ALGUNAS OBSERVACIONES A PROPOSITO DE

LA RELACION DE FUERZAS MUNDIAL ENTRE LAS CLASES.

INTRODUCCIÓN:

DE PRINCIPIOS DE SIGLO A NUESTROS DIAS.

La actividad de los militantes revolu­cionarios, durante toda la historia del capita­lismo, está determinada por los antagonismos irre­conciliables entre burguesía y proletariado. Sin embargo, no podemos dudar de que la manera como se expresan estos antagonismos varía en función de los periodos históricos, es decir en función de LA CORRELACIÓN DE FUERZAS ENTRE LAS CLASES.

Dicha correlación determina las posi­bilidades de cada tarea; es decir, que si bien los fundamentos del antagonismo y las tareas de los militantes son siempre las mismas, las posibili­dades y la importancia RELATIVA de cada tarea va­rían.

Es decir que la asumación de la tota­lidad de las tareas, determinadas por el antago­nismo social, caracteriza la militancia revolu­cionaria; pero esta realidad se relativiza por las relaciones de fuerza entre las clases.

El objetivo de este trabajo es el de plantear algunos elementos que permitan compren­der mejor el período histórico actual, para si­tuarse mejor prácticamente, es decir el de dar un cuadro más preciso de nuestra actividad que deter­mina las posibilidades actuales.

No vamos a reproducir aquí cifras de la contabilidad nacional para "probar" que vivimos en un periodo de crisis y luego establecer a partir de ello una relación mecánica entre crisis económica del Capital y la lucha de clases.

Cuando hablamos de la situación inter­nacional, no se trata de definir las relaciones entre los diferentes imperialismos, de explicar las diferentes curvas de crecimiento, ni de comparar los diferentes Productos Nacionales Bruto, sino, por el contrario, de evaluar la situación mundial del proletariado a través de la lucha que lo contrapone incesantemente a la burguesía; en otras palabras, se trata de determinar, evaluar, verificar la capacidad del proletariado para constituirse en sujeto de su propia historia.

Indudablemente la crisis económica ejer­ce una influencia en esta realidad, pero es el enfrentamiento social -es decir la lucha de clases- el factor esencial, central, primordial, a partir del cual se puede explicar los otros, puesto que él los ha moldeado. La crisis impone a la burguesía la toma de ciertas decisiones, asimismo estas decisiones emergen directamente del enfrentamiento social entre las clases: el desarrollo de la austeridad y de las ideologías anti-obreras  constituyen un ejemplo de lo que la burguesía, en base a la lucha de clases, debe desarrollar como acción contra el proletariado. Pero sería ridículo de­ducir, tomando como base los esfuerzos que hace la burguesía para compensar los efectos de la crisis y la resistencia proletaria a las medidas tomadas, que la crisis es el sujeto de la historia.

El análisis que intentamos hacer de la correlación de fuerzas entre las clases toma como referencia la historia del proletariado, es decir los momentos en los cuales éste emergió como suje­to de su propia historia. Nos referimos a la lucha de ciases como evidente toma de posición de nues­tra parte y también, porque la lucha proletaria es en tanto que acción sobre el mundo, la explicación del mundo burgués, de su realidad inhumana y de su carácter transitorio. Cuanto más abiertamente cuestione nuestra clase, en base a su práctica re­volucionaria, la paz social, más claramente apare­cerá el carácter real del mundo burgués, más clara será la omnipresencia del irreconciliable antago­nismo entre las clases, que solo podrá encontrar su solución en la revolución comunista.

Para poder avanzar en la cuestión que hoy en día plantea la realidad; es decir la si­tuación del proletariado que nosotros evaluamos como extremadamente desfavorable, y determinar los medios para cambiar esta siniestra realidad, tenemos que basarnos en la experiencia más profun­da que haya vivido nuestra clase: el enfrentamiento mundial de 1917 a 1923, que es el periodo más rico en experiencias. A otro nivel, partimos igualmente de la ola de luchas de 1967 a 1973, que constituyó una fisura en el muro de la contrarre­volución, erigido sobre las ruinas de la derrota del movimiento revolucionario de 1923. A través de estas experiencias reafirmamos la invarianza de las determinaciones sociales del movimiento comunista y los puntos de pasaje necesarios.

Parecería extraño el tomar como refe­rencia el comienzo de siglo, y este punto de refe­rencia podría hacer pensar (para aquellos que jamás leyeron nuestras publicaciones) que defendemos la existencia de un cambio de naturaleza del capita­lismo. Pero no es así, nosotros hemos denunciado siempre la imbecilidad de todas las teorías deca­dentistas, que solo sirven para justificar, repro­ducir el conjunto de debilidades de la clase obrera en el pasado y que no tienen otra función que la defensa de prácticas burguesas.

El Capital no ha cambiado de naturale­za, ni cambiará, y las condiciones de su destruc­ción por el proletariado son las mismas. El con­junto de antagonismos no ha cesado de crecer, a través de sus  contradicciones mortales, y solamen­te podrá encontrar una solución en la revolución.

No obstante, el ritmo del movimiento revolución/contrarrevolución, como las tendencias que aparecen, permiten plantear diferentes elemen­tos para determinar los límites, las debilidades y las fuerzas de las luchas futuras. Los puntos fuertes de la lucha no son el producto de la con­ciencia y de la voluntad de los militantes o de los jefes revolucionarios, sino el producto de las formas que toma el desarrollo del antagonismo social en un periodo histórico dado y son determi­nados por las líneas generales del desarrollo del capitalismo y de la lucha obrera.

Si tomamos como punto de partida los principios de este siglo, es porque a través del desarrollo de las contradicciones, del desarrollo de la revolución y de la contrarrevolución, se puede observar una similitud entre este periodo y el actual. Esta afirmación la efectuamos en contra de toda la corriente, de lo que parece decir la si­tuación inmediata, y por ello en contra la corrien­te de las ideologías burguesas. Estas pretenden hacernos creer, en base a cambios concretos, reales, pero secundarios, que la esencia de las cosas han cambiado, que el cambio revolucionario de la sociedad no es más una alternativa, a no ser, tal vez, para ciertas "dictaduras fascistas", etc. De lo que se trata es de ocultar la esencia real de los movimientos revolucionarios del pasado y de "obstaculizar" el futuro de nuestra clase. Nosotros, con respecto a todo esto, reivindicamos y sacamos las lecciones de las luchas pasadas de nuestra clase, y afirmamos que el desarrollo de una ola mundial de lucha obrera cuestionará el conjun­to del orden burgués y que esta perspectiva está cada vez más al orden del día, a pesar de las inmensas dificultades que tenemos que enfrentar.

Efectivamente, nos encontramos en la conjunción de dos factores fundamentales que pue­den permitir el dejar atrás un conjunto de lími­tes que la burguesía impone, a través de la vio­lencia, a nuestras luchas. Si precisamos "pueden permitir" es porque a pesar de que estos factores son indispensables, EL FACTOR decisivo que los transformará en condiciones reales de la revolución sigue siendo, bien entendido, la práctica revolu­cionaria de nuestra clase y de sus vanguardias. Estos dos factores son: de una parte, el desarro­llo rápido de una crisis económica extremadamente profunda que determinará un empobrecimiento, también rápido, de la clase obrera y que solo po­drá encontrar una salida en la guerra generaliza­da; y. por otra parte, la existencia de un proleta­riado  que, por el  instante  se  encuentra  débilmente relacionado positivamente al carro del Estado burgués. La realidad del mundo burgués es que fuera de la lucha los proletarios no tienen otra alternativa que el subordinarse al Capital, a su Estado: (aunque sea solamente por el trabajo).- Esto nos obliga a plantear las diferentes formas de relativización; lo que aclararemos realizando una comparación entre el periodo actual con tres mo­mentos "claves" de este siglo: la guerra y la ola de luchas del 17-23, la guerra del 39-45 y final­mente, la ola del 67-73. El análisis de estos tres períodos nos demuestra la imbecilidad de aquellos que pretenden hacer una relación mecánica entre crisis, pauperismo, y lucha de clases mundial. Si evidentemente la pauperización que soportó el proletariado antes, y sobretodo durante, la guerra del 14 fue uno de los factores de desarrollo de las luchas obreras; la miseria mil veces mayor y las destrucciones, mil veces más generalizadas de la guerra 39-45, no generaron luchas de similar impor­tancia. Por otro lado, la ola de luchas de 1967-, 73, que fueron mucho más profundas que las luchas que se desarrollaron durante y después de la "se­gunda" guerra mundial, se hace sobre la base de una situación general mucho menos penible, en términos relativos y absolutos que la crisis de los años 30 y la guerra que le precedió. La diferencia funda­mental se encuentra en el aplastamiento total del proletariado, su destrucción, atomización que pre­cedió a la destrucción de la ola de luchas del 23. La imposibilidad de resolver revolucionariamente la crisis revolucionaria, el triunfo de la burguesía aterrorizada, provocó una represión sin límites: el asesinato de la gran mayoría de los cuadros prole­tarios, la destrucción -de diferentes maneras- de todas sus organizaciones y la repolarización interburguesa de toda la sociedad.

Sobre la base de esta derrota, toda la historia de las luchas precedentes fue escrita de nuevo y falsificada. En base a esta derrota se aniquiló su naturaleza real. En base a esta derro­ta se erigieron nuevas y formidables barreras con­tra la lucha obrera; se cooptaron dirigentes obre­ros e incluso organizaciones obreras enteras in­corporándolas al Estado burgués. Fue tanto por la masacre física de todos aquellos que resistieron a esta formidable ola contrarrevolucionaria, que por el desarrollo de sindicatos "rojos", por la "bolchevización" de los partidos que fueron comunis­tas, por la creación de partidos "comunistas" di­rectamente contrarrevolucionarios, o más aún, por la imposición del "parlamentarismo revolucionario", del "sindicalismo rojo", de la creación de parti­dos "comunistas de masas", ... que se materializó el carácter profundo de la contrarrevolución. Fi­nalmente fue y es la polarización entre los "paí­ses  socialistas",  la  "democracia"  y  el  "fascismo" (en realidad entre el parlamentarismo y el bonapartisrno, fuese o no "obrero"), que terminaron de ato­mizar y destruir al proletariado.

La burguesía pudo reconstruir todos sus aparatos de dominación (consolidándolos y haciéndolos más fuertes y aún compactos que en el pasado) sobre las ruinas de la más formidable experiencia del proletariado. Fue en esa situación general de terrorismo burgués generalizado, que el proleta­riado tuvo que soportar todos los rigores de la crisis en los años 20-30 y la guerra que lo siguió sin un proceso de unificación y prácticamente sin contactos ni organización. Por ello quedaron tan aisladas las luchas gloriosas que llevó adelante durante este periodo. Sin embargo, entre los años 66 y 73 se produjo una ola mundial de luchas en la que el proletariado llegó, por primera vez des­de la derrota del 23, a transformarse en sujeto de su propia historia,a cuestionar el orden burgués; y esto a pesar de que la situación económica fuera menos desastrosa que hoy en día, que en 1917o que en los años 30, guardando proporciones, claro esta.

