El 22 y 23 de febrero de 1986, un grupo de militantes de algunos países (especialmente de Argentina y Uruguay) se reunieron en Uruguay para discutir sobre la situación mundial y las tareas del proletariado revolucionario.
Entre ellos hubo el consenso generalizado de que ante los ataques que la burguesía mundialmente da contra el proletariado y ante la actual situación de debilidad, dispersión y aislamiento de las pequeñas fuerzas clasistas y revolucionarias es necesario trabajar mancomunadamente para revertir la situación, combatiendo el sectarismo y el nacionalismo impícitos en ciertas concepciones del trabajo internacional, y como un intento de aportar a modificar esta situación, las compañeras y compañeros presentes dan a conocer las siguientes ideas y propuesta internacional
Algunas consideraciones y fundamentos previos
Puede parecer extraño que desde aquí y «de golpe», unos pocos grupos y activistas, seguramente desconocidos en general, lancen un llamado, una propuesta a todos aquellos que en diversas partes del mundo, con mayor o menor fuerza, con mayor o menor claridad, levantan en alto la bandera del internacionalismo proletario, de la revolución proletaria mundial.
Pero no es «de aquí» ni «de golpe» que surge una y otra vez el grito angustiante de minorías revolucionarias que buscan romper el cerco tendido por el capital, que asisten impotentes a los terroríficos golpes que la burguesía descarga sobre el proletariado y sobre ellas mismas, que tanto en períodos de alza de la lucha de clases los momentos de la contrarevolución más violenta «descubren» una y otra vez lo que significa el aislamiento, la debilidad de sus pequeñas fuerzas; debilidad no sólo numérica, sino fundamentalmente política ya que es imposible local o nacionalmente resolver los problemas que el momento actual impone a los revolucionarios.
Estamos convencidos que en distintos lugares del mundo han surgido grupos, activistas, que no encontrándose identificados con la izquierda tradicional (stalinista, troskista y sus variantes), con las políticas de ayudar a la burguesía a resolver sus problemas, con los panteos de cambiar la forma estatal de dominación burguesa o con apoyarla en sus guerras, han tratado de elaborar una política distinta, que reivindicase la autonomía de la clase obrera frente a la burguesía y la lucha para destruir su dominación y su Estado, sin admitir fases o pasos previos (democráticos).
Y sabemos lo que es ir contra corriente, sin admitir ningún apoyo a quien recurrir, sin posibilidades inmediatas de reapropiación de experiencias históricas del proletariado revolucionario, sin materiales teórico-políticos fundamentales y en un ambiente represivo y peligroso.
Si para algunos ciertas definiciones o posturas son el ABC, algo del cual ni se habla o escribe de tan obvio, para cada uno de nosotros llegar a escribir la palabra A significó un largo proceso de luchas, desgarramientos, miedos e incertidumbres.
Aquí, en las escuelas, enseñan una frase de un cierto «prócer» del siglo pasado: «Las ideas no se matan». Sin embargo, hemos aprendido que se matan a quienes tienen ciertas ideas (y posiciones), y que la clase dominante puede obstaculizar por un largo período la reabsorción, conocimiento, vinculación y desarrollo de las experiencias, ideas y posturas que en diversas áreas del mundo vive y construye el proletariado revolucionario.
Es así que, paradójicamente, fue menester una monstruosa represión (con la consiguiente diáspora) y una guerra (Malvinas) para saber aquí que existieron en el mundo diversas corrientes y grupos radicalizados; para conocer ‑y todavía muy poco‑ las experiencias de Alemania y otros lados luego de la primera guerra; para saber de otras posturas en la guerra civil española que no fueran las franquistas y republicanas. Y que hay otra historia (que casi no conocemos) que nos es más cercana.
Y no sólo eso, a partir de allí tuvimos la confirmación de que en la actualidad existen grupos que no se inscriben en las variantes tradicionales, muchos que aún no conocemos y otros de los cuales no sabemos aún ni cuánto ni cómo han roto con el capital y sus fracciones, pero que expresan en diverso grado distintos momentos de ruptura con la política del capital.
