Co22.3 Contribuciones a la crítica de la economía

Primera serie de textos

Delimitación de nuestra crítica de la economía

Objeto y método: su relación dialéctica

3. El marxismo como economía política en contraposición con la obra de Marx

En este texto pondremos en evidencia que lo que se denomina socialmente como marxismo pertenece a la economía política tal como la hemos delimitado en oposición a la economía vulgar.

Veremos que aunque la obra de Marx se sitúa también en oposición total a la economía vulgar y se reconoce en los puntos esenciales de contraposición entre economía vulgar y economía política lo hace en forma totalmente diferente a cómo lo hace la economía política, determinándose como totalidad contrapuesta a ésta última, de ahí que la obra de Marx se denomine y sea una crítica de la economía política.

Esta contraposición fundamental que es en general la existente entre la crítica de la economía y la economía misma con todas las doctrinas económicas (desde el «marxismo» a la economía neoclásica) la comenzamos a hacer explícita en este texto, al tomar los mismos cinco puntos por los que la economía política se opone a la economía vulgar y explicar el contenido esencialmente diferente que la obra de Marx le da a los mismos. En realidad sólo se trata de introducir la exposición de nuestra concepción propia, que comenzaremos a abordar en sus aspectos centrales en la próxima «Contribución a la crítica de la economía».

3.1. «Marxismo», «economía marxista»

Antes de definir nuestra concepción propia, la realidad nos impone realizar una importante aclaración delimitativa (que se irá profundizando a lo largo del trabajo), con respecto a lo que se llama «marxismo» y/o economía marxista.

Hoy, en los medios de fabricación y difusión de la opinión publica, en los sindicatos, en las universidades, en las publicaciones académicas, se entiende por marxismo y por economía marxista, lo que en realidad es una rama particular de la economía política (por supuesto que no exenta de la concepción vulgar en economía).

En efecto, hoy basta que un autor, escritor, jefe sindical, economista... hable de lucha de clases, de plusvalía, de teoría del valor trabajo, que reconozca leyes objetivas en la economía, para que (incluso si el no lo ha hecho explícitamente) la sociedad lo ponga en una casilla que se llama «marxismo».

La mayoría de estos autores (concentrémonos ahora en aquellos que se ocupan específicamente de la actividad económica) aceptan gustosos esa clasificación y se llaman a sí mismos «economistas marxistas». Teniendo en cuenta todas las grandes ramas en que estos economistas marxistas se dividen y se organizan (1), podemos afirmar que todos ellos consideran como característica definitorias de su marxismo, principalmente (y en algunos casos exclusivamente) el conjunto de puntos fuertes que nosotros hemos señalado, como las características básicas de la economía política en su oposición a la economía vulgar, a saber (utilizamos la misma enumeración que la final del texto anterior aparecido en Comunismo nº 21):

1. Estudio de la realidad económica, aceptación de la existencia de las contradicciones de clases y de la lucha de clases.

2. Carácter objetivo social e «histórico» (2) de las leyes de la economía marxista.

3. Reconocimiento de lo que denominan teoría objetiva del valor o teoría del valor trabajo y de la plusvalía.

4. Crítica del formalismo y adopción de un método que parte de la observación experimental, se eleva a la abstracción e intenta en base a la concretización progresiva reproducir el concreto real: concreto pensado.

5. Crítica del statu quo y de su expresión idealizada: la economía vulgar.

Claro que algunos autores más compenetrados con la vulgaridad de la ciencia económica no conciben siquiera todas estas oposiciones con sus homólogos los economistas vulgares y algunos agregarán algún otro punto a esta enumeración, pero esto no es decisivo. Lo que es fundamental es constatar la identidad de base entre la economía política y la economía denominada marxista. Esa identidad es hoy una realidad ideológica de la sociedad que nosotros constatamos objetivamente y cuya explicación se encuentra en la ideologización del marxismo, es decir en la extraordinaria capacidad que ha tenido el capital para depurar de la teoría de Marx todo lo que aquella tenía de revolucionario y transformarla en una ideología más, en parte de la economía política y hasta en una religión de Estado. Sin hacer del asunto un problema de denominación, nos parece conceptualmente adecuado considerar y denominar a todos esos marxistas, a los economistas marxistas, como economistas, como parte de la economía política (3).

3.2. Marx, crítico de la economía política

Contrariamente a todos los economistas marxistas actuales, Marx no se dedicó a la economía política e interpretar su obra como una nueva economía, como una economía marxista. Eso forma parte de la mejor falsificación histórica que sobre alguien se haya hecho. Toda la obra de Marx es por el contrario una crítica total y general a toda la economía política y a la sociedad de la cual emerge (es decir crítica de la economía y de su producto ideológico: la economía política).

En todas y cada una de sus obras referentes a la actividad económica Marx señala expresamente esto. Por eso El capital se subtitula «Crítica de la economía política», los Grundrisse se denominan «Fundamentos de la crítica de la economía», la Contribución es una contribución a la crítica de la economía política y Marx comenzó su Crítica de las teorías de la plusvalía, etcétera.

Algunos economistas marxistas, tal vez por ser menos burros o más conscientes del error táctico que representaba romper incluso en la forma con la tradición que pretenden encarar, han descubierto esta evidencia e intentado rectificar algo el tiro, pero no sin contradecirse a cada instante.

Así por ejemplo Delleplace (4) establece claramente la identidad de base de todas las teorías económicas del capitalismo y en particular entre todas las teorías neoclásicas y las teorías clásicas, insistiendo en que en todos los casos hay una naturalización de las categorías sociales e históricas; luego trata de demostrar que el marxismo tiene como punto de partida el «rechazo de la economía política» y no deja de subrayar un conjunto de aspectos interesantes en la ruptura entre la obra de Marx y los economistas (considerar al modo de producción capitalista como modo específico de socialización). Esto es evidentemente una excepción entre los marxistas y un mérito del autor. Sin embargo no llega nunca a captar los elementos esenciales de la ruptura. En efecto, si bien llega a poner en cuestión la ideología materialista naturalista propia a toda la economía marxista en todas sus variantes, hace de la teoría de Marx una «teoría de la sociedad presente», una «teoría del capitalismo» de donde derivarían todos los otros aspectos teóricos, sin darse cuenta que la esencia de la ruptura no es el estudio de la sociedad presente, sino el de la destrucción de la sociedad presente, no la biología del capital, sino la necrología; es decir perdiendo justamente de vista la negación (o si se quiere la revolución) como el elemento nodal de todo el edificio teórico. Como crítica a esta visión podríamos decir que de la misma manera que el precapitalismo sólo pudo comprenderse desde la óptica del capitalismo, el capitalismo «la teoría de la sociedad presente» es un subproducto del comunismo (pero no insistimos pues aquí estamos introduciendo elementos que sólo veremos específicamente en el próximo texto).

