Como si fuese un absceso crónico, las luchas obreras en Bolivia reemergen e infectan sin cesar el moribundo Estado boliviano. Una vez más, los mineros bolivianos se afirman como uno de los bastiones del movimiento obrero internacional. A través de la continuidad y la radicalidad de sus luchas fustigan el relativo quietismo del movimiento obrero mundial y lo impulsan para que retome sus luchas contra el enemigo común: el capitalismo.

Hace más de un año que las luchas proletarias estremecen el Estado boliviano, acelerando la bancarrota que caracteriza la economía de este país: el peso se ha devaluado en un 700% durante un año, la inflación es superior al 200%, la deuda exterior representa el 85% del valor de las exportaciones...

La lógica que guía al movimiento proletario en Bolivia es la siguiente: «El régimen capitalista está enfermo..., hagámoslo reventar». De esta orientación, el movimiento extrae sus fuerzas. Las huelgas, las manifestaciones, los enfrentamientos con las fuerzas del orden constituyen el ejemplo práctico de que no se pueden defender los intereses de clase sin sabotear la economía nacional, sin atacar la viabilidad de las empresas capitalistas.

En noviembre de 1981, más de 40.000 huelguistas paralizaron la economía nacional, haciéndola así sufrir grandes pérdidas (del orden de un millón de dólares por día). En marzo de 1982, todos los sectores de la producción (la educación, los transportes, la industria agroalimentaria, las minas...) fueron estremecidos por una ola de huelgas. Los choques entre huelguistas y el ejército fueron duros (hubieron muchos muertos en marzo y septiembre) y la represión tuvo una respuesta radical del proletariado: los mineros salieron armados de dinamita, se construyeron barricadas, se tomaron como rehenes a representantes de las fuerzas del orden... Las huelgas volvieron a surgir en octubre y septiembre de ese mismo año; las consignas eran las mismas: aumento general de salarios, rechazo de la austeridad y del orden estatal.

Fue indudablemente el terror que inspiró este resurgir de las luchas obreras lo que hizo retroceder a la burguesía. El Estado burgués se encontró así obligado a liberar a los prisioneros de las cárceles. Las fuerzas del orden no se atrevían a disipar las manifestaciones y los mítines obreros. El gobierno militar renunció. El Estado pretendía así recuperar y desarmar el movimiento. Se decretó el «retorno» de la democracia: «Tenemos que reconocer que la moral del régimen ha sido conmocionada [...]; debemos inmediatamente abrir el diálogo [con los demócratas de izquierda], sino mañana será muy tarde», afirmaban los militares en abril de 1982. La izquierda y la extrema izquierda respondieron en octubre al llamado. Así, no fue el general Meza, sino el gobierno democrático del «revolucionario» nacionalista Juazo (con la participación de dos ministros del PC y de la COB —sindicato boliviano—) el que decretó «cien días de economía de guerra para restablecer el país»... Éste es el programa de la burguesía. Antagónicamente, el proletariado forja el suyo que se opone a todo derecho o ley democrática, al Estado burgués, a todos sus gobiernos, sus sindicatos, sus reformas «autogestionistas», etcétera. No hizo falta mucho tiempo, al día siguiente de la promulgación del decreto, los mineros declaraban una nueva huelga general ilimitada, cuando la COB llamaba a sostener el nuevo gobierno; una semana más tarde, todo el país se encontraba al borde de la huelga general (la semana del 9 al 15 de noviembre). La clase obrera rechaza rotundamente los llamados a solidarizarse con la economía nacional.

Retomando el terreno de la lucha por sus propios intereses de clase contra todas las «treguas» democráticas, rompiendo con el frente «antifascista» que intenta imponer la izquierda con el objetivo de restaurar el poder del Estado, el proletariado en Bolivia forja una nueva brecha en la dominación burguesa. Cada vez es más vital al desarrollo de tales movimientos, que los comunistas internacionalistas refuercen lazos estrechos entre ellos, mas allá de los países y los continentes, para que se pueda así consolidar una fuerza y una dirección revolucionaria mundial.

Todos los revolucionarios debemos proseguir y extender la orientación de las luchas en Bolivia.

Por la destrucción de todos los estados, del sistema económico mundial... Viva la dictadura mundial del proletariado, viva la solidaridad internacionalista con los proletarios en Bolivia.

 

 


CO11.6.2 Bolivia: Los proletarios contra la unión nacional