Ahora bien, la cuestión de la intensi­dad de la crisis económica no carece de importan­cia. Ella determina (o no), por ejemplo, la homogenización de la situación inmediata del proleta­riado, y determina también las cartas que la bur­guesía utiliza para dividir y atomizar a la clase obrera, cuando esta desarrolla masivamente su lucha y su asociacionismo.

En el transcurso de los años 60, el de­sarrollo de la pauperización, si bien fue brutal también fue globalmente RELATIVA. Esto permitió, a la burguesía, el aumento del salario real de la clase obrera en ciertos países (evidentemente menor que la velocidad con que aumentó la explo­tación) con el objetivo de destruir las luchas. Lo que a su vez determinó las profundas heterogenei­dades en las luchas obreras a través de todo el mundo: el cuestionamiento del mundo burgués fue muy violento y totalizador en América Latina, en cier­tas regiones del Asia (China ....) y secundariamen­te en U.S.A.; mientras que en el transcurso de este mismo periodo las luchas se mantuvieron extremada­mente débiles en el Medio Oriente y en Europa. Esta heterogeneidad se explica por todo un conjun­to de condiciones (la fragilidad de las luchas en el Medio Oriente se explican, principalmente, por la derrota de las luchas de los años 50 y las cam­pañas de polarización árabes/sionistas), de las cuales la más determinante es, sin ninguna duda, la capacidad que la burguesía tenía aún para modular sus ataques anti-obreros; y a pesar de que las medidas tendrían, claro esta, que ser adoptadas por todas partes, la forma,   el ritmo, la  profundidad, el momento en el cual estas medidas tenían que ser  to­madas, variaban de país a país, e incluso de re­gión a región, y también entre diferentes capas  del proletariado que viven en un mismo país, etc.

Pero justamente esas heterogeneidades disminuyen con la agudización de la crisis. Las medidas que toma la burguesía tienden, cada vez más, a desarrollar la pauperización relativa del con­junto de la clase obrera, y ello es cierto a esca­la mundial, a pesar de que estas heterogeneidades existen siempre (dado que se trata de una tendencia que, a pesar de estar muy lejos de hacerlas desapa­recer, las atenúa progresivamente). Y ello se desarrolla en un momento en el cual el conjunto de las ideologías, que la burguesía utilizó en el período final de la ola revolucionaria del 23, están perdiendo su fuerza. Por ello, si bien el prole­tariado se encuentra ligado al Estado, simplemente por su no-lucha, el encuadramiento es mucho menos fuerte de lo que fue.

Lo que predominó es el vivir aplastado por el Estado burgués, más que el participar activa y positivamente en sus campañas. Aunque, como lo veremos más adelante, la burguesía despliega todas sus energías para cambiar esta situación; en las circunstancias actuales no dispone de ninguna alternativa RADICAL Y VIRGEN para encuadrarar a los proletarios transformándolos en agentes activos de su asesinato masivo. Lo que, evidentemente, no significa que la burguesía no pueda crear alternativas que se dirijan en este sentido: la mejor prueba de ello son las tentativas actuales de pre-encuadramiento de todo movimiento que surge en estructuras alternativas; pero hoy en día, estruc­turas de este tipo no pueden tener la formidable fuerza que tuvieron los partidos y la Internacio­nal "Comunista" luego de la derrota del 23.

Si bien la derrota de 1973 consolidó nuevamente la contrarrevolución que se inicia en1923 y en algunos países, en donde el cuestiona-miento de toda la sociedad del capital fue impor­tante, ello implicó la masacre generalizada de proletarios y la dispersión-destrucción de la van­guardia e incluso luego la recredibilización de la sociedad (cfa. la "democratización" y las amnis­tías etc. en América Latina); el conjunto de ele­mentos de la revolución y de la contrarrevolución (por ejemplo la incapacidad de los Estados para lo­grar una adhesión realmente nacionalista y llevar a millones de proletarios a la guerra imperialista generalizada) nos lleva a pensar que la derrota de 1973 será menos importante (especialmente en cuanto a su duración en el tiempo) que la de 1923. Es decir que aunque la derrota de 1973 contiene todas las características de  la  contrarrevolución: desaparición de cuadros, ruptura en la continuidad or­gánica entre las generaciones de revolucionarios; consideramos que no puede hablarse del inicio de un nuevo ciclo de contrarrevolución, sino más bien una nueva afirmación de la vieja contrarrevolución no vencida, con las mismas viejas historias ideoló­gicas ya enmohecidas.

¿Cuales fueron las bases del desarrollo de las luchas en los años 60?

El cuadro general era:

1. Desarrollo rápido de la tasa de ex­plotación, de la pauperización relativa, que aumenta en todas partes del mundo.

2. Existencia de un proletariado que vivió las luchas de la post-guerra y la destruc­ción de las fantasías e ideologías que la bur­guesía utilizó para destruirlas (prosperidad para todos, disminución a corto plazo del tiem­po de trabajo...).

3. La guerra de Vietnam, como concre­ción particular del último punto que desmiente, de una manera flagrante, el mito de 'la última guerra para salvar a la humanidad del fascismo = comunismo". Los proletarios en Estados Unidos digirieron muy mal lo de ir a morir en un país que eran incapaces de saber donde se encontraba en el mapa. En este sentido, la guerra del Vietnam fue un elemento muy poderoso dado que ponía en evidencia las verdades de la guerra, del esfuerzo de reconstrucción y destrozaba el mito de "la felicidad al  fin encontrada".

4. Decepción de los proletarios que lu­charon en los años 50 y que fueron encuadrados por las luchas de liberación nacional. Estas últimas fueron rápidamente desmistificadas, en la realidad cotidiana de la clase obrera se mos­traba su carácter profundamente anti-proletario.

En los años 67-73, la lucha se de­sarrolló de una manera extremadamente brutal. El proletariado se lanzó masivamente a la lucha sin haber tenido tiempo para forjar y desarrollar su asociacionismo, planteó la cuestión de la destruc­ción del Estado burgués y de todas sus estructu­ras sin haber logrado reapropiarse de su historia dado que la profundidad de la contrarrevolución había logrado destruir todos los lazos orgánicos y teóricos con su glorioso pasado (1917-23). El surgimiento de la lucha, como también el de la represión burguesa, fue tan rápido que el prole­tariado no tuvo tiempo para forjar la dirección que el movimiento revolucionario necesitaba. Los pocos grupos obreros que intentaron mantener los víncu­los con el pasado y que intentaron sacar un balance de la experiencia del 17-23 habían desaparecido o/y no tuvieron la fuerza de constituir una dirección central y centralizadora. Más aún, dados los desfasajes en la crisis económico-política, la bur­guesía pudo separar al proletariado y combatirlo región por región. Y si bien es cierto que la brutal violencia burguesa fue un factor importante en el fracaso de la lucha obrera, ello pudo llegar a esos extremos porque existió un terreno social, que permitía separar a las masas obreras de sus elementos más decididos. Los cuadros revoluciona­rios fueron asesinados y torturados a un nivel nun­ca visto, el secuestro y los desaparecidos fueron utilizados por la burguesía como forma de gobierno en decenas de países. Al mismo tiempo la burgue­sía aplicó un cierto número de reformas logrando impedir, así, que las luchas continúen desarrollán­dose, lo que hubiese hecho indispensable y posible la reapropiación de pasado de nuestra clase, la reemergencia de los vínculos internacionales del proletariado,  de sus publicaciones,… etc.

A partir de este breve, general y suma­rio cuadro de las condiciones en las que el prole­tariado luchó y fue vencido, a principios de los años 70, podemos plantear ciertas observaciones con respecto a la evaluación y las perspectivas del período actual.

El único cambio que se produjo, desde la década del 60, y las luchas que se desarrollaron durante ese-periodo, es LA AGUDIZACIÓN DE TODAS LAS CONTRADICCIONES. La burguesía no ha podido implementar ninguna reforma que transforme cuali­tativamente la situación. Y esto no porque ella sea incapaz sino por que la única reforma, que en este período histórico permitiría un cambio cuali­tativo de la situación del capital mundial, es la guerra generalizada al conjunto del planeta. Pero esta perspectiva es aún prematura. Prematura, antes que nada en sus necesidades, dado que la propia agudización de la miseria relativa del proletariado mejora las condiciones de acumulación del capital (aumento de la tasa de explotación). Y prematura, también, en las posibilidades, puesto que el proletariado por más sometido, atomizado y destruido que hoy está, no se encuentra aún prepa­rado para ir a la guerra. La austeridad masiva, con su defensa de la empresa y luego de la patria en la competencia capitalista mundial, con el desarrollo de la competencia individual e indivi­dualista entre los proletarios, con el desarrollo acelerado de la represión "de los traidores, de los saboteadores, de los marginales, de los parásitos, de los agentes del imperialismo ..." constituye un  momento indispensable en el reforzamiento de la unión nacional y por ello un paso importante en la dirección de la preparación ala guerra.

Pero los factores que determinaron las luchas en los años 60 eran también el desarrollo de las guerras, de la miseria cada vez más generaliza­da, el hecho, cada vez más evidente, de que la única perspectiva posible para reformar el mundo del capital es la guerra mundial generalizada a un nivel nunca visto. Un conjunto de características que determinaron la emergencia de las luchas en los años 67-73 se encuentran también en las explosio­nes de las luchas obreras de estos últimos años: sea en Marruecos, Argelia, sea en los países del Este (Polonia, Kosovo, Rusia,...) o en Argentina, Birmania, Venezuela, Corea,… Pero si bien es correcto afirmar que existen ciertas características en común entre estas luchas y las del 67-73 (y principalmente por ser explosiones extremadamente rápidas y brutales que casi siempre sorprende a la burguesía); también tenemos que afirmar que la ausencia de perspectivas revolucionarias claras y la falta de organización y de dirección de la lucha en ese sentido, constituyen diferencias importantes e inquietan­tes con respecto a los movimientos de los años 60. Más aún, la derrota extremadamente rápida de estas explosiones obreras, que son el producto de la in­capacidad organizativa del proletariado para gene­ralizar sus luchas, no deja tiempo para reconstruir los vínculos revolucionarios que fueron destruidos por la contrarrevolución de los años 20 (si bien esta situación fuese cuestionada en los años 66-73 al no lograr generalizar esta ruptura tanto en el espacio como en el tiempo, la contrarrevolución logró reimponer su continuidad). Una expresión de la inexistencia de estos vínculos es la ausencia de publicaciones obreras masivas lo que es un síntoma dramático del abismo que separa aún al proletariado de la revolución.

Una fase revolucionaria solamente puede abrirse con el desarrollo de la organización, de la conciencia, de la dirección, lo que no es posible sin la reapropiación histórico-práctica del pasado del proletariado, sin la reaparición de su centralización mundial y sin elevar esto a niveles superiores. Pues no solo el nivel superior de la experiencia pasada se reveló insuficiente, sino porque además la burguesía ha sacado sus lecciones del pasado.

