Se trata de poner en evidencia, el conjunto de condiciones particulares, que en el Cono Sur explican, tanto la violencia de la lucha de clases, como las imponentes condiciones de derrota, que le fueron impuestas al proletariado.

El fin de la década del 60, marcó en el Cono Sur de América en particular y en el mundo entero en general, el renacimiento histórico del proletariado luego de muchas décadas de contrarrevolución. En aquella zona el proletariado fue un puntal indiscutido de dicha reemergencia, al volver a poner al orden del día particularmente en Argentina, Perú, Bolivia, Uruguay, y Chile, la cuestión de la dictadura del proletariado por la abolición del trabajo asalariado. No sólo fueron grandes luchas obreras, sino otra vez (y en esto se aproximó a la más alta ola revolucionaria del proletariado mundial, la liquidación efectiva de las fronteras nacionales para enfrentarse sin ningún tapujo: proletariado internacional contra burguesía internacional.

En el cuestionamiento generalizado del régimen de Onganía (y sus sucesores inmediatos), pautado por las insurrecciones en las provincias en donde explícitamente el proletariado luchaba por su propia dictadura: en el desafío violento a todo el orden "progresista" de Velasco que todas las fracciones del capital, nacional e internacional habían preparado cuidadosamente y llevado adelante como modelo ("peruanismo") para América Latina; en las luchas del proletariado agrícola e industrial nucleado por los mineros contra todas las formas gubernamentales de derecha y de izquierda que se sucedían en Bolivia; en las grandes huelgas, ocupaciones, manifestaciones violentas que habían quebrado todas los planes económicos del Pachequismo en el Uruguay, en la valiente lucha del proletariado en Chile; se habían dado pasos fundamentales en la conformación de un movimiento único al mismo tiempo que éste se afirmaba como totalmente incompatible con la sociedad burguesa. No había 35 alternativas sino, como sucede necesariamente (es decir inevitablemente) en esas fases históricas de convulsiones revolucionarias generalizadas, sólo 2: o la dictadura del proletariado o la destrucción política de esta clase social. Fue esta la alternativa que se impuso: en el 73-74 el proletariado fue barrido como clase de la escena histórica (1) por una década.

En otras partes del mundo, en USA, en África y Asia, en Europa del Este y del Oeste... se dio ciertamente una reemergencia del proletariado, pero esa alternativa histórica no se presentó como necesidad explosiva, violenta e impostergable, con la imperiosa necesidad de resolverse en forma inmediata. En aquellas zonas el proletariado, con altos y bajos, avances y retrocesos, siguió su lento proceso de reemergencia histórica, sin haber sufrido una derrota. tan sangrienta y tan profunda políticamente como en Uruguay, Argentina, Chile y en menor medida Perú, Bolivia...

En el Cono Sur de América Latina, la guerra de clases tuvo que resolverse abierta y rápidamente. Es de suma importancia desde el punto de vista revolucionario, el conocer las circunstancias en que dichas condiciones se concretizan. Debemos por lo tanto responder a la pregunta de ¿porqué no había una posibilidad de postergar el enfrentamiento? ¿porqué resultó en esa zona del mundo **no se entiende** las mismas contradicciones requieren en forma inmediata otro tipo de resultados? ¿Porqué una cierta solución "reformista" no logró integrar y conformar al proletariado postergando así la guerra abierta? ¿quién elige tales condiciones históricas, el proletariado o la burguesía?

Mucho se ha insistido en los círculos de la emigración latinoamericana, y es también el sentimiento general existente en el movimiento obrero de esa región, de que el enfrentamiento adquirió ese carácter por el alto nivel de conciencia de clase del proletariado de esa zona. Ese tipo de tesis, dejando de lado el carácter notoriamente chovinista de la misma, que en nada contribuye a superar el regionalismo, la falta de internacionalismo que sigue caracterizando al proletariado hoy (2), concentra un sin número de errores históricos y teóricos.

