LECCIONES DE LOS ACONTECIMIENTOS DE POLONIA

"Los obreros no tenían otra opción: o morir de ham­bre o luchar".

Marx "La Lucha de Clases en Francia".

1. La ola de huelgas, en el verano del 80 en Polonia, se inscribe plenamente en la lenta, pero profunda, reemergencia de las luchas obre­ras en el mundo entero y particularmente en Europa, donde estos diez últimos años se caracterizaron (a excepción de algunas explosiones locales) por una dominación casi total de la contrarrevolución burguesa. Esta ola de huelgas, y el movimiento que acarreará, se diferencian de los anteriores por su masividad y su alto grado de centralización (particularmente en los comités inter-empresariales -MKS-)[1]. En cambio, el movimiento en Polonia reproduce plenamente la característica general de las luchas actuales: la espontaneidad. Esta espontaneidad, como siempre lo defendió el marxismo revolucionario, expresa al mismo tiempo: una tendencia positiva, la pérdida de control total de la contrarrevolución estalino-demócrata, del encuadramiento sindical y del conjunto del aparato represivo del Estado sobre un proletariado joven que no ha conocido los periodos más obscuros de la desagregación del proletariado como clase, y una tendencia negativa, la ruptura con las experiencias pasadas de la clase, la falta casi total de reapropiación, por los movimientos actuales, de las lecciones de las olas revolucio­narias pasadas, sacadas por las fracciones comunistas. Esta carencia se materializa en la inexistencia de una dirección comunista, en la inexistencia de una perspectiva que permita desarrollar el movimiento y abrazar al mundo entero. Esta constatación general la encontramos en todos los movimientos, que se desarrollaron sobre la presión de la crisis capitalista mundial, de El Salvador a Irán, de Turquía a Marruecos, de Bolivia a Corea del Sur, de Italia a Polonia, ... La debilidad de la espontaneidad obrera nunca se expresa por la falta de energía, de voluntad o de creatividad de las masas que entraron en lucha; sino por el contrario, siempre se expresa por la debilidad de la dirección, por la incapacidad de orientar el movimiento hacia sus propios objetivos revolucionarios, por la incapacidad del movimiento de dotarse de un partido de clase. Históricamente, nunca fue la masividad, la espontaneidad que hicieron falta para la victoria de la revo­lución comunista; sino la clara visión de los objetivos y medios del movimiento, la dirección plenamente comunista, el Partido Comunista Mundial, que de la Comuna de París en 1871 a Alemania en 1919, de las insurrecciones chinas en 1926-27 a España en 1936, lo que faltó para terminar la obra de las masas, para la victoria definitiva de la revolución comunista mundial. Aun más que en el pasado, hoy en día la globalidad de los movimientos de clase está marcada por el sello de la espontaneidad, por el sello de su inmadurez política. Los sucesos en Polonia no escapan de ninguna manera a esta constatación: Sin di­rección comunista no hay victoria proletaria.

2. La importancia de los movimientos obreros en Polonia, tanto desde el punto de vista de su fuerza de clase, duración, y masividad como del de la situación geo-política (país clave entre las dos constelaciones imperialistas), son un peligro permanente para la burguesía mundial.  Toda la burguesía, sea del Estado Ruso o de las bancas occiden­tales[2], tiene cada vez más interés directo en que reine el orden capitalista, el orden del trabajo en Polonia y en que este ejemplo de luchas no se extienda a los países del Este y también a los del Oeste. Entonces para la burguesía mundial es estrictamente necesario encontrar una solución capitalista a las luchas en Polonia; esta solución fue y sigue siendo el aplastamiento del movimiento.

Es esta situación de lucha de clases exacerbada y larvada, ligada a una situación económica cada vez más catastrófica[3] que empu­ja a las tendencias más belicistas de la burguesía tanto del Este como del Oeste, a aquellas que tienden a tomar la iniciativa del enfrentamiento para transformar más rápidamente el peligro de la guerra civil en preparación material e ideológica hacia la guerra imperialista.  Es en este sentido que los movimientos en Polonia marcan tanto el futuro del desarrollo de la lucha de clases, como el desarrollo (importante) de las campañas burguesas de preparación de la guerra imperialista genera­lizada.  Así, se sucedieron a las campañas pacifistas de “desarmamiento en Europa" (polo comprendido como no-belicista, pero de hecho pro-URSS) las de "libertad para Polonia" y de "solidaridad con Solidaridad" (consignas comunes a Reagan y a los izquierdistas), rearmamento de Europa en defensa del "mundo libre" (polo más belicista, y de hecho pro-USA). Y, como un metrónomo, estas campañas marcan el ritmo de la preparación hacia la guerra imperialista generalizada.

3.  Si, como ya lo hemos observado, los aspectos positivos del movimiento en Polonia fueron su masividad y su tendencia espontánea a cen­tralizarse; la formalización de tendencias de organización obrera en "el sindicato libre Solidaridad" y el reconocimiento legal de este sindicato, su integración en el aparataje estatal, lo cual tuvo como corolario la firma de los acuerdos de Gdansk[4], es decir la transformación de órganos de la lucha obrera en su contrario, pudo ser operado gracias a las debilidades que eran aportadas por este tipo de movimiento joven y espontáneo. Estas debilidades, las más importantes, evidentemente no son simples "mistificaciones" o el producto de una "conciencia falsa, equivocada" que engaña a los obreros, sino que encuentran sus raíces ma­teriales en la inmadurez política del movimiento que ha permitido que se perpetúen en su seno ideologías burguesas que, en la práctica, son también fuerzas materiales que actúan contra la lucha obrera.

a. La creencia en la "no-inevitabilidad" del enfrentamiento directo y ar­mado con el Estado burgués: el legalismo; posibilitó el progresivo desarmamiento material y sobretodo político de los bastiones combativos. El hecho de no prepararse (o de manera insuficiente) para el enfrentamiento directo, de no organizar las medidas elementales de auto-defensa, de armamento, aún limitado del proletariado, de no mantenerse fuera de las estructuras burguesas de "Solidaridad", de no desarrollar la red de contactos entre los sectores en lucha, de no entretejer los miles de ligamentos clandestinos que puedan prepa­rar la victoria del proletariado, ... dejó casi enteramente este terreno fundamental del enfrentamiento a la iniciativa del enemigo de clase.

Desdé el enfrentamiento de Bydgoszcz[5] hasta el "ensayo" de ocupación de la escuela de bomberos de Varsovia, el Estado no hizo más que avanzar, ocupando todo el terreno de la preparación hacia el enfrentamiento, copando cada vez más el monopolio de la violencia. Primeramente, a través de una represión selectiva (cuestionada en los hechos por Solidaridad) contra los elementos "incontrolables", los "holligans", "los anarquistas"; los "provocadores”... para luego atacar cada vez más los puntos calientes, los bastiones combativos. La represión alcanza su punto culminante con "el estado de sitio". El Estado pudo, así, golpear militarmente y políticamente al proletariado, puesto que durante más de un año todos los enfrentamientos parciales, las escaramuzas preparatorias, las iban ganando sin una respuesta firme y general. El Estado burgués Polonés, contrariamente a los proletarios, se preparó, en todos los dominios, al inevitable combate; cuando más conseguía victorias parciales, más reforza­ba su capacidad de pasar a una ofensiva de gran envergadura, a la represión generalizada. Aflojar en los combates parciales, es, co­mo lo decía Marx, privarse de la posibilidad de emprender movimien­tos de una mayor "envergadura”[6]

b. Otra debilidad, corrientemente subestimada en los medios revolucionarios, es el peso de la religión como una fuerza material, es decir la iglesia y sus estructuras como enemigo directo a ser destruido. A menudo los militantes consideran exclusivamente la destrucción de la religión como una simple consecuencia en el tiempo, de la destruc­ción de las relaciones de producción capitalista, sin embargo, la destrucción de las ideologías no será plenamente realizable que si, desde el principio, los proletarios no hacen explícito el ataque a la globalidad que constituye la sociedad burguesa, tanto en su base material -relación social capitalista- como en el conjunto de los aparatos superestructurales. La religión, como todas las otras ideo­logías, debe ser combatida desde hoy en día, no en tanto que "religión" (esto significaría una idealista "lucha de ideas”), sino sobre el mismo terreno de la lucha de clases, en tanto que arma utilizada por la burguesía para destruir prácticamente al proletariado[7]

Los acontecimientos de Polonia nos demuestran claramente la fuerza contrarrevolucionaria que constituye la conjunción entre un partido "obrero materialista" (difícilmente se puede encontrar un razonamiento más imbuido de lógica vulgar) y la iglesia católica, como pilares esenciales (de los cuales el ejército es el principal) del' Estado burgués. No solamente "Solidaridad" asumió las funciones de "tapón" social sino también la iglesia que, aún después del "golpe de estado", jugo a fondo su función de temporizador, de encuadramiento social, para impedir toda reacción clasista al ataque burgués. Fue al grito de "prevenir la efusión de sangre polonesa" que Mgr. Glemp y todas las otras fuerzas del Estado burgués, el ejérci­to, el POUP, "Solidaridad", el ex-KOR ... se dividen el sucio trabajo: unos asumían el trabajo de atacar de frente a la clase obrera: el ejército, y la fracción dirigente del POUP; los otros el de impe­dir la respuesta obrera al ataque masivo, a la represión generalizada (aún si ésta tocaba parcialmente a una parte de la "oposición legal"): la iglesia, "Solidaridad", la "oposición" al seno del POUP. Todos demostraron lo que eran en verdad: las diversas partes de una misma unidad que en Polonia, defienden los intereses mundiales del capital, constituyendo así los diversos componentes del Estado bur­gués.

c. El "encontrar" una solución en el cuadro del sistema seudo-socialista, sea una de tipo autogestionario[8], como en Hungría o en Yugoslavia, u otro tipo de compromiso, cogestionario y pluripartidista, constituye integralmente un mito. Conforme se deterioraba la situación económica y social, el programa de estas "soluciones de recambio" llegó a diferenciarse cada vez menos de las solu­ciones avanzadas por el gobierno. Nadie, ni "Solidaridad", ni el POUP, ni la iglesia... pudieron avanzar soluciones coherentes y realizables, capaces de restaurar el orden capitalista y hacer volver seriamente a los obreros poloneses al trabajo.  El "estado de sitio" era el único recurso de la burguesía mundial para evitar nuevos brotes de malestar social que, como lo confesaba el propio Walesa, desbordarían inmediatamente el encuadramiento sindical re­formista.

El precio que se tenía que pagar para realizar y amplificar realmente las reformas democráticas era muy elevado para una bur­guesía debilitada e incapaz de controlar la anarquía de la producción. Más aun, teniendo en cuenta que tales reformas, tan promocionadas en Europa occidental, jamás darían de comer al proletariado y no podrían de ninguna manera frenar la crisis. Es por esto que la burguesía americana-europea, al margen de sus discur­sos liberales, impulsaba, por medio de sus bancos, al Estado polonés para que interviniera lo más rápido posible para restaurar el orden capitalista en Polonia. Todos los burgueses compartían el parecer de la "Bank of América": "Cualquiera que fuese el gobierno le debemos desear buena suerte y esperar la vuelta a una economía productiva". Esto es hasta tal punto cierto, muy a pesar de Reagan y su show, que el Estado americano reembolsó 71 millones de dólares, por concepto de deudas de Varsovia, a los bancos, sin por ello declarar, como bien tuvo la posibilidad de hacerlo, a Po­lonia en falta. Sobre la escena del espectáculo internacional, Reagan agita sus derechos del hombre (con la cómica colaboración del socialista Mitterrand !!); en los corredores los Estados Uni­dos sostienen financieramente (al igual que el conjunto de bancas occidentales) y de hecho apoyan el proceso iniciado, a golpes de bayonetas, por el Estado Polonés.

Entonces, la apertura apareció por lo que era: una simple cortina de humo soltada para preparar la represión y el sometimiento brutal de los obreros. La debilidad del Estado burgués en Polonia -debilidad tanto en su estructura económica (la famosa deuda exterior) como en la rigidez "socialista" de su dictadura[9] -imposibilita todo proceso de transformación liberal que sea real y durable. La burguesía polonesa no pudo pagarse el precio muy elevado del liberalismo, ella escoge el bonapartismo[10].

d. El nacionalismo, la defensa de la patria polonesa, de la independencia nacional, en complemento al salvamento de la economía nacional. Como para las otras ideologías (religión, legalismo, autogestión...) vehiculadas en el movimiento obrero, los revolucionarios se comprometen a demostrar la realidad del movimiento proletario, su carácter subversivo al margen de todas las ideolo­gías introducidas por la burguesía, al margen de las banderas burguesas que flamean por encima del movimiento. Como decía Bilan:

"Sabemos perfectamente qué casi siempre las masas luchan bajo la influencia de dirigentes que no portan la bandera de sus rei­vindicaciones inmediatas e históricas y es después, por el mismo trascurrir de su movimiento, que la eliminación se opera, que el proletariado llega a reagruparse en torno a su vanguardia consciente que puede agitar él programa de la revolución comunista, porque los trabajadores fueron conducidos por la situación a ad­quirir la conciencia de su rol histórico" Bilan No. 33, 1936.

Una vez aclarado esto, conviene subrayar que los marxistas comprenden que si el movimiento no llega a deshacerse de las bande­ras burguesas, la dirección no-comunista conducirá siempre, a corto término, al movimiento dentro del impasse del reformismo (cualquiera sea la forma que tome); preludio de la masacre física de las fuerzas obreras aun combativas. En período de alza de la lucha, el movimiento tiende siempre a superar, en la practica, sus limites internos, sus confusiones, a hacer estallar las barreras que lo encierran; en período de reflujo de la lucha, tales confusiones e ideologías burgue­sas toman un peso considerable y pueden transformar un reflujo tem­poral en un fracaso durable[11].

Evidentemente todas las ideologías se complementan mutuamente a fin de presentar, a los ojos de los obreros, un conjunto múl­tiple y coherente; "Solidaridad" propagandea una mezcla nacionalista, autogestionaria, religiosa, legalista, etc. Y en esta mescolanza, el nacionalismo, en particular, prepara la transformación del movimien­to de clase en guerra imperialista, esto especialmente por su conno­tación anti-rusa[12].

Muy a pesar de que esa podredumbre, llamada prensa, haga grandes ruidos con el "nacionalismo de los obreros poloneses", ciertas reacciones clasistas al Estado de sitio rompen radicalmente con el na­cionalismo, el reformismo y el legalismo. La extensión de los hornos en la siderurgia (Huta Katowice), la resistencia de los mineros de Silesia, como el sabotaje a la producción en las fábricas de tractores de Ursus (donde casi ningún tractor llega a producirse), muestran una desolidarización, de hecho, tanto con la economía nacional, la patria, como, con toda solución reformista. El sabotaje expresaba clara­mente (tengan o no los proletarios conciencia clara de esto) el recha­zo de toda solución capitalista y atacaba en pleno el corazón del capital, el sobre-valor.

4. Como lo habíamos previsto, el período que se abre después de los acuerdos de Gdansk, a pesar del potencial de lucha casi-intacto, preparó práctica y políticamente la solución burguesa a la crisis po­lonesa: la represión de los bastiones combativos. Los continuos con­flictos puntuales (los acontecimientos de Bydgoszcz, de Marszalkowska, de los obreros gráficos de Olsztyn ... hasta la expulsión manu-militar de la escuela de bomberos de Varsovia) concretaron continuamente, la desorganización operada por Solidaridad (amenazas de huelgas sin efecto y continuamente pospuestas, la destrucción de las ligazones inter-empresas) y la incapacidad cada vez más palpable de Solidari­dad de encuadrar un movimiento latente, que el alza de precios, las filas interminables, la penuria, podían en cualquier momento hacer estallar y desbordar el sofocamiento de Solidaridad. Esta creciente incapacidad de Solidaridad para asumir la razón por la cual el Esta­do polonés la había directamente cooptado, se manifiesta claramente, cuando en su "último" congreso, se multiplican las tendencias (todas burguesas) que materializan la parálisis de un sindicato arrinconado entre por una parte su función de gestor de la economía nacional (con Walesa como futuro ministro de trabajo!!!) y por otra de encuadramiento/ahogamiento del descontento obrero. Como lo expresaba claramente Walesas

"Entonces, explique a la gente, lo más rápido posible que la cri­sis económica era inevitable, que las autoridades lo sabían, que incluso ellos autorizaron nuestra creación ... puesto que ellos sabían que Solidaridad jugaría el rol de amortiguador, razonable, se­rio, que no liquidaría al Partido" Walesa "último discurso".

Solidaridad no fue prohibida porque se convertía en un "peligro", sino más bien porque no lograba responder más a ninguna de las razones por las que había sido reconocida.  Se fue incapacitando para con­trolar/reprimir las luchas que  anunciaban y no llegaba en forma alguna a diferenciarse del gobierno con respecto a las medidas anti-obreras que se tomaban o debían tomarse.  La puesta "fuera de la ley"  manifiesta el hecho de  que la burguesía no puede utilizarla directamente y que solo su pasaje a la clandestinidad puede aun recredibilizarla, después de más de un año de existencia al servicio exclusivo e intenso del Estado burgués. Este lavado de cara de Solidari­dad en la clandestinidad (que permite la posibilidad al gobierno de negociar con ella) pasa principalmente por el espectáculo jugado en torno a Walesa (colaborando sin colaborar oficialmente y "dejando de colaborar" como forma de continuar su trabajo de rompe huelgas) y por la toma de posiciones, muy moderadas (llaman a la calma y al pacifismo), del papa y de la iglesia polonesa que se mantiene así siempre como un buen mediador entre el gobierno y su oposición. Las declaraciones de Mgr. Glemp en su homilía, sobre este sujeto, son particularmente claras:

"Nosotros nos arrodillamos frente a Dios para implorarle que la sangre no sea derramada. Nuestra nación jamás atravesó por una guerra civil y fraticida. Nosotros les imploramos, en nombre de Dios, que no levanten uno contra otro una mano llena de odio. Conserven vuestra clama. No hagáis caer nuestro país sobre un in­fortunio mucho más grande aún. Solamente el control de sí mismo, la mantención de la calma pueden salvar al país y a la iglesia que continua su misión". Homilía leída en todas las iglesias de Polonia.

Esta misión de la iglesia es la misma que la de los militares y de todas las otras fuerzas burguesas: el regreso a la calma después de la sumisión de los proletarios, permitiendo todo lo que aspira el conjunto de las fracciones burguesas: la normalización, el regreso a una situación de paz social (restaurando de rebote algunas libertades… de tener ilusiones, la misa en la televisión, la prensa libre...).

Esto, es decir el regreso sin patalear ni chistar al traba­jo, depende del grado de aplastamiento que sufra el movimiento obrero. Si sabemos que hoy en día no ha habido, en Polonia, un aplastamiento total, que estamos en un período de repetidas tentativas de crecimien­to de las luchas proletarias a nivel mundial, que la burguesía tiene cada vez menos la fuerza de imponer un aplastamiento total semejante al de los años 1930-40, hubo, no obstante una represión parcial selec­tiva[13].  A pesar de la intensidad de la represión, de su ferocidad (centenas de asesinatos, millares de deportados y alrededor de 50.000 encarcelados), no se destruyó la voluntad y fuerza de luchar.  Este aplastamiento parcial, no es debido en forma alguna a que el Estado haya actuado pacíficamente, sino por el contrario, a la resistencia obrera, a la inmensa potencialidad de lucha, de responder a la austeridad por el sabotaje, al terrorismo por el terrorismo, qué aún posee el movimiento proletario en Polonia.  Son los obreros que, por su reacción de lucha armada, al principio, y de sabotaje activo, luego[14], llegaron a imponer una limitación importante de la represión física y de su cortejo de masacres.

Más allá del aplastamiento físico de los proletarios comba­tivos, el "Estado de sitio" del general Jaruzelsky significa, o debería significar, también el retorno al orden burgués en las fábricas, la recuperación de las migajas que la burguesía tuvo que ceder fren­te a las huelgas del verano, del 80. Esto se tradujo inmediatamente a través de la promulgación del trabajo obligatorio para todos los hombres de 18 a 45 años, la semana de 6 días dé trabajo que aprueba, entonces, la supresión de los falsos "sábados libres" que Solidaridad había ya suspendido y que pueden en cualquier momento convertirse en 7 días, la jornada de 8 horas de trabajo puede ser elevada en cual quier momento a 12 horas, la reducción de vacaciones pagadas: de 27 días por año a un día por mes de trabajo efectivo, la triplicación de los precios de los productos de base: carne, mantequilla, azúcar, carbón ... La alza media de los precios de las mercancías fue, a fines de enero del 82, de 241% según fuentes oficiales, cuando para ciertos productos de gran necesidad, el alza alcanzó 400%. El significado práctico de estas alzas es la recuperación de más del 50% de lo que fue otorgado bajo la presión de las huelgas.

Como para la represión, la capacidad de la burguesía para imponer cada vez más sus medidas anti-obreras depende enteramente de la relación de fuerzas con la clase obrera. Cuanto más se le golpea y destruya, mayor será el ataque frontal contra el proletariado. Por el contrario, una clase que continua en su lucha por sus intereses exclusivamente de clase, evidentemente bajo otras formas: sabotaje, ausentismo… puede frenar tanto el canibalismo de la represión como la inmensa regresión social que se abate sobre el proletariado. Hoy en día como ayer, el dilema para los obreros en Polonia (como en to­do el mundo) es el mismo: ¡Luchar o Reventar! Si hoy en día el movi­miento obrero en Polonia ha perdido una batalla, contra todas las es­peranzas burguesas, ¡no ha perdido la guerra de clases!

5.  Otra lección fundamental a sacar de los acontecimientos en Polo­nia es la del internacionalismo. Además del evidente carácter internacionalista de los movimientos en Polonia, un punto clave fue y será el necesario desbordamiento del cuadro nacional, la generalización de la guerra de clases al mundo entero.

Dejemos de lado las frases sonoras y los llamados platóni­cos y vayamos al punto central, es decir los medios de esta genera­lización.  El marxismo revolucionario siempre defendió que la mejor forma de generalizar un movimiento no era ni "invadir" otros países (Lenin decía que no se puede, a punta de bayonetas, exportar una revolución), ni "espera a que el movimiento se inicie simultáneamente en todos lados”.  Con una bestialidad semejante jamás hubiera habido una revolución en Rusia.  Por el contrario, la mejor manera de gene­ralizar, mundializar un movimiento es responder golpe por golpe contra "su propia burguesía" o/y los representantes directos de la burguesía mundial[15] intensificando simultáneamente lo máximo posible la guerra de clases en los lugares donde aún no ha estallado. Fue haciendo la insurrección armada en Petrogrado que el proletariado en Rusia contribuyó, de la mejor forma, y al margen de la conciencia que pudo tener de ello, al desarrollo de la fuerza de clase, a la mundialización de la revolución comunista. Esperar la hipotética maduración de las condiciones en "otros países", significa (como lo fue para los mencheviques o bolcheviques traidores como Kamenev, Zinoviev, Stalin) la traición de la revolución. Así mismo, el movimiento en Polonia podría haber contribuido más a la generalización, a la internacionalización de la lucha obrera, desbordando "Solidaridad", organi­zando la acción directa contra el Estado, empujando más lejos en in­tensidad por lo tanto en extensión el movimiento de clase, Es luchan­do contra "su propia" burguesía que la lucha obrera se constituye directamente en una lucha en contra del capital mundial: cada uno con­tra "su propia" burguesía, todos contra el capital mundial.

Este punto central se verificó muy claramente cuando se produjeron los enfrentamientos violentos que subsiguieron inmediatamen­te al acaparamiento del poder por los militares. En efecto, fue cuando los obreros respondieron directamente a la represión que se dieron las mejores condiciones para, en estas dramáticas condiciones, nego­ciar en la mejor forma su vida! Contrariamente a los sofismas de los pacifistas de toda índole, jamás fue manteniéndose impasible frente a la violencia y el terror burgués que el proletariado llegó a re­sistir mejor. Fue respondiendo fuerza contra fuerza, con todas las armas que disponía, tanto económicas como militares, la forma como el proletariado llegó a negociar mejor no solamente su vida, sino también, la posibilidad ulterior de retomar la lucha, de mantener lo más intactamente posible su fuerza de clase.

Fue así que los mineros de Silesia, los siderurgistas de los aceros de Huta Katowice, como los obreros de los puertos del Báltico, defendieron mejor los intereses y la vida del conjunto del proletariado en Polonia. Su respuesta en nada fue "desesperada" (como lo lloraban los pacifistas) o "colérica" (como si la rabia obrera fuera una reacción infantil, irresponsable), sino al contrario fue gracias a ésas reacciones clasistas, que materializaban la fuerza aún inmensa de los obreros, que el proletariado pudo limitar fuertemente el cani­balismo de la contrarrevolución, en particular, deteriorando la "mo­ral" del ejercito, paralizando su capacidad de reprimir los movimien­tos obreros. Esta realidad se materializó, en particular, en los nu­merosos casos de desobediencia, de deserción y también de solidaridad con los huelguistas. A golpe de hachas y de viejos fusiles, los obreros se defendieron; durante los enfrentamientos de la "mina Wuyeck", "los mineros atacaron a los tanques con barras de metal afilado, con escavadoras y con bombas molotov". Fueron miles de obreros que enfrentaron los cañones de agua y los cuerpos anti-insurgencia de la policía, llegando a inmovilizar un tanque bloqueándole sus orugas con ba­rras de hierro. De la misma manera, se produjo en Gdansk numerosas y violentas batallas que opusieron a los obreros contra las tropas de choque de la "zomo", etc.

No es en vano repetir que los obreros no podrán dotarse de los medios para continuar la lucha (sobre otras formas), si capitu­lan frente al enemigo. Fue a través de su lucha que los proletarios en Polonia han dado el mejor estímulo a los proletarios del mundo para que continúen y retomen la lucha contra "su propia" burguesía y destruyan la bestia capitalista. La única y real solidaridad clasista, el real internacionalismo se expresa así, la mejor forma de ayudar a nuestros hermanos de Polonia es retomar su lucha en todas las par­tes. Nuestros intereses son los mismos, en cualquier rincón del mundo.

Como Marx nos decía:

"En una frase; no fue por sus conquistas tragicómicas directas que el progreso revolucionario se forjó la vía, por el contrario, fue únicamente haciendo surgir una contrarrevolución compacta, poderosa, creándose un adversario y combatiéndolo que el partido de la subversión pudo, en fin, llegar a convertirse en un partido verdaderamente revolucionario" (subrayado por nosotros).

Esta lección central de las "luchas de clase en Francia" se aplica enteramente a los acontecimientos de Polonia, en las cuales la fuerza de la lucha obrera y sus combates heroicos obligaron a que todas las fuerzas burguesas (llámense como se llamen), el POUP, "Solidaridad", la Iglesia, ... se alinearan completamente detrás de la contrarrevolución compacta y poderosa del general Jaruzelski, Fue "creando y com­batiendo" a su enemigo histórico como los proletarios en Polonia mos­traron la única vía a seguir.

6.  De los acontecimientos de Polonia fueron sacadas numerosas falsas lecciones y se realizaron un sin número de "interpretaciones" que son puras falsificaciones.

Además de los eternos "izquierdistas" -toda sarta de trotskistas, maoístas y residuos de esta corriente, anarcos y ecologistas ...- y su apoyo más o menos crítico a "Solidaridad" y al capitalismo de uno u otro bloque; otros grupos se desenmascararon con la apología a las debilidades del movimiento, sea a través de la apología al sin­dicalismo[16] vehiculado por el trotskismo camuflado en "bordigismo" - de "Programa Comunista" a "Nuclei Leninisti Internazionalisti"- o la apología ditirámbica de la "huelga de masas", del “espontaneísmo", de la "democracia directa”[17] donde el control, la irrevocabilidad a todo instante, serían la panacea universal - de la "Corriente Comunista Internacional" a los otros libertarios-. Para ellos, el movimien­to era de tal modo democrático, hermoso y fuerte que cabría pregun­tarse como pudo dejarse reprimir. Todos tienen en común la incompren­sión de los límites internos del movimiento, de sus propias debilidades tanto en lo que se refiere a la organización práctica y a la centralización, como a la consciencia de los objetivos y medios del movimiento. Hacer una apología a-crítica del movimiento solo sirve, en última instancia, para reforzar sus debilidades, transformándolas, con el objetivo de la propaganda, en grandes victorias, es contribuir a incapacitar al proletariado para extraer las lecciones de sus errores y debilidades; impedir que el proletariado continúe avanzando teórica y prácticamente, para evitar que cada vez recomience su historia, sus hesitaciones, sus faltas de decisión, sus errores, es sabotear el trabajo hacia la reformación del partido de clase.

Es con el blabla sobre "la encrucijada de los caminos de Solidaridad", sobre "la base sana y la dirección podrida" sobre el hecho de que "Solidaridad" sería una organización burguesa pero "que expresaría, a pesar de todo, un movimiento social", o aún sobre "el mayor movimiento obrero desde 1917”[18] que se ahogan todas las dificultades reales de la lucha para independizarse y autonomizarse, di­rigirse en el sentido revolucionario, generalizarse, ... Al fin de cuentas se refuerza a la burguesía en su obra de destrucción de los únicos logros del movimiento: la experiencia político-organizativa. Cada vez más la reinterpretación de los acontecimientos en Polonia por esos grupos manifiestan las posiciones contrarrevolucionarias de los mismos, que frente a la lucha de clases, demuestran estar incapacitados para interpretar, para preveer los acontecimientos, extraer las lecciones programáticas de otra forma que no sea intentando amoldar la realidad a sus razonamientos ideológicos. Es así que para unos, "Solidaridad" representa aún más o menos una fuerza de clase, a pesar de que la estructura, la práctica y la ideología de este sindicato no hayan defendido nunca un interés obrero sino que siempre haya servido para liquidar todas las reivindicaciones de clase. Pa­ra otros, la lección de las huelgas en Polonia sería la demostración del carácter superfluo de una dirección comunista, de un partido com­batiente que sería desde entonces remplazado por organismos de masas (poco importa sus nombres) al interior dé los cuales la revocabilidad y otras chanzas democráticas constituirían garantías[19].

Todas estas concepciones se encuentran en contraposición con cuestiones centrales del marxismo como son el asumir la insurrección como un arte y en general considerar la cuestión militar como fundamental para el triunfo proletario.

Tanto el sindicalismo como el asambleísmo -de hecho dos for­mas de un mismo contenido reformista, legalista y pacifista- convergen para destruir práctica y políticamente la larga y vital preparación hacia la insurrección, pasaje obligatorio e indispensable para la instauración de la dictadura del proletariado. En un coro unánime estos se dan la mano para considerar la conspiración y el arte de la insurrección como un vestigio pre-histórico del movimiento obrero –“resabios del blanquismo"- y para, manteniendo formalmente, a veces, la reivindicación de la insurrección armada, negarla prácticamente pospo­niendo siempre para el "gran día" su indispensable preparación que, como todo marxista revolucionario lo sabe, pasa por innumerables con­flictos parciales y combates preparatorios de lo cual hacen integralmente parte las reacciones obreras a la represión abierta en Polonia (cfr. las acciones de terrorismo obrero que tuvieron lugar durante los meses de febrero y marzo en especial en Worclaw).

No afirmamos que hoy en día en Polonia una insurrección pro­letaria hubiese podido triunfar, ni que ésta puede ser organizada in­mediatamente. Lo que decimos, contra todos los revolucionarios de palabra, es que la insurrección armada victoriosa está contenida en germen y se prepara en las acciones obreras, en la autodefensa clasista, en el armamento aún parcial de los obreros en lucha. Este armamento no es un objetivo en sí, sino una necesidad de todo desarro­llo de lucha obrera, un punto de paso obligado, (cualquiera fuesen las reivindicaciones clasistas que impulsan hacia ello) en el desarrollo de la organización de los obreros en clase, en el desarrollo de su conciencia. El armamento tampoco es una garantía en sí de la lu­cha -la burguesía también utiliza la lucha armada para solucionar los conflictos entre diferentes fracciones concurrentes- sino que es, en un contexto dado de lucha de clases intensa como en Polonia, la apli­cación de la fuerza obrera contra su enemigo mortal. En este contexto de lucha aguda, de enfrentamiento directo contra el estado burgués, no sostener, estar por debajo de las tentativas obreras por más míni­mas y elementales que sean, es traicionar la lucha de nuestra clase. Peor aun, cuando como nuevos Plekanov, después de haber derramado algunas lágrimas sobre los cadáveres de los obreros muertos en la guerra de clases, algunos en sus salones públicos o privados, retoman la vieja y infame sentencia: "Lo que debieron haber hecho es no empuñar las armas". En el fondo, para ellos los obreros solo tenían que de­jar que se les derrotara, no debían resistir, ni luchar!!!  Estos señores, algunos años atrás, hubieran estado de hecho del lado del Sr. Thiers en la masacre de la Comuna de Paris! Hoy día, gracias a las luchas ejemplares de los proletarios en Polonia, el orden ca­pitalista no reina aún!!!

"Es solo escapando al encuadramiento capitalista, rompiendo los límites ce la legalidad burguesa, bajo la direc­ción de su partido de clase, que el proletariado podrá desarrollar su lu­cha revolucionaria hasta la fase final, de destrucción del Estado capita­lista y la instauración de su dictadura y de su propio Estado, con la ayu­da necesaria del proletariado internacional".

COMMUNISME No. 1 Abril 1937.



[1] El lector deberá referirse a nuestro texto "POLONIA, LOS OBREROS CONTRA EL ESTADO CAPITALISTA" (Comunismo No.5) para obtener una descripción sobre los orígenes y generalización del movimiento.

[2] Recuérdese que el endeudamiento de Polonia con respecto a los países occidentales esta evaluado: 27 mil millones de dólares y actualmente no hace más que agravarse. Cfr. El Balance Económico y Social de 1981 editado por "Le Monde" (diario francés ).

[3] Se manifestaba una agravación general de la situación económica: disminución del 13% de la producción industrial en relación a 198O.

El ejemplo fue la producción de carbón que de 188 millones de toneladas previstas en el 81 (cuando alcanzó 201 millones en el 79) bajó a más o menos 160 millones de toneladas (nivel alcanzado en el 74)!!  Otro ejemplo: un zloty, moneda polaca, sobre tres obtenidos como salario no tie­ne ninguna mercancía como contrapartidas.

[4] Como dijimos, los acuerdos de Gdansk materializaron la parada de la ola de huelgas del verano del '80 y otorgan a la burguesía la ini­ciativa en la represión contra las fracciones obreras aún combati­vas. Ver artículo "Solidarité ... avec l'economie nationale" Le Communiste No. 8

[5] Muchos obreros fueron apaleados y encarcelados por la milicada después de lo cual "Solidaridad" decide lanzar la amenaza de huelga

general. Sin embargo un día antes de ésta, Walesa firmaba un acuerdo con el gobierno y anulaba el llamamiento a la huelga sin haber recibido ninguna contrapartida, a excepción de la vaga promesa de realizar investigaciones que nunca llegaron a nada. No era de dudar!!!

[6] En Marx "Salario, precio y beneficio".

[7] Ver las célebres e inigualables "Tesis sobre Feuerbach" y nuestro texto: "Notas críticas sobre el materialismo dialéctico" apareci­do hasta el presente únicamente en francés en Le Communiste No. 13.  Ya Engels subrayaba en una carta a F. Mehring: "La ideología es un pro­ceso que el pensador ejecuta bien con conciencia, pero con una concien­cia falsa. Las verdaderas fuerzas motrices que la animan le serán des­conocidas, sino no sería en forma alguna un proceso ideológico", 1883. En este sentido toda ideología no puede ser más que burguesa. El marxismo destruye toda ideología puesto que pone al "descubierto las verdaderas fuerzas motrices de la historia: la lucha de clase, el devenir de la humanidad, la sociedad sin clases, la humanidad social.

[8] Notablemente prefigurado cuando el MKS exigía las elecciones democráticas de "sus" directores.

[9] Rigidez reforzada por la imbricación del Estado polonés (tanto

ideológica, financiera que militarmente) en el bloque capita­lista del Este.

[10] Sobre estos puntos ver nuestros textos: "Fascismo y antifascismo, la dictadura del capital es la democracia" publicado en Comunismo No. 7

[11] Esto se presentó claramente en la ola revolucionaria de 1917-23 donde todos los errores, las confusiones programáticas, producto

de una restauración incompleta del programa comunista, todas las de­bilidades políticas de la dirección de la Internacional Comunista arrastraron, en periodo de reflujo, a esta primero hacia el centrismo y las "tácticas" de frente único, parlamentarismo, sindicalismo, ... para luego pasar abiertamente a la contrarrevolución activa coligándose con las burguesías dichas "progresistas" para masacrar a los proletarios en lucha en Turquía, en América Latina, en China, ... construyendo el siniestro "socialismo en un solo país". Sobre es­tos puntos Leer también: "La Lucha de Clases en el Salvador" COMUNISMO No.6

[12] Esta perspectiva burguesa de transformación de las luchas obreras en guerra entre dos o más potencias imperialistas se manifestó plenamente durante los acontecimientos en España del 36, donde un potente movimiento de clase se transformó, gracias a las milicias anti-facistas, y el papel de todos los partidos pseudo-obreros, en su contrario: en una carnicería imperialista (ver Bilan: '"Contrarrevolu­ción en España). El periodo actual es sensiblemente diferente al de los años 1930-40, pues en este último predominaba en forma absoluta la contrarrevolución.  Lo cual no impide que, como hoy en día en el Salvador, la burguesía pueda aun llegar a revertir una situación hacia la guerra imperialista y la carnicería de obreros. Una intervención directa del ejército ruso en Polonia, posibilitaría evidentemen­te tal perspectiva (a favor de la burguesía americana-europea); todos los conflictos entre burguesía y proletariado, si las relaciones de fuerza se transforman en desfavorables para el proletariado por su falta de dirección y perspectiva comunista, podrían metamorfosearse en conflictos inter-burgués.

[13] En contradicción a la situación en Salvador donde la masacre del proletariado se perpetua después de muchos años.

[14] Reacción en oposición a los llamamientos a la calma, a la pasividad, a la huelga de "brazos cruzados", a la "resistencia cívica lanzados por Solidaridad.

[15] Esta cuestión es fundamental frente, por ejemplo, a una invasión del ejército ruso en Polonia. De la misma manera ante una in­tervención de tropas de choque, de gendarmes a sueldo, de los gran­des campos imperialistas y entonces también a sueldo del capital mundial, como lo son las tropas cubanas, est-alemanas, francesas, bel­gas,... que se reparten África; las tropas chinas, vietnamitas, americanas,... que controlan el sud-este de Asía, las tropas israeli­tas, irakies, libaneses, de la OLP,... que ocupan el Medio Oriente, etc. Estas tropas que corresponden a la lucha burguesa por el reparto del mundo, a las guerras ínter-imperialistas, pueden evidentemen­te intervenir frente a un fuerte movimiento de clase, que por su fuerza, supere  rápidamente las fuerzas de "su" propia burguesía local. Así, los proletarios en lucha no solamente podrán encontrar frente a ellos a "su" ejército sino también a tropas de choque del capital mundial traídas para aplastarlo (recuérdese la intervención internacional de tropas burguesas contra la revolución rusa). Respecto a esta realidad, donde los gendarmes mundiales están presentes en todos lados, la real línea revolucionaria se aplica inmediatamente contra el enemigo que viene a masacrar, cualquiera sea su nacionalidad, respondiéndole de la misma manera como lo hacen los huelguistas frente a el Estado burgués, los milicos que vienen a desalojarlos. Es por lo tanto respondiendo militar y firmemente aferrado a su autonomía clasista que el proletariado posibilita la desagregación de las fuerzas enemigas, los cuerpos de choque del Estado burgués.

[16] La característica general del sindicalismo es la minimización

sistemática de las afirmaciones políticas del movimiento hacia las reformas, hacia las adaptaciones al sistema de la esclavitud asalariada. So pretexto de defender únicamente los intereses dichos "inmediatos" de los proletarios, el sindicalismo liquida el devenir histórico de las luchas obreras, lo que quiere decir que tampoco de­fiende los intereses parciales que emergen hoy en día en las luchas. En efecto, es profundamente contrarrevolucionario separar los movi­mientos, por ser parciales, de su potencialidad para generalizarse, de la posibilidad de pasar de lo parcial a lo general, a la lucha revolucionaria. Como decía Lenin "detrás de cada huelga se encuen­tra el hidra de la revolución". Ahora bien, lo que hacen todos los grupos que se conciben como "la única expresión política" del movimiento, es castrar al movimiento de todo desarrollo ulterior so pretexto que por la existencia de ellos solo le queda al movimiento el ser simplemente "económico", "sindicalista". Marx advirtió a los proletarios contra tales burradas cuando explicaba que los Trade Unions "renunciaban enteramente a su objetivo cuando se limitaban a una guerra de escaramuzas contra los efectos del régimen existente, en lugar de trabajar al mismo tiempo a su transformación y de servirse de su fuerza organizada como una palanca para la emancipación definitiva de la clase trabajadora, es decir para la abolición definitiva del asalariado" Salario, precio y beneficio.  Sobre esta cuestión fundamental ver nuestro texto "Movimiento Comunista y Sindicatos (tesis) en COMUNISMO No, 5.

[17] Es claro que la "democracia directa", chupón de los libertarios de cualquier época, y su cortejo de garantías formales, anti-burócraticas, de fetiche de asambleas soberanas, de la revocabilidad de los delegados democráticamente elegidos, de mandatos imperativos, de la sumisión de la mayoría, …no son más que viejas ideas y métodos burgueses radicalizados, llevados de los parlamentos a las asambleas obreras. Se cambia de cuadro, del parlamento a los soviets, para impulsar los mismos métodos y entonces el mismo contenido burgués. Pues sea en el parlamento o en una asamblea obrera, o bien son las reglas democráticas que determinan la acción, y en la mayoría de los casos son justamente con éstas reglas que todas los crápulas contrarrevolucionarios sabotean la acción directa clasista, o por el contrario son los intereses de los proletarios en lucha, y en última instancia esto significarla aplicación del programa comunista integral, que determinan los métodos y acción a llevar adelante sin buscar garantías en reglas formales. Solo en ocasiones muy excepcionales "las mayorías libremente elegidas" dirigen un movimiento en el sentido revolucionario y aún, en esos casos, las prácticas democráticas solo constituyen un vestigio, peligroso aún, del pasado, superado por el conténido subversivo y antidemocrático del mismo movimiento. En todo mo­mento, las confusiones sobre este punto harán, a golpe de votos democráticos, recaer al movimiento de clase en el camino reformista, burgués. Nuestra única guía son los intereses generales e históricos de las luchas obreras y no tal o tal subterfugio o mecanismo frente al cual debiésemos inclinarnos. Entre proletariado y democracia, se encuentra el mismo antagonismo que entre proletariado y burguesía. Para profundizar al respecto ver COMUNISMO No. 1 Contra la democracia y COMUNISMO NO. 7 Fascista o Anti-fascista la dictadura del capital es la democracia.

[18] Esta afirmación grandilocuente y apologética es un rechazo real y activo de los importantes movimientos de clase que, en estos

veinte últimos años, desde América Latina al Irán, desde Turquía a Corea, desde Italia a China,... estremecieron al mundo capitalista.

[19] En la CCI, esta concepción se acompaña de la consigna "huelga de masas". Esta posición, que se pretende vender al proletariado como nueva, no es en realidad otra cosa que el viejo vulgar anarco-sindicalismo gestionista, camuflado detrás de una verborrea "marxista" y de tristes referencias a las teorías democráticas de R. Luxemburgo de la "huelga de brazos cruzados" que sirvió para paralizar el movimiento revolucionario tanto en Alemania, Italia... como en toda Europa, du­rante la ola revolucionaria de los años 1917-23.


CO9.2 Lecciones de los acontecimientos en Polonia.