NECESIDAD CAPITALISTA DE LA GUERRA    

      

El capitalismo no puede vivir sin guerra. No es por casualidad que la guerra existe en permanencia en alguna parte del globo y que cada tanto la misma se extiende y toma formas más o menos generales. Es que esta sociedad, no puede vivir sin la guerra.

 La guerra no es ni más ni menos que una de las expresiones ineluctables de la propiedad privada de los medios de producción, la libertad de comercio, la competencia.  

      

En el desarrollo histórico del capital y la consiguiente agudización de todas las contradicciones, puede además verificar­se que este sistema solo se desarrolla gracias a las guerras sucesivas, que el ciclo necesario es crisis, guerra reconstruc­ción, expansión, nueva crisis ... y así sucesivamente. En concreto, solo ha sido posible el desarrollo gracias a la barbarie de la guerra.

Ello, expresado muy esquemáticamente aquí, se debe a que la masa de capital crece más rápido que sus posibilidades de valorización y que cíclicamente se llega a una superproducción de capital que hace que la valorización de una parte del capital social mundial excluya la valorización de otra parte del mismo capital mundial y solo se vuelven a reconstituir las condiciones de una nueva valorización en base a una desvalorización violenta de una parte del mismo o mejor dicho al hecho de que una parte del capital deje de funcionar como tal; lo que a su vez puede producirse por la quiebra o por la destrucción física de los medios de producción.  

      

El cierre de fábricas, o la desutilización de otros capitales fijos que se opera diariamente por la aplicación "normal" de la ley del valor, no es nunca suficiente y por ello de tanto en tanto se produce una depresión generalizada que lleva inevitablemente a una desvalorización general de todo el capital existente que no encuentra posibilidades de rentabilidad y que debe "normalmente" conducir a la quiebra generalizada de los capitalistas menos rentables. Estos (como los otros) se organizan para resistir esta ley inexorable del capital, y por ejemplo se altera la rentabilidad en el sector en base al proteccionismo, lo que no hace más que trasmitir su propia condena hacia otros capitalistas. La organización de unos y otros a diferentes niveles de centralización para llevar adelante esta guerra en las mejores condiciones posibles (sociedades, carteles, Estados nacionales, bloques imperialistas...) hace efectiva periódicamen­te la guerra, que aparece así como una solución parcial a los problemas del capitalismo mundial. Más allá de que las guerras se desarrollen como lucha interimperialista para apropiarse de medios de producción y de mercados o que en la consciencia de los burgueses de los dos campos en presencia esa guerra aparezca como una guerra contra otros burgueses (y en este sentido lo sea), la misma al destruir una parte importante del capital mundial, mejora las condiciones generales de la valorización de todo el capital social internacional.

              Por ello, querer parar la guerra y mantener esta sociedad que crea la guerra, es una utopía reaccionaria. Para detener la carrera a la guerra, habría que renunciar al desarrollo económico capitalista, para parar la barbarie que el progreso del capita­lismo implica, habría que parar el desarrollo de la economía burguesa, de la producción nacional, etc. Pero el capitalismo es reproducción ampliada, crecimiento, desarrollo ...; por ello solo la destrucción del capitalismo puede liquidar las guerras.

      

Cuanto más se desarrolla el capital, más se desarrollan todas sus contradicciones y atrocidades; cuanto más progreso y crecimiento, más fuertes son las depresiones, las crisis, las necesidades imperiosas de nuevas guerras. Resulta evidente el papel criminal de todo tipo de desarrollistas y progresistas.

              En cuanto a la paz, ella lejos de ser una verdadera negación de la guerra, aparece siempre luego de la guerra, como subproduc­to y parte de la misma, como formalización momentánea e inestable de una correlación dada de fuerzas terroristas, que inevitable­mente alguna de ellas considera injusta e impuesta por la violencia y por lo tanto como causa de una beligerancia futura.

 

EL PROLETARIADO Y LA REVOLUCIÓN COMUNISTA COMO ÚNICA ALTERNATIVA

La única negación total y radical de la guerra, es la negación total y radical de la sociedad burguesa mundial, es decir la revolución comunista internacional.

       Mientras la solución burguesa a la crisis de la sociedad no puede ser más que una solución parcial, la revolución comunista es la solución general por excelencia. Mientras la guerra, una vez terminada, con la paz, la reconstitución y (en el mejor de los casos) la expansión que trae aparejada, solo puede hacer que recomience todo el ciclo infernal, hacia una nueva depresión y una nueva guerra; la revolución social aparece como la única alternativa para romper para siempre con la barbarie permanente de la guerra.  

      

Pero de la misma manera en que la burguesía, no es más que la clase que representa el capital, es decir el agente histórico  del capitalismo; el  proletariado, es el agente histórico de la negación revolucionaria del capital, la clase histórica de esa revolución social.

 

      

Así, la burguesía es el ejecutante de todas las determina­ciones del capital sin poder escapar a ninguna de ellas. La lucha por la ganancia máxima, la competencia, la guerra comercial y la guerra a secas, son tan esenciales a esa clase social como la respiración para el ser humano.   

Del otro lado, cualquiera que sean las ilusiones que se puedan hacer los proletarios tanto sobre el mejoramiento de su suerte en esta sociedad, como sobre la paz burguesa, el proleta­riado como clase, está históricamente forzado por su propia situación social a negar toda la sociedad del capital, a imponer por la violencia revolucionaria la destrucción de la sociedad basada en la dictadura de la ganancia, en la competencia y la guerra; es decir a realizar la revolución mundial.                                                                                                 

      

La revolución comunista, no es pues una alternativa entre otras, sino la única alternativa a esta sociedad de miseria y guerra permanente. Por ello la contradicción guerra - revolución, no es más que una expresión de la contradicción capitalismo - comunismo, burguesía - proletariado.  

      

De ahí la posición invariante de nuestro Partido contra la guerra y por la revolución, que expresamos nosotros en nuestra tesis 26 (ver Tesis de Orientación Programática):

" Los obreros no tienen patria, no se les puede arrebatar lo que no poseen. Toda defensa de la "nación" sea cual sea el pretexto, en nombre del cual se opere, constituye en realidad una agresión contra toda la clase obrera mundial. Bajo el reino de la burguesía, todas las guerras son guerras imperialistas (el proletariado reivindica una sola guerra, la guerra social contra la burguesía) que oponen dos o varias fracciones o grupos de intereses del capital mundial e independientemente de las intenciones inmediatas de los protagonistas tienen como función esencial la de afirmar el capital y destruir objetiva y subjetivamente a la clase subversiva de esta sociedad. Por ello, más allá de ser "simples" guerras entre Estados nacionales, entre "liberadores de la patria e imperialistas", entre potencias imperialistas, son en su esencia guerras del capital contra el comunismo. Frente a todas las oposiciones interburguesas entre fracciones "progresistas y reaccionarias", "fascistas y antifascistas", de "izquierda" y de "derecha", que encuentran en la guerra imperialista su continuación lógica, el proletariado tiene una sola respuesta posible: la lucha intransigente por sus propios intereses de clase, contra todo sacrificio, tregua y solidaridad nacional, el derrotismo revolucionario, apuntando las armas contra sus propios explotadores y opresores inmediatos, a los efectos de transformar, por la centralización internacional de esta comunidad de lucha contra el capital, la guerra capitalista en guerra revolucionaria contra la burguesía mundial.

 

DESARROLLO DEL ANTAGONISMO GUERRA Y REVOLUCIÓN

Cuanto más se ha desarrollado el capital, más se ha desarrollado su barbarie y el antagonismo histórico con la humanidad y por lo tanto con el agente histórico de los intereses de ésta: el proletariado. Cuánto más ha progresado la economía nacional, más se ha transformado en una economía de guerra, cuanto más crecimiento del famoso producto bruto nacional más producción militar, sin olvidar que paralelamente todos los grandes progresos se realizan primero en el sector militar. Ello ha implicado siempre más sacrificio para el ser humano (¡¿o acaso no es precisamente nuestra humanidad que nos piden sacrificar en nombre de la economía, el progreso y la nación?!), más negación de las necesidades humanas del proletariado.

La guerra misma, la declaración abierta de hostilidades, contrariamente a lo que dicen los pacifistas no constituye ningún cambio en la naturaleza misma de la sociedad burguesa, no constituye ninguna ruptura con su progreso, sino que es el resultado más natural del desarrollo económico, de la competen­cia, de la paz social e interburguesa.

Pero por otra parte, desde el punto de vista de la humani­dad, la guerra constituye un salto de calidad  en el antagonismo

entre el capital y el ser humano, entre la burguesía y el proletariado, entre la guerra y la revolución. Y ello por varias razones que podemos esquematizar de la siguiente manera:

 

 

- porque la guerra implica la destrucción de los medios de vida y de la vida misma del ser humano, lo que no es más que una exacerbación del antagonismo general de las relaciones de producción capitalistas (que subsumen la humanidad) con las fuerzas productivas de la humanidad.  

 

- porque ello implica que la realización de los intereses burgueses pasa por la negación del proletariado como clase, que la afirmación del nacionalismo y el imperialismo económico implica la masacre de los proletarios.

 

 

- porque la guerra supone un nivel de agudización general de la miseria relativa y absoluta del proletariado y una agudización de todas las contradicciones sociales, porque cuanto más necesita el capital la paz social y la adhesión a su Estado nacional, cuanto más se requiere la coherencia de la nación, más salta a la vista la contradicción entre los intereses de la nación, el capitalismo y su guerra y el proletariado enviado al matadero.

 

 

- porque la guerra es siempre guerra de destrucción del proleta­riado, porque los enviados a matar y a morir son proletarios, porque en la afirmación de los pueblos y naciones en guerra lo que se destruye es el sujeto mismo de la revolución comunista.  

 

- porque por todas estas razones, el proletariado es forzado más que nunca a pelear, a asumir y reconocer su antagonismo histórico con la sociedad burguesa, porque en épocas de guerra abierta, la más mínima defensa de los intereses del proletariado (aunque sea su pan, su propia vida, la de sus hijos, compañeras o compañeros) es considerado un atentado al Estado nacional (¡y en realidad lo es!) una traición a la patria (¡y también lo es!!), ... y porque la lucha contra su enemigo inmediato, "sus" reclutadores, "su" burguesía, "su" Estado tiene como única alternativa la revolución y se sitúa directamente en el terreno de la lucha universal del proletariado contra la guerra y por la revolución.

Ello se verifica y se concreta históricamente. Por ejemplo, por el hecho de que los momentos más altos de la lucha revolucio­naria universal estuvieron siempre ligados a la lucha contra la guerra imperialista, lo que puede verse desde el movimiento del proletariado en París durante la Comuna, hasta la ola revolucio­naria internacional de 1917-1919, pasando por la guerra y la revolución en España en 1936-37. Ello se concreta también por el hecho de que cuando la contrarrevolución es total y la adhesión al Estado nacional es enorme, la guerra puede cumplir cabalmente su función de destrucción generalizada, como por ejemplo sucedió en la segunda guerra mundial.

GUERRA INTERIMPERIALISTA Y GUERRA CONTRA EL PROLETARIADO

      

Muchas veces, se opone guerra imperialista a guerra contra el proletariado, incluso entre los militantes revolucionarios muchas veces se polemizar sobre si la guerra tiene por función la lucha entre burgueses, entre Estados nacionales o la lucha contra el comunismo.

Tal como hemos ido exponiendo, nosotros consideramos que esta es una falsa oposición, que en realidad toda guerra nacional en el capitalismo, es una guerra al mismo tiempo interimperialis­ta y de destrucción del proletariado. Ello requiere alguna clarificación adicional.  

      

No es que cada una de las fracciones de la burguesía mundial cuando entren en guerra busquen destruir al proletariado o provocar una desvalorización general del capital que logre mejorar las condiciones generales de valorización. Ellas entran en general en guerra para destruir a su adversario en la competencia, para apropiarse los medios de producción o/y los mercados de su competidora, para impedir la desvalorización de sus productos destruyendo o apropiandose de parte o de la totalidad de los medios de producción de su adversario. Pero al tener ese objetivo, y más allá de la consciencia de los que llevan adelante la guerra, realizan la tendencia inmanente de la producción capitalista de destruir fuerzas productivas del capital (medios de producción y fuerza de trabajo), provocando la desvalorización del capital que facilitará luego la recons­trucción y la valorización del resto del capital mundial, y al mismo tiempo destruyendo el sujeto mismo del comunismo.

Para dejar más en evidencia este fenómeno, vayamos a la base misma de la sociedad capitalista. La sociedad capitalista no puede existir en reproducción simple, como decíamos antes, no puede existir sin el crecimiento de las fuerzas productivas, sin revolucionar constantemente el modo de producción. La más mínima observación histórico - empírica permite comprender que el progreso tecnológico es inherente a la vida misma del capital.Sin embargo desde el punto de vista de la totalidad, es decir del capital social, el progreso tecnológico no mejora las condiciones de rentabilidad, bien por el contrario, el progreso técnico en la medida que se concreta en un aumento de la composición orgánica del capital (hacemos abstracción aquí del caso de que un desarrollo de la composición técnica del capital sea contra­rrestado por una disminución de la composición valor) tendería, si no hubiera un conjunto de condiciones que contradicen aquella ley (como el aumento de la tasa de explotación) a una disminución de la tasa media de ganancia mundial. La pregunta que surgiría entonces sería ¿porqué los capitalistas impulsan el progreso técnico, si esto tiende a disminuir la tasa de ganancia media e incluso a desvalorizar el capital existente (esto último se comprende por si mismo, por el hecho de el aumento de la productividad del trabajo disminuye el valor no solo de lo que se va a producir, sino de lo ya producido dado que el valor no es el tiempo de trabajo que algo requirió al ser producido, sino el que se necesita para volver a producirlo o mejor dicho para reproducirlo).  

      

La respuesta es que la esencia del capital es la competen­cia, la anarquía y la oposición de capitales, que el capital no es más que muchos capitales opuestos y en lucha y que la decisión económica no la toma "el capital en general", sino cada capita­lista o cada fracción del capital. Y este/a sí está interesa­do/a en el progreso técnico, pues en base al mismo, obtiene una "plusvalía extraordinaria". En efecto, cada capitalista indivi­dual (o a lo que un cierto nivel de análisis es equivalente), cada fracción del capital, al aumentar la fuerza productiva del trabajo que explota, hace que las mercancías producidas en su empresa o sector cuesten menos tiempo de trabajo que la masa del mismo artículo producido en las condiciones sociales medias mundiales, o dicho de otra forma, que lo que erróneamente se llama el "valor individual" se halle por debajo de su valor social. Pero como el valor real de una mercancía, no es su valor individual, sino su valor social, esto es no se mide por el tiempo de trabajo que insume efectivamente al productor en cada caso individual, sino por el tiempo de trabajo requerido socialmente para su producción, la fracción del capital que implementó la mejora técnica (incluso aunque por el aumento de la producción tenga que vender por algo más de su "valor individual") obtiene los mismos productos y por lo tanto los mismos valores que sus competidores con menos trabajo de donde se deriva una plusvalía extraordinaria.

Es decir poco importa que los capitalistas persigan el objetivo de desarrollar las fuerzas productivas, ellos están obligados a hacerlo. De la misma manera, aunque esto lo hagan para lograr una mayor valorización particu­lar, les guste o no (y en realidad no les gusta!), provocan una desvalorización general  del capital. Es por eso que mucho antes que nosotros, otros militantes revolucionarios habían captado que la contradicción del capital se encuentra en el capital mismo.  