El desarrollo de la consciencia, como Marx lo puso en evidencia, está determinada por las condiciones materiales del proletariado y solo al llegar a un nivel de desarrollo de esa determinación por la constitución del proletariado en Partido, (lo que implica en especial la gestación de una dirección que huía y conduce toda su fuerza hacia sus objetives históricos), dicha consciencia es capaz de ser elemento decisivo de la voluntad de acción de millones de hombres, luchando por sus propios intereses. Nosotros afirmamos sin ninguna duda de que este salto de calidad, esta inversión de la praxis, por la cual la consciencia deja de ser un elemento dependiente y determinado por las condiciones materiales (y como tal simple subproducto de las determinaciones del capital: el ataque de la burguesía) y se constituye en programa que guía a toda una clase, no llegó a producirse, en esta época; en ninguna parte del mundo, ni en esa región en particular. 0 dicho de otra manera, la conciencia, la centralización, la reapropiación histórica del programa del proletariado, no llegó a ser nunca un elemento decisivo de guía, sino que continuó siendo un elemento totalmente derivado, secundario (3).

Es cierto que dicho proceso de conscientización, de cristalización de una vanguardia, de organización del proletariado en base a sus propios intereses históricos con una dirección adecuada para ello, es siempre un elemento relativo y sería demasiado fácil y simplista analizar toda la historia de la clase afirmando la ausencia de esos elementos en la forma más perfeccionada, absoluta. De esa manera se podría afirmar con razón que ni la Comuna, ni la revolución del 17 fueron más lejos, ello se debió a la falta de constitución del proletariado en partido, pero con eso no avanzaríamos demasiado en la caracterización de diversas fases revolucionarias, de sus diferencias, ni mucho menos estaríamos en condiciones de extraer lecciones para el futuro (lo que es indispensable como paso, en ese proceso necesario de inversión de la praxis).

Es en este sentido, que nuestra afirmación adquiere su importancia: en términos relativos al pasado de la clase, a las otras grandes experiencias históricas incluso con respecto al pasado del proletariado en esa misma región en los años 17 al 23, los elementos consciencia, organización, centralización, fueron los más débiles, en comparación al enfrentamiento de clase que se efectuó.

Más aún, nuestra tesis fundamental para caracterizar la lucha de clases en el período, sería precisamente lo contrario, que el conjunto de condiciones materiales obligaron al proletariado en la zona al desarrollo de una lucha autónoma a un nivel elevadísimo, contra todo el capital internacional y su Estado que no fue capaz de asumir a nivel de su conciencia, de sus banderas, de la constitución de su propia dirección, etc. Ello desde el punto de vista de la mundialidad del proletariado puede expresarse diciendo que una de sus fracciones (la de la región del Cono Sur de América) fue obligada a llegar a niveles de enfrentamiento, clase contra clase, que corresponden a una situación de ola revolucionaria internacional, mucho antes (4) que ésta fuese una realidad en todo el sentido de la palabra y en especial mucho antes de que el proletariado internacional haya reconstituido el mínimo de su propia experiencia, de su propio programa, mucho antes de que la ruptura de la contrarrevolución ideológica fuese más o menos palpable, mucho antes por ejemplo de que la masa de proletarios en el mundo entero dejase de identificar en su cabeza “comunismo” con la estatización de los medios de producción, o con un régimen en lo que predomina es el trabajo (!) (5), o con tal o tal organización del capital (Cuba, China, Rusia…)

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En lo que sigue proporcionaremos los elementos explicativos de estas afirmaciones que son clave en la comprensión de esa ola revolucionaria, de sus límites, en su trágico aislamiento histórico, así como en la debilidad programática y en última instancia en la comprensión de la inevitabilidad de la derrota del proletariado en el Cono Sur en la primera mitad de la década del 70, es decir en las condiciones que originaron ese importante período 74-83 del cual estamos saliendo apenas. Al mismo tiempo esas mismas condiciones generales marcan todos los enfrentamientos de clase (y por lo tanto sus límites) que desde esa fecha se han venido produciendo en otras regiones del mundo: Irán, América Central, Polonia… y se constituyen en característica general del período.

