“SOBRE LAS CAUSAS DE LAS GUERRAS”(1)

(EXTRACTOS)

Han aparecido divergencias, en el seno de la Liga, con res­pecto al problema de la guerra. Ellas se centran, hasta el momento en las causas de la guerra. Veremos luego si los diferentes puntos de vista conducen a conclusiones diferentes­.

Ocupémonos, antes que nada, del primer aspecto de las di­vergencias, que a primera vista, parecen de orden puramente teórico.

El camarada Jehan publica en el "Boletín" nº 9 de 1936 un artículo donde se sostiene la tesis siguiente: “… la guerra imperia­lista… responde mucho más a una inevitable y necesaria destrucción de riquezas materiales y de proletarios inútiles en la producción, que a un problema de una nueva repartición de esas riquezas entre los Estados imperialistas, como parecería, que tal fuese, el objetivoinmediato de la guerra”. Según está tesis, a1 origen de las guerras se encuentra la división de la humanidad en clases pues "sin apropiación privada de medios producción por la clase burguesa, sin explotación del proletariado, no hay naciones burguesas y por consecuencia, no hay antagonismos entre naciones”.

Para que resalte más la idea afirmada en esta tesis, opon­gámosle otra, a la cual el autor (2) pretende responder y que resume en esta frase: "Dado que el mundo capitalista es el resultado de un desarrollo antagónico de la sociedad, basado en la existencia de estados nacionales antagónicos, las guerras de esta época encuentran su origen en la competencia de los capitales y las rivalidades entre imperialismos".

Jehan reprocha a esta tesis el no basarse "fundamentalmen­te en el concepto de la lucha de clases". Nosotros creemos, de nuestro lado, que en la exposición del camarada Jehan la lucha de clases se ha transformado en un dogma, una verdad clave que nos permitiría conocer todos los misterios de la historia humana, ignorando los otros factores que juegan un papel no menos importante en la historia. El abandono de la lucha de clases caracteriza múltiples escuelas, que aunque se reivindican del comunismo y de la clase obrera, traicionan a ambos. Es totalmente natural que un revolucionario se preo­cupe en restablecer el verdadero lugar que ocupa la lucha de clases en la explicación de los fenómenos históricos y sociales. Pero, es forzar la historia y hacerle objetivamente un mal servicio al prole­tariado el querer pretender explicar todo a partir de la lucha de clases.           

La lucha de clases ha estado condicionada a su vez por otro fenómeno: la reunión de los hombres en sociedad. Y además ha sido necesario que esa sociedad haya alcanzado un cierto grado de desarrolló para que la lucha de clase surja. "Es (escribe Engels en "Los Oríge­nes de la Familia ...") de la primera gran división del trabajo -constitución de tribus de pastores que se separaban de la masa de bárbaros- que nació la primera gran escisión de la sociedad en dos clases: esclavistas y esclavos, explotadores y explotados". Sin embargo las guerras son anteriores a esta escisión. En el Estado salvaje, las tribus se libran guerras incesantes. La guerra era el medio corriente por el cual se regulaban los conflictos exteriores que oponían las tribus entre sí. Sin embargo, en esta época no existe todavía ninguna división social en el seno de esas tribus. No son por lo tanto las contradic­ciones que resultan de un antagonismo de clases en los límites de la tribu las que empujan a la guerra. Solo puede ser: o el sentimiento de la vida de la tribu amenazada por un peligro exterior, o la nece­sidad de conquista de nuevos medios de subsistencia para la tribu; pero en ningún caso se trata de contradicciones internas, pues esas contradicciones no existen aun. La sociedad gentilicia de esa época es una comunidad de hombres libres e iguales, la contradicción entre derechos y deberes no existía. No había sujeción social de ningún tipo. Ello solo sucederá más tarde, con la división del trabajo y la necesidad de encontrar productos suplementarios del trabajo. Enton­ces la tribu vencedora transformará los prisioneros hechos en la guerra en esclavos. El estado de esclavo, por lo tanto coincide en el origen con la calidad de extranjero en la tribu. La guerra se trans­forma en el medio para procurarse la mano de obra que hace falta al interior de la tribu, la reducción de miembro de la tribu al estado de esclavo era primitivamente contraria a los principios orgánicos de la sociedad. Pero este tipo de guerra solo surge en un estadio avan­zado de la barbarie, cuando la división del trabajo ya está bastante avanzada, cuando en realidad existe ya explotación del hombre por el hombre. En un estadio anterior, cuando el rendimiento del trabajo de los prisioneros no sobrepasa aun, los gastos de mantenimiento, los prisioneros machos son matados sin más trámite, o en algunos casos adop­tados, como hermanos, por la tribu., mientras que las mujeres son entregadas a los miembros de la tribu vencedora.

