POSICIÓN DE LA TENDENCIA JEHAN

“LA GUERRA IMPERIALISTA PLANTEA UN PROBLEMA DE CLASE” (1)

La discusión en el seno de la Liga sobre el problema de la guerra, ha revelado ciertas divergencias que si bien no impedirán a la organización el adoptar una táctica unánime (al menos nosotros lo esperamos), tiene una importancia crucial, por lo cual no puede ser encuadrada en las parloterías académicas.

Abordaremos aquí exclusivamente la más importante de esas divergencias, la referente a la causa fundamental de las guerras imperialistas, a pesar de que un desacuerdo haya igualmente surgido sobre el carácter regresivo o progresivo de la fase imperialista del capitalismo, problema sobre el que hemos ya dado nuestra opinión en el "Boletín", pero que prevemos reexaminar.

La opinión de la tendencia mayoritaria de la Liga puede resumirse como sigue: dado que el mundo capitalista es el resultado del desarrollo antagónico de la sociedad, basado en la existencia de Estados nacionales antagónicos, las guerras de esta época encuentran su origen profundo en la competencia de los capitales y en las riva­lidades entre imperialismos. Por consiguiente es importante, para comprender y prevenir la guerra imperialista, analizar el desarrollo de las contradicciones entre los Estados burgueses.

Por otra parte, esta tesis, que no se basa fundamentalmente sobre el concepto de la lucha de clases, implica lógicamente una a­firmación subsidiaria, a saber: que los móviles de la guerra pueden subsistir después de la desaparición de los antagonismos de clase. Tal es, en efecto, la opinión de los camaradas de la mayoría, que consideran que en el seno de la sociedad comunista, las guerras se­guirán siendo posibles (2), dado el innegable desarrollo desigual de las diversas economías nacionales que incitarían lógicamente a no reconocerse entre ellas los "privilegios" heredados de la evolución capitalista: las comunidades nacionales, no divididas en clases, podrían por lo tanto verse forzadas a defender su existencia por la guerra. He aquí, evidentemente, una perspectiva abstracta, que muy probable­mente causaría el quebranto de la política internacional de un Estado proletario.

En realidad lo que nos interesa determinar es la actitud del proletariado frente a los peligros de la guerra. ¿Son las contradicciones imperialistas, es decir las manifestaciones monstruosas y ex­plosivas del más destructivo sistema de explotación que la historia ha engendrado, o bien son las contradicciones de clase las que expresan la naturaleza más profunda del sistema?        

No cabría en el espíritu de ningún marxista verdadero el negar la afirmación de que la guerra resulta de la existencia del capitalismo. Pero eso no alcanza, falta señalar bien que, precisamente, esta afirmación pone en evidencia, no los antagonismos entre las naciones burguesas, sino la realidad de una sociedad dividida en clases. Sin apropiación privativa de los medios de producción por la clase burguesa, sin la explotación del proletariado, no habría naciones burguesas, no habría por tanto antagonismos entre las naciones. Burguesía y Nación son dos concepciones estrechamente ligadas. La nación no es una necesidad “natural” sino histórica, condenada a desaparecer con las relaciones de producción y los factores sociales que la engendraron, de la misma manera que el Estado capitalista en que ella se concentra. Las naciones burguesas y las guerras nacionales han sido, es verdad, el soporte del progreso social y del desarrollo de la sociedad capitalista. Pero también es cierto que hoy, el capita­lismo, en su fase imperialista y decadente, constituye no solamente una traba al progreso, sino un peligro mortal para la sociedad.

Es bien evidente que la guerra imperialista es el producto directo de la competencia capitalista, competencia y guerra son dos manifestaciones sociales relacionadas por su origen común. El meca­nismo capitalista solo puede funcionar a través de la competencia que va desde la lucha económica entre empresas capitalistas, hasta la lucha armada entre Estados; y la guerra imperialista no es más que el aspecto más violento de esta competencia, mientras que fundamental­mente, es el límite capitalista de la evolución de la lucha de clases, la expresión de una relación de fuerzas determinada entre burguesía y proletariado. En la época imperialista el otro término de esta evolución solo puede ser la Revolución.