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Las contradicciones del capitalismo, de la acumulación del capital, de la anarquía de la producción, de la explotación, de la opresión, del desarrollo creciente y simultaneo de la riqueza y la miseria… son siempre las mismas y su explotación sistemática más acabada sigue siendo la efectuada por Marx en toda su obra. Sin embargo, la crisis del capital, los límites a la valorización del capital, va imponiendo y desarrollando en forma cada vez más violenta (6), como hemos ido expresando en los diferentes textos acerca de la situación internacional (7), no se concreta simultáneamente y con la misma intensidad en todas partes a la vez, sino que por el contrario se concreta necesariamente por olas sucesivas. Si bien, por ejemplo, todos los países sienten el ciclo corto del capital que como Marx lo expresara corresponde a la duración medial mundial del capital fijo (duración a la vez variable entre 6 y 13 años pero con tendencia a acortarse con el desarrollo de la crisis), y podemos constatar en forma aproximada fechas claves de depresión con bastante generalidad (1957, 1965, 1974, 1988¿?), no puede caber duda que en ese proceso progresivo del fin del período dorado del capitalismo que sucede a toda gran guerra, con las características depresiones cada vez más violentas que pautan todo fin de una larga fase expansiva (8) se presenta con enormes diferencias regionales.

Así por ejemplo mientras las depresiones de mediados de la década del 50 y del 60 marcaban en algunas regiones, un pequeño decaimiento del ritmo de crecimiento que permitían inmediatamente ritmos aún más elevados de acumulación y en este sentido la crisis depresiva cumplía los efectos benéficos de purga del capital (eliminación de los sectores incapaces de responder a la desvalorización de sus propios productos y de sus medios de producción) en otros, resultaba catastrófica y en algunas partes implicaron el fin del proceso sostenido de reproducción ampliada del capital. Es evidente que esas diferencias implican diferencias fundamentales en las condiciones de la lucha de clases.

En efecto, el fin efectivo de la reproducción ampliada en forma sostenida del capital en el Cono Sur de América, se verifica en esos años, mientras que en otras partes como por ejemplo en Japón, en el Medio Oriente, en USA, en África… encontramos recién condiciones similares a partir de 1974 o en 1981 según el caso; sin que tal vez hasta el próximo ciclo depresivo, que podemos situar entre 1986 y 1988 (si la crisis financiera no precipita anticipada y violentamente dicha depresión) se llegue a extremos tan críticos como las del Como Sur en donde la reproducción simple es la característica general de décadas enteras (¡en algunos casos como el Uruguay o Chile casi 20 años) (9). El explicar en detalle a su vez las causas de estos despegues, de estas descoincidencias geográficas nos llevaría demasiado lejos y escapa a nuestras posibilidades aquí. Digamos sin embargo que esas causas son siempre históricas y que están ligadas fundamentalmente a dos elementos: a) el carácter moderno o vetusto del aparato industrial que determina su capacidad de competir internacionalmente, carácter determinado a su vez por: la existencia o no de su destrucción anterior (guerra), por el carácter de región determinante o derivada en la dinámica internacional de fuerzas productivas, etc. y b) la capacidad, la fuerza relativa de la burguesía con intereses inseparables de ese espacio productivo. Ambos elementos están indisociablemente ligados, particularmente por el hecho de que la burguesía más fuerte será precisamente la que se muestra más capaz de apropiarse internacionalmente de plusvalía extraordinaria, es decir aquella que detenta la propiedad donde se determinan las sucesivas revoluciones en las fuerzas productivas que imponen al mismo tiempo a las otras burguesías la desvalorización de sus medios de producción. Esto es lo que corrientemente se llama capacidad para hacer pagar la crisis a otros. Lo importante en una explicación marxista, es saber que la fuerza política militar siempre es una consecuencia de la capacidad de un capital particular de desvalorizar el capital de todos sus concurrentes.