La guerra no aparece por lo tanto en la historia, como el resultado de la lucha de categorías sociales antagónicas, sino que ella opone a hombres, que en el seno de las comunidades a las cuales ellos pertenecen se sienten libres y rechazan el empleo, con respecto a los miembros de su propia comunidad, de medios que consideran totalmente lícitos con respecto a personas extranjeras, lo que solo puede origi­narse en el sentimiento de un peligro real o supuesto que amenaza su existencia o los fundamentos sobre los que descansa su vida social. Las reglas morales evolucionan en los estrechos marcos de la organización social de la época: la tribu. Es considerado bueno lo que favo­rece la vida y la prosperidad de la tribu; malo lo que la contraría o la amenaza. Los hombres, en ese estadio primitivo de la vida social se encuentran completamente a la merced de la naturaleza acerca de la cual ellos ignoran casi todas las leyes. Las guerras que se desatan entre ellos son por lo tanto el resultado de su ignorancia, de su im­potencia con respecto a la naturaleza hostil. De ahí su egoísmo y su crueldad. Los sentimientos de ayuda mutua no superan los límites de la tribu. Si ésta se encuentra amenazada en su fundamento vital, ello no puede deberse a otra causa que a la existencia de otras tribus, tal es la opinión que prevalece. No existe ninguna idea de que dicha amenaza puede ser liquidada gracias a un esfuerzo conjunto de los hombres. Dicha hipótesis no puede ser concebida ni siquiera por el más audaz, dada su enorme sujeción con respecto a los elementos naturales y su reducida organización social. Serán necesarios siglos de barbarie antes de que el hombre pueda establecer los rudimentos de una indus­tria que le permitirán crear productos naturales suplementarios, eliminando así, el miedo de encontrarse privado de ellos, que lo hace tirarse sobre su semejante con las armas en la mano.

Han pasado muchos siglos, durante los cuales, los hombres aprendieron a penetrar en los secretos de las leyes de la naturaleza. No es que adquieran el poder de doblegar esas leyes a su antojo, sino que sus conocimientos son tan grandes, que no tienen nada más o casi nada, que temer con respecto a los caprichos de esos elementos. Los hom­bres se multiplicaron al infinito, poblaron el globo en todas las latitudes penetrando en los sitios más recónditos, haciendo hospitala­rios los lugares más áridos. La organización social del hombre, ha debido extenderse de una forma ilimitada, bajo la presión del creci­miento demográfico y la división siempre más completa del trabajo. Los estados se repartieron los continentes, luego el mundo entero y a los estados puramente nacionales sucedieron los imperios mundiales, hasta llegar a la situación en la cual solamente una media docena de potencias poseen las tres cuartas partes del globo. Las fronteras políticas erigidas por esos imperios fueron, a su vez perforadas por mil aperturas, a través de las cuales, se establecieron los lazos de inter­dependencia económica entre los ciudadanos, de los diferentes imperios. El mundo se ha transformado en una entidad económica, cuyas partes, son todas solidarias entre sí. El mundo se ha transformado en un gran taller en donde la división del trabajo tiende a establecerse entre sus­ diferentes partes, según la riqueza particular del suelo, la fertili­dad de las tierras, las aptitudes y la ingeniosidad especiales de sus habitantes. Esa es la obra del capitalismo.

Sin embargo las guerras no han desaparecido. Su amplitud y su frecuencia han seguido la línea de desarrollo del trabajo humano y de su productividad. La guerra sigue reposando tan pesadamente sobre los hombros de nuestra sociedad de alta civilización industrial como pesaba sobre los endebles hombros de los hombres de la época de la barbarie y del estado salvaje. Igual que en esa época, la guerra es el medio específico de regular los conflictos exteriores que surgen entre las diversas comunidades humanas (3). Pero hay, entre las guerras de esas dos épocas, la diferencia existente entre el mal que ataca al or­ganismo y lo vence, a pesar de las fuerzas de resistencia opuestas por este último y la enfermedad nacida de hábitos perversos y de prácti­cas viciosas. La guerra podía aparecer como un mal necesario, una calamidad inevitable, durante las duras épocas en las cuales la raza hu­mana, a puñetazos, conquistó el derecho a su existencia. Ahora, en una época en la cual la productividad del trabajo humano es tal, que puede, en base a un esfuerzo razonable asegurar la subsistencia de todo ser humano, la guerra se ha transformado en un crimen.