      

Es necesario distinguir siempre entre las tendencias generales y necesarias al capital, como la tendencia a la guerra de desvalo­rización y de destrucción de su enemigo histórico y las formas en que las mismas se manifiestan, es decir la forma en que las leyes coercitivas de la competencia se imponen y se le aparece como motivos impulsores en la conciencia de las diferen­tes fracciones del capital (constituidas en carteles, trust, Estados nacionales, constelaciones de Estados nacionales, etc.)

Y por ello mientras toda la sociedad burguesa, se ocupa exclusivamente de los problemas interburgueses -interimperialis­tas- y antes y durante las guerras todos los medios de difusión nos informan acerca de la correlación de fuerzas entre ambos campos enemigos, o de los parloteos gubernamentales y diplomáti­cos que intentan formalizar dicha correlación en tales o tales acuerdos o convenciones de paz; nosotros los revolucionarios internacionalistas, al nivel más global, ponemos el acento en que la guerra imperialista es una guerra de afirmación del capitalis­mo, una guerra contra el proletariado, contra el comunismo.  

   

Es decir, es tan verdad que la guerra es interimperialista, como que es capitalista y contra el proletariado. Lo que sucede es que frente a esta realidad objetiva, cada clase tiene también objetivamente, su interés y su punto de vista subjetivo y de clase. Por eso mientras la burguesía (y la opinión pública que la misma fabrica) se sitúa en el terreno beligerante e interimpe­rialista (de lo cual los discursos del Papa, de los otros pacifistas, o en general los acuerdos diplomáticos no son más que expresiones); el proletariado y con más razón aún los elementos más decididos y organizados de esa clase, es decir, los comunis­tas, se sitúan abiertamente en la lucha revolucionaria contra la guerra.

 

NUESTROS MATERIALES CONTRA LA GUERRA

 

En la lucha histórica del proletariado contra la guerra, la vanguardia revolucionaria ha ido clarificando todos estos aspectos que en forma general y abstracta hemos esquematizado aquí. Desde el Manifiesto del Partido Comunista que afirma que el proletariado no tiene patria, o la consigna de Roig de San Martin a fines del siglo pasado de "ser patriota es ser asesino" pasando por la afirmación explícita del derrotismo revolucionario frente a las (llamadas) primera y segunda guerras mundiales, hasta todo el trabajo posterior de reapropiación programática realizado por las fracciones comunistas, se ha ido afirmando la teoría revolucionaria del proletariado en este sentido.

El Grupo Comunista Internacionalista, como parte de este largo trabajo de nuestro Partido histórico, desde sus orígenes hasta hoy, ha centrado sus esfuerzos en el derrotismo revolucio­nario, y en ese cuadro ha impulsado consecuentemente la clarifi­cación teórica, ha publicado materiales históricos de nuestra clase, tomado posición siempre contra todas las guerras del capital y en la medida de sus fuerzas participado en diversas acciones y reuniones tendientes a organizar las minorías revolucionarias que se sitúan a la cabeza del proletariado en la lucha contra el capital y su guerra.  

      

Reafirmamos aquí la coherencia general de los diversos materiales que hemos publicado en nuestras revistas centrales en este sentido, no solo porque nos parece que contribuyen a explicar la guerra en el Golfo, y lo que ahora (marzo de 1991) llaman paz en esa zona, sino porque siguen siendo esenciales para comprender el futuro.

Además de las Tesis de Orientación Programática de nuestro grupo, que tratan siempre de poner en evidencia la relación existente entre la contradicción capital - comunismo, y guerra imperialista - revolución social; los materiales que hemos publicado (sin que esta mención pretenda ser exhaustiva) como parte de nuestra acción general contra el capitalismo y la guerra, pueden agruparse en:

1) Trabajos de fondo sobre el capitalismo y las guerras.  

2) Derrotismo revolucionario y organización de la comunidad de lucha contra el capital y la guerra.  

3) Análisis de fuerzas militares y tomas de posición particulares contra la guerra y por la revolución.    

1) Trabajos de fondo sobre el capitalismo y las guerras:  

- Liberación nacional: Cobertura de la Guerra Imperialista, publicado, en Comunismo Nº 2 y Nº 3

.- Contra la mitología que sustenta la liberación nacional, en varios numeros de Comunismo (4, 5, 7, 10)

.- Memoria obrera: las causas de las guerras imperialistas; posición de la tendencia Hennaut, posición de la tendencia Jehan y nuestra (GCI) posición, en Comunismo Nº 10.

- Capital, totalidad y guerra imperialista, en Comunismo número 14.- Nos hablan de paz, en Comunismo Nº 24.  

2) Derrotismo revolucionario y organización de la comunidad de lucha contra el capital y la guerra.   - Hacia la organización internacional del proletariado, en Comunismo nº 4.- Ayer, hoy y mañana: las tareas de los comunistas en Comunismo nº 21.- Propuesta internacional: a los grupos y militantes que luchan por la revolución proletaria mundial en Comunismo Nº 23.- Invarianza de nuestro trabajo internacional y algunos elementos concretos para implementar la propuesta, en Comunismo Nº 23.-A propósito de una reunión internacional de trabajo en Anexo a "Algunas observaciones a propósito de la relación mundial de fuerzas entre las clases" en Comunismo Nº 27.  

3) Análisis de fuerzas militares y tomas de posición particulares contra la guerra y por la revolución.  

- Nuevo salto en la carrera hacia la guerra en Comunismo Nº 3.- El ejército y la política militar de Estados Unidos, Comunismo Nº 8 y Comunismo Nº 9.- Malvinas: contra la guerra imperialista, la revolución comunista mundial, en Comunismo Nº 9.- El proletariado no tiene patria, en Comunismo Nº 10. - La guerra y la paz contra el proletariado, Manifiesto interna­cional, en Comunismo Nº 10.- Irán - Irak: guerra de clases contra guerra imperialista, Comunismo numero 19.- Cisjordania, Gaza, Jerusalen, una vez más la burguesía prepara la masacre contra la lucha del proletariado, en Comunismo nº 24.- La masacre de Halabya, en Comunismo Nº 25.- Contra la paz y la guerra de este mundo de mierda en Comunismo Nº 28.         

Es claro que, la clasificación aquí efectuada es arbitraria y que más de un texto debería encontrarse en dos o en todas las rúbricas. Por otra parte, debemos aclarar que si bien considera­mos la totalidad de estos materiales como de nuestro Partido, del Partido histórico del proletariado, en algunos casos los materiales no fueron redactados (o no exclusivamente) por nuestro pequeño grupo.     

 

CUADRO DE NUESTRO ANÁLISIS DE LA GUERRA DEL GOLFO.

 

La reciente guerra en el Golfo fue una demostración indiscutible de la validez del análisis efectuado por el marxismo revolucionario. Contra todos los discursos burgueses que afirmaban que en fin se había llegado a una época de paz eterna, el capitalismo volvió a mostrar su verdadera naturaleza guerrera.           

La guerra interimperialista, se verificó una vez más como una guerra del capital por su conservación, como guerra contra el proletariado. Es decir guerra simultáneamente de gran negocio y de destrucción de fuerzas productivas; de vidriera internacio­nal de la industria de armamento y de masacre de proletarios.         

Para una comprensión profunda de las determinantes más globales que explican la guerra del Golfo una nueva lectura de la polémica histórica entre la tendencia de Hennaut y la tendencia Jehan, sobre las "Causas de la guerras imperialistas" así como nuestra explicación y toma de posición nos parecen fundamentales (Comunismo Nº10). En continuidad con ello aconseja­mos también como indispensables la lectura de nuestro texto "Capital, totalidad y guerra imperialista" en Comunismo Nº 14, así como "Nos hablan de paz" en Comunismo Nº 24 así como los editoriales en los que denunciamos la guerra y llamamos al derrotismo revolucionario contra la misma, como por ejemplo el de nuestro último número (Comunismo nº 28).         

En cuanto a las grandes fuerzas capitalistas presentes en la guerra del Golfo resulta decisivo el análisis de la potencia militar de USA y en particular de la reorganización general del ejército operada en ese país para asumir el papel de gran gendarme del orden burgués internacional, para lo que remitimos al lector a nuestro texto "El ejército y la política militar de Estados Unidos, en Comunismo Nº 8 y Comunismo Nº 9. En la guerra del Golfo vimos como todo lo que en esos textos señalábamos como reorganización del ejército y la política militar de los Estados Unidos, logró su más cabal confirmación y aplicación. Lo único que desde esa fecha ha variado en la fuerza militar más poderosa del mundo es la importancia creciente de la preparación militar para los conflictos de "mediana intensidad" (como fue la guerra del Golfo; una guerra convencional contra un ejército importante) en relación a los de "alta intensidad" (riesgo que con las contradicciones interimperialistas al interior mismo del Pacto de Varsovia, que determinaron su desaparición, se considera menos probable) y a los de "baja intensidad" (disminución de la importancia relativa de los grupos guerrilleros); pero incluso esta adaptabilidad no es más que una aplicación de la flexibili­dad general que analizábamos en aquellos materiales.         

Entrando más particularmente en el sujeto de la zona de la guerra, resulta imprescindible releer un conjunto de artículos nuestros en el que contra la corriente, nuestro Grupo insistía en la importancia enorme del desarrollo en la región de la contradicción guerra y revolución; y en donde, ahí en donde nadie veía más que guerra entre países, nosotros metíamos el acento en la guerra capitalista contra el proletariado en Irán e Irak. Primero guerra contra la acción revolucionaria del proletariado en la región (especialmente en Irán, en donde la burguesía había presentado la carta radical del Ayatola Khomeny contra una revuelta proletaria que había logrado desarmar a uno de los ejércitos más importantes de la tierra), luego de afirmación de la contrarrevo­lución. Invariantemente se presentaba también en esos textos a la paz como parte de la guerra y por eso cuando se firmó la paz entre Irak e Irán y toda la corriente consideró terminada la cuestión Irán - Irak, nosotros tanto por nuestra concepción global (la paz y la guerra como expresiones de una misma realidad capitalista contra el proletariado), como por la información que teníamos de nuestros compañeros (la movilización militarista continuaba), seguimos insistiendo y haciendo llamados a los revolucionarios para continuar organizando el trabajo de la comunidad de lucha del proletariado contra la guerra y la paz en Irán e Irak y realizamos una reunión internacional a tales efectos. Al respecto, hoy que nuevamente se habla de paz en el Golfo, resulta fundamental leer el Manifiesto hecho por compañe­ros de la región en 1982 (Comunismo Nº 10), así como "Irán Irak: guerra de clases contra guerra capitalista" (Comunismo Nº 19) "la masacre de Halabya" porque basándose en informaciones directas de compañeros de la región se pone en evidencia en las diferentes fases y momentos, que detrás de la contradicción entre las fuerzas imperialistas que llevan adelante la guerra Irán e Irak, la contradicción principal entre guerra (y paz) capitalista por un lado y el proletariado por el otro, llega a niveles de exacerbación impresionantes.          

En consecuencia, con este cuadro de análisis, nuestro grupo, consideró desde hace años la región Irán - Irak, como una región clave en el desarrollo de la contradicción proletariado -  burguesía, comunismo - capital. Por ello, consideró como eje central del trabajo internacionalista la realización de una campaña internacional contra la guerra capitalista y en particu­lar contra la guerra y la paz en Irán e Irak. Ver en particular Comunismo Nº 23 y Le Communiste Nº 25, en especial el artículo "Invarianza de nuestro trabajo internacional y algunos elementos para implementar la propuesta", así como el número  25 de Comunismo titulado: "Irán / Irak, "Contra la Guerra y la Paz Capitalista; DERROTISMO REVOLUCIONARIO".         

A pesar de que en cuanto a análisis mismo, no haya nada muy nuevo que agregar, el desarrollo de esta guerra del Golfo, su brevedad, la continuación de las guerras interburguesas internas en la zona, requiere, teniendo en cuenta la gigantesca falsifica­ción de todo lo sucedido operada por todos los medios de difusión, al menos, una descripción consecuente, desde nuestro punto de vista de clase.    ( [1] )

 

GUERRA ABIERTA CONTRA EL PROLETARIADO

 

Lo primero que queremos subrayar es que contrariamente a todo lo que se dijo, la guerra del Golfo fue desde nuestro punto de vista, una guerra contra nosotros, los proletarios.         

Una vez más en la historia del capitalismo, se envió a la carnicería y a la masacre a decenas, centenas de miles de proletarios, en nombre de la patria, de la paz, de la democracia, de la liberación contra el imperialismo o / y la dictadura. Una vez más, lo que había detrás de los miles de proletarios que se mataban entre ellos, no era ni más ni menos que un problema de dinero, de mucho dinero, de valor luchando por valorizarse, de guerra capitalista, de guerra de capitales.         

Todo fue instrumentado para que la masacre generalizada sea lo más impecable posible. En los campos de batalla en Irak, en Kuwait, los proletarios (¿es necesario recordar que los proleta­rios inmigrados fueron los primeros en ser reclutados por la fuerza en el ejército de Irak y enviados al frente?) eran literalmente enterrados, obligados con el fusil en la espalda a permanecer en las trincheras cavadas en el desierto: adelante campos minados para intentar evitar fugas y rendiciones y en la espalda las tropas de élite (guardia republicana), que garantiza­ba la ejecución sumaria de cualquiera que reculaba, o defecciona­ba.         

Cuando, antes de la ofensiva terrestre, las fuerzas de la Coalición gritan victoria, y anuncian que ya han puesto fuera de combate a los 3/4 de las fuerzas regulares del enemigo, aunque solo a un 10 por ciento de la guardia republicana, están, desde nuestro punto de vista, confesando cínicamente que la masacre se ha concentrado principalmente en los proletarios uniformados, que decenas de miles de seres humanos, sin la más mínima posibilidad de defenderse fueron conjuntamente sacrificados por el Estado Iraquí y por la Coalición. Desde el punto de vista del Estado Iraquí, que no debemos olvidar ayer tiraba contra sus propias tropas que desertaban en masa, había efectuado dicho despliegue de fuerzas, para que esas decenas de miles de seres transformadas en carne de cañón enlentezcan (tal vez de algún día) el irreme­dia­ble avance del enemigo. Desde el punto de vista de la coalición, dichas tropas inmóviles, enterradas, sin ningún tipo de arma sofisticada, constituían un blanco fácil, privilegiado, adonde se podía probar todos los medios de muerte, sin asumir ningún riesgo grande.         

Incluso antes, del desencadenamiento oficial de los combates, toda la población civil de Irak es tomada como rehén (en cuanto a los otros "rehenes", las personalidades, se arreglaron entre ellos - los burgueses - y fueron "liberados") (1) siendo sometida durante meses a una situación de penuria generalizada, ... por medio del bloqueo total, incluido alimenti­cio y de todo lo necesario a la salud, que fuera organizado y controlado, con el aval de las Naciones Unidas, por el conjunto de los países de la coalición. Y también ahí, el régimen de Irak, descargará todo el peso del bloqueo para someter el conjunto de la vida a las exigencias de su guerra, es decir para imponer un nivel aun peor de militarización del conjunto de la sociedad, es decir para someter aun más proletarios e imponerles plenamente los intereses de la nación. Digamos de pasada, que es esta impresionante situación de embargo y bloqueo alimenticio, que reivindican una gran parte de los pacifistas y que comenzado el bombardeo, en plena coherencia con el humanismo que los caracte­riza, proponían volver a aquella situación, y continuar el bloqueo hasta el final.         

