En el número ocho de Comunismo presentamos a los lectores el periódico El Productor, publicado en Cuba por militantes revolucionarios en ese período y subrayamos que el mismo es una expresión de la lucha contra la democracia llevada adelante por el proletariado internacional en los difíciles años ochenta del siglo pasado. Los que leyeron atentamente tanto el texto de Presentación como los textos propios de El Productor pueden comprender a fondo la envergadura de la distorsión y falsificación que mencionaremos a continuación.
Se trata de un libro (que no conocíamos cuando publicamos el citado número de Comunismo) cuyo autor nominal es un tal Tellería Evelio. El libro se titula Los Congresos obreros en Cuba. Para dejar bien claro que lleva el sello oficial del Partido y el Estado de Cuba, el prólogo lo firma la Dirección política de la FAR (1). En dicho prólogo, escrito por tales señores del actual régimen, queda totalmente claro que el valor que le dan al libro es el de establecer una continuidad entre las primeras organizaciones obreras de Cuba y el régimen actual. Es decir, ni más ni menos, que entre aquellas organizaciones del proletariado revolucionario que en el siglo pasado luchaban contra todo el capital («extranjero y nacional») y su Estado, contra la patria y la democracia y..., el actual Estado capitalista cubano, su gobierno, sus sindicatos, y ¡¡hasta sus Fuerzas Armadas!! Y para sellar la obra, al final se le agrega un conjunto de fotos, de las cuales, la primera es la de la primera página del número dedicado por El Productor a los ejecutados en Chicago, luego vienen unas cuantas con distintos aspectos de los Congresos Obreros, hasta que se llegan a las de un conjunto de señores sindicalistas ¡¡con el señor Fidel Castro como centro!!
Claro que semejante falsificación no se puede hacer fácilmente; los equilibrios que hace el señor Tellería para presentarnos a los sindicalistas y milicos actuales como diferentes a los que los revolucionarios enfrentaban en el siglo pasado serían dignos del mejor trapecista. Ese señor tiene como única ventaja la ignorancia del público al que el libro va dirigido en la historia del proletariado en general, y la del de Cuba en particular.
A nosotros, que conocemos sólo algunos aspectos de dicha historia y algunos números de El Productor, no nos pueden pasar gato por liebre y cada hoja del libro (que no tuvimos la paciencia de leer a fondo) deja al descubierto la brutal maniobra.
Veamos cómo comienzan esas primeras líneas, escritas por los, como dijimos, jefes políticos de los perros guardianes del orden contrarrevolucionario en Cuba: «El proceso revolucionario que vive nuestra Patria [sic. En mayúsculas en el original. NDR] se caracteriza por la relación constante entre lo nuevo que se construye la obra pujante de un pueblo [sic] total y definitivamente liberado [sic] y sus más puras y genuinas raíces [sic], formando de ese modo una poderosa unidad histórica [sic] en que ambos factores se completan mutuamente [sic]. Es por ello inaplazable la tarea justa de ahondar y profundizar en las raíces de este pueblo. Comandante Fidel Castro [sic], 10 de octubre de 1968 en la Demajagua».
Es decir, esa «poderosa unidad histórica en que ambos factores lo nuevo y lo viejo se complementan mutuamente» está basada, para el señor Castro y los otros milicos cubanos, en la patria. En realidad, realizan una inmunda maniobra sobre la palabreja «patria», pues lo único que pueden encontrar de común entre ellos y el proletariado revolucionario del siglo pasado (y de este siglo) en Cuba, es el de habitar ese mismo territorio, pues entre los intereses, la lucha, los planteos de una y otra fuerza social, siempre hubo y habrá un enorme abismo de clase. Para los milicos cubanos de hoy, como para los de ayer, lo importante es la patria; el hecho de que a esa estructuración del capitalismo en Estado se le adhiera el adjetivo «socialista» o «revolucionario» no cambia absolutamente nada, pues el socialismo, el verdadero, el de la abolición del trabajo asalariado, es la negación total y brutal de todo tipo de patrias, fronteras, naciones, religiones...
