«Según el economista nacional el interés del trabajador nunca se opone al interés de la sociedad. En realidad la sociedad se opone siempre y necesariamente al interés del trabajador» Marx 1844

«La humanidad se halla fuera y la inhumanidad dentro de la Economía nacional» Marx 1844

EL PROLETARIADO COMO REHÉN

No se puede salir del círculo infernal de la miseria y el subdesarrollo, sin abordar y solucionar el problema de la deuda. El problema de la deuda es un problema de todos los habitantes del tercer mundo y muy particularmente de los pobres, de las masas oprimidas. Claro que estos no son los culpables de esa situación, sino que ello se debe a las multinacionales, al imperialismo, pero con una deuda tan gigantesca como la que tiene nuestro país no se puede pretender que haya pan para todos... Los sacrificios son inevitables, pero si seguimos pagando y pidiendo nuevas refinanciaciones, el problema nunca se solucionará... Hay que buscar otra salida, o la moratoria de la deuda, o la unidad de los deudores para negociar en condiciones de fuerza, o/y el hacer manifestaciones contra el Fondo Monetario Internacional, o/y la presión para la suspensión unilateral del pago de la deuda... Llegaremos así a imponerle condiciones al capital financiero, al imperialismo... el país podrá desarrollarse y la situación del pueblo mejorará.

Variante más variante menos, es así que los gobiernos, los ejércitos, los partidos de derecha e izquierda, los sindicatos, las iglesias ... en síntesis toda la burguesía (de derecha o de izquierda) nos presentan la situación. Claro que esa identidad de puntos de vista, solo aparece cuando escarbamos un poquito detrás de las dos supuestas alternativas que aparecen: para unos no hay más remedio que pagar y solo proponen más y más sacrificios; los otros (que ven más lejos desde el punto de vista burgués) proponen la moratoria o la anulación unilateral de la deuda. Pero todos están de acuerdo en que la suerte del proletariado y la de la economía nacional es la misma, en que el problema de la deuda es el problema del proletariado, en que el proletariado es, quiéralo o no, solidario en lo que a la deuda respecta, con su propia burguesía. El proletariado aparece así como rehén aprisionado en el calabozo de la economía nacional, si no quiere reventar debe romperse el lomo por defender su propia cárcel, debe amoldarse a las necesidades del desarrollo nacional, aceptar los correspondientes ajustes de cinturones o/y constituir la disciplinada base de apoyo de la burguesía (¡y a veces ni siquiera de oposición!) en su negociación y renegociación (en donde la posición de moratoria generalizada, o de no pago, hace figura de radicalismo) de la deuda. Toda acción por sus propios intereses (huelgas, paralización de la producción y ocupación de los lugares de trabajo, manifestaciones autónomas, acciones violentas contra el capital «nacional»), agrava la situación de la economía nacional y en toda lógica, la suya propia.

Y aún en total continuidad lógica, para qué seguir rompiendo la armonía en las relaciones internas a la economía nacional con todo eso de burguesía y proletariado y de revolución social para destruir el capitalismo! El verdadero dilema es «liberación o dependencia», «subdesarrollo o liberación nacional» como gritan quienes son más consecuentes en utilizar al proletariado como rehén de sus propios intereses capitalistas: al fin y al cabo el interés del preso es el de mejorar su propia cárcel, poner el hombro en la producción de más rejas, bien pintaditas, ¡a qué más se puede aspirar!

El objetivo de este pequeño texto es el de proporcionar los elementos de base para criticar esa ideología reaccionaria.

LA DEUDA ES DE LOS BURGUESES

Empecemos por ese Abc que todo obrero conoce: una cosa es la propiedad del patrón, otra nuestra miseria; una cosa es la riqueza del Estado, otra muy distinta, la pobreza que soportamos. Pero patrón o Estado cada vez que tienen que explicarnos otro ajuste de cinturones, que imponernos otra baja del sueldo, parecieran olvidar aquella diferencia y nos hablan de que “nuestra empresa” va mal, “que nuestro país” no es desarrollado, que es pobre que debe mucho dinero, que la empresa y el país son nuestros, que debemos sacrificarnos. Es decir que estos hijos de puta (1) solo hablan de repartir cuando lo que hay para repartir es mierda.

Para nosotros la situación objetiva es la siguiente. Nosotros no tenemos ninguna deuda, de la misma manera que no tenemos ninguna propiedad de medios de producción (que es la condición indispensable para poder tener acceso y gozar de la deuda). Son por el contrario los patrones, los dueños de donde laburamos, el Estado vestido de milico o con sobretodo de civil, quien tiene una cuantioso deuda, con otros sectores a los cuales --dicho sea de paso-- tampoco les falta nada. Es decir que nuestros explotadores, nuestros opresores, nuestros tiranos, tienen con sus semejantes (también explotadores, opresores, tiranos, de otros proletarios o incluso de nosotros mismos) algunos problemitas financieros.