Otro ejemplo es el de Ernest Mandel, que llega a reconocer que la crítica de la economía tiene que llevar al fin de la economía política e incluso que esto es una afirmación de todo lo que él considera la trayectoria marxista: «El propio Marx, seguido por Rosa Luxemburgo, Hilferding, Bujarin y Preobrazhensy, es terminante a este respecto. La economía política se extingue al mismo tiempo que las categorías económicas que ella se esfuerza en revelar» (5). ¡Pero ni siquiera eso le impide a Mandel titular su libro Tratado de economía marxista!

Pero este problema formal es el reflejo de un problema de fondo, sustancial (6): que mientras Marx fue objetivamente un crítico de la economía, todos esos economistas que se pretenden sus epígonos son los defensores objetivos de la economía (en general defensa implícita del modo de producción) y de su expresión teórica, la economía política.

Se nos replicará seguramente que el propio Marx se reconocería en todos y cada uno de los puntos de antagonismos con la economía vulgar. Ello es en principio superficialmente cierto, y por eso puede hacer figura de argumento, pero si profundizamos en la realidad dicho argumento es demolido. En efecto en esa enumeración puede ser reconocida la obra de Marx como la de David Ricardo, de la misma manera que si definiésemos la crítica del idealismo (pongamos Hegel) en base a la obra de un materialista (pongamos Feuerbach) (7) seguiríamos reconociendo aspectos comunes entre Feuerbach y Marx. Ello se debe fundamentalmente a que ambos reconocen el materialismo, y que por lo tanto tienen como punto de partida la observación experimental. Ése es sin dudas un campo común, el único campo común por el cual la obra de Marx se apropia de la realidad y por lo tanto trata también de la lucha de clases, estudia las leyes objetivas sociales e históricas de la actividad económica, pone al descubierto el trabajo como la sustancia del valor, adopta la abstracción y la concretización progresiva como método y realiza la crítica del statu quo. Pero como veremos ese campo común no es otra cosa que un campo de batalla, de guerra abierta; ambas concepciones se ensucian en el lodo de la lucha de clases mientras que la economía vulgar hace abstracción de la vida misma, y cuando el combate se hace carne, no sólo la obra de Marx como crítica de la economía política se queda como única antítesis general frente a ésta, sino que la economía política se abraza de la vulgar para no perecer y adopta sus propias concepciones.

Por lo tanto es cierto que en esos puntos fundamentales, que no son en realidad otros que los de toda concepción materialista, la obra de Marx se reconoce; pero ésta no es materialista a secas, sino materialista dialéctica, lo que implica una negación general y radical de todo el materialismo precedente, por lo tanto:

1. El contenido que ésta le da a tales puntos es esencialmente diferente y contiene ya la contraposición general entre economía política y su crítica. Claro que para ello hay que tener en cuenta la crítica de la economía política como globalidad (8) (aquí estamos otra vez enfrentados al problema de contradicción entre realidad global y exposición esencialmente parcial).

2. (Y más decisivo aún.) Estos puntos que hemos delimitado como la característica afirmativa de la economía política (contra su negación antitética, vulgar) no son los mismos que nos permiten comprender la ruptura fundamental entre todas las doctrinas económicas unificadas que se quedan todas en el terreno de la economía y la crítica de la economía política, y que por lo tanto esta ruptura requiere una exposición aparte y explícita (9), que además tenga en cuenta la enorme falsificación operada desde la época de Marx con respecto a su obra. Más aún, son estos puntos precisamente los que nos permitirán comprender la unidad de todas las doctrinas económicas y la obra de Marx como la única antítesis profunda, los que permiten comprender que al mismo tiempo que la economía vulgar se transformaba en cuerpo aparte de la economía política por los límites de ésta, constituyendo así su negación negativa (abstracción general de la realidad, mientras la economía política era como veremos su abstracción parcial), surgía (o mejor aún adquiría por primera vez su carácter sistemático) su negación positiva, la crítica de la economía política. Son precisamente esos puntos neurálgicos los que están más distorsionados, falsificados, escondidos en toda la literatura que se fue construyendo para vulgarizar (en el sentido que le hemos venido dando a la palabra) la obra de Marx.

En lo que sigue de este texto expondremos el punto 1: el contenido esencialmente diferente (y en muchos casos contrapuesto) que le dan aquellos cinco puntos (seguiremos con la misma enumeración), por un lado la economía política y por el otro la obra de Marx, y por lo tanto pondremos en evidencia la falsificación que se ha realizado de esta última.

Sólo en el texto que publicaremos en un próximo número, al exponer la «Crítica de la economía política», expondremos explícitamente la ruptura fundamental entre ésta y su crítica, es decir el punto 2, para lo que nos servirá, claro está, el primer punto.

3.3. Realidad económica y lucha de clases

Lo que constituye la oposición entre economía política y economía vulgar no puede por definición constituir la ruptura con aquella, ni por lo tanto nada específico en la obra de Marx, dado que es el fundamento mismo de la obra de la economía política. Pero la distorsión que el marxismo en tanto que ideología y el resto de los economistas han operado de la realidad es tal que cualquier análisis que tenga por objeto la realidad económica y por lo tanto las luchas entre las clases se lo identifica con lo que se supone hizo Marx y que en realidad no es otra cosa que lo que hicieron los «epígonos» de su obra.