Las explosiones obreras actuales, que muy rápidamente ponen en cuestión al conjunto de las estructuras e ideologías de la sociedad, acarrean reacciones extremadamente brutales de parte del Estado y la generalización de los métodos más atroces de gobierno (desapariciones masivas, envió de niños al frente, tortura o bombardeo de ciudades o barrios obreros). Esta represión desor­ganiza  más  al  proletariado. La  distancia que hoy en día existe entre el nivel de experiencia, de preparación y organización de la burguesía y el del proletariado es muy grande y más teniendo en cuenta que LA BURGUESÍA SIEMPRE SE ORGANIZO DIRECTA Y ESENCIALMENTE CONTRA EL PROLETARIADO y por ello dispone de una experiencia histórica mucho más grande.

Esta distancia adquiere más importan­cia en las luchas (como las de hoy en China, Arge­lia, Venezuela, ...) que estallan actualmente con mucha rapidez y fuerza y en las que el proletariado se encuentra inmediatamente confrontado a un desarrollo muy brutal del enfrentamiento social y de la represión, sin estructura ni dirección para asumirlo. Todas estas dificultades plantean, de una manera aún mas angustiosa, la necesidad del trabajo de preparación que efectúan, desde siempre, las fracciones comunistas.

Pero seriamos derrotistas si solamente tomáramos en cuenta este conjunto de debilidades y dificultades sin observar otros elementos que son más alentadores. Si durante los años 70 la bur­guesía contaba aún con muchas cartas económico-políticas para jugar (aumento del salario real en ciertas regiones del mundo, por ejemplo) que per­mitieron aislar las vanguardias obreras y repri­mirlas, estas cartas se han desgastado y la iden­tidad de todas las políticas económicas de todos los gobiernos del mundo no es una casualidad. Ac­tualmente la burguesía no tiene muchas opciones, ni tiene la capacidad para realizar reformas que aparezcan realmente atractivas.

Cada vez se encuentra más obligada a aumentar las medidas anti-obreras y dar pasos en la generalización a escala mundial de la guerra. Ello homogeniza rápidamente la situación del proleta­riado mundial al limitar las alternativas burgue­sas. La degradación de las condiciones de vida del proletariado se acelera más luego de una derrota y hace que nuestra clase no tenga otra alternativa que la de retomar la lucha o la de dejarse reventar por el hambre o en la guerra. Esta rea­lidad lo empuja a volver rápidamente a la lucha, reforzando las posibilidades para que la clase sa­que las lecciones de las luchas precedentes. Más aún, las luchas que se producen en un lugar pre­ciso del mundo pueden servir como ejemplo, cuando las condiciones que las hicieron estallar hacen referencia directa a la situación del proletaria­do en todo el mundo; los proletarios en Argentina acaban de darnos una demostración de esto cuando tomaron el ejemplo de sus hermanos de clase en Brasil y en Venezuela. Asimismo, la forma del en­frentamiento nos hace recordar las formas de en­frentamiento que se dan en otros  lugares.    En ello, y en la existencia en cada lucha de proletarios que vivieron las experiencias de luchas precedentes y sacaron enseñanza de ellas -como por ejemplo a pro­pósito de los partidos políticos de la burguesía, de las izquierdas del capital y de sus sindicatos-, se encuentran las posibilidades de desarrollo cuan­titativo y cualitativo de las luchas. Asimismo, cada vez se vé más claramente que cada fracción de la burguesía que ocupa el gobierno adopta exacta­mente las mismas medidas que tomó la fracción pre­cedente. La pérdida de credibilidad de todas las fracciones burguesas, que esto último trae consigo, se refuerza aún más por la misma lucha y por su represión (en la que participan todas las fraccio­nes del capital).

Pero tampoco se trata de ilusionarnos, si bien es cierto que la homogenización en la re­presión y en la derrota pueden constituir, par­tiendo de la similitud de la experiencia, un factor que refuerza la conciencia proletaria del carácter universal de su situación, una derrota puede, por su dimensión, cuestionar el futuro de las luchas. El estallido de la guerra, por ejem­plo, es al principio un golpe importante contra el proletariado, pero luego puede convertirse en un factor   de reforzamiento de las luchas obreras.

Estas dificultades hacen más evidente aún la necesidad de preparar, desde hoy día, aquello que será el elemento indispensable de las luchas del futuro (como lo fue también en el pasa­do): el indispensable trabajo de preparación de las minorías de vanguardia. Esta preparación, esta organización, será lo único que permitirá, en cada momento de la lucha obrera, expresar el conjunto de sus potencialidades y disminuir, por ello, las consecuencias de la contrarrevolución, permitiendo así, el resurgimiento cada vez más fuerte y masivo de la revolución.

La exacerbación de todas las contradic­ciones, tal como la hemos enumerado más arriba, nos permite plantear un optimismo relativo en lo con­cerniente a las luchas a largo plazo: el Capital ha desarrollado y concentrado su enterrador históri­co -el proletariado- como también todas las condi­ciones de su lucha histórica. No obstante somos muy pesimistas en lo que concierne el corto plazo, en la medida en que el proletariado ha dejado des­truir todos sus vínculos que lo ligaban a si mis­mo, a su pasado y a su futuro. Las explosiones obreras de estos últimos años nos permiten ver en letras de sangre y fuego todas las debilidades del movimiento: inorganización, apoliticismo, indivi­dualismo.

Sin lugar a dudas, los primeros grandes enfrentamientos harán más compacta y poderosa a la con­trarrevolución, en la medida en que esta última revela cruelmente la realidad de este mundo, abrirá, seguramente, la posibilidad de sobremontar revolucionariamente los límites de estos.

El reagrupamiento militante y la cen­tralización de nuestra comunidad de lucha son indispensables, desde hoy en día, porque son mo­mentos esenciales de la reapropiación de nuestra totalidad,  porque permiten la indispensable preparación de esta reapropiación, por formar la base real sobre la que deberemos entretejer los víncu­los de nuestra clase.

Cuando más larga sea la vida del Capital, más doloroso podrá ser el parto del comu­nismo. Pero, por más que los burgueses sueñen con la imposibilidad del comunismo, éste se impondrá como necesidad de este mundo. Esto está escrito en letras indelebles en el acta de nacimiento de esta sociedad de muerte.

LA   SITUACIÓN  ACTUAL: CRISIS Y  CONTRARREVOLUCIÓN

LA   COMPETENCIA.

Ahora nos hace falta analizar la situa­ción de nuestra clase en un término más corto, es decir ver como se expresa la relación de fuerzas en lo inmediato y como puede evolucionar en los próxi­mos años. Para ello tendremos que referirnos a otro nivel de las consecuencias de la crisis. En efecto, si a un nivel más general y de largo plazo la crisis determina el surgimiento de luchas de clase, como producto de la exacerbación de las con­tradicciones sociales, a un nivel más particular e inmediato ella determina, evidentemente, una deteriorización de las condiciones de vida del prole­tariado. Pero dicha deteriorización implica tam­bién una mayor dificultad para entrar en lucha, y esto no solo porque el consentimiento de sacrifi­cios es cada vez más pesado, sino porque también la competencia entre los obreros aumenta, porque se desarrolla el individualista "arréglate como pue­das" que siempre termina siendo contra los otros. Una situación en la cual es imposible imponer nues­tras necesidades a través de una relación de fuer­za colectiva, hace que los que tratan, a cualquier precio, de mantener su trabajo, acepten las dismi­nuciones salariales, la agravación de las condicio­nes laborales, etc. El "arréglate como puedes" es la ley de la selva capitalista: "cada uno para si mismo contra los otros".

En un primer momento, la crisis obli­gó a los obreros a desprenderse de las estructu­ras del Estado, principalmente de los- partidos y sindicatos, mostrando en la práctica que estos úl­timos no hacen nada en contra de las disminucio­nes salariales, los despidos masivos, etc., y poniendo en evidencia que las "huelgas" que orga­nizan solo  significan  pérdidas  de  salarios  y  por otra  parte  que  los  partidos  toman  exactamente  las mismas medidas anti-obreras.

Esta demistificación del Estado fue, evidentemente, un paso adelante del proletariado, un primer rechazo del consensos nacional, una de las bases del desarrollo de las luchas contra la austeridad. Sin embargo, esta situación, y como siempre pasa, no podía tomar su verdadero sentido sino desarrollándose, transformándose en rechazo activo, en una lucha contra la sociedad. Toda reacción obrera tiene que dotarse de una dirección, a falta de esto la burguesía impondrá su dirección, que evidentemente irá directamente en contra de los objetivos primordiales del proletariado, y las rela­ciones de "despolitización" y de "des-sindicalización" no se transforman en acciones obreras, se desarrolla el indiferentismo, egoísmo individual, realismo, rechazo de "la" política en general y por ello un rechazo de la lucha. En los últimos años es esta la tendencia que predomina. Más aún estas reacciones, que tendrían que servir de base a la reorganización de los proletarios, son transformados así en más atomización (al interior de y) por el Estado burgués. Entonces, tanto en el plano "eco­nómico" como en el "político", es el arréglate como puedes, la competencia, el "cada uno para si mismo" en, y por ello, por el sistema, que se de­sarrolla (¡¡!!).

La competencia tiene el siguiente sig­nificado directo: aplastar al otro, haciéndolo des­cender en la escala (social) para conservar su puesto. La despolitización que partía de "todos los hombres políticos dicen y hacen la misma cosa" se transformó en "yo me ocupo de mis asuntos, el resto del mundo puede reventar".

LAS  "NUEVAS"  MEDIDAS  ECONOMICAS

Esta realidad se apoya en la miseria creciente, pero ella es también el producto de una gestión burguesa muy inteligente de la crisis y de las necesidades económicas que ella impone, en especial en la gestión de la fuerza de trabajo que se adapta mejor a las necesidades del periodo, lo que significa el desarrollo de medidas drásticas de austeridad por todas partes del mundo. Otra vez, contra la clase obrera, la burguesía se encuentra obligada a mostrar la homogeneidad de su mundo, la esencia mundial de su modo de producción que deter­mina directamente la esencia mundial de nuestra clase y de la revolución a venir.

Veamos algunos ejemplos que permiten ilustrar estas medidas:

En Francia se ha desarrollado masivamente el tra­bajo precario y el subempleo subpagado bajo el pretexto de que sería "trabajo de formación". Estos trabajos apenas permiten sobrevivir a duras penas, siem­pre y cuando uno se prive de todo. Dichos trabajos han sido acompañados de despidos masivos, de una reducción de las asignaciones y del tiempo de paro.

En Hungría el reconocimiento oficial que se hizo este año del paro (desocupación) fue proclamado como si fuese "una victoria obrera". De lo que se trata realmente es que con el reconocimiento del estatu­to de parado y el otorgamiento de asig­naciones de paro durante algunos meses, se están preparando grandes olas de despidos de obreros "improductivos". En dicho país se decretó un impuesto del 10% sobre el ingreso (gran novedad "so­cialista") que según el Estado sería compensado (si fuese cierto ¿cuál es su interés?) por aumentos del salarios de más o menos 8% !! De lo que no se habla es de las horas suplementarias, de la necesidad de tener 2 ó 3 trabajos y cuyos salarios no serán aumentados y que forman la mayor parte del salario real.