Es profundamente justo decir que "cuando la guerra se impone, es porque la clase obrera ha sido ya vencida" (Rosmer: De la Unión Sagrada a Zimmerwald), pero para nosotros, eso significa precisamente que la lucha esencial se sitúa entre las dos clases fundamentales de la sociedad capitalista y no entre las clases imperialistas, aunque sean estas las que parezcan estar en primer plano. Es por eso que consideramos, que una apreciación marxista de la guerra imperialista, solo puede ser establecida a partir de una crítica profunda de la sociedad burguesa y de un análisis del mecanismo de las clases en que se divi­de, y no sobre la base del criterio de las naciones antagónicas. Para definir la política del proletariado, no nos hemos detenido en las causas inmediatas de las guerras, sino que nos hemos remontado a sus cau­sas originales; no tenemos porque sustituir las contradicciones fundamentales de clase por las contradicciones entre fracciones burguesas. Cierto, la competencia y la guerra entre Estados capitalistas están fundadas en la contradicción histórica, entre su existencia en tanto que naciones y el carácter mundial del sistema capitalista, cuyas fuerzas productivas y formas de explotación desbordan, irresistiblemente,  el cuadro nacional; las contradicciones económicas y sociales del sistema acogotan a cada burguesía nacional, obligándola a salir de las fronteras que ella ha construido, yendo a buscar en el mercado mundial lo necesario para hacer funcionar su régimen de explotación, que constituye su razón de ser. Pero termina creándose, de igual modo, una situación sin salida -desde el punto de vista del desarrollo económico y social y no desde el punto de vista político-. Esta se produce cuando el mercado está saturado de mercancías y el reparto de todas las riquezas está consumado; entonces “la guerra adquiere carácter inevitable, fatal, a pesar de la indecisión completa acerca de los motivos de los objetivos del conflicto y de todas las demás circunstancias" (R. Luxemburgo), es decir, que esta es la sangrienta extorsión de la anacrónica supervivencia del capitalismo, cuando el proletariado es impotente para destruirlo. Eso significa, en otros términos, que la guerra imperialista, empujada por las contradicciones últimas del capitalismo responde mucho más a una inevitable y necesaria destrucción de las riquezas materiales y de 1os proletarios inútiles para la pro­ducción, que a un problema de una nueva repartición de esas riquezas entre los Estados imperialistas, como parecería que tal fuese el ob­jetivo inmediato de la guerra.

No iremos hasta la afirmación de que la burguesía internacional tiene una clara visión de esta situación, que ella "ve" la guerra, ya que ella hace todo lo que puede para evitarla, sabiendo que se jue­ga la cabeza. No se trata de una cuestión de "conciencia", ni de vo­luntad de la burguesía en la medida en que se afana por remontar el curso de la historia, pues ella sigue siendo prisionera de sus sistema de producción y de las leyes que ella misma desencadenó; pero la­ burguesía, apoyada en sus privilegios y su posición material, puede ad­quirir un conocimiento suficiente de lo que debe realizar para mante­nerse a la cabeza de la sociedad: existe una "conciencia" burguesa que puede manifestarse en la medida en que no está viva la conciencia revolucionaria del proletariado; es decir, en la medida en que no exista el partido del proletariado, logrando contraponer la Revolución, solución proletaria, a la Guerra, solución capitalista.

Si decimos que la guerra representa la solución que el capi­talismo puede dar a los problemas que lo estrangulan, eso no signifi­ca que resuelva los antagonismos fundamentales que solo pueden desaparecer con el régimen; quiere decir que la burguesía no tiene otra opción que la guerra para sobre vivir temporalmente a su destino histórico.

Si fuera verdad que la causa esencial de las guerras estuviese determinada por las contradicciones inter-imperialistas, no se podría comprender porque los Estados capitalistas más potentes no han podido fundar el reino del pacifismo universal sobre un compromiso duradero armonizando sus intereses divergentes.

En el transcurso de la tregua, cuando han transcurrido mas de 20 años desde la 1ª Guerra Mundial, no han escatimado esfuerzos, que no todos fueron simulacros, por encontrar una solución de enten­dimiento. Pero en realidad, incluso si semejante hipótesis de un reparto "equitativo" de las riquezas hubiera podido ser realizado, ninguna de las contradicciones especificas del capitalismo habrían desa­parecido, Este, en su conjunto, no hubiese extendido en un ápice los estrechos límites de su mercado, no habría "creado" un solo consumi­dor-comprador más, pues no hubiese podido, sin suicidarse, abatir las trabas al consumo de las masas (3). Sólo el proletariado puede des­truir la barrera alzada por el capitalismo entre la producción y el consumo, solo él, a partir de la revolución mundial, puede asegurar la sociedad, contra las crisis y contra las guerras.