Pero como en todo otro problema similar, competencia comercial, lucha por el reparto de fuerzas productivas..., el interés de los explotadores es hacer de ese problemita interburgués, un problema directamente humano (cómo si la inhumanidad no estuviese va implícita en el sistema mismo de explotación y opresión del ser humano que ellos defienden) un problema que concierne a todos los hombres por el hecho de producir, de vivir en sus dominios. El objetivo es evidente, negociar en mejores condiciones con sus pares, utilizar a sus explotados y oprimidos como base de apoyo para sus exigencias intercapitalistas (interimperialistas), y si llegase a ser necesario, como tantas veces ha sido, utilizarlos como carne de cañón de sus intereses capitalistas.

Pero el convencer a los proletarios no es fácil. Si las cosas se presentan como son, como la deuda de tal o tal sociedad anónima, de tal o tal empresa, de tal o tal banco... (pues en última instancia la quasi totalidad de la deuda tiene un deudor específico en tanto que persona jurídica) o que fue contraída para construir cárceles, pagar generales, o constituir cuerpos de choque sindicales o parapoliciales..., es difícil que el obrero se sienta concernido por la cuestión de la deuda y por la imbécil polémica de si se paga o no se paga. Sin embargo aunque el patrón, no tenga muchas luces, dispone de una banda de sicofantas: el sociólogo, el economista, el izquierdista, el cura... que presentarán las cosas muy distintas, en forma mucho más inteligente. Se esconde totalmente que el hecho de que la deuda es entre burgueses, entre sociedades anónimas, entre bancos, y hasta internas a estas entidades (intermultinacionales) (2) y se nos la presenta como la deuda de todos, la deuda de una nación. La contabilidad nacional, por la cual se llega a cualificar la deuda, no solo como resultado, como falsa descripción de una realidad, sino como estructuras como método es la más descarada falsificación de la realidad social de la explotación (3) en beneficio del capital precisamente para que el explotado se sienta partícipe de esa falsa comunidad de vida que es la nación (4).

Dicho de otra forma. Si a un obrero latinoamericano se lo quisiese hoy convencer de que la empresa es su comunidad, que sus intereses y los del patrón son los mismos, que cuanto mejor ande la empresa él andará mejor..., no creemos que el que tenga tales propósitos, pueda terminar su argumentación con calma si no viene protegido con la policía. Entonces el problema se complica, ideólogos y especialistas, cuya verdadera función, es amoldar las cosas en función de las necesidades de dominación del capital, hacen estadísticas, hablan de cifras y de conceptos que nadie comprende, todo para explicarnos exactamente la misma cosa pero de otra manera: la deuda es una deuda nacional, es decir una deuda de todos los habitantes del país, el país es nuestra comunidad de vida, si el país se jode nos jodemos todos...

El izquierdista que se cree en el sumun de su radicalismo cuando grita “no pagar la deuda externa”, en el fondo no esta haciendo nada           diferente que convenciendo al obrero de

que el problema de sus patrones es el suyo y por lo tanto cumpliendo el papel reaccionario de supeditar al obrero al Estado y a la economía nacional.

ALGUNAS CIFRAS

Algún economista burgués dijo alguna vez que las estadísticas son como los bikinis, porque lo que muestran es importante pero lo que esconden es lo esencial. El problema es mucho más grave, las estadísticas se construyen en función de lo que se quiere mostrar esconder y en base a ello los Estados manipulan a los proletarios; el terreno en el cual se sitúan --comparaciones entre naciones-- y los criterios generales de base para su confección --negación de la explotación, unidad de intereses explotados y explotadores es un terreno ajeno a los intereses de los explotados. Creer en la objetividad de las cifras --cuya función es precisamente esa, la de presentar como objetivo y científico el punto de vista subjetivo burgués-- como hacen los izquierdistas que se arrodillan ante el altar de todo lo que huela a ciencia, es tan imbécil como tomar como verdad lo que la gran prensa nos cuenta sobre tal o tal lucha proletaria en cualquier parte del mundo. Pero de la misma manera que en la mayoría de los casos no disponemos de otra información sobre la lucha emprendida por nuestros hermanos de clase en otra parte del mundo que la que proporcionan nuestros enemigos y la utilizamos, releyendo entre líneas y reinterpretando, pero seguimos desconfiando de todo lo que dicen; en cuanto a las estadísticas y la deuda tenemos que hacer lo mismo. Por un lado porque no tenemos otras cifras y porque las propias cifras que ellos dan permiten visualizar algo de como nos manipulan; pero ni por un instante podemos considerar este terreno como objetivo, como neutral.

La burguesía tiene interés en inflar su problema, así en los países de América Latina se insiste en un conjunto de cosas que se presentan como incuestionables:

- la deuda es un problema del tercer mundo

- en general se dice que la deuda por capita --en el país en cuestión-- es la más elevada del mundo y en América Latina las cifras que se manejan oscilan entre 1.000 y 2.000 dólares per capita.

- Se parte de la base de que la deuda es una cuestión de los pobres, y de los países pobres; que cuanto más pobre más deuda se tiene.

