la carta del federalismo y 
      de la república, preconizada por la izquierda republicana, con Karolyi a 
      la cabeza  (10), la carta de los 
      socialdemócratas que apoyaron a Karolyi, y la de los socialdemócratas de 
      izquierda atraidos por el Partido Comunista.  
      Será la unificación del Partido Social Demócrata de Hungría con el 
      Partido Comunista de Hungría y su ocupación del gobierno lo que logrará 
      finalmente apaciguar y luego destruir el ardor revolucionario.  A nivel internacional, la burguesía que "ganó" 
      la guerra (los Aliados) completará la represión del desorden revolucionario 
      cuando frente al debilitamiento de su adversario por las negociaciones deja 
      entrar al ejército rumano en Hungría y cuando prepara, desde los comienzos 
      de abril del 19, en complicidad con los jefes del ejército francés, una 
      ofensiva que tenía como objetivo aplastar militarmente la revolución.
 
        
          
        
        
             Una vez más aquí, las diferentes naciones 
      burguesas, "ayer" y "mañana" en guerra por la conquista 
      de territorios, se unifican "hoy día" para aplastar a su adversario 
      común: el proletariado.  Si la importancia 
      de una generalización revolucionaria no se le escapaba a los proletarios, 
      tampoco se le escapó a la burguesía en 1919. En la medida en que en Hungría 
      se desarrollaba una situación revolucionaria, se instalaba un terror sin 
      nombre al interior de los burgueses; más aún cuando las acciones de fraternización 
      en el frente determinaban, para los países vencedores también, una situación 
      en la que el orden era precario.  Por 
      todo lo que venimos de decir, y porque la burguesía no pudo vencer militarmente 
      al proletariado en Rusia, la burguesía mundial instaló, en 1919, un verdadero 
      bloqueo e intentó imponer una especie de cordón sanitario  alrededor de esas zonas pestíferas, es decir 
      las zonas insurrectas en Rusia, esperando así, terminar de una vez por todas, 
      con el contagio revolucionario que parecía ganar el mundo entero.  El movimiento proletario en Hungría contrariaba 
      brutalmente este hermoso plan de saneamiento; es por ello que la burguesía 
      mundial le otorgó una atención particular.(
 
      
      [9] 
      
      )
      
      
      
     
    
4.  República y represión del proletariado
       
        
          
        
        
       
        
          
        
        
       
        
          
        
        
     
    
     
            El 16 de octubre de 1918, la izquierda republicana, 
      con Karolyi a la cabeza, forma el embrión de un Consejo Nacional Húngaro, 
      que tenía como función oponer una alternativa al gobierno oficial, completamente 
      desmembrado por la acción subversiva. Karolyi comprende perfectamente la 
      misión que se le confía: lo primero que escribirá en sus notas personales 
      es que "ahora hay un trabajo enorme a realizar para enseñar a los obreros 
      que no deben balear más a los ministros" !!!  Entonces, Karolyi negocia con el emperador, 
      pero el movimiento lo deja completamente atrás obligándolo a romper con 
      la legalidad para mantener algo de credibilidad. Hungría se separa de Austria 
      y se federa.  Se pretende, por todos 
      los medios, apagar el descontento creciente.  
      El 23 de octubre, regimientos considerados como batallones de élite, 
      se rinden, como muchos otros, y ocupan los cuarteles para manifestar,así, 
      su rechazo a la guerra. Paralelamente, se producen violentas manifestaciones 
      en Budapest y en el resto del país; la burguesía responde enviando a la 
      guardia real que las reprime brutalmente. Las manifestaciones reivindicaban 
      la paz inmediata y la formación de un gobierno "revolucionario".
 