En Marruecos, Tunes y Argelia la hora es al "rea­juste estructural". De lo que se trata realmente es de doblegar al proletariado a las exigencias de la austeridad del FMI; lo que se concentró en las consig­nas de "promover la producción hacia el mercado exterior,  frenar  el  consumo  interno". En Marruecos el precio de la leche, del gas, de la harina, del azú­car, han aumentado en 133% y los sala­rios... 53%. En Tunes, los productos de primera necesidad aumentaron conti­nuamente lo que se concretó en una dis­minución del salario real del 15% solo entre el 83 al 87!!! Oficialmente la tasa de desempleo en Argelia es de 17,5% pero en los hechos es una vez y media y hasta 2 veces más importante, en los tres países. También en esta región las ventas ambulantes y los trabajos irre­gulares se han ido constituyendo en los únicos medios que permiten la sobrevi­vencia.

En Ecuador la desocupación y el subocupación al­canzan el 50% de la población activa. Esta situación es similar tanto en las ciudades en donde los despidos y cierres de empresas se han multiplicado como en el campo en donde los campesinos no tie­nen tierra y por supuesto que como en los otros países de la región (Perú, Colombia,...) el empleo precario y el trabajo al negro, el contrabando, cons­tituyen los únicos medios de sobreviven­cia.

Esta siniestra enumeración podría con­tinuarse pero no tiene mucho sentido hacerlo; es más interesante mostrar, a través de un ejemplo -el trabajo de los niños- y la situación en 3 países -China, Estados Unidos y Rusia- la esencia profun­da de estas medidas y las alternativas que abren estas economías de capital variable como reformas "políticas".

En Estados Unidos hoy la burguesía cacarea que se ha reiniciado el crecimiento, que se han creado nuevos empleos (!!¡¡). Se trata de una de esas "verdades" burguesas que si bien tienen una base real, sirven para ocultar la totalidad. Es cierto que la desocupación ha disminuido (en cifras de la burguesía) y que estos úl­timos años se ha "creado" más puestos de trabajo que los suprimidos, pero ello adquiere otra significación cuando se vé de que tipos de empleos y de que salarios se trata En realidad, los nuevos trabajos son remunerados con sa­larios globalmente  mucho  menores  que  el de los trabajos suprimidos, a pesar de que estos últimos sean netamente menos numerosos. El salario mínimo garantido (teniendo en cuenta el aumento del coste de vida) equivale al 60% de lo que es considerado como el umbral de la pobreza!!!

Desde 1978 a 1984 el número de aquellos que la burguesía calificaba de "pobres" o "miserables" que trabajan a tiempo com­pleto ha aumentado en un 66% !!! Por otro lado, 77% de "hispano- americanos" considerados como pobres, trabajan. A-demás los despidos se han dado en los sectores "tradicionales" de la produc­ción: textil, siderurgia, carbón,... En estos sectores cierre y reestructuración significan despidos, inversiones y aumentos de la intensidad del trabajo. Los nuevos contratos (momentáneos) se dan, cada vez más (88% de nuevos traba­jos) en las pequeñas empresas (menos de 20 trabajadores) en donde los salarios son más bajos, el control patronal más fuerte y el aislamiento mayor. Más aún, el contrato se hace "a destajo", y las estimaciones hablan de 8.000.000 de proletarios que "flotan de un empleo al otro entre dos periodos de desempleo, lo que implica un gigantesco desarrollo del trabajo precario, de la subocupación y de la desocupación. El ejemplo de Esta­dos Unidos clama: el relance es la mise­ria obrera!!

En China: desde principios de los años 80 el Es­tado abandonó progresivamente la políti­ca de la "taza de arroz", que consistía en que se le garantizaba a todo ciuda­dano, productivo o no, el mínimo para sobrevivir. Solo se le privaba de este derecho a aquellos que el Estado consi­deraba como no ciudadanos, y principal­mente a los Guardias Rojos que durante la "revolución cultural" se autonomizaron de las fracciones burguesas para enfrentar (con mayor o menor claridad), al Estado y que nuevamente en los años 80 llevaron adelante las luchas violentas contra este mismo Estado. La política de la "taza de arroz" constituía un freno histórico al desarrollo de la explotación (y de la competencia entre los proletarios) porque los obreros sabían que aunque trabajaran duramente no podían obtener mucho más que este mínimo vital y hacia que las  diferencias  salariales fuesen débiles. Ahora se refuerzan estas dife­rencias, especialmente disminuyendo los salarios, especialmente los de los más miserables. La vieja política prohibía los despidos; en cambio ahora reconoce la desocupación y se realizaron enormes cantidades de despidos.

El Estado declaró claramente que lo que se trataba era de perseguir los "abusos',' de reprimir los "sabotajes" y a la "flo­ta endémica de ciertos aprovechadores". Hoy en día, los obreros "no productivos" pierden por decenas de miles, sus trabajos y su derecho a "la taza de arroz". El Estado en China pretende presionar a los obreros (y a sus salarios) a través del hambre y obligan-dolos a trabajar más horas y a aumentar la intensidad del trabajo. La compe­tencia entre los obreros se ha agudiza­do enormemente. Para imponer esta polí­tica el Estado impuso su terror sin límite a través de contralores en las empresas, siempre protegidos por el ejército. Dichos contralores muchas veces pagaron con su vida su vil acción frente a la rabia proletaria que con razón los consideran sus enemigos in­mediatos. Para "evitar los excesos de ambas partes", la burguesía autorizó la creación de los sindicatos "libres", lo que permite regular e integrar en el sistema toda reacción con respecto a los "excesos de los patrones" que quisieran despedir obreros abusivamente. A "cambio", los sindicatos tienen que con­trolar a los obreros e impedir que salgan de la legalidad.

En URSS: la campaña llevada adelante por Gorbatchev, más allá del espectáculo y de sus efectos, es antes que nada una campaña de reestructuración, de austeridad y de desarrollo de la productividad (para los obreros de la intensidad del trabajo y la explotación). El reconocimiento de las dificultades que tiene el pueblo para vivir sirven, antes que nada, para denunciar las carencias económicas del sistema. El mensaje, a los proletarios dejando de lado el espectáculo sobre el desarrollo y la productividad es: "Tra­bajen más tiempo, trabajen más por unidad de tiempo, solo así los salarios reales, de aquellos que lo merecen, au­mentarán". Mientras tanto se desarrolla la sistemática persecución contra quienes "no lo merecen". Los despidos se multiplican y la caza al "ocio", al sabotaje, a las "recuperaciones" en las empresas se organiza. Por otro lado, el desarrollo del auto-financiamiento de las empresas es, antes que nada, el desarrollo de la miseria obrera. Si el mensaje oficial es: "Disminuyan vuestros costos, aumenten la productividad y el beneficio, y la empresa sobrevivirá"; este discurso significa en la práctica: "Disminuyan los salarios, aumenten la explotación y la empresa sobrevivirá". El Estado llama a que todos y cada uno participe en el esfuerzo nacional para reconstruir la economía, y como siempre, se apoya esté pedido con fusiles apunta­dos contra los proletarios. La burguesía pretende así, poner en mar­cha algunos mecanismos económicos, entorpecidos desde hace mucho tiempo atrás a costa de los salarios que no han cesado de disminuir. Se encuentran menos mercancías en las tiendas, hace falta, como siempre, añares de salarios para pagar un auto, y esperar de 10 a 15 años para obtener una vivienda.

El trabajo de niños: Una de las cifras que mejor ilustra las medidas que toman todas las fracciones burguesas es la del trabajo de niños y la degradación de las condi­ciones de vida de estos. La Oficina Internacional del Trabajo anunciaba en 1979 que había 52 millones de niños que trabajan, en 1988 anuncian que hay ahora 200 millones.

En Gran Bretaña, el porcentaje de niños que tuvieron accidentes en el trabajo es mayor de 30%, en URSS cifras oficiales reconocen 31.000 niños accidentados en el 84 y 35.000 en el 86. Además, la sevicia, de todo tipo, las torturas y los golpes son cada vez más frecuentes para forzar a los niños para que traba­jen.

Es claro que el trabajo de niños es un producto directo y "natural" de la cri­sis del sistema. De una parte, esta mano de obra, totalmente sub-pagada y más maneable, es siempre más solicitada por todos los patrones del mundo; y por otra parte, los padres se encuentran cada vez más obligados a hacer trabajar a sus propios hijos para que la familia pueda simplemente sobrevivir. Y se trata, evidentemente, de un espiral puesto  que  esta mano de obra barata

(como las mujeres, los emigrados, los viejos, ...) aumenta la competencia entre los obreros y permite disminuir aún más los salarios, lo que a su vez obliga a trabajar aún más a los viejos, niños, mujeres. Al mismo tiempo en que la desocupación se desarrolla, que la demanda de fuerza de trabajo disminuye, esta misma disminución, y la de los salarios que ocasiona, empujan a un desa­rrollo de la oferta de brazos.

Estos cuatro últimos ejemplos son inte­resantes por que muestran, más claramente que otros, tanto la degradación brutal de las condicio­nes de vida de nuestra clase, como lo que esto determina para el proletariado y los medios que utiliza la burguesía para hacernos aceptar todo esto,  aspecto que ampliaremos luego.

Por el instante podemos observar que se trata de una pauperización generalizada de los proletarios, tengan o no trabajo, aunque es claro que los que sufren más estas medidas sean ciertas fran­jas: mujeres, niños, emigrados, viejos, desemplea­dos, (lo que objetivamente coincide con los inte­reses del capital de dividir a la clase obrera). Constatamos además que la tendencia es a desarro­llar una mano de obra sub-pagada y extremadamente móvil. Esta mano de obra, cuya falta de califica­ción puede ser ampliamente compensada por la canti­dad (visto los miserables salarios), tiene que ser sumamente flexible y responder a las necesidades de fuerza de trabajo en un lugar y un tiempo determi­nado por las exigencias del capital para luego, cuando las necesidades de este sean saciadas, volver a la desocupación. Poco importa el medio (trabajo al negro, esclavitud...) por el cual esta necesidad se imponga, es necesario que se desarro­lle una mano de obra sub-calificada y sub-pagada que por su propia existencia haga presión sobre los salarios de los obreros más calificados!!

Esta gestión de la fuerza de trabajo tiene muchas ventajas para el capital: permite una degradación brutal de los salarios y además una individualización mayor de la condición obrera. La tendencia es cada vez más a "cada obrero, su si­tuación", aunque, claro está, esto solo puede ser una tendencia. Así nos encontramos frente a obre­ros que trabajan continuamente, otros que trabajan intermitentemente y otros que se encuentran con­denados a la desocupación permanente. Pero dentro de estas mismas "categorías" existen diferenciacio­nes: por ejemplo las diferencias tradicionales de calificación y de salario, el desarrollo de estas a través de las primas que forman una parte cada vez mayor del salario.   El  interés en el  funcionamiento por primas, como el de salario a la pieza (que está en pleno auge) es de ligar más aún a los obreros al interés de la empresa  (1).

También entre los trabajadores precarios existen muchas situaciones diferentes, puesto que según el nivel de calificación, los períodos prestados, serán más o menos largos y re­gulares, y más o menos retribuidos; lo que es la expresión más perfecta de la ley de la selva capi­talista, en la cual cada uno tiene que pelear día a día en el mercado del empleo para merecer su pitan­za. Claro está, esta batalla se dá entre proleta­rios, puesto que de lo que se trata es de venderse mejor que los otros. En el paro las diferencias son también importantes entre los que reciben o no asignaciones, los que tienen derechos a ayudas y entre los que son excluidos de todos los circuitos. Aún en estas "subcategorías" existen diferencias puesto que la asignación depende en general (en lo que respecta la cantidad y al periodo) del trabajo, efectuado, de la duración y de la remuneración de este último, de la composición familiar, etc. De la misma forma entre aquellos que no tienen derechos existen, por ejemplo, clandestinos que a cada momento corren el riesgo de ser expulsados (esto en casi todos los países del mundo).