La guerra, fenómeno histórico, es el producto de ciertas condiciones históricas y sociales y como tal ésta condenada a desaparecer, digan lo que digan, no tan desinteresadamente, todos los partidarios de la "defensa nacional", con las condiciones que la engendra­ron. Corresponde a los trabajadores -y solo a ellos- instaurando el comunismo universal, suprimiendo no solo las clases sino también los estados nacionales, el matar definitivamente la guerra.

El capitalismo no puede suprimir la guerra. El estado nacional es elparapeto de la burguesía. Es no solo el instrumen­to de su dominación sobre la clase obrera, sino incluso la organización de cada país para defender sus intereses en el proceso de la producción, desde ahora internacionalizada. El estado nacional es la organización celular de la burguesía para la producción internacionalizada. Las ganancias aumentan o bajan en base a la fortificación o debilitamiento de esta organización. Cada burguesía nacional se esfuerza para fortificar su estado y aumentar así su parte en la explotación internacional del trabajo asalariado. De ahí que los antagonismos imperialistas sean las causas esenciales de las guerras. La acción an­tagónica de cada burguesía, generadora de guerras, comienza en el te­rritorio nacional en base a la protección del mercado interno reser­vado exclusivamente o en su mayor parte a la industria nacional (4) y se continúa fuera de las fronteras por las conquistas territoriales, la lucha por mercados exteriores de la industria nacional, la libre ex­portación de capitales. El capitalismo por el impulso dado a la pro­ducción, ha acrecentado considerablemente las causas de guerra. En base a la pauperización creciente de las masas que acompaña el impul­so y crecimiento de la producción, él empuja las necesidades de mercados exteriores no capitalistas a alcanzar un nivel nunca antes igualado en el que puedan encontrar salida el excedente de su producción, no comprable en las metrópolis. El imperialismo había nacido (5).

Por lo tanto las guerras no son fenómenos particulares al ré­gimen de explotación capitalista. Antes que él, las civilizaciones de la antigüedad, basadas en la esclavitud y la sociedad feudal basada sobre el servilismo, produjeron incontables guerras. Todavía en el si­glo XIX, antes que los territorios donde ellas vivían fuesen conquistados por el imperialismo, las tribus negras de África, las comunida­des indígenas de Australia y de América se libraban entre ellas guerras incesantes. Parece que la práctica de la guerra corresponde al estadio de la organización económica del mundo en el cual la humani­dad organizada en agrupamientos antagónicos, resuelve los problemas de la subsistencia humana, desde el punto de vista mundial, colocándo­se desde el punto de vista, de los intereses de un agrupamiento, considerado como el único en torno al cual, conviene armonizar los intere­ses divergentes, de otros agrupamientos…       

Las guerras de nuestra época, son al mismo tiempo, el resultado de los conflictos de clase que descomponen la sociedad y el producto de las "rivalidades imperialistas entre las clases capitalistas de diferentes países por la hegemonía mundial y por el monopolio de la explotación y la opresión de las comarcas aun no sometidas al capital"(Rosa Luxemburgo). Cuanto más grandes sean las contradicciones  en el interior de una nación mas grande es la necesidad para las clases dirigentes de mejorar, a través de la guerra, su posición en la explotación mundial en relación a sus rivales. Que las clases capitalistas alimenten el secreto deseo de desembarazarse en la guerra de un exceso molesto de mano de obra, y que esa esperanza sea la causa determinante del hecho de recurrir a la guerra, es una hipótesis cuya con­firmación es bien difícil de efectuar. Que esa esperanza deba exis­tir en no pocos explotadores, ello no nos parece dudoso, pero por un lado el capitalismo necesita mano de obra abundante, pletórica, por el otro lado, la desocupación permanente no se ha revelado hasta ahora, como un peligro no superable para el capitalismo. La guerra ve­rifica evidentemente que la carne proletaria es la mercancía a la que el capitalismo le hace menos caso, pero sería caer en error, el concluir de dicha verdad, que el capitalismo la destruye por el placer de destruirla. Si la burguesía realiza un consumo tan abundante de car­ne humana-mercancía barata cuya producción no deja de promover (la política de promoción de la procreación sigue estando presente en todos lados), es que ella, pretende en  base a sus nuevas conquistas, extraer una ganancia suficientemente remuneradora.