        
          
        
        
             Del 29 al 31 de octubre, la insurrección 
      en Budapest se va generalizando. El proletariado , frente a los tímidos 
      cambios que le proponen, opone su acción y busca imponer su propia dictadura 
      frente a la guerra. Luego de violentos y mortales enfrentamientos con la 
      policía republicana, el proletariado fuerza los depósitos y arsenales y 
      se apodera de las armas.  La noche 
      del 29 de octubre, grupos de revolucionarios se ocupan el Gran cuartel General 
      y de la Central telefónica; los guardias de estos edificios fraternizaron 
      directamente con ellos. 
 
        
          
        
        
             Algunos días antes, militantes Socialistas 
      Revolucionarios y del Círculo Galileo, disueltos a principios del año, fuerzan 
      el prescinto de sus antiguos locales, cerrados por la policía, y reconstituyen 
      diferentes niveles de organización.  Todos estos militantes participan activamente en el movimiento que 
      se desarrollaba. El 30 de octubre, los combates recrudecen y contraponen 
      la policía a los soldados amotinados en Budapest.
 
        
          
        
        
       
        
          
        
        
             El 31 de octubre la insurrección es general 
      en Budapest.  En esa fecha, soldados, 
      que regresaban del frente, acompañados de otros proletarios armados de Budapest, 
      fuerzan la mansión del Conde Tisza, ex primer ministro y responsable de 
      la política proguerra de la burguesía, y lo ejecutan OJO (11).  
      Algunos días después, el 8 de noviembre, le tocará el turno al procurador 
      del Rey de Gyalokay de ser fusilado por negarse a liberar a los prisioneros.
             
      Los obreros 
        declaran la huelga y crean consejos por todo el país.  
        Es en este momento que los socialdemócratas se "adhiere" 
        al movimiento.  La burguesía, desbordada por completo e incapaz 
        de controlar la situación, se encuentra obligada, en un primer momento, 
        a desmembrarlo:  los socialdemócratas, 
        cómo OJO Canada Dry, tiene el color del socialismo, la bandera 
        del socialismo, las palabras del socialismo, ... pero no son "el 
        socialismo". Los social demócratas intentan tomar la dirección del 
        movimiento colaborando, en un primer momento, con el gobierno del Consejo 
        Nacional Húngaro dirigido por Karolyi, lo que le da a éste un rostro más 
        radical.
      
 
        
          
        
        
             Pero el objetivo es claro: desmembrar la 
      lucha de clases a través de la imposición del interés de la nación y reestablecer 
      la paz social, so pretexto de preparar las elecciones.  El 1° de noviembre 
      de 1918 el socialdemócrata Zsigmond Kunfi anuncia sus intenciones en un 
      mitin:
 
        
          
        
        
       
        
          
        
        
             "Yo, un socialdemocrata convencido, 
      tengo dificultades para dicirlo, pero lo hago: durante las próximas  seis semanas, tiempo previsto para instalar 
      la forma institucional bajo las condiciones parlamentarias apropiadas, no 
      deseamos utilizar el arma de la lucha de clases"
 
        
          
        
        
       
        
          
        
        
             Kunfi afirmará luego, en sus memorias, que 
      un gran terror se apoderó de él y de su amigo burgués Oszkár Jászi cuando, 
      a la víspera del mitin, frente al increíble movimiento insurreccional que 
      se desató ellos se refugiaron en los corredores del Hotel Astoria. Aterrorizados 
      por la audacia del proletariado, que se había literalmente apoderado de 
      la ciudad y aconstados en las alfombras del hotel se decían: "Mañana 
      nos ahorcarán".  Pero si los 
      socialdemócratas reconocen al proletariado insurrecto como a su enemigo, 
      y frente a él se sienten aterrorizados, aquel no hace otro tanto: los proletarios 
      insurrectos no los ahorcaron y unos días más tarde permitieron a Kunfi y 
      compañía establecerse en el gobierno.
 