Desde todo punto de vista cada una de estas afirmaciones que la burguesía nos ha acostumbrado a tomar como verdad, es rotundamente falsa. La deuda no es un problema de lo que se llama el tercer mundo, sino del capitalismo mundial, la deuda por capita (5) más elevada del mundo no es la de tal o tal país de América Latina sino --y por muy lejos-- la de Estados Unidos y además quienes más han empujado el anárquico crecimiento de la deuda, y quienes más se han endeudado prácticamente, son las empresas más prósperas y dinámicas del capitalismo internacional. La deuda pública y privada de lo que le llaman el tercer mundo, es decir sumando la totalidad de todos los países de Asia, África y América Latina es aún un poco inferior al billón de dólares. mientras que la deuda pública y privada de Estados Unidos (con respecto al mismo sistema bancario internacional) asciende a ó billones de dólares! (6)

Esto es decisivo, no solo para destruir el mito mantenido por todos los burgueses del mundo, de que la crisis (desde nuestro punto de vista inevitable a mediano plazo) de pago internacionales (que hará mierda todo el sistema financiero internacional) depende de la mala o buena voluntad de los gobernantes del tercer mundo y no de la evolución ineludible del capital mundial, sino además para liquidar la identidad pobreza igual deuda, deuda igual falta de desarrollo. De hecho solo los deudores, solo los más grandes deudores, los que más han aumentado la deuda, han tenido una buena expansión en los últimos años (expansión relativa y limitada, como no podía ser de otra manera en estos años de crisis profunda de todo el sistema): ¡solo la deuda de las empresas norteamericanas es de dos billones y medio de dólares!, es decir más de dos veces y media la deuda de todo el tercer mundo; algo así como 25 veces la deuda pública y privada del Brasil! Dicen que la deuda es un problema para el desarrollo que quien se endeuda no puede desarrollarse. Nosotros constatamos que solo las empresas norteamericanas tenían hace 10 años más deuda que todo el tercer mundo hoy, y que si de desarrollo capitalista puede hablarse en los últimos años, han sido precisamente esas empresas que han multiplicado --en cifras nunca conocidas hasta el presente-- su deuda por dos y medio, quienes más se han desarrollado.

Sigamos en ese terreno absurdo y jabonoso de las estadísticas de nuestros enemigos, para al menos percibir algo de como nos manipulan y nos cocinan con esas cifras..., ¡!en un solo año el gobierno yanqui tiene que pagar por concepto de interés de la deuda más que la deuda total de todo el Brasil!!

Es evidentemente ridículo comparar la deuda por habitante de un Estados Unidos con la deuda por habitante de un país del denominado tercer mundo. En efecto el concepto mismo de producto por habitante, deuda por habitante... que se obtiene dividiendo la propiedad de la burguesía (la deuda no es más que la propiedad en términos de negación inmediata)... entre los habitantes de un país, esconde las contradicciones de clase y busca que el explotado se sienta solidario con las riquezas (positivas, negativas o ambas de sus explotadores) (7). Pero dadas las fantásticas invenciones de las izquierdas burguesas sudamericanas que pretenden que la deuda de “todo hombre latinoamericano” (cínica expresión que adquiere toda su verdad cuando Montoneros, trotskistas y populistas varios nos convocan por ejemplo a defender las Malvinas al lado de torturadores y asesinos) padece de la deuda más grande del mundo, o que como dicen los Tupamaros en la defensa de su plan de salvación nacional que “el hombre uruguayo tiene la deuda per capita más alta del mundo”, es importante hacer una comparación. En el caso del Uruguay ellos citan 1750 dólares por habitante, en el caso de la Argentina las cifras serían inferiores. Aplicando exactamente los mismos criterios burgueses al “hombre de Estados Unidos” (¡qué terminología podrida y antimarxista!) la deuda per capita es de 27.000 dólares!

Todas estas cifras no prueban, desde nuestro punto de vista, nada más que NOS MIENTEN, de que todas esas identidades: deuda igual miseria, desarrollo igual no deuda, o desarrollo de la economía nacional igual menor miseria proletaria (8) son ROTUNDAMENTE FALSAS.

LA VERDADERA REALIDAD DE LA DEUDA

Lo que estamos afirmando va contra todo lo que se lee y oye, lo que en realidad no nos asusta. Hemos partido del discurso dominante y hemos visto que se nos miente, que en el fondo, la deuda es un problema interburgués, un problema que nada tiene en común con la miseria o no del proletariado..., pero que se hace todo lo posible para ocultarnos esta realidad y presentarnos la suerte del proletario como solidaria con la suerte del burgués y de la economía nacional lo que concuerda con los intereses reales de la burguesía de todo pelo y color.

Se podría interpretar de ahí que toda esa cuestión de la deuda, no nos interesa que aconsejamos una actitud de indiferencia frente a tal problema. No y mil veces no, al igual que en cualquier otra cuestión interburguesa, nosotros no somos nunca indiferentes sino que luchamos contra ambos polos de la polarización que nos impone el capital. Ello es así frente a la guerra imperialista, no se trata de elegir un polo fascista o antifascista sino de luchar contra el capital y su guerra, no se trata de elegir entre Tatcher o Bignone, sino de enfrentar a ambos... o frente a cualquier otra contradicción interburguesa, del cual la guerra es su expresión superior, pues ambos polos de la misma destruyen al proletariado como fuerza.

