Durante las dos últimas décadas, la preparación del nuevo holocausto mundial, que promete la burguesía al proletariado, ha provocado la exacerbación de los antagonismos de clase. Sacudida por la agudización inevitable de la crisis del capital, la burguesía prepara de nuevo la única solución que le permite preservar su sistema de explotación y, al destruir una parte importante de las fuerzas productivas (incluida la fuerza de trabajo de los proletarios), lograr una nueva expansión real del mismo. Pero el proletariado, golpeado por todas las medidas de “restricción”, de “austeridad”, amenazado por el hambre y la exterminación, no se deja llevar al matadero sin pelear. A pesar de un cierto despegue entre agudización de la crisis burguesa y la reacción del proletariado, la lucha obrera, principal obstáculo a los preparativos del capital, ha hecho en reiteradas circunstancias temblar a la burguesía.

       Intentando liquidar esos movimientos, todos los Estados del mundo, al mismo tiempo que continúan fortificándose y militarizándose, realizan un conjunto de cambios tendientes a resultar más aptos para conciliar lo inconciliable, para evitar los enfrentamientos de clase contra clase, y transformar la alternativa socialismo o barbarie, en una alternativa cuyos dos polos le garanticen la sumisión del proletariado: gobiernos a cara militar y gobiernos con careta de los derechos del hombre aparecen como una necesidad general para mantener la dominación. El Estado norteamericano define su política para la región diferenciando un sector sur, “zona más estable”, y el sector norte, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Honduras, “zona inestable”. El secretario de Estado Adjunto para Asuntos Interamericanos, Viron P. Vaky, explica que aquí:  “El desarrollo económico es de niveles diferentes, pero una pequeña elite es la beneficiaria principal de cada uno de los países ... Con la limitación de los canales de reivindicación o de expresión política, la disensión tiende a acumularse y convertirse en presión e inestabilidad. Las tensiones políticas y sociales, la inestabilidad y la polarización son mucho más altas aquí que en el resto de la región, aunque las circunstancias internas varían . La situación es más incierta en el Salvador, dado el conflicto entre grupos políticos y sociales polarizados... Una pequeña oligarquía controla mucho de la industria y la agricultura ... La estructura de clases es una de las más rígidas de América Latina ... Las violaciones de los derechos humanos han sido serias ... El sistema político no acepta bien el disentimiento ni las demandas de cambio”. La gran dificultad al respecto es hacer aparecer dicha máscara como un verdadero mejoramiento en las condiciones de vida y de lucha de los proletarios, que dejarían así enterrar sus luchas en discursos sobre las libertades democráticas, en paseos ridículos por las calles y en su conclusión inevitable: la metralla y la miseria.

                 Las sucesivas explosiones obreras, que se han sucedido en la zona durante los últimos años, frente a un enemigo que confiesa abiertamente apoyarse sobre el terreno militar, se ubican directamente en el mismo terreno: armamento de los obreros en lucha. A partir de un cierto nivel el desarmamiento de los obreros, que pasa a ser la preocupación central de la totalidad de la burguesía, no puede ser obtenido como una operación puramente militar, las fracciones a careta democrática pasan a ocupar una función de primer plano, las oposiciones interfraccionales, que  caracterizan en permanencia el capitalismo, se radicalizan pues la fracción que controle mejor a la clase obrera podrá realizar en última instancia sus intereses de fracción  y porque solo una opción que aparezca como radicalmente diferente podrá desorganizar, desarmar y dispersar al proletariado. La situación rebasa las fronteras de las repúbliquetas, en Nicaragua, El Salvador, Honduras Guatemala, las distintas fracciones de la oposición burguesa disputándose los méritos intentan liquidar toda autonomía obrera, estructurando y centralizando la oposición existente en torno a la lucha contra El dictador, o la “Junta”.

       En Nicaragua los méritos del sandinismo han sido muchos -reconocidos por el conjunto de la burguesía mundial- y han logrado momentáneamente su objetivo; en particular en el Salvador, la burguesía sigue manifestando enormes dificultades para encontrar sus sandinistas de turno, las huelgas, las ocupaciones, la toma de rehenes, los incendios de establecimientos y de vehículos, los panfletos y los muros llamando al combate insurreccional, los enfrentamientos contra las fuerzas del orden, siguen siendo el pan de todos los días en el Salvador.