Hay sin embargo un fenómeno que incitará a pensar que la causa determinante de las guerras es la competencia entre imperialismos. Ese fenómeno es el crecimiento vertiginoso del militarismo y los arma­mentos que parecería que fuese consecuencia del desarrollo de las rivalidades entre Estados. Aquí también se estarían invirtiendo las relaciones de los hechos entre sí, si se presentan en ese orden. Se­ría fácil demostrar, si los límites de este artículo lo permitiesen, la enorme importancia que tiene el "mercado" del militarismo con la evolución decadente de la sociedad burguesa, como a pesar de que comprima las contradicciones económicas y sociales, contribuye al mismo tiempo a agudizar los antagonismos inter-imperialistas, levantán­dose frente a frente a economías totalitarias y guerreras. Luxembur­go, por otra parte, ha hecho esta demostración en su "Acumulación del Capital" y en "Reforma o Revolución". Ya en 1900, ella escribía: “Para la clase capitalista, el militarismo es actualmente indispensable desde tres puntos de vista: primero, como medio de lucha por la defensa de sus intereses ‘nacionales’, en consecuencia contra otros grupos ‘nacionales'; segundo, como tipo de colocación más importante, tanto para el capital financiero, como para el capital industrial; y tercero, como instrumento de dominación de clase contra el pueblo trabajador,  todo interés que no tienen, en si, nada en común con el desarrollo del modo de producción capitalista"..

Hoy, constatamos hasta que punto esta evolución asume proporcio­nes monstruosas, en la edificación de economías, que desde ya se en­cuentran en pie de guerra, tanto en la URSS y en los Estados "democráticos" como en los Estados fascistas.

Digamos por último, que es relativamente fácil seguir el verdadero curso hacia la guerra desde la "paz" capitalista, fijándonos en las manifestaciones exteriores que revelan una incontestable agudi­zación de las contradicciones imperialistas, que ponen al descubier­to "polvorines" cada vez más numerosos. Pero como marxistas, no po­demos limitarnos a señalar dichas rivalidades, a conocer su desarrollo. Considerándolas como secundarias, solo iremos al fondo de las cosas analizando no solo la evolución en la relación de fuerzas entre Estados, sino, ante todo, en los cambios producidos en las relaciones de clase a escala nacional e internacional. Es solo subrayando que las guerras encuentran sus raíces en los antagonismos de clases y no en los antagonismos entre las naciones, que los comunistas, por medio del análisis de los acontecimientos, pueden sustraer al proletariado del dominio de la ideología burguesa, conduciéndolo, a su terreno de cla­se y situándolo, no bajo la bandera de la guerra imperialistas sino bajo la de la guerra civil internacional.

                                                                                                                                       JEHAN

NOTAS DE “POSICIÓN DE LA TENDENCIA JEHAN”:

(1) Durante el año 1935 el compañero Jehan había expuesto su posi­ción general en un largo y elaborado material que terminó de redactar en noviembre de ese año y que fue publicado en el "Cuaderno de discusión de la Liga de los Comunistas Internacionalistas Nº 2, de enero de 1936" bajo el título "El Problema de la Guerra""Contribución a una discusión". Dicho cuaderno aclara en su tapa: "En esta colección son publicados únicamente estudios para su discusión al interior de la Liga y por consecuencia solo compromete a su autor". La repu­blicación de ese estudio supera enormemente nuestras posibilidades de espacio (los lectores interesados podrán, abonándonos el costo, solicitar fotocopia que les enviaremos gustosamente) y por ello hemos elegido este texto publicado en septiembre del 36 (Boletín Nº 9) que se centra exclusivamente en los desacuerdos y es sumamente sintéti­co, y partes de otro más extenso redactado a mediados de ese año ba­jo el título "La Guerra Imperialista y las Tareas de la Liga".