Pero si hoy conocemos que ello existe, eso no significa que la actual situación de aislamiento y debilidad haya cambiado. Por el contrario, todavía ni siquiera llegamos a saber lo que está ocurriendo no ya en un país lejano o limítrofe, sino siquiera en una ciudad cercana, hasta en un barrio vecino. Y no se entienda esto como una curiosidad o una cuestión periodística: en Argentina, por ejemplo, hay continuamente días en que hay varios millones de obreros en conflicto... sin que entre ellos exista algún tipo de coordinación, a veces sin que se sepa siquiera de su lucha, lo que ocurre en todos lados. Y si esto es así con movimientos relativamente masivos, peor aún con el contacto y conocimiento de las vanguardias que surgen durante esas luchas o bajo su influencia.
Y estamos convencidos que en los países en que vivimos, como en otros lados del mundo, surgen grupos obreros o de activistas que tratan de romper con las políticas de conciliación, de subordinación a la burguesía, pero que, a falta de un referimiento internacional, con la fuerte presencia de la burguesía en el movimiento obrero, terminan sucumbiendo absorbidos por alguna fracción del capital o simplemente disgregados, extinguidos.
Pocos son los que logran superar las primeros golpes, y los que lo hacen, tienen ante sí una perspectiva incierta, donde la soledad política, el tener que andar y desandar los pasos, recorrer callejones sin salida, al partir casi de cero en numerosos temas se transforma en una realidad cotidiana, desgastante, que mina las pequeñas fuerzas, ya de por sí golpeadas política y económicamente. ¿Es que no hay otra alternativa que ésta? ¿Es que la gestación de una política internacionalista revolucionaria, o al menos esbozos de la misma, será así, paso a paso, grupo a grupo, ciudad por ciudad, nación por nación, generación por generación? ¿Todos y cada uno deben recorrer los mismos pasos, enfrentar los mismos problemas, darse los mismos golpes, deletrear las mismas letras, elaborar las mismas palabras, para después de un largo tiempo y camino, ya fuertes y «partido», confluir con otros «iguales» o, en su defecto, «extenderse» a otras naciones?
No creemos que sea ésta la única opción, ni siquiera creemos que pueda salir algo bueno de ella.
Por el contrario, pensamos que la única alternativa es, desde el vamos, la internacional. Así como es una mistificación hablar de Sociedad Comunista mientras exista un sólo país capitalista en el mundo, lo es hoy hablar de internacionalismo proletario concibiéndolo a éste como la solidaridad con las luchas obreras en el mundo o frases pomposas de vez en cuando contra la guerra, el armamentismo o el imperialismo.
Internacionalismo proletario tiene para nosotros otra significación e implica hacer un esfuerzo para superar la genérica solidaridad ya que las dimensiones internacionales de la revolución proletaria exigen entrelazar y unificar los esfuerzos para delinear una estrategia única a nivel mundial, y su correlato político en las tareas que enfrentamos en las diversas áreas y países.
Naturalmente no se resolverá ello con voluntarismo ni de hoy para mañana, tampoco será obra de un largo y prolongado trabajo «educativo» o «científico», como lo concebía la Segunda Internacional (y no sólo ella), de «acumulación de fuerzas» («ganar militantes uno a uno», «elaborar La Teoría» y estructurar La Dirección que en su momento Deberá ser Reconocida) para un futuro enfrentamiento, demasiado lejano, mientras que en la realidad cotidiana se daba la resistencia y lucha del proletariado contra el capital. (La que en los hechos, para estas variantes, hay que controlar, tapar, aislar de alguna manera tal que esté adecuada para las «tareas» de siempre: apoyar a alguna fracción de la burguesía, en contra de otra, supuestamente peor).
Si el Partido de la clase obrera no es un grupo político que en un país o varios, se pone tal nombre, si desacordar con «el Partido para la clase obrera» y reivindicar «la clase obrera organizada como clase, es decir, como Partido» no es un simple juego de palabras, si rechazamos las ideas socialdemócratas (stalinistas, troskista, etc.) del Partido como el aparato (intelectuales, obreros, etc.) portador de La Verdad que se constituye voluntariamente y en una nación y que espera el reconocimiento de las incultas masas y de la Internacional como federación de partidos (o de uno que se extiende a otras naciones), ello implica romper con esas concepciones y prácticas totalmente contrapuestas al internacionalismo proletario y que sólo son formas de manifestar y defender el nacionalismo.