      El primer acto de democratización del régimen en el Salvador ha sido un verdadero fracaso. La actual coalición gubernamental -democristianos, social demócratas, parte del estalinismo- hace solo dos o tres aparecía como una carta firme de recambio, dado que eran pocos los grupos y movimientos de la clase obrera que escapaban a su control. Ahora cuando el capital comprende que había que jugar esa carta, destituyendo a Romero, la lucha del proletariado se ha autonomizado demasiado para que la proclamación de la amnistía, los proyectos de abolición de las organizaciones paramilitares de la “extrema derecha”, la creación de una comisión de los derechos del hombre, las proclamaciones de “retorno al orden constitucional” de “elecciones libres”, de “apertura democrática”, puedan contener la lucha de un proletariado rehambreado y obligado a trabajar hasta 14 horas por día. La lucha obrera continúa, e incluso se generalizan un conjunto de reivindicaciones obreras, duplicación del salario, vacaciones pagas, disminución de alquileres, que atacan a la tasa de explotación y por lo tanto al Estado. El lenguaje pacifista de la junta es incapaz de ocultar la necesidad burguesa de profundizar la violencia, y se declara abiertamente que la democratización es posible solo si los “terroristas” entregan sus armas (evidentemente lo que preocupa son los proletarios en armas no controlados). Inmediatamente después de su instalación, la nueva junta ordenaba la evacuación de todas las fábricas ocupadas por los obreros en huelga, y atacaba tres fábricas decisivas; para liberar casi cien secuestrados que los obreros mantenían en calidad de tales, desde hacía más de un mes, decretaba el Estado de urgencia sobre todo el territorio y el toque de queda durante la noche, prohibiendo toda reunión de más de tres personas. La careta de la nueva junta es casi transparente y el plomo y sus llamados a aliarse a su “revolución”, a que “cada uno participe en la reconstrucción del país”, a “retomar el trabajo ordenadamente” a pesar de todos los apoyos internacionales recibidos (incluida la OEA), no tienen la fuerza como para lograr el desarme del proletariado. La burguesía mundial (y la “salvadoreña”) buscan desesperadamente SANDINISTAS para El Salvador.

     En efecto, el sandinismo, si bien no ha aportado nada radicalmente diferente en los métodos y mecanismos de liquidación de la autonomía obrera: desarmamiento del proletariado, unificación de la casi totalidad de las fracciones burguesas (internas y externas a Nicaragua), constituye un verdadero modelo para la totalidad de la burguesía y especialmente para las convulsionadas repúblicas vecinas de Centroamérica.

         El sandinismo fue desde su origen un movimiento burgués patriotero y nacionalista (recuérdese que el nacionalismo es siempre un mecanismo de unificación burguesa y de reclutamiento obrero para la lucha por el reparto del mundo, que debe en última instancia definirse por uno de los grandes bloques imperialistas). El FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) se funda en 1961, reivindicando la figura de Sandino, jefe del “Ejército de Defensa de la Soberanía Nacional” (1927 -1934); del cual adoptarán los clásicos eslóganes patrioteros que se mantienen hasta hoy: “Patria libre o muerte”. La fecha no es un azar, como explican los propios fundadores, sino que “la impulsión del ejemplo de la revolución cubana” contribuyen a dicho proceso. Tomas Borge, fundador del FSLN y actual ministro del interior, explica que, además de dichas referencias históricas, existen un conjunto de pensadores que han influenciado la ideología del sandinismo: “¿Qué pensadores nos han influenciado? En primer lugar Sandino, evidentemente, y Carlos Fonseca (otro fundador del FSLN). Víctor Hugo y John Stenbeck han ayudado mucho a nuestra formación moral ...(agrega luego, NDR) Francisco Miranda Simón Bolívar, y José Martí”. Con dichas bases, es evidente que no resultaba nada difícil proponerse: “...reagrupar a todas las fuerzas sociales y políticas del país comprendido todos los sectores democráticos, industriales, comerciantes y aquellos que mantienen una posición consecuente antisomozista alrededor de un programa democrático, de independencia nacional y de progreso social”.

