"La realidad no perdona ni un solo error teórico".TROTSKY

        En este texto, trataremos de sintetizar la trayectoria política del trotskismo, ejemplo luminoso de una corriente oportunista que se deslizó paso a paso en el fango burgués para desaparecer definitivamente. La oposición trotskista de 1926-27 reacciona, en efecto, contra la evidente contrarrevolución triunfante en Rusia, -expresada por el siniestro "socialismo en un solo país”- pero acepta, cauciona y desarrolla todas las premisas políticas que la condujeron ineluctablemente sobre el mismo terreno que su “enemigo” estalinista: el de la defensa del capitalismo en URSS.

            

         Es en este sentido que podemos afirmar que el Trotskismo no es sino una variante del estalinismo (es decir de la política burguesa del Estado Capitalista Ruso), con un retraso de mas o menos 10 años en algunas posiciones. El trotskismo, en la cuestión china, estuvo al lado del conjunto de la oposición internacional; reaccionado sanamente contra la política burguesa del Estado Ruso y de su brazo armado La Internacional Comunista. Sin embargo, después del problema chino, donde la Internacional Comunista (IC) organiza conscientemente la masacre del proletariado insurrecto de Cantón y Shangai; el trotskismo llegará poco a poco a caucionar y participar en la masacre del proletariado español para luego confirmar su rol contrarrevolucionario a través de la participación en la masacre del proletariado durante la II° Guerra Mundial.           

         Si resulta necesario analizar el pasaje de esta corriente a la contrarrevolución es para denunciar igualmente a sus epígonos actuales, de todas tendencias, que abanderados en la figura del “profeta” no son sino apoyadores “críticos” de la burguesía y más aún, en ciertas circunstancias, los últimos defensores del orden democrático- capitalista, de la producción mercantil y del asalariado. Como lo decía ya claramente “Bilan” ; órgano de la Fracción Italiana de la Izquierda Comunista, en 1937 (N° 43 ) : “El Trotskismo no se quiere traicionar, y si no hay ninguna continuidad en las ideas, el quiere por lo menos mantener la continuidad en la traición permanente de los intereses del proletariado”.

Historia

       Lo que caracteriza la oposición trotskistas es que ella se funda y se expresa sobre bases radicalmente diferentes de todas las otras oposiciones de izquierda que lucharon al seno de la IC y del Partido Ruso. Tanto Trotsky, como lo que se llama la vieja guardia bolchevique : Bujarin , Radek , Zinoviev, Kamenev , Piatakov , Préobrajensky..., se opusieron siempre violentamente, y muchas veces con los mismos métodos estalinistas, a las oposiciones comunistas de izquierda, durante el período en que la IC no era aún un cadáver pestilento. Sería suficiente recordar el comentario de Trotsky a propósito del III Congreso de la IC reproducido en “Nueva Etapa” 1922. “Existen todos los elementos como para pensar que la KAPD (1) tal como esta representada por sus jefes actuales, aventureros, anarquistas, no se someterá a la decisión de la Internacional y, encontrándose así fuera de ella , tratará probablemente, con otros elementos 'extremistas de izquierda' de formar una IV° Internacional. La camarada Kollontai, en el curso de nuestro congreso, a soplado un poco en la misma trompeta. No es un secreto para nadie que nuestro Partido es por el momento la palanca de la Internacional Comunista. No obstante, la camarada Kollontai a presentado el estado de cosas en nuestro partido de tal forma que parecería que las masas obreras, con la camarada Kollontai a la cabeza, serán obligadas, más tarde o temprano, a hacer una 'Tercera Revolución' a fin de establecer un 'verdadero régimen de Soviets'. Pero ¿porqué una 'Tercera Revolución' y no una cuarta, puesto que la Tercera hecha en nombre de un 'verdadero' régimen de soviets ya tuvo lugar en el mes de febrero a Cronstadt?...Hay aun extremistas de izquierda en Holanda. Tal vez hay aun en otros países. Yo no se si todos han sido tomados en consideración. Hasta ahora el número no es extraordinario y es el peligro de volverse muy numerosos el que menos amenazaría la IV° Internacional, si por azar fuese fundada".

      ¡Ironías múltiples de la historia!, un año después este extracto digno de antología, reaparecerá cuando Trotsky, en “Curso Nuevo” 1923, tocará estos puntos, no para tratar de desprender, como lo intentaron con más o menos coherencia las izquierdas, las causas profundas de la liquidación del poder del proletariado en Rusia, sino para explicar “todo”, justificar “todo”, por la falta de democracia interna en el Partido y el Estado Ruso. Esta “solución” formal ocultaba el nudo del problema; es decir el desarrollo capitalista en Rusia del cual Trotsky fue uno de los mas grandes agentes (Stalin , en los años 30, no hizo más que aplicar las perspectivas trazadas por Trotsky sobre la militarización del trabajo en la ciudad y en el campo). La burocratización, tomada por Trotsky como un mal en si mismo, como una falta de “democracia” (2), de hecho no era que la caución crítica, de “izquierda”, al verdadero problema de la liquidación-transformación de los órganos obreros de octubre del 17 (partidos, soviets) en gerentes y apéndices del monstruoso Estado Capitalista que se reforzaba día a día sobre la dirección de los "bolcheviques" y de Trotsky. Toda la "lucha" de Trotsky se situó en la esfera de las formas de la dictadura ocultando que esta dictadura era la del Capital. Esto se materializó claramente en la preocupación permanente de Trotsky de ver en la industrialización masiva los pasos hacia el socialismo, creencia que lo incapacitará, para siempre, a comprender la naturaleza burguesa del Estado Ruso. Polemizando en 1926 con Zinoviev y Kamenev, que caracterizaban el Modo de Producción en Rusia como “Capitalismo de Estado”, Bujarin observará que “Trotsky jamás dijo que nuestra industria seria capitalista de Estado. No, él ha reconocido que nuestra industria es socialista” (3). Toda la mística de construcción del “socialismo en un solo país”, a la que Trotsky “se opone” pomposamente en 1926, se encuentra sobre-entendida en la defensa que éste hace del “carácter socialista de la producción pública” (erróneamente opuesta a la “privada”, puesto que ambas son privatizadoras de la propiedad para los productores directos y constituyen la base de la apropiación de la plusvalía) del capital. Defensa que lo llevará a vanagloriar en 1926, las cifras del formidable desarrollo de la industria (esencialmente estatal) publicado por el “Gosplan” como “la maravillosa música histórica del socialismo creciente” y anticiparse, así, sobre los himnos que los planificadores estalinistas entonarán para glorificar la progresión y la tasa de crecimiento (¡y por lo tanto de explotación!) de la producción industrial, presentados como éxitos y conquistas en la “edificación del socialismo en un solo país”. Es así que Trotsky aceptó siempre la concepción del “socialismo en un solo país” puesto que vio, hasta su muerte, el desarrollo industrial (del capital) como la victoria de la “economía socialista” sobre “la capitalista”. Trotsky no hizo sino luchar contra los molinos de viento de un “renacimiento del capitalismo”, visto sobre la forma de la predominancia de la propiedad “pública” sobre la “privada”, cuando en realidad el capitalismo se desarrollaba, en Rusia como en el mundo, de más en más sobre una forma “impersonal” y “colectiva” (estatal). Trotsky, como todos sus sucesores que hacen del desarrollo de la mercancía y del valor de cambio las “adquisiciones materiales” del socialismo, tiran irremediablemente a la borda el programa comunista que es la destrucción de la producción mercantil, del valor y la abolición de sus realizaciones políticas: la democracia popular, liberal o libertaria.