Todo esto traduce el perfeccionamiento de la individualización y de la atomización (impulsada siempre por la crisis), la tendencia a transformar cada vez más a cada proletario en ciudadano-individuo, en la cual cada uno tiene una situación única y particular en la que todo lo dis­tingue,  separa y contrapone a los otros.

El Estado se encargará de gestionar a esta masa de ciudadanos atomizados, principalmente cuando selecciona a los "productivos" de los perezosos, a los "buenos ciudadanos" de los "aprovechadores", etc. Pero aquí no se acaba la cosa, este tipo de medidas beneficia a la burguesía al poner a toda la masa creciente de proletarios en la siguiente situación: alternancia entre traba­jo/desocupación; lo que permite reducir el costo global de la fuerza de trabajo y que también sirve para prevenir las explosiones sociales. Bajo la cobertura de los discursos  a  propósito  de  "compartir el trabajo" y de la "solidaridad entre traba­jadores" se esconde el compartir la miseria y la solidaridad con el Estado. Esta forma de compar­tir tiene por lo menos tres ventajas para el capital:

1.                                                Permite que las nuevas masas obreras no sean brutalmente y totalmente hambreadas! los períodos pequeños de trabajo permiten "respi­rar" y sobrevivir, con las justas, hasta obte­ner otro periodo pequeño de trabajo. Así no se tira brusca y enteramente a los obreros a una angustia sin fondo que puede conducirlo a vio­lentas revueltas contra el hambre y el Estado.

2.                                                Además esta situación hace que los períodos de desempleo sean períodos de búsqueda desespera­da de trabajo, a cualquier precio, lo que obli­ga, tanto en período de trabajo, como de deso­cupación, a cada uno a preocuparse solo de su supervivencia y la de la familia.

3.                                                Cada uno se encuentra obligado a entregarse a fondo en el trabajo (y también en el periodo de desocupación), sea para encontrar o para permanecer el mayor tiempo posible, la ideolo­gía del trabajo se refuerza así! ¡Todos están obligados a ver en el trabajo la Salvación!

Bajo esta base se puede reforzar una serie de ideologías: "el obrero que merece lo que se 'gano'' con tanto esfuerzo", "el individuo, 'self-made man' que se realiza solo" aplastando la cabeza de otros y ligado únicamente al Estado,  etc.

Solo queda una moral, un principio, que es el de la conquista salvaje de la supervivencia, según las leyes del liberalismo económico.

Finalmente, y como lo hemos podido ob­servar, por ejemplo, en China y en URSS (princi­palmente en este último caso puesto que la prensa internacional hizo una publicidad increíble sobre este punto), estas reformas económicas vienen directamente acompañadas de reformas políticas, consideradas como una contrapartida, pero que en realidad' solo son un momento de la degradación de nuestras  condiciones  de vida  y  del  encadenamiento del proletariado al capital. Se ofrece la transpa­rencia a cambio de la reestructuración, cuando en realidad la transparencia es una condición de la reestructuración: hay que conocer al saboteador para liberar la economía nacional!!    Se ofrece el sindicato a "cambio" de los despidos, cuando en realidad son los sindicatos que permiten y organi­zan, (controlando o por lo menos tratando de con­trolar las reacciones obreras) los despidos.

LAS   GRANDES   CAMPAÑAS  BURGUESAS

La burguesía mundial, basándose en estas reformas necesarias para posponer los efectos de \a crisis (y preparar al proletariado para su guerra) ha edificado una gigantesca construcción ideológica. Los fundamentos de todo esto son, recordémoslo una vez más, las necesidades económi­cas inmediatas: de disponer de un proletario some­tido, dócil y de una gran libertad en el-desplaza­miento de todo: mercancías y capitales. Pero para que la economía nacional sea competitiva no solo es necesario proletarios baratos, sometidos, móviles, sino que lo que resulta más importante es disponer de proletarios que quieran trabajar, participar en el esfuerzo nacional, que adhieran al Estado. Las masas obreras tienen que sostener activamente el esfuerzo productivo de su nación, tienen que creer que atándose a la empresa y a la nación tendrán el futuro asegurado para que se realice la cohesión nacional que permitirá al país ser mas competitivo en el mercado mundial. Más aún, esta tentativa de encadenamiento de los proletarios al Estado es una preparación directa a la guerra mundial: defender "su" empresa y "su" nación es defender "su" patria y la soberanía nacional!!!

La realidad de la atomización obrera tenía dos aspectos interdependientes: por una parte la atomización, que se desarrolla con el desarrollo de la competencia y del acomodo individual, y por la otra la realidad de la transformación del recha­zo de la política en el "cada uno para si mismo". Sin embargo, esta atomización es aún muy frágil para la burguesía; su aspecto pasivo contiene la potencialidad de una transformación del egoísmo individual  en egoísmo de clase.   La  burguesía  no puede escoger "libremente" el modo de encuadramiento de los proletarios; pues también se encuentra determinada por la realidad social. Necesita transformar ese individualismo apolítico en orga­nización para el Estado; superar ese rechazo de los sindicatos y partidos, organizar otros vínculos en-t re los proletarios y el Estado mejores que los ofrecidos por los partidos y sindicatos. Para ello, la bur­guesía busca canalizar una reacción instintiva, pero muy limitada, del proletariado contra el capital, tratando de transformarla en organización del capital. Uno de los ejes de esta campaña fue el hecho de que las estructuras centrales del Estado asumieron y tomaron a cargo un conjunto de campañas llevadas adelante desde 1968 por ciertas fracciones periféricas del capital (izquierdas, ecologistas, pacifistas, etc) lo que se verifica tanto en el Oeste como en el Este. El objetivo de estas campaña es, como lo proclama: el obtener "la participación de la población para desarrollar la productividad y responder, asi, a las necesidades". Lo que la burguesía oculta es el verdadero signifi­cado de esto, es decir el desarrollo de la explota­ción que el capital requiere. Para ello es verdad que la participación de la población es indispen­sable y que el primer momento de esta participación consiste en ahondar, lo máximo posible, la nega­ción del proletariado, es decir su transformación en pueblo,  en masa de ciudadanos!!!

Las grandes campañas que actualmente se llevan adelante, tienen como objetivo reforzar la atomización, la ciudadanización y, principalmente, desarrollar la comunidad ficticia de intereses de los ciudadanos al interior de y para el Estado burgués!!!

PACIFISMO Y  ANTITERRORISMO

La gran ola de manifestaciones pacifistas en Europa del Oeste, a la que la prensa le dio mucha importancia, ha recaído enormemente hoy  en  día.    Sé  terminaron  las manifestaciones de masas; los organizadores de estas manifestaciones fueron superados ampliamente por los gobiernos de las grandes potencias que no solo retomaron y fueron más adelante,  sino  que  en  algunas  ocasiones realizaron las consignas y las reivindicaciones de dichos movimientos. El objetivo de estos era el recrear una unión nacional mucho más importante que mostrará el interés común de todas las franjas del pueblo: rico y pobres, católicos y ateos, de dere­cha y de izquierda, — contra la guerra. Se trataba, y se trata, de ahogar al proletariado en la masa de "individuos aterrorizados por la guerra". Estas campañas tienen el objetivo único de preparar la guerra encerrando a todos los indi­viduos en un gran consensus nacional!!!

Cada fracción burguesa clamará que, como su pueblo, quiere la paz, que solamente hará la guerra cuando las agresiones del enemigo la obliguen y la fuercen. Luego llama al pueblo para que adopte su misma lógica y, en consecuencia, que se prepare para ir a defender al frente "nuestra nación pacífica contra los bárbaros". Con respecto a los "bárbaros", cada nación tiene los suyos. Todo esto se lleva adelante al mismo momento en que la guerra económica se agudiza y que la burguesía llama cotidianamente a realizar esfuerzos por la economía nacional, para que "nuestro país" sea más competitivo en la guerra que se libran incesantemente las diferentes fracciones burgue­sas.

Este "frente patriótico" no se cons­truye únicamente con la ideología, existe un vaivén muy importante entre la práctica cotidiana del desarrollo de la productividad (contra el enemigo exterior -los otros países- y el enemigo interno -los "ociosos", los "saboteadores", los huelguis­tas,....-) y los discursos pacifistas; estos se condicionan,  desarrollan y refuerzan mutuamente.

De lo que se trata es, como siempre, de desarrollar la ciudadanización haciendo que cada proletario se considere como un ciudadano de la na­ción y como responsable de su buen funcionamiento, de su defensa, que la garantice, hoy en día, a través de su trabajo y que defienda, mañana, en el frente.

Estas campañas asumidas hoy por las fracciones centrales del Estado, se les quitaron de las manos a las fracciones izquierdas del capital (pacifistas, ...) y desde ese momento estas chillan contra esta "competencia desleal" que les impide tomar a cargo ciertas franjas de la clase obrera cuyo control luego trocan contra su participación en uno u otro gobierno. Más aún, estas campañas cuentan con el apoyo de todos los medios de comu­nicación; todos los días nos acosan con los pasos que han dado Gorbatchev y Reagen, y ahora Bush, a propósito del desarmamento, mientras que el Papa hace  su gira llamando  a  "hombres  de buena  voluntad de izquierda o derecha" a contribuir a la "reconci­liación nacional"!! En el primer caso, es imposi­ble ignorar que el desarmamento solo se realiza en la mediada en que las armas que se eliminan no son útiles para la guerra que se nos aproxima; en el segundo, que "reconciliación nacional" quiere decir paz social para el desarrollo de la austeridad (como en el caso de las campañas pacifistas). Estas dos campañas se complementan a las mil maravillas y la "condena de principio contra toda vio­lencia" permite que se complemente y refuerce otra campaña: la antiterrorista que persigue otros obje­tivos necesarios a las primeras. Como en las otras, de lo que se trata es de asociar a los ciu­dadanos con el Estado, pero esta vez a través del terror. El enemigo no es únicamente exterior, sino que también se encuentra en "nuestros" muros, son los terroristas que escondiéndose y penetrando en "nuestras" defensas, bajo la apariencia de buenos ciudadanos, buscan desestabilizar al Estado; por ello desconfiemos unos de los otros y solicitemos todos ayuda y protección al Estado.

Se trata, además, de imponer por la violencia, el monopolio del Estado de esa misma violencia. Cualquiera otra violencia que escapa a este monopolio será asimilada a la de los "terroristas", lo que niega ideológica y militar­mente la violencia obrera. Demás está decir que en todas partes del mundo estas campañas terroristas del Estado sirven para justificar la represión. Cada vez que un proletario cae bajo las balas de un partido del orden es en tanto que "ladrón", "provo­cador", "vagabundo", "terrorista”!!! La burgue­sía afirma (y en realidad es cierto) que es un enemigo de la democracia, pero lo que no dice es que encarcelándolo o ejecutándolo por acciones terroristas que hacen peligrar la democracia de lo que se trata es de apropiarse, por la violencia, del monopolio de esa misma violencia.

