NUESTRA POSICIÓN

A través de todas nuestras publicaciones hemos ido exponien­do la posición de los comunistas contra la guerra imperialista, lo que no nos exime de tomar posición explícita en cuanto a la importante polémica que publicamos. Pero téngase en cuenta, en lo que sigue a continuación, que en general la argumentación, la explicación de lo que exponemos sintéticamente aquí, la hemos desarrollado en otros textos sobre el mismo tema (sobre la guerra imperialista, incluidos aquellos sobre la liberación nacional, sobre al antifascismo, la demo­cracia, etc.) y no podíamos aquí, reargumentar los innumerables puntos que la polémica implica. El tener en cuenta esto durante la lec­tura y conocer a fondo nuestras publicaciones, facilitará la compren­sión de lo que sigue.

Vayamos por lo tanto al corazón mismo de la polémica: las causas de las guerras imperialistas. Al respecto nosotros pensamos que las dos posiciones se sitúan en niveles diferentes de abstracción, Hennaut intenta más bien explicar los elementos subjetivos que empujan a tal o cual burguesía a la guerra, es decir que se fija más en un análisis de los fenómenos aparentes, mientras que Jehan centra más su análisis en un nivel más global de abstracción, es decir se fija más en el antagonismo fundamental, lo que le permite comprender mejor las condiciones objetivas que explican la guerra imperialista (1). La radicalización de la polémica empuja a Jehan a una explicación en­teramente antitética, que le impide admitir, por ejemplo, que (subjetivamente) cada burguesía no se aventura en la guerra ante la con­ciencia de las necesidades objetivas del capitalismo de destruir las fuerzas productivas, sino que solo ven en la guerra la necesidad de destruir las fuerzas productivas del adversario, para apropiarse de sus bases de reproducción ampliada del capital (no solamente los mer­cados sino además las fuerzas productivas). Hennaut, de acuerdo a su análisis más superficial, será incapaz de comprender que esta voluntad /comprensión de cada burguesía no es más que un elemento circunstan­cial de la declaración de la guerra, que se encuentra a su vez determinado por las leyes inherente al capitalismo.

Cuando Jehan, pone de manifiesto el hecho indiscutible de que la guerra responde a una necesidad inevitable de destrucción de rique­zas, materiales, y de proletarios, lo que constituye un elemento esencial en la restauración del programa comunista, Hennaut no tiene otra respuesta que la siguiente: "las clases dirigentes de un país se dan como único objetivo el debilitamiento, el aniquilamiento de la presencia rival". Es verdad, ese es el objetivo subjetivo que ellas se dan; pero por un lado, la guerra imperialista supone una subordinación del proletariado al interés nacional (es por consiguiente la correlación de fuerzas entre las clases la que fuera de la voluntad de toda burguesía "nacional" asegura a esta burguesía las "buenas" condiciones para realizar la guerra); por el otro lado, fuera de lo que pretenda tal o cual Estado nacional cuando el capitalismo llega mundialmente a una situación de imposibilidad objetiva de continuar con su valoriza­ción, solo la guerra permite una nueva fase de valorización acelerada.

Así mismo, si subjetivamente cada fracción del capital no pretende otra cosa que la destrucción de su rival (único aspecto retenido por Hennaut y demasiado descuidado por Jehan), la contradicción entre las relaciones de producción capitalista y las fuerzas productivas, entre la valorización y el valor de uso, entre el valor y el ser humano, constituyen la causa fundamentalde las guerras imperialistas. Solo la tiranía del primer polo de la contradicción (relaciones capitalis­tas de producción, valor, burguesía), sobre el segundo (valor de uso, fuerzas productivas, proletariado), tiranía concretada en la destruc­ción masiva de las fuerzas vitales de la humanidad en la guerra impe­rialista, permite un nuevo ciclo tranquilo de valorización de los valores.

A pesar de que Hennaut explique una parte de la realidad, el nivel dé abstracción en el que se sitúa es superficial y por consiguiente erróneo: no explica la ligazón de las contradicciones a par­tir de la contradicción fundamental, de clases, sino que hará lo contrario. La lucha de clases significa para él un elemento condiciona­do (la polémica no llega a situarse al nivel más general de compren­sión, capaz de captar la problemática en las sociedades precapitalistas: contradicción fuerzas productivas/relaciones de producción) por "la reunión de los hombres en sociedad"; según Hennaut, la guerra existe antes de la división de la sociedad en clases, llegando a afirmar que todas las guerras de la historia de la humanidad tienen las mismas causas: “regular los conflictos exteriores surgidos entre las diversas comunidades humanas". Las incomprensiones de Hennaut que encontramos en estas páginas, son profundas. Pero un análisis de ellas nos llevaría demasiado lejos y fuera de nuestro sujeto principal.