        Indudablemente, la oposición de Trotsky, a partir de 1923, a la entrada de los comunistas en el Kuomintang y su lucha contra la política criminal de la IC, de alianza con la burguesía china contra el proletariado, materializa una resistencia obrera al degeneramiento total de la Internacional, pero Trotsky no comprenderá jamás que dicha posición tiene validez general, que el comunismo es anti-frentista o no es nada; que su acción es la negación de toda alianza con la burguesía. Al contrario, su oposición a la política de la IC en China es un corte tajante con lo que él había defendido anteriormente y que retomará trágicamente más tarde. Su creencia “fetiche” en los 4 primeros congresos de la IC (con mayor exactitud: en la interpretación que hace el cuarto congreso de los tres precedentes) lo hicieron defender, sin ningún pestañar, la entrada de los comunistas al Gobierno de Saxe - Thuringe, ¡primera etapa de los desastres que seguirán! Sin extraer jamás un balance real del frentismo, de la política de alianza con las fracciones burguesas, que condujo al proletariado al matadero, es aún Trotsky que, 6 años mas tarde, en 1933 obliga a todos los grupos de la oposición “trotskista” a integrarse a los partidos burgueses de la Social Democracia para practicar la nefasta y suicidaria política de entrismo. La trayectoria posterior de Trotsky y de sus epígonos no es más que la negación, cada vez más descarada, de la política comunista, es decir de la experiencia del movimiento obrero, para, teórica y prácticamente, terminar allí donde estaba el estalinismo: al servicio de la burguesía y del capitalismo mundial. “Para su traición, Trotsky tiene la necesidad de cubrirse de todas las plumas de su pasado revolucionario: debe presentarse como el monopolizador de la inteligencia, debe terminar la obra de Stalin. Este a apuntado el revolver contra 'los peores enemigos del interior', Trotsky, a falta de Gépéou (4), pone en acción todos los recursos del diccionario de sinónimos para desacreditar sus adversarios. Es verdad que, así,  puede resorber las crisis al interior de las secciones de la IV Internacional (?) como lo hemos visto en él rápido vuelco efectuado por la sección belga. Pero el empleo de estos métodos de una parte y la rapidez de ciertas conversiones de la otra indican claramente que estamos frente a renegados que son hoy en día prácticamente inofensivos para el proletariado, puesto que solo tienen una función suplementaria de dispersión ideológica de los rangos de la vanguardia (5), mientras que los fascistas, demócratas y centristas se ocupan de la función principal, de la dispersión violenta del proletariado a través de la guerra y el terror. Sin embargo no podemos descartar la posibilidad que en un futuro si Stalin no resultase mas suficiente al Capitalismo Mundial, por su descrédito ante las masas, sea Trotsky quien pueda ofrecer sus servicios al capitalismo internacional, y ser llamado al poder en Rusia para concluir la obra de Stalin. ¿Será para esta eventualidad que Trotsky prepara su nuevo traje de Renegado? “Un gran renegado a la pluma de pavo real” en Bilan N° 46, Enero 1938.

        Bilan tenia razón. Si Trotsky no fue llamado a Rusia para “concluir la obra de Stalin”, es por todo el mundo que los trotskistas, siguiendo los preceptos de su profeta, han apoyado “críticamente” a la burguesía, hasta asumir plenamente las tareas Estatales en los parlamentos, las constituyentes, los ministerios; tan indispensables para el aplastamiento sangriento de los obreros en lucha (en España del 36, en Sri Lanka, en Perú hoy...)

       Para nosotros, como para las fracciones de la izquierda comunista, “el movimiento trotskista se encuentra del otro lado de la barricada” por su participación activa en la guerra imperialista en España (cfr. Octubre: órgano del Secretariado Internacional de las fracciones de la Izquierda Comunista N°3, 1938 : “Una 'lección' trotskista de los acontecimientos en España”) : "...Trotsky habla de que hay que responder a la guerra civil que la burguesía realiza contra el proletariado, en la zona republicana, pero olvida decirnos como. ¿Luchando como ' los mejores combatientes del frente', como le explicaba a los anarquistas que habrían encontrado en ello la posibilidad de denunciar a los traidores delante de las masas? ¡Si! ¿Cómo el proletariado puede realizar una guerra civil sin hacer estremecer y sacudir, sin destruir los frentes militares ? Enigma que Trotsky deja también en tinieblas desde el principio al fin. ¿Es necesario preconizar la fraternización de los explotados de los dos frentes, para desmoronar el Estado capitalista, con absoluta prioridad? Es aquí que se encuentra la línea de demarcación entre los partidarios avergonzados o entusiastas de la guerra imperialista de España o la de China y los internacionalistas. Trotsky y su IV° Internacional han elegido. Los acontecimientos de España lo han probado categóricamente. Nosotros también nos hemos definido y es por ello que lo que nos separan no son solamente divergencias, sino por el contrario problemas de clase" (Octubre idem. )

        La historia posterior del trotskismo, no es más que la repetición incesante de dicha línea de acción al servicio de la barbarie capitalista, comprometiéndose en todos los conflictos imperialistas, apoyando la carnicería destructora del proletariado que estas engendran, no solo por las posiciones que adoptan sino principalmente por su participación activa y sistemática en todos los conflictos, por su apoyo (crítico o no) al imperialismo ruso, por su acción decisiva en el reclutamiento de los obreros para su masacre.