El estudio de la realidad económica y por lo tanto de la lucha de clases por la cual la economía política se opone a la economía vulgar es, contrariamente a lo que aquélla dice, una necesidad general de la burguesía; por eso dichos análisis los encontramos en todos los economistas clásicos. En esta medida, podemos definir la economía política como la ciencia del capital autoanalizándose (en oposición a la economía vulgar, que debiera definirse como «técnicas para una administración eficiente»). Los economistas («marxistas»), ignorando voluntaria o involuntariamente esta realidad, presentan a Marx casi como un descubridor de las luchas de clases. Desde el punto de vista de la crítica de la economía política, es decir desde el de nuestra propia concepción, lo importante no es el análisis de la lucha de clases en sí (¡aquí no hay ninguna barrera, ninguna ruptura!) sino el comprender que la existencia de clases es una fase transitoria en la existencia de la humanidad, que las mismas no han existido siempre y que su necesaria supresión histórica se halla determinada inequívocamente en la sociedad presente. Este punto fundamental de la ruptura, ahora sí, entre todos los economistas y la crítica de la economía, está indisociablemente ligado a la comprensión de que la lucha de clases conduce necesaria e imperativamente a la dictadura del proletariado y a la abolición de todas las clases. Recordemos la carta de Marx a Weydemeyer, que intentaba ya responder a las interpretaciones «marxistas», en forma terminante:

«En lo que me concierne no es a mí a quien corresponde el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna, ni de la lucha entre ellas. Mucho antes de que yo lo hiciera, historiadores burgueses habían hecho la descripción del desarrollo histórico de esta lucha de clases y los economistas burgueses habían expresado la anatomía económica. Lo que yo hice de nuevo fue el demostrar que: 1. La existencia de las clases sólo está ligada a ciertas fases del desarrollo histórico de la producción; 2. que la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado; 3. que esta misma dictadura sólo constituye la transición hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases.» (10)

Éste es un aspecto fundamental de la falsificación de la obra de Marx (de ahí nuestra insistencia) por el que se presenta la ruptura ahí donde no se encuentra para ocultarla ahí donde se encuentra. Por eso en cada momento histórico decisivo en que la necesidad de reconstituir las bases programáticas de la crítica de la economía se concretó positivamente en un puñado de hombres (contra los grandes ideólogos del marxismo) se vieron forzados a comenzar aclarando dichos aspectos fundamentales: es el caso del Lenin en El estado y la revolución, las revistas Bilan y Prometeo en la década del 30, más próximo a nuestros días Camate... Por ejemplo Lenin dice:

«Limitar el marxismo a la doctrina de la lucha de clases implica mutilarlo, deformarlo, reducirlo a lo que es aceptable por la burguesía. Sólo es un marxista quien extiende el reconocimiento de la lucha de clases hasta el reconocimiento de la dictadura del proletariado.» (11)

No es por lo tanto el reconocimiento de la lucha de clases ni el de su necesidad histórica lo que hay de ruptura y de esencial en la obra de Marx, sino justamente lo contrario (ese reconocimiento resulta de la más mínima constatación fenomenal) el de la necesidad histórica de la supresión de las clases y sus luchas (12). Los marxistas que no comprenden en el presente la confirmación de dicha necesidad (13) y que creen situarse en la línea histórica de la obra de Marx por considerar y analizar las luchas de clases, no sólo no comprenden lo que hay de esencial en aquélla, sino que objetivamente se sitúan en la línea histórica de la economía clásica (y vulgar).

3.4. Carácter objetivo, social e histórico de las leyes económicas

Cada uno de los puntos en que hemos separado la concepción de la economía política están en realidad profundamente unidos y sólo hemos hecho aquella separación artificial a los efectos de la exposición.

El analizar la realidad, la actividad económica, la lucha de clases, que es una realidad por definición social y en movimiento histórico, le da carácter objetivo, social e histórico a las leyes de la economía como ciencia. Todos los representantes de la sociedad interesados en una comprensión materialista de ella, como lo hicieron los clásicos, los fisiócratas, o los marxistas y neoricardianos hoy, intentarán expresar tales leyes; hasta aquí no puede encontrarse la ruptura entre Marx y la crítica de la economía política, y por lo tanto no es por el reconocimiento en sí (que en última instancia se hace formal) de dichos caracteres que podremos comprender dicha ruptura.

Las cosas cambian completamente cuando tenemos en cuenta la totalidad de la obra de Marx, carácter objetivo, carácter social, carácter histórico significan otra cosa. Veamos algunos casos importantes que aclararán la contraposición de significados.

Objetivo no quiere decir sólo que tiene una existencia material, real, que el sujeto de la ciencia reconoce como ley independiente de la voluntad de los hombres, y que como tal el materialismo identifica a «verdad» (14); sino que puede ser tanto esto como una mentira socialmente validada, una idea materializada, una mistificación transformada en fuerza social, etc. que el materialismo y el positivismo consideran simples representaciones y por lo tanto como no objetivas. Así por ejemplo frente al dinero que aparece como el valor real todas las cosas, la economía política se contenta con descubrir que es una mercancía como todas las otras (con un conjunto de funciones específicas: medio de pago, de cambio, medida de valores, medios de tesaurización, moneda universal) pero incapaz de captar que como comunidad ficticia constituye una realidad social y objetiva (15).

Y precisamente en las sociedades enajenadas, en las sociedades de clase, que son prácticamente las únicas que analizan la economía política (y ya vemos como el carácter histórico de la economía política se va metamorfoseando en su contrario) las socializaciones se realizan sólo a partir de leyes objetivas como esas, es decir como mistificación transformada en fuerza, como comunidad ficticia, sea el caso de la religión como religión o del dinero como religión. Pero como la economía política ignora esa realidad objetiva, pues la considera una representación absurda (como hace todo el materialismo vulgar con la religión o con cualquier otra representación), ignora la realidad de la única socialización existente, que como es evidente no puede ser otra cosa que generalización de la enajenación. Lo objetivo y lo social de la socialización se le escapa como ley de la economía política, pues su reconocimiento implicaría reconocer la enajenación como ley. A la vez en el mercantilismo (y la economía política nunca sale en serio del mercantilismo como no sale tampoco del nacionalismo) negar la enajenación como ley es admitir la socialización mercantil como comunidad humana, o dicho de otra manera concebir el intercambio como mutuo complemento de la vida de la especie, como vida verdaderamente humana. Es precisamente esto lo que hace la economía política y por ello termina rompiendo también y fundamentalmente con el carácter histórico de las leyes de la economía.

Por más proclamaciones que realice de considerar histórica las leyes de la economía, la economía política se traiciona siempre a sí misma y siempre es ahistórica. Es decir que siempre hay partes específicas del ciclo histórico universal (del comunismo primitivo al comunismo integral), partes diferentes según los autores, que se consideran suprahistóricas, generales, o bien naturales o como la última estación de la historia. Con ello las leyes pasan a ser ahistóricas y en casi todos los casos los economistas se ven administrando la sociedad o aconsejándola, lo que los conduce a renunciar, incluso también por esta vía, al carácter objetivo y social de las leyes de la economía; se penetra en la lógica de la elección, en la moral, en la praxeología... toda la economía política se vulgariza.