A través de esta campaña la burguesía proclama la "profunda no-violencia de la sociedad democrática", "no violencia" que es solo trasgredida cuando se intenta cuestionar su dominación que es una violencia cotidiana: violencia del trabajo, de la desocupación, del hambre de la falta de vivienda, de la guerra, ... Violencia a la que estamos tan acostumbrados que parece natural, Que es naturalizada por la cotidianidad de esta socie­dad de violencia. Violencia que la burguesía pretende hacernos digerir como un producto natural del "egoísmo innato al Hombre" cuando es en reali­dad el producto de su modo de producción. Por el contrario, la violencia obrera, que es un producto revolucionario (contra la violencia burguesa) de esta sociedad y de sus contradicciones, (porque forma  parte  del  movimiento  de  destrucción  de  esta -y con ella a la destrucción de toda violencia de clase-) se nos la presenta como monstruosa, sin perspectivas, destructiva, e inhumana. La burguesía se justifica así diciendo que frente a esta "vio­lencia monstruosa y ciega" ella se "encuentra obli­gada a utilizar la violencia por el bien de todos". En realidad lo que muestra es su naturaleza violenta que se manifiesta; la violencia potencial pasa a ser violencia cinética. Para ello es nece­sario asimilar toda violencia, que difiere de la de su Estado, a acciones que no tienen nada que ver con el interés de los obreros, es esto que reali­zan las campañas antiterroristas. Así la burgue­sía llega a:

-  crear una "falsa" polarización entre sus  frac­ciones diferentes;

-  justificar su terrorismo a través de sus cam­pañas "antiterrotistas";

-  negar, otra vez más, la existencia de antago­nismos de clases y su solución revoluciona­ria. Esto lo hace con la ideología de la vio­lencia en sí,  de la violencia aclasista.

Así cada nación tiene sus "terroristas" que sirven de espanta-pájaros democráticos. La verdadera importancia de esta campaña es lo de desarrollar el encuadramiento ideológico y militar de la sociedad, haciendo participar a todos en las campañas paci­fistas/no-violentas, imponiendo el mito de la pro­tección del individuo-ciudadano y acostumbrándolo a la más feroz represión por la defensa de la democracia.

LA CAMPAÑA PARLAMENTARISTA.

La campaña pacifista y antiterrorista son encuadradas por otra que es mucho más general tanto en el espacio y en el tiempo como por sus implicaciones políticas. Más general, en el espa­cio porque concierne prácticamente a todas las na­ciones del mundo; en el tiempo porque su validez es más amplia y porque continuará a jugar su papel durante la guerra, y más general políticamente porque permite y tiene por objetivo principal la recredibilización de todo el sistema.

Esta campaña es la que recredibiliza la democracia y que pasa, según los países, por cruza­das por el "sindicalismo libre", el pluralismo,... por el parlamentarismo bajo sus diferentes formas.

Este movimiento de reformas políticas, desde mediados de la década del 70, se puede ob­servar a través de la sucesión, cada vez más acelerada de "caída de dictaduras". Así tenemos, por ejemplo, los casos de España, Portugal, Grecia, Perú, Haití, Uruguay, Brasil, Argentina, Filipinas, Chile, ... En todos estos casos estos regímenes fueron reemplazados por regímenes parlamentarios (algunas veces de centro-izquierda), o por gobiernos que preparaban, con más o menos "buena voluntad", el pasaje al parlamentarismo. Estos cambios se operaban bajo la presión directa y clara de las fracciones dominantes de la burguesía mundial. Pero de la misma manera, este movimiento se realizó bajo otras formas como el multipartidismo; uno de los mejores ejemplos de esto fue México en donde, después de décadas de gestión del poder por parte exclusiva del Partido Revoluciona­rio Institucional  y  frente a su descredibilización, se  permitió  que  otros  partidos  se  presentaran  en las elecciones.   Esto por dos razones:

-  porque le abría una posibilidad de recredi­bilización; 

-  porque abría las puertas a la posibilidad de encontrar un reemplazante por si este "lifting" democrático no fuese suficiente.

Este movimiento se dio bajo él garrote del Estado de USA. En efecto, este no tolera que justamente delante, frente a sus puertas, el descontento obrero se transforme en lucha y más aún cuando en los dos lados de la frontera la degrada­ción constante de las condiciones de vida de los obreros abre perspectivas de extensión hacia USA de los movimientos que nacen en México.

Este tipo de situación comporta, para la burguesía, muchos riesgos y ventajas. Ventajas, porque permite una recredibilización global del sistema; las aperturas que se autodenominan "las vías del cambio", permiten cambiar de fracción gubernamental, de un día para el otro, sin perturbar la gestión del sistema. Estas pseudo-vías de cambio siempre significaron un reforzamien­to del Estado. Muchas veces, la fracción que con­trola el gobierno se descredibiliza, por años de "régimen totalitario", y tiene, así, que ceder su lugar a otra que, por ejemplo a través de un pro­ceso electoral, prueba mejor su poder de control, puesto que los obreros votaron por ella. El riesgo se encuentra en que frecuentemente estos cambios se dan después de luchas obreras que demuestran en la práctica  la descredibilización de la fracción burguesa gobernante. Este tipo de situación plan­tea a la burguesía una alternativa: sea recurrir a una represión feroz (que frecuentemente provoca una radicalización de las luchas), o sea el cambio de fracción (pero muchas veces esto es visto como un signo de debilidad de la burguesía que pudiera alentar el desarrollo de la lucha proletaria). Sobre todo porque es difícil satisfacer con algu­nas reformas políticas, a un proletario que en la lucha por sus necesidades tuvo que enfrentar fusiles y tanques.

Este tipo de evolución comporta un gran riesgo para la burguesía; tanto a nivel económico, por la parálisis de la producción, como por el ejemplo que dá a los proletarios que viven en otros países.

Por ello, las contradicciones se sitúan cada vez menos entre los partidos políticos -que han perdido ampliamente su credibilidad-, para si­tuarse entre aquellos que pueden abstraerse de sus "antagonismos políticos" lo que les permite "poner­se de acuerdo por el bien de la patria" y aquellos que "cuando el momento es grave" se mantienen en "el terreno mezquino de su política". El espectá­culo que nos ofrecen estos burgueses que se ponen de acuerdo, que "cohabitan", que "se abren", tráte­se de Regan-Gorbatchev, o Mitterand-Barre, sirve para proclamar a los obreros que: "Durante estas horas tan difíciles para la nación, realizamos un esfuerzo, participamos al saneamiento de la econo­mía nacional, a pesar y contra nuestros intereses políticos egoístas, ¡los que sacrificamos! ¡Hagan lo mismo, olviden vuestros intereses, participen a esfuerzo nacional, sacrifiquen vuestras necesida­des!".

Y es cierto que cuando los burgueses se unen realmente para hacer frente a los problemas de la economía nacional lo hacen contra nuestras nece­sidades, pues esta unificación es la mejor manera de gestionar la fuerza de trabajo, de aniquilar la clase obrera,  de hacerlos participar.

Entonces, no se trata de hacer parti­cipar a los obreros a un partido, sino directamente al Estado, a la sociedad. Esta participación se impulsa por diferentes vías: el reconocimiento de partidos y sindicatos libres en los lugares donde aún es posible (China, países del este, gobierno de tipo bonapartistas,...) o la de un individuo o grupo de individuos en otras partes. Sin embargo la confianza no se dirige hacia las personas, par­tidos o sindicatos "libres", sino más bien direc­tamente a la apertura, a la democratización, a la transparencia, al acercamiento,... y esto a pesar de que estas expectativas  tienen  que  encarnarse  en individuos o fracciones precisas. Esta son reco­nocidas solamente si aceptan el -juego de la "re­conciliación con las fuerzas vivas del país, más allá de las querellas del pasado".

La comunidad ficticia de intereses que el Estado intenta reconstruir para encuadrar a los proletarios (encuadrados y atomizados) es directa­mente el Estado-Nación, garante y defensor de los intereses individuales. Esto no es el producto de ninguna casualidad o improvisación.  Esta estruc­tura llama a los obreros a participar y en "contra­partida" les ofrece los "derechos y libertades democráticas" pues la burguesía lucha por organi­zar a los obreros en su interior desarrollando así el movimiento de cohesión nacional, la organización para la austeridad y la guerra. Hay que mantener a los obreros, atomizados e individualizados, en la férula del Estado; éste tiene que mostrarse y ser la única organización "válida", la única que pueda defender los intereses de todos, obreros o no. Cada miembro de la sociedad debe permanecer totalmente solo en su lucha por la supervivencia y, al mismo tiempo, tener confianza total en el Estado que garantiza el respeto de las reglas del juego de la competencia entre individuos-mercancías! Y no nos engañemos, más allá de los discursos, la realidad es que lo que se ha liberalizado, antes que nada, es la circulación de todas las mercan­cías, su compra-venta a su justo valor, gracias a esta libre circulación. Y que se jodan los que solo tienen para vender fuerza de trabajo, si su valor disminuye violentamente! Las reformas de Gorbachev, como la "democratización" en China, tienen dos aspectos: de una parte exigir la parti­cipación de cada obrero al esfuerzo productivo, y por otra, buscar un acuerdo con sus pares del mundo entero para desarrollar el comercio mundial. Esto se materializa claramente en la demanda de conver­tibilidad del rublo en los mercados de cambio in­ternacionales, la voluntad de formar parte del FMI, la apertura y reactivación de; los mercados del Este y de la China a los capitales, empresas y mercan­cías del Oeste. La burguesía espera que esta par­ticipación (que ya está en marcha) y desarrollo del comercio mundial endentezca los efectos de la crisis de manera que pueda desarrollar el encuadra-miento del proletariado para  la guerra.

Como vemos, el proceso de ciudadanización se refuerza por todos lados y trae consigo la represión directa de toda acción proletaria. Hemos visto que las campañas anti-terroristas constituyen un momento de esta represión, tanto por la negación de la violencia obrera, como por la asimilación. Se separan, de esta manera, a mili­tantes del resto de la clase y se justifica su condena a  través  de  la  condena  de  la  violencia  en general. El proceso de ciudadanizacion y de adhe­sión al Estado burgués permite el reforzamiento de esta represión. El Estado presenta a los que luchan por sus necesidades, como (y lo son en rea­lidad!) saboteadores del proceso de normalización, de pacificación o de democratización, como traido­res de la patria, y por ello los diferencia de la masa del pueblo. Esta separación intenta hacer aplaudir a estos la represión de aquellos. Por ello, el proceso de democratización -parlamentarización materializa un momento de reforzamiento del Estado, lo que explica el desarrollo de la re­presión. En USA, por ejemplo, se multiplican los encarcelamientos y las condenas a muerte de quienes no respetan la propiedad privada; la URSS declara el estado de sitio y reprime a los huel­guistas en el Karabakh; el ejército israelita de­porta, destruye las viviendas y tortura a los prisioneros que participaron en enfrentamientos; en China  se declara  la pena  de  muerte  para  aquellos que participaron en actos de sabotaje; en otros países, como en el muy democrático gobierno socialista del Perú, en el de Venezuela, o como en Filipinas, Irán, Irak, se asesina masivamente y las desapariciones masivas forman la quintaesencia del sistema de gobierno.