Entre ellas, la más evidente es concebir el desarrollo del propio grupo (o de los propios grupos) como una cuestión local o nacional, con el objetivo de conseguir una determinada fortaleza para luego sí, dedicarse a tomar contactos con otros grupos de otros países a los cuales hay que absorber o desenmascarar, generalmente mediante discusiones y declaraciones.
Los contactos internacionales se consideran como una cuestión de «propiedad privada» e impera la práctica de la bilateralidad, la que incluye cada «x» años momentos de encuentro para reunirse en unas «Naciones Unidas» de «revolucionarios». La práctica de los partidos de la Segunda Internacional es un buen ejemplo de esto.
Pensamos que ese camino sólo conduce a nuevas frustraciones y mistificaciones, por lo que se hace necesario luchar contra todos los intereses, concepciones y sectarismos que producen y reproducen las divisiones creadas por la burguesía en la defensa de sus mercados internos, de sus estados, de «sus» proletarios, es decir, de la plusvalía que les extraen.
Sobre algunas prevenciones
No sabemos si lo escrito alcanza para presentar esta propuesta y fundamentarla o sí se requerirá mayor desarrollo. Creemos, sí, que es necesario hablar sobre algunas prevenciones.
Seguramente muchos preguntarán: ¿Quiénes, hasta dónde y cómo confluyen en la perspectiva internacionalista proletaria? ¿Cómo determinarlo? ¿Quién lo hace? Es evidente que nadie piensa en hacer un trabajo común, ni siquiera un volante, con alguien a quien define enemigo. Y con el enemigo de clase no cabe conciliación o entrismo. Pero no sólo existen enemigos. Y no se puede negar que entre grupos y personas que no lo son, muchas veces hay intolerancias, visiones estáticas, sectarismo. Hay una política de las diferencias, una disputa de la «clientela» común, un nacionalismo o un «cuidado de la quinta (parcela) propia» maquillada de intransigencia.
En una propuesta internacional no podíamos eludir este problema. Es natural que a nadie se le ocurrirá trabajar en una perspectiva común con un grupo de la IV Internacional o con el maoísmo tercermundista. Pero si el carácter de clase enemigo es evidente en ciertos casos, en otro es más sutil, por lo que establecer una línea de demarcación no siempre es sencillo y mucho menos cuando buscamos un punto que implique un paso adelante en la actual situación de debilidad, aislamiento y dispersión.
Creemos que es imposible elaborar un conjunto de puntos «programáticos» que sean a prueba de oportunistas, salvando que sea algo tan definido y profundizado que sólo pueda acordar el propio grupo, y en una de esas, ni siquiera.
Tampoco se puede pretender que en cada país del mundo, grupos o singulares militantes hayan madurado del mismo modo que en otras zonas y que tengan tales o cuales definiciones, que por extendidas que estén en ciertos lugares, son producto de una historia no compartida y de la cual, como ya señalábamos, poco o nade se sabe en otras áreas.
En contrapartida, la huelga de casi un año de los mineros ingleses, sin que hubiera un intento serio de tratar de coordinar una respuesta conjunta de diversos grupos y militantes desparramados por el mundo, no sólo habla de debilidad y limitaciones: habla de sectarismo de aquellas concepciones sobre la lucha de clases y el Partido que ha elaborado tan bien la socialdemocracia. ¿Y ante la guerra entre Irak e Irán? ¿Y ante Sudáfrica? ¿Y Bolivia y tantos otras lugares donde el proletariado se bate o recibe los golpes más fuertes? ¿Qué respuesta, aunque sea mínima, se ha tratado de integrar a nivel internacional?
¿Cómo aportar a resolver esto? ¿Cómo definir los discriminantes para reconocernos de manera tal que se impida que desde el inicio la propuesta, para comenzar a superar la situación actual, nazca muerta? (¿Porque es tan ambigua que será una bolsa de gatos o porque es tan estricta que sólo «entrarán» quienes ya vienen realizando un trabajo juntos?)
