«El dinero mismo es la comunidad y no puede soportar ninguna otra por encima de él.» Marx, Grundisses

Introducción

Los revolucionarios siempre subestimamos el poder enorme de los grandes mitos sociales o, al menos, seguimos sorprendidos de la solidez que siguen teniendo las grandes religiones, los mitos más burdos y gigantescos que mantienen anclado al proletariado en su esclavitud. No hay duda de que nunca repetiremos de más aquello de que la ideología dominante es la de la clase dominante, y que si bien la revolución proletaria será forzosamente una revolución consciente, lo será no en el sentido de las mayorías (como cree todo demócrata populista), de las grandes masas, que sólo participarán en la revolución porque no tienen más remedio, sino en el de la inversión de la praxis operada por el trabajo consciente y organizado de los militantes revolucionarios, de los comunistas internacionalistas, que constituirán la dirección histórica del proletariado internacional organizado en partido mundial.

Ningún mito ha sido tan decisivo contra el proletariado para su división y desorientación, en cuanto a su perspectiva general y mundial, como el mito de la existencia de «países socialistas» y en particular de una «Rusia socialista».

Dicho mito, que le viene fenómeno a la burguesía internacional, tanto en Rusia como en Occidente, demuestra su solidez aún hoy, cuando ante la propia crisis de acumulación capitalista en aquel país y las tentativas de reemergencia del proletariado contra el Estado en la región denominada «socialista» (principalmente en Polonia, Hungría, Alemania del Este, Rumania), el proletariado de esa región queda cantonado en las reivindicaciones de la democracia a la occidental, y el del resto del mundo no siente aquella lucha como suya (como sucedía en los cinco continentes a principios del siglo xx), con sus mismos objetivos y contra el mismo enemigo.

Dicho mito demuestra también su solidez, desde un punto de vista más elaborado, teorizado, cuando ante la reemergencia cada vez más violenta de las contradicciones propias del capital, en Rusia mismo, se las interpreta como debidas a la burocracia, al estalinismo, a la «dictadura», e incluso cuando se llega a preguntar: ¿se ha paralizado el proceso de transformación socialista? ¿Cómo es posible que Rusia no sea más socialista? ¿Desde cuándo? ¿Cuál fue el proceso que condujo a la liquidación del socialismo?

En todos estos casos se parte del prejuicio vulgar, especie de dogma aceptado por todos, de que realmente en Rusia, en un momento dado, se inició la transformación socialista.

Este prejuicio (que en este texto trataremos de analizar y denunciar), que sólo resultará barrido con una reemergencia generalizada y mundial del movimiento comunista, parte a su vez de un conjunto de identificaciones (insurrección proletaria victoriosa y triunfo del socialismo, nacionalizaciones y socialismo, industrialización estatalmente dirigida y socialismo, colectivización forzada y socialismo...) que no tienen ni pies ni cabeza, y que nosotros hemos denunciado siempre como falsas.

En vez de aquellas preguntas que parten del prejuicio de que en algún momento se inició la transformación socialista y que luego se liquidó, degeneró..., nosotros plantearemos la verdadera pregunta: a partir de 1917 y hasta nuestros días, ¿se inició en Rusia una transformación socialista?

En nuestra exposición (y completando el texto de crítica de la concepción socialdemócrata de transformación socialista), nosotros comenzaremos subrayando, lo que, según los autores clásicos, constituye lo fundamental de la transformación revolucionaria; veremos luego las posibilidades existentes en Rusia para dicha transformación, la política efectivamente llevada adelante por el gobierno bolchevique, y sus resultados, lo que nos permitirá responder negativamente a aquella cuestión. Veremos también muy brevemente las críticas efectuadas por las izquierdas comunistas, que llevarán a la dirección del Estado (Lenin) a confesar que la política efectuada tiene por objetivo el desarrollo del capital, y a realizar la apología del capitalismo. La crítica de la visión leninista nos abrirá la vía para poner en evidencia no sólo que no hubo transformación socialista, ni inicio de la misma, sino que, incluso socialmente, no tiene ningún sentido hablar de dictadura del proletariado en Rusia, pues en ningún momento esta clase social dirigió la sociedad: el capital nunca dejó de ejercer su dictadura; a pesar de la voluntad y las tentativas de los bolcheviques, éstos fueron sus mejores agentes.

Dinero y comunidad

Muy esquemáticamente podríamos resumir el programa de los comunistas (resultado de sucesivas afirmaciones históricas) como la constitución del proletariado en clase dominante para abolir la propiedad privada de los medios de producción y por lo tanto el trabajo asalariado (1), la mercancía, el dinero... y construir una sociedad no mercantil, sin clases, sin Estado, sin naciones, una verdadera comunidad humana.

No podemos desarrollar estos puntos aquí, sino que sólo haremos referencia en contraposición, y en la medida en que resulte imprescindible, para situar el accionar de la dirección del Estado y comprender su perspectiva económico social.

Pero no podemos dejar de subrayar un aspecto central de la concepción revolucionaria de la crítica de la economía, que nos ayudará a comprender lo que sigue: el dinero, como comunidad, excluye toda otra comunidad.

El dinero (2), como el individuo, la mercancía o el Estado, no nace de una convención, sino que nace como producto social del cambio. A través de su desarrollo, se afirma sobre la base de un conjunto de determinaciones históricas hasta su transformación en capital.

Desde el momento mismo en el que los productos comienzan a determinarse socialmente como valores de cambio y se constituye la mercancía como unidad de valor de uso y de valor de cambio, el valor de cambio comienza a tomar una existencia separada del producto.

«El valor de cambio separado de las mercancías y existiendo junto a ellas es el dinero. Todas las características de la mercancía como valor de cambio aparecen en el dinero, como en un objeto diferente de ella, en una forma de existencia social, separada de su forma de existencia natural. [...] De la misma manera que es imposible superar las complicaciones y contradicciones que proceden de la existencia del dinero junto a las mercancías particulares, transformando la forma de dinero, igualmente imposible es superar el dinero, mientras el valor de cambio continúe siendo la forma social de los productos.» Marx, Grundrisses.

Es totalmente inconcebible y utópico eliminar la relación social dinero, sin eliminar el valor de cambio; toda sociedad mercantil es una sociedad «monetaria». Toda tentativa de cambiar, por ejemplo, el dinero por bonos de trabajo sin un proceso que haya destruido las bases de la mercancía, está condenado al fracaso. A pesar de que la materia física pueda disfrazarse enormemente, el dinero, como única condensación social del trabajo privado en tanto que trabajo social y por lo tanto como comunidad, reaparecerá. Y recíprocamente, toda sociedad dominada por la relación social dinero, es necesariamente una sociedad mercantil, en donde el valor comanda las materias físicas producidas (así como en última instancia la distribución de las mismas).

«El dinero mismo es la comunidad y no puede soportar ninguna otra por encima de él.» Marx, Grundrisses.

Con la transformación histórica del dinero en capital, este proceso de exclusión de toda otra comunidad entre los hombres, lejos de ser negado, es reproducido a nivel cuantitativo y cualitativo superior. En efecto, el dinero, en tanto que capital, es decir, como relación social general en donde todo se subordina al proceso de valorización del valor, es en un principio una determinación social del dinero, que, sin embargo, la supera, englobando al mismo tiempo todas las otras determinaciones.

«Trabajo asalariado, por un lado, y capital, por otro, son, por lo tanto, otras formas del valor de cambio desarrollado y del dinero como su encarnación. El dinero es inmediatamente de esta forma la comunidad real, ya que es al mismo tiempo la sustancia general de la existencia de todos y el producto común de todos. Pero en el dinero, como ya hemos visto, la comunidad es al mismo tiempo mera abstracción, cosa externa y casual para el individuo y puro medio de satisfacción como individuo aislado.» Marx, Grundrisses.

Por ello, socialismo con el dinero no puede ser otra cosa que una burda abstracción, una comunidad externa y casual, una comunidad ficticia. Lejos de ser la afirmación del comunismo es, por el contrario, la afirmación típica de la socialización bajo el capital: la existencia del dinero sigue revelando que el trabajo no es directamente social, sino privado y que requiere de aquél (de esa mediación que se sustituye así a la comunidad) para hacerse «social». Esa socialización dinero-capital (3) excluye toda otra socialización.

Además, el desarrollo, del valor de cambio hasta su conversión en capital lejos de ser una posibilidad entre muchas otras, es por el contrario un proceso necesario, que está implícito en la mercancía.

Como dice Marx: «Es un deseo tan piadoso como tonto que el valor de cambio no se desarrolle hasta convertirse en capital o que el trabajo productor de valor de cambio no se desarrolle hasta convertirse en trabajo asalariad». Marx, Grundrisses.

Subrayamos bien algo tantas veces negado por estalinistas-trotskistas y otros socialistas burgueses. Para Marx, como para nosotros, toda sociedad en donde predomina el valor de cambio desarrollado es una sociedad capitalista, y evidentemente toda sociedad salarial es una sociedad capitalista.

La importancia de citar a Marx es incuestionable, dado que de hecho, Marx será (bien o mal conocido, según los casos) el punto de referencia teórico principal para los bolcheviques, la verdadera «autoridad» en la materia, para todos los protagonistas de la pretendida «transformación socialista». Se podría objetar que los textos que hemos citado no eran conocidos por los bolcheviques (4). Sin embargo, si bien hemos tomado esas citas por su claridad y su carácter explícito y condensado en el tema en cuestión, las mismas tesis se encuentran expuestas por todas partes en la obra de Marx y Engels, como ha sido suficientemente demostrado, por ejemplo, por Bordiga en sus diversas y variadas contribuciones sobre el tema. Además lo que puede haber oscurecido en la mente de tal o cual bolchevique el carácter no mercantil del socialismo, la indisoluble unidad entre valor de cambio, mercancía, dinero, trabajo asalariado, capitalismo, no es en absoluto la no lectura de los Grundrisses (imposible en la época), ni la falta de claridad de los autores clásicos en el conjunto de la obra (tesis totalmente claras en la Contribución a la crítica de la economía política, El capital, El anti-Dühring...), sino, por el contrario, la ideología y los prejuicios propios a toda la socialdemocracia internacional y la rusa en particular. No podemos olvidar en absoluto, en todo lo que sigue, que los bolcheviques fueron formados en la concepción burguesa, socialdemócrata del mundo, y que en su gran mayoría consideraban las teorías de Marx y Engels como equivalentes a las revisiones, reescrituras, retraducciones e interpretaciones hechas por los jefes de la socialdemocracia y que consideraban las presentaciones del marxismo efectuadas por Karl Kautsky, a escala internacional, y por Georges Plejanov, en Rusia, como idénticas a la obra de Marx.

Las debilidades de la revolución

En general, toda exposición sobre las posibilidades de transformación económico social de Rusia parte de un análisis de la pobreza existente en ese país, de la «falta de desarrollo» o de la existencia de estructuras precapitalistas. Nosotros rechazamos totalmente ese punto de vista. En realidad, la pobreza existente en la Rusia zarista no se debía a la falta del desarrollo del capital nacional ruso (5) (y menos aún a las supuestas estructuras no capitalistas), sino, por el contrario, al verdadero desarrollo general y contradictorio del capitalismo mundial, que por un lado produce la miseria y por el otro empuja por todos lados a la guerra imperialista, lo que se concreta en 1914.

Además, contrariamente a lo que se dice en general, la burguesía mundial poseía en Rusia una industria muy concentrada e importante, que en plena época zarista permitía situar a ese país como la cuarta potencia industrial mundial. Por otra parte, la concentración del proletariado en las ciudades, como en Petrogrado y Moscú, era una de las más altas del mundo. Claro que la gran mayoría de la población vivía en el campo, como no hacen más que repetir todos los análisis descriptivistas (no dialécticos, castrados de perspectiva y del proyecto social revolucionario), que centran todo en el «campesinado». Este enfoque no sólo desconoce que por sus condiciones de producción y por la separación real con respecto a toda forma de propiedad (a pesar del sin número de formas jurídicas en las que esa relación fundamentalmente salarial se disfrazaba) de los medios y los objetos de trabajo se trata efectivamente de proletarios, sino que también liquida el movimiento de contraposición al capital nacional e internacional de esos «campesinos», movimiento reivindicativo general que abarca el campo y la ciudad, que va oponiéndose a todos los gobiernos y que termina por constituir en las calles, en las fábricas, en los comités de empresa y los soviets, en el ejército, la fuerza principal de descomposición del Estado burgués (6). Desconocer esta constitución general del proletariado como clase, a la cual condujo la dinámica en el campo y las ciudades («campesinos» y «ciudadanos», ¡oh, brutal negación de la vida misma por parte del lenguaje burgués!), es desconocer la historia misma, de la constitución de soviets obreros y soldados (y ¡¿qué otra cosa eran los soldados, esa parte decisiva del proletariado en el derrotismo revolucionario, que hombres venidos del campo, que «campesinos» a los que se les imponía el uniforme?!), es decir, la historia de la revolución en Rusia.

Por lo tanto, explicar los límites de la revolución en Rusia a partir del número de campesinos (y su importancia relativa en la población), de la falta de desarrollo capitalista (7) o «del feudalismo» es un error fundamental. En realidad, la revolución nunca fue función lineal región por región, país por país, del desarrollo de las fuerzas productivas y, desde ningún punto de vista, las posibilidades de transformación económico social fueron más grandes en países más «desarrollados» (para expresarse en los términos de la opinión pública, es decir, de nuestros enemigos) que en Rusia.

Más aún, aquella explicación fue, como veremos a lo largo de este artículo, el pretexto general de que se valió el capital y el Estado para, hablando por boca de los bolcheviques, justificar toda la política económica contra el proletariado, contra la revolución social.

Si la revolución se demostró totalmente débil, con los bolcheviques en el poder, para realizar importantes cambios económicos y sociales, ello se debió a dos razones principales:

1. A la imposibilidad general de destruir las relaciones mercantiles en el interior de un solo país, (es decir, a la oposición total entre «socialismo» y «país») y al desarrollo desfavorable de la correlación de fuerzas internacional en la contradicción revolución comunista o contrarrevolución capitalista (derrota sucesiva de la revolución en otros países y continentes).

2. A la debilidad programática y organizativa de la dirección del proletariado internacional, y al interior de Rusia, la ruptura insuficiente con respecto a la socialdemocracia en todos los niveles (ver el texto anterior).

De más está decir que ambos aspectos son inseparables y se condicionaron mutuamente. La debilidad de la organización del proletariado en partido internacional, producto de décadas de contrarrevolución socialdemócrata, determinaba la desorientación general, la derrota país por país, y la aplicación de una política en favor de la contrarrevolución capitalista en Rusia.

La división metafísica entre elementos objetivos y subjetivos, tantas veces efectuada, no hace más que confundir aún más las relaciones dinámicas de una totalidad compleja; la correlación objetiva de fuerzas integra y depende de la estructuración y la conciencia de las fuerzas contrapuestas, es decir, de los elementos subjetivos. Ello es el ABC de nuestra metodología, no se trata de contemplar el mundo objetivo, «tal como es», como hace el materialismo vulgar, sino el concebir toda correlación de fuerzas objetivas,en tanto que prácticas humanas, subjetivas, revolucionarias y contrarrevolucionarias (8).

Todo nuestro trabajo acerca de la contrarrevolución y el desarrollo capitalista en Rusia se centra, en especial en lo que respecta a la exposición, en este país, pero tiene como punto de partida y perspectiva una visión global, internacional de todo el período. Ni la revolución ni la contrarrevolución son «rusas», ni pueden comprenderse sin una comprensión global de la correlación internacional de fuerzas. Esto, que está presente en todos nuestros estudios y desarrollos teóricos, no puede ser perdido nunca de vista por el lector, aunque nos concentremos, como en lo que sigue, en la concreción «rusa» de las contradicciones mundiales.

Ahora bien, estudiar cómo la debilidad objetiva del proletariado se expresó y concretó en Rusia implica criticar la práctica subjetiva, la práctica voluntaria, humana, de aquellos que pretendieron dirigir la «revolución» y que en realidad dirigieron la reorganización capitalista, contrarrevolucionaria: el partido bolchevique.

Al respecto es fundamental el texto anterior, en el que expusimos la concepción general de la socialdemocracia internacional y el de la socialdemocracia en Rusia, dentro de la cual los bolcheviques eran una fracción, pues lo que sigue es la consecuencia de dicha concepción, es el estudio de las tentativas de los bolcheviques de aplicar una política económica y social coherente con su visión de la transición al socialismo.

Esa visión se encuentra condensada en la consigna de propaganda de Lenin, que se transformaría en la guía directiva de la economía y de la sociedad toda: «El comunismo es el poder de los soviets más la electrificación de todo el país» (9).

La política económica y social de los bolcheviques en el poder. La orientación general

El proletariado había peleado contra el capital y la guerra y había ido rechazando de forma violenta, y cada vez más combativa, todos los seudo cambios hasta empujar al partido más extremo a asumir el poder: los bolcheviques. Pero esa autonomía y combatividad crecientes en la calle, en la guerra, en los campos... no había ido acompañada de una fortificación en la dirección (en el sentido fuerte, histórico, en el de proyecto social) del mismo; aunque en términos de violencia de descomposición del ejército, de terrorismo revolucionario, de conspiración insurreccional se había avanzado mucho, las consignas de realización social seguían siendo exactamente las mismas «pan», «paz», «tierra». Ese desconocimiento del proyecto social revolucionario (de destrucción del capital, del trabajo asalariado), que tuvo un peso contrarrevolucionario decisivo, acompañado de la afirmación de la necesidad de la dictadura revolucionaria, de la violencia revolucionaria, condujo al proletariado a una situación enormemente trágica: imponerse como dirección de una sociedad sin ser capaz de dirigirla en concordancia con sus propios intereses.