En cuanto a los bombardeos en sí, no nos han ocultado las centenas de miles de toneladas de bombas que sembrando la muerte y la destrucción fueron largadas en los territorios de Irak y Kuwait. Pero lo que si, hicieron todo lo posible, es para convencer al planeta entero de que solo se trataba de una "intervención quirúrgica", que destruía únicamente blancos militares. Desde la misma hipócrita distinción entre militar y civil (los enrolados por la fuerza por ejemplo son "naturalmente" considerados, blanco militar), toda la propaganda, tiende a que el proletariado del resto del mundo acepte pasivamente el desarrollo de esa masacre "lejana".  Contra toda esa propaganda, nosotros sabemos que fueron nuestros hermanos de clase, quienes son oprimidos al extremo por la guerra, quienes soportaron toda la pesadilla, quienes caen bajo las toneladas de todos esos medios de muerte que eran tirados día tras día.         

Dada la debilidad político - militar del bloque dirigido por Sadam Hussein, el proletariado de los países de la Coalición, no sufrió directamente de los bombardeos u otras atrocidades inherentes a la guerra (las pocas decenas de muertos, concierne principalmente las tropas de élite), pero sin embargo experimentó un mayor ataque a las condiciones de reproducción de la vida (y por ello de la lucha), concretada tanto en un aumento de la tasa de explotación como en un aumento generalizado de la represión. El aumento de la tasa de explotación se operó principalmente vía un aumento excepcional de precios -sin compensación salarial - pretextado en el aumento del petróleo (lo que a su vez, como resultó evidente, se debió a cuestiones especulativas y no a razones de merma de la producción o escasez), pero también en algunos casos por la imposición directa de tasas o impuestos públicos para financiar el esfuerzo nacional de guerra. El aumento generalizado de la represión estuvo dirigido especialmen­te contra toda lucha contra la Unidad Nacional y contra toda insumisión a la política de guerra, etc. Los discursos militaris­tas de los diferentes gobiernos fueron acompañados, en Estados Unidos, en Turquía, en los países del Norte de Africa, en Tailandia y en varios países Europeos, por medidas draconianas de terrorismo estatal, de persecución de desertores, de aprisio­namiento de decenas de miles de proletarios que mostraban su rechazo a la criminal política imperialista de "sus propios" patrones, de "sus propios" Estados Nacionales. Enfin, durante ese breve período se intensificaron las medidas de control policial de toda la población en muchísimos países, al mismo tiempo que se intenta por todos los medios, detectar, arrinconar, y terrorizar a todos los que luchan contra "su propio Estado", a los militantes internacionalistas.         

¡Qué diabólico engaño, que en el mismo momento en que el Estado Mundial concentra la más increíble concentración de instrumentos de muerte y de terror en el Medio Oriente, se proclame en otra parte el campeón del antiterrorismo en general y persiga, con ese mismo pretexto, a los militantes revoluciona­rios!         

En Turquía, en Túnez, Marruecos, Argelia, ... la guerra permitió la represión directa de las luchas proletarias que se habían desarrollado durante los últimos meses.  En Turquía, el fin del 90 y el principio del 91, fueron marcados por una serie importante de huelgas muy duras y radicales principalmente en el sector minero (Zanguldak), pero también en la industria metalúr­gica y en el sector automotriz. En Túnez, las manifestaciones masivas y regulares del proletariado, que expresaban el descon­tento generalizado, al mismo tiempo que el repudio a los gendarmes del Estado mundial representados por la Coalición, fueron violentamente reprimidas como manifestaciones proislamis­tas, tratando de paso de desviarlas y canalizarlas y de credibi­li­zar el movimiento Ennhadha, que sin embargo, siempre fue extremadamente leal al Gobierno. En Argelia, prevalece una situación similar, y el Gobierno, para evitar un segundo "octubre 88", ha movilizado como para participar a la guerra, acantonando tropas y concentrándolas en las grandes ciudades, llamando a los reservistas y obligando a los jóvenes que terminaban su servicio militar a continuar sirviendo en el ejército. En Marruecos el 14 de diciembre de 1990, se reprime violentamente y sanguinariamente la revuelta proletaria que seguía en ascenso (40 muertos).         

En Francia, Inglaterra, Bélgica, ... la burguesía tampoco perdió el tiempo e intensificó su política racista y xenofoba. Así por ejemplo al mismo tiempo que en Inglaterra, se sometía a los refugiados Iraquis (¿es necesario recordar que la mayoría son fugitivos de las garras del terrorismo estatal dirigido por Sadam Husseim?) y se los encerraba en campos de retención (verdaderos campos de concentración) y que toda persona proveniente del Medio Oriente era considerado, fichado y perseguido como un terrorista en potencia, en Bélgica se amenaza a más de 6000 marroquíes de expulsión.

Por otra parte con la guerra, un conjunto de compañías de ya dudosa rentabilidad, ven disminuidos su volumen de ventas y aprovechan para descargar dicha situación contra el proletariado. Así por ejemplo sucede en el sector de las compañías aéreas. Desde Pan Américan a Air France pasando por British Airways, anuncian miles de despidos.         

En Estados Unidos mismo, el consenso generalizado entre la población con respecto a la política guerrera de ese Estado, del que tanto nos hablaron en todos los medios de difusión, no les impidió el reprimir violentamente muchas manifestaciones contra la guerra (a pesar de estar dirigidas por pacifistas en la mayoría de los casos) y arrestar a unas 15.000 personas, según medios de difusión cubanos. Al mismo tiempo, que en los primeros días de la guerra aérea por primera vez en años se constata un alarmante déficit, se reprime violentamente a grupos que difunden volantes contra la guerra en los centros de reclutamiento y a los soldados se los lleva a la guerra quieran o no. Así por ejemplo, una asociación de defensa de los soldados en Estados Unidos denominada el "Hórreo Courseling Network" denunció que "varias centenas de militares norteamericanos que se encontraban en Alemania fueron embarcados por la fuerza, cuando fue considerado necesario con las manos y los pies atados, hacia el Golfo".

CUADRO DE NUESTRO ANÁLISIS DE LA LUCHA INTERIMPERIALISTA

Desde nuestro punto de vista, los antagonismos imperialis­tas, son evidentemente secundarios, frente a las tendencias inmanentes que empujan el capital a la guerra contra el proleta­riado y por eso en nuestras páginas el lector encontrará siempre relativamente poco espacio dedicado a su análisis. Esto no es más que una aplicación, de nuestra posición de clase que nos hace situar directamente en el campo de la lucha contra la guerra o si se quiere, de nuestra línea invariante de centrar todo en lo que es la dinámica central de esta sociedad y su negación.        Sin embargo, tal como lo dijimos, los protagonistas no hacen la guerra porque se les pasa por la cabeza matar proletarios (aunque no hay ninguna duda de que en muchos casos, si se ponen de acuerdo para hacerlo; en especial cuando se trata de reprimir en base a un frente militar único burgués una revolución proletaria), sino para enfrentar a sus rivales en la competencia. Por ello, y dada la importancia de los enfrenta­mientos capitalis­tas en el Golfo, consideramos necesario, por esta vez, el hacer una breve incursión en el análisis de las contradic­cio­nes imperialis­tas que determinaron la guerra, sin que estas pocas líneas pretendan constituir una explicación suficiente de las mismas.  

Si hemos dejado reclaro, que el desarrollo de la guerra del Golfo o de otras a venir, en cuanto que son guerras contra el proletariado, no constituyen ninguna sorpresa, dado nuestro cuadro de análisis, veremos ahora que tampoco en lo que concierne el desarrollo de las contradicciones interimperialistas que llevaron a la guerra del Golfo, existen grandes sorpresas.         

Al respecto, los analistas de la política internacional (incluidos por supuesto grupos que se autoproclaman revoluciona­rios), se han visto, casi sin excepción totalmente desorientados por los cambios de alianza, por la desaparición de tales o tales unidades, o bloques, y por la afirmación de la polarización que llevó a la guerra del Golfo entre la Coalición dirigida por el Imperialismo yanqui por un lado y Sadam Hussein y sus aliados por el otro.         

Desde nuestro punto de vista, por el contrario, el reacomo­da­miento de las fuerzas imperialistas, que hizo pasar a segundo plano otras contradicciones y que hace posible la guerra del Golfo durante los meses primeros dos meses de este año, no constituyen ninguna sorpresa.         

En efecto, esa permanente puesta en cuestión de las alianzas de ayer, o de los repartos imperialistas efectuados en cualquier otra paz, frente a la nueva agudización de la crisis, están implícitos en la esencia misma del capital y el tipo de unidad que este realiza. Tal como lo decimos en las "Tesis de Orienta­ción programática", la burguesía se encuentra también en contraposi­ción general con el proletariado por el tipo de unidad que es capaz de producir, porque mientras en el proletariado la unidad es el producto de una comunidad total de intereses, la unidad de burgueses es siempre una unidad contra otros, una unidad de intereses opuestos unificados frente a otros, que en esas circunstancias aparece como prioritario enfrentar.     

Nuestra tésis 19 dice:      

"Así, el carácter mundial del capitalismo engendra al proletariado como clase mundial, sin ningún interés regio­nal, sectorial, nacional, que defender. Por el contrario, la burguesía no solo realizó su revolución afirmando sus intereses particulares, sino que su propia esencia (la competencia) la empuja permanentemente a oponerse entre sí, enfrentándose a todos los niveles en el reparto de los medios de producción y los mercados. La unidad entre burgueses (sociedades anónimas, acuerdos monopólicos, Estado nacional, constelación de Estados... Estado mundial) se opera siempre para enfrentar en mejores condiciones la guerra comercial o/y la guerra de clases, volviéndose a despedazar en cada instante en sus diferentes fracciones particulares. De ahí que, por más unificada que sea, la acción de la burguesía, contiene siempre la división; que, toda paz es una fase de una guerra futura, mientras que en el proletariado por el contrario, toda acción, por más parcial que sea, contiene la universalidad..."       De la misma manera que para nosotros los cambios de los que tanto se hablan en el Este, no significan otra cosa que la exacerbación de la crisis del capital y que la perestroika o todas las pseudovariantes de la política económica del capital, no son otra cosa que nombres diferentes con lo que se adorna la vieja política burguesa de austeridad y de ajustes de cinturones en épocas de crísis (¡¡¡la mismísima patrocinada por el Fondo Monetario Internacional en todas partes!!!!!), en el fin del Pacto de Varsovia, en la lucha interburguesa interna de los países del Este de Europa, que sin lugar a dudas condicionaron la distribución de fuerzas imperialistas que hicieron posible tanto la Guerra del Golfo, como el cese de fuego actual, nosotros vemos una confirmación de nuestro análisis.         

Y lo mismo podemos agregar, de los sucesivos cambios de alianza en las distintas fuerzas del Medio Oriente o en las Potencias Occidentales que invadieron el Golfo Pérsico, que describimos y comentamos en el Editorial de Comunismo Nº 28, y por lo cual, por ejemplo, el gran aliado de ayer, Sadamm Hussein, de los Estados occidentales, pase de golpe a constituirse en el máximo cuco fascista, mientras que simultáneamente se abrazan y besan con el régimen terrorista de Siria o de Marruecos en nombre de una lucha "contra la dictadura"; o dicho de otra forma que en nombre de lucha contra la violación del derecho internacional, constituyan una coalición no solo los Estados de EEUU, Inglate­rra, Francia ... que dada su potencia terrorista son los que hacen dicho derecho ( que no es más que la expresión ideológica de esa relación de fuerzas) y por lo tanto toda violación la legitiman fácilmente también en nombre del derecho, sino el Estado de Siria que mantiene su ocupación sobre el Líbano, el Estado de Israel que mantiene desde hace décadas territorios ocupados en violación abierta de ese mismo derecho, el Estado de Turquía que asegura el terrorismo en Chipre, el Estado de Marruecos que hace lo que se le antoja, contra todas las normas internacionales en el Sahara occidental; es decir una coalición que ni siquiera puede presentarse con ninguna legitimidad propia, sino que debe aparecer como lo que es en realidad toda unidad burguesa, es decir una unidad circunstancial y sin principios contra un enemigo también de circunstancial.                                                                     

Al mismo tiempo, es indudable que si esa contradicción circunstancial pasó al primer lugar internacional es porque la vieja contradicción guerrera, (OTAN - Pacto de Varsovia) consolidada en la otra guerra, o lo que es lo mismo, en la otra paz (Pacto de Yalta), no era tan importante como muchos creían y podía pasar a un segundo o tercer lugar. Nuestro cuadro de análisis, basado invariantemente en la esencia del capital, se distinguió siempre de los análisis de superficie, que solo podían ver la guerra como guerra entre dos bloques fijos uno "capitalis­ta", otro "socialis­ta" o uno "proyanqui" y otro "proruso"(2). Todos aquellos que se manejaban con esta simplici­dad periodísti­ca, se ven desarmados para explicar, tanto las guerras interimpe­rialistas que en el Este se están gestando, como la polarización que hizo posible la guerra del Golfo y aquellos para quien el mundo estaba efectivamente dividido en dos o en tres (nosotros combatimos dichos prejuicios ideológicos en todas partes, ver en particular Comunismo Nº 1 presentación ( [2] ) ( [3] ) y también nuestras Tesis -ejemplo Tesis nº 27-), se ven hoy obligados a hacer grandes peroratas sobre los cambios de naturaleza de los países del Este, o acerca del fin del bloque del Este. Peor aun, les sucede a aquellos que veían diferencias esenciales en la naturaleza social de los regímenes del Este y Oeste, considerando a aquellos, sea como "socialistas", sea como países "capitalistas de Estado"(3).         

Para nosotros, por el contrario, este cambio de alianzas, de bloques intercapitalistas, no tiene nada de extraordinario, es la consecuencia inevitable de las determinaciones esenciales del capital y pueden verificar­se durante toda la historia de este régimen de produc­ción. Es lo que explica, contra todas esas ideologías por ejemplo que la misma potencia imperialista (aunque se llamara socialista) le vendiera armas a los dos bandos de una guerra imperialista local (como hacía por ejemplo Checoslovaquia hace más de 20 años en la confrontación Biafra - Nigeria), o los sucesivos cambios de alianza en Etiopía, en donde por ejemplo la cuña de penetra­ción imperialista constituida por el Estado de Cuba, apoyara en un momento "la lucha de liberación del pueblo de Eritrea" y poco después en base a sus acuerdos con el Estado de Eritrea (determinados a su vez por el ascenso de un gobierno promoscovita) y en nombre de la "defensa de la integridad territo­rial de Etiopía", pasase a considerar a sus aliados de ayer como sus peores enemigos y a meterles plomo y napalm. Podíamos multiplicar hasta el infinito este tipo de ejemplos durante este siglo, pero para mostrar la invarianza de esta característica del capitalismo nos parece más adecuado recordar un ejemplo del siglo pasado: el capital de origen europeo en América termina autonomizandose y dando lugar a guerras contra las fracciones que querían mantener el statu quo. En todos los casos se da una ruptura del capital con sus orígenes nacionales, así el capital de origen inglés (y europeo en general), consoli­dado como capital norteamericano, se enfrenta a aquel en la guerra de independencia, y los capitalis­tas criollos en América del Sur se aliarán con Inglaterra para llevar adelante la guerra imperialis­ta de independencia contra España. 