Contentémonos reteniendo por ahora que Hennaut confunde co­munidad y Estado (cuando ambos son antagónicos) y utiliza el mismo término "comunidades humanas'' para el comunismo primitivo y para los Estados nacionales imperialistas en el capitalismo.

Es evidente que Hennaut no comprende las causas específicamente capitalistas de las guerras imperialistas. Es por consiguiente nor­mal que él trate de conducir la polémica a su terreno: "las causas de la guerra en general”. Y es en ese terreno, paradójicamente, donde la argu­mentación de Jehan presenta debilidades. El no responderá en realidad jamás a la simple constatación histórica que afirma Hennaut: "las guerras no son por consiguiente fenómenos particulares del régimen de explotación capitalista". Jehan se conformará con corregir a Hennaut afirmando, con razón, que: "las guerras (sólo son) un aspecto de la vi­da de las sociedades divididas en clases".

Pero no se nos ocurre cómo haría Jehan para aplicar su teoría en la explicación de las guerras entre Estados nacionales o plurinacionales precapitalistas. En efecto, la explicación de Jehan está exclu-sivamente basada en la "teoría del imperialismo" (caracterizado como fenómeno específicamente capitalista y dentro de una fase del capita­lismo y de la decadencia en su variante luxemburguista). Las guerras precapitalistas se encuentran fuera de ese esquema. Ni la destrucción del proletariado y de las riquezas, ni la lucha por mercados pueden ser la causa de las guerras precapitalistas. ¿Cómo Jehan podría respon­der, sin dar la razón a las tesis de Hennaut, que pretende que la guerra está hecha para la apropiación de las fuerzas productivas del ad­versario, no para destruir en general las riquezas y los hombres, sino para "la destrucción de riquezas bien concretas: las de sus rivales... (para) el aniquilamiento de la potencia rival"?

En realidad,es siempre (en toda sociedad de clases) (2) la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción la que determina y empuja a la guerra entre las clases y a la guerra "nacional" entre potencias explotadoras (donde cada parte en presencia se da como objetivo aniquilar a su rival y apropiarse de sus fuerzas productivas). Así el despotismo asiático sólo ha podido realizar sus grandes trabajos destruyendo comunidades, apropiándose de los hombres, reduciéndolos a fuerza de trabajo explo­tada, etc. Las guerras entre grandes Estados esclavistas, que tenían por objeto la apropiación de esclavos y de riquezas, constituían parte esencial del desarrollo de las fuerzas productivas y por consiguiente de la reproducción de las relaciones de producción esclavistas, Las clases dominantes por lo tanto no desarrollan la guerra por una razón "nacional" que preexistiría a las relaciones de explotación, sino que las clases dominantes desarrollan la guerra en tanto que a­gentes específicos del mantenimiento y de la reproducción de esas re­laciones de producción. Es esta verdad fundamental la que expresa Jehan cuando dice que "las guerras encuentran sus raíces en el antagonismo de las clases y no en el antagonismo de los Estados capitalistas”, a pesar de su incapacidad para explicar esto de una manera global. Por el contrario Hennaut generalizará su análisis superficial y construi­rá una explicación falsa con consecuencias nefastas.

Para Hennaut, Estado y comunidad son una y la misma cosa y la guerra correspondería al estadio de la organización económica del mundo, en el cual "la humanidad organizada en agrupamientos antagónicos, resuelve los problemas de la subsistencia humana desde el punto de vista mundial colocándose desde el punto de vista de los intereses de un agrupamiento" (Ver texto). En realidad el Estado, no es la comunidad humana, sino por el contrario, la organización político mili­tar para la negación de la comunidad, para su permanente dislocación y opresión; "la existencia del Estado y la existencia de la esclavitud son inseparables" (Marx); el Estado es la organización de la clase explotadora de la sociedad, para dominar a los explotados y reproducir­ el sistema de dominación y explotación. Hablar de los "intereses de un agrupamiento" en una sociedad de clases (y aquí se concentra toda la falsedad de un análisis que pretende aplicar las mismas reglas a dos tipos de sociedades totalmente diferentes: sociedad sin clases –sociedad primitiva- y sociedades con clases e intereses antagónicos), es olvidar explícitamente que no hay ningún interés común entre las clases, es olvidar los intereses antagónicos entre las clases, o pretender que esos antagonismos se encuentran supeditados, que son secundarios con respecto a aquellos.

Todo lo que sigue en el análisis de Hennaut es falso, pues se basa en la falsedad de la existencia de una comunidad de intereses de un agrupamiento nacional, negación de las clases. Sin embargo, no es suficiente con dicha afirmación, pues si hoy es importantísimo criticar esa posición es porque la misma -con variantes de todo tipo- sigue siendo importante para confundir la cosa y especialmente para con­fundir a los proletarios llevándolos al callejón sin salida de la vi­sión nacional del capital.