El partido bolchevique constituyó la encrucijada en donde se concentró esa contradicción; fue ahí en donde los polos de la misma adquirieron más claridad y violencia, y fue al mismo tiempo el agente principal de la resolución de la contradicción en favor de la contrarrevolución capitalista. De ahí la importancia fundamental que tiene el estudio de las posturas bolcheviques, así como la política que ese partido lleva adelante.

Como agente e intérprete del proletariado ruso y sus contradicciones, el partido bolchevique, luego de muchas dudas, idas y venidas (10), asume insurreccionalmente la dirección de la sociedad. Por sus propias fuerzas y debilidades, será inmediatamente capaz de explicar la necesidad de la dictadura, pero no de dirigir al proletariado hacia consignas y un proyecto revolucionario de la sociedad. Lejos de eso los bolcheviques se contentarán con promover a nivel de «programa revolucionario» el conjunto de medidas democrático burguesas (paz, pan, tierra, democratización del ejército, control obrero...) que los obreros (11) desean y piden especialmente a través de los soviets (12).

En general, los primeros tiempos de poder bolchevique son muy mal estudiados, lo que permite mantener el místico «pasaje al socialismo» En efecto, si tal como lo resumimos en nuestro trabajo, si realmente se tiene en cuenta la correlación de fuerzas internacionales, la evolución real de las relaciones de producción, la ideología, las intenciones, y las primeras medidas adoptadas por los bolcheviques, la tesis de una transformación económica socialista inmediata a la «revolución» de 1917 se derrumba. Por otra parte, el estudio de esta época tiene una importancia decisiva, dado que todos los grandes problemas, decisiones y oposiciones serán definidos durante esos primeros años y que el curso posterior de las contradicciones no es más que el desarrollo ya existente.

Veamos, por lo tanto, cuál fue la política efectivamente defendida y aplicada por los bolcheviques. Controlada la situación militar, los bolcheviques, en coherencia con su concepción y los deseos de la mayoría obrera, anunciarán su plan de gobierno. En el mismo acto, por el cual Lenin anuncia oficialmente la destitución del gobierno provisorio y que «el poder del Estado pasó a manos del Órgano de Soviets de diputados, obreros y soldados de Petrogrado, del Comité Revolucionario Militar que se encuentra a la cabeza del proletariado y de la guarnición de Petrogrado» (13) resume el programa que intentarán llevar adelante, el programa por el cual «el pueblo luchó», comprometiéndose a aplicarlo.

Dicho programa era, según Lenin y los bolcheviques: [...] La proposición inmediata de una paz democrática, la abolición del derecho de propiedad de los terratenientes, el control obrero de la producción, la creación de un gobierno de los soviets» (14).

Es decir, que al otro día de la insurrección triunfante (15) se estaba liquidando la lucha revolucionaria del proletariado, contra el capital y la guerra, y reduciéndola a una absurda caricatura, al fijarle como objetivo un conjunto de medidas de reorganización de la democracia. Ni una palabra de la lucha, de la revolución socialista, ni del proletariado, sino la confirmación de un programa tímidamente reformista para ser llevado adelante por el pueblo (ese «sujeto» de la historia que todo burgués tiene a flor de labios para enterrar al proletariado). Nada más coherente que el hecho de que Lenin no dirigiera esa proclamación del triunfo al proletariado internacional, sino a los «ciudadanos de Rusia».

Ese mismo día, dicho programa gubernamental fue explicitado por el propio Lenin en el Segundo Congreso de los Soviets de diputados y soldados de Rusia: «El poder de los soviets:

1. Propondrá una paz inmediata y democrática a todos los pueblos y un armisticio inmediato sobre todos los frentes.

2. Asegurará la entrega, sin indemnización, de las tierras de los terratenientes, de los infantados y de los monasterios a los comités de campesinos.

3. Defenderá los derechos del soldado, procediendo a la democratización total del ejército.

4. Establecerá el control obrero de la producción.

5. Asegurará, a su debido tiempo, la convocación de la Asamblea Constituyente.

6. Se preocupará de abastecer de pan a las ciudades y de artículos de primera necesidad al campo.

7. Asegurará a todas las naciones que pueblan Rusia, el verdadero derecho de disponer de sí mismas». (16)

La política y social de los bolcheviques. Significado, aplicación y proyección histórica

Salta a los ojos que ese programa, incluso en la mejor de las hipótesis en cuanto a su aplicación, no ponía en absoluto en cuestión el carácter capitalista de la sociedad rusa. Todos los mitos acerca de la transformación socialista de Rusia arrancan o bien de la ignorancia total acerca de la política que los bolcheviques quisieron implementar, o bien de un ocultamiento sistemático acerca del significado de cada uno de esos puntos, así como del de su concreción histórica. De ahí que sea tan importante analizar el carácter de dichas medidas, así como lo que en la práctica resultó. Veámoslas una a una.

1. «La paz inmediata y democrática» significaba aceptar el programa burgués y renunciar abiertamente a la consigna del derrotismo revolucionario (17) de guerra civil internacional contra la guerra imperialista, por la que había luchado el proletariado mundial y con que se había identificado la vanguardia revolucionaria internacionalista, en todas partes, incluida la propia Rusia. En los hechos era continuar con el engaño –inconsciente o deliberado– de que se pueden eliminar las guerras sobre la base de las relaciones entre las naciones. En los hechos, esa política se comenzaría a aplicar de inmediato a través de las conversaciones entre el Estado en Rusia, representado por los bolcheviques, y el Estado en Alemania, representado por los generales alemanes, y se concretaría en la paz de Brest-Litovsk (febrero de 1918). Dicho tratado, que en los hechos se sitúa en continuidad con los defensistas, pacifistas, socialistas y burgueses, y no con los internacionalistas revolucionarios, será el primero de una larga serie, en los que, en desmedro y contra toda la lucha autónoma del proletariado internacional (en especial de Rusia y Alemania), el capital en reproducción en esos territorios estrecharía sus lazos comerciales, financieros y militares. Luego de muchas oscilaciones, idas y venidas, esa misma política de paz democrática, es decir, de asentamiento de relaciones de fuerza y de militarización complementaria, llevaría al Estado ruso dirigido por Stalin a colocarse del mismo lado de la barricada, en el comienzo de la guerra capitalista, que el Estado alemán dirigido por Hitler.

2. La expropiación de tierras y su entrega a los comités de campesinos correspondía a la canalización y la legalización de una situación de hecho: la expropiación y la ocupación de tierras habían estado al orden del día durante los últimos meses de acción y agitación revolucionarias. Durante ese invierno de 1917-1918, y aceleradas por el apoyo efectivo de los soviets urbanos, la mayor parte de las tierras de los terratenientes, del Estado, de la iglesia, fueron expropiadas. También fueron expropiadas partes de las tierras de los antiguos «campesinos ricos» (18). Pero lejos de dirigir efectivamente hacia la revolución social una lucha que objetivamente se había desarrollado contra el capitalismo en todas sus formas, (es decir, contra la explotación y por la apropiación de los medios de producción cualquiera sean las formas inmediatas en que esa explotación se concretaba –asalariado declarado, asalariado disfrazado en la pequeña propiedad jurídica, medianerías...–), los bolcheviques tendieron a tomar como suyas las viejas consignas de «tierra para los campesinos» comunes a todos los partidos populistas, lo que fortificaba en los hechos la pequeña propiedad burguesa y en general el desarrollo anárquico del capital. Igual que en el caso de la medida anterior acerca de la paz (justificada en nombre de que no había otra salida), nadie, sobre todo nadie que conozca el ABC del marxismo, incluidos los mismos bolcheviques, osaría calificar esas medidas de «socialistas», sino que se justificaron como una «concesión a la pequeña burguesía democrática», en la táctica de la alianza «obrero campesina». La socialdemocracia desde la época del grupo Emancipación del trabajo (cuyo gran animador fue el maestro de Lenin, Georges Plejanov) había criticado siempre como utópica y reaccionaria la ilusión de hacer revivir la antigua comuna rural y la pequeña propiedad de la tierra, poniendo en evidencia que el desarrollo capitalista llevaba: «[...] A la trasplantación en la campaña de todas las contradicciones de la producción mercantil. La clase campesina se escindirá todavía más rápido en dos grandes campos opuestos: una minoría de explotadores y una mayoría de trabajadores» (19). La historiografía oficial o filo oficial, por ejemplo, Bettelheim (20), sostendrá que el proceso de expropiación será llevado adelante por la vieja comuna, el MIR, y que la misma se fortificará durante el proceso. Más allá de hacer la amalgama entre dos formas inmediatas distintas de organización del trabajo (21), se desconoce abiertamente la contradicción principal capital-proletariado y que la «solución» adoptada (la «revolución agraria democrática») desvía la expropiación masiva hacia una salida totalmente compatible con el desarrollo del capital: la pequeña propiedad mercantil. Se le hacía la «concesión» a parte del proletariado agrícola de hacerlo propietario jurídico de «su tierra» y se le mantiene en su ilusión reaccionaria de volver a su comunidad, de reconstituir la comunidad perdida: el MIR; se buscaba así la conciliación con todas las ideologías populistas y campesinas, tratando de recuperar así la base social de los partidos populistas. Como no podía ser de otra manera, no hubo ninguna reconstitución del MIR, y al igual que cuando los obreros de fábrica confunden la revolución con la apropiación de «su fábrica», el capital pudo paralizar el impulso revolucionario del proletariado y reorganizarse sobre la base de la ilusión de los obreros agrícolas, que creían al fin tener su tierra: en 1919, según estadísticas soviéticas reproducidas por Bettelheim, el 96,8% de las tierras eran cultivadas «individualmente», 0,5% por cooperativas agrícolas, y 2,7% por granjas del Estado. El propio Bettelheim reconoce implícitamente que del «MIR», en tanto que unidad de producción colectiva, no queda nada, sino que «es un aparato político de redistribución de la tierra que asegura el cultivo no colectivo, sino individual» y que, en consecuencia, «cada productor hace lo que él quiere de su producción, pudiendo especialmente vender sus productos y acumular libremente» (22). De más está decir que ese «MIR» no podía ser otra cosa que una base de reorganización de la sociedad mercantil, del trabajo asalariado y del capital, y toda confusión al respecto entre esas unidades de producción capitalistas y la antigua comunidad (confusión, es verdad, que existió realmente y que fue nefasta) sólo puede servir a la contrarrevolución.

Pero, como en los otros dominios, la política agrícola de los bolcheviques fue oscilante. Ello se debe a la falta total de claridad programática y al hecho de que esa organización reflejaba en su seno las contradicciones de clases existentes en todo el país. Muy rápidamente aquellas medidas de expropiación que canalizaban de hecho la propiedad de la tierra hacia la pequeñísima producción privada, se revelaron como desastrosas. En el verano de 1918 ya no se habla de estancamiento de la producción agrícola, sino de desastroso retroceso, de desabastecimiento general de las ciudades... La inflación se generaliza, las ciudades están inundadas de billetes con los que no se puede comprar nada. Los capitalistas agrarios especulan, no tienen ningún interés en vender sus cereales (los impuestos los pagan con los signos monetarios desvalorizados), y prefieren aumentar sus stocks y especular. Por otro lado, los proletarios que habían sido los beneficiados por los decretos de fines de 1917 y habían logrado al fin (¡!) hacerse «propietarios» de un pedazo de tierra, en pleno apogeo de la ilusión «propietarista», era mucho más difícil que se sintieran solidarios con los obreros urbanos que reventaban de hambre y, por otra parte, la dimensión de su «propiedad» era tan pequeña que su producción era insuficiente para ser comercializada. Es decir, que el desarrollo de la pequeña propiedad se tradujo rápidamente en un nuevo acelerador de la inflación, al retirar cantidades importantes de producción y en el desarrollo de un colchón social (al menos temporal, pero en un momento decisivo) que protegía el capital.

Fue en esas circunstancias que los bolcheviques, retomando lo sostenido por Lenin en las Tesis de abril de apoyarse sobre «los obreros agrícolas y los campesinos pobres», llamaron a la constitución de órganos clasistas y a la expropiación de los cereales.

Los bolcheviques pasaban así de una política que permitía el triunfo capitalista sobre la base de la conciliación (23), gracias a la promoción de capas intermedias (aunque estas capas no tuviesen en la práctica ninguna perspectiva económica y social diferente al proletariado, sino que estuviesen constituidas en contra de éste, sobre la base de la ilusión de la comunidad perdida y el pequeñísimo pedazo de tierra para la producción familiar), a un llamado desesperado a la lucha proletaria en el campo contra la burguesía. Según Lenin, la constitución de «los comités de campesinos pobres significa la superación de los límites burgueses de la revolución», el paso a la «revolución burguesa en la campaña» a «la edificación socialista propiamente dicha» (24). El proletariado agrícola extenuado por la guerra y la miseria, dividido más que nunca (a las viejas divisiones se le habían agregado los «nuevos propietarios»), no respondió favorablemente a ese llamado, y esa tentativa de los bolcheviques se redujo a la requisición forzosa del trigo, el abastecimiento dirigido centralmente..., que lejos de desarrollar la lucha del proletariado contra el capital, empujó al desarrollo de la oposición habitante de la ciudad, habitante del campo (los agentes de aquella expropiación no fueron los proletarios agrícolas y sus soviets, sino el Estado central y el proletariado urbano) con todos los beneficios que esto aparejó para el capital en general y los propios kulaks en particular, que junto a otras fuerzas de la contrarrevolución aparecían como los defensores del trabajo en el campo y de la propiedad de los «campesinos».

En términos más generales, esa política (de la que aquí describimos sólo su talón de Aquiles agrícola), que se conocería con el nombre de «comunismo de guerra», se concretaría en un nuevo y rotundo fracaso bolchevique. Con su reconocimiento, los bolcheviques se volverán a colocar en el otro polo de la oscilación: la defensa abierta del libre comercio y de la propiedad privada particular en la agricultura, es lo que se conoce con el nombre de la NEP (Nueva Política Económica).

Más adelante volveremos acerca del significado no comunista de ambas políticas, el «comunismo de guerra» y la NEP. Lo importante ahora es comprender que toda la política agraria de la Rusia posterior a 1917 y hasta hoy día es hija de aquella política oscilante de la primera hora (que pasó del apoyo a la propiedad privada particular, con toda la autonomía de decisión que ésta implica, a la imposición violenta de las decisiones estatales contra toda decisión de las unidades productivas, y de esta política al nuevo reconocimiento abierto de la propiedad privada particular y la apología del comercio) y que continuará con idas y venidas en la época estalinista y postestalinista (de la apología general de la acumulación burguesa particular –«Enriqueceos»–, a la reactivación de la contradicción entre las cooperativas y la burguesía agrícola, para la imposición terrorista de parte de las necesidades del capital –concentración y centralización– y el Estado central –«colectivización»–, a una nueva fase de acumulación basada en las unidades descentralizadas, las cooperativas, la autonomía financiera, el comercio...), sin que se llegue (no ya al socialismo pretensión ridícula, absurda en este cuadro que se fue reduciendo a las contradicciones exclusivas entre fracciones del capital, una vez barrido totalmente de la historia el proletariado revolucionario a principios de la década de 1920) siquiera a eliminar el problema de alimentación de la población rusa: hoy, en 1984, la economía capitalista rusa no produce lo suficiente para dar de comer a sus habitantes (y no hablemos ya de la escasez en la alimentación carnívora, sino simplemente en cereales) y la URSS sigue dependiendo para la alimentación cerealera de otras potencias imperialistas, y de Estados Unidos en particular.

3. Los derechos del soldado y la democratización del ejército eran el tercer punto programático, que Lenin anunciara en aquel decisivo 25 de octubre. 0 sea, que en plena paralización de la guerra imperialista por medio del derrotismo revolucionario (tesis que Lenin había defendido), en plena destrucción práctica del ejército zarista porque por todas partes los comités de soldados y los soviets se negaban a obedecer a los oficiales y en muchos casos los fusilaban, Lenin propone la democratización del ejército existente y darle los derechos a los soldados. En el fondo, todo esto no es otra cosa que una verborrea demagógica que respondía a una situación real en donde la indisciplina con respecto al ejército era de rigor, y había soldados armados por todas partes que sólo respondían a sus propios comités; pero Lenin, como cualquier jefe militar y dirigente, como cualquiera que conoce cualquier cosa acerca de la cuestión militar, sabe que ningún ejército puede funcionar sin una disciplina vertical.

Lo importante, pues, en este punto programático no es el análisis de la mencionada «democratización» y «otorgamiento de los derechos a los soldados», pues, como no podía ser de otra manera, el ejército se reestructuró sobre una base verticalista, volviendo a ser el agente del Estado zarista pintado de rojo (tal como el propio Lenin lo diría), reponiendo incluso en su cargo a muchos oficiales zaristas, sino que el hecho mismo de que Lenin eliminara sus propias consignas de liquidación y destrucción del Estado y el ejército, y las sustituyera por el de la democratización, constituyó una gigantesca renuncia programática que lo volvía a poner al lado de Kautsky. En El Estado y la revolución, Lenin había criticado a Kautsky afirmando: «En ese folleto ['Revolución Social'] se habla por todas partes de conquista del poder del Estado, sin más; es decir, que el autor elige una fórmula que constituye una concesión a los oportunistas, pues admite la conquista del poder sin la destrucción de la máquina del Estado».

Y Lenin insistía por todas partes en ese mismo folleto en que había que romper, demoler, suprimir todos los aparatos del Estado burgués. En cuanto al ejército, la posición era nítida: la supresión del ejército y su sustitución por el proletariado armado. En cuanto a los funcionarios, se insistía en la reducción de los ingresos, nadie debía ganar más que un obrero.