Patria, defensa de la patria, trabajar por la patria, morir por la patria, he ahí los discursos y eslóganes de los que pretenden continuar la obra de los revolucionarios socialistas. Pero, estos milicos y socialistas patriotas no pueden escapar a la sentencia terminante que hace un siglo hiciese el proletariado revolucionario en Cuba, a través de su órgano El Productor: «Ser patriota equivale a ser asesino» (2).
El método de distorsión y falsificación que realiza el Estado capitalista, cubano, a través de su agente, el señor Tellería, es en grandes líneas el que describimos en el texto Reconstituir la historia del proletariado revolucionario, páginas 38 a 51 de Comunismo, número 8. Se alaba a los revolucionarios, pero se supeditan totalmente sus opciones a las salidas políticas de una u otra fracción de la burguesía; luego, todo lo que demuestra el antagonismo entre las organizaciones clasistas y revolucionarias y los actuales señores con los cuales se pretende construir una continuidad programática se oculta o se cae «inevitablemente bajo el calificativo de anarquismo, dado a la vez como sinónimo de fase infantil del movimiento proletario» (ver página 40). Se llega así a afirmar que el proletariado, al ir madurando y abandonando su fase infantil, «comprende la importancia de la cuestión nacional, popular y antiimperialista» y termina..., ¡¡¡haciéndose castrista!!!
Sigamos brevemente tales pasos en el libro de Tellería, únicamente en la parte destinada a El Productor, los Congresos obreros de 1887 y 1892, y a los juicios abiertos contra los principales militantes claramente revolucionarios.
El Productor es presentado así: «También por esos años nacieron varios periódicos obreros, pero El Productor significó el prototipo de la prensa obrera revolucionaria, insobornable e indoblegable». Luego de referirse a sus componentes se dice: «Si se toman en cuenta estas circunstancias de tiempo y lugar se comprenderán mejor ideas y acciones registradas en esa época, en que no puede desconocerse que las ideas [sic] fundamentales que se enfrentaban eran políticas [sic], el integrismo [sic] o el autonomismo [sic] y el separatismo [sic]».
Es una falsificación grosera, inmensa, gigantesca. Ese movimiento obrero que se unificaba independientemente de la procedencia de los militantes, en base a sus intereses de clase, y que declaraba abiertamente que no hacía ninguna diferencia entre todas las fracciones del capital, y que había que enfrentarlas a todas, se lo presenta de acuerdo a las alternativas políticas de las fracciones del capital o ¡¡la independencia a el españolismo!! Es como cuando se alaba a Marx y se nos dice que hizo la teoría del proletariado, y luego se nos dice que hay que trabajar mucho para ser buenos proletarios. La alabanza del principio a los compañeros de El Productor equivale a pasar la mano por el lomo que se le hace a un animal para que se afloje, al mismo tiempo que se busca el lugar para clavarle el cuchillo. Es decir, muy «buenos compañeros obreros, insobornables e indoblegables..., centraban todas sus preocupaciones en la política de autonomía de la patria».
La descripción de los Congresos de 1887 y 1892 que el libro presenta es un oscuro relatorio de hechos, donde las preocupaciones proletarias de lucha contra el capital, de asociación, de unión internacional, sólo se mencionan por arriba y en la medida en que no pueden ocultarse (dado que hasta el título y los llamados de todos los Congresos hacen referencia explícita y exclusiva a ello), pero todo tiende a la demostración central, según la cual los más avanzados eran los patriotas y ¡el interés de los obreros era el «cubanismo»!
«Temas tan radicales para aquella época [sic] y para un lugar tan atrasado [sic] como era entonces Cuba, como la jornada de ocho horas, el derecho de huelga, la necesidad de crear, una organización proletaria centralizada y unitaria, la igualdad racial o el cese de la discriminación étnica, y nada menos [sic] que el reconocimiento del derecho [sic] que tenía nuestra colonizada isla a luchar por su emancipación [sic].»
El enfrentamiento entre el proletariado revolucionario y el capitalismo se camufla como una lucha entre nacionales y coloniales, y entre congresistas nacionales y autoridades coloniales: «En 1892 se efectuó el Congreso Regional Obrero de la isla de Cuba [...] con la asistencia de más de mil delegados de distintos sectores laborales y de diversas poblaciones [sic] cubanas; fue en verdad lo que hoy llamamos [sic, sic] un Congreso Nacional [sic] (3). [...] El hecho de que las autoridades coloniales españolas [sic] (4) dictaran la suspensión de esta reunión, encarcelaran a los más destacados participantes en ella, e instituyeran un proceso judicial es una elocuente muestra de la importancia política e ideológica que tuvo ese evento (5)».