En el caso de los economistas clásicos rompen con el carácter histórico de las leyes de la economía política cuando hablan del individuo, del homus económicus, sin ser capaces de concebirlo como producto histórico y más brutalmente aún rompen con la historia cuando consideran el sistema económico capitalista como la conclusión de la historia de la humanidad. La economía política se vulgariza totalmente y rompe incluso con el carácter social y objetivo de las leyes económicas a partir de las propias robinsoneadas de los clásicos.

En la actualidad la economía política (marxista o no) rompe con el carácter histórico de las leyes económicas cuando elementos históricos de las leyes económicas, elementos históricamente contingentes, se los considera ligados a la naturaleza humana; cuando, de una forma u de otra, se busca en el mundo presente aspectos de estación final de humanidad. Ejemplo: Cuando se le llama socialista (¡o comunista!) a un país, cuando se considera el modo de producción de una zona del mundo ‑que en la forma más evidente continúa siendo modo de producción mercantil‑ como el objetivo de la historia y toda la economía política se construye en torno a esas ideas. Otra forma tan general como esa es la de considerar histórico el dinero, las clases sociales, el Estado, la familia, etc. pero considerar como inherente a la naturaleza humana, como «general en todas las formas de producción», al trabajo y pretender definirlo en general. No falta incluso los economistas que se imaginan el comunismo con trabajo. En todos los casos las proyecciones naturalistas de la sociedad presente sobre la sociedad futura se hacen también sobre la pasada, y sobre todas las otras ciencias sociales, naturales y exactas, negando realmente la historia real de la humanidad. Así sucede con el trabajo, como si éste hubiese existido siempre y que supera la existencia humana al existir por ejemplo en la física, pero también todos aquellos productos históricos que el economista se imagina como inherentes al hombre y que se constituyen en sus valores sin darse cuenta. Por eso el individuo mismo, tal como lo conocemos hoy (16), no es comprendido en su disolución futura ni tampoco en su surgimiento como producto histórico. Tampoco faltan los economistas marxistas que sin quererlo ni saberlo introducen las robinsoneadas en su análisis. Hasta la dictadura general del capital, es decir la democracia, adquiere en algunos autores ese carácter natural y ahistórico y es presentada como objetivo de la historia como si ésta pudiese coexistir, conciliarse, fusionarse con el comunismo.

De ahí que la comprensión de la sustancia general del capital y de los fundamentos de la actual crítica de la economía sean inseparables de la crítica de esas «naturalizaciones» operadas por el marxismo.

3.5. Acerca de la teoría del valor

En lo concerniente a la teoría del valor, la falsificación operada es tan grande y compleja que así solo el tema de esa falsificación debería constituir una obra aparte. Aquí nos limitaremos a una breve mención de los elementos principales.

Según la economía marxista, Marx habría adoptado básicamente (con algunas modificaciones según los autores) la teoría del valor inventada por los economistas clásicos y que David Ricardo lleva a su máxima expresión: Según éstos la verdadera ruptura de Marx consistiría en haber descubierto la plusvalía, es decir que hay una parte del valor que crea el obrero que es apropiada por el capitalista.

Para comenzar la teoría del valor trabajo (tal como la consideran y la denominan los economistas marxistas) junto con la comprensión de que el trabajador no recibe todo el producto de su trabajo sino que una parte va a parar a los que dominan y explotan (parte que en el capitalismo Marx denomina como plusvalor o plusvalía) no es en absoluto un invento de los clásicos, ni mucho menos de Marx. No sólo estas afirmaciones se suceden durante toda la era capitalista, sino que para rastrear el origen de esta comprensión materialista y objetiva del valor deberíamos remontarnos más de veinte siglos. Así por ejemplo Men Tse, que vivió aproximadamente en los años 380 a 298 antes de Cristo, calificaba el «trabajo como fuente única del valor» y como buen predecesor de los economistas políticos reconocía abiertamente la explotación y exponía los hechos del mundo de su época como el mejor de los mundos posibles: «Los que mantenidos en orden por los otros nutren a éstos, los que mantienen en el orden a los demás son alimentados por ellos. He aquí cual es el deber de todos en la Tierra» (17). No interesa aquí multiplicar los ejemplos históricos al respecto, lo importante es comprender que entre esa teoría del valor trabajo de Men Tse, Platón... y la que adoptarán luego Smith, Ricardo... no hay una ruptura fundamental, en todos los casos las cosas valen por el trabajo que físicamente tienen incorporado aunque dichas nociones son interpretadas muy diferentemente (18). La verdadera ruptura se halla por el contrario entre todas estas teorías del valor trabajo por un lado y la concepción de Marx del otro.

Otra vez se esconde la ruptura ahí donde ella se halla y se la presenta en otra parte.

Para muchos economistas marxistas, la teoría del valor de Marx sería una afirmación mejorada de que el trabajo es la fuente de toda la riqueza, que en última instancia compartiría Marx con Smith, Ricardo o Men Tse (19). Para Marx por el contrario el trabajo no es la fuente de toda riqueza, ni en general de los productos, y Marx se encargó de decirlo explícitamente:

«En su producción el hombre sólo puede proceder como procede la naturaleza, es decir, haciendo que la materia cambie de forma. Más aún, en este trabajo de conformación, el hombre se apoya constantemente en las fuerzas naturales. El trabajo no es pues la fuente única de los valores de uso que produce, de la riqueza material.» El capital, FCE, tomo I, pág. 10.

Lo que Marx afirma es por el contrario que el trabajo abstracto es el que constituye la sustancia del valor. Entre la afirmación de que el trabajo es la fuente de la riqueza y esta última de que es el trabajo abstracto la sustancia del valor, no solo no hay identidad, sino que son afirmaciones opuestas. Además la primera afirmación cubre todas las sociedades, la segunda por el contrario exclusivamente la única sociedad donde existe el trabajo abstracto, la única sociedad mercantil generalizada, es decir el capitalismo.

Otros marxistas más inteligentes que dicen al menos distinguir valor de uso y valor de cambio (20) cuando tienen que definir la teoría del valor de Marx, la igualan en los hechos a la de Ricardo (¡y a la de Men Tse!) al identificar el valor con el trabajo que hay incorporado en la mercancía. Aunque agreguen trabajo necesario (como Ricardo), o incluso se refieran en palabras al trabajo abstracto, su concepción sigue siendo fundamentalmente ricardiana, es decir fisiológica y no social e histórica como la de Marx; y no les costaría demasiado imaginarse a «Robinson produciendo valores de uso y valores de cambio o valores», dado que su concepción es totalmente compatible con dicha vulgarización. En general esa teoría del valor se revela integralmente como lo que es, cuando se termina conceptualizando el «valor individual» (21) y la teoría del intercambio inigual o desigual que concluye su apología del sistema cuando transforma el concepto mismo de explotación en una relación no entre clases, sino entre países.