Ahora, tras dos meses escasos de haber escrito El Estado y la revolución ya no se trataba de demoler la vieja máquina, de suprimirla, sino que se volvía a la historia de democratizarla (25), de otorgarle los derechos democráticos a los soldados. Muy poco después, Lenin va aún más lejos, considerando inadecuada toda divulgación de sus antiguas ideas acerca del Estado, e incluso se opondrá a la difusión propuesta por Bujarin del texto del Lenin «anarquista», El Estado y la revolución. Desde ese momento, toda referencia a la destrucción del Estado será perseguida y reprimida con las armas, y Lenin se aferraría al viejo recital socialdemócrata. Así, en su conferencia Acerca del Estado dirá: «Nosotros arrebatamos esa máquina ('= Estado') a los capitalistas y nos apropiamos de ella, con esa máquina o garrote destruiremos toda explotación» (26). Se había vuelto exactamente al punto que Lenin le reprochara a Kautsky: en todas partes se hablaba de la conquista del poder del Estado sin más; se admitía la conquista sin la destrucción de la máquina del Estado. Más que de una concesión a los oportunistas, se trataba del capital que utilizaba a los oportunistas para presentarse con otra jeta. Incluso aquello de que los funcionarios cobraran lo mismo que un simple obrero sería tirado por la borda y en plena época de hambre y miseria, Lenin defenderá la necesidad de atraer técnicos, administradores y especialistas sobre la base de altas remuneraciones. De más está decir que ello se aplicó de inmediato.

En 1920, Trotsky, jefe del ejército, en su texto Disciplina y orden, pone punto final a toda ilusión acerca de la democratización del ejército. Dichas consignas habían cumplido ya su función política de engaño, y desde el punto de vista militar no podían mantenerse. Trotsky dirá abiertamente que «la elección democrática de los ofíciales había sido abandonada por ser políticamente inútil y técnicamente ineficaz» (27).

La reconstitución del ejército de defensa nacional y de represión antiobrera se estaba operando rápidamente. Los obreros armados –los guardias rojos–, que habían sido decisivos en la insurrección y en los días siguientes a ella, eran desorganizados en beneficio del viejo aparato del ejército, estructurado sobre la base del enrolamiento obligatorio. A la represión de algunos sectores radicales del proletariado, que nunca había cesado, se le iba a agregar pronto la represión masiva de los proletarios de Cronstadt y de la rebelión Makhnovista (28), en donde tendremos a los jefes bolcheviques dirigiendo la represión para impulsar su proyecto de desarrollo del capitalismo (ver más adelante) al lado de los antiguos oficiales zaristas, y bajo los aplausos entusiastas de la vieja burguesía rusa, representada por los demócratas constitucionalistas más destacados, agrupados en el Smiena Vej, que habían comprendido que: «Los bolcheviques pueden decir todo cuanto les plazca, pero en realidad, esto no es táctica sino evolución, una de generación interna, ellos llegarán a un Estado burgués común y nosotros debemos apoyarles» (29).

4. El control obrero de la producción. Releamos ahora los siete puntos programáticos que Lenin anunciara, teniendo en cuenta la clarificación del significado que hemos efectuado. No cabe duda de que en ese conjunto de medidas burguesas, de reconstitución nacional, la única que pretendía darle un tinte obrero a esas medidas es este punto acerca del control obrero. Pero apenas vemos su significado real, histórico, el sentido que le otorgaron y pretendieron aplicar sus protagonistas, se esfuma todo contenido realmente obrero, y sólo queda la política capitalista vestida de overol, la política obrerista del capital.

El control obrero de la producción era igual que «el control democrático del pueblo trabajador» que la socialdemocracia heredó de Lasalle, y que fue violentamente criticado por Marx, y como tal no tenía nada que ver con el socialismo. Consistía, según sus defensores, en «un conjunto de medidas destinadas a dar a la clase obrera, la posibilidad de controlar el empleo de los medios de producción... y que debía funcionar tanto en las fábricas pertenecientes todavía al capital privado, como en las que habían sido expropiadas» (30). ¡Cómo si los obreros pudiesen controlar algo en un proceso de acumulación, cuyos criterios –valorización– no sólo no dirigen, sino que los dirigen a ellos (a los obreros)! ¡Cómo si Marx no hubiese demostrado para siempre que en la producción de valores (¡y nadie nos desmentirá de que de eso se trataba!) el productor no controla sus productos ni el empleo de sus medios de producción, sino que son los medios de producción los que controlan al obrero!

No se trataba en absoluto del despotismo centralizado del proletariado (principio fundamental de Marx, Engels...) contra los criterios de valorización y de desarrollo de las fuerzas productivas, en concordancia con dicho criterio (en última instancia, la tasa de ganancia). Se trataba, muy por el contrario, de hacer que los obreros (criterio sociológico) asegurasen «la producción», en general, «la venta, la compra de todos los productos y las materias brutas» (31), en un momento de guerra y miseria, empujasen al desarrollo y la centralización de las fuerzas productivas, asegurasen la disciplina de fábrica, el orden en el trabajo, el aumento de la productividad y la intensidad del trabajo... Lejos de asumir y hacer suya la revancha del valor de uso, imponiendo la dictadura contra el valor de cambio y, empujados por la situación de penuria, los bolcheviques obligaban a los comités de empresa a jugar la doble función de capataz y de agente estatal para reconstituir el ritmo de acumulación del capital: «En todas las empresas de una cierta importancia [llamadas de 'importancia nacional'], los comités de fábrica son responsables frente al Estado del mantenimiento del orden más estricto, la disciplina y la protección de bienes [decía, Lenin]; esta responsabilidad pesa sobre los representantes elegidos de los obreros y de los empleados designados para ejercer el control obrero» (32).

En términos estrictos, esta función del control obrero buscaba la reorganización productiva, aun a costa de un aumento de la tasa de explotación. Pero, además, al control obrero se le atribuía una función de controlar a los capitalistas, de ahí la ilusión de que fuese contra el capitalismo. En esas circunstancias de gran crisis, social, económica y política, en donde el esquema de dominación se hallaba cuestionado y resquebrajado, los capitalistas particulares, temerosos, tendían a la fuga de capitales (fuga hacia fuera del proceso productivo y no sólo hacia otros países), a ocultar las posibilidades reales de producción, al lock out como mecanismo de oposición político y de sabotaje al nuevo régimen. Ante esto y dada, una vez más, la confusión programática reinante, la falta de una dirección realmente comunista, la lucha del proletariado contra el capital, será canalizada (ver liquidada) hacia una lucha por el control obrero de la acumulación capitalista, una lucha en contra de los capitalistas saboteadores, contra los lock out. En vez de una guerra contra el capital, tenemos una guerra contra los capitalistas que traicionan (33) los criterios generales del capital, una lucha contra los especuladores que no tienen en cuenta las necesidades generales de la acumulación capitalista nacional. En ese proceso de la lucha contra el fraude, Lenin insistirá permanentemente en la abolición del secreto comercial y la apertura de los libros contables.

Se trataba evidentemente de una contradicción real entre los capitalistas particulares, su visión restringida e inmediata de sus posibilidades particulares de acumulación, su opción política por un lado y las necesidades generales del capital de reorganizar el proceso de reproducción ampliada al nivel de todo el territorio (33), utilizando para ello al gobierno y la energía de las masas obreras contra los capitalistas particulares en el otro. Las medidas adoptadas de control obrero desarrollaron esa contradicción aún más y convencerán a los bolcheviques de que ese control obrero, para ser efectivo debe llevarse hasta sus últimas consecuencias, lo que suponía la nacionalización general y la centralización del mismo.

El control obrero fue considerado así por Lenin como «la primera medida que preparaba la completa entrega de las fábricas, los talleres, las minas, los ferrocarriles y otros medios de producción y transporte, en propiedad al Estado obrero y campesino» (34). En el mismo sentido, hacia la centralización del control obrero, se expresaba una importante tendencia bolchevique en el movimiento sindical (Lozovski). Los comités de fábrica eran una estructura no centralizada; por el contrario, los sindicatos sí lo eran. De ahí que se diera un cierta oposición entre ambas estructuras, para ver quién debía ejercer el control obrero. Los comités de fábrica, bajo el argumento del control de la base, y los sindicatos argumentando la necesidad de la centralización. Esta última tendencia, dada la situación social y la concepción de los bolcheviques, sería la predominante. Había que evitar por todos los medios el salir de una administración particular que desconocía los intereses generales de la acumulación nacional, para caer en otra administración también particular. Incluso criticarán las decisiones centrales de los bolcheviques por «tender a perpetuar la división de empresas en unidades independientes». Lozovski, como delegado sindical en el Comité Central Ejecutivo Pan Ruso, declaraba: «Es necesario formular las cosas de manera absolutamente clara y categórica a los efectos de que los trabajadores de cada empresa no tengan la impresión de que la empresa les pertenece» (35).

Es decir, que todo empujaba a los bolcheviques a intentar una CENTRALIZACIÓN TOTAL DEL CONTROL DEL CAPITAL, lo que se realizará sobre la base de las nacionalizaciones masivas, las tentativas de centralización del control obrero y de planificar la economía. En forma paralela y coherente con ello (se trataba también de expropiar a los capitalistas que saboteaban el proceso y especulaban), se dará en el sector agrario las requisiciones forzosas de cereales... Se llegaba así a una situación en donde la unidad de producción, tanto en la agricultura como en la industria, no tenía casi capacidad de decisión, y el mismo comercio fue reducido a un mínimo, en donde se pretendía que todas las decisiones fueran adoptadas centralmente por el Estado. Se trata del período de «comunismo de guerra», con una ola enorme de ilusiones (como su nombre lo indica), y que continuará hasta que lo catastrófico de la situación convenza a los bolcheviques de que contrariamente a sus intenciones no habían logrado el control del capital, y los lleve a adoptar la NEP.

Luego que terminemos de analizar el significado y la aplicación de los siete puntos programáticos sostenidos por los bolcheviques, nos detendremos en esa tentativa suprema de controlar la economía capitalista, no porque implique algo diferente (en el sentido de no capitalista) a las medidas que hemos analizado, sino principalmente porque esa tentativa es la fuente principal de muchas ilusiones sobre el supuesto cambio de naturaleza social de Rusia.

5. La convocación de la Asamblea Constituyente. No cabe duda de que, como todas las otras, es una medida claramente burguesa, de reconstitución del Estado burgués. Desde los cadetes a los zaristas, toda la burguesía había siempre hablado de Asamblea Constituyente. En la postinsurrección, más que nunca, la burguesía se agruparía en la demanda de la convocación de la Asamblea Constituyente. Algunos sectores obreros siempre habían rechazado esta consigna burguesa. En la práctica, los bolcheviques, si querían complacer en lo más mínimo a la vanguardia revolucionaria, debían no sólo abandonar esta consigna, sino aceptar la disolución de la tan cacareada Asamblea Constituyente. Es eso lo que sucederá históricamente, toda la burguesía reclamará el pleno funcionamiento de la Constituyente, y los bolcheviques harán suya la disolución violenta efectuada por los obreros armados. Pero para defender la posición contra la burguesía unificada, los bolcheviques debieron no sólo hacer un cambio «táctico» de 180º (justificado en la superación de la etapa democrática y el inicio de la etapa socialista), sino combatir parte de la ideología democrática que siempre había carcomido sus filas. En efecto, los bolcheviques, en general, y Lenin, en particular, no sólo habían sostenido la necesidad transitoria de la Asamblea Constituyente (como se diría luego), sino que, aceptando de hecho toda la ideología de la democracia, pretendían defender la «verdadera» democracia contra las falsas, la «verdadera» Asamblea que exprese «realmente» la voluntad de todo el pueblo, y que sea «verdaderamente» «constitutiva», en fin, defendían la «verdadera Asamblea Constituyente» contra los sectores que la habían reducido a una «consigna vacía». Así, Lenin decía en la defensa del Programa de su partido, la Socialdemocracia: «[...], pues el proletariado, combatiente de vanguardia de la democracia [sic] reivindica justamente la libertad completa; además, era muy oportuno subrayarlo, en especial a la hora actual, en que vemos a monárquicos y más precisamente el partido denominado constitucional «demócrata» cubrirse con la bandera de la democracia. Para instaurar la república es absolutamente indispensable una Asamblea de Representantes del Pueblo [sic], elegida necesariamente por el pueblo entero [sic], (sobre la base del sufragio universal [sic], igual, directo y a escrutinio secreto [sic] y constituyente [sic]. Es lo que reconoce más adelante la resolución del congreso. Pero ella no se limita a ello. Para instituir un nuevo régimen, 'que realmente exprese la voluntad del pueblo' [sic], no basta con calificar de constituyente a la Asamblea de Representantes. Es necesario, además, que esa Asamblea tenga el poder y la fuerza de constituir. Consciente de ese hecho, el congreso no se limitó a formular pura y simplemente en la resolución la consigna 'Asamblea Constituyente', sino que precisó las únicas condiciones materiales que permitirán a la Asamblea cumplir verdaderamente su tarea [sic]. Era urgente e indispensable indicar las condiciones bajo las cuales una Asamblea Constituyente nominalmente puede ser constituyente en los hechos [sic], pues la burguesía liberal, representada por el partido constitucional monárquico, deforma, recortando, lo hemos señalado muchas veces, la consigna de Asamblea Nacional Constituyente y la transforma en una frase vacía». Lenin, Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática.

Se puede imaginar el lector que en un partido formado en esa escuela de admiración imbécil y reaccionaria de todos los mitos de la «verdadera democracia» (¡cómo si la verdadera democracia pudiese ser otra cosa que la dictadura contra el proletariado!); de «la verdadera representación popular elegida por el pueblo entero», (¡cómo si el verdadero pueblo pudiese ser otra cosa que la negación despótica del proletariado como clase!); de la verdaderamente Constituyente (!), del sufragio universal, igual, directo y a escrutinio secreto (¡cómo si la dictadura y la opresión capitalista fuesen menos brutales por la utilización de tales mecanismos y estos garantizasen algo a los proletarios!); el admitir la disolución de la «verdadera» Asamblea Constituyente no fue cosa fácil y provocó una profunda crisis cuando los obreros combativos y armados llevaron (como dice Bordiga) la crítica de la democracia «al súmum de la intensidad, mediante la expulsión hecha de ese hato de canallas que constituye la Asamblea Constituyente democráticamente elegida».

Ni el propio Lenin, un mes antes de esa disolución violenta, se animaba a condenar en general esa consigna burguesa. Viendo que la real composición de la Asamblea Constituyente era mayoritariamente contrarrevolucionaria, proponía en sus “Tesis sobre la Asamblea Constituyente”, (36) la aplicación, «amplia y rápida, por parte del pueblo del derecho a proceder a nuevas elecciones para la Asamblea Constituyente». Prueba irrefutable de que el fetichismo democrático, incluso en plena efervescencia revolucionaria, reinaba como amo y señor en el Partido Bolchevique.

En esos mismos días, es decir, entre fines de noviembre y la primera quincena de diciembre, mientras Lenin intentaba ser coherente con la consigna contrarrevolucionaria que siempre había defendido, e intentaba sustituir la Asamblea Constituyente real, por una acorde con sus ideas y explícitamente sumisa al poder bolchevique (37), en la calle, la Asamblea Constituyente real era cuestionada. Grupos de proletarios se planteaban en forma creciente lo absurdo de tal consigna, que sin ninguna duda era un obstáculo declarado a la revolución y una tentativa general de toda la contrarrevolución de reorganización del Estado. Fue esa situación la que permitió la disolución de toda Asamblea Constituyente, y no como se ha pretendido una directiva de los bolcheviques.

En cuanto a los grupos que impulsaron la disolución violenta deben mencionarse grupos de anarquistas revolucionarios de Moscú y Petrogrado, que siempre habían rechazado tal consigna. Existen muchos motivos para saber que no eran los únicos, y que grupos cada vez más amplios de proletarios combativos, de marinos de Cronstadt, llamaban abiertamente a ello. Pero sólo contamos con un texto explícito al respecto del semanario anarquista Goloss Truda: «Si los bolcheviques no tienen en la Constituyente una fuerte mayoría o se encuentran en minoría, la Constituyente será [...] una institución política inútil, abigarrada, social burguesa. Ha de ser un corrillo absurdo, a la manera de la Conferencia del Estado de Moscú, del la Conferencia Democrática de Petrogrado, del Consejo Provisorio de la República... Se atascará en discusiones y disputas vanas y frenará la verdadera revolución. Si no exageramos este peligro es porque confiamos, que, en ese caso, las masas, sabrán una vez más, armas en mano, salvar la revolución e impulsarla por su verdadero camino». Citado por Volin en La revolución desconocida, volumen I.

En los hechos, la disolución violenta se producirá por un conjunto de acontecimientos circunstanciales. Los bolcheviques refrendarán el acto cuando ya había sido realizado, al aprobar un decreto al respecto. Al frente de los obreros armados que disolvieron la Constituyente se encontraba Anatol Jelezniakoff, marino de Cronstadt, jefe del destacamento de la guardia en la Asamblea.

La revisión de la historia efectuada más tarde llevaría a negar la participación decisiva que tuvieron los sectores proletarios no controlados por los bolcheviques, tanto en la preparación de la conciencia proletaria contra la Constituyente como en la acción decisiva de lo que Bordiga considera acertadamente como nivel supremo de la crítica de la democracia y del liberalismo burgués. No podía ser de otra manera, muy poco después, se reprimirá sangrientamente a los sectores decisivos de esa crítica (se autodefinieran o no como anarquistas), pero se seguía reivindicando dicha disolución. Con el tiempo, se nos presentaría un Partido Bolchevique siempre consciente de tal necesidad, un Lenin preparando sigilosamente (a pesar de sus declaraciones) ese paso, y hasta a Jelezniakoff como un bolchevique convencido. ¡En efecto, cuando Jelezniakoff murió, los bolcheviques se encargaron de precisar en Izvestia que en su lecho de muerte había renunciado al anarquismo y estaba de acuerdo con el bolchevismo!