        El patrioterismo y el democratismo definidos a niveles tan amplios, las sucesivas derrotas infligidas a la clase obrera, el juego interno de tendencias (todas burguesas) de escisiones y unificaciones, permitieron al sandinismo abarcar el abanico social de oposición a la “gran familia Somoza”, desarrollar la lucha armada, unificar a la burguesía, implantarse en las ciudades, desnaturalizar y encuadrar lo que quedaba de las luchas obreras, hasta lograr su misión fundamental: enrolar a una parte importante de los obreros bajo su bandera patriótica, imponiéndose como solución nacional. Dicho proceso no se produjo de un día para otro, el sandinismo hace solo siete años (terremoto de 1972) no controlaba absolutamente ningún sector obrero y la mayor parte de la burguesía internacional y “nacional” (que acumula capital en Nicaragua) no se sentía en absoluto representada en el sandinismo, no podía imaginarse que, tan poco tiempo después, el sandinismo podía aparecer como la principal fuerza de control obrero y por lo tanto de unificación nacional.

        A partir del terremoto de 1972, “el problema Nicaragua” comienza a ocupar una importancia mayor en la prensa internacional, la burguesía del mundo entero aparece filantrópicamente preocupada, de la miseria, de la desocupación, de la necesidad de reconstruir Nicaragua, las denuncias anti Somoza se amplifican. No era por casualidad, luego de décadas de relativa estabilidad social el proletariado urbano y agrícola de Nicaragua, cuya situación permanentemente horrible se había transformado en insoportable, había comenzado a moverse por objetivos propios. Para la burguesía mundial el interés por Nicaragua era doble, se habría una posibilidad de realizar importantes inversiones de reconstrucción y además se empezaba a comprender que la vieja cara de Somoza comenzaba a desgastarse.

        A partir de entonces las luchas obreras se profundizan , se fortifican y se extienden. Tanto el número de obreros en huelga, como las ocupaciones de fábricas, los enfrentamientos con la guardia nacional, y luego la expropiación masiva de supermercados se desarrollan, llegando a un pico importante a mediados de la década del 70. Como no puede ser de otra manera el conjunto de la oposición burguesa radicaliza su lenguaje y su accionar, intentando desnaturalizar las luchas obreras, encuadrar la oposición para sus propios fines. Se denuncia a Somoza como el único responsable de todos los males, se pregona la democratización del régimen, la reorganización económica, la reconstrucción del país (programa que en última instancia sería el adoptado por el FSLN), etc. Sin embargo la oposición entre estos discursos y las necesidades que expresaban todas las luchas obreras eran demasiado abismales, para que dicha oposición tuviera capacidad de encuadramiento. Lo primero que exigían, casi todas las luchas obreras del período, era el pago inmediato de salarios atrasados (en algunos casos varios meses) y un alza general de los mismos (¡no se trataba de defenderse únicamente de la pauperización  relativa sino de la pauperización absoluta!).

         La clásica oposición a su majestad, conservadores, demócratas cristianos, partidos socialistas, estaba demasiado sucia, por su apoyo no tan “crítico” al somozismo, y a pesar de realizar todos los méritos posibles para aparecer ahora como una “verdadera oposición”, realizando importantes virajes, resultaba totalmente ineficaz (obsérvese que dicha oposición es, con alguna variante menor, la que constituye el recambio actual en El Salvador, de ahí sus enormes dificultades). El sandinismo, por el contrario, estaba mucho más limpio de somozismo, tenía (ahora ya no) una verborrea más socialista que el resto de la oposición burguesa, eran abiertos partidarios de una solución dura, militar contra Somoza que asumían y además tenían (ahora ya no) un lenguaje "antiimperialista", "antinorteamericano" mucho más radical, y hasta parecían dispuestos (ahora ya no) a centralizar jurídicamente la propiedad de una parte decisiva de los medios de producción no reduciéndose únicamente a los bienes de la familia Somoza (lo que siempre da una connotación más “socialista”) ... En circunstancias como éstas, la fracción burguesa con más perspectivas de hegemonizar a las otras, no es ni la que tiene directamente más poder económico financiero, ni la que pueda ofrecer una salida mejor a la tan herida acumulación del capital, sino aquella que resulta más capaz de controlar la movilización obrera garantizando, al mismo tiempo, los intereses particulares de las otras. Es decir la valoración del sandinismo, al interior de la propia burguesía, dependía de los avances que el FSLN hiciera en el encuadramiento de la clase obrera y las garantías que dicho Frente proporcionase, en su avance, a cada una de las otras fracciones del capital. En ambos aspectos los sandinistas fueron consecuentes.