En realidad la ruptura entre todas esas teorías del valor trabajo, fundamentalmente ahistóricas por ser fisiológicas, y la concepción de Marx es total y abarca múltiples aspectos que aquí solo podemos enunciar:

- Ruptura metodológica fundamental: la teoría del valor de los clásicos que retoma hoy la economía política, incluida la marxista, está basada en el materialismo fisiologista. La concepción de Marx, en el materialismo dialéctico e histórico.

- El objetivo de ambas teorías del valor es sustancialmente diferente. La economía política no ve en ella más que una explicación de los precios y una descripción de la explotación; para Marx por el contrario es la clave fundamental para explicar la génesis y la sustancia de lo que se transformará en sujeto de la historia (el valor en proceso, el capital), de lo que unificará la historia humana, de lo que simplificará todas las contradicciones planetarias y que determinan la catástrofe de la sociedad burguesa.

- En cuanto a la sustancia del valor ambas concepciones son antagónicas, pues las de la economía política no llegan a distinguir profundamente el doble carácter del trabajo en tanto que contraposición y por ello el concepto de trabajo necesario se les confunde con el trabajo que efectivamente se necesitó, sin percibir la abstracción de la sociedad como realidad (otra vez la concepción materialista expulsa mentalmente las representaciones, por el hecho de serlo), lo que les lleva incluso a evacuar parcialmente el problema central de la desvalorización (22) y totalmente el fin del valor (23).

- Más aún, en la distinción que realiza Marx entre sustancia, cuantum o magnitud y formas, la economía política se preocupará casi solamente de la magnitud, del quantum, pero como ésta no se puede captar más que en alguna de sus formas, digamos la forma relativa, la economía política se ha reducido exclusivamente a estudiar la forma relativa del valor y dentro de esto a su aspecto cuantitativo, estudio exclusivo de la relación de cambio entre mercancías (teoría relativa de precios).

Pero incluso para aquellos que quieran aún encontrar puntos comunes entre la economía política marxista o no y la obra de Marx, y para ello se concentren en el aspecto cuantitativo de dicha forma, una observación «de detalle» demostrará aun la oposición entre ambas concepciones. Como es sabido una mercancía que tiene incorporada una cierta cantidad de trabajo se intercambia con otra que tiene incorporada una cantidad diferente (24). Para la economía política éste es un cambio de valores no equivalentes, para la concepción de Marx éste es un cambio de valores equivalentes (25).

Por último, en cuanto a la plusvalía remarquemos que haciendo abstracción del problema de términos que es en el único aspecto que los economistas marxistas son continuadores de Marx, teóricos de todos los sectores sociales (todos los tipos de socialismo, los economistas...) reconocían ya antes que Marx la existencia del sobretrabajo y su apropiación por las clases dominantes. Los propios economistas clásicos lo hicieron así en muchas oportunidades... Lo que constituye un aporte fundamental de Marx no es el de la plusvalía en sí (pues por algo se dedicó a la crítica de las teorías de la plusvalía) sino el de presentar y analizar este plusvalor independientemente de sus formas particulares: ganancia, interés, renta de la tierra, etc. Este aporte no puede ser comprendido en toda su dimensión si se le quita el de la originalidad y ruptura en la concepción del valor mismo, del cual el plusvalor (26) es una parte.

3.6. El método

Hemos ya enunciado aspectos fundamentales de la continuidad entre los marxistas actuales y la economía clásica, básicamente materialista mecanicista, hemos puesto en evidencia también el método de la obra de Marx en donde el materialismo deja de ser simple materialismo, para transformarse en su opuesto: el materialismo dialéctico. Esta última oposición total, irreconciliable, es siempre totalmente incomprendida por los marxistas que consideran que el materialismo dialéctico sería un tipo de materialismo. Las leyes de la dialéctica misma son despreciadas e ignoradas por los economistas marxistas.

No es éste el lugar para hacer una exposición en sí de las leyes del movimiento de la materia social, es decir de la dialéctica histórica (27), contentémonos con agregar a las observaciones ya realizadas algunos puntos fundamentales en los que la economía política pone en evidencia la vulgaridad de su materialismo:

- El método de investigación de la economía es básicamente analítico, procede en base a la descomposición y análisis de las partes de la realidad. En la crítica de la economía política, el análisis puede constituir una fase de la investigación, pero no constituye nunca su base, ni su principio. El materialismo dialéctico tiene como punto de partida necesario de la investigación el todo, lo que significa ya una noción totalmente ajena a la economía política: la totalidad como única verdad.

- Esa falta de comprensión de la totalidad está indisociablemente ligada a la falta de comprensión de aquella en su movimiento, en su génesis (29) hasta su negación, que conduce a los economistas marxistas, o no, a comportarse ahistóricamente. La crítica de la economía tiene en el estudio genético dialéctico de la realidad, en la contradicción, en la muerte, en la negación de la negación su objetivo (y su metodología) propio.

- Con respecto a la abstracción misma, lo que hace y comprende la economía política es antagónico a lo que hace la obra de Marx. La economía política hace abstracción del hombre real y concreto, comportándose en tanto que economía nacional, y sus análisis se reducen en muchas ocasiones a la categorías nacionales (cuentas nacionales); pero al mismo tiempo es incapaz de asumir teóricamente toda la abstracción que realiza la vida misma (30) y por ello ahí donde la economía real llega a las abstracciones más generales, la economía política es incapaz de seguirla y proclama que el valor de las mercancías está determinado por el tiempo de trabajo que efectivamente se requirió para producirlo. ¡Cómo si a la sociedad del capital le importara un sólo rábano andar averiguando tales absurdidades! La crítica de la economía política se opone abiertamente a esto, no abandona nunca al hombre concreto que constituye la verdadera raíz de la sociedad y, por lo tanto. de la crítica a ella; pero lejos de pretender buscar (el aspecto «verdad» que contiene la «invención abstracto ideal» de Marx) la «realidad de las abstracciones» (el trabajo efectivo como realidad del trabajo abstracto ‑como hacen los economistas marxistas‑), muestra las abstracciones de la realidad y pone en evidencia que es a la propia sociedad real, a través de su mercado, a la que le importa un rábano lo que el productor trabajó.