6. Abastecer de pan las ciudades y de artículos de primera necesidad al campo constituía el sexto punto del programa que anunciaron los bolcheviques al conquistar el poder. En realidad no se trataba de ninguna medida específica, sino del mero deseo que todas las fuerzas políticas rusas habían prometido, incluido el zarismo. En la práctica, ninguno de los gobiernos, ni el zarismo, ni los diferentes gobiernos provisorios, ni los bolcheviques, lograron realmente solucionar este problema decisivo. Durante la primera fase del gobierno bolchevique, el problema será incluso mucho más grave, lo que se expresa en las requisiciones draconianas (que al mismo tiempo empujarán a un nuevo desinterés en la producción y a seguir agravando el problema) y luego se volverá a situar en función de la introducción de la NEP, a un nivel similar al de la insurrección. Pero las contradicciones quedan pendientes, hasta que Stalin las aborda a su manera en la llamada colectivización, sobre la base del terrorismo abierto de Estado. Dicha solución, no menos capitalista que la de las requisiciones forzosas de la primera hora, mostrará más que nunca la barbarie generalizada. Se admite, en general, la existencia de millones de proletarios sacrificados y de muchos millones de internados en los campos de concentración, pero es bastante menos conocida LA HAMBRUNA generalizada que se produce en una de las tierras más fértiles de toda Europa: sólo en Ucrania, los muertos de hambre durante los años 1932-1933 se estiman a más de SEIS MILLONES. Por otra parte, ya mencionamos que en la posguerra, la agricultura rusa tampoco logra siquiera alimentar a la población rusa, y la dependencia cerealera, y por ende financiera que esto ocasiona, sigue constituyendo el verdadero talón de Aquiles de toda la potencia imperialista rusa.

7. Asegurará a todas las naciones que pueblan Rusia el verdadero derecho a disponer de sí mismas. «El derecho de las naciones a disponer de sí mismas» no era una consigna levantada en nombre del socialismo, sino del capitalismo. Forma parte explícita de la concepción socialdemócrata bolchevique de perfeccionar el capitalismo, de apoyar los movimientos nacionales, tratando de adaptar mejor las separaciones políticas a lo que idealizan como las exigencias del capitalismo moderno. El fundamento central de la teoría del Lenin en Acerca del derecho de las naciones a disponer de sí mismas, publicado en 1914, era que «la formación de Estados nacionales, que mejor satisfacen a esas exigencias del capitalismo moderno, es por lo tanto una tendencia propia a todo movimiento nacional».

En la práctica esta consigna significó, por un lado, reconocer en nombre del proletariado triunfante el derecho de las distintas burguesías nacionales a seguir explotando y oprimiendo a su proletariado, y, por el otro, abría las puertas a la participación en la guerra imperialista, en nombre de sostener a uno u otro movimiento burgués nacional. Ello condujono sólo a traicionar, a liquidar distintos movimientos (en Ucrania, Persia, China...), sino a reconocer y pactar con los verdugos directos del proletariado (las «burguesías nacionales»). Así, por ejemplo, la insurrección del proletariado persa (dirigida por Coutchouk-Khan) es traicionada y liquidada por los bolcheviques, con Lenin a la cabeza (1920), lo que facilita las relaciones diplomáticas entre ambos países, hasta la conclusión de una serie de tratados bilaterales entre Rusia y Persia (1921). Más en general podemos afirmar que esa posición era la que permitía, sin que los bolcheviques vieran ninguna contradicción, al gobierno ruso reconocer y negociar con todos los Estados (si cada nación podía disponer de sí misma, podía incluso disponer la masacre de los internacionalistas), aunque fuesen los más sanguinarios verdugos del proletariado.

Hemos visto, medida por medida, y comprobado que toda la política económica y social de los bolcheviques no iba contra los intereses del capital en Rusia, sino que, al contrario, buscaba reorganizarlo para sacarlo de la crisis e impulsar su desarrollo. Hemos visto, en grandes rasgos, cómo fueron aplicadas esas medidas de reorganización nacional y a lo que las mismas condujeron. En todo esto no hay un átomo de socialismo. Nadie que estudie a fondo esos primeros años de la revolución puede hablar seriamente de socialismo. El supuesto cambio de modo de producción a partir de la insurrección es una leyenda absurda.

Pero para que quede aún más claro tenemos que ver el alcance real de la tentativa suprema, por parte de los bolcheviques, de controlar centralmente la economía capitalista, tentativa que alimentará la ilusión de ir hacia un capitalismo controlado totalmente por el Estado «obrero», como antesala inmediata del socialismo, o peor aún a la identificación total entre socialismo, comunismo y aquel control de la economía cuya naturaleza profunda (producción de valores) seguía siendo la misma.

Se requiere, sin embargo, una aclaración al margen antes de ver en qué consistió esa tentativa de centralización general. Ningún revolucionario puede hacer una oposición de principios contra la concentración y la centralización de la sociedad, pues las decisiones descentralizadas de las unidades productivas (o desde otro punto de vista el federalismo) conducen irremediablemente a la reproducción del modo de producción mercantil capitalista. Una dictadura del proletariado concentrará todas las decisiones productivas y distributivas, tomará a cargo el qué y el cómo producir, contabilizará y armonizará centralmente la utilización de materiales, planificará la producción y distribución de fuerzas productivas en consecuencia... El problema no está en la centralización en sí (pues el capitalismo también centraliza), que no contiene ninguna virtud mesiánica intrínseca, sino en qué plan general dicha centralización se inscribe o, mejor dicho, qué proyecto social real (el capitalismo o el comunismo) utiliza prácticamente el mecanismo de la centralización para imponerse. En el caso de los bolcheviques, vimos que globalmente todo iba encaminado al desarrollo y la defensa del capital considerada como una fase necesaria y progresista. Luego veremos hasta qué punto los bolcheviques con Lenin a la cabeza harían la apología total del capitalismo e inscribirían toda su perspectiva en el desarrollo del mismo.

La tentativa esencial de controlar el capitalismo centralmente consistía fundamentalmente en:

1. La generalización de las nacionalizaciones industriales (38) y la expropiación de cereales para alimentar las ciudades.

2. La centralización del control obrero (creación del Consejo Pan Ruso del Control Obrero).

3. El establecimiento del Consejo Supremo de la Economía Nacional (VESENKHA) para planificar y dirigir centralmente la economía.

Habiendo dejado claramente establecido que el plan de conjunto de los bolcheviques era el de desarrollo del capitalismo, no puede caber dudas que esa política de expropiación de cereales, de abastecimiento dirigido, de apropiación y organización centralizada del transporte de alimentos, de puesta en funcionamiento de empresas abandonadas por su patrón, es decir, lo que se llama «comunismo de guerra», contrariamente a lo que su nombre indica, no tiene nada de socialismo o de comunismo. Cualquier país capitalista realiza esa política en época de guerra, de penuria. Es la clásica política de Estado de sitio a la cual el capital es forzado en una situación de ese tipo.

Incluso la gratuidad total en la alimentación de la fuerza de trabajo, que es lo que más desarrollaba la ilusión del «comunismo de guerra», no tiene nada que ver con el socialismo, sino que constituía una necesidad imperiosa para la reconstitución de la resentida producción capitalista. El alimentar, cueste lo que cueste, a la fuerza de trabajo. ¡Para aquellos que desde Cuba, China o Albania asimilan gratuidad con socialismo, les recordamos que los ejemplos supremos de ese socialismo de la gratuidad se encuentran en todos los ejércitos del mundo y en los campos de concentración, en donde los alimentos, los vestidos, los cuidados médicos... ¡se distribuyen gratuitamente entre los obreros! La gratuidad será abolida junto con el dinero (sin la cual no puede concebirse) y con el socialismo burgués que la reivindica.

En cuanto a la nacionalización de la industria no cambia en absoluto la cuestión. Como Marx y Engels lo señalaron siempre, el hecho de que la propiedad pase al Estado no suprime el carácter de capital de las fuerzas productivas, sino, que al contrarío, fortifica el Estado y permite una mejor explotación. Antes de asumir el poder, los bolcheviques comprendían perfectamente la contraposición total existente entre el capitalismo concentrado en el Estado y el socialismo. Así, por ejemplo, Bujarin decía en 1915 (texto publicado recién en 1917, en Rusia): «Kriegssozialismus («socialismo de guerra») y Staatssozialismus («socialismo de Estado»). son términos que se utilizan con el fin evidente de inducir al error y de disimular con una 'bonita', palabra el verdadero fondo de las cosas que está muy lejos de ser bello. El modo capitalista de producción se basa en el hecho de que los medios de que ésta dispone son monopolizados por la clase capitalista sobre el fundamento de la economía mercantil. Importa poco a este propósito que el Estado sea la expresión directa de esta monopolización o que ella sea debida a la 'iniciativa privada'. En un caso como en otro se mantiene la economía mercantil (y en primer lugar el mercado mundial) y, lo que es más importante todavía, las relaciones de clase entre el proletariado y la burguesía». Bujarin, N., La economía mundial y el imperialismo.

Pero esto no les impidió a los bolcheviques utilizar la «bella» palabra de «comunismo de guerra» y mantener la confusión, nacionalización igual a capitalismo de Estado, igual a socialismo de Estado... ¡igual a socialismo a secas!

La importancia de desmitificar las nacionalizaciones estriba en que es el único aspecto de esa tentativa de dirección centralizada que perdurará. En efecto, como se sabe, toda la política de expropiación forzada de cereales que estaba en el centro de lo que se denominó «comunismo de guerra» será abandonada y se adoptará la NEP. En cuanto a las tentativas de planificación, centralización del control obrero, a pesar de la voluntad y las ilusiones de los bolcheviques, no prosperarán prácticamente, y con la NEP se abrirá un período de recule generalizado al respecto.

Los bolcheviques y Lenin en particular tenían la esperanza, al principio, de que el control obrero centralizado constituyera el elemento clave en la contabilidad, las estadísticas, la planificación. Así, en ¿Los bolcheviques mantendrán el poder?, Lenin dice: «[...] el control obrero puede constituir la contabilidad más exacta y minuciosa, presente en todas partes y abarcando la totalidad de la economía nacional desde la producción a la distribución».

Y en “Cómo organizar la emulación” insiste sobre la «importancia decisiva de las estadísticas y el control [...], tarea, económica esencial de todo soviet de diputados obreros, soldados y campesinos, de toda sociedad de consumo, de todo comité de fábrica o de todo órgano del control obrero en general».

Fue en esa misma línea que se creó una compleja red jerárquica entre los distintos comités, cuyo centro, al menos formalmente, era el Consejo Pan Ruso del Control Obrero. El Consejo Supremo de la Economía Nacional o VESENKHA era un paso más en ese sentido (39). Lenin dirá: «Hemos pasado del control obrero a la creación de la Vesenkha». La función que se le atribuyó fue la de «organizar la actividad económica de toda la nación y los recursos financieros del gobierno», y de constituir el departamento responsable de la dirección de la industria nacionalizada. A tales efectos estaba formalmente compuesta por los miembros del Consejo Pan Ruso del Control Obrero, representantes de todos los comisariados y algunos expertos a simple título consultativo. Sus facultades eran muy amplias: podía confiscar, comprar, tomar posesión de toda empresa, o rama de la producción o el comercio, estaba encargada de centralizar, de dirigir el trabajo de todos los organismos económicos y preparar las leyes y los decretos referentes a la economía, a los efectos de someterlos directamente al Consejo de Comisarios del Pueblo. En términos territoriales, la Vesenkha estaba organizada por secciones regionales, denominadas «Consejos de la Economía Nacional» (Sovnarkhov).

En la práctica:

- La Vesenkha no llega nunca a jugar el papel asignado de planificar centralmente la economía.

- En general, ésta será absorbida por la administración de la industria nacionalizada (administración que será considerara como ineficaz).

- Los obreros y los revolucionarios se revelarán como mucho menos hábiles que los capitalistas en la gestión del capital (¡lo que no puede extrañarnos!) y el control obrero será un fracaso como lo reconocerá Lenin.

- Del control obrero quedará exclusivamente el control de los obreros por parte de los delegados estatales (inversión de la delegación por el proceso real de dirección del Estado ejercida por el capital), ejecutantes de las órdenes y las necesidades del capital (lo que ridiculiza la voluntad de los personajes en el gobierno tratando de controlar el proceso).

- El mismo órgano concebido para la centralización del control obrero, el Consejo Pan Ruso del Control Obrero, no llega realmente a funcionar.

- Muy rápidamente, la Vesenkha, compuesta teóricamente por los organismos de centralización del control obrero y por militantes revolucionarios, quedará constituida fundamentalmente por tecnócratas burgueses. En efecto, la discusión acerca de la paz de Brest Litovsk llevará a la renuncia de los comunistas de izquierda Osinski y Bujarin, lo que aumentará notablemente el peso de los economistas como Larin y Milyutin en la Vesenkha.

- En términos productivos el fracaso es ampliamente reconocido tanto en el agro como en la industria, pasándose no sólo a una nueva fase de promoción de la propiedad particular y el comercio, sino a un recule en cuanto a las estatizaciones, la apología gubernamental de las empresas mixtas, la asociación entre el gobierno y los capitales nacionales y extranjeros.

La NEP con sus sucesivos pasos hacia atrás (hasta el «enriqueceos», de Bujarin, pasado a la derecha) desde el proyecto del capitalismo «controlado» (de ese capitalismo de Estado de sitio, de guerra, de hambre y miseria) el capitalismo clásico, será el reconocimiento de dicho fracaso. En los hechos, el capitalismo es incontrolable.

La lucha proletaria y las izquierdas comunistas contra la dirección del Estado

En esa situación histórica precisa de miseria, de guerra y crisis, de caída brutal de la producción, que no tiene parangón en toda la historia del capitalismo (40), el sentimiento de frustración del proletariado agrícola y urbano fue muy grande. No sólo el gobierno bolchevique no había significado el fin del capitalismo, de la guerra, del hambre, como los proletarios esperaban, no sólo aquél continuaba defendiendo la política económica del capitalismo, sino que se había producido un agravamiento generalizado de la situación del proletariado (aumento de la tasa de explotación).

Como era de esperar en tales circunstancias, por la defensa intuitiva de sus intereses de clase, por la conciencia revolucionaria, o por ambas cosas, sectores importantes del proletariado lucharon contra el Estado y criticaron violentamente la política de la dirección bolchevique. Por ello, contrariamente a lo que se maneja siempre acerca del período, la política llevada adelante por la dirección bolchevique no fue sólo enfrentada por los ex empresarios, los socialrevolucionarios de derecha, los mencheviques y los anarquistas defensistas, los cadetes..., sino también por el proletariado. Mientras sobre la primera oposición a la dirección bolchevique, la de los blancos, se habla siempre, la oposición proletaria es en general encubierta, escondida, desfigurada, ocultada, no sólo por la historiografía oficial de la URSS, sino por todas las seudo oposiciones al estalinismo, como por ejemplo el trotskismo o la socialdemocracia en general.

No podemos entrar aquí en el análisis detallado de esa contradicción entre el proletariado y la dirección del partido bolchevique (dirección al mismo tiempo del gobierno, de los aparatos económicos, del ejército y de la policía), pero es indispensable subrayar que desde el principio, y de manera creciente, hubo un movimiento del proletariado que se opuso firmemente a la política defendida y aplicada por la dirección bolchevique. Con respecto a los puntos más altos de esta lucha (Brest-Litovsk, Cronstad, Makhno) hemos previsto textos específicos. Lo importante aquí es comprender que esos movimientos de lucha contra el poder central, consistentes en huelgas, críticas virulentas en la prensa contra el poder central, manifestaciones, realización de expropiaciones no autorizadas, la cristalización de nuevos grupos estructurados fuera o como fracciones comunistas del propio partido bolchevique..., tuvieron profundas implicaciones en la dirección de la política económica y social bolchevique. En efecto, ésa es la razón fundamental de las permanentes oscilaciones, idas y venidas, en la dirección del Estado: de la pretensión de hacer pasar tal o cual medida (las nacionalizaciones, el control obrero...) como socialista o como paso al socialismo, a la defensa integral de todas esas medidas como una necesidad del capitalismo nacional ruso y viceversa; de la defensa del «capitalismo de Estado» para luchar contra el «capitalismo privado», a la defensa de todo el capitalismo para la lucha contra la pequeña propiedad; de la prohibición total y violenta de toda expropiación efectuada por los obreros sin autorización (y por lo tanto el apoyo a los patrones), al aliento sin tapujos a la expropiación de todos los patrones; del apoyo a las iniciativas del proletariado, (por ejemplo la disolución de la Asamblea Constituyente) a la represión, cada vez más sistemática, de toda iniciativa que no viniese de la propia dirección del partido. Se podría decir que tales oscilaciones reflejaban aún la vitalidad de la dirección del partido para expresar, incluso en esas circunstancias, en donde la política no podía ser en absoluto considerada ni como proletaria, ni como comunista, al menos de vez en cuando, los intereses del proletariado. Pero esta afirmación olvidaría por un lado que esas idas y venidas, ese saco de gatos que era en ese entonces el partido bolchevique, era el resultado de una unidad sin principios y de la inexistencia de un programa verdaderamente revolucionario (cf. nuestra crítica de la concepción socialdemócrata de transición al socialismo en el texto anterior), y por el otro que un gobierno burgués cualquiera hubiese hecho exactamente lo mismo ante el fracaso rotundo dela política aplicada (¡en la simple gestión del capital!) y, sobre todo, ante la lucha obrera. No hay que olvidar tampoco que esa política de idas y venidas se acompañó de la represión sistemática de toda resistencia proletaria en principio contra quienes no aceptaban la disciplina en el trabajo (desde principios de 1918), luego contra todos los anarquistas (a partir del 12 de abril de 1918)... y muy rápido se transformó en represión contra las fracciones del propio partido bolchevique, llegando a su punto culminante con la represión del proletariado de Petrogrado en huelga (febrero de 1918) y el proletariado de Cronstadt (41). Debe por lo tanto tenerse presente que lo que se denomina oficialmente «terror rojo» comprende no sólo elementos de terrorismo revolucionario contra el régimen anterior, sino el clásico terrorismo contra el proletariado y la revolución, terrorismo que los revolucionarios coherentes tienen que denominarlo como corresponde: terror blanco.

