1. Precisiones generales previas

En este texto definimos los problemas generales de exposición a los que nos vemos enfrentados y contraponemos los criterios de cientificidad de la sociedad a los de validez y pertinencia humana de la crítica a ella.

1.1. Problemas generales de nuestra exposición

Cuando lo que se expone concuerda con la concepción general dominante (tanto en el medio social como en cada lector al que la exposición está destinada), aún en el caso de que existan «aportes originales», la exposición puede desarrollarse sin mayores dificultades. Dado que se trata de los mismos conceptos y de la misma ligazón entre ellos que todos los destinatarios de la exposición conocen, basta una presentación diferente a la que se le agregan uno u otro elemento en base a la deducción y/o la inducción (elemento que será considerado como aporte original, a pesar de que estuviese implícito en la concepción general) para que la exposición aparezca al lector como «lógica», «científica». El lector tiene la impresión de encontrarse razonando (y más aún hasta elaborando e investigando) junto con el científico. Éste es el mecanismo utilizado también en los discursos políticos, religiosos, en los medios de comunicación de masas. En todos estos casos las «tesis nuevas» aparecen como «lógicas», pues no son otra cosa que el resultado de la aplicación del mismo paradigma que se comparte. El carácter de científico o de válido que le será atribuido al «aporte» en cuestión no está determinado por su capacidad de explicar y transformar la vida social, sino por su coherencia formal, derivada principalmente de la identificación que se opera en la conciencia del lector entre el método de identificación y el método de exposición.

Por el contrario, cuando, como en esta serie de textos, se exponen un conjunto coherente y abigarrado de tesis totalmente antagónicas con la concepción dominante, y en general enteramente desconocidas, la exposición y su relación con el lector presenta enormes dificultades. Aquí no se trata de deducir o inducir ciertas tesis de un conjunto coherente de verdades consideradas científicas sino de hacer inteligible otra totalidad coherente. Darle al lector la misma impresión de cientificidad que en el otro caso es una utopía, dado que requeriría un imposible: una exposición en bloque (en un solo tiempo) de esa otra totalidad coherente (para no hablar ya de la asimilación). Sólo en este caso, totalmente fuera de la realidad dado que por su propia naturaleza la exposición comienza con la exposición de una parte, podríamos mantener en la conciencia del lector la ilusoria identificación entre investigación y exposición.

En realidad, entre la real investigación y la exposición existe una contradicción fundamental, que resulta imprescindible asumir abiertamente y hacerla explícita, la exposición de un conjunto coherente de tesis (1) que no parte de la concepción dominante de la sociedad y que por lo tanto no pueden utilizar el expediente fácil de la cientificidad antes mencionado (inducción-deducción) parece necesariamente como una construcción extraña y a priori, dado que inevitablemente desde el principio del trabajo se formulan tesis y conclusiones sólo comprensibles a partir de una totalidad que le es ajena al lector.

Algunos escritores creen haber superado esta contradicción cuando comienzan a definir los conceptos que utilizan, luego definen las relaciones entre los conceptos que definieron y a algunas de estas relaciones le llaman leyes o tesis. Sin excepción estamos otra vez ante escritores que en forma implícita aceptan la concepción dominante en la sociedad (sea en ciencias naturales o sociales), pues creen poder definir la parte sin el todo (2) y a éste como un conjunto de partes ligadas, sin comprender hasta que punto la esencia de la parte está dada precisamente por el todo y que el mas elemental de los conceptos es una síntesis de determinaciones complejas de la totalidad. De hecho, y sean conscientes o no, la definición de esos conceptos o partes son también tesis, verdaderas conclusiones de la investigación que simplemente no aparecen como tales precisamente por el hecho de aparecerles al lector como «lógicas», es decir, estar presupuestas en su propia concepción global.

En realidad, la mas simple definición, la exposición del concepto más rudimentario, es, quiérase o no, una tesis. No solo los conceptos complejos de la sociedad capitalista (valor, capital...) sino lo que podrían aparecer como los conceptos más simples y primarios de esta sociedad (mercancía, proletariado, dinero, valor de uso...) son en realidad el resultado de un conjunto complejo de la totalidad social y como tales constituyen verdaderas tesis (3).

La contradicción método de investigación-método de exposición no puede ser suprimida, sino que lo importante para hacer la lectura inteligible es el asumirla, el distinguir cuidadosa y formalmente ambos métodos, asumiendo que pertenece a la esencia misma de la cosa el hecho de que al lector la exposición de los resultados de esta investigación le den la impresión de estar frente a una construcción sin fundamento. Recordemos que Marx consideró también necesario aclarar dicha cuestión cuando expuso El capital. Así por ejemplo en el postfacio de la segunda edición escribía: «Claro está que el método de exposición debe distinguirse formalmente del método de investigación. La investigación ha de tender a asimilar en detalle la materia investigada, a analizar sus diversas formas de desarrollo y a descubrir sus nexos internos. Sólo después de coronada esta labor puede el investigador proceder a exponer adecuadamente el movimiento real. Y si sabe hacerlo y consigue reflejar idealmente en la exposición la vida de la materia cabe siempre la posibilidad de que se tenga la impresión de estar ante una construcción a priori» (4).