Por último, conviene señalar que lo que en general se da a conocer como método marxista de la economía política (31), un conjunto de recetas, de caminos para conocer (concreto representado-abstracción... análisis... inducciones, deducciones... concreto pensado... verificación, experimentación...) si bien tiene su validez relativa no es en absoluto un descubrimiento de Marx, sino que es el método que caracteriza también a toda la economía política clásica, como lo señala el propio Marx (32). Más aún, en cuanto a los medios de investigación científica (abstracción, análisis, síntesis...), a los modos de proceder estos no se diferencian fundamentalmente de los de los animales superiores (33). Simultáneamente con esta falta de comprensión-falsificación se realiza la complementaria, se esconde-se desconoce la verdadera ruptura del pensamiento de Marx con respecto al de la economía política: el carácter dialéctico de su materialismo. Si, el desconocer a éste, abierta y formalmente, es demasiado grosero y sólo el marxismo más burdo lo hace ‑ejemplo, eliminación de la negación de la negación de entre las leyes de la dialéctica por parte del estalinismo y el althusserianismo (34)‑, en la práctica todos los economistas marxistas lo desconocen implícitamente al exponer el método de la obra de Marx en lo concerniente a la filosofía del conocimiento como un mundo propio, con sus propias leyes metodológicas independientes de la génesis, la contradicción, la muerte del mundo presente y como sí se tratase de un sujeto individual (Marx) que está descomponiendo, analizando y recomponiendo intelectualmente un objeto dado. El comunismo, el partido como sujeto de la dialéctica inversión de la praxis, y la obra de Marx en su interior, es así distorsionado, ocultado, la dialéctica anulada, el materialismo dialéctico sustituido por el materialismo vulgar, la historia de la teoría reducida a la absurda visión del individuo aprehendiendo un mundo objetivo y «material», en fin, la materia transformada en categoría no histórica y, en última instancia, idealista (35).

3.7. Crítica del statu quo

Es cierto que tanto la economía política como la crítica de la economía critican el statu quo (36). Sin embargo todos los puntos antes mencionados dicen lo suficiente sobre la parcialidad de la crítica de la sociedad que realiza la economía política. Ésta es incapaz de ir a la raíz de los problemas, aborda siempre sus aspectos fenomenales y los caricaturiza, pretende siempre suprimir las consecuencias sin sus presuposiciones. Es ése el punto común, por ejemplo, de todos los análisis que denuncian la miseria, en todos los casos pierden la globalidad y con ello su dinámica por la cual la miseria no es sólo el opuesto material a la riqueza, sino el opuesto dialéctico, es decir dentro de una misma unidad indisoluble, en donde se engendran mutuamente. Así al ver en la miseria sólo la miseria, se le liquida su aspecto fundamental, la subversión general del orden establecido.

Otro tanto sucede con todos los análisis del imperialismo, que de una forma u otra utilizan un conjunto de categorías que Marx sistematizó y las vacían de todo su contenido general, mundial y las aplican a las relaciones entre naciones o/y a los análisis sobre la economía nacional, transformando así su marxismo en una teoría de la explotación de un país por otro y su crítica del statu quo en la toma de partido por uno de los campos generales de la lucha interimperialista a través de lo que llaman liberación nacional.

Esa crítica del statu quo no sólo es por lo tanto miserablemente reformista, sino y fundamentalmente parte de la guerra competitiva entre fracciones del capital mundial, guerra que por encima de todo es la única alternativa seria de reproducción de la sociedad capitalista, contra su enterrador: el proletariado.

3.8. La necesidad de comprender el «marxismo»

Por todo lo expuesto el «marxismo», la economía marxista, ocupa el lugar social de la economía clásica en el siglo XIX y teóricamente constituye su heredero conceptual, manteniendo todas sus características fundamentales, tanto en cuanto al método como al objeto de la economía política. Eso no le impide a ésta el adoptar aspectos centrales de la concepción vulgar y hasta vulgarizarse totalmente como hacía la economía clásica. El «marxismo» constituye hoy junto a las otras escuelas económicas objetivas (neoricardianos, parcialmente los neokeynesianos) lo que llamamos economía política.

Prescindiendo de la apropiación de la terminología marxista, los economistas marxistas no hacen propios en general ninguno de los aspectos fundamentales de la obra de Marx, obra que se haya en total contraposición implícita y explicita con toda la economía política, como hemos ido viendo y como quedará aún mejor establecido en los textos siguientes.

Pero el «marxismo» no ocupa cualquier lugar en la actual economía política, sino que sus representantes más radicales (y aunque parezca paradójico para encontrarlos en algunos casos hay que remontarse a la socialdemocracia internacional: Kautsky, Plekhanov... ) son las expresiones más extremas y conscientes que la economía política puede producir; es decir son los Ricardo y Smith de nuestra época, de ahí la importancia fundamental de conocer el «marxismo», para realizar la crítica de la economía política.

Pero además ninguna lectura correcta de Marx puede ser realizada, sin conocer la conformación histórica y social del marxismo como ideología y haberse apropiado teóricamente de los fundamentos mismos de esa falsificación histórica que permitió que se presentara a las actuales generaciones la obra de Marx como parte de la economía política, no sólo en el verbo sino en la más prosaica realidad.

Por eso Barrot tiene plena razón cuando dice:

«El comunismo, para reapropiarse de la teoría de su movimiento, no solo necesita leer a los clásicos y en primer lugar a Marx, sino que incluso esta lectura sólo puede dar sus verdaderos frutos si la misma está acompañada de un análisis y de una comprensión global del fenómeno llamado "marxismo"». (37)

Hoy, cualquier contribución a la crítica de la economía política tiene que abarcar la crítica del «marxismo» transformado en parte decisiva de la ideología del capital.

«El "marxismo" forma parte integrante de la ideología capitalista, que tiende a hacerse unitaria englobando todas las críticas y todas las contestaciones, primero para neutralizarlas y sobretodo para apropiarse de lo que ellas expresan de verdadero y de importante acerca de la sociedad capitalista». (38)

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Notas

(1) En el nivel actual de nuestra exposición es suficiente con considerar tres grandes ramas, sólo a los efectos de precisar ideas y de nombrar algún autor representativo de cada una de esas ramas:

‑El stalinismo y el neostalinismo: Varga, el propio Stalin, Nikitin, Lange;

‑El troskismo y el pablismo: Trotsky, Mandel, Pablo, Lambert, Ramos, Vitale;

‑El eclecticismo intelectual semistalinista: Althusser, Harnecker, Dos Santos, Bettelheim.