En realidad, no solo es falso que existan "intereses del agru­pamiento", "comunidades nacionales" (con las mismas características que las comunidades primitivas) que se hacen la guerra, que las gue­rras encuentran su origen en los intereses nacionales, en los agrupa­mientos antagónicos nacionales en que se divide la humanidad, sino que es una falsedad que corresponde a la contrarrevolución efectivamente en realización, a la guerra imperialista efectiva, sin oposición del proletariado. Efectivamente, lo que hace Hennaut al hablar de esos agrupamientos nacionales, con intereses comunes determinados como causas de las guerras, es (además de traicionarse a si mismo en todo lo que respecta al análisis de clase que realiza) expresar la contrarre­volución, viviente, efectiva, totalmente dominante en la época (como la expresan estalinistas, trotskistas, ....) de derrota total del sujeto de la revolución y por lo tanto en donde lo que existe es el pueblo, la “comunidad nacional", el país, el Estado, es decir la más sangrien­ta negación del proletariado, de sus intereses, y de la comunidad humana que porta en su ser. El secreto está precisamente (que Jehan pone en evidencia diciendo que las contradicciones económicas arriban a su expresión militar cuando se han ahogado las contradicciones de clase) en que el mundo pasa a ser un mundo de contradicciones únicamente im­perialistas solo cuando se ha derrotado al proletariado; es decir la "humanidad" queda "organizada en agrupamientos antagónicos nacionales" cuando se ha liquidado el comunismo y su ser, el proletariado. Por lo tanto la tesis de Hennaut no solo es falsa y contrarrevolucionaria, sino que es fundamentalmente una falsedad histórica de la contrarre­volución, que como tal ha sido construida a partir de generalizar lo que es la verdad de la fase de contrarrevolución, olvidándola como­  tal, como producto de la destrucción del comunismo.

La negación del comunismo, hecha realidad en la contrarrevo­lución en el predominio de los Estados "Nacionales", y su guerra, en la liquidación física de obreros como carne de cañón de los burgueses, se transforma en generalidad y se niega el comunismo en todo su arco histórico, como comunidad primitiva, como resistencia a su disolución por la mercancía, como reacción contra la explotación y el Estado en todas las sociedades de clase, en fin, como acción y realización del proletariado constituyéndose para negar todas las clases sociales. Las bases mismas de toda la explicación niegan el comunismo y hasta lo confunden con el Estado, de ninguna manera de ahí podría surgir una explicación compatible con la acción comunista. Pero volvamos a las afirmaciones de Hennaut para ver todas sus consecuencias.

La afirmación de que la guerra tendría causas "nacionales"(!?) que preexistirían a las clases, significa negar la guerra como la política que una clase está forzada a realizar, para desarrollar las rela­ciones de producción que dicha clase contiene en su ser. La guerra para Hennaut tendría como causas cualquier otra cosa difícil de imaginar (sólo afirma que "la humanidad está organizada en grupos antagónicos") sin referirse a la  ideología reaccionaria de los "conflictos inherentes al hombre", de la "naturaleza esencialmente nacionalista de la humanidad", del egoísmo "innato", etc. Para Hennaut, no son por consiguiente, las clases dominantes las que se organizan en Estado nacional, sino que éste aparece como elemento previo (ésta teoría es por tanto incapaz de explicar las guerras entre fracciones de la bur­guesía en el interior de un Estado nacional).

Hennaut es incapaz de captar las especificidades del capita­lismo con relación al pasado y su tentativa de conciliar su concepción con la teoría socialdemócrata del imperialismo; buscando las especi­ficidades del imperialismo, no hace más que empeorar las cosas. Si, según Hennaut, el Estado nacional es la categoría, determinante, él es coherente creyendo que "bajo el imperialismo", "las grandes potencias imperialistas", se transforman en el sujeto de la explotación capitalista. Esta concepción (claramente desarrollada en las tesis de Hennaut), que "olvida" el hecho fundamental de que la explota­ción es exclusivamente una relación entre las clases y no entre paí­ses conduce a posiciones, hoy bien conocidas: oposición entre los países "civilizados" y las naciones "oprimidas" de donde se deduce la aberración: “el socialismo reconoce a los pueblos el derecho a dispo­ner de ellos mismos".