En esa parte de América Latina se trataba de una de las industrias más viejas del mundo, en oposición por ejemplo al aparato industrial del Japón, de Rusia, de Europa del Este y del Oeste… en donde la guerra había liquidado la mayor parte del aparato industrial anterior; pero también lo era en relación a países africanos del medio oriente, a Canadá, a Australia, a Nueva Zelanda… cuya industria era relativamente reciente. En cuanto a Estados Unidos que no había sufrido los efectos de la guerra y cuya industria presentaba todavía algunos viejos exponentes, el elemento determinante es el de constituir hasta tal punto el centro más dinámico del desarrollo de las fuerzas productivas y de producción-apropiación de plusvalía extraordinaria, que el Estado pudo tomar a cargo parte de aquellos elementos y prolongar su existencia sin que hasta hoy su fuerza de competencia se resintiera fundamentalmente (10).

Es decir que el elemento primero, determinante, de todo el conjunto de la cadena que se desarrollaría, es que en el Cono Sur de América, contrariamente a otras regiones, por la vetustez del aparato productivo, “las crisis de los años 50 y 60, lejos de ser crisis intermedias en un proceso de acumulación, constituían el fin efectivo de un proceso de acumulación. Estadísticamente ello es fácilmente constatable: los ritmos más elevados de reproducción ampliada en el mundo se sitúan entre fines de los años 50 y 1973, mientras que en el Cono Sur dichos ritmos se logran durante la “segunda” guerra e inmediatamente después.

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Ante la crisis general de la acumulación capitalista, el capital intenta preservarse y reconstituirse para lo cual --sea cual sea la fracción del capital que gobierne-- se ataca el nivel de vida y de trabajo de la clase obrera, intentándose así reconstruir la tasa de ganancia en base al aumento de la tasa de explotación. Por tratarse de una situación de estancamiento, los aumentos de la tasa de explotación derivados de un aumento del desarrollo de las fuerzas productivas imposibles y se recurre necesariamente a un aumento de la plusvalía absoluta, concretados en general en una disminución directa de todos los salarios reales (11). Por lo tanto el punto de partida de las especificidades de esa región del mundo viene del capital, y de la consecuente actuación de la burguesía y de todos sus aparatos y no como se cree a menudo del proletariado. La burguesía, estaba obligada para seguir siendo lo que es, a disminuir el salario real, en un período que en el mundo entero la burguesía puede desarrollarse permitiendo buenos e importantes aumentos del salario real (12).

Pero dicha política económica, que en un principio existió en forma descentralizada (medidas patronales draconianas, sobre todo en sectores no competitivos internacionalmente), en base al alto nivel de consciencia de clase internacional de la burguesía (¡tantas veces subestimado por los proletarios!) fue teorizado como la única política económica viable en todos esos países y en las instancias internacionales correspondientes, hasta que la totalidad de los gobiernos de la región pasaron a aplicarla central y rígidamente. Fue la quintaesencia de la política económica de la última mitad de los años 60. Al respecto no debe ser subestimada la coordinación entre gobiernos, la racionalidad de fondo y general a pesar de los diferentes ensayos particulares en las congelaciones de salarios, ni el conjunto de aparatos de unificación y centralización, teórico práctico de dicha política, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, en Banco Interamericano de Desarrollo, las Naciones Unidas, la CEPAL, la ALALC, etc.

A partir de esa fecha, la centralización del ataque contra las condiciones de vida del proletariado será total, no sólo a nivel de cada país, sino que existió una centralización de la burguesía de todos los países de la región potenciado por sus fracciones más poderosas (capital bancario junto con los sectores competitivos de la industria que llevó una estrechísima colaboración de todas las fuerzas estatales: Fuerzas Armadas, Policías, Partidos Políticos, Centrales Sindicales, etc. así como al apoyo más o menos abierto de otros Estados de afuera de la región (USA, Estados europeos, Israel, y en muchos casos incluso la URSS).