(2) Aquí es clara la exageración, la distorsión, operada por Jehan de las posiciones que combate. Sin embargo no debe olvidarse que la socialdemocracia europea en el siglo pasado, que fue la mejor ar­ma burguesa contra el proletariado, consideraba (posición dominante) hasta la posibilidad de mantener colonias socialistas.

(3) Como se ve no solo Hennaut adoptó las tesis subconsumistas de Rosa Luxemburgo, sino que hasta un cierto punto (sin ir hasta la tesis del "consumidor extracapitalista") Jehan también comparte dichas tesis.

LA GUERRA IMPERIALISTA Y LAS TAREAS DE LA LIGA

Un análisis del desarrollo de las contradicciones interimpe­rialistas solo es válido, desde el punto de vista marxista, si dichas contradicciones aparecen, no como causa fundamental de la guerra ha­cia la cual ellos se precipitan, sino por el contrario como el producto de la evolución de las relaciones entre las dos clases extremas de la sociedad capitalista: la burguesía y el proletariado. Las guerras encuentran sus raíces en los antagonismos de clases y no en los anta­gonismos entre los estados capitalistas; ellas solo son la manifesta­ción más violenta de la competencia, indispensable animador del meca­nismo capitalista.

Es solo partiendo de tal criterio que los comunistas, a tra­vés del análisis de los acontecimientos, pueden mostrarle al proleta­riado su camino de clase, poniéndolo en guardia contra la ideología burguesa que actúa bajo la cobertura de fórmulas equívocas o confusas, en el seno de los partidos obreros corrompidos.

Delimitar las constelaciones imperialistas no ofrece, en sí, ningún interés para el proletariado si no permite verificar la identi­dad de clase, de los objetivos, aparentemente divergentes, de las na­ciones en lucha y cualquiera sea el grado de desarrollo por ellas al­canzado. Fundar su política en las seudo posibilidades para la cla­se obrera de maniobrar entre "clanes imperialistas”, de apoyarse sobre la posición "defensiva", el programa "conservador" de uno u otro de esos clanes, para oponerse al programa "reivindicativo" y "agresivo" de los otros clanes es librar a la clase obrera a las fuerzas del capitalismo, enviarla a la masacre imperialista.

El ejemplo del Estado soviético esta ahí y muestra que incluso un proletariado victorioso, para mantenerse sobre el terreno de la lucha internacional de clases, debe, como condición, no erigir una tác­tica de compromiso, impuesta por una situación circunstancial (Brest­ Litovsk), en un principio que se haría eje de su política internacional (1) (coexistencia pacífica de dos sistemas sociales opuestos). Por haberlo hecho, por haber buscado acuerdos –incluso temporales- con el Imperialismo, la URSS se encuentra hoy incorporada en las luchas interimperialistas, bajo el signo de la defensa de sus posiciones económicas particulares fundadas en el socialismo nacional: defensa que se encuentra en la antípoda de los intereses y objetivos del proletariado mundial. Enesa medida la URSS también se coloca en la are­na de la competencia con un programa imperialista y al lado de las "fuerzas de la paz" representadas por los Estados satisfechos.

En los límites de este informe, no podemos trazar la evolución del período de "paz" capitalista que está llegando a su fin. De­bemos limitarnos a subrayar que, en los limites de la crisis históri­ca del Capitalismo, la consolidación del poder político de la Burgue­sía mundial, cuya base es haber ahogado las contradicciones de clase, tiene como contrapartida necesaria la expansión de las contradicciones económicas y, por consecuencia, el agravamiento de los contrastes imperialistas. Así, la derrota del proletariado italiano engendro el avan­ce de su imperialismo en Libia, luego en Abisinia. La masacre del proletariado chino en 1927, trajo come consecuencia la capitulación de su burguesía frente al imperialismo japonés. En Alemania, la derrota de Spartakusbbund, en 1919, condujo a la victoria del fascismo en enero de 1933, a un nuevo armamento intensivo, al repudio de Versalles y Locarno esperando que, mañana, se encienda la máquina de guerra. De la misma forma, las ricas naciones de Occidente y de América aprisionaron al proletariado en el torno “democrático", lo que lo dejó totalmente impotente, y ellas terminaron por renunciar también a su política de  ”paz conservadora” y se organizaron para la guerra.