En realidad, el Estado es siempre el poder organizadode una clase y como tal es un elemento determinante para las relaciones de producción que esta clase contiene en su esencia. La especificidad capita­lista de los Estados nacionales de las potencias imperialistas, con relación a los que la han precedido, no significa que el Estado se ha­ya transformado en sujeto determinante autónomo de la historia. Al contrario, más que nunca, en el capitalismo, la clase dominante, sus Estados, sus partidos, sus patrias…  están determinadas por las relaciones de producción capitalista, es decir, por el mismo capital.

Las relaciones de producción precapitalistas eran siempre relaciones estrechamente ligadas a una serie de elementos ideológicos y materiales, estando casi incapacitadas para cambiar esas formas. En la formación social burguesa, por el contrario, el capital en tanto que valor que se valoriza no tiene otra patria que el espacio que le permite la reproducción más acelerada posible (la mayor tasa de ga­nancia posible). Es el proceso de valorización del capital, el que determina todos los demás elementos materiales e ideológicos que el capital utiliza para su desarrollo. Por eso el capital es capaz, no solamente de adoptar la forma dinero, mercancías, medios de producción, etc., -y un capital de origen comercial se puede convertir en capital industrial, para hacerse después capital agrícola o minero en no importa que otra región del mundo- sino que incluso puede cambiar de "cultura", de "religión", de "partido político", de "Estado nacional", … El capital de un origen "nacional" puede autonomizarse, desarrollar otros intereses "nacionales” y por tanto cambiar su ideología: de apóstol de la "civilización", deviene liberador de "naciones oprimidas" o defensor de los "derechos de los pueblos a disponer de ellos mismos". Puede cambiar de nación o de constelación imperialista y al interior de un mismo Estado nacional el capital puede dividirse en dos campos, colocándose en cada lado de una y otra constelación imperialista. Pero  el capital será siempre muy patriota, pues no hay valorización sin triunfo en la lucha concurrencial que mantienen los capitalistas entre ellos. No hay victoria para un capital particular sin fuerza militar e ideológica, sin estructuración de su poder en fuerza, en partido político, en Estado Nacional, en constelación imperialista.

Hennaut, al invertir totalmente esas relaciones y conceptos (inversión típica de la ideología del capital según la cual primero es "la patria", o la religión, o el bienestar de la población, luego su beneficio!), no solo abandona la crítica marxista del capital, sino que su teoría está por debajo de la economía liberal, que reconoce que "la patria del propietario privado se extiende tan lejos como sus propiedades, y el extranjero comienza para él exactamente donde comienza la propiedad de los otros", lo que le permitió descubrir y revelar la ley según la cual,"la competencia, es decir la guerra, es la relación adecuada que esos extranjeros tienen entre ellos, rechazar acertadamente los monopolios nacionales que se basan en el prejuicio corriente según el cual los propietarios privados tendrían una patria"(3).

Esos prejuicios nacionales arrastraron a Hennaut, a la mayoría de la Liga de los Comunistas y a una parte del grupo Prometeo-Bilan, a adoptar, sobre la cuestión española, posiciones incompatibles con el comunismo. Por cierto, no se puede unir mecánica y uní­vocamente la polémica sobre las causas de la guerras, con la escisión que dividía a la izquierda comunista ese mismo año (1936), acerca de la situación en España, pues existían simultáneamente una serie de divergencias profundas sobre la concepción del partido, sobre la alter­nativa democracia-fascismo, sobre la actitud ante las elecciones y otras cuestiones fundamentales que acabaron por determinar dos líneas programáticas diferentes, pero no puede desconocerse el nexo que une las posiciones del grupo Hennaut sobre la cuestión española con la polémica sobre las causas de la guerra y en particular con los textos que presentamos.

Sin pretender ser exhaustivos, aclaremos el problema. Seña­laremos en primer lugar que el grupo Hennaut intentó hacer compatible los principales puntos programáticos (señalados al comienzo de este artículo), con un apoyo "critico" a la democracia. Lo que no es posible, pues, a pesar de que dicho apoyo "crítico" fuese presentado de una manera mucho más sutil que el de los trotskistas, en la práctica todo apoyo a la democracia renuncia al comunismo. En efecto, a pesar de todos los finos razonamientos y el recurso a subterfugios, la posición: "lo que no impide que indirecta y provisionalmente sea apoyado el go­bierno democrático" (4), porque: "la clase obrera debe organizar la ayuda de sus propias organizaciones, fuera de todo control de la burguesía, el transporte de armas para las tropas del gobierno..." es una posición totalmente anticomunista, y ello a pesar de todos los añadidos del tipo: "...sin embargo olvidar que la lucha contra su propia burguesía es el mayor deber..." (5). Enefecto, la guerra imperialista, en tanto que destrucción de las fuerzas productivas, en tanto que destrucción de proletarios, de hombres que por sus condiciones de vi­da están llamados a organizarse en clase para barrer el orden burgués, es por excelencia anticomunista, es la concreción suprema de la bar­barie de la civilización, y mientras la tendencia Jehan la había comprendido y explicado magistralmente, la posición de la tendencia Hennaut era totalmente incapaz de comprenderlo.