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Luego de años de crecimiento paulatino de la lucha de clases, se llega a esta situación de ruptura, de ataque centralizado internacionalmente por la burguesía, frente a un proletariado que como en el mundo entero, recién comenzaba a salir, y a duras penas de la más larga y profunda contrarrevolución de toda su historia.

En esa fecha, el proletariado estaba muy lejos de su larga trayectoria clasista que culmina con las batallas fundamentales de los primeros 25 años del siglo. Eran excepcionalmente pocas y frágiles las orientaciones clasistas. En su gran mayoría el proletariado, estaba enchaquetado por los grandes partidos y centrales sindicales del capital. Y sobre todo, no había habido ninguna organización internacional que hubiese asegurado la memoria colectiva de la clase.

En esas condiciones el proletariado fue empujado, fue forzado, mucho antes de que su lenta recuperación se lo permitiese, a entrar en la batalla general, ya no contra algunos patrones particulares, sino contra la fuerza internacional centralizada del capital, ya no sólo por una u otra aumentación de salarios, sino por la defensa de las condiciones de vida y de existencia, que lo conducían a no poder obtener ninguna satisfacción parcial (el capital internacional y centralizado, a través de la “obligación FMI” o/y las congelaciones de salarios prohibían incluso a los patrones particulares que quisieran otorgar aumentaciones de salarios) y por lo tanto a enfrentarse directamente con el Estado, con todas las organizaciones estatales del capital internacional.

Por esa misma razón, el ataque al Estado, la lucha por la destrucción del Estado, la revolución social, dejaron de ser temas de discusión exclusivas de círculos de revolucionarios y de teóricos de café y ganaron las grandes masas de hombres y mujeres.

Por todas partes las respuestas del proletariado desbordaban imparablemente el cuadro de la vieja izquierda burguesa en búsqueda de sus propias vías. A la violencia del régimen, no se le podría responder de otra manera que por la violencia. Todas las viejas tácticas sindicalistas y reformistas fueron enjuiciadas y denunciadas. Una vanguardia del proletariado cada vez más grande se pronunciaba por la violencia, la lucha armada, y actuaba como creía que era más consecuente con ello.

Decenas de miles de hombres y mujeres en todos esos países emprendieron la lucha armada. Si alguien se atreviese hoy a decir que lo que faltó fue coraje, valentía para jugarse la vida, quiere decir que no entendió nada. De todo eso sobró, pero eso no fue, ni puede ser suficiente.

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La ruptura contrarrevolucionaria de muchas décadas había sido decisiva y sería otra vez más catastrófica ante la ausencia de memoria colectiva de la clase. El proletariado fue empujado a jugarse todo, hasta su propio cuero, cuando aún no había reconstituido las bases orgánicas y teóricas de su proyecto histórico.

Hubo decenas y hasta centenas de grupos, organizaciones y “proyectos” que intentaron imponer sus intereses con las armas. Hubo derroche de valentía, de decisión. de sacrificio. Hubo conciencia y acción internacional e internacionalista. Pero la ruptura programática con la contrarrevolución, que en cierta forma se asumía en la calle, no logró formularse explícita y programáticamente ni constituirse en organización propia, en Partido Comunista Internacionalista.

Esa enorme voluntad, y potencialidad de las decenas de miles de proletarios que emprendieron el camino de la violencia contra el Estado fue neutralizada, encuadrada, dispersada, liquidada, por un conjunto más o menos variado de organizaciones guerrilleras, con un proyecto político no revolucionario. En muchos casos el proyecto político no existía, era la unidad de proletarios en lucha y luego en lucha armada contra el Estado, en otros se trataba de un proyecto político directamente populista, es decir burgués. Sin embargo esta diferencia a largo plazo fue desapareciendo, pues una organización, armada o no, sin proyecto proletario internacionalista propio, sea cual sea su composición, va siendo absorbida, carcomida por el capital, hasta que degenera completamente y desaparece para el proletariado. Este proceso es sumamente facilitado por las condiciones mismas de la clandestinidad, que dificulta enormemente la discusión abierta, el intercambio de materiales, de informaciones, de posiciones y que constituye el instrumento fundamental de la reorganización del proletariado en Partido.