Además si bien la cuestión de la deuda, no puede ser explicada desde nuestro punto de vista como una cuestión entre pobres y ricos, entre países pobres y países ricos, como nos quieren hacer creer; ello no quiere decir que debemos conformarnos con el decir que la deuda es entre burgueses.

Como en toda explicación del funcionamiento del capital, un nivel de aproximación es el comprender la interacción intercapitalista, otro nivel mucho más profundo es el de explicar ese mismo problema desde el punto de vista de la totalidad: es decir desde el punto de vista del capital total, nivel que se sitúa en total ruptura metodológica con la economía política y que por primera vez fuera expuesto en forma pertinente por Marx en sus diferentes escritos de críticas de esa disciplina burguesa crítica de la economía política).

Más aún, podríamos decir que lo decisivo de la ruptura de Marx con todos los economistas, es el de no haber perdido nunca de vista que el valor en proceso (que es la esencia del capital), es una realidad universal, una totalidad que no debe confundirse con la suma de capitales particulares o peor aún con la adición de capitales nacionales. En términos muy burdos esta última línea llevaría, aunque se hubiese comprendido que la cuestión de la deuda es una cuestión interburguesa, a decir que en términos mundiales (totalidad concebida como adición) el capital no gana nada con la deuda, pues entre deudores y acreedores los saldos se compensan o que en términos de agregación internacional de todos los capitales nacionales la deuda no altera la economía mundial dado que todo se compensa.

Este punto de vista, es el mismo de quien no ve en la guerra intercapitalista otra cosa que guerra interburguesa, perdiendo de vista que en todos los casos se trata de una guerra por y para el capital, una guerra cuya necesidad no está solo en la rapiña de tal o tal imperialismo con respecto a tal otro (como creen los economistas o los partidarios de la teoría del imperialismo lenino-estalinista), sino que se encuentra en la esencia misma del capital como realidad mundial, que existe como afirmación íntegra del ser capital universal negando su enemigo histórico: el comunismo (destrucción orgánica y física del sujeto mismo de la revolución social, el proletariado).

Marx en sus diferentes trabajos de crítica de la economía expone con lujos y detalles, como el crédito constituye una palanca indispensable no de tal o tal capital, sino del capital mismo como totalidad. La deuda no tiene nada que ver con la pobreza (¡quien le va a dar crédito a los pobres!) o con el “subdesarrollo", no solo por lo que hemos constatado cuantitativamente, sino porque conceptualmente está ligada a la riqueza y al desarrollo del capital. En efecto, el capital, que es esencialmente un valor valorizándose a nivel universal (9), se desarrolla como tal, en contradicción permanente con respecto a los valores de uso por los cuales está obligado a pasar (materias primas, fuerza de trabajo, producto industrial o agro industrial...) tratando por su propia dinámica, de reproducción ampliada de valores, de superar los límites impuestos por el otro polo de la contradicción. El sistema de endeudamiento generalizado, el sistema bancario internacional, los organismos crediticios internacionales, la bolsa de valores donde no solo se negocian títulos de propiedad sobre el trabajo ajeno futuro --real, posible-- sino títulos que funcionan como capital, cuando en general no son otra cosa que papeles en los que consta una deuda (tallos de deuda pública, obligaciones de las empresas públicas o “privadas”... ), la fabricación de signos de valor que funcionan como tal sin una contrapartida productiva, actúan como acicate objetivo a la producción material, empujándola a superar sus propios límites; pero al mismo tiempo desarrollan una contradicción insuperable entre la masa total de “capitales” que (aunque parte de la misma no lo sean en realidad: capital ficticio (10) busca (y es su razón esencial de existencia) una valorización adecuada y el capital que efectivamente se valoriza en la práctica social: es decir que efectivamente apropia trabajo ajeno como resultado de una producción real de valores nuevos.

Ante el fin de la fase expansiva del capital que resultó consecutivo a la Segunda Guerra Mundial (en toda la historia del capitalismo las guerras, las reconstrucciones, las derrotas del proletariado... constituyeron los antecedentes inevitables que posibilitaron un desarrollo “sano” del mismo), el capitalismo mundial solo ha logrado posponer las depresiones catastróficas creando una masa impresionante de capital ficticio. Los niveles alcanzados al respecto no solo en términos absolutos, sino en términos relativos a la producción real mundial son incomparablemente superiores a todo lo visto en el pasado; más aún, a nivel internacional reina la más gigantesca anarquía y descontrol generalizado en la relación entre ambas magnitudes, lo que augura que en una de las muy próximas fases depresivas será multiplicada (o mejor dicho elevada a una potencia no previsible en cuanto a sus consecuencias) por la destrucción masiva y brutal de capital ficticio que hará explotar todas las contradicciones de este sistema social a un nivel totalmente desconocido hasta el presente.

Las varias fases de crédito fácil y generalizado de la posguerra, el endeudamiento masivo de todos los gobiernos así como la creación desenfrenada de signos de valor que en el fondo no representan ningún valor corresponden a las cada vez a cortos y pobres “despegues" de la economía mundial. Esa dopa, esa especie de droga administrada a un cuerpo fatigado, tienen en cada ciclo un efecto estimulante, hace funcionar el sistema de reproducción internacional ampliada del capital como si el sistema fuese un pibe, hasta que pasa el efecto..., hasta que las dosis siempre crecientes resultan insuficientes y que al mismo tiempo el remedio comienza a resultar peor que la enfermedad y que cada vez más el capital aparece como lo que efectivamente es, un viejo decrépito y putrefacto mantenido a morfina.