El exterminio de obreros venidos de todas partes, bajo las banderas contrarrevolucionarias de la democracia y del fascismo en España, fueron los primeros pasos hacia la generalización de la guerra a  escala planetaria. Solo le quedaba a la burguesía el reunir bajo sus banderas a las últimas fracciones del proletariado que luchaban aún por sus propios intereses de clase. El reclutamiento orquestado por la izquierda para defender la república, fue completado a partir de la cuestión española por una serie de grupos (en la propia España, por la CNT, POUM, los trotskistas...) que defendieron el apoyo a la democracia de una manera más radical, obrerista. Esos grupos han cumplido el mismo rol que los socialistas o estalinistas, y por consiguiente han reforzado el dominio de la burguesía sobre los proletarios, incluyendo los más reticentes.

Las divergencias que se manifestaron sobre las causas de las guerras en la Liga de los Comunistas y en Prometeo-Bilan en 1936 y el triste rol contrarrevolucionario que jugaron una parte de sus compo­nentes, está por consiguiente inseparablemente ligados. Además el grupo Hennaut defendía una concepción completamente falsa del Partido. Reprochaba, por ejemplo, al Grupo Jehan y a la fracción italiana, el mantener, lo que en realidad es una posición esencial del programa comunista: el hecho de que la clase no existe sin su organización en partido, sin organización y dirección comunista. El Grupo Hennaut se indigna al constatar la existencia de "escritos de la fracción que establecían, que en ausencia del partido, la existencia de la clase es simplemente negada" (6). Esas críticas de Hennaut, derivan de concep­ciones que pretenden definir a la clase obrera sin partido, que conciben la clase desde un punto de vista estrictamente económico, (olvi­dando que las clases se definen en su práctica, en su lucha, en tanto que fuerzas determinadas por relaciones de producción e intereses antagónicos) que suponen que pueda existir tal fuerza sin una minoría sólidamente constituida sobre la base del programa comunista organizada para su acción voluntaria de dirección y de centralización. Esas­ concepciones siempre presentes en un análisis seudo marxista, son el producto de una visión democrática que niega la función de dirección de las minorías comunistas, función que se ha verificado como indis­pensable en toda la historia del proletariado. La revolución proletaria es realizada por una clase mayoritaria y en función de los intere­ses de toda la humanidad. Esta verdad subversiva, es transformada por la visión democrática en una reivindicación reaccionaria: "la defensa de las ideas de la mayoría de los obreros", "de la democracia obrera", "de la democracia de los masas". ¿Es que esta visión democrática puede ser otra cosa que la reivindicación de las ideas y prejuicios de la mayoría, gracias a las que la burguesía mantiene su dominación desde hace siglos? Nada más evidente, y todas esas posiciones conducen irremediablemente a la defensa del antifascismo democrático, a pesar de todos los discursos que se han hecho para distinguirlos de la defensa de la "democracia en general".

El Grupo Hennaut, no ha escapado a la regla: “A los que nos reprochan ser defensores de la democracia en general, respondemos que la cuestión de la democracia en general no se presenta jamás, pero que todo ataque a la democracia, por parte de la reacción, no es de hecho más que la preparación de un nuevo ataque contra el proletariado. Toda abstención equivale entonces a una deserción ante el enemigo de clase " (7). Los que defienden esta nefasta posición para los obreros, contribuyendo a la organización "del transporte de armas para las tropas del gobierno democrático" (8), preparan su propia masacre, están necesariamente junto a los que hoy como ayer confunden la clase revolu­cionaria con un conjunto estadístico de obreros, la conciencia de clase con las ideas de la mayoría de los obreros y por consiguiente con aquellos que reivindican "la verdadera democracia", la "democracia de masas", "la democracia de base", "la democracia obrera".

El Grupo Hennaut, ha llegado a tomar partido por el campo anticomunista, al partir de una concepción errónea de la clase obrera, del partido, de la democracia (9), del fascismo, etc., de la que deduce (como todo izquierdista de hoy) "la falta de democracia de la bur­guesía republicana y por consiguiente, la fragilidad de su antifascismo". (10).