(2) Ver texto anterior en Comunismo nº 21, página 14, nota 25.

(3) Lo que no nos impedirá por supuesto criticarlos en tanto que economistas vulgares, cuando actúen ideológicamente como tales.

(4) Delleplace, Theories du capitalisme.

(5) Ernest Mandel, Tratado de economía marxista, tomo II, México, Ediciones Era, 1969.

(6) De lo contrario no habría ningún interés real en la cuestión. A nadie le interesa hacer una oposición de palabras entre «economía política» y «crítica de la economía», sino que nos interesa explicar la oposición realmente existente.

(7) En el caso de Feuerbach, que constituye bastante más que un simple «ejemplo»: crítica de la idea, el espíritu como causa primera y esencial; puesta en evidencia de la realidad material como determinante de la idea; descubrimiento del secreto de la religión en la Tierra, y del de la familia sagrada en la familia terrestre, etcétera.

(8) En el «ejemplo», teniendo en cuenta la crítica que de Feuerbach realizó Marx, todos y cada uno de los puntos mencionados en la llamada anterior adquieren un contenido diferente. Ejemplo, lo importante no es sólo descubrir en la materia el secreto de la idea, sino el comprender a la idea como idea del ser y a este en tanto que ser determinado socialmente (y no sólo filosóficamente), pues solo así se percibe hasta que punto Feuerbach no salió aún del terreno de la filosofía y puede iniciarse globalmente la crítica a la filosofía.

(9) Para terminar con el ejemplo acerca de la «filosofía» que hemos venido dando, digamos que Marx, luego de haber criticado a Hegel (en forma ya no totalmente feuerbachiana: Crítica de la filosofía del estado de Hegel y ya en total coherencia con toda su concepción en Crítica de la filosofía del derecho) y a Feuerbach en forma totalmente antagónica a cualquier idealista (Tesis sobre Feuerbach) requirió una exposición aparte en la que demuestra (entre otras cosas) que todas las antítesis «materialistas» de Hegel combaten únicamente la fraseología de este mundo, las representaciones en la conciencia de los hombres y que por ello siguen siendo profundamente hegelianas (La ideología alemana) y que su concepción propia, el comunismo real, es antagónico a toda la filosofía. En lo que concierne la «economía», en cambio, aunque existan valiosísimos desarrollos en la totalidad de la obra de Marx, la misma fue dejada inacabada, es decir, el ciclo completo no fue acabado. Eso sucede con toda la obra «económica» de Marx. Ver al respecto la diferencia entre lo que había planificado y lo que finalmente redactó.

(10) Marx a Waydemeyer, extractado por Lenin en El estado y la revolución.

(11) Lenin, El estado y la revolución.

(12) Una expresión ideológica (una consecuencia) de esa visión del marxismo es por ejemplo la consigna «¡viva la lucha de clases!», como si esta tuviese algo de radical, o hasta de revolucionario. En realidad el «viva la lucha de clases» es una apología abierta de la sociedad actual que mantiene y lleva dicha lucha al paroxismo; es idéntico al grito «viva la sociedad actual». Lo que constituye una ruptura radical (es decir ruptura a la raíz) no es pues el ¡viva la lucha de clases!, sino bien por el contrario el ¡muera la lucha de clases!, solo realizable por la dictadura del proletariado y la abolición violenta de todas las clases sociales.

(13) Esta determinación histórica es humana, social y mundial, pero no es ni natural ni universal en el sentido fuerte, literal.

(14) La obra de Marx rechaza globalmente la separación sujeto y objeto que hacen el materialismo y el empirismo.

(15) «Por tanto, pese a toda la sabiduría de la moderna economía nacional, su oposición contra el sistema monetario es incapaz de proporcionarnos una victoria decisiva. En efecto, la bárbara superstición económica del pueblo y de los gobiernos se atiene a la bolsa sensible, palpable, evidente y por tanto cree en el valor absoluto de los metales nobles como única realidad de la riqueza. Entonces viene el economista nacional, como ilustrado hombre de mundo y le demuestra que el dinero es una mercancía como cualquier otra... Pero al economista nacional se le responde con razón que de todos modos el valor real de las cosas es su valor de cambio y que éste existe como metal noble; que por tanto el dinero es el valor real de las cosas y por tanto lo más deseado que hay.» Marx, Comentarios a los extractos de lectura de James Mill.

(16) Aquí hacemos abstracción de su origen etimológico.

(17) Citado por Mandel en Tratado de economía marxista

(18) Se comprenderá que en más de 2.000 años de historia de la teoría del valor trabajo objetivo hubo muchísimas interpretaciones diferentes, y que en muchos casos se confunde esto con el valor del trabajo remunerado, con el salario; pero lo importante es comprender que la concepción es básicamente la misma.

(19) Éste es por ejemplo el caso de Mandel que cuando cita a Men Tse, ni siquiera aclara que el «valor» del que habla Men Tse no tiene nada que ver con el «valor» (valor a secas, valor sin frase) al que se refiere Marx.

(20) «Dicen» pues la real distinción queda afuera de la economía política.

(21) El hecho de que Marx haya utilizado esta expresión (cuando trabaja fundamentalmente con las hipótesis de la economía política, por ejemplo, tasa de explotación igual a nivel nacional...) es utilizado como excusa. Como toda excusa similar, da lástima.

(22) Si la sustancia del valor fuese el trabajo que efectivamente se incorporó en la maquinaria, el capital en actividad sólo se desvalorizaría en la misma medida que el trabajo lo va incorporando al producto y no como sucede en realidad, mucho más rápido y brutalmente por los nuevos descubrimientos que reducen violentamente no sólo los valores unitarios futuros, sino todos los medios de producción existentes en el mundo.

(23) Problemática siempre ausente en los economistas, para Marx es la esencia de la crítica. Esto no puede comprenderse sin lo que mencionamos en la llamada anterior, pues es el resultado necesario de la contradicción valorización-desvalorización.

(24) No nos referimos aquí a las fluctuaciones entre la oferta y la demanda y las consecuentes variaciones entre precios y valores. En este nivel de la exposición hacemos abstracción de ello, pues sólo confundiría la cuestión. Nos referimos al caso general en que se intercambian como equivalentes (y en realidad lo son) mercancías con (lo que los economistas marxistas denominan) «valores individuales» diferentes. Lo que sucede es que esos «valores individuales» no tienen nada que ver con el valor, con el trabajo abstracto (¡el valor nunca es individual!), como pudiera inducirse de la utilización de la palabra valor acoplada a individual, sino que hace referencia exclusiva al trabajo insumido en la producción.