Nos parece igualmente errónea, la hipótesis según la cual, la guerra imperialista respondería "más a una inevitable destrucción de riquezas materiales… que al problema de una nueva repartición de las-riquezas entre !os Estados imperialistas, como parece a primera vista que tal  fuese el objetivo inmediato de la guerra". Es verdad que durante la guerra, la actividad de las naciones tiene como objetivo la destrucción de riquezas, pero la burguesía no se esfuerza en destruir cualquier riqueza; sino que por el contrario cada capitalismo nacio­nal o grupo de capitalistas nacionales solo persigue la destrucción de una categoría de riquezas bien precisas: las de sus rivales. La destrucción de riquezas no tiene en si ningún valor para el capitalismo como lo probó la guerra de 1914. Apenas tres años después del fin de esta guerra, que da un ejemplo nunca antes alcanzado de destrucción de riquezas y de masacres de proletarios, surge una crisis como nunca antes se había conocido. En realidad solo tiene valor la destruc­ción de las riquezas que permite a un grupo imperialista debilitar a su rival y crear en el seno del grupo imperialista vencedor un nuevo equilibrio social, aunque sea provisorio.

Es por eso, que en cada guerra las clases dirigentes de un país se dan como único y exclusivo objetivo el debilitamiento, el a­niquilamiento de la potencia rival. En esta vía no hay nada que pueda parar la guerra. En cuanto al reino del pacifismo universal, que se establecería sobre el compromiso durable, de los intereses divergen­tes de las grandes potencias imperialistas, ni siquiera vale la pena hablar. Ese reino solo podría establecerse ante la incapacidad per­manente del proletariado de utilizar las contradicciones sociales para su emancipaci6n. E incluso, la historia del periodo imperialista nos muestra que los compromisos entre las clases explotadoras, no se establecen en base a coloquios pacifistas, sino que son establecidos por la lucha. La hipótesis, absolutamente inverosímil, del pacifis­mo capitalista universal que para el proletariado seguiría significan­do la esclavitud universal, no podría realizarse por un compromiso pacífico entre potencias imperialistas, sino que solo podría hacerse realidad tras una serie interminable de guerras por la supremacía mundial y por la hegemonía absoluta de un solo imperialismo (6). En realidad es eso lo que se juega en las guerras contemporáneas. Pero precisamente el proletariado no se organiza para el triunfo de dicha empresa sino para hacerla fracasar.

A los efectos de situar mejor los diversos matices del pen­samiento que se manifiestan al interior de la Liga, creemos útil presentar las tesis siguientes. Inútil agregar que este proyecto no tiene la pretensión de ser completo.

NOTAS DE “POSICIÓN DE LA TENDENCIA HENNAUT“SOBRE LAS CAUSAS DE LAS GUERRAS” (EXTRACTOS)

:

(1) Este texto fue puesto en circulación por la tendencia Hennaut en octubre 1936. Dicha tendencia era mayoritaria en la Liga y encontraba expresiones similares en la minoría de la izquierda ita­liana

(2) Es decir Hennaut. Aquí habla en tercera persona.

(3) Obsérvese, en toda la argumentación la identificación que efectúa Hennaut entre Estado, país y comunidad.

(4) Véase que para Hennaut lo "nacional" es presuposición del capital y las determinaciones de lo "nacional" parecieran competir (has­ta con suceso!) con las del capital y por lo tanto sigue manteniendo el mito de los reaccionarios de todas las épocas (y especialmente de la socialdemocracia desde su origen) de la "industria nacional". Dos siglos antes la economía clásica burguesa había superado esa visión del mundo. Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista escribían "Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado una conformación cosmopolita a la producción y el consumo. Con gran pesar de los reaccionarios ha quitado a la industria su base nacional. Las antiquísimas industrias nacionales han sido aniquiladas y están siendo destruidas continuamente".