 

LAS RAZONES DEL DESENCADENAMIENTO DE LA ACCIÓN MILITAR IMPERIALISTA  

 

Por supuesto, que dado nuestro cuadro global de análisis, nos interesan muy poco, las especulaciones sobre quien rompe la alianza, quien constituye otra, que gobierno cambia de campo imperialista, etc. y menos aun sobre que bloque imperialista agrede al otro, o toma la iniciativa en la guerra. O mejor dicho, solo nos interesa en la medida de la fuerza de las diversas alianzas para controlar y canalizar al proletariado, o en la medida de que las justificaciones de las alianzas y las guerras son las formas ideológicas, que transformadas en fuerza por partidos, sindicatos, medios de (des) información son capaces de encuadrar al proletariado. Es, desde ese punto de vista que en plena campaña de guerra generalizada, nosotros indicábamos ya los límites que la polarización podía tener:      

"No es este el lugar para aportar nuestro granito de arena a la especulación generalizada, sobre si la guerra sí, o la guerra no, ...todavía ...; simplemente nos parece importan­te subrayar que la actual repolarización del mundo no nos parecen madura aún, en cuanto a constitución de bloques y mistificaciones para el objetivo supremo de la burguesía de llevar a la guerra generalizada al proletaria­do mundial. Sin subestimar la adhesión que ha suscitado Saddam Hussein en extensas masas del proletariado interna­cional, por el odio que estas sienten contra los Estados gendarmes de las grandes potencias imperialistas, nos parece que el "carni­cero de Bagdad" está demasiado quemado frente a sus propias tropas y población (como también lo está Yasser Arafat o Kadafi) para constituir un polo creíble frente a la adhe­sión masiva que tienen las potencias occidentales y cris­tianas y lograr los objetivos supremos del capital. Esta afirmación, no excluye el desarrollo de la polarización y de los conflictos militares a corto plazo, sino que tiende a advertir sobre el peligro de una polarización interbur­guesa internacional mucho más neta, atrayente y por lo tanto peligrosa para el proletariado mundial, si las mismas banderas son retomadas por fraccio­nes del capital menos quemadas frente a sus propias pobla­ciones"           

Es decir, que al mismo tiempo que afirmábamos la necesidad del capital de generalizar la guerra (y desde el punto de vista de la agudización de la crisis y la necesidad de desvalorización dicha necesidad es cada vez más violenta), afirmábamos los límites que la polarización interburguesa de la "guerra del Golfo" tenía desde el punto de vista de su capacidad de encuadrar al proletariado, sin lo cual la generalización de la guerra es imposible. Teniendo en cuenta el desarrollo de los antagonismos durante la última década, nosotros considerábamos, sumamente débil al bando de Saddam Hussein, por lo quemado que estaba tanto dicho líder burgués, como su Partido, como para crear una alternativa internacional frente a imperialismo judeo cristiano como pretendía. Esto último quedó cabalmente demostrado, por la total falta de apoyo que tuvo el régimen de Saddam Hussein, tanto internamente, como a nivel internacional y sobretodo en la falta total de espíritu de combatividad de "sus propias tropas".         

Incluso la iniciativa imperialista del Estado de Irak, de invadir Kuwait fue el producto, no de una fuerza, sino de un conjunto de debilidades, lo que tampoco constituye una sorpresa para nosotros, pues en general son las fracciones burguesas con mayores problemas tanto de acumulación, como de control de su propia población quienes se sienten obligadas a romper el cuadro de la paz imperialista con tal o tal acción armada, lo que las lleva a aparecer como agresoras y dar una ventaja a su adversario en el enfrentamiento militar (desde que el viejo Clausewitz lo sistematizara en su tratado "De la Guerra" cualquiera sabe que la defensiva es una posición estratégica superior a la ofensiva). También en las grandes guerras europeas de este siglo, llamadas primera y segunda guerras mundiales se verifica esto. Las potencias imperialistas más perjudicadas por las paces anteriores y por lo tanto menos favorecidas con el reparto de fuerzas productivas y mercados preexistentes, fueron las que asumieron la iniciativa de las primeras invasiones lo que les implicó conceder una ventaja estratégica que les fue fatal.      

En el caso del Estado de Irak, también la situación a nivel de la competencia interimperialista era desastrosa y había sido agravada por una deteriorización de los términos de intercambio que se objetivaba en una balanza comercial y de pagos cada vez más desfavorable, así como en una enorme deuda externa calculada en 70 a 90 mil millones de dólares en agosto de 1990. En ese sentido, la ruptura de los acuerdos de precios de la OPEP por parte de los Estados más serviles a la política imperialista de las potencias occidentales, como era el caso de Kuwait y de Arabia Saudita, era vista por la burguesía Iraquí como una agresión a todo su ciclo de acumulación. Con la invasión y anexión de Kuwait (y la imposición de nuevas condiciones a Arabia Saudita) se pretendía globalmente cambiar esta situación, no solo reapropiarse de nuevas fuerzas productivas (combustibles, materias primas y hasta la salida al mar) sino al aumentar el porcentaje de la producción de petróleo controlada por la burguesía de ese país, mejorar la relación de fuerzas dentro de la OPEP y de esta frente al mundo, revalorizando así su fuente fundamental de divisas. Simultáneamente, frente al proletariado, se pretendía encontrar nuevas razones que justificasen su militarización permanente, consolidar una nueva oposición "contra el imperialismo" buscando una adhesión a la nación que nunca se había logrado, a pesar de que el régimen había destruido militar­mente la gran ola de derrotismo revolucionario que había azotado el país un poco antes y de la que hablamos en todos nuestros textos sobre Irán - Irak.               

Claro que desde el punto de vista del ciclo del capital mundial, esta invasión era un cuestionamiento demasiado generali­zado para dejarlo pasar. La perdida de control, en una parte tan importante de los medios de producción, como el porcentaje de petróleo que hubiese quedado controlado por otros, implicaba un gigantesco ataque al ciclo de acumulación de una parte también muy importante de la burguesía mundial. Ello, sumado a los intereses geopolíticos de las grandes potencias del capital, hacía que, cualquiera sean las diferentes negociaciones particu­lares que había entre las diferentes fuerzas en presencia, (cfr. el desmentido de las negociaciones previas entre Saddam Hussein y la potencia militar de EEUU a través de la embajadora en Kwait, según las cuales ésta se habría comprometido a que Estados Unidos no utilizaría la fuerza militar) la invasión de Kuwait por el Estado de Irak, debía ser necesariamente considerada como una gigantesca agresión a los intereses burgueses de las otras potencias imperialistas.         

Desde el punto de vista del Estado de Estados Unidos, estos hechos, conforman un conjunto de circunstancias ideales para enfrentar las grandes dificultades que tiene ese Estado en la gestión del capital en ese espacio productivo, y para fortificar su potencia imperialista. Al respecto merece la pena subrayar los siguientes puntos:

- Primero que nada, que frente a la crisis generalizada de la acumulación en el espacio productivo de USA, que se vislumbraba desde hacía algunos meses, y en donde hasta los economistas hablaban de "caída vertical" la guerra aparece como la vieja solución keynesiana de aumentar el gasto público (en este caso sin un aumento grande del déficit, dado que se le hacía financiar a otras fuerzas), para aumentar la demanda efectiva y así reactivar la economía nacional (y dada la importancia de ésta: mundial)

- Geopolíticamente, esta era la situación soñada para afirmar el papel de Estados Unidos como gran gendarme internacional, apareciendo por un lado como el gran abanderado del derecho internacional y conquistando en la práctica un lugar estratégico de incuestionable valor geomilitar.

- Paralelamente, la movilización militarista nacional e interna­cional bajo la bandera de USA y contra un enemigo mucho más débil, fortificaba estratégicamente el papel de ese Estado frente a todos sus posibles adversarios, consolidando al mismo tiempo el ejército y volviendo a darle motivos reales para hacer la guerra (contra los dictadores, los terroristas, los invasores ...). Este punto es de suma importancia, dada la deteriorización general de la imagen del gendarme que la guerra de Viet Nam y otras invasiones posteriores, le había dado tanto en lo externo como en lo interno.  

- Situación ideal también, para intentar imponer un tipo de orden del capital (contra otros) en una de las zonas más codiciadas del mundo, que desde hace muchas décadas es un vivero de contradic­ciones. En particular, la consolidación y el reconocimiento general del Estado de Israel, con Jerusalén como capital reconocida internacionalmente (a cambio de una u otra concesiones menores para que como dice la burguesía mundial "los palestinos tengan su Estado") aparece como realmente posible solo bajo la protección militar y general en la región de ese mastodonte imperialista que es el Estado de USA.      

Esta corta enumeración no es ni mucho menos exhaustiva, dado que no nos interesa entrar en un mayor detalle, pero en la decisión misma del desencadenamiento de la acción militar imperialista, hay que tener en cuenta, claro está, los intereses más particulares de un conjunto de fracciones burguesas directa­mente interesadas, como aquellas que políticamente se prestigia­ban con el "restablecimiento del honor norteamericano", el "lobby" militar que integran desde los hombres claves del Pentágono a los directorios de las grandes empresas fabricantes de armas (es decir de las grandes empresas a secas!), el "lobby" judío, etc.         

En cuanto a las otras fracciones internacionales del capital y su alineamiento del lado de Estados Unidos, no nos interesa entrar tampoco en mayores detalles. En cuanto a las razones más generales, resulta evidente que la invasión de Kuwait, de consolidar­se, podía afectar muy seriamente el ciclo del capital internacio­nal, pues la imposición de otra relación de fuerzas en el precio del petróleo, hubiese podido llegar a implicar una redistribución de la plusvalía extraída internacionalmente, en favor de las burguesías que controlan la materia bruta, tal vez frente a las que lo destilan y seguramente frente a las que dependen indus­trialmente de ese producto. El hecho de que la ONU, haya aparecido mucho más como una agencia de los Estados Unidos, que como la bolsa de gatos habitual, en donde se expresan diplomáticamente los antagonismos interimperialistas, se explica fundamentalmente por ese temor general que a su vez determinaba a todas las fracciones a coincidir en el restablecimiento del orden imperialista previo al 2 de agosto. Asi­mismo resulta evidente que jugaron tanto las viejas alianzas vigentes, y fortificadas en la ocasión (OTAN) como la unidad sin ningún principio contra un enemigo común (como el hecho ya señalado de que se encontraban en el mismo bloque militar contra Saddam por ejemplo el Estado de Siria y el de Israel).                

Una gran potencia petrolera como la URSS, hubiese resultado beneficiada en el mediano y largo plazo, por la ocupación y por lo tanto, no tenía porqué alinearse contra Saddam Hussein. Si, en tanto que Estado su posición fue al principio la de legitimar la fuerza imperia­lista de la coalición, ello se debe principal­mente a la debilidad objetiva de su propia potencia imperialista para presentarse como fuerza unificada por sus propias contradic­ciones internas y a que la fracción gubernamental parece representar cada vez más los intereses más dinámicos del capital mundial, incluso contra los intereses proteccionistas del espacio productivo local. Sin embargo, en la medida en que la legitima­ción fue verificándose como una objetiva sesión de derechos imperialistas, frente a su tradicional rival, que por primera vez se consolidaba como gendarme total (tendencia al pasaje de una hegemonía internacional compartida a un cuasi monopolio de la misma), incluso al lado de sus fronteras, las críticas de las fracciones militaris­tas (ligadas a la dirección del ejército, a la seguridad interna y a la marina) y del "establishement" miltaro industrial, comenza­ron a arreciar y hasta la prensa se hizo eco de las mismas. Así se habló públicamente de que la situación del Golfo atentaba contra la seguridad de la URSS y la revista de las fuerzas armadas soviéticas llegó a decir que la dirección de la política extranjera era "la menos inteligente jamás desarrollada por ningún Ministerio de Relacio­nes Exterio­res, zaristas o soviéticos comprendidos". Ello obligó al gobierno a intentar -sin éxito- recuperar en algo la imagen del Estado de la URSS, como gran protagonista de las decisiones imperialis­tas en el reparto del mundo, lo que explica ese espectáculo trágico-cómico, que jugó el Gobierno de la URSS, de acumulación de sucesivas propuestas de paz y de cese de fuego. Pero ninguna de estas tentativas, podía tener éxito, porque no había una fuerza militar decidida, para lograr imponer un cese de fuego más acorde con esos intereses contradictorios. ( [4] )  

 

EL GRAN NEGOCIO DE LA GUERRA

 

Para terminar esta brevísima incursión en un terreno (el interburgués) que no es el nuestro y que conocemos mal, digamos que no debe nunca olvidarse entre las razones para el desencade­namiento de toda acción militar interimperialista, los intereses del gran negocio que la guerra misma promueve y beneficia; es decir de las fracciones burguesas de todo tipo y de todos los países que objetivamente ganarán en la guerra y en la reconstruc­ción posterior.           

En la guerra capitalista gana, no solo, el capital en general por las razones que vimos, no solo ganan las fracciones ganadoras en la contradicción imperialista, sino que gana muy específicamente un conjunto de capitales particulares que hacen grandes negocios en tiempos de guerra y de reconstrucción.               

Cuando se hace esta afirmación se piensa claro está en las fracciones ligadas directamente a la cuestión militar, como los capitales destinados a la producción de armamentos y los sectores militares propiamente dichos que se ven beneficiados sin excepción por un aumento del presupuesto militar, pero raramente se piensa en otro conjunto de fracciones que se benefician directamente de la guerra. Así por ejemplo, incluso cuando por ejemplo se sabe que todos los grandes fabricantes de vehículos del mundo, producen blindados, vehículos para el transporte de tropas, aviones etc. y que resultan directamente beneficiados; se olvida que estos productos finales para la guerra, requieren para su producción de otras materias primas y que los capitales propieta­rios de las fábricas de aquellas, resultan también directamen­te beneficiados. Siguiendo con el ejemplo de los vehículos, estos insumen en su producción ruedas, gomas, acero, plásticos, ordenadores, servicios bancarios o contables, etc y en cada uno de estos innumerables sectores decenas y a veces centenas de grandes y pequeñas empresas fabricantes o subcontra­tistas encargadas de proporcionar piezas o partes de las mismas se disputan el mercado y muchas aumentaron sus ventas y ganancias con la guerra.           

Por otra parte, la guerra del Golfo, que movilizó y militarizó a muchas centenas de miles de hombres y los mantuvo (y los mantiene aún, quien sabe hasta cuando!), muy lejos de sus fuentes de aprovisio­namiento, puso en evidencia la amplitud gigantesca del problema logístico. Existen otra cantidad de capitales que hicieron grandes negocios con la guerra porque aumentaron enormemente su volumen de ventas en artículos o servicios tales como el transporte de agua potable, alimentos en conserva, etc.      