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         La clase obrera buscaba desesperadamente encontrar una solución global, sin encontrar su perspectiva propia para ello. Ello evidentemente no es una debilidad de la clase obrera nicaragüense, sino de la clase obrera mundial y no puede ser explicado ni por la mera falta de jefes, ni por la ausencia de condiciones de crisis aguda del capitalismo; sino por el enorme peso ideológico de muchas décadas de contrarrevolución de la cual comienza a desprenderse apenas y todavía solo regional y espontáneamente siguiendo el ritmo desigual de la agudización de esa crisis. Sin embargo las derrotas parciales que la represión somozista le infligen hasta 1978, lo que se acompaña por la fortificación del sandinismo en el terreno militar, no lograron los resultados inmediatos que dicho proceso crea en muchas circunstancias: la clase obrera no se entregó al sandinismo y este, por lo tanto, no tenía aun en esa fecha un verdadero poder de negociación con el resto de la burguesía (ej. el Estado norteamericano es aun abiertamente somozista).

          En efecto a principios del año 1978, los sandinistas no controlaban realmente las revueltas obreras a pesar de todos sus intentos. Contrariamente a lo que se ha afirmado, la ofensiva de agosto setiembre del 78, no fue una acción decretada y organizada por el sandinismo; sino la generalización de la lucha obrera, transformada en intento desesperado de insurrección; en la que el FSLN, dotado de una infraestructura militar y organizativa muy superior a la del proletariado "insurrecto", pudo inscribir su accionar. En setiembre del 78, la derrota, desde el punto de vista obrero (no del sandinista), fue impresionante, los insurrectos de las ocho más importantes ciudades del país fueron diezmados. A partir de entonces, el control sandinista de los comités de barrio, de las milicias, etc. adquiere una importancia decisiva. La derrota obrera era doble, el sandinismo se imponía y preparaba su triunfo total. No se trata de que la clase obrera haya cambiado de programa por dicha derrota, sino que su dispersión física y política, su falta total de alternativa propia, fue acompañada de la fortificación de una alternativa de cambio (para que todo quede como está) que necesariamente hizo predominar la ideología del menor mal entre los obreros, además de transformarse, en esas circunstancias, en la única forma de salvar el pellejo. ¿Cuántos obreros insurrectos no tuvieron otro recurso, para escapar a las ejecuciones masivas, que acoplarse a las fuerzas sandinistas acampadas en las montañas?

      A partir de entonces,  al mismo tiempo que el FSLN continúa el encuadramiento progresivo de los obreros, se preocupará centralmente de demostrarle al resto de la burguesía que la lucha no es contra ellos sino contra la familia Somoza. Algunas fracciones de la burguesía nicaragüense y mundial, demoraron varios meses más en convencerse de que realmente el sandinismo era capaz de "restablecer el orden" y que respetaría sus intereses fraccionales. Durante ese período, hasta la ocupación transada y pacífica del bunker, los sandinistas negociarán, en todas las mesas posibles, con el resto de las fracciones del capital, poco a poco irán convenciendo al resto de la oposición “nicaragüense” y a otras partes de la burguesía mundial representada por la OEA, el Gobierno de Estados Unidos, etc.

       En la ofensiva final sobre Managua, el FSLN puso en evidencia, una vez más, sus intereses de clase: nada de ahorrar sangre obrera. En efecto, las milicias populares, cuyo  armamento promedio era una pistola cada diez individuos, fueron enviadas a enfrentar directamente a la Guardia Nacional, constituyendo sucesivas barricadas. Fuera de la línea de fuego, en las zonas que los sandinistas denominaban liberadas, se encontraba el cuerpo mismo del ejército sandinista, los elementos mejor armados. Eso se puede llamar de dos formas o asesinar obreros o empujarlos al matadero. Para nosotros la diferencia no existe, porque entre ellos se arreglan siempre, para derrochar sangre obrera. Uno de los primeros actos del gobierno actual fue precisamente aclarar que el terror no sería contra los componentes de la Guardia Nacional, sino contra los obreros: El ministro del interior, veterano sandinista, proclamaba (fin de julio 79) refiriéndose a los oficiales y soldados de la Guardia Nacional: "La pena de muerte ha sido enterrada para siempre de Nicaragua. Es la revolución más generosa de la historia de la humanidad que yo conozco”, prometiendo inmediatamente que “se ejecutará en el acto a toda persona que cometa actos de terrorismo o de sabotaje” y recuerda (téngase presente la situación de imponente miseria obrera que se vive) que “robos y pillajes constituyen crímenes sancionados severamente"

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        Contrariamente a todas las promesas con que el FSLN pudo enganchar a sectores obreros; el futuro, que la junta gubernamental propone, se vislumbra claramente enmarcado bajo el signo de terror capitalista, del sudor de la esclavitud salarial y de la lucha de siempre, la lucha de clases que el proletariado deberá llevar despiadadamente contra sus nuevos verdugos.