Para dejar bien claro que lo que les importa a ellos no son las luchas por 1os intereses proletarios (trabajar menos, apropiándose de 1a mayor cantidad posible del producto social en la lucha por la revolución proletaria), pues no vaya a ser que quede demasiado evidente la identidad entre todos los gobiernos de Cuba (¡o de cualquier lado!), antes de la independencia, después de la independencia, con Fidel o sin Fidel, el autor derrocha alabanzas cubanistas: «El diario de discusión, de apreciable cubanía [sic], reseñó ampliamente el referido congreso», página 35.
Y cuando encontró un obrero participante en e1 congreso que se hizo cubanista, lo destaca frente al resto de todos los proletarios como héroe: «Firmaban la propuesta que se aprobó Máximo Fernández, Enrique Creci (patriota [sic] que cayó años después como glorioso mambi [sic] (6)), Anselmo Álvarez, Sandalio Romaella, Gerardo Quintana...».
Y sigue una larga lista de nombres de la cual ningún otro proletario se hace acreedor a ese reconocimiento y condecoración posmortum efectuada y otorgada por el actual gobierno patriota.
En cuanto a las posiciones proletarias del movimiento, como es habitual y siguiendo la conocida metodología de la falsificación, se las define, incluso contra lo que decían 1os propios protagonistas, como pertenecientes al «anarquismo» con lo que se hace deliberadamente una amalgama con posiciones totalmente diferentes (ver Comunismo, número 8, páginas 39 a 43).
«[...] la exaltación del socialismo revolucionario como la ideología [sic] que convenía al movimiento obrero fueron planteados en ese Congreso [y entre paréntesis viene la puñalada, NDR]. (Debemos aclarar que en esos tiempos, llamaban socialismo revolucionario al anarquismo [sic], según se señala en El Militante Comunista, en marzo de 1972, página 61).»
Es decir, que como autoridad moral para reinterpretar «la ideología» del proletariado revolucionario de la época se apela, ni más ni menos, que a un ¡¡órgano del actual Estado capitalista cubano!! Dada la seriedad de la fuente, queda, pues, totalmente probado que todas las «desviaciones» eran debidas al «anarquismo», en especial, aquellas que consistían en luchar indistintamente contra la burguesía españolista o independentista.
Con dicha construcción, es lógico que se reinterprete absolutamente todo, hasta lo que dicen los militantes revolucionarios. Veamos un solo y gran ejemplo al respecto, para que el lector vea bien el contraste entre lo que dice el señor Tellería y lo que cita de un militante revolucionario de la época, subrayamos las palabras de este último: «Eduardito [se refiere a Eduardo González, NDR] aprovechaba su deslumbrante e impresionante elocuencia para propugnar una organización que responda al movimiento progresivo de los principios emancipadores del socialismo moderno [...]. Esa organización ha de verse representada por la bandera roja, símbolo del socialismo revolucionario. Decía que aunque muchos trabajadores discrepen en el terreno de los principios, no debe ser así en el terreno económico; y en su ultrarradicalismo [sic], se apasionaba tanto que ponía al mismo nivel al español [sic] reaccionario [sic] y al cubano [sic] independentista [sic], si no eran de su ideología ácrata [sic]. Por eso afirmaba: Soy enemigo del integrista como del separatista, estrecho su mano cuando hay que ponerse enfrente del burgués. Obviamente, dentro del confusionismo [sic] ideológico [sic] imperante se producían matices entre los ácratas [sic].»
¡¡¡¡Así se escribe la historia!!!!
En realidad, la claridad y firmeza de las posiciones de clase de «Eduardito» (¡tomando incluso y exclusivamente lo citado en el libro escrito por sus enemigos!) contrastan con el «confusionismo ideológico» impresionante del señor agente del orden Tellería.
Para nosotros, como para cualquier proletario revolucionario en el mundo, el mensaje de aquel militante del siglo xix no contiene ambigüedad ninguna: 1. Reivindica la necesidad de una organización que tenga como posiciones las del «socialismo revolucionario» (7).