 Por eso, las noticias de la guerra fueron bien recibidas por diversas fracciones burguesas. No sabemos si es o no una exageración la información dada por algunos medios de difusión de que al día siguiente del 2 de agosto en Huston, Texas, centro neurálgico del refinamiento del petróleo en USA, se agotaron las botellas de champagne pues se festejaban la reactivación de la actividad que se esperaba que el conflicto del golfo provocaría en las empresas de esa ciudad. Lo que sí es seguro es que, unos meses después, las bolsas de todo el mundo recibieron con eufórica esperanza el comienzo de las hostilidades en el Golfo. Así Thomas Mc Carrol en un artículo de El País del 27 de enero nos dice:        

" A la mañana siguiente de que las fuerzas encabezadas por Estados Unidos lanzaron su masivo ataque aéreo sobre Irak, los asistentes a la Bolsa de Nueva York iniciaron el día con un minuto de silencio en honor de las tropas norte­americanas en el Golfo. El momento de reflexión fue la única pausa del día. La campana de apertura fue inmediata­mente seguida de una oleada de gritos de ¡COMPRAR!, ¡COM­PRAR!, ¡COMPRAR!. Cuando se calmó la excitación, la Bolsa había tenido uno de los días más activos de su historia. El promedio Dow Jones tuvo una subida de más de 114 puntos, la segunda ganancia más alta de todos los tiempos ...«Parece que se está presentando el mejor panorama posible» declaró James Bellini, jefe de compra venta de valores de la firma Dain Bosworth. ... Las bolsas de valores y mercancías de todo el mundo compartieron la euforia de la Gran Bolsa ... En Alemania la Bolsa de Francfort registró el mayor avance de un solo día de su historia y ganó en la semana más del 1,6 % en tanto que el índice Nikkei de Tokio subió el 2,4%"           

No se precisa ser especialista en cifras de los negocios burgueses para comprender el significado de estos records históricos, ligados al comienzo de la guerra.  Como tampoco se requiere serlo para saber que la famosa CNN y otros canales de televisión era durante esos días de guerra y de masacre para nuestra clase, una verdadera feria de muestras, un enorme bazar industrial y electrónico, donde se exhibían por primera vez en la historia a un nivel masivo, un gran número de armas, proyecti­les, máquinas, medios de transporte y equipos altamente sofisti­cados que repercutirían en miles de millones de dólares de aumento de ventas para la industria norteamericana y por eso también desde los primeros días de la guerra, los resultados fueron extraordi­narios.(4) Así nos lo relata en la página de los negocios de "El País" del 27 de enero Julián Martínez:      

"Los resultados de los primeros días del conflicto bélico no pueden ser más optimistas para el sectorsector de la defensa (sic). Prácticamente todos los valores relacionados con la industria militar han subido en Wall Street, algunos con alzas del 37 % en los primeros días de la guerra, como es el caso de General Dynamics, fabricante de los poderosos misiles de crucero Tomahawk, los cazabombarderos F-111 o el tanque M1. Su rival la McDonnell Douglas, subió un 25 % gracias a su escaparate, que incluye los cazas F-15, los-F18, el helicóptero Apache y también los cruceros Tomahawk. Empresas fabricantes de bombas de impacto múltiple, de equipos de orientación y guía electrónica o de antenas y sistemas de navegación aérea han tenido igualmente una respuesta alcista en los mercados de valores. Y se espera que cuando entren en acción el Ejército y la Marina, las empresas fabricantes de sus nuevas armas se beneficiarán también de ese auge bursátil (véase como cada sector del capital tiene a su vez intereses particulares hasta en un tipo particular de guerra NDR). Los constuctores de la estrella de la guerra, los misiles Patriots, están espe­cialmente contentos por el enorme impacto publicitario de su producto en todo el mundo. Y las empresas que fabrican elementos de ese misil - Raytheon, como primer constructor y Martín Marietta como secundario- han cotizado en alza en Wall Street"         

No se precisa tampoco ser un gran erudito para saber que si esas excelentes expectativas no se colmaron, es porque la situación de la economía mundial es catastrófica y que la guerra del Golfo no fue lo suficientemente importante para cambiar el curso de las cosas. El nivel de guerra y de destrucción que el capital requeriría para saciarse y erradicar en base a ello la actual depresión es infinitamente mayor.             

En cuanto al gran negocio de la postguerra, merece la pena señalar que en plena guerra, cuando se seguían produciendo cadáveres por miles y destruyendo, no solo objetivos militares, sino toda la infraestruc­tura industrial y de comunicaciones así como toda la red de salubridad de la población, como gigantescos cuervos que comen la carnaza y los desechos en los campos donde han quedado los cuerpos, grandes empresas mundiales entraban en una competen­cia desenfre­nada para repartirse los contratos de reconstrucción. Se estiman en unos 100 mil millones de dólares los contratos multinacionales que se firmarán para la reconstruc­ción infraestructural de Kuwait y en más de 200 mil millones la del Irak.       

Ni un instante esperaron, pues esos cuervos para repartirse la carroña, ni tampoco para que los viejos aliados en el campo militar, se vuelvan enemigos a la hora de repartirse los jugosos dividendos del mayor de todos los negocios capitalistas, la guerra y la reconstrucción. J.D. en Le Monde Diplomatique de marzo dice:        

" ...Los planes para reconstituir Kuwait y para reforzar la potencia militar saudita se multiplican. En el centro del dispositivo militar-industrial, la enorme empresa Bechel, cuyo pasado político financiero en la región es decisiva. Pero también Motorola, McDonald Douglas, General Dynamics, ATT. Solo en el emirato hay 45 mil millones de dólares a "recoger"; en Arabia, las promesas son igualmente jugosas, pues Ryad pretende reforzar su aviación y comprar algunas centenas de tanques suplementarios. Nadie habla todavía de la reconstrucción del Irak, aunque ya todo el mundo piensa en eso. Solo los liberales impenitentes, decididamente muy maltratados en este asunto, podrían lamentar el hecho de que estos contratos no se realicen en el respeto del derecho - el derecho de la competencia. Pues, en todos los casos, Washington impone sus puntos de vista: la instala­ción de un sistema de protección electrónica no será confia­da, como era cuestión, a una firma francesa, sino a la E-Systems de Dallas. ¿La modernización de los teléfonos? Franceses y suecos se disputaban esa carrera, pero primero el secretario americano del comercio y luego el propio Jorge Bush intervinieron: ATT y Motorola tienen ahora sus posibilidades. El primer ministro británico habría manifes­tado su descontento, a pesar de ser su fiel aliado. Hechas todas las cuentas, y dejando de lado los muertos, la guerra puede resultar una operación blanca para los Estados Unidos, además de que se la hacen pagar a los otros países,  beneficiarán de enormes benefi­cios privados que chuparán los gastos públicos. Gracias a dios, queda la defensa del derecho, sin lo cual, a uno se le ocurriría hacer simplis­tas reflexiones sacrílegas en estos tiempos de unión sagrada internacional"             

Es decir, la unión sagrada internacional solo fue válida contra Saddam, ahora como se queja Le Monde Diplomatique, la ley de la selva vuelve a primar entre los capitalistas del mundo y los más fuertes militarmen­te, los que más invirtieron en el gran negocio de la guerra, obtendrán los mejores dividendos.   ( [5] ) ( [6] )

 

LOS MEDIOS DE DIFUSIÓN COMO INSTRUMENTOS DE PODER Y GUERRA

  

Si consideramos que el papel de los medios de difusión merecen un pequeño capítulo aparte no es porque hayan cumplido una función diferente a la que cumplen siempre de instrumentos esenciales de dominación, imbecilización, y movilización de los proletarios al servicio del capital; sino porque en términos relativos a otros aparatos del Estado cumplen en la sociedad en general y en la guerra del Golfo en particular un papel más importante que en el pasado, que merece la pena destacar.         

En efecto, el tipo de proceso de ciudadanización del proletariado que predomina hoy y que describimos en números anteriores de Comunismo (5), que coincide con una fase en la cual, la deserción masiva de los proletarios de los viejos aparatos burgueses de encuadra­miento como son los partidos y sindicatos dismunuye su importancia relativa y que consiste en una tendencia creciente a la vida cada vez más separada, más individual, más familiar, más encerrado en cada casa, ... ha hecho que los medios de difusión y en particular la televisión sean los aparatos decisivos -junto con el propio ejército- en el encuadramiento, movilización y militarización del proletariado.         

Antes el intermediario principal entre el obrero y su movilización y militarización guerrera era el partido (si era "obrero" mejor), el sindicato, el "movimiento" (6) y la prensa o la radio eran apoyos para mejorar la efectividad de aquellos. Cuanto más se desarrolla el individualismo, el "cada uno en su casa" más la televisión y los otros instrumentos de fabricación de ideas se transforman en los intermediarios centrales para movilizarlo por la patria y para enviarlo al ejército y al matadero. Hay que tener en cuenta que la ciudadanización y el aislamiento general llegan a tales extremos, que para muchos proletarios que no tienen ningún centro de intercambio y de discusión sobre lo que sucede, la televisión (o secundariamente la radio o los diarios), aparece como la única (ficción de) relación ("humana") con el mundo exterior

    Globalmente las campañas realizadas por los medios de comunicación tienden a disimular las causas reales y de fondo de lo que sucede (ligadas siempre a la esencia de este sistema social) y a buscar culpables y cucos en tal o tal individuo; a presentar­nos en función de los vaivenes de la política interna­cional de su Estado las acciones del enemigo como bárbaras, criminales, dictatoria­les, ... terroristas y paralelamente a disculpar toda la barbarie asesina de su propio campo imperialis­ta como: acciones humanitarias, luchas contra la dictadura y por la democracia, etc.

En la guerra del Golfo, más aun que en guerras anteriores (Viet-Nam, Malvinas, Granada, Panamá, Afganistán,...), los jefes del Estado y de los Estados Mayores de las Fuerzas Armadas, prestaron una atención muy particular a los medios de comunica­ción transformados en verdaderos instrumentos de lavado de cerebros, movilización y militarización.              

Si cuando las invasiones norteamericanas a Granada y Panamá el Pentágono había logrado imponerle a los periodistas de su campo, que no se dijera "invasión" sino "intervención"; en esta guerra los periodistas de la coalición fueron mucho más lejos y sin tapujos hablaban de "nosotros" y utilizaban el "nuestros" para referirse a las tropas de la Coalición y distintos generales del Pentágono se suceden en los diferentes canales de televisión, transformados para la ocasión, en verdaderas oficinas de relacio­nes exteriores del mando imperialista. Poco a poco los periodis­tas adoptan todo el lenguaje de los generales, así los bombardeos se denominan "ataques quirúrgicos", los muertos civiles "perdidas colaterales", las zonas no bombardeadas aun, objetivos "lucrati­vos". Ante la imagen de la cara de un aviador norteamericano hecho prisione­ro y mostrado en la televisión se habla de "crimen de guerra" (!!!), al mismo tiempo que el bombardeo incesante de Bagdad no es más que el resultado de múltiples "incursiones" de "los combatientes de la libertad"!!!.

Nada fue dejado librado al azar, cada palabra, cada imagen, fue escrupulosamente analizada, controlada, censurada, ... y hasta en algunos casos, cuando ninguna convenía al mensaje que la jefatura político militar había decidido, hasta se fabricaba, pieza por pieza, en laborato­rio, la imagen que más convenía.         

Los patrones de los medios de difusión, los administradores y locutores, los periodistas y otros cagatintas cumplieron fielmente con su cometido, de adaptar la presentación de la realidad en función de las necesidades del mando militar. Se ha denunciado, la falta de independencia, la hipocresía, la sumisión, el cinismo de los hombres de la prensa, ... nosotros creemos que es más adecuado hablar de militarización ( [7] ) total y completa de este aparato de dominación, de integración acabada en el accionar militar del Estado imperialista y que los periodistas cumplen cada vez más un verdadero papel de mandos intermedios de la acción militar, de oficiales a la vez, serviles y obedientes de sus mandos superiores y correas de trasmisión hacia el proletario para hacerlo patriota, soldado, asesino.

Frente a esta simbiosis cada vez más perfecta entre ejército y canales de televisión, entre generales de las fuerzas arma­das y hombres del espectáculo, entre mandos militares y periodistas, cabe preguntarse si ¿el proletariado insurreccional tendrá que tratar a los agentes de los medios de difusión como trató siempre a los oficiales del ejército que lo enviaban al matadero, es decir apuntando sus armas contra ellos?. Claro que la respuesta nos la dará la historia futura de la guerra y de la lucha contra la guerra, pero para nosotros esa respuesta está ya contenida en el presente.         

Podríamos aquí multiplicar los ejemplos a cada cual más impresionante, de lo que estos artífices del espectáculo han hecho para "modelar" la información en función de las necesidades de la patria y la guerra, pero nos contentaremos solo de señalar algunos casos caricaturales. No nos detendremos en las mentiras que dijeron cuando ellos mismos las creyeron, como por ejemplo cuando sus jefes del Pentágono anunciaron la primera noche de comenzado los bombardeos aéreos sobre Irak y Kuwait que el 90 % del potencial militar del enemigo había sido puesto fuera de combate, y anunciaron esto en más del 90 % de las televisiones del mundo. Ni tampoco en las lógicas loas, que todos los hombres de la prensa, proferían en torno al "heroísmo y sacrifi­cio de los pilotos de la coalición" (¡vaya valentía que se requiere para dejar caer bombas con un poder destructivo inigualado desde una altura de 10.000 metros!). Tampoco vale la pena, insistir en la parcialidad total con la que se montó una propagan­da sobre la utilización de armas químicas por parte de Bagdad (lo que salvo, contra sus propias tropas y población, nunca se llegó a hacer), mientras que se callaba el empleo de Napalm (¡¿o acaso no es un arma química?!) por parte de los aliados; ni en cuando nos atormentaban sobre el "horror que vive la población de Israel" (de los judíos porque estaban en el bloque occidental, por supuesto, el horror del lado de los palestinos no debía ser considerado horror, hasta tal punto que decretaron que para ellos no había máscaras de gas!) al mismo tiempo que se ocultaba sistemá­ti­camente la barbarie desatada contra la población de Irak.                 

No, todo esto constituye la normalidad de este gran cuerpo de élite del ejército occidental y cristiano. Denunciemos más bien, algunos records batidos en esta manipulación de toda la informa­ción. Sabíamos que creaban imágenes, que muchas de las cosas que nos mostraron en televisión eran construcciones de laboratorios informáticos como los proyectiles que daban milimetricamente en tal o tal blanco militar, cuando en realidad se trataba de filmacio­nes efectuadas hace varios años en Estados Unidos. Pero por ejemplo, batieron todos los records cuando interesaba acusar al adversario no solo de diseminar el petróleo, sino de querer exterminar la naturaleza (7) y nos montaron toda esa historia del pajarraco lleno de un liquido negro que salía moribundo del mar. Y esa visión del mundo que desean "los malos" de la guerra, representada por el pajarraco moribundo, recorrió el mundo. No nos cabe duda que conmovie­ron más a esa gran prostituta que es la opinión pública, con ese pajarraco, que con cualquier muerto que filmaron (y por supuesto que de los muertos reales ésta no se enteró!!). ¡Hasta que extremo puede llegar la manipulación, la gigantesca imbecili­zación colectiva producida por el capital!. Y todo marchó bien, ... hasta que un especialis­ta confirmó que ese tipo de ave no existía en la zona del Golfo, que era típico de costas europeas, ... y quedó en evidencia que hasta eso, había sido una estratégica creación de laboratorio con fines político-militares.         