La situación actual es la siguiente: el compromiso que el capitalismo mundial había podido organizar, en base al statu-quo territorial, la intangibilidad de la reparación de riquezas y el respeto de los tratados, ha sido roto abiertamente. La ruptura de la correlación de fuerzas imperialistas es el rescate pagado por el equi­librio político temporal del capitalismo. Luego de haber ahogado las contradicciones de clases, las incoercibles contradicciones económicas deben, por si mismas, encontrar la salida para la destrucción de fuerzas de producción y defuerzas de trabajo, porque por un lado no existen nuevas bases de expansión del capitalismo, y por otra parte, "la paz social" no puede mantenerse indefinidamente. Es por ello, que la ruptura del statu-quo en Asia, África oriental, Europa, abre virtualmente la fase de guerra mundial.

Mientras que fue necesario la tormenta de 1914 para descubrir toda la amplitud del oportunismo que había roído el movimiento obrero durante la fase de expansión imperialista, hoy los partidos obreros, con los grupos que evolucionan dentro de su órbita, han pasado abiertamente al campo de la burguesía y han logrado imponer la ideología de la gue­rra imperialista en la clase obrera. La maduración política para la guerra precede, asíla de los contrastes imperialistas y la cristalización de las constelaciones.

CONCLUSIONES

1. La estrechez de la vida de la Liga y la restringida base de su actividad, corresponde a una situación histórica y a una correla­ción de fuerzas entre las clases que registra la depresión extrema del movimiento obrero a escala internacional. Su debilidad ideológi­ca refleja la de la conciencia proletaria e indica además que la elabo­ración del trabajo teórico de la Liga está retrasada con respecto a la marcha acelerada de los acontecimientos hacia la irrupción de la guerra imperialista.

2. La Liga, núcleo comunista, aparece como una necesidad en una fase histórica donde el proletariado está privado del Partido, expresión de su conciencia histórica. Pero ella solo puede legitimar su existencia orientando su actividad a la creación de las bases ideoló­gicas y materiales únicas capaces de posibilitar sus facultades de intervención en una situación revolucionaria y por consiguiente sus posibilidades de conversión en la guía y el partido del proletariado.

3. La Liga sólo participa en la lucha consecuente contra la guerra en la medida en que aporte su contribución a la solución internacio­nal de los problemas fundamentales que se presentan ante el movimiento comunista, y en los límites de las condiciones particulares de la evolución política y económica de Bélgica.

4. La lucha real contra el desencadenamiento de la guerra imperialista que se perfila en el horizonte, no puede concebirse abstracta y unilateralmente como formas de acción específicas, sino es por la práctica y el desarrollo de la lucha internacional de las clases.

Ella plantea, ante el proletariado, la tarea concreta de revertir la relación actual de clases transformándola en su contraria, pa­ra la destrucción del capitalismo. A la guerra, solución capitalista de la crisis de la sociedad burguesa, el proletariado solo puede opo­ner su propia solución: la Revolución, instaurando el socialismo.

5. La Liga, para su acción, se inspira en el axioma marxista: que el Proletariado de cada país debe ante todo acabar con su propia burgue­sía. Rechazaen consecuencia, toda política tendente a oponer una e­lección discriminatoria entre clanes imperialistas, que entrañe una adhesión directa o indirecta del proletariado a un programa imperia­lista cualquiera, bajo la cobertura de formulaciones caducas o mentirosas.

Basándose en el carácter decadente del sistema capitalista en la época de las Guerras y las Revoluciones, la liga se opone categóricamente a las consignas sobre los derechos de autodeterminación de las nacionalidades, la guerra de independencia nacional o de Revo­lución burguesa progresista en las colonias. Rechaza igualmente la defensa de la URSS que equivale a aceptar la política del Estado obrero degenerado integrado en la competencia imperialista y en los intereses del capitalismo mundial.

El proletariado defiende el espíritu de la Revolución de Oc­tubre, en que asume su lucha intransigente contra su propia burguesía.