En este texto, centrado en la política económica y social de los bolcheviques y en sus consecuencias sobre la evolución de la sociedad rusa (la continuidad capitalista), lo que más nos interesa de aquella contradicción son sus consecuencias en la polémica socialismo - capitalismo de Estado, así como en el resultado histórico concreto: la política económica efectivamente aplicada (42) y el hecho de que aquella polémica haya contribuido a aclarar la naturaleza capitalista de la economía rusa.

Las expresiones más elaboradas de la lucha del proletariado contra la dirección bolchevique surgieron del propio partido bolchevique y no de ninguna organización anarquista. En general, todas esas «oposiciones de izquierda» (43), de izquierdistas, acusaban a los bolcheviques de defender al capitalismo contra el socialismo. La primera oposición de la izquierda comunista se forma contra la posición de Lenin acerca de la paz con el Estado alemán. Dicha oposición, que reflejaba de una manera desordenada y primaria, una amplia oposición del proletariado a la dirección de los bolcheviques en aquella cuestión crucial, tomó la forma de grupo que se expresaba a partir del periódico Kommunist, cuyos más conocidos animadores fueron: Smirnov, Ossinski y Bujarin. Rápidamente, y en especial a través de la pluma de Ossinski, se convierte en una oposición más general acerca de toda la política económica llevada hasta ese momento. Decía por ejemplo: «Nosotros no apoyamos el punto de vista de la construcción del socialismo bajo la dirección de los trusts. Sostenemos el punto de vista de la construcción de la sociedad proletaria sobre la base de la creatividad de los propios trabajadores, y no sobre la base de los dictámenes de los capitanes de la industria (44). [...] El socialismo y la organización socialista deben ser restaurados por el proletariado mismo o, de lo contrario, no se logrará nada, a cambio de eso tendremos la instauración de otra cosa el 'capitalismo de Estado'» (45).

En cuanto a la política de acuerdos con el capital internacional, acompañada de la realización de la revolución en un solo país, los comunistas de izquierda mostraron una gran y premonitoria lucidez: «La revolución obrera de Rusia no puede 'estar a salvo' abandonando el camino de la revolución internacional, evitando incesantemente el combate y reculando frente al avance del capital internacional, haciéndole concesiones al 'capital nacional'. Desde este punto de vista, es indispensable adoptar resueltamente una política internacional de clase, que paralelamente a la propaganda revolucionaria internacional a través de la palabra y de la acción, refuerce la ligazón orgánica con el socialismo internacional, y no con la burguesía internacional». (46)

A pesar de la claridad acerca de algunos puntos programáticos, este grupo no es capaz de oponer un proyecto global coherente, y por ello rápidamente desaparecerá. Sin embargo, esta primera oposición prefigura las que vendrán en los años posteriores y por otra parte sus críticas tendrán importantísimas consecuencias. Ya mencionamos que los componentes de esta fracción renuncian a desempeñar cargos de responsabilidad, lo que facilita la predominancia tecnocrática en los organismos concebidos para la centralización económica. Por otra parte fue la crítica de este grupo la que obligó a Lenin a explicar la concepción de conjunto que guía la política de los bolcheviques, a declarar abiertamente que se trataba de desarrollar el capitalismo (ver más adelante). Además, la incidencia de los comunistas de izquierda en la adopción de la política dura del «comunismo de guerra», de nacionalizaciones..., no debe ser subestimada. Fue precisamente dicha política que, junto con la agudización de la guerra interna y la severa crítica de Lenin, aceleró la disolución de la mayoría de ese grupo. El mismo se plegará acatando la unidad del partido, pero también considerándose parcialmente satisfecho por la adopción de esa política más radical de expropiaciones. El propio Bujarin retrocederá en sus críticas y escribirá Problemas del período de transición, donde la política económica y social no es fustigada como capitalista, sino considerada como adecuada en la marcha hacia el socialismo. Ya no se criticaba el «capitalismo de Estado», sino el hecho de denominar «capitalismo de Estado» a lo que según Bujarin era el sistema de la «dictadura socialista del proletariado». Este embrollo alcanzó su máxima intensidad durante la guerra y en la posguerra. Se expresó ante todo en la más burda confusión entre el sistema del capitalismo de Estado y el sistema de la dictadura socialista del proletariado. Y tomando el ejemplo de Ziperovich, Bujarin se ríe de él por considerar la fase posterior a octubre como «el peldaño del capitalismo de Estado». En los hechos, Bujarin criticaba (sin atreverse a hacerlo directamente) a Lenin, que ya había reconocido abiertamente que las medidas aplicadas «favorecían el capitalismo de Estado», sin embargo, Lenin estaba mucho más cerca de la realidad (en realidad se desarrollaba el capitalismo a secas), y las buenas intenciones de Bujarin se confundían con un conjunto de ilusiones acerca de la relación entre esas medidas y el verdadero socialismo, que la propia realidad se encargaría de desmoronar. Bujarin paradójicamente pasaría unos años después a ser el defensor más claro del capitalismo abierto y declarado como Lenin lo era entonces.

De aquella primera fracción sólo quedará una minoría que en 1919 construirá el grupo del «centralismo democrático», cuyos militantes más conocidos fueron Ossinski y Sapranov, que dará «batalla» en el IX Congreso del Partido (1920), contra el principio de dirección única, la burocracia, la concentración del poder en las manos de una pequeña minoría... Este grupo estaba ligado, teórica y orgánicamente, a un grupo que se oponía a la política militar burocrática de Trotsky, que había readoptado el ejército zarista como modelo y cuyo principal dirigente fuera Smirnov. Demás está decir que ese crítico retardado de la burocracia que fuera Trotsky, en ese momento jefe del ejército y del gobierno, consideraba absurda y al servicio del enemigo toda crítica de la «burocratización».

La oposición más conocida hoy es la que tiene menos importancia desde un punto de vista revolucionario. Se trata de la Oposición Obrera, cuyos principales dirigentes fueron Kollantai, Chlianikov, Medvedv... Dicha oposición se oponía abiertamente a la militarización del trabajo y los sindicatos –posición defendida por Trotsky (47)–, así como a la posición de Lenin que quería mantenerlos en su papal clásico. Frente a ellos, la Oposición Obrera reivindicaba la necesidad de que los sindicatos tomaran directamente en sus manos toda la organización de la economía, comprendida la producción, la distribución, la centralización. Si bien esta oposición no tenía pues ninguna alternativa revolucionaria, se oponía en general a toda la política económica y por ello en los hechos tuvo (hasta su capitulación vergonzosa) un gran prestigio en el proletariado industrial.

Cuando se desarrolla el X Congreso de los bolcheviques, el antagonismo entre los bolcheviques y el proletariado llega a niveles explosivos. La Oposición Obrera es considerada como contrarrevolucionaria, y de hecho amenazada con seguir la misma suerte que los proletarios y los marinos del bastión revolucionario de Cronstadt. Frente a ello, la mayor parte capitula y apoya la represión. Sólo una minoría continuará un difícil e importante trabajo de oposición clandestino y constituirá los núcleos iniciales de oposiciones posteriores.

Luego de esa ola de represión, los bolcheviques instauran la Nueva Política Económica, declaradamente en favor del comercio y el capital. A partir de ese momento era claro que todo desacuerdo con respecto a la política oficial conducía a la cárcel y la tortura, y por lo tanto debía estructurarse en la clandestinidad. No existen dudas de que en ese entonces se desarrolla un importante movimiento de oposición clandestino, pero de él es aún más difícil conocer sus verdaderas posiciones y críticas. A pesar de ello podemos distinguir tres grupos (48):

- El grupo Verdad Obrera que publicará Proletkult y cuyo principal dirigente fue Bogdanov. A pesar de que sus posiciones positivas eran también claramente burguesas, pues consideraban necesario transformar Rusia en un país capitalista progresista, fueron conscientes del desarrollo de los irreconciliables antagonismos de clase entre por un lado «la clase obrera desorganizada [...] que lleva una existencia miserable» y por el otro la «nueva burguesía» (los funcionarios responsables, los directores de empresa, los hombres de confianza, los presidentes de los comités ejecutivos) y los NEPmen («hombres de la NEP»). Al mismo tiempo eran conscientes de que los sindicatos no eran más organizaciones de defensa de los intereses económicos de los trabajadores, sino «organizaciones para defender los intereses de la producción, es decir, del capital estatal, primero y sobre todas las cosas».

- El Grupo de los Comunistas Revolucionarios de Izquierda que se proponía constituir un verdadero «Partido Comunista Obrero» dado que el «Partido Comunista Ruso había hecho de los negocios su principal preocupación» y que «no existe ninguna posibilidad de reformar el Partido Comunista Ruso desde el interior». Al mismo tiempo acusaba a la Internacional y su política de compromiso con el capital de constituir un instrumento «de la reconstitución de la economía capitalista mundial».

- Por último, el grupo programático e históricamente más importante, el Grupo Obrero Comunista, cuyo dirigente más conocido fuera Miasnikov. Acerca de la crítica que este grupo realizara contra la política capitalista de los bolcheviques, hemos previsto un trabajo especial que aparecerá próximamente en esta revista.

Pasemos ahora a ver la respuesta «intelectual» que los bolcheviques oficialistas y su jefe Lenin darán a las izquierdas comunistas (además de la respuesta intelectual existía la represión abierta, recordémoslo), pues esta constituye la exposición más acabada de la coherencia global que guiaba toda la política económica y social de los bolcheviques.

La lógica de conjunto que guiaba la política económica y social de los bolcheviques: Lenin y su visión apologética del capitalismo (49)

Lenin, como todo dirigente populista, tuyo un doble discurso, uno para las masas, y otro para sus pares, los dirigentes. Cuando Lenin hace un discurso general utiliza un lenguaje popular, impreciso, se dirige al pueblo, a los ciudadanos, habla refiriéndose a Rusia de «empresa socialista», de «distribución comunista», de «Viva la patria socialista», sin preocuparse por lo antimarxista de su discurso. Para dirigir a los obreros a los que la socialdemocracia debía llevarles la conciencia era suficiente. Por el contrario, cuando Lenin se dirigía a sus compañeros de partido, no podía utilizar ese lenguaje vago y populista, acientífico, incompatible con la «ciencia marxista» que Kautsky y Plekhanov le habían enseñado. Así, por ejemplo, en el texto Sobre el infantilismo de izquierda y las ideas pequeño burguesas (50), Lenin para responder a sus contrincantes está obligado a ser más riguroso y por ejemplo explicar todo eso de «defensa de la patria socialista», que si bien era fundamental para ligar a las masas al Estado, desde un punto de vista marxista es un sin sentido. Frente a la masa de obreros, la ambigüedad de Lenin era mantenida, se les hacía creer que el socialismo tenía algo que ver con la defensa de la patria, se los movilizaba haciéndoles entender que la denominación de socialismo tenía algo que ver con el orden social y económico existente en Rusia. Frente a sus compañeros de partido, que ridiculizaban esta expresión, Lenin estaba obligado a aclarar que: «Ningún comunista ha negado tampoco que la expresión República Socialista de los Soviets traduce la voluntad del poder de los soviets de asegurar la transición al socialismo, pero de ninguna manera quiere significar que el nuevo orden económico sea socialista».

De ahí que cuando se pretende comprender la lógica profunda que ligaba todas las medidas llevadas adelante por los bolcheviques haya que prestar fundamental atención a los textos en que Lenin responde frente a sus contrincantes, en especial del partido. Al respecto hay dos artículos que nos parecen fundamentales, por replantear su visión acerca del cuadro global de la sociedad rusa, endonde se inscribe la política bolchevique: el texto que acabamos de mencionar Sobre el infantilismo de izquierda, y el que se titula Sobre el impuesto en especie (significación de la nueva política y sus condiciones) (51).

En estos textos Lenin plantea claramente:

A- Una definición de la sociedad rusa que hará época.

B- Una apología del capitalismo de Estado, adoptando como modelo el ejemplo alemán.

C- Una concepción acerca de las principales contradicciones existentes muy diferente a la visión clásica capitalismo-comunismo.

D- Una estrategia global que se deduce de los puntos anteriores.

Veámoslas por partes:

A. La sociedad rusa

En cuanto a la sociedad rusa Lenin sostiene que en Rusia coexisten cinco diferentes «tipos económicos y sociales» (52):

1. La economía patriarcal, es decir, en gran medida la economía campesina natural.

2. La pequeña producción mercantil (esta rúbrica comprende a la mayoría de los campesinos que venden trigo).

3. El capitalismo privado.

4. El capitalismo de Estado.

5. El «socialismo».

B. La apología del capitalismo de Estado

Lenin dice al respecto: «Si las palabras que hemos citado sugieren una sonrisa, es una risa homérica la que provoca el descubrimiento hecho por los 'comunistas de izquierda', según la cual si triunfa 'la desviación bolchevique de derecha' se correría el riesgo de que la República de los Soviets evolucione hacia el capitalismo de Estado. ¡Parece afirmado para arrinconarnos de miedo! [...] Pero lo que a ellos no se les pasó por la cabeza es que el capitalismo de Estado sería un paso adelante en nuestra República de los Soviets. Si por ejemplo en seis meses lográsemos instaurar el capitalismo de Estado, ello sería un triunfo enorme [...]. El capitalismo de Estado sería un inmenso paso adelante, incluso si [...] ello lo pagamos más caro que en el presente. [...] El capitalismo de Estado es, desde el punto de vista económico, infinitamente superior a nuestra economía actual. [...] Nuestro deber es el de insertarnos en la escuela del capitalismo de Estado de los alemanes [...]».

Obsérvese hasta qué punto la concepción socialdemócrata pesaba sobre toda la dirección del Estado, no sólo Lenin era totalmente incapaz de reconocer la realidad general del capital (que subsume todas las relaciones inmediatas y particulares de producción física en la producción general de valores), no sólo Lenin se arrodillaba frente al polo positivo del capital, sino que consideraba directamente a «el capitalismo de Estado de los alemanes» como el modelo a seguir.

C. Las principales contradicciones

El análisis de las mismas denotan la ignorancia del ABC acerca de las contradicciones sociales: «[...] Es evidente que en un país de pequeños campesinos, es el elemento pequeño burgués el que domina y no puede dejar de dominar a la mayoría, la inmensa mayoría de los agricultores son pequeños productores. La envoltura del capitalismo es rota aquí y allá por los especuladores, siendo el trigo el objeto principal de la especulación. Es precisamente en ese dominio en donde se desarrolla la lucha principal. ¿Cuáles son los adversarios que se enfrentan en esta lucha, si hablamos por categorías económicas como el 'capitalismo de Estado'? ¿Son el cuarto y el quinto elemento que acabo de enumerar? No, seguro que no. No es el capitalismo de Estado el que se contrapone al socialismo, sino por el contrario son la pequeña burguesía y el capitalismo privado que luchan codo a codo contra el capitalismo de Estado y contra el socialismo. [...] Ellos [los comunistas de izquierda, NDR] no ven en el elemento pequeño burgués el enemigo principal contra el cual choca en mi país el socialismo [...]».

D. La estrategia global

Con esta concepción, es normal que Lenin y los que lo siguieron hayan emprendido la guerra contra la pequeña burguesía (¡), enarbolando la bandera del capitalismo de Estado, identificado cada vez más con el socialismo de Estado.

«Lo que predomina es [...] el capitalismo pequeño burgués, a partir del cual existe un solo y mismo camino para llegar tanto al gran capitalismo como al socialismo [la identificación da sus primeros pasos, NDR] y ese camino pasa por la misma etapa intermediaria [...]. Cuándo la clase obrera haya aprendido a defender el orden del Estado [¿qué Estado?, NDR] contra el espíritu anárquico de la pequeña propiedad, cuando haya aprendido a organizar la gran producción a la escala del Estado (53) sobre las bases del capitalismo de Estado, ella habrá entonces [...] concentrado todos los requisitos en sus manos y la consolidación del socialismo será asegurada.»

He ahí la estrategia de fondo que guiará al partido «comunista» ruso desde 1917 hasta hoy. En ese sentido no hay una diferencia fundamental con la época estalinista, los bolcheviques, antes o después de la muerte de Lenin, tuvieron como objetivo EL DESARROLLO DEL CAPITALISMO. La diferencia entre ambas épocas es ideológica, Lenin llamaba a las cosas por su nombre; en cambio en la época de Stalin las necesidades del capital y el Estado aconsejaron sustituir la denominación de «capitalismo» por la de «socialismo».

Como Lenin mismo lo subraya, esa posición de admiración reaccionaria con respecto al capitalismo («de Estado») no era nueva en él (ni en ningún miembro de la socialdemocracia), y ya antes de octubre Lenin había dicho: «[...] Pues bien, sustituid ese Estado de junkers y capitalistas, ese Estado de terratenientes y capitalistas, por un Estado democrático revolucionario, es decir, por un Estado que destruya revolucionariamente todos los privilegios, que no tema implantar revolucionariamente la democracia más completa, y veréis que en un Estado verdaderamente democrático revolucionario, el capitalismo de Estado representa inevitablemente, infaliblemente, un paso hacia el socialismo. Pues el socialismo no es más que el paso siguiente del monopolio capitalista de Estado. O mejor dicho, el socialismo no es otra cosa que el monopolio capitalista de Estado puesto al servicio del pueblo entero y que, por lo tanto, ha cesado de ser un monopolio capitalista de Estado. El capitalismo monopolista de Estado es la preparación material más completa para el socialismo, su antesala, un peldaño en la escalera histórica entre el cual y el peldaño llamado socialismo no hay ningún peldaño intermedio». Lenin, La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla, 27 de septiembre de 1917.