        
          
        
        
             Fue así, que un mes más tarde, el 16 de 
      noviembre, ante los ojos crédulos del proletariado, los socialdemócratas 
      lograron presentar la proclamación de la República como una alternativa 
      a la dictadura del Imperio.  Erno 
      Garami, líder del Partido Social Demócrata, y ministro, en esta fecha, al 
      interior de la coalición gubernamental, define claramente la naturaleza 
      de su alternativa explicando que solamente tiene que existir una y solamente 
      una tarea: ¡¡¡"trabajar, trabajar y trabajar" !!! 
    
     
     
       
        
          
        
        
             El 9 de noviembre en Berlín, el 12 noviembre 
      en Viena y el 16 noviembre en Budapest, los mismos socialdemócratas, las 
      mismas fuerzas contrarrevolucionarias intentan tomar el control del movimiento 
      a través del mismo artífice: la proclamación de la República. Pero los obreros 
      sabían perfectamente lo que había que pensar sobre la República social después 
      de la siniestra experiencia de 1848 en Francia: cuando la burguesía no logra 
      unificar democráticamente a obreros y burgueses detrás de la monarquía, 
      lo que propone a los proletarios es la disolución de sus intereses en el 
      pueblo y en la realización de su unificación detrás de los colores de la 
      República.  De todas maneras, que 
      se llame a la República, al Socialismo, o a la Monarquía, no cambia nada, 
      no son palabras diferentes lo que el proletariado precisa. Y en este 
      fin del año 18 en Hungría, el movimiento proletario expresó esto armándose 
      y atacando la propiedad capitalista.
 
        
          
        
        
       
        
          
        
        
             Cuando el gobierno hablaba de repartir las 
      tierras, los obreros las tomaban por la fuerza, cuando el gobierno hablaba 
      de reforma y de la espléndida gestión del trabajo, los obreros decretaban 
      la huelga, los desempleados exigían la supresión de los alquileres, los 
      revolucionarios saboteaban la economía nacional, perseguían a los patrones 
      y los notarios y profundizaban la revolución imponiendo el terrorismo contra 
      todos los que de cerca o de lejos pretendían mantener el Capital y por ello 
      mantener sus privilegios. Todos estos movimientos fueron enfrentados con 
      violencia por la policía de Karolyi y por los socialdemócratas: centenas 
      de muertos jalonan estos combates ... ¡pero no únicamente en el campo del 
      proletariado!
 
        
          
        
        
       
        
          
        
        
             La República, con todo sus cortejos de buenas 
      palabras, sus votos, su "agua bendita y árboles de libertad", 
      tiene solamente dos días de existencia y ya tiene sangre proletaria en sus 
      manos; pero sin lograr quebrantar el asalto proletario contra la propiedad 
      privada, la guerra y la explotación.  Los 
      obreros no tienen nada que ganar con un frente con la burguesía, con los 
      que decretan, desde lo alto de sus asambleas, el sufragio universal y la 
      inconmensurable ventaja que constituye, para los obreros, el hecho de poder 
      escoger libre y secretamente, a través del voto, a los explotadores y policías 
      que serán sus dirigentes.
 
        
          
        
        
             Cuando el proletariado se constituye en 
      fuerza, asociándose a miles de niveles, intentando dotarse de una centralización 
      única; cuando los proletarios pasan de la reacción a las agresiones 
      capitalista a la acción voluntaria y consciente para destruir violentamente 
      el fundamento que los domina; cuando el proletariado se organiza en Partido, 
      todas estas supercherías burguesas (asambleas constituyentes, administración 
      popular, libertad de asociación, ...) surgen y son destruidas por lo que 
      son realmente: politiquería destinada a desviar a quienes no tienen nada 
      que perder sino sus cadenas, de su único objetivo, la destrucción completa 
      del Estado burgués, la demolición total del órgano central conformado 
      por la burguesía como órgano para reproducirse como fuerza dominante y asegurar 
      la perenidad de su dios el Dinero. 
             