Otra cuestión digna de la antología de esta guerra está constituida por el destape general acerca de las matanzas que había realizado el régimen de Saddam Husseim, es decir las matanzas que nosotros denunciamos durante años, contra toda la corriente, que todos nos acusaban de inventar o de exagerar. Recordemos que nosotros denunciamos durante años las decenas de miles de muertos provocadas (durante la guerra y luego de firmada la paz Irán Irak), por el bombardeo efectuado por el propio Estado Iraquí contra su población y denunciábamos también la destrucción sistemática de decenas de ciudades y pequeños pueblos. Hablar de decenas de miles de muertos, de centenas de ciudades destruidas, era considerado, incluso cuando llamábamos a la reunión Internacional que realizamos contra la guerra y la paz en la región como una enorme exageración. En realidad nadie hablaba de ello. Durante la guerra la prensa burguesa occidental, "descubrió" esas masacres que durante años había ocultado. Nada menos que "Le Figaro" (acusando a sus aliados de ayer y discul­pando a los de hoy) dice en su edición del 8 de marzo de 1991:      

"Ni en Irán (sic), ni en Siria (sic), ni en Turquía (sic), los Kurdos cono­cieron una represión tan brutal. que alcan­zará el sumun del horror en 1988. En marzo, Saddam, cuando obtiene victoria tras victoria contra las tropas de Komeny, y se prepara a imponerles el cese del fuego, se siente, al fin con las manos libres para limpiar el Kurdistan. ... Dos buenas razones para aplastarlos, «Los rebeldes Kurdos son hormi­gas, nosotros los aplastaremos» declaraba sin mira­mientos, un general iraquí. Y como contra las hormigas, Saddam emplea el     arma química. Más de 5000 muertos solo en la ciudad de Halabya, que resulta totalmente destruida, y que será reconstruida, bajo ese mismo nombre, a 30 kilóme­tros de ahí. 4.000 ciudades y pueblitos fueron borrados del mapa y los habitantes de las mismas, fueron transferidas hacia regiones que el ejército podía controlar con mayor facili­dad. Las familias sometidas a la miseria se amontonan en sinies­tras parcelas, con barrotes en las ventanas, amplias calles adonde, al más mínimo movimiento, tanques toman posición. Para los más rebeldes, Irak, instaló en pleno desierto, verdaderos campos de concentra­ción camufla­dos como si fuesen bases militares. Según     Sami Abdulrahman, secretario del Partido del Pueblo de Kurdis­tan, 50.000 kurdos desapa­recieron en ese Gulag de arena."         

Este es un ejemplo entre tantos otros, en realidad, toda la gran prensa del mundo occidental y cristiano, movilizada en la cruzada guerrera descubrió de golpe, lo que había ocultado durante años, al mismo tiempo que los jefes de oposiciones nacionalistas Kurdas eran por primera vez bien recibidos en los centros del poder imperial occidental y hasta en el propio Pentágono y sus declaraciones encontraban eco en la televisión y otros medios de fabricación de la visión de la realidad de la opinión pública.

                                                                                         

RELACIÓN DE FUERZAS ENTRE LOS BLOQUES Y LA POCA DURACIÓN DE LA GUERRA                

 

El despliegue de tropas militares de ambas partes, no deja dudas, de que se preveía un enfrentamiento militar mucho más largo. Por otra parte, todos los análisis de los expertos militares, concordaban en una previsión de una guerra, más larga y en lo que concierne al lado occidental, más cruenta. Las decenas de miles de bolsas de plástico, que los yanquis habían llevado al Golfo para "volver a casa" adentro (como dice alguna de las canciones de las tropas de élite) no dejan la más mínima duda al respecto.         

Si la guerra, en su fase más general de enfrentamiento entre las tropas de la Coalición y las del Estado de Irak, tuvo un límite (cuando escribimos este texto la guerra entre diferentes fracciones burguesas dentro del Irak continúa), ello se debió sin dudas, a la falta total de adhesión que tuvo la política imperialista de Saddam Hussein y a la consecuente debilidad total de su bloque, que le permitió, al adversario lograr sus objeti­vos, con muchísimo menos desgaste de lo previsto.         

Nosotros habíamos anunciado y previsto, la debilidad del bloque imperia­lista dirigido por el Estado de Irak, precisamente por lo quemado que estaba Saddam Hussein frente a sus tropas y frente a la población (Ver el editorial del Número anterior de Comunismo ya citado). Hoy no cabe duda de que este fue el freno determinan­te a la continuidad de la guerra.                                                                                                         

Consideramos innecesario, extendernos aquí sobre la importancia decisiva en la guerra imperialista, de la adhesión del proletariado, sin la cual no hay guerra, dado que desde el frente de batalla a la producción todo el peso de la guerra burguesa reposa sobre los hombros del proletariado.                              

Y en Irak, una decena de años de guerra y de lucha contra la guerra, no habían pasado en vano. Los cientos de miles de obreros uniformados no aguantaban más y ni a palos ni con el fusil en la espalda lograron imponerles, una entrega a la causa nacional de la guerra. Desde los primeros combates, la única información no oficial que nosotros recibimos de Irán e Irak, coincidían en afirmar que a quienes se había enviado al frente obligados, luchaban por escaparse, que había deserciones, fusilamientos, y mucho días antes, de que se hiciera inocultable para ambas partes, que del lado Iraquí no había tropa dispuesta a combatir y que se constatara publicamente la rendición en masa, compañeros de la región, afirmaban que la masacre adoptaba características de extermina­ción, que la tropa se encontraba entre los dos fuegos, el de la Coalición y el de la Guardia Republicana.           

En realidad, desde el punto de vista del Estado de Irak, todo le salió mal desde el principio: ninguna adhesión interna­cional decisiva en el terreno político militar (las pocas que tuvo como la de la OLP, no tenían peso); fracaso de la tentativa de hacer entrar al estado de Israel en la guerra y por lo tanto la de formar un frente general contra el mismo; muy poca credibilidad en las masas internacionales en el supuesto antiimperialismo de Saddam Husseim, que hasta se tradujo en la falta total de respuesta positiva que tuvieron todos sus llamados, incluidos los llamados a la realización de atentados, etc. Ni la propia Guardia Republi­cana mostró verdadera disposi­ción y actitud de combate; también aquí la deserción fue mucho mayor que lo previsto en un primer momento.                                          

Dada la composición misma de la Coalición, todos los grandes gendarmes internacionales del imperialismo, (de USA a Francia, de Inglaterra a Bélgica y con la complicidad de URSS) y el odio secular que el proletariado mundial siente contra los mismos (dado que en general fueron esas grandes potencias que -cuando los propios Estados Nacionales se encontraban superados por una situación insurreccional- intervinieron e intervienen para reprimir las revueltas proletarias y apoyar la burguesía local), que hasta el día de hoy forman a las policías y torturadores de todos los países del mundo (es parte de lo que pomposamente se llama "Ayuda o Cooperación al Desarrollo"), Saddam Hussein esperaba poder levantar en forma creíble la vieja bandera del antiimperialismo, como habían hecho con mayor éxito otros antes que él. Pero Saddam Hussein, no era ni un Naser, ni un Perón, ni mucho menos un Che Guevara; sino un viejo agente en la región, de los mismos intereses que ahora decía combatir, el hombre de Francia, de URSS, etc.. y sobre todo un tirano quemado frente a sus propio pueblo, que había bombardeado sin piedad, que no podía y no puede lograr la unidad nacional, condición indispensable para lograr una unidad internacional con fuerza de negociación frente a las grandes potencias.

Hubo si, manifestaciones en varios países, desde el Norte de Africa a Europa, pasando por el Lejano Oriente y América Latina, en donde los manifestantes, entre otras consignas coreaban, a veces, algunas en favor de Saddam; pero sin mayor convicción y más que nada, como en España, por provocación frente al servilismo del Estado español hacia el bloque occidental y cristia­no. Incluso en muchos casos esas consignas en favor del Estado de Irak, eran el resultado, como dijimos, de manipulacio­nes y maniobras de cada Estado Nacional, interesado en descredi­bilizar toda manifestación contra la guerra, en presentar toda lucha contra la burguesía y el Estado nacional como una manipula­ción del enemigo exterior.         

Incluso las organizaciones burguesas de izquierda radical de cada país occidental, que tienen un discurso antimperialista, y que desde Saddam a Yaser Arafat esperaban ver alineadas en su campo, tuvieron, tal vez por la decadencia en la que se encuen­tran sumergidas, muy poca autonomía con respecto a su Estado Nacional y se contentaron de los clásicos discursos pacifistas, hasta tal extremo que resultaba difícil diferenciar un discurso stalinista, castrista o trotskista de esos días, de los discursos del Papa.      

Sin embargo, hubo algunas "honrosas" excepciones para la causa del trotskismo internacional. Por ejemplo el MAS de la Argentina, no tuvo ningún prejuicio en alinearse en el campo imperialista del carnicero de Bagdad. Los comunicados y volantes de este grupo, defendiendo un campo imperialista contra el otro, ocultando sistemáticamente toda referencia al pasado del régimen de Bagdad, forman parte de la antología de esta guerra. Nos limitaremos a citar un pequeñísimo extracto de un volante de ese grupo:       

" Cuando la guerra estalle habrá dos bandos militares clara­mente enfrentados. Uno será el bando agresor, con los yanquis a la cabeza y apoyado por Gorgachov y una larga lista de gobiernos lacayos. Ellos continuarán a un nivel mucho mayor, mediante la guerra, la agresión que ya empeza­ron hace cinco meses con el bloqueo militar y económico genocida, El otro bando será el de Irak. En él estarán los palestinos de la Intifada, millones de habitantes de los países árabes e islámicos y miles de luchado­res obreros y populares que, en todo el mundo, se oponen a la agresión. El Movimiento al Socialismo llama a todos los trabajadores y al pueblo de Argentina a apoyar en esta guerra el bando de Irak. Es la misma trinchera que ocupamos en las Malvinas (¡¡CLARO QUE SI!!, la misma que ocuparon junto con jefes del Estado terrorista argentino y culpables de la desapari­ción, y la tortura de decenas de miles de nues­tros compañe­ros!!! NDR), cuando fuimos apoyados por la mayoría de los países de Latinoamérica y por gran parte de los pueblos del Medio Oriente, inclui­do Irak"      

(extractado de un volante titulado "Ayer Malvinas, hoy Irak; Fuera Yanquis del Golfo" llamando a una "Jornada contra la Agresión Imperialista") 

 

LA SUPERIORIDAD MILITAR DE LA COALICIÓN; CONTRA EL MITO TECNOLÓ­GICO

 

 Volvamos a lo importante, a los límites efectivos que tuvo la guerra, dada la indiscutible superioridad de la coalición. Por todos lados, nos tratan de hacer creer, que el impresionante triunfo de la coalición se debe al desarrollo tecnológico, a la efectividad deslumbrante de los equipos militares, etc.           

Es evidente, el interés que tiene la burguesía mundial, en hacernos creer que nada depende de nosotros, que todo depende de la tecnología, que (a pesar de que es nuestro producto), se opone a nosotros, en tanto que poder ajeno, que nos oprime y nos controla. Con esa propaganda nos está diciendo: "soy todopode­ro­sa", "ustedes no pueden nada", "frente al Estado nadie tiene la más mínima posibilidad".      

Pero a poco de reflexionar constatamos que se trata de una gran mentira. En la guerra de Viet-Nam el Estado norteamericano tenía una total superioridad tecnológica y fue incapaz de ganar la guerra; en Afganistán, al ejército ruso le sucedió lo mismo. Más aun, esa misma tecnología que supuestamente habría derrotado a uno de los ejércitos más armados de la tierra, no es capaz de acabar con algunas centenas de guerrilleros en otras partes del mundo, como en el Perú, por ejemplo.         

Todo estra­tega de la cuestión militar, desde Clau­se­witz hasta aquí, sabe que la clave de la guerra está en el factor humano, en la adhesión a la política militar por parte de la pobla­ción, que determina la moral de las tropas, la eficacia del frente de la producción, la  ( [8] ) ( [9] )ncapacidad logística, etc. Y en este aspecto, como vimos, SI hubo una enorme diferencia entre ambos bloques. De un lado un ejército bien disciplinado y con disponi­bilidad autónoma al combate, del otro centenas de miles de hombres obligados a combatir con el fusil en la espalda y en donde cada soldado es un desertor en potencia. De un lado un ejército con gran movilidad, que podía desplegarse sin límites, pues los soldados son - en su gran mayoría- ciudadanos libres que hicieron un contrato para vender su capacidad de matar ("fuer­za de trabajo") (8) ; del otro un tipo de formación y distribu­ción en el terreno, en el cual los oficiales y las tropas de élite deben mantener siempre la presión sobre los subordinados para impedir la deserción masiva.         

Esto determinó sin dudas, el tipo de guerra de frente y de posiciones, que favorecía aun más, al campo de la Coalición. En efecto, el tipo de ejército y armamento utilizado por la coalición es sumamente adecuado para destruir posiciones fijas del adversario, pero otra cosa muy distinta es cuando un ejército de este tipo debe transformarse en ejército de ocupación y de guardián del orden y se enfrenta a un tipo de guerra popular, con grupos militares autónomos; pues entonces toda aquella ventaja estratégi­ca basada en la adhesión a la guerra, se va haciendo añicos con el tiempo. Es lo que por ejemplo le sucede al Estado de Israel, hoy carcomido por una guerra de ocupación sin fin ni perspecti­vas, en contraposición a sus fulgurantes victorias militares del pasado. Si el mando Norteamericano de la Coalición detuvo las acciones, sin destruir todo el potencial militar de Saddam Hussein se debe, a que saben que en el fondo Saddam es un buen guardián del orden burgués, y que aunque para los Marines hubiese sido relativamente fácil llegar a Bagdad, les sería mucho más difícil mantener el orden en esa región ante una Intifada multiplica­da por 100.         

La superioridad tecnológica de uno de los bandos imperialis­tas, y los bombardeos incesantes durante días y días, sin que el adversario pudiera hacer nada efectivo, jugaron precisamente a partir de esas dos condiciones fundamentales: la falta de disposición al combate  y  el  tipo de guerra  de posiciones que ello determinaba (y también la aceptación por parte de Saddam Hussein de la clásica diplomacia burguesa y la consecuente liberación de todos los personajes importantes de su enemigo detenidos al principio y sin lo cual los bombardeos hubiesen suscitado una menor adhesión nacional e internacional). Luego de semanas de estos bombardeos, que impusieron la carencia generalizada en las tropas de Saddam, el desfase inicial en la moral de las tropas era aun mayor y el ejército imperialista de Saddam se descompuso sin librar ninguna batalla importante (a pesar de lo que diga la prensa y lo que hayan inflado la "batalla de Khafji"(9)). Por otra parte los bombardeos lograron romper todo el sistema de control político regional del Estado Iraquí, las órdenes de Bagdad no llegaban a las tropas diseminadas, ni a los pequeños pueblos y las noticias de los distintos puntos geográficos demoran días en llegar a Bagdad, lo que resulta fatal en una situación de ausencia de Unidad Nacional y donde la única cohesión, es dada por el terrorismo centralizado del Estado. A las decenas de miles de desertores de la guerra Irán - Irak, a los que nunca se sometie­ron, a los que desde que fueron moviliza­dos se organizaron contra la guerra y esperaron el primer descuido para desertar o/y rendirse, se le unieron ahora decenas de miles de nuevos desertores. El hecho de que los propios oficiales se escaparan, más el hambre generaliza­da hicieron que la deserción fuera generalizada. No solo la Coalición obtuvo una victoria mucho más fácil de lo esperaba, sino que se encontró sin saber lo que hacer, tanto porque resultó inocultable que la cohesión del enemigo se había inflado por razones publicitarias, como porque no estaba preparada para encuadrar a los deserto­res en tanto que presos. Sin dudas, el mando de la coalición, que se encontró embretado por la obligación de tomar a cargo a más de una centena de miles de hombres con los que no sabía ni que hacer, hubiese preferido, para una mejor justificación de los 500.000 hombres que se llevaron al Golfo, del esfuerzo militar y logístico que se había efectuado, tanto frente al ciudadano norteaméricano, como frente a la masa parlamentaria de la burguesía, que la desersión hubiese sido menos masiva y que la guerra imperialista como tal, hubiese durado un poco más de tiempo.