       Desde la instalación del nuevo gobierno, a Managua, la junta sandinista se apresuró a "desarmar sistemáticamente a todos los que no quisieron enrolarse en el nuevo ejercito o en las milicias". Y hoy la prensa burguesa reconoce que “el gobierno nicaragüense se encuentra confrontado a un grave problema: el desarme de las milicias que rehusaron devolver a las autoridades todo el material de guerra (armas ligeras) que le fue distribuido durante la lucha contra el régimen de Somoza” (Le Monde 27/10/79).

         Que desde la toma de Managua, para lanzar su programa de “reconstrucción nacional”, la junta ha decretado una ley de urgencia que permite requisicionar mano de obra sin pago alguno para los trabajos de utilidad pública. “Ahora que obtuvimos la victoria, hay que comenzar a trabajar” diez, cien, mil veces radio Sandino, la nueva radio nacional, repite este eslogan sobre sus ondas. “Todos los ciudadanos serán integrados en las brigadas de reconstrucción” (Libre Belgique 23/7/79).

        El diario Barricada, órgano oficial del FSLN, el 2/8/79 dice : “El Ministro de Reforma Agraria, del Gobierno Revolucionario de Reconstrucción Nacional, que en la Revolución Agraria, solamente el Instituto de Reforma Agraria, puede repartir tierras a los campesinos y estos deben evitar tomar tierras sin autorización 'Los campesinos deben esperar que el INRA, haga entrega de tierras, porque de lo contrario estaremos utilizando todavía métodos del somocismo que estamos erradicando' concluyó el compañero Wheelock” (2 Agosto 1979)

        Desarmamiento del proletariado, trabajos forzados, fusil contra saboteadores del “gran esfuerzo de reconstrucción nacional”, escupir valor y recibir miseria; he aquí el “genial” plan de los sandinistas para reacomodar la parte de la acumulación del capital mundial que se reproduce en el espacio productivo nicaragüense.

        Los sandinistas se han ganado enteramente la confianza y la admiración de la burguesía mundial, y, cuando demostraron enteramente sus capacidades y su fidelidad al bloque norteamericano, pudieron recibir el apoyo de toda la burguesía occidental. Por si no fuera poco lo que hicieron antes de subir al gobierno, Ramírez miembro de la junta, aclaró inmediatamente (fin de julio) sus buenas intenciones con respecto a los intereses del bloque norteamericano: “¿Qué podría llevarlos (a los Estados Unidos) a meterse contra nosotros? ¿El hecho de decirse marxista? Pero nosotros no lo haremos. ¿El hecho de expropiar las compañías norteamericanas? eso tampoco lo haremos”. Según el diario “Le Monde” del 9/8/79, “hasta el partido comunista ha declarado que renunciaba a la lucha de clases” léase “renunciado a los intereses específicos de fracción en nombre de la unificación nacional”.

         Las grandes nuevas de la situación en Nicaragua fueron recibidas, en todas las potencias occidentales, con los brazos abiertos (se había conjurado el peligro de clase y Nicaragua no repetiría las de Cuba cambiando de Bloque). La OEA, Estados Unidos y varias potencias Europeas se apresuraron a prometer un máximo de “ayuda” a la reconstrucción nacional. Así al otro día de la toma del gobierno por la junta sandinista, Nicaragua era el país más adulado del mundo. “Los países occidentales, preocupados de que Managua no se vuelque hacia el 'bloque socialista', multiplican, en efecto, sus ofertas”- “Toda las corrientes políticas internacionales multiplican las proposiciones de ayuda para intentar canalizar la radicalización del régimen ...  para intentar por ese vía de reforzar los elementos moderados” (Liberación, 27/7/79 y 31/7/79)