                Veamos rápidamente algunas de las posiciones tomadas por grupos de trotskistas franceses durante la Segunda Guerra Mundial :

        “A bajo al pillaje de las riquezas francesas” POI

        “El rol de los revolucionarios es de oponer, en los hechos, el nacionalismo de la lavandera al de burgués” UCI

        “El avance soviético acerca la hora de la revolución socialista en Europa” (lucha de clases 1943).

          Más aún, empujando la lógica del entrismo a sus últimas conclusiones, el grupo CCI entra en las organizaciones creadas por el régimen de Vichy (pro-nazi) para ¡“organizar núcleos revolucionarios”! (6). Posteriormente la historia del trotskismo internacional y de sus múltiples variantes : posadistas, lambertistas, pablistas...sistematizaron su toma de posiciones y sus acciones más contrarrevolucionarias unas que otras, bajo el pretexto de apoyar “las luchas de liberación nacional” o la defensa de Estados obreros deformados, degenerados o burocratizados. La IV° Internacional apoya a Tito, Castro, Ben Bella, Boumedienne, Ho Chi Min, Sékoutouré, Khomeiny, Allende, Velasco Alvarado, ...ha defendido la existencia de 23 Estados obreros en el mundo, a título de ejemplo: el de Birmania, Guinea, Zanzíbar...etc.

          Tratemos, pues, ahora de delimitar el centro de las concepciones trotskistas. Empezaremos con la del “Estado obrero degenerado” para luego abordar el famoso “Programa de Transición”, sobre el cual se constituyó la IV Internacional en 1938, un año antes del asesinato de su jefe incontestable: León Trotsky.

Breve critica de la teoría del “Estado obrero degenerado”

         Ya hemos abordado parcialmente este punto, cuando vimos las posiciones de la oposición trotskista en la década del 20. La defensa “crítica” del Estado obrero degenerado en URSS y de las “conquistas materiales”, que se supone los obreros habrían obtenido, es justificada por el trotskismo en base a la más completa cínica y total falsificación- desfiguración de lo que es en realidad el modo de producción capitalista, de su antagonismo con el socialista, de lo que es el Estado, de lo que es el capital, de lo que es una clase social, etc, etc.

          Marx decía, en alguna parte, que de la misma manera que una mujer no puede estar un poco embarazada, una sociedad no puede ser un poco socialista; para el trotskismo los Estados Obreros son un poco socialistas (propiedad socialista de los medios de producción).

          Para la crítica marxista de la sociedad capitalista, el modo de producción determina el modo de distribución; para toda la economía política burguesa (desde David Ricardo a Mandel), por el contrario, el modo de distribución puede ser criticado sin cuestionar el modo de producción . Mientras que los obreros de todo el mundo sólo podrán destruir la distribución capitalista, destruyendo la base de la cual emergen, es decir las relaciones capitalista de producción, para la totalidad de la burguesía (incluyendo los trotskistas) existirían “Estados” donde el modo de producción sería “justo”, a pesar de que la distribución es “injusta”. Para el proletariado revolucionario, la producción determina la esencia de la distribución y las formas ideológicas; para el trotskismo dicha determinación queda suspendida por las nacionalizaciones y las estatizaciones y pasan a coexistir “modo de producción socialista con modo el de distribución burgués”, “propiedad socialista de los medios de producción con derecho burgués”.

       Para los comunistas, el modo de producción capitalista es la producción generalizada de mercancías, donde la autonomía y dictadura del valor frente a su soporte físico, el valor de uso, adquiere su máxima expresión. El capital no es en sí ninguna masa de máquinas o medios de producción, que cambiarían de carácter por ser propiedad de un tipo, de 100 o de un Estado, sino una relación social específica e histórica, que consiste en que la fuerza de trabajo de los productores, al estar privados y separados de toda propiedad  de los medios de producción, es una mercancía que están obligados a vender a cambio de un salario. Dicha relación social, determina el antagonismo social entre productores y propietarios, entre proletariado y burguesía, y otorga al conjunto de las fuerzas productivas de la sociedad el carácter de capital: el conjunto de objetos y medios de trabajo adquieren, por dicha relación de explotación, el carácter de capital constante, la propia fuerza de trabajo adquiere el carácter de capital variable. El capital es una totalidad social inseparable de producción (de valores de uso como soporte de valores de cambio) y de circulación (de mercancías y dinero); de propietarios y de productores no propietarios de capital y de trabajo asalariado, de explotadores y explotados(burgueses y proletarios) de relaciones de producción y de distribución (plusvalía y salario); de esas condiciones económicas para la expropiación del sobre-trabajo (plusvalía en el régimen de trabajo asalariado); y de la organización de la fuerza social, política, ideológica y militar del Estado burgués. No sólo el socialismo, sino el camino hacia él, supone la lucha contra dicha totalidad que es el capital, hacia la abolición despótica, por el proletariado, del estado capitalista, la propiedad privada, el trabajo asalariado, el valor, la mercancía, el dinero y el propio proletariado como fuerza de trabajo del capital.

        La inmunda y reaccionaria ideología trotskista, está constituida sobre la separación y falsificación de la totalidad de estos elementos. Para Marx “El capital supone el trabajo asalariado y el trabajo asalariado supone el capital”, lo que ha permitido sintetizar el programa comunista en cualquiera de las dos clásicas fórmulas “abolición de la propiedad privada”, “abolición del trabajo asalariado”. Para el trotskismo, tiene carácter socialista incluso la extensión y fortificación del trabajo asalariado a una masa mayor de la población (como en todos los “estados obreros degenerados”), siempre y cuando se “socialice la propiedad de los medios de producción”. Para el marxismo  revolucionario, dicha socialización no es otra cosa que una socialización  privada y privativa, es decir capitalista, que no destruye el antagonismo de las relaciones y el modo de producción, sino que forma parte de la tendencia permanente del capital a socializar la producción, socialización, que como Marx lo puso en evidencia, es obra del capital y no del socialismo, que no solo no disminuye sino que acrecienta la privatización de los medios de producción a la que son sometidos los productores directos; y en el polo opuesto de la sociedad la propiedad burguesa sobre los medios de producción  no solo no desaparece sino que se centraliza. Dicha socialización, que afirma al mismo tiempo la propiedad privada y el trabajo asalariado, es inherente al capital mismo, y no transforma para nada las relaciones de producción  y el modo de producción en socialista, sino que agudiza el antagonismo entre el carácter cada vez más social de la producción y el carácter siempre más privativo de las relaciones de producción, llevando al paroxismo la dominación de la ley del valor, que la dictadura del proletariado abolirá. ¿O es qué estos señores, los trotskistas, son capaces de desmentir lo que los propios economistas soviéticos confiesan: que en Rusia y los países del Este, la economía se rige estrictamente por la ley del valor y que ese “socialismo” se caracteriza por la total adecuación a la misma?