(5) Recuérdese que el pretender encontrar una nueva fase del capitalismo con características diferentes resulta de la necesidad de la socialdemocracia (de derecha, de centro, de izquierda) de revisar la teoría de Marx de la catástrofe capitalista. Como se ve Hennaut (así como Jehan) no rompen con dicha visión, en su variante luxemburguista: escasez de mercados no capitalistas.

(6) Típica tesis de la socialdemocracia (Hilferding, Kautsky .,.) a la que conduce necesariamente la no comprensión de la naturaleza del capital, donde toda unidad de cada partícula con otra -incluyendo la unidad del Estado "nacional"- está predeterminada por la valorizaci6n, la guerra solo se hace para valorizarse lo mejor posible; es por lo tanto una reunión, una unidad contra (y no una unidad en sí, positi­va, como es la unidad del proletariado basada en su propio ser), una unidad para la guerra. Por su propio ser, el capital excluye la posi­bilidad concebida por Hennaut, en sus entrañas no se encuentra la co­munidad humana, sino su permanente guerra.

PROYECTO DE TESIS

TEXTO INTEGRAL

1. El capitalismo, por el hecho de que por un lado, ha transformado el mundo en una entidad económica donde todos los grupos son solidarios unos con otros, pero que por otro lado, mantienen una división entre los pueblos agrupados en Estados-nación donde se oponen unos intereses a otros, acarrea inevitablemente la guerra.

2. Las guerras de esta época que libran las potencias o los grupos de potencias imperialista no tienen nada que ver con una mejor organización del mundo. Tienen como objetivo el repartir y volver a re­partir las riquezas y territorios del globo para una explotación siempre más fuerte de las masas humanas de todos los continentes.

3. La tan cacareada defensa nacional invocada por las clases poseedo­ras para justificar las guerras es una necedad. Los países de gran civilización industrial han sobrepasado desde hace mucho tiempo, la situación en la que el Estado se confundía con la nación. Los Estados donde existe un sistema de producción capitalista avanzado, han, desde hace un largo tiempo, extendido su dominación sobre las naciones o los pueblos extranjeros menos civilizados. Prácticamente, la consigna de la "defensa nacional”implica, en la época de las guerras imperialistas, la defensa de los derechos de 1as grandes potencias imperialistas a oprimir y explotar a decenas de naciones extranjeras. En los países privados de colonias -privados no en razón de una renuncia voluntaria a la explotación colonial, sino, la mayoría de las veces, como conse­cuencia de apetitos imperialistas desmesurados, no en consonancia con sus fuerzas reales- la cacareada "defensa nacional"no es otra cosa que el pretexto, de las conquistas

4. El socialismo reconoce "a los pueblos el derecho de disponer de ellos mismos" (1). Pero eso no puede confundirse con el derecho de monopolio de las clases dirigentes a la explotación de su pueblo. En las Indias, en África por ejemplo, el derecho de libre disposición de los pueblos, significa que el socialismo triunfante se compromete a liberar a las poblaciones de toda explotación y dominación extranjera (2) cualquiera que ella sea, pero eso no puede significar que el pro­letariado socialista se empeñe actualmente  en dar un apoyo cualquiera a las clases dirigentes de los países sometidos contra el capitalismo extranjero. El socialismo tiene como deber el crear, en las colonias como en los otros países, un frente de clase y no un frente nacional.

 

La revolución proletaria procurará acabar, con las tareas en el dominio de la libre disposición de los pueblos, dejados inacabadas por las revoluciones burgueses y las guerras de liberación nacionales (3). Pero la revolución tendrá en cuenta la evolución ocurrida entre tanto. Un puro retorno a la libertad de los pueblos tal como se planteaba antes es pura utopía reaccionaria. Bajo el impulso del capitalismo; los pueblos se han mezclado. Por lo tanto la razón de ser de una autonomía ha desaparecido. Es por eso, que el socialismo, recono­ciendo que no puede jamás actuar constriñendo, preconiza, no la autonomía de los pueblos, sino su unión según la racionalidad de los gran­des complejos económicos.