Sería tan absurdo como pedirle peras al olmo el pretender que en la exposición la primera palabra sea definida por la totalidad, como sucede en realidad en el sistema coherente que intenta ser expresado. Ello es válido también para cada una de las tesis y su relación con la globalidad; ésta no puede hacerse explícita en la exposición de cada una de esas tesis, sino por ejemplo la exposición del concepto «mercancía» o de la «dictadura del valor» requeriría ya la exposición de la totalidad, lo que es un sin sentido.

Por lo tanto la exposición efectuada, acepta explícitamente el hecho de que formula afirmaciones, incluso desde un principio (incluidas éstas), que sólo son plenamente comprensibles como leyes que rigen el movimiento de la materia cuando se ha aprehendido la totalidad. En cuanto a la lectura de esta serie de textos, no dudamos que incluso aquellos conceptos (con más razón aún en las tesis) que aparecen como idénticos a los utilizados por la economía política (valor de uso, proletariado...), en especial en su corriente «marxista», adquieren un significado diferente, cuando se tiene en cuenta la totalidad de la exposición. Por ello creemos que las primeras partes de nuestra exposición merecen una relectura luego de haber abordado la totalidad.

1.2. Verificación, cientificidad, criterios de verdad

Claro que esto deja totalmente abierto el problema del carácter científico de la coherencia expuesta. Mientras que las exposiciones que pertenecen al cuadro general de la lógica dominante no requieren ninguna otra fundamentación que su coherencia formal y su correspondencia con esa lógica para aparecer como válido, científico, etc., nosotros no disponemos de dicha posibilidad y por esa misma razón tenemos que contraponer otro tipo de criterios.

En cada época histórica el «criterio de verdad» está en función de las necesidades de la sociedad y por lo tanto de su clase dominante. En la sociedad del capital, lo que se llama ciencia ha ocupado el lugar de la religión y se ha sustituido a ésta como patrón de verdad social, sin por supuesto haber eliminado la religión como tal, sino, más bien, habiendo hecho de la ciencia la religión del modo de producción capitalista (5).

El campo de la economía por ejemplo pertenece con creces a lo que se considera ciencia, lo que Marx definía como economía vulgar, representada actualmente en forma principal por los neoliberales o friedmanianos. Para que sea admitido en dicho campo y que sus partidarios reciban las mejores condecoraciones que la sociedad otorga en tanto que certificaciones de la calidad de científico (desde los títulos de doctorados o profesores a los premios Nobel), se requiere básicamente que haya una coherencia con los valores de la sociedad, es decir que las conclusiones sean «verificables», que si se aceptan las hipótesis de los modelos en cuestión por simple deducción (en la mayoría de los casos formalizados a través de las matemáticas) se puedan «probar» esas conclusiones, y que para optimizar tal o cual comportamiento de los agentes de ese modelo serían necesarias tales y cuales acciones, de donde se concluyen las recomendaciones pertinentes.

La «prueba», el criterio de verdad, se encuentra en el interior mismo del modelo en cuestión. Que ese modelo explique el movimiento de la sociedad real y su superación humana (6) o, por el contrario, que sirva para justificar el statu quo a la sociedad le tiene sin cuidado, cuando se trata de encajarle la etiqueta de científico. Así por ejemplo el hecho de que todas esas teorías neoliberales encuentren su máxima realización en una sociedad de terrorismo estatal generalizado, de campos de concentración y exterminación humana, como ha sido puesto en evidencia por diferentes autores (7), a la «ciencia», tal como es definida en la sociedad, le tiene sin cuidado.

Nosotros adoptamos el punto de vista exactamente opuesto, a saber: la consideración de cientificidad que esta sociedad puede otorgarle al presente trabajo no nos preocupa en absoluto. Si utilizamos a veces la deducción en la exposición no se trata en absoluto de «probar» algo, ni de hacerlo pasar como lógico, sino porque todas las formas de comunicación humana, incluidos el lenguaje y la escritura, son el resultado histórico de una sociedad que funciona en base a esa «lógica» y en la misma es totalmente imposible desprenderse totalmente de ella. En ningún caso ello debe ser considerado como un criterio de verdad o de prueba.

Lo que para nosotros constituye no ya la validación científica de nuestro trabajo, pues todo lo que es ciencia está teñido de su validación social burguesa, sino, mucho más que eso, el criterio de pertinencia humana del trabajo efectuado es su capacidad real de explicar la vida misma del desarrollo de la materia (en nuestro caso del desarrollo del capital). Dicha capacidad (dicho criterio de verdad) la sabemos al mismo tiempo incapaz de expresarse a sí misma, o dicho de otra manera, la teoría no se verifica en la teoría, sino en la capacidad de expresar y contribuir a la transformación práctica del mundo. En última instancia la teoría que aquí se expone no busca ningún reconocimiento científico de la sociedad actual, sino que se verifica como válida por contribuir a la transformación del mundo, o mejor aún por constituir un paso más en la sistematización teórica de la crítica de la sociedad actual y por ser parte de esa potencia que se erige como la negación positiva de la catástrofe capitalista: el movimiento comunista.