         La afirmación de estos elementos de base del marxismo revolucionario destruye la totalidad de estupideces trotskistas. Mientras Lenin, en sus momentos más lúcidos, no tuvo inconvenientes en reconocer la naturaleza capitalista de todas las “medidas económicas” adoptadas en Rusia; Trotsky afirmará (como toda la burguesía mundial) que dichas medidas eran socialistas. Mientras para el marxismo revolucionario, la destrucción del modo de producción capitalista, solo podía operarse a nivel mundial, por la revolución en todo el mundo, para el conjunto de la contrarrevolución (no solo para el estalinismo, sino para el trotskismo; no solo para el trotskismo y el estalinismo, sino para los nazis, el imperialismo norteamericano o cualquier otra fracción burguesa) la defensa y extensión del Estado Ruso es equivalente a la extensión del socialismo en el mundo (para unos “un deber de los revolucionarios” para otros “el peligro del comunismo”).

            El conjunto de la contrarrevolución considera las nacionalizaciones, estatizaciones, como pruebas de la naturaleza “socialistas” de la economía : “Un régimen que preserva la propiedad expropiada y nacionalizada contre el imperialismo es, independientemente de las formas políticas, la dictadura del proletariado” (Trotsky: “En defensa del marxismo”!!!). Esa siniestra aberración, piedra angular del trotskismo para buscar y apoyar “dictaduras del proletariado” (en realidad dictaduras burguesas contra el proletariado), queda demistificada ante la propia evolución del capitalismo, que todos los días, en todo el mundo, desde Estados Unidos a Camboya, desde Pekín a Bruselas, desde Chile a Japón, afirma su tendencia a centralizar y “nacionalizar” estatalmente al capital... de una forma tan sistemática que Trotsky no hubiese podido imaginar. Engels ya había descrito magistralmente esta tendencia del capitalismo, y definido su carácter, cuando escribía : “Pero ni la transformación en sociedad por acciones ni la transformación en propiedad del Estado suprimen la calidad de capital de las fuerzas productivas. Para la sociedad por acciones esto es evidente. Y el Estado moderno no es más que la organización que la sociedad burguesa se da para mantener las condiciones exteriores generales del modo de producción capitalista contra las usurpaciones que vienen de los obreros como de los capitalistas aislados. El Estado moderno, cualquiera fuese su forma, es una máquina esencialmente capitalista : el Estado de los capitalistas, el capitalista colectivo ideal. Cuanto más hace pasar las fuerzas productivas a su propiedad más se hace capitalista colectivo, en concreto más explota a los ciudadanos. Los obreros continúan siendo asalariados, proletarios. La relación capitalista no se suprime, al contrario es empujada al colmo” (ENGELS “El Anti Düring”). Por el contrario, Trotsky verá ¡en la supresión del capitalista aislado y la suplantación por el capitalista colectivo (cuya remuneración se disfraza de “salario”) un avance socialista !

          El anticomunismo profundo del trotskismo conduce a rechazar, hasta el último átomo, la concepción materialista de la sociedad. Las clases sociales dejan de definirse por su práctica antagónica en la producción y en la lucha; y tenemos, por ejemplo, la monstruosa invención según la cual pertenecen a una misma clase Brejnev y cualquier obrero asalariado del mundo, los productores, privados permanentemente de su propio trabajo, y los que realizan dicha expropiación, los que se oponen al Estado y los que lo sostienen. La teoría trotskista de la burocracia denuncia parte de la represión antiobrera, la distribución desigual del producto, como lo hace cualquier fracción burguesa de oposición, llamando a la revolución exclusivamente política y confesando abiertamente que ni se trata de destruir el Estado (¡¡porqué es "obrero"!!) ni de realizar una revolución social (¡¡porqué ya está hecha!!), sino de eliminar y destruir dicha burocracia. Como cualquier otra oposición burguesa, confiesa que su objetivo es ocupar el lugar de dicha burocracia (que se trata de una burocracia estatal capitalista como en cualquier lado) en la defensa del Estado y la producción capitalista.

          Al trotskismo no le ha resultado suficiente renunciar totalmente a la concepción marxista de las clases sociales, al pretender que los que compran el trabajo asalariado, apropian la plusvalía y ejercen el poder político y social sobre los que trabajan, constituyen la misma clase que éstos, una burocracia obrera, sino que, para conservar su coherencia al servicio de la contrarrevolución, ha debido necesariamente abandonar también el concepto marxista del Estado y especialmente del Estado obrero (antiestado). Mientras que para el marxismo el Estado es el poder organizado de una clase para ejercer su dictadura contra otra, y el proletariado que no es (a diferencia de la burguesía) una clase con intereses regionales, nacionales etc, solo desarrollará su Estado - semi Estado - para combatir al capital a nivel mundial; para el trotskismo habría Estados obreros nacionales (!) , Estados obreros que serían tan degenerados que defenderían no solo intereses regionales, sino que además oprimirían al proletariado (aspecto que los trotskistas admiten). El Estado sería obrero por la bendita propiedad que tiene sobre los medios de producción ese mismo Estado (círculo vicioso total ), la represión de los obreros por ese Estado no se debería a que constituye una máquina de opresión burguesa contra el proletariado, sino a que su administración es burocrática. Con dicho castillo de falsificaciones es evidente que el trotskismo no ha tenido problema en clasificar (como la totalidad de la burguesía) en “problemas del socialismo”, la masacre de los obreros, los campos de concentración y la misma guerra imperialista entre Estados “nacionales” (y que no nos vengan con la historia de que no defienden el socialismo en un país !!! ) y definir su receta para dichos problemas: la democratización de esos Estados.