Esa situación es muy representativa de la concepción contrarrevolucionaria, socialdemócrata de pasaje al socialismo, predominante en Lenin y los bolcheviques. Para ellos, entre el capitalismo y el socialismo no hay destrucción revolucionaria, supresión despótica de toda la antigua sociedad, liquidación violenta del salario, del valor de cambio, negación general de las relaciones de producción (de vida), revolución general en todos los criterios de la sociedad, tendientes incluso a sustituir todas las fuerzas productivas del capital por fuerzas productivas concebidas sobre la base de las necesidades de la humanidad..., sino simple y llanamente la puesta al servicio del pueblo, como Lenin subraya. Es decir, que el socialismo de Lenin y la socialdemocracia es el capitalismo (el polo positivo del capitalismo: el capitalismo desarrollado, industrializado, monopólico, concentrado, centralizado, estatizado) administrado por el pueblo, por un Estado democrático revolucionario. Es el extremo típico y reaccionario de la desviación politicista.

En 1921, en el texto Sobre el impuesto en especie, considerado fundamental, Lenin retoma exactamente palabra por palabra, citando varías páginas, (en particular las que comprenden las citaciones que hemos efectuado) de aquel texto de marzo de 1918, en el que se analizaba la sociedad rusa y la estrategia a adoptar (54). A pesar de que ya no existe el optimismo de 1918, Lenin ratifica integralmente el fondo del análisis: «Los raciocinios citados, que datan de 1918, contienen una serie de errores en cuanto a los plazos. Éstos resultaron ser más largos de lo que se suponía entonces. Ello no tiene nada de particular. Pero los elementos fundamentales de nuestra economía siguen siendo los mismos» (55).

El único gran cambio entre el análisis del Lenin de 1918 y el de 1921, es el que en este último Lenin considera ahora que el «capitalismo privado» (¡), considerado antes un enemigo del «capitalismo de Estado» y el «socialismo», ha pasado (en la absurda construcción de Lenin) hacia el buen lado de la barricada, al lado del socialismo. Es decir, que si bien el principal enemigo continúa siendo la «pequeña producción» y «la producción patriarcal», en el otro lado tenemos «el socialismo y el capitalismo de Estado a quienes se agrega el capitalismo privado» (56).

Dejemos hablar al propio Lenin: «Hay que desarrollar por todos los medios y a toda costa el intercambio, sin temor al capitalismo, puesto que lo hemos limitado a un marco bastante estrecho (por la expropiación de los terratenientes y de la burguesía en la economía, por el poder de los obreros y campesinos en política), bastante 'moderado'. Tal es la idea fundamental del impuesto en especie, tal es su significación económica. [...] Esto podrá parecer una paradoja ¿el capitalismo privado en el papel de coadyudador del socialismo? Pero no es ninguna paradoja, sino un hecho de carácter económico absolutamente incontrovertible. Tratándose de un país de pequeños campesinos, con medios de transporte particularmente arruinados, de un país que ha salido de la guerra y el bloqueo y que es dirigido políticamente por el proletariado, el cual tiene en sus manos el transporte y la gran industria, de estas premisas se deduce de modo absolutamente inevitable la importancia primordial que tiene en estos momentos el intercambio local, en primer término, y en segundo término también la posibilidad de que el capitalismo privado preste la ayuda al socialismo (sin hablar ya de capitalismo de Estado)». Lenin, Sobre el impuesto en especie.

Continuidad capitalista. Las confusiones de Lenin

Podemos afirmar categóricamente, entonces, que contrariamente a lo que se cree y nos hacen creer normalmente (no sólo los estalinistas, los trotskistas, los socialistas, sino en general toda la burguesía, incluida la de derecha, en el mundo entero), no hubo, en los años que siguieron a la revolución de 1917, una transformación socialista en Rusia; por el contrario, el sistema económico social que siguió existiendo fue el capitalismo. Si hay una diferencia entre las primeras tentativas y la NEP, no se trata en absoluto de diferentes formas o grados de socialismo, ni del pasaje de un comunismo a un comunismo que realiza algunas concesiones al capitalismo, sino por el contrarío, del pasaje de una tentativa (inicial, optimista, ilusoria) de controlar el capitalismo gracias al control de los aparatos estatales, a un reconocimiento explícito del papel de los bolcheviques al servicio del desarrollo del capitalismo, que será acompañado (lo veremos al final) de un reconocimiento implícito de que es el capital el que controla el Estado y no la inversa.

La misma adopción de la NEP contiene no sólo una apología del capitalismo («privado» y «de Estado»), sino ya el comienzo de una autocrítica (que luego será más clara) consistente en reconocer la incapacidad de los bolcheviques para planificar el capitalismo, y del Estado para superar la competencia, el comercio, el valor de cambio...

Pero para comprender la importancia crucial de la autocrítica de Lenin con todas sus implicaciones, es necesario releer esos textos desembarazados de las confusiones conceptuales introducidas por Lenin, propias a toda la visión socialdemócrata. Dado que no es posible argumentar aquí todos los puntos (57), nos con tentaremos con afirmar las tesis principales contra la visión de los bolcheviques, en general, y Lenin, en particular (58), en la materia:

1. La división que hace Lenin de la sociedad rusa en esas cinco «formaciones económico sociales», si bien describe una «realidad», se trata de una «realidad» secundaria que ignora lo esencial de la realidad social en transformación y que además confunde, adicionando categorías totalmente heterogéneas. Si dejamos por el momento de lado el elemento «socialista» (que al lado de los otros es o bien una categoría enteramente diferente y no adicionable, o bien una aberración total), podemos admitir que Lenin quiso describir los diferentes tipos de relaciones restringidas (contingentes, locales...) de cada agente de producción y de cambio. Él ve así «la economía patriarcal, la pequeña producción mercantil, el capitalismo privado, el capitalismo de Estado». Pero olvida que esta «realidad», estas formas inmediatas de producción y cambio, están subordinadas, incluidas (en una palabra subsumidas) en las relaciones generales de producción y reproducción de la sociedad en su conjunto (¡no sólo rusa, sino mundial!) y que esas relaciones son esencialmente relaciones de valor.

2. Estas relaciones de valorización dominan, integran, todas las formas particulares de producir y cambiar cosas. El capitalismo no es ni puede ser asimilado a otra forma de producir cosas (y cuando nos referimos a este aspecto inmediato del capital, no deberíamos nunca olvidar de indicar modo inmediato de producción de capital), sino que es el modo general de reproducción de la especie humana sometida a la dictadura del valor en proceso. En el capitalismo, todas las formas particulares de producir y cambiar son modos subsidiarios de producción y reproducción del capital.

3. El error teórico de Lenin es gigantesco, realiza una partición de la globalidad, sin comprender precisamente la globalidad como tal, las leyes de esa globalidad (del valor, de la acumulación... ). Ello conduce a una representación del concreto real integralmente caótica, en donde cada partícula aislada debiera obedecer a leyes propias. En el análisis de Lenin, las relaciones, las contradicciones son introducidas a posteriori, como relaciones entre aquellos cinco elementos. Parafraseando a Hegel, podríamos decir que Lenin hace como los anatomistas, trabaja con cadáveres (59). Lo monstruoso es pretende explicar el desarrollo de la vida fuera de la organicidad, a través de las leyes de los pedazos del cuerpo. Y si los anatomistas no pretendieron tan gigantesca absurdidad, Lenin sí intenta explicar la vida de la sociedad rusa a partir de los pedazos inanimados. Para Lenin hay los cinco elementos y luego sus contradicciones! (60).

4. Lenin ni siquiera le embocó en uno de los criterios de abstracción fundamentales para conocer la sociedad actual:

A. Totalidad. La totalidad es una realidad diferente de cada una de las partes, es necesario abstraer los elementos accesorios y concentrarse en la comprensión de la totalidad. No sólo no encontraremos las leyes de la totalidad en la adición de las partes, sino que las leyes de las partes las encontramos en la totalidad. Por ejemplo, sólo comprendiendo el capital global puede comprenderse que lo que Lenin llama «pequeña producción mercantil» (o «capitalismo de Estado» o «socialismo»...) es reproducción de capital.

B. Movimiento, negación, necrología. En el estudio principal de la totalidad debemos concentrarnos en lo que mueve la totalidad, en su transformación, o mejor dicho en la totalidad como movimiento, en la totalidad autonegándose. En el estudio de la sociedad del capital, la clave es el estudio de las contradicciones del capitalismo que conducen a su supresión violenta. Los economistas estudian la biología del capital, nosotros su necrología y, aunque resulte paradójico, sólo puede comprenderse el capitalismo (la biología, la anatomía del sistema) como sistema contradictorio que produce su negación violenta, su muerte (necrología). Lenin no comprendió ni la «N» acerca del socialismo, como negación brutal del capitalismo, sino que, como vimos, aquél se concibe como una cierta prolongación lógica de éste. No podía por lo tanto comprender la totalidad –el capitalismo mundial– como movimiento.

C. Contradicción. Toda totalidad es contradictoria, el movimiento es contradicción, la totalidad es siempre contradicción en movimiento de negación. Lenin no comprendió la totalidad, ni sus leyes, no comprendió las partes, no comprendió el movimiento de negación de esa totalidad, ni la contradicción como centro de la totalidad. Hizo todo lo contrario, sumó las partes a las que le atribuyó leyes y trató de definir las contradicciones a partir de las partes. Con ello, y con una visión de socialismo que lo identifica a capitalismo centralizado y administrado por los obreros, Lenin y los bolcheviques perdían totalmente de vista la contradicción capitalismo-comunismo, consideraban que el capitalismo estaba del mismo lado que el socialismo, y consideraban que el enemigo era el precapitalismo.

5. La «realidad» que Lenin describe es una realidad castrada y sin el devenir propio a la negación de la totalidad. Eso sucede siempre que se estudia el capitalismo liquidando su necrología, liquidando su negación violenta por el comunismo organizado en partido. Es el mismo tipo de «realidad» que quien describe las clases sociales no sobre la base de su devenir, su proyecto social, sino en base, por ejemplo, a su nivel de ingresos. Marx termina El capital sin haber terminado su ridiculización de este punto de vista. Decía: «[...] También los médicos y los funcionarios formarían dos clases, pues pertenecen a dos grupos sociales distintos [...]. Y lo mismo podríamos decir del infinito, desperdigamiento de intereses y posiciones en que la división del trabajo social separa tanto a los obreros como a los capitalistas y a los terratenientes, a estos últimos, por ejemplo, en propietarios de viñedos, propietarios de tierras de labor, propietarios de bosques, propietarios de minas, de pesquerías...».

Esa visión de la «realidad», de la cual Marx se reía, es la que adoptará Lenin para explicar la sociedad rusa. Es la misma «realidad» que describe la sociología académica con sus cinco a diez «clases sociales», con sus tres a seis «formaciones sociales» coexistiendo. En todos los casos, en esa «realidad» no existe nunca la negación revolucionaria, la destrucción del capitalismo.

6. Lenin hace una asociación (típica de toda la socialdemocracia internacional) entre el capital y su polo positivo: gran industria, desarrollo..., que no es otra cosa que la idea que el capital desarrolla de sí mismo. Es por ello que Lenin, en el máximo de la destrucción, considera que el capitalismo no existe más y que luego el «capitalismo renace», lo que permitirá a Bordiga extraer su famosa conclusión sobre la existencia de dos capitalismos en Rusia.

De la polémica de Lenin con Bujarin, Bordiga subraya la tesis siguiente: «Estamos asistiendo al renacimiento del capitalismo, a la evolución de su primera fase», y Bordiga sostiene: «Dialécticamente, la cantidad aparece como calidad: un capitalismo reducido a un kilogramo de acero por persona (61) lo que alcanza sólo para producir clavos, plumas y agujas por un año, no es más un capitalismo. No remonta, tal como parecería 'cuantitativamente', sino que renace a partir de un fondo social precapitalista. Por lo tanto, Rusia ha conocido dos capitalismos y no un capitalismo reemplazado por un socialismo» (62).

Nosotros estamos de acuerdo en subrayar la importancia de la transformación de la cantidad en calidad, para afirmar, por ejemplo, que una industria reducida a un kilo de acero por persona no es más una industria; que ella no remonta, como parecería cuantitativamente, sino que renace. Pero consideramos como total y decisivamente falsa la identificación de la industria con el capitalismo. El capitalismo no es sólo el aumento extraordinario y alocado de las fuerzas productivas, sino también y necesariamente su destrucción masiva periódica. Más aún, el capitalismo es esencialmente la unidad contradictoria, en proceso, de desarrollo y destrucción, valorización y desvalorización.

Rechazamos totalmente esa tesis de Bordiga de los dos capitalismos separados por una fase precapitalista. Lo que sucedió en realidad fue que el ciclo general del capital mundial, por sus propias contradicciones, produjo una destrucción y desvalorización brutal. Pero en Rusia, como en cualquier otra parte el capitalismo existente, es el mismo capitalismo de siempre.

7. La incomprensión de Lenin de la dinámica propia a la totalidad lo lleva a buscar las contradicciones principales en donde no pueden hallarse (63), a oponer elementos que tienen el mismo contenido esencial: «el capitalismo estatal» al «capitalismo privado»; el «capitalismo estatal y privado a las relaciones de producción pequeño burguesas».

8. El capitalismo es, desde que existe, una combinación de propiedades particulares y de Estado, pero su naturaleza esencial es la misma. Además, incluso el «capitalismo estatal» priva a los productores de sus medios de producción. Es por esa privación que existen proletarios que para procurarse medios de vida deben vender su fuerza de trabajo, es por ello que el asalariado es mantenido y que no tiene ningún sentido establecer una categoría aparte. Se trata de «simple» capitalismo. Y recíprocamente el capitalismo es siempre privado, sean las empresas y los medios de explotación de los particulares o el gobierno.

9. Las relaciones de producción que Lenin denomina «pequeño burguesas» (o «producción mercantil» y «economía patriarcal») son, bajo el capitalismo, producción general de mercancías, y están sometidas a sus mismas leyes. De ahí que sea tan absurda la pretensión de Lenin: «Implantando el capitalismo de Estado en forma de concesiones [al capital extranjero, NDR], el poder soviético refuerza la gran producción contra la pequeña, la producción avanzada contra la atrasada, la producción a base de maquinarias contra la producción manual, aumentando así la cantidad de productos de la gran industria reunidos en sus manos y reforzando las relaciones económicas regularizadas por el Estado, como contrapeso frente a las relaciones pequeño burguesas anárquicas».

Es decir, que preconizando el capitalismo (todavía con la pretensión de un capitalismo controlado por el Estado), Lenin pretende combatir la anarquía de las relaciones de producción, que es una característica inherente e inevitable de todo el capitalismo, «grande», «pequeño» y «mediano», «de Estado», «patriarcal»,«usurario», «industrial», «agrícola», «monopólico», «pequeño burgués»..., como Marx lo demostrara contra la «mano invisible» de Adam Smith.

10. Por último, debemos introducir ese a quinto elemento, «el socialismo» del cual hemos hecho abstracción hasta aquí. Lenin utiliza en general ese término (si tenemos en cuenta la totalidad de su obra) para recubrir en realidad «el poder socialista», el «gobierno socialista», el Estado de la «dictadura del proletariado», el «poder de los soviets».

Al lado de los otros cuatro elementos de las otras cuatro «formaciones económico sociales» de Lenin, es un elemento totalmente no adicionable, totalmente extraño aquí. Sería en esta acepción del término, el elemento político que intentaría controlar a los otros. De ahí la teoría de la electrificación, más el gobierno de los soviets.

Si la cuestión del elemento «socialista» hubiese quedado ahí, y a la luz de la evolución histórica de la sociedad rusa nos bastaría con poner en evidencia que ese elemento socialista, se quedó en un elemento de voluntad, que, a pesar de la voluntad y las declaraciones socialistas del gobierno, éste obedecía también a las necesidades del capital, como veremos en el próximo capítulo.

Pero al lado de esa acepción «política», Lenin utiliza el término «socialista» y «comunista» desde el punto de vista económico social, lo que llevará la confusión a niveles demenciales y permitirá a sus epígonos (Stalin, Trotsky, Bujarin, Zinoviev, Kamenev...) sostener que Lenin consideraba que el capitalismo había sido económicamente superado por la existencia de elementos poscapitalistas (para Stalin «socialismo en un solo país», para Trotsky «Estado obrero degenerado».

En la mayoría de los casos que Lenin utiliza el termino socialista, desde el punto de vista económico social, lo hace refiriéndose a la industria como base del socialismo. Si bien éste sirvió a las teorías de socialismo en un solo país en todas sus variantes, se podría decir (como hace Bordiga) que en este sentido es justo hablar de «socialismo», que en realidad es cierto que en Rusia existen las bases del socialismo. En efecto, las bases del socialismo y el capitalismo son exactamente la misma cosa. El capitalismo ha socializado la producción. Pero el estado de confusión en Lenin iba mucho más lejos, y es totalmente forzada la interpretación de Bordiga al considerar que Lenin nunca admitió la existencia de parcelas de socialismo en la sociedad rusa. Si fuese así, no habría clasificado la economía en cinco «diferentes formaciones económico sociales, desde la patriarcal hasta la formación socialista».

La confusión de Lenin existió siempre y se revela en el conjunto de su obra. La identificación económica entre capitalismo de Estado controlado por los obreros y socialismo-comunismo es general en la obra de Lenin. Por otra parte, a cada rato aparecen en la obra de Lenin los supuestos elementos económico socialistas existentes en Rusia, las «empresas socialistas», el «intercambio socialista», la «patria socialista»... Incluso la instauración del impuesto en especie, que restablece la libertad de comercio después del pago del impuesto, es considerada por Lenin como un «INTERCAMBIO SOCIALISTA».

«El impuesto en especie es una de las formas de transición del peculiar comunismo de guerra obligado por la extrema miseria, la ruina y la guerra, a un intercambio socialista justo [sic] de productos. Y este último es, a su vez, una de las formas de transición del socialismo [sic], con las particularidades originadas por el predominio de los pequeños campesinos entre la población, al comunismo [sic]». Lenin, Sobre el impuesto en especie.