 

LA LUCHA DEL PROLETARIADO CONTRA LA GUERRA

      

Históricamente, el proletariado ha mostrado su enorme creatividad en la lucha contra la guerra: sabotajes a trenes militares, fusilamiento de oficiales, propaganda internacionalis­ta derrotista revolucionaria, organización masiva de desertores, constitución de órganos unitarios de soldados y obreros, huelgas, manifestaciones .... Frente al nivel supremo de barbarie de la sociedad del capital, todo es válido y toda acción contra la unión sagrada se transforma en una acción de solidaridad internacionalista contra la guerra.

Podríamos hacer una lista de las acciones realizadas contra la guerra del Golfo por el proletariado de los diferentes países. Sin embargo, hoy nos parece más importante que contar las quemas de banderas naciona­les, las difusiones de volantes internaciona­listas, las ocupaciones de liceos en Italia o España, las manifes­taciones contra las oficinas de reclutamiento, o el número de desertores, hacer un balance mucho más global de la relación de fuerzas en la lucha contra la guerra y gritar una verdad que nos parece fundamental reconocer: el proletariado fue incapaz de parar la guerra y especialmente del lado de la Coalición el capitalismo logró sus objetivos de movilización nacional y sometimiento de los proletarios a los intereses de los Estados Nacionales.  

      

Para nosotros esta situación es lógica, dada la predominan­cia casi generalizada de la contrarrevolución y en esta situa­ción, hasta puede alegrarnos que haya habido, al menos algunas manifestaciones violentas que contra la guerra. Pero la situación es sumamente trágica y toda apología de lo poco que hubo como si estuviéramos en pleno curso hacia la revolución, solo puede servir a la contrarrevolución. Tiene que partirse de esta verdad elemental, inocultable: hora tras hora, día tras día, semana tras semana fuimos incapaces de impedir uno de las mayores asesinatos masivos de la historia, comparable a Hiroshima, Nagasaki o Dresde durante la Segunda Guerra Mundial. La masacre de nuestros hermanos se hizo mientras la burguesía había sentado al proleta­riado mundial en su falda y le mostra­ba el espectáculo de su mundo en la televisión.

La debilidad de la que hablamos en el ejército del Estado de Irak, choca con la fuerza y coherencia del ejército de la Coalición y sobretodo por el apoyo pasivo, pero masivo que tiene este último en la reta­guardia. La fuerza de los ejércitos de los grandes gendarmes mundiales, radica en la debilidad de la lucha de los proletariado de esos mismos países.Claro que el hecho de que casi todos los muertos se hayan producido de un solo lado, que desde el punto de vista de la Coalición, la guerra no tuvo costos importantes en términos de vidas, ni de cambios muy radicales en la vida misma (aumento de la miseria, incomparablemente inferior al que se produce en el otro campo), facilitó la Unidad Nacional, la supedita­ción del proletariado a su propio Estado y la coherencia de los ejércitos del bloque dirigido por Estados Unidos. La actual correlación de fuerzas contrarrevolu­cionarias, solo hubiese podido ponerse en cuestión, si también el proletariado de los países de la coalición hubiese debido soportar altos costos en la guerra y si además del aumento de la política de austeridad hubiesen comenzado a "llegar a casa" las bolsas con cadáveres de los "heroicos combatientes". En las circunstancias actuales, en donde burgueses y "proletarios" festejan juntos la victoria militar aliada, compartiendo la misma satisfacción criminal, en que los muertos quedarán en Kuwait e Irak, la contrarrevolución misma, es quien fortifica su imagen de cuerpo.  

      

Debemos asumir pues, la amarga realidad actual en la que se sitúa el proletariado internacional, que no solo fue incapaz de parar la guerra (y recordemos que el límite más importante a la guerra de Viet Nam fue el propio proletariado Norteamericano), sino de realizar acciones realmente importantes de lucha contra la misma. No, no despreciamos para nada, las acciones de algunos proletarios que por ejemplo en algunos puertos se negaron a cargar armas para el Golfo, o las acciones violentas contra tal o tal centro de recluta­miento en Estados Unidos, sino que resulta trágico que no haya habido sublevamien­tos en las tropas enviadas al combate por parte de la Coalición, que los desertores se cuenten solo por decenas (cuando del otro lado se cuentan por decenas de miles!), que no haya habido ataques importantes contra los edificios oficiales de la coalición, que no se haya paraliza­do la producción militar, ni la producción en general para luchar contra la política criminal de "nuestros propios" Estados. En fin, resulta sumamente trágico, el lamentable estado en que se encontraba el proletariado reducido en general al de individuos atomizados o sentados frente a esa máquina infernal que es la Televisión o asistiendo a manifesta­ciones pacifistas que forman parte de la movilización nacional y el accionar militar del Estado imperialista.

Sin lugar a dudas, uno de los problemas de más difícil solución en el pasado y en el futuro para la revolución mundial, es ese desfase trágico entre el desarrollo de la lucha en uno u otro país, por el cual la burguesía puede darse el lujo de enviar las tropas de uno a reprimir la insurrección en los otros, como ha hecho tantas veces en la historia, haciendo cómplice al proletariado de un país de la represión del otro. No hay duda de que la trayectoria de los Estados de la Coali­ción y las actuales afirmaciones (tanto prácticas, militares como en declaraciones oficiales), en especial del Estado de USA como policías interna­cionales del Estado de "derecho internacional" les asegura ese papel de gendarmes contra las insurrec­ciones en otros países. En la lucha contra ello, la responsabilidad del proleta­riado de esos países, es evidente. Pero también plantea angustiosamente la necesidad de un estado mayor del proletariado internacional, la importancia de la centrali­zación de la comunidad de lucha del proletariado en base a un programa comunista. Al respecto, la crítica del total fracaso, por oportunismo, centrismo, europeis­mo, federalismo, nacionalis­mo... de la Tercera Inter­nacional (que desde su segundo congreso adoptaba la "táctica" de la liberación nacional que objetivamente dividía al proletariado y se hacía cómplice de la bur­guesía) resulta esencial.  ( [10] )

 

 

LA SITUACIÓN EN IRAK

 

 

Del lado Iraquí el derrotismo fue general, las decenas de miles de proletarios que se escapaban del frente, que se rendían y que se negaron a dar su sangre para la cruzada imperialista de Saddam fue por lo tanto, la causa primera del fin de la guerra entre la Coalición y el Estado de Irak. En los pocos días que la Guardia Republicana tuvo que asumir la guerra y se constataba que, su gran disponibilidad para combatir a los proleta­rios que se negaban a ir al frente, no fue tal cuando se enfrentaron con un enemigo realmente armado, decenas de miles de proletarios quedan totalmente "descontrolados" y al mismo tiempo que luchan por su supervivencia atacando a la propiedad privada, atacan a sus enemigos de siempre, a "su propio Estado" y los primeros días de este mes de marzo de 1991 la prensa de todo el mundo da cuenta de ataques e incendios de edificios públicos y del partido gubernamental.

Pero, ese derrotismo general no parece tener el contenido revolucionario que tuvo en el pasado y de acuerdo a la poca información que disponemos (10) pareciera que las fracciones burguesas de oposición, especialmente el radicalismo musulmán apoyado por el Estado de Irán y el nacionalismo kurdo (con gran participación stalinista), logran encuadrar el movimiento y repolarizar la sociedad en función de las viejas contradicciones interburguesas, religio­sas y naciona­listas.  

      

De todas maneras, el terror general de la burguesía mundial, frente a la simple posibilidad de que ese derrotismo contra el Estado de Saddam Husseim se afirmase como derrotismo revoluciona­rio, fue una de las razones que hizo que Bush, contra todas las demandas internacionales de que tenía para destruir el potencial militar de Saddam, parase la guerra solo algún día después de haber comenzado el combate contra la Guardia Republicana, tratando de asegurar la máxima integridad posible, de este sanguinario cuerpo represivo antiproletario. El general Kelly declaraba explicitamente: "Lo que vuelve al Irak, es un ejército derrotado. Un ejército vencido es siempre una amenaza política". Hasta en el Washington Post, se mezclan declaraciones de oposicio­nes burguesas iraquís, que

contrarían, lo que se dice mayoritariamente, de que se trataría ahora de un problema nacional o religio­so. Así, ese diario reproduce las declaraciones de Muhammad Bahr Ulum: "No se trata de un problema religioso, sino del primer levantamiento popular en 20 años de reino de Saddam Hussein. Su derrota en Kuwait rompió la barrera del terror".    

      

Si la Coalición hubiese destruido la Guardia Republicana, hubiese estado obligada a asegurar el orden burgués en Irak, lo que le hubiese implicado un costo político y a la larga militar muy elevado. Además ninguna de las otras fracciones burguesas con fuerza constituyen una alternativa que acepte el mayor sujeto de toda la guerra del golfo: el mastodonte imperialista norte­americano. El autonomismo nacionalista kurdo es considerado desestabilizante de los equilibrios de la región y por eso apenas resultó evidente el resultado de la guerra (el primer día de enfrentamientos terrestres), el Pentágono dejó de coquetear con los dirigentes nacionalistas burgueses kurdos. De la misma manera, la instauración de una república islámica del tipo de Komeny es considerada como una amenaza por Washington, pues se instauraría un eje imperialista con ideología islámica demasiado potente con respecto a los otros intereses imperialistas de la región. Por eso, en los días decisivos en que la caída de Saddam parecía eminente, los observadores quedaron otra vez sorprendidos ante un apoyo bastante inocultable, por parte de la Coalición, al que un día antes, era considerado el gran cuco del mundo: Saddam Husseim. Para nosotros es una verificación más de nuestro análisis del capital y sobre la fragilidad de toda alianza interimperialista. Claro que en el fondo prefieren que el orden burgués sea asegurado por el mismo partido Baas de Saddam Hussein, pero con otra figura menos quemada a su cabeza. Les resulta demasiado engorroso ahora explicar a sus poblaciones y tropa, que en el fondo Saddam Hussein es la menos mala de las soluciones, y por eso andan buscando desesperadamente un "sucesor más moderado" y ya han tratado de presentarnos en la gran prensa a uno u otro candidato como "hombre de negocios moderado del partido baas llama a la democracia".

 

LA GUERRA Y SU PERSPECTIVA

 

El límite real a la guerra lo constituyó claro está el proletariado y antes que nada el proletariado en Irak que rompió la unidad nacional. Pero también el proletariado de otros países que no participaron en la cruzada imperialista, so pretextos de antiimperialismo a la que Saddam y otros lo llamaron. El desequilibrio de fuerzas imperialistas fue tal, que la continui­dad de la guerra general resultaba imposible.  

      

Sin embargo, desde el punto de vista de Estados Unidos y sus aliados, la operación resultó todo un éxito político y militar, en especial por la falta de autonomía y de lucha proletaria contra la guerra. Éxito burgués, no solo, en cuanto al negocio de la guerra como vimos (¿qué ejército del mundo comprará hoy tanques rusos?), sino especial­mente en cuanto éxito en la movilización nacional e internacio­nal y en la reconstitución y consolidación de la moral del ejército de la potencia militar más importante del mundo.

Desde este último punto de vista la guerra logró los objetivos capitalistas e imperialistas buscados. Sin embargo, desde el punto de vista más global, desde el punto de vista de la necesidad general de destrucción que permitiría abrir una nueva fase de reconstrucción y expansión, no cabe duda de que la guerra del Golfo, es sumamente insuficiente. Por más buen negocio que realicen muchas fracciones del capital con la guerra, la paz y la reconstitución en la zona, esa destrucción es minúscula en relación a las necesidades actuales de destrucción de capitales.  

      

El capitalismo necesita mucho más guerra. Es por eso que insistimos tanto en los limites actuales a la guerra, porque la tendencia a una guerra mucho más general sigue presente y porque nadie nos garantiza que los límites actuales a una guerra más general sean los limites a su generalización mañana. La dispari­dad de bloques hoy, y la falta de adhesión total a uno de ellos no puede ser un freno permanente ante las guerras que vendrán. En efecto, dado el fulgurante cambio de alianzas interburguesas que la misma

depresión y crisis generará (¡los que hubo hasta ahora serán superados!) y hasta la misma experiencia de esta guerra que conducirá a las fracciones más débiles de la burguesía a un mayor nivel de concesiones para agrandar su bloque y comenzar las acciones beligerantes, se puede augurar polariza­ciones mucho más equilibradas en términos de fuerzas y mucho más peligrosas para el proletariado mundial. En las guerras de mañana, no habrá un mastodonte contra un enano, sino dos mastodontes enfrentados entre sí y ello no solo en términos militares, sino de fuerza de mitos, de "causas para defender la nación". Al respecto cabe señalar que el fracaso de Saddam, no excluye la aparición de fracciones mucho más radicales que levanten en forma, más coherente, las banderas del tercermundismo o el antiimperialismo radical que pueda suscitar una movilización nacionalista y de tropas capaces de pasar a guerras mucho menos convencionales y por lo tanto mucho más mortales para las tropas del gran gendarme internacional. De la misma manera que no pueden descartarse, de ninguna manera, una descomposición muy general del bloque que apareció más compacto en esta guerra, y la aparición de nuevas polarizaciones entre grandes potencias industriales, o incluso al interior de cada país. Tampoco debe descartarse la posibilidad de un estallido generalizado de las normas del comercio internacio­nal que opongan por ejemplo fracciones partidarias de la total aplicación de la ley del valor interna­cional, contra fracciones proteccionistas (es decir fracciones cuya viabilidad económica depende de una alteración política en su favor de la libre competencia). Incluso, aunque esta última sea la polarización profunda más lógica que se desarrollará en los próximos años, como la misma solo tendrá fuerza en la medida de que se cristalice en discursos que movilicen las masas y lleven al proletariado a matar y morir por la patria, la misma aparecerá bajo discursos totalmente diferen­tes que (descartamos la reaparición de los mismos bajo la vieja forma fascista y antifascista) aun no se encuentran maduros.

 

NUESTRA ACCIÓN CONTRA LA GUERRA, POR LA CENTRALIZACIÓN DE LAS FUERZAS INTERNACIONALISTAS

 

Nosotros no somos inventores de partidos, ni de internacio­nales. Nuestro Grupo parte de la realidad existente, de la cual es producto y, reapropiándose de todo el programa histórico de nuestra clase y nuestro Partido, trata de transformarse en actor, en actor organizado, consciente, disciplinado.              

La comunidad de lucha contra el capitalismo y la guerra, es una realidad objetiva, emergente de los intereses del proletaria­do contra los del capital, su economía, su guerra. Con sus fuerzas y debilidades, la acción común del proletariado va forjándolo como clase, como fuerza. El Grupo Comunista Interna­cionalista, es una expresión de este proceso que al nivel más internacional posible, pelea para centralizar esta fuerza, para conformar una dirección internacional acorde con los intereses del proletariado y el programa histórico del comunismo.         