           No se trata únicamente de demostrar que los trotskistas no entienden lo que es el capitalismo, y mucho menos el comunismo, sino que además la demistificación de su ideología reaccionaria (7) permite poner en evidencia el terror que tienen sus defensores a la verdadera revolución comunista (necesariamente social, política y mundial ), que los ha conducido a tomar partido, en última instancia, por la constelación imperialista soviética, que durante la guerra incluyó al Estado imperialista norteamericano, inglés, francés, etc. y que con posterioridad a la misma se consolidó contra éstos (8).

     La conclusión se impone, el trotskismo debe ser y será destruido por la acción revolucionaria del proletariado; que organizado en partido asumiendo plenamente el materialismo histórico, rechazará toda ideología. Como decía Marx : "el que no está con nosotros está contra nosotros".

   

Breve critica del programa de transición

       Para Marx la transición entre el capitalismo y el socialismo (cfr. “critica del Programa de Gotha”) presupone la dictadura del proletariado y el programa de transición no puede ser otra cosa que la sistematización del conjunto de acciones necesarias que la dictadura del proletariado deberá implementar para destruir despóticamente el capital. El programa de Trotsky titulado “Programa de Transición, la agonía mortal del capitalismo y las tareas de la IV Internacional la movilización de las masas alrededor de reivindicaciones transitorias como preparativos para la toma del poder” no tiene, como dicho título indica, absolutamente nada que ver con la concepción marxista de la transición, sino que se trata de un conjunto de medidas (que como veremos intentan reformar algunos aspectos del capital), que Trotsky considera anzuelos suficientemente atractivos para que los trotskistas enganchen a las masas (concepción socialdemócrata) y que fueron presentados como todo “programa mínimo” en nombre del “programa máximo” “como preparativos para la toma del poder”. La maniobra de Trotsky, que pretende renovar la careta tan desgastada del “programa mínimo”, típico de la socialdemocracia, escondiéndole detrás de la formula terminológica de “programa de transición” y aclarando explícitamente que no se trata de la misma cosa (aun que se deja bien clarito que "La IV Internacional no rechaza las reivindicaciones del viejo programa “mínimo”), queda destruida y el trotskismo desenmascarado cuando se analiza su contenido. Pero vayamos por partes.

        La base del “Programa de Transición” (1938), constitutivo de la IV Internacional, reposa sobre la visión antimarxista de Trotsky, que pretende que “las fuerzas productivas de la humanidad han cesado de crecer”, que “la base objetiva” del sistema capitalista esta madura para la revolución y que lo que falta es el factor “subjetivo”: la dirección revolucionaria. “La situación política mundial en su conjunto se caracteriza antes que nada por la crisis histórica de la dirección del proletariado” (Primera página del Programa de transición). Ahora bien, podemos responder, siguiendo a la Izquierda Comunista, que si bien la existencia del partido mundial de la revolución expresa una “subjetividad”, ella es antes que nada un factor objetivo que materializa la maduración de las contradicciones de clase y el ascenso revolucionario. La inexistencia del partido de clase no es jamás únicamente el producto de la falta de “voluntad”, sino que si “este programa y esta voluntad de acción” faltan, esto nos lleva inevitablemente a la problemática de la apreciación de las famosas condiciones objetivas que de hecho determinan toda voluntad. De ninguna manera queremos negar aquí el factor decisivo del partido de clase, guía, centralización y dirección indispensable de la acción del proletariado, sino subrayar el hecho que éste no se crea de cualquier manera, en cualquier momento y en cualquier parte. Su constitución no depende jamás de una “crisis de la dirección revolucionaria” aun si una tal crisis pudo ser históricamente un factor objetivo del fracaso del proletariado (Alemania 1918-1919) (9).

       Por otro lado, debemos subrayar el peligro que encierra una interpretación caricatural de la famosa “madurez de las condiciones históricas”, de la “agonía del sistema”, de fuerzas productivas “que dejaron de desarrollarse”. El mismo concepto de capital contradice la visión que sustenta un declinar irremediable o el estancamiento definitivo del desarrollo de las fuerzas productivas. El movimiento de la producción capitalista, por el cual la masa de valores producidos crece vertiginosamente, es siempre un movimiento ascendente (solamente interrumpido coyunturalmente). El capital no puede estancarse, por el contrario esta condenado a revolucionarse constantemente, a desarrollarse agudizando al mismo tiempo sus antagonismos. Está condenado no solo a acumular valores, sino con ello a reproducir a escala ampliada sus contradicciones. Esta dinámica es a la vez su fuerza vital y su contradicción mortal (10). Es suficiente constatar el prodigioso salto que el capitalismo a realizado, justamente, al nivel del desarrollo de las fuerzas productivas, y con ello la contradicción con las relaciones de producción, desde los comienzos de este siglo, para ver lo falaciosa que es esta visión. Por ejemplo, sobre las ruinas de la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo pudo romper (por un tiempo) las entrabas a su desarrollo, aumentar considerablemente la masa de trabajadores asalariado y reforzar su dominio a la escala mundial. Una sola cifra puede ilustrar perfectamente su expansión fantástica: el producto nacional bruto de USA, el mastodonte capitalista, en 1952 alcanzaba los 300 mil millones de dólares, veinte años después triplicó y alcanzó un billón de dólares.