Para el proletariado, para la única perspectiva que existe para la especie humana, el descubrir esa infernal dinámica mundial es fundamental: contra todos los mitos dominantes es decisivo poner al descubierto que la deuda (o mejor dicho el actual endeudamiento generalizado e insolucionable) no es ni más ni menos que una de las manifestaciones más lo notables de la anarquía y del fin histórico de un sistema que engloba a la totalidad del género humano.

Hay una cosa que dice la burguesía y sus sicofantes, que es cierta. La deuda no puede pagarse. Los activos productivos en el caso de las empresas endeudadas --que es lo que resulta más medible-- así como las cifras de negocios esperados, constituyen porcentajes ridículos, al lado de la deuda que poseen. con respecto a los países se llegan a conclusiones similares, cuando se comparan por ejemplo exportaciones, o producto bruto esperado en relación a la deuda o el servicio de la misma; aunque no debemos olvidar que ese tipo de presentaciones y comparaciones entre países, no son otra cosa que la incapacidad real de las empresas a cubrir sus obligaciones presentada a una clientela más vasta: la opinión pública. Como dijimos la burguesía tiene interés en presentar la deuda no como su problema, ni como el problema específico de sus empresas y de su fracción sino como el problema de todos los “connacionales".

La conciencia cada vez más clara en la burguesía de que no se pagará, no refleja sin embargo la conciencia de la inevitabilidad de una catástrofe financiera y económica sin precedentes, sino más bien las dificultades cada vez mayores en valorizar su capital particular. Las deudas en el capitalismo (y no hablamos claro está de la deuda de tal o tal consumidor, del crédito obtenido por un proletario para comprarse una casa o para abastecerse de alimentos en la provisión de la esquina) no están hechas para pagarse, aunque eso es lo que crea la imbécil opinión pública; sino --como vimos-- para hacer funcionar el capitalismo. Cuando un gobierno emite un título de deuda pública, no es para pagar esa deuda luego sino para postergarla para el futuro, en realidad, para no pagarla nunca, por que luego emitirá un número mayor de títulos para sustituir a los anteriores. Y cualquier burgués no del todo imbécil conoce este mecanismo sin fin que utiliza directamente emitiendo obligaciones, solicitando créditos bancarios... Solo el hombre de la calle cree que las deudas se pagan y es porque es su realidad. Si hoy se habla tanto de posibilidad o no posibilidad del pago de la deuda no es pues porque los burgueses piensen como este último sino porque la crisis generalizada del capital lo amenaza no ya con no poder pagar la deuda o no poder cobrar lo que se le debe, lo que no sobrepasaría el problema innato al capital, sino con la destrucción pura y simple de cada capital particular, es decir con la desvalorización violenta del capital. La superproducción de capital (incluido el ficticio) es tal, que cada capital particular se ve amenazado de no poder valorizarse en absoluto, de la quiebra generalizada y solo a través de esa posibilidad aterradora vislumbra --cada capital particular-- en forma más o menos turbia los límites de su sistema social. Cada capital particular no concibe otro mecanismo de defensa que llevar la competencia generalizada al terreno de la presión, de la utilización de toda la nación para renegociar la continuidad de la política crediticia en condiciones favorables para su fracción. No es por casualidad que cuanto más se multiplican las manifestaciones de la crisis del capital más se ponen al orden del día, las presiones proteccionistas y la discusión acerca de la deuda.

Desde el punto de vista proletario, esto podría situarlo en condiciones de fuerza, es el sistema de su enemigo histórico que se hunde y no como quieren hacerle creer su “comunidad nacional”. Pero a la falta de organización internacional del proletariado y de desarrollo real de la centralización efectiva de las luchas obreras en el mundo (lo que a la vez es al resultado de la contrarrevolución más profunda de toda nuestra historia) corresponde la separación del proletariado en los diferentes países y su sumisión a la llamada burguesía “nacional"... lo que lo conduce a las guerras intercapitalistas fratricidas, que se desarrollan en los cinco rincones del mundo... la forma suprema que adopta la alienación ideológica que conduce a millones de hombres a reventar por sus propios explotadores, por su patria, su religión y su rey, es la defensa de uno de los tres mundos: “mundo libre”, “mundo socialista”, “tercer mundo”.

En la cuestión de la deuda está pues latente toda la contradicción revolución-contrarrevolución: o el proletariado en jornadas cada vez más decisivas de lucha conquista la autonomía de clase, lucha por sus propios intereses, lo que implica luchar no contra tal o tal fracción u expresión del capital sino contra el capitalismo, lo que conduce a que todas las contradicciones encubiertas de este sistema podrido estallen; o se deja encausar por tal o tal fracción de la burguesía, sirve de base de maniobra y de apoyo a los gobiernos y capitales que hoy quieren renegociar la deuda con otras fracciones del capital y se encamina a constituir carne de cañón de la guerra interimperialista.