A todo esto se agregaba el decisivo debate sobre las guerras imperialistas. En efecto, el grupo Hennaut hizo exactamente lo contrario de lo que defiende en su 5ª tesis: "la clase obrera no puede dejarse arrastrar a la guerra imperialista... poniendo como pretexto… una lucha entre la democracia y el fascismo". Su concepción de las guerras, que considera como factor determinante, no el antagonismo fundamental de la sociedad capitalista, sino los Estados naciona­les imperialistas, convertía esta tendencia en absolutamente incapaz de concebir la guerra imperialista (y su desencadenamiento) en el in­terior de un país. Así el Grupo Hennaut, se opone a la única alter­nativa proletaria: transformar la guerra imperialista en "guerra ci­vil para la destrucción del Estado capitalista (democrático y/o fascista)" aceptando las consecuencias derrotistas que se desprendan. No comprende que "bajo la bandera antifascista, el proletariado en España cae por el capitalismo y no por el socialismo" (11); y ello por que en su concepción, no podía haber guerra imperialista porque no había frente a frente Estados rivales. Hennaut dice contra el Grupo Je­han: "Ellos creen que luchando contra el fascismo incitan una guerra capitalista. Esta guerra no pondría frente a frente a Estados capita­listas rivales, sino más bien, a fracciones de la clase obrera. Tenemos el más puro ejemplo de sofisticación al que puede llegar "gente" que ha perdido todo contacto con la realidad. La concepción de que la burguesía es una e indivisible internacionalmente emana necesariamente de la negación de los antagonismos imperialista o su disminución al extremo. La minimización de esos antagonismos debe conducir a la idea de que la guerra es la lucha específica de la burguesía contra el  proletariado. No se puede imaginar mayor aberración” (12).

Y sin embargo, esas "gentes" si estaban bien en contacto con la realidad, ¡LA GUERRA IMPERIALISTA MUNDIAL HABÍA YA COMENZADO!, la carnicería mundial que siguió lo confirmaría. Además Jehan, no ha­bía afirmado nunca que la burguesía fuese una e indivisible, sino había señalado que los enfrentamientos interburgueses son inevitables, pero que no nacen de prejuicios "nacionales" sino de las contradiccio­nes inherentes al sistema de explotación capitalista, Tampoco ha desarrollado la idea según la cual, la burguesía se metería previamente de acuerdo para declararla guerra al proletariado (nivel subjetivo en el que Hennaut quedará anclado) sino que Jehan ha tenido el enorme mérito de poner en evidencia que, detrás de las causas "inmediatas" de las guerras (ver texto), la guerra es esencialmente anticomunista y que a pesar de que la burguesía no se "de" como objetivo el destruir fuerzas productivas en general, el rol objetivo de la guerra es exac­tamente ese, sobre todo la liquidación física de los obreros.

Todos los aspectos de esta polémica que señalamos, están hoy, a la orden del día. Lo que ayer fueron graves confusiones que orien­taron a un grupo al campo burgués del antifascismo, es hoy la táctica preferida de la izquierda democrática, preparando el reclutamiento de los obreros para la próxima guerra imperialista: “lucha contra el imperialismo más fuerte", "defensa de la democracia contra los ataques de la reacción", "la burguesía no es lo bastante antifascista", "el pro­letariado, defendiendo la democracia, lucha contra la burguesía"... Todas esas mistificaciones ocultan evidentemente la función objetiva­mente anticomunista de toda guerra imperialista. Ese izquierdismo se las arregla siempre bien, para ocultar la masacre de los obreros entre ellos (en cualquier país) bajo las banderas de la defensa de la de­mocracia o de la "revolución democrático progresista en las colonias".

He aquí, la tremenda importancia actual del conjunto de la polémica y nuestro interés en desenterrarla, intentando aclarar todo lo que ella comporta, frente a la actual generación proletaria, poniendo en evidencia como se han ido forjando, con la durísima y sangrienta prueba de la historia, en base a rupturas y decantaciones, las posi­ciones de los comunistas internacionalistas.

Ya hemos repetido miles de veces que no nos reivindicamos de ninguna continuidad formal con algún texto sagrado o individuo del pasado. Hemos evidenciado como la posición del compañero Jehan, y de la mayoría de la izquierda comunista italiana, era esencialmente correcta y hemos explicado porqué. Se trataba de un momento particularmente importante para la clarificación programática, y al respecto queremos subrayar, que además de los grandes puntos programáticos ya señalados en la introducción, debemos a esos compañeros pasos muy importantes en la comprensión de la democracia, de las guerra imperialista, de las luchas contra las guerras, del derrotismo revolucionario como parte inseparable de la lucha directa de los obreros contra las condiciones de la explotación...

Pero eso no significa evidentemente que el conjunto de expresiones y explicaciones utilizadas por esos compañeros sean correctas, por eso la crítica de las mismas es indispensable, lo que no puede interpretarse como despreciativa de la enorme trayectoria de los comunistas revolucionarios, que incluso en las peores épocas siguieron manteniendo las posiciones invariables esenciales del comunismo contra toda la corriente. Solo la contrarrevolución, que tiene que evangelizar líderes obreros para liquidar su obra y su trayectoria, puede asimilar la crítica con el desprecio e intentar proscribir y excomulgar a los que critican a "sus santos".