Sostiene que a pesar de que haya discrepancias entre los trabajadores en el terreno de las ideas (de los «principios»), se requiere 1a total unidad en la defensa de sus intereses («terreno económico»).
3. Declara en base a esto su enemistad profunda contra ambas alternativas del capital: integracionista o separatistas, (aunque sean trabajadores los que se definan en dichas opciones contra sus propios intereses).
4. Señala, en base a todo esto, que la unidad de los trabajadores («estrecho su mano...») se da, no en la lucha por una u otra salida patriótica, sino contra el burgués, es decir, contra el capitalismo.
He ahí todo un programa revolucionario que el señor Tellería ensuciará. Repitamos esa frase interpretativa del señor Tellería con nuestros sic, que explicaremos, porque en esa sola frase se trasluce y concentra todo el método de la falsificación de nuestra historia: «Y en su ultrarradicalismo [sic], se apasionaba tanto [sic] que ponía al mismo nivel al español [sic] reaccionario [sic] y al cubano [sic] independentista [sic] si no eran de su ideología ácrata [sic]».
1. Una posición tan fundamental para el proletariado como la lucha por sus propios intereses y el desprecio de toda lucha por la patria (8) es desprestigiada, ensuciada, ¡cómo si fuese el producto de un apasionamiento momentáneo; un ultrarradicalismo infantil!
2. Pero además «Eduardito» no había hablado para nada de español y de cubano, sino de dos opciones políticas, separatismo e integrismo, ambas totalmente burguesas, y declaraba rechazarlas. Sutilmente, el señor Tellería asocia separatismo con cubano e integrismo con español, transformando dicha condena en una cuestión de españoles y cubanos, que no viene para nada al caso. En realidad, habían españoles que estaban con el integrismo, como los había también que estaban con el separatismo; y pasaba lo mismo con los cubanos, así como había también otras fracciones del capital internacional que apostaban por una u otra salida. Por ejemplo, la gran mayoría del capital norteamericano era separatista y «cubanista».
3. Desde el punto de vista obrero, toda esa cuestión de oponer «españoles» a «cubanos» es una gigantesca maniobra de falsificación, que ya en la época era enfrentada por esos grupos internacionalistas del proletariado, incluidos esos congresos obreros (y El Productor, constituido indistintamente por obreros de origen cubano o español), donde se condenaba violentamente toda tentativa del capital de introducir diferencias entre los proletarios por su origen nacional.
4. Qué decir entonces de la asimilación absurda que hace el autor entre «español y reaccionario» y «cubano e independentista» (9)? En realidad, también había (¡y sigue habiendo!) tanto cubanos reaccionarios, como españoles independentistas. Pero en el fondo, separatismo o integrismo son opciones total e igualmente reaccionarias frente al comunismo. Los que se oponían a dicha opción global reaccionaria desde el punto de vista del proletariado no tenían patria, independientemente de que su origen fuese Cuba o España.
5. Lo de la «ideología ácrata» es el sello final para condenar la posición del proletariado revolucionario en la época de lucha intransigente contra el integrismo y el separatismo. En realidad, Eduardo González no parte de ninguna ideología, sino de los intereses reales del proletariado en su lucha contra la explotación. En efecto, mientras separatismo e integrismo, liberación nacional de España (con apoyo de la burguesía norteamericana) y continuación del estatuto colonial..., como opciones que representan los intereses fraccionales del capital mundial, sólo pueden presentarse como diferentes a los obreros, en tanto que ideologías, pues la situación real, social de la explotación del proletariado, no cambia en absoluto ante el triunfo de una u otra de estas opciones; la lucha contra ambas opciones del capital no parte de ninguna ideología (¡«ácrata»!), sino de las necesidades de la vida misma, de las tripas de hombres, mujeres y niños que se rebelan cotidianamente contra la explotación del capital, independientemente de la banderita que éste utilice para mejor cumplir con su cometido histórico.