Reiteramos hoy cada uno de nuestros llamados al derrotismo revolucionario y a la organización de la comunidad de lucha contra la guerra. Al respecto, a los lectores que no han seguido nuestras publicaciones les aconsejamos leer muy especialmente los siguientes números de la revista Comunismo: 4, 21, 23, 27, en que se explicitan un conjunto de llamados, de propuestas organizati­vas.         

En los términos más concretos de la actividad nuestro grupo proponía en todos esos textos y materiales:  

- la coordinación de la actividad internacionalista con todas las organizaciones y agrupamientos proletarios que luchan contra la guerra, para apuntar las armas contra quienes nos envían a la misma, por la deserción y el derrotismo revolucionario.  

- la organización de la circulación de informaciones, sobre las luchas de ese tipo y en particular sobre la región del Medio Oriente, dado lo explosivo de la contradicción guerra y revolu­ción.  

- reforzar y centralizar las distintas redes de supervivencia de los proletarios en lucha, presos, perseguidos, exilados.  

- hacer circular los diferentes materiales y textos entre las diferentes regiones del mundo, tanto con informaciones sobre las luchas y otras actividades internacionalistas, como textos más históricos que trazan las perspectivas de siempre de los comunistas.

Cualquiera sea la evolución inmediata de la situación de guerra o postguerra en esa región, la guerra del Golfo ha vuelto a poner en el tapete la contradicción de siempre, guerra o revolución barbarie capitalista o comunismo y le da más validez que nunca a nuestros planteos y propuestas.         

Durante la guerra misma, la debilidad general del proleta­riado la vivimos en todo lo que de cerca o de lejos intentamos, organizar o impulsar. A pesar de nuestro trabajo de años en ese sentido, cuando hubo que recoger y comunicar información, cuando hubo que dar una mano aquí y allá a desertores o perseguidos, o para asumir más en general una acción directa de propaganda y agitación contra la guerra, nos hemos encontrado objetivamente muy solos. Las distintas coordinadoras que intentamos impulsar, no funcionaron y algunas que se constituyeron sobre la marcha en algunos lugares, resultaron sumamente efímeras o carcomidas por innumerables contradicciones internas.       

No teniendo estructuras más amplias de clase en las cuales participar para impulsar a un derrotismo revolucionario conse­cuente y no existiendo formas de coordinación de un accionar proletario contra la guerra, nos debimos cantonar a una acción fundamentalmente de propaganda con nuestras solas fuerzas y algunos compañeros próximos, con los que distribuimos volantes, revistas e hicimos y pegamos afiches. Para nosotros, militantes comunistas, es una verdadera tragedia, que el proletariado sea enviado a morir y a asesinar, sin ninguna resistencia importante y masiva y que a la hora de la verdad, cuando hay que impedir la partida de tropas o que asumir un accionar masivo y violento contra el enemigo que tenemos "en nuestro propio país", nos encontremos solos los compañeros del GCI, con algunos otros militantes y simpatizantes próximos y con una correlación de fuerzas totalmente paralizante.

Negar esta tristísima realidad, negar la impresionante fuerza de la contrarrevolución hoy, es hacerse cómplice de la misma. Desde nuestro punto de vista, esta terrible realidad, no nos desanima, sino que nos reafirma en nuestra línea invariante, en la lucha de siempre contra la corriente y lejos de toda la popularidad.         

Hoy el capitalismo se encuentra más fuerte que nunca. Y sin embargo, no ha podido evitar, la depresión, la crisis, y no evitará su bancarrota general, ni una nueva fase de guerra comercial despiadada que se clausurará con nuevas guerras a secas. Ha superado parcialmente una contradicción imperialis­ta, pero continúa exacerbando todas las contradiccio­nes generales de su sistema.  Tarde o temprano la contradicción, guerra o revolución, volverá a polarizar al mundo. Les guste o no les guste, y pese a quien pese, todo lo que se hace para atenuar o postergar las contradicciones, solo hará que demoren un poco más de tiempo en volver a estallar, en volver a estar en el centro de toda la escena internacional y que estallen con más fuerza todavía.         

Tarde o temprano también, junto con ese nuevo e inevitable estallido, el proletariado, tan ausente como clase autónoma internacional, en las últimas convulsiones, volverá a ocupar el centro de la escena histórica y todas las contradicciones de la sociedad volverán a sintetizarse en la contradicción entre guerra y revolución, entre capitalismo y comunismo.

                                                        Fines de Marzo de 1991.

Notas:

 

(1) Ver al respecto el editorial de Comunismo nº 28.

 

(2) ¡De la misma manera que estas ideologías, les impedía también explicar las contradicciones y guerras imperialistas que contrapusieron en el pasado el Estado burgués ruso, con el chino, y a éste con el vietnamita, o a este último con el de Camboya ...! Y en vez de comprender dichas contradicciones como parte de las contradicciones generales imperialistas en la lucha por materias primas y brutas, por mercados, por buenos negocios, ... nos servían un ensopado insulso en lo cual lo dominante eran las ideologías de los distintos caudillos burgueses (los seguidores de Stalin, contra los de Mao, los de éste contra los de Ho Chi Min, los de éste último contra los polpotianos ...). Esta sopa ideológica, pretendía sustituir la explicación materialista de intereses económicos contrapuestos, cómo si hubiese una sola guerra en la historia que pudiese explicarse por las ideas de los protagonistas!!!

 

(3) Por increíble que pueda parecer desde el punto de vista marxista, no faltaron quienes consideraron tan fijas y definiti­vas esas divisiones, que plasmaron las mismas en los programas políticos de sus organizaciones. Así por ejemplo una organiza­ción centrista como la CCI, no solo considera el capitalismo de Estado como una característica nueva y "dominante de la vida social" en la "fase de decadencia" , de lo cual los "países llamados socialistas" sería la mejor de las demostraciones, no solo aceptó la división ideológi­ca burguesa del mundo en países desarro­llados y subdesarrollados, sino que estableció en su plataforma estas divisiones como fijas y durante años, no solo, como toda la politología vulgar hablaba de los tres mundos, sino que pretendía explicar todas las contradicciones y guerras imperialistas por los famosos dos bloques (también como la gran prensa burguesa). Se comprende entonces porque hoy, así como la burguesía y sus politologos pasan su tiempo hablando del derrumbe del comunismo, la CCI pase el suyo, explicando el derrumbe de los bloques. En realidad, lo que debería explicar­ es el derrumbe de su visión del mundo.

 

(4) Antes del inicio de la ofensiva terrestre, un analista militar de Salomon Brothers no tenía el menor escrúpulo en declarar que "... todo el sector industrial de la defensa se está beneficiando ... y eso que solo ha entrado en acción una parte muy reducida del potencial defensivo desplegado en la península Arábiga ... cuando comience la exhibición televisada de los tanques y equipos de tierra y la Marina y su material, los valores bursátiles de las empresas fabricantes tendrán la misma respuesta alcista que hasta ahora".

 

(5) Ver fundamentalmente "1984 ... 85 ... 87 ...89... peor que lo previsto - la ciudadanización de la vida" en Comunismo nº 27.

 

(6) Por supuesto que no negamos en absoluto que los partidos y sindicatos, en tanto que verdaderos aparatos del Estado capitalista, sigan teniendo un papel fundamental en la dominación del proletariado y en la capacidad del capital para enviarlos a la guerra. Simplemente subrayamos el hecho de que no son, como por ejemplo a fines del siglo pasado, hasta la Segunda Guerra en algunos países, o hasta hace poco en otros, el centro fundamental de la vida "colectiva" del obrero, el lugar de discusión, de reunión, de referencia de todas las relaciones con el exterior. Actualmente casi por todos lados, la forma que asume la contra­rrevolución hace que ni siquiera aquella ficción de colectividad exista, que el proletario haya sido individualizado hasta un extremo inusitado.

 

(7) Por supuesto que toda construcción ideológica se basa en una realidad y la deformación de esa realidad. En este caso, la realidad es, que al capital y por ello, a todos los bandos imperialistas (porque en todos ellos existe como ley inmutable, la del capital, la ley de la máxima tasa de ganancia posible que ejerce la dictadura sobre todo el medio ambiente), les importa muy poco la famosa naturaleza. Por eso mismo, la pobre naturale­za, con guerra o con paz, en los grandes polos industriales o en el medio del desierto que avanza imperturbablemente, está cada vez peor.

 

(8) Como en cualquier otra venta de la mercancía fuerza de trabajo, la decisión libre, está determinada por la libertad de morirse de hambre; en este caso por la alternativa: de ir al ejército o reventar. En Estados Unidos, la miseria de las capas más bajas del proletariado es tan violenta y las posibilidades para ellas de encontrar otro trabajo son tan remotas que la solución de ir al ejército aparece como la única. Esto afecta muy particularmente a los negros, a los portorriqueños, o a los "sin reserva" de origen mexicano, centroamericano, etc. por eso la proporción de estas capas en el ejército norteamericano es muy superior a la que existe en la población. Pero a pesar de eso, las contradic­ciones que ello implica y las enormes posibili­dades de revuelta existentes en dicho ejército, la coherencia de un cuerpo militar es muy superior cuando está compuesta por asalariados, que cuando se lo constituye con reclutamiento forzado (como se ha verificado en toda la historia de las grandes guerras del pasado).

 

(9) Al principio, frente a la ocupación de esta ciudad por parte de las tropas de Irak, la televisión nortemericana decía que era como una "picadura de mosquito en el cuerpo de un elefante"; al otro día cuando la Coalición logra tomar dicha ciudad se trataba de un "gran victoria militar de la Coalición"!

 

(10) En el momento de escribir este artículo en marzo de 1991 tenemos poquísima información sobre lo que está sucediendo en Irak, nos encontramos literalmente incomunicados con respecto a toda información directa de esos países y la única que disponemos es la que da la burguesía, interesada como siempre, en presentar­nos la situación actual, exclusivamente en base a las alternati­vas y polarizaciones interburguesas.

 



 ( [1] ) Ver al respecto el editorial de Comunismo nº 28.

( [2] )   ¡De la misma manera que estas ideologías, les impedía también explicar las contradicciones y guerras imperialistas que contrapusieron en el pasado el Estado burgués ruso, con el chino, y a éste con el vietnamita, o a este último con el de Camboya ...! Y en vez de comprender dichas contradicciones como parte de las contradicciones generales imperialistas en la lucha por materias primas y brutas, por mercados, por buenos negocios, ... nos servían un ensopado insulso en lo cual lo dominante eran las ideologías de los distintos caudillos burgueses (los seguidores de Stalin, contra los de Mao, los de éste contra los de Ho Chi Min, los de éste último contra los polpotianos ...). Esta sopa ideológica, pretendía sustituir la explicación materialista de intereses económicos contrapuestos, cómo si hubiese una sola guerra en la historia que pudiese explicarse por las ideas de los protagonistas!!!

( [3] )   Por increíble que pueda parecer desde el punto de vista marxista, no faltaron quienes consideraron tan fijas y definiti­vas esas divisiones, que plasmaron las mismas en los programas políticos de sus organizaciones. Así por ejemplo una organiza­ción centrista como la CCI, no solo considera el capitalismo de Estado como una característica nueva y "dominante de la vida social" en la "fase de decadencia" , de lo cual los "países llamados socialistas" sería la mejor de las demostraciones, no solo aceptó la división ideológi­ca burguesa del mundo en países desarro­llados y subdesarrollados, sino que estableció en su plataforma estas divisiones como fijas y durante años, no solo, como toda la politología vulgar hablaba de los tres mundos, sino que pretendía explicar todas las contradicciones y guerras imperialistas por los famosos dos bloques (también como la gran prensa burguesa). Se comprende entonces porque hoy, así como la burguesía y sus politologos pasan su tiempo hablando del derrumbe del comunismo, la CCI pase el suyo, explicando el derrumbe de los bloques. En realidad, lo que debería explicar­ es el derrumbe de su visión del mundo.

( [4] )   Antes del inicio de la ofensiva terrestre, un analista militar de Salomon Brothers no tenía el menor escrúpulo en declarar que "... todo el sector industrial de la defensa se está beneficiando ... y eso que solo ha entrado en acción una parte muy reducida del potencial defensivo desplegado en la península Arábiga ... cuando comience la exhibición televisada de los tanques y equipos de tierra y la Marina y su material, los valores bursátiles de las empresas fabricantes tendrán la misma respuesta alcista que hasta ahora".

( [5] )   Ver fundamentalmente "1984 ... 85 ... 87 ...89... peor que lo previsto - la ciudadanización de la vida" en Comunismo nº 27.

( [6] )   Por supuesto que no negamos en absoluto que los partidos y sindicatos, en tanto que verdaderos aparatos del Estado capitalista, sigan teniendo un papel fundamental en la dominación del proletariado y en la capacidad del capital para enviarlos a la guerra. Simplemente subrayamos el hecho de que no son, como por ejemplo a fines del siglo pasado, hasta la Segunda Guerra en algunos países, o hasta hace poco en otros, el centro fundamental de la vida "colectiva" del obrero, el lugar de discusión, de reunión, de referencia de todas las relaciones con el exterior. Actualmente casi por todos lados, la forma que asume la contra­rrevolución hace que ni siquiera aquella ficción de colectividad exista, que el proletario haya sido individualizado hasta un extremo inusitado.

( [7] )   Por supuesto que toda construcción ideológica se basa en una realidad y la deformación de esa realidad. En este caso, la realidad es, que al capital y por ello, a todos los bandos imperialistas (porque en todos ellos existe como ley inmutable, la del capital, la ley de la máxima tasa de ganancia posible que ejerce la dictadura sobre todo el medio ambiente), les importa muy poco la famosa naturaleza. Por eso mismo, la pobre naturale­za, con guerra o con paz, en los grandes polos industriales o en el medio del desierto que avanza imperturbablemente, está cada vez peor.

( [8] )   Como en cualquier otra venta de la mercancía fuerza de trabajo, la decisión libre, está determinada por la libertad de morirse de hambre; en este caso por la alternativa: de ir al ejército o reventar. En Estados Unidos, la miseria de las capas más bajas del proletariado es tan violenta y las posibilidades para ellas de encontrar otro trabajo son tan remotas que la solución de ir al ejército aparece como la única. Esto afecta muy particularmente a los negros, a los portorriqueños, o a los "sin reserva" de origen mexicano, centroamericano, etc. por eso la proporción de estas capas en el ejército norteamericano es muy superior a la que existe en la población. Pero a pesar de eso, las contradic­ciones que ello implica y las enormes posibili­dades de revuelta existentes en dicho ejército, la coherencia de un cuerpo militar es muy superior cuando está compuesta por asalariados, que cuando se lo constituye con reclutamiento forzado (como se ha verificado en toda la historia de las grandes guerras del pasado).

( [9] )   Al principio, frente a la ocupación de esta ciudad por parte de las tropas de Irak, la televisión nortemericana decía que era como una "picadura de mosquito en el cuerpo de un elefante"; al otro día cuando la Coalición logra tomar dicha ciudad se trataba de un "gran victoria militar de la Coalición"!

( [10] ) En el momento de escribir este artículo en marzo de 1991 tenemos poquísima información sobre lo que está sucediendo en Irak, nos encontramos literalmente incomunicados con respecto a toda información directa de esos países y la única que disponemos es la que da la burguesía, interesada como siempre, en presentar­nos la situación actual, exclusivamente en base a las alternati­vas y polarizaciones interburguesas.


CO29.1 Guerra o revolución