Para nosotros ese criterio de reconocernos es la práctica y sobre ella tratara la segunda parte de la propuesta en sí. Aunque ni ella ni nada puede eludir lo fundamental, la única garantía, la lucha.
Propuesta internacional
Con el objetivo de:
‑contribuir a modificar la actual situación de debilidad de las pequeñas fuerzas revolucionarias y clasistas desparramadas por el mundo, potenciando las posibilidades de acción en la lucha de clases
‑y de ir consolidando y ampliando lo que hoy son convergencias esporádicas, en la perspectiva de organizar y centralizar una tendencia internacionalista proletaria que hoy, con limitaciones y seguramente errores, existe;
Proponemos promover:
1) Una respuesta coordinada ante ciertos ataques del capital (ej: en la cuestión de los mineros ingleses, de los trabajadores en Sudáfrica, Irán-Irak, etc.): volantes y campañas comunes, indicaciones políticas, momentos de efectivo enlace y orientación ante cuestiones concretas y graves que afectan al proletariado mundial.
2) Una información internacional
a) de las luchas obreras, propagandizando, de acuerdo a las posibilidades, sobre las más importantes que se realizan en cada región (o país) para repercutirlas en otras e ir afianzando la realidad del internacionalismo proletario y el compañerismo proletario.
b) de los diversos grupos políticos, no sólo de los participantes de la propuesta, sino también de los enemigos, pues es un elemento necesario para la lucha política contra ellos.
c) de la experiencia histórica, de los materiales producidos en la larga lucha del proletariado contra el capital y toda explotación.
3) La polémica teórica-política en vistas a tomas de posturas conjuntas como contribución al desarrollo de una política revolucionaria. Entre aquellos que no sólo comparten un conjunto de puntos sino que efectivamente coinciden en una práctica y llevan adelante todos los puntos de esta propuesta, en particular el punto 1 (acción común) se hace vital organizar la polémica y sólo para ellos proponemos dos cosas:
4) La organización internacional de la correspondencia, lo que conlleva la creación de una red fluida de intercambios y comunicaciones que debe ser una de las bases materiales para el punto 7.
5) Una revista internacional, que no es concebida como un conjunto de posturas políticas de los diversos grupos abrochadas bajo una tapa «colectiva». Por el contrario debe ser un instrumento para consolidar la actividad en común realizada, para propagandizar y fundamentar las posturas compartidas y, por supuesto, para dar la necesaria polémica pública sobre las cuestiones vitales que hacen a las tareas del momento, las actividades propuestas y sobre temas «abiertos» que de común acuerdo se considere necesario incluir.
6) En la medida que los acuerdos así lo posibiliten, estimular la participación de otros grupos en la propia prensa y viceversa, así como la difusión de materiales de los grupos intervinientes.
7) Propender a crear una polémica «interna» común; es decir, no limitarse a la polémica «oficial y pública» de grupo a grupo, sino también la polémica de los comunistas ante problemas «abiertos».
Todas las actividades y decisiones que los grupos intervinientes serán de común acuerdo, es decir, por unanimidad.
¿A quiénes hacemos esta propuesta?
1. A quienes en el mundo realizan una lucha contra los ataques del capital, contra todas las guerras imperialistas o interburguesas, contra todas los Estados burgueses (cualquiera sea su forma y color) con el objetivo de que la clase obrera imponga su dictadura contra la burguesía, su sistema social y contra toda forma de explotación.
2. A quienes no apoyan a algún sector burgués frente a otro, sino que luchan contra todos ellos. Por eso no propician frentes policlasistas ni adhieren o participan en ellos.
3. A quienes asumen prácticamente que «los obreros no tienen patria»; consagrada frase que no sólo dice que los obreros no pueden defender lo que no tienen sino que «se puede» y debe «intervenir» en las luchas y tareas planteadas en los diversos países del mundo, a pesar de que ello, desde el punto de vista burgués, pueda ser considerado como una intromisión y contra de «el derecho de las naciones a la autodeterminación». Derecho éste que es reivindicado y defendido cada vez que el proletariado revolucionario o sus vanguardias estrechan las filas internacionales frente a su enemigo de clase, derecho que es pisoteado cada vez que se trata de reprimir y masacrar los movimientos revolucionarios.