Pasemos por lo tanto a definir cual es la política concreta del proletariado para desarrollar su autonomía y como deberemos orientar la acción de los comunistas para ello.

LA POLÍTICA CONCRETA DEL PROLETARIADO

Por todo lo expuesto, no hay ningún punto común entre política concreta del proletariado y las diversas opciones que la burguesía nos presenta. La línea del proletariado es la de la lucha contra todos los sacrificios, contra todos los esfuerzos de desarrollo de la economía nacional. La economía nacional está enferma y eso perjudica al proletariado, gritan nuestros enemigos. Si esta enferma ¡qué reviente! Es nuestra consigna. La catástrofe general de la economía nacional, no es otra cosa que la putrefacción efectiva de este sistema de explotación, opresión, miseria, privaciones, represión... que necesitamos abolir. La quiebra de la economía de nuestros opresores, no es nuestro fin sino el fin de esta sociedad infernal de hambre y miseria.

Autonomía total contra la burguesía, ningún apoyo a la política de sacrificios en favor de la economía nacional, ningún esfuerzo por la producción capitalista, lucha contra todo aumento de la extensión o la intensidad del trabajo, lucha contra el aumento de la tasa de explotación, por la reducción relativa de la plusvalía y el correspondiente aumento del salario relativo... lucha para aumentar todas las formas indirectas de capital variable (pensiones, jubilaciones, seguros de paro...) y por disminuir la parte del producto expropiado y puesto al servicio de la dominación y la opresión (gastos militares, cárceles, iglesias... ). Y sobre todo ¡alerta proletario! frente a toda tentativa de separar la unidad indisociable que constituyen todas estas banderas entre sí y con el programa general de la revolución social, la dictadura del proletariado para abolir el trabajo salarial. : no sirve de nada luchar porque haya menos milicos y más cosas para consumo obrero, si perdemos de vista que lo más importante es la unidad creciente, y la organización del proletariado para abolir para siempre cárceles, milicos, sistema judicial, o si perdemos de vista que la lucha por el salario relativo es inseparable de la lucha para abolir el salario.

Frente a la consigna de no pago de la deuda externa, moratoria indefinida, ruptura con el Fondo Monetario Internacional, hay que denunciar abiertamente y sin escrúpulos que a través de ellos la burguesía de izquierda progresista, juega una vez más la carta de supeditar al proletariado a su política reaccionaria (11). Todas esas consignas solo tienen el objetivo conservador de arrastrar al proletariado para que sea furgón de cola de la burguesía nacional y mañana carne de cañón.

Por último están los más sutiles, los planteos de la izquierda que utiliza un lenguaje “más marxista", y que no llega a esa caricatura reaccionaria de considerar que la oposición fundamental es entre países o que la contradicción decisiva es entre “liberación o dependencia”. En esta categoría se encuentran expresiones burguesas tales como el trotskismo en todas sus variantes y algunos grupos radicales de marxistas leninistas que analizan la cosa en términos de contradicciones de clase. Pero su revolucionarismo no va más lejos que esto, pues aunque se llenen la boca con la contradicción burguesía-proletariado, proponen, acto seguido, que el proletariado le exige a la “burguesía nacional” y al gobierno que no paguen la deuda, y que rompan con todo el sistema financiero internacional. Como en otros temas parecidos ("revolución democrática”, “desarrollo de las fuerzas productivas”...) lo que proponen es que los obreros no sean la cola, sino la vanguardia de esas reivindicaciones, que reconocen como democrático burguesas.

Cómo si el proletariado no tuviese bastante con la lucha por sus intereses y muchísima dificultad para autonomizarse, como para plantear que además realice los intereses, las reivindicaciones de tal o cual fracción de la burguesía caminando a su lado. Además, este tipo de argumento se basa en que hay un interés común entre el proletariado y una fracción de la burguesía denominada progresista. Otros ejemplos de ese interés común ya los hemos combatido en respectivas oportunidades: la democracia no es un terreno común que los obreros compartirían gustosos con la burguesía sino por el contrario el contenido mismo de la dictadura del capital contra el proletariado; en cuanto al desarrollo de las fuerzas productivas las que desarrolla el capital y las que necesitaría la humanidad en función de sus necesidades, son realidades antagónicas y no una sola y misma cosa, como estalinistas y trotskistas pretenden. En el ejemplo se basan en que el no pago de la deuda beneficia a ambas clases sociales, pues permite el desarrollo nacional y por lo tanto el proletariado estará también mejor. Respondemos que el desarrollo capitalista, el único que puede haber, el desarrollo real histórico, con todas las miserias, contradicciones y anacronismos que le son inherentes, se ha realizado desarrollando el sistema internacional de crédito y (también) gracias a él, es decir en base a la deuda y además que la identidad desarrollo nacional, bienestar proletario es la más rotunda falsificación histórica y teórica.