Pero si bien este proceso de ciudadanización/represión ha logrado contener toda una serie de luchas, el mismo no podrá pararlas. En efecto, las condiciones de vida de nuestra clase empujan constantemente a una nueva lucha. El hecho de que las luchas obreras continúen después de que Cory Aquino asumió el gobierno, después de la caída de Duvalier, o durante la Perestroika, o a pesar de los sindicatos libres en China, ... marcan, de una manera mucho más clara que todos los discursos, los límites de las reformas actuales. Y ello aunque tengamos que tenerlas en cuenta para destruirlas.

LAS  LUCHAS   OBRERAS.

No podemos terminar este texto sin hacer un breve análisis general de las luchas obreras de hoy en día. Hemos manifestado un cier­to optimismo a largo plazo, aunque seamos pesimis­tas en el corto plazo, en cuanto a las luchas obreras.

No obstante, tenemos que relativizar nuestro optimismo por dos razones (por lo menos!):

-  la primera, la apolitización que se ha desarro­llado en estos últimos años, puede provocar graves repercusiones en el futuro de las luchas y las organizaciones obreras en un período en el que las relaciones de fuerza puedan cambiar bruscamente.

-  y la otra; por que el desarrollo de las luchas tiene que inexorablemente conducirnos a superar el nivel de las luchas pasadas, y a enfrentar problemas de los que no se tiene una experiencia directa (en esta generación) suficiente y que son los problemas más complejos de la lucha revolucionaria de nuestra clase. S3 trata de cuestiones relativas a la destrucción del valor, del trabajo y de la emergencia de una sociedad sin separaciones, sin clases, sin dinero, sin trabajo.

Nuestro pesimismo es también relativo y también por dos razones:

. Primero  por  que  si  bien  las  reformas  pueden debilitar, frenar, obstaculizar el desarrollo de las luchas, las mismas no pueden ser impedidas dado que están determinadas socialmente; y segundo porque en un período como éste, que sin lugar a dudas es uno de los peores para la clase obrera, la resistencia de nuestra clase contra la burguesía continua a manifestarse. Las campañas y las reformas anti-obreras son el producto incontestable de la crisis, que obliga a la burguesía a tomar medidas cuyas consecuen­cias posibles (provocar las luchas) conoce. Por ello, la burguesía comprende, cada vez más cla­ramente, la necesidad de encuadrar previamente al proletariado,

Los elementos de "parlamentarización/ democratización" se reproducen, evidentemente, en las luchas obreras, puesto que la aparición de ellos está determinada por la existencia de estas últimas (para destruirlas) y porque el terreno privilegiado de producción y reproducción de estas ideologías, es el de la vida de nuestra clase. No podemos hacer un análisis de todas las luchas que se dieron durante estos 10 últimos años; solamente intentaremos plantear algunas de sus fuerzas y de­bilidades.

En 1981, afirmábamos, a propósito de Nicaragua que "En ciertos países de América Cen tral, en donde los gobiernos abiertamente militares tienen, cada vez mayores dificultades para encua­drar  la  lucha,  la masacarada  de  los  derechos  del hombre aparece como una necesiadad general para mantener la dominación capitalista". Este vere­dicto no ha cesado de mostrar su veracidad, el desarrollo de las luchas de clases ha obligado a la burguesía a extender esta realidad al conjunto del planeta. En efecto, las luchas de nuestra clase han empujado a la burguesía a consolidar su sistema a través de reformas; como las de URSS, México, Brasil, Nicaragua, Venezuela, Salvador, Rumania, Yugoslavia, Corea, Japón, Polonia, Birmania, África del   Sur,   Tunes,   Marruecos,   Argelia,   Argentina, Uruguay y quizás menos espectacularmente en Fran­cia, Dinamarca, Holanda, etc, etc. Esta lista, que no es exhaustiva muestra más que cualquier discur­so, que ha sido en el mundo entero que la burgue­sía lleva el mismo tipo de campañas anti-obreras. Aunque el proletariado no lo haya logrado asumir prácticamente, ha puesto en evidencia SU REALIDAD MUNDIAL, la realidad mundial de la dominación capi­talista y el hecho de que la revolución solamente podrá ser mundial.

AFUERA Y EN CONTRA

DE LAS ESTRUCTURAS DEL ESTADO BURGUES.

La mayoría de las luchas que acabamos de citar tienen como característica principal su carácter eminentemente espontáneo. La mayoría de ellas estallaron muy repentina y brutalmente, sin que ninguna fracción burguesa hubiese podido, a manera preventiva, llamar -a cualquier tipo de al­ternativa de reagrupamiento... lo que produjo el hecho de que todas las fracciones burguesas y sus consignas nacionalistas, reformistas, gestionistas, sus llamados a la calma, al "respeto" de los bienes del otro" a la "responsabilidad" fueran desbordados. Hasta la misma burguesía tuvo que admitir esta situación. Así en Marruecos, por ejemplo,, la burguesía afirmaba que: "Parecería que los autores de estas degradaciones no estuvieron organizados políticamente y que las formaciones sindicales y políticas no disponen de ningún medio de presión.

Esta fue la realidad de muchos enfren­tamientos. Así, en octubre del 82, en Rumania, se dieron enfrentamientos violentos sin convocación alguna y en lo inmediato nadie pudo controlarlos. Lo mismo sucedió en Polonia, en donde todos Los llamados a la calma efectuados por los sindicalistas de SOLIDARNOSC fueron totalmente desconocidos en una primera instancia (aunque el Estado y sus sindicatos lograron luego retomar la situación en sus manos). No podemos, en este trabajo, hacer una lista de todos los movimientos en los que la burguesía se vio obligada a correr detrás de ellos; estos fueron muchos. Frecuente­mente ello ha determinado importantes aspectos de la lucha, dado el rompimiento de ciertos límites que son muy estrechos cuando los sindicatos lo­gran controlar el movimiento desde el principio o cuando ellos lo desencadenan preventivamente..

Las luchas que surgen como explosiones momentáneas, se caracterizan frecuentemente por irrupciones violentas de odio de clase y de vio­lencia proletaria. Aprovechemos al pasar para reiterar, una vez más, que, contra lo que nuestros enemigos nos hacen decir, nosotros no apoyamos cualquier acto de violencia, sino la violencia de clase del proletariado, es decir aquella que se encuentra obligada a asumir por la defensa de sus intereses, lo que por supuesto no tiene nada que ver con el despliegue de la violencia de las frac­ciones reformistas del capital que buscan reecredibilizarse, o/y presionar (o deshacerse) a una fracción concurrente. Nos referimos, por ejemplo, a los actos de violencia que llevó adelante el proletariado de Marruecos para liberar a sus her­manos de clase, que reventaban como rehenes en las cárceles del Estado; a los del proletariado en Brasil, Argentina y Venezuela, cuando salieron a la calle para reapropiarse de lo que producen, como también lo hizo el proletariado en Inglaterra, aunque de una manera menos radical. Nos referimos a la violencia contra las comisarías, los parla­mentos, los edificios de los partidos en diferentes países como en URSS, Rumania, Polonia... Eviden­temente estos actos de violencia no fueron los únicos elementos de ruptura contenidos en esas lu­chas. El rechazo de la economía nacional, de soli­daridad con el Estado, de respeto de la propiedad privada, se manifestaron mil veces en dichas lu­chas. En URSS, Polonia, los proletarios trabaron y sabotearon prácticamente la producción, a pesar de la derrota que cierra los acuerdos de Gdansk, reforzando aún más la bancarrota del Estado; los mineros de Gran Bretaña mantuvieron la huelga durante 1 año y apagaron los altos hornos de las minas; los proletarios de las industrias textiles de India llevaron adelante una huelga que duró ? meses, los ferroviarios de África del Sur bloquea­ron, a pesar de los despidos y las balas de la po­licía, todos los transportes por tren, y los mine­ros  bloquearon  en  múltiples  ocasiones  la  extracción y se enfrentaron a los amarillos, a la policía, al ejército, ... En todos estos casos los llamados a la calma, a la responsabilidad, al apoyo de la economía nacional no lograron debilitar la determinación de los obreros en lucha.

La imposibilidad de imponer una relación de fuerza que permita resistir la repre­sión del Estado, determina, casi sistemáticamente, la liquidación de las huelgas, de los enfrentamientos. Además, las ideologías sindicales que preten­den presentar la vuelta al trabajo, a la paz so­cial, etc... como una victoria obrera se desarro­llan muy marginalmente. Esto no quiere decir que los sindicatos hayan abandonado estas proclama­ciones, sino que estas no han logrado imponerse como realidad social en las luchas.

Esto lo tuvieron claro los mineros in­gleses, cuando comprendieron que de lo que se trataba era de una derrota y se negaron a entrar al trabajo en esas condiciones. En múltiples ocasio­nes los proletarios se encontraron obligados a abandonar la lucha con el gusto amargo del fraca­so o/y la convicción de que se debe empezar otra vez con más fuerza. Esto, a pesar de que en muchos casos una fracción de la burguesía logra presentar­se como "la salvadora"; este fue el caso, de Bourguiba cuando declaró, frente a los obreros, que los aumentos de los precios solo incumbía a sus minis­tros y a los malos consejos de estos, y que por ello se volvería a los niveles anteriores. Claro está que esto duró el tiempo necesario para des­truir el movimiento una vez que la represión" fina­lizó su labor, los precios subieron vertiginosamen­te. El "entusiasmo" por cualquier fracción burgue­sa, fue muy raro, la "mejor" actitud del proleta­riado, con respecto al Estado, fue el prudente "veremos que pasa".

El ejemplo de los estibadores de Amsterdam, es digno de ser subrayado: rechazaron los aumentos salariales ridículos que se les otor­gaba como siempre luego de una lucha muy decidida; explicando que si paraban las huelgas era por un problema de correlación de fuerzas para mantener su fuerza y así poder imponer, luego, verdaderos au­mentos salariales. Incluso, aunque es cierto que después de esto no llevaron adelante luchas tan duras como aquella. ;

Pero este aspecto de fuerza, que se puede constatar en numerosas luchas del pasado, no excluyen, lamentablemente, sus debilidades. En efecto, en estos últimos años se ha producido una ola de des-sindicalización, lo que explica el poco control que tienen los sindicatos en las luchas, que va acompañado de  un  a-apolitismo  primero  contra los partidos de la burguesía y luego contra todo esfuerzo organizativo en general. Este desinterés es por un lado positivo, pues ha reducido considerablemente la participación de los proleta­rios en las elecciones, a pesar de los grandes es­fuerzos que hace la burguesía para recredibilizar­la; pero, por el otro, es negativo en la medida en que aumenta las dificultades de creación de organi­zaciones necesarias a la lucha en beneficio do agrupamientos espontáneos, efímeros, que solo viven en el momento de la acción. Esta debilidad es importante porque imposibilita prácticamente la transformación del rechazo sindical instintivo en .la crítica organizada de estos, y la lucha abierta en contra de ellos.