6. No depende de la voluntad de la Liga el hacer surgir los factores de lucha revolucionaria. Oponiendo la Revolución, a la Guerra, no enfoca aquella como un producto "espontáneo", sino como un proceso. Guerra y Revolución son los dos términos extremos de correlaciones de clase inversas. De la misma forma en que la Guerra surge al fin de un proceso más o menos largo de disgregación de la conciencia proletaria, la Revolución solo puede situarse en el final de un curso opuesto, en donde las situaciones expresan un renacimiento .progresivo de esta con­ciencia del proletariado. La Liga solo puede indicar a los obreros como, en realidad, pueden reencontrar su camino de clase. Considera su reagrupamiento solamente posible sobre la base de acciones específi­cas, apoyándose en los sindicatos. Las huelgas conservan un contenido de clase, por tanto poseen objetivos que chocan de frente con los intereses de la Burguesía.

7. La lucha directa de los obreros por la defensa de sus condiciones de vida es actualmente la única capaz de entorpecer seriamente la preparación de la guerra imperialista. Solamente partiendo de la de­fensa de las reivindicaciones inmediatas, los obreros pueden recuperar la conciencia necesaria para la .elaboración de sus luchas desprendiéndose del dominio de las fuerzas contrarrevolucionarias.

La huelga general no es una noción abstracta, libre de las condiciones de la lucha de clases, que como panacea convendría a todas las situaciones y que constituirá, por ello, el modo preventivo por excelencia de las guerras. Solo puede aparecer como el producto de un desarrollo de las luchas parciales que se ínterpenetran y se expanden hostigando sin cesar al capitalismo. Ella solo puede contribuir a la destrucción de éste si su desarrollo se liga con la intervención consciente y creciente de la vanguardia comunista.

8. En Bélgica, la importancia de la lucha sindical está dada por la extensión de la industria, por las vías de comunicación, reducto de un país favorecido, lo que facilita la extensión de las huelgas locales. Al respecto, las huelgas de Julio de 1932 son concluyentes.

Si la estructura del movimiento obrero en Bélgica ha hecho de las organizaciones de clase, víctimas relativamente fáciles del Estado Burgués, y si se muestra cada vez menos apta para defender los intere­ses proletarios, no corresponde sin embargo a la liga el repudiarlas para substituirlo artificialmente por otros organismos más eficaces. Ellos solo podrán surgir de la lucha misma, y de sus necesidades, y solo demostrarán ser instrumentos de clase en la medida que por su mismo carácter unitario faciliten la acción de conjunto del proletariado, sin posibilidades de compromisos políticos.

9. La Liga proclama que, no solamente la lucha de clases no puede ser interrumpida durante la guerra, sino que debe recibir un nuevo impulso luego de que haya sido rota la ola de chauvinismo.

Como en el periodo de paz, el proletariado se opondrá irreductiblemente a su propia burguesía.

10. La próxima guerra imperialista opondrá a Estados que lanzarán a la batalla todo el poder de sus gigantescas economías organiza­das y desarrolladas. Será una guerra industrial que, al absorber en cada país toda la población activa, aumentará considerablemente, junto con el peso del proletariado, los factores de la lucha revolucionaria. En Bélgica, la concentración proletaria favorecerá particularmente el desarrollo de la lucha de clases.

La incorporación más o menos autoritaria de los sindicatos al Estado acrecentará las dificultades para el trabajo de los comunistas y resultará cada vez más difícil el substraerse a las provocaciones de la burocracia sindical o fascista o de la policía.

Muy probablemente, por todo un gran período, la actividad sindical de los comunistas deberá continuar en la ilegalidad y so­bre bases extremadamente restringidas. Con la conmoción del aparato capitalista, que se entrelazará con la maduración de las contradicciones sociales, la fase de las luchas abiertas de masas creará las condiciones para una transformación de la guerra imperialista en guerra civil y en lucha insurreccional por la conquista del poder.

                                                                                                                                       JEHAN

NOTAS DE LA GUERRA IMPERIALISTA Y LAS TAREAS DE LA LIGA:

(1) Esta separación y hasta antagonismo entre "táctica de compromiso" y "principio" deriva también de la liquidación programática efectuada por la socialdemocracia y aquí sirve de hecho para justificar la política de Lenin ¡cómo algo ocasional, circunstancial a hacer solo una vez! En realidad toda "táctica" forma parte de un conjunto estratégi­co con el que es coherente, aunque este sea muy distinto al declarado: en este caso los compromisos con el capital imperialista.


CO10.3.3 Memoria Obrera: Las causas de las guerras imperialistas :

Posición de la Tendencia Jehan.