5. La clase obrera no puede dejarse arrastrar a la guerra imperialista de lado de sus burguesías nacionales respectivas, bajo el pretexto que será aducido, en la próxima guerra, de una lucha entre la "democracia" y el "fascismo". La "democracia".y el "fascismo" son dos formas­ de un mismo sistema de explotación capitalista. El fascismo es el resultado de contradicciones de clases y no de oposiciones nacionales. Desciende en línea directa de la democracia burguesa con la que tiene en común su voluntad de sofocar toda verdadera democracia de masas. La oposición "democracia-fascismo" intenta permitir al imperialismo atraer a las masas hacia su política, enmascarando sus verdaderos objetivos de guerra, que en realidad son exactamente los mismos para todas las clases imperialistas, cualquiera que sea la forma política de su dominación: Francia e Inglaterra defienden sus posesiones coloniales; Alemania e Italia lucharán por acrecentarlas; pero todos aspiran a la hegemonía de la explotación.

6. La guerra de 1914-18, ha demostrado que la hegemonía mundial de una sola potencia era una utopía. La lucha "Hasta el final", hasta la victoria final, al prolongar el Estado de Guerra, engendró tales contradicciones de clase en el interior de los Estados beligerantes que el poder de la burguesía se vio amenazado. La revolución social es­talla, lo que pone a los beligerantes en la obligación de terminar la guerra, aprestándose a una alianza mutua. Entonces la burguesía, con el objetivo de engañar mejor a los trabajadores, busca camuflar sus intenciones imperialistas con fórmulas pacifistas, como la formación de la Sociedad de Naciones, el reemplazamiento de las anexiones directas de territorios por la distribución de mandatos internacionales, etc. Es evidente que esas tentativas son completamente ajenas a la voluntad de crear un estado de paz duradero. Los tratados nacidos de la gran guerra que serán revisados por una nueva guerra lo prueban irrefutablemente. La paz no puede ser más que la obra del proletariado socialista triunfante, que poniendo fin a la explotación y aboliendo las fronteras, cree las premisas de una sociedad universal y pacífica de todos los trabajadores (4).

7. La defensa de la URSS es otra razón invocada para provocar la unión sagrada de los trabajadores con la burguesía. Este pretexto es tan falacioso como los otros. En Rusia se ha construido sobre la derrota de la revolución proletaria, un Estado que se apoya sobre los campesinos convertidos en propietarios de tierras y la industria ha pasado a manos de funcionarios del Estado, de la industria y del comercio. Ese Estado es el instrumento de la explotación de los trabajadores en el plano internacional;  la URSS, miembro de la Sociedad de Naciones y aliada a las potencias capitalistas, se hace, como las o­tras potencias, el campeón del reparto imperialista del mundo y de la compartimentación en Estados imperialistas rivales. La URSS realiza por consiguiente un sistema social donde los objetivos están a la antípoda de los de la clase obrera. Su misma defensa condicionada –como preconizan los trotskistas- conducirá al proletariado al campo del im­perialismo.

8. La neutralidad ha sido –antes de la guerra mundial- la bandera con que los pequeños países entendían defender sus intereses impe­rialistas. Así, Bélgica, neutral en el conflicto que oponía la Entente a la Triple Alianza y en los objetivos imperialistas que subya­cen en el fondo de ese conflicto, buscaba sin embargo, defender así su derecho a la explotación del Congo. Es precisamente para poder defender ese derecho de dominación que se proclama neutral con respecto a­ las discordias, entre las grandes potencias. La guerra de 1914-18 ha probado la precariedad de la susodicha neutralidad. Sin embargo todos los politicastros tratan de agitar de nuevo la neutralidad como panacea de salud. En Bélgica, los partidarios de la neutralidad no hacen más que preparar discretamente un cambio en las alianzas imperialistas de Bélgica. En ello la aparición del fenómeno prueba hasta que punto los riesgos de entrar en una nueva guerra imperialista son inmediatos, pues ponen en discusión, en el seno de la burguesía, la cuestión de su sistema de alianzas. En cuanto a aquellos que entre los autodeno­minados dirigentes revolucionarios (la liga anti-guerra) quisieran que la clase obrera retomase la consigna de neutralidad, prueban que son, en el mejor de los casos, unos plagiadores de la hipocresía burguesa y del arte de las clases dirigentes para camuflar sus posiciones. La neutralidad no puede ser la consigna de la clase obrera, ni si quiera en los países que permanezcan al margen de la guerra. En esos países, la clase obrera debe esforzarse para destruir al capitalismo con el fin de transformar la guerra de los pueblos en guerra civil contra el capitalismo, pues si el capitalismo sale victorioso de la guerra, los países neutrales restantes correrían el riesgo de ser implicados en una nue­va guerra.