      En noviembre 
        1918 fue este tipo de fábula democrática que los socialdemócratas cantan 
        a los obreros argumentando que si el Consejo Nacional Húngaro de Karolyi, 
        en el que participaban, no era un gobierno plenamente "obrero" 
        esto no quería decir que no se debía apoyar, puesto que con respecto a 
        la monarquía era un paso hacia la liberación de la humanidad.  
        Para los socialdemócratas la democracia parlamentaria y el sufragio 
        universal son triunfos que hay que defender. Para el proletariado, la 
        esencia de la democracia es la reproducción una sociedad cuyo objetivo 
        es la acumulación de capital basada en su explotación y ello cualquiera 
        sea la forma de gobierno (fascista o antifascista, ....); es decir en 
        el hecho de que cada una de estas formas son parte constitutiva del esfuerzo 
        del Valor (del que los burgueses son sus mediadores) para someter a todo 
        individuo, a toda parcela de humanidad, a su dictadura. El objetivo del 
        gobierno no es el de gobernar las clases, sino de aplastar y atomizar 
        a los proletarios transformándolos en ciudadanos (mercancías) libres, 
        negarlos en el pueblo, atarlos violenta y dictatorialmente a los intereses 
        de la nación. El comunismo, en tanto movimiento, se contrapone a la democracia, 
        sea cual fuese su formalización (republicana, monarquista, "obrera", 
        popular, ....), y ambos polos no pueden coexistir, o ella logra destruir 
        la revolución o el movimiento comunista la destruye. Por ello, y en contradicción 
        antagónica con todos los progresistas e izquierdosos que ven en la República 
        parlamentaria un impulso hacia la revolución, los revolucionarios vemos 
        y vivimos en su instauración, en momentos insurreccionales, un peligro 
        aún peor que la represión abierta de los fascistas, monarquistas, 
        estalinistas, etc.  La República, democrática u "obrera", perpetúa la misma 
        relación social, defiende los mismos valores, pero los pinta según los 
        colores y símbolos del proletariado. Es lo mismo, pero en momentos en 
        que con la represión no es suficiente y además prepara siempre una fase 
        de terrorismo aun peor.
      
 
        
          
        
        
             En Hungría, fue la Républica que condujo 
      la situación revolucionaria a toda una serie de ambigüedades. Los proletarios, 
      en vez de armarse contra la República y combatir violentamente a todos aquellos 
      que, so cualquier pretexto, defendían la conservación de los fundamentos 
      capitalistas, en vez de actuar activamente contra los nuevos 
      déspotas, permanecieron en una fase de reacción:  esperando los golpes de los socialdemócratas 
      sin ver realmente que era al interior de este mismo gobierno y desde su 
      instauración, que se preparaba el aplastamiento de la alternativa revolucionaria.  
      Obnubilados por los discursos, cada vez más "revolucionarios", 
      de los republicanos, de los socialdemócratas de derecha y de izquierda, 
      y luego de los frentistas del Partido Socialista y de los Comunistas de 
      Hungría, Bela Kun a la cabeza, no atacaron frontalmente al Consejo Nacional 
      Húngaro, limitándose a ejercer presiones para que se juegue un vals de cambios 
      de gobierno.
 
        
          
        
        
             Los proletarios no actuaron directamente 
      contra la República, sino que se limitaron a reaccionar, organizándose 
      en innumerables asociaciones revolucionarias, para continuar la lucha contra 
      la burguesía, sin tener en cuenta las consignas gubernamentales.
 
        
          
        
        
             Así, por ejemplo, los soldados en estado 
      de insurrección se organizaron, independientemente del Ministerio de Guerra 
      (dirigido por Bartha) instituido por el Consejo Nacional  Húngaro, en diferentes consejos y se centralizaron 
      en un Consejo de Soldados que tenía un programa que defendía, en contra 
      del gobierno de turno, la disolución definitiva del ejército, el armamento 
      del proletariado y la constitución de Guardias Rojas.  Los proletarios, organizados a múltiples niveles 
      y por casi todas partes, liberan a todos los prisioneros, ejecutan a los 
      propietarios, se apoderan de las tierras, desalojan a los burgueses, ...
 