         El resto de las medidas, económicas, jurídicas, adoptadas por la junta, tienden a mejorar la máscara ideológica del Estado terrorista burgués y a hacerlo más apto a sus fines: “leyes democráticas”, “derechos del hombre”, “igualdad de todos frente a la ley”, “libertad de prensa, de religión”, “todo ciudadano es declarado libre de votar y ser elegido”, “salario igual para un mismo trabajo”, “derecho de huelga” (Liberación 23/8/79), en resumen libertad de estar obligado a ser explotado, a vender (y hasta regalar) su fuerza de trabajo. La mascarada se completa con la nacionalización de los bienes de la familia Somoza, la reforma agraria sobre sus tierras expropiadas, la nacionalización de los bancos privados exceptuando los extranjeros, etc. Si no se realizaran, ni siquiera estas mediditas de reformas del capital con un tinte patriotero, hasta la careta nacional del sandinismo hubiese caído y esto no le conviene a nadie: hasta el propio capital norteamericano le hubiese aconsejado a los sandinistas de ser un poquito más nacionalistas. En cambio, en la medida que el Frente Sandinista continúe liberando a la Nación (de los obreros en armas evidentemente), como se lo habían propuesto de acuerdo a su nombre, los capitales de todo el mundo podrán invertirse confiados en la Patria libre de Nicaragua.

         Exceptuando la defensa del bloque imperialista soviético, realidad que está siempre presente en toda lucha entre fracciones burguesas en el mundo, que realiza un sector de la “izquierda” guerrillerista (o no) latinoamericana; ésta no tiene ninguna bandera propia (pues la política del capital es una sola) que el propio Estado norteamericano no sea capaz de adoptar: apoyo de las reformas y de las “revoluciones” agrarias, denuncia de la “oligarquía” aliada a ellos mismos y la liquidación de sus personeros (cfr.. citación de Vaky al principio), democratización y derechos del hombre, nacionalizaciones y expropiaciones. ¿Y el antiimperialismo? El capitalismo es imperialista, nunca existió una solución nacional no imperialista. Salvo las pretensiones de algún sector burgués de cambiar de bloque (cfr. por ejemplo la expulsión de los trotskistas- morenistas de la Brigada Simón Bolívar), el “antiimperialismo” de los sandinistas, en su política de gestión del capital, no puede ser diferente al “antiimperialismo” que puede realizar el propio Estado norteamericano (control de beneficios de las grandes empresas, nacionalizaciones, defensa de la moneda nacional contra las especulaciones, control de la “fuga de capitales”, impuestos a las utilidades, etc.); pues de todas formas es el mismo capital mundial que en realidad controla ambos Estados. ¿Y la revolución violenta? El propio Vacky explica un principio que rige la política del Estado norteamericano al respecto: “La verdadera cuestión que la política exterior de Estados Unidos tiene planteada ante sí ... no es la de cómo preservar la estabilidad ante las revoluciones, sino cómo hacer que de las revoluciones surja estabilidad”.

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      Todo tiende a demostrar que el capital continua liberando a la nación, liberando a la patria, intentando consolidar la muerte del proletariado armado. La clase obrera, tan explotada como siempre, que intentó forjarse una alternativa propia y no lo logró y que, a partir de ello, fue transformada en carne de cañón de una guerra que no era la suya, será necesariamente empujada de nuevo a enfrentarse con el estado. La prensa internacional reconoce que el sandinismo tiene problemas para desarmar a algunas milicias obreras, que intentan valientemente retomar el camino de su lucha autónoma. Sin embargo, el ambiente “unidad nacional” es terriblemente dominante por el momento, y creemos que la importancia de esos grupos no debe ser sobreestimada, que los verdaderos límites del sandinismo y compañía, a su capacidad de dominar a los obreros, se revelarán recién en el mediano plazo, cuando vaya quedando claro que ellos son el somozismo sin somoza, que la política de crisis del capital es una sola, sean cuales sean los discursos y las promesas : miseria, miseria y más miseria. Además la “patria libre” no está cerrada, la influencia recíproca en el doble sentido (empuje revolucionario del proletariado - contra solución a la sandinista) entra a Nicaragua y sale de ahí, para expandirse por la convulsionada América Central, y para el proletariado mundial la consigna sandinista "Patria libre o morir" se ha confirmado nuevamente como lo único que puede resultar en la práctica “La patria libre es la muerte del proletariado”. En efecto “los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no poseen” ( Manifiesto del Partido Comunista Marx Engels, 1847).


CO2.4 NICARAGUA : "La Patria Libre" es la muerte del proletariado.