9. "La lucha, en tanto que clase, en los límites del Estado burgués, contra las clases dirigentes y la solidaridad internacional de los proletarios de todos los países, son las dos reglas de la vida inseparables para la clase obrera, en el combate que ella libra para su emancipaci6n. No hay socia­lismo fuera de la solidaridad internacional del proletariado y no hay socialismo fuera de la lucha de clases. La renuncia por el proletariado socialista, tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra, a la lucha de clases y a la solidaridad internacional, equivale a su suicidio" (R. Luxemburgo)

En tiempo de paz, el proletariado no tiene otros medios que la lu­cha de clases para influenciar la política de su burguesía. Esta lu­cha es la mejor garantía contra la guerra; si hay un modo de impedir la guerra es éste. Pero mientras el proletariado no ha abatido al capitalismo y conquistado el poder, el peligro de ser arrastrado a una guerra subsiste. ¡Creer que el proletariado podrá, por una huelga gene­ral decidida de antemano en congresos internacionales, volver la guerra imposible, es acariciar ilusiones! La realidad es esta: o el proleta­riado es suficientemente fuerte para abatir a la burguesía y en tal caso no esperará a que la guerra estalle para hacerlo, la guerra en este caso no se producirá, o bien el proletariado no es suficientemente fuerte y en tal caso, llegará la guerra imperialista. Ese dilema no des­carta la perspectiva de acciones de protesta que revistan incluso una cierta amplitud en el momento de la declaración de guerra, acci6n que es un deber de todo revolucionario el sostener. Pero lo erróneo, es  creer que el proletariado podría desarrollar pacíficamente la propagan­da antimilitarista, que podría en el momento oportuno provocar el rechazo masivo de la clase obrera a participar en una guerra cuando la hora final suene.

 En realidad, la burguesía obtiene su victoria sobre la clase obrera mucho antes de la declaración de guerra.

10. Una vez declarada la guerra, la tarea del proletariado es transformar la guerra imperialista en guerra civil contra el capitalismo. Esta tarea solo puede ser acometida en todos los países; la lucha contra el capital se desencadena con la preocupación de batir ante todo a su propia burguesía. La clase obrera no se dejará detener en esta tarea, por los gritos patrioteros de toda índole, según los cuales una lucha semejante supondría los desastres militares del país en el frente exterior. La clase obrera no puede dejar que su acción la determine el hecho de que el capitalismo agrupe a los trabajadores en divisiones nacionales, que en consecuencia la fuerza de la acción que los trabajadores pueden desarrollar debe ejercerse en el marco del Estado nacional burgués antes de ser utilizados en el exterior. El proletariado revolucionario no llama a la derrota de su país, pero no la teme, si esta derrota debe ser la condiciónde la victoria de la revolución. En una guerra colonial -por ejemplo, la guerra de Francia en Marruecos, la expedición italiana en Abisinia- es necesario desear que la potencia capitalista más desarrollada sufra la derrota. Una victoria de la potencia menos desarrollada es siempre preferible a una vic­toria del gran capitalismo, pues con ello debilita al imperialismo y por tanto al enemigo principal del proletariado revolucionario (5). Bien entendido que esta especie de elección no puede de ninguna manera conducir a una colaboración política del proletariado con la burgue­sía. Es un deber del internacionalismo de los obreros el desprender­se ante todo de su propia burguesía, pero esta solidaridad internacio­nal es aun más necesaria cuando trabajadores de los países altamente capitalistas se encuentran ante puebladas coloniales que no pueden tener ninguna responsabilidad en la guerra.

Un proletariado que es incapaz de hacer cesar las exacciones que su burguesía hace soportar a los pueblos coloniales, es el mismo incapaz de realizar el socialismo.

La lucha de clases contra la burguesía nacional debe implicar la de los soldados en el frente, por la fraternización con los ejérci­tos del enemigo.

11. Las formidables oposiciones de clases que la guerra imperialista debe provocar en el seno de los Estados deben ser utilizadas pa­ra la lucha contra la guerra. Lo mismo hay que hacer con respecto a las contradicciones que se manifiestan en el seno del Ejército. La vanguardia proletaria deberá ayudar a encontrar en el torbellino de esas oposiciones, la materia, en el futuro necesaria, para la formación de organizaciones de combate para luchar contra la guerra.