        
          
        
        
             El proletariado, que durante años había 
      sufrido el terrorismo de Estado, que se le hacía reventar de hambre para 
      obligarlo a trabajar por un salario de miseria, que se le enviaba, con la 
      presión del fusil en las espaldas, a la guerra con el vientre vacío, que 
      se lo aprisionaba, apaleaba, masacraba, cada vez que reclamaba pan, que 
      se le condenaba a vivir en casuchas mientras los 
      burgueses vivían en castillos; se venga de todos sus enemigos que lo habían 
      oprimido directamente, que lo  habían 
      humillado y apaleado, tomando todo aquello de lo que se le privó durante 
      tanto tiempo: pan, vivienda, tierras, ...   
      y los fusiles para aplastar definitivamente el mundo que los ahoga¡   El armamento del proletariado expresó el salto 
      de calidad que se dió en esos momentos en la determinación de los objetivos 
      que perseguian los obreros: la dictadura transitoria del proletariado hacia 
      el comunismo, y la sociedad finalmente liberada del dinero y de las clases. 
       
        
          
        
        
       
        
          
        
        
             Como ya lo vimos, esta determinación se 
      enfrentó, de hecho, al gobierno de Karolyi y a los socialdemócratas.  La presión que ejerce el proletariado sobre 
      la burguesía fue tan enorme que determina cambios importantes en la gestión 
      del Estado; la extrema izquierda asumirá esta función.
 
        
          
        
        
       
        
          
        
        
       
        
          
        
        
             La Segunda Parte de este trabajo será presentada 
        proximamente en COMUNISMO.
      
       
        
          
        
        
             "...Los proletarios, organizados a 
      múltiples niveles y por casi todas partes, liberan a todos los prisioneros,  
      ejecutan a los propietarios, se apoderan de las tierras, desalojan 
      a los burgueses,..."
 
        
          
        
        
       
        
          
        
        
      Notas:
       
     
    
 
        ( 
          
          [1] 
          
          )  Más adelante veremos como el establecimiento de la República de 
          Consejos no tiene nada que ver con la dictadura del proletariado y que 
          los defensores más eficaces del capital fueron los dirigentes "comunistas" 
          húngaros.
       
       
        ( 
          
          [2] 
          
          )  Los bolcheviques, con el pretexto de preservar las zonas que dominaban, 
          entregaron a los ejércitos burgueses alemanes toda Ucrania, lo que determinó 
          localmente, una reacción insurreccional obrera violenta y demuestra 
          lo absurdo, lo reaccionario y criminal de la argumentación, que Lenin 
          y Trostsky opusieron a las oposiciones de izquierda , a propósito del 
          pretendido agotamiento de los proletarios.
       
       
        ( 
          
          [3] 
          
          )  La fuerza de la situación insurreccional en Austria, expresada por 
          las acciones internacionalistas que acá describimos, tuvo su prolongación 
          en nuevas manifestaciones espontaneas de proletarios que se dieron en 
          Viena el 18 de abril.  En esta 
          fecha el proletariado estuvo a punto de incendiar el parlamento.  Bela Kun envía, en este contexto de ascenso 
          de la lucha insurreccional, a Bettelheim para "organizar" 
          la insurrección. En realidad, lo único que este logró fue desorganizar 
          el movimiento insurreccional real que se desarrollaba prácticamente. 
          Bettelheim preparaba el desencadenamiento de la insurrección para el 
          15 de junio; pero se le dió por escribir a Bauer, uno de los más eminentes 
          socialdemócratas en el gobierno, comunicándole los proyectos del Partido 
          Comunista y para pedirle su colaboración (¡¡¿¿!!??).  
          Y como no podía ser de otra manera, se denuncia el proyecto lo 
          que provoca la anulación, por parte de los "comunistas", de 
          todos los preparativos insurreccionales; pero a pesar de ello, miles 
          de proletarios, completamente desorganizados pero bien determinados, 
          salieron a las calles de Viena para enfrentarse, en esta fecha, contra 
          los milicos "socialistas" y tratar de imponer la revolución.  
          El Ejército Rojo, cercado en su cuartel, no pudo intervenir y 
          el proletariado es derrotado.
       