4. Justamente por ella luchan contra las políticas de «defensa de la economía nacional», de «reactivación», de «sacrificarse para resolver la crisis», ni avalan políticas expansivas de la propia burguesía, ni siquiera cuando ésta sufre ataques económicos, políticos o militares contra sus propios estados. Siempre luchan contra toda la burguesía, tanto la local como la extranjera.
5. A quienes combaten a todas las fuerzas e ideologías que pretenden encadenar a los proletarios a la economía y política de un Estado Nacional, y desarmarlo, con el pretexto de «realismo» o del «menor mal».
6. A quienes no se propone «recuperar» o «reconquistar» los sindicatos. Por el contrario, los caracterizan como instrumentos e instituciones de la burguesía y de su estado. Por ello no pueden, de ningún modo, representar hasta el final los intereses inmediatos de la clase obrera y mucho menos los intereses históricos del proletariado. Tampoco son permeables, de modo alguno, a los intereses revolucionarios de la clase.
7. A quienes están de acuerdo que una de las tareas sobre ese terreno es llevar hasta el fondo la batalla contra la línea política de colaboración de clases sostenida por los sindicatos y la de contribuir a tornar irreversible la ruptura entre la clase y los sindicatos.
8. A quienes en la medida de sus posibilidades contribuyen a reforzar todas las tentativas del proletariado de asociarse para enfrentar, incluso parcialmente, al capital. A extender, generalizar y profundizar las luchas de resistencia y contra el capital.
9. A quienes promueven la lucha contra todas las variantes de la represión capitalista, tanto la que ejercen las fuerzas militares oficiales (estatales) del orden, como sus colegas civiles de izquierda y derecha del capital. Y dentro de sus posibilidades colaboran con los grupos hermanos que sufren los embates represivos.
10. En la lucha contra la burguesía y su estado, estas vanguardias combaten implacablemente a quienes se limitan a criticar una de las formas que asume la dictadura de la burguesía (la más violenta, militar, de facto) y defienden la democrática o luchan por su ampliación.
11. Por ello, en la opción burguesa de fascismo-antifascismo, denuncian el carácter de clase burgués de los frentes antifascistas y de la democracia y plantean la necesidad de luchar por la destrucción del Estado Burgués, no importa bajo cual forma se presente, con el objetivo de abolir el sistema de trabajo asalariado y eliminar mundialmente la sociedad de clases y toda forma de explotación.
12. A los que el internacionalismo proletario implica, en primer lugar, luchando contra la propia burguesía, asumiendo el derrotismo revolucionario en caso de cualquier guerra que no sea la guerra de clases del proletariado contra la burguesía por la revolución proletaria mundial.
13. A los que, más allá de las diferentes teorizaciones sobre el Partido, coinciden que el mismo será internacional desde su inicio, o no será.
14. En fin, a los que, de acuerdo a sus fuerzas y condiciones, definen sus tareas en la lucha contra la burguesía orientada en dos aspectos fundamentales:
a) Impulsando el desarrollo de la autonomía de clase del proletariado y
b) Contribuyendo a la construcción y desarrollo de la política internacionalista proletaria y su partido mundial.
Es decir, si bien en función de las situaciones particulares los medios, tareas y prioridades pueden adoptar formas diferentes, todas ellas se relacionan con una única perspectiva: la constitución de la clase obrera en fuerza mundial para destruir el sistema capitalista.
Aclaraciones finales
Creemos que las anteriores formulaciones pueden y deben ser mejoradas, corregidas, completadas. No nos aferramos a defender al pie de la letra esta propuesta sino su sentido general.
En discusiones previas que dimos sobre la actual situación y cómo comenzar a modificarla hubo compañeros que manifestaron cierto pesimismo sobre la receptibilidad con que sería acogida la misma y las posibilidades de realización.
