Ante la reemergencia mundial del proletariado no hay regiones seguras, tranquilas, para la acumulación del capital. En Latinoamérica, la imponente derrota sufrida por el proletariado del Cono Sur marcó un bajón indiscutido, que, aunque fue relativo, abarcó todo el continente (incluidas América Central y del Norte) y el mundo entero entre 1973 y 1979 y 1980. Entre la paz de los cementerios, los desaparecidos, los torturados en el Cono Sur, las «nuevas aperturas democráticas» que vivieron regiones con fuertes luchas de clase en el pasado, y las soluciones contra el proletariado estilo sandinista, toda esa región en donde el capital no podía prometer más que más hambre y garrote al proletariado, generó muchas ilusiones sobre una estabilidad relativa (1) en todas las fracciones de la burguesía latinoamericana, norteamericana y mundial.

Ahora, como lo hemos señalado en números anteriores, incluso esa estabilidad comienza a llegar a su fin. Hoy tenemos una importantísima situación de lucha de clases en Bolivia y Ecuador, y en Perú, Colombia y Brasil hay también luchas importantes. Pero además, aquellas zonas en donde el modelo de dominación burguesa se consideraba estable por algún tiempo, está hoy francamente en crisis: Chile, Argentina, Uruguay, Cuba, Nicaragua... En el Cono Sur hay incipientes tentativas de organización clasista, ante las cuales se comienza a preparar las sustituciones, los cambios, las lavadas de cara, para que lo esencial quede entero y que no haya venganzas. Cuba duró muchos años como mito, pero todas sus imitaciones (Nicaragua, gobierno populista de El Salvador en 1979, Granada, etc.) resultaron cuestionadas de inmediato por la insatisfacción del proletariado y la continuación de la lucha de éste. Hoy no sólo el modelo cubano de capitalismo y terrorismo estatal sigue el mismo ritmo de derrumbe que las del Cono Sur, sino que sus malas imitaciones se desenmascaran y derrumban a un ritmo inesperado. El sandinismo, por ejemplo, no ha dado los resultados esperados por la burguesía mundial en el control del proletariado de la región, que hoy cuestiona abiertamente a los continuadores de Somoza, y ni siquiera el mito de la contradicción entre el cuco de los yanquis y los sandinistas liberadores ha resistido bien.

Las «democratizaciones» a realizar en el Cono Sur se sienten como algo para evitar, suavizar y postergar el estallido el enfrentamiento que, desde lo más profundo de las contradicciones sociales y la crisis, comienza a mostrarse nuevamente como inevitable y más decisivo que en el pasado. Eso mismo muestra los límites de tales «democratizaciones». Dicho sentimiento es compartido por ambas clases de la sociedad, aunque dicha coincidencia sea meramente fortuita y por razones diversas. Desde el punto de vista de la burguesía es lógico, la táctica actual coincide con sus intereses estratégicos. Desde el punto de vista del proletariado, que durante casi una década fue sanguinariamente negado como clase, ello refleja aún la debilidad, la atomización. Para los sectores mas atrasados y ampliamente mayoritarios, que representan en el proletariado en reconstitución el peso mismo de la contrarrevolución, se trata de la absurda búsqueda del «mal menor». Para los sectores mas decididos, que saben que la burguesía se lavará 10.000 veces la careta democrática y que nada tienen que ganar en dicho campo, que comprenden la profundidad de la derrota, el postergamiento del estallido es un dato objetivo que no pueden impedir voluntariamente, dado que desde el punto de vista del proletariado corresponde objetivamente a una nueva fase de reorganización que recién ha comenzado. Pero el proletariado empieza a reidentificarse consigo mismo en la cotidiana lucha contra la explotación, en la lucha por sacar a los presos; en posibilitar, sobre la base de la lucha, la no-represión de los requeridos (incluidos los del exilio)..., pero sobre todo (y hoy es una clave de la autonomización de la clase obrera contra la burguesía en la oposición) por el rechazo a volver a lo mismo de antes, por la desconfianza y el rechazo con respecto a todos los diálogos y proposiciones acerca de las amnistías; porque hay conciencia de que otra vez todo se intenta cocinar sobre sus cabezas y con sus cabezas, para encontrar algún chivo expiatorio e impedir el terrorismo revolucionario, y de forma más modesta el ajusticiamiento de todos los que participaron en el terrorismo de Estado..., en fin, por saber que los que esperan para entrar en el Estado son los mismos de siempre, sus enemigos de siempre, y que, como siempre, ofrecen miseria y palo.

Ni hablar del fiasco de las redemocratizaciones realizadas. De lo poco que están siendo eficientes, las mismas caretas ya gastadas Belaunde (Perú), Suazo (Bolivia), los Brizolas (Brasil)...

Sin embargo, es difícil, sobre todo por la distorsión y las operaciones de silencio que la burguesía realiza sobre luchas importantísimas, lo que es a la vez posible por la falta de organización internacional del proletariado –que ni siquiera es capaz aún de disponer de su propia red de información–, el afirmar que en América Latina se haya iniciado ya la nueva fase de lucha que sin embargo es inevitable, como lo es a escala mundial.

Lo que es indiscutible es que la situación ya ha comenzado a revertirse, que hay manifestaciones importantes de luchas y que el terror de la burguesía la conduce a disminuir, ocultar, los propios hechos que están pasando.

Lo de Bolivia, lo hemos destacado en un subrayado aparte.

Lo de Ecuador debemos señalarlo aquí. Es indudable que las medidas de austeridad del gobierno fueron respondidas de una forma ejemplar por el proletariado en Ecuador. Nuestros hermanos de clase desbordaron los sindicatos, el gobierno dictó medidas de excepción y, a pesar de la ocupación militar por parte de la represión de todos los puntos estratégicos, el proletariado salió a la calle y demostró un espíritu de combatividad enorme. Durante varios días, las luchas callejeras continuaron. La falta de información al respecto, o la información totalmente insuficiente que sobre esos hechos se ha dado, no debe engañarnos, se trata de un nivel de lucha extremadamente elevado. Tal vez sea precisamente para impedir, para dificultar el contagio de un país a otro (como se dio entre 1967 y 1973 en América), teniendo en cuenta el terror que la burguesía siente ante la proximidad de una nueva fase de lucha que se vislumbra, que se hace todo lo posible por disimular todo lo importante e inflar lo que no es. Cuando se daban esos enfrentamientos en Ecuador y Bolivia..., se nos entretenía con la preparación de las elecciones en Brasil y México, así como cuando estén ardiendo los cuarteles y las cárceles en Uruguay y Argentina, nos hablarán de que, desafiando el imperialismo, tal o cual país nacionalizó los bancos y declaró moratoria de su deuda.

El proletariado no tiene nada que perder más que sus cadenas.

¡Viva la lucha comunista!

 

 

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Notas

1. Estabilidad que no excluye, bien por el contrario, la alternancia de uno por otro modelo de explotación y dominación en 1os diversos países.

 

 

 


CO11.6.1 América Latina: Hacia una nueva fase de lucha de clases