Como hemos ido viendo, no solo la tendencia Hennaut demuestra una ruptura insuficiente con la ideología de la socialdemocracia, sino que también en los textos del compañero Jehan se percibe claramente que la restauración del programa comunista, operada por las izquierdas comunistas internacionales, estaba aún inacabada. Hay evidentemente una serie de confusiones propias de la ideología dominante de la época, cuya crítica detallada no está aún acabada. En cuanto a esas confusiones, es necesario subrayar dos ejemplos particularmente importantes: el grupo Jehan queda parcialmente atado a dos tesis burguesas dominantes en la época (sostenidas tanto por la socialdemocracia, como por sus herederos estalinistas, trotskistas,...) Ellas son:

- la de la existencia de un estado obrero (centrista u obrero degenerado) en la URSS;

- la de la decadencia del capitalismo, la del fin del crecimiento en 1914.

Todas esas posiciones consideran que el Estado ruso -de una forma u de otra- ha dejado de regirse, internamente, en cuanto a la producción, por el capitalismo; que el Estado, es obrero (o las variantes ya mencionadas) y que el capitalismo tiene dos periodos: el uno hasta 1914 "de crecimiento del capitalismo" (13) y el otro, a partir de 1914 "que excluye todo progreso" (14). Estas dos tesis erróneas están indisociablemente unidas: solo se podía sostener que el capitalismo ha­bía cesado decrecer considerando a la URSS como no capitalista. Se a­cepta así la mas grande falsificación histórica (que constituye el fundamento del estalinismo y del trotskismo): el enorme crecimiento indus­trial en la URSS fue "no capitalista" y debido a "un Estado obrero" (sea o no "degenerado"). Es verdad que el aumento anual del producto industrial bruto en las grandes potencias (con exclusión de la URSS) fue en esa época (desde 1920 al 38) miserable, y la tesis no marxista del fin del crecimiento del capitalismo, podía incluso impregnar­ la comprensión de los militantes comunistas. Para que el lector pue­da comprender la situación que se vivía en 1936de apogeo de la tesis estalinista y trotskista de la "industrialización socialista" y del "fin del crecimiento capitalista", es suficiente comparar las cifras del crecimiento de la producción industrial de la "potencia capitalista que crecía más aprisa", los Estados Unidos, con el crecimiento fantástico de la URSS en la misma época:

           

EE.UU.

URSS.

1920 - 29 = 4,9

1921 - 32 = 21,6

1929 - 37 = 0,9

1932 - 40 = 15.6

El ritmo anual del crecimiento industrial en Alemania y en Francia a partir de la I Guerra Mundial fue inferior al 2%.

Esas cifras son enormemente significativas, pues es con ellas que jugarán todos los sostenedores del fin del crecimiento capitalis­ta, de que el capitalismo había entrado en una fase en que no podía ha­ber más expansión (tesis que es ¡la negación total de todo lo que el viejo Marx nos enseñara acerca de la esencia del capital!) y que por tanto lo único que crecía tenía que ser necesariamente diferente al capitalismo.

Solo viendo al capitalismo en su conjunto, comprendiendo la naturaleza enteramente capitalista de la economía de la URSS, se podía comprender que el capitalismo no había cesado de crecer.

Con la guerra imperialista, el papel de la URSS en ella (15) y el crecimiento infernal del capitalismo luego de la segunda guerra, el capitalismo mundial desmintió brutalmente ambas tesis: ni 1914 había indicado el fin de la fase de expansión catastrófica del capitalismo, ni Rusia había roto con las leyes del capitalismo. Lo que ha seguido es mucho más cercano a nuestros días, el capitalismo llega a su sumun de expansión y de capacidad para revolucionar los medios de producción y con ello llega también a re-exacerbar todas sus contra­dicciones ineludibles, pero a un nivel infinitamente más explosivo. Nunca ha habido tanta riqueza y nunca hubo tanta gente reventando de hambre, nunca como en la posguerra (45 al 65) hubo tanto reformismo triunfante y mejoramiento económico de la clase obrera (salario real) y sin embargo nunca fue más imponente su miseria social (salario re­lativo) (l6), nunca se subió tan alto, nunca se prometió tanto, nunca se dijo tantas veces que nunca más habría crisis; y nunca se ha caído de tan alto, nunca la mentira quedó tan clara como mentira y nunca la crisis del capital, con su secuela de guerra, de barbarie, de exterminación ... ha dejado más en evidencia EL CANIBALISMO DEL CAPITALISMO, LA NECESIDAD DE DESTRUIRLO.

