En comunismo N° 1 hemos desarrollado, a lo largo de toda la revista, la explicación de porqué la democracia está indisociablemente ligada, a todo empuje, a llevar la dictadura burguesa al colmo de su refinamiento. Ella cristaliza todas las mistificaciones, empujando a las masas, a disolverse en ciudadanos, precipitándolas hacia el abismo de la imagen paradisíaca de una “democracia pura”; donde de hecho las libertades y los derechos del individuo alcanzan su máxima expresión, por la sumisión total de los intereses del proletariado a los principios de la mercancía y el capital. El cuestionamiento, de cualquiera de esos derechos y libertades, se revelaba como una lucha antidemocrática.
Hemos descrito también el proceso por el cual la burguesía, para frenar y liquidar el impulso de la clase revolucionaria, pone sistemáticamente en primer plano las mistificaciones democráticas “contra el fascismo”, lucha por las “libertades y derechos democráticos”. En los últimos años España fue el teatro de una “campaña de democratización” que ha obtenido ciertos resultados en la liquidación provisoria de tendencias importantes al asociacionismo obrero, lo que resulta visible por la disminución de las luchas, sin que ello logre consolidarse.
A principios de la década del 70, la situación económica de España, manifiesta ciertos anticipos en la crisis general del capital, que preocupa al conjunto de la burguesía mundial y le anuncia su camino. Una parte importante de las fuerzas productivas de dicho país, se revelan incapacitadas de continuar a reproducir valores a una tasa suficiente de acuerdo a las necesidades del capital. Las medidas protectoras comienzan a resultar peor como remedio que la propia enfermedad, el desequilibrio en la balanza de pagos es una de sus manifestaciones, el cierre de grandes fábricas se hace inevitable (incluso en el sector automotriz), los despidos masivos se generalizan, etc. La única forma de que dicho problema no continúe a extenderse, por la incapacidad de la burguesía “española” de ser competitiva en el mercado mundial, es, claro que sin tocar la deteriorada tasa de ganancia, aumentar la tasa de explotación : la austeridad para la clase obrera. Frente a esta necesidad general, el franquismo se revela totalmente incapaz enardeciendo a las fracciones burguesas de oposición.
Las huelgas obreras estallaban en varios puntos del país. Algunas empezaron a constituir un ejemplo demasiado peligroso, por su contenido y sus métodos, como por ejemplo la de los talleres de laminados de Bilbao que dura seis meses, se organiza en la clandestinidad, no se achica por la represión ciega sino que a pesar de ello continúa difundiendo la prensa obrera, desarrollando la propaganda, denunciando los primeros pasos de la campaña democrática, desarrollando la acción directa, etc. La organización del proletariado continúa en ascenso y en Cataluña y el País Vasco se produce hechos que hacía más de 35 años no ocurrían : un gran huelga en la industria del automóvil comenzada por aumentos saláriales y contra el cierre de la fábrica cambia de carácter cuando decenas de miles de desocupados se unifican a los obreros y empiezan a disputar la calle contra las fuerzas blindadas del orden...