Más precisamente se dirá por ejemplo que la deuda gubernamental es tan gigantesca que impide mejorar un conjunto de servicios y un conjunto de retribuciones que beneficia al proletariado: jubilaciones, pensiones, salarios, salud pública, parques, ... y que por eso mismo tenemos interés en sostener la posición de no pago de la deuda. En esta afirmación hay un conjunto de suposiciones falsas, la principal de ellas es la de aceptar la ideología del Estado benefactor, es decir que la función del mismo sería la de aumentar el bienestar de la población. El interés del proletariado es sí aumentar todos esos rubros que puedan considerarse como parte del capital variable y no como plusvalía, pero al mismo tiempo tratar de que el Estado tenga la menor y no la mayor cantidad de fondos posibles. Ni por un minuto hay que olvidar que la función del Estado no es el tan cacareado bienestar público, sino que esto no es más que un pretexto para preservar su naturaleza esencial: ser el capital organizado como fuerza de dominación. Es mucho más legítimo, en especial en la época actual en América Latina, el pensar de que si los “Estados” tuviesen más dinero, en previsión de las nuevas explosiones sociales, contratarían aún más milicos y más cuerpos parapoliciales, comprarían más fusiles y tanquetas y construirían más prisiones. Por lo tanto ningún apoyo al no pago de la deuda por parte de nuestro Estado Nacional, que se arreglen entre ellos. Si quiebran, si el Estado hace bancarrota, como amenazan los Suazo, los Alfonsín... TANTO MEJOR. Contrariamente a lo que nos quieren hacer creer ello no significa menos pan (que depende más que de ninguna otra cosa de nuestra lucha) sino menos milicos, menos cárceles...

Se nos dirá entonces que el proletariado “asumiendo la vanguardia de la lucha nacional” (putrefacto lenguaje impuesto por la contrarrevolución internacional en especial desde los años 20/21) “deberá no solo exigirle a la burguesía y al gobierno nacional el no pago de la deuda sino que no destine tales fondos a la militarización del país sino al bienestar público”.

Otra vez nos están trampeando. Se están cambiando las hipótesis de partida. Si el proletariado está políticamente en condiciones de exigir, de imponerle a su enemigo histórico, una reducción de la plusvalía, un aumento del salario relativo (lo que constituye una disminución real de la tasa de explotación, aunque más no sea bajo la forma indirecta de la utilización de los gastos estatales), ¿cuál puede ser el interés en levantar banderas de negociación interburguesas en cuanto a la deuda para solo después levantar sus propias banderas, es decir que esos fondos se gasten en el mejoramiento de sus condiciones de vida? Nadie más que la contrarrevolución personificada puede tener ese interés en hacer pasar una necesidad obrera a través de la mediación de una contradicción interburguesa, para seguir impidiendo su autonomía de clase.

Si se tiene fuerza para exigir, que cosa puede resultar más directo, más organizativo, más proletario, que luchar y exigir directamente algo que beneficie directamente al proletariado (¡sin pasar por algo que por ejemplo fortifica la relación de fuerza del lado del deudor frente al acreedor! y que en nada beneficia al proletariado). Exijamos pues directamente el aumento de salarios, las pensiones, las indemnizaciones de paro, las jubilaciones... la construcción de las viviendas obreras... las inversiones en salud pública, ... y la reducción simultánea de los gastos militares, la liquidación de los tribunales. Esto sí es luchar directamente por la reducción de la tasa de explotación y se sitúa objetivamente en la línea de la lucha contra la explotación misma, en especial si esa lucha logra imponer, y va afirmando su fuerza hacia la insurrección generalizada.

Y ante ese tipo de lucha real, la burguesía y el gobierno de cualquier tipo que sea, estará obligada (como de alguna manera pudo presentarse en Bolivia hace unos meses) a realizar concesiones y entre otras cosas tendrá --le guste o no-- que ir a explicar a sus acreedores que no puede pagar.

Una conclusión superficial, frente a tales circunstancias, diría que los resultados son los mismos que la deuda no se pagará. Y ello es parcialmente cierto (globalmente falso): desde el punto de vista burgués, interburgués es exactamente lo mismo. Pero desde el punto de vista proletario, lo decisivo no tiene nada que ver con ello, sino que es la organización, la autonomía y la conciencia creciente en cuanto a objetivos propios y clasistas. En un caso se llegará a esa situación --de no pago de la deuda-- como resultado de la afirmación de la línea histórica del proletariado, de sus intereses; en el otro se lo desviará hacia consignas coincidentes con algunos sectores del capital, propiciándose un ambiente de unidad nacional. Ello muestra hasta que punto los resultados no solo no son los mismos, sino que son opuestos.

No cabe dudas pues, que incluso en el mejor de los casos en el que se llegue a “ese mismo resultado”, la consigna de moratoria de no pago de la deuda. SOLO AGREGA CONFUSIÓN EN EL PROLETARIADO Y SUPEDITACIÓN DE ESTE FRENTE A SU ENEMIGO HISTÓRICO: LA BURGUESIA

En resumen todas las consignas acerca de la moratoria, de la suspensión del pago de la deuda, etc. solo sirven para liquidar la autonomía del proletariado con respecto a las contradicciones intercapitalistas, para desorganizarlo como clase y como fuerza para transformarlo en furgón de cola de tal o tal fracción burguesa.