       Lo más grave que encierra esta concepción anti-marxista : “el fin del mundo será para mañana”, es que de ella emerge toda la concepción reformista no clásica, la del reformismo con pretexto revolucionario, que afirma que el capital no puede otorgar ninguna reforma y por ello, toda reivindicación de estas encierra un carácter directamente revolucionario, puesto que pondría inmediatamente al sistema en bancarrota. A partir de ello Trotsky edifica un programa de reivindicaciones transitorias que prepararían la toma de poder. Mientras que en la misma naturaleza del capitalismo se encuentra siempre la capacidad histórica de realizar reformas, es decir de reformarse; las medidas preconizadas por Trotsky han sido efectivamente aplicadas por el capital, sin por ello haber provocado su quiebra. Por el contrario, son justamente estas medias que, como una fuente de juventud, permiten renovar permanentemente al capital, como lo hemos visto con las estatizaciones y nacionalizaciones. Tomemos como ejemplo central la reivindicación expuesta en primer término en el programa de “transición” elaborado por Trotsky : “la escala móvil de los salarios”. Si bien no podemos detenernos en la afirmación de Trotsky de que “(la IV Internacional)... reivindica el trabajo y una existencia digna para todos”, no podemos dejar de recordar que dicho punto de partida no es una frase aislada, en uno de los máximos exponentes de la militarización del trabajo en Rusia (mucho antes que Stalin), y que el comunismo no reivindica el trabajo, sino que tiende a su abolición y que la única reivindicación transitoria, que se inscribe en dicha línea de la unificación de la actividad humana productiva, es la abolición de su forma actual: el trabajo asalariado, que permitirá una verdadera reducción del horario de trabajo mismo. Aclarado este “puntito” la reivindicación de la escala móvil de salarios es presentada así por Trotsky : “Ni la inflación ni la estabilización monetaria pueden servir de consignas al proletariado (??? NDR) porque son las dos caras de una misma moneda (¡Qué radicalismo!). Contra la carestía de la vida que, a medida que la guerra se aproxima se acentuará cada vez más, solo es posible luchar con una consigna: la escala móvil de salarios. Los contratos colectivos de trabajo (Trotsky definiéndose sobre los aspectos jurídicos de la explotación NDR) deben asegurar el aumento automático de los salarios correlativamente con la elevación del precio de los artículos de consumo (no se diferencia en absoluto de cualquier economista o jurista de la burguesía NDR)”. Es decir lo que reclama Trotsky de los trabajadores es que no luchen contra el aumento de la tasa de explotación, sino que se contenten con un mantenimiento del poder de compra, que implica que la totalidad del aumento de la productividad del trabajo sea integralmente apropiada por el capital, que la tasa de explotación aumente en proporción directa al desarrollo de la productividad del trabajo. Claro que Trotsky partía del supuesto falso de que dicha productividad no aumentaba, que podría servir de argumento trotskista para argumentar que ellos no son partidarios del aumento integro de la tasa de explotación. Pero incluso asumiendo la estúpida hipótesis trotskista de estancamiento total de la productividad del trabajo (en realidad solo concebible a nivel regional, o/y a nivel coyuntural), mientras los intereses inmediatos de la clase obrera en su lucha comunista se ( como en cualquier otra circunstancia ) materializan  luchando por reducir la tasa de explotación, es decir por aumentar su participación relativa en el producto (aumentar el salario relativo y no solo el real), lucha que se situará objetivamente contra el Estado del capital; Trotsky, como cualquier jurista o economista burgués, considera que en épocas de crisis los trabajadores no pueden aumentar su participación en el producto sino conformarse con la defensa de lo que tienen: “En las condiciones del capitalismo en descomposición, las masas continúan viviendo la triste vida de los oprimidos, quienes ahora más que nunca, están amenazados por el peligro de ser arrojados en el abismo del pauperismo. Están obligados a defender su pedazo de pan ya que no pueden aumentarlo ni mejorarlo” (Trotsky: P de T) El tradicionalismo de Trotsky en política económica burguesa es sorprendente: amenaza con la pauperización absoluta, luego explica que, dado que la producción total no puede aumentar, considera evidente que los trabajadores no puedan aumentar tampoco su salario, lo que solo es cierto manteniendo intocada la plusvalía total, es decir si los trabajadores no atacan frontalmente a la burguesía, lo que pone en evidencia otra hipótesis implícita en el razonamiento de Trotsky: la conciliación de clases.

        Un siglo antes Marx había puesto en evidencia el mecanismo de la plusvalía relativa demostrando como el mantenimiento del poder de compra, e incluso su mejoramiento, no se oponen al aumento de la tasa de explotación y definiendo como eje de las luchas obreras contra la explotación la lucha por la apropiación de una parte relativamente mayor del producto (salario relativo), lucha objetivamente inseparable de la lucha por la destrucción del Estado capitalista y por la apropiación por parte de los productores de la totalidad del producto.

        Trotsky, lejos de situarse en dicha línea, se sitúa en la clásica línea de la política económica burguesa, dado que la escala móvil, con diferentes nombres, la encontramos aplicada por muchos Estados de América del Sur y de Europa desde principios de siglo y se transforma en la posguerra en una política general, no solo en el mundo "socialista" del que nos hablan los trotskistas, sino en todo el mundo "occidental y cristiano".

      Veamos ahora muy rápidamente el contenido real de otros anzuelos con la que los trotskistas se dedican a enganchar obreros.

    - Crítica de las burocracias sindicales, para mejor defender el supuesto carácter obrero de los sindicatos mismos (un año después serían agentes de primer orden en el reclutamiento del proletariado a la guerra imperialista), definición expresa contra la consigna comunista de organizarse afuera y contra los sindicatos, y confirmación de que lo que diferencia la Cuarta Internacional de los obreros revolucionarios que defienden  dicha consigna es una cuestión de principios inamovibles y por lo tanto motivo de exclusión de la IV° Internacional : “Hace falta plantear aquí como principio inconmovible: el auto aislamiento cobarde fuera de los sindicatos de masas, equivale a una traición a la revolución (en realidad es la concretización mas elevada de la resistencia obrera a servir de carne de cañón a la guerra imperialista que esos sindicatos preparaban), es incompatible con la pertenencia a la IV Internacional”.