¡Qué no nos vengan por lo tanto a decir que la existencia de las parcelas de socialismo en Rusia es una teoría de traición a Lenin desarrollada por Stalin, Trotsky y compañía, una vez muerto aquél!

Dictadura sobre el capital o dictadura del capital

Hemos visto que, a pesar de la insurrección proletaria de octubre de 1917, que forma parte de la más importante ola revolucionaría internacional que hemos conocido, no hubo una transformación anticapitalista (socialista, comunista) de la sociedad rusa. A pesar de la catástrofe de la guerra y la respuesta revolucionaria del proletariado, a pesar de la reproducción ampliada negativa por varios años sucesivos, el proletariado no se dotó de una dirección despótica que actuara contra la dictadura del capital, ninguna de las medidas adoptadas por los bolcheviques cuestionaban la continuidad del desarrollo del capitalismo en Rusia.

Desde el punto de vista clásico (Marx y Engels), la dictadura del proletariado comienza cuando la sociedad no se encuentra más conducida por las leyes del valor, de la valorización del capital, sino por el proletariado como clase dominante, es decir, cuando éste, en tanto que partido, es capaz de dirigir y planificar imperativamente la sociedad: el despotismo del valor de uso, de la producción para las necesidades humanas, contra la valorización, contra la «evolución normal del mercado», es el elemento decisivo (64). Toda otra acepción de la expresión «dictadura del proletariado» liquida su verdadero contenido social revolucionario, y reduce la dictadura a sus aspectos de forma de dominación (en la concepción dominante opuesta a la democracia), de violencia, de fuerza ejercida por un gobierno dado.

Una sociedad en donde los gobernantes y planificadores están obligados a seguir las leyes ciegas que ellos no controlan, en la cual se contentan con realizar estimaciones sobre el futuro, es una sociedad en la que gobernantes y planificadores, incluso si creen dirigir y resultan en realidad planificados por un sujeto extraño, en esa sociedad el Estado es necesariamente el Estado capitalista. Los gobernantes creen gobernar, dirigir, controlar, ser el sujeto de las decisiones, y en realidad son títeres de leyes inmanentes al capital que no hacen sino legitimar y administrar. Todos los bolcheviques reconocían al menos ese ABC en cuanto a la diferencia entre una economía mercantil y una economía dirigida por el proletariado, entre una economía en la cual el hombre es capaz de dirigir (administración de cosas) y una economía que dirige al hombre (incluso a gobernantes y planificadores). Stalin decía: «Admitamos que ellos [bajo el sistema capitalista] también tienen algo parecido a los planes. Pero estos planes son pronósticos, planes estimativos, coyunturales, que no comprometan a nadie, y con dichas bases es imposible dirigir la economía de un país. Las cosas son diferentes con nosotros. Nuestros planes no son pronósticos, planes estimativos, coyunturales, sino instrucciones con carácter compulsivo para la gestión, y determinan el curso futuro del desarrollo económico de todo nuestro país».

Para terminar, lo que nos parece fundamental es poner en evidencia es que el capitalismo no logró ser controlado, planificado y dirigido como pretendían los bolcheviques, que –a pesar de la voluntad socialista– el proletariado en ningún momento dirigió realmente la sociedad hacia su proyecto social, que en sentido estricto (si no queremos reducir la dictadura del proletariado a la simple aplicación de la fuerza por un gobierno de obreros) es totalmente incorrecto hablar de Estado proletario en Rusia o de dictadura proletaria. El capital siguió constituyendo la verdadera dirección de, la sociedad, ejerciendo la dictadura. El Estado capitalista (que no es otra cosa que el capital organizado en fuerza de manutención de la dominación) a pesar de que fuera desorganizado, golpeado, ocupado, no fue destruido (65).

Los bolcheviques pretendieron controlar el capitalismo sin destruirlo lo que es una utopía reaccionaría, el capitalismo, por sus propias determinaciones esenciales (carácter anárquico), es ingobernable. Los bolcheviques intentaron ese imposible, primero de una forma despótica, centralista, («comunismo de guerra»), y luego, frente al aislamiento de la revolución y el fracaso de una política anterior en forma más liberal, incluso todo aquello de destrucción del Estado había sido abandonado. Lenin, como vimos, había vuelto a la vieja afirmación socialdemócrata de tomar el poder del Estado, considerado como una máquina, un instrumento, un aparato, para ponerlo al servicio de la revolución. Es importante subrayar que es con ese mismo aparato, la misma máquina zarista, ocupada por los bolcheviques, que Lenin pretendía dirigir el capitalismo y planificarlo, que para ello no se proponía destruirlo, sino reconstituirlo: «Una es la tarea de rehacer nuestro aparato que ahora no sirve para nada en absoluto y que tomamos integralmente de la época anterior, no hemos conseguido rehacerlo seriamente y no podíamos conseguirlo». Lenin, Sobre la cooperación.

En el mismo texto, Lenin considera: «Empresa de tipo consecuentemente socialista [aquella en la que] tanto los medios de producción como el suelo pertenecen realmente al Estado», es decir, a ese mismo Estado que se había mantenido integralmente, y que para pasar al socialismo en Rusia era suficiente una revolución cultural basada en las cooperativas campesinas: «Si pudiéramos organizar en las cooperativas a toda la población, ya estaríamos con ambos pies en el suelo socialista [...]. Hoy nos es suficiente esta revolución cultural para llegar a convertirnos en un país completamente socialista [...]».

Con semejantes confusiones en la dirección del Partido Bolchevique, (parecería que estuviéramos leyendo a Proudhon o a Mao Tse Tung!) los resultados no podían ser otro que el ciego obedecimiento a las leyes del capitalismo. También aquí la gran diferencia entre Lenin y Stalin es que el primero reconocerá que ellos no dirigen sino que son dirigidos (sin comprender sin embargo que el verdadero sujeto histórico es EL CAPITAL) y el segundo, no.

Así, Lenin dirá ante la Internacional: «[...] Por culpa de nuestro aparato estatal. Hemos heredado el viejo aparato estatal y ésta ha sido nuestra desgracia. Es muy frecuente que este aparato trabaje contra nosotros» (66).

Y en el XI Congreso del PC (B): «El quid de la cuestión es que nosotros comprendamos que éste es el capitalismo que podemos y debemos admitir y debemos en cuadrar dentro de un marco [pretensión utópica, voluntarismo, NDR], que este capitalismo es necesario para la extensa masa campesina y para el capital privado [verdadero sujeto y beneficiario, NDR], el cual debe comerciar de manera que sea posible el curso corriente de la economía capitalista y el intercambio capitalista, ya que el pueblo necesita, sin esto no se puede vivir [sic]. Sed capaces vosotros, comunistas, vosotros obreros, vosotros, parte consciente del proletariado que os habéis encargado de dirigir el Estado, sed capaces de hacer que el Estado que tenéis en vuestras manos actúe a voluntad [sic], vuestra. Pues bien, ha pasado un año, el Estado se encuentra en nuestras manos, pero ¿ha actuado en la nueva política económica a nuestra voluntad? NO Y NI LO QUEREMOS RECONOCER ASÍ [parecería que Lenin hablase a sus epígonos, NDR]. ¿Y cómo ha actuado? Se escapa el automóvil de entre las manos, al parecer hay sentada en él una persona que lo guía [los bolcheviques y su burocracia, NDR], pero el automóvil no marcha hacia donde lo guían, sino donde lo conduce alguien [¡¡a Lenin no se le ocurre que el capital no es un simple modo inmediato de producir, sino un sujeto histórico!!], algo clandestino [¡, NDR] o algo que está fuera de la ley [en realidad es totalmente legal, NDR], o que dios [¡, NDR] sabe de dónde habrá salido, o tal vez unos especuladores, tal vez unos capitalistas privados o tal vez unos y otros [Lenin no comprendió que el capital puede prescindir del capitalista particular, especialmente teniendo tan buenos bolcheviques y sigue buscando individuos culpables, NDR], pero el automóvil no marcha como se lo imagina el que va sentado al volante [Lenin prevé el estalinismo integral, NDR], y muy a menudo marcha de manera completamente distinta [y su fracaso..., NDR]». Lenin, Informe político del Comité Central al IX Congreso del PC (B) en Rusia, Marzo de 1922.

- Los bolcheviques basaban su proyecto en una utopía: no se propusieron destruir el capital, sino controlarlo a través del Estado.

- El Estado que habían ocupado era el viejo Estado zarista, que no habían destruido y que tenían serias dificultades para reconstituir.

- Este Estado no responde a la voluntad de los bolcheviques. Lenin se sorprende, nosotros no. El Estado continúa siendo el capital concentrado.

- Es totalmente normal que el Estado siga inexorablemente las leyes del capital, y ello independientemente de la voluntad de quienes se encuentran en el gobierno o en un buró del plan.

- Como en cualquier otro país capitalista, a pesar del elemento de voluntad de los gobernantes, no es la dirección y la planificación quien decide la vida económica, sino la vida económica, la sociedad mercantil generalizada, quien dirige y decide la planificación.

- ¿Quién gobierna la economía? EL CAPITAL.

Citemos una vez más a Lenin: «¿Quién conduce a quién? Pongo muy en duda que se pueda decir que los comunistas conducen [...]. Para decir la verdad, no son ellos los que conducen, sino los conducidos».

Bolcheviques, revolución y contrarrevolución

Los bolcheviques no son ni los malos ni los buenos de la historia, tal como lo ven (suprahistóricamente) todos los historiadores y organizaciones políticas. Son en realidad el producto y el agente principal de la contradicción revolución-contrarrevolución. En la fase ascendente de la revolución, por ejemplo en Rusia durante el año 1917, es en esa estructura en donde se cristaliza la vanguardia revolucionaria del proletariado, o dicho de otra manera, son los bolcheviques quienes constituyen la dirección real del proletariado. En la fase descendente, es decisivo el papel de los bolcheviques de dirección del proletariado para hacerlo aceptar (en nombre de la revolución) el programa de reorganización del capital que en última instancia se impondrá. Pero incluso en los puntos máximos de la revolución y la contrarrevolución, los bolcheviques son una estructura contradictoria, indecisa. En octubre de 1917, los bolcheviques se encuentran a la cabeza gracias a la acción de una fracción totalmente minoritaria y en contra de toda la estructura de los viejos bolcheviques.

Durante la reorganización de la economía capitalista rusa contra los intereses inmediatos e históricos del proletariado es desde el interior de esa misma estructura de donde surgen las únicas tentativas serías de una alternativa revolucionaria.

A la vez, ambas posiciones contradictorias, no son el resultado del exclusivo cambio formal de la dirección o del programa de dicha organización. Si bien es cierto que todos sus dirigentes dan virajes de 180º, que realizan rupturas con la socialdemocracia y vuelven al programa de la misma..., la tesis de la degeneración del partido o la traición son totalmente insuficientes y pobres para explicar la riqueza de las contradicciones en juego. En efecto, ambas posiciones contradictorias existen siempre, y podemos encontrar en filigrama, en la acción anterior, las posiciones luego adoptadas. Sólo una estructura capaz de la escisión con los mencheviques, de una lucha intransigente contra la guerra (ejemplo a escala internacional) pudo depurarse y adaptarse a la nueva situación para encontrase a la cabeza del proletariado en lucha contra el gobierno provisorio y la guerra imperialista. Pero esa afirmación es inseparable de esta otra: la política contrarrevolucionaria, de defensa del capitalismo, llevada adelante por los bolcheviques, estaba implícita en toda su concepción de base, la de la socialdemocracia. Frente a todas las explicaciones dominantes que no van más allá de las fórmulas de la traición o el degeneramiento, y que, en última instancia conciben estructuras puras, exclusivamente del proletariado en pleno capitalismo, y luego se decepcionan ante la cruel realidad, nosotros concebimos los partidos formales como productos y agentes de las contradicciones fundamentales. Y ello aunque sea tan duro de hacer comprender en un mundo habituado a razonar entre buenos y malos.

Se ha insistido mucho acerca de la debilidad de la revolución internacional, de su derrota, para explicar la política de defensa del capitalismo de los bolcheviques. Si bien esto es absolutamente cierto, hay que completar esto diciendo que la defensa del capitalismo en Rusia llevó a los bolcheviques inevitablemente a contraponerse al comunismo como acción del proletariado en Rusia y en el mundo, lo que explica el desarrollo simbiótico, por un lado, de la economía rusa y de sus acuerdos comerciales y militares con otros capitales nacionales y, por el otro, el abandono progresivo de las posiciones comunistas en la Internacional, hasta su liquidación total. Incluso la debilidad de la revolución internacional se concreta en la debilidad de dirección, en la debilidad de los bolcheviques, en su no ruptura real con la ideología contrarrevolucionaria de la socialdemocracia y, por lo tanto, no puede ser considerado como una simple presuposición casual, objetiva.

Los bolcheviques en el gobierno pretendieron ser agentes del capitalismo y del socialismo, pero cuando lo que pretendían conciliar, haciéndolo marchar junto, se mostró como es en realidad, totalmente antagónico, actuaron como los mejores agentes del capital y la contrarrevolución internacional y nacional. En las grandes luchas del proletariado contra los bolcheviques, los distintos análisis existentes hoy comparan programas para ponerse detrás del gobierno o de los revoltosos. Para nosotros no cabe la más mínima duda de que los programas formales de los insurrectos de Cronstadt, Makhno, las huelgas de Petrogrado..., no eran revolucionarios. Pero aunque estemos en desacuerdo con las banderas del movimiento, nosotros apoyamos siempre la revuelta obrera contra el capital y su Estado. Y de esto precisamente se trataba. La política económica y social aplicada por los bolcheviques de defensa del capitalismo tenía necesariamente que entrar en contradicción con los intereses del proletariado. Los intereses del proletariado se contraponen siempre al capital. No se puede desarrollar el capital sin ser agente de la contrarrevolución. Los bolcheviques, en base a la misma concepción general, terminaron jugando el mismo papel que Noske, de perros sanguinarios contra el proletariado.

La vieja burguesía rusa comprendió este enorme servicio brindado por los bolcheviques y lo gritaba abiertamente. A favor de Lenin hay que decir que intuyó el peligro de que, a pesar de la voluntad,  podían estar jugando el papel de los mejores agentes de la contrarrevolución internacional. Por eso, cuando los antiguos ministros, demócratas, constitucionalistas e intervensionistas, con una visión acertadísima previeron el futuro, Lenin consideraba que se trataba de una verdad de clase: «[...] El número de Smiena Vej [y] dice sin ambages: 'Vuestras cosas en general no marchan como os lo imagináis, sino que, en realidad, rodáis hacia la vulgar charca burguesa y allí se agitarán los banderines comunistas con toda clase de palabrejas' [¡qué fantástica descripción anticipada de la época de Stalin, NDR]. [...] Conviene mucho fijarse en cosas como ésta que se escriben porque es efectivamente la verdad de clase, expresada de un modo brutal y abierto por el enemigo de clase. Estoy de acuerdo con el apoyo al poder soviético en Rusia (dice Ustrialov, a pesar de haber sido un demócrata constitucionalista, burgués y defensor de la intervención) [...] porque ha adoptado un camino por el cual rueda hacía un vulgar poder burgués [...]. Hay que decir con franqueza que cosas como aquellas de [las] que habla Ustrialov son posibles. La historia conoce conversiones de toda clase, en política no es cosa seria ni mucho menos, confiar en la convicción, en la lealtad u otras magníficas cualidades morales». Lenin, Informe político del Comité Central presentado al XI Congreso del PC (B) de Rusia.

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Notas

1.En realidad, si el productor no está privado de sus medios de vida (y de los de su producción) por la propiedad (particular o estatal), no venderá su fuerza de trabajo y por lo tanto el trabajo asalariado no puede existir; de ahí la unidad inseparable de la reivindicación revolucionaria: «eliminación de la propiedad privada» con respecto a la de «abolición del trabajo asalariado».

2. El revisionismo, en lo concerniente a la obra de Marx, ha liquidado en general la importancia decisiva que tiene el dinero, y lo ha considerado como era en su origen: un simple medio (de pago, de compra, de circulación). Ha perdido así la posibilidad de comprenderlo como fin, en su determinación de medio de acumulación englobando todas las otras, como relación social y comunidad, subsumiendo modos inmediatos diferentes de producción de cosas; en fin, como sujeto histórico transformándose en capital.

3. Una sociedad que requiere socializar sus productos revela que la producción no es concebida de forma directamente social, sino privada, y en términos estrictos debería afirmarse que una sociedad socialista no requiere de ninguna «socialización». Paralelamente, una sociedad en que no existe el trabajo privado, ni el individuo-ciudadano-atomizado no necesita ni puede conciliarse con ninguna mediación; ésta es otra vía para percibir lo absurdo de hablar de socialismo democrático o de democracia obrera.

4. Los Grundrisses, escritos en 1857, recién fueron publicados por el Instituto Marx-Engels-Lenin de Moscú, en 1939.

5.Dicha teoría, que se imagina el desarrollo del capital país por país, y según la cual cada país debe pasar por las etapas que los otros han pasado, era la teoría fundamental de todos los hijos teóricos de Plejanov. Plantear en el capitalismo, sistema que presupone el mercado mundial, la cuestión a nivel de desarrollo nacional es un sin sentido. Sólo quienes cuestionaron esa tesis y comprendieron el carácter mundial del capitalismo y el de sus contradicciones pudieron, contra la ortodoxia de la socialdemocracia, sostener la posibilidad de una revolución proletaria en Rusia.

6. Eso es precisamente el proletariado, y ¡no la adición sociológica de los obreros de fábrica! En general, por más decisivos que estos últimos puedan ser, siempre constituyen una minoría en la constitución del proletariado como clase.