A todo ello debemos contraponer las consignas directamente proletarias: contra todo tipo de ajuste de cinturones, ninguna solidaridad con la economía nacional, contra todo esfuerzo productivo o medida de austeridad, por el aumento generalizado de todos los ingresos proletarios, por la reducción --o gratuidad-- de todos los servicios públicos ... Y nos dirán que es imposible, que el país no puede dar eso, que la economía está en crisis, gravemente enferma. Y es verdad, para que viva el país y la economía nacional, el proletariado tiene que reventar, tiene que seguir escupiendo sangre y comiendo mierda.

No, no existe ninguna otra opción, tenemos que proclamar clarito, que la cuestión es entre la economía nacional o nosotros; entre el Estado capitalista o nuestras necesidades... si la sociedad está gravemente enferma AYUDEMOSLA A MORIR.

(1) Y ello sin aludir en lo más mínimo a los hijos de quienes no encontraron otra forma de vender su fuerza de trabajo que la prostitución, contra los que efectivamente no tenemos nada. Lo que sucede es que hasta las formas que tenemos de insultar están marcadas hasta el fondo por la ideología burguesa.

(2) Un porcentaje nada despreciable, pero que nadie puede calcular de la deuda, está por ejemplo constituido por un juego de escrituras internas a una misma empresa actuando en varios países, o por una ficción contable que ha hecho posible la realización de una parte de la plusvalía efectuada al interior de un holding o una trusa de capitales.

(3) No podemos abordar aquí una crítica pormenorizada de la misma, pero mencionemos

al pasar que en ese mundo fantástico de la contabilidad nacional, el capital, la tierra y el trabajo crean el valor agregado; que las clases sociales no existen, y que las instituciones que aparecen son por ejemplo las familias (¡es decir todas las familias!).

(4) Falsa porque entre explotado y explotador no hay ninguna comunidad real de intereses de vida (Ver al respecto: «Contra la mitología que sustenta la Liberación Nacional» en especial en COMUNISMO Nos. 4, 5, 7, 10). ¡Qué comunidad profunda de vida puede existir entre un general y un desocupado, entre un miembro de un grupo parapolicial y un militante revolucionario, entre un estanciero y una prostituta.

(5) Aquí estamos utilizando toda la terminología de nuestros enemigos, todas las categorías de la contabilidad nacional que como “deuda por capita”, son la negación descarada de la existencia de clases, o “tercer mundo”. Las cifras fueron obtenidas en general de «El Mundo Diplomático» (varios números de 1984-85).

(6) Billón es un millón de millones. A título comparativo la deuda del Brasil es de 100 mil millones de dólares, la de Argentina algo así como 40 mil millones, la de Uruguay aproximadamente 5 mil millones.

(7) Por lo tanto desde que escuchamos “deuda per capita” “deuda por habitante”, hay que desconfiar. Cada una de esas frasecitas o “la deuda de cada boliviano es U$S... ) se hace cómplice del proceso por el cual se pone políticamente (económicamente está siempre) el proletariado al servicio de la burguesía.

(8) Por si aún faltase demostrarlo, los últimos años de crecimiento ejemplar de la economía de USA fueron acompañados del aumento sin precedentes en todo el siglo (no solo de la miseria relativa del proletariado, lo que es inevitable en toda expansión capitalista) del número de proletarios en la miseria absoluta: hoy hay más de dos millones de proletarios sin casa, y más de 20 millones que no ganan el salario considerado de subsistencia.

(9) Y el valor en el sentido propio del término, que se constituye como una abstracción social real e histórica solo existe, en todo el sentido práctico de la abstracción, como realidad mundial. En el precapitalismo, la existencia de varios valores para un mismo valor de uso, que posibilitaba la existencia de las formas prediluvianas de capital (mercantil y usurario) estaba indicando que la abstracción misma era totalmente inacabada y que por lo tanto el valor como ser estaba aún en formación (acumulación originaria del capital).

(10) Capital que cumple las funciones de tal, por permitir a su propietario el apropiarse de un cierto interés (D-D') sin serlo en la realidad, pues no tiene ninguna realidad física como trabajo acumulado. Se trata de un concepto fundamental para la comprensión general del capital, totalmente escamoteado y liquidado por toda la economía política marxista (socialdemócrata, trotskista, estalinista... ) y que hoy resulta decisivo rara comprender los límites históricos de todo el sistema de producción burgués mundial. Marx expuso el desarrollo social del capital ficticio en el conjunto de su obra y muy especial mente en el Libro III de El Capital (Sección quinta).

(11) Muchas veces progresismo y reaccionario --en especial en la terminología de la opinión pública de “izquierda”--aparecen como términos absolutos y opuestos. En la realidad, el capital es siempre progresista, reformista, pues su esencia lo fuerza a remodelar en permanencia toda la estructura productiva y en general toda la sociedad y frente a la emergencia y organización de su enemigo histórico --el comunismo-- muestra su carácter totalmente reaccionario. En general las fracciones con mayor capacidad contrarrevolucionaria, con mayor fuerza de organización de la reacción, serán precisamente los que tienen mayor capacidad de adaptación a las necesidades del progreso y la reforma del capital.


CO19.1 La cuestión de la deuda: Basta de versos.