       
        ( 
          
          [4] 
          
          )  La palabra "gendarme" en húngaro proviene del francés 
          y luego se transformara, en base a una distorsión lingüística interesante, 
          en "csendör" que literalmente quiere decir "guardián 
          del silencio" ¡¡!!!
       
       
        ( 
          
          [5] 
          
          )  Esta región minera, que hoy pertenece a Rumania, fue el lugar en 
          el que se produjeron las grandes huelgas de los años 70.
       
       
        ( 
          
          [6] 
          
          )  Sin embargo Karl Liebeknech esta muy lejos de ser un miltante revolucionario 
          con posiciones comunistas. Mereció la consideración del proletariado 
          por organizar en el frente el derrotismo revolucionario cuando distribuyó 
          el célebre panfleto que define como enemigo a "su propia burguesía". 
          Sin embargo su falta de ruptura con la socialdemocracia lo condujo, 
          en múltiples ocasiones, al compromiso con la burguesía, y el prestigio 
          que este tenía en las masas, le permitió legitimizar sus proposiciones 
          reformistas.
       
       
        ( 
          
          [7] 
          
          )  Los jóvenes radicales, organizados en sus orígenes alrededor del 
          periódico del Partido Social-Demócrata Húngaro, enviaron, en base a 
          los contactos que tenían, a un tal Mandel a Zimmerwald. Sobre dicha 
          base elaboraron volantes contra la guerra.  
          El hecho de firmar en nombre de Zimmerwald y otras formas de 
          reivindicaciones de la conferencia de Zimmerwald expresan perfectamente 
          los límites de la ruptura, que en estos momentos el movimiento producía 
          con respecto a la guerra. Las minorías comunistas, ahogadas en el pacifismo 
          de los organizadores de una reunión que esencialmente tenía como objetivo 
          su organización afuera, pero no contra, la social democracia, permanecieron 
          globalmente sometidas a los discursos espectaculares y a las declaraciones 
          espectaculares que emanaban del comite director de dicha conferencia; 
          en vez de romper con los métodos, la práctica, y el programa socialdemócrata.  
          Los Tribunistas fueron los únicos que se situaron afuera y en 
          contra de esta conferencia, lo que demostraba prácticamente la vía que 
          tenían que seguir aquellos que luchaban por la creación, a través de 
          la lucha contra la guerra, de la Internacional Comunista.
       
       
        ( 
          
          [8] 
          
          )  La historia oficial burguesa presenta al conde Károlyi como un buen 
          burgués de izquierda, humanista, conmovido por la lucha de los obreros 
          y que a pesar de ser noble y poseedor de inmensas extensiones de tierra 
          decide, un buen día, donarlas voluntariamente a los campesinos del lugar.  La realidad fue otra, bajo la amenaza de los 
          obreros agrícolas era tal que aquel se encontró obligado a cederlas. 
          Lo de la "donación" forma parte de la tentativa de desorganizar 
          una situación de muy dificil control para él en particular y el capital 
          en general.
       
       
        ( 
          
          [9] 
          
          )  Ilona Duczynska, Ottó Korvin y otros Socialistas Revolucionarios 
          preparaban desde unas semanas antes, un atentado contra Tisza. Estos 
          desertores que regresaban del frente les ganaron de mano, lo que pone 
          en evidencia el desfase que existía entre el desarrollo del movimiento 
          insurreccional y las dificultades que tenían los revolucionarios para 
          responder en términos de centralización, dirección y organización de 
          la revolución.