«¡Quién tiene el fierro, tiene el pan!»
Enero de 1984, respondiendo a las «felices fiestas» entre los explotadores. Guerra de clase en Túnez y Marruecos
Cada lucha del proletariado, por más minoritaria que sea, es una antorcha incandescente que tiende encender a las otras capas del proletariado. Cada explosión de lucha siembra el terror en la burguesía, pues plantea la posibilidad a numerosos proletarios, adormecidos por el peso de las cadenas de la explotación, de despertarse y formar parte del campo de los combatientes. El miedo, la obsesión frente a la posibilidad de que el incendio se generalice, sólo puede comparase a la energía y destreza con la que la burguesía logra hacer callar o transformar la realidad subversiva de la lucha en el sentido de sus propios intereses, reduciendo a un mezquino y exacerbado particularismo, el carácter y dimensión universal que frecuentemente presentan las acciones proletarias. Dividir para reinar, es la práctica burguesa. Romper el aislamiento y generalizar es la respuesta de los comunistas.
Mientras los burgueses del mundo entero se desean un buen año de explotación, el gobierno de Túnez anuncia el aumento de un 100 a 150% de los productos de primera necesidad. Evidentemente, esta medida fue tomada con el acuerdo de la Central Única de sindicatos y los partidos de izquierda, (MSD –Movimiento de Socialistas Democráticos– y el P«C»T). Estos últimos no pusieron en cuestión la austeridad, sino que se limitaron a contestar las modalidades de su aplicación, poniendo al gobierno sobre aviso con respecto a los peligros que correría la nación, las instituciones burguesas nacionales e internacionales, frente a la imposición brutal de las medidas «necesarias». Paralelamente, el gobierno de Marruecos, dirigido por Hassan II, y que reagrupa hasta los socialistas de la UFSP, también decide aumentar los precios de los productos de primera necesidad.
La respuesta del proletariado fue gigante.
Con una violencia y fuerza que testimonia las tensiones acumuladas, los proletarios de Túnez y Marruecos hicieron temblar, de abajo arriba, a la santa democracia.
En Túnez, a partir del 29 de diciembre, se produjeron en diferentes puntos manifestaciones contra el alza del precio del pan y los productos agrícolas. El 31 en Kasserin, ciudad situada a 220 km de la capital, se produce un salto cualitativo en la lucha, mujeres y niños se manifiestan y expropian alimentos estocados en las tiendas, y como era de esperar los cuerpos sanguinarios de la burguesía responden tirando sobre las masas, lo cual dejó como resultado cuatro muertos y varios heridos (según declaraciones oficiales). Lejos de quebrar al proletariado, el canibalismo de la contrarrevolución empuja a una respuesta más masiva aún: los enfrentamientos y las luchas se generalizan e intensifican en todo el país. Así, a las expropiaciones se agregan ataques a las comisarías, saqueos e incendios de edificios administrativos y financieros, combates callejeros contra las fuerzas del orden... Y a pesar de que el gobierno, para impedir la extensión, cerró todos los medios de comunicación (se cortan los teléfonos, las rutas se trancan) con el sur del país, el 3 de enero la lucha se sigue generalizando y el proletariado muestra su fuerza y determinación en las calles de Túnez capital.
Sorprendido por la amplitud y la decisión del proletariado, por las expropiaciones y manifestaciones violentas que se reproducen en las ciudades que habían sido intervenidas la víspera, habiendo perdido toda capacidad de control y encontrándose manifiestamente sobrepasado por la minoritaria, pero, sin embargo, real organización de la lucha, el gobierno decide recurrir a su política extrema: el Estado de urgencia, el Estado de guerra declarado al proletariado en todo el país, con el cierre de todos los lugares públicos y escuelas, universidades, imposición del toque de queda con orden de tirar sobre cualquier persona que haya participado en una reunión de más de tres personas, y que intentase escapar.