Estas aclaraciones previas nos parecían indispensables para dejar claramente establecido que no hay ningún terreno neutral, científico, en el cual competirían las teorías de la burguesía y del proletariado, como ha pretendido el revisionismo, y para que se inicie la lectura de las definiciones de la economía, la economía vulgar, la economía política... la crítica de la economía, que iremos viendo en sucesivos textos, sin estos prejuicios habituales. Pues si bien lo que se llama ciencia, totalmente subvertida, invertida, cuestionada y revolucionada podrá tener aspectos utilizables por la humanidad futura, hoy es fundamentalmente parte decisiva de la potencia opresora, palanca clave de la economía nacional e internacional, es decir del aumento sistemático de la explotación, la miseria y el hambre, instrumento del Estado. Por ello, desde nuestro punto de vista, la ciencia no tiene nada que ver con algo a alcanzar, sino que se trata de una potencia a derribar, a aplastar, de una fuerza contrarrevolucionaria y opresora que sólo podrá ser liquidada por la fuerza revolucionaria y emancipadora del proletariado.

También es parte de esa potencia conservadora y opresora todo discurso científico acerca de la ciencia en general, así como el enfoque del revisionismo marxista que dirá que lo malo no está en la ciencia sino en como se utiliza y que se completa con largas elucubraciones sobre el carácter científico o no de una teoría. En primer lugar esta posición «olvida» que la ciencia no es algo caído del cielo, ni una iluminación de un individuo ahistórico, sino un producto real y concreto de la sociedad capitalista. Que como tal, como toda producción, su forma, su contenido, sus modalidades... están determinadas no por su utilidad o necesidad humana, sino como producción que permite valorizar el capital a una tasa lo mayor posible. Y que además solo es vendible como producto terminado en la medida de que como mercancía es capital valorizándose y como cosa fuerza productiva (de reproducción, de dominación) del capital. Que si bien una máquina o un ordenador pueden servir incluso contra la sociedad presente, cosa que no dudamos que en forma muy excepcional pueda ocurrir, no quiere decir que no sean directamente concebidos y realizados en tanto que fuerzas de conservación, que ambos tengan por principal objetivo el aumento de la fuerza productiva del trabajo no para liberar al hombre de esa tortura, sino para aumentar la explotación (su tasa), que hasta el más mínimo detalle sea concebido para la imbecilización colectiva, para imponer el modo dominante, ahistórico, lógico-formal, binario, antidialéctico, contrarrevolucionario... de razonar. Hasta las supuestamente más objetivas y materialistas definiciones científicas, cómo la definición del átomo en la química o en la física, llevan la marca de una época histórica, el sello de la clase dominante y se articulan con todo el sistema de pensar que permite la reproducción de esta sociedad de explotados y de explotadores.

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Notas

1. Dejamos de lado aquí el caso de la exposición que explica la historia misma de la investigación con sus diferentes fases y revoluciones.

2. Se verá luego la crítica de dicho analitismo y su contraposición con el método global.

3. Como se observara la contradicción exposición-investigación salta a los ojos incluso cuando dicha contradicción pretende ser expuesta: de hecho aquí estamos exponiendo una tesis que aparece en la exposición como una afirmación construida sin fundamento y que es una conclusión de los resultados globales de la investigación.

4. El capital, FCE XXIII.

5. Ver al respecto «Notas críticas sobre el materialismo dialéctico» Comunismo nº 11, págs. 11 a 27.

6. Aquí tenemos ya un claro ejemplo de elementos sólo comprensibles a partir de la totalidad de la exposición (una vez captada ésta esos elementos son de una simplicidad meridiana). En efecto, sólo comprendiendo que la esencia de la crítica de la economía política es el estudio necrológico del capital dicha afirmación es una evidencia.

7. Ver por ejemplo «Monetarismo e ideología. De la mano invisible a la manu militari» de René Villareal en Comercio exterior, vol. 32, nº 10, páginas 1059 y siguientes, donde el autor argumenta la siguiente tesis: «Las ideas del monetarismo friedmaniano y de la llamada economía de la oferta, así como el movimiento político a que han dado origen la contrarrevolución monetarista [...] constituye en realidad un programa ideológico y político [...] Conforme a la experiencia en el Cono Sur, la ley del mercado llevada hasta sus últimas consecuencias supone la ley marcial. Esto es, significa asociar de manera indisoluble la mano invisible del mercado con la manu militari del autoritarismo».


CO21.1.1 Contribuciones a la crítica de la economía: Primera serie de textos: delimitación de nuestra crítica de la economía: Objeto y método, su relación dialectica.

1. Precisiones generales previas