       -Igual que la clásica socialdemocracia, con respecto a los consejos obreros y los comités de fábrica, Trotsky, que defiende los sindicatos, teme que el surgimiento de los comités de fábrica los tome de improviso y que los sindicatos no puedan controlar, mantener el control de la clase obrera; por ello precisa que “es necesario iniciar a tiempo una campaña en pro de los comités de fábrica para que los acontecimientos no nos tomen de improviso”. Trotsky es clarito cuando define las tareas que los trotskistas intentarán imponer en dichos comités : “Los comités de fábrica, y solamente ellos, pueden asegurar un verdadero control sobre la producción, llamando a su ayuda, como consejeros y no como 'tecnócratas' (NDR????) a los especialistas honestos y afectos al pueblo: contadores, estadísticos, ingenieros, sabios, etc.” “El control obrero” es la negación de la realidad proletaria de destruir el Estado burgués; puesto que instauraría, así, un intermediario pacífico, compatible con el capitalismo. La burguesía puede abrir su libro de cuentas, el proletariado no tiene nada que aprender o ganar administrando cuentas y valores que debe destruir, no tiene ningún interés por gestionar mejor el Estado burgués y su explotación, sino destruirlo como única forma de eliminar el asalariado. Otra vez aún, el trotskismo solo se preocupa de teñir de lenguaje obrero la conciliación de clases para administrar y reformar el capital. Además del asunto del control obrero, que estos comité se encargarían de realizar, Trotsky demuestra ser un excelente alumno de Keynes, de moda en la época y cuya receta de obras públicas y de industria estatal (muy especialmente incluida la militar) era aplicada por todos los grandes Estados nacionales e imperiales : “En particular la lucha contra la desocupación es inconcebible sin una amplia y atrevida organización de 'grandes obras públicas'. Pero las grandes obras no pueden tener una importancia durable y progresiva, tanto para la sociedad (burguesa evidentemente NDR) y para los desocupados (todos los burgueses se muestran filantrópicos frente al problema de la desocupación -NDR), si no forman parte de un plan general, trazado para un período de varios años”. No hay dudas de que el plan de reformas del capital propuesto por Trotsky no puede ser más claro e idéntico con el de cualquier otra fracción burguesa, lo que caracteriza al trotskismo ayer y hoy es que pretenden imponer dichos planes en los propios órganos creados por los obreros (comités de fábrica, de ramas industriales, de regiones económicas, etc) y en este sentido se preparan para actuar al servicio del capital en órganos que otras fracciones burguesas no tendrán cabida: es éste el peligro adicional que pueden representar los trotskistas en el futuro, son los más preparados para imponer una política burguesa anti-insurreccional en los propios órganos surgidos de la lucha obrera contra los sindicatos.

      -   Defensa de la estatización de ciertos grupos capitalistas, de los bancos, etc, cuyo contenido real ya lo hemos analizado.

     - “Los piquetes de huelga, los destacamentos de combate, milicia obrera y armamento del proletariado” es la parte más radical del programa de transición y el único punto que puede pensarse que coincide metodológicamente con la acción comunista. Pero jamás la metodología de la violencia determina el contenido de clase de dicha violencia, y dicho punto, inscripto en el conjunto de un programa burgués, pone en evidencia para que los trotskistas necesitan armar a una parte de la clase obrera: la socialdemocracia y el estalinismo también tienen sus grupos “obreros armados”, sus cuerpos de choque, sus milicias “obreras”. El radicalismo trotskista existe metodológicamente, pero es un radicalismo burgués por el contenido del conjunto de su programa, y por lo tanto sus grupos armados no podrán servir a otra cosa que a la contrarrevolución, por ejemplo, imponiendo en los comités de fábricas el programita del control obrero, de exigencias de obras públicas.

     -En cuanto al problema de la guerra y del imperialismo, Trotsky empieza haciendo un discurso de enganche que parecería conducir a una posición internacionalista, llegando incluso a la afirmación de que “el principio fundamental de esta lucha será : El enemigo fundamental está en nuestro propio país”... pero dicho principio es inmediatamente restringido a una zona del mundo: “Pero todos los países del mundo no son imperialistas " (¡¡¡cómo si lo que fuese imperialista fuesen los "países" y no los intereses de las clases dominantes, como si el capital pudiese no ser imperialista!!!) para concluir en la reaccionaria y anti-internacionalistas posición de que : “El deber del proletariado internacional será el de ayudar a los países oprimidos en guerra contra los opresores. Este mismo deber se extiende también a la URSS...” posición que sabemos a donde condujo al trotskismo.

     -“La alianza obrero-campesino” y el “gobierno obrero campesino” son ajenos al marxismo, a la necesidad inmediata del proletariado por autonomizarse, organizarse en clase y dirigido por el partido comunista,  destruir el Estado burgués, construir su estado; arma de destrucción de la producción mercantil y del asalariado. Reemplazar la consigna proletaria de la dictadura del proletariado, por la burguesa : "gobierno obrero y campesino" es edificar la última alternativa burguesa frente al avance revolucionario, es desviar el impulso revolucionario hacia el fracaso y la masacre. Desde Hungría, en el 19, pasando por España del 36-37, China del 26 y otros miles de ejemplos, esta consigna a significado la muerte del proletariado. Como decía Bordiga en el V Congreso de la Internacional Comunista a propósito de la adopción criminal del “gobierno obrero y campesino” : “ La dictadura del proletariado, maravillosa expresión de Marx, es deplorable que tratemos de barrerla de un Congreso Comunista ( NDR Comunista, ¡¡el congreso no lo era más!!). En estas palabras se expresaba toda nuestra concepción política, todo nuestro programa. Dictadura del proletariado, me dice que el poder proletario se ejerce sin ninguna representación política burguesa. Me dice también que el poder proletario no puede ser conquistado que por una acción revolucionaria, una insurrección armada de las masas . Cuando digo ‘gobierno obrero' se podrá entender todo esto, si se quiere, pero si no se quiere, se puede entender también toda otra cosa...” y luego, los trotskistas pusieron siempre otra cosa. Para nosotros, comunistas, entre la dictadura de la burguesía y la dictadura del proletariado, no puede existir otra alternativa. El trotskismo, con su búsqueda de puentes intermedios o transitorios entre dos dictaduras inconciliables, se coloca en la vieja postura socialdemócrata de renuncia total y completa a las posiciones claves del marxismo revolucionario: la insurrección es un ARTE (Marx, Lenin y el propio Trotsky en el 17) cuyo desarrollo sistemático no puede basarse en ninguna ley, decreto o gobierno de transición, sino en la FUERZA del proletariado.