Esa falta de proyecto propio del proletariado, de bases orgánicas, teóricas, programáticas, explicable por la larga contrarrevolución preexistente iba acompañado inevitablemente de la búsqueda de soluciones regionales, puntuales, nacionales o continentales. En esta situación diferentes modelos de “revoluciones”, en realidad diferentes modelos de reorganización del capital nacional, como el caso de Cuba (y muy secundariamente de otros lados como China) constituían mal o bien un anzuelo en donde se fueron a ensartar incluso los grupos que se constituyeron originariamente en base a los intereses del proletariado. El hecho de que en muchos casos no se terminase en el clásico programa burgués e “socialismo en un solo país” o/y de “liberación nacional y social” y se prefiriera el “socialismo latinoamericano”, o el “socialismo de la patria grande” no cambia en absoluto las cosas: de todas formas no se trascendía el estrecho horizonte del reformismo burgués. Y armado o no el populismo como proyecto, seguía siendo populista.

El proletariado no logró desenterrar sus propios héroes, su propia línea, sus propias raíces históricas y se impusieron así un conjunto de teorías “nuevas” (en realidad viejas teorías populistas recauchutadas) de líderes, de proyectos que nada tenían de verdaderamente revolucionarios: el foquismo, Castro o Debray (o para los algo menos conformistas Ernesto Guevara), el “socialismo del hombre nuevo”, etc. En ninguno de los casos se llegaba a atacar los puntos neurálgicos del capital. El hombre nuevo, de Guevara, incluso del Guevara más radical que criticaba el carácter capitalista de la sociedad rusa, era el guerrillero vietnamita o el miserable trabajador asalariado cubano y no el hombre de la sociedad comunista internacional que solo puede nacer en donde el asalariado no exista más.

Esa contradicción enorme entre el proletariado que había emprendido la lucha armada y ese conjunto de viejos proyectos que se imponían como organizaciones o al interior de esas organizaciones, no se desarrolló sin lucha. Al contrario, el conjunto de fracciones, reconstituciones, luchas internas, enfrentamientos, persecuciones, en el seno de esas organizaciones armadas y por parte de ellas con respecto a pequeños grupos de proletarios que las criticaban, atestiguan la importancia político-prácticas de las mismas.

Pero si hoy tuviésemos que contestar en donde comenzó a concretarse la derrota del proletariado, diríamos que en estas luchas donde, por todas las razones expuestas se fue imponiendo el guerrillerismo populista (el “foquismo” tan a menudo criticado es solo una de sus variantes metodológicas más teorizadas). Por ello si la diferencia de origen proletario, se impone, al final de su ciclo histórico la totalidad de las grandes organizaciones armadas de esos países, terminaron siendo exactamente la misma cosa: organizaciones del reformismo armado.

Esto constituyó una auténtica tragedia para ese proletariado que se había lanzado con todo a la lucha contra el capital unificado centralmente, pues en todos los casos dichas organizaciones llevaban a callejones sin salida, o peor aún a proyectos de reorganización capitalista, que el capital no podía considerar, y que eran incoherentes con toda la política económica emprendida.

Detrás de esos proyectos sin salida, detrás de otras fracciones de la burguesía que momentáneamente no eran opción para el capital, el proletariado solo podía ir a una parte, a su sangrienta derrota. En efecto, aunque el proletariado no tuviese un proyecto revolucionario comunista, el capital centralizado debía barrer todo en su única política económica, sobre todo si se trataba de decenas de miles de proletarios armados.