Y en toda esta nueva fase, FASE DE VERDAD, de fulgurante cre­cimiento capitalista y por lo tanto de exacerbación gigantesca de sus antagonismos, no se ha salvado nadie y mucho menos los países que se han colado el título de “socialistas" y de "estados obreros o/y populares". El propio desarrollo del capital, como sociedad mundial ha barrido con aquellas teorías.

******

Para el proletariado revolucionario, lo que hoy es importan­te en la ardua e indispensable reapropiación de las posiciones de las fracciones de vanguardia del pasado, no es el detenerse en ese tipo de tesis -como la de URSS o la del fin del crecimiento en 1914…- en las cuales es evidente que los comunistas no se habían desembarazado totalmente de las ideas  dominantes en la "izquierda" de la sociedad (socialdemocracia, estalinismo, trotskismo); y mucho menos repetirlas como papagayos, sino que hay que centrarse en los elementos de RUPTURA con la contrarrevolución. Es percibiendo la ruptura entre el comunismo y la democracia que hay que leer a Marx; es en la ruptu­ra con la socialdemocracia que se fueron gestando las condiciones de la ola revolucionaria 1917-23; es solo rompiendo con todas las vacas sagradas de la socialdemocracia, con todas sus ideologías, con todas las viejas formas organizativas que el comunismo se constituyó en fuerza mundial; es la ruptura insuficiente con la socialdemocracia la que ­marca los límites de la revolución y los de la tercera internacional desde su origen, es gracias a la ruptura con esa internacional que se reconstituyen las fracciones comunistas que en el mundo entero comen­zarán el balance de la revolución y la contrarrevolución en este si­glo, es solo con la ruptura total de ellas con la socialdemocracia, con el trotskismo, con el estalinismo, con la democracia en general, que se han ido reforjando las armas programáticas que permitirán la organi­zación del partido, es, en fin, en base a la ruptura con todos los mi­tos y fuerzas de la contrarrevolución que el proletariado podrá constituirse en clase dominante, para abolir todas las clases, todos los Estados, todas las guerras.

Es tomando como eje la ruptura, que presentamos los materiales de la historia del Partido de nuestra clase, es ese criterio el que nos impulsa a publicar esta trascendental polémica, y es con ese mismo criterio que hemos presentado esos materiales, insistiendo en la ruptura entre los comunistas internacionalistas y las explicaciones dominantes (de ayer y de hoy), subrayando en la exposición de ca­da una de las posiciones y en la crítica a ellas, la ruptura entre las dos tendencias, ruptura que se fue conformando como irreversible ruptura de clases.

****

"Aquellos comunistas de izquierda que consideran que el factor esencial de la guerra imperialista es la conquista de mercados, llegarán a afirmar que, dado que este elemento se encuentra ausente en la actual situación en España, asistimos a una guerra civil a pesar de que el elemento específico de esa guerra civil, la lucha contra el Estado, haya sido reemplazado por la incorporación de los obreros en ese Estado".

BILAN Nº 38 – Enero 1937.

NOTAS DE “NUESTRA POSICIÓN:

(1) Utilizamos las categorías "subjetivo" y "objetivo" para hacer nuestra exposición comprensible, sin olvidar que la subjetividad de una clase es siempre el producto de sus condiciones de existencia y de reproducción,

(2) No podemos, en este contexto, entrar en la descripción de las características de las guerras de disolución de la comunidad primitiva, ni menos aún, en los conflictos violentos (el término''guerra"  no es estrictamente aplicable) que oponían las comunidades entre sí.

(3) Marx - Manuscritos 1844.

(4) En el Boletín de la Liga de los Comunistas Internacionalistas No.2 y 9.

(5) Ídem.

(6) Boletín... ídem.

(7) Ídem. No. 2 y 3.

(8) Boletín... ídem.

(9) Han renunciado igualmente al abstencionismo comunista en las elecciones de entonces.

(10) Boletín... ídem. .

 

(11)  Idem

(12) Ídem

(13) "Cuadernos de estudio" de la Liga Comunista Internacionalistas. No. 2 junio 1936 de Jehan.

(14) Ídem.

(15) Recordemos que incluso el renegado Trotsky consideraba, al final de su vida, que si se producía la entrada de la URSS en la gue­rra imperialista al costado de los otros Estados se ponía en cuestión la teoría y se hacía necesaria la revisión de la naturaleza social (que el le atribuía: Estado obrero degenerado) de ese país.

(16) Utilizamos los clásicos términos de Marx en Trabajo Asalariado y Capital.


CO10.3.4 Memoria Obrera: Las causas de las guerras imperialistas :

Nuestra Posición.