       - Trotsky dice “La consigna de los soviets es el coronamiento del programa de reivindicaciones transitorias”. Si el resto del Programa de Transición fuese efectivamente un programa que intentase establecer las bases teóricas y organizativas de la autonomía del proletariado, cuando se habla de soviets, de insurrección y dictadura del proletariado, se estaría efectivamente en una misma línea; pero como vimos el programa de transición no es nada de eso, sino un programa de reformas, verdadero programa mínimo socialdemócrata, lo que conduce a que “socialismo”, “insurrección”, “soviets”, sea un corte, es decir un verdadero programa máximo. Siempre se justificó el programa mínimo en nombre del programa máximo, en realidad siempre se funcionó al revés, el programa máximo es el anzuelo más atractivo para convencer a una parte de los elementos más decididos de la clase de que para obtener aquel hay que defender ahora el programa mínimo, por eso no puede extrañarnos que el programa trotskista tenga también referencias a la insurrección, los soviets, etc. Pero Trotsky se había propuesto establecer un puente entre el “sistema de reivindicaciones transitorias” y la “toma del poder” y por ello introduce la cuestión de los soviets afirmando que: “ninguna de las reivindicaciones transitorias, puede ser completamente realizada con el mantenimiento del régimen burgués”. Hemos visto que esto es totalmente falso -estatizaciones, escala móvil de salarios, etc- y por lo tanto el puente se cae por su propio peso y el programa máximo está tan vacío de contenido como en la socialdemocracia. Al mismo tiempo Trotsky explica que los soviets serán una necesidad; de eso no tenemos dudas pero jamás podrán desarrollarse como “coronamiento del programa de reivindicaciones transitorias” que los trotskistas intentarán imponer en los comités de fábricas y otros organismos asociativos de la clase obrera ; sino contra el trotskismo y su programa de administración y reformas del capitalismo.

       El resto del Programa de Transición de Trotsky es la aplicación, a áreas geográficas específicas o a grupos humanos, de dichas reivindicaciones. Se confirma ahí la oposición a la posición comunista intransigentemente derrotista revolucionaria: asamblea nacional, independencia nacional y revolución agraria para los “países atrasados” (con el clásico discursito de mantener la autonomía del proletariado); defensa de la URSS (y lucha al mismo tiempo contra la “burocracia termidoriana en ese país”). Confirma su democretinismo burgués: reforma agraria, emancipación nacional, asamblea constituyente, programa democrático revolucionario (SIC), en “los países coloniales y semi-coloniales que son por su misma naturaleza (???NDR) países atrasados”; defensa de las “fórmulas de la democracia (libertad de asociación, de prensa, etc)” en los países fascistas aclarando que “no son para nosotros más que consignas pasajeras o episódicas en el movimiento independiente (??? NDR) del proletariado”. Se hace un discurso contra el oportunismo pero habiendo dejado bien clarito que “No es posible negar por adelantado la posibilidad, en casos estrictamente determinados, de un 'frente único' con la parte termidoriana de la burocracia , contra la ofensiva abierta de la contrarrevolución capitalista”(!) política que marcaría el trotskismo desde esa fecha en adelante. Confirma el clásico instinto demagógico de la burguesía, haciendo un llamado a la “juventud”, y a la “mujer trabajadora”. Confirma su anticomunismo, al atacar abiertamente a la vanguardia revolucionaria del proletariado de la época, a las fracciones comunistas, que constituían efectivamente la única expresión del proletariado que intentaban ofrecer una alternativa de clase a la guerra imperialista en preparación . Así en “Contra el Sectarismo” dice: “... grupos y formaciones sectarias de diferentes géneros.. (que) se proponen volver la espalda a los 'viejos' sindicatos... (que ) se rehúsan a hacer en la práctica una diferencia entre la democracia burguesa y el fascismo... rehúsan establecer diferencias entre los campos en lucha en España, por la razón de que ambos campos tienen un carácter burgués... niegan la diferencia de principios entre la URSS y los países burgueses y se rehúsan... a defender contra el imperialismo las formas de propiedad creadas por la revolución de octubre...La premisa necesaria de los éxitos revolucionarios es la depuración de la IV Internacional del sectarismo y de los sectarios incorregibles”. La IV Internacional siguió este camino liquidando toda reacción obrera en su interior, como lo había hecho el estalinismo; era el broche de oro para su participación en la guerra imperialista. La historia ha transado la cuestión: VIVAN LOS “SECTARIOS” COMUNISTAS.

                Como lo hemos visto en este artículo, el trotskismo es una fuerza político ideológica que se ha afirmado definitivamente del lado del capital. La práctica conjunto de tendencias trotskistas consiste en :

     - Luchar por la concentración, centralización y estatización del capital (interés general de clase), bajo la forma estatización formal y la ideología socialista que los conduciría a dirigir la acumulación capitalista, oponiéndose  a la ideologización liberal del mismo proceso, que los margina de la propiedad de los medios de producción (interés fraccional)

     -Luchar por desarrollar la ideología democrática que el capital requiere para renovar, potenciar y fortificar el viejo aparato de dominación Estatal (interés general de clase); sin dejar de defender al mismo tiempo “el socialismo democrático” ( interés fraccional y general ) y un conjunto de aparatos de dominación mucho más directamente dirigidos e imbuidos de ambiente “obrero” (sindicatos, comités, frentes únicos, etc).

     - Defender en las guerras imperialistas, locales o generalizadas, el bloque soviético (interés fraccional), sea abiertamente o bajo la cobertura de las “luchas de liberación nacional”, manteniendo su crítica al “degeneramiento” de los Estados “obreros” (interés subfraccional de ocupar el lugar de la famosa “burocracia”) ; pero luchando abiertamente por reclutar los obreros para su propia masacre (interés general de clase).

      Para realizar dicha política el trotskismo no sólo ha profundizado las viejas “tácticas” socialdemócratas, que dominaron desde su origen a la segunda internacional y que condujeron a la propia “Internacional Comunista” a su mismo terreno ( sindicalismo, parlamentarismo, frentismo, separación entre acción actual y objetivo socialista, legalismo, democratismo), sino que ha demostrado adecuarse perfectamente a cada necesidad de modernización del lenguaje y la práctica del capital (democratismo con salsa autogestionario, viraje del foquismo al antiterrorismo, defensa de los derechos humanos, etc) así como a la necesidad de éste de encuadrar, parcializar y darle objetivos reformistas (es decir burgueses) a cualquier reacción de la clase obrera ; proponiendo soluciones legales, federativitas, regionalistas, feministas, antirracistas, homosexualistas, etc.

     El trotskismo no es otra cosa que la careta “crítica”, “humana” del estalinismo. Por lo tanto no se trata ni de recuperarlo, ni de reformarlo, ni de mejorarlo, SINO DE DESTRUIRLO. El proletariado, en su marcha hacia el poder, pasará necesariamente por encima del cadáver no solo de la Segunda y Tercera Internacional, sino también sobre el de la Cuarta y sus variantes.


CO2.3 TROTSKISMO : Producto y agente de la contrarrevolución.