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Mientras que en otras partes del mundo la guerra abierta entre las clases podía postergar, en base a políticas económicas reformistas del capital y el proletariado podía continuar su lenta y bastante tranquila reemergencia en el Cono Sur la guerra y su resultado se hicieron impostergables. Fueron las condiciones particulares del Cono Sur, que hemos descrito en esta primera parte, las que explican ese desenlace y en última instancia el porqué las mismas contradicciones mundiales de clase requieren resultados inmediatos muy diversos como consecuencia de los despegues en los ciclos críticos del capital.

Hemos también respondido de hecho a la última de las preguntas que formulamos al principio, esas condiciones históricas no las eligió el proletariado, sino que como vimos fue forzado a entrar en el campo de batalla, desarmado programáticamente y antes que su propio desarrollo histórico le permitiese reconstituir su memoria colectiva, su programa, su dirección.

Sin embargo sería falso concluir diciendo que dado que no fue el proletariado, fue la burguesía la que eligió esas condiciones históricas así como el resultado. Eso sería atribuirle a la burguesía una capacidad suprahistórica e implica también un desconocimiento general de la dialéctica.

En efecto, no dudamos que una situación como la del Cono Sur en la que en base al TERROR GENERALIZADO DEL ESTADO, el proletariado deja de existir y las fracciones más fuertes de la burguesía imponen toda su política económica sin que ninguna protesta proletaria venga a contestar dicha línea (dejemos de lado aquí el sacrificio de una parte de la burguesía así como sus formas de protesta), es un sueño acariciado por fracciones del capital mundial en todos los países. Pero de ahí a concluir que la burguesía del Cono Sur, le está mostrando el buen camino a la burguesía mundial o que el resto de la burguesía hubiera tenido interés en hacer exactamente lo mismo, hay un abismo.

En realidad, la burguesía del Cono Sur aplicó esa política porque no tenía más remedio, no había ninguna otra política que la confirmaba como clase en la gestión del capital. En realidad la burguesía, los propietarios de los medios de producción, o/y miembros de los aparatos centrales del Estado, no son más que simples títeres (ejecutores ciegos) de las necesidades (acumulación) del capital. En esta medida, los componentes de esa clase son tan poco responsables de lo que hacen, como los propios obreros (13) y en general podríamos afirmar que burguesía y proletariado se encontraron forzados a librar batalla por un conjunto de condiciones históricas que los superan o determinan.

En particular cuando la burguesía del Cono Sur, en coalición con aparatos centrales del capital mundial, fue reconociendo paulatinamente la necesidad de la guerra abierta con el proletariado, lo hacen sin conocer el desarrollo ni los resultados de esa guerra abierta. Es decir aplican un conjunto de medidas, pero no conocen aún toda la respuesta del proletariado y cuando ésta se desarrolla y llega a sus máximas expresiones de lucha, como por ejemplo en el Cordobazo… la burguesía entera retrocede aterrorizada (14), en realidad sin saber hasta donde llegará el proletariado. Por lo tanto cuando la burguesía declara la guerra y se la impone al proletariado, no controlaba aún todas las variables y por ello es totalmente lógico que también la burguesía haya hecho todo lo posible antes (políticas económicas intentadas antes del 67) para evitar esta guerra. Es decir que podemos decir que la situación que se le impuso a la burguesía en el Cono Sur de tener que empujar el proletariado a la guerra, son las menos deseables de todas para esa clase; que siempre que puede tratar de evitar condiciones similares, que solo cuando no hay ninguna otra posibilidad de dar algunas migajas, una situación de guerra social abierta como la del Cono Sur resulta inevitable.

Además, si esas mismas condiciones se le hubiesen impuesto a la burguesía del mundo entero, es decir si en el mundo entero las condiciones del Cono Sur se hubiesen dado hay muchas razones pensar que la correlación de fuerzas hubiese sido diferente.

En particular uno de los grandes problemas que encontró el proletariado del Cono Sur en las grandes batallas clasistas es la relativamente poca comprensión y solidaridad de otros sectores del proletariado mundial paralelamente al apoyo general y mundial con el que contaron las burguesías y los aparatos represivos en el Cono Sur.