Tomando y radicalizando el ejemplo de los enfrentamientos en Túnez, los proletarios de Marruecos emprendieron la lucha, poniendo en evidencia la otra dimensión del movimiento: su carácter internacionalista, proletariado mundial contra burguesía mundial. El 4 de enero, en Marrakech, se producen varias manifestaciones, los jóvenes proletarios luchan contra el alza de las tarifas escolares. El movimiento se extiende rápidamente y a partir del 9 de enero se producen violentísimas manifestaciones contra el aumento de los precios de los alimentos de base. Si bien la represión mostró sus garras sangrientas (varias decenas de muertos), no impidió la extensión del movimiento. En Marruecos, los enfrentamientos directos contra las fuerzas del orden también reavivaron la combatividad de los proletarios. El 12 de enero comienza a extenderse la agitación al norte del país, la burguesía responde con la intervención armada en Nador.
Hoceima, Tetuán y Ougda. A partir del 10 de enero es todo el país el que se encuentra sacudido por la lucha proletaria: Agadir y Safí se suman a Marrakech, en el sur; Rabat y Meknés, en el centro. En el norte, la sublevación llega a niveles superiores de violencia. En Nador, proletarios bien decididos atacan los bancos, edificios administrativos, expropian los almacenes de alimentos, derriban los cafés y los hoteles de lujo, hostigan a las fuerzas armadas auxiliares, especialmente odiadas por los obreros.
Más aun, los proletarios intentaron atacar las prisiones para liberar a los compañeros presos, lo que marca la tentativa de extender la lucha a todos los proletarios, y la organización de la solidaridad con los que cayeron cuando expropiaban y luchaban contra el destino que la burguesía les reservaba: reventar de hambre. En Tetuán, proletarios enmascarados atacan varías comisarías y un cuartel militar con el objetivo de armarse. De la misma manera, en Al Hoceima, intentaron apoderarse de las armas que se encontraban en un cuartel marítimo. Al no alcanzar el objetivo, tuvieron que enfrentarse a los fusiles y las metralletas del ejército a golpe de piedras y cuchillazos. Estos ataques, aunque hayan abortado, muestran una tentativa de extensión de la lucha contra el conjunto de las estructuras del Estado burgués; muestran al movimiento buscando dotarse de los medios organizativos, buscando reforzarse con respecto a la represión burguesa..., mostrando el camino. El ejército, pilar central del Estado burgués, llegó a tal nivel de desintegración que las mismas tropas, en ciertos lugares, realizaron expropiaciones de almacenes y, tiendas.
Solo el tiempo separó las luchas del proletariado en Túnez y Marruecos, con aquéllas de Irán, Polonia, Brasil... El motor común de todas estas luchas es uno: el combate por los intereses proletarios, contra las medidas de austeridad. Estas luchas, que implican al proletariado mundial, indican la necesidad de enfrentarse al Estado burgués, a su democracia sanguinaria, de desbordar todas sus estructuras de encuadramiento.
La violencia de la lucha hizo momentáneamente retroceder a la burguesía, «¡Quién tiene el fierro, tiene el pan!», decía Blanqui. Es la fuerza del movimiento, pero esta fuerza se desintegra si el proletariado no sigue organizando y preparando las inevitables nuevas batallas, pues tarde o temprano, de una manera u otra, la burguesía volverá a intentar aplicar sus medidas de austeridad. Entonces, nos encontraremos de nuevo frente a los mismos sindicatos, partidos, milicos y otros guardianes del orden capitalista, a los que se enfrentaron los proletarios de Túnez y Marruecos. La fuerza del movimiento no se encuentra principalmente en los resultados inmediatos, sino en la unión creciente, en la organización, la solidaridad que se forjó durante la lucha. Los proletarios tenemos que preservar estas enseñanzas para no encontrarnos desprovistos mañana frente a estos mismos enemigos.
¡Preparémonos para los movimientos de mañana! ¡Organicémonos fuera y contra toda estructura burguesa! ¡Destruyamos la bestia capitalista!
¡Viva la lucha de los proletarios en Túnez y Marruecos!
¡Abajo todos los Estados!
¡Viva el comunismo!