Creemos que ante los terribles golpes que la burguesía da contra el proletariado en su búsqueda, a veces desesperada, de resolver sus problemas, ante las posibilidades (y realidades) de la guerra interburguesa, ante las masacres contra trabajadoras, trabajadores, niños y ancianos, que se repiten en diversas partes del mundo, y ante la montaña siempre creciente de tareas que a los revolucionarios impone la hora actual, no cabe la política de sectas, las mezquindades, los «dejar para después», ni la defensa implícita o explícita del actual «status quo».
El reconocimiento de la actual situación debe traducirse en una iniciativa capaz de recuperar el terreno perdido y superar las graves limitaciones. Por ello, el empeño común debe ser la lucha por un cambio radical en las relaciones internacionales entre los revolucionarios, es decir, pasar de simples pasadas de posiciones (a veces ni eso) hacia la toma de posturas comunes ante el ataque que la burguesía hace contra el proletariado, hacia coordinaciones imprescindibles, dirigiendo la reflexión y el debate hacia cuestiones que consoliden una perspectiva común.
Entre las «objeciones» que pueden hacerse con respecto a la viabilidad de esta propuesta está la de ¿cómo se concretaría?
Allí están los cinco puntos para, acordando con todos ellos, estudiar como organizar su realización. No pretendemos aquí dar una respuesta a cada uno de los interrogantes y problemas, sino manifestar un compromiso de lucha por su concreción.
Es evidente que para contar con una ejecutividad y rapidez para ciertas cosas, implicaría encuentros físicos. Creemos que no necesariamente, es decir, en la actualidad nos parece muy difícil de lograr, al menos para los que vivimos por esta zona del mundo.
En este momento no vemos condiciones para organizar una reunión genuinamente internacional: el viajar hacia el extranjero para nosotros está (económicamente) vedado. Un viaje de más de 8.000 kilómetros equivale a más de quince sueldos mensuales. (Más de 20 si tomamos el mínimo definido por el gobierno).
Por ello estimamos que por un primer momento las conexiones, las discusiones, al menos entre los no europeos y con ellos, se harán por correspondencia. Ello alargará los tiempos, hará más dificultosa la tarea, pero no es imposible ni mucho menos. (Una carta de Europa a aquí, por ejemplo, si no hay huelga, tarda de 15 a 20 días).
Las condiciones de seguridad (quien confía en la legalidad no sólo es un gil-ingenuo- sino un peligro para los revolucionarios) también incorpora trabas, pero pueden y deben ser resueltas.
El lenguaje también presenta inconvenientes. Por un lado, y hasta este momento, el único en que podemos llegar a escribir es el español. Y de leer sólo muy minoritariamente y con limitaciones el italiano, portugués e inglés. Con imaginación alguien podrá captar algo de francés, pero nada que hacer con el alemán. Los otros «no existen». Teniendo en cuenta esto, no tendrá la misma circulación y rapidez lo que venga en castellano que en los restantes idiomas en el orden planteado.
Para terminar, la iniciativa que presentamos está expuesta en su parte fundamental. A aquellos que se muestren interesados o acorde con ella recibirán una parte diríamos «más organizativa», es decir, como vemos nosotros que puede ser la operatoria para ir realizándola, concretizándola. Para ello. y para hacernos llegar respuestas, críticas, etc., escribir sin otra mención a:
Aida Foster
C.P. nº 1034 Rivadavia 2588, 7º D
Capital Federal - República Argentina
Teniendo en cuenta cuánto puede tardar en llegar esta carta a las direcciones que poseemos y su posterior circulación, sumado a lo que puede llevar la discusión interna sobre la misma (para quien crea que valga la pena estudiarla), más el plazo que demanda escribirla y que llegue al destino, no es irrazonable pensar que para julio o agosto, con optimismo antes, tendremos un panorama de qué se piensa sobre la misma.
A todos aquellos que nos escriban les garantizamos que recibirán una copia de todas las respuestas recibidas. La organización posterior de la correspondencia, discusiones, etc. ya formará parte de quienes acuerden con ello y de la manera que acuerden entre sí.
A los que están de acuerdo con el espíritu de la propuesta les solicitamos su divulgación y el detalle de a qué grupos (y, si se puede, con sus direcciones) les han hecho llegar esta convocatoria.
Uruguay, febrero de 1986