Las razones de fondo son las diferencias en el desarrollo de las contradicciones del capital que hemos visto como las circunstancias particulares del Cono Sur, que se tradujo en un desarrollo muy desparejo de la lucha de clases internacional. Las formas de manifestarse fueron las ideologías que falsificaban y distorsionaban las luchas del Cono Sur en función de los gustos del consumidor de información, particularmente dominado por la ideología socialdemócrata de la conciliación de clases, que permitía principalmente en Europa (centro de fabricación, reinterpretación y redistribución internacional de la ideología) traducir las luchas internacionales del proletariado contra el capital en un lenguaje apto para un proletariado adormecido: luchas nacionales por la liberación nacional.

Por otra parte el conjunto de los mitos, que se dividen al proletariado mundial (en particular la existencia de “tres mundos” uno capitalista, otro socialista, y otros subdesarrollado, en donde el proletariado tendría tareas diferentes!). Sólo pueden mantenerse si los ataques de la burguesía no son simultáneos, si además son diferentes en su forma, en sus discursos… si la burguesía logra llevar al proletariado a batallas y derrotas paquete por paquete. En efecto, si el mismo discurso resuena en el Cono Sur, desde el Kremlin, o el Pentágono, en África y en Europa… y en última instancia las congelaciones de salario, el aumento de la miseria, y el terrorismo abierto de Estado que inevitablemente lo acompaña, se hacen una necesidad mundial e imperiosa en cada uno de los países, es mucho más difícil mantener todas esas divisiones en la que la burguesía continúa asentando la división de su enemigo y en última instancia toda su dominación. Por ello la burguesía mundial hará posible para no llegar a ese tipo de límites y guerra abierta generalizada, por ello siempre que sea posible se darán migajas en un lado esperando que una derrota en otro vaya estirando los límites históricos de este modo de producción, por ello se intentará no forzar al proletariado de una región a entrar en lucha hasta que el de otra haya sido barrido de la escena histórica. ¿Pero eso es posible eternamente? ¿Pueden aun los matices en política económica regional, posibilitados por diferentes manifestaciones geográficas de crisis histórica del capital, aparecer como realidades diferentes empujando al proletariado a entrar en batallas regionales sin la conciencia de la mundialidad de su acción y sus objetivos? ¿Puede la derrota en el Cono Sur ser tan decisiva, para que el proletariado de la región asista impasible a derrotas similares en otras partes del mundo? ¿Podrá la burguesía del mundo utilizar las mismas armas que le llevaron al triunfo en el Cono Sur para triunfar en todas partes e imponer condiciones como las de la segunda guerra mundial (momento más profundo de la contrarrevolución mundial)?.

Nosotros respondemos negativamente a dichas preguntas. A las primeras en forma determinista y unívocamente: el capital mundial está obligado a unificar totalmente su política, a poner al descubierto con su propia realidad universal, la política única del capital en crisis y simultáneamente la identidad del objetivo y las luchas del proletariado mundial. A las segundas respondemos también negativamente, pero no en forma determinista y unívoca, sino en forma de contradicción y de acción dialéctica: podremos impedir esto si somos capaces de construirnos en fuerza internacional de clase, si aseguramos la solidaridad internacional del proletariado en las luchas que se avecinan, si reconstituimos la memoria y el programa histórico de nuestra clase, si completamos el balance iniciado (especialmente por la izquierda comunista italiana) de las grandes experiencias históricas… en fin si logramos reorganizarnos en PARTIDO COMUNISTA MUNDIAL.

Pero con todo esto entramos de lleno en el análisis de la derrota y las perspectivas; es decir de la segunda parte de este trabajo.


CO13.2.1 Cono sur de América: Elementos de balance y perspectiva :

Primera Parte :

Revolución y Contrarrevolución, su necesidad Histórica, las condiciones particulares del Cono Sur.