7. Una variante de esta falsa explicación es la que se basa en la falta de desarrollo de los aspectos sociopolíticos del capital y principalmente de la «democracia». Además de la confusión entre la democracia y la forma parlamentaria-republicana de la dictadura del capital, esta explicación es típica de los epígonos de la socialdemocracia: «cuanto más democracia, más cerca del socialismo estamos». En todos nuestros trabajos denunciamos este punto de vista.

8. «El defecto fundamental de todo el materialismo anterior (incluido el de Feuerbach) es que sólo concibe las cosas, la realidad, la sensoriedad, bajo la forma de objeto o de contemplación, pero no como actividad sensorial humana, no como práctica, no de modo subjetivo. [...] La coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad humana sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria». Marx, Tesis sobre Feuerbach.

9. Este principio leninista continúa constituyendo hoy en día la quintaesencia de la doctrina general del Estado: «Al definir las tareas esenciales de edificación de la sociedad comunista, se dice en el programa del PCUS el partido se guía por la fórmula genial de Lenin: 'El comunismo es el poder de los soviets más la electrificación de todo el país'». Documentos del XXII Congreso del Partido Comunista de la URSS.

10. No debemos olvidar que el partido bolchevique nunca había sido claramente insurreccionalista y que, además, nunca había concebido una alternativa de poder exclusivamente proletaria antes de la existencia de la revolución en otros países. Hasta el mismo Lenin, en septiembre de 1917, estaba lleno de ilusiones acerca de una «salida pacífica», de conciliación con los partidos pseudoobreros, (mencheviques y socialrevolucionarios).Tampoco debemos olvidar que la insurrección se llevó adelante con una estructura relativamente nueva y con la oposición de la vieja estructura y de los viejos bolcheviques. Por último, no olvidemos que incluso luego de la insurrección triunfante, parte importante del partido y de la dirección no sólo seguía estando en contra de ella, sino que proponía volver para atrás y crear un gobierno de «todos los partidos obreros».

11. O mejor dicho el «pueblo». En efecto, los soviets sólo fueron organismos del proletariado en tanto que polos de vida, conspiración y lucha contra la burguesía. Esa realidad abarcó sólo a una minoría de sus componentes y durante un muy breve período, tanto antes como después de octubre, cuando actuaban como consejeros gubernamentales cuando buscaban las salidas a la crisis nacional, cuando se transformaron en órganos de gestión y encuadre de los trabajadores, del control del trabajo, constituyeron reales consejos populares estatales a través de los cuales el capital cohesionaba y llevaba adelante su política. De ahí que su desarrollo haya sido tan paralelo y simbiótico con el de los sindicatos, y que en muchos casos sus componentes y proyectos coincidían. En este sentido, los soviets se preparaban ya para desempeñar su papel posterior y constituían el antecedente de los CDR de Cuba o de cualquier otro sistema de movilización popular (las comunas en China, «Sinamos» en Perú...) por parte del Estado «socialista».

12. Es imbécil considerar a los soviets como revolucionarios y a los bolcheviques como manipuladores. En realidad, los bolcheviques aplicaron la política mayoritariamente deseada por los soviets, y si exceptuamos la limitada experiencia y tentativas de la izquierda comunista en Rusia (por otra parte fundamentalmente bolchevique), todas las propuestas «alternativas», conducían también al capitalismo.

13. A los ciudadanos de Rusia.

14. Ídem.

15. Eran las diez de la mañana del 25 de octubre de 1917. En realidad, la insurrección se había concretado el día y la noche anterior, pero sólo durante el principio de esa mañana Lenin tuvo la información suficiente para comprender que el poder había sido tomado por el Comité Revolucionario Militar del Soviet.

16. Lenin, A los obreros, a los soldados y a los campesinos, en el Segundo Congreso de los Soviets. Nosotros hemos agregado la numeración para el análisis que se encuentra a continuación.

17. Sobre este aspecto fundamental no insistiremos aquí, pues publicaremos en este mismo número un texto específico al respecto.

18. No hay cifras fiables acerca del porcentaje de tierras expropiadas ni de las que lo fueron antes o después del 25 de octubre de 1917. Lo que sabemos es que se trataba de más de la mitad, dado que sólo los «terratenientes» eran propietarios de más del 40%. De todas las capas burguesas, la menos atacada en esta primera fase fue la de los «campesinos ricos», los kulaks. Hasta la misma terminología «campesinos» los diferenciaba y protegía, con relación al resto de los capitalistas.

19. Plejanov, Nos controverses.

20. En Luttes de classes en URSS.

21. El artel, de un lado, en donde existen la gestión familiar y comunitaria, en donde cada familia es propietaria de un pedazo de tierra, de sus utensilios, de sus casas... y sólo se asocian para la producción en la tierra común; y el MIR, por el otro, en donde no existen los lotes individuales familiares, en donde todo es gestionado colectivamente (incluido «el capitalismo y las casas»). Bordiga ha insistido con esta diferencia pretendiendo establecer una continuidad histórica cierta según la cual el MIR habría dado nacimiento a las grandes granjas de Estado y los soljoses y los artels habrían originado los koljoses. Bordiga, Structure economique et sociale de la Russie d'ajourd'hui, páginas 55 a 57 y 74 a 183). Ello nos parece manifiestamente exagerado, pues la única «continuidad» que se puede establecer es esa oposición trabajo más colectivo o más familiar, y no una continuidad histórica real. Si es cierto que Stalin puede haber utilizado el cooperativismo, la ideología del artel, en su famosa colectivización en favor de los koljoses, pero del MIR no quedaba absolutamente nada cuando se desarrollan los soljoses, y por otra parte éstos obedecen a una tendencia general e internacional de la agricultura capitalista (el hecho de que la propiedad jurídica esté en manos del Estado no cambia nada) a la centralización y al pasaje de formas mas cubiertas de asalariado, hacia formas abiertas e industriales: verdaderas fábricas agrícolas.

22. Bettelheim, Les luttes de classes en URSS, 1917-1923, páginas 190 a 196.

23. La conciliación nunca es neutra, sino parte de la reorganización de la dominación capitalista.

24. Ver al respecto La revolución proletaria y el renegado Kautsky y el discurso de Lenin en la Primera conferencia de las secciones agrarias de los comités de campesinos pobres y de las comunas de Rusia.

25. En su concepción general, Lenin no había roto con el socialismo burgués, la única tentativa al respecto la encontramos en El Estado y la revolución, y siempre había considerado necesaria la «democratización del ejército». Así, en Una de las cuestiones fundamentales de la revolución había afirmado: «O bien el poder a los soviets y la democratización completa del ejército (!), o bien el Kornilovismo».

26. Lenin, Acerca del Estado, en julio de 1919.

27. Trotsky, Disciplina y orden, 1920.

28. En ese trabajo sobre la contrarrevolución en Rusia publicaremos próximamente textos acerca de esos movimientos.

29. Citado por Lenin en su informe al XI Congreso del PC (B) de Rusia.

30. Bettelheim Charles, Le luttes de classes en URSS, 1917-1923.

31. Del Proyecto de Reglamento de Control Obrero, de Lenin.

32. Bettelheim, op. cit., p.129.

33. La situación era tal, como consecuencia de la guerra imperialista, la lucha revolucionaría y la lucha entre fracciones capitalistas, que ni siquiera se había podido asegurar la reproducción simple y el producto nacional continuaba disminuyendo (reproducción ampliada negativa).

34. Lenin, en la declaración adoptada el 3 de enero de 1918 por el Comité Central Ejecutivo Pan Ruso.

35. Citado por Carr, en La revolución bolchevique.

36. Escrito entre el 11 y el 12 de diciembre de 1917.

37. Al lado de todas las garantías jurídico formales que Lenin busca de la nueva Constituyente (ejemplo de adhesión de ésta a ley del Comité Ejecutivo Central acerca de las nuevas elecciones), intenta establecer garantías políticas de sometimiento al nuevo régimen (la Asamblea debía reconocer sin reservas el poder de los soviets, la revolución soviética, su política relativa a la paz, a la tierra, al control obrero...). Lenin, como todo demócrata, se había dejado encandilar por el mito del sufragio universal y se encontraba traumado porque, en vez de ese pueblo imaginario, que todo demócrata se imagina, se había encontrado con el pueblo -real- dominado por la ideología de la contrarrevolución que elegía a sus verdugos de siempre. Ahora quería nuevas elecciones con garantías previas en cuanto a sus resultados. Marx se burlaba de esas violentas desilusiones en los republicanos burgueses: «El 4 de mayo se reunió la Asamblea Nacional, fruto de elecciones generales y directas. El sufragio universal no poseía la fuerza mágica que los republicanos de viejo cuño le asignaban. Ellos veían en toda Francia, o por lo menos en la mayoría de los franceses citoyens ['ciudadanos'] con los mismos intereses, el mismo discernimiento... Tal era su culto al pueblo. En vez de ese pueblo imaginario, las elecciones sacaron a la luz del día al pueblo real». Marx, La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850. Los subrayados son del autor.

38. En base a un decreto del 28 de junio de 1918 que se abre la fase de las nacionalizaciones (comenzando por las ramas industriales principales). Dicho proceso culmina a fines de 1920 (decreto del 23 de diciembre de 1920) con la extensión de las nacionalizaciones a toda la industria incluidas la mediana y pequeña industria.

39. La Vesenkha constituye el antecedente de la Comisión del Estado del Plan o GOSPLAN que funcionará sobre todo a partir de 1925.

40. «Todos los datos rusos, incluso los que aparecen en la Historia del PC (B) y del Manual de economía política, profundamente estalinistas, concuerda en afirmar que la producción industrial rusa alcanza su nivel mínimo en 1919 y que en ese entonces la producción es de 1/7 con respecto a la producción de preguerra. Eso confirma lo que hemos dado en el cuadro en lo que concierne a la caída de la producción entre 1913 y 1920, que es de casi 87% con respecto a su nivel inicial. No hemos encontrado ningún otro ejemplo histórico de caída de tal gravedad. La caída máxima provocada por una crisis económica de esta gravedad es la que conocieron los Estados Unidos, y fue de 46%, es decir, la mitad del desastre industrial ruso, un cuarto en referencia a su punto de llegada. Además, en Estados Unidos, dicha caída se produce a partir de un nivel de alto potencial industrial, mucho más elevado que el máximo ruso de preguerra. [...] Si consideramos las caídas máximas de la producción industrial ocasionada por la guerra constatamos que las cifras máximas corresponden dos veces a Alemania, (45 y 69%) y una vez a Japón (70%), [...] (lo que en el peor de los casos) deja en pie alrededor de un tercio (31 y 30%), es decir, al menos el potencial industrial que Rusia tenía antes de la caída». Bordiga, op. cit., páginas 38 y 39.

41. Cronstadt es la primera vez que la dirección del Partido Bolchevique ordena la masacre masiva de militantes revolucionarios, incluidos los antiguos compañeros de partido. En 1939, ese método se había utilizado tanto que casi no quedaban militantes revolucionarios que habían participado en la insurrección.

42. Hay que tener clarito que esa discusión acerca de la estatización, la socialización, la centralización, la planificación, no se desarrolló precisamente en el interior de un bureau (¡de la planificación!), entre un conjunto de científicos, sino muy al contrario en la calle, como una violenta y sangrienta lucha de clases y fracciones, y con las armas en la mano. ¡Y ello a pesar de todos los conceptos pacifistas vertidos por la socialdemocracia y contra la voluntad de los propios protagonistas!

43. En realidad no hay ningún término muy adecuado para designar esas fracciones. En general el término «oposición de izquierda» se le asocia exclusivamente a la oposición dirigida por Trotsky, Zinoviev. Es importante subrayar aquí, una vez más, que fue durante esos primeros años que se decide todo el futuro de la sociedad rusa y que oposiciones, como la oposición de izquierda, surgirán luego que sus principales representantes jugaron un papel decisivo en la afirmación de las características esenciales de la sociedad rusa actual.

44. Corría el mes de abril de 1918, en pleno comienzo optimista del «control obrero», y Lenin defendía la necesidad de la «administración científica» de Taylor, denunciada por el propio Lenin antes de asumir el poder como «la esclavitud del hombre ante la máquina», y el mantenimiento de los expertos, los científicos y los empresarios del régimen zarista bajo el «control obrero».

45. Kommunist, número 2, abril de 1918. Acerca de la construcción del socialismo.

46. Citado por Lenin, Sobre el infantilismo de izquierda. Puede constatarse hasta que punto la contrarrevolución ha escondido la obra de la izquierda comunista, por el hecho de que la mayoría de los textos de esos revolucionarlos son, aún hoy, inaccesibles. ¡Muchas veces conocemos sus posiciones –como aquí– sobre cuestiones fundamentales de la revolución internacional por citaciones efectuadas por sus adversarios!

47. En éste como en otros puntos, Stalin realizó integralmente lo que Trotsky (y/o Lenin) sostenía.

48. Las citaciones que reproducimos a continuación las hemos tomado de un texto de la CCI, La gauche communiste en Russie, números 8 y 9 de la Revue International (1977).

49. Este capítulo sólo puede ser comprendido a fondo sí se le considera en relación estrecha con nuestro texto anterior. En efecto, lo que le daba coherencia global a la política económica y social de los bolcheviques es su visión acerca del capitalismo y el socialismo, y ello es una aplicación concreta (una consecuencia necesaria) de la concepción socialdemócrata acerca de la transición socialista.

50. Texto de mayo de 1918.

51. De abril de 1921. La claridad de esos textos en las definiciones de Lenin y el bolchevismo, en cuanto a política interna, tienen una importancia sólo comparable a la que tiene. en la política a llevar en los partidos comunistas, el trillado artículo La enfermedad infantil del 'izquierdismo' en el comunismo.

52. Todo lo que ponemos a continuación entre comillas pertenece, hasta que señalemos expresamente otra fuente, al primero de los textos de Lenin mencionado.

53. Obsérvese bien hasta qué punto el autor de El Estado y la revolución ha renunciado hasta integralmente a su propia obra, y nos habla como un Kerensky o un Kautsky del Estado en general o del Estado como territorio.

54. Se podría pensar que para que los epígonos hablen de socialismo en Rusia o de Estado obrero, Lenin tendría que haber abandonado su visión. Pero Lenin morirá diciendo que existen esas cinco «formas económicas sociales en la economía» y que ni siquiera se ha llegado al capitalismo de Estado.

55. Sobre el impuesto en especie.

56. Ídem.

57. Desarrollar esa argumentación implica explicar globalmente el desarrollo del capital mundial, analizar profundamente las tesis y contratesis fundamentales de la economía política y de su crítica, tal como se discuten desde la época de Adam Smith. Eso no podemos hacerlo en unas pocas páginas y no tenemos más remedio que reenviar al lector, deseoso de ir al fondo de la cuestión («quien quiera remontar a sus luminosas cumbres tiene que estar dispuesto a escalar la montaña por senderos escabrosos», decía Marx) a una lectura de la obra de Marx en su totalidad, así como a la comprensión de la misma evidenciada por las izquierdas comunistas. Entre nuestros materiales se encuentran varios textos (algunos ya publicados en Comunismo) que se sitúan en esa misma línea de «contribuir a la crítica de la economía política» que ha venido realizando el Partido Comunista desde hace más de un siglo.

58. La importancia particular de estos textos de Lenin radica precisamente en constituir la única expresión teórica general de la estrategia global del gobierno bolchevique en toda su política económica-social.

59. En la Pequeña lógica, Hegel decía: «Así, por ejemplo, los miembros y los órganos de un cuerpo vivo no deben considerarse simplemente como partes de él, ya que sólo son lo que son dentro de su unidad y no se comportan, en modo alguno, de un modo indiferente ante ella. Sólo se convierte en partes del cuerpo en manos del anatomista, el cual ya no se ocupa, sin embargo, de cuerpos vivos, sino de cadáveres».

60. Es algo así como describir al hombre como la adición del aparato digestivo, la barba, los brazos, el desplazamiento en el espacio gracias a los pies, los instintos, el dolor de cabeza, las preocupaciones... (¡y la heterogeneidad de los elementos aquí adicionados no es más absurda que la que hace Lenin al adicionar los elementos de la «realidad» rusa!). Y luego completar el discurso, diciendo que tal elemento es bueno y tal otro malo, que es mejor desplazarse con los pies, que tener dolor de cabeza!!!

61. Recordemos que según cifras oficiales, Rusia producía antes de la guerra y la revolución 30 kg de acero por habitante (cifra de 1913) y en el punto más bajo un solo kilo por habitante. Para tener una idea de lo que eso significa, digamos que en 1981 se producían 544 kg por habitantes.

62. Bordiga Structure economique et sociale de la Rusie d'aujourd'hui.

63. Desde nuestro punto de vista no se trata de negar que existan contradicciones entre tal o cual forma particular de producción (por ejemplo, «economía patriarcal» y «pequeña producción mercantil» y entre cada una de ellas y el capitalismo privado...). Lo que se trata es de saber que las contradicciones a las que Lenin hace referencia con esa denominación confusa, no son más fuertes, ni más «contradictorias» que las propias relaciones de competencia entre cada capitalista, entre cada empresa «privada» o «estatal» o incluso que las relaciones de competencia que se libran los trabajadores entre ellos. Más aun el sistema capitalista en su totalidad está basado en el desarrollo y la producción de individuos contrapuestos, todas las relaciones son de competencia y todas son contradictorias.

64. En general, las otras definiciones de la transición al socialismo se cantonan a discutir sobre los aspectos distributivos (a cada cual según su trabajo o sus necesidades) que en realidad son una consecuencia del cambio revolucionario en el qué y el cómo producir, en el objeto, los medios y la forma de producción. El modo de distribución está unívocamente determinado por el modo de producción.

65. En realidad el Estado capitalista no puede destruirse en un solo país.

66. Lenin, Informe pronunciado ante el IV Congreso de la Internacional Comunista, 13 de noviembre de 1922.

67. Ídem.


CO15/16.3 Contra el mito de la transformación socialista. La politica económica y social de los bolcheviques y la continuidad capitalista.