Ahora bien, el hecho de no organizarse contra los sindicatos permite dejarles inyectar su veneno anti-obrero, en nuestras luchas. Así, estos logran, poco a poco, reimponer toda una serie de límites y distorsionar los objetivos clasistas. Es así que se les deja ejercer su trabajo contrarre­volucionario, aislar a los más combativos, sea reprimiéndolos directamente, sea designándolos o entregándolos a la represión armada de otro apara­to del Estado. Los sindicatos logran progresiva­mente, gracias al debilitamiento de la lucha y sobre el peso del desgaste, de la represión (re­forzado por un aislamiento relativo, como veremos más adelante), retomar la dirección de la lucha y liquidarla a través de sus estructuras sindicales o por los sindicalistas de base, más "radicales" u en pseudo conflicto con la dirección y los "burócra­tas". Lo que está en juego es muy importante para la burguesía: de lo que se trata no es solo de intervenir en el movimiento para frenarlo y lograr su liquidación con el menor coste posible en tanto que descredibilización, sino también de darle tanto en el momento en que se desarrolla la lucha, como para el futuro, un contenido totalmente diferente. Es decir: destruir las lecciones reales del movi­miento, hacer desaparecer de la memoria de los obreros que de lo que se trataba era de un movi­miento contra el Estado y no centra una forma de gobierno, lograr hacer olvidar que los sindicatos fueron las estructuras del Estado más importante en la liquidación - represión del movimiento ... El futuro del movimiento pasa, cada vez más, por el reconocimiento de que los sindicatos no solamente no defienden los intereses de nuestra clase (ni históricos, ni inmediatos), sino que representan y defienden directamente los intereses de la acumu­lación capitalista de la burguesía.

No basta con luchas afuera de los sin­dicatos, sino hay QUE ORGANIZARSE AFUERA Y CONTRA ELLOS. Esto se confirma sobre todo cuando el pro­letariado no logra dotarse de una dirección pro­pia y por ello la burguesía logra, tarde o tem­prano, imponerle una: la suya.

EL PROLETARIADO: UNA SOLA Y UNICA CLASE INTERNACIONAL E INTERNACIONALISTA.

En el transcurso de los últimos 15 años y en múltiples ocasiones, el proletariado ha demos­trado y desarrollado una increíble combatividad; pero también en estas mismas ocasiones fue vencido rápidamente sin poder extender internacionalmente sus luchas. Una de las razones que explica estos fracasos sucesivos es el aislamiento en el que se encontraron las diversas franjas de proletarios en el momento en el que llevaban adelante estos com­bates.

Si bien las explosiones de luchas obre­ras, que se produjeron por todas partes del mundo, han demostrado el carácter mundial de la domina­ción y explotación capitalista y por ello el carác­ter mundial de la lucha de nuestra clase; las luchas proletarias no han logrado, hasta el momento, generalizarse y romper las separaciones nacionales. Esto es aún más dramático dado que ha permitido que la burguesía concentre sus fuerzas en los lugares donde el proletariado cuestionaba su sistema, logrando así enfrentarlo separado, país por país y simultáneamente transformando su lucha en contra del sistema capitalista en una "lucha" por el cambio de un gobierno. Esta es una vía para imponerle,- al proletariado, una práctica reformis­ta, y separarlo de sus hermanos de clase en el mundo porque se dirá que si lucha en ese momento, en ese país, es porque la situación es diferente, porque los problemas se deben a la fracción que controla el gobierno (al que se le calificará de fascista, irresponsable, incapaz o usurpador) y no al sistema capitalista mundial en su conjunto.

Como complemento de esta realidad está el peso de las organizaciones de oposición democrática que se aprovechan del desarrollo de la lucha de clases para intentar arrancar una parte del gobierno, organizando, para ello, una pseudo-lucha contra la fracción que detiene los centros del poder. De lo que se trata es de intentar crear una amalgama entre los intereses de una fracción de la burguesía y los del proletariado, para así negar a éste como clase, sometiéndolo a su enemigo. En efecto, cuando las luchas quedan limitadas al cua­dro nacional se impide que aparezca práctica y teó­ricamente la solución proletaria a las contradic­ciones que determinaron estas luchas: la revolu­ción mundial.

Por ello, el proletariado no puede di­rigirse en esta vía y,  cuando  la  lucha  retrocede, se somete, a pesar de la poca convicción, a estas soluciones burguesas. La importancia de ello es evidente cuando consideramos que la extensión a diferentes países abre las puertas a un cambio no solo cuantitativo sino también cualitativo de las luchas. La extensión, más allá de las fronteras, es la demostración más clara del interés común del proletariado y de la ausencia de soluciones o al­ternativas capitalistas, puesto que la lucha explo­tará por todos lados, sea cual sea el modo de ges­tión del capital. Este cambio cualitativo consis­te en el apoyo y el estímulo que se desarrolló por la simultaneidad de las luchas, la posibilidad de generalizar las lecciones extraídas en alguna par­te y finalmente es la esencia social de la lucha de clases. Es primordial romper las fronteras nacio­nales no solo porque la revolución será mundial o no lo será, sino también porque al dar este paso se abre y se muestra la única vía para el proletaria­do: la mundialidad de la revolución!

Todo esto materializa claramente el hecho de que no existen soluciones en el marco nacional, ni en las luchas de liberación nacional, ni en los cambios de fracciones burguesas gobernantes o de formas de gobierno, ni en las "demo­cratizaciones”...

Es por esto que romper con el cuadro nacional es un paso indispensable y esencial para las luchas de nuestra clase; pero solo se trata de un paso que hay que profundizarlo. En efecto, si la existencia concomitante de luchas obreras es una necesidad de primer orden, lo es sobre todo porque abre las puertas a la aparición de la clase obrera mundial y a su centralización mundial, es decir la erección del proletariado en tanto que clase y por ello en partido. Esto significa la asumación por parte de la clase obrera, de sus propios intereses históricos y mundiales; asumación que pasa por la organización, la centralización de una dirección (centralización que permite tanto evitar que las lecciones de nuestra clase se pierdan, como erigir una fuerza inquebrantable que impida que se nos destruya país por país). Solo a través de nuestra unificación práctica (para, por, y en la lucha) podremos reapropiarnos prácticamente del pasado de nuestra clase, formar parte de todas las experien­cias proletarias y retomar la lucha en los lugares donde aparece estancada, para poder llegar a nuestro objetivo: el comunismo.

LA SITUACION ACTUAL DE LAS LUCHAS.

Hoy en día esta realidad no aparece por la disper­sión de las luchas tanto en el tiempo como en el espacio. El proletariado se enfrenta al Estado, país por país, caso como si no fuese la misma clase, lo que permite un desarrollo intenso de la represión y el éxito en el trabajo de los reformis­tas. El egoísmo dominante, el individualismo, hacen que los obreros ciudadanos se desolidaricen de sus hermanos de clase en otros países e impide que los proletarios aprovechen las luchas que se dan en otros países para enfrentar al Estado. Como conse­cuencia de todo esto, la burguesía tiene las manos libres para intensificar aún más la masacre.

No nos cansamos de insistir en que la moda actual de parlamentarización (en el sentido más amplio de la palabra), es una ola de terrorismo anti-obrero; la masacre sistemática es el producto y un factor de estas olas de parlamentarizacion y viceversa! La parlamentarizacion permite el ais­lamiento y la masacre de todos aquellos que no se plegaron a ella, como la masacre permite una falsa polarización y por ello un desarrollo del parlamen­tarismo. Esto es lo que explica el porque el Estado, en todas partes del mundo, gobierna por la tortura, 'la prisión, el aislamiento, las masacres... y habla de democratización, de libertad, etc. Frente a esta realidad, cuando el proletariado se le impone la creencia de la imposibilidad de resis­tir, termina arrodillado frente a sus propios enemi­gos. Esta contradicción increíble fue la que vivieron los obreros en Polonia, cuando aceptaron transformar su huelga por mejoras de las condicio­nes de vida y trabajo en una "huelga" por el reco­nocimiento del sindicato libre e independiente!!! Y esto cuando ya existía una minoría que afirmaba claramente que Walesa y Solidarnosc traicionaban los intereses de los obreros al negociar con el Estado. Todo el mundo está de acuerdo en afirmar que estos han perdido enormemente su credibilidad en el transcurso de las recientes, y efímeras, huelgas. Contradicción mortal que vivieron los jóvenes proletarios en CisJordania en Gaza, que después  de  rechazar  las  consignas  de  la  OLP, y criticar la política que impedía el pasaje a opera­tivos más violentos cuando el Estado asesinaba, terminaron reivindicando una "Palestina libre"; dramático, cuando vemos que las luchas emergieron por mejorar las condiciones de vida de los prole­tarios en esta región. Contradicción similar a la que vivieron los obreros en Birmania que lucharon contra la miseria y que luego, poco a poco, fueron cayendo en las consignas de "elecciones libres" (2) que se planteó como alternativa a la represión (en realidad esta última solo es un momento de la pri­mera) .

Podríamos continuar con nuestra lista de ejemplos de estas contradicciones y ampliarla a las regiones en donde frecuentemente dominan los aspectos de "libertad", parlamentarismo, multipartidismo, de "democracia", puesto que estas campa­ñas mundiales de la burguesía, propagandeadas como nunca por todos los medios de difusión, plantean estos objetivos como los básicos al desarrollo de la unión nacional y la productividad, como las soluciones a la miseria y a la represión.

Si poco a poco los obreros fueron aceptando todo esto en algunas luchas, esta cohe­sión indispensable para el Estado, es limitada y débil. Como se ha ido demostrando en la reapari­ción de las luchas proletarias en el Brasil, Perú, Haití, URSS, ... que emergen a pesar y en contra del parlamentarismo, las elecciones, las liberta­des, ... En efecto, estas luchas nos demuestran, una vez más, que a pesar de la incapacidad actual del proletariado, de sus limitaciones para organi­zarse contra las estructuras del Estado (princi­palmente las nacionales), de su constante soportar de la represión democrática (sea cual fuera su for­ma) país por país, se está lejos de una derrota definitiva y que el futuro es el de la revolución comunista mundial contra todos los límites burgue­ses.


NOTAS:

(1)   Lo mismo sucede con el desarrollo de la parti­cipación de los obreros como accionistas de la empresa, lo que se desarrolla masivamente tanto en él Este como en el Oeste, como una reforma capita­lista típica, que implica la retención de una parte del salario, para obtener acciones de la empresa que permitiría que el obrero acceda a la propiedad de su empresa. Ahora bien, es evidente que el único objetivo de esto es  el  de  atar  al  obrero al desarrollo de la producción puesto que una parte del salario que recibe es pagado sobre la forma de dividendos de las acciones. Dividendos que dependen de los beneficios, y por ello de la productividad y por lo tanto de la intensidad del trabajo!! Finalmente los obreros "están obliga­dos" a preocuparse por la defensa de la empresa, puesto que pueden perder o hacer bajar el valor de estas acciones en función de ello.

(2)   Ver "Birmania: luchas y revueltas proletarias" en COMUNISMO nro.26, octubre 1989.


CO27.3 Algunas observaciones a propósito de la relación de fuerzas mundial entre las clases.