En el interior, los consejos obreros, en el frente, los con­sejos de soldados, deben ser creados para la lucha contra el imperia­lismo.

Desde ahora, es necesario darse cuenta de la quiebra completa de los sindicatos en caso de guerra -suponiendo, bien entendido, que la burguesía habrá dejado subsistir los sindicatos- y la necesidad de reemplazarlos por organismos de lucha animados de un nuevo espíritu más adecuado a las tareas que se presentan. Los sindicatos están des­de ahora completamente integrados en el aparato gubernamental del capitalismo. La libre acción de la clase obrera en los sindicatos es ca­si imposible debido a la acción de una burocracia mantenida en parte a costa del capitalismo. La primera tarea de un Estado capitalista en guerra será la de apoderarse completamente de esas organizaciones con el objeto de hacerlas incapaces de cualquier acción obrera.

12. El pasaje, antes de la declaración de la guerra, de la II y III Internacional al servicio del imperialismo, hace necesario el a­grupamiento en el plano internacional de todos aquellos que están decididos a hacer de la guerra imperialista, la tumba del capitalismo. El suceso relativo de los partidarios de la IV Internacional, se debe al hecho, de que son los únicos que preconizan la creación de una nueva internacional. La posición equivoca que adopta con respecto a la URSS, llevará a sus partidarios en caso de guerra, ya sea al abandono de es­tá posición para asumir posiciones de lucha consecuentes contra todos los imperialismos, ya sea a traicionar al internacionalismo y hacerse agentes del imperialismo. Es claro que todo acuerdo internacional de los comunistas revolucionarios no puede hacerse más que partiendo de una ruptura neta, moral y política, con todos los estados imperialis­tas, incluida la URSS.

HENNAUT. Octubre 1936

NOTAS DE PROYECTO DE TESIS TEXTO INTEGRAL:

(1) Quien reconoce dicha consigna burguesa de expansión imperialista es la socialdemocracia, situándose así ya en el siglo pasado en la antípoda de la lucha proletaria por sus propios intereses de clase.

(2) Véase aquí la influencia de la clásica visión eurocentrista, de la que Hennaut no logra desprenderse, que le impide comprender la existencia del movimiento comunista en África, en la India… Por ello solo concibe el socialismo triunfante en Europa y en el res­to del mundo ve más un problema de "dominación extranjera".

(3) Aquí es notoria la no ruptura de Hennaut, con la visión apologé­tica que construye el capital de si mismo y de la cual se deri­va la noción de "tareas democrático-burguesas-inacabadas". Ver Co­munismo Nº 5, artículo "Contra la Mitología que sustenta la Libera­ción nacional". En cuanto a la libre "disposición de los pueblos", en realidad consigna burguesa en la guerra imperialista, no tiene ningún sentido el plantear que deba ser “acabada” por el proletaria­do.

(4) En términos estrictos esta afirmación es falsa. La paz es un de­rivado, una parte de la guerra, solo se habla de paz como estabi­lización o congelamiento de una situación de guerra. Véase las guerras locales actuales que solo se habla de paz en ese sentido (ejemplo aho­ra Inglaterra habla de "paz", pero a nadie se le hubiese ocurrido hablar de paz entre Inglaterra y Argentina hace 5 años). En términos estric­tos el mundo será comunista cuando no solo no se requiera la guerra, sino cuando hablar de paz sea totalmente absurdo.

(5) Aquí el distanciamiento con las posiciones comunistas es integral, no solo se renuncia al derrotismo revolucionario, sino que se retoma la vieja visión socialdemócrata de los '' enemigos principales", "el deseo de que gane el enemigo menos fuerte" (¡lo que es un sin sentido pues siempre gana el másfuerte!), por la cual se han deslizado hacia la contrarrevolución todos los renegados, El error de base es no comprender el capital, como capital mundial, clasificar a los países en "altamente capitalistas" y otros necesariamente "menos capitalistas", que implica de hecho asociar el capitalismo a su polo positivo, típico en toda apología del capitalismo mundial.



CO10.3.2 Memoria Obrera: Las causas de las guerras imperialistas :

Posición de la Tendencia Hennaut.