(25) Este problema que deriva de una concepción individual (no social, fisiológica del valor) ha llevado a los economistas marxistas a las más absurdas ideas y contradicciones acerca del intercambio de valores que ya no sería de equivalentes sino que sería fundamentalmente un intercambio desigual. Es evidente que esta ideología y esta fracción de economistas corresponde a las fracciones internacionales del capital que en la guerra imperialista se alinean entre las más consecuentes defensores de las liberaciones nacionales. En este panorama el papel más triste lo desempeñan algunos grupos intelectuales que pretenden reivindicarse de la izquierda comunista internacional y que mantienen y desarrollan todas esas confusiones, como por ejemplo el grupo de diletantes constituido por «Comunismo y civilización».

(26) Cuando en las lenguas latinas se traduce por plusvalía, plusvalue... se pierde la relación inmediata con el valor, que aparece claramente en alemán (Wert y Mehrwert). Esto forma parte involuntaria o no de la falsificación de la que hablamos, pues se puede seguir pretendiendo que la ruptura de Marx con la economía política puede operarse sólo en una parte del valor (la plusvalía) y no en el todo. El término plusvalor tiene la virtud de no dejar ninguna duda de su origen, pues mantiene morfológicamente ligadas las categorías que lo están en alemán. Ver al respecto El capital, Siglo XXI, «Advertencia del traductor», página XVI.

(27) En el terreno de la especie humana y de su historia, materialismo dialéctico y materialismo histórico constituyen una sola y misma realidad: «Empleamos indistintamente materialismo histórico y materialismo dialéctico, no pudiéndose aplicar este último más que a la historia humana, la cual no puede ser comprendida como proceso histórico global sino gracias a la dialéctica materialista». Comunismo nº 11, página 12. Sin embargo las leyes del materialismo dialéctico se verifican en una escala aún mayor (tanto en el tiempo como en el espacio) que la de la historia humana: el universo entero.

(28) Hegel decía que el todo es la verdad, nosotros subrayamos además que una parte sólo es verdad como reproducción del todo, lo que quiere decir por ejemplo que cualquier categoría del capitalismo contiene todo el capitalismo (pongamos trabajo asalariado, valor en proceso...) y éste puede ser explicado a partir de ella, pero en realidad eso es así porque el capitalismo la contiene y porque antes hemos comprendido el capitalismo como una totalidad.

(29) «Es cierto que la economía clásica, al hacer este análisis, incurre en una contradicción, pues a veces intenta llegar a esta reducción de conceptos directamente, sin eslabones intermedios, demostrando que las diversas formas proceden todas de la misma fuente. Ello se explica por el método analítico con que procede, método del que no pueden descartarse la crítica y la inteligencia. A la economía clásica no le interesa presentarnos la génesis completa de estas formas.» Teoría de la plusvalía, tomo 11, página 393.

(30) Aquí también introducimos conceptos totalmente reñidos con la economía política y en general con el materialismo a secas. La realidad económica produce abstracciones como el trabajo abstracto. La abstracción no es pues como se imagina el materialista vulgar, el economista, una mera construcción del pensamiento.

(31) Ver por ejemplo : Nagels Jacques, Éléments d'économie politique marxiste.

(32) Marx, «El método de la economía política», en Contribución a la crítica de la economía política, Comunicación, página 268 y siguientes. Sin embargo debemos agregar que esta exposición que realiza Marx del método de la economía política contiene además importantes elementos de ruptura con ésta, elementos decisivos de su propia concepción en particular el romper la dicotomía simplista abstracto-concreto y poner en evidencia la existencia de abstracciones de simplificaciones en la realidad concreta y al mismo tiempo (recíprocamente) el comprender el concreto pensado como rica totalidad de determinaciones abstractas. Dicha unidad concreto-abstracto en la vida y en el pensamiento se encuentra en contraposición general con el materialismo vulgar y por ello con el marxismo.

(33) «Toda actividad discursiva –Inducción y deducción y también, por tantos la abstracción (los conceptos genéricos de Diao: cuadrúpedos y bípedos), el análisis de objetos desconocidos (ya el mero hecho de romper una nuez es un comienzo de análisis) y, como combinación de ambos, la experimentación la poseemos en común con los animales. En cuanto al tipo, todos estos modos de proceder y, por tanto, todos los medios de investigación científica que la lógica usual reconoce son exactamente los mismos en el hombre y en los animales superiores. Los rasgos fundamentales del método son los mismos y conducen a iguales resultados en el hombre y en el animal, siempre y cuando ambos trabajen o se arreglen con estos métodos elementales (en este sentido los animales están más próximos a conocer la realidad en la que viven que el idealismo, la metafísica, la religión, la economía vulgar que son la expresión de la realidad a la inversa, como su ocultamiento, deformación... NDR). En cambio, el pensamiento dialéctico –precisamente porque tiene como premisa la investigación de los conceptos mismos– sólo puede darse en el hombre y aun en éste, solamente al llegar a una fase relativamente alta de desarrollo (los budistas y los griegos) y no alcanza su propio desarrollo sino mucho más tarde, en la filosofía moderna.» Engels, Dialéctica de la naturaleza, OME, 36, página 225.

(34) «Stalin puede ser considerado como un filósofo marxista perspicaz, al menos sobre ese punto de haber borrado la negación de la negación de las leyes de la dialéctica.» Althusser, Lenin y la filosofía.

(35) El que al origen necesario de todas las cosas en toda visión idealista del mundo se le llame dios, espíritu, como en el idealismo propiamente dicho; o directamente materia, como en el materialismo vulgar no cambia fundamentalmente las cosas. Ver al respecto Pannekoek, Lenin filósofo.

(36) Como explicamos cuando se abandona este terreno y, como en el caso de los stalinistas o neostalinistas (Bettelheim hace unos años escribía tratando de aplicar el «marxismo»: ¡a la «planificación socialista»¡), se dedican a la gestión no estamos más frente la economía política sino a su vulgarización acabada, es decir a la concepción vulgar en economía.

(37) Jean Barrot, Le mouvement communiste, París, Editions Champ Libre, 1972, página 17.

(38) Jean Barrot, Le mouvemént communiste, página 20.


CO22.3.1 Contribuciones a la critica de la economia: 3. El marxismo como Economía Política en contraposición con la Obra Marx