Mundial: "Circo... porque no hay Pan"

Por el espacio de un mes, más de veinticuatro países vivieron pendientes del football. En el mismo momento que teníamos que soportar restricciones, ajustes de cinturones, se nos ofrecía una indigestión de goles, maniobras organizativas de la competencia, escándalos en la forma de arbitrar, y lecciones de tácticas colectivas.

Los periódicos competían en cual metrallaba más. Las guerras imperialistas, la lucha de clases, las masacres en el Líbano, en Irán, en Irak, en el Salvador, en Afganistán, Eritrea, Guatemala... en pocas palabras, en casi todo el mundo, fueron escamoteadas en beneficio de lo que sería el mundial; una confrontación "fraternal". Las tres cuartas partes de los artículos periodísticos se encargaban de justi­ficar la neutralidad del deporte: éste no tenía nada que ver con la política!

Y tuvimos que mamarnos como alegremente el "pueblo" se entre­gaba al histerismo nacionalista para sostener el equipo de "su" nación: ¡AH!      "El coraje del equipo del Salvador, destrozado (?) por la guerra civil!", "la exhuberancia de los hinchas de Solidarnosc que se vengó al eliminar al oso ruso!", "muy graciosa la guerra en las Islas Malvinas y Folklands que se termina con los ingleses saca­dos del culo del Gibraltar!”. Un hermoso escándalo nos proporcionara la prensa, gracias "a ese malo de Nazi Schumacher (pero no, no todos los alemanes son sádicos!) que se atrevió a romperle la jeta al fran­cés Baptiston!" Y que podemos decir de Bélgica (despreciable excre­mento en el mapamundi, arrinconada entre la gigantesca Francia y la colosal Alemania) que venció a la poderosa Argentina." Y del dilema carlogiano que tantos dolores de cabeza le da a los hinchas, entre apo­yar las Malvinas y la crítica al régimen militar argentino! Y cómo no derramar una lágrima frente a ese hermoso cuadro paternalista, co­lonialista y racista: "Esos brasileros, genuinos niños!", “no es graciosos ver a esos pobres negros del Camerún pelearse amistosamen­te, de igual a igual, contra los grandes del fútbol!", "¡OH! los argelinos tuvieron razón al enojarse, Alemania y Austria: qué escándalo!". Y hasta tenemos el derecho a las viejas coplas que despiertan ese fon­do de racismo que todo el mundo ("sin excepción”, Señor!) tiene en su interior: juegos de palabras sobre Kuwait, el Sheik de blanco y el pe­tróleo negro ... sin olvidar los que se escandalizan y ponen el grito en el cielo hablando de "esos salvajes inadaptados dispuestos a arruinar la fiesta si su honor era ultrajado".      

¡Y ZAS! El gran bofetón lo dan los italianos que increíblemente reencuentran el amor hacia la nación, y esto hasta el punto de ca­garse en la jeta del papa cuando Polonia es eliminada ("Excomúlgueme ... a esta gentuza")! ¡Fue hasta tal punto simpático para el Capital la victoria de los Italianos (!?) que se les permitió manifestar en todo el mundo "incluso en Moscú"!

La burguesía intensifica sus ataques contra el proletariado, imponiendo la austeridad en todos los países, instalando y perfeccio­nando sus aparatos represivos, masacrando por todo el mundo (Líbano, Irán-Irak, Afganistán, Salvador, Malvinas, ...), desarrollando su ar­senal ideológico (religión, nacionalismo, pacifismo, ...). Pero, a pesar de todo esto la burguesía no se siente segura, teme al fantas­ma de la revolución, teme la resurgencia de comunistas, teme a las luchas proletarias que se multiplican, aún débilmente, en todo el mun­do.

Es entonces que la burguesía, antes de la Copa Mundial roga­ba: "Mi Dial, sálvanos delComunismo que se encuentra impregnado en los proletarios". Y el Mun-Dial, responde: "Dale circo para que olvi­den el hambre".

No estuvo mal este intento. Pero; hace falta mucho más que un gol para destruir al proletariado asqueado de vivir en la mierda. ¡Cuidado con los contra-ataques!


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