A la muerte de Franco, las continuas tendencias al desbordamiento de las organizaciones burguesas y la violencia obrera, habían puesto en evidencia la incapacidad del viejo método franquista para desarrollar una verdadera política de defensa del capital. Se habían radicalizado todos los discursos contra el franquismo, se buscaba desesperadamente recredibilizar a la oposición. Para esto el frente unido de la burguesía mundial no muestra fisuras, todo lo que antes se callaba o se apoyaba de hecho, ahora se denunciaba. La campaña ideológica para la defensa del "pobre pueblo español" sometido al bárbaro "terror de Franco" es apoyada por todos los regímenes del mundo, por todos los partidos burgueses. La Institución del Exilio Español rejuvenece, los decrépitos PSOE, PCE, o la CNT se meten vestido de fiesta para multiplicar sus llamados a la “solidaridad antifascista” para reenganchar a algunos emigrados detrás de la democracia. En España, esas mismos organizaciones radicalizan su verba. Pero lo más característico de la democratización a la española, es que el propio franquismo se hace antifranquista, que los viejos personeros monárquicos participan abiertamente en esa gran unidad democrática. La acción autónoma de la clase obrera había obligado a unificarse, en un solo frente, a todo el capital en su contra, fascistas y antifascistas pedían a gritos la democratización . “El gran abrazo de toda la gran familia española. como decía Franco, y la 'reconciliación nacional' como decía Carrillo se juntan en su común verdad contrarrevolucionaria, y como tras tales abrazos suelen haber celestinas, una de ellas Tierno Galván, bordará el sentido de la efusión : ‘el gobierno ha presentado un proyecto inteligente. Un pacto político con la oposición podría disminuir las protestas sociales y económicas que se arriesgan a transformarse en revuelta contra la forma institucional del Estado', terminando con una llamada a un 'frente único de todos los partidos democráticos' y del régimen para salvarla”. (12/8/76) (1)
Esta gran unificación nacional e internacional se consolida contra lo que fue la batalla más grande del proletariado español, en el invierno de 1976, de los últimos cuarenta años. Exactamente contra los mismos enemigos coaligados que en 1936 lo habían derrotado : la totalidad del franquismo y del antifranquismo. En efecto a principios de 1976 había unos cien mil trabajadores en huelga, pero en enero el movimiento se fortifica y radicaliza. La huelga se extiende a toda España, solo en Madrid actuarán unos 320000 obreros de la construcción del metal y de servicios públicos; se forman piquetes, comités de fábrica, se rechaza el legalismo y se utiliza la acción directa. El ejemplo prende el barril de pólvora y acciones similares se realizan en Vigo, Asturias, Sevilla, Valladolid, Barcelona, Tarragona, Elda, Alicante, Bajo Llobregat, Málaga, Valencia; alcanzando su expresión superior en Vitoria. Contra ello todas las baterías de la democracia unificada fueron utilizadas por los sindicatos, partidos y ejercito, lo que no pudieron hacer las amenazas, los despidos, las detenciones las sanciones, etc. lo hicieron las CCOO-UGT-CNT-USO-STV ; ahí donde ni uno ni lo otro dio resultado se recurrió al argumento democrático-utilizado por la policía pero con el acuerdo ( hasta lo que sabemos) tácito de los sindicatos- de la pólvora y el plomo.
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A partir de entonces la burguesía retoma la ofensiva utilizando la totalidad del arsenal democrático contra el proletariado, obteniendo una victoria coyuntural importante.
Elecciones, reforma de las cortes (los trotskistas gritando la consigne monárquica radical “cortes obreras” ) , libertades y derechos “descentralización” del Estado, autonomías regionales, Suárez se transforma en la figura “criticada” del gran Frente Único. Frente a un asociacionismo obrero creciente, a la difusión y discusión de centeneras de publicaciones obreras que circulaban por todo el país, al hecho de que para liberar a los presos los proletarios hicieran huelga sobre huelga; el chaleco de fuerza de los derechos y libertades es la principal arma de paralización del movimiento. Sindicatos y partidos imponen “su lucha” por el “derecho de huelga”, la “amnistía general”, etc. Muchas huelgas, al comienzo duras, irían a morir al pie del altar levantando en nombre de la gloria del derecho de huelga, del respeto a las elecciones sindicales o de “las nuevas posibilidades abiertas por la legislación” en lo que respecta a las negociaciones. Golpes duros para un proletariado que recuerda mal su propia historia y que durante muchas décadas lo machacaron con que lo que vivía no era democracia y que esta arreglaría todos los males. Le es muy difícil comprender aun que forma parte de la misma cosa la medida democrática de liberación de algunos prisioneros políticos y las medidas democráticas tendientes a reforzar la eficacidad del aparato policial contra el terrorismo. Las reglamentaciones caducas del régimen franquista, se afinan democráticamente, sea por la especialización y sofisticación de los cuerpos policiales, sea por la adopción de medidas especiales en el ámbito jurídico que permiten alargar el período de incomunicación de los detenidos. Le es difícil aun captar la relación entre la defensa que realizaron los sindicatos del derecho de huelga y la declaración de las Comisiones Obreras tendiente a “enterrar la idea según la cual una huelga ilimitada forzaría la derrota del patronato” (2).
Lo que intenta el frente unido de la burguesía mundial, no es únicamente enterrar la idea de la huelga ilimitada, sino vaciar totalmente de su contenido y su sustancia a la lucha del proletariado, enterrando así no solo sus métodos, sino al propio proletariado en el pueblo, en la democracia, en el ciudadano, en todas las divisiones nacionalistas que el propio capital desarrolla y explota para sus intereses (“Cataluña libre”, “autonomía del pueblo vasco”,etc).