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Con este ejemplo de falsificación histórica monstruoso, hemos intentado poner al descubierto el método que se utiliza. El Estado cubano, sus milicos, sus censuradores, sus escribas, no son una excepción, sino la regla. Así se hace la historia; así se engaña al proletariado sobre su propia historia; así se construye una ideología por la cual se lleva a los obreros a ser agentes de su propia explotación y masacre: «Vivan las luchas obreras, viva la independencia cubana, viva Fidel».
Está totalmente claro que si no tuviésemos una sólida concepción internacionalista, basada en el marxismo revolucionario y si no conociésemos algo sobre la trayectoria del proletariado en Cuba, se nos podría hacer creer la tremenda mentira de que, salvo el infantilismo anarquista, los congresos obreros y la prensa obrera, en esa isla fueron buenos patriotas cubanos y apoyaban a José Martí.
Fue exactamente eso lo que sucedió en los anos veinte con la Tercera Internacional (10), donde se combinaron una concepción nacional y democrática de la revolución (ruptura totalmente insuficiente con la Segunda Internacional contrarrevolucionaria), con una impresionante ignorancia sobre la historia del proletariado y el comunismo fuera de Europa, lo que llevó a dicha organización, primero, a hacer el juego de las burguesías en el reclutamiento del proletariado para una lucha democrática, supuestamente antiimperialista, y luego a colocarse directamente en el campo de la lucha interimperialista.
He ahí toda la importancia de reconstituir la historia real del proletariado internacional, y del movimiento comunista, contra todas las falsificaciones, lo que no puede hacerse sin apropiarse del materialismo dialéctico y del programa teórico del comunismo, que permite establecer terminantemente que la revolución social del proletariado no es la prolongación de la revolución capitalista, nacionalista, democrática (como sostuvieron la Segunda y Tercera Internacional), sino que por el contrario desde su punto de partida (lucha contra la explotación y el Estado), a su punto de llegada (comunidad humana mundial) es su negación más violenta y brutal.
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Notas
1. El libro fue publicado en La Habana por el Instituto Cubano del Libro en 1973, y no es por casualidad que obtuviera el Premio de Historia: Investigación, Concurso 26 de julio. Su autor, según consta en el libro, tiene entre otros los siguientes «méritos»: «Es miembro de las milicias y de los CDR, del Sindicato de la Prensa y el Libro, y ostenta los galardones de periodista destacado, de la UPEC y trabajador de avanzada de Granma». Contratapa.
2. Del artículo Antipatriotas sí, del 10 de agosto de 1890. Comunismo, número 8, página 28.
3. ¿Es aún necesario decir que en lo que hoy se llama congresos nacionales de los trabajadores cubanos no existe la más mínima expresión de la lucha del proletariado contra el capitalismo, el trabajo asalariado, el Estado, sino que son por el contrario la centralización estatal de un aparato que tiene por función fundamental el aumentar los ritmos de trabajo y la extensión de la semana laboral (trabajo «voluntario»), es decir, aumentar la plusvalía, la explotación obrera, función necesariamente acompañada del control de la disciplina laboral, de la lucha contra el sabotaje de la producción, de la explotación capitalista...?
4. ¡Cómo si el período más oscuro del movimiento obrero en la isla de Cuba, donde prácticamente no se conoce nada del avance proletario, debido a la represión, no haya sido precisamente baja la república y bajo la presidencia de cubanistas indiscutibles: sobre todo desde la independencia, en 1914, y durante las dos últimas décadas!
5. Páginas: 34 y 35.
6. Mambis se denomina en general al que luchaba contra la soberanía española.
7. «Socialismo Revolucionario» para distinguirse del socialismo a secas, que en Cuba, como en el mundo entero, se identificaba cada vez más con socialdemocracia, con reformismo capitalista.
8. Desprecio, no indiferencia, sino por el contrario declaración de enemistad y guerra contra todos los luchadores por la patria.
9. Téngase bien en cuenta que hay una doble falsa asimilación. Primero entre separatista-integrista (opciones del capital) y cubano y español (origen, lugar de nacimiento); segundo entre el lugar de nacimiento y la posición política reaccionaria o no. Doble asimilación a la que el autor le agrega su reaccionaria visión del mundo y sus implícitos juicios de valor «ser independentista es ser progresista, ser integrista es ser reaccionario».
10. Ver: La Izquierda Comunista en la India. Comunismo, número 7.