No hay dudas de que el furibundo ataque democrático dio resultados importantes; aunque no tengan ninguna garantía de perduración . Desde la gran batalla de principios del 76, los surgimientos esporádicos han podido ser objetivamente bien aislados y regionalizados por la política burguesa; en más de una oportunidad los mismos que ayer constituyeron grupos de obreros combativos los vimos disfrazarse de ciudadanos y, como corderos al matadero, concurrir a elegir a los representantes nacionales o sindicales que le pegarán el mazazo en la nuca; en lugares donde antes circulaban panfletos y revistas obreras ahora tenemos esos adornos que vinieron con el democretinismo que son el feminismo, el pedagogismo, el ecologismo, el pornografismo, el comunitarismo parcializante; muchos obreros vascos y catalanes, que estuvieron a la vanguardia de su clase enfrentando a todo el Estado español y a su propia burguesía, entraron en el juego, que no es el de ellos, de los estatutos y la autonomía por el que se les otorgaría el derecho de ser reprimidos por policías autónomas; hasta los sindicatos, que a fines de 1976 sólo se habían quedado con la ridícula cifra de 2OOOOO afiliados en toda España (cifra de las 6 centrales de oposición en la época y que incluía además de los carneros y burócratas, cuadros y estudiantes) se han inflado nuevamente acompañado el ritmo de los precios y la austeridad.
Aprovechando el atontamiento del proletariado, por los primeros golpes democráticos recibidos, la burguesía intenta imponer una austeridad radical, paralelamente a cada imposición de un “derecho para los obreros”, se concluyen los “pactos” entre el gobierno Suárez, los sindicatos y los partidos; que van desde el famoso pacto de la Moncloa, donde el conjunto de las fuerzas del capital se comprometen a enfrentar juntos la situación (es decir la clase obrera), a los acuerdos firmados anualmente limitando los aumentos de salarios (a un aumento "razonable" de la cuota de explotación). Dicha política democrática “para los obreros” (efectivamente todos los acuerdos se hacen en nombre de los obreros) son acompañados, durante estos años, por el correspondiente cierre de fábricas y el aumento impresionante de la desocupación. Pero, este último elemento no ha marchado al ritmo que el capital necesita, la legislación del trabajo heredada del franquismo es sumamente rígida y cuesta demasiado caro expulsar obreros. Ahora existen un conjunto de estudios y proposiciones tendientes a solucionar democráticamente estas trabas del franquismo, para permitir reestructuraciones más radicales, facilitadas por una mayor flexibilidad en los despidos. En breve, una legislación más similar a la del resto de Europa, mejor adaptada para la competencia capitalista; para tirar a las calles cada vez más obreros que le resultan excesivos. Pero también -igual que en toda Europa- eso crea una enorme potencialidad de explosiones sociales, para lo cual la burguesía fortifica las medidas terroristas para combatir el terrorismo futuro inevitable.
Solo se ha cerrado un acto más en la historia de la lucha de clases en España; el proletariado ha recibido un fuerte golpe, pero la situación no puede hacerse perdurable. En el contexto actual de crisis internacional, lo que caracteriza el desenvolvimiento de la lucha de clases, son los cambios continuos en la estructura económica, la inestabilidad social de la formación capitalista mundial que cuestiona, a diario, lo que el día antes se creía una victoria. En una u otra parte del mundo, luchas obreras vuelven a estallar, que la burguesía controla con enormes dificultades debido al desgaste de su batería fundamental y no ha sido capaz de evitar el crecimiento de tensiones y luchas entre las clases. Por ello en España, a pesar del éxito de su política de democratización, una real estabilidad es inconcebible y solo podría derivarse de una imposición total de la contrarrevolución en el mundo.
En 1976, el proletariado español estuvo aislado en su batalla (con la única excepción realmente importante de Polonia) lo que lo hacía demasiado débil para enfrentar solo al frente único de la burguesía mundial. Pero el asunto no terminó ahí ni mucho menos, la democracia quemó muchos cartuchos y todavía le queda demasiada austeridad que imponer; es tan necesario, como inevitable, que el proletariado español vuelva a resurgir, mucho más acompañado, que antes, para retomar el movimiento a partir del punto que en 